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Lunes 2021

1:00 am
792 Wilton Green
"El sudor, la respiración y el deseo"

Tan solo le observa y, absolutamente todo de él me provocaba. Me incitaba.


Le miraba, y lo único en lo que pensaba era en tumbarme sobre él y rogarle porque me cogiera.
Tristemente, mis deseos se veían opacados por el videojuego adquirido hacía apenas días atrás. Se encontraba tan
atrapado en aquel juego que, sencillamente todo a su alrededor desaparecía. Incluyéndome. Sin embargo, aquella noche,
además de caliente, estaba decidida.

Él se encontraba sentado sobre el sofá de la estancia. Con ambas manos sobre el control de aquel aparato en tanto que
vociferaba o reía por los resultados tan atinados o errados de su última partida.
Yo, lentamente comencé a acercarme a él. Y, una vez que estuve justo detrás suyo, inicié mí propio juego de aquella
noche…
Lentamente pase mis brazos por su cuello hasta que mis manos tocaron su pecho. Él por supuesto se dio cuenta y sonrío
ligeramente. Aunque, claro estaba, que aún era incapaz de alejarse de aquel videojuego. Sin embargo, yo estaba decidida
a lograr mi cometido de la noche así que, no me detuve y simplemente continue…
Una vez que mis manos se encontraron con su pecho, comencé a acariciarlo un poco. Lentamente acerqué mis labios a su
cuello y en apenas un roce, comencé a besarlo lenta y delicadamente. La punta de mi lengua podía sentir cada pliegue e
imperfección de su piel. Así como su exquisito y único sabor. Él se erizo. Pero, aun no era suficiente para que colocará
toda su atención en mí.
Al ver que seguía renuente a mi juego, comencé a subir lentamente por su cuello hasta llegar a su oreja. Él percibió la
humedad de mi saliva y eso a mí excitaba así que, poco a poco; comencé a gemir sutil y bajamente sobre su oído.
Mi boca comenzó desesperadamente a buscar la suya. Moría por sentir el pliegue de sus labios sobre los míos, su lengua
en mi boca y lo adictivo de su saliva. Así que, cuando por fin los encuentro; le beso apasionada y efusivamente. Pudiendo
sentir como su lengua se desespera por encontrar la mía y como sus labios se mueven a un ritmo casi hipnótico.
Yo cada vez estoy más y más caliente.
Deseo dominarle y hacerle mío. Cogérmelo sin permitirle mover un solo dedo. Deseo llevarlo al clímax y sé que ahora,
absolutamente nada ni nadie podría detenerme. Así que, sin perder más tiempo, me planto frente a él y sin apartar mi
mirada de la suya; me arrodillo lentamente. Mis manos suben lentamente por sus muslos hasta que me topo con lo que
tanto he estado buscado pudiendo sentir lo duro y erguido de su miembro aun por encima de aquel pantalón.
Aquella sensación me vuelve loca así que, comienzo a despojarlo poco a poco de aquellos jeans. Y, cuando por fin le
tengo enfrente, sencillamente no consigo detenerme. Me convierto por completo en una bestia y, por supuesto deseo
devorar a mi presa. Después de todo, no era ningún secreto mi adicción por el sexo oral.
Sus gemidos cada vez inundan más y más la habitación. Gemidos que lo único que consiguen es ponerme más y más
caliente. Sus manos toman y acarician mi cabello y de vez en vez guían mis movimientos en tanto que su nivel de rudeza
comienza a subir. Aquello me lleva a un punto tal de excitación que, puedo percibir inclusive la humedad en mi vagina.
Me ordena que no pare, que no me detenga. Me repite lo caliente que le pone el sentir mis labios ir y venir, subir y bajar
en tanto que mi lengua garabatea con su miembro y mi propia saliva ha llegado mucho más allá de mi cuello y mi pecho.

Ahora, que tengo por completo su atención, me levanta bruscamente y me sienta sobre sus piernas. Siento como sus
manos recorren y rasguñan mi espalda en tanto que sus labios comienzan a perderse entre mis pechos. Logrando con esto
excitarme de una manera casi desquiciante. Prácticamente delirante.
Por fin, aquel macho; había conseguido despojarme de aquel inmenso suéter y, ahora, que por fin me tenía desnuda ante
él; comenzó a penetrarme tan duro como rico una y otra vez. Mis gemidos rompían la quietud de aquella noche, yo
gritaba mientras me sujetaba fuertemente de sus hombros y continuaba bebiendo de sus labios. En tanto que él, me
sujetaba fuertemente del cuello y tiraba de mi cabello. Volviéndose prácticamente imposible no rogarle y suplicarle por
más.
Nuestros fluidos se volvieron uno solo y en apenas un par de minutos; lo único que nos envolvía era el sudor, la
respiración y el deseo…

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