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9. El Intertrópico oriental
La parte oriental de la zona intertropical contrasta notablemente con la
occidental. En ésta se alzan las grandes cordilleras que cruzan el
continente de N. a S. y configuran múltiples ambientes, muy distintos
pero contiguos, donde se desarrollaron las civilizaciones mesoamericana
y andina, ambas con centros importantes en las tierras frías. La parte
oriental del intertrópico comprende, en cambio, tierras mayormente bajas
y calientes. Predominan las regiones extensas de ambiente uniforme.
Las zonas a más 1.500 metros. de altitud son pocas y fueron de
importancia menor como centros de población o focos de difusión
cultural. Preponderaban las sociedades tribales basadas en el cultivo de
roza y en poblados de tipo aldeano. Sólo en algunas regiones había
sociedades más complejas del nivel de los cacicazgos.
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de los Andes donde se registran las mayores precipitaciones de la
cuenca amazónica. La costa oriental del Brasil, desde Natal a Río de
Janeiro, también se caracteriza por lluvias orográficas; llueve, pues,
durante casi todo el año, con máximas de invierno en el N. y de verano
en el S. Regiones de sequía prolongada son las de la Goajira, partes de
la costa venezolana e islas de Sotavento y el interior del NE. brasileño.
La selva ocupa también una franja costera del Brasil oriental cuya
madera tintórea, el palo brasil, dio nombre al país. En la costa de las
Guayanas y el delta del Orinoco dominan juncias y palmas; los palmares
de babasú cubren grandes extensiones en Maranhāo. En todas las
costas tropicales se encuentran los manglares, tanto en el lado atlántico
como en el pacífico desde Ecuador hasta Panamá.
Pueblos y culturas
La adaptación más general al ambiente intertropical es el cultivo de roza
complementado con la caza, la pesca y la recolección. En la selva el
cultivo principal era el de la yuca para la preparación del cazabe.
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La productividad era más elevada en las vegas donde se concentraba la
mayor parte de la población, que además de cultivar los terrenos más
fértiles dispone de los recursos fluviales. En contraste, las sabanas
tienen suelos pobres y son más difíciles de trabajar; en ellas se
encontraban los pueblos menos agrícolas. Sólo en algunas regiones de
sabana se practicaba el cultivo intensivo mediante técnicas especiales,
como los campos realzados de los llanos de Mojos.
Más alimento que la caza daban los ríos, que a más de la pesca
proporcionaban tortugas, sus huevos y manatís. La extensa red fluvial
ofrecía además grandes vías para la comunicación en canoa. A más de
los ríos principales, abundan en los terrenos ribereños los caños, o
igarapés, y entre cursos de agua cercanos es fácil pasar las canoas de
uno a otro por los varaderos o arrastraderos. La facilidad de
comunicación canoera explica la gran difusión por migración de algunas
familias lingüísticas. En la guerra favoreció la movilidad de ciertos grupos
predatorios, como los caribes en las Antillas o los payaguaes del alto
Paraguay.
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algunos grupos al pie de los Andes orientales. El resto de la zona estaba
ocupado por grupos más primitivos con un mínimo de estratificación
social.
Los tupís ocupaban las regiones en torno a macizo brasileño: las riberas
del S. del Amazonas (omaguas, parentintines, mundurucús) y la costa
NE. y E. del Brasil, adentrándose también por la cuenca del río San
Francisco. El tupí se convirtió en la lengua franca o lingua geral del
Brasil. Otra variedad es el guaraní del Paraguay. El nivel cultural de los
tupís era semejante al de los caribes.
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Mapa 9: Intertrópico Oriental
Descripción del mapa 9: Mapa del Intertrópico Oriental, en el cual se
señalan las regiones que lo conforman. Entre estas se encuentra una
gran parte del territorio de Brasil. Fin de la descripción.
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Las Antillas
Dentro de este área cultural, las Antillas tiene el interés especial de
haber sido la primera región en recibir el impacto de la Conquista. En ella
se daban ejemplos de todos los distintos niveles de desarrollo cultural del
intertrópico. Había restos de recolectores cazadores en la parte
occidental de Cuba, los llamados guanahatabeyes, cuya cultura nunca
fue bien descrita. La cultura agrícola, típica de la mayor parte del área,
estaba representada por pueblos de habla arahuaca y caribe. Los
arahuacos se extendieron los primeros desde la Tierra Firme de
Suramérica, llegando a ocupar todas las islas; más tarde fueron
desplazados de las Antillas Menores por pueblos belicosos de habla
caribe, llegados desde la costa de Venezuela.
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mullido en montones de dos palmos de alto, en cada uno de los cuales
se plantaban varios vástagos de yuca. La amarga era el alimento
principal de los pueblos más expansivos del intertrópico oriental como
ara-huacos, caribes y tupís. No se conocía, en cambio, en las tierras
bajas de Mesoamérica, Centroamérica o los Andes ni en varias regiones
de la cuenca amazónica. Para preparar la yuca amarga es preciso
eliminar el veneno. Para ello, primero se descortezaba y después se
rallaba en un rallo. hecho de madera con pedernales engastados. La
masa resultante se embutía en el sebucán, una manga larga de empleita
de palma con un asa en cada extremo. Una vez llena se colgaba un
extremo de la rama de un árbol y por la otra asa metían un palo que
descansaba en un agujero en la base del árbol. Sobre el palo se
sentaban dos o tres mujeres que con su peso estiraban el sebucán
exprimiendo todo el jugo de la masa. Se cemía ésta en un tamiz y para
hacer el cazabe se extendía a cocer sobre el burén (o budare), un platón
de barro puesto sobre el fuego. El jugo exprimido contiene el veneno y
es por lo tanto mortal. Pero se elimina al cocerlo y hecho esto, se usaba
de varias maneras. Servía de base para hacer sopas. Hervido para
espesarlo, se usaba como salsa dulce que, si hervida de nuevo y
serenada, daba salsa agria.
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llevaban adornos de guanín como orejeras o corno pectoral colgado del
cuello. Era frecuente pintarse el cuerpo para las fiestas y en la guerra.
Para ello usaban bija (Bixa orellana) y jagua (Genipa americana).
Los caciques tenían casas más lujosas que las del común. Usaban ricos
atavíos y adornos de oro y de guanín y viajaban en litera. Tenían muchas
mujeres; de un cacique se dice que tenía treinta. Al morir el cacique
algunas de ellas se enterraban con él. Le sucedía un hijo, o si no
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lo había, preferían al hijo de una hermana antes que a los hijos de
hermanos.
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carne que se consideraba causa de la enfermedad. A veces el paciente
guardaba este objeto en un cestillo, tratándolo como a un cemí.
Los tupinambás
Los europeos encontraron toda la costa del Brasil, desde la región de
Pará hasta Río Grande do Sul, ocupada por pueblos de habla tupí. Se
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supone que se habían extendido en tiempos recientes a lo largo de la
costa sin penetrar muy adentro al interior. El nombre tupinambá se daba
especialmente a la gente de Río de Janeiro, Bahía y Maranhāo. Otros
grupos eran los tupiniquines en la costa S. de Bahía y Espíritu Santo, y
los caetés de Pernambuco. La población más antigua que encontraron
recibía de los tupís el nombre tapuya, «enemigo», que se ha aplicado a
distintos grupos. Algunos de ellos todavía ocupaban parte de la costa a
la llegada de los europeos. Hablaban idiomas sin relación con el tupí y
dependían de la caza y la recolección más que del cultivo.
A pesar de la gran extensión ocupada por los tupís costeños, había una
notable uniformidad cultural entre todos ellos. En lo fundamental, tenían
el mismo tipo de agricultura descrito para los arahuacos de las Antillas,
basado en el cultivo de la yuca que utilizaban de manera semejante.
Pero el idioma tupí dio al portugués y al castellano de Suramérica una
terminología distinta a la antillana. Así la yuca es mandioca, la manga
para exprimirla es tipití, tapioca es la fécula y beijú el cazabe. Cultivaban
además otras plantas típicas de la agricultura del trópico, algunas de las
cuales también se conocen por el nombre de origen tupí: el maíz (abutí),
la batata (jetica), la tayoba o mangarito (la yautía antillana, Xanthosoma),
frijoles, calabaza, maní (mandubí), ají, piña (ananás), lagenaria, higüero
(maracá), tabaco, algodón, achiote (urucú) y jagua (jenipapo). El cauim
en tupí era la chicha de yuca o de maíz. También consumían muchos
frutos de plantas silvestres o semicultivadas como la papaya, el marañón
o cajuil (cajú, Anacardium occidentale), la guayaba (aracá), la anona
(araticú) y el hobo (cajá, Spondias). Además era muy importante el uso
de varias palmeras corno el burití (moriche), el babasú y el pindó.
Colectaban un tipo de hormigas de abdomen grasoso que tostaban,
huevoy de guará (un ibis), miel y cera de abejas. Cazaban con arco y
flecha, pero era más importante la pesca, así como la recolección de
ostra. No había animales domésticos, ni el perro, que era desconocido,
pero tenían varios animales amansados o semidomesticados,
especialmente papagayos, que usaban para las plumas. Guisaban
comúnmente asando en parrillas como la barbacoa antillana (moguem).
De este modo conservaban las ostras y preparaban harina con el
pescado o la carne, que molían después de asarlo.
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El algodón se usaba para hacer hamacas, jarreteras y el tipoy, una
especie de cabestrillo o cincha para llevar a las criaturas. No tejían telas
para vestir; hombres y mujeres iban enteramente desnudos. Los jóvenes
se ataban el prepucio y los viejos usaban un estuche peniano hecho de
hojas, pero no eran prácticas de uso general.
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entre primos cruzados (hijos de un hermano y una hermana). De hecho
si el casamiento de tío materno y sobrina sororal se repite en
generaciones sucesivas, la hija de la hermana resulta ser también prima,
hija del hermano de la madre. Según un mito, después del diluvio se
salvó una pareja de un hombre con su hermana, que ya estaba preñada,
de la cual se originó numerosa descendencia. Así se remonta al tiempo
mítico el comienzo del casamiento preferencial entre tío y sobrina
sororal.
La poliginia era común. Algunos hombres tenían nada más una mujer y
no tomaban mujeres adicionales hasta haberse independizado de su
suegro. Otros tenían tres o cuatro; los principales y valientes, diez o más.
En el caso de jefes de aldea se mencionan hasta treinta mujeres y, dada
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su autoridad, se instalaban todas en su maloca. De algunos jefes se dice
que tenían mujeres en varias aldeas. Cada mujer tenía su propio fogón y
hamaca en la maloca, así como su propia plantación. El marido comía
por turno con cada una de ellas.
Las viudas casaban con un hermano mayor u otro pariente del difunto
que hubiera vengado su muerte si había muerto en la guerra o que
hubiera tomado un cautivo, dedicándolo a «renovar» la tumba del
difunto, como se explica adelante. A veces se unían al mismo cautivo.
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La aldea era la unidad política principal con un jefe (moribixabá) y un
consejo. Como vimos, cada aldea comprendía de cuatro a nueve
malocas. A veces un moribixabá tenía autoridad sobre varias aldeas. La
población total del grupo local bajo el mando de un jefe variaba por lo
tanto considerablemente, desde 500 a 12.000 personas. En la región de
Maranhāo se mencionan de uno a cuatro jefes por aldea. Había uno para
las veintisiete aldeas de la isla de San Luis, quien era el jefe de su propia
aldea.
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tatuajes después de la segunda regla y empezaban a hacer vida normal
después de la tercera. Se ponían un cinto de algodón que debían
quitarse después de su iniciación sexual.
A los varones les agujereaban el labio para usar el bezote a los cinco o
seis años y entonces empezaban a ligarse el prepucio. Se les educaba
para la caza y la guerra pero no tenían ceremonial de iniciación durante
la pubertad. Algunas fuentes mencionan libertad sexual, pero según
varios informes los jóvenes no se casaban, ni debían tener relaciones
sexuales, ni beber en las fiestas, sino hasta después de haber capturado
un prisionero para el sacrificio. Esto se celebraba con un complicado
ritual que, como veremos, era semejante a la iniciación de las púberes,
en el que se les tatuaba y daba un nuevo nombre. Era posible, sin
embargo, recibir del padre o de otro pariente el don de un prisionero para
el sacrificio y obtener así el rango correspondiente.
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hermanos u otros parientes del difunto habían muerto en la guerra, sus
viudas no podían casarse de nuevo hasta que su marido hubiera sido
vengado mediante la muerte de un enemigo. A veces daban la viuda al
mismo cautivo, o, si el vengado no había dejado mujer, le daban una de
sus hermanas.
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pero también se dice que a los hijos de éstos se les sacrificaba con
iguales ceremonias. El cautivo era ataviado con pinturas y le
emplumaban el cuerpo. Para el sacrificio, lo sujetaban con una gruesa
soga ceremonial hecha de algodón que dos individuos tenían cada uno
de un extremo. El dueño se ataviaba y atacaba al cautivo con una
macana especial que tenía el mango adornado con tejido de palma y
borlas de pluma. Sujeto a la soga el cautivo tenía cierta libertad de
movimiento para esquivar los golpes del sacrificador y además le daban
a veces una macana con que defenderse. Esta manera de sacrificio se
ha comparado al llamado «sacrificio gladiatorio» en México. Tarde o
temprano, el cautivo caería muerto de un macanazo en la cabeza.
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y tanto mayor era su fama como guerrero valiente que había vengado las
muertes infligidas por el enemigo.
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y ayuno, acabado el cual anunciaba, que había establecido relación con
los espíritus. También para comunicarse con los espíritus en el curso de
sus actividades se recluía, después de nueve días de continencia, en
una choza construida para este objeto, donde invocaba a los espíritus,
quienes le contestaban con silbidos. Algunos payés pretendían que iban
a la ultratumba, donde se comunicaban con los muertos. En las
curaciones soplaban humo de tabaco y chupaban el cuerpo del paciente
para extraer lo que consideraban causa de la enfermedad.
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el pelo. El fin del luto se celebraba en una fiesta con gran consumo de
chicha.
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cenizas y los huesos molidos mezclados con chicha. El uso ha
sobrevivido hasta hoy entre los yanomamos del alto Orinoco en las
colindancias de Venezuela y Brasil.
Tejían telas de algodón, o bien hacían telas de corteza, que usaban para
hacer las camisas que vestían los hombres y el faldellín de las mujeres.
Otras artes importantes eran la cerámica, la cestería, el tallado en
madera y el mosaico de plumas.
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Se distinguía entre los curanderos que sanaban y adivinaban mediante
visiones, y los sacerdotes encargados de ceremonias en los templos
como representantes de la comunidad. Cada pueblo tenía un templo
construido con la cooperación de todos los vecinos, del cual se excluía a
las mujeres, si bien ellas también participaban en ciertas celebraciones.
En el templo guardaban cabezas humanas —no se sabe si de los
guerreros propios o de los enemigos—, así como cabezas y garras de
jaguar y trompetas u otros instrumentos musicales secretos para las
mujeres. Celebraban diez o doce grandes ceremonias al año —el tiempo
apropiado era la luna nueva— en las que bebían grandes cantidades de
chicha, por lo que los misioneros describieron estos templos como
«bebederos».
Era notable el culto del jaguar. Estaba dirigido por los hombres que
habían .escapado al ataque- de un jaguar, quienes, tras el accidente,
ayunaban y guardaban castidad uno o dos años para evitar su venganza.
El cazador que mataba un jaguar también pasaba por una ceremonia de
ayunos y reclusión en el templo, y recibía el nombre secreto de la fiera,
revelado por el sacerdote. Al acabar la ceremonia había fiesta y bebida y
el sacerdote ofrecía libaciones al dios' en nombre del matador. De este
modo, la muerte del jaguar era entre los mojos equiparable al sacrificio
de los guerreros enemigos o del jaguar entre los tupinambás.
En varias partes del intertrópico oriental había grupos con una tecnología
muy sencilla y poco desarrollo de la agricultura; algunos desconocían
totalmente el cultivo. Carecían de ciertos rasgos típicos del área, como la
hamaca, y algunos incluso de canoas, ya que habitaban regiones
interiores de las selvas y sabanas de la tierra firme, pues las zonas
ribereñas estaban ocupadas por cultivadores. Se les suele clasificar en
una categoría de marginales pero no había una cultura común a todos
ellos. Se encontraban en regiones muy distintas y presentaban varias
formas de adaptación al medio y de organización social que se han
podido estudiar en detalle entre algunos grupos que aún perduran.
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dedicados a la pesca. Ambos grupos existen todavía, aunque ya se ha
modificado su cultura. Otro grupo fluvial especializado en la pesca eran
los guatós del alto Paraguay. En tiempos coloniales los mura del bajo
Madeira eran pescadores y saqueadores de los poblados agrícolas;
originariamente usaban botes de corteza. En el delta del Orinoco aún
subsisten los guaraos o guaraúnos, quienes explotaban recursos
variados mediante la pesca, la caza y la recolección, especialmente de la
palma moriche.
De todos estos grupos marginales los más extendidos son los del Brasil
oriental, que han sobrevivido hasta la actualidad y han sido objeto de
investigaciones detalladas en las últimas décadas. Hablan idiomas de la
familia gê que se considera pariente lejana de la caribe, y han atraído el
interés de los antropólogos por lo intrincado de su organización social.
Los gs más estudiados recientemente son los bororós, timbiras, apinayés
y canelas), cayapós, xavantes y xerentes. Algunos de ellos, o pueblos
afines, pueden haber sido los llamados tapuyas en las fuentes antiguas,
según el nombre tupí para «enemigo». Aunque no es posible generalizar
esta identificación, los estudios modernos indudablemente documentan
un estilo de vida de considerable antigüedad, ya que debido a remota
localización en el interior, estos pueblos se mantuvieron aislados hasta
tiempos recientes.