Está en la página 1de 8

Verónica Barr

Martes 2022
3:35 am
792 Wilton Green
"Pendientes"

Me encontraba tumbada sobre el sofá de mi pequeña oficina y aparentemente era la única persona en todo el edificio.
Mis compañeros habían partido hacía ya un par de horas. Sin embargo, mis asuntos pendientes junto con las insistencias de
mí comprensible jefe, no podían esperar un día más. Así que, me había visto en la necesidad y obligación de quedarme más
tiempo. Aún, después de mi hora de salida.

Para estas horas de la noche, me había resignado ya a la idea de que mi anhelo de llegar y cenar algo rico en casa y en la
comodidad de mi cama tendría que ser remplazado por algún pedido de comida rápida y en la “comodidad” que me
ofreciera mi silla de escritorio. Por lo tanto, cheque las escasas opciones de menú que tenía a mi alcance para aquella hora de
la noche y así, después de buscar por varios minutos, decidí ordenar un poco de sushi con algo de té y para levantarme un
poco el ánimo, una rebanada de pastel de queso con merengue y algunas fresas.
Mi pedido había llegado sorprendentemente rápido y así, cuando pasaban pocos minutos de las 11 de la noche, por fin me
encontraba cenando algo mientras revisaba algunos de los pendientes más importantes.
No estaba exactamente segura de cuánto tiempo llevaba ya metida en mi oficina. Poco a poco mi mente comenzaba
disociarse y en lo único en lo que podía pensar en aquellos momentos, era en un baño caliente y en la suavidad de mi cama.

1
Verónica Barr

Sin embargo, aquellos pendientes eran algo que no podían esperar más tiempo. Así que, en un intento por mantenerme
despierta, decidí abrir el postre que horas antes había ordenado. Imaginando con esto que algo de azúcar me ayudaría a
mantenerme un poco más activa.
Me disponía a abrir el pequeño empaque cuando de momento, sin siquiera esperarlo o imaginarlo, entraban a mi oficina.
Claro estaba, yo me había sobre exaltado e inclusive, espantado un poco…
- Lo lamento. Vi la luz encendida y me resulto extraño. No pensé que aún hubiese personas aquí a estas horas.
Se trataba de Elliot. Un compañero de trabajo…
- ¿Qué haces aquí tan tarde? – Me cuestiono
- Pendientes. – Respondí escasamente mientras dejaba mi pequeño postre de lado y me recargaba cómodamente sobre mi
silla. – Pasa. – Le propuse indicándole que podía tomar asiento.
- Me alegra un poco el saber que no soy el único con una vida social inexistente. – Decía mientras se tumbaba sobre la silla
y dejaba salir en una exhalación todo el cansancio acumulado del día.
Elliot era nuevo en la oficina y no hacía mucho que había llegado a la ciudad. La convivencia entre nosotros hasta entonces
había sido escasa y en realidad, aquella noche era la primera vez que compartíamos más de una oración o el mismo espacio.

2
Verónica Barr

No entendía porque, pero hacía ya algún tiempo que Elliot se había apoderado por completo de mi atención. Había algo en
él y en su personalidad que sencillamente me hacía desearle. Me resultaba imposible no pensarle. Además de que Elliot era
totalmente mi tipo de hombre. Probablemente su edad rondaba entre los 36 o los 40. Entre su cabello comenzaban a notarse
un par de canas al igual que en su barba. Y su aroma, era algo que sin duda tendría la fácil habilidad de ponerme de rodillas
ante él sin dudar o chistar…
- ¿Deseas un trago? – Le pregunte sin esperar siquiera una respuesta.
Servi dos vasos de whisky con un poco de hielo y le ofrecí uno mientras yo bebía del otro acomodándome de nueva cuenta
sobre mi asiento.
Llevábamos un par de minutos en silencio cuando él comenzó a hablar:
- ¿No te preocupa llegar tan tarde a casa? – Pregunto.
- No hay nadie esperándome. - Respondí mientras clave mi mirada sobre la suya. - ¿Y a ti? – Pregunte buscando
exactamente la misma respuesta que yo había dado.
- Tampoco. – Me respondió. – Hace ya bastante tiempo que vivo solo.
Aquellas simples palabras eran todo lo que deseaba escuchar. Las ganas que tenía de Elliot cada vez se apoderaban más de
mí nublándome el juicio y la razón. Así que, sin siquiera pensarlo más, termine mi trago de un solo sorbo, me levante de la
silla y me plante justo frente a él.

3
Verónica Barr

Él me miraba. Ingenuo, aunque también un tanto interesado. Le separe las piernas con la punta de mi pie y lo coloque entre
sus piernas. Él comenzó a rozarla ligeramente de arriba abajo con la punta de sus dedos mientras me miraba fijamente.
Yo, poco a poco y lentamente comencé a desabotonar mi blusa frente a él hasta dejar entrever un poco mis senos sin apartar
un solo segundo mi vista de su mirada. Él me observaba fijamente e inclusive parecía haberse acomodado aún más sobre el
asiento mientras bebía un ligero sorbo de su whisky mojando y lambiendo sus labios. Yo, poco a poco me incliné sobre él y
me senté sobre sus piernas mientras acercaba y pegaba mi cuerpo sobre el suyo. Acerque mi rostro al de él e intente
impregnarme de su aroma lo más que me fuera posible. Podía sentir su aliento moviendo lentamente mi cabello y rozando
ligeramente mi piel. Elliot buscaba mis labios, pero yo, seguía inmersa y completamente perdida en el aroma de su cuello y
de su piel.
De momento, me levante un poco, le quite el vaso de la mano, bebí un ligero sorbo y acerque por fin mis labios a los suyos.
Nuestros labios apenas y se rozaron. Sus labios eran deliciosos y muy suaves. Lentamente tanto él como yo buscábamos la
lengua y sabor del otro. Inmersos ya en un notable, pero, sobre todo, incontrolable deseo.
Seguíamos aun inmersos en aquel beso cuando de momento, él, sin siquiera el mínimo esfuerzo se levanto de la silla
conmigo entre sus brazos y me coloco sobre el escritorio.
Me despojo de la blusa que aún se encontraba colgada a mi cuerpo y sin detenerse o pensarlo más, me despojo también del
sostén. Quedando así mis senos completamente a su vista y disposición. Yo, intente acercar mi cuerpo al suyo y besarle, sin
embargo, él con un simple movimiento me había tomado del cuello tumbándome son fuerza sobre el escritorio mientras que
con la otra mano desabotonaba su camisa.

4
Verónica Barr

Aquel acto, aquella rudeza e imponencia que Elliot había impuesto sobre mí, me había llevado a un nivel de excitación
totalmente fuera de mi control y, poco a poco comencé a sentir como mi vagina se mojaba de tal manera que, para aquel
momento; mi ropa interior estaba completamente húmeda y yo por supuesto, candentemente lubricada.
La mano de Elliot sobre mi cuello me impedía moverme a voluntad. Con lo cual, esté me tenía por completo a su alcance y
disposición. Con imponencia y sin titubeo, comenzó a subir mi falda dejando mis piernas por completo al descubierto.
Lentamente, me despojo de mi ropa interior. La cual, olfateo y disfruto para acto seguido meterla en mi boca en tanto que
me miraba fijamente y sonreía ligeramente.
Me encontraba tumbada sobre aquel escritorio, completamente desnuda. Elliot garabateaba con la punta de sus dedos sobre
mi piel. Acariciando mi vientre, mis senos y estimulando mis pezones. Cuando de momento, sus dedos comenzaron a bajar
lentamente por mi vientre hasta llegar a mi vagina. Poco a poco, aquel hombre los introdujo lentamente dentro de mí lo más
que le fue posible. Aquello, me hizo soltar un grito ahogado y gemir con desesperación y deseo. El jugueteaba en mi interior
y yo simplemente me retorcía de placer sobre aquel escritorio. Podía sentir cada movimiento y como me lubricaba cada vez
mucho más. En tanto que él se excitaba y se deleitaba con mis movimientos y con mis gemidos.
Me encontraba completamente inmersa en aquel deseo intenso cuando de momento Elliot se detuvo, me levanto suavemente
del escritorio, saco la ropa interior de mi boca y se planto frente a mí. Él comenzó a besarme apasionadamente en los labios,
bajando por mi cuello y llegando hasta mis senos en tanto que él comenzaba a desvestirse lo más rápido que le era posible.
Y, ahora, cuando por fin se encontraba completamente desnudo. Me tomo fuertemente por el cuello para hincarme ante él.
Yo por supuesto comprendí lo que él deseaba así que, sin más, tome su miembro y me lo lleve a la boca. Su sabor era único
y su piel para aquel entonces ardía.
5
Verónica Barr

Yo lo estimulaba, chupaba y lambia de arriba abajo en tanto que él, coloco su cinturón alrededor de mi cuello teniendo así
por completo el control no solo de mí y de mi cuerpo; sino también de mis movimientos. El sentir, como aquel cinturón se
ajustaba a mi cuello y como Elliot tiraba de mi cabello, me llevaba a un nivel de excitación que ni yo misma conocía. Para
aquel entonces, yo ya me encontraba totalmente fuera de mí y lo único que deseaba era complacerlo y saciarme de él.
En aquel momento, recordé mi pequeño postre aún no digerido así que, me levante y, tomando un poco de crema batida con
apenas la punta de mis dedos, llene su pene de aquel manjar para acto seguido llevármelo a la boca. Elliot había soltado un
delicioso gemido al momento que mis labios habían tocado su miembro. Se mordía los labios, gemía, tiraba de mi cuello y
me suplicaba por más. “sigue, no pares, no te detengas, así, que rico, más, más, más, más, más…” me decía entre gemidos
y suspiros mientras su miembro se ponía cada vez más duro y erguido. Para aquel momento, sus fluidos junto con mi propia
saliva ya llegaban mucho más allá de mis senos y, el sentir aquello, el sentir aquella humedad, sencillamente me desquiciaba
de placer.
Ni Elliot ni yo podíamos soportar más tiempo así que, me levanto, me puso de espaldas hacía él, coloco una de mis piernas
sobre el escritorio y sin más, me penetro.
El sentir su miembro entrando en mí me hizo soltar un agudo y contúndete gemido. El cual, había inundado por completo la
oficina. Ambos gemíamos y suplicábamos por más. Ninguno de los dos tenía la intención de parar y lo único que
deseábamos era obtener cada vez más uno del otro.
De repente, Elliot se detuvo y pude sentir como su miembro ardiente salía de mí. Yo no entendía por que se había detenido
pero segundos después, lo comprendí.

6
Verónica Barr

Elliot me pidió que no me moviera y de repente, sentí su lengua ir y venir. Ahora, era él quien me estimulaba. Su lengua se
introducía en mí y podía sentir como los fluidos chorreaban y bajaban por mis piernas. Elliot le besaba y podía sentir como
sus labios buscaban mi clítoris para estimularlo. Y, cuando por fin le encontró; aquellos movimientos simplemente me
volaron la cabeza.
Experimente orgasmo tras orgasmo y yo sencillamente no deseaba que él parara. Aún ahí, hincado detrás mío, podía sentir
su dominio sobre mí y sobre mi cuerpo. Podía sentir su lengua disfrutando de cada milímetro de mi piel, sus dedos entrando
y saliendo y mis gemidos y jadeos rompiendo por completo la quietud de la madrugada. Y, tras cada orgasmo, yo me
desquiciaba un poco más, yo me desconocía un poco más.
No sé en qué punto de la noche, no nos encontrábamos más sobre el escritorio. Ahora, estábamos sobre el sofá de mi
oficina, aún desnudos. Yo sobre él y Elliot, penetrándome sin descanso o pudor alguno. Yo me movía lentamente encima de
él, le gemía y jadeaba al oído en tanto que él rasguñaba mi espalda, mis nalgas y tiraba de mi cabello.

En algún punto de la noche, ambos habíamos encontrado un poco de calma entre el momento y el deseo. No deseábamos
detenernos; sin embargo; debíamos hacerlo. Yo seguía encima de él y él seguía aun dentro mío. Nuestros cuerpos no solo
goteaban sudor sino también, placer y deseo.
- Debemos parar… - Dijo en apenas un hilo de voz.
- Lo sé. – Respondí

7
Verónica Barr

Me disponía a levantarme y a quitarme encima de él cuando él me detuvo y sin más, me beso. Sin embargo, esta vez; era un
beso distinto. Se trataba de un beso lleno de amor y ternura, pero, también uno lleno de pasión. El movimiento y melodía del
beso era suave y muy húmeda. Podía sentir cada plegue de sus labios y cada movimiento de su lengua dentro mío. Y,
aquello, nos había hecho sonreír un poco cuando por fin habíamos logrado detenernos.
Desde aquella noche, revisar “pendientes” se volvió algo habitual y cotidiano para ambos. Sin embargo, ahora había una
sola diferencia. El escenario…

También podría gustarte