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10 SUMARIO
TEORÍA DE LA ACCIÓN Y FUNDAMENTOS DE ECONOMÍA 11

TEORÍA DE LA ACCIÓN
Y FUNDAMENTOS DE ECONOMÍA
JAVIER ARANZADI DEL CERRO*

Resumen. Este artículo parte de la teoría de la acción o praxeología de


Mises para analizar la forma en que se proveen las necesidades económi-
cas. Explica que la realidad económica se manifiesta en la acción personal
en una sociedad y cultura determinadas. Es en la convivencia y en la parti-
cipación común de unos valores, creencias, conocimientos, donde se confi-
guran las estructuras de medios y fines que constituyen el quehacer de la
economía.

Abstract. This paper sets out from Mises’s theory of action or praxeology to
analyze the way in which economic needs are provided for. It explains that
economic reality is manifested in personal action in any one society and
culture. It is in coexistence and the sharing of values, beliefs and knowledge
that the structures of means and ends constituting the raw material of
economics take shape.

Palabras clave: Escuela austríaca, praxeología, instituciones, cultura, ética.

Códigos JEL: A12, A14, B53, D69, Z13.

* Departamento de Análisis Económico: Teoría e Historia Económica, Facultad


de Ciencias Económicas y Empresariales, Universidad Autónoma de Madrid.

Procesos de Mercado: Revista Europea de Economía Política,


vol. I, n.º 2, Otoño 2004, pp. 11 a 49
12 JAVIER ARANZADI DEL CERRO

I. INTRODUCCIÓN:
REALIDAD ECONÓMICA
Y ACCIÓN HUMANA

Persona y acción están contenidas en todos y cada uno de los


casos del actuar humano.1 Nada más obvio, para empezar, que
reconocer que el hombre tiene necesidades que satisfacer. Es
decir, hablar de realidad económica es hablar de necesidades.
Necesita procurarse alimento, cobijo, pareja, etc. En nuestra so-
ciedad, estamos habituados a proveer nuestras necesidades a tra-
vés de los intercambios de mercado. Parémonos en la palabra
hábito. No puedo negar el gusto que tengo por empezar siempre
con la etimología de las palabras porque es un valioso hilo con-
ductor de la investigación y el razonamiento. Hábito procede de
héxis, la manera de habérselas con las cosas. Esta definición nos
pone de manifiesto la forma en que nosotros nos manejamos con
las cosas. Estamos acostumbrados a proveer nuestras necesi-
dades mediante relaciones mercantiles; trabajamos por un sala-
rio que nos permite comprar aquello que deseamos.
Lo único que estamos poniendo de manifiesto es que el hom-
bre hace cosas. Esta capacidad fabril es la que genera todo el
abanico de posibilidades que tenemos a nuestra disposición. Es
innegable que el desarrollo de la capacidad productiva de los
últimos siglos ha generado un incremento de las posibilidades
de acción nunca visto en la historia de la humanidad. Segura-
mente una persona del siglo pasado se quedaría sorprendida de
la televisión, los viajes en avión, la informática, etc. Es tal la
situación de cambio, que no es raro oír a una persona de cierta
edad decir que el mundo ya no es lo que era. Ciertamente el
mundo que se nos ofrece ahora es mucho más amplio y complejo
que el de hace un siglo.

1
Véase K. Wojtyla (1982).
TEORÍA DE LA ACCIÓN Y FUNDAMENTOS DE ECONOMÍA 13

Hemos escogido a propósito este ejemplo para poner de ma-


nifiesto algo que ya les rondará por la cabeza. Muchos pensarán
que no hay ninguna necesidad para organizarse en economías
de mercado y que, de hecho, hay otros regímenes económicos
basados en la planificación y en el control estatal. Y están en lo
cierto quienes así piensan. Pero si meditamos sobre lo que acaba-
mos de decir nos encontramos con algo aparentemente paradó-
jico. Comer, beber, vestirse, son necesidades esenciales al ser
humano. Pero lo que ya no es tan esencial es la forma de satis-
facerlas. Es decir, la estructura económica capitalista o la socia-
lista no vienen determinadas por las necesidades que satisfacen.
En otras palabras, no hay ninguna necesidad en la forma de satis-
facer nuestras necesidades. Algo aparentemente paradójico, pero
que era de esperar al estudiar personas. Si tratáramos sobre ani-
males, atrapados en el mundo de los estímulos, no hablaríamos
de economía. A nadie se le ocurre afirmar que el «trabajo» del
león es cazar antílopes. En cambio, el hombre es cazador, agri-
cultor, ganadero, ingeniero, etc. La economía es, por lo tanto,
privativa del hombre. El hombre ha liberado su comportamiento
del apremiante estímulo y ha intercalado entre éste y su respues-
ta el mundo de los valores, sentimientos, proyectos, etc. Se ha
construido un mundo no sólo de estímulos, sino de pensamientos
que dirigen su acción. Este abandono del salvajismo hace que
la vida del hombre no se desarrolle entre cosas, sino entre cosas
que son transfiguradas por el sentido que les otorgamos y, así,
vivimos entre cosas-sentido. Entramos de lleno en el mundo
simbólico de la cultura y la sociedad, que es el ámbito donde la
economía adquiere su pleno sentido.
Podemos decir, por lo tanto, que el hombre está ligado a sus
necesidades, pero la forma de ligarse a ellas no es meramente
animal.2 No hay nada humano que sea completamente explicable
2
Señala A. Millán-Puelles: «Estar sujeto a unas necesidades básicas o prima-
rias, que condicionan la posibilidad de atender a las otras, significa en el hombre
estar dotado de un estrato animal a cuyas exigencias hay que proveer con unas
14 JAVIER ARANZADI DEL CERRO

recurriendo sólo a la naturaleza del ser vivo. Como bien señala


Martin Buber, «ni siquiera el hambre del hombre es el hambre
de un animal».3 El hombre se liga a sus necesidades a través del
mundo simbólico que comparte con otros hombres y que se
transmite socialmente.4 El hombre no viene determinado por la
especie. Es esta la razón de la fragilidad del recién nacido, en
comparación con la rapidez con que la cría de cualquier otro
animal provee sus propias necesidades. La radical diferencia es
que el hombre tiene que aprender y asimilar todo el entramado
simbólico que la sociedad le trasmite y que le permitirá enfren-
tarse a la vida. Un ejemplo bien sencillo de este contraste nos lo
ofrece la mano humana.5 Comparada con la pezuña del herbí-
voro, no tiene la dureza necesaria ni para huir velozmente, ni
para golpear; comparada con la garra del carnívoro, no tiene ni
el filo, ni la fuerza necesaria para desgarrar. Aparentemente, la
mano no tiene ninguna función específica. Es un órgano inde-
terminado.
En realidad, la mano es una capacidad de acción: cojamos un
palo. Con un palo se golpea más fuerte que con la mano. Pero
un palo es inútil ante un animal grande, por ejemplo, un búfa-
lo. El palo no ofrece, en sí, la solución. Pero la inventiva del
hombre posibilita que si se afila el palo, se puede utilizar para
herir al animal y alcanzar sus órganos vitales. El hombre trans-

capacidades y aptitudes que sobrepasan ese mismo estrato, precisamente porque


lo pueden objetivar. Esta objetivización, imprescindible para que la economía sea un ar-
tificio, es algo que el animal irracional no puede hacer, y no porque no perciba los
objetos de sus necesidades, sino porque no objetiva a éstas a su vez, por no contar
con la capacidad de concebirlas. Respecto de ellas, su situación es la de estar «liga-
do», no «ob-ligado», ya que este ob supone un trascenderlas —sin dejar de tener-
las— ya que implica el espíritu como capacidad de reflexión (auto-objetivización),
esencialmente inviable para un ser desprovisto de la facultad de hacer conceptos.»
Cf. A. Millán-Puelles (1984) p. 36. Cursivas en el original.
3
Véase M. Buber (1995) p. 80.
4
Como señala E. Husserl: «Humanidad en general es, por esencia, ser hombre
en humanidades vinculadas por la generación y la socialidad.» Cf. E. Husserl (1991)
p. 16.
5
Este ejemplo lo tomamos de L. Polo (1993) p. 64.
TEORÍA DE LA ACCIÓN Y FUNDAMENTOS DE ECONOMÍA 15

forma el palo en una lanza. El palo no es la lanza. El origen de


la lanza es la transformación del palo en un símbolo cultural. El
palo es naturaleza, pero la lanza es un símbolo de comporta-
miento inteligente, es cultura. La transformación de cosas en
instrumentos consiste en actualizar las posibilidades de las co-
sas. La generación de una posibilidad afecta a todo el sistema
de acción. La posibilidad de cazar animales más grandes exige
palos de cierto grosor. Se investigan nuevas formas de endure-
cer las puntas utilizando el fuego. Lo más importante es que su
utilización plantea nuevas preguntas. ¿Por qué una lanza es
buena para cazar un búfalo y en cambio es ineficaz con anima-
les más rápidos? La lanza es demasiado pesada para cazar gace-
las. Hace falta algo más ligero. La solución se encontró en ali-
gerar el peso de la lanza, creando la jabalina. Así, el hombre
aplica su inteligencia a la práctica de la habilidad manual. Las
manos se convierten en inventores de instrumentos cada vez
más complejos. Aparece el arco y las flechas, se domestican ani-
males, etc. Las manos se convierten en el instrumento de instru-
mentos6 y en algo más importante. Para demostrar que una per-
sona está desarmada, extiende la palma de la mano. La mano se
convierte en un símbolo; entra de lleno en el mundo simbólico.
Con la mano se realiza el símbolo de la paz. La mano en conjun-
ción con la cara se vuelve expresiva.7
Esta innovación constante pone de relieve la importancia de
la inventiva en la constitución de un sistema social. Primero se
crea un nuevo instrumento. Luego se generaliza su uso. Y por
último, se vuelve costumbre su uso. Es una costumbre trasmi-
sible y como tal se entrega en tradición a las generaciones veni-

6
Así definió Aristóteles la mano: el instrumento de instrumentos. Cf. Aristó-
teles, Acerca del alma, III, 432 a.
7
La ciencia económica, popularmente, es la forma de ganar dinero. Es la cre-
matística. Esta palabra procede de khrêma, que a su vez viene del verbo krháo, que
significa tener en la mano. Según Leonardo Polo, el sentido primitivo de esta pala-
bra está aludiendo a que el hombre es un ser con manos. Cf. L. Polo (1993) p. 64.
16 JAVIER ARANZADI DEL CERRO

deras. Podemos considerar que la realidad económica es un pro-


ceso de creación de posibilidades de acción que se realizan socialmente
y se trasmiten culturalmente. Constituye parte de lo que E. Husserl
denominó Lebenswelt (el mundo de la vida). Indicando ese en-
tramado de relaciones y símbolos que el hombre hace socialmen-
te y transmite en generaciones. Digamos, por lo tanto, que el
hombre es un con-ser. Dando a entender que la esencia del hom-
bre es ser-con. Es decir, que para constituirse como tal le es esen-
cial otros hombres y la cultura. Como señala Zubiri: «este con
(con las cosas, con los demás hombres, con-migo mismo) no es
un añadido, una relación extrínseca que añade el hombre en el
ejercicio de su vida. Esto sería absolutamente quimérico. Es algo
mucho más radical. El con es un momento formal estructural de
la misma vida, y por lo tanto de la sustantividad humana en su
dinamismo vital.»8
Nuestro estudio de la economía en esta introducción se cir-
cunscribe en un ámbito muy determinado. Nos limitamos ri-
gurosa y metódicamente a describir lo que las cosas son paten-
temente, es decir, cómo se nos manifiestan en el ámbito de la
realidad radical primaria que es nuestra vida. Constatamos que
la realidad económica se manifiesta en la acción personal en una
sociedad y cultura determinadas. Es en la convivencia y en la
participación común de unos valores, creencias, conocimientos,
donde se configuran las estructuras de medios y fines que cons-
tituyen el quehacer de la economía. Es totalmente adecuado
definir, por lo tanto, al hombre como con-ser. Señalando con esta
expresión la esencial apertura de la persona a sus semejantes
mediando la sociedad y la cultura. Es decir, toda acción indivi-
dual es, de suyo, social; tiene un significado cultural. En resu-
men, el estudio de la economía, y de cualquier ciencia social en
general, se fundamenta en el análisis de la acción.

8
Cf. Zubiri (1989) p. 225. Cursivas en el original.
TEORÍA DE LA ACCIÓN Y FUNDAMENTOS DE ECONOMÍA 17

II. HACIA UNA TEORÍA GENERAL


DE LA ACCIÓN

Las ciencias sociales, sea Economía, Sociología, Psicología, De-


recho, Ciencias Políticas, tienen como realidad objeto de estu-
dio a la persona. Es importante resaltar el trabajo pionero rea-
lizado por el equipo dirigido por T. Parsons y E.S. Shills, con
la colaboración de E.C. Tolman, G.W. Allport, C. Kluckhohn,
H.A. Murray, R.R. Sears, R.C. Sheldon, S.A. Stouffer, publica-
do con el título Hacia una Teoría General de la Acción. 9 Buscaban
los elementos comunes de las distintas áreas de investigación
de los miembros del equipo. Si tenemos en cuenta la distinta
procedencia de los miembros, había sociólogos, psicólogos y
antropólogos sociales, y la relevancia de sus trabajos en sus
áreas respectivas de trabajo, es razonable que considerasen su
trabajo como «una base para el desenvolvimiento de las cien-
cias sociales en general». 10 Dado el relieve de los miembros de
dicho grupo, y la relevancia que dentro de las ciencias socia-
les ha tenido Hacia una Teoría General de la Acción, resumamos
brevemente sus ideas. Este resumen nos presentará una prime-
ra teoría explicativa de la realidad expuesta en la introducción,
y nos permitirá esbozar los elementos a desarrollar en este
artículo.
La tesis principal expuesta en Hacia una Teoría General de la
Acción es que el hombre se esfuerza por alcanzar metas. En su
búsqueda de metas, el actor se orienta hacia los objetos y esta
orientación se supone que comprende tres modos: el cognosciti-
vo, el catéctico (desiderativo) y el evaluativo. Estos tres elemen-
tos conforman un sistema, ya que «los elementos cognizados son

9
La obra original lleva por título Towards a General Theory of Action (Nueva
York: Harper & Row, 1962). Las referencias en el cuerpo del texto se toman de la
versión española, Hacia una Teoría General de la Acción (Buenos Aires: Editorial
Kapeluzz, 1968).
10
Op, cit., p. 14.
18 JAVIER ARANZADI DEL CERRO

evaluados según ayuden o no a conseguir lo que el actor de-


sea».11
La teoría de Parsons integra los tres elementos explicativos
en un sistema. Un sistema, afirma Parsons, «se caracteriza por
la interdependencia de sus partes o variables. La interdependen-
cia se refiere a la existencia de relaciones determinadas entre las
partes o variables, en lugar de variaciones al azar. En otras pala-
bras, la interdependencia es un orden en las relaciones entre los
componentes que participan en la formación del sistema.»12 Los
elementos desiderativos, cognitivos y evaluativos están interna-
mente relacionados. La explicación de cada uno de ellos requiere
la presencia de los otros dos. Es decir, la teoría de la acción se
estructura en tres partes: desiderativa, cognitiva y evaluativa,
que representan un orden entre sí. Estas tres partes constitutivas
definen un sistema de acción. Démosle la vuelta al argumento
y preguntemos, ¿cuántas estructuras en la realidad cumplen
estos tres requisitos y se las pueden considerar, por tanto, siste-
mas de acción?
Según Parsons, hay tres tipos de sistemas que presentan los
tres elementos mencionados:

— Las personas: son sistemas de acción motivada que se orga-


nizan alrededor de los organismos vivientes.
— Los sistemas sociales: son sistemas de acción que se organi-
zan alrededor de las relaciones mutuas de los actores.
— Los sistemas culturales: son sistemas de patrones simbóli-
cos (estos patrones son creados o manifestados por los ac-
tores individuales y se trasmiten en el sistema social por
difusión y en las personalidades por medio del aprendi-
zaje). 13

11
Op, cit., p. 198.
12
Op, cit., p. 133.
13
Op, cit., p. 176.
TEORÍA DE LA ACCIÓN Y FUNDAMENTOS DE ECONOMÍA 19

Así dicho, parece que estos tres sistemas son realidades dis-
tintas. Parsons se encarga de desmentirlo: «la personalidad, la
cultura y el sistema social son analíticamente inseparables y cada
uno de los tres implica a los otros dos. Si hay algo emergente,
es la acción, como categoría que abarca a las tres y ella emerge
del mundo orgánico.»14 Ahora bien, si estos elementos son analí-
ticamente inseparables, tendrán que tener unas reglas de inte-
gración que garanticen estabilidad al sistema. Analizando la
obra de Parsons, el control e integración de la acción recae sobre
la norma moral. ¿Qué entiende Parsons por norma de valor mo-
ral? Afirma: «las normas de valor moral son la mayoría de las
normas comprehensivas e integrativas para determinar y regu-
lar el sistema total de acción... Ellas constituyen el tribunal de
última instancia en cualquier problema integrativo dentro del
sistema».15
La indicación de este texto apunta a la posibilidad de la exis-
tencia de una teoría moral o ética integrativa o sistémica que
controle las distintas partes de la estructura constitutiva de la
acción. Más indicaciones sobre esta teoría ética y sobre cuál es
la relación de las partes constituyentes no se aportan con clari-
dad en Hacia una Teoría General de la Acción.
En este trabajo no nos vamos a centrar en la ética. Nuestro
objetivo será centrarnos en las conclusiones a las que llega
Parsons. Así, afirma, que el objetivo principal ha sido la descrip-
ción, «de los complejos conceptos descriptivos de la estructura
de la acción».16 Ahora bien, Parsons es consciente de que estos
conceptos tienen «hipótesis dinámicas implícitas».17
Con el siguiente esquema podemos representar los elementos
analíticos aportados por Parsons y los interrogantes que plantea
su integración:

14
Op, cit., p. 278.
15
Op, cit., p. 97.
16
Op, cit., p. 273.
17
Op, cit., p. 273
20 JAVIER ARANZADI DEL CERRO

El esquema representa los tres subsistemas de acción que


distingue Parsons: la persona (situada en el centro del esquema)
inserta en una sociedad con una cultura (elementos representa-
dos a la izquierda), genera la acción (representada por la flecha
que surge de la confluencia de los tres subsistemas). Las flechas
dobles representan las relaciones de interdependencia que exis-
ten entre la sociedad, la cultura y la persona. La obra de Parsons
se ha centrado en la descripción de los subsistemas, sin desa-
rrollar la estructura dinámica que existe entre los componentes
del sistema. Esta relación tripartita se nos ha manifestado en la
introducción al concluir que el hombre es un con-ser. Señalando
con esta expresión la esencial apertura de la persona a sus se-
mejantes mediando la sociedad y la cultura. Es decir, toda ac-
ción individual es, de suyo, social; tiene un significado cultu-
ral. Pero, no nos vamos centrar, en este trabajo, en analizar las
relaciones entre sociedad, cultura y acción individual.

Sistema social
LA PERSONA
La acción como sistema:
La acción
• Parte desiderativa.
• Parte cognitiva.
• Parte evaluativa.
Cultura

Parte ética

Nuestro objetivo será analizar el dinamismo de la acción indi-


vidual. Es decir, hacer explícitos los dinamismos implícitos que
Parsons consideraba. También representamos el elemento ético
que Parsons considera el regulador del sistema. La relación de
la ética con el resto del sistema no queda clara en Hacia una Teoría
General de la Acción, por lo que sería pertinente interrogarnos por
la relación de la ética con la estructura dinámica de la acción.
TEORÍA DE LA ACCIÓN Y FUNDAMENTOS DE ECONOMÍA 21

Aunque, como ya hemos mencionado, el análisis de la ética den-


tro de la teoría de la acción excede el alcance de este trabajo.18
En resumen, el objetivo del presente artículo es analizar la
relación entre los elementos desiderativos, cognitivos y eva-
luativos presentes en la acción individual. Es decir, estudiar el
dinamismo interno al que apunta Parsons. Se plantean, por lo
tanto, las dos preguntas siguientes:

1.ª ¿Cuál es la relación entre los elementos desiderativos, cogni-


tivos y evaluativos presentes en la acción individual? Y, como
corolario,
2.ª ¿Cuáles son las posibilidades reales de acción de la persona?

III. TEORÍA ECONÓMICA Y TEORÍA


DE LA ACCIÓN: LA ACCIÓN HUMANA
EN L. VON MISES

La exposición de la obra de Parsons aporta un marco común para


las ciencias sociales, y nos ha permitido formular las dos pregun-
tas que constituyen el núcleo de este trabajo. La realidad econó-
mica muestra las características que el modelo teórico de Parsons
quiere explicar. La realidad económica es, de suyo, dinámica y
compleja. Consideramos, por lo tanto, esencial la aportación de
Parsons sobre las ciencias sociales. Su aportación básica es poner
de manifiesto la necesidad de sistemas analíticos que permitan
presentar todas las características esenciales del objeto de estu-
dio, y segundo, permitir desarrollos teóricos que desvelen las
relaciones dinámicas de dichos elementos.
Una vez demostrada la necesidad teórica de interrogarse
sobre los fundamentos antropológicos de la economía, nos que-
da una pregunta que nos permitirá canalizar la investigación.

18
Se puede consultar sobre el tema Aranzadi, J. (1997) (1999b) (2001).
22 JAVIER ARANZADI DEL CERRO

¿Aporta la teoría económica algún modelo que se planteara la


riqueza de la realidad económica basándose en una teoría de la
acción? La respuesta a esta pregunta es afirmativa y constituirá
el desarrollo de este apartado exponer la obra teórica de L. von
Mises, cuyo objetivo era basar la ciencia económica en una teoría
general de la acción. Lo cual mostrará cómo se relacionan inter-
namente los elementos desiderativos, cognitivos y evaluativos
en la acción individual.19
Las obras de Mises dedicadas a la fundamentación de la eco-
nomía, por orden cronológico, son:
— Epistemological Problems of Economics 20
— La Acción Humana 21
— Teoría e historia22
— The Ultimate Foundation of Economic Science.23 Último libro de
Mises, publicado a la edad de 81 años.

19
Sobre la teoría de la acción de Mises y sus desarrollos teóricos puede con-
sultarse J. Aranzadi (1999a).
20
Este libro se publicó por primera vez en alemán en 1933. Actualmente es ase-
quible la traducción inglesa que, con el título señalado, fue publicada por New York
University Press, Nueva York, 1981.
21
La Acción Humana tiene tres ediciones en inglés escritas por Mises con el título
Human Action: A Treatise on Economics. Las dos primeras ediciones publicadas por
Yale University Press, New Haven en 1949 y 1963, respectivamente, y la tercera
por Henry Regnery, Chicago, 1966. Esta obra ha tenido siete ediciones en español.
La primera, editada por la Fundación Ignacio Villalonga, Valencia, 1960 fue tra-
ducida de la tercera edición inglesa por Joaquín Reig Albiol. La segunda fue edita-
da por Sopec, Madrid, 1968. Las ediciones restantes han corrido a cargo de Unión
Editorial, Madrid, años 1980, 1985, 1995, 2001 y 2004, respectivamente. A partir
de la quinta edición, con un amplio «Estudio Preliminar» de Jesús Huerta de Soto,
presenta una notable corrección estilística respecto a las anteriores, por lo que todas
las citas de este estudio se extraerán de la última.
22
Obra aparecida en inglés con el título Theory and History (Yale: Yale University
Press, 1957 y reimpresa en 1969 por Arlington House, New Rochelle. Existe traduc-
ción española realizada por Rigoberto Juárez y publicada con el título Teoría e Histo-
ria (Madrid: Unión Editorial, 1.ª ed., 1975; 2.ª ed., 2003). Las citas están tomadas de
esta segunda edición española editada dentro de la colección «Biblioteca Austriaca».
23
Obra aparecida en inglés con el título Ultimate Foundation of Economic Science:
An Essay on Method. Existen dos ediciones de la obra en inglés. La primera publi-
cada por William Volker Fund, Indianápolis, 1962 y la segunda por Sheed Andrews
and McMeel, Kansas, 1978. Nosotros utilizaremos la segunda edición.
TEORÍA DE LA ACCIÓN Y FUNDAMENTOS DE ECONOMÍA 23

El propio Mises consideraba sus obras más importantes La


Acción Humana y Teoría e Historia. Siendo en su opinión, The Ulti-
mate Foundation of Economic Science «un suplemento y un comen-
tario a dichas obras».24 La Acción Humana es un libro claramente
dividido en dos partes: la primera parte desarrolla las categorías
básicas de toda acción humana: es un tratado de praxeología,
palabra acuñada por Mises de la raíz griega prâxis, acción. La
segunda parte es una teoría del mercado y del cálculo econó-
mico, cataláctica en la terminología misiana (palabra originaria
del griego katallattein, cuya traducción es canjear o permutar).
Es importante resaltar esta estructura de la obra para aclarar
un error bastante común al aproximarse a la obra de Mises. La
ciencia económica para Mises es la cataláctica, el intercambio de
bienes de forma directa, mercancía-mercancía o indirecta, mer-
cancía-dinero-mercancía, sujeto a cálculo económico. La praxeo-
logía es la teoría de los prerrequisitos, requisitos y categorías de
toda acción humana. Al ser las acciones de mercado un caso par-
ticular dentro de las acciones posibles, la praxeología engloba a
la cataláctica. Mises explicaba esta relación entre ambos ámbitos
de acción con la siguiente frase: «la teoría de la acción o praxeo-
logía y su rama más desarrollada la economía o cataláctica».
Nunca escribió Mises que la praxeología fuese la economía.
La explicación de por qué considera Mises correcta la inclu-
sión de la cataláctica en la praxeología la realiza en Epistemo-
logical Problems of Economics, al ampliar el ámbito de la teoría
subjetiva del valor para criticar la diferenciación entre compor-
tamiento económico y no-económico de la escuela clásica.
Son éstas las razones por las que consideramos fundamental
para la comprensión de la obra de Mises Epistemological Problems
of Economics. Es en esta obra donde se plantean las limitaciones
que la caracterización del agente económico clásico implica para
la explicación de los fenómenos económicos, y las vías de desa-

24
Véase Mises (1978) p. XIII.
24 JAVIER ARANZADI DEL CERRO

rrollo teórico que, siguiendo los pasos de Carl Menger y Böhm-


Bawerk, amplían el subjetivismo de la teoría del valor, incar-
dinando las acciones económicas dentro de una teoría general
de la acción humana.

1. Desarrollo de la teoría subjetiva del valor

Para superar la distinción de los economistas clásicos entre racio-


nalidad o comportamiento económico e irracionalidad o com-
portamiento no-económico, Mises empieza Epistemological Pro-
blems of Economics con un estudio del objetivo y campo de la
ciencia de la acción humana. Comienza por establecer el carácter
lógico de «la ciencia universalmente válida de la acción huma-
na».25 El concepto básico de acción y sus requisitos. Este aparta-
do es importante. Define por primera vez la acción humana «o
como se la designa tautológicamente, acción racional... como
comportamiento racional».26
El prerrequisito para la acción es un estado de insatisfacción y
la posibilidad de cambiar esta situación. El fin que nos motiva a
actuar, continúa Mises, viene dado desde fuera de la acción. Es un
sentimiento, una percepción subjetiva de una situación que me-
diante la acción es mejorable. En resumidas cuentas, es un juicio
de valor. La ciencia, la explicación racional, no tiene nada que decir
sobre lo que se debe o no se debe desear. De esto se encargan las
normas o la ética. El economista sólo debe constatar la existencia
de una insatisfacción que mueve a la acción. Afirma Mises que la
elección de los medios se basa en la apreciación individual sobre
su adecuación para la obtención del fin. Un individuo puede equi-
vocarse y no utilizar los medios adecuados. No es irracional, sim-
plemente ha errado. Si una persona cambia frecuentemente de fines
no es irracional, sino inconstante. Si no utiliza los medios adecuados
ha fallado. Por lo tanto, toda acción es racional.
25
Véase Mises (1981) p. 13 y ss.
26
Op. cit., p. 23.
TEORÍA DE LA ACCIÓN Y FUNDAMENTOS DE ECONOMÍA 25

Es errónea, argumenta Mises, la división de «lo económico»


y «lo no-económico» en función de los fines o de la adecuación
de los medios a la consecución de los mismos. Nuestro objetivo
no es juzgar los fines o los medios, sino estudiar el proceso por
el cual el actor crea la estructura de medios y fines. El principio
económico no puede basarse en los fines, ya que éstos están fuera
de la economía. Por su parte, los medios no permiten obtener
un principio económico, ya que la elección de los mismos es el
resultado de una apreciación subjetiva del actor. Con estas consi-
deraciones, Mises desecha la obtención de un principio econó-
mico a través de la clasificación de los fines o los medios.
La búsqueda de dicho principio le lleva a Mises a interrogarse
por la esencia del comportamiento económico. Si la economía
estudia la utilización de medios para la consecución de fines,
independientemente de cuales sean dichos fines y medios, el
principio económico ha de ser algo más radical que la elección
de los fines y los medios. Este principio es la realidad de tener
que descubrir una estructura de medios y fines; de tener que
elegir entre fines y optar por uno, renunciando a los otros. El
principio económico es «la existencia de conflicto entre los fi-
nes y por lo tanto la necesidad de elegir entre ellos». 27
Es decir, si toda acción implica una elección entre diversas
posibilidades, toda acción es economizadora con los medios
disponibles para la realización de los fines alcanzables. Por lo
tanto, la ley fundamental de la acción es el principio económico.
Toda acción está bajo su dominio. «El que quiera negar la posibi-
lidad de la ciencia económica tiene que empezar por cuestionar
la validez universal del principio económico, es decir, la nece-
sidad de economizar, como característica de toda acción, por su
propia naturaleza.»28

27
Véase Mises (1981) p. 79.
28
Op. cit., p. 80.
26 JAVIER ARANZADI DEL CERRO

Esta definición de economía plantea problemas de inmediato.


Problemas a los que no fue ajeno Mises. Por un lado, le permite
atacar al homo oeconomicus clásico. Esta abstracción clásica com-
prende sólo un lado del hombre, «el económico, el material. Le
considera sólo un hombre envuelto en negocios, no como un
consumidor de bienes.»29 Por otro lado, Mises, ¿no había dicho
que toda acción es por su naturaleza económica? ¿Por qué critica
al homo oeconomicus clásico por fijarse sólo en lo económico, si
lo económico abarca todo?30
Para explicar esta situación hay que introducir dos concep-
tos que utilizaba Mises: «lo económico en sentido amplio» y «lo
económico en sentido estricto». El primer término se refiere al
ámbito general de la acción que cumple el principio económi-
co. El segundo término se refiere a aquellas acciones sujetas a
las consideraciones monetarias de coste-beneficio. Afirma Mises:
«[L]a característica especial del cálculo económico es que la esfe-
ra de su utilización nos parece una provincia especial dentro del
dominio más amplio de toda acción. En el uso diario, la esfera
de la economía se extiende hasta donde es posible el cálculo
monetario. Lo que va más allá es considerado la esfera no-econó-
mica... Considerando el cálculo económico en términos moneta-
rios como el más importante e indispensable instrumento para
la producción en gran escala nos demuestra la falta de sentido
de una separación terminológica entre estas dos esferas.»31
Estos dos conceptos, «lo económico en sentido amplio» y «lo
económico en sentido estricto», los introduce Mises para explicar
la formación de los precios. Si aceptamos la definición neoclásica
de comportamiento económico, muchos de los precios que se
pagan tendrían como causa un comportamiento no-económico.
Esto es así, porque toda persona, según la teoría clásica, actúa

29
Ibid, p. 180.
30
Para un análisis comparativo de la obra de Mises y el modelo neoclásico del
homo oeconomicus puede consultarse J. Aranzadi (1999a).
31
Véase Mises (1981) p. 157.
TEORÍA DE LA ACCIÓN Y FUNDAMENTOS DE ECONOMÍA 27

económicamente sólo si compra en el sitio más barato y vende


en el más caro. Pero, continúa Mises, es fácilmente refutable esta
supuesta racionalidad económica.
Consideremos el siguiente ejemplo: una persona que vive en
un territorio políticamente disputado, por ejemplo, Checoslova-
quia. Esta persona es un nacionalista alemán que quiere com-
prarse toda la parafernalia militar para inscribirse en una organi-
zación atlético-militar. Si pudiendo hacer sus compras en una
tienda regentada por un checo, más baratas que en una tienda
regentada por un alemán, y decide comprar en la segunda, debe-
ríamos concluir que actúa antieconómicamente. ¿Es esto correc-
to? No, ya que la teoría clásica era capaz de explicar sólo la
acción del hombre de negocios y era incapaz de explicar todo
aquello que fuera más allá, «su pensamiento estaba orientado
hacia la contabilidad, la expresión máxima de la racionalidad
del empresario».32 Para Mises, «el hecho es que la moderna teoría
económica empieza por las valoraciones subjetivas del actor y
la acción gobernada por dichas valoraciones».33
Queda así claro que, para Mises, toda explicación de los pre-
cios ha de ampliar su ámbito para considerar como causa econó-
mica cualquier estado de insatisfacción percibida por el actor y
que conscientemente perciba la existencia de medios para hacer-
la desaparecer. En el ejemplo del alemán, la insatisfacción es la
situación política de la minoría alemana en los Sudetes, y el
medio de solucionarlo es ayudar a un compatriota comprando
en su establecimiento. Estas características, que explican la for-
mación de cualquier precio, son los requisitos de toda acción
humana. Por lo tanto, el ámbito de «lo económico» abarca toda
acción humana. «Por medio de su subjetivismo la teoría moder-
na se convierte en ciencia objetiva. No realiza juicios de valor
sobre las acciones; y explica los fenómenos de mercado no so-

32
Op. cit., p. 175.
33
Op. cit., p. 10.
28 JAVIER ARANZADI DEL CERRO

bre la base de acciones correctas, sino sobre la base de acciones


dadas.»34
Dada esta explicación, es pertinente preguntarse: ¿conside-
raba Mises la posibilidad de ampliar el cálculo económico a todo
ámbito de la acción humana? O en sus propias palabras, ¿es
posible que «lo económico en sentido estricto llegue a englobar
«lo económico en sentido amplio»?
Su respuesta es clara: «[E]s absurdo querer aplicar los elemen-
tos de este cálculo [coste-beneficio] a problemas distintos. Uno
no debe extenderlos a res extra commercium. Uno no debe inten-
tar por medio de ellos incluir más que la esfera de lo económico
en sentido estricto. Sin embargo, esto es precisamente lo que
intentan aquellos, al averiguar el valor monetario de la vida
humana, las instituciones sociales, etc.; o quienes con investiga-
ciones de gran sofisticación intentan determinar en términos
monetarios de nuestro dinero tipos de cambio del pasado recien-
te, por no mencionar los del pasado remoto.»35
La impresión es que Mises tenía clara la separación entre
aquellas acciones sujetas al cálculo económico y el resto de ac-
ciones. Las primeras, «lo económico en sentido estricto» eran las
acciones productivas o instrumentales en su ámbito de merca-
do o cataláctica. Estas acciones participaban del axioma de la
acción humana y sus categorías estudiadas por la teoría gene-
ral de la acción humana o praxeología. La teoría general de la
acción engloba y supera a la economía. Pero Mises no delimitó
en ningún trabajo la frontera entre ambas esferas. Nunca espe-
cificó qué acciones humanas no están ni estarán sujetas a cálculo
económico. Lo que en nuestra opinión sí es cierto, es que Mises,
ya en esta obra, no quedó convencido de su clasificación y res-
tringe la economía como ciencia a la esfera de «lo económico en
sentido estricto». Esta conclusión se desprende del siguiente

34
Op. cit., p. 180.
35
Op. cit., p. 159.
TEORÍA DE LA ACCIÓN Y FUNDAMENTOS DE ECONOMÍA 29

texto: «la investigación de los factores determinantes [de los


valores] es la tarea de otras ciencias, no la de la economía. La
economía es la ciencia de la cataláctica».36
Esto es cierto. Pero también lo es que, si quiere explicar la
economía como parte de la teoría de la acción, es necesario dis-
cernir entre ambos ámbitos.

2. Relación entre lo económico en «sentido amplio»


y en «sentido estricto»

La inexistencia de un criterio de demarcación entre las dos es-


feras de «lo económico» es un tema que Mises vuelve a tratar
en La Acción Humana. Las dificultades con que se tropieza al tra-
tar el ámbito de «lo económico» no provienen de que haya in-
certidumbre respecto a cuáles sean los fenómenos que deban
examinarse. La economía como ciencia, en palabras de Mises,
«aspira a analizar los precios monetarios de los bienes y servi-
cios que en el mercado se intercambian».37
El ámbito de «lo económico» se ciñe al intercambio de bie-
nes y servicios utilizando el cálculo monetario. Es estrictamen-
te «lo económico en sentido estricto». Los problemas surgen en
el mismo análisis de los fenómenos de mercado. Es necesario
salirse de la órbita estricta del mercado. En una transacción de
mercado entran elementos no materiales que son esenciales para
el análisis del fenómeno de mercado. Tal como hemos explicado
en el apartado anterior, el conocimiento, los modos de habér-
selas el actor con las cosas, es decir, la cultura, y las personas
son elementos constituyentes y determinantes del intercambio,
pero no son reducibles al bien o servicio intercambiados. Con-
cluye Mises: «[R]esulta harto difícil trazar una neta frontera

36
Op. cit., p. 168
37
Véase Mises (1995) p. 285.
30 JAVIER ARANZADI DEL CERRO

entre las acciones que deben quedar comprendidas dentro del


ámbito de la ciencia económica en sentido estricto (en sentido
estrecho), y las que deben ser excluidas, pues la economía fue,
poco a poco, ampliando sus primitivos horizontes hasta conver-
tirse en una teoría general que abarca ya todo tipo de acción
humana. Se ha transformado en praxeología. Por eso resulta
difícil precisar, dentro del amplio campo de la praxeología gene-
ral, los límites concretos de aquella más estrecha disciplina que
se ocupa sólo de las cuestiones estrictamente económicas.»38
Mises concibió la economía como una ciencia que «no trata
sobre cosas y objetos material; trata sobre los hombres, sus apre-
ciaciones y, consecuentemente, las acciones humanas que de
aquéllas se derivan».39 Esta definición implica que para estudiar
los fenómenos de mercado hay que salirse de su marco estricto
y analizarlos desde las personas que los realizan. Cada paso en
la comprensión de la realidad de la persona ha supuesto un
avance en la economía. Pero que el avance de la economía se pro-
duzca por una incardinación de los fenómenos económicos dentro de
una teoría general de la acción no implica que todo acto humano sea
reducible a términos monetarios.
Por lo tanto, para separar con nitidez ambos ámbitos utiliza-
remos el siguiente esquema:

Economía en «sentido amplio»:


No-monetizables

Acciones Coste-beneficio subjetivo

Economía en «sentido estricto»:


Monetizables

38
Op. cit., p. 283-84.
39
Op. cit., p. 111: «Economics is not about things and tangible material objects;
it is about men, their meanings and actions», Human Action, cit., p. 91.
TEORÍA DE LA ACCIÓN Y FUNDAMENTOS DE ECONOMÍA 31

3. La estructura de la teoría de la acción misiana

Es necesario para la explicación de los fenómenos de mercado


estructurar una teoría general de la acción. Tarea a la que Mises
se dedica en las dos primeras partes de La Acción Humana. Las
cinco restantes son deducciones de las leyes económicas. Como
él mismo dice, cualquier ampliación en su sistema teórico de la
acción es la base para mejorar la teoría económica y su metodo-
logía.
La estructura de la primera parte es un análisis de la esencia
de la acción. «El punto de partida de la praxeología no consiste
en seleccionar unos ciertos axiomas ni en preferir un cierto mé-
todo de investigación, sino en reflexionar sobre la esencia de la
acción.»40 El método es reflexionar sobre los componentes que
en toda acción están presentes para que ésta emerja. ¿Cuál es,
entonces, la causa irreductible para que se produzca la acción?
La propia categoría de acción. Si una persona quiere negar este
principio realiza una volición consciente. Por definición, toda
conducta consciente es una acción. Por lo tanto, concluye Mises,
para negar la categoría de acción dicha persona ha actuado. La
acción es un axioma; es irreductible a otras causas. Es una con-
dición necesaria de nuestro conocimiento.
Por lo tanto, el primer punto sobre el que se estructura la
teoría de la acción humana de Mises es la acción humana como
presupuesto irreductible. Es un principio autofundante. El axio-
ma de acción tiene un significado bien definido. Para superar
la visión clásica del homo oeconomicus clásico, Mises busca un
principio económico que no radique ni en la elección de los me-
dios, ni en la elección de los fines. Radicando el nuevo principio
económico en la inerradicable realidad de toda acción: el hombre
tiene que elegir entre las distintas alternativas de acción que se
le presentan. El principio económico es la realidad primigenia

40
Op. cit., p. 48.
32 JAVIER ARANZADI DEL CERRO

de toda acción. Para actuar, hay que elegir entre distintas posibi-
lidades. Esto supone que:
1.º Toda acción cumple el principio económico.
2.º Si el principio económico no es un criterio de asignación de
medios a fines, la elección de los medios depende de la apre-
ciación subjetiva del actor sobre su adecuación para la con-
secución del fin. Por lo tanto, toda acción es racional.
Sobre el axioma de acción inserta Mises dos elementos. El
primero como requisito de acción o categoría básica praxeo-
lógica; el segundo como factor praxeológico. Nos referimos a la
causalidad y al tiempo, respectivamente.

a) La causalidad

Aunque la acción no se puede reducir a otra causa, antes de


actuar el hombre ha de percibir una situación de insatisfacción.
Escribe Mises: «El hombre, al actuar, aspira a sustituir un esta-
do menos satisfactorio por otro mejor.»41 Siempre ha de prefe-
rir un estado a otro. La indiferencia sólo se produciría en el ser
plenamente satisfecho que careciera de motivos para variar de
estado.42
Aun percibiendo ese estado insatisfactorio, el hombre puede
no actuar. ¿Cuándo ocurre esto? En palabras de Mises, «cuando
el hombre no advierte mentalmente la existencia de cierta con-
ducta deliberada capaz de suprimir o, al menos, de reducir la
incomodidad sentida. Sin la concurrencia de esta circunstancia,
ninguna actuación es posible; el interesado ha de conformarse
con lo inevitable.»43 Llegados a este punto, tenemos al indivi-
duo con una insatisfacción. Quiere un cambio en su situación y
considera que existen los medios para cambiarla. Tendrá que

41
Op. cit., p. 18.
42
Op. cit., p. 18.
43
Op. cit., p. 18.
TEORÍA DE LA ACCIÓN Y FUNDAMENTOS DE ECONOMÍA 33

descubrir las relaciones causales que provocan cambios. Afirma


Mises: «El actuar implica y presupone la categoría de causa-
lidad.»44 La categoría de medios y fines presupone la relación
causa-efecto. Esta relación es responder a la pregunta: «¿Dónde
y cómo debo intervenir para desviar el curso que los aconteci-
mientos adoptarían sin esa mi interferencia capaz de impulsarlos
hacia metas que satisfacen mejor mis deseos?»45
El hombre ha de conocer la relación causal para toda acción.
Pero esto no implica que conozcamos a ciencia cierta la causa
de todo fenómeno. El principio de causalidad se ha planteado
en la búsqueda de la regularidad de los fenómenos, en la bús-
queda de leyes: si A, entonces B. Ahora bien, dado que nuestro
conocimiento es parcial, tendremos que establecer la ley en tér-
minos estadísticos. Diremos: si A, entonces B en el 70 % de los
casos, C en el 30 % restantes. Los problemas filosóficos, episte-
mológicos, metafísicos de la causalidad y la inducción imper-
fecta quedan fuera del ámbito de la praxeología. Concluye
Mises: «Interesa tan sólo a nuestra ciencia dejar sentado que,
para actuar, el hombre ha de conocer la relación causal existente
entre los distintos eventos, procesos y situaciones.»46

b) El tiempo

¿Cuál es la relación entre la acción y el tiempo? Partiendo del


axioma de acción, su prerrequisito era la existencia de una insa-
tisfacción y el deseo de cambiar esa situación. Quien actúa distin-
gue entre pasado, presente y futuro. Esta diferencia en términos
filosóficos no es adecuada. Todo momento presente se hunde en
el pasado. No es más que una tenue línea entre el futuro y el
pasado. Quien actúa distingue entre un tiempo antecedente a la
acción, el pasado; un tiempo de acción, y un tiempo consecuente

44
Op. cit., p. 27.
45
Op. cit., p. 28.
46
Op. cit., p. 29.
34 JAVIER ARANZADI DEL CERRO

a la acción, el futuro. De tal forma que la relación causal antece-


dente-consecuente la percibimos en esta secuencia temporal. Si,
por un lado, la acción implica el deseo de un cambio, la causa-
lidad es necesaria para relacionar los recursos que pueden pro-
ducir este cambio. La acción y la causalidad van íntimamente
unidas. Por otro lado, la relación causal antecedente-consecuente
se presenta en una temporalidad procesal. La causalidad y la
temporalidad son inseparables. Mises concluye: «Los conceptos
de cambio y de tiempo están inseparablemente ligados.»47
La estructura fundamental del sistema misiano está termina-
da. El siguiente esquema representa los elementos que estruc-
turan la teoría de la acción misiana:

Causalidad

Prerrequisitos de la Acción: Axioma de Acción.


Evaluación
— Estado de insatisfacción. — Racionalidad de la Ac-
coste-beneficio
— Posibilidad de cambiar esta ción.
subjetiva.
situación. — Principio económico.

Ejecución
Tiempio de Acción.
de la Acción.

El elemento base es el axioma irreductible de la acción huma-


na. El segundo paso ha sido aclarar los prerrequisitos de la ac-
ción: la preferencia. El tercer paso fue analizar cómo este pre-
rrequisito implica la categoría causal para saber discernir en la
relación medio-fin. El cuarto y último paso es explicar el carác-
ter secuencial de la relación causal. La conclusión a la que llega
Mises es que la acción es una preferencia temporal percibida como una
relación medio-fin.

47
Op. cit., p. 119
TEORÍA DE LA ACCIÓN Y FUNDAMENTOS DE ECONOMÍA 35

Es el momento de recuperar el esquema de la obra de Parsons


presentado más arriba y recapitular lo expuesto hasta el mo-
mento.

Sistema social
LA PERSONA
La acción como sistema:
La acción
• Parte desiderativa.
• Parte cognitiva.
• Parte evaluativa.
Cultura

• Parte ética

Este esquema representa los elementos analíticos necesarios


para obtener una base común a todas las ciencias sociales, según
Parsons y sus colaboradores. Consideramos correcta su preten-
sión, teniendo en cuenta que todas las ciencias sociales tienen
el mismo objeto de estudio, aunque delimiten distintos aspectos
de dicha realidad. Sea la sociología, la economía, el derecho, la
psicología, la historia, la filosofía, todas ellas estudian al hombre
en distintos aspectos pertenecientes a un origen común. Es la
vida humana este origen común, el cual nos muestra la econo-
mía como una realidad surgida de las necesidades humanas. En
este proceso en el que el individuo, con los demás hombres (so-
ciedad), con las cosas dotadas de sentido (cultura) genera todo
el entramado de bienes y servicios que constituye la economía.
El estudio de la obra de L. von Mises nos ha permitido com-
probar cómo desde la teoría económica se ha constatado la nece-
sidad científica de ampliar las bases antropológicas que susten-
tan los modelos teóricos y comprobar cómo la obra teórica de
Mises es perfectamente compatible con el esquema de Parsons.
Es decir, de una realidad común es perfectamente esperable que
los modelos teóricos desarrollados por grandes científicos que
36 JAVIER ARANZADI DEL CERRO

desarrollan sus obras desde áreas afines, pero autónomas, con-


verjan. Analicemos el siguiente esquema:

Sistema social Causalidad

Prerrequisitos de la Acción: Evaluación


Axioma de acción.
— Estado de insatisfacción coste-
— Racionalidad de la acción.
— Posibilidad de cambiar esta beneficio
— Principio económico.
situación subjetiva

Ejecución de
Cultura Parte ética Tiempo de Acción
la Acción

Este esquema nos permite comprobar la riqueza teórica que


obtenemos al adoptar una visión común dentro de las ciencias
sociales. La interdisciplinariedad alumbra el marco común de
todas las ciencias sociales. Las obras de Parsons y Mises nos
ofrecen un marco teórico muy rico y fructífero para afrontar
problemas de cualquier ciencia social, y la economía en parti-
cular. Desde el punto de vista de la teoría económica, este esque-
ma nos permite observar el acto económico más simple, sea una
transacción de mercado, como el resultado de un proceso. Si
damos de lado a dicho proceso, si no nos centramos en él, nos
será muy difícil comprender qué es realmente. Porque el fenó-
meno económico observado, es decir, una transacción de mer-
cado, es para cada uno de los participantes un acto económico
asignativo. Cada actor ha decidido el fin a conseguir y ha eva-
luado la adecuación de los medios para la consecución del fin.48
Cada agente, utilizando los precios, valora los medios y decide
cuál es el intercambio ventajoso para él. El hecho observado es
el intercambio de unos bienes por dinero. Esta interpretación
48
Etimológicamente, asignar procede del latín ad signare, que significa fijar o
señalar lo que a una persona o cosa corresponde. Por lo tanto, estrictamente hablan-
do, la asignación se produce cuando se ha decidido el fin.
TEORÍA DE LA ACCIÓN Y FUNDAMENTOS DE ECONOMÍA 37

considera el fenómeno económico como acto asignativo; como


un hecho histórico en el cual se han intercambiado unas canti-
dades de bienes por unas cantidades de dinero. Lo cual es cierto
y nos permite afirmar que en todo fenómeno económico, consi-
derado como hecho histórico, existe una relación entre cantida-
des de dinero y cantidades de bienes.
Pero el fenómeno económico es algo más complejo y radical que
el mero intercambio de bienes por dinero. Este intercambio histó-
rico es la plasmación de un elenco de elementos que han interve-
nido en su constitución y ejecución. Para que el intercambio se
produzca, cada persona ha de percibir una situación de insatisfac-
ción y la posibilidad de cambiarla realizando el intercambio. An-
tes de realizar el intercambio, cada persona evalúa su coste y el
beneficio que le otorgará la posesión del bien intercambiado para
la consecución del fin. Si sólo consideramos el intercambio en sí,
la realidad que lo originó no aparece reflejada. El porqué de un
precio parte de considerar que las personas que intervienen en el
intercambio persiguen fines. Fines que son cosas, sean materiales
o inmateriales, que son deseables y cuya posesión supone un cam-
bio en el estado de insatisfacción previo al intercambio. Pero, por
sí sola, la insatisfacción no desencadena el intercambio. Cada per-
sona tiene que percibir la posibilidad de hacer el intercambio. Por
muy insatisfactoria que sea una situación, si no sabemos cómo
cambiarla, poco podemos hacer.
La insatisfacción originaria se plasma en la consecución de
un fin que supone un cambio de situación. El conocimiento no
sólo activa la posibilidad del intercambio, sino que permite,
mediante el cálculo de coste-beneficio monetario, evaluar si los
medios de que dispone cada persona son adecuados para la con-
secución del fin. Una vez que todos los elementos del esquema
planteado en este apartado han intervenido, se produce el inter-
cambio, que es el fenómeno observado. El acto observado es el
resultado de la intervención de tres tipos de elementos, ya seña-
lados por Parsons:
38 JAVIER ARANZADI DEL CERRO

1.º Elementos desiderativos que están presentes en los prerre-


quisitos de la acción.
2.º Elementos cognitivos, presentes en el axioma de acción.
3.º Elementos evaluativos, presentes en la evaluación coste-be-
neficio de los medios.

El hecho de observar el intercambio no se explica por cons-


tatar las circunstancias en las que se ha plasmado. Si decimos
que el precio de un kilo de patatas es 6 euros, no estamos men-
cionando las causas que lo han originado.49 El intercambio como
acto observado se ha de explicar por la intervención de los tres
tipos de elementos que lo originan y determinan.
La evaluación de los medios permite asignarlos a la conse-
cución del fin. Mises considera que a la economía no le compe-
te catalogar los fines que se persiguen al intercambiar bienes.
Queda a la economía explicar cómo se adecuan los medios a los
fines. El único problema, en apariencia, es buscar los medios más
adecuados para lograr el fin. Dice Mises: «Los actos mentales que
determinan el contenido de una elección se refieren ya sea a fi-
nes últimos o a los medios para lograr estos fines. Los primeros
son llamados juicios de valor. Los segundos son decisiones téc-
nicas derivadas de proposiciones acerca de hechos.»50 Pero la
evaluación no sólo actúa sobre los medios, también sobre los
fines. Mises es consciente de que los fines que se persiguen pue-
den variar: «Tan pronto como las personas se atreven a poner
en duda y a examinar un fin, ya no lo consideran como tal, sino
que lo tratan como un medio para alcanzar un fin aún más alto.
El fin último está más allá de cualquier examen racional. Todos

49
Este intento de explicación es comparable al estudioso de la medicina que
explica la existencia de la enfermedad por la fiebre. La fiebre es la constatación del
hecho de la enfermedad, es la constatación empírica externa de su existencia. Pero
ni explica cómo se originó ni cómo curarla, lo cual es fundamental no sólo para el
médico, sino también para el enfermo.
50
Véase Mises (1969) p. 12.
TEORÍA DE LA ACCIÓN Y FUNDAMENTOS DE ECONOMÍA 39

los otros fines son provisionales. Se transforman en medios tan


pronto como se les compara con otros fines o medios.» 51
Este párrafo seleccionado apunta a la esencia del acto econó-
mico. La asignación de los medios no supone que el deseo y la
valoración de otros fines estén desactivados. Las tres categorías
de elementos: desiderativos, cognitivos y evaluativos están
siempre activos. Los fines son considerados como tales mientras
la valoración no considere pertinente un cambio de ellos. Los
fines y los medios del acto asignativo no son realidades externas al actor
que estén determinadas por una legalidad externa a la persona. Es la
persona quien en las propiedades reales de las cosas externas
cree descubrir la posibilidad de obtener un fin mediante su utili-
zación. El fin y los medios son posibilidades activas que la per-
sona constituye sobre las propiedades reales de las cosas. Es
decir, el acto asignativo es activo, tiene dinamismo.
La asignación se produce porque el actor ha mantenido acti-
vado un fin durante un periodo de tiempo, considerando que
es el máximo beneficio que puede obtener con los recursos a su
alcance. Que se produzca el fenómeno del intercambio a través
del dinero, es el resultado de un comportamiento conducente a
la consecución del fin deseado. Comportamiento que la persona
voluntariamente mantiene a lo largo del tiempo y que supone
la justificación del fin.
Los cambios que se producen por el mero paso del tiempo
introducen nueva información que la persona evalúa. Tal como
define Mises el axioma de acción, la persona actúa porque
quiere cambiar una situación insatisfactoria por otra más satis-
factoria. El acto asignativo es activo porque la persona prefiere
los de mayor valor a los de menor valor. La coherencia lógica
implica que para entender el acto asignativo hemos de consi-
derar que la persona persigue un fin. Pero que la persona actúe
con un fin no supone que el fin perseguido sea siempre el

51
Op. cit., p. 14.
40 JAVIER ARANZADI DEL CERRO

mismo. En palabras de Mises: «Si nuestra valoración cambia,


también habrá de variar nuestra actuación. Modificadas las cir-
cunstancias, carecería de sentido permanecer fiel a un plan de
acción anterior. Un sistema lógico ha de ser coherente y ha de
hallarse exento de contradicciones por cuanto supone la coetá-
nea existencia de todas sus diversas partes y teoremas. En la
acción, que forzosamente se produce dentro de un orden tem-
poral, semejante coherencia es impensable. La acción ha de aco-
modarse al fin perseguido y el proceder deliberado exige que
el interesado se adapte continuamente a las siempre cambiantes
condiciones.» 52
Estas consideraciones nos llevan a la esencia del fenómeno
económico que observamos; el hecho histórico del intercambio
es el resultado de un proceso de creación y descubrimiento de
fines y medios, su constante evaluación y ejecución. Cada acto
económico tiene plena explicación como parte integrante de un
proceso dinámico en el que intervienen elementos desiderativos,
cognitivos y evaluativos de la persona en su entorno socio-cul-
tural. No hay explicación plena del acto, si no es dentro del pro-
ceso que lo generó. Por lo tanto, el fenómeno económico adquie-
re su pleno significado al considerarlo, no como un acto aislado,
sino dentro del proceso activo de la persona que lo ejecuta, tal
como está expuesto en el esquema de este apartado. Este carác-
ter dinámico del acto económico pone de manifiesto que dichos
fenómenos son realmente partes constitutivas de un proceso
dinámico más complejo: la acción humana.

52
Véase Mises (1995) p. 169.
TEORÍA DE LA ACCIÓN Y FUNDAMENTOS DE ECONOMÍA 41

IV. LA PERSONA Y SUS POSIBILIDADES DE ACCIÓN

Llegamos al último apartado y, como era de esperar, el análisis


de la estructura de la acción nos ha devuelto a la persona y sus
posibilidades de acción. Si nuestros razonamientos son correc-
tos, nos encontramos en situación de aportar una serie de indi-
caciones sobre la estructura de los elementos cognitivos, desi-
derativos y evaluativos que constituyen el núcleo de la acción
individual. Las posibilidades de acción de la persona son el re-
sultado de la gestión inteligente de la realidad. La realidad que-
da expandida por las posibilidades que gestiona la inteligencia
al integrarla en proyectos humanos. El hombre inventa posibi-
lidades, gestando y gestionando la irrealidad del proyecto. Si
bien es cierto que lo posible se basa en las propiedades reales
de las cosas, no se puede reducir a ellas, porque lo posible, que
aún no existe, surge de la acción de la inteligencia sobre la rea-
lidad.
El objetivo de este apartado es explicar la proyectividad hu-
mana como la capacidad de crear información, elaborarla y pro-
ducir respuestas eficaces. Proyectar es anticipar una meta. Toda
persona, al emprender un proyecto, acomete una empresa. El proyec-
to es una irrealidad; es una proyección del actor. Éste se proyecta
hacia el futuro trascendiendo el presente. El proyecto es una
línea de acción a punto de ser emprendida; activa, motiva y diri-
ge la acción. En el origen de todas las ocurrencias proyectivas
hay un deseo de actuar. Toda persona, por rutinaria que sea,
emprende un proyecto fuera de su zona de desarrollo próximo.
El objetivo se percibe de una manera difusa, poco clara. Más que
un conocimiento preciso y claro, es una sensación de falta. ¿Qué
conoce de un objetivo una persona cuando se propone algo?
Siempre se parte de ideas muy vagas. J. A. Marina53 señala que
el objetivo puede ser cualquier realidad sugerente en la que se

53
Cf. J.A. Marina (1993).
42 JAVIER ARANZADI DEL CERRO

barruntan muchas posibilidades. Volvamos a resaltar que estas


posibilidades no son propiedades de las cosas, sino operaciones
incoadas por las personas que cambian el significado de las co-
sas. Se convierten en sugerentes, interesantes, prometedoras.
Percibimos mejoras de la situación en la que nos encontramos.
Como señala Mises,54 en el origen de cada acción está la percep-
ción de una insatisfacción y el conocimiento, por muy difuso que
sea, de una situación más satisfactoria que se convierte en el
objetivo de nuestra acción.
El fin de cualquier acción tiene dos características esenciales:
1.ª Todo objetivo es la percepción de carencia, unido al deseo de
actuar. La percepción de la meta anticipa el camino a seguir para
alcanzarlo. En todo proyecto, la persona se sale de lo dado, de
lo estadísticamente previsible. Se adentra en lo irreal, en lo que
todavía no existe. Se pretende lo nunca visto. 55 La acción huma-
na, al proyectarse, se sale de lo dado; no se pretende una repe-
tición del pasado, sino su mejora: se amplía la realidad personal
de cada actor con posibilidades que hasta el momento nunca
había intentado. El proyecto es someter la acción humana a la
consecución de una irrealidad que todavía no existe, pero que
el actor encuentra sugerente.
2.ª El objetivo es siempre una percepción individual. La misma
realidad es concebida de manera totalmente distinta por perso-
nas diferentes. La característica de la creatividad es ver posibi-
lidades donde los demás no ven nada.56 Este fin que se proyecta
en el futuro ejerce sus efectos en el presente. No hay un salto
infranqueable entre el fin de la acción y el presente. El proyecto

54
Véase el tercer apartado de este trabajo.
55
J.A. Marina cita como ejemplo el afán de Valle-Inclán de unir palabras que
no habían estado antes juntas. Marina (1993) p. 152.
56
Un ejemplo claro es el ofrecido por J.A. Marina sobre Einstein: «El mismo
Einstein, reflexionando sobre su obra, dijo que durante todos esos años tenía un
sentimiento de dirección, de ir en línea recta hacia algo concreto. Es muy difícil de
describir ese sentimiento, pero yo lo experimentaba como una especie de sobre-
vuelo, en cierto sentido visual.» Ver J.A. Marina (1993) p. 135.
TEORÍA DE LA ACCIÓN Y FUNDAMENTOS DE ECONOMÍA 43

es el plan que hace actual y real nuestro fin que, de entrada, nos
aparece lejano e irreal. Entre el futuro y el presente se establece
el nexo que dará realidad a nuestras aspiraciones. Por lo tanto,
el futuro no es algo utópico, que no tiene lugar en este mundo.
Por el contrario, la nota esencial del objetivo que perseguimos
es que sea factible, que se pueda alcanzar. De esta manera, pode-
mos afirmar que el objetivo que nos marcamos en el futuro no es un
porvenir, sino un porhacer. 57
Una vez que nos decidimos por un fin, adecuamos los medios
a su consecución. Podemos, por lo tanto, afirmar que proyectar
es un proceso asignativo. Pero, teniendo siempre en cuenta que lo
esencial del proyecto es su carácter dinámico. No podemos desligar
el carácter asignativo del procesal y considerar que los fines de
la acción están dados. Esta separación supone una reducción
antropológica fundamental. Si adoptamos la hipótesis de fines
dados, olvidamos que nunca existe un único curso de acción;
olvidamos que siempre las posibilidades son plurales; que nunca
hay una única alternativa de acción. Por esta razón, hablamos
de la creación de posibilidades en plural. El hombre es el animal que
posee futuro; siempre se enfrenta a múltiples posibilidades de
acción. El problema al que hace frente es determinar qué es lo
que puede hacer en cada alternativa; determinar el alcance u
objetivo de cada posibilidad y compararlas entre sí. Aunque esta
idea parece obvia, es importante incidir en que la estructura
dinámica de la acción, por su propio dinamismo, determina múl-
tiples fines que compiten entre sí. En otras palabras, no existe
la acción en singular, sino el sistema plural de fines y medios.
Dentro de los distintos fines a su alcance, se decide por el que
valora más. Pero en cuanto cambian las circunstancias puede

57
Esta misma idea la expresa magistralmente el profesor Julián Marías con las
siguientes palabras: «Mi vida no es cosa, sino un hacer, una realidad proyectiva,
argumental, dramática, que propiamente no ‘es’, sino ‘acontece’.» Cursiva en el
original. Ver J. Marías (1996), p. 126.
44 JAVIER ARANZADI DEL CERRO

cambiar la valoración y elegir otro fin. Como señala Mises:


«Cuando se han modificado las propias valoraciones, permane-
cer adheridos a unas ciertas normas de acción anteriormente
adoptadas, en gracia sólo a la constancia, no sería una actuación
racional, sino pura terquedad. La acción sólo puede ser constan-
te en un sentido: en preferir lo de mayor a lo de menor valor.»58
Si desligamos el fin de su estructura generadora, no realizamos
una simplificación intranscendente; realizamos un cambio de
base en el estudio de los problemas humanos, abandonamos al
hombre de carne y hueso y nos centramos en el homo oeconomicus.
En la economía praxeológica es fundamental ligar los fines a la
estructura de la acción. La multiplicidad de los mismos y su
carácter dinámico aconseja su estudio desde la teoría de la ac-
ción. Si partimos de la visión de los medios y los fines como una
estructura dinámica, la función del proyecto es planificar las
actividades que hay que ejecutar para la consecución del fin.
El proyecto no es un sueño. En el sueño no hay manera de
pasar de la irrealidad a la realidad. En el proyecto las cosas rea-
les constituidas en recursos nos mantienen en la realidad. El
proyecto está siempre condicionado por los recursos de la ac-
ción. Gran parte de la tarea creadora va a consistir en gestionar
las restricciones, siendo el tiempo una de las principales. Henri
Bergson tiene estas bellas palabras sobre el tiempo: «El tiempo
es lo que impide que todo esté dado de un golpe. Retarda o,
mejor, es demora. Él debe, por lo tanto, ser elaboración. ¿No será
vehículo de creación y de elección? ¿No prueba la existencia del
tiempo que existe la indeterminación de las cosas? ¿No será el
tiempo esta indeterminación misma?»59 En el estudio del tiempo
hay que diferenciar dos aspectos: la historicidad de la persona
y la estructura sinóptica del proyecto.

58
Mises, (1995) p. 124.
59
H. Bergson, (1963), p. 1333.
TEORÍA DE LA ACCIÓN Y FUNDAMENTOS DE ECONOMÍA 45

a) La historicidad de la persona

La primera aproximación a la realidad tempórea es reconocer


que la vida humana tiene una duración; se entiende que la vida
dura una serie de años. Pero es duración con un orden bien de-
terminado. El tiempo tiene pasado, presente y futuro. Como
señala Mises, lo único que estamos afirmando es que: «Quien
actúa distingue el tiempo anterior a la acción, de un lado, el
tiempo consumido por la misma, de otro, y el posterior a ella,
en tercer lugar. No puede el ser humano desendenterse del trac-
to temporal.» 60 El tracto temporal —el antes, el ahora y el des-
pués— no solamente es una duración en tres partes, sino que
estas tres partes tienen un cierto orden. Antes y después, signi-
fican antes y después en la ordenación.
Esta ordenación temporal, no solamente es una ordenación,
sino una ordenación en la que en cada momento sólo existe una
de las partes: el presente. El pasado ha dejado de existir; el futuro
todavía no existe. Cuando la ordenación de los elementos de una
magnitud es tal que la anterioridad y posterioridad en el orden
significa que lo uno deja de ser lo que es lo otro, entonces es
fluente. Señala Mises: «Para la praxeología [...], entre el pasado
y el futuro se extiende un presente amplio y real. La acción, como
tal, se halla en el presente porque utiliza ese instante donde se
encarna su realidad.» 61 He aquí la clave para entender la histo-
ricidad de la persona.62 El hombre no vive en el tiempo; su histo-

60
Mises (1995) p. 120.
61
Op. cit., p. 121. Esta misma idea del presente la encontramos en H. Bergson,
quien comenta: «Se define arbitrariamente el presente como lo que es, cuando el
presente es simplemente lo que se hace.» Cursivas en el original. Véase H. Bergson
(1963a) p. 291.
62
El papel fundamental del tiempo fue destacado por el propio C. Menger, fun-
dador de la Escuela Austriaca de Economía. Consúltese al respecto el apartado
«Tiempo-error» del capítulo primero de Menger (1997), pp. 120 ss. Sobre este tema,
véase el artículo de A.M. Endres (1984), p. 900. Afirma: «El tiempo histórico reina
absolutamente en los Grundsätze.» También Max Alter señala: «El proceso de cam-
bio, siendo el proceso causal, sólo es comprensible como un proceso temporal.» Véa-
se Alter (1982). Las cursivas son mías.
46 JAVIER ARANZADI DEL CERRO

ricidad es algo más radical: el presente del hombre está hecho del
pasado y del futuro. La realidad humana no sólo está en el tiempo,
sino que el tiempo está en ella. De suerte que el hombre no sola-
mente tiene un pasado y tiene un futuro, como en el mundo físi-
co, sino que está hecho en su presente de pasado y futuro.
La historicidad del hombre, es decir, la fluencia del tiempo
implica una dirección. El tiempo fluye del pasado hacia el fu-
turo. Apunta Mises: «La acción influye exclusivamente sobre
el futuro [...]. El hombre adquiere conciencia del tiempo al pro-
yectar la mutación de una situación actual insatisfactoria por
otra futura más atrayente.» 63 La fluencia del tiempo significa
que el hombre está inexorablemente proyectado al futuro. No
hay reversibilidad posible en la historicidad del hombre. Cada
momento vivido se convierte en pasado. El ahora del presente
ingresa continuamente en el pasado quedando sólo retenido
por la memoria. Son los fines que el actor conscientemente pro-
yecta los que ejercen su efecto sobre el presente. Pero este pre-
sente se escapa: está constantemente fluyendo. No hay forma
de retener el tiempo. La única forma que tiene el hombre de
salirse de lo dado, de la fluencia, es representarse mentalmen-
te un esquema que sintetice los pasos que ha de dar para con-
seguir su objetivo. En otras palabras, el hombre vence al tiempo
a través del proyecto.

b) La estructura sinóptica del proyecto

El tiempo del proyecto es el tiempo con que cuenta el hombre


para hacer su vida. El hombre cuenta con el tiempo, con su tiem-
po, para hacer el proyecto. Esta estructura de contar con el tiem-
po no es independiente de la fluencia. El hombre es un ser flu-
yente, independientemente del proyecto. La vida del hombre
fluye inexorablemente en una dirección. Es decir, la primera

63
Mises (1995) p. 120.
TEORÍA DE LA ACCIÓN Y FUNDAMENTOS DE ECONOMÍA 47

característica del proyecto es su fluencia. Todo proyecto es una


sucesión de actividades. Pero la forma de salirse de esta fluencia
es a través de la inteligencia. El actor organiza la información
que posee y se representa las actividades que ha de realizar para
conseguir su objetivo. En otras palabras, se representa su propia
vida como un todo, donde las etapas del proyecto son las partes
que conforman su realidad deseada. A esta representación inte-
lectual o proyección que el actor posee la vamos a denominar,
siguiendo a Zubiri, estructura sinóptica. 64
¿Qué es dicha estructura? La estructura sinóptica del proyec-
to es la forma de escapar de la fluencia. Es una percepción del
tiempo del que dispone el hombre para realizar el proyecto. En palabras
de Zubiri: «El hombre tiene una inteligencia y una inteligencia
en la que por siguiente su fluir tiene dos dimensiones distintas:
de un lado, como acto psíquico, está sometida a un fluir, exacta-
mente como todo lo demás: como sus sentimientos y sus volicio-
nes y su vida entera. Es un fluir de actos de una manera indiscer-
nida; cada acto respecto de otros fluye en la unidad del torrente
de la conciencia. Esto es verdad. Pero lo que pasa al unísono es
que la inteligencia ve precisamente su propia realidad fluente
y cuenta con la realidad entera en cuanto tal, y por consiguiente,
se abre a la totalidad del campo de lo real en su carácter de fluen-
te. Es el tiempo sinóptico. Esta visión del campo entero de la reali-
dad fluente reobra sobre el momento presente de su fluencia, y este
reobrar es justamente el proyecto.»65
Así se unen los dos aspectos temporales en el hombre: es flu-
yente porque es histórico y es proyectivo porque está abierto al futuro.66
La proyectividad es el tiempo como posibilidad propia del hombre y de

64
La idea la he tomado del capítulo XI de su Estructura dinámica de la realidad,
cit., titulado «El dinamismo como modo de estar en el mundo», pp. 279-311.
65
Zubiri (1989) p. 307.
66
Señala el profesor Julián Marías: «El tiempo no es mero transcurso o fluencia...
el tiempo no se limita a ‘pasar’, sino que tiene estructura; y ésta no es la simple
duración o cuantificación, sino la que impone la realidad proyectiva de la vida.»
Véase J. Marías (1995) p. 182.
48 JAVIER ARANZADI DEL CERRO

su vida. En todo proyecto, el hombre tiene una visión sinóptica;67 las


distintas etapas que forman el proyecto aparecen ordenadas
secuencialmente y ejercen su efecto en el presente de acción. En
el párrafo anterior, hemos puesto en cursivas la última frase del
texto seleccionado de Zubiri porque expresa con claridad y pre-
cisión el nexo que existe entre el futuro proyectado y el presente
de acción. La realidad deseada que el actor quiere realizar afecta
a su historicidad, a su presente de acción. Esta afección del futu-
ro sobre el presente es el material que maneja la creatividad
humana. Esta capacidad creativa no es reducible a la informa-
ción que maneja el actor, sino que su misión fundamental es
manejar información prospectivamente, es decir, generar
planes.68
La unidad de la estructura sinóptica del tiempo y la fluencia
explica el significado de la frase, dar tiempo al tiempo. 69 Aquí el
tiempo funciona dos veces. Desde el punto de vista sinóptico,
hay que dejar que el tiempo fluya. Luego, en la fluencia del tiem-
po las ideas tienen que madurar, tienen que dar de sí. En todo
proyecto se intenta ahorrar tiempo. Pero, como señala Mises:
todo proyecto se ve «sometido a la servidumbre del demasiado
pronto y del demasiado tarde».70
La ejecución del proyecto cierra la estructura de la acción. Sea
cual sea el tipo de proyecto, su ejecución transforma su marco
originario. La ejecución de una acción tiene consecuencias fun-
67
La idea de estructura sinóptica del proyecto está presente en la obra de Mises.
Lo expresa de manera concisa: «El hombre adquiere conciencia del tiempo al pro-
yectar la mutación de una situación actual insatisfactoria por otra futura más atra-
yente.» Mises (1995) p. 120.
68
El profesor J. Huerta de Soto define el plan como: «La representación men-
tal de tipo prospectivo que el actor se hace de las distintas etapas, elementos y
posibles circunstancias que puedan estar relacionadas con su acción.» Ver J. Huer-
ta de Soto (1992) p. 45, nota 8.
69
Zubiri (1989) p. 307.
70
Mises (1995) Esta cita se toma de la 4.ª edición española (p. 167), porque en
la 5.ª y en la 6.ª dicha frase se ha transformado en la siguiente: «sometido a la ser-
vidumbre del antes y del después» (p. 122), expresión que, a nuestro parecer, se
adecua menos que la citada en el cuerpo del texto a la idea original de Mises.
TEORÍA DE LA ACCIÓN Y FUNDAMENTOS DE ECONOMÍA 49

damentales sobre la persona que actúa, la sociedad y la cultura.


Estas tres dimensiones sólo son separables analíticamente. La
realidad observada es la acción individual. Pero acción con otras
personas; es decir, acción social. Y acción dotada de sentido, es
decir, acción cultural. En la acción se manifiestan todas las face-
tas de la estructura dinámica de la realidad personal.

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LA THÉORIE AUTRICHIENNE DES CYCLES 51

LA THÉORIE AUTRICHIENNE DES CYCLES:


UNE THÉORIE DE LA RÉCURRENCE
DES ERREURS COLLECTIVES
D’ANTICIPATION
FRANÇOIS FACCHINI*

Resume: Cet article présente les développements récents de la théorie


autrichienne des cycles. Il se concentre sur les apports théoriques et soutient
que désormais la théorie autrichienne des cycles est une théorie plurielle
de la récurrence des erreurs collectives d’anticipation. Les économistes
autrichiens s’accordent pour penser que la nationalisation de la monnaie
est à l’origine de l’excès d’offre de monnaie qui crée une distorsion de la
structure des taux d’intérêt des prêts et induit la phase de récession. Ils
s’entendent aussi sur les raisons de la récurrence des erreurs d’anticipation
et sur leur uniformité. La théorie des droits de propriété explique la récurrence
des erreurs d’anticipation par la socialisation des risques. La théorie des
anticipations explique les erreurs collectives par la centralisation des
anticipations autour des décisions de la banque centrale et rend compte
ainsi de l’instabilité des systèmes économiques. Les économistes autrichiens
se divisent, en revanche, sur les raisons de cet excès d’offre de monnaie. Il
y a ceux qui soutiennent que cet excès d’offre se mesure par rapport à
l’épargne monétaire et s’explique par la pratique des réserves fractionnaires
(école de la libre circulation). Il y a ceux, au contraire, qui estiment que cet
excès doit être mesuré par rapport à la demande de monnaie et expliqué
par l’absence de concurrence entre les monnaies (école de la banque libre).

* EDJ, Université de Reims Champagne Ardenne, Faculté de sciences écono-


miques et de gestion, 57 bis rue Pierre Taittinger 51000 Reims, et Chercheur associé
au LAEP, Université de Paris 1 Panthéon - Sorbonne, http://laep.univ-paris1.fr/
facchini/index.htm et facchini@univ-paris1.fr.
Cet article a été publié initialement dans l’Actualité Economique, numéro de
Septembre 2004. Nous tenons à remercier son Comité de rédaction pour avoir
accepté sa ré-édition.

Procesos de Mercado: Revista Europea de Economía Política,


vol. I, n.º 2, Otoño 2004, pp. 51 a 94
52 FRANÇOIS FACCHINI

Mots clés: cycles, anticipations, droits de propriété, banque centrale, banque


libre et erreur

Abstract: This paper offers an account of the recent development of Austrian


Trade Cycle Theory. It focus on the theoretical contributions and argues
that the Austrian’s explanation of Trade Cycle is a theory of collective errors
of expectations and of their recurrences. Austrian economists agree to explain
the errors of individuals by the nationalization of money because it leads to
an excess of money supply. Nevertheless, they disagree about the cause of
this excess. Two explanations have been suggested. The first one measures
the excess in relation with the demand of money. The second one evaluates
the excess in relation with monetary saving. They agree, on the contrary, on
the reasons of the recurrence of expectation errors and their uniformity.
The theory of property rights explains the recurrence of expectation errors
by the socialization of risk. The expectation theory explains the collective
errors by the centralisation of expectations (big player hypothesis) on the
central bank decisions. Therefore, the centralization of expectations explains
the instability of market process.

Keywords: cycle, expectations, property rights, central banking, free banking


and error

Classification JEL: E32, E58,

I. INTRODUCTION

La théorie autrichienne des cycles s’est développée au début du


vingtième siècle avec les travaux de Ludwig von Mises (1912, 1966)
et de Friedrich Hayek (1931, 1932)1. Elle s’est ensuite précisée avec
les travaux de Murray Rothbard (1970, 1975), Ludwig Lachmann
(1978), Roger Garrisson (1984, 1989) et/ou Gerald O’Driscoll et
Mario Rizzo (1985). Il existe entre ces auteurs des différences et
aucune version canonique de la théorie autrichienne des cycles ne
s’est aujourd’hui imposée (Garrisson 1989, p.3). Tous s’accordent,

1
Voir l’article de Dostaler G. (2001).
LA THÉORIE AUTRICHIENNE DES CYCLES 53

cependant, sur l’importance des liens entre les prix relatifs et la


coordination inter-temporelle, autrement dit, la structure du capi-
tal pour expliquer les cycles. Tous restent fidèles de surcroît à l’idée
que les cycles économiques ont une raison monétaire qui trouve
son origine dans la fixation d’un taux d’intérêt des prêts inadaptée
aux préférences inter-temporelles des individus sur le marché
(Sechrest 1997, p.10).
Cette théorie des cycles a pourtant fait l’objet de plusieurs
types de critiques. Dès les années trente, de nombreux
économistes doutaient de sa capacité à rendre compte des faits.
Plus tard, Axel Leijonhufvud (1986, p.417) a partagé cette
opinion et soutenu que la théorie autrichienne des cycles avait
été falsifiée parce que l’inflation ne produisait aucun boom de
sur-investissement et que la stagflation des années 1970
permettait de constater l’inflation, mais ne permettait pas
d’observer l’accélération de l’accumulation du capital et
l’épargne forcée pourtant prévues par les économistes
autrichiens. La théorie du capital, qui fonde la théorie
autrichienne des cycles a, de plus, été jugée incorrecte2. L’une
des conséquences majeures de ce constat serait qu’il n’est pas
nécessaire de savoir si la demande de capital fluctue pour
expliquer les cycles (Yeager 1986, p.382). Il suffirait d’expliquer
le processus d’ajustement entre le taux d’intérêt et le changement
des prix relatifs pour rendre compte des cycles. L’existence d’un
déséquilibre monétaire expliquerait à lui seul les cycles (Yeager
1986 et Friedman 1993, p.172).
Malgré la virulence des critiques, les économistes autrichiens
continuent de penser que les cycles s’expliquent par un excès
d’offre de monnaie. Ils contestent, tout d’abord, la thèse selon
laquelle la théorie autrichienne serait incapable de rendre
compte de l’Histoire3 et des grandes crises 4. Ils acceptent, en
2
Voir M. Blaug (1981, p.586).
3
La crise allemande des années 20 a été expliquée par Bresciani-Turroni (1937).
Le Roux et Levin (1998) montrent que l’explication autrichienne des crises s’applique
54 FRANÇOIS FACCHINI

revanche, d’abandonner la recherche d’une mesure objective du


détour de production pour adopter une théorie radicalement
subjective du capital. On peut alors estimer qu’ils renouvellent
leur théorie en définissant les cycles comme le résultat d’un
processus récurrent d’erreurs collectives d’anticipation.
Cet article se propose de présenter ce renouvellement de la
théorie autrichienne des cycles. Il rappelle, tout d’abord, les
enchaînements de la théorie autrichienne des cycles et
l’importance qu’elle accorde à la coordination inter-temporelle
des actions humaines sur le marché par les taux d’intérêt (2).
Il explique, ensuite, pourquoi l’institutionnalisation d’un
système monétaire hiérarchisé autour d’une banque centrale
suscite l’apparition d’une structure des taux d’intérêt des prêts
qui ne reflète pas les préférences temporelles des agents. Il
présente à cette occasion le débat entre l’école de la libre
circulation et l’école de la banque libre. Ces deux écoles
soutiennent que la nationalisation de la monnaie est à l’origine
de l’instabilité des économies de marché, mais se divisent sur la
manière dont ce changement institutionnel modifie la structure
des taux d’intérêt des prêts. L’école de la banque libre estime
que la structure des taux d’intérêt des prêts ne reflète pas les
préférences temporelles parce que le marché de la monnaie n’est
pas concurrentiel. L’école de la libre circulation soutient que c’est
la généralisation de la pratique des réserves fractionnaires qui
explique la distorsion de la structure des taux d’intérêt.
Il aborde, enfin les questions de la récurrence et de
l’uniformité des erreurs (4). Pourquoi les entrepreneurs
n’apprennent rien de leurs erreurs passées? Pourquoi font-ils

à la récession de l’économie sud-africaine de 1980-1996. Hughes (1997) explique la


récession de 1990. Keeler (2001) montre la pertinence du modèle autrichien pour
comprendre les cycles de l’économie américaine. Wainhouse (1984) met en
perspective quelques évidences qui valident la théorie autrichienne des cycles.
4
Rothbard (1963) et Robbins (1934) analysent la grande crise de 1929 comme
une illustration de la théorie autrichienne des cycles. Voir aussi les travaux de
Skousen (1988, 1994).
LA THÉORIE AUTRICHIENNE DES CYCLES 55

tous la même erreur au même moment? On rend compte de la


récurrence des erreurs d’anticipation par la socialisation des
risques. La nationalisation de la monnaie a les mêmes effets que
la socialisation en général. Elle favorise le développement de
comportements de passager clandestin (4.1). On explique
l’uniformité des anticipations par le processus de convergence
des anticipations autour des décisions de la banque centrale que
provoque la centralisation du système monétaire. C’est parce
que la banque centrale a les caractéristiques d’un «big player»
qu’elle centralise le jeu des anticipations anéantissant ainsi leur
diversité et, du même coup, les conditions de stabilité de
l’économie de marché (4.2).

II. LA THÉORIE AUTRICHIENNE DES CYCLES


EST UNE THÉORIE DE LA MAUVAISE COORDINATION
DES MARCHÉS DANS LE TEMPS

Le cycle dans les théories de Mises et Hayek s’explique par une


baisse du taux d’intérêt des prêts qui n’est pas provoquée par
une hausse de l’épargne, mais par une décision discrétionnaire
des banques.

1. Taux d’intérêt des prêts et taux d’intérêt originaires

L’évolution des taux d’intérêt des prêts reflète normalement


l’évolution des taux d’intérêt originaires. Le taux d’intérêt
originaire est «le rapport entre la valeur attribuée à la satisfaction
dans le futur immédiat, et la valeur attribuée à la satisfaction du même
besoin dans des temps plus éloignés. Il se manifeste en économie de
marché par la dépréciation des biens à venir, comparés aux biens
présents. C’est un rapport entre des prix de denrées, non un prix en
lui-même» (Mises 1985, p.552 ou 1966, p.526). L’individu estime
56 FRANÇOIS FACCHINI

qu’une pomme aujourd’hui vaut 1 euro et qu’une pomme


demain vaut 0,5 euro. Le rapport des prix entre biens présents
et biens futurs est de deux. Le bien présent a deux fois plus de
valeur que le bien futur. L’intérêt est donc une catégorie de
l’action humaine.
L’abstinence, ainsi expliquée par la préférence pour le futur,
rend possible l’échange différé. L’abstinent échange des produits
actuels contre des produits futurs. Il échange du blé aujourd’hui
contre du blé demain. Il est le prêteur. Il s’abstient non pas parce
qu’il souhaite toucher un revenu d’intérêt, mais parce qu’il
déprécie le présent et apprécie le futur. L’évolution du niveau
de l’épargne traduit donc l’évolution du taux d’intérêt originaire
(préférence temporelle). Plus les individus déprécient le présent
plus ils s’abstiennent de consommer. Le montant des biens
épargnés croît alors avec le taux d’intérêt originaire.
Les banques peuvent alors organiser des échanges différés
entre les individus selon leurs préférences temporelles. Les
emprunteurs, moyennant le paiement d’un taux d’intérêt des
prêts, utilisent aujourd’hui les biens destinés à la consommation
future. Le niveau du taux d’intérêt des prêts est d’autant plus
élevé que le montant de l’épargne est faible. La rareté de
l’épargne informe, par conséquent, les entrepreneurs sur les
préférences temporelles des agents. Elle permet de supposer que
les hommes préfèrent le présent au futur et incite les
entrepreneurs à produire des biens pour la consommation
d’aujourd’hui.
Toute baisse des taux d’intérêt des prêts provoque alors un
ajustement de la structure du capital à la demande future. Elle
informe les entrepreneurs que les agents dévalorisent le présent
et leur permet d’anticiper un écart de valeur entre les biens
présents et les biens futurs favorable au futur. Elle les incite à
réorienter leur production vers le futur puisque la valeur des
projets de long terme a augmenté relativement à la valeur des
projets de court terme (O’Driscoll et Rizzo 1985, p.205).
LA THÉORIE AUTRICHIENNE DES CYCLES 57

L’ensemble de la structure du capital s’ajuste donc pour exploiter


les écarts inter-temporels de valeur. Si l’entrepreneur a
correctement anticipé les prix et le type de bien demandé, il
réalisera des profits qu’il n’aurait pas réalisés s’il n’avait pas
réagi à la variation du taux d’intérêt des prêts et s’il ne s’était
pas adapté par un allongement du processus de production aux
nouvelles préférences temporelles des agents.

2. Taux d’intérêt des prêts et variation de la valeur de la


monnaie

En économie de marché l’ensemble de ces calculs est exprimé


en monnaie. Tous les biens ont des prix monétaires. Tous les
prix sont donc influencés par le prix de la monnaie qui informe
les entrepreneurs sur son pouvoir d’achat.
Lors d’un échange différé comme l’acte de prêt, la variation
du prix de la monnaie est extrêmement importante. Une baisse
du prix de la monnaie altère la répartition des revenus entre les
prêteurs et les emprunteurs. Elle spolie les détenteurs de créance
au profit de leurs débiteurs. Une hausse du prix de la monnaie
a l’effet inverse. Elle spolie les débiteurs par les charges
indûment accrues de leurs dettes. Les entrepreneurs sont, dans
ces conditions, d’autant mieux informés sur les préférences
temporelles des individus que le pouvoir d’achat de la monnaie
(son prix) est stable dans le temps, car dans le cas contraire, le
taux d’intérêt des prêts variera indépendamment du taux
d’intérêt originaire. C’est parce que les entrepreneurs ne peuvent
pas faire la différence entre une hausse du taux d’intérêt des
prêts induite par une variation de la quantité d’épargne
(variation du taux d’intérêt originaire) et une hausse induite par
une variation du prix de la monnaie qu’ils vont prendre des
décisions inadaptées à la demande des consommateurs. Cette
baisse artificielle des taux d’intérêt provoque alors une
58 FRANÇOIS FACCHINI

distorsion générale de la hiérarchie des prix relatifs qui induit


un mécanisme d’auto-renforcement des erreurs et une mauvaise
coordination des actions humaines sur le marché. Ce sont donc
les banquiers qui engagent l’ensemble des entrepreneurs dans
un processus d’ajustement de la structure du capital qui n’a pas
lieu d’être.

3. Variation du prix de la monnaie et cycle

Les entrepreneurs interprètent la baisse du taux d’intérêt des


prêts comme le signe d’une appréciation du futur. Ils ont
tendance, pour cette raison, à réorienter la structure du capital
vers les projets de long terme au détriment des projets de court
terme. Ils se préparent ainsi à répondre à une demande de biens
futurs, alors que les consommateurs n’ont pas changé leur
préférence temporelle. La création de crédits non gagés sur de
l’épargne en monnaie est à l’origine d’une phase d’expansion.
Elle est aussi la cause de l’inadaptation de la structure de la
production à la demande et de la phase de récession.
La séquence de la théorie autrichienne des cycles est la
suivante. La multiplication des projets de production de plus
long terme (produire pour le futur) induite par la baisse
artificielle des taux d’intérêt des prêts provoque une pénurie de
biens de consommation qui favorise un mouvement de hausse
des prix des biens de consommation (Hayek 1931, p.118). Cette
tension inflationniste force les consommateurs à consommer
moins et à épargner plus. La hausse des prix des biens équivaut
alors à une épargne forcée (Hayek 1932). Les consommateurs
subissent les décisions des entrepreneurs sans bénéficier des
gains de productivité (Hayek 1931, p.116). Cette tension
inflationniste ne concerne cependant pas tous les biens
immédiatement. L’augmentation des prix, avant d’être générale
comme dans la théorie monétariste, dépend du lieu d’entrée et
LA THÉORIE AUTRICHIENNE DES CYCLES 59

de sortie de la monnaie dans le système économique (effet


Cantillon). Les entrepreneurs qui ont obtenu un prêt dépensent
leur argent et créent une offre additionnelle qui accroît d’abord
les revenus des personnes qui produisent les biens demandés
par les emprunteurs.
Outre l’augmentation du prix des biens de consommation,
la préparation de l’offre de biens pour le futur augmente le prix
des facteurs de production (effet Ricardo). Les salaires ont alors
tendance à augmenter dans ces secteurs et à favoriser une
augmentation des coûts de production dans l’ensemble de
l’économie. La production des biens de consommation diminue
alors au fur et à mesure que les projets de long terme attirent le
travail et les autres facteurs de production. L’absence
d’augmentation du montant de l’épargne volontaire crée donc
un déséquilibre entre les investissements ex ante et l’épargne ex
ante qui se résorbe ex post par un phénomène d’épargne forcée.
Le premier effet de l’injection de crédits artificiels est de
frustrer les plans de consommation. La coordination est
mauvaise puisque les consommateurs sont obligés de diminuer
leur niveau de consommation présente pour préparer une
consommation future qu’ils ne souhaitent pas. Contrairement à
la croissance provoquée par une augmentation de l’épargne,
l’investissement des entrepreneurs dans des projets de plus long
terme se fait désormais au détriment de la consommation qui
doit mobiliser une plus grande quantité de monnaie pour acheter
une même quantité de bien.
Tant que du crédit artificiel est injecté, le mouvement vers
les projets de long terme et l’épargne forcée se perpétuent.
L’augmentation du volume des moyens de paiement s’avère
cependant insoutenable sur le long terme pour deux raisons. Les
consommateurs ne peuvent pas rester dans cet état de frustration
et les banques ne peuvent pas créer de la monnaie indéfiniment.
Le caractère involontaire de l’ensemble de ces modifications
rend les systèmes économiques vulnérables à un retour à des
60 FRANÇOIS FACCHINI

processus de production moins longs. Ce retour explique les


crises (Hayek 1931, p.118). L’expansion va alors laisser place à
la récession car la structure du capital induite par l’apport de
moyens de paiement est inconsistante avec les préférences pour
le temps des individus. Il y a mauvaise coordination inter-
temporelle parce que la baisse artificielle du taux d’intérêt des
prêts a favorisé un phénomène de mal-investissement (Mises
1985, p586). Il y a sur-investissement en bien de capital et sous-
investissement en bien de consommation.
La crise survient quand les banques ne peuvent plus assurer
le financement des investissements longs qui s’avèrent moins
profitables que prévu. Les entrepreneurs constatent que leurs
anticipations sont erronées. Le volume de biens futurs n’est pas
celui qu’ils avaient estimé. «La classe des entrepreneurs est dans la
situation d’un maître d’œuvre dont la tâche est d’ériger un bâtiment
à partir d’un stock limité de matériaux. Si l’entrepreneur estime qu’il
a plus de matériaux qu’il n’en a en réalité, il dresse un plan qui dépasse
ses moyens. Il exagère les dimensions du terrassement et des fondations
et plus tard découvre en poursuivant la construction que les matériaux
lui manquent pour achever le bâtiment» (Mises 1985, p.586). Ils sont
alors obligés de ré-ajuster la structure de la production pour
éviter les phénomènes de surproduction. Ils décident de
licencier 5. Si les banques ne peuvent pas les aider financièrement
pendant cette période de restructuration, il est probable que la
restructuration se termine par un mouvement de faillite qui
fragilise l’ensemble du système économique et provoque une
profonde récession. Ce scénario s’avère le plus vraisemblable
car les banques restent contraintes par un ratio de liquidité. Cette
contrainte favorise une hausse des taux d’intérêt qui signale à
l’ensemble des agents que les consommateurs préfèrent le
présent. Elle sonne le glas de tous les projets qui avaient tablé
sur une forte appréciation du futur.
5
Pour l’école autrichienne les causes des cycles sont l’origine principale du
chômage massif et permanent d’une partie de la population (Gunning 1985).
LA THÉORIE AUTRICHIENNE DES CYCLES 61

Les cycles économiques sont donc le résultat des décisions


des banques qui sont un facteur d’instabilité lorsqu’elles sont à
l’origine d’une structure des taux d’intérêt des prêts qui ne
reflète pas les taux d’intérêt originaires. Cette explication reste
cependant encore relativement imprécise. Elle ne précise pas,
tout d’abord, les conditions dans lesquelles les banquiers créent
l’excès de monnaie qui provoque une distorsion de la structure
des taux d’intérêt. Elle ne dit pas, ensuite, pourquoi les erreurs
d’anticipation sont immuablement récurrentes et pourquoi
toutes les banques augmentent leur taux d’intérêt des prêts au
même moment. On pourrait, en effet, penser que progressivem-
ent les banquiers et les entrepreneurs qui acceptent les prêts
savent qu’en accordant trop de crédit ils fragilisent le système
monétaire et augmentent les risques de faillite et d’instabilité.
Il faut alors expliquer pourquoi les individus sont conscients
de leurs erreurs ou des conséquences de leurs erreurs, mais ne
souhaitent pas les corriger (Hülsmann 1998, p.9).

III. CYCLES ÉCONOMIQUES,


CONDITIONS INSTITUTIONNELLES
DE L’ACTIVITÉ BANCAIRE ET EXCÈS DE MONNAIE

Les banquiers créent un excès d’offre de monnaie qui provoque


une distorsion de la structure des taux d’intérêt parce qu’ils
agissent dans le cadre d’un système monétaire hiérarchisé
autour d’une banque centrale (Hayek 1978)6. Cette explication
générique cache cependant un débat sur la manière dont la
monopolisation de l’offre de monnaie par les Etats modifie le
comportement des banques et conduit à l’excès d’offre de
monnaie qui provoque le cycle.

6
Voir pour une brève histoire de la nationalisation de la monnaie en France le
livre de Salin (1991) et l’article de Nataf (1997).
62 FRANÇOIS FACCHINI

Un premier groupe d’économistes autrichiens, réuni sous la


bannière de l’école de la libre circulation, soutient que c’est la
généralisation de la pratique des réserves fractionnaires qui
explique la distorsion de la structure des taux d’intérêt. Cette
pratique explique pourquoi l’argent prêté ne correspond pas
nécessairement à l’argent déposé en banque à cet effet. Les cycles
et l’instabilité de l’économie de marché disparaîtraient si les
banques n’avaient pas le droit de créer des moyens de paiement
non convertibles en monnaie. L’école de la libre circulation
s’accorde, pour cette raison, avec l’école de la circulation pour
insérer l’émission de billets dans des limites très strictes 7, mais
estime que seule la dénationalisation de la monnaie permet de
réaliser cet objectif.
Un deuxième groupe, plus proche des positions de l’école de
la banque8, conteste la thèse du coefficient de réserve de 100%
et explique les déséquilibres monétaires par l’absence de
concurrence. Cette école dite de la banque libre soutient que les
cycles ne sont pas liés à l’émission de moyens de paiement non
convertibles par les banques et que de telles pratiques ont plutôt
tendance à éliminer les récessions économiques9.

7
L’école de la circulation (« currency school ») adopte les thèses bullionistes et
soutient que la monnaie ne détermine que le niveau des prix et les cours du change.
Elle devait donc être sévèrement contrôlée et n’être émise qu’en contrepartie d’un
accroissement du stock d’or national, à la suite d’un excédent de la balance
commerciale et d’une hausse du cours du change (de Mourgues 1993, p.172).
8
L’école de la banque (« Banking school ») soutient que l’émission de monnaie
devait être laissée libre et qu’elle ne présentait aucun danger si elle correspondait
à des créances sûres et à court terme qui permettaient à la banque d’émission de
contrôler sa production et de rectifier ses erreurs (de Mourgues 1993, p.172).
9
Salin (2001) combat la thèse des réserves fractionnaires. Il propose, cependant,
de scinder le débat en trois. Il juge que les raisons avancées par l’école de la banque
libre (Selgin et White, 1996) sont incorrectes, mais soutient que les systèmes
monétaires avec réserves fractionnaires sont stables.
LA THÉORIE AUTRICHIENNE DES CYCLES 63

1. L’école de la libre circulation: la pratique des réserves


fractionnaires est à l’origine des cycles

Pour l’école de la libre circulation, l’étude des causes et des effets


de la pratique des réserves fractionnaires permet de préciser les
conditions dans lesquelles les banques sont à l’origine des cycles.
Cette pratique explique l’erreur d’anticipation des banques et
la baisse artificielle des taux d’intérêt des prêts. Il y a réserve
fractionnaire lorsqu’une banque émet de la monnaie non con-
vertible (fiduciary media).
Sous les catégories forgées par Ludwig von Mises10 (1966,
pp.433), la monnaie non convertible est une forme particulière
de monnaie. Mises distingue, en effet, le crédit réel (crédit gagé
sur l’épargne) et le crédit artificiel (crédit pur). Les banques
émettent des moyens de paiement (billets et chèques) qui ne sont
pas de la monnaie proprement dit, mais des substituts
monétaires (money substitutes). Ces substituts monétaires sont
des créances émises par les banques qui sont à l’origine payables
et remboursables à vue et au porteur en un bien économique
ayant sa valeur propre (or ou argent). Les moyens de paiement
sont convertibles en monnaie. Lorsqu’un moyen de paiement
n’est pas totalement convertible, il est utile de distinguer la partie
convertible que Mises (1966, pp.434) appelle un certificat
monétaire et la partie non convertible que Mises appelle un
moyen de paiement fiduciaire (fiduciary media) 11. Il ne faut pas,

10
La place de Mises dans ce débat n’est pas encore vraiment élucidée. Salerno
(1993) estime que Mises n’est pas partisan de la banque libre. Il soutient que Mises
développe une position orthodoxe (pour le 100%). La controverse entre Le Maux
(2000) et Hülsmann (2000a) traite spécifiquement de cette question. Le Maux (2000)
juge, en effet, que Mises ne soutient pas la règle des 100%. Voir aussi la controverse
entre Selgin (2000) qui considère que Mises n’a pas vraiment pris parti et qu’il y
voit des avantages et des inconvénients et Hülsmann (2000b). Nous ne présentons
cependant pas ce débat dans le corps du texte, car nous partageons la position de
Selgin (2000, p.94) qui pense que le problème ne doit pas être résolu par un
argument d’autorité, « Mises a dit », mais par un effort d’argumentation original.
11
Voir Salerno J.T. (1994, p.75-77).
64 FRANÇOIS FACCHINI

pour cette raison, assimiler mécaniquement billets de banque


et monnaie comme le fait l’école de la circulation (currency school)
puisqu’il peut dans certain cas exister des moyens de paiement
fiduciares (partie non convertible). Il ne faut pas non plus
soutenir, comme l’école de la banque (banking school), que les
billets ne sont que des créances sur la banque et que rien ne
garantit pour cette raison leur convertibilité puisqu’il existe des
certificats monétaires (partie convertible).
C’est parce que la nationalisation de l’offre de monnaie inci-
te les banques à émettre de la monnaie non convertible qu’elle
est à l’origine des cycles économiques et d’importants effets
dominos.

a) Réserve fractionnaire et cycles économiques

Pour que le taux d’intérêt des prêts reflète les préférences


temporelles des prêteurs, il faut que les banques ne confondent
pas l’argent déposé et l’argent épargné.
La banque rend, en effet, deux types de service. Elle vend
son coffre et met en relation les prêteurs et les emprunteurs.
Le client du banquier achète, tout d’abord, aux banquiers les
services rendus par son coffre fort. Il met une partie de ses
ressources à la banque pour des raisons de sécurité (Hüslmann
2000b). La banque n’est pas censée utiliser ses dépôts en
monnaie. Le client de la banque obtient un certificat de dépôt
qu’il peut utiliser pour acheter des biens et services (monnaie
de transaction) et faciliter ainsi ses transactions. Il peut aussi
exiger la remise immédiate de sa monnaie afin de profiter d’un
prix intéressant sur le marché. La banque est donc
contractuellement tenue de ne pas utiliser la monnaie ainsi
déposée. Elle est dans l’incapacité juridique de prêter ce qu’elle
ne possède pas.
Le client du banquier achète, ensuite, un service
d’intermédiation. Le banquier met le prêteur en relation avec
LA THÉORIE AUTRICHIENNE DES CYCLES 65

l’emprunteur. Il informe l’emprunteur des choix inter-temporels


du prêteur. Le prêteur vend alors un service à l’emprunteur par
l’intermédiaire de la banque qui met en relation les deux parties
au contrat. Avant tout contrat, le prêteur informe le banquier
du montant de monnaie qu’il souhaite garder pour sa
consommation courante et le montant de monnaie qu’il souhaite
affecter à la consommation future. Le prêteur sait, en effet,
qu’une fois prêté, son argent ne lui appartiendra plus et qu’il
faudra qu’il attende la fin du contrat ou le remboursement du
prêt pour pouvoir à nouveau utiliser cette monnaie comme il
l’entend. La monnaie prêtée devient la propriété de l’emprunteur.
Le banquier est, dans ces conditions, informé d’une partie des
choix inter-temporels du prêteur. L’action de prêter révèle au
banquier une préférence pour le futur. Une augmentation de
l’offre de monnaie affectée au prêt est donc interprétée comme
une valorisation du futur. L’information véhiculée par le prix
des prêts est une bonne approximation de la préférence temporelle
des individus.
Lorsque le banquier pratique le système des réserves
fractionnaires, il prête de l’argent qui n’a pas été épargné, mais
seulement déposé. Prenons un exemple. Un individu (A) dépose
100 Euros dans les coffres de la banque X pour s’assurer contre
le vol. La banque X utilise 50 de ces 100 Euros pour accorder un
crédit à un individu (B). La banque prête ainsi à l’individu B
sans que l’individu A ait renoncé à sa monnaie. Elle crée donc
de la monnaie. Elle fait croire aux individus (A) et (B) qu’ils
peuvent immédiatement disposer d’un montant total de 150
Euros alors qu’il n’y a que 100 Euros déposés à la banque. Le
banquier, dans ce cas, développe une activité risquée, car il
distribue des crédits instables, c’est-à-dire des crédits qui ne sont
pas garantis par de la monnaie. Il octroie des crédits qui ne sont
gagés sur aucune décision d’épargne en monnaie. Le crédit pur
s’engendre de lui-même. L’argent ne naît pas d’un argent qui
lui préexisterait. Il est crée ex nihilo. Les prêts font les dépôts
66 FRANÇOIS FACCHINI

qui font les prêts qui font les dépôts, etc. C’est pour cette raison
que le banquier est à l’origine des cycles. Il prête plus de monnaie
qu’il n’a le droit (épargne monétaire) afin d’accroître son niveau
d’activité. Il baisse ainsi le taux d’intérêt des prêts, injecte de la
monnaie dans l’économie et biaise l’information véhiculée par
le système des prix en éloignant les entrepreneurs des choix
inter-temporels des acteurs. Les emprunteurs profitent, par
conséquent, de ce Knut Wicksell appelle l’épargne forcée parce
que les banques peuvent offrir plus de crédit qu’elles ne
possèdent d’épargne monétaire.
La monnaie-crédit non gagée sur de l’épargne monétaire tend
alors à biaiser l’information véhiculée par les taux d’intérêt des
prêts et à favoriser un processus de mauvaise coordination qui
ne trouve sa solution que dans une profonde phase de récession.

b) La pratique des réserves fractionnaires expose l’économie


de marché à des effets dominos

La pratique des réserves fractionnaires accroît aussi l’instabilité


des économies de marché parce qu’elle l’expose à des effets
dominos. Une banque fait faillite parce qu’elle ne peut pas
répondre à la demande de monnaie et entraîne avec elle d’autres
banques, ce qui déstabilise complètement le système monétaire
et financier et biaise l’ensemble de la structure du capital qui
devient totalement inadéquate. La théorie autrichienne des
cycles précise les étapes de cet effet. L’école de la libre circulation
soutient donc que l’origine des crises s’explique par la pratique
frauduleuse des réserves fractionnaires et que cette dernière
explique à son tour la création d’une banque centrale (de Soto
1995, p.32). Car lorsque les banques ont compris qu’il était très
lucratif de violer les principes des droits de propriété qui règle
le système du 100%, elles ont fait pression sur le gouvernement
pour qu’il joue le rôle du prêteur en dernier ressort ou/et qu’il
délègue cette fonction à une banque centrale dont la mission est
LA THÉORIE AUTRICHIENNE DES CYCLES 67

de fournir les liquidités lorsqu’elles ont trop émis de moyens


de paiement fiduciaires (fiduciary media).

c) La pratique des réserves fractionnaires est frauduleuse

Cette pratique ne serait, cependant, pas possible dans les


systèmes monétaires de libre circulation. Dans un système
monétaire non hiérarchisé, les banques qui violent «le principe
du droit selon lequel dans le contrat de dépôt d’argent fongible,
l’obligation traditionnelle de garde qui est un élément essentiel dans
tout dépôt non fongible, se matérialise dans l’exigence de maintenir, à
tout moment, une réserve de 100 pour cent de la quantité d’argent
fongible reçue en dépôt, (…)» (Huerta de Soto 1994, p.383) seront
sanctionnées par la justice. La règle du 100% de réserve s’impose
par conséquent spontanément comme une règle abstraite parce
qu’elle est la simple application du droit de propriété privée
(Huerta de Soto 1994, p.388, note 18)12. La pratique des réserves
fractionnaires est frauduleuse (Huerta de Soto 1994, p.386) 13
parce que le banquier agit sans le consentement de son client
qui a déposé sa monnaie, non pas pour un prêt, mais uniquement
pour faciliter sa disponibilité monétaire (Huerta de Soto 1994,
Hoppe et al. 199814, Huerta de Soto 1998b, p.41).
La pratique des réserves fractionnaires enrichit donc les
banques et une partie de la population aux dépens de l’autre15.

12
Huerta de Soto (1994, p.384 note 9) rappelle qu’un jugement du Tribunal de
Paris du 12 juin 1927 condamna un banquier pour délit d’appropriation frauduleuse
pour avoir utilisé, selon la pratique bancaire commune, les fonds qu’il avait reçus
en dépôt de son client. Une autre sentence du même tribunal du 4 janvier 1934 se
prononce dans le même sens.
13
Huerta de Soto (1997, p.4) remarque que cet argument est déjà utilisé par
Navarro en 1556 dans son livre, Commentaire sur l’échange.
14
Hoppe et al. (1998) soutiennent que les propriétaires de la monnaie crédit
pur (emprunteur) ne sont pas les victimes de la fraude, mais des conspirateurs. Ils
aident la banque à détourner la loi.
15
L’institution des banques centrales est le résultat d’une action coercitive des
gouvernements. Elle est le résultat de la complicité du gouvernement des banques pour
institutionnaliser le système des réserves fractionnaires (Huerta de Soto 1995, p.28).
68 FRANÇOIS FACCHINI

1) Elle explique le caractère cyclique des économies de marché


avec banque centrale, 2) viole les droits de propriété, et 3)
favorise l’instabilité et la méfiance.

2. L’école de la banque libre: les cycles s’expliquent par un


déséquilibre monétaire

L’école de la banque libre (free banking school) ne renie pas les


distinctions proposées par Mises, mais estime que la pratique
des réserves fractionnaires n’est pas à l’origine de l’instabilité
du prix de la monnaie. Elle soutient ensuite que 1) la concurrence
entre les monnaies assure la stabilité économique, que 2) la
pratique des réserves fractionnaires respecte la liberté
contractuelle et que 3) l’existence d’un marché inter-bancaire
garantit la stabilité des systèmes de banque libre. Elle mobilise
aussi l’histoire et estime que les banques ont toujours cherché à
contourner le coefficient de réserve de 100%, que le contrôle de
la base monétaire reste précaire (Yeager 2001, p.257) et que les
systèmes de banque libre sont stables alors qu’ils ne pratiquent
pas le coefficient de réserve de 100%.

a) Cycles économiques et déséquilibres monétaires

L’école de la banque libre n’explique pas, tout d’abord, les cycles


par l’absence momentanée de liquidité des banques, mais par
les déséquilibres monétaires. Elle est, sur ce point, en accord avec
l’école de la banque. Elle s’en écarte, cependant, lorsqu’elle es-
time que les déséquilibres monétaires sont le résultat du
monopole de la création monétaire accordé aux banques cen-
trales. Elle propose une théorie des déséquilibres monétaires où
l’excès de monnaie est mesuré par rapport à la demande de
monnaie et non par rapport à la quantité d’épargne monétaire
(Selgin et White 1996). Son raisonnement est le suivant.
LA THÉORIE AUTRICHIENNE DES CYCLES 69

Elle débute par le problème classique de la compatibilité de


l’équilibre monétaire (offre et demande de fonds prêtables) et de
l’égalité épargne - investissement (Selgin 1991, p.91). Elle soutient,
ensuite, que «la demande globale d’avoirs en monnaie-banque reflète le
consentement du public à fournir des fonds prêtables par l’intermédiaire
des banques sur lesquelles il détient ses créances». Les banques sont,
dans ces conditions, de simples intermédiaires pour les fonds
prêtables (p.92). Elles créent une relation directe entre les conditions
d’équilibre sur le marché des avoirs en monnaie-banque et les
conditions d’équilibre sur le marché des fonds prêtables. Toute
augmentation de la demande de monnaie justifie alors une
augmentation des prêts et des investissements bancaires. La phase
de récession qui engage le cycle s’explique, dans ces conditions,
par un déséquilibre monétaire. Si une hausse de l’offre de monnaie
crée un excès de monnaie, les gens dépenseront cet excès (Selgin
2000, p.97). «Si les salariés souhaitent plus de monnaie mais que les
banques ne répondent pas à cette demande ils baisseront leurs achats de
biens de consommation» (Selgin 1991, p.92). Les entrepreneurs
interprèteront cette baisse de la consommation comme une baisse
durable de la rentabilité de leurs activités. Ils réduiront, alors, leur
capacité de production et provoqueront le développement d’une
récession. La phase de récession est donc le résultat d’un mauvais
ajustement de l’offre à la demande de monnaie. Une crise ne peut
se produire que si les banques ne répondent pas de façon appropriée
à une hausse de la demande de monnaie.
L’originalité de la théorie de la banque libre ne se trouve pas,
cependant, dans cette explication monétaire des phases de
récession. Elle est plutôt dans l’approfondissement de la théorie
hayékienne de la dénationalisation de la monnaie (Hayek 1978).
Hayek a, en effet, avancé l’idée que la stabilité du niveau général
des prix sera réalisée dans de meilleures conditions dans un
régime de concurrence que dans un régime de monopole. C’est
sur cette base que l’école de la banque libre explique l’ampleur
des déséquilibres monétaires constatés dans les économies de
70 FRANÇOIS FACCHINI

marché. Après avoir rappelé l’horizon de long terme qui entoure


la gestion de la masse monétaire (Selgin 1991, Chapitre 7),
l’absence de coûts physiques de production de la monnaie et
ses conséquences sur les problèmes d’information rencontrés par
les banques pour ajuster l’offre et la demande de monnaie, les
théoriciens de la banque libre soutiennent que la concurrence
entre les banques est un processus de découverte de l’offre de
monnaie plus performant que le monopole. Toute la théorie des
processus de marché est mobilisée pour atteindre cette
conclusion qui repose simplement sur l’idée qu’un système
centralisé est moins apte à mobiliser l’information tacite qui
existe à l’état synthétique dans le système des prix.

b) La pratique des réserves fractionnaires respecte la liberté


contractuelle

L’école de la banque libre soutient, ensuite, que la pratique des


réserves fractionnaires n’est pas un acte illégal car rien n’indique
que les clients des banques tiennent à ce que les banques
pratiquent un coefficient de réserve de 100%. Les réserves
fractionnaires ne sont frauduleuses que parce que la demande
des clients se porte sur les banques qui pratiquent le 100%. Cette
hypothèse n’est, cependant, étayée par rien et ne peut surtout
pas être généralisée à l’ensemble des agents.
Elles ne sont pas non plus frauduleuses parce qu’émettre un
billet de banque oblige le banquier à rembourser le porteur (Le
Maux 2000, p.173). Le banquier ne s’engage pas à redonner le
même dépôt or, mais une même quantité. Il n’y a donc rien de
frauduleux dans cette pratique.
S’il n’est pas frauduleux de pratiquer le système des réserves
fractionnaires, alors interdire ce type de contrat est liberticide
(White 1989, p.156, Salin 1998). L’absence de banque centrale
ne se traduira plus par la généralisation de la règle du 100%
mais par le cloisonnement du système bancaire; d’un côté les
LA THÉORIE AUTRICHIENNE DES CYCLES 71

banques qui affichent leur coefficient de réserve de 100% et de


l’autre les banques qui pratiquent des réserves fractionnaires
(Selgin 2000, p.96).

c) Les systèmes de banque libre ne sont pas menacés par des effets
dominos

L’école de la banque libre admet enfin le risque que prend la


banque à prêter plus de monnaie qu’elle n’en a en banque (Selgin
2000, p.18) mais estime qu’il faut se poser la question de savoir
si «le jeu en vaut la chandelle». Les systèmes de banque libre avec
réserves fractionnaires prennent le risque que tous les clients
d’une banque demandent le remboursement de leur créance
(fiduciary medias) au même moment. Cette perte de confiance
généralisée serait à l’évidence à l’origine d’une crise et d’une
forte instabilité du système économique.
L’école de la banque libre estime, cependant, que seule une
défaillance du marché inter-bancaire de prêts et emprunts de
très courte durée (le jour) peut provoquer une telle crise
d’illiquidité. Cet échec n’est pas vraisemblable (Salin 1991,
Chapitre IV, Selgin 1991), car dés qu’une banque apparaît comme
un risque, elle ne trouve plus de prêteur. A cet argument s’en
ajoute deux autres.1) Si une banque n’a qu’un client, le risque
qu’il vienne un jour demander la conversion de la totalité de
ses certificats en termes d’or est grand. Le banquier est, dans
ces conditions, obligé de respecter le 100% or. Mais si le nombre
des clients est important, la loi des grands nombres joue et assure
que tous les déposants ne viendront pas en même temps chercher
leur or (Salin 1991, p.67). 2) Les banques ont ensuite intérêt à
constituer un système bancaire afin de garantir la convertibilité
de leur monnaie et d’accroître ainsi l’utilité de la monnaie pour
leur détenteur (Salin 1991, p.85). L’une des conséquences de ce
système est la mise en œuvre d’un marché où les banques
s’échangent leur monnaie à un taux convenu contractuellement.
72 FRANÇOIS FACCHINI

Une banque qui émettrait trop de billets par rapport au nombre


de ses déposants et qui accroîtrait ses risques d’illiquidité serait
sanctionnée par les tribunaux si elle changeait son taux de
conversion or. Les créanciers pourraient cependant l’accepter
pour éviter la faillite (Salin 1991, p.89). Si la faillite est inévitable,
ils pourraient se répartir les coûts et les répercuter en fonction
de leur contrainte sur le prix de leur service. Les banquiers, pour
prévenir ces situations, peuvent aussi instituer des règles de
bonne conduite. Ces règles porteront sur les coefficients de
réserve. Tout banquier qui ne respecte pas un certain niveau de
réserve sera exclu du système ou financièrement sanctionné. Le
système bancaire, qui n’est rien d’autre qu’un cartel spontané,
développe des stratégies pour endiguer les effets de dominos et
conserver leur avantage concurrentiel vis-à-vis d’autres cartels
de banque contrôlant d’autres zones territoriales (Salin 1991,
1998).

3. Ecole de la Banque libre versus Ecole de la libre circulation

Les critiques de l’école de la banque libre ont logiquement donné


lieu à des réponses de l’école de la libre circulation qui a étayé
ses arguments et tenté de persuader de la légitimité de sa
position.

a) Réserves fractionnaires versus déséquilibres monétaires

L’école de la libre circulation a tout d’abord estimé que l’école


de la banque libre confondait demande de monnaie et épargne
en monnaie (Hoppe 1994, pp.71-73, Huerta de Soto 1998b, p.35-
37) et oubliait que l’offre et la demande de monnaie s’ajustaient
aussi par le pouvoir d’achat de monnaie (Salerno 1983, p.246).
Il n’est pas juste, en effet, de soutenir qu’une demande de
LA THÉORIE AUTRICHIENNE DES CYCLES 73

monnaie supplémentaire sans offre nouvelle de monnaie conduit


nécessairement à un déséquilibre car l’offre de monnaie ne
s’ajuste pas uniquement par les quantités. Elle s’ajuste aussi par
les prix. La stabilité de l’offre de monnaie provoque une hausse
du pouvoir d’achat de la monnaie et de la rentabilité de
l’extraction de l’or (Salerno 1983).
Il n’est pas correct, ensuite, de soutenir que l’augmentation
de la demande de monnaie équivaut à une hausse de l’épargne
dès que la banque a ouvert une ligne de crédit à son client. Cette
position conduit les économistes de la banque libre à oublier
l’importance des ajustements inter-temporels sur le marché.
L’augmentation de la demande de monnaie n’équivaut pas à
une augmentation de l’épargne parce que l’épargne traduit les
préférences temporelles des hommes alors que la demande de
monnaie informe sur son utilité. Cette différence rappelle qu’il
ne faut pas traiter tous les dépôts en monnaie comme de
l’épargne car une partie de la demande de monnaie répond à
une demande de liquidités. Une augmentation de la demande
de monnaie ne signifie pas, dans ces conditions, une hausse de
l’épargne, c’est-à-dire un changement des préférences
temporelles des agents. Elle ne doit pas non plus être interprétée
comme une évolution des préférences temporelles. Il peut juste
s’agir d’une augmentation de la demande de liquidité. Il est
logique, à la suite de ce raisonnement, de soutenir que seul le
respect du 100% permet au taux d’intérêt des banques de refléter
les préférences temporelles. Dès qu’apparaissent les moyens de
paiement fiduciaires les taux d’intérêt ne reflètent plus les
préférences temporelles et la structure du capital devient
inadaptée.
74 FRANÇOIS FACCHINI

b) Liberté contractuelle versus Droits de propriété

Le débat sur l’illégalité des réserves fractionnaires dans un


système non hiérarchisé a aussi fait l’objet de nombreux
échanges. Hoppe (1994, p.70) estime que l’école de la banque
libre se méprend sur la notion de liberté contractuelle. La liber-
té contractuelle ne signifie pas que deux individus s’entendent
pour en voler un troisième 16.
Cet argument est juste mais il n’entre pas dans la logique de
l’école de la banque libre qui estime qu’offrir et demander des
moyens de paiement fiduciaires n’est pas un crime. Il s’agit
seulement d’un contrat. Si un tiers (déposant) se trouve lésé,
rien ne l’empêche de faire un recours en justice. Cette solution
est d’ailleurs inscrite dans les institutions du marché.
L’opposition entre les deux arguments est donc factice car rien
n’empêche les banques de pratiquer les réserves fractionnaires 17.
On peut affirmer avec certitude que le système de banque libre
sélectionnera les banques en fonction de leur stratégie de
différenciation (Hülsmann 2000c) 18, mais rien ne permet de dire

16
Ce n’est pas, cependant, parce que les banquiers ont toujours souhaité utiliser
l’argent de leurs déposants à leur profit (Huerta de Soto 1995, p.31) que la règle
du 100% n’est pas praticable. Le vol est une activité lucrative que les autorités pu-
bliques réussissent malgré tout à juguler.
17
Il n’est pas facile cependant d’expliquer les raisons qui pousseraient un client
à accepter ce type de pratique. Personne a priori n’acceptera de prêter son argent
sans le paiement d’une prime de risque. Il y a bien liberté des contrats, mais il n’y
a aucune raison que le déposant accepte un tel contrat qui est désavantageux pour
lui. S’il veut prêter son argent, il fait payer le service. Le contrat porte alors sur le
taux d’intérêt du prêt et non sur la possibilité de prêter un argent qu’a priori il
souhaite immédiatement disponible. La banque qui pratique les réserves
fractionnaires le fera donc bien sans le consentement de son client (sauf exception).
18
L’école de la libre circulation tente, enfin, de développer une voie de
conciliation en proposant une théorie de la différenciation. Le coefficient de réserve
deviendrait un facteur de discrimination important pour les clients qui, selon leur
besoin et leur degré d’aversion au risque s’adresseront à des banques pratiquant
les réserves fractionnaires ou à des banques respectant la règle du 100% (Hüslmann
2000c). Cette position est déjà tenue par Salerno (1983) qui propose de distinguer
les banques des institutions financières afin de sortir du débat sur les réserves
fractionnaires de l’impasse.
LA THÉORIE AUTRICHIENNE DES CYCLES 75

avec certitude si ce sont les banques qui pratiquent un coefficient


de réserve de 100% qui passeront le test du marché. Seule la
mise en place de systèmes monétaires non hiérarchisés sur
longue période permettrait de l’affirmer.

c) Effets de dominos versus stabilité des systèmes de banque libre

Le troisième argument débattu porte sur la stabilité des systèmes


de banque libre avec réserves fractionnaires. L’histoire est
mobilisée par les deux écoles. L’école de la libre circulation prend
argument de la disparition des systèmes de banque libre pour
valider sa position19 . Si toutes les expériences historiques de
banque libre avec réserves fractionnaires ont échoué (Huerta de
Soto 1998, pp.37-39) et conduit à l’institutionnalisation d’une
banque centrale, c’est qu’elles n’étaient pas viables. Les systèmes
de banque libre avec réserves fractionnaires n’auraient donc pas
passé le test du marché (Hülsmann 2000c).
L’école de la banque libre rejette cette position en montrant
que les systèmes de banque libre étaient performants et stables
(Selgin 1988, Chapitre 1 et p.243). Elle établit un certain nombre
de faits (Dowd 1992, 1994). Le système de banque libre favorise
une grande stabilité du pouvoir d’achat de la monnaie et
fonctionne plutôt sur une base matérielle qui est l’or. Aucun
système de banque libre n’a jamais abandonné la convertibilité
or et aucune évidence historique ne permet d’affirmer que la
concurrence entre les banques favorise l’explosion monétaire et
l’accélération de l’inflation. Ces systèmes étaient très stables et
l’offre supplémentaire de monnaie induite par les découvertes
de mines d’or était rapidement intégrée dans le système (White
1984). Leur stabilité était caractérisée par de faibles variations
des taux d’intérêt dans les systèmes écossais et canadiens, par

19
Voir par exemple Rothbard (1988) pour l’école de la libre circulation et
Horwitz (1993) pour l’école de la banque libre.
76 FRANÇOIS FACCHINI

une meilleure capacité à réagir que les systèmes américains ou


anglais face aux chocs climatiques (Dowd 1994, p.411) et par un
financement sur fonds permanents beaucoup plus élevé dans
les systèmes libres que dans les systèmes réglementés ou
hiérarchisés 20. On peut en conclure que vraisemblablement dans
un système de banque libre les banques mettront en place un
système de compensation qui n’empêchera pas une banque de
faire faillite si elle a pris des risques inconsidérés, mais qui
rendra presque nuls les effets dominos.
Ce n’est donc pas parce que les systèmes de banque libre
n’étaient pas viables qu’ils ont disparu, mais parce que les
gouvernements politiques souhaitaient pratiquer le
seigneuriage, financer ainsi leurs dépenses militaires et leurs
stratégies de prédation et répondre à la pression des banquiers.
Les arguments théoriques sont aussi renouvelés. L’école de
la libre circulation considère que la constitution d’un cartel de
banques permet de soutenir que les risques d’un effet de
dominos sont limités mais pas écartés (Hülsmann 1998b). Il est
correct aussi de penser que la contrepartie d’un système de
parfaite convertibilité des monnaies-banques entre elles est de
généraliser les comportements de passager clandestin car dans
un tel système, le pouvoir d’achat d’une monnaie-banque
dépend du pouvoir d’achat de toutes les autres. Chaque banque
est, dans ces conditions, obligée de défendre le cours de la
monnaie-banque de sa concurrente pour éviter une baisse du
pouvoir d’achat de sa propre monnaie. La mutualisation des
risques induite par le cartel a donc un effet pervers puisqu’elle
favorise une baisse progressive des coefficients de réserve qui,
à terme, ne peut que fragiliser le système monétaire.
L’école autrichienne explique donc l’excès de monnaie par
l’institutionnalisation d’un système monétaire hiérarchisé mais
se divise sur les conditions de stabilité d’un système de banque

20
Tous ces résultats sont confirmés par Gentier (2000).
LA THÉORIE AUTRICHIENNE DES CYCLES 77

libre. L’école de la libre circulation soutient que l’absence de


banque centrale aurait pour effet d’empêcher la pratique des
réserves fractionnaires, de biaiser les taux d’intérêt et de
distordre la structure du capital. L’école de la banque libre argue
que les systèmes de banque libre pratiqueraient des coefficients
de réserve inférieurs à 100% et que c’est la concurrence qui
protégerait la stabilité du système.

IV. UNE EXPLICATION DE LA RÉCURRENCE


DES ERREURS COLLECTIVES D’ANTICIPATION

La théorie autrichienne des cycles ne doit pas cependant se


contenter d’expliquer les erreurs d’anticipation qui distordent
la structure du capital. Elle doit aussi rendre compte de la
récurrence des erreurs et de leur dimension collective, car un
cycle se répète par définition et n’est pas composé que d’une
phase de récession.
Pour expliquer la récurrence d’erreurs collectives d’anticipation
les économistes autrichiens mobilisent leur théorie des anticipations
cognitives et leur théorie des droits de propriété. Ils soutiennent
que les banquiers n’apprennent rien de leurs erreurs (récurrence)
parce qu’ils n’y ont pas intérêt et qu’ils font tous la même erreur
parce que l’institutionnalisation d’une banque centrale concentre
les anticipations autour de ses décisions. Les pertes de confiance
collectives sont, dans ces conditions, amplifiées par la centralisation
du système monétaire.
78 FRANÇOIS FACCHINI

1. La socialisation des risques explique la récurrence


des erreurs d’anticipation

La nationalisation de la monnaie favorise des pratiques de prêts


non gagés sur de l’épargne en monnaie parce qu’elle tend à
socialiser les risques d’une telle pratique. Les banquiers
développent largement ce type d’activité parce que le système
socialise les pertes sur l’ensemble du système monétaire mais
maintient les gains privatifs. Elle limite les effets de l’absence
de liquidité sur la faillite des banques et met les banques en face
du même choix que les éleveurs en présence d’une pâture
commune de libre accès (Huerta de Soto 1995, p.33).
Face à une augmentation de la demande de crédit sans
variation de la quantité de monnaie déposée dans les banques
(base monétaire), les banques ont deux attitudes possibles, soient
elles augmentent le taux d’intérêt des prêts, soient elles baissent
leur coefficient de réserve. Si chaque banque est responsable et
supporte le coût de l’expansion du crédit, elles ont plutôt
tendance à augmenter le taux d’intérêt des prêts. Si les banques
peuvent externaliser une partie de leur coût sur les autres
banques sans perdre de bénéfices, elles choisiront de réduire leur
coefficient de réserve. Chaque banque sait pourtant que réduire
le coefficient de réserve accroît les risques de faillite et
d’instabilité. Chaque banque a aussi conscience, que si elle ne
prête pas pour maintenir le système stable, les autres banques
le feront. Il s’agit donc d’un problème classique de dilemme du
prisonnier (Carilli et Dempster 2001, p.322).
Lorsque le système institutionnel n’individualise pas
correctement les gains et les pertes jointes à une action, il pro-
voque la généralisation des comportements de passager
clandestin. En l’absence de banque centrale (prêteur en dernier
ressort), chaque banque doit supporter tous les risques de
liquidité associés à une diminution du coefficient de réserve.
Avec le monopole de la banque centrale, la banque qui prête
LA THÉORIE AUTRICHIENNE DES CYCLES 79

plus qu’elle ne possède en réserve ne supporte pas tous les coûts


de son action parce que le prêt supplémentaire n’est qu’une
petite partie de l’offre de monnaie du monopole. L’existence
d’un prêteur en dernier ressort et d’un monopole de la création
de monnaie expliquent donc pourquoi les banques ont intérêt à
créer un excès de moyens de paiement non convertibles.
On possède ainsi une explication des récurrences des erreurs
collectives. C’est parce que le système institutionnel
n’individualise pas correctement les pertes et les profits qu’il
suscite la récurrence des erreurs. Les entrepreneurs anticipent
toujours de la même manière les effets des politiques monétaires
des gouvernements, mais n’ont pas intérêt à en tenir compte,
car ils savent que d’autres en profiteront. Autant qu’ils tirent
des bénéfices du système avant qu’il n’entre en récession. La
phase d’expansion reste bénéfique pour ceux qui ont prêté et
emprunté. Les vrais perdants sont ceux qui n’ont pas profité des
gains de l’expansion et qui supportent la totalité des pertes
pendant la récession. L’existence d’une banque centrale favorise
donc l’émergence d’opportunités de profit qui n’existent qu’à
l’état latent ou marginal dans un système monétaire qui res-
pecte les droits de propriété absolus des intervenants sur le
marché.

2. L’uniformité des anticipations s’explique par l’existence


d’une banque centrale

Reste pour conclure à expliquer pourquoi les banquiers agissent


tous de la même façon.
Dans un système de banque libre, la coordination inter-
temporelle est le résultat du travail d’anticipation des
entrepreneurs. Ces derniers ne sont pas omniscients mais sont
aidés dans leur tâche par l’institution des profits monétaires qui
permet de savoir relativement rapidement qui a bien anticipé
80 FRANÇOIS FACCHINI

la demande car le taux d’intérêt des prêts informe sur la variation


du volume de l’épargne mais ne dit rien sur le type de demande
qui se développera dans le futur. L’entrepreneur s’en remet alors
à son alertness pour définir le type de biens sur lesquels se por-
tera la demande des consommateurs.
Toute variation des taux d’intérêt des prêts (échange différé)
informe approximativement les entrepreneurs sur les choix
inter-temporels des agents et met l’économie en mouvement.
Une modification des préférences temporelles oblige en effet les
entrepreneurs à s’adapter et à modifier la structure du capital.
Elle provoque des licenciements, des embauches, des pertes et
des profits. Elle redistribue les parts de marché et remet en cau-
se les situations acquises par les entrepreneurs parce qu’elle
sanctionne les entrepreneurs qui ont échoué dans leur travail
de coordination. Une erreur d’anticipation peut par exemple
provoquer une sur-évaluation de la valeur des biens futurs et
une sous-évaluation de la valeur des biens présents. Les
investissements réalisés ne réussissent pas alors à dégager les
bénéfices suffisants pour payer l’intérêt des emprunts et les
salaires et réaliser des profits.
L’erreur isolée est ainsi à la source de pertes pour l’entrepreneur.
Elle n’est cependant qu’une simple source de mouvement
lorsqu’elle reste isolée. Le taux d’intérêt des prêts et l’activité
des banques n’opèrent, dans ces conditions, pas parfaitement
parce qu’ils n’arrivent pas à informer parfaitement les acteurs
sur leurs choix inter-temporels. Ils sont cependant des points
d’orientation indispensables pour l’entrepreneur qui souhaite
répondre à la demande future.
L’action de l’investisseur ne correspondra pas toujours à la de-
mande future, mais la diversité des anticipations lui permettra
de réajuster son offre en imitant les décisions des entrepreneurs
qui auront anticipé la demande des consommateurs avec le plus
d’acuité. Cette correction des erreurs d’anticipation isolées se fera
par des restructurations industrielles (faillites et rachats, fusions,
LA THÉORIE AUTRICHIENNE DES CYCLES 81

etc.) ou par l’existence d’une structure de production suffisamment


flexible pour se réorienter en cas d’erreur d’appréciation de
l’entrepreneur sur la nature de la demande future.
La théorie autrichienne des cycles nous met cependant en
présence d’erreurs collectives d’anticipation. L’erreur collective
est un facteur d’instabilité, car elle suppose que tout le monde
se trompe. Il n’existe pas, dans ces conditions, de repères
capables de faciliter la réorientation des ressources vers la
production des biens qui satisfont la demande. La condition
formelle d’une erreur collective est donc la convergence des
anticipations (Fehl 1986, p.82).
Développer une théorie des cycles c’est aussi expliquer
pourquoi à certaine période de l’Histoire il existe un processus
d’auto-renforcement des erreurs d’appréciation sur les besoins
futurs des consommateurs.
La théorie des anticipations et l’hypothèse du «big player» sont
de bonnes bases pour expliquer l’uniformité des anticipations
dans un système monétaire hiérarchisé. L’uniformité des
anticipations s’explique par la centralisation du processus de
découverte de profit autour des décisions de la banque centrale.

a) La théorie des anticipations

La théorie des anticipations utilisée ne reprend pas l’hypothèse


des anticipations rationnelles de Lucas, elle préfère reprendre
et étendre la théorie hayékienne21.
Dans la théorie hayékienne, les anticipations sont le résultat d’un
travail d’interprétation de la réalité (comme elle est et comme elle
pourrait être) encadré et orienté par les règles de l’esprit. Les règles
de l’esprit ne sont cependant pas indépendantes de l’environnement
dans lequel elles se sont formés. Les anticipations individuelles et
les comportements sont dépendants des institutions qui président
21
Cette théorie est construite sur la philosophie de l’esprit exposée par Hayek
dans son ouvrage de 1952 Sensory Order.
82 FRANÇOIS FACCHINI

à l’ordre social (Butos et Koppl 1993, p.317). Toute modification


des institutions modifie le contexte dans lequel se forme
l’anticipation. Cela signifie que les règles du marché sont
intériorisées par les individus qui interprètent la réalité à leur
lumière. Ils savent que s’ils ne respectent pas les règles du marché,
ils seront sanctionnés. La concurrence sur le marché impose aux
participants à l’échange une discipline qui punit les comportements
déviants par des pertes.
Cette unicité de la règle ne se traduit cependant pas par une
uniformité des comportements, car ce n’est pas parce que tout
le monde agit dans le même environnement qu’il aura les mêmes
projets. La diversité des plans crée une diversité des antici-
pations dans un contexte institutionnel identique pour tout le
monde. Elle ne se traduit pas non plus par l’uniformité des
comportements parce qu’il ne s’agit pas d’un commandement.
La règle ne dit pas ce qu’il faut faire dans le détail, mais ce qui
est interdit. C’est un principe négatif.

b) L’hypothèse du «big player»

Toute modification de l’ordre institutionnel modifie alors les


anticipations des acteurs. L’institutionnalisation d’un système
monétaire hiérarchisé autour d’une banque centrale est un
profond changement du contexte institutionnel des actions
humaines sur le marché. Elle introduit un joueur qui a le pouvoir
de ne pas se plier à la discipline du marché, autrement dit, un
«big player» (Koppl et Yeager 1994). Le «big player» est quelqu’un
qui influence les résultats du processus de marché en exerçant
un jugement discrétionnaire qui lui permet d’échapper à la
logique des pertes et des profits 22. Le ministre des finances et le
gouverneur de la banque centrale sont des «big players».

22
«A Big player in anyone who influences the results of the market process by
exercising his discretionary judgement while remaining himself wholly or largely immune
from the discipline of profit and loss» (Koppl and Yeager 1992, p.5).
LA THÉORIE AUTRICHIENNE DES CYCLES 83

Quand les marchés sont soumis à l’action discrétionnaire des


«big players», ils ne coordonnent plus aussi bien les actions
humaines, car l’action des «big players» est moins prédictible que
l’action des autres joueurs sur le marché qui obéissent
strictement à la loi des pertes et des profits. Tous les
entrepreneurs dépendent désormais de l’idiosyncrasie du
gouverneur de la banque centrale. Ils doivent, pour cette raison,
anticiper ses actions et tenter de prévoir l’imprévisible par
rapport aux règles normales du marché. Ils cherchent à
interpréter les déclarations, les écrits et l’ensemble des discours
des gouverneurs successifs de la banque centrale. Ils redoutent,
pour cette raison, tout changement à la tête des banques centra-
les car ils sont obligés de réapprendre à gérer les personnalités
des hommes qui gèrent ces organisations. L’introduction d’un
«big player» est aussi un facteur de mauvaise coordination des
actions humaines sur le marché parce qu’elle affaiblit le filtre
des pertes et des profits. Elle compromet la discipline du mar-
ché et la stabilité des anticipations.

c) Action du «big player» et uniformité des anticipations

L’introduction d’un ««big player» est de surcroît à l’origine d’une


tendance à l’uniformisation des anticipations des acteurs car elle
centralise le processus d’anticipation autour d’un point focal (la
décision de la banque centrale) et transforme le système de règles
en un système de commandement.

— Le «big player» centralise le processus d’anticipation. Tous


les acteurs sont attentifs à l’action de la banque centrale parce qu’elle
a le pouvoir de modifier toute la hiérarchie des taux d’intérêt des
prêts. Dans un système hiérarchisé, la nouvelle monnaie est créée
lorsque la banque centrale accorde un prêt. Ces prêts sont déposés
dans les banques et sont de la responsabilité de la banque centrale.
Les banques incitent les emprunteurs (entrepreneurs) à rechercher
84 FRANÇOIS FACCHINI

ces prêts par une baisse des taux d’intérêt monétaires. Si elles
obtiennent facilement des prêts de la banque centrale, elles peuvent
baisser leur taux d’intérêt. Si les prêts de la banque centrale sont
coûteux, en revanche, elles augmentent leur taux d’intérêt et
limitent le processus de création monétaire. Cela signifie que c’est
la politique monétaire menée par la banque centrale qui oriente
l’activité des banques. Il ne s’agit plus d’anticiper une demande
diffuse constituée d’une infinité d’individus, mais d’anticiper
l’action de l’autorité monétaire afin d’en exploiter les effets. Le prix
des prêts n’est plus lié à la préférence temporelle des
consommateurs, mais à la préférence temporelle des autorités
monétaires.
Désormais tout le système des taux relatifs d’intérêt des prêts
est hiérarchisé par un prix unique (taux de refinancement de la
banque centrale) qui définit le taux de base bancaire de
l’ensemble d’une économie nationale. Outre le fait que ce prix
de l’argent est partiellement déconnecté des préférences
temporelles des acteurs, il centralise tout le jeu des anticipations.
Il s’agit de connaître le prix de la monnaie banque centrale. Si
toutes les banques anticipent une baisse, alors les entreprises
jugent qu’une période d’expansion inflationniste va s’ouvrir et
qu’ils ont intérêt à s’endetter pour bénéficier d’un effet de levier.

— Le «big player» transforme le système de règle en un


système de commandement. L’institutionnalisation d’un
système hiérarchisé rend les entrepreneurs et les banquiers
captifs des ordres (commandements) des autorités monétaires
qui peuvent exiger des acteurs un type d’action. Le gouverneur
de la banque centrale peut, par exemple, souhaiter défendre la
valeur de sa monnaie dans une situation où les tensions
inflationnistes dominent. Il peut alors obliger les banques quelle
que soit leur politique de crédit à déposer une partie de leurs
réserves à la banque centrale. Il sanctionne indifféremment les
banques qui participent à la crise monétaire et celles qui ont une
LA THÉORIE AUTRICHIENNE DES CYCLES 85

gestion saine de leurs ressources. Il tend alors à ne pas respecter


la discipline du marché et à inciter les entrepreneurs à ne pas la
respecter puisqu’ils ne seront plus récompensés s’ils anticipent
correctement le futur et gèrent sainement leurs affaires.

d) Quelques conséquences sur le débat entre l’école de la libre


circulation et l’école de la banque libre

L’introduction d’un «big player» développe par conséquent un


processus d’uniformisation des anticipations qui induit une
grande instabilité puisque désormais l’erreur ne sera plus isolée,
mais collective et plus aucun système de compensation ne pourra
jouer. Dans ce contexte, les effets de dominos n’existent que si
tous les clients des banques jugent au même moment qu’il exis-
te un risque d’illiquidité. Ils ne s’expliquent que par un processus
de convergence des anticipations. Il est peu vraisemblable,
cependant, qu’un tel processus existe en économie de marché,
car la décentralisation garantit la diversité des anticipations et
assure ainsi sa stabilité. L’hypothèse du «big player» explique
donc aussi pourquoi un système de banque libre est stable et
assuré contre les effets de dominos.

V. CONCLUSION

La théorie autrichienne des cycles est donc devenue plurielle et


très attentive aux conditions institutionnelles de l’activité des
banquiers. Elle a perdu en unité, mais a su renouveler son
discours spéculatif (description) et ses prescriptions (morale).
86 FRANÇOIS FACCHINI

1. L’importance des renouvellements théoriques

L’école autrichienne s’accorde sur l’idée que l’instabilité de


l’économie de marché s’explique par la nationalisation de la
monnaie mais se divise sur ce qui faisait pourtant le cœur de la
théorie autrichienne des cycles puisqu’elle ne s’entend plus sur
l’idée que l’origine des cycles s’explique par l’écart entre les
crédits accordés par les banques (fiduciary money) et les fonds
volontairement épargnés.
Ces divergences ne remettent pas en cause l’unité et
l’originalité de sa démarche. Elle est unifiée autour de
l’explication de la récurrence des erreurs collectives d’anticipation
et propose une théorie endogène des cycles qui met au cœur de
son explication l’erreur, le capital et la monnaie. On peut aussi
remarquer que la théorie autrichienne des cycles rejoint la
théorie post-keynésienne dans sa volonté d’endogénéiser les
explications de l’offre de monnaie et de ne plus considérer cette
dernière comme une variable exogène. Elle met ainsi l’accent
sur le rôle décisif que jouent le banquier et les institutions
monétaires (banque centrale ou banque libre) dans l’instabilité
des systèmes économiques. Elle se distingue, pour cette raison,
des théories exogènes et réelles des cycles où l’erreur
d’anticipation est ignorée et où le facteur travail est le seul
facteur d’ajustement.
Ces divergences ne sont, cependant, pas sans conséquence,
car elles portent sur le cœur de la théorie autrichienne
traditionnelle des cycles et sur la nature de la monnaie. Il est
juste à notre avis de penser que l’école de la libre circulation est
la seule garante de la théorie autrichienne des cycles telle qu’elle
s’est développée au début du vingtième siècle. La théorie de la
banque libre se présente, au contraire, plus comme une
alternative que comme un moyen de perfectionner la théorie
existante. Outre ces remarques générales nous pensons que la
décentralisation des systèmes de banque libre garantit leur
LA THÉORIE AUTRICHIENNE DES CYCLES 87

stabilité, mais qu’il n’est pas possible de soutenir que les


systèmes de réserves fractionnaires qui ont existé ont passé le
test du marché. La question reste donc ouverte tant que les Etats
n’auront pas libéralisé durablement l’émission de monnaie.
Nous pensons, aussi, que la pratique des réserves fractionnaires
explique la mauvaise coordination des projets économiques dans
le temps parce qu’elle biaise l’information sur les préférences
temporelles véhiculées par les agents. Il n’est pas exclu, pour
cette raison, que le test du marché ne sélectionne pas la pratique
du coefficient de réserve de 100% et que la dénationalisation de
la monnaie ne garantisse pas contre des baisses artificielles des
taux d’intérêt. La mauvaise coordination dans le temps des
actions individuelles n’est pas, cependant, générale, car dans
un système décentralisé il y a une pluralité de taux d’intérêt. La
mauvaise coordination inter-temporelle d’un projet de
production explique les faillites individuelles, mais ne provo-
que pas de crises systémiques. Il ne faut donc pas attendre de la
dénationalisation de la monnaie qu’elle assure une parfaite
correspondance de tous les projets de production à la demande,
mais qu’elle garantisse l’ordre économique contre l’avènement
de profondes phases de récession.

2. Les conséquences de politique économique de la Théorie


autrichienne des cycles

En portant leur attention sur les effets de la nationalisation de


la monnaie sur la stabilité des économies de marché, les
économistes de l’école autrichienne ont aussi renouvelé leurs
prescriptions de politique économique. Ils peuvent soutenir qu’il
n’est pas suffisant de constitutionnaliser les politiques
monétaires (central circulation school)23 pour garantir la stabilité

23
L’école autrichienne se trouve sur ce point d’accord avec l’analyse proposée
par Allais (1993, p.325) ou Friedman (1960). Allais (1993) défend le principe du
88 FRANÇOIS FACCHINI

des économies de marché. La constitutionnalisation de la


pratique du coefficient de réserve de 100% rétablit la justesse
de l’information véhiculée par les taux d’intérêt sur les
préférences temporelles des agents. Elle ne s’attaque, cependant,
pas à l’origine de l’instabilité monétaire et économique qui est
l’uniformisation des anticipations induite par la nationalisation
de la monnaie. Si les économistes autrichiens ont raison, il est
juste alors de penser que l’Union monétaire et l’indépendance
des banques centrales limitent les erreurs d’anticipation des
entrepreneurs et l’apparition de cycle politico-économique, mais
renforcent le pouvoir du «big player» et ses effets (la socialisation
des pertes 24 , les risques de parasitisme et l’uniformité des
anticipations). Ce sont donc des solutions insuffisantes pour
lutter efficacement dans le long terme contre l’instabilité des
systèmes économiques et monétaires.

coefficient de réserve de 100% pour faciliter la politique monétaire des


gouvernements et suit sur ce point la tradition monétariste qui est favorable au
coefficient d’encaisse de 100% afin de rendre la politique monétaire plus prévisible
(Friedman 1960, pp.104-115).
24
Salin (1991) soutient que la création d’un système monétaire européen autour
d’une banque centrale européenne indépendante ne porte pas remède à la
caractéristique essentielle des systèmes monétaires modernes, à savoir
l’irresponsabilité institutionnelle.
LA THÉORIE AUTRICHIENNE DES CYCLES 89

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FRIEDRICH A. VON HAYEK E IL PROBLEMA DELLA SOLIDARIETÀ 95

FRIEDRICH A. VON HAYEK E IL


PROBLEMA DELLA SOLIDARIETÀ
DARIO ANTISERI*

Resumen. La competizione nello sviluppo della scienza e nella vita di una


democrazia costituisce la piü alta forma di collaborazione, cosí come lo é
nell’economia di mercato - sistema económico che sta a base delle liberta
politiche e che é la fonte maggiormente sicura del piü esteso benessere. La
Grande Societá, tuttavia, é seriamente minacciata - ammonisce Hayek -
dalla riaffermazione dell»’etica tribale» del socialismo: «il concertó di
‘giustizia sociale’ é stato il cavallo di Troia tramite il quale ha fatto il suo
ingresso il totalitarismo». Con ció Hayek non nega affatto il valore della
solidarietá, in quanto la Grande Societá puó permettersi di aiutare i piü
deboli e deve farlo.

Abstract. In the development of science and of a democracy, competition


represents the highest form of collaboration. The same applies in the free
market economic system that supports political freedom and corresponds
to the most secure source of extended welfare. However, Hayek warns that
The «Great Society» is seriously threatened by the comeback of the social-
ism’s «tribal ethic»: «the concept of ‘social justice’ has been the Trojan horse
for the entrance of the totalitarism». By saying this, he does not deny the
value of solidarity. The Great Society can allow itself to help those in need,
and actually it must do it.

* Libera Università degli Studi Sociali (LUISS), Roma.

Procesos de Mercado: Revista Europea de Economía Política,


vol. I, n.º 2, Otoño 2004, pp. 95 a 118
96 DARIO ANTISERI

I. SCIENZA, DEMOCRAZIA E MERCATO: UNITI DAL


GRANDE PRINCIPIO DELLA «COMPETIZIONE»

La ricerca scientifica può venir correttamente vista, nella scia del


razionalismo critico, come un processo senza fine di soluzioni
di problemi attraverso la «concorrenza» di più idee; sul piano
politico, la ricerca scientifica trova il suo equivalente nella
democrazia in quanto concorrenza tra le varie proposte dei
differenti partiti; in economia la competizione si ha tra prodotti
esposti sul mercato. Ricerca scientifica, democrazia e mercato
funzionano in base al grande principio della concorrenza. Se nella
vita intellettuale non c’è concorrenza tra idee, l’esito sarà un
intollerante e cieco dogmatismo; se nella vita politica non c’è
concorrenza, l’esito scontato sarà il totalitarismo; se in economia
viene abolita la concorrenza del mercato, avremo una piani-
ficazione centralizzata, fonte di oppressione, di corruzione e di
dissipazione delle risorse.
La realtà è che, analogamente a quanto accade nella scienza,
anche sul mercato vince —di volta in volta, e non certo per
l’eternità— chi ha saputo inventare e produrre una «merce» che
risolve un problema (magari prima inesistente) meglio di altre
merci. E come nella scienza sovrani sono i fatti, così sul mercato
(non truccato, senza protezioni) sovrani sono i consumatori con
le loro preferenze, preferenze illuminate da valori scelti. Il
mercato è un processo di soluzione di problemi. Ma esso è anche,
o soprattutto, «un processo di esplorazione in cui gli individui
cercano nuove opportunità che, una volta scoperte, possono
essere usate anche da altri» (Hayek, 1988b, p. 320; e si veda anche
Hayek, 1986, pp. 441-444). Chi abbraccia l’economia di mercato
è antistatalista e antinterventista, vede nella proprietà privata
dei mezzi di produzione il fondamento del benessere e della più
ampia libertà, e considera la concorrenza come la più alta for-
ma di collaborazione. Competizione, infatti, deriva dal verbo
cum-petere, che significa cercare insieme: cercare insieme in
FRIEDRICH A. VON HAYEK E IL PROBLEMA DELLA SOLIDARIETÀ 97

maniera concorrenziale, come nella scienza così nel mercato, la


migliore soluzione («teoria» o «merce»). La logica di mercato è
una logica sensibile, ultrasensibile, ai problemi degli utenti o
consumatori. Già in questo primo senso è una logica della
solidarietà.

II. IL «PROCESSO» AL MERCATO SI BASA


SU DI UNA «ISTRUTTORIA» SBAGLIATA

Ma è proprio il valore della solidarietà quello a cui ci si richiama


a destra e a sinistra e a cui fanno appello tanti amici cattolici per
scagliarsi contro l’economia di mercato. L’economia di mercato
—si dice— è esattamente l’opposto della solidarietà. La competi-
zione viene vista come una guerra che, ovviamente, emargina i
vinti. Il profitto sarebbe semplicemente un furto. Il mercato —
si aggiunge— è spietato: schiaccia tutto e tutti e non si accorge
nemmeno dell’esistenza di persone che, come per esempio i
portatori di handicap, nella competizione non possono neppure
pensare di entrare. E le critiche diventano un rifiuto secco e totale
del mercato allorché si punta il dito su quell’orribile cosa che è
la compra-vendita di armi micidiali. Il «mercato» delle armi è
uno degli argomenti più usati contro l’economia di mercato.
Non è proprio il caso di porre in discussione le buone intenzioni
di quanti —cattolici o no— sono contrari al mercato in nome
della solidarietà con i più umili, con gli svantaggiati, con quanti
hanno urgente bisogno di cure indispensabili e di aiuto. Ma,
come ben si sa, di buone intenzioni son lastricate le vie dell’in-
ferno. C’è un vecchio detto, in Pennsylvania, secondo il quale i
Quaccheri andarono nel Nuovo Mondo per fare del bene e
finirono per fare soldi. Scriveva Thoreau nel 1845: «Non c’è odore
peggiore di quello della bontà andata a male [...] Se sapessi per
certo che qualcuno sta venendo a casa mia col deliberato con-
senso di farmi del bene, scapperei a gambe levate». Ed ecco come
98 DARIO ANTISERI

Milton Friedman (Friedman, 1975, p. 82) commenta questo


pensiero di Thoreau: «chiunque è libero di fare del bene, ma a
spese sue».
Non è, dunque, questione di intenzioni. Queste le guarderà
Iddio. Per noi contano, dalla prospettiva politica, gli esiti di tali
progetti intenzionali. E i risultati del rifiuto del mercato in nome
della solidarietà sono e sono stati letteralmente disastrosi, sia
per la libertà che per il benessere di milioni e milioni di uomini.
Senza economia di mercato, senza la proprietà privata dei mezzi
di produzione, non è possibile nessuna vera democrazia,
nessuno Stato di diritto, e nessuna libertà individuale è garantita.
Lo Stato che ha abolito la proprietà privata dei mezzi di
produzione è lo Stato che possiede tutti i mezzi; e «chi possiede
tutti i mezzi stabilisce tutti i fini» (Hayek, 1948, p. 81; e Hayek,
1996, p. 163). E, d’altro canto, «la libertà di stampa è un puro
inganno se l’autorità statale controlla tutti gli uffici-stampa, tutte
le tipografie e tutte le cartiere» (Mises, 1959, p. 277).
L’economia di mercato è la base della libertà politica. Ma essa
è anche la fonte più sicura del benessere più esteso, in quanto è
proprio l’economia di mercato che si è rivelata come lo strumento
più adeguato, tra quelli disponibili, per produrre ricchezza per
il maggior numero di persone (Hayek, 1997b, pp. 196-218; e
Hayek, 1967, p. 23 e ss.). Di conseguenza, se non vogliamo che
la solidarietà significhi un reciproco pianto sulle nostre miserie
(o, peggio ancora, lo storno —cioè il furto— di risorse da chi
produce a clientes parassiti i quali per mestiere fanno gli
«elettori»), allora dobbiamo asserire —perché intellettualmente
convinti e moralmente motivati— che è l’economia di mercato
a configurarsi come un vero e proprio strumento della solidarietà.
Certo, una società che abbia abbracciato l’economia di mercato
non è e non sarà mai il paradiso. E, tuttavia, è decisamente
preferibile dividere in parti diseguali la ricchezza in un mondo
di libertà e di pace piuttosto che dividere in parti sempre e
comunque diseguali la miseria in un mondo di oppressione in
FRIEDRICH A. VON HAYEK E IL PROBLEMA DELLA SOLIDARIETÀ 99

cui necessariamente vige il principio per cui «chi non ubbidisce


non mangia».
Si guarda al mercato delle armi e si rifiuta la logica del
mercato. E’ forse questo un valido argomento? Sarebbe come
dire che occorre abolire la scienza perché la fisica ha scoperto
l’energia nucleare e la chimica ci ha fatto conoscere gli effetti
del curaro. Ma è chiaro che se uno usa il curaro per uccidere
un’altra persona, la colpa non è né del curaro né della scienza;
colpevole è soltanto l’assassino e malvagia è la sua etica.
Analogamente, se uno realizza profitto vendendo armi, il
colpevole non è il «mercato»; colpevoli sono coloro che vendono
e comprano armi e disumana è la loro etica. Il mercato è sempre
innocente.

III. F.A. VON HAYEK: LA GRANDE SOCIETÀ


È MINACCIATA DALL’«ETICA TRIBALE»

Tutta la nostra conoscenza è ipotetica, congettuale; resta


smentibile. Questo è il grande insegnamento di Karl R. Popper.
Un insegnamento decisamente contro-intuitivo: giacché ognuno
di noi pensa di avere l’esatta percezione della situazione, la vera
soluzione dei problemi, i valori più alti razionalmente fondati,
l’ideologia «scientifica», il «vero» Dio o l’indiscutibile dimos-
trazione della non-esistenza di Dio. Ebbene, se l’insegnamento
di Popper è contro-intuitivo, il pensiero di Hayek è contro-
istintivo: giacché egli sostiene che la Grande società è minacciata
dalla riaffermazione dell’»etica tribale» del socialismo. Una delle
ragioni per cui in tempi recenti si è potuto notare un forte ritorno
del modo di pensare dell’organizzazione e un declino della
comprensione del funzionamento dell’ordine di mercato sta nel
fatto —dice Hayek— che «una parte in continuo aumento dei
membri della società lavora come membro di vaste orga-
nizzazioni e trova il proprio orizzonte di comprensione limitato
100 DARIO ANTISERI

a ciò che è richiesto dalla struttura interna di tali organizzazioni


medesime» (Hayek, 1986, p. 344). In realtà, «una parte sempre
crescente passa l’intera vita lavorativa come membro di vaste
organizzazioni ed è portata a pensare soltanto in termini delle
esigenze del modo di vita organizzativo» (ibid.).
Le cose, però, non si fermano qui: quando gruppi particolari
pensano che i loro membri meritano questo o quest’altro ed
hanno la forza di imporre queste loro idee —impedendo agli
altri di offrire i loro servizi a condizioni più favorevoli—, si avrà
allora che «ogni gruppo di azioni del genere dirette ad assicurare
un reddito o una posizione particolare di propri membri crea
un ostacolo all’integrazione della Grande società ed è quindi
antisociale nel vero senso della parola. Diventa una forza
disgregante perché non produce una riconciliazione ma un
conflitto fra gli interessi dei diversi gruppi. Come ben sanno i
partecipanti attivi alla lotta per la ‘giustizia sociale’, questa
diventa in pratica una lotta per il potere da parte di interessi
organizzati in cui le argomentazioni di giustizia servono
unicamente come pretesti» (Hayek, 1986, p. 347). L’esperienza
mostra ad abundantiam che «le azioni collettive di gruppi
organizzati sono quasi invariabilmente in contrasto con l’inte-
resse generale». E qui Hayek va alla radice della sua argo-
mentazione: «Sono i sentimenti ereditati dalle forme più antiche
di società che portano a condannare come antisociale il perse-
guimento degli interessi individuali che contribuiscono all’in-
teresse generale, e ad elogiare come ‘sociale’ l’asservimento a
quegli interessi settoriali che distruggono l’ordine globale»
(Hayek, 1986, p. 349; Hayek, 1997b, pp. 33-39). Gli interessi
organizzati di gruppi sociali forti danneggeranno i membri di
gruppi meno forti.
FRIEDRICH A. VON HAYEK E IL PROBLEMA DELLA SOLIDARIETÀ 101

IV. UNA PROPOSTA


«CONTRO-ISTINTIVA»

Nel piccolo gruppo —all’interno del quale gli uomini sono


vissuti per centinaia di migliaia di anni— domina uno scopo
comune tangibile. Gli individui del piccolo gruppo si conoscono,
si aiutano; tra loro c’è solidarietà, lealtà personale. Ben diver-
samente stanno le cose nella Grande società: «Il sorgere
dell’ideale della giustizia impersonale basata su norme formali
è stato raggiunto attraverso una continua lotta contro i senti-
menti di lealtà personale che sono alla base della società tribale,
ma che nella Grande Società non devono essere lasciati influen-
zare l’uso dei poteri coercitivi del governo» (Hayek, 1986, p. 354).
E ciò per la ragione che «l’estensione» graduale di un comune
ordine pacifico dal piccolo ordine alla comunità sempre più
vasta ha comportato scontri continui tra le richieste di una
giustizia settoriale basata su scopi comuni tangibili e i requisiti
della giustizia universale, egualmente applicabili all’estraneo
come al membro del gruppo» (ibid.). Da qui —precisa Hayek—
«un costante conflitto tra le emozioni profondamente radicate
nella natura umana attraverso millenni di esistenza tribale, e le
richieste di principi astratti di cui nessuno afferra appieno il
significato. Le emozioni umane sono legate ad oggetti concreti,
e le sensazioni di giustizia, in particolare, sono ancora stretta-
mente connesse ai bisogni tangibili del gruppo a cui ognuno
appartiene, alle necessità del mestiere o della professione, del
clan o del villaggio, della città o del paese al quale ognuno
appartiene. Soltanto una ricostruzione mentale dell’ordine
globale della Grande società ci permette di capire che il tendere
consapevolmente verso propositi concreti e comuni, che a molti
ancora appare più meritevole e superiore rispetto alla cieca
osservanza di norme astratte, distruggerebbe quel sistema più
vasto in cui tutti gli esseri umani contano allo stesso modo»
(ibid).
102 DARIO ANTISERI

Nell’ordine di mercato «i produttori sono spinti a servire la


gente senza conoscere i suoi bisogni individuali». Ma lavorare
per soddisfare i bisogni di altri uomini sconosciuti «presuppone
e richiede concetti morali diversi da quelli secondo i quali la
gente serve fini tangibili. Farsi guidare indirettamente dall’attesa
di un vantaggio monetario, il quale opera come indicatore delle
richieste da parte di terzi, richiede nuove concezioni morali che
non prescrivono fini particolari, ma piuttosto norme che limitino
lo spettro delle azioni permesse. Divenne parte dell’ethos della
società aperta il fatto che fosse meglio investire il proprio patri-
monio in strumenti che rendessero possibile produrre di più a
costi inferiori piuttosto che distribuirlo tra i poveri, o prendersi
cura dei bisogni di migliaia di persone sconosciute piuttosto che
provvedere ai bisogni di pochi vicini conosciuti. Ovviamente,
queste idee non si svilupparono perché coloro che le seguirono
per primi capivano che in tal modo conferivano maggiori
benefici ai loro simili, ma perché i gruppi e le società che così
agivano prosperavano più delle altre; di conseguenza, ciò si
trasformò gradualmente nel ‘dovere’ morale riconosciuto della
‘vocazione’ a farlo» (Hayek, 1986, pp. 355-356).
Si pensa, di solito, che fare del bene implichi obbligatoriamente
di occuparsi di specifici bisogni di persone conosciute; ad
esempio, «che sia molto meglio aiutare un uomo conosciuto che
muore di fame piuttosto che alleviare i bisogni acuti di un
centinaio di persone sconosciute» (Hayek, 1986, p. 356). Hayek
la pensa diversamente: a parte il problema di che cosa intenda
fare un imprenditore di successo con i propri profitti —dopo
averli guadagnati— questo imprenditore, precisa con forza
Hayek —«è portato a beneficiare più persone mirando al
maggior utile possibile di quanto potrebbe fare se si concentrasse
sul soddisfacimento dei bisogni di persone conosciute. Egli è
condotto dalla mano invisibile del mercato a portare il soccorso
delle comodità moderne alle più povere case che non conosce
nemmeno» (ibid).
FRIEDRICH A. VON HAYEK E IL PROBLEMA DELLA SOLIDARIETÀ 103

Scopi moralmente ispirati possono produrre conseguenze


immorali. Il concetto di «giustizia sociale» —insiste Hayek— «è
stato il cavallo di Troia tramite il quale ha fatto il suo ingresso il
totalitarismo» (Hayek, 1986, p. 346). E, in effetti, «bisogna
rendersi conto [...], che gli ideali del socialismo (o della giustizia
sociale) che a tal riguardo appaiono così allettanti, non offrono
veramente una nuova morale ma fanno unicamente appello a
istinti ereditati da un tipo di società più antico. Essi rap-
presentano un atavismo, un tentativo vano di imporre alla
società aperta la morale della società tribale; se tale morale
prevalesse, non soltanto distruggerebbe la Grande società ma
minaccerebbe la sopravvivenza di quei grandi numeri che
l’umanità ha raggiunto grazie a tre secoli di ordine di mercato»
(Hayek, 1986, p. 338). E ancora: «Il socialismo è semplicemente
la riaffermazione di quell’etica tribale il cui graduale inde-
bolimento aveva reso possibile la grande società» (Hayek, 1986,
p. 341).

V. LA FUNZIONE DELLE
ASSOCIAZIONI VOLONTARIE

Da siffatte considerazioni Hayek non inferisce che le norme di


condotta che fanno riferimento a rapporti personali speciali
«abbiano perso importanza nel funzionamento della Grande
società». E qui egli porta il suo discorso sull’enorme importanza
delle associazioni volontarie. «E’ totalmente estranea ai principi
base di una società libera l’idea secondo la quale tutto ciò di cui
il pubblico ha bisogno debba essere soddisfatto da organiz-
zazioni obbligatorie, e tutti i mezzi che gli individui sono
disposti a devolvere ai fini pubblici debbano essere sotto
controllo del governo. Al contrario, il vero liberale deve aus-
picare il maggior numero possibile di quelle società particolari
all’interno dello stato, quelle organizzazioni volontarie che si
104 DARIO ANTISERI

pongono tra l’individuo e lo stato, che il falso individualismo


di Rousseau e la Rivoluzione francese vollero sopprimere. Egli
vuole però privarle di qualsiasi potere esclusivo e obbligatorio.
Il liberalismo non è individualistico nel senso di ‘ognuno per
sé’, sebbene sia per natura sospettoso verso la tendenza delle
organizzazioni ad arrogarsi diritti esclusivi per i propri membri»
(Hayek 1986, p. 362).
Con queste sue riflessioni Hayek intende sottolineare «l’im-
portanza dell’esistenza di numerose associazioni volontarie non
soltanto per gli scopi particolari di coloro che condividono un
interesse comune ma anche per fini pubblici nel vero senso della
parola. Lo stato dovrebbe avere il monopolio della coercizione
necessaria a limitare la coercizione stessa; ciò non significa che
lo stato debba avere l’esclusivo diritto di perseguire fini pubblici.
In una società veramente libera, gli affari pubblici non si limitano
a quelli di governo (men che meno a quelli del governo centrale),
e lo spirito pubblico non dovrebbe esaurirsi nell’interesse verso
lo stato» (ibid). E sempre Hayek insiste: «Una delle grandi
debolezze della nostra epoca è la mancanza di fede e pazienza
per costruire organizzazioni volontarie per gli scopi che si hanno
a cuore. Si chiede immediatamente al governo di far uso della
coercizione (o con i mezzi raccolti tramite coercizione) per avere
qualsiasi cosa appaia desiderabile a molti. Tuttavia nulla può
avere un effetto più negativo sulla partecipazione reale del
cittadino di quanto lo sia il fatto che lo stato, invece di fornire
soltanto il quadro di riferimento essenziale per una crescita
spontanea, diventa monolitico e si prende cura di tutti i bisogni
che possono essere soddisfatti soltanto dallo sforzo concentrato
di molti. Il grande merito dell’ordine spontaneo, che si occupa
soltanto dei mezzi, è l’aver reso possibile l’esistenza di numerose
comunità volontarie a servizio della scienza, delle arti, dello
sport e così via. E’ altamente auspicabile che nel mondo moder-
no questi gruppi tendano ad estendersi oltre i confini nazionali,
e che ad esempio uno scalatore svizzero possa avere più cose in
FRIEDRICH A. VON HAYEK E IL PROBLEMA DELLA SOLIDARIETÀ 105

comune con uno scalatore giapponese che con un tifoso di cal-


cio del suo paese, e che possa appartenere ad un’associazione
comune con il primo, completamente indipendente da qualsiasi
organizzazione politica a cui entrambi appartengono» (Hayek,
1986, p. 363). Da ciò ben si comprende, allora, che «l’attuale
tendenza dei governi a portare tutti gli interessi comuni di vasti
gruppi sotto il proprio controllo tende a distruggere il vero
spirito pubblico. Come risultato, un numero sempre crescente
di uomini e donne si sta allontanando dalla vita pubblica, a cui
in passato avrebbe dedicato molte energie. Sul continente euro-
peo l’eccessivo interessamento dei governi ha in passato osta-
colato lo sviluppo di organizzazioni volontarie per fini pubblici,
e ha prodotto una tradizione in cui gli sforzi privati erano spesso
considerati come ingerenze gratuite. Gli sviluppi moderni
sembrano aver prodotto progressivamente una situazione simile
anche nei paesi anglosassoni, dove un tempo gli sforzi privati
per fini pubblici erano una caratteristica tipica della vita sociale»
(ibid.).

VI. HAYEK E LA DIFESA


DEI PIÙ DEBOLI

Il capitalismo non è parola di Dio. Gli Stati o le società che


hanno abbracciato l’economia di mercato non sono il paradiso.
Eppure, dove vige l’economia di mercato si è avuta l’espansione
più ampia delle libertà politiche: Stato di diritto ed economia di
mercato nascono, vivono e muoiono insieme. Dove vige l’eco-
nomia di mercato regna il più ampio benessere: negli Stati
capitalistici viene «divisa» in modo diseguale la ricchezza.
Ma —e qui sorge la domanda più urgente— che ne è della
solidarietà all’interno di uno Stato che abbia abbracciato l’eco-
nomia di mercato? In Legge, legislazione e libertà Hayek scrive:
«(...) Il capitalismo come esiste oggi ha indubbiamente molti
106 DARIO ANTISERI

difetti rimediabili, che un’intelligente politica di libertà dovreb-


be correggere. Un sistema che si basa sulle forze spontanee del
mercato, dopo aver raggiunto un certo livello di ricchezza, non
è indubbiamente incompatibile con uno stato che fornisca, fuori
dal mercato, qualche forma di previdenza in caso di estrema
povertà» (Hayek, 1986, p. 346). La Grande società —precisa
Hayek— «è riuscita brillantemente ad abolire la povertà in senso
assoluto. Nei paesi sviluppati nessuno in grado di lavorare è
privo oggi di cibo e casa; mentre per chi è incapace di guadagnare
abbastanza da se stesso queste cose essenziali sono fornite ge-
neralmente fuori dal meccanismo di mercato. La povertà in senso
relativo deve naturalmente continuare ad esistere in una società
che non sia completamente egualitaria: fintanto che esiste
l’ineguaglianza qualcuno deve essere in fondo alla scala. Ma
l’abolizione della povertà assoluta non è aiutata dallo sforzo di
raggiungere la «giustizia sociale». Di fatto, in molti paesi in cui
la povertà assoluta è ancora un problema grave, la preoc-
cupazione della ‘giustiza sociale’ è diventata uno dei maggiori
ostacoli all’eliminazione della povertà. In Occidente, il rag-
giungimento da parte delle masse di un benessere ragionevole
è stato causato dall’aumento generale di ricchezza ed è stato solo
rallentato dalle misure che interferiscono con il meccanismo di
mercato. E’ stato proprio quest’ultimo a creare l’aumento del
reddito globale, che a sua volta ha reso possibile provvedere
fuori dal mercato al sostentamento di chi non era in grado di
guadagnare abbastanza. I tentativi di ‘correggere’ i risultati del
mercato verso la ‘giustizia sociale’ hanno probabilmente pro-
dotto più ingiustizia sotto forma di nuovi privilegi, ostacoli alla
mobilità e frustrazione di sforzi, di quanto abbiano contribuito
ad alleviare la sorte dei poveri» (Hayek, 1986, pp. 349-350).
Hayek è persuaso che il servizio postale statale è del tutto
inefficiente; propone l’abolizione del monopolio monetario
statale («che è stato usato per defraudare e ingannare i cittadini»
[Hayek, 1986, p. 431; e Hayek, 1978]); combatte il monopolio
FRIEDRICH A. VON HAYEK E IL PROBLEMA DELLA SOLIDARIETÀ 107

statale delle trasmissioni televisive e della scuola. E, tuttavia,


egli, sempre in Legge, legislazione e libertà, scrive: «Lungi dal
propugnare ‘uno stato minimo’, riteniamo indispensabile che
in una società avanzata il governo debba usare il proprio potere
di raccogliere fondi per le imposte per offrire una serie di servizi
che per varie ragioni non possono essere forniti —o non possono
esserlo in modo adeguato— dal mercato» (Hayek, 1986, p. 416).
In tal modo, afferma Hayek, molte delle comodità capaci di
rendere tollerabile la vita in una città moderna vengono fornite
dal settore pubblico: «la maggior parte delle strade [...], la
fissazione degli indici di misura, e molti altri tipi di informazione
che vanno dai registri catastali, mappe e statistiche, ai controlli
di qualità di alcuni beni e servizi» ( Hayek, 1986, 418).
Per Hayek, la sfera delle attività di governo non vincolate da
leggi di governo è molto vasta. Certo, l’esigere il rispetto della
legge, la difesa dai nemici esterni, il campo delle relazioni estere
sono attività dello Stato. Ma c’è sicuramente di più, poiché
«pochi metteranno in dubbio che soltanto questa organizzazione
[dotata di poteri coercitivi: lo Stato] può occuparsi delle calamità
naturali quali uragani, alluvioni, terremoti, epidemie e così via,
e realizzare misure atte a prevenire o rimediare ad essi» (Hayek,
1986, p. 428). Ed è ovvio, allora, «che il governo controlli dei
mezzi materiali e sia sostanzialmente libero di usarli a propria
discrezione» (ibid).
Ma vi è —e qui le considerazioni che seguono sono di estrema
importanza e smentiscono parecchie interpretazioni affrettate e
certamente non documentate del pensiero di Hayek—, «vi è an-
cora —scrive Hayek— tutta un’altra classe di rischi rispetto ai
quali è stata riconosciuta solo recentemente la necessità di azioni
governative, dovuta al fatto che, come risultato della disso-
luzione dei legami della comunità locale e degli sviluppi di una
società aperta e mobile, un numero crescente di persone non è
più strettamente legato a gruppi particolari su cui contare in
caso di disgrazia. Si tratta del problema di chi, per varie ragioni,
108 DARIO ANTISERI

non può guadagnarsi da vivere in un’economia di mercato, quali


malati, vecchi, handicappati fisici e mentali, vedove e orfani —
cioè coloro che soffrono condizioni avverse, le quali possono
colpire chiunque e contro cui molti non sono in grado di
premunirsi da soli, ma che una società la quale abbia raggiunto
un certo livello di benessere può permettersi di aiutare» (ibid;
cfr Hayek, 1948, p. 107).
Ha ben ragione Angelo M. Petroni allora a scrivere che: «Non
ci si stancherà mai di ripetere come Hayek sia sempre stato in
favore della creazione di una ‘rete’ di sicurezza che permettesse
di vivere a coloro che non fossero stati capaci di provvedere al
proprio sostentamento all’interno del mercato. Ma ciò deve
avvenire fuori dal mercato non come ‘correzione’ del mercato
medesimo» (Petroni, 1992, p. 18).
Una società che abbia abbracciato la «logica di mercato» può
permettersi il conseguimento di fini umanitari perché è ricca; e
può farlo tramite operazioni fuori mercato e non con manovre
che siano correzioni del mercato medesimo. Ma ecco quella che,
ad avviso di Hayek, è la ragione per cui essa deve farlo: «Assi-
curare un reddito minimo a tutti, o un livello sotto cui nessuno
scenda quando non può più provvedere a se stesso, non soltanto
è una protezione assolutamente legittima contro rischi comuni
a tutti, ma è un compito necessario della Grande Società in cui
l’individuo non può rivalersi sui membri del piccolo gruppo
specifico in cui era nato» (Hayek, 1986, p. 429; e Hayek, 1988b,
p. 102). E, in realtà, ribadisce Hayek, «un sistema che invoglia a
lasciare la relativa sicurezza goduta appartenendo ad un gruppo
ristretto, probabilmente produrrà forti scontenti e reazioni vio-
lente, quando coloro che ne hanno goduto prima i benefici si
trovino, senza propria colpa, privi di aiuti, perché non hanno
più la capacità di guadagnarsi da vivere» (Hayek, 1986, p. 429;
e Hayek, 1988a, p. 102)).
FRIEDRICH A. VON HAYEK E IL PROBLEMA DELLA SOLIDARIETÀ 109

VII. LEONE XIII E LE RAGIONI


DELLA DIFESA DELLA «PROPRIETÀ PRIVATA»

Leone XIII, in un periodo storico in cui la proprietà privata dei


mezzi di produzione veniva considerata come un furto sia dal-
la stragrande maggioranza degli intellettuali che dalle masse
organizzate nei partiti di ispirazione marxista e socialista, fece
della proprietà privata una difesa lucida e coraggiosa; e con
grande preveggenza additò i pericoli distruttivistici insiti
nell’abolizione della proprietà privata. Leggiamo nella Rerum
Novarum: «La comunanza dei beni proposta dal socialismo va
assolutamente respinta, perché nuoce a quegli stessi che si
vogliono aiutare, offende i diritti naturali di ciascuno, altera le
funzioni dello Stato e turba la pace comune».
Va a grande merito di Leone XIII aver affermato che talvolta le
buone intenzioni possono avere conseguenze diametralmente
opposte a quelle intese: i socialisti intendono abolire la proprietà
privata al fine di raggiungere il maggior benessere per il maggior
numero di persone; l’esito di questa loro azione non potrà essere
che l’immiserimento progressivo di tutti e la più crudele schiavitù
per i popoli. Questo prevedeva Leone XIII nella Rerum Novarum
del 1891. Questo prevederà Ludwig von Mises negli anni Venti. E
questo è quanto si è tragicamente verificato nel secolo passato. E,
dunque, è etico il socialismo»? E’ davvero solidale ed etico il socia-
lismo»? Basta, sul serio, l’etica dell’intenzione?
No! L’etica dell’intenzione è certamente necessaria; ma essa
non è politicamente e socialmente sufficiente. Lo statalismo e
l’interventismo, possiamo ammettere che, almeno nei più, siano
state e siano concezioni animate dalle più serie intenzioni di
solidarismo, da attenzione alle difficoltà di sfortunati ed infelici.
I risultati, però, cui hanno portato le politiche stataliste ed
interventiste e le pratiche paternalistiche sono disastrosi. Ecco,
allora, che l’etica della responsabilità —l’etica che cioè guarda ai
risultati— si impone sull’etica dell’intenzione.
110 DARIO ANTISERI

È proprio perché hanno abbracciato l’etica della respon-


sabilità che, ai nostri giorni, cattolici come Michael Novak e
padre Robert Sirico negli Stati Uniti d’America, Jean-Yves
Naudet e Jacques Garello in Francia, don Angelo Tosato in Ita-
lia, si sono persuasi che è esattamente l’economia di mercato a
costituire lo strumento più adeguato per il conseguimento della
solidarietà. E, prima di costoro è necessario fare menzione di
cattolici liberali come A. de Tocqueville, F. Bastiat, A. Rosmini,
W. Röpke, K. Adenauer, L. Einaudi e L. Sturzo.

VIII. SUL FRONTE DI IERI:


PENSATORI CATTOLICI SOSTENITORI
DELLA «LOGICA DI MERCATO»

Alexis de Tocqueville (1805-1859): «Quello che sopra ad ogni altro


caratterizza ai miei occhi i socialisti di tutti i colori, di tutte le
scuole, è una sfiducia profonda per la libertà, per la ragione
umana, un profondo disprezzo per l’individuo preso in se stesso,
al suo stato di uomo; ciò che li caratterizza tutti è un tentativo
continuo, vario, incessante, per mutilare, per raccorciare, per
molestare in tutti i modi la libertà umana; è l’idea che lo Stato
non debba soltanto essere il direttore della società, ma debba
essere, per così dire, il padrone di ogni uomo; il suo padrone, il
suo precettore, il suo pedagogo [...]; in una parola, è la confisca,
in un grado più o meno grande, della libertà umana».
Frédéric Bastiat (1801-1850): «Quando una nazione è oppressa
da tasse, niente è più difficile —io direi pure impossibile—che
ripartirle in maniera equa». E poi: «Allorché si sarà ammesso in
via di principio che lo Stato ha l’incarico di operare in modo
fraterno in favore dei cittadini, si vedranno tutti i cittadini
trasformarsi in postulanti. Proprietà fondiaria, agricoltura, in-
dustria, commercio, marina, compagnie industriali, tutti si
agiteranno per reclamare i favori dello Stato. Il tesoro pubblico
FRIEDRICH A. VON HAYEK E IL PROBLEMA DELLA SOLIDARIETÀ 111

sarà letteralmente saccheggiato. Ciascuno troverà buone ragioni


per dimostrare che la fraternità legale deve essere intesa in
questo senso: ‘I vantaggi per me ed i costi per gli altri [...]’. Lo
sforzo di tutti tenderà a strappare alla legislazione un lembo di
privilegio fraterno».
Antonio Rosmini (1797-1855). Leggiamo nella Filosofia del
diritto: «La proprietà esprime veramente quella stretta unione
di una cosa con una persona (...). Questa specie di unione che si
chiama proprietà cade sempre dunque tra la persona e la cosa e
racchiude un dominio di quella sopra di questa. La proprietà è
il principio della derivazione dei diritti e dei doveri giuridici.
La proprietà costituisce una sfera intorno alla persona, di cui
la persona è il centro; nella qual sfera niun altro può entrare».
Da ciò l’imperativo di rispettare l’altrui proprietà. Per Rosmini,
asserisce Clemente Riva, «la persona (...) ha sempre ragione di
fine e non può mai essere quantificata nella sua altissima
dignità». E ancora: «Le persone sono principio e fine dello
Stato. Sono esse che costituiscono, che assegnano lo scopo e i
limiti, per cui lo Stato e tutti gli organi statali sono dei semplici
mezzi per le persone che ne sono realmente il fine. Di qui il
carattere ministeriale o di servizio dell’autorità (...). Per questo
il bene pubblico, come bene dell’organismo statale deve essere
subordinato al bene privato di ciascuna persona. E il bene
comune non è altro che il bene privato e proprio di tutte le
singole persone, o quel bene generale a cui ciascuna realmente
partecipa».
Wilhelm Röpke (1898-1916): «Antichità classica e Cristia-
nesimo, entrambi sono i veri antenati del liberalismo, perché
sono gli antenati di una filosofia sociale che regola il rapporto,
ricco di contrasti, tra l’individuo e lo Stato secondo i postulati
di una ragione inserita in ogni uomo e della dignità che spetta
ad ogni uomo come fine e non come mezzo, e così contrappone
alla potenza dello Stato i diritti di libertà del singolo». «Il libe-
ralismo non è [...] nella sua essenza un abbandono del
112 DARIO ANTISERI

Cristianesimo, bensì è il suo legittimo figlio spirituale [...] Il


liberale diffida di ogni accumulazione di potere, perché sa che
di ogni potere, che non viene tenuto nei suoi limiti da contrap-
pesi, si fa presto o tardi abuso».
Konrad Adenauer (1876-1967): «La media proprietà è una
sicurezza essenziale degli stati democratici». «Una socia-
lizzazione troppo vasta rende troppo grande l’accumulazione
della potenza nelle mani dello Stato e avevamo personalmente
sofferto i pericoli che ne derivano per la vita di un popolo. Il
socialismo porta necessariamente alla sottomissione dei diritti
e della dignità dell’individuo allo Stato o a una collettività simile
allo Stato». «Il nazional-socialismo non era altro che la conse-
guenza spinta fino al crimine [...] del ludibrio del valore
dell’individuo, risultante dall’ideologia materialista». «Il
concetto della supremazia, della onnipotenza dello Stato, del
suo primato sulla libertà e sulla dignità dell’individuo è in
contraddizione con la legge della natura dei cristiani. Secondo
il mio parere, l’esistenza e il rango dell’individuo devono venire
prima dello Stato».
Luigi Einaudi (1874-1961). In una delle sue Prediche inutili Luigi
Einaudi domandava: «I vescovi hanno adempiuto bene all’uf-
ficio di curare nei seminari l’educazione economica dei giovani
che sentono la vocazione del sacerdozio? Hanno procurato che
si impartissero ai seminaristi le nozioni elementari necessarie
per distinguere tra il lecito giuridico e il dovere caritativo, fra
l’economia e la morale?».
Luigi Sturzo (1871-1959). Scriveva don Luigi Sturzo il 4 no-
vembre del 1951: «Oggi si è arrivati all’assurdo di voler eliminare
il rischio per attenuare le responsabilità fino ad annullarle [...]
Gli amministratori, i direttori, gli esecutori degli enti statali
sanno in partenza che se occorrono prestiti, garantisce lo Stato;
se occorre lavoro dovrà trovarlo lo Stato; se si avranno perdite
si ricorrerà allo Stato; se si produce male ripara lo Stato; se non
si conclude un gran che, i prezzi li mantiene alti lo Stato.
FRIEDRICH A. VON HAYEK E IL PROBLEMA DELLA SOLIDARIETÀ 113

Dov’è il rischio? svaporato. E la responsabilità? svanita. E


l’economia? compromessa [...] In Italia, oggi, solo le aziende dei
poveri diavoli possono fallire: le altre sono degne di salvataggio,
entrando per questa porta a far parte degli enti statali, parastatali
e pseudo-statali. Il rischio è coperto in partenza, anche per le
aziende che non sono statali, ma che hanno avuto gli appoggi
dello Stato. In un Paese, dove la classe politica va divenendo
impiegatizia [...]; dove la classe economica si statalizza; dove la
classe salariale va divenendo classe statale, non solo va a morire
la libertà economica, ma pericola la libertà politica [...]». Il 13
maggio del 1954 Sturzo asseriva: «La Pira crede che il problema
da risolvere sarebbe quello di arrivare alla totalità del sistema
finanziario in mano allo Stato [...] Questo io chiamo statalismo, e
contro questo dogma io voglio levare la mia voce senza stan-
carmi finché il Signore mi darà fiato; perché sono convinto che
in questo fatto si annidi l’errore di far dello Stato l’idolo: Moloch
o Leviathan che sia [...]». E il 27 maggio 1954: «[...] La mia difesa
della libera iniziativa è basata sulla convinzione scientifica che
l’economia di Stato non solo è anti-economica ma comprime la
libertà e per giunta riesce meno utile, o più dannosa, secondo i
casi, al benessere sociale».

IX. PENSATORI CATTOLICI LIBERALI


DEI NOSTRI GIORNI

Robert Sirico, sacerdote cattolico americano e membro della


Mont Pélerin Society, ha fondato nell’aprile del 1990 il Lord Acton
Institute con l’intento che «dimostrando l’indissolubile nesso tra
religione e libertà, leaders economici di fede religiosa possano
forgiare un’alleanza in grado di garantire e sostenere una società
libera e onesta». Scrive padre Sirico: «Prima di poter essere
consumata, la ricchezza dev’essere prodotta; la povertà è la
condizione naturale della razza umana, il risultato dell’ostacolo
114 DARIO ANTISERI

frapposto dalla natura al benessere umano: la scarsità. L’abbon-


danza è l’eccezione: non c’è bisogno di far nulla per ‘produrre’
povertà, laddove tanto bisogna fare per produrre ricchezza (...)
Pertanto, prima di poter soccorrere i poveri, dobbiamo indagare
sulla natura della produzione di ricchezza». E poi: «Il cris -
tianesimo trova la sua realtà più vera quando vive nel cuore di
persone che, in virtù di un impegno liberamente assunto,
contribuiscono a modificare in meglio il mondo circostante. I
momenti più oscuri del cristianesimo si sono avuti quanto la
Chiesa ha voluto governare dai parlamenti e dalle capitali degli
uomini politici, anziché nel cuore dei fedeli». «Se, come avvenuto
negli ultimi vent’anni, la Chiesa alla ricerca della verità ha potuto
dialogare coi pensatori influenzati da Marx, allora forse è maturo
il tempo perché si apra il dialogo con il liberalismo classico».
Jean Yves Naudet (nato nel 1948) è professore di scienze
economiche presso la Facoltà di diritto e scienze politiche di Aix-
Marseille III. I regimi del socialismo reale —fa presente
Naudet— si sono caratterizzati prima di tutto per la loro
inefficienza. «Ma tale inefficienza —egli scrive— proveniva dal
rifiuto di riconoscere la natura dell’uomo e i suoi diritti, a
cominciare da quello di perseguire il proprio fine personale, e
ancora dal diritto di proprietà o dal diritto di iniziativa eco-
nomica». Il mercato, tuttavia, «deve rimanere al suo posto».
L’economicismo utilitarista è semplicemente disumano e «la
Centesimus annus, in conformità con l’intera dottrina sociale della
Chiesa, fa ben vedere che il mercato non è che uno strumento, e
non un fine». E «la dottrina sociale della Chiesa, così come si
configura da un secolo a questa parte e come viene proposto
ancora oggi nella Centesimus annus, implica una chiara priorità
in favore della famiglia».
Jacques Garello (nato nel 1934), professore di Storia delle idee
e dei fatti economici all’Università di Aix-en-Provence, allievo
di Daniel Villey e Jacques Rueff, è tra i rappresentanti più
prestigiosi della scuola liberale francese. Garello è persuaso della
FRIEDRICH A. VON HAYEK E IL PROBLEMA DELLA SOLIDARIETÀ 115

sicura convergenza tra liberalismo e pensiero cattolico. L’ostilità


della Chiesa nei confronti dell’economia di mercato è dipesa,
ad avviso di Garello, dal fatto che il liberalismo di ieri si
presentava con credenziali inaccettabili per la Chiesa cattolica.
Tali caratteristiche del liberalismo erano la fede smisurata nella
Ragione, l’utilitarismo e il materialismo dell’homo oeconomicus.
Ma, oggi —grazie al lavoro scientifico della Scuola austriaca di
economia e soprattutto grazie al pensiero di F.A. von Hayek—
si è sviluppato un pensiero liberale che ha rotto nella maniera
più netta con la tradizione razionalista-utilitarista-materialista.
Con questo sono cadute, appunto, le ragioni dell’ostilità della
Chiesa nei confronti del liberalismo. La verità, afferma Garello,
è che le virtù morali che accompagnano il mercato «sono quelle
dell’Occidente cristiano»: l’onestà, il rispetto della parola data,
il rispetto degli altri, il rifiuto dell’oppressione e dell’arbitrio.
«Coniugando liberalismo e cattolicesimo, l’Occidente ritrova e
ritroverà il suo equilibrio intellettuale, morale e spirituale».
Angelo Tosato (nato nel 1938 e prematuramente scomparso, nel
1999), sacerdote dal 1963, ha insegnato presso l’Università Gre-
goriana e presso la Lateranense, esegeta di fama internazionale,
ha introdotto in Italia il pensiero di M. Novak ed è autore del
volume: Economia di mercato e cristianesimo (1994). Qui di seguito
soltanto due sue considerazioni: «Anche in campo cattolico si sente
l’esigenza di riesaminare la tradizionale condanna del capitalis-
mo, di sottoporre a verifica la presunta incompatibilità tra i valori
del sistema di economia politica liberale e l’etica cristiana. Il
processo di ripensamento può dirsi ormai avviato». «(...) Se per
‘capitalismo’ si intende (...) onesta ricerca del benessere personale,
familiare e collettivo, e più ancora un sistema che dia a tutti la facoltà
di esercitare liberamente e proficuamente la propria capacità in
campo economico, allora il rapporto col cristianesimo non può che
essere di sintonia e di collaborazione».
Michael Novak (nato nel 1933 in Pennsylvania) è il teologo-
economista americano, autore de Lo spirito del capitalismo
116 DARIO ANTISERI

democratico e il cristianesimo (1982). Ecco, di seguito, alcune sue


considerazioni: «La democrazia politica (...) è compatibile solo
con un economia di mercato»; «Il capitalismo non sarà in grado
di far sparire completamente il cancro della povertà né a livello
internazionale né a livello locale, ma, grazie ad esso, la povertà
sarà sicuramente meno diffusa di quanto non sia attualmente
nei paesi socialisti o nel Terzo Mondo. L’unione di capitalismo
e democrazia non porterà il regno dei Cieli sulla Terra ma, per
liberare i poveri dalla miseria e dalla tirannia e per dar spazio
alla loro creatività, il capitalismo e la democrazia possono fare
molto di più di quanto sia in potere di tutte le altre alternative
esistenti»; «Nell’intimo cuore del sistema capitalista vi è la
fiducia nelle capacità creative dell’uomo. Come affermano i
teologi cattolici, e come provato dall’esperienza, questa fiducia
è ben riposta (...) Dal Vecchio e dal Nuovo Testamento abbiamo
imparato che, per provvedere ai nostri bisogni e ai nostri
desideri, dobbiamo agire personalmente senza aspettare l’aiuto
dello Stato (...) In questo modo abbiamo imparato a vivere come
uomini e donne liberi, responsabili del nostro destino. E se pure
ci inginocchiamo innanzi a Dio, di fronte al mondo stiamo a testa
alta e ci facciamo carico delle nostre responsabilità personali». 1

1
I brani di Leone XIII, A. de Tocqueville, F. Bastiat, A. Rosmini, W. Roepke,
K. Adenauer, L. Einaudi, L. Sturzo, R. Sirico, J.-Y. Naudet, J. Garello, A. Tosato,
M. Novak vengono citati dai testi richiamati in bibliografia - testi tutti rinvenibili
nell’antologia: Cattolici a difesa del mercato, a cura di Dario Antiseri, SEI, Torino,
1995.
FRIEDRICH A. VON HAYEK E IL PROBLEMA DELLA SOLIDARIETÀ 117

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HAYEK’S BEST TEST OF A GOOD ECONOMIST 119

Notas
120 JESÚS HUERTA DE SOTO
HAYEK’S BEST TEST OF A GOOD ECONOMIST 121

HAYEK’S BEST TEST


OF A GOOD ECONOMIST
JESÚS HUERTA DE SOTO*

A careful reading of the quotations that Hayek left us upon


his death on hundreds of cards explains what is, in his opinion,
the ultimate and definitive test of whether or not someone is a
true economist. It is curious to draw attention to the fact that
Hayek had already referred to this matter in Appendix III to his
Pure Theory of Capital, which he wrote in 1941 and which ends
with the following words: «More than ever it seems to me to be
true that the complete apprehension of the doctrine that ‘de-
mand of commodities is not demand for labour’ is ‘the best test
of an economist’» (Hayek 1976, p. 439). Here, Hayek wishes to
highlight one of the key points of the theory of capital: the real
productive structure is very complex and is formed by many
stages, in such a way that an increase in the demand for con-
sumer commodities will always be detrimental to employment
in the stages furthest away from consumption (which is precisely
where most of the workers are employed). Or, in other words,
the employers can perfectly well earn money, even if their rev-
enue (or «aggregate demand») drops, if they reduce their costs
by replacing labour by capital equipment, thus indirectly gen-
erating a significant demand for employment in the stages of
capital goods production furthest away from consumption
(Huerta de Soto 1998, pp. 213-313).

* Catedrático de Economía Política, Universidad Rey Juan Carlos, Madrid.

Procesos de Mercado: Revista Europea de Economía Política,


vol. I, n.º 2, Otoño 2004, pp. 121 a 124.
122 JESÚS HUERTA DE SOTO

It is more than illustrative how Hayek, in the select group of


quotations on economic theory that he has left us in hundreds of
his handwriting cards, wished to refer, once again, to these key
ideas of the theory of capital. Effectively, Hayek now tells us that
«Investment is more discouraged than stimulated by a high de-
mand for consumer goods, and so is employment because in an ad-
vancing economy more workers are employed to work for the distant fu-
ture than for the present»(emphasis added). And he also says that
«In the end is the decrease of final demand at current prices that
leads to new investment to reduce costs». Therefore, Hayek con-
cludes that «employment is not determined by aggregate demand».
In short, for Hayek, the best test for an economist is to understand
the implicit fallacy contained in the underconsumption theories
and in what is called the shrift paradox or paradox of saving: «It is
not consumer’s demand that secures the generation of incomes. It
is investment of the excess of incomes over consumer’s expendi-
tures which keeps incomes up». A large number of economists are
unable to understand these principles because they adopt the
macroeconomic aggregate approach that Hayek considers to be a
serious error that leads, in the final analysis, to social engineering
and socialism («Socialism is based on macroeconomics —a scien-
tific error»). The only way of understanding what happens at
«macro» level is by using microeconomics: «We can understand
the macrosociety only by microeconomics». Furthermore, even the
Chicago School monetarists are victims of this error: «Even Milton
Friedman is reported to have once said ‘we are all Keynesians
now’». The approach based on the model of equilibrium and mac-
roeconomics is erroneous because «a science which starts with the
conceit that it posses information which it cannot obtain is not a
science». The same may be said of Welfare Economics, which, for
Hayek, is «the spurious scientific foundation of socialist policies».
The test of the economist is broadened to include the under-
standing of the essential role of economic calculation and the esti-
mation of opportunity costs that are made possible by market
HAYEK’S BEST TEST OF A GOOD ECONOMIST 123

prices, in the extended order of social co-operation. In fact, «not


before the understanding of opportunity costs (i.e. alternatives
forgone) was there an adequate science of economics». This essen-
tial idea was never understood by the classical economists and is
still today «obscured by the Marshallian compromise» or, as is even
better expressed by Hayek in another quotation, «by the long domi-
nance of the wishy-washy Marshallian compromise». For Hayek,
furthermore, «economics is the science that can demonstrate that
rationalism is wrong because rational knowledge of facts is not
sufficient» and that allows us to conclude that «the destroyers of
western civilisation were some of the great rationalist thinkers of
the 19th century, Bentham, Mill, Russell and Keynes». Thus, «The
powerful seducers are no longer Marx and Engels, Proudhon or
Lenin but Keynes, Tinbergen, Galbraith and Myrdal, Leontieff and
Dworkin, etc., etc. They are to me the enemies of the great extended
society». All of them share, to a greater or lesser extent, «The idea
that without the existence of a market men would know as much
as they do within a market system (which) is the fundamental er-
ror of those who, like Oskar Lange, assert the possibility of an ef-
fective economic calculation in a socialist economy». In short, for
Hayek, «The fools are those who believe they know more than they
do, that is the rationalists».
On one occasion, Ludwig von Mises wrote that «what distin-
guishes the Austrian School and will lend it immortal fame is
precisely the fact that it created a theory of economic action and
not of economic equilibrium or non-action» (Mises 1978, p. 36).
Hayek, in turn, takes Mises’ idea to a general level and writes,
on one of his cards, that «The main achievement of the Austrian
School is that it has decidedly helped to clear up the differences
which inevitably must exist between science dealing with rela-
tively simple phenomena [macroeconomics, model of equilib-
rium] and science of highly complex phenomena» [the true
market process]. And perhaps, today, the best test of an econo-
mist is his full understanding of this essential difference.
124 JESÚS HUERTA DE SOTO

BIBLIOGRAPHY

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liberal, Unión Editorial, Madrid 2001.
LA TRAGEDIA DE LOS BIENES COMUNALES Y LA ESCUELA AUSTRIACA 125

La tragedia de los bienes comunales


y la escuela austriaca:
Hardin, Hoppe, Huerta de Soto, y Mises 1
PHILIPP BAGUS*

El objetivo de este artículo es demostrar la importancia del con-


cepto de «tragedia de los bienes comunales» para la Escuela
Austriaca, señalando su aplicabilidad al ámbito de la banca y
de la democracia y subrayando los paralelismos existentes en-
tre los dos ámbitos.
Para llevar a cabo este trabajo analizaré el término acuñado
por Hardin, resaltando que si bien ha pasado a la historia como
el creador del concepto «tragedia de los bienes comunales», es
éste en realidad un concepto acuñado por Mises. También ana-
lizaré lo que al respecto sostiene Huerta de Soto en su análisis
de la banca con reserva fraccionaria y Hoppe en su análisis de
la democracia.
Además señalaré que hay una «tragedia de los bienes comu-
nales» ideal y que hay supuestos que se acercan a este tipo ideal.
Por lo tanto, mantengo que se puede usar el concepto como ins-
trumento teórico para analizar las fuerzas e intereses inheren-
tes a sistemas cercanos al tipo ideal.

1
Quisiera expresar mi agradecimiento a Massimiliano Neri por sus numero-
sos comentarios y notas, al Dr. Guido Hülsmann por impulsarme a hacer este artí-
culo, al Dr. Rogelio Fernández Delgado y al Dr. Jesús Huerta de Soto por su exten-
sa ayuda.
* Universidades de Münster (Alemania), y Rey Juan Carlos (Madrid).

Procesos de Mercado: Revista Europea de Economía Política,


vol. I, n.º 2, Otoño 2004, pp. 125 a 139
126 PHILIPP BAGUS

1. El término y el concepto: «tragedia de los bienes comunales»

El biólogo Garrett James Hardin 2 acuñó el término «tragedia de


los bienes comunales». En su ahora famoso artículo de 1968 «The
Tragedy of the Commons», Hardin describe cómo la propiedad
comunal —es decir, el dominio público— es aprovechada hasta
que se deteriora o se destruye.
Para ilustrar dicha «tragedia», es decir, la sobreexplotación
de la propiedad pública, Hardin recurre a ejemplos del medio
ambiente, como el de las poblaciones de peces en el océano. Pese
a que los pescadores saben que la destrucción de los caladeros
a largo plazo les perjudica, existe el incentivo de aprovecharse
cuanto sea posible del bien común antes de que lo hagan los
otros pescadores. Al final el bien común se destruye. En esto
consiste la «tragedia».
Hay que subrayar que en el concepto de la tragedia de los
bienes comunales de Hardin, que denominaré tipo ideal de tra-
gedia de los bienes comunales, casi no hay obstáculos (límites)
a la sobreexplotación,3 y el incentivo es explotar la propiedad
común cuanto antes para cosechar el máximo lucro.
Gracias a su artículo, muchos consideran a Hardin como
padre del concepto de tragedia de los bienes comunales. No obstan-
te, en su análisis de la banca con reserva fraccionaria, Huerta de
Soto ha planteado de nuevo la cuestión relativa a quién es el
verdadero padre de este concepto y sostiene que Garrett Hardin
no fue el primero en describirlo, sino que Ludwig von Mises ya

2
Garrett James Hardin y su esposa Jane se suicidaron el 14 de septiembre de
2003. Loa dos sufrían enfermedades graves y pertenecían al grupo End-of-Life
Choices, que apoya el derecho de los pacientes a suicidarse.
3
Por supuesto, un límite universal está constituido por las valoraciones subje-
tivas de los consumidores que pueden impedir la destrucción total de la propie-
dad. Es decir, el último pez en el océano probablemente nunca va a ser pescado,
porque no tiene sentido económico para los pescadores incurrir en los grandes
costes necesarios para buscar y capturar este último ejemplar, debido a la expecta-
tiva de obtener un precio relativamente bajo por el mismo.
LA TRAGEDIA DE LOS BIENES COMUNALES Y LA ESCUELA AUSTRIACA 127

lo había descrito 28 años antes en su libro Nationalökonomie,4 de


1940.
De hecho, Mises señala en este libro que la concepción esta-
tal de la propiedad muchas veces no es conforme a la función
social de la propiedad privada. Cuando los derechos de propie-
dad no se definen rigurosamente, el propietario «deja de inte-
resarse por la totalidad de los resultados de su actuación. Des-
cuenta, en tales casos, tanto los lucros escamoteados como
aquellos costes de que se le exonera». 5
Más adelante Mises se centra en el problema de los costes
externos que resultan de los derechos de propiedad no rigurosa-
mente determinados. El individuo no considera los costes exter-
nos cuando emprende el cálculo económico. Por eso, el cálculo
económico proporcionará resultados deficientes y falsos. Duran-
te su discusión de los costes externos, Mises —aplicando el pro-
blema de los costes externos al medio ambiente— explícitamente
describe el problema de los bienes comunales que Hardin pro-
clamará en 1968:
Las tierras carentes de dueño efectivo (es indiferente que se con-
sidere propiedad pública desde un punto de vista meramente
legal) las utiliza la gente sin preocuparse del daño que puedan
sufrir. Cada cual procura lucrarse al máximo, por cualquier
medio, de sus rentas –madera y caza de los bosques, riqueza
piscícola de las aguas, minerales del subsuelo– desentendiéndose
de los efectos que puedan producirse. La erosión de la tierra, el
agotamiento de las riquezas naturales y demás quebrantos futu-
ros son costes externos que los actores no tienen en cuenta en sus
cálculos. Talan los árboles sin respetar los nuevos brotes ni pen-
sar en repoblación alguna. Aplican métodos de caza y pesca que
acaban con las crías y despueblan los lugares.6

4
En el epígrafe VI del capítulo 10 de la Parte IV de Nationalökonomie: Theorie
des Handelns und Wirtschaftens, Editions Union, Ginebra 1940, 2.ª ed., Philosophia
Verlag, Munich 1980, pp. 599-605.
5
Ludwig von Mises, (2004), p. 774.
6
Op. cit., p. 775.
128 PHILIPP BAGUS

Por lo tanto, sólo se debe considerar a Garrett Hardin como


padre del término, pero no del propio concepto. De hecho, como
queda demostrado en el anterior pasaje, 28 años antes el con-
cepto fue expuesto del modo más completo y sistemático por
Ludwig von Mises, como parte del problema más general que
plantean los derechos de propiedad insuficientemente definidos
y/o defendidos.7

2. El sistema bancario y Huerta de Soto

La tragedia de los bienes comunales tiene una relación con la


Escuela Austriaca mucho más reciente y directa. En Dinero, Cré-
dito Bancario y Ciclos Económicos, Huerta de Soto aplica el con-
cepto de «tragedia de los bienes comunales» a un análisis de la
banca con reserva fraccionaria, es decir, al sistema bancario en
el que existe un coeficiente de caja de menos del cien por cien,
como ocurre en el sistema bancario moderno.8 Los bancos pres-
tan parte del depósito a la vista a agentes económicos creando
títulos de dinero ex nihilo. Esto tiene como consecuencia que los
bancos no pueden reembolsar todos sus depósitos al mismo
tiempo.
7
Rudimentos del concepto de la «tragedia de los bienes comunales» ya se pue-
den encontrar en la discusión de Aristóteles sobre la propiedad privada. Aristóteles
señala que la propiedad común recibe poca atención y que los propietarios impul-
sados por su propio interés descuidan la obligación de mantener la propiedad en
buenas condiciones. Véase Rothbard (1999), p. 43.
Con Santo Tomás de Aquino el concepto entra en la escolástica: «... every man
is more careful to procure what is for himself alone than that which is common to
many or to all: since each one would shirk the labor and leave to another that which
concerns the community, as happens where there is a great number of servants»
(Summa Theologica, ed. en inglés de Benziger Brothers, Nueva York, 1947), p. 1477.
No obstante, hay que notar los diferentes puntos de vista: Aristóteles y Santo
Tomás de Aquino subrayan el incumplimiento de la obligación de cuidar la pro-
piedad común, que implica no acometer una acción que se debe hacer, mientras
que Mises y Hardin se centran en la sobreexplotación activa de la propiedad pú-
blica.
8
Véase Huerta de Soto, (2002), pp. 518-21.
LA TRAGEDIA DE LOS BIENES COMUNALES Y LA ESCUELA AUSTRIACA 129

La aplicación de Huerta de Soto merece una atención más


detallada, puesto que claramente explica por qué los bancos con
reserva fraccionaria, por su propia naturaleza, siempre están
tentados a expandir el crédito. Además explica por qué los ban-
cos libres con reserva fraccionaria presionan para la introduc-
ción de un banco central.
Como señala Huerta de Soto, el problema de la tragedia de
los bienes comunales surge siempre que se definen los derechos
de propiedad inadecuadamente. En el caso de la banca con re-
serva fraccionaria, los banqueros pueden violar los derechos de
propiedad porque no está definido claramente quién es el pro-
pietario del depósito. Cuando los clientes efectúan sus depósi-
tos, el banco promete que el depósito siempre estará disponible
para ser retirado. Sin embargo, los depósitos —por la propia
definición de la banca con reserva fraccionaria— nunca están
disponibles para todos los clientes en un mismo momento. Esto
es así porque los bancos disponen de una parte de estos depósi-
tos y la prestan a otros clientes. Es decir, emiten medios fidu-
ciarios. 9 Los bancos violan los principios tradicionales del de-
recho de propiedad de sus depositantes cuando emiten más
títulos de propiedad que la propiedad que tienen confiada. 10
Cuando los bancos violan y abusan de los derechos de propie-
dad de sus clientes obtienen grandes beneficios. La tentación de
expandir el crédito es casi irresistible. Además, intentarán ex-
pandir el crédito y emitir medios fiduciarios tanto como les sea
posible sin que ello les perjudique.
Esta expansión crediticia presenta otro rasgo típico que se
puede encontrar en la tragedia de los bienes comunales en rela-
ción con los costes externos. En este caso, todos resultan perju-
19
Los medios fiduciarios son el exceso de los títulos monetarios «que sobrepa-
sa la cuantía de las reservas». Mises (2001) p. 519.
10
Huerta de Soto, op. cit., p. 518. Una de las más importantes contribuciones
de este exhaustivo libro es demostrar cómo se ha desarrollado históricamente la
banca y que la banca con reserva fraccionaria evolucionó como una perversión del
derecho de propiedad tradicional.
130 PHILIPP BAGUS

dicados por los cambios en los precios inducidos por la emisión


de los medios fiduciarios. Estos costes externos negativos no son
tenidos en consideración por los bancos, quienes intentan explo-
tar las oportunidades de ganancia ofrecidas por un sistema legal
que ni determina ni defiende apropiadamente los derechos de
propiedad de sus depositantes.
Explotación y costes externos son rasgos similares en el aná-
lisis de Hardin de la tragedia de los bienes comunales aplica-
dos al medio ambiente y en el análisis de Huerta de Soto apli-
cado a la banca libre con reserva fraccionaria. Sin embargo, como
Huerta de Soto señala, existe una diferencia importante entre los
dos. En el análisis de Hardin no existe prácticamente límite algu-
no a la explotación de lo «no privatizado», por ejemplo, la pro-
piedad medioambiental no claramente definida. Sin embargo,
en relación con los bancos con reserva fraccionaria sí que existe
un límite importante en la emisión de medios fiduciarios a cos-
ta de los clientes del banco. Este límite viene impuesto por el
comportamiento de los otros bancos y de sus depositantes en un
sistema de banca libre. En concreto, la expansión crediticia está
limitada porque los bancos pueden verse forzados a la quiebra
por el sistema de liquidación de las cámaras de compensación
interbancaria.
Imaginémonos un simple ejemplo. Hay dos bancos: banco A
y banco B. El banco A expande el crédito mientras que el banco
B no lo hace. Los títulos de dinero emitidos por el banco A son
intercambiados por clientes del banco A con clientes del banco
B. En un determinado momento, los clientes del banco B o el
propio banco B reclamarán la amortización de los títulos de
dinero al banco A. Por ello, el banco A perderá algunas de sus
reservas, por ejemplo oro. Como cualquier banco con reserva
fraccionaria, el banco A puede verse abocado a la suspensión de
pagos. Es decir, no puede amortizar todos los títulos de dinero
que ha emitido. Por lo tanto, si el banco B y sus clientes reclaman
que el banco A amortice los títulos de dinero hasta el punto en
LA TRAGEDIA DE LOS BIENES COMUNALES Y LA ESCUELA AUSTRIACA 131

que no pueda cumplir, el banco A tiene que suspender pagos


(y, eventualmente, declarar su quiebra).
De ahí que el sistema de liquidación y los clientes de los res-
tantes bancos, al reclamar la amortización de sus títulos, pongan
estrechos límites a la emisión de los medios fiduciarios. Los
bancos tienen un cierto incentivo a restringir la expansión de
medios fiduciarios en un grado más estricto que sus bancos riva-
les con el objetivo final de forzar a sus competidores a la quie-
bra y quedarse solos en el mercado. Es decir, estos bancos por
supuesto que quieren explotar las grandes oportunidades de
ganancia ofrecidas por los inadecuadamente definidos derechos
de propiedad; sin embargo, sólo pueden expandir el crédito
mientras puedan evitar razonablemente el riesgo de suspensión
de pagos y quiebra. Es decir, la competencia les obliga a con-
trolar su expansión crediticia.
El problema que ahora se plantea es cómo pueden los bancos
incrementar sus beneficios con la expansión crediticia mientras
mantienen un riesgo de quiebra bajo. La solución obviamente
radica en llegar a acuerdos para evitar las consecuencias nega-
tivas de una expansión crediticia independiente y no coordina-
da. Por eso, los bancos tienden a establecer una política combina-
da, simultánea y simétrica, de expansión crediticia. Esta política
les permite mantener su solvencia, guardar sus reservas, y ob-
tener grandes ganancias.
Por tanto, la tragedia de los bienes comunales no sólo predi-
ce la explotación y los costes externos de una propiedad priva-
da vagamente definida, sino que también explica por qué hay
grandes fuerzas en un sistema de banca libre que impulsan la
realización de acuerdos empresariales, fusiones y cárteles. Sin
embargo, incluso después de la fundación de un cártel, la ame-
naza de quiebra sigue latente. El cártel bancario, como todos los
cárteles, es inestable. Por eso los bancos de reserva fraccionaria
tienen un gran incentivo para pedir la creación de un banco
central. La única diferencia entre la tragedia de los bienes comu-
132 PHILIPP BAGUS

nales aplicada al medio ambiente y aplicada al sistema de la


banca libre —los límites en la explotación— es ahora eliminada
por la introducción de un banco central. Por lo tanto, una
verdadera situación de tragedia de los bienes comunales se
encuentra sólo, según Huerta de Soto, cuando el banco central
ha sido establecido. Ahora los bancos pueden explotar sin res-
tricción la propiedad incorrectamente definida y malamente
defendida.
Sin embargo, incluso en el escenario más favorable para los
bancos, esto es, cuando el banco central y el papel moneda han sido
creados, existe un límite que Huerta de Soto no menciona: el ries-
go de la hiperinflación. Como Rothbard expone, «with fiat money
established and gold outlawed, the way is clear for full-scale...
inflation. Only one very broad check remains: the ultimate threat
of hyper-inflation, the crack up of the currency.»11
Por lo tanto, hay que concluir que la analogía de Huerta de
Soto que relaciona la banca con reserva fraccionaria con la tra-
gedia de los bienes comunales no es totalmente perfecta.
Es decir, incluso cuando se ha creado un banco central, aún
existe un control a la explotación de la propiedad privada. En
una situación de tragedia de los bienes comunales ideal, el incen-
tivo consiste en explotar la mal definida propiedad tan rápido
como sea posible para adelantarse a la posible explotación de
otros. Sin embargo, incluso cuando existe un banco central que
asegure su solvencia, no les conviene a los bancos con reserva
fraccionaria emitir los medios fiduciarios tan rápido como les
sea posible. Hacer esto podría conducir a una hiperinflación sin
freno.12 Esta hiperinflación llevaría al colapso del sistema mone-

11
Véase Murray N. Rothbard, What Has Government Done to Our Money (5.ª ed.,
Auburn, Ala.: Ludwig von Mises Institute, pdf. Edición online), p. 43.
12
Hay otro límite a la expansión crediticia que viene impuesto por la opinión
pública. Ésta puede influir en el comportamiento del banco central induciéndole a
mantener la expansión crediticia dentro de ciertos límites. Este es el motivo por el
cual los bancos centrales dedican muchos esfuerzos a construir su credibilidad fren-
te a la opinión pública.
LA TRAGEDIA DE LOS BIENES COMUNALES Y LA ESCUELA AUSTRIACA 133

tario y a tensiones sociales que no redundarían en beneficio del


sistema bancario.
Hay que subrayar que la hiperinflación es un fenómeno que
depende de la «opinión pública», o mejor dicho de las expecta-
tivas del público. Es decir, los individuos creen que la inflación
continuará en el futuro y se deshacen de su dinero con rapidez
impulsando así la pérdida de poder adquisitivo y reforzando la
inversión en «valores reales». La explotación de los bienes comu-
nales, por lo tanto, tiene que ser diluida y llevarse a cabo con
cuidado. No obstante, la analogía de Huerta de Soto es muy útil
para comprender los incentivos, la dinámica y la naturaleza de
un sistema de banca con reserva fraccionaria.

3. La democracia y Hoppe

Otra relación importante entre la escuela austriaca y la trage-


dia de los bienes comunales se puede encontrar en el análisis que
Hoppe hace de la democracia. Hoppe señala que la combinación
de la regla de «una persona-un voto» con el acceso libre al go-
bierno democrático para cada persona adulta implica que cada
persona y su propiedad están al alcance y a disposición de la
mayoría. Es decir, se crea así una situación de tragedia de los
bienes comunales.13
Hoppe no profundiza en esta idea y no subraya los límites
que existen a la explotación de la propiedad mal definida en esta
situación. No obstante, merece la pena investigar los posibles
límites de explotación para entender mejor las fuerzas que ac-
túan en los procesos democráticos.
De hecho, en democracia los derechos de propiedad no se
encuentran rigurosa y establemente determinados porque el
propio Estado, como monopolio de compulsión y coerción,

13
Véase Hans-Hermann Hoppe (2004).
134 PHILIPP BAGUS

puede redefinir y cambiar los derechos de propiedad en cual-


quier momento. Es decir, no se garantiza una definición clara,
segura y estable de los derechos de propiedad.
Existe el incentivo para el ser humano, siempre impulsado
por su propio interés, de usar el libre acceso al gobierno y la
regla «una persona-un voto» para explotar y expropiar la propie-
dad privada de los demás. En las democracias modernas se suele
explotar la propiedad privada mediante impuestos, regulacio-
nes, la prestación de servicios para el Estado y la confiscación
inflacionaria. En otras palabras, en democracia cualquier indi-
viduo puede acceder al gobierno y una vez en el gobierno ex-
propiar la propiedad de los demás con impuestos, etc.
Además, en democracia se cumple otra característica de la
tragedia de los bienes comunales: dada la limitación temporal
del gobierno democrático, existe, en contraste con la monarquía,
un incentivo a explotar la propiedad privada cuanto antes, por-
que si no se aprovecha esta oportunidad ahora, el próximo y
posiblemente distinto gobierno lo hará.
No obstante, igual que sucede en el caso de la banca con reser-
va fraccionaria, la analogía con la tragedia de los bienes comu-
nales en el medio ambiente, es decir, la tragedia de los bienes
comunales ideal, no es perfecta, porque hay límites a la explo-
tación de los derechos de propiedad. E igual que sucedía en el
caso de la banca con reserva fraccionaria, estos límites pueden
explicar la tendencia en las democracias a suprimir dichos lími-
tes en la medida en que sea posible. Existen dos límites funda-
mentales a la explotación de la propiedad no rigurosamente
definida en una democracia: la competencia de otros Estados y
la opinión pública.
El primer límite está constituido por la competencia de otros
Estados. Las democracias con impuestos más bajos y menos
regulaciones impulsan a que la población de otros Estados más
intervenidos emigre hacia ellas, por lo que se produce una
transferencia de propiedad hacia los Estados menos expropia-
LA TRAGEDIA DE LOS BIENES COMUNALES Y LA ESCUELA AUSTRIACA 135

dores. Se podría decir que, análogamente a lo que ocurría en el


caso de la banca con reserva fraccionaria, los Estados se hallan
también en peligro de perder sus «reservas», proporcionadas
por los bienes de los ciudadanos objeto de expropiación estatal.
La solución para las democracias, o los Estados en general, para
superar este límite es análoga a la del caso de la banca libre con
reservas fraccionarias: la formación de acuerdos, cárteles y fu-
siones para «armonizar» la competencia entre sí y orquestar una
expropiación simultánea y más intensa de la propiedad de los
particulares. 14 Como los cárteles y los acuerdos libres no son
estables, han de vincular a las partes de manera legal. Por eso
los Estados tienen el incentivo de establecer entre ellos víncu-
los de tipo jurídico. Un ejemplo histórico muy ilustrativo de esta
evolución hacia una «armonización» legislativa y la formación
de una constitución está representado por la propia Unión
Europea.
Además, existe una opción más violenta y frecuentemente
usada para impedir la competencia de otros Estados y así am-
pliar la base de propiedad privada que puede ser expropiada y
que, por supuesto, no existe en el caso de la banca con reserva
fraccionaria: la guerra. Irónicamente, se ha utilizado el miedo a
la guerra, la táctica más violenta para eliminar el límite que
supone la competencia, para justificar la técnica de la «armoni-
zación». De hecho, después de la Segunda Guerra Mundial se
argumentaba a favor de una unión europea para evitar el ries-
go de una nueva guerra intraeuropea.15 En suma, los dos, gue-
rra y «armonización», sirven para deshacerse de la competen-
cia entre Estados.

14
Por supuesto, esta tendencia se ve frenada por el problema que plantea la
cesión del poder existente antes de la unión, alianza o federación de Estados, dado
que implica la renuncia parcial a la propia soberanía. Hülsmann argumenta que
los inconvenientes de la unificación pueden llegar a ser irrelevantes ante el miedo
a la extensión de «quiebras» estatales. Véase Hülsmann (1997), pp. 81-96.
15
Por ejemplo, Helmut Kohl, canciller alemán, argumentaba así. Véase Hoppe
(ed.), (2003), p. 169.
136 PHILIPP BAGUS

El segundo límite más fundamental a la expropiación, es el


de la opinión pública, que pone una limitación en dos sentidos.
Primero, la opinión pública es esencial para todos los Estados,
porque el poder es «un fenómeno moral y espiritual». «Un siste-
ma duradero de gobierno debe basarse siempre en una ideología
que la mayoría acepte.»16 Es decir, el gobierno democrático tiene
que convencer a la mayoría de que la expropiación de la propie-
dad privada es en su propio interés o al menos legítima.17 Una
táctica apropiada para lograrlo consiste en generar confusión
sobre quién resulta ganador neto y quién resulta perdedor neto
de las redistribuciones democráticas. Por eso es esencial para el
gobierno promocionar la ideología democrática que mantiene,
entre otros aspectos, que la expropiación de la propiedad pri-
vada llevada a cabo por un gobierno elegido democráticamen-
te es siempre legítima. Quizás una de las razones del éxito de la
democracia consista precisamente en que es más fácil convencer
a la mayoría de la población de que la explotación de la propie-
dad privada por el Estado es legítima si es que se efectúa demo-
cráticamente.
Además, la opinión pública establece un límite importante a
la explotación de la propiedad privada: en las democracias los
políticos desean, ante todo, ser reelegidos. Es decir, el gobierno
no sólo tiene el incentivo de convencer a la mayoría de la pobla-
ción de que la explotación de la propiedad es legítima, sino tam-
bién de que, al menos el día de la elección, es mejor que la expro-
piación siga en sus manos en vez de en las manos del partido
opositor.
La solución para reducir, al menos, el límite de la expropia-
ción de los derechos de propiedad, constituido por la opinión
pública consiste obviamente en influir, modelar y formar la

16
Véase Mises, (2001) pp. 226 y 227.
17
Algunas veces puede ser conveniente convencer a la mayoría de la pobla-
ción de la necesidad de cambiar o interpretar de diferente modo determinadas
barreras institucionales, constituidas por las leyes o las constituciones.
LA TRAGEDIA DE LOS BIENES COMUNALES Y LA ESCUELA AUSTRIACA 137

opinión pública para acercarse a una situación de tragedia de


los bienes comunales ideal, que es la situación más confortable
para los gobernantes. Por eso habitualmente el Estado controla
e influye en la opinión pública a través de la educación, es de-
cir, de las escuelas, institutos, colegios y universidades públicas
y privadas. Además, juega un papel importante en los medios
de comunicación a través de numerosos controles, regulaciones,
medios públicos, censura y licencias de los medios.
En resumen, la analogía de la democracia con la tragedia de
los bienes comunales ideal no es perfecta, pero, como sucedía
en el caso de la banca con reserva fraccionaria, puede explicar
muchas tendencias existentes que determinan el comportamien-
to de los gobiernos democráticos que tratan de remover los lími-
tes a la expropiación de la propiedad privada mal definida y
defendida por el propio sistema político.

4. Conclusión

Hay que subrayar los interesantes paralelismos existentes en el


análisis de la banca con reserva fraccionaria y el análisis de la de-
mocracia con la teoría de la tragedia de los bienes comunales. En
ambos casos la analogía con la tragedia de los bienes comunales
en el medio ambiente no es perfecta, porque en la «tragedia ideal»
no hay límites a la explotación de la propiedad no rigurosamente
definida y el incentivo es el explotar esta propiedad cuanto antes
para adelantarse a la explotación efectuada por los demás.
Por el contrario, en los casos de la banca con reserva frac-
cionaria y de la democracia si hay límites a la explotación que
son muy incómodos para los individuos que quieran disfrutar
libremente de la explotación de la propiedad no definida ade-
cuadamente. Por eso, en los dos casos existen incentivos para
eliminar dichos límites siempre que sea posible, sin que se pueda
llegar a una situación de tragedia ideal. Además, los límites son
138 PHILIPP BAGUS

muy parecidos y en los dos casos están constituidos por los dos
pilares de la competencia y la opinión pública.
Por lo tanto, el concepto de tragedia de los bienes comuna-
les de tipo ideal, o bien, de tipo hardiano, puede servir como
instrumento teórico para analizar en la realidad sistemas con
derechos de propiedad mal definidos que están cerca de este tipo
ideal, pero que están restringidos por determinados límites, y
para entender, asimismo, aquellas fuerzas e intereses inheren-
tes a los propios sistemas que tratan de superar dichos límites,
aproximándose de este modo al supuesto ideal de «tragedia».
En suma, se puede concluir que el concepto y el término de
tragedia de los bienes comunales constituyen en una contri-
bución importante de la Escuela Austriaca. Mises expuso el fun-
damento teórico del concepto antes y de forma más completa
que Hardin. Basándose en esta teoría, Huerta de Soto desarrolla
su análisis de la banca con reserva fraccionaria para explicar las
fuerzas inherentes en este sistema para crear un banco central,
y Hoppe impulsa con su analogía de la tragedia de los bienes
comunales y la democracia un análisis paralelo en el campo
político.
LA TRAGEDIA DE LOS BIENES COMUNALES Y LA ESCUELA AUSTRIACA 139

REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS

HARDIN, G., «La tragedia de los communes», en Enciclopedia Fortune


de Economía (Barcelona: Ediciones Folio, 1998).
HOPPE , H.-H., Democracy - The God That Failed (New Brunswick, NJ
y Londres: Transaction Publishers, 3.ªed., 2002). Traducción
española: Monarquía, democracia y orden natural (Madrid: Edi-
ciones Gondo, 2004).
HOPPE, H.-H. (ed.), The Myth of National Defense: Essays on the Theory
and History of Security Production (Auburn, Ala: Ludwig von
Mises Institute, 2003).
HÜLSMANN , G., «Political Unification: A Generalized Progression
Theorem», en Journal of Libertarian Studies 13:1 (Verano 1997).
HUERTA DE SOTO, J., Dinero, crédito bancario y ciclos económicos (Ma-
drid: Unión Editorial, 2.ª ed., 2002).
VON M ISES , L., La acción humana (Madrid: Unión Editorial, 7.ª ed.,
2001).
R OTHBARD, M URRAY N., Historia del pensamiento económico, vol. I
(Madrid: Unión Editorial, 1999).
ROTHBARD, MURRAY N., What Has Government Done to Our Money
(Auburn, Ala.: Ludwig von Mises Institute, 5.ª ed. pdf. Edi-
ción online).
140 PHILIPP BAGUS
EL VALOR COGNITIVO DE LAS TEORÍAS FUNCIONALES DEL PRECIO 141

Documentos
142 HANS MAYER
EL VALOR COGNITIVO DE LAS TEORÍAS FUNCIONALES DEL PRECIO 143

EL VALOR COGNITIVO
DE LAS TEORÍAS FUNCIONALES
DEL PRECIO. INVESTIGACIONES
CRÍTICAS Y POSITIVAS REFERIDAS
AL PROBLEMA DEL PRECIO*
HANS MAYER**

1. Introducción

«Felizmente no hay nada en las leyes del valor1 que quede por acla-
rar para cualquier escritor del presente o del futuro: la teoría sobre la
materia está completa.» «La teoría intrínseca del proceso de formación
de precios no puede ser expresada de otra manera que por un sistema
de ecuaciones simultáneas como el nuestro.» Aproximadamente un
siglo de desarrollo de la teoría económica separa la primera de estas
afirmaciones, en la que el famoso John Stuart Mill sostiene la impor-
tancia de su teoría del valor de cambio en el establecimiento de las le-
yes del precio, 2 y la segunda, su igual en certidumbre apodíctica, en la
que Cassel intenta destacar convenientemente su propia teoría del pre-
cio.3 En ese siglo, teóricos como Gossen, W. S. Jevons, Léon Walras, Carl

* Traducido al español por José Gregorio Díaz Bahamonde a partir de la versión


inglesa publicada como capítulo 16 en Kirzner, I. (ed.) (1994) Classics in Austrian
economics: A sampling in the history of a tradition (Londres, William Pickering, vol.2).
La traducción del alemán al inglés fue realizada por Patrick Camiller que actuali-
zó, cuando fue posible, las referencias. Para esta traducción también se tuvo a la
vista el artículo de Mayer, «Il concetto di equilibrio nella teoria economica. Ricerche
sulla trattazione matematica del problema dei prezzi» publicado en Bottai, G. y
Arena, C. (1937) Nuova collana di economisti stranieri e italiani, Vol.4 Economia pura,
Turín, Unione Tipografico-Editrice Torinese, pp.645-799. La edición original de este
artículo fué publicada en alemán con el título de «Der Erkenntniswert der
funktionellen Preistheorien: Kristische und Positive Unntersuchunngen zum
Preisproblem», en Die wirtschaftstheorie der Gegenwart, Hans Mayer (ed.), Verlag von
Julius Springer, vol. II, Viena 1932, pp. 147-239b.
** Antiguo catedrático de economía política en la Universidad de Viena.
1
O valor de cambio en la terminología de la economía clásica.
2
Principles of Political Economy (Londres, 1849), libro iii, cap.1, secc.1, p.533
3
The Theory of Social Economy, 1.ª. ed., trad. por Joseph McCabe (Londres, T.
Fisher Unwin, 1923), p.138. Cfr. 2.ª. ed., trad. por S. L. Barron (Londres, 1932),
pp.140-1

Procesos de Mercado: Revista Europea de Economía Política,


vol. I, n.º 2, Otoño 2004, pp. 141 a 261
144 HANS MAYER

Menger, Böhm-Bawerk, Wieser, Pareto, Marshall y Wicksell —sólo para


nombrar a los más significativos— han dedicado el trabajo de su vida
a resolver el problema central de la economía comercial: la formación
de los precios. En la actualidad, algunos especialistas consideran las
soluciones ofrecidas por uno u otro de los dos sistemas anteriores como
verdades finales inamovibles, y ven todo trabajo adicional como parte
de la casuística de problemas especiales dentro de ellos. Sin embargo,
otros, aunque admiren sinceramente estos resultados, sienten con más
fuerza su carácter decepcionante e inadecuado, intentando encontrar
soluciones que satisfagan un propósito cognitivo más amplio.
Ahora necesitamos examinar más detenidamente dónde está lo ina-
decuado y qué debería ponerse en su lugar. Para evitar cualquier malen-
tendido, permítasenos decir primero que ello no se refiere a esas frases
gastadas que, por necesidad de un argumento sustancial, buscan cons-
tantemente obstruir el progreso de la investigación. Por ejemplo, la
objeción de que una solución propuesta es «subjetiva» u «objetiva»
como si aún hoy fuese permisible sostener, que las relaciones de valor
del hombre hacia los bienes y la formación de los precios está determi-
nada exclusivamente por factores objetivos o subjetivos. Otro ejemplo
es la caracterización como «materialista» o «idealista» del análisis de
correlaciones completamente orientado al conocimiento, etiquetas que
muchos aún consideran excepcionalmente «profundas». O incluso la
distinción entre teorías «individualistas» y «universalistas», que pueden
ser apropiadas para una actitud enjuiciadora (normativa) hacia las cosas
pero que se vuelve carente de significado, artificial e ilusoria si se aplica
al trabajo teórico cuyo único fin es aclarar procesos de la realidad empí-
rica.
Lo inadecuado en cuestión no está en la falta formal de unidad
[Geschlossenheit] de los sistemas en el sentido de coherencia interna entre
proposiciones. Al contrario, como veremos, muchos de ellos se distin-
guen precisamente por su hermosa y sencilla «coherencia», lo que para
el conocimiento actúa como una especie de cortocircuito: una dudosa
aproximación a lo circular y a la tautología. Es más probable que muchos
sistemas exhiban una falta de unidad en el otro sentido de totalidad. Pero
aunque los sistemas de teoría de precios así construidos carecieran formal-
mente de fallos, lo que produce insatisfacción es su excesivamente estrecha
aplicación a los procesos de la realidad económica. En una ciencia cuyo
objeto último es la economía empíricamente dada, el sistema formal-
mente más completo pierde su utilidad en la medida en que los supuestos
típico-ideales que están tras su construcción se desvían de las precon-
EL VALOR COGNITIVO DE LAS TEORÍAS FUNCIONALES DEL PRECIO 145

diciones realmente típicas de la realidad. No es sólo que los resultados


producidos por el aparato del sistema sean también discrepantes con los
de la realidad económica; mucho más serio es el hecho de que el aparato,
por la forma en que está construido, no puede reconocer y procesar ciertos
problemas presentes en el curso real de la economía. La investigación
de los movimientos hacia el interior de la realidad económica requiere
urgentemente una comprensión perspicaz del proceso de formación de los
precios, mayor de la que es posible obtener a través de modos de obser-
vación puramente «estáticos» o a través de la simple descripción de las
relaciones de precios que finalizan en un estado de equilibrio ya alcan-
zado. Este aspecto insatisfactorio de las teorías existentes de los precios
es inmediatamente evidente al notar que, precisamente en la última
década, se ha producido un cambio cada vez más notable hacia tratamien-
tos estadísticos realistas de las correlaciones entre precios que se mueven;
hacia la investigación de fenómenos en el desarrollo de los procesos eco-
nómicos; y, más específicamente, hacia el complejo conjunto de cuestio-
nes referidas al extremadamente «dinámico» problema de los ciclos y
crisis económicas, para cuya comprensión los sistemas hasta ahora esen-
cialmente estáticos de las teorías de los precios se han mostrado inade-
cuados.
Una clasificación de las modernas teorías de los precios, por sus
tareas cognitivas distintivas e instrumentos cognitivos apropiados, faci-
litará la clarificación de sus méritos y defectos así como los límites de
su poder explicativo. Pueden distinguirse dos tipos principales:

I. Teorías Genético Causales, que para explicar la formación de los pre-


cios pretenden proporcionar una comprensión de las correlaciones
de precios a través del conocimiento de las leyes de su génesis.
II. Teorías Funcionales, que por determinar precisamente las condiciones
del equilibrio, pretenden describir las relaciones de correspondencia
entre precios ya existentes en la situación de equilibrio.

Ambas son teorías «puras»: afirman que sus leyes (genéticas o estructu-
rales) son necesarias y universalmente válidas, y tienen un carácter hipoté-
tico puesto que el contenido de cada ley es un eslabón de un fenómeno con
condiciones particulares. Si, como sucede a menudo, se desea considerar lo
«empírico realista» así como lo «puro» bajo el concepto de teoría, sería nece-
sario identificar un tipo adicional: las «teorías» estadísticas del precio. Pero
esto confundiría completamente el concepto de teoría como un sistema de
conocimiento necesariamente interconectado. Pues sólo un carácter empí-
rico, no la necesidad, se añade en las regularidades descubiertas por la esta-
146 HANS MAYER

dística: ellas acumulan material empírico para ser evaluado por medio de
la teoría, pero no pueden ser en sí mismas teorías en el sentido estricto del
término. En este sentido, nada esencial cambian los maravillosos refina-
mientos de los métodos estadísticos, por ejemplo el cálculo de correlacio-
nes en el estudio de los movimientos en la economía, y especialmente el esta-
blecimiento de conexiones «estocásticas» que reemplazan las características
distintivas de la necesidad por aquellas propias de una probabilidad a priori.
Pese a los ingeniosos argumentos de Sombart, es imposible cerrar
los ojos al hecho de que el escrutinio histórico de los precios, la descrip-
ción de cómo emergieron una vez y se desarrollaron en casos concre-
tos, es algo fundamentalmente diferente de la teoría.4
Casi no es preciso indicar que, de las numerosas variantes actuales
de las teorías de los precios, difícilmente alguna corresponde a cual-
quiera de los tipos básicos en toda su pureza. Todas están relacionadas
entre sí, lo que resulta de su naturaleza como tipo ideal, y son aproxi-
maciones más o menos cercanas. Esto no debe sugerir que tales tipos
híbridos provengan de un intento consciente de «síntesis» o de eclecti-
cismo deliberado; más bien en esto puede verse la lucha por hacer pro-
gresos en uno u otro sentido y de ahí, inevitablemente, la insatisfactoria
impresión de falta de unidad orgánica del sistema. Posteriormente de-
beremos dar una mirada crítica más próxima a las variantes más impor-
tantes; aquí comenzaremos examinando, en principio, la especificidad
de los dos tipos básicos y cómo se comparan en términos de la eficiencia
de sus resultados.
Indudablemente, el más antiguo de los dos es el tipo funcional, cuya
organización está basada en el supuesto de que ciertas cantidades fácil
y directamente perceptibles —precios, salarios, interés y renta, o precio,
oferta y demanda— «se establecen en equilibrio»: tienden hacia una
relación en la cual, si no son perturbadas desde fuera, buscan establecer-
se a sí mismas una y otra vez. Es una pregunta abierta si esta idea de
una situación de equilibrio, que explícitamente o no siempre ha estado
en la base de las teorías del precio, surgió primero de la observación
directa de la constancia relativa de ciertas conexiones, o por analogía
de procesos de la naturaleza (mecánicos u orgánicos), o del postulado

4
Ni el hecho de que la decisión del historiador de su objeto esté guiada por
perspectivas teóricas, ni el que su exposición emplee conceptos establecidos por la
teoría, significan que su propio trabajo sea teoría. Pero si va más allá de la descrip-
ción de los hechos concretos e intenta demostrar su genética fundamental o sus
leyes estructurales, él no hace esto como historiador sino que construye teoría con
material histórico (útil o inútil).
EL VALOR COGNITIVO DE LAS TEORÍAS FUNCIONALES DEL PRECIO 147

de una situación normal. De los primeros grandes constructores de sis-


temas, los fisiócratas presentaron un sistema distintivamente cinético
de equilibrio, mientras el equivalente clásico (¡con su concepto de precio
normal!) produjo uno que era estático al menos en su carácter básico.
Nada esencial cambió como resultado del intento de establecer un so-
porte causal en la teoría clásica de los costes laborales y la teoría de la
oferta y la demanda que, de nuevo como factores genéticamente inde-
pendientes entre sí, se supuso tienden hacia el equilibrio. La antigua
teoría del equilibrio alcanzó la cima en el sistema de John Stuart Mill
con el «descubrimiento» de que entre la demanda, el precio y la oferta
no hay una relación causal secuencial sino que se determinan recíproca-
mente entre sí como los componentes de un mecanismo.
La teoría de los precios explícitamente genético causal hizo su pri-
mera aparición con el descubrimiento de Gossen y Jevons del signifi-
cado del factor subjetivo para el conocimiento de los procesos econó-
micos. 5 Su necesidad fue fuertemente enfatizada por L. Walras (en el
apoyo de los fundamentos de su sistema), pero en su resumen final de
las relaciones de precios el «inventeur d’équilibre économique» lo aban-
donó en favor de los principios funcionales. C. Menger la estableció
epistemológicamente con claridad insuperable (en el famoso prefacio
de su Grundsätze y en su Untersuchungen über die Methode der
Sozialwissenschaften und der politischen Ökonomie 6) y él, junto a Böhm-
Bawerk, Wieser y gran parte de los teóricos de la «Escuela Austriaca»
que realizaron trabajos adicionales sobre sus fundamentos, coherente-
mente la incorporaron en su construcción de la teoría del precio.
Después que Cournot encontrara la manera de introducir formas
matemáticas de pensamiento y expresión en la economía teórica, se
desarrolló paralelamente una nueva teoría funcional que tenía ahora a
su disposición, en el concepto matemático de función, el instrumento
requerido para el manejo preciso del fenómeno del equilibrio. Sobre esta

5
Intentos anteriores por incorporar la función del factor subjetivo en el surgi-
miento de las relaciones de intercambio no llevaron a una teoría de los precios
consistentemente desarrollada. Tales esfuerzos correspondieron a Bentham,
Davanzati, Galiani, Genovesi, Turgot, Condillac, Soden, Auguste Walras, Hermann,
Dupuit, Say y Senior.
6
Traducidos respectivamente como Principles of Economics, trad. por J. Dingwall
y B. F. Hoselitz (Glencoe, The Free Press, 1950) e Investigations into the Method of
the Social Sciences with Special Reference to Economics, trad. por Francis J. Nock (Urba-
na, University of Illinois Press, 1963). De la primera obra hay una traducción es-
pañola publicada por Unión Editorial, Madrid, 2.ª edic. 1997.
148 HANS MAYER

base, el trabajo de L. Walras y de Pareto produjo esos sistemas com-


prensivos y maravillosamente coherentes que, a juicio de muchos de
los teóricos actuales, hace que el modo genético causal de investigación
y presentación deba ser definitivamente sustituido. El problema epis-
temológico de las relaciones causales, el éxito sin precedentes logrado
por la limitación de la investigación a las dependencias funcionales en
las ciencias naturales exactas, y los ocasionales errores e infelices formu-
laciones incurridas en la investigación aplicada —atribuibles más a los
investigadores que al método como tal—, especialmente la exagerada
discusión acerca de «la causa» del valor y del precio (de la cual Böhm-
Bawerk en particular no es inocente) cuando en realidad un complejo
de causas actúan juntas: todo esto ayudó a reforzar la creencia de que
las teorías genético causales del precio estaban obsoletas. Este rechazo
encontró su expresión más profunda en la teoría de Pareto y en la larga
lista de escritores dedicados a desarrollos adicionales de la Escuela de
Lausana, en la teoría del precio de Cassel, en el sistema teórico de
Schumpeter desde 1908,7 y también en Marshall aunque no de una ma-
nera totalmente coherente.
No obstante, es evidente que, pese al respeto a los argumentos y al
examen crítico de los resultados logrados en ambas partes, actualmente
se prepara un regreso al análisis genético causal. Parece que la aproxi-
mación funcional ya ha extraído del problema del precio todo aquello
que podía extraer y, a menos que se abandone completamente la teoría
robusta y se esté satisfecho estableciendo únicamente regularidades
estadísticas, es necesario retornar al modo de pensamiento genético
causal.
La teoría del equilibrio establece como tarea cognitiva el describir
precisamente las relaciones cuantitativas que se obtienen entre los pre-
cios, la oferta y la demanda de todos los bienes en un mercado unificado
una vez que se alcanza un estado de reposo: es decir, una vez que nin-
gún cambio adicional de bienes se lleva a cabo a través de actos de inter-
cambio. Aunque esta situación nunca se produce en la economía empí-
rica, y aunque incluso sus aproximaciones tan solo duran un momento,
la teoría del equilibrio cree en ella porque con su cumplimiento todos
los elementos de la economía supuestamente tienden a establecer el
objeto cognitivo de la teoría de los precios. Por lo tanto, la teoría del

7
Das Wessen und der Hauptinhalt der theoretischen Nationalökonomie. Sin embar-
go, puede concluirse de los numerosos trabajos posteriores de Schumpeter que él
ya no sostiene ese brusco rechazo a la problemática genético causal.
EL VALOR COGNITIVO DE LAS TEORÍAS FUNCIONALES DEL PRECIO 149

equilibrio busca proporcionar la ley estructural o formal de la situación


de equilibrio presentando las relaciones claras y recíprocas entre nive-
les de precios y oferta, demanda y cantidades producidas, costes y así
sucesivamente. Todos los elementos que recíprocamente mantienen el
equilibrio en el estado de reposo son tomados como simultáneamente
dados (es decir, existentes) o simultáneamente «conocidos» (en sentido
matemático). Ningún elemento está dado antes que otro: no hay co-
nexión causal unívoca entre ellos, sino que todos se determinan mutua-
mente. Se relacionan entre sí en una dependencia reversible completa,
en «interdependencia general», como elementos variables de un siste-
ma cerrado: si un elemento cambia en cantidad todos los demás se
ubican automáticamente en una relación de correspondencia. De esta
manera se posibilita tratar las cosas geométricamente, pues la geometría
requiere establecer la ley formal de un objeto espacial presentando las
relaciones mutuas entre elementos espaciales (puntos, líneas, superfi-
cies). Y tal tratamiento realmente ocurre: en los casos más simples fijan-
do directamente las posiciones respectivas de las curvas, y en los más
complejos, a través de ecuaciones analíticas que dan un sistema simul-
táneo que excluye el tiempo y la causalidad.
Se afirma que tales ecuaciones recogen la ley formal de la situación
de equilibrio al fijar matemáticamente sus condiciones para el mercado
libremente competitivo (y mutatis mutandis para el mercado mono-
polístico). Están así constituidas, por una parte por la definición de la
situación de equilibrio —cese del cambio (o en términos matemáticos, los
cocientes diferenciales son iguales a cero)—, y por otra, por las leyes de
cambio a las que están sujetos los elementos del sistema relacionados
recíprocamente (por el carácter formal de las curvas), que a su vez no
son obtenidas ni de la experiencia ni por deducción. Como es bien cono-
cido, estas condiciones deben ser no contradictorias e independientes
entre sí, y dadas en tal número que sea posible establecer desde ellas
precisamente el mismo número de ecuaciones como de cantidades in-
cógnitas presentes. Los representantes de la teoría del equilibrio de los
precios afirman que su mayor mérito es haber mostrado que, para los
principales casos de competencia y monopolio considerados, precisa-
mente hay tantas ecuaciones condicionales como incógnitas, y que con-
secuentemente el nivel predominante de precios individuales y su in-
terrelación no son accidentales sino que están fuerte e inequívocamente
determinados en todo momento del tiempo.
Debemos ahora considerar que lo que las teorías del equilibrio pue-
den ofrecer a nuestro conocimiento de la economía ya está dado, sin ex-
150 HANS MAYER

cepción, por el «pensamiento calculador» en la preparación de las ecua-


ciones. Entonces el proceso de conocimiento económico se rompe y las
deducciones adicionales son dejadas al automatismo del aparato ma-
temático, para comenzar de nuevo sólo con la interpretación de los
resultados proporcionados por el aparato. Los resultados serán correc-
tos —es decir, darán un cuadro preciso de correlaciones económicas—
si las proposiciones empíricas o las deducciones que son la base de la
preparación de las ecuaciones son correctas. Por lo tanto, todo depen-
de del contenido de las proposiciones que llevaron a la preparación de
las ecuaciones. Pero aun si las relaciones expresadas en las ecuaciones
no tienen un carácter de pura definición, ni contradicen directamente
la experiencia, ni se contradicen entre sí, las soluciones derivadas del
sistema de ecuaciones pueden tener muy diferentes significados para
el conocimiento de la realidad económica. Este significado dependerá
de si la observación que constituye la base del contenido empírico de
las ecuaciones también se aplica a los factores elementales de la forma-
ción del precio —cuyo carácter elemental o primario se apoya en estar
presentes aun sin referencia a los precios (por ejemplo, los factores
mentales que generan la demanda), mientras que los precios no pue-
den existir sin ellos—, o si la observación está limitada simplemente a
relaciones entre cantidades que resultan de la operación de tales facto-
res elementales (por ejemplo, demanda efectiva y oferta efectiva y su
relación con los precios), y por lo tanto está restringida a un mero fe-
nómeno superficial tanto en los propósitos cognitivos como en las herra-
mientas de explicación. En el último caso, es evidente la poca compren-
sión que puede obtenerse del proceso de formación de precios y de su
movimiento. Para ser preciso, para estos propósitos cognitivos los siste-
mas de ecuaciones simultáneas tendrían que perder su validez aún
sobre bases puramente formales, porque las relaciones expresadas en
las diferentes ecuaciones no pueden ser establecidas independientemen-
te una de otra, sino que parcialmente una sigue a otra como un resulta-
do de la combinación genética de los factores elementales.
El valor de las teorías matemáticas del precio no puede ser decidido
con argumentos generales desde una opinión preconcebida que carece
de evidencias, tales como: «la teoría de los precios debe presentarse
en forma matemática porque la tarea es describir relaciones cuantita-
tivas» o «no puede ser matemática porque la analogía mecánica es
inapropiada al carácter orgánico de la economía». Es necesario seguir
el camino más arduo pero seguro de someter los actuales tipos princi-
pales de teorías matemáticas del precio a un análisis crítico detalla-
EL VALOR COGNITIVO DE LAS TEORÍAS FUNCIONALES DEL PRECIO 151

do, cuyos resultados permitirán por primera vez enjuiciar los límites
de la capacidad de las matemáticas para abordar de forma fructífera
el problema del precio.
El camino que seguiremos es suficientemente claro. Comenzando
con Cournot y John Stuart Mill, 8 la línea asciende rapidamente desde
Jevons hasta la cima de Léon Walras; es continuada a través de muchas
ramificaciones por Vilfredo Pareto y sus numerosos discípulos que
continúan activos en diferentes países eslavos y de lengua romance. Los
países germánicos y anglosajones —donde, especialmente en Alemania,
había mucho menos inclinación y comprensión por el análisis funcio-
nal de los procesos económicos9— se aproximaron en mayor o menor
grado a la nueva corriente gracias a los trabajos de Edgeworth, Irving
Fisher, Marshall, Wicksell y Schumpeter, aunque no iban exactamente
en la misma línea. Hoy en día, la presentación muy simplificada de
Cassel, con su eliminación máxima de problemas, ha adquirido una
posición dominante en Alemania.
Será útil a efectos críticos dividir en dos grupos a los principales
representantes de las teorías en consideración: la antigua teoría del equi-
librio (en sentido temporal más que evaluativo) representada por Jevons
y Walras, caracterizada por su intento de proporcionar una subestruc-
tura causal al análisis funcional; y la más reciente teoría estrictamente
no causal del equilibrio de Pareto y Cassel. Cournot, que es un prede-
cesor de ambas teorías, ocupa un lugar especial: el hilo conector le
vincula más a la nueva que a la antigua teoría del equilibrio.

8
Criticando teorías anteriores, Mill destaca que para la derivacion del precio
«la idea de una ratio entre demanda y oferta está fuera de lugar y no es relevante
en la materia: la analogía matemática apropiada es la de una ecuación. Demanda y
oferta, la cantidad demandada y la cantidad ofrecida serán igualadas». Principles,
p. 547.
9
Mathematische Untersuchungen über die Theorie des Preises (1889) de Auspitz y
Lieben, y Mathematische Begründung der Volkswirtschaftslehre (1885) de Launhardt,
no tuvieron un impacto significativo. Como es sabido, lo mismo es cierto del desa-
rrollo de la teoría del equilibrio en el trabajo de Gossen quien sólo aplicó el análi-
sis funcional y después fue celebrado como precursor de la escuela «psicológica».
Como sucede con los trabajos principales de Léon Walras y V. Pareto, ¡no se ha
considerado necesario traducir sus obras al alemán!
152 HANS MAYER

2. La teoría del precio de Cournot

El paso de la aproximación «clásica» inexacta al análisis exacto, mate-


mático funcional («neoclásico»), fue completado por A. Cournot. No es que
él mantuviese una posición esencialmente opuesta a la investigación de
las conexiones causales, como Pareto y Cassel. Las consideraba tan comple-
jas que afirmó: «Cuán lejos estamos de ser capaces de resolver, con pleno
conocimiento de las conexiones causales, una serie de preguntas que son
intrépidamente decididas cada día.»10 Él habla de completo conocimiento
de las causas de los cambios en los valores, argumentando que lo principal
es conocer las leyes que ocasionan esos cambios.11 Y es consciente de que
los juicios basados en probabilidades, tales como son los proporcionados
por la estadística, son inadecuados: «simplemente, sólo el conocimiento
de las leyes especiales en un campo particular, en vez de un juicio en térmi-
nos de probabilidad, puede establecer un juicio de certeza».12 Sin embargo,
le es ajeno el problema genético de la formación del precio (sobre el su-
puesto heurístico del trueque). Erróneamente lo identifica con el problema
histórico y así «la contribución de lo original, desencadenando fuerzas,
parece completamente extinta [para Cournot]».13 Él presupone un merca-
do constituido y un valor constante del dinero —de ahí que una serie de
problemas básicos de la formación de los precios sea excluida desde el co-
mienzo— y propone «sólo un axioma o, si se prefiere, sólo una hipótesis:
que todos busquen obtener el mayor valor posible de su propiedad o tra-
bajo».14 Y entonces plantea el problema de manera opuesta a la de los Clá-
sicos, para quienes el precio de mercado era una cantidad desconocida que
intentaban deducir de la combinación de cantidades dadas: oferta y de-
manda. El procedimiento de Cournot se ha vuelto tan importante para las
teorías funcionales posteriores que vale la pena revisarlo detalladamente.
«El precio de los objetos», sostiene la casi unánime opinión, «está en
proporción inversa a la cantidad ofrecida y en proporción directa a la canti-
dad demandada»15. «¿Cuál es el verdadero contenido de este principio?
¿Es la idea de que el precio cae a la mitad si se dobla la cantidad de bienes

10
Rechechers sur les principles mathématiques de la theorie des richesses (1838), citado
aquí desde la traducción alemana (Jena, 1924), Prefacio, p. xxiii.
11
Id., p.17.
12
Ibid., p.18.
13
Ibid., p.35.
14
Para Cournot, valor denota aquí valor de cambio.
15
Ibid., p.35. Los siguientes comentarios clave están tomados del capítulo 4,
«Sobre la Ley Fundamental de la Demanda».
EL VALOR COGNITIVO DE LAS TEORÍAS FUNCIONALES DEL PRECIO 153

vendidos? Entonces deberíamos ser más sencillos y decir simplemente que


el precio es inversamente proporcional a la cantidad ofrecida. Pero este
principio ahora comprensible sería falso»16. No hay razones para que, a la
mitad del precio, deba venderse exactamente el doble de cantidad. «Ade-
más, ¿qué entendemos por cantidad demandada? Ciertamente no es la canti-
dad que es realmente vendida ante la demanda de los compradores; el prin-
cipio anterior llevaría a la absurda conclusión general de que mientras más
caro sea un bien, más se venderá. Pero si la demanda es entendida como
el vago deseo de poseer algo, abstraído de los límites de precio que cada
uno establece para su demanda, entonces no hay ningún bien para el cual
la demanda no pueda ser considerada infinita.17 Y si uno debe tomar en
cuenta el precio al que cada demandante esta dispuesto a comprar y cada
oferente a vender, entonces ¿qué significa el principio? No es una aseve-
ración falsa sino que carece de significado». «Intentemos descartar los prin-
cipios infructuosos. Normalmente, la demanda de un bien es mayor cuanto
más barato. La venta o la demanda —para nosotros estos dos conceptos coin-
ciden y no vemos bajo qué condiciones deberíamos considerar una deman-
da que no tuviera su correspondiente venta— generalmente aumenta si
el precio cae.»18 Y ahora viene el cambio radical: «Supongamos, entonces,
que las ventas o la demanda anual D para cada bien es una función parcial
F(p) del precio p de cada bien. Si la forma de esta función fuera conocida
obtendríamos la ley de demanda o venta.» Pero como la forma de esa
función «depende» de tantos factores «morales» que «no pueden ser ni con-
tados ni medidos» (tales como, «obviamente, el grado de utilidad de un
objeto, la clase de servicio que desempeña, el placer que produce, las cos-
tumbres y moral de cada nación, la prosperidad promedio y la manera en
que la riqueza está distribuida») «no puede esperarse que esta ley pueda
ser expresada en un fórmula algebraica.» Más bien, sobre la base de obser-
vaciones uno debe preparar una tabla de los valores correspondientes de
D y p, y por interpolación construir una fórmula empírica o curva para
representar la función en cuestión. Si sobre esta base la solución al proble-
ma aún no puede llevarse al nivel de la aplicación numérica —debido a la
falta de material estadístico exacto y abundante «y también por los cambios
progresivos que sufre la ley de la demanda en un país que aún no ha alcanza-

16
Énfasis añadido.
17
Énfasis añadido. Nótese la evidente contradicción con lo sostenido por Cournot
en la p.43 de su libro donde afirma que «el uso de un bien es siempre limitado, aun en el
supuesto de que sea absolutamente gratis» (precio cero). Ya Adam Smith argumentaba:
«la demanda por comida de un hombre está limitada por su capacidad estomacal».
18
Énfasis añadido.
154 HANS MAYER

do el equilibrio»19—, «estaría justificado, sin embargo, introducir la desco-


nocida20 ley de demanda en los cálculos analíticos con la ayuda de un sím-
bolo indefinido», pues «como es sabido, una de las más importantes tareas
del análisis es precisamente comprender ciertas relaciones entre magni-
tudes que no pueden ser totalmente expresadas numéricamente o en fór-
mulas algebraicas.»
De hecho, ciertas propiedades generales de diferentes funciones
desconocidas —por ejemplo, crecer o decrecer ad infinitum, o ser repe-
titiva, o ser real sólo dentro de ciertos límites— pueden conducir, con
la ayuda de la expresión analítica, a relaciones igualmente generales
que difícilmente se hubieran descubierto de otra manera. La justifi-
cación de la hipótesis de que la función F(p) de la ley de demanda es
continua — nótese que en esta deducción, Cournot siempre entiende por
demanda o ventas la demanda global y no la individual, y además no
en un punto determinado del tiempo sino «la cantidad vendida anual-
mente en el área de un país o mercado»21— procede del hecho de que
«a mayor mercado y mayor variedad de necesidades, capacidades y
caprichos de los consumidores, más establemente cambiará la función
F(p) con p». Inestabilidades ocasionales de la función F(p) pueden ser
interpretadas como «fricciones» (¡el modelo para los «fenómenos friccio-
nales» de la teoría moderna!) equilibradas con el intercambio. Reitera-
damente, Cournot expresa su esperanza de que, con la ayuda de la in-
formación ofrecida por las estadísticas, algún día la teoría estará lo
suficientemente avanzada para lograr soluciones numéricas.22
La teoría del precio de monopolio de Cournot, suficientemente
famosa aunque no carente de críticas en el desarrollo de casos comple-
jos,23 presenta una brillante aplicación de su recientemente formulada

19
Énfasis añadido. Cfr. p.43: «La ley de demanda también puede cambiar en
el mismo período de tiempo, si el estado pasa a través de un repentino movimiento
de progreso o declive.»
20
Énfasis añadido.
21
Ibid., pp. 40 y 43.
22
El uso que hace Cournot de su función F(p) para derivar el precio al que el
valor de cambio agregado del volumen anual de ventas en la economía alcanza su
máximo (ibid., p.43) no ha sido considerado aquí, pues no presenta problemas en
la teoría del precio moderna.
23
Véase el tratamiento dado en F. Y. Edgeworth, «La teoría pura del mono-
polio», Papers Relating to Political Economy (Londres, 1925), vol.1, pp.111 y ss. Cfr.
mi investigación en la formación del precio monopólico: «Preis, Monopolpreis»,
Handwörterbuch der Staatswissenschaften, 4.ª ed., vol.6, llega a conclusiones diferen-
tes a las de Cournot en el caso de monopolios parciales.
EL VALOR COGNITIVO DE LAS TEORÍAS FUNCIONALES DEL PRECIO 155

relación D=F(p). También incluye una derivación de las relaciones entre


precio del producto y precio de los medios de producción,24 en la que
uno puede encontrar en Cournot una aproximación muy interesante y
sin precedentes a la problemática de la moderna «teoría de la imputa-
ción» 25 —eso sí, su derivación finalmente revierte en la antigua teoría
clásica de los costes y de la oferta. No es preciso efectuar aquí una expo-
sición detallada de este tema, dado que analizaremos algunos de sus
aspectos particulares en la siguiente crítica.
Cournot no desarrolló una teoría general del precio (es decir, una
teoría de la formación de los precios competitivos en su mutua co-
nexión). Él mismo señaló lo siguiente: «Hemos investigado cómo la ley
de demanda determina el precio de cada bien individual en conexión con
sus condiciones de producción.» «Examinamos los precios de los otros
bienes y el ingreso de otros productores como magnitudes dadas inmutables.»26
Cournot también merece elogios por concebir la primera noción de
interdependencia general de la que posteriormente Walras se hará cargo
de un modo sistemático. No obstante, debe ser señalado que Cournot
—contradiciendo repetidamente su propio procedimiento en la solución
de problemas parciales— apoyó una noción de dependencia total que
no excluía la relación de causalidad, a diferencia de las visones metodo-
lógicas de quienes han creado los sistemas más recientes de interde-
pendencia: «En general, cambios en el sistema causados por un elemen-
to tienen que mostrarse gradualmente en acción y en contra-acción a través
de todo el sistema.»27
Con la derivación y aplicación de las funciones de demanda de
Cournot hemos llegado al corazón de las teorías del equilibrio, y no me
alejaré del tema del estado presente de las teorías del precio si pasamos
a un examen crítico de su trabajo.
El valor cognitivo de un principio explicatorio —o, si se prefiere, de un
principio que sirve para describir correlaciones como pretende hacer la
ley de la demanda de Cournot— depende de la amplitud del campo de
problemas en que prueba su valor, del mayor o menor número de proble-

24
Cap.9, «Sobre la colaboración entre productores».
25
Cuando realicé mis investigaciones sobre el problema de la imputación desco-
nocía las indicaciones de Cournot. Ver «Zurechnung» y «Verteilung» , Handwörterbuch
der Staatswissenschaften, 4.ª ed., vol.8; y «Die Wert-und Preisbildung der
Produktionsmittel», Economia Politica Contemporanea, vol. 2 (Padua, 1930), pp.1-51.
26
Cap.11, «Sobre el ingreso social». Énfasis añadido.
27
Énfasis añadido. Esto es opuesto a la determinación recíproca y simultánea de
los elementos entre sí.
156 HANS MAYER

mas individuales que puede solucionar, o, en otras palabras, de la me-


dida en que las relaciones que constituyen su contenido en forma de una
ley tienen validez universal, permitiendo no sólo la solución de proble-
mas parciales o particulares, sino también la agregación de todas esas
soluciones parciales o áreas de conocimiento en un sistema unificado de
conocimiento. Si al pasar de un problema a otro, un principio explicativo
necesita regresar al material empírico para derivar relaciones adicionales
o leyes parciales, o para incorporar más «variables independientes» al
sistema, será menos fructífero cara a la comprensión del conjunto de
correlaciones del área que se quiere analizar.
La «ley de la demanda» de Cournot es una relación empíricamente
establecida entre cambios en el precio y cambios en la cantidad de
bienes vendidos. A partir de esta única relación obtenida de la expe-
riencia («afirmación material») y de la hipótesis de que el vendedor
«busca conseguir el mayor valor de cambio posible de su posesión»,
Cournot deriva todos sus resultados por medios puramente deductivos,
a través de juicios analíticos expresados en forma matemática. Pero
como Kant mostró claramente, los juicios analíticos («verdades concep-
tuales») no pueden proporcionar ningún nuevo conocimiento de la rea-
lidad, y puesto que los juicios sintéticos son posibles sólo en base a la
experiencia —como demuestra concluyentemente la epistemología mo-
derna—28, todo lo que el sistema de Cournot puede ofrecer cogniti-
vamente en relación al problema del precio proviene de una fuente: su
«ley de la demanda». ¿Es suficiente esta fuente de conocimiento? ¿Pue-
den las múltiples relaciones que vinculan los precios de los bienes a una
determinación fija ser realmente comprendidas como una unidad por
medio de esa proposición empírica (el problema de la teoría del precio)?
Inmediatamente resulta evidente que la base empírica de Cournot para
su «ley de la demanda» es demasiado pequeña para afrontar esta amplia
tarea de la teoría general de los precios. En realidad, uno puede obser-
var no sólo la relación base de Cournot entre precio y ventas sino tam-
bién otras numerosas relaciones: por ejemplo, cambios en la venta de
un bien con cambios en la estratificación del ingreso, o con movimientos
en los precios de otros bienes, o con cambios en la naturaleza y en la
escala de las necesidades de la población, etc. O puede constatarse cómo
precios y ventas varían juntos ante cambios en una tercera magnitud
—la escala de producción, el precio de los medios de producción, cam-

28
Véase M. Schlick, Allgemeine Erkenntnislehre, 2.ª ed. (Berlin, 1925).
EL VALOR COGNITIVO DE LAS TEORÍAS FUNCIONALES DEL PRECIO 157

bios en la tecnología, etc. 29 Pero no sólo en términos de contenido sino


también temporalmente, cabe afirmar que el campo de observación de
Cournot es demasiado estrecho como para servir de fundamento para
el conocimiento de las correlaciones de precios que se dan en el mun-
do real. Su observación se extiendan sólo a procesos simultáneos sobre
el mercado: la relación que él establece entre ventas y precios es tan
atemporal como lo son las relaciones de la geometría analítica. Pero
ahora sabemos a partir de la experiencia que la asociación entre los cam-
bios de las magnitudes que aquí nos conciernen suceden en el tiempo, a me-
nudo en períodos considerables; y que elementos de las series en que tiene
lugar se ubican dispersos en el tiempo en un orden inmutable (¡rela-
ción causal!). Así, si uno no considera los «efectos remotos» del cambio
en uno de estos factores (precio, ventas, demanda, oferta, escala de pro-
ducción, requerimientos, estratificación del ingreso, tecnología de pro-
ducción, etc.), es imposible incluso con las deducciones más precisas
(juicios analíticos), comprender las correlaciones de precios que se dan
en el mundo real. Pero este es precisamente el procedimiento de toda
la teoría «estática» del precio y de su padre Cournot. Y es por esto que
el proceso de formación del precio permanece impenetrable para él.
¿En base a qué, entonces, Cournot eligió arbitrariamente la relación
entre precios y ventas de entre toda la lista de posibles vínculos exis-
tentes entre los precios y otras «magnitudes»? Indudablemente, en base
a razones de mera utilidad o conveniencia. Porque esa relación trata
magnitudes directamente «tangibles», numéricamente disponibles, y
por lo tanto es susceptible de un tratamiento matemático exacto. Pero
tal conveniencia en términos de exactitud y simplicidad no coincide con
la conveniencia en términos de rango cognitivo —como el propio
Cournot tuvo finalmente que admitir. Prueba su valor sólo para la so-
lución de problemas individuales, aislados, de una clase muy especial:
en la derivación del precio de monopolio donde los supuestos están
muy simplificados, y en el cálculo del precio competitivo para un bien
individual, donde los precios de los otros bienes y especialmente de los
medios de producción son siempre considerados como dados. Es decir,
en la descripción de un equilibrio parcial estrechamente definido, pero
no en la determinnación del precio de mercado de equilibrio general.
Esta incapacidad de la función de demanda de Cournot como herra-
mienta para explicar la formación del precio, ya está presente en la
29
W. C. Mitchell no está errado al hablar del «problema proteico de la oferta y
la demanda». Business Cycles: The Problem and Its Setting (National Bureau of
Economic Research, Inc., Nueva York, 1927), p.154.
158 HANS MAYER

propia forma en que la misma es obtenida. No efectuaremos objecio-


nes al postulado de que la curva debe ser siempre continua: lo contrario
sería muy enojoso cara a los desarrollos matemáticos adicionales, a
parte de que los viejos matemáticos tradicionales dirían simplemente
que cualquier curva «racional» debe ser continua (evidentemente, el
mismo axioma que el expresado en el ya abandonado Natura non facit
saltum). De todas maneras, en el caso de Cournot —que trabaja con la
curva de demanda agregada de un área completa de la economía y se
refiere a las grandes disparidades de ingreso, propiedad, necesidades,
gustos, etc., entre la población— los fundamentos para la continuidad
de la curva están elaborados de un modo más apropiado que en los
contradictorios y exageradamente sutiles intentos, de justificar la conti-
nuidad de las curvas de demanda individuales de algunos recientes
teóricos del equilibrio.30 El punto crucial es que, como Cournot tuvo
confesar, la única declaración general que fue capaz de hacer sobre el
carácter formal de las curvas fue que, si simultáneamente los precios cam-
biantes se dibujan en el eje de las abscisas y las cantidades vendidas se
representan en las ordenadas, entonces las curvas van de izquierda a
derecha de la abscisa. Pero esto significa que para cada bien tiene que
determinarse la forma concreta de la curva —y todo depende de la
forma concreta, pues con cada cambio la relación precio-ventas se altera
completamente. Así, para Cournot no puede haber una fórmula exacta
dada la multiplicidad y diversidad de las condiciones que interactúan:
debe ser determinada con ayuda de las estadísticas en cada caso parti-
cular, para cada bien y cada mercado en cada momento del tiempo (que
es precisamente como se hace hoy casi un siglo después: un grupo de
los actuales teóricos del equilibrio y muchas instituciones se dedican a
preparar estadísticas de los movimientos de precios de todos los bienes
para obtener el carácter formal de las curvas, hoy conocido con el nom-
bre de elasticidad de la demanda).31
¿Qué se ha logrado con este nuevo punto de partida? Los economis-
tas clásicos identificaron una dependencia funcional entre demanda ab-

30
Esto se discutirá en mayor medida al analizar, posteriormente, la teoría de
los precios de Pareto.
31
Uno puede ver la diferencia. Para los matemáticos y fenomenólogos la forma
de la demanda (estadísticamente establecida) es también su «ley», y esa «ley»
cambia de lugar en lugar y de momento en momento. El no fenomenólogo quisiera
conocer más y se pregunta qué determina el rumbo de la curva. Si no se le despa-
cha con la réplica de que tal pregunta es inadmisible, deberá conformarse con una
simple respuesta: «las estadísticas».
EL VALOR COGNITIVO DE LAS TEORÍAS FUNCIONALES DEL PRECIO 159

soluta y precio, por una parte, y entre oferta y precio, por otra, aun sin
utilizar una formulación matemática exacta. Cournot estableció en for-
ma exacta una dependencia funcional entre precio y demanda efectiva.
Ambas relaciones corresponden a la experiencia y no se contradicen entre
sí. Pero los clásicos no estaban satisfechos con eso: buscaron el vínculo
entre los precios de todos los bienes diferentes: aquella ley que regula cómo
los valores de cambio de todos los bienes se relacionan entre sí. Podían conti-
nuar preguntándose y buscando esto debido a que el uso que hacían de
la demanda y oferta absolutas les permitía buscar hacia fuera sus deter-
minantes. También fueron capaces de construir otras relaciones más am-
plias en el sistema y pensaron haber encontrado una de ellas entre el valor
de cambio de los bienes y el desembolso efectuado en costes laborales.
Pero entonces Cournot ignoró inmediatamente la cuestión relativa a la
existencia de una relación más amplia al considerar que los precios es-
tuvieran dados como variables independientes, y colocar la demanda efec-
tiva (es decir, el volumen de ventas) en relación a ellos. Para Cournot sólo
hay curvas aisladas (relaciones precio-ventas) para cualquier bien; y la
cuestión relativa a los determinantes de la demanda efectiva es ignora-
da en base a que ésta es una función del precio que en teoría no puede ser
determinada de modo más preciso. Determinarla teóricamente es demostrar
la relación general de la que deriva la respectiva forma concreta de la fun-
ción de demanda. Se supone aquí «el conocimiento de las leyes que oca-
sionan los cambios en el valor», que estaría a su vez determinado por el
«conocimiento de las leyes especiales de la materia» a la que esas causas
pertenecen. Pero en vez de investigar estas desconocidas «leyes especiales
de la materia» —que, de hecho, se convierten en las leyes de la formación
del precio en la medida en que sean decisivas para la forma de la función de
demanda—, Cournot queda satisfecho con sus referencias a las estadísti-
cas. En cada caso concreto, deja sin analizar un material empírico en
bruto, en lugar de estudiar las leyes que sólo pueden ser adquiridas a
través de un análisis del material empírico más comprehensivo y amplio.
En vez de la formulación de relaciones definidas, universalmente váli-
das, somos remitidos a los «hechos brutos».32 Eso significa nada más y

32
Así, cuando llega a las cifras de demanda obtenidos estadísticamente, que
corresponden a los diferentes niveles de precios para cada bien (así como al valor
de la moneda), Cournot puede incorporarlas en su sistema sólo en forma de «datos».
Pero la evolución completa de las ciencias exactas —como Henri Poincaré ha mos-
trado en su Science and Hyphotesis (Londres, 1905)— tiende crecientemente a diluir
las cantidades que han sido tomadas previamente como datos o «constantes», sepa-
rándolas en relaciones de factores variables.
160 HANS MAYER

nada menos que abandonar completamente el intento de llegar a una so-


lución teórica al problema.
Aquí podemos ver el carácter completamente inadecuado del punto
de partida. La «ley de la demanda» es supuesta para proporcionar la
relación fundamental a partir de la cual pueda derivarse el vínculo
existente entre los precios y la demanda de cada bien. Pero esta ley cam-
bia (como Cournot tuvo que afirmar explícitamente) de lugar en lugar,
de tiempo en tiempo, de bien en bien, y estos cambios de la «ley» son
sólo descubiertos por las estadísticas; nada puede decirse acerca de la
ley que ocasiona cambios en la «ley de la demanda», es decir, en el ca-
rácter formal de las curvas de demanda. Pero una «ley» que cambia de
acuerdo con circunstancias externas no puede contener una relación fun-
damental porque no formula ninguna conexión universalmente válida,
independiente de un tiempo y lugar concretos. De hecho, no es una ley
en el sentido estricto del término sino que sólo proporciona al investiga-
dor la tarea de descubrir la ley que gobierna los cambios en esa seudo-
ley a causa de las alteraciones en las circunstancias externas. O, expre-
sado en términos matemáticos, sólo deja el problema de descubrir las
variables independientes respecto a las cuales aquellas que se han supues-
to como independientes en la «ley de demanda» de Cournot —precios
e implícitamente las cantidades demandadas— son ellas mismas mag-
nitudes que varían. Sólo entonces se habría establecido la ley que pro-
porciona las cambiantes relaciones precio-demanda de todos los bie-
nes y así las correlaciones globales de precios y demanda para todos
los bienes (como Jevons, Walras y los austriacos han tratado de hacer
con sus leyes de la constitución de la demanda por necesidades, califi-
cadas por algunos como «psicológicas», o Edgeworth, Irving Fisher y
Pareto con sus leyes estructurales del análisis de curvas de indiferen-
cia). Sólo entonces se habría descubierto una magnitud que, más que
determinada por un sistema elaborado, sería en sí «determinante del
sistema».33 (El término sistema es utilizado aquí en un doble sentido:
por una parte, como el sistema de precios reales y demanda cuantita-
tiva predominante en la realidad del mercado; por otra, como el esque-
ma teórico adecuado para ese sistema y que sirve para explicarlo).

33
Sin embargo, tal determinante del sistema está presente en el trasfondo, in-
troducido a modo de polizón en el libro de Cournot: es el buen, antiguo y vacío
principio económico de que «todos buscan obtener el mayor valor posible [valor
de cambio] de su propiedad o trabajo». Esto sólo tendría sentido si el valor de cam-
bio agregado —es decir, las relaciones de precio y coste de todos los bienes— estu-
viese dado. Pero en ese caso no necesitaría ser deducido.
EL VALOR COGNITIVO DE LAS TEORÍAS FUNCIONALES DEL PRECIO 161

Pero si la ley de la demanda de Cournot fracasa completamente como


herramienta para determinar los precios competitivos en sus mutuas co-
nexiones, se ha probado enteramente exitosa —como Cournot mostró
de manera magistral— para solucionanr el problema estrechamente
definido de la derivación del precio de monopolio, en los casos más
simples de monopolio completo y control sin coste para el monopolis-
ta sobre el bien monopolizado. Sin embargo, precisamente el mismo re-
sultado puede ser obtenido sin un análisis tan elevado34, y en cualquier
caso este problema especial no tiene tanto que ver con la economía so-
cial como con la economía individual: se trata de un simple problema
de cálculo de beneficios. La tarea aquí es descubrir los precios a los que el
empresario monopolista obtiene la mayor ganancia total —entendida
como el producto entre el precio unitario y las ventas a ese precio [pF(p)
debe estar en su máximo]— por lo que se supone que el cambio en las ven-
tas al modificar el precio es ya empíricamente conocido y así la solución del pro-
blema económico social ya está dada. Es aun más evidente que cuando la
«ley» de Cournot va más allá de las cuestiones sobre el cálculo econó-
mico privado 35 ya no es efectiva en el siguiente caso elemental que
aborda: el del monopolio total con costes de producción. Aquí, aparte de
que las cantidades vendidas varían con los cambios en el precio (función
de demanda), los costes del monopolista «que deben ser pagados» 36
también determinan los ingresos máximos netos. Pero se supone que
estos costes están dados desde fuera —por los precios de los recursos
productivos que ya se han formado de alguna manera en el mercado
competitivo en que el monopolio está inserto. La determinación mate-
mática que Cournot da aquí para la «ley» de cambios en los costes en
función de los cambios en los precios del producto monopolizado —es
decir, para la construcción de la curva de costes —realmente no puede
ser considerada en absoluto como una derivación de los precios y de los
cambios en los precios de los factores de producción (costes). Cournot estable-

34
Como he intentado mostrar en mi artículo «Monopolpreis», Handwörterbuch
der Staatswissenschaften, 4.ª ed.
35
El ajuste económico privado a la meta de maximizar el valor de cambio total
es aplicado por Cournot a la economía como un todo (al respecto, véase en líneas
posteriores el interesante paralelo con Cassel). «La construcción de una tabla con
estos valores [es decir, los valores de p para cualquier bien donde el producto pF(p)
es el máximo] podría ser leída y sería el trabajo más original de la más completa
preparación práctica para resolver las preguntas referidas a la teoría de la riqueza»
(p.44).
36
Ibid., p.48.
162 HANS MAYER

ce la relación entre su supuesta ley fundamental, D=F(p), y los costes ha-


ciendo que éstos —que explícitamente excluyen el gasto financiero total
para una cantidad dada de producto (D)— dependan de las ventas, de-
jando indeterminado el momento de su ocurrencia. Por lo tanto, los cos-
tes se convierten en otra función (F) de D —en cuyo caso, como dice
Cournot, costes y cantidades vendidas son funciones de la única variable
independiente, p. En sí misma, esta podría ser una noción correcta —que
las modernas teorías «subjetivas» han alcanzado por un camino dife-
rente y con una mayor especificación en el contenido de la relación—
siempre y cuando, primero, se renuncie al principio general en que el
precio de un producto individual se supone siempre que es la variable
independiente (ya dado), y segundo, lo cual es aun más significativo en
este contexto, que (con sus supuestos) Cournot fuera realmente capaz
de —y estuviera dispuesto a— deducir una ley indicando que el precio
de los medios de producción cambia en función del precio del produc-
to. En vez de esto, sin embargo, Cournot se da por contento con que la
forma de la función (curva) de costes sea determinada por su ley técni-
ca perfectamente comprendida y formulada del crecimiento en función
de los rendimientos decrecientes, crecientes y constantes. 37 Pero si se
basa la construcción de la curva de costes en el hecho de que en la ope-
ración de la ley (técnica) de rendimientos decrecientes, una cantidad adi-
cional de producto puede ser producida sólo con, por ejemplo, el doble
del número de horas de trabajo pagadas, y por lo tanto los «costes» se
duplican, y se establece de esta forma la relación entre cambios en el pro-
ducto, e indirectamente entre el precio del producto y el gasto en «cos-
tes» en el sentido de pago por varias cantidades de medios de produc-
ción, entonces el precio de los factores de producción (en el ejemplo, el
trabajo) evidentemente no ha sido derivado en absoluto. Más bien se su-
pone ya dado en otro sitio por formación competitiva de precios, de modo
que la solución del problema se debilita seriamente. Sólo en un caso
Cournot parece ofrecer una determinación de los precios de los medios
de producción: cuando se trata de medios específicos de producción que
un monopolista puede usar únicamente para producir un artículo par-
ticular. Es también el caso en el que Cournot demuestra se derivan los
precios de los medios de producción a partir de los precios de los pro-
ductos, 38 aproximándose aquí al problema de la imputación como ya
hemos dicho antes.

37
Ibid., pp. 50-2.
38
Ibid., pp. 86 y ss.
EL VALOR COGNITIVO DE LAS TEORÍAS FUNCIONALES DEL PRECIO 163

Dado que pese a su inusual apariencia, este punto es crucial para la


efectividad del procedimiento de Cournot, debemos revisarlo más dete-
nidamente. Cournot se pregunta cuáles son «las leyes según las cuales
los diferentes productores de un bien distribuyen los rendimientos obte-
nidos sobre la base de la ley de la demanda del producto final». Tome-
mos dos materias primas, cobre (a) y zinc (b), y supongamos que sólo
pueden ser utilizadas para hacer un producto: bronce (a b); las canti-
dades de cobre y zinc contenidas en la unidad de medida del bronce
(coeficientes de producción) son m1:m2; cada una de las dos materias
primas es producida por un monopolista; hacemos abstracción de los
costes de producción de cada materia prima y de los costes de elabora-
ción del producto final. La pregunta es cómo, sobre estos supuestos, el
precio del producto (p) es repartido entre los precios de los dos recur-
sos productivos (p1 y p2). Esto plantea el problema de la formación de
los costes de producción —es decir, de los recursos productivos— en
una economía comercial. Cournot concluye que , con sus supuestos, el
resultado debe ser m1p1=m2p2=p/2; por lo que «los rendimientos son
distribuidos en partes iguales entre los dos monopolistas». «Y en reali-
dad», añade, «no hay razón para que la distribución fuese desigual,
beneficiando a uno en perjuicio del otro.» Sin embargo, si se piensa en
los factores que operan en el mundo real de la economía, es obvio que
el planteamiento de Cournot sobre la determinación unívoca de los
precios de los dos medios de producción es cuestionable. En realidad
la solución permanece completamente indeterminada. Los productores
del bien (a b) pueden pagar por (m1+m2) hasta el total del precio de su
producto, p; pero deberán pagarlo completamente si existe competencia
ilimitada entre ellos. Sin embargo, el modo en que p es repartido entre
m1 y m2 es completamente irrelevante para el productor. Si tuviera que
pagar más por m1 puede gastar proporcionalmente menos por m2. Por
otro lado, están los monopolistas A y B, cada uno de los cuales lucha
por obtener las máximas ganancias de la venta de su materia prima
tratando de asegurar la mayor proporción posible del precio del pro-
ducto final (p) para su propio precio. Quien tenga o no éxito, cuál de
los dos obtiene la mayor participación de p para su materia prima y
cual se conforma con el resto, permanece completamente abierto, econó-
micamente hablando. El problema coincide con uno planteado en la
teoría de la imputación de Böhm-Bawerk, donde hay una única combi-
nación de dos factores con coeficientes de producción fijos, sin solución
definitiva. Si Cournot piensa que «no hay razón para que la distribución
fuese desigual, beneficiando a uno en perjuicio del otro», podemos
164 HANS MAYER

responderle que no hay razón para que la distribución sea equitativa


entre ambos, lo que es igual de correcto.39
Igualmente indeterminada queda la solución al otro problema plan-
teado por Cournot: cómo determinar los precios de las dos materias
suponiendo que ambas sean adecuadas para muchos usos diferentes.
Cournot deja esto a un lado comentando que «las ecuaciones parecen
demasiado complejas para obtener conclusiones de ellas»
Todas las otras deducción de Cournot suponen que los precios de
los medios de producción y sus cambios ya han sido dados en alguna
parte, independientemente de la función básica D=F(p). Esto es espe-
cialmente cierto en sus investigaciones sobre el efecto de los cambios
en los costes de producción sobre los movimientos de los precios (el
precio es hecho dependiente de los costes de producción);40 no habría
inconsistencia alguna si la determinación de tales costes como función
de algunos precios de producción hubiera sido de mostrada previamen-
te más allá de toda duda, lo que no es el caso. Ya que, además, la corre-
lación fundamental basada en una ley, entre precio del producto y pre-
cio de los medios de producción no es tratable con el procedimiento
de Cournot, es claro que su ley D=F(p) solo tiene un valor explicativo
limitado.

39
Cournot piensa que puede derivar una solución unívoca de las siguientes
ecuaciones. Si D representa el volumen de ventas o de producción del productor o
productores del bien (a b), y D1 y D2 son las demandas efectivas de esos produc-
tores por las materias primas a y b, entonces:
p = m1p1+m2p2
D = F(p) = F(m1p1+m2p2)
D1 = m1 F(m1p1+m2p2)
D2 = m2 F(m1p1+m2p2)
Y los valores de p1 y p2 son determinados por las dos ecuaciones d(p1D1)/
dp1=0 y d(p2D2)/dp2=0, que expresan la condición de máximo rendimiento para
cada uno de los dos monopolistas propietarios de las materias primas. A partir de
estas últimas ecuaciones, Cournot también considera que cada uno de los dos mo-
nopolistas al variar su precio independientemente del otro puede modificar la canti-
dad de sus ventas de materia prima que hace que sus ingresos por ventas (precio
por cantidad) sean máximos. Pero este supuesto es completamente injustificado y
es, en realidad, no empírico. Si A redujese su precio p1, es muy improbable que B
reduzca a la vez su precio p2 con el propósito de que p cayera, D aumentara y por
tanto D1 y D2 crecieran de nuevo. Es mucho más probable que cada monopolista
se diga a sí mismo: «¿para qué voy a reducir el precio de mi materia prima si con
ello no aumentaré mis ventas ni mis ganancias y la participación del otro mono-
polista en p crecerá a mi costa?». Pero entonces numerosos «equilibrios inestables»
son posibles y la solución al problema permanece abierta.
40
Ibid., p. 80 y pp. 53-5, 74 y ss., 98, etc.
EL VALOR COGNITIVO DE LAS TEORÍAS FUNCIONALES DEL PRECIO 165

Así, el salto radical que Cournot vio entre la escuela clásica y su pro-
pia teoría sólo constituyó un avance parcial. Al comenzar desde una
relación entre magnitudes calculables, empíricamente dadas (funciones
de demanda), estableció la posibilidad de tratar exactamente ciertos
problemas especiales, estrechamente definidos. Pero como resultado del
nuevo punto de partida, el desarrollo de una correlación general verda-
dera en la economía social tuvo forzosamente que abandonarse. Puesto
que las relaciones o herramientas explicativas que los economistas clási-
cos requerían para su tarea cognitiva más amplia eran diferentes de
aquellas que Cournot necesitaba para su tarea más estrechamente defi-
nida, su aguda polémica contra el uso de los conceptos de oferta y
demanda en la teoría clásica es injustificada e induce al error.
Por oferta y demanda Cournot entiende oferta efectiva y demanda
efectiva, con precios que se suponen ya dados. Ya que sobre estos su-
puestos «oferta» y «demanda» coinciden entre sí y con las ventas, los
tres conceptos se hacen idénticos y una explicación del precio en térmi-
nos de sus efectos recíprocos debe llevar a tautologías. Con toda la agu-
deza que pudiera desearse, esta visión de la oferta y la demanda apa-
rece en las exposiciones de los mas modernos teóricos del equilibrio
como Pareto («en economía política es costumbre distinguir entre la
cantidad de bienes que un individuo, habiendo llegado al punto de
equilibrio, ha entregado y lo que ha recibido; lo primero es llamado su
oferta, lo segundo, su demanda» 41) y especialmente A. De Pietri-Tonelli
(«en efecto, la oferta estará constituida por la cantidad entregada y no
por la cantidad ofrecida, y la demanda está constituida por la cantidad reci-
bida y no por la que es demandada»42). Pero cuando los clásicos decían que
la oferta y la demanda determinan el precio de mercado, tenían en
mente la oferta y la demanda absolutas, que sin duda tienen una fun-
ción explicativa siempre y cuando sean cuidadosamente analizadas
(aunque debe indicarse que los economistas clásicos no completaron
el necesario análisis de la oferta y la demanda). El mayor de los Walras
llamó la atención sobre este punto con gran perspicacia. 43

41
Vilfredo Pareto, Manual of Political Economy, trad. por Anne S. Schwier, cap.3
(Nueva York, Augustus M. Kelley, 1971), p. 162.
42
Traité d’économie rationelle (1927), pp. 204-5.
43
«La demanda absoluta ... es la expresión de todas las necesidades agrupa-
das juntas; está siempre presente de modo tácito (pero no por ello menos tangible)
para todas las cosas escasas que pueden contribuir al bienestar humano, en todos
quienes son capaces de conocer y apreciar el deleite que producen, con abstrac-
ción de los medios disponibles para obtenerlas. De modo similar, entiendo por la
166 HANS MAYER

A pesar de algunas observaciones excelentes sobre las diferentes


elasticidades de la demanda según el tipo de bien,44 Cournot bloquea
el camino hacia una comprensión de los determinantes generales de los
precios (y así a una explicación de sus correlaciones generales). Pode-
mos ver esto en su afirmación de que mientras «el concepto abstracto
de riqueza o valor de cambio está determinado y por lo tanto es apropiado
para un desarrollo exacto», no es el caso con los conceptos de «utilidad,
escasez, adecuación para la satisfacción de necesidades y disfrute humano...,
que debido a su naturaleza cambiante e indeterminada no pueden ser
usados como base para ninguna teoría científica. Porque todos estiman
la utilidad a su propia manera y no hay medida fija para la utilidad de
los bienes.» Y «verdad o falsedad no son aplicables a los juicios referi-
dos a la utilidad de los bienes: estas son preguntas de valoración que
no son susceptibles de ningún cálculo o demostración lógica.»45 En tales
reflexiones, Cournot pudo haber recordado sus propias palabras: «pues,
como es sabido, una de las más importantes tareas del análisis es, pre-
cisamente, comprender ciertas relaciones entre magnitudes que no pue-
den ser completamente entendidas en términos puramente numéricos
o incluso en fórmulas algebraicas»; o «lo que está involucrado aquí no
es una relación cuantitativa sino una gobernada por leyes; las magnitudes
pueden, ciertamente, ser señaladas pero no medidas». Si él hubiera hecho
eso, no sólo habría llegado a una valoración muy diferente de la función
explicativa de las leyes de la utilidad subjetiva para la teoría de la for-
mación de los precios: habría pasado directamente a la construcción de
las funciones índice de utilidad [ophelimity] de Pareto.
Y así, el círculo de los seguidores de Cournot en teoría exacta ha
ampliado su forma matemática de expresión original al estudio de cómo
los factores subjetivos operan en la formación del precio, y se ha movido
más allá del equilibrio meramente parcial a la derivación del equilibrio
agregado de la formación de los precios.

palabra oferta esa oferta general y absoluta que en todos los tiempos y para todos
los países es nada más que la expresión de la cantidad de bienes escasos y limita-
dos a disposición de los hombres, con abstracción de los medios con que cuentan
algunos para conseguirlos y de la necesidad del mayor número que no lo logra...
La diferencia entre demanda y oferta absolutas y demanda y oferta reales [es decir,
efectivas] es que estas pueden estar o no en equilibrio, pero ello no es cierto de la
oferta y demanda absolutas... La oferta absoluta siempre es menor que la deman-
da absoluta: nunca puede ser igual ni mucho menos mayor». Auguste Walras, De
la nature de la richesse et de l’origine de la valeur (París, 1832), pp. 235 y 237.
44
Cournot, op. cit., pp. 123-4.
45
Ibid., p.4. Véase, posteriormente, la proximidad de Cassel a estas ideas.
EL VALOR COGNITIVO DE LAS TEORÍAS FUNCIONALES DEL PRECIO 167

3. La teoría del precio de Jevons

W. S. Jevons, que no conocía la teoría de Cournot cuando escribió


la primera edición de su obra,46 planteó primero el problema en térmi-
nos genético-causales al proponerse investigar las leyes que gobiernan
el proceso de formación del precio. Así, comenzó investigando los deter-
minantes del precio que operan por el lado de la demanda. Mientras
que previamente la demanda había sido tratada como un agregado, él
la dividió en sus componentes: las demandas individuales. Y buscando
formular la ley de la formación de la demanda individual en base a leyes
de utilidad o valor subjetivo47 —una aproximación que, como es sabi-
do, fue adoptada en forma casi simultánea e independiente por Carl
Menger y Léon Walras, y antes que todos por Heinrich Gossen—, Jevons
ya perfilaba las características esenciales de esas teorías que hoy la gente
intenta etiquetar como «psicológicas».48 Como Walras, ofreció una sínte-
sis distintiva y, debe decirse, extremadamente fructífera de la derivación
genético-causal de las consecuencias y la aplicación del concepto me-
cánico-matemático de equilibrio como representación. Esta síntesis de
aproximaciones teórico causales y funcionales se hace evidente en la
introducción de Jevons al concepto de equilibrio en el prefacio a la
primera edición: «La Teoría de la Economía así tratada presenta una
analogía cercana a la ciencia de la Mecánica Estática, y las Leyes del
Intercambio se parecen a las Leyes del Equilibrio de una palanca, deter-
minadas por el principio de las velocidades virtuales. La naturaleza de
la Riqueza y el Valor es explicada por la consideración de cantidades
indefinidamente pequeñas de placer y de dolor, así como la Teoría de
la Estática se apoya en la igualdad de cantidades de energía indefinida-
mente pequeñas.»49 Su visión genético causal del problema fue expli-
citada en su opinión de que Cournot —a quien, en general, tenía en alta
consideración— «no elaboró ninguna teoría última sobre el fundamento

46
Véase el prefacio a la segunda edición, W. Stanley Jevons, The Theory of
Political Economy (Londres, 1879).
47
«Las leyes que vamos a encontrar deben ser concebidas como teóricamente
ciertas para el individuo... pero las leyes del agregado dependen, sin duda, de
aquellas que se aplican a casos individuales.» Ibid., p. 52.
48
En el prefacio a la segunda edición de su libro, Jevons escribió acerca del trabajo
de Gossen (que no conocía al escribir la primera edición): «Desde esta exposición es
muy evidente que Gossen me había precedido completamente respecto a los princi-
pios generales y el método de la teoría de la economía.» Ibid., p.xxxviii.
49
Theory of Political Economy, p. vii.
168 HANS MAYER

y la naturaleza de la utilidad y del valor»,50 o en sus estudios sobre «el


origen del valor»,51 o en la disposición de relaciones no reversibles («los
costes de producción determinan la oferta; la oferta determina el grado
final de utilidad; el grado final de utilidad determina el valor»52, o «que
el valor del trabajo... debe ser determinado por el valor de lo que pro-
duce, y no el valor de lo producido por el del trabajo»53). Su aproxima-
ción genético-causal conforma la estructura completa de su análisis.
Como ya hace mucho que las conclusiones de Jevons se han conver-
tido en moneda corriente de la teoría económica (por lo que puede supo-
nerse que son de conocimiento común), y dado que aquí nos interesa
exclusivamente evaluar su senda cognitiva y demostrar los problemas
aún no resueltos (o aquellos sólo aparentemente resueltos), podemos
limitarnos a sus puntos más esenciales.
El punto de partida está en los sistemas individuales de deseos y en
las cantidades positivas o negativas de placer producidas por el con-
sumo o el esfuerzo del trabajo. Estas constituyen los grados de utili-
dad económica que Jevons, aunque inicialmente muy escéptico acerca
de la posibilidad de medirlos54 y convencido sólo de que eran comparables,
trató como cantidades totalmente medibles en sus investigaciones pos-
teriores.55 Él desarrolló la ley de la utilidad decreciente de subconjuntos
finitos dado un aumento en la cantidad de bienes (Ley de Gossen), por
lo cual las curvas resultantes se supone que son continuas; formuló de
manera ejemplar el concepto de grado final de utilidad que es básico para
todo su sistema,56 como «el grado de utilidad de la última adición... de
una cantidad muy pequeña, o infinitamente pequeña, al stock existen-
te», o como coeficientes diferenciales (Du/Dx) de la utilidad agregada
(u) obtenida a través del empleo de una cantidad total de un bien (x)
como una función de esa cantidad.57 Con el establecimiento de la ley
de la utilidad marginal decreciente generada por un aumento en la

50
Ibid., p. xxxi.
51
Ibid., pp. 174 y ss.
52
Ibid., pp. 179, en el curso de la contraposición entre su teoría y la de Ricardo.
53
Ibid., pp. 179.
54
Ibid., pp. 15. Todas las objeciones hechas por escritores posteriores a la no-
ción de que la utilidad puede ser medida, ya fueron anticipadas por Jevons.
55
Por ejemplo, p.34, donde se exponen sumas y diferencias algebraicas de pla-
cer y dolor.
56
«El grado final de utilidad es esa función sobre la cual la Teoría Económica
fundamentará un giro». Ibid., p.56.
57
Ibid., p.55.
EL VALOR COGNITIVO DE LAS TEORÍAS FUNCIONALES DEL PRECIO 169

cantidad de bienes, Jevons realmente descubrió una relación fundamen-


tal que gobierna todas las economías, y es evidente que dicha ley debe,
precisamente, ser constitutiva para la formación de la demanda. Pero
esta única relación fundamental no es suficiente para la determinación
de los precios. Ciertamente, proporciona la ley de la curva de deman-
da de cada bien aislada de la formación del precio, pero no proporciona
la ley para la correlación de todas las demandas y todos los precios de
los diferentes bienes. Por eso, se requieren también otros determinantes.
Jevons pensó que los había encontrado en lo que escritores posteriores
llamaron «ley de la igualación de la utilidad marginal» o «ley del mismo
nivel de utilidad marginal». Y es extremadamente interesante —al tiem-
po que ofrece una mejor intuición sobre la relación entre las teorías
funcionales (del equilibrio) y las genético-causales— cómo a partir de
aquí los caminos se separan. Todo lo desarrollado por Jevons hasta la
ley de igualación de la utilidad marginal coincidía con lo que los
austriacos desarrollaron con su enfoque puro en teoría causal. También
el concepto de utilidad marginal, ya preparado en lo esencial por Carl
Menger aunque no explícitamente formulado, fue derivado indepen-
diente e íntegramente por Wieser. Pero los austriacos no llegaron a la
ley de un nivel uniforme de utilidad marginal.58 Ellos lo rechazaron
expresamente. 59 Por otro lado, la ley del nivel de la utilidad marginal,
como relación básica esencial para desarrollos posteriores, puede en-
contrarse sin excepción en todos los economistas matemáticos que ope-
ran con el factor subjetivo —ya sea en la manera elemental desarrolla-
da por Jevons o, como en Walras y Pareto, en forma de una igualación
de las utilidades ponderadas (es decir, divididas por el precio) de las
últimas unidades de bienes adquiridas. Superficialmente, la diferencia
en la aplicación o no de esta «ley» por las teorías funcionales o causales
parece un detalle insignificante, especialmente si, como se verá en las
siguientes determinaciones del precio, hay muchos paralelos entre las
dos orientaciones teóricas. En realidad, sin embargo, la base está puesta
para ese sistema de equilibrio que aparece de los últimos desarrollos
puramente formales. Lo que John Stuart Mill dijo acerca de la teoría del
valor se aplica aquí literalmente: «El más pequeño error en ese tema
infecta con errores correspondientes todas nuestras otras conclusiones;

58
Esto ya puede encontrarse en Gossen.
59
Sobre este aspecto, véase mi artículo crítico «Eine neue Grundlegung der
theoretischen Nationalökonomie», Zeitschrift für Volkswirtschaft, Sozialpolitik und
Verwaltung (1911).
170 HANS MAYER

y cualquier vaguedad o nebulosa en nuestra concepción de ésta crea


incertidumbre y confusión en todo lo demás.»60
Merece la pena tratar un poco más de esta «ley». Jevons la desarro-
lló en su investigación sobre «la distribución del bien entre diferentes
usos».61 El stock de un bien es dividido en x1 e y1 de acuerdo con «los
dos usos diferentes» de que es capaz.62 Entonces, dado el deseo por lo-
grar la mayor utilidad total posible, «cuando la persona permanece sa-
tisfecha con la distribución que ha hecho, se sigue que ninguna altera-
ción le produciría más placer; lo que implica decir que el incremento de
un bien produciría tanta utilidad en un uso como en otro (¡!). Sean Du1 y
Du2 los incrementos de utilidad que surgen del respectivo consumo en
las dos formas, ante un incremento del bien. Cuando la distribución está
completa, deberíamos tener que Du1 = Du2 , o en el límite tenemos la
ecuación du1/dx= du2/dy que es verdadera cuando x e y son respecti-
vamente iguales a x1 e y1. En otras palabras, debemos tener los mismos
grados finales de utilidad en los dos usos. El mismo razonamiento... evi-
dentemente se aplicará a cualquier par de usos, y de ahí a todos los usos
simultáneamente, de modo que obtenemos una serie de ecuaciones que es
menor en una unidad al total de formas de usar un bien.» 63 Ese es el desa-
rrollo. Jevons en seguida añade un comentario perfectamente correc-
to: «A menudo deberíamos encontrar que estas ecuaciones fallan. Aun
cuando x fuese igual a 99/100 del stock, su grado de utilidad aún puede
sobrepasar la utilidad añadida por el 1/100 restante en cualquiera de
los otros usos. Esto significaría que sería preferible dar todo el bien al
primer uso. Puede quizás afirmarse que tal caso no sea la excepción sino
la regla.»64 Y entonces Jevons se pierde completamente en una confu-
sión de usos económicamente permitidos y técnicamente posibles: «Pues en
cualquier caso que un bien sea capaz sólo de un uso, la circunstancia es
representada teóricamente diciendo que el grado final de utilidad en
este empleo siempre supera al de cualquier otro empleo.»65 Jevons con-
cluye esta parte argumentando que en tiempos de escasez «las cosas
de gran utilidad en otros aspectos son implacablemente aplicadas a pro-
pósitos extraños»; por ejemplo, que durante el cerco de Paris la pobla-
ción comiese una gran cantidad de caballos porque los necesitaban más

60
Mill, Principles, pp. 532-3.
61
Jevons, pp. 63-6.
62
Ibid.
63
Ibid., pp. 64-5. Énfasis añadido.
64
Ibid., p. 65. Énfasis añadido.
65
Ibid. Énfasis añadido.
EL VALOR COGNITIVO DE LAS TEORÍAS FUNCIONALES DEL PRECIO 171

urgentemente para este propósito que para otros, aunque «un cierto
stock de caballos tuvo que ser conservado como ayuda necesaria para
la locomoción, de modo que la ecuación de los grados de utilidad nunca
falló completamente».66 Y con esto, Jevons parece haber finalizado com-
pletamente con sus propias dudas acerca de la igualación de la utilidad
marginal, pues, en sus desarrollos posteriores en la teoría del intercam-
bio, nunca duda en hacer el más extenso uso de esta «ley».
Tal fue el desarrollo del sistema elemental de equilibrio. De hecho, esta
«ley» es fundamental para todas las teorías del equilibrio: si es válida, consti-
tuye la relación de demanda de varios bienes que surge de cada sujeto
económico. Es indiferente, entonces, si el problema del precio se plantea
de tal modo que las demandas se suponen como variables independientes
respecto a los precios de los bienes, o si los precios de diferentes bienes se
asumen como cantidades dadas y las demandas de ellos son derivadas
como las variables dependientes. En la primera forma, se seguiría de la
ley (en la medida en que fuese válida) que cada sujeto económico demanda
aquella cantidad de cada bien que hace que la utilidad marginal de su
demanda final sea la misma en cada categoría de bienes; en otras palabras,
que los fondos disponibles para su demanda agregada individual (su renta)
están divididos entre las demandas de varios bienes de tal modo que se
obtiene la misma utilidad marginal en cada tipo de consumo. La adición
de demandas individuales para cada bien genera una demanda social
agregada para los diferentes bienes en el mercado y las relaciones cuantita-
tivas entre sí (de ahí las relaciones entre precios). De modo que el sistema
de equilibrio general de los precios de mercado está determinado por esta
agregación de los sistemas de equilibrio individual. Si, por otra parte, se co-
mienza suponiendo que los precios siempre están dados, la ley de igual
nivel de utilidad marginal tiene el efecto de que las demandas individuales
para todas las categorías de bienes —y de ahí también la demanda social
agregada de los diferentes bienes— puedan ser determinadas. A partir de
la división de los fondos disponibles para la demanda agregada del sujeto
económico (su renta) entre varios bienes, se procura que la última unidad
de dinero gastada, a los precios dados en cada categoría de bienes, ocasione
el mismo grado de utilidad en todas las categorías. En este caso, entonces,
el precio de equilibrio en el mercado está ya predeterminado por los equi-
librios de las demandas individuales que se apoyan en la igualación de
las utilidades marginales.

66
Ibid., p. 66.
172 HANS MAYER

Por lo tanto, resulta evidente que en los grupos de ecuaciones condicio-


nales establecidas por los economistas matemáticos posteriores para la
determinación de los precios de equilibrio, deben incluirse aquellas que
establecen que la ley del nivel de la utilidad marginal debe cumplirse, para
cada sujeto económico, respecto a todos los bienes del mercado. Realmente
puede decirse que este grupo de ecuaciones es el único cuyo contenido es
un juicio sintético, una afirmación acerca de los procesos o relaciones reales.
Los otros dos grupos de ecuaciones condicionales en juego, (i) que tras
obtenerse el equilibrio de mercado la suma de los bienes entregados y reci-
bidos en el intercambio por todos los sujetos económicos (sumas y restas)
es igual a cero, y (ii) que ingresos y gastos deben coincidir para cada sujeto
económico involucrado en el intercambio (equilibrio presupuestario para
cada individuo), lógica y matemáticamente no expresan nada más que
juicios de identidad. Es decir, los supuestos iniciales planteados (transfe-
rencia compensatoria, tipos y cantidades dadas de bienes) no son modificados
en el mercado en el curso de la investigación.
Resulta ahora claro que si esta ley fundamental de la igualación del
nivel de utilidad marginal no se cumple, el sistema teórico completo
de precios de equilibrio perdería su principal apoyo, y estaría comple-
tamente indeterminado por el grupo (i) de ecuaciones condicionales.

3.1. La «ley del nivel de la utilidad marginal»

La cuestión del realismo de la relación básica expresada en esta ley


es de decisiva importancia para la utilidad de los sistemas de precios
construidos sobre ella. Su derivación es la base necesaria para los si-
guientes dos supuestos: primero, que todas las curvas de utilidad o de
deseos de cada sujeto económico tienen un carácter estrictamente conti-
nuo para los diferentes bienes o circunstancias psicológicas, que se
supone están simbolizadas en esas curvas; y segundo, que las curvas
coexisten, de modo que el problema de maximización para cada indivi-
duo a través de su esfuerzo por conseguir la mayor utilidad o satisfac-
ción total posible, puede resolverse sólo cuando asigna cualquier in-
cremento en sus medios económicos de manera que asegura un igual
crecimiento en satisfacción o utilidad en todas las diferentes categorías
de necesidades (naturalmente, en la medida en que los factores técnicos
no lo impidan). Evidentemente, usar tales medios para aumentar la
satisfacción de una categoría de deseos a costa de la privación en otra,
significaría un menor crecimiento de la utilidad agregada que la que
EL VALOR COGNITIVO DE LAS TEORÍAS FUNCIONALES DEL PRECIO 173

produciría incrementar la satisfacción en un mismo nivel en todas las


categorías. Se han hecho intentos por representar esta circunstancia
psicológica con toda clase de material ilustrativo. Me refiero al siste-
ma de escalas coexistentes de deseos o utilidades en los economistas
austriacos (quienes, sin embargo, no postulan continuidad estricta); al
sistema de curvas de utilidad y de deseos, continuas y simultáneamente
válidas, entre los matemáticos; al sistema de líneas de indiferencia suce-
sivas a intervalos infinitesimales de Edgeworth, Irving Fisher y Pareto;
y a esa simbolización más gráfica, ampliamente usada desde Irving
Fisher, en la que un depósito de líquido con vasos comunicantes repre-
senta los deseos por varios bienes, y el líquido, dados los cambios en
cantidad o la cambiante presión del depósito, siempre aparece al mismo
nivel, continuo y uniforme, de crecimiento o decrecimiento. Sin embar-
go, también se puede intentar representar el supuesto estado de las
cosas empleando parcialmente relaciones «tangibles», puramente exter-
nas. Puesto que las mencionadas correlaciones son esencialmente menta-
les, aunque si su inclusión pudiese parecer necesaria a investigadores
sin prejuicios, el primer objetivo sería considerar la muy engañosa y
simplista acusación de «sobrepasar los límites» de la «psicología» y la
«metafísica». Esta acusación fue hecha una vez por Pareto y se ha repe-
tido a menudo con cierto placer, especialmente si evita profundizar en
un problema difícil y legitima seguir utilizando tautologías en la super-
ficie. Retornaremos a estos puntos posteriormente.
Para mantenerse en lo que es «visible», la idea consiste en tomar los
conjuntos de consumo que contienen las diferentes clases de bienes, elabo-
rados por los sujetos económicos individuales, y observar los cambios
en ellos. Según la hipótesis, cualquier pequeño aumento de la renta se
dividiría en pequeños incrementos en todas las especies de bienes com-
prendidas en el conjunto de consumo de los individuos; a su vez, cual-
quier pequeña reducción de la renta mostraría un pequeño descenso
en el consumo de todos los tipos de bienes. Y si en esta clase de «obser-
vación» no se está satisfecho con el mero «hecho» de un alza o baja en
la cantidad de todas las categorías de bienes sino que se desea establecer
el alcance o los límites del ascenso o disminución en los tipos de consu-
mo (lo que es necesario para preservar la ley de igual nivel de utilidad
marginal, y sólo es posible presentando el grado de utilidad marginal
en los variados usos); y si, además, se desea evitar esa desaprobada
determinación «psicológica» de las relaciones de utilidad marginal (que
procede de comparar intensidades de deseo directamente experimen-
tadas y observadas), entonces nada permanece salvo la estratagema de
174 HANS MAYER

«interrogar» a los sujetos económicos acerca de las relaciones de utili-


dad que mantienen entre los incrementos del último bien en los dife-
rentes tipos de consumo, de modo que la respuesta de nuevo pueda ser
la postulada ley de igual nivel de utilidad marginal. O de modo más
preciso, sólo queda suponer que es posible preguntarles, puesto que
parece dudoso que tal truco sea practicable. Y esta es, verdaderamente,
la forma en que proceden una serie de autores.67
Ahora bien, estas relaciones postuladas o fingidas de la ley del nivel
de utilidad marginal, que, como hemos visto, constituyen los principales
soportes de los sistemas matemáticos de equilibrio, ¿coinciden verdade-
ramente con relaciones existentes en el mundo real? Y si la respuesta es
negativa, ¿ello es tan sólo una imprecisión permisible o «simplificación
estilizada» que no cambia nada sustancial y por lo tanto no deteriora el
valor cognitivo de los resultados obtenidos de esta manera (es decir, su
utilidad para nuestra comprensión de la formación de las relaciones de pre-
cios en el mundo real)? Así, tras desarrollar la ley básica (del nivel de la
utilidad marginal) en forma simplificada, ¿no puede lograrse su aplica-
bilidad a la formación del precio simplemente a través de una ley auxiliar
que remueva las imprecisiones? De las siguientes consideraciones se des-
prende que ambas ideas no son ni pueden ser ciertas.
Comencemos observando la segunda de las dos deducciones resu-
midas antes: aquella que afirma estar basada en hechos externos «tangi-
bles» (conjuntos de consumo). Es evidente de inmediato que la obser-
vación del mundo real da un cuadro muy distinto. Si, por ejemplo, la
renta de un sujeto económico se eleva en un décimo de su importe ori-
ginal, podemos ver que ese incremento no se utiliza completamente
para lograr un crecimiento idéntico de bienes en todos los tipos de consu-
mo; mas bien, ciertas clases de bienes del conjunto de consumo perma-
necerán constantes, otras crecerán en varias proporciones y algunas de-
crecerán, mientras otras clases de bienes desaparecerán completamente
y serán reemplazadas por otras «más sofisticadas». Si la experiencia
muestra que esto es lo que sucede con pequeños aumentos de la renta,
el efecto de incrementarla al doble o más no es que todos los tipos de
bienes utilizados previamente experimenten el mismo crecimiento
cuantitativo, sino que el conjunto de consumo completo, con la excep-
ción de pocos bienes que permanecen en su nivel previo de uso, se com-
pone de nuevas clases de bienes. La noción de un cambio continuo y
uniforme en las cantidades de todos los bienes resulta grotesca cuando

67
Por ejemplo, Walras, Marshall, y, posteriormente, Schumpeter.
EL VALOR COGNITIVO DE LAS TEORÍAS FUNCIONALES DEL PRECIO 175

concretamente se piensan sus consecuencias. Por ejemplo, al volverse


alguien más rico tendría que consumir más pan cada día, su conjunto
de consumo contendría más azúcar, usaría más sal en casa, las canti-
dades de objetos de uso similar (como el vestuario) serían mayores, etc.
¿Estos son los hechos «tangibles»? Al contrario, la experiencia mues-
tra que cualquier caída en la renta no es seguida por una reducción en
todos los tipos de consumo: en tal caso la cantidad de algunos bienes
permanece constante, la de otros se reduce en grados variados, artícu-
los sofisticados son reemplazados por otros rudimentarios, y algunas
clases de bienes se abandonan completamente. Por lo tanto, desde la
experiencia externa, la determinación de la ley del nivel de utilidad
marginal debe considerarse un completo fracaso.68
Las cosas no se presentan mejor con la segunda deducción «psicológi-
ca», también presente en Jevons, basada en la proposición de que un stock
de varios bienes utilizables (renta) produce el máximo de satisfacción total
cuando, en todos los tipos de consumo, el pequeño incremento final ocasio-
na iguales «cantidades de placer» o utilidades marginales, o dicho de otra
manera, satisface iguales intensidades de deseo. Esta afirmación es más
difícil de refutar porque se refiere al terreno de los hechos mentales, pero
la tarea es más significativa a la hora de despejar el camino hacia una teoría
del precio que explique el mundo real. Según sus defensores, esta segunda
manera de derivar la ley del nivel de utilidad marginal debería propor-
cionar también la explicación para la totalidad del consumo —construcción
que se supone se basa en la experiencia pero que en realidad es ficticia—, a
través de un sistema estructural ilusorio de deseos como determinante de
esas combinaciones ficticias de bienes. De modo que, ciertamente, el falso
cuadro del sistema de deseos (falso cuando se compara con la realidad) es
consistente con el falso cuadro del conjunto de consumo. De hecho, como
podemos deducir claramente de la explicación de Jevons que hemos ana-
lizado antes,su explicación incluye una petitio principii: el argumento de
que los incrementos finales en cada tipo de deseos o categorías de bienes
debe tener el mismo grado de utilidad marginal, ¡porque de otra manera se
habrían dispuesto de manera diferente! 69

68
La detallada investigación estadística de las décadas más recientes para ave-
riguar las distintas «elasticidades» de demanda para diferentes bienes ya consti-
tuye una refutación de facto de la ley del nivel de utilidad marginal. Las regulari-
dades estadísticas así obtenidas, al refutar completamente la ley básica, no sirven
ni siquiera como leyes auxiliares.
69
Esto es expresado muy claramente por Enrico Barone: «En la asignación de
su ingreso a varios usos posibles, el individuo actúa de tal manera que la unidad
176 HANS MAYER

Como hemos visto, esta ley se deriva necesariamente del supuesto,


explícito o no, de que los mismos grados (intensidades) de satisfacción
son siempre de importancia apremiante, al mismo tiempo, en relación
con toda clase de deseos, pues sólo entonces el respectivo incremento
final de bienes posibilitará los mismos incrementos de utilidad o satis-
facción en las diferentes clases de deseos. Se supone que esta idea se
representa por el trazo continuo de las escalas o curvas de necesidad o
deseo.70 El desarrollo posterior presupone que cada satisfacción, sim-
bolizada por tal escala o curva, tiene en sí misma una realidad mental
aislada en una clase de deseo, pero que simultáneamente todas juntas
(en un punto del tiempo o sobre un período de consumo) coexisten, de
una forma ilustrada por una multiplicidad de curvas independientes y
presentes a la vez. De modo que cualquier grado de intensidad de sa-
tisfacción aparece al mismo tiempo en todas las escalas (curvas).
Basta con ser totalmente consciente de estos supuestos para darse
cuenta de que el esquema construido del sistema de deseos es comple-
tamente diferente de los hechos de la realidad mental. No hay necesidad
de sutiles teorías psicológicas o de experimentos psicofísicos. La expe-
riencia cotidiana, accesible a todos a través de la autoobservación, es
suficiente para establecer dos cosas: primero, que la satisfacción de
clases particulares de deseos no es independiente del estado de satisfac-
ción en otras clases (un hecho que autores contemporáneos han llamado
complementariedad mental de la satisfacción de deseos o de la utili-
dad)71; y segundo, (algo inadvertido precisamente por esos autores que
han reconocido la complementariedad mental de los deseos) la inter-

final de ingreso (última unidad disponible de dinero) destinada al consumo de cada


bien particular produce la misma utilidad en todos sus usos. De otro manera sería
ventajoso para ese individuo no invertir la unidad relevante de ingreso en el con-
sumo del bien con menor utilidad sino en el de otro bien con mayor utilidad». Principi di
economia politica (Roma, 1920), pp. 4-5.
70
Para evitar recargar esta explicación aún más, no trataremos aquí la contro-
vertida cuestión de la unidad más pequeña (¿infinitesimal?) de los diferentes bie-
nes que pueden ser tomados como base para la construcción de las curvas. Baste
decir que lo importante no es la divisibilidad técnica de los bienes sino la econó-
mica, y qué la unidad más pequeña es, por tanto, aquella cuyo uso ocasiona un
incremento adicional sensible de satisfacción para el individuo.
71
Carl Menger y Wieser ya reconocieron que «todas las utilidades son, en esen-
cia, complementarias», aunque ellos no profundizaron en el tema como intentan
aquellos autores que operan con líneas de indiferencia y funciones de utilidad
agregada, tales como Edgeworth, Irving Fisher, Pareto, Wicksell y más reciente-
mente L. Schönfeld.
EL VALOR COGNITIVO DE LAS TEORÍAS FUNCIONALES DEL PRECIO 177

conexión entre diferentes deseos no es de dependencia mutua, general,


sino que principalmente involucra una determinación genética y unila-
teral (causal) de lo inmediato de deseos particulares a traves del proceso
de satisfacción de otros deseos (ya sea total o hasta un cierto grado de
intensidad). Así, aprendemos de la experiencia que los deseos de una
clase (calidad) particular se desencadenan primero, o pasan de estar
latentes a ser relevantes en la actualidad cuando los deseos de una clase
diferente están ya satisfechos total o parcialmente. Pero si todos los
deseos que difieren en clase o calidad no están recíprocamente presen-
tes, entonces el postulado de la ley de la igualación de la utilidad margi-
nal (que iguales incrementos de utilidad o placer se producen en todas
las clases de deseos través del uso final de los bienes) se hace imposible
en el verdadero mundo de la psique.72
Para asegurar aun más el resultado de nuestro análisis crítico, pero
también para demostrar positivamente el hecho mental básico del cual
deriva la conexión entre las demandas individuales de varios bienes,
debemos retornar ahora a los fundamentos últimos de la teoría econó-
mica: las leyes estructurales de los sistemas de deseos.
Antes de nada, ¿no hay una contradicción interna en la manera en
que refutamos la ley del nivel de utilidad marginal al mostrar que nu-
merosas clases de deseos sólo llegan a existir cuando deseos de una clase
diferente ya han sido completamente satisfechos, una consideración que
va más allá del hecho, básico en el sistema de escalas de los austriacos,
de que varios deseos con su intensidad máxima están instalados a un
nivel (en la escala general de intensidad) donde otros deseos están ya
parcialmente satisfechos? ¿No es una contradicción que una clase parti-
cular de deseo sólo se haga existente en un nivel donde otro deseo ya
ha tocado fondo? ¿No significaría esto que el primer deseo, con su inten-

72
No parece necesario indicar, para evitar malentendidos, que los puntos ante-
riores no sólo se refieren al bien conocido (y desde Gossen, continuamente obser-
vado) fenómeno «dinámico» de desarrollo del sistema de deseos a través de mayo-
res (o más sofisticadas) aspiraciones culturales o lujosas siempre cambiantes (sobre
la base de la satisfacción regular de deseos rudimentarios) a través de la evolución,
el hábito, la imitación, la práctica, etc. De ahí la posterior formación del sistema
de deseos o el cultivo de la capacidad de disfrute. Los comentarios también se re-
fieren a la regularidad estática por la cual lo inmediato de los deseos ya formados
está determinado a través de la satisfacción preferente de otras clases de deseos, a
las que todo individuo está sujeto en cada período de consumo, sin consideración
del nivel de desarrollo de su sistema de deseos. Un ejemplo gráfico de esto sería el
caso en que alguien que está todavía atormentado por sed o hambre no es capaz
de disfrutar los exquisitos placeres del arte.
178 HANS MAYER

sidad inicial, comienza por debajo del mínimo de la escala general de


intensidad? En realidad, hay una contradicción, pero no en los hechos
que hemos mencionado, sino entre ellos y las curvas y escalas usuales
de los sistemas de deseos que no son adecuadas para la realidad em-
pírica. Lo inadecuado de las representaciones convencionales se apre-
cia en los siguientes aspectos.
1. Las explicaciones usuales, que trabajan con curvas o escalas de
deseos simultáneamente aplicables, hacen parecer irracional satisfacer
completamente uno u otro deseo (a menos que pueda ser satisfecho sólo
con bienes gratuitos), si todos los demás deseos no son completamente
satisfechos al mismo tiempo. Pero puesto que la satisfacción total de
todos los deseos humanos nunca es posible, entonces racionalmente
ninguno de ellos será satisfecho completamente si no sólo parcialmente.
Por ejemplo, no habría una satisfacción completa si no sólo parcial de
la sed o el hambre porque los incontables deseos de lujo nunca pueden
ser totalmente satisfechos. Esto está conectado con el segundo punto.
2. La construcción usual de las distintas curvas o escalas está basada
en la diferenciación en varias clases externas de bienes, cuyos precios tienen
que ser derivados por medio de esas curvas. Y es dado por supuesto, que
si no hay deseo por algunas clases de bienes (de modo que la intensidad
de deseo por ellas ha caído a cero), el grado de intensidad del «placer» o
«disfrute» causado por la última unidad de esa categoría de bienes estará
próximo al límite inferior de la escala general de intensidad. Lo que se pasa
por alto es que el grado final de placer o disfrute en las diferentes calidades
de sensación o tipos de deseos es diferencialmente alto, y que la tensión entre
el último grado perceptible de intensidad de placer o disfrute en relación
a una clase particular de deseo, y el último grado en otras clases de deseo
(puesto que no todas las calidades de sensación pasan por todos los gra-
dos de intensidad), es en muchos casos tan grande que hay espacio en ese
rango para muchas nuevas escalas de otras calidades de sensación.73 En
otras palabras, lo que no se ha considerado es que en un cierto punto de
intensidad algunas calidades de sensación se convierten en otras con las
que los bienes externos están correlacionados; o que en ciertos puntos de
intensidad hay una ramificación de deseos básicos (para los cuales corres-
ponden ciertos bienes externos) en una serie de otros deseos, cuali-

73
Sólo Wieser parece haber reconocido esto, cuando ocasionalmente habla de
«diferentes puntos de tensión» para diferentes deseos. Friedrich von Wieser, Social
Economics, trad. por A. Ford Hinricks (Londres, George Allen & Unwin, 1928), pp.
29 y ss.
EL VALOR COGNITIVO DE LAS TEORÍAS FUNCIONALES DEL PRECIO 179

tativamente diferentes, «más sofisticados» a los que corresponden otros


bienes. El deseo por el bien A muere completamente después de que una
cierta cantidad ha sido consumida; toma su lugar el deseo por los bienes
B, C, D, etc., que no estaban ahí antes. Así, la intensidad del deseo por el
bien A, según la visión convencional, se hace cero en el punto en que los
deseos por los bienes B, C, D se hacen sentir por primera vez con su inten-
sidad inicial.
3. El modo usual de concebir las cosas, con sus escalas o curvas cons-
truidas por separado pero que se suponen simultáneamente válidas,
hace caso omiso o no puede expresar el hecho de que la cantidad de
placer (el incremento de bienestar) ocasionado por cualquier consumo
de bienes no sólo depende de una cantidad consumida previamente de
esa clase de bien (según la «primera ley de Gossen»), sino también de
la cantidad y secuencia en el consumo de todos los otros bienes.
Si se intenta definir formalmente ese máximo de «satisfacción»,
«placer» o «bienestar», que en la medida en que puede ser producido
absolutamente por bienes externos es la meta del consumo y finalmente
de la disposición conjunta de los bienes económicos, se hace evidente
que, puesto que cada satisfacción o placer o disfrute individual es tran-
sitorio, es posible lograrlo sólo en forma de una secuencia (repetida
periódicamente), de una sucesión de condiciones (mentales) deseadas,
y no, por ejemplo, en forma de una constante preservación de un esta-
do de satisfacción o placer ya alcanzado (que sería una imposibilidad
psicológica y fisiológica). Este carácter secuencial del «bienestar» hace
preguntarse siempre si el campo de visión del sujeto está estrechamente
restringido al más corto período de tiempo dado por el ritmo de su vida,
la curva diaria de bienestar, o si se extiende a una mayor porción de la
vida comprendiendo varias de tales secuencias, o la curva de bienestar
de toda una vida. Para la secuencia como un todo (la curva de placer
agregado), cada bien consumido implica cierto placer parcial cuya cali-
dad e intensidad está conjuntamente determinada por todos los placeres
ocasionados por los bienes consumidos previamente. Así, el máximo
bienestar que los sujetos económicos pueden procurar de las cantidades
disponibles y de las variedades de bienes es una materia de experiencia
para cada individuo (quien no necesita conocer las leyes fisiológicas y
psicológicas subyacentes): dependerá de la secuencia en que los varios
tipos y cantidades de bienes sean empleados. Y la secuencia agregada
óptima de consumo (la curva óptima de placer agregado) se caracteriza
por el hecho de que, en el consumo secuencial, cada bien individual
tiene su lugar donde asegura el mayor placer posible en conexión con
180 HANS MAYER

el uso de todos los otros bienes. Por ello, el sistema usual de curvas y
escalas existentes a la vez para cada clase de bien es inadecuado, pues
la realidad siempre implica una secuencia total y no secuencias parcia-
les aisladas para cada especie de bien. Es ya muy claro que la ley de la
igualación de la utilidad marginal es una imposibilidad. Mientras la
esencia de las cosas es una secuencia, la ley indicada asume una sincro-
nización en la satisfacción de diferentes tipos de necesidades a un mismo
nivel simultáneamente aplicado (un error inducido, evidentemente, por
el hecho de que uno puede tener simultáneamente los bienes externos).
Es como si uno fuera a expresar la experiencia del valor estético de
escuchar una melodía —determinada por experiencias sucesivas de
notas individuales— en términos del valor estético de la armonización
simultánea de todas las notas que forman la melodía.
Así, cuando algún teórico reciente dice que la utilidad marginal de
un bien es una derivada parcial de la función de utilidad agregada del
stock conjunto disponible de varios bienes, no hay duda de que está
en lo correcto. Pero con esa afirmación general se puede hacer tan poco
como con, por ejemplo, la igualmente indisputable observación de que
cada evento concreto es dependiente del estado total del mundo en ese
momento, mientras no se conozca la forma precisa (la ley) de dependen-
cia. La «primera ley de Gossen» continúa siendo válida; pero puesto
que la ley se refiere sólo a la secuencia aislada de satisfacción en el
consumo de cada clase de bien, no es suficiente por sí misma para deri-
var la ley estructural de la secuencia agregada de satisfacción y por
tanto la ley de disposición de varias clases de bienes, ni la relación de
utilidad marginal entre ellos.
Aquí no intentaremos tratar exhaustivamente el problema,74 pero nece-
sitamos referirnos a ciertos puntos que son de importancia fundamental
para comprender la conexión entre las curvas de demanda individual de
varios bienes y para la derivación de las leyes de la formación de los pre-
cios. Desde que hablamos de una secuencia de estados mentales —de
«placer», «disfrute» o «bienestar subjetivo»— la satisfacción o placer de-
rivado del consumo de varios bienes exhibe una dependencia que es en
gran medida unilateral, y nada de absolutamente recíproca (reversible).
En este contexto, debe considerarse especialmente la distinción hecha por

74
Algunos aspectos del problema están tratados en mi «Untersuchung über
das Grundgesetz der wirtschaftlichen Wertrechnung», Zeitschrift für Volkswirtschaft
und Sozialpolitik (1922), y en mi artículo «Produktion» en Handwörterbuch der
Staatswissenschaften, 4.ª ed.
EL VALOR COGNITIVO DE LAS TEORÍAS FUNCIONALES DEL PRECIO 181

Pareto, aunque no la profundizara, entre besoins y goûts.75 Primero, circuns-


tancias dolorosas hacen que nuevas necesidades deban ser satisfechas (lo
que en sí mismo puede estar asociado a sensaciones de placer) en orden a
producir el potencial psíquico para experimentar estados positivos de
placer. La secuencia no es reversible y esto ocasiona que el esfuerzo por
conseguir bienes que sirvan para producir estados positivos de placer sólo
puede hacerse inmediato, y que la demanda por tales bienes sólo puede
afirmarse a sí misma, cuando está asegurado el control sobre los bienes
que sirven para hacer frente a los estados de aflicción.76 Pero esto hace
insostenible el supuesto de una dependencia general, recíproca y reversible
entre las demandas individuales por los diferentes bienes, en la medida en
que este supuesto se apoya a su vez en el hecho mental de la utilidad com-
plementaria.
Si la ley del nivel de utilidad marginal cae —y ya no puede seguir
siendo sostenida después de todo lo dicho— todas sus derivaciones,
naturalmente, también lo hacen: en particular la fórmula de la igual-
dad de las utilidades marginales ponderadas que es fundamental para
los economistas matemáticos, y la fórmula de la proporcionalidad de
las utilidades marginales de diferentes bienes para cada sujeto a los
precios predominantes.

3.2. La teoría del intercambio de Jevons

En la teoría del intercambio que construye sobre su teoría de la utili-


dad, Jevons abandona la idea de «una solución completa del problema
en toda su natural complejidad», que es «un problema de movimiento
—un problema de dinámica», y se limita al «problema puramente está-
tico» de establecer las condiciones bajo las cuales cesa el intercambio y
se alcanza el equilibrio.77 Desde un punto de vista estático, es correcto
que «los últimos incrementos (dx, dy) en un acto de intercambio deben ser

75
En su Cours d’économie politique. [Mayer explica que besoins corresponde a
Bedürfnisse «en sentido estricto» (es decir, necesidades objetivas), y goûts a Genüse,
que ha sido traducida como «placeres» o «gratificaciones», pero que aquí sugeri-
ría «gustos» o «predilecciones». Nota del traductor al inglés].
76
También aquí las delicadas investigaciones de Wieser son una excepción en
la literatura: «Pues este valor que deseamos con la mayor intensidad no es el úni-
co que «preferiríamos» tener. Generalmente, los más ansiosamente deseados son
todos esos que tienden a preservar la vida. Usualmente, aquellos que embellecen
están ubicados más abajo en la escala» Social Economy, p. 33.
77
The Theory of Political Economy, p. 101.
182 HANS MAYER

intercambiados en la misma relación que el total de cantidades cambiadas»,


de modo que dy/dx = y/x. Esto se sigue de la «ley de indiferencia», una
de las proposiciones centrales de la teoría, según la cual no pueden pre-
dominar precios diferentes para el mismo bien, en cualquier punto del
tiempo, en el mercado abierto, y así todas las cantidades parciales deben
intercambiarse a los mismos precios. «La clave de toda la teoría del
intercambio y de los principales problemas de la economía radica en
esta proposición: la relación de intercambio entre dos bienes cualesquie-
ra, será el valor recíproco de la relación de los grados finales de utilidad
de las cantidades disponibles de bien para el consumo, una vez que el
intercambio se haya completado».78 Queda por verse si, en el caso de dos
sujetos económicos, uno de los cuales posee un cantidad del bien A y
el otro una cantidad del bien B, y donde la relación es, digamos, 10a a
1b, el intercambio será mantenido ventajosamente hasta que la ganancia
en utilidad se convierta en pérdida para ambas partes, como resultado
de cualquier acto posterior de intercambio. El equilibrio surgirá en el
punto donde la utilidad de 10a es igual a la utilidad de 1b para cada
parte, o donde cantidades infinitamente pequeñas de A y B intercam-
biadas en la misma relación (10:1) no ocasionen ninguna utilidad adi-
cional para ninguno de los dos. Esta idea, expresada matemáticamente,
permite obtener la fórmula de las famosas ecuaciones de intercambio de
Jevons. Si Dx denota un pequeño incremento de A y Dy un pequeño
incremento de su contraparte B, y si x representa la cantidad total inter-
cambiada de A e y la cantidad total intercambiada de B, entonces nece-
sariamente Dy/Dx=y/x, o Dy=yDx/x. Pero dado que, en el estado de
equilibrio, las magnitudes de utilidad de estos incrementos deben ser
iguales para cada parte, «los grados de utilidad de los bienes inter-
cambiados [es decir, la utilidad marginal de las últimas cantidades
infinitamente pequeñas intercambiadas] estará en proporción inversa
a las magnitudes de los incrementos cambiados».
Si inicialmente, de las dos clases de bienes A y B el sujeto I posee la
cantidad a (de A) y el sujeto II posee b (de B), y si la cantidad x (de A)
es intercambiada por y (de B), entonces, después del intercambio, I
tendrá (a-x) de A e y de B, mientras II tendrá x de A y (b-y) de B. Si,
además, Φ1(a-x) denota el grado de utilidad marginal de A para I, Φ2(x)
el grado de utilidad marginal de A para II, Ψ1(y) el grado de utilidad
marginal de B para I, y Ψ2(b-y) el grado de utilidad marginal de B para
II, entonces el intercambio debe continuar hasta que para I se verifique

78
Ibid., pp. 102-3. Énfasis añadido.
EL VALOR COGNITIVO DE LAS TEORÍAS FUNCIONALES DEL PRECIO 183

la igualdad Φ 1(a-x)dx=Ψ1(y)dy y para II Ψ2(b-y)dy=Φ 2(x)dx. Después de


las reformulaciones y sustituciones apropiadas, esto da lugar a la
siguiente expresión con las dos ecuaciones suficientes para determinar
el resultado del intercambio:

Φ1(a-x)/Ψ1(y) = y/x = Φ2(x)/Ψ2(b-y)

Jevons aplicó exactamente los mismos principios desarrollados para el


trueque de dos bienes por dos sujetos, al caso de tres o más sujetos y bie-
nes. Así, el principal caso de la teoría del precio es tratado con simplicidad y
brevedad sorprendentes.79 Si el sujeto I mantiene la cantidad a del bien A
y da x1 a II y x2 a III; el sujeto II mantiene la cantidad b del bien B y da y1 a
I y y2 a III; y III tiene la cantidad c del bien C y da z1 a I y z2 a II, entonces
las seis cantidades desconocidas son intercambiadas de la siguiente ma-
nera:

I da x 1 por y 1 y x2 por z1
II da y1 por x 1 e y 2 por z 2
III da z1 por x 2 y z2 por y 2

«Estos pueden ser tratados como intercambios independientes».80 Ahora,


si Φ1, Ψ1 y χ 1 denotan las funciones de utilidad marginal de los bienes
A, B, y C para I; Φ2, Ψ2 y χ2 las mismas funciones para II; y Φ 3, Ψ3 y χ3
las de III, entonces por analogía con el caso anterior, tras completar el
intercambio entre I y II la relación de intercambio entre y1 y x1 está dada
por:

Φ1(a-x 1-x 2)/Y 1(y 1) = y 1/x 1 = Φ2(x1)/Ψ2(b-y 1-y 2)

Y de modo similar, en el intercambio entre I y III se obtienen las


siguientes ecuaciones para la relación de la utilidad marginal de los bie-
nes A y C:

Φ1(a-x 1-x 2)/χ 1(z1) = z1/x 2 = Φ 3(x 2)/χ 3(c-z1-z2)

Lo mismo ocurre para el intercambio entre II y III «que será inde-


pendientemente regulado sobre principios similares»: 81

79
Ibid., pp. 124-7.
80
Ibid., p. 125. Énfasis añadido.
81
Ibid., pp. 126.
184 HANS MAYER

Ψ2(b-y 1-y 2)/χ 2(z2) = z2/y 2 = Ψ3(y2)/χ3(c-z1-z2)

Entonces, «para cada cantidad de bien que se ofrece a cambio algo


debe ser recibido, y si porciones de la misma clase de bien son recibi-
das desde varias partes diferentes, entonces podemos concebir que la
cantidad que se da por ese bien está repartida en muchas porciones
distintas. Los intercambios en el caso más complicado pueden descom-
ponerse de este modo en intercambios simples».82
Cuando hay competencia, la determinación de la relación de inter-
cambio aún se trata de forma más lacónica. Jevons no hace más que dis-
cutir brevemente el caso en que un sujeto, al entregar parte de su stock
de bienes, adquiere el bien requerido de dos propietarios de diferentes
cantidades del mismo, y establece el problema de la ecuación como en
el primer caso ya visto (trueque de dos bienes entre dos sujetos).83
En resumen, Jevons llega a las siguientes conclusiones básicas de su
teoría del intercambio. La relación en que una persona divide su dinero o ingreso
para la adquisición, a través del intercambio, de cantidades de otros bienes
«dependerá parcialmente de la relación de intercambio, parcialmente del
grado final de utilidad de estos bienes». Y la regla general de intercambio es
que «una persona adquiere tales cantidades de bienes que los grados finales
de utilidad de cualquier par de bienes es el inverso de las relaciones de
intercambio de los bienes». En otras palabras, «una persona distribuye su
renta de tal manera que iguala la utilidad de los incrementos finales de todos los
bienes consumidos. Como el agua corre entre las grietas hasta llenarlas al
mismo nivel, así hace la riqueza entre todos los tipos de gasto».84 «De aquí
se sigue, obviamente, que en el gasto de la renta de una persona para obte-
ner la mayor ventaja posible, la suma algebraica de las cantidades de bienes
recibidos o dados, cada uno multiplicado por su grado final de utilidad,
será cero» Esta es la relación que los economistas matemáticos posteriores
aplicaron bajo el nombre de presupuesto equilibrado:85 que para cada sujeto
económico la suma de ingresos y gastos debe ser cero.
Jevons considera que el progreso futuro de la economía como ciencia
exacta dependerá principalmente de si la ley de la utilidad cambiante
puede ser comprendida en términos numéricos precisos, lo que reque-
riría «estadísticas precisas de las cantidades compradas de bienes por

82
Ibid., pp. 126.
83
Ibid., pp. 127-8.
84
Ibid., pp. 150-1.
85
Véase en las secciones posteriores la discusión sobre Walras y Pareto.
EL VALOR COGNITIVO DE LAS TEORÍAS FUNCIONALES DEL PRECIO 185

toda la población a diferentes precios»,86 y que la utilidad del dinero


tendría que ser tratada, por el momento, como una constante. Pero
Jevons no oculta las grandes dificultades que surgen aquí, especialmen-
te por las grandes posibilidades de sustituir bienes y por el hecho de
que en realidad «la utilidad del dinero» no permanece constante res-
pecto a los cambios en los precios de los artículos de consumo masivo.87
Debe recalcarse que Jevons, con un extraño grado de honestidad
intelectual, deja implacablemente al descubierto para el lector las bre-
chas y problemas discernibles en su propio sistema, lo que hace a su
trabajo merecedor de consideración. Se refiere a una serie completa de
casos típicos en que sus ecuaciones de intercambio no funcionan, espe-
cialmente aquellos casos numerosos en que los bienes no pueden ser
divididos en cantidades infinitesimalmente pequeñas. Jevons también
establece explícitamente —sin la ligereza mental que muchos econo-
mistas matemáticos posteriores han mostrado cuando reinterpretaban
la realidad sin considerar el valor explicativo de los resultados, en una
forma que es más conveniente para la aplicabilidad del cálculo diferen-
cial— que «las leyes que asumen una continuidad de variación no son
aplicables donde las variaciones continuas son imposibles». 88 En este
contexto, donde nuestro único interés se centra en los elementos bási-
cos de la teoría del intercambio de Jevons, tendremos que abstenernos
de analizar sus comentarios acerca de las relaciones de utilidad margi-
nal de los bienes usados para consumo y producción, 89 que se han con-
vertido en fundamentales para la literatura teórica angloamericana, así
como su teoría de los costes (esfuerzo laboral), y más concretamente la
conexión entre el precio y los costes de producción.

86
Esto está implícito en los intentos modernos por establecer curvas de deman-
da usando medios empíricos.
87
La diferencia fundamental respecto a Cournot, que también espera que todo
el progreso provenga de las estadísticas, es muy clara. Para Jevons, la caracteriza-
ción estadística de las curvas de utilidad es una expresión concreta de sus leyes,
mientras que para Cournot la curva obtenida a través de las estadísticas ya es la
función de demanda básica.
88
Ibid., p. 118.
89
Ibid., pp. 146 y 213 y ss., respectivamente.
186 HANS MAYER

3.3. Crítica de la determinación de las ecuaciones de intercambio


de Jevons

Los resultados de las investigaciones de Jevons establecen los teore-


mas básicos que los economistas matemáticos (teoría del equilibrio) han
seguido hasta el presente. Estos se repiten en Walras, Marshall, Pareto,
Wicksell, Schumpeter, Barone y otros. Lo que es indicativo de algún pro-
greso, son los refinamientos de formulación, las modificaciones o correc-
ciones en un punto u otro, pero las proposiciones básicas han permaneci-
do igual. Por lo tanto, una evaluación crítica debería distinguir también
entre la verificación de si las proposiciones básicas pueden ser sostenidas,
y la demostración de los defectos que, en realidad o en intención, ya han
sido rectificados por las teorías matemáticas más recientes.
Con respecto a las proposiciones básicas, la crítica ya ha sido adelan-
tada en su mayor parte en la prueba anterior de la invalidez de la ley de
la igualación de la utilidad marginal. Pues, como es evidente, esa ley,
explicita o implícitamente, proporciona el fundamento para la deter-
minación de las ecuaciones de intercambio en cada uno de los casos que
Jevons discute. El contenido de la ley que considera «la clave de toda la
teoría del intercambio y de los principales problemas de la economía», la ley
de que «la relación de intercambio de dos bienes cualesquiera será el
recíproco de la relación de los grados finales de utilidad de las canti-
dades de bienes disponibles para el consumo una vez que se ha com-
pletado el intercambio», es siempre idéntica a la de igual utilidad de
las últimas cantidades parciales adquiridas y entregadas en el intercam-
bio (como el mismo Jevons demuestra). Dado que los supuestos bási-
cos tras las ecuaciones de intercambio de Jevons entran en severo con-
flicto con la realidad, esas ecuaciones pierden su valor cognitivo para
los procesos del mundo real.
Un segundo supuesto cuestionable y contradictorio de Jevons, es que
la relación de intercambio es constante durante el proceso de intercam-
bio agregado que él imagina compuesto de sucesivos intercambios
menores, uno tras de otro (siempre, por ejemplo, con una unidad de B
por diez unidades de A). Jevons observa que este supuesto contradice
sus propias declaraciones fundamentales sobre las escalas de utilidades,
porque de ahí se deduce que en cada uno de estos sucesivos intercam-
bios los «determinantes de utilidad», y por tanto las relaciones de inter-
cambio, deben cambiar para ambas partes.90 Pero él se consuela a sí

90
Ibid., p.99.
EL VALOR COGNITIVO DE LAS TEORÍAS FUNCIONALES DEL PRECIO 187

mismo con el pensamiento de que esto es un problema dinámico difícil;


que primero debe ser abordado el problema estático más simple y, hasta
el momento, no resuelto;91 y que según la «ley de indiferencia» (estática)
todas las cantidades de dos bienes que van a los mercados, ya sean
parciales o totales, deben ser intercambiadas en la misma relación en
algún punto del tiempo. Pero aquí hay un error metodológico y una
falsa conclusión. El error metodológico de Jevons es que el problema
de la formación del precio —como usualmente le hemos llamado— es
siempre y necesariamente un problema «dinámico». Su conclusión falsa
surge del hecho de que en el gran mercado de una economía nacional
las relaciones de intercambio ya existentes, que han surgido de la interac-
ción entre muchos miles de oferentes y demandantes, no son cambiadas
del todo (o al menos no perceptiblemente) como resultado de los actos
de intercambio de los individuos (la definición usual de competencia
ilimitada). Y esto, argumenta erróneamente Jevons, permite suponer
que aun en el caso fundamental de la teoría del intercambio —el caso
de intercambio entre dos sujetos cuyas posesiones de los bienes en
cuestión constituyen la oferta total y la demanda total— la relación de
intercambio permanece inalterada a través de los intercambios suce-
sivos de bienes. En otras palabras, que la relación marginal de inter-
cambio que determina el precio de equilibrio, debe ser idéntica a las
relaciones de intercambio parcial previas, sobre las que la relación de
intercambio marginal está genéticamente construida.92
Una pregunta adicional desde el punto de vista de la aclaración de
la realidad, es si es permisible suponer que los actos de intercambio
siempre ocurren sucesivamente y en pequeñas cantidades de bienes,
un supuesto cuyo propósito metodológico es perfectamente evidente:
la aplicabilidad del cálculo diferencial. Sin embargo, aquí no examina-
remos esto en detalle.
No obstante, estas consideraciones nos llevan a una pregunta más
importante, pues concierne al valor cognitivo de la aproximación está-
tico-funcional a la teoría del precio. Jevons basa toda su teoría del inter-
cambio en las leyes de la necesidad y utilidad, que reconoce como cen-
trales y que desarrolla en forma clásica. Hubiera podido esperarse que

91
Porque «es una tarea más fácil establecer las condiciones bajo las cuales se
completa el comercio y cesa el intercambio, que intentar averiguar a qué tasa pro-
seguirá el comercio cuando el equilibrio no se alcance». Ibid., p. 101-2.
92
Edgeworth, y sobre todo Alfred Marshall —Principios de Economía (Londres,
1898), pp. 414 y ss., 795-6, y nota xii-, han indicado que suponer constante la rela-
ción de intercambio no es permisible.
188 HANS MAYER

dedujera, en una detallada cadena argumental, la determinación de las


relaciones de intercambio (precios) a partir de las escalas de utilidad y
cantidades de bienes dadas por el lado de los sujetos económicos partici-
pantes, permitiendo así que ciertas relaciones de intercambio emerjan
genéticamente desde las premisas. En vez de esto, lo que sigue —justo
como hace Walras posteriormente— es un cambio repentino desde la
aproximación genético-causal (dinámica) a la funcional (estática). No sólo
las escalas de utilidad y las cantidades de bienes que intercambian los
sujetos, sino también las mismas relaciones de intercambio (que debían haber
sido explicadas) son supuestas como ya existentes y, en ese sentido, «dadas»
(aunque fuese «por el momento», para citar la restricción formal).93 Y
en vez de un estudio de las leyes por las que ciertas relaciones de inter-
cambio deben emerger, sólo tenemos una consideración de las corres-
pondencias mutuas entre las relaciones de intercambio (precios), las
utilidades marginales de varios bienes, y las cantidades de bienes cedi-
dos y adquiridos por cada sujeto, que se presentan cuando el equili-
brio ya ha sido alcanzado. Así, es el problema y no sólo la aproximación
lo que ha cambiado. Y aunque después, en su teoría de la producción,
de la desutilidad y de los costes, Jevons retoma el camino de la expli-
cación genético causal, en su teoría del intercambio renuncia a ella en
favor de la aproximación funcional.
Jevons no estudia la ley que gobierna el proceso formativo de las relacio-
nes de intercambio, inmutable si las condiciones no cambian, o, más
adecuadamente, que se reproduce a sí mismo una y otra vez por medio
de la renovación de las mismas condiciones (puesto que, con condicio-
nes constantes de «equilibrio» o reposo, nada sería intercambiado). En
su lugar, la pregunta que se plantea es la de describir las condiciones
simultáneas que deben darse para que no haya más intercambio. Esta
descripción estática, que elimina todo movimiento y causalidad, no
pasa completamente sin contradicción como puede verse de la expre-
sión «si no ocurre acto adicional de intercambio» o «si un estado de reposo es
alcanzado». Esto significa que la tarea consiste en comprender la relación
recíproca de las fases finales pequeñas (infinitesimales) de los movi-
mientos o procesos que preceden inmediatamente (los cocientes diferen-
ciales son iguales a cero) al estado de reposo (el máximo de las funciones

93
«La cantidad de cualquier artículo comprado es una función del precio al
que es comprado». Ibid., p. 101. ¡Desde aquí un cambio en el punto de partida a la
función de demanda de Cournot! Véanse también los comentarios posteriores a la
teoría del precio de Cassel.
EL VALOR COGNITIVO DE LAS TEORÍAS FUNCIONALES DEL PRECIO 189

matemáticas). Jevons identifica dos de estas condiciones en las ecua-


ciones condicionales que desarrolla para describir las relaciones de
intercambio de equilibrio. Una de ellas, ya demostrada irreal, es la
condición de igual utilidad marginal para cada participante; la segunda
es que la relación de intercambio debe ser idéntica a la de todas las can-
tidades intercambiadas, Dy/Dx=y/x. Como hemos visto, Jevons obtiene
esta ecuación a partir de la «ley de indiferencia»: una vez que existe la
relación de intercambio entre dos bienes, de modo que su proceso for-
mativo ha finalizado, entonces (si los datos no han cambiado) todas las
partes de la cantidad total x, y pueden seguir siendo cambiadas en las
mismas proporciones. Pero entonces el problema de la ley del origen
de una cierta relación de intercambio ya está tras nosotros. Puesto que
esta ecuación presupone la existencia de las relaciones de intercambio, no
puede ser usada para la determinación de las relaciones de intercambio:
estamos enfrentados a un argumento circular.
Lo anterior puede ser probado con bastante concreción. Como todos
los teóricos que trabajan con el análisis marginal, Jevons asume que el
trueque entre dos personas sucede en intercambios parciales que se
siguen, gradualmente, uno tras otro, y en una relación que, aunque
originalmente se supone desconocida, es sin embargo constante para
todas las fases sucesivas del intercambio. Como hemos visto, la cualidad
de constancia es imposible porque está en contradicción con las curvas
de utilidad. Pero pasemos sobre este supuesto de constancia: si la rela-
ción es constante o no, los totales de intercambio de los dos bienes (x,y)
sólo aparecen al final de un proceso de trueque que ocurre sucesiva-
mente, en más o menos numerosos intercambios parciales (Dx,Dy). Sólo
al final del proceso, entonces, resultan los totales del intercambio (x,y) a
través de la suma de las cantidades parciales de bienes transferidos en
las fases individuales del trueque. Estas cantidades no son conocidas
antes por los participantes del intercambio: si así fuera, las partes inme-
diatamente cambiarían los totales y no habría sucesión de pequeños
intercambios parciales. De igual modo, las cantidades totales tampoco
son definitivas antes de concluir el último intercambio parcial. Es como
el comienzo de un juego de ajedrez: el resultado ni es subjetivamente
conocido por los jugadores ni está objetivamente determinado. Los
totales finales dependen de las relaciones de intercambio que han apare-
cido en los sucesivos intercambios parciales individuales, tal y como
cada movimiento en un juego de ajedrez depende de los previamente
ejecutados, y el resultado final, de todos los movimientos sucedidos
previamente. Por lo tanto, las relaciones de intercambio parcial prece-
190 HANS MAYER

dentes han sido formadas sin ninguna conexión con x, y , y sin ningún
conocimiento de sus magnitudes, y para hablar de una verdadera so-
lución al problema habría que mostrar sus determinantes.
La situación puede ser visualizada fácilmente por medio de las
usuales escalas o curvas, pero una simple observación algebraica es
también suficiente. Supongamos que entre el tenedor de un stock de
A y el poseedor de un stock de B, 1b es intercambiado inicialmente por
10a. Entonces, tras completar este acto de intercambio las utilidades
marginales de a y b habrán cambiado para ambas partes y, en conse-
cuencia, la relación de intercambio deberá ser diferente —digamos 1b
a 8a— para la siguiente transferencia de bienes, 1b a 5a para la próxima,
y 1b a 1a para la última a través de la cual se establece el «equilibrio»
(es decir, un acto posterior de intercambio no ocasionaría incrementos
en utilidad a ninguna de las partes). Entonces los totales de intercambio
(x,y) son 4b y 24a, pero la relación final de intercambio, ∆y/∆x, es 1:1.
De modo que no se cumple lo postulado por Jevons de que ∆y/∆x=y/
x , porque en el transcurso del proceso, la relación ∆y/∆x ha cambia-
do. Pero aun dejando de lado, por el momento, la chocante contradic-
ción con las curvas de utilidad de los individuos, suponiendo que la
relación de intercambio fuese constante para todas las fases sucesivas
del trueque, y que las relaciones de intercambio totales (x,y) pudiesen
ser derivadas de la relación ∆y/∆x, los totales intercambiados estarían
dados ex post y el núcleo del problema —cómo la relación ∆y/∆x ha
sido determinada —permanecería sin respuesta.
En esencia, hay una ficción inmanente, más o menos disimulada, en
el corazón de las teorías del equilibrio matemático: vinculan en ecuaciones
simultáneas, magnitudes operativas no simultáneas (en secuencia genético
causal) como si existieran todas juntas al mismo tiempo. Una situación está
sincronizada (se desarrolla al mismo tiempo) en la aproximación «estática»,
mientras que en la realidad estamos tratando con un proceso. Pero no se pue-
de considerar «estáticamente» un proceso generativo como un estado de repo-
so sin eliminar precisamente lo que le hace ser lo que es.94
Una vez que la economía ha alcanzado un estado y hay «equilibrio»
entre los precios de varios bienes, sus costes, su oferta y demanda, etc., el
problema de cómo se ha alcanzado ese equilibrio queda detrás de nosotros.

94
No es necesario explicar que precisamente lo mismo es válido para toda
explicación de carácter sincronizado que busca deducir a partir de equilibrios ciné-
ticos ya logrados (repetición cíclica de lo mismo) el proceso que lleva a la formación
de ese equilibrio.
EL VALOR COGNITIVO DE LAS TEORÍAS FUNCIONALES DEL PRECIO 191

Para la economía estática en sí, en que todas las relaciones parecen ya for-
madas y constantes (pues los datos son inmutables), esto, como en cual-
quier estado de reposo, no es problemático. Y sería contradictorio inten-
tar, como hizo Jevons, dedudir las leyes de movimiento o formación
conducentes al equilibrio desde las propias relaciones dentro del estado
de equilibrio o reposo (utilidades marginales igualadas al mismo nivel;
relaciones entre los totales intercambiados de bienes en el ya alcanzado
equilibrio). Deberemos volver a este problema fundamental de método.
En realidad, y aquí la teoría actual está unida en lo que Böhm-
Bawerk fue uno de los primeros en mostrar concluyentemente,95 una
determinación unívoca de la relación de intercambio en el caso elemen-
tal de Jevons de trueque entre dos sujetos económicos, es imposible: el
problema permanece indeterminado. Pues, según sea la posesión de los
bienes y las escalas de utilidad de las partes en el intercambio, sus rela-
ciones subjetivas de utilidad pueden ser tan distantes entre sí que un
gran numero de diferentes relaciones de intercambio son económica-
mente posibles para ambos dentro de ese margen. Y sólo la llegada de
competidores (mientras más lleguen, los límites seran más estrechos)
establecerá la relación de intercambio.96
Pero quizás lo que indujo a Jevons a cambiar, con un éxito tan sólo
aparente, al camino de la resolución estática del problema fue precisa-
mente el hecho de que, pese a todas sus expectativas exageradas sobre
las posibilidades de su nueva teoría de la utilidad, llegó a la insatisfacto-
ria conclusión de que en el caso más elemental ninguna relación de
intercambio podía deducirse genéticamente a partir de las escalas de
utilidad y la posesión de los bienes.
Si es cierto que, por las razones mostradas, la explicación de Jevons
no ofrece solución al caso de trueque elemental, es evidente que la
deducción construida sobre esa base no puede llevar a una solución del
caso principal de formación de precios: el intercambio de tres o más
bienes entre tres o más sujetos económicos. Como puede verse fácil-
mente en las ecuaciones presentadas antes, éstas reproducen relacio-
nes que se han demostrado falsas: la ley del nivel de utilidad margi-
nal, que debe cumplirse para cada parte en el intercambio; y la relación

95
Ver Eugen V. Böhm-Bawerk, The Positive Theory of Capital, trad. Por William
Smart (Londres, Macmillan, 1891), libro 4, «Precio».
96
Curiosamente, Jevons interpretó la indeterminación teórica del precio en un
intercambio bilateral simplemente como el caso especial en que uno de los dos
bienes era indivisible. The Theory of Political Economy, pp. 132-3.
192 HANS MAYER

de identidad entre las cantidades totales de diferentes bienes trans-


feridas al final de todo el proceso de intercambio entre cualesquiera dos
personas, y las relaciones parciales de intercambio existentes al inicio
de los sucesivos actos de intercambio. Por lo tanto, el problema central
permanece sin resolver: ¿cómo se determinan las relaciones de inter-
cambio para el primer acto de intercambio (esas relaciones de las que
resultan las transferencias totales: x1, x2, y1, y2, z1, z2)?
Sobre este problema de intercambio de tres o más bienes entre tres
o más sujetos, se han establecido la mayoría de las teorías del precio,
aunque esto no siempre haya sido señalado por sus creadores. La solu-
ción ofrecida dice que, dadas la posesión de los bienes y las funciones
de utilidad de los sujetos que intercambian, los precios deben estable-
cerse finalmente a un nivel en que cada persona ha cedido tanto de su
bien y obtenido a cambio tanto del otro que se cumple la ley de iguala-
ción de la utilidad marginal (un resultado que podría aplicarse, ade-
más, a muchos precios diferentes). Pero aparte de lo irreal de la ley del
nivel de utilidad marginal, esto de hecho no es una solución: es una
hipótesis que afirma que (por analogía con las leyes de la mecánica según
las cuales la colisión entre cuerpos de diferente velocidad y peso debe
llevar finalmente a estados predecibles de equilibrio), en el caso de
negociaciones entre diferentes sujetos económicos, debe establecerse un
equilibrio definido correspondiente a la ley de la utilidad marginal y
por lo tanto a unas relaciones de intercambio definidas, tras un compli-
cado e inexplicado (en sus detalles) proceso. Nuestro caso no debe con-
fundirse con la situación de mercado competitivo, pues la multiplicidad
de personas que puja o vende más barato en la oferta y la demanda de
uno de tres o más bienes, hace que un cierto precio unitario emerja para
cada bien. Todo a lo que nos hemos referido sólo emerge en una fase
particular, el fin del proceso de formación. Todo aquello que precede y
determina la fase final —cómo los competidores en el lado de la demanda
alcanzan el mayor precio a ofrecer para cantidades particulares de dife-
rentes bienes— o, en otras palabras, todo lo que determina cómo, sin la
existencia previa de ningún precio, los individuos dividen su ingreso (en
bienes o dinero) en la demanda de diferentes clases de bienes, perma-
nece completamente oscuro incluso en este recuento parcial del proceso.
Y para iluminar este punto es preciso volver al caso aparentemente
simple de intercambio de tres bienes entre tres personas, pues se espera-
ría que aquí la ley de formación de las relaciones de intercambio se mos-
trase de modo más claro, una expectativa que, sin embargo, es com-
pletamente ilusoria tras un analisis detallado. Lo que se ha demostrado
EL VALOR COGNITIVO DE LAS TEORÍAS FUNCIONALES DEL PRECIO 193

aquí no es la ley de formación sino la hipótesis de un estado ya finalizado.


Los datos (funciones de utilidad y posesiones de individuos separados)
son arrojados al «crisol del cálculo matemático» junto con la ley (irreal)
de igual utilidad marginal, y las tautológicas ecuaciones condicionales
(de que, tras el intercambio, ingresos y gastos deben estar equilibrados
para cada individuo, y que todas las cantidades y tipos de bienes dispo-
nibles para los individuos implicados deben ser idénticas antes y des-
pués del proceso). Y entonces el misterioso proceso en el crisol es dejado
para asegurar que se produzca finalmente un estado de equilibrio con
relaciones de intercambio definidas. Pero no hay demostración de la
ley que opera en el proceso oculto en la oscuridad, que se supone lleva
a la formación de relaciones de intercambio muy definidas. ¿Cómo es
concebible que, entre tres personas, cada una de las cuales tiene una
necesidad de los bienes de las otras dos, tomen forma simultáneamente
relaciones de intercambio unívocas firmes para los tres? Es difícil pensar
esto si uno considera que lo que el Sujeto Uno da de su bien A al Sujeto
Dos a cambio de parte del bien B no sólo depende de las propias escalas
de utilidad de A y B (y de las del Sujeto Dos por los mismos bienes),
sino también de lo que debe darse de A para el Sujeto Tres a cambio de
parte de su bien C, de lo que el Sujeto Tres debe dar de su bien C al
Sujeto Dos por parte del bien B, y así sucesivamente. Y todo esto debe
resolverse simultáneamente; cada individuo debe estar en una posición
que le permita saber anticipadamente, a partir series sucesivas de nue-
vas cantidades desconocidas (aún no dadas, ni objetiva ni subjetiva-
mente), cómo obtener las siguientes conclusiones: esto es, el máximo
de A que ofreceré por un pedazo de C, esto es, cuánto de B ofreceré
por un pedazo de A, de C, etc. No sólo eso, como Jevons correctamente
dijo en otro contexto,97 «el sujeto es aquel en el que tiene lugar la comple-
ja acción y reacción» que no se puede comprender a través de ecua-
ciones simultáneas; toda la concepción del problema es tal que nunca
puede resolverse.98 Es de este modo una completa desviación para con-
tentarse con la idea de la «determinación recíproca». Ese no es el lugar
donde finaliza el problema sino donde comienza. Mostrar cómo, en qué
forma, a través de qué vínculos esta «determinación recíproca» debe
conducir a relaciones de intercambio definidas, es precisamente el pro-
blema.

97
Ibid., p. 80.
98
La analogía con la física teórica es el famoso «problema de los tres cuerpos».
194 HANS MAYER

El lector recordará aquí el ejemplo bien conocido de Marshall: de la


misma manera que varias esferas en una fuente determinan recíproca-
mente su equilibrio a través de presión y contrapresión, así los facto-
res económicos se determinan mutuamente entre sí. Aquí, el carácter
engañoso de la analogía mecánica está claramente expresado. La misma
constante, gravedad, opera sobre todas las esferas y cada una de ellas
aporta su propio peso, invariante, en la fuente, ejerciendo presión y
contrapresión al margen del orden en que fueron puestas allí. Pero las
utilidades marginales de bienes particulares, y los elementos provenien-
tes de cada individuo para la formación de las relaciones de intercam-
bio, son variables que dependen de si el Sujeto Uno intercambió pri-
mero con el Dos o el Tres, el Sujeto Dos con el Uno o el Tres, el Sujeto
Tres con el Uno o el Dos; de la secuencia en que los tres se asociaron
con los demás en cada intercambio parcial de sus bienes; y, finalmen-
te, de cuál de las numerosas relaciones de intercambio fue la única en
que cada uno de los tres comenzó primero a intercambiar con los otros
dos. Pero estas relaciones de intercambio no sólo están indeterminadas
sino que son indeterminables. No estamos una pulgada más cerca de
la solución si tomamos la relación de intercambio entre los sujetos Uno
y Dos como una función de la relación de intercambio entre Dos y Tres
y entre Uno y Tres, la relación de intercambio entre Uno y Tres como
una función de la relación de intercambio entre Uno y Dos y entre Dos
y Tres, y la relación de intercambio entre Dos y Tres como una función
de la relación de intercambio entre Uno y Dos y entre Uno y Tres. Debe-
ríamos ser capaces de decir algo más sobre la forma de esas funciones y
de su asociación recíproca, algo no tan vano como afirmar que todos los
hechos en el mundo están interrelacionados, por lo que cada uno de-
termina a los demás y es a su vez determinado por ellos.
La analogía mecánica y las ecuaciones simultáneas basadas en ella
son así inaplicables al problema de la formación del precio. «Pero la
vida práctica resuelve el problema». Sin duda. Pero precisamente por-
que el problema no puede ser resuelto teóricamente en el contexto de
las teorías funcionales del precio, podemos ya inferir que debe poner-
se en práctica bajo supuestos diferentes de los de la teoría matemática,
y que todo depende de cómo sean fijados si vamos a dar una explica-
ción de la formación del precio en el mundo real.
La aproximación funcional, incluso en manos de una mente tan ex-
cepcionalmente aguda y esmerada como la de Jevons, no tiene éxito en
mostrar por sí misma una solución teórica al problema de la formación
de los precios. Si el supuesto de que la actividad económica tiene una
EL VALOR COGNITIVO DE LAS TEORÍAS FUNCIONALES DEL PRECIO 195

determinación mental (cuya revelación en las leyes de la utilidad y sus


efectos en la formación del precio es la base de la fama inmortal de
Jevons) es sinónimo del camino de la derivación genética y de la expli-
cación en sentido limitado (como opuesto a la mera descripción) y «com-
prensión» del curso de la economía, entonces la vuelta al análisis estático
funcional al aumentar las dificultades explicativas, implica una transfor-
mación del problema de la ley de la formación del precio en el de la
correspondencia de relaciones simultáneas de precios con las utilidades mar-
ginales y cantidades de bienes de los sujetos económicos.99 Aun si las
proposiciones utilizadas (ley del nivel de igualación de la utilidad mar-
ginal) fuesen materialmente correctas, sería un error suponer que con
esta descripción de las relaciones de correspondencia entre las relaciones de
intercambio, grados de utilidad marginal y posesiones individuales, o
de pequeños cambios en éstos inmediatamente antes de que se alcance
el estado de reposo, el proceso formativo del equilibrio y de sus precios ya
hubiese sido explicado implícitamente. Ese podría ser el caso —siempre
suponiendo que el contenido de las relaciones aplicadas fuese material-
mente correcto— sólo si fuera legítimo suponer dos cosas: primero, que
durante esta fase final, justo antes o en los márgenes del establecimiento
del equilibrio, los cambios (infinitesimales) en los factores que hemos
mencionado fuesen idénticos o estuviesen en una relación constante y
ya conocida, con las cambiantes proporciones de esas magnitudes que
surgen en las fases previas del proceso formativo de la relación de inter-
cambio (el precio); y segundo, naturalmente, que los factores que se rela-
cionan entre sí en cada fase diferente del proceso siguen siendo cuali-
tativamente los mismos (y, en particular, que a través de todas las fases
se conservan las mismas clases de necesidades o puntos de intersección
de sus curvas).
Para plantearlo gráficamente, sería necesario suponer que todos los
puntos de intersección sucesivos que son establecidos a través del proceso
temporal que forma la relación de intercambio de equilibrio exhiban
la misma estructura, es decir, los mismos factores y las mismas rela-
ciones cuantitativas de esos factores entre sí; o aun más, que la estruc-
tura cambie según la misma ley (en la misma relación) que en la fase
final del proceso formativo que precede inmediatamente al estado de reposo.

99
Esto es mostrado claramente, por ejemplo, en la cita anterior según la cual
la relación en que las personas dividen su dinero o ingreso a cambio de cantidades
de otros bienes, «dependerá parcialmente de la relación de intercambio, parcial-
mente del grado final de utilidad de esos bienes».
196 HANS MAYER

Pero tal supuesto —que subyace a la afirmación de que en los sistemas


de equilibrio las ecuaciones simultáneas del estado de reposo pueden
proporcionar una intuición del proceso de formación del precio— no
sólo carece de fundamento empírico sino que entra en conflicto con la
construcción del sistema de deseos que fue avanzada previamente con
la ley de la igualación de la utilidad marginal, de modo tan severo que,
lejos de ser una hipótesis útil de trabajo, constituye una ficción que
bloquea el camino hacia una explicación teórica de la formación de los
precios en el mundo real.
En verdad, la situación es precisamente la contraria. Una vez que el
problema más amplio (dinámico) del proceso de formación del precio
ha sido resuelto, será necesario —puesto que la relación de precios en
el estado de equilibrio sólo representa una fase, la final de todo el pro-
ceso— que la relación de correspondencia entre precios (relación de
intercambio), utilidades marginales y totales intercambiados esté tam-
bién dada implícitamente. Esto aclara por qué son tan grandes las difi-
cultades (reconocidas totalmente sólo en la más reciente investigación
teórica) de pasar de una aproximación estática a otra dinámica, y de
usar los resultados de la teoría estática para la investigación de los
movimientos económicos, como para ser capaces de superarlas. No es
el caso, como casi universalmente se supone, que la teoría estática sea
la etapa preliminar sobre cuya base se alcanzará la teoría dinámica, en
un terreno donde el proceso total no puede ser derivado sólo del cono-
cimiento de su fase final. El único camino con perspectivas reales de
superar las dificultades probablemente descansa en el método de la
«estática comparativa»,100 es decir, estática comprendiendo la estruc-
tura de cada una de las numerosas fases sucesivas (interceptos) del pro-
ceso, y las subsecuentes comparaciones de los cambios en la estructu-
ra a través de las etapas del proceso total, con el objeto de que pueda
obtenerse la ley de movimiento o cambio. Pero tal procedimiento sólo
es estático en el nombre, pues la observación y descubrimiento de cam-
bios durante un proceso total constituye verdaderamente la esencia de
la aproximación dinámica que, una vez más, se muestra de este modo
idéntica a la investigación genético causal.

100
Cfr. las excelentes ideas de E. Schams, quien ha comprendido el problema
del método en toda su profundidad en «Komparative Statik», Zeitschrift für Natio-
nalökonomie, vol.2 (1930), y «Konstanz und Variabilität ökonomischer Grossen-
beziehungen», Weltwirtschaftliches Archiv, vol.31 (1930).
EL VALOR COGNITIVO DE LAS TEORÍAS FUNCIONALES DEL PRECIO 197

4. La teoría del precio de Walras

Habiendo discutido una serie de problemas básicos en el contexto de


la teoría estática de Jevons, podemos quedarnos en los límites estrictos de
nuestro análisis crítico a los sistemas aplicados de teorías funcionales.
En el trabajo de León Walras101 tenemos el primer intento, aún no
superado en su admirable unidad, de establecer un sistema matemático
para el conjunto de la teoría económica sobre los nuevos fundamentos del
valor subjetivo que él descubrió independientemente de Jevons, Gossen
y Menger.102 Lo que aquí nos interesa al examinar los fundamentos de
la teoría del precio, es sólo el «primer problema» que él discute en la
sección «Teoría Matemática del Intercambio»: a saber, el intercambio
de bienes listos para consumo (sin referencia, por tanto, a las leyes de
producción). «Las cantidades de bienes están dadas; nosotros busca-
remos el sistema de ecuaciones cuyas raíces son los precios de esos
bienes.»103 «Si es posible, debemos, por tanto, encontrar una teoría que
explique las causas que determinan esos precios, o permanecer en silen-
cio.» 104 «Por reducción o análisis, rastreamos los precios hacia sus ele-
mentos», y entonces «expresaremos numéricamente los precios y sus
causas, y aplicaremos el método deductivo —es decir, inferiremos los
precios desde sus causas.» 105 El problema planteado por Walras es hallar
«la ley de formación de los precios de equilibrio».106 «Las causas de la forma-
ción del precio son también las del cambio de precios. Estas causas son
las utilidades de los bienes y el stock de esos bienes.»107 El proyecto de
explicación genético causal —que Pareto, con su aproximación pura-

101
Ver Élements d’économie politique pure ou théorie de la richesse sociale (Lausana, 1874)
[Traducción inglesa por William Jaffé: Elements of Pure Economics (Londres, George Allen
& Unwin 1954)]; y los cuatro memorandos resumiendo los Elements, el primero de los
cuales fue remitido a la Académie des Sciences Morales et Politiques de Paris en agosto
de 1873, y los otros tres a la Société Vaudiose des Sciences Naturelles en Lausana en
diciembre de 1875, enero-febrero de 1876 y julio de 1876, respectivamente (Elements, p.
36). Posteriormente, los cuatro memorandos fueron publicados en alemán como
Matematische Theorie der Preisbestimmung der wirtschaftlichen Güter (Stuttgart, 1881). Los
extractos que se indican a continuación provienen de esta edición.
102
Véase la interesante correspondencia entre Jevons y Walras publicada en
los cuatro memorandos.
103
Matematische Theorie der Preisbestimmung, p. 3.
104
Ibid., p. 5.
105
Ibid., p. 24 Énfasis añadido.
106
Ibid., pp. 33 y ss.
107
Ibid., p. 38.
198 HANS MAYER

mente funcional, reprocharía posteriormente a Walras— no podría estar


expresado de manera más clara.
Es del máximo interés considerar si Walras alcanzó esta meta y con qué
resultados. Su propia explicación del programa de trabajo a seguir se en-
tiende fuerte y claro. El objetivo es mostrar «(1) cómo el mercado o los pre-
cios de equilibrio se derivan de las curvas de demanda, (2) cómo las cur-
vas de demanda se derivan a partir de la utilidad y de la cantidad de los
bienes. Partiendo de esta base será evidente cuál es la relación entre utili-
dad y cantidad de los bienes, por un lado, y sus precios de mercado, por
otro».108 Primero, el aparato conceptual. Es el mismo de Jevons; sólo los
términos son diferentes. «Utilidad intensiva» se refiere tanto a la urgencia
o grado de intensidad de un deseo como a la utilidad producida por una
unidad o fracción de una unidad de bien; en otras palabras, es el «grado
de utilidad» de Jevons. Se supone una «medida de urgencia» como «en
física y mecánica se utilizan en el cálculo ciertas magnitudes (por ejem-
plo, masas) que no son medibles directamente de ninguna manera».109 La
«utilidad extensiva» de un bien para un sujeto, denota la cantidad de bien
necesaria para satisfacer el deseo hasta el punto de desaparecer. En térmi-
nos hoy más familiares, estos elementos son utilizados para construir la
«curva de utilidad o deseo» que puede ser o no continua.110 Debe indicarse
que, a diferencia de Jevons, la cantidad de bienes se representa en el eje
vertical y la urgencia de deseos en el eje horizontal (así como los precios
posteriormente aparecerán en la abscisa y las cantidades en la ordenada).
Por «utilidad efectiva» se entiende el uso total de una cantidad de bienes.
El concepto básico de Walras, «rareté» (escasez), es idéntico al concepto de
utilidad marginal.111 Rareté puede ser definido «como el cociente diferencial
del consumo correlacionado con los stocks».112 El precio de un bien expre-
sado en términos de otro es el inverso de la relación de intercambio: si A
intercambia por B en la relación 2:1, el precio de A en términos de B es 1/
2 y el de B en términos de A, 2. Oferta efectiva y demanda efectiva —es decir,
oferta y demanda a precios definidos— deben ser iguales en equilibrio.
En su primera afirmación al respecto —que no pretende, en absoluto,
ser una solución teórica—, Walras muestra que tanto el problema como

108
Ibid., p. 8.
109
Ibid., p. 12.
110
La interpretación de course de besoin como «want curve» [«curva de deseo»] se
sigue de la traducción al inglés de los Elements de Walras. Nota del traductor al inglés.
111
[Como Mayer, el traductor inglés de los Elements deja el término rareté en
francés. Véase la extensa nota del traductor en Elements, pp. 506-7].
112
Ibid., p. 17.
EL VALOR COGNITIVO DE LAS TEORÍAS FUNCIONALES DEL PRECIO 199

la naturaleza de las curvas de demanda pueden establecerse empírica-


mente recogiendo los cambios en los totales demandados a diferentes
precios, ya sea a través de la observación directa del mercado o sobre
la base de estadísticas y cuestionarios. Como en Cournot, su ecuación
algebraica es d a=fa,1(p a) (demanda efectiva de un bien como una función
de su precio). Posteriormente, Walras pasa al primer punto de su pro-
grama de investigación teórica: «Cómo los precios de mercado o de equili-
brio se derivan de las curvas de demanda». Haciendo, como siempre, el
supuesto de trueque, tomemos como dados los totales de bienes A y B
y las curvas de demanda individual de un gran número de personas
que desean adquirir cantidades de A y de B. Puesto que la curva de
demanda total (D a) es derivada de la suma de todas las curvas de de-
manda individuales de A (cada una de las cuales es a su vez una función
de los precios), la curva de demanda total de A en términos de B es
también una función del precio de A en términos de B, y de modo simi-
lar la curva de demanda total de B en términos de A (D b) es una función
del precio de B en términos de A. La oferta efectiva total, que en equili-
brio debe ser igual a la demanda efectiva total, se obtiene de la simple
consideración: «Querer adquirir Da unidades de A al precio pa (de A en
términos de B) significa ofrecer Ob (oferta total de B) = D a p a unidades
de B al mismo precio p a (de A en términos de B), o al precio p b = 1/p a de
B en A. En otras palabras, la oferta de un bien a cambio de otro es igual
a la demanda de este último bien multiplicada por su precio en términos
del primer bien.» 113 Por lo tanto, el precio de equilibrio debe formarse
en el punto de intersección de la curva de demanda total y la curva de
oferta total, porque sólo existe para esta igualdad entre demanda efec-
tiva y oferta efectiva. «Así, si las curvas de demanda están dadas, los
precios se obtienen matemáticamente.» Hasta este punto se puede acep-
tar que la exposición tiene por objetivo presentar definiciones, explican-
do la correspondencia lógica entre los conceptos de precio de equili-
brio, demanda efectiva y oferta efectiva. Por tanto, todo dependerá de
cómo se elaboren teóricamente las curvas de demanda.
Walras pasa ahora al segundo punto de su programa: «cómo las cur-
vas de demanda se derivan de la utilidad y cantidad de los bienes».114 Comien-
za, al igual que Jevons, por construir las curvas de utilidad o deseo de
los bienes A y B para el Sujeto Uno y el Sujeto Dos. La utilidad total
que Uno tiene de su stock de A y Dos de su stock de B están dadas, en

113
Ibid., p. 10.
114
Ibid., p. 12.
200 HANS MAYER

cada caso, por cierta superficie de la representación gráfica. Cada uno


podría aumentar su consumo total si intercambiara parte del stock de
su bien por parte del stock del otro al precio de mercado. Puesto que pa
está dado, da (la demanda del Sujeto Dos por A) está determinada por
la condición de que la cantidad de su propio bien (B) que él entrega a
cambio del otro bien (A) al precio corriente (¡!) será tal que, una vez
que el intercambio se haya completado, la utilidad total del resto de la
cantidad B y de la cantidad de A adquirida estarán en el máximo.115 Esta
condición de utilidad máxima «se cumple cuando la relación de urgencia
de los últimos deseos satisfechos o la relación de rareté tras el intercambio,
sea igual al precio».116 La prueba de esto —de nuevo igual que en Jevons—
supone que el intercambio entre los dos individuos tiene lugar en una
serie de intercambios separados (sin considerar si son magnitudes infi-
nitesimales o infinitas) al precio corriente, de modo que cada intercam-
bio individual sucesivo es menos ventajoso para cada una de las partes
hasta que, en el acto final, el «área de consumo individual» cedida con
una cantidad del bien es igual al «área de consumo individual» ad-
quirida con una cantidad del otro bien. Para este último intercambio
individual, «la base de estas áreas representa las raretés y están en una
relación recíproca con la altura, que representa las cantidades inter-
cambiadas». Walras, entonces, concluye la demostración: «Así, para
cada precio p a de A en términos de B corresponde una demanda d a que
permite la máxima utilidad, y de este modo la curva de demanda es con-
secuentemente determinada como una función del precio.»117
El lector habrá seguido este argumento con asombro. ¿Cuál era el
problema claramente formulado? «Cómo las curvas de demanda se deri-
van de la utilidad y de la cantidad de los bienes», que precisamente es el
encabezamiento de este capítulo. Al comienzo de la explicación, Walras
establece los supuestos de partida con precisión matemática: «Dos bie-
nes A y B y sus respectivas utilidades están dados para cada uno de los
participantes en el intercambio, así como el stock de cada bien que cada
poseedor tiene; la tarea consiste en averiguar las curvas de demanda».
Y a mitad de camino en la demostración, Walras, repentina y eviden-
temente, ¡supone el precio como dado! Abandona así su propio programa
de explicación genético causal del precio a partir de las curvas de deman-
da, y de obtención de éstas a partir de los «elementos finales», las uti-

115
Ibid., p. 14.
116
Ibid., p. 14.
117
Ibid., p. 15.
EL VALOR COGNITIVO DE LAS TEORÍAS FUNCIONALES DEL PRECIO 201

lidades y los stocks de bienes. Había prometido que seguiría la pista


hacia atras de los precios hasta llegar a sus elementos originarios a través
del método de «reducción y análisis»; pero en su explicación de la inte-
racción causal de estos elementos finales (utilidades y stocks) en la
formación del precio, ¡Walras supone la participación de un precio ya for-
mado! De una forma diferente, esto es lo mismo que el cambio de Jevons
desde la derivación genético causal del precio o demostración de sus leyes
formativas, a la descripción funcional de la correspondencia en la situación
de equilibrio entre la utilidad marginal, las cantidades intercambiadas
y adquiridas de los bienes, y los precios ya existentes (o «dados»).
Parece totalmente fuera de duda que Walras haya hecho consciente-
mente esta transformación del problema. Pues el siguiente capítulo,118 que
lleva el encabezamiento «Definición analítica del intercambio de dos bie-
nes. La escasez como causa del valor en el intercambio», comienza con la
afirmación (frecuentemente repetida): «Las curvas de utilidad y los stocks
de bienes son, al final, las condiciones necesarias y suficientes para el estable-
cimiento de los precios de mercado o de equilibrio. En el primer caso, el
individuo y las curvas de demanda agregada se derivan matemáticamente
a partir de estos supuestos. Y de las curvas de demanda individual y agre-
gada se derivan, posteriormente, matemáticamente, los precios de mercado
o equilibrio. Las curvas de demanda son derivadas matemáticamente a
partir de las curvas de utilidad y de los stocks de bienes, sobre la base del
hecho de que cada propietario buscará alcanzar la máxima satisfacción de
sus deseos».119 ¿Cómo es posible que una mente tan clara como la de Walras
pudiera, sin notarlo, abandonar su propio camino claramente definido y
orientado a la solución del problema de la formación del precio? ¿O que
se moviera en círculos por suponner que lo que iba a explicar (el resultado
de la formación del precio) era el determinante de la formación del precio,
con datos dados al inicio del proceso? ¿O que en esencia, explicara un cierto
precio por ese mismo precio? Si se considera que el alejamiento de la senda
programática de la derivación genético causal hacia la explicación circular
ocurre del mismo modo y en el mismo punto que en el caso de Jevons,
entonces a la vista del razonamiento claro y agudo de ambos autores, la
conclusión sugiere fuertemente que su común uso de la analogía mecánico-
matemática120 —ya implicada por el concepto de «equilibrio»— debe ser

118
Ibid., pp. 15 y ss.
119
Énfasis añadido.
120
Repetida y explícitamente, Walras se refiere a esta analogía. Por ejemplo
(pp. 23-4): «De la misma forma que la mecánica trata con movimiento y velocidades,
202 HANS MAYER

lo que les ha conducido, inconscientemente, a cambiar el problema y revertir


la demostración a mitad de camino.
La mecánica o la geometría tienen que ver con magnitudes o fuerzas
(o elementos) que se supone existen simultáneamente; algunas de ellas
«conocidas» o «dadas», otras «desconocidas» requiriendo ser descu-
biertas por medio de aquellas que son conocidas. Ahora, todos estos
elementos o determinantes parciales están en una relación de corres-
pondencia simultánea y recíproca entre sí: los lados y ángulos de un
triángulo, el radio y la circunferencia de un círculo, la relación entre
los extremos de una palanca, la relación entre energía gastada y energía
obtenida (un ejemplo al cual Jevons dedicó un capítulo completo para
justificar la analogía mecánico-matemática en la teoría económica), etc.
Y puesto que, además, ellos son lógica pero no genéticamente depen-
dientes uno de otro —¿qué significaría imaginar dependencia genética
entre el radio y la circunferencia?—, es irrelevante cuál de estos elemen-
tos está «dado» y cuál es «desconocido». Su correspondencia regular y
simultánea siempre permite deducir lo desconocido a partir de lo cono-
cido, siendo suficiente su magnitud para completar las ecuaciones nece-
sarias. Por la misma razón, se permite usar el artificio metodológico:
«Supongamos, por un momento, como dadas las magnitudes (desco-
nocidas) a, α, etc.» Las cosas son muy diferentes, sin embargo, al tratar
procesos de desarrollo como la formación de los precios, donde ciertas
«magnitudes» o elementos que existirán en etapas posteriores (precios,
relaciones de intercambio) son causalmente producidos por otras
magnitudes existentes en una etapa previa en el tiempo (deseos, canti-
dades de bienes).121 Con el supuesto de correspondencia recíproca, esto
significaría que lo posterior habría determinado lo anterior, y vicever-
sa. ¡Los motivos psicológicos para una acción concreta (una acción ya
ejecutada, no sólo pensada) tendrían que ser determinados por el acto

la economía pura, como la definimos, trata con intercambio y precios... los precios
son las relaciones inversas de las cantidades intercambiadas de bienes; estas magni-
tudes pueden ser expresadas numéricamente así como representarse en un diagra-
ma... es así legítimo aplicar las matemáticas a la economía pura, tanto como a la
mecánica y astronomía; es decir, desarrollar la economía pura de la misma mane-
ra que la mecánica y la astronomía ...y si esto es permitido, debería hacerse.» [Difi-
cilmente puede ilustrarse mejor como el uso de las matemáticas en economía tien-
de a confundir, incluso, a las más brillantes mestes; nota del trad.]
121
Que el mismo Walras apuntara esto hace que la confusión de los dos proble-
mas, en el curso de la explicación, aparezca aún más desconcertante: «Rareté es la
causa del valor en el intercambio. El intercambio es un hecho dependiente; rareté es
un hecho independiente». Ibid., p. 17.
EL VALOR COGNITIVO DE LAS TEORÍAS FUNCIONALES DEL PRECIO 203

como su causa efectiva, así como el acto por los motivos psicológicos!
Pero de hecho un problema es fijar las relaciones simultáneas de corres-
pondencia entre elementos, y otro es derivar genéticamente el resultado
final de un proceso. Las matemáticas no tienen problemas de este tipo,
pero la psicología, la fisiología, la biología y, ciertamente, la economía,
sí los tienen. Puede ser que, a pesar de las apelaciones previas a Kant y
Max Weber, se quiera reconocer como perteneciente a («o distintivo
de») una ciencia particular sólo esos problemas que fueron tratados
como tales en cada parte de su desarrollo histórico,122 según el princi-
pio burocrático Quod non est in actis, non est in mundo. Incluso enton-
ces, sin embargo, es imposible cerrar los ojos al hecho de que, puesto
que hay tal cosa como una ciencia económica, el interés cognitivo de
los economistas siempre ha estado dirigido, al menos en parte, a los pro-
cesos formativos de las relaciones entre hechos económicos, y no sim-
plemente a la descripción de correspondencias simultáneas entre aque-
llos cuya formación ya está completa.
Difícilmente es necesario recalcar que la previamente mencionada
«ley de la igualación de la utilidad marginal» tiene una influencia esen-
cial en el desarrollo de la solución intentada por Walras. Para ambas
partes en el intercambio, el equilibrio se establece en el punto donde
«las áreas individuales de consumo... como resultado de las últimas can-
tidades entregadas y adquiridas, deben ser iguales», a lo que Walras
agrega expresamente: «independientemente de si éstas son infinitamen-
te pequeñas o no». Y él infiere de esto que «los precios de mercado o
equilibrio son iguales a los cocientes de las raretés».123 Pero aunque la
ley del nivel de la utilidad marginal tuviese algo de real, el equilibrio
individual que le corresponde —es decir, la satisfacción máxima de los
individuos después del intercambio— tendría que establecerse a un
nivel muy diferente para uno y otro sujeto, según la relación de inter-
cambio ya formada; y por esa razón el precio a ser derivado en el inter-
cambio entre dos personas sería indeterminado.
De nuevo, Walras, al igual que Jevons, busca evitar esta conclusión
tomando un precio definido como ya dado en la derivación de la forma-
ción del precio.
Como Jevons, Walras toma la solución para el caso simple de inter-
cambio entre dos personas como la base metodológica para soluciones

122
Como A. Amonn sostiene recientemente con particular énfasis en Objekt und
Grundbegriffe der theoretischen Nationalökonomie, 2.ª ed. (1927).
123
Walras, p. 16.
204 HANS MAYER

de mayor complejidad. Pero pasa por encima del caso de intercambio


de tres bienes entre tres personas, que es tan importante para explicar el
proceso de formación de precios, y va directamente a considerar la
formación del precio de varios bienes en condiciones de libre compe-
tencia.124
El supuesto es de n bienes A, B, C, D, ..., en un mercado libremente
competitivo; cada participante en el intercambio sólo posee una clase
de bien de la que desea conservar «una cierta cantidad» para sí mismo
y «destinar una cierta cantidad al intercambio por otras clases de bie-
nes». Entonces, la demanda —por ejemplo, del poseedor de A por cada
uno de los otros bienes, B, C, D, ...— «dependerá no sólo del precio de
ese bien sino del precio de todos los demás. Sin duda, estamos forzados
a reconocer que la determinación de la demanda de B en términos de
A no puede proceder sin conocimiento de los precios de C, D, ..., en
términos de A. Pero también es forzoso admitir que, si los precios de
B, C, D, ... en términos de A son conocidos, esto ya hace posible deter-
minar la demanda de B en términos de A. Así cada demanda individual
por B, C, D, ... en términos de A es una función de varias variables: los
precios de B, C, D, ... en términos de A». De manera que tenemos la
siguiente ecuación:

d b,a=fb,a ( pb,a p c,a p d,a )

donde d b,a denota la demanda por B en términos de A, y p b,a, pc,a, etc., los
precios de B, C, etc., en términos de A. Así, la cantidad de B demandada
efectivamente por el poseedor de A está determinada si los precios es-
tán dados para todos los otros bienes en términos de A. Pero debido al núme-
ro de variables en el intercambio de varios bienes, las demandas indivi-
duales ya no pueden expresarse por medio de curvas: «debemos pasar,
necesariamente, del modo de expresión geométrico al algebraico».
Tras esta presentación general del problema, Walras procede a la
determinación estrictamente teórica: «Tenemos que mostrar: (1) cómo los
precios de mercado o de equilibrio se derivan desde las ecuaciones de de-
manda, y (2) cómo las ecuaciones de demanda se derivan desde la utilidad
y cantidad de los bienes.» Primero se aborda el segundo problema. De-
ben encontrarse las ecuaciones de demanda, dados n bienes (A, B, C,
D, ...), dada la utilidad de cada uno de esos bienes para cada uno de los
participantes en el intercambio, y dados los stocks que cada cual posee

124
Ibid., pp. 24 y ss.
EL VALOR COGNITIVO DE LAS TEORÍAS FUNCIONALES DEL PRECIO 205

de cada uno de los bienes. Si los stocks de los bienes A, B, C, D, ... po-
seídos por los individuos se denominan qa, qc, qd,... , y las raretés (utili-
dades marginales) de los diferentes bienes para cada individuo son ex-
presadas como una función de la cantidad de cada uno de esos bienes,
entonces para cada poseedor de A las ecuaciones son:

ra=Fa(qa), rb=Fb(q b), .... ,

de modo que «estos datos son suficientes para establecer la ecuación de de-
manda de B en términos de A para cualquier poseedor de A».125 Este sujeto
da una cierta cantidad de A por cierta cantidad db,a de B a un cierto pre-
cio p b,a de B en términos de A; una cierta cantidad de A por cierta can-
tidad d c,a de C a un cierto precio p c,a de C en términos de A; y así suce-
sivamente. Sea x la cantidad total de A que él da por B, C, D, etc., y así
qa-x es la cantidad que conserva para sí. Entonces resulta la siguiente
ecuación:

x = d b,a pb,a + dc,a p c,a + ....

de la que se sigue:

qa - x = qa - d b,a p b,a - dc,a p c,a - ....

Por lo tanto, para varios bienes así como para dos, podemos afir-
mar que la demanda está determinada por la condición de satisfacción
máxima ... y que esta condición implica «que la relación de rareté o ur-
gencia del último deseo satisfecho tras el intercambio es igual al precio». Si
no fuera así, entonces tendrían lugar intercambios adicionales. Si la
utilidad marginal (rareté) de A después del intercambio es ra=Φa(qa-x);
la de B, rb=Φb(db,a); y la de C, rc=Φc(d c,a), entonces tenemos las ecuaciones

Φb(db,a) = pb,a Φ a(qa-x) = pb,a Φ a(qa - db,a pb,a - d c,a pc,a - ....)

y de modo similar, para Fc(dc,a), etc., es decir, n-1 ecuaciones.126 Y Walras


concluye la derivación: «De esta manera la ecuación de demanda individual
para cualquier bien está determinada como una función de los precios de to-
dos los bienes.» 127

125
Ibid., p. 26. Énfasis añadido.
126
Como sabemos, una ecuación menos que el número de bienes porque los
precios están verdaderamente expresados en términos de una clase de bien (A).
127
Énfasis añadido.
206 HANS MAYER

Era necesario reproducir completa la explicación de Walras: pri-


mero, porque habría carecido de sentido, o sería incluso imposible, exa-
minar críticamente el tratamiento exacto de un problema complejo sin
presentar toda la explicación; y segundo, para posibilitar que el lector
compare el «progreso» de los sistemas matemáticos posteriores de la
teoría de precios con el sistema de Walras. En las pocas páginas de este
capítulo de la Mathematische Theorie está concentrado el logro magis-
tral de Walras,128 que justifica su fama como l’inventeur de l’equilibre
économique. Difícilmente hay otro trabajo en toda la historia de la teoría
económica que se le aproxime en grandeza y unidad de concepción, o
en el rigor lógico de su combinación, aparentemente sin esfuerzo, de
factores económicos. Lo que Cournot abandonó como tarea irrealizable
y lo que Jevons sitúa a distancia lejana, aquí aparece realizado. La admi-
ración ante esta maestría lógica y artística no debería impedirnos exami-
nar sobriamente el valor de su detallado sistema para nuestra compren-
sión de la realidad económica. Pues, como es sabido, la más perfecta
unidad de un sistema en sí misma no prueba nada acerca de su valor
explicativo respecto del mundo real.
Primero, observemos los supuestos sobre los hechos. Aquí la «ley
del nivel o igualación de la utilidad marginal», que supuestamente com-
prende la condición de la máxima satisfacción, juega un rol fatal en el
establecimiento del sistema de ecuaciones. Lamentablemente, debe
decirse que, puesto que la realidad no hace el favor de adaptarse a los
sistemas conceptuales sino que más bien éstos han de adaptarse a ella,
el valor explicativo del sistema de ecuaciones es por tanto muy redu-
cido. Uno no puede contentarse con que la realidad o irrealidad de la
«ley del nivel o igualación de la utilidad marginal» sólo afecte a rela-
ciones cuantitativas concretas entre los factores económicos, y no inva-
lide la naturaleza de sus correlaciones en el sistema de ecuaciones, en
tanto que la esencia y propósito del sistema en cuestión sea trazar las
conexiones cuantitativas entre los diversos factores (niveles de los pre-
cios, utilidad marginal, cantidades de bienes, etc.). En sistemas de equi-
librio, la ley del nivel de utilidad marginal pasa por una ley estructural.
Ahora, aun si dejamos de lado el uso de la ley del nivel o igualación
de la utilidad marginal, este elaborado sistema de ecuaciones no nos
da respuesta a la cuestión fundamental de la teoría del precio que el
mismo Walras pretendía responder: cómo una determinación unívoca de

128
Corresponden a la Lección 11 de Elements: «Problema del intercambio de
varios bienes por otro», pp. 132-42.
EL VALOR COGNITIVO DE LAS TEORÍAS FUNCIONALES DEL PRECIO 207

los precios de varios bienes resulta de los deseos y posesiones de los


individuos como elementos finales, sin que nada más —incluyendo, cierta-
mente, los precios— esté también dado. Tampoco hay ninguna solu-
ción a la pregunta que necesita realizarse incluso antes: ¿cómo se divi-
de la propiedad individual (la renta) entre la demanda de adquisición
de ciertos bienes —demanda que sólo entonces forma los precios de esos
bienes— sin (nuevamente) la previa existencia de tales precios? Al
formular sus ecuaciones, Walras supuso una solución a esta pregunta.
Ya es asumido que el poseedor de A «entrega ... una cierta cantidad» a
un «cierto precio» para adquirir «una cierta cantidad» de C, D, etc.,
mientras conserva «una cierta cantidad» para sí. Walras correctamente
toma estas «ciertas» cantidades como desconocidas para el teórico; sus
valores predominantes surgirán de las ecuaciones que tienen que esta-
blecerse. Los participantes en el intercambio toman como conocidas sus
disposiciones supuestamente descritas en las ecuaciones: es sobre este
supuesto como el poseedor de A verdaderamente da una cierta canti-
dad de su bien por una cierta cantidad de B, C, D, etc. Pero, ¿cómo es
que el poseedor de A conoce las porciones que debe intercambiar por
ciertas cantidades de B, C, D, etc., en orden a lograr su máxima satis-
facción? La «ley de la igualación de la utilidad marginal» no es sufi-
ciente porque la igualdad puede resultar a muy diferentes niveles según
los precios predominantes. Para que puedan derivarse precios corrien-
tes sobre los supuestos de Walras, ya debe haber precios formados en
el pasado que, a su vez, sólo pueden ser derivados de la misma mane-
ra (por recurso a precios en el pasado), ¡en una clase de regressus in
infinitum histórico! Si se intenta evitar esto apelando a supuestos está-
ticos, incluyendo la igualdad completa de precios pasados y presentes,
se derivan los precios deseados desde los mismos precios (y no de sus
elementos formativos en un escenario sin precios) y el carácter circular
del argumento —para el problema de formación del precio que Walras
deseaba resolver— se hace evidente.
Digámoslo de otra manera. Es fácil ver que las demandas potenciales
de los individuos por los diferentes bienes (que surgen de sus deseos)
se reduce a demanda efectiva una vez que los precios existen para esos
bienes. Y el grado de esta reducción —en otras palabras, la relación de
correspondencia (que el sistema de ecuaciones de Walras busca repre-
sentar) entre la demanda individual efectiva (e implícitamente, la agre-
gada) de ciertos bienes, los precios predominantes y las utilidades mar-
ginales— es tanto lógica como genéticamente un problema secundario. Ello
porque, como claramente muestra el supuesto de Walras de precios ya
208 HANS MAYER

existentes, el problema sólo surge cuando los precios ya existen por lo


que problema primario de formación del precio sigue con nosotros sin resol-
ver. La teoría de los precios nunca encontrará la paz hasta que este pro-
blema sea eliminado: asoma su cabeza en cuanto se realiza una inves-
tigación un poco profunda en problemas teóricos particulares, está en
el trasfondo de la confusa disputa entre «estática» y «dinámica», y tras
las cuestiones que surjen de nuestra comprensión cognitiva de los mo-
vimientos en la economía que la teoría moderna encuentra tan pertur-
badores. Y un sistema de correspondencias simultáneas, tal como el
presentado por Walras con su elaborado conjunto de ecuaciones, no
puede ofrecer solución a este problema primario de descubrimiento de
la ley de un proceso.
Tampoco la ofrecen las demostraciones adicionales que Walras desa-
rrolla sobre estos fundamentos. Comienzan estableciendo mecánica-
mente n(n-1) ecuaciones de demanda agregada «por la simple adición
de ecuaciones de demanda individuales». Y entonces, a partir de la pro-
posición de que al precio de equilibrio la demanda agregada iguala a
la oferta agregada, y a partir de las proposiciones adicionales de que la
oferta de un bien en relación a otro siempre iguala la demanda del úl-
timo multiplicada por su precio en términos del primero, una serie de
ecuaciones de intercambio, de nuevo n(n-1), es obtenida. Tenemos así un
total de 2n(n-1) ecuaciones, que precisamente corresponden al número
de incógnitas: n(n-1) precios relativos de los n bienes más las n(n-1) can-
tidades totales de esos n bienes mutuamente intercambiados. Finalmen-
te, Walras se vuelve a una consideración de equilibrio general.129 Has-
ta el momento, sólo «ha sido derivado un cierto equilibrio incompleto
en el mercado de dos cualesquiera bienes». «El equilibrio completo o
general del mercado existe sólo cuando los precios recíprocos de dos
cualesquiera bienes igualen la relación de precios de cada uno de ellos
en términos de cualquier tercer bien». A modo de prueba, se supone
que el mercado se divide en tantos mercados parciales «como intercam-
bios se realizan de las dos clases de bienes»: es decir n(n-1)/2 merca-
dos parciales. En cada uno de estos mercados parciales los precios de
intercambio «establecidos matemáticamente a través del sistema ante-
rior de ecuaciones», son registrados y hechos visibles: «el intercambio
de A por B y de B por A, a los precios recíprocos p a,b, p b,a; intercambio
de A por C y de C por A, a los precios recíprocos p a,c, p c,a; etc.» Según
estos precios dados, «cada parte en el intercambio formula su demanda

129
Ibid., pp.29-40.
EL VALOR COGNITIVO DE LAS TEORÍAS FUNCIONALES DEL PRECIO 209

para cada uno de los bienes en términos de los que posee». Entonces,
por ejemplo, de acuerdo con la condición de «máxima utilidad» (ley de
la igualación de la utilidad marginal), las siguientes dos ecuaciones se
aplicarán al «poseedor de A que ha conservado qa-x de A para sí y ad-
quirido d b,a de B y d c,a de C»:

Fb(db,a) = p b,a F a(qa-x)


Fc(dc,a) = p c,a F a(qa-x)
Y por lo tanto, Fc(dc,a) = [p c,a / p b,a] F b(db,a)

Si ahora, por ejemplo, p c,b > [p c,a / p b,a], entonces F c(dc,a) < pc,b F b(db,a)
«Esto significa que es ventajoso para nuestro sujeto, después de sus
primeros dos intercambios en los mercados (A, B) y (C, D), irse al mer-
cado (B, C), vender allí C y comprar B al precio p c,b de C en términos de
B». «Este procedimiento perturbará el equilibrio del mercado (B, C)
porque allí la oferta será mayor a la demanda, y sólo será posible res-
tablecer el equilibrio a través de una reducción de pc,b». Cada poseedor
de B y cada posedor de C procederá de una manera similar. Sólo a tra-
vés de estos «intercambios complementarios» posteriores el equilibrio
de mercado será «perfecto y general».
En esta explicación de la formación del equilibrio general, es chocante
que Walras muy correctamente intente comprender el carácter del proceso
de aparición del equilibrio como una secuencia de diferentes fases, de las
cuales las posteriores son construidas sobre las precedentes, dejando fuera
las contradicciones de los equilibrios parciales previos (si se obtiene 1B por
4A y 1C por 1A en el mercado, la relación de intercambio 2C por 1B no
puede existir: debe ser 4C por 1B). Desafortunadamente, aquí, como en
Jevons, la investigación concierne sólo a la última fase de todo el proceso
que conduce al establecimiento del equilibrio general:130 la generación de

130
Incluso esta última fase es tratada de modo incompleto. En el caso anterior,
no puede ser el final del asunto que el poseedor de A, que ha averiguado primero
su nivel de utilidad marginal para los bienes A, B, C sobre la base de precios existen-
tes, de ahí en adelante intercambie parte de su C por B de acuerdo con su experien-
cia del precio de B en términos de C. Mas bien, puesto que el nivel de satisfacción
por B y C en comparación a A ha cambiado para él, de nuevo debe regresar al princi-
pio de máxima utilidad e intercambiar parte del B recién adquirido por A. Y puesto
que todos los otros participantes del mercado hacen lo mismo, todos los precios
serán continuamente establecidos en movimiento. Estos movimientos disminuirán
lenta pero inexorablemente , hasta que el ajuste completo sea finalmente alcanzado
—y todo esto sobre la base de precios iniciales que están, de algún modo, ya dados.
210 HANS MAYER

uniformidad en el precio de mercado sobre la base de precios ya existentes


(a la luz de los cuales los participantes en el intercambio pueden ya for-
mular su utilidad máxima para operaciones posteriores en el mercado).
Lo que permanece sin analizar es la fase precedente en que los precios ya
existentes se han desarrollado a partir de los elementos formativos prima-
rios, sobre los que, posteriormente, todo es construido. Para la aparición
de esos precios dados en la fase precedente, somos remitidos al «desarro-
llo matemático a través del anterior sistema de ecuaciones», y así a la an-
terior derivación de precios de equilibrio parcial que ya hemos sujeto a
examen crítico. Además, el supuesto (correcto) de varias fases en la for-
mación del precio, que se suceden una a otra, contenido en la necesidad
postulada de intercambios complementarios posteriores, es incompatible
con el sistema de ecuaciones simultáneas en que Walras está comprome-
tido. Porque un sistema cuya estructura sólo permite relaciones de corres-
pondencia simultáneas es inapropiado para la inclusión de procesos
genéticos. De ahí que Walras —con la expresión «suponiendo que ningún
intercambio complementario tenga lugar y que el equilibrio de cualesquie-
ra dos bienes en el mercado es general»— se haya forzado a sí mismo a
introducir un nuevo conjunto de ecuaciones condicionales, cuyo conteni-
do es «que el precio recíproco de cualesquiera dos bienes iguale la rela-
ción de precios de cada uno de ellos en términos de cualquier tercer bien».
Y ahora esto se deja al automatismo del aparato matemático y a sus exten-
sas ecuaciones, para que el mismo asegure que ciertos precios surgirán fi-
nalmente en equilibrio.
Walras piensa que con su sistema de ecuaciones ha logrado la «ley
de formación del precio de equilibrio»; 131 cree que ha probado «que
tanto para dos como para varios bienes, las condiciones necesarias y
suficientes de la formación del precio de mercado o de equilibrio son
la utilidad de los bienes para quienes intercambian y los stocks de esos
bienes en manos de sus propietarios».132 Finalmente, Walras afirma una
vez más que ha mostrado «que la utilidad y stocks de los bienes» son «las
causas de la formación del precio». Pero, con toda la debida admiración
por la maestría de Walras en la comprensión exacta de las leyes estruc-
turales de un estado de equilibrio ya alcanzado, nuestro examen críti-
co debe llegar a la conclusión de que deja sin resolver el problema fun-
damental de la formación del precio.

131
Encabezamiento de la sección 5, p.33.
132
Ibid., p.37.
EL VALOR COGNITIVO DE LAS TEORÍAS FUNCIONALES DEL PRECIO 211

5. La teoría del precio de Pareto

El sistema de Vilfredo Pareto, tal como está desarrollado en su


Manuale di economia politica,133 representa el tipo puro de teoría funcional
del precio. Aunque el sistema de Pareto es inimaginable sin el trabajo
pionero de Walras, él no tenía intención de limitarse a la consolidación
y desarrollo adicional de los fundamentos de Walras. Aunque mantiene
los elementos que soportan la estructura —las ecuaciones de Walras
expresando ciertas relaciones básicas—, él no cree que estén debida-
mente colocados e intentará reemplazar ciertos puntos de apoyo débi-
les por otros más fuertes. Hay dos alteraciones mayores de esta clase
en las que Pareto plantea su reforma del sistema de Walras. Primero, la
comprensión causal de la manera en que los elementos se combinan en
el sistema económico es reemplazada rigurosamente y sin excepciones
por un esquema de dependencia condicional recíproca. Y segundo, él aban-
dona el supuesto, que le parece completamente irreal y por tanto ilegí-
timo, de que la urgencia e importancia de los deseos pueda ser medi-
da, y lo reemplaza por un sistema de jerarquías, logrado por medios
puramente experimentales y equipado con índices definidos; un siste-
ma de líneas de indiferencia o gráficos de indiferencia que, sin requerir
ninguna medida cuantitativa, permite la deducción de las correlaciones
y su presentación en un sistema de ecuaciones.
Naturalmente, aquí sólo podemos mirar aquellas partes de la estruc-
tura monumental y compleja de Pareto que conciernen a nuestro pro-
blema de la formación del precio, y mencionaremos la conexión con
otras partes sólo en la medida en que sea necesario para comprender
el lugar que el problema del precio ocupa en el sistema económico de
Pareto considerado como un todo.
En la visión de Pareto, la teoría económica tiene la tarea de «inves-
tigar las uniformidades de los fenómenos...; esas llamadas leyes».134
«Una ley o una uniformidad es verdadera sólo bajo ciertas condiciones...

133
Milan 1906. [La discusión de Mayer se basa en la edición francesa Manuel
d’économie politique, 2.ª ed. (Paris, 1927). En lo sucesivo, se cita la traducción ingle-
sa Manual of Political Economy (trad. por Ann S. Schwier, Nueva York, 1971) que
también se basa en la edición francesa de 1927. Nota del traductor al inglés.] La
teoría de los precios que Pareto ofreció antes en su Cours d’économie politique, 2 vols.
(Lausana, 1896 y 1897) está repetida en lo esencial en el Manuel. De los muchos
artículos importantes de Pareto en el Giornale degli Economisti, véase especialmen-
te «Considerazioni sui principi fondamentali» (1892 y 1893).
134
Manual of Political Economy, pp.2-3.
212 HANS MAYER

Algunas de estas condiciones son implícitas, otras explícitas... Las


circunstancias que rodean un fenómeno son una parte integral del fe-
nómeno y no pueden ser separadas de él... Sólo conocemos fenómenos
ideales, que más o menos aproximan los fenómenos concretos». Por ello,
debe utilizarse «el método de aproximaciones sucesivas», que corres-
ponde al «método de la abstracción decreciente» de los teóricos austria-
cos.135 La economía teórica tiene que explicar «las muchas acciones ló-
gicas y repetidas que los hombres ejecutan para procurar las cosas que
satisfarán sus gustos». «En otras palabras, sólo ciertas relaciones entre
hechos objetivos y hechos subjetivos, principalmente los gustos de los
hombres, nos conciernen.»136 «El problema es muy complejo porque los
hechos objetivos son muy numerosos y parcialmente dependen unos
de otros. Esta mutua dependencia hace que la lógica ordinaria pronto
se vuelva impotente cuando vamos más allá de los primeros elemen-
tos de nuestro estudio. Entonces, debemos recurrir a una lógica espe-
cialmente apropiada para este tipo de estudio, es decir, a la lógica ma-
temática.»137
Tras estos comentarios metodológicos preliminares, Pareto se mueve
directamente al «tema principal» de la teoría estática, el «equilibrio
económico» que «resulta de la oposición entre los gustos de los hombres
y los obstáculos para satisfacerlos».138 Por tanto, la investigación tiene
que abarcar gustos, obstáculos y la manera en que estos dos elementos
se combinan para establecer un equilibrio. El equilibrio económico, que
es tomado como la situación básica en todas las teorías matemáticas,
es aquí definido como «el estado que se mantendría indefinidamente si no
hubiera cambios en las condiciones bajo las que es observado». O, una «defi-
nición equivalente», «el equilibrio ... está determinado de tal manera
que, si fuese ligeramente modificado, tendería a restablecerse inmediata-
mente, retornando a su posición original».139 «Para determinar el equilibrio

135
Ibid., pp. 4-9.
136
Ibid., p. 103.
137
Ibid., p. 104.
138
Ibid., p. 106. Dentro del concepto de Bedürfnis como es usado en la teoría
alemana, Pareto distingue entre dos diferentes categorías: besoins [deseos o nece-
sidades] —es decir, Bedürfnisse en sentido estricto— y goûts [gustos] —es decir,
deseos por ciertos placeres. [Considerando que Mayer no tenía una edición alemana
del libro de Pareto cuando escribió este artículo, el traductor al inglés decidió usar
los términos tal como aparecen en la edición inglesa. Desde ahí se han traducido
al español.]
139
Ibid., pp. 108-9.
EL VALOR COGNITIVO DE LAS TEORÍAS FUNCIONALES DEL PRECIO 213

estableceremos la condición de que en el momento en que ocurra, los


movimientos permitidos por los obstáculos son impedidos por los gus-
tos...»140
En la investigación sobre «gustos», Pareto define primero el concepto
de utilidad [ophelimity] ya introducido en el Cours, como el placer permi-
tido por un incremento definido en la cantidad de un bien. Adicio-
nalmente, él distingue entre «utilidad elemental», que corresponde al
concepto de utilidad marginal,141 y «utilidad elemental ponderada», que
es el cociente entre la utilidad elemental y el precio. Sin embargo, in-
mediatamente Pareto los deja de lado por ser conceptos inutilizables
—este es uno de los principales aspectos de su reforma— porque, debido
a que la utilidad de un bien A depende no sólo de la cantidad consumida
de ese bien, sino también de las cantidades consumidas de los otros
bienes B, C, ..., la falta de una unidad de medida significa que la utilidad
de un bien es inmensurable. 142 Si realmente se fuesen a emplear los
conceptos de utilidad y valor en uso, argumenta Pareto, sería mejor
hablar simplemente de un sistema de índices de utilidad. Estos conceptos
facilitan la exposición de la teoría del equilibrio económico aunque no
son necesarios para su obtención. «Gracias al uso de las matemáticas»,
uno puede construir «esta teoría completa... sobre nada más que un
hecho de la experiencia: la determinación de las cantidades de bienes
que constituyen combinaciones entre las cuales el individuo es indife-
rente. La teoría de la ciencia económica adquiere así el rigor de la mecá-
nica racional.» Pareto demuestra esto derivando las líneas de indiferencia
de gustos que son tan fundamentales para su nuevo sistema.143 Si toma-
mos, por ejemplo, una persona que posee un kilo de pan y un kilo de
vino, esta combinación puede ser igual, respecto a sus gustos, a

140
Ibid., p. 110.
141
«Si esta cantidad [del bien] es muy pequeña (infinitamente pequeña) y si el
placer que da es dividido por la cantidad, tenemos la utilidad elemental». Ibid., p.
112. Eso no puede ser tan fácil de imaginar: ¡una magnitud psicológica dividida
por una cantidad de objetos externos! Véase también el artículo fundamental de
P. N. Rosenstein-Rodan, «Grenznutzen», Handwörterbuch der Staatswissenschaften,
4.ª ed.
142
Ibid., p. 112. Indicaciones similares habían sido hechas antes por Auspitz,
Lieben, Edgeworth y Fisher. Cfr. los agudos e importantes estudios de J. Neubauer,
«Grenznutzen, Indifferenz, Elastizität und Durchschnittsnutzen», Jahrbuch für
Nationalökonomie und Statistik (1930), y «De Gossenschen Gesetze», ibid (1931).
143
Ibid., pp. 118 y ss. Si x e y son las cantidades de los bienes X e Y que posee el
individuo, entonces f 1(x,y)=0 es la ecuación de una línea de indiferencia, desde la
que un cierto y1 y2 y3 ... se asegura para cada x1 x2 x3 ... Ver ibid., Apéndice, p. 391.
214 HANS MAYER

Pan 1,6 1,4 1,2 1,0 0,8 0,6


Vino 0,7 0,8 0,9 1,0 1,4 1,8

Podría hallarse incluso un número mayor de tales combinaciones.


«Llamamos a estas series, que podrían ampliarse indefinidamente, una
serie de indiferencia», porque entre todas estas combinaciones el indivi-
duo se muestra «indiferente en su decisión». Si dibujamos en los dos ejes
de un sistema de coordenadas las cantidades de los dos bienes perte-
necientes a las combinaciones indiferentes contenidas en las series ante-
riores, obtenemos una curva continua, la «línea de indiferencia», que
está compuesta de puntos de la misma utilidad. Demos a cada combi-
nación de bienes un índice arbitrario, que sólo tiene que satisfacer dos
condiciones: (i) que dos combinaciones entre las que la decisión es indi-
ferente deben tener el mismo índice; y (ii) que de dos combinaciones,
aquella que es preferida a la otra debe tener un índice mayor. Con esto
obtenemos también los índices de utilidad.144 Si se prosigue este proce-
so, todo el plano del sistema de coordenadas estará cubierto con un
número ilimitado de curvas de indiferencia (para un ilimitado número
de combinaciones), cada una de las cuales tiene su propio índice. Así
tendremos una reproducción completa de los gustos del individuo res-
pecto a estos dos bienes. «Eso es suficiente para determinar el equilibrio
económico. El individuo puede desaparecer, siempre y cuando nos deje esta
fotografía de sus gustos.» Lo mismo puede hacerse para todos los bienes.
Estas curvas de indiferencia pueden entenderse como líneas de nivel,
cuyas alturas están representadas por los índices de utilidad. Pareto
habla aquí de «la colina de los índices de placer». Las ilimitadas formas
de ascenso entre curvas de indiferencia, es decir los pasos desde me-
nores a mayores alturas (gran utilidad), son llamadas sendas (sentiers)
por Pareto. En su opinión, estas líneas de indiferencia de gustos y sendas
son las principales técnicas de representación disponible para la teoría
económica.
La línea de indiferencia de obstáculos se construye de una manera
similar. Entre los obstáculos, es decir, lo que se opone al esfuerzo de
los individuos por la satisfacción, no sólo se consideran los desembolsos
o costes de producción, sino también el hecho de que un bien es escaso
y que ha de pagarse un precio para adquirirlo, así como todos «los
obstáculos que surgen de la organización social».145 Un obstáculo espe-

144
Ibid., p. 119.
145
Ibid., p. 124.
EL VALOR COGNITIVO DE LAS TEORÍAS FUNCIONALES DEL PRECIO 215

cialmente importante se hace presente cuando los individuos no pueden


escoger libremente la relación de intercambio de sus bienes, porque de
todas las sendas posibles la única que el individuo puede seguir está
determinada por la relación de intercambio dada.146
La siguiente tarea es encontrar el punto común de equilibrio de
gustos y obstáculos, que constituye un punto de equilibrio general. 147
En la discusión sobre el «equilibrio con respecto a los gustos», se mues-
tra ahora de una complicada manera —aquí las teorías no matemáticas
son más simples e igualmente rigurosas— que con coeficientes de pro-
ducción dados para la conversión del bien B en el bien A, o con relacio-
nes de intercambio (precios) dadas de A y B (que en la terminología de
Pareto se denomina una senda dada), la cantidad de B que el individuo
convertirá en A o intercambiará por A está determinada en el momento
que las sucesivas transformaciones e intercambios parciales alcancen
aquel punto en que la combinación de A y B permita la mayor utilidad
total. Es decir, en el lenguaje de Pareto, el equilibrio con respecto a los
gustos es alcanzado en el punto donde la senda estipulada toca una
curva de indiferencia de gustos. Si se fijan otras sendas (son dados otros
coeficientes de producción o relaciones de intercambio), los puntos de
equilibrio serán diferentes. Y si vinculamos todos estos puntos de equi-
librio que surgen de varias sendas dadas, obtenemos la «línea de inter-
cambios». Agregando las cantidades que son «transformadas» por cada
individuo en las relaciones de intercambio dadas —es decir, que son
cedidas y adquiridas a través del intercambio— obtenemos la «línea de
intercambio para la colectividad» (la oferta agregada efectiva y la de-
manda agregada efectiva en cada relación de intercambio). «El equili-
brio con respecto a los obstáculos para el productor» se desarrolla de
la misma forma, con la «colina de beneficios» reemplazando a la «colina
del placer».
Con un argumento muy complejo, que no puede reproducirse en los
límites de este ensayo, Pareto muestra ahora que con líneas de indife-
rencia de gustos y obstáculos dadas y con sendas o líneas dadas para los
participantes en el intercambio, deben surgir puntos definidos de equi-
librio.148 Él hace las siguientes afirmaciones: «si dos individuos inter-
cambian bienes entre sí, los puntos de equilibrio están en las intersec-
ciones de las líneas de intercambio de ambos individuos» (a lo que

146
Ibid., p. 125.
147
Ibid., p. 130.
148
Ibid., pp.133-46.
216 HANS MAYER

debería añadirse que este descubrimiento sobre un estado de reposo


alcanzado donde las relaciones de intercambio bilaterales coinciden, no
es desconocido para los no matemáticos, pero no explica nada si las
líneas de intercambio están dadas desde el principio). O, de modo más
amplio, «si hay un punto donde la senda de los individuos contratantes
es tangente a las curvas de indiferencia de estos individuos, éste es un
punto de equilibrio». Y la formulación más general: «el equilibrio tiene
lugar en los puntos de intersección de la línea de equilibrio de gustos
y la línea de equilibrio de obstáculos. Estas líneas son el locus de los
puntos de tangencia de las sendas a las líneas de indiferencia.»149
Sobre estos fundamentos, Pareto procede a la determinación de los
precios.150 En teoría económica, «los precios aparecen como incógnitas
auxiliares, muy útiles para resolver problemas económicos, pero que
deben ser eliminadas al final de modo que sólo permanezcan los gus-
tos y los obstáculos».151
A continuación, Pareto define la oferta y la demanda de un individuo
como los bienes que él entrega o adquiere cuando ha llegado al punto de
equilibrio del intercambio; naturalmente, las cantidades varían con el
precio (y con la forma de las sendas sobre las que el equilibrio ha sido
obtenido).152 En consecuencia, oferta y demanda son dadas ex post,
después de que el intercambio ha finalizado (se ha alcanzado el inter-
cambio de equilibrio) y el precio ha sido formado. Por lo tanto, aquí no
tenemos una explicación de la formación de los precios. En el intercam-
bio de dos bienes entre dos individuos a un precio dado, la curva de
intercambio es, al mismo tiempo, la curva de oferta y de demanda. La
curva de demanda individual de B es también la curva de oferta indi-
vidual de A (como Jevons y Walras ya indicaron). En el sistema de lí-
neas de indiferencia, entonces, si se dibujan las cantidades de A en la
abscisa y las de B en la ordenada, el precio de A en términos de B está
expresado por la pendiente de la senda de los individuos hacia el eje
de la ordenada. El precio de equilibrio se encuentra donde hay inter-
sección entre la curva de demanda del primer individuo y la curva de

149
Ibid., p. 137.
150
Ibid., pp. 152 y ss.
151
Carl Menger ya se aproximó a esta idea cuando dijo alguna vez que los
precios son «fenómenos puramente superficiales», o vínculos en un proceso eco-
nómico global que se origina en los deseos humanos y en la escasez de bienes, y
que finaliza con la satisfacción de deseos a través de la transformación o intercam-
bio de los bienes.
152
Ibid., p. 162.
EL VALOR COGNITIVO DE LAS TEORÍAS FUNCIONALES DEL PRECIO 217

oferta del segundo; o, en general, donde la demanda de un bien es igual


a su oferta. Esto muestra, supuestamente, que «la ley de la oferta y la
demanda» puede derivarse desde el sistema de líneas de indiferencia a
través del cual dicha ley adquiere su significado exacto. En el caso del
intercambio de dos bienes, entonces, la demanda de un bien sólo depen-
de de su precio y lo mismo sucede con la oferta. En el caso del inter-
cambio de varios bienes, la oferta y la demanda de un bien particular
dependen del precio de todos los otros bienes (como Walras ya sabía).
Después de estos largos y complejos preparativos, una sección titu-
lada «Equilibrio en el caso general» 153 argumenta que en un mercado
libremente competitivo, siempre y cuando cada individuo mantenga
intercambios sucesivos (a un precio constante dado) entre sus propios
bienes y los objetos de su demanda hasta el punto de equilibrio, la uti-
lidad (o el índice de utilidad) será precisamente la misma para las últimas
pequeñas cantidades de bienes que son entregadas y adquiridas: la ley del nivel
o igualación de la utilidad marginal, largamente esperada por el lector, es
ahora solemnemente entronizada. 154 «Para que este razonamiento sea
riguroso», observa Pareto, «las cantidades deben ser infinitesimales»,
pero infinitesimales o no, «d’une façon ou l’autre tenemos una noción del
fenómeno». 155 «Para cantidades muy pequeñas se puede asumir que la
utilidad es proporcional a las cantidades. En tal caso, la utilidad de 5
gramos de vino estará en la proximidad de la mitad de la utilidad de
10 gramos de vino —será precisamente la mitad si consideramos can-
tidades infinitesimales.» (Nótese que aquí Pareto cae en el error de su-
gerir que la utilidad puede medirse, lo que a menudo ha denunciado y
evitado para construir su sistema de líneas de indiferencia.) Si, por ejem-
plo, pan y vino se intercambian a la relación constante 2:1, entonces «en
el equilibrio, la utilidad de una muy pequeña cantidad de pan debe ser
igual a la mitad de la utilidad de la misma muy pequeña cantidad de
vino». En otras palabras, «la utilidad elemental ponderada del pan y
del vino deben ser iguales». Esto es cierto para todos los individuos y
bienes en un mercado libremente competitivo, «en tanto supongamos
que la satisfacción producida por el consumo de cada bien es indepen-
diente del consumo de los otros bienes»156 —un supuesto que Pareto

153
Ibid., pp. 165 y ss.
154
Ibid., p. 168. Pareto llama a las ecuaciones del nivel o igualación de la utili-
dad marginal «la piedra angular de la economía matemática». Enzyklopädie der
mathematischen Wissenschaften, vol. 1, p.1105.
155
Ibid., pp. 165-6.
156
Ibid., p. 166.
218 HANS MAYER

considera completamente permitido siempre y cuando tratemos úni-


camente de pequeños cambios de cantidad.157 Así, en el punto de equi-
librio las utilidades ponderadas de todos los bienes son las mismas.
Podemos anticipar lo que viene. Como hace Walras, se introducen
tres grupos de ecuaciones condicionales. Las de la categoría A denotan
condiciones referidas a gustos y obstáculos y están establecidas par-
tiendo de la ley de la igualación de la utilidad marginal. Las de la catego-
ría B son las ecuaciones presupuestarias que establecen que para cada
individuo los ingresos y gastos deben equilibrarse en el intercambio
acordado para cualquiera de los bienes (ya hemos visto el carácter tauto-
lógico de esta «condición» al discutir la teoría de Walras). El número
de las ecuaciones condicionales de la categoría B es el mismo que el
número de individuos.
De esta manera, para tomar el ejemplo de Pareto, si hay 100 indivi-
duos y 700 bienes, la categoría A nos daría 699 ecuaciones para cada
individuo (una menos que 700 porque un bien debe servir como medi-
da de precio), y por lo tanto, hay 69.900 ecuaciones en total. La catego-
ría B nos dará otras 100 ecuaciones, lo que permite alcanzar la cifra de
70.000. «En general, este total es igual al número de individuos multi-
plicado por el número de bienes». El número de incógnitas está com-
puesto por 699 precios de los bienes (uno menos que 700 porque un bien
cumple la función de dinero), y por las cantidades adquiridas (o entre-
gadas) de cada bien por cada individuo, es decir 70.000 unidades. Esto
nos da 70.699 incógnitas para 70.000 ecuaciones. Para conservar las 699
ecuaciones perdidas, Pareto construye las condiciones de la categoría
C referidas a los obstáculos, estableciendo que las cantidades totales
de los bienes permanecen constantes antes y después del intercambio,
puesto que lo que algunos individuos entregan es adquirido por otros
(una ecuación menos que 700 porque, si conocemos las cantidades de
los otros bienes, las ecuaciones de la categoría B nos dan directamente
la cantidad total de un bien que es comprado o vendido). En otras pala-
bras, la suma de los bienes comprados y vendidos por todos los indivi-
duos es igual a cero. «El número de las condiciones es ahora igual al
de las incógnitas y el problema está completamente determinado».158

157
Ver cap. 4, secciones 10 y 11, pp. 183-4.
158
Ibid., pp. 167-8. La cuestión de la producción está fuera del campo de este
ensayo, limitado a los elementos de la teoría del precio. Pero si fuésemos a incluir-
la en el cuadro, las nuevas incógnitas darían origen a una adicional «categoría D»
de ecuaciones condicionales, que expresarían el hecho de que por cada bien los
EL VALOR COGNITIVO DE LAS TEORÍAS FUNCIONALES DEL PRECIO 219

El sistema de ecuaciones algebraicas correspondiente a las catego-


rías A, B, C, junto a sus soluciones, es dado en el Apéndice del trabajo
de Pareto. No hay razones para examinarlo detenidamente, pues la
presentación y análisis crítico de las teorías del precio no pretende revi-
sar cálculos mecánicos sino evaluar las ideas que determinan las ecua-
ciones y el valor cognitivo de los resultados.
Una objeción natural, anticipada por Pareto, es que la elaboración
de tal sistema de ecuaciones presupone absurdamente un conocimiento
imposible de las utilidades de todos los bienes para todos los indivi-
duos, y de un enorme número de otras circunstancias de producción,
etc. Y además, aunque se conocieran todos estos datos, para 100 indivi-
duos y 700 bienes, serían necesarias 70.699 ecuaciones; y en una pobla-
ción de millones con miles de bienes, el total crecería a proporciones
fantásticas y sobrepasaría la capacidad humana para su resolución. A
esto, Pareto replica que no es una cuestión de ofrecer soluciones numé-
ricas y prácticas, sino que tales ecuaciones «son los únicos medios cono-
cidos para llegar a entender la manera en que estas cantidades y pre-
cios varían o, más exactamente, para comprender en una forma general
cómo tiene lugar el equilibrio».159
Con la «lógica ordinaria» usada exclusivamente por la «economía
literaria» —una lógica que trabaja con «palabras sin sentido» y siempre
toma sólo una magnitud como dada y deja a las demás como descono-
cidas— es imposible alcanzar una solución al problema del equilibrio.
Aquí sigue una crítica feroz a las teorías no matemáticas que es a menu-
do injusta, en el sentido de no hacer justicia a su diferente aproxima-
ción (genético causal): las acusa de operar con «entidades metafísicas»
que sólo existen en la imaginación mientras que en el mundo real no

costes de producción deben igualar el precio de venta (en el supuesto de libre


competencia); y a una «categoría E» que implicaría que —como la constancia cuanti-
tativa de los bienes en el intercambio expresada por la categoría C— las cantidades
de los medios de producción que son utilizados para producir los bienes («bienes
transformados» según Pareto) debe igualar a las cantidades de esos medios de pro-
ducción contenida en los productos. En otras palabras, la cantidad al inicio y al final
es la misma en la producción. Es cierto que los numerosos materiales auxiliares (por
ejemplo, el carbón) y las cantidades de trabajo usadas en la producción —sólo para
mencionar los casos más obvios— no existen más después de que el proceso de pro-
ducción ha sido completado. Pero esto, notablemente, no parece haber inquietado
a Pareto cuado estaba formulando las ecuaciones. Aquí vemos un típico ejemplo
de la inconsciente transferencia de las leyes físicas (la ley de la preservación de la
energía) a las realidades económicas.
159
Ibid., p. 171.
220 HANS MAYER

hay nada salvo «mutua dependencia».160 Y entonces Pareto concluye:


«es la mutua dependencia de los fenómenos lo que hace indispensable
el uso de las matemáticas para su estudio; la lógica ordinaria puede ser
suficiente para estudiar las relaciones de causa y efecto, pero pronto se
hace impotente cuando el tema son relaciones de mutua dependencia.
Éstas, en mecánica racional y en economía pura, necesitan el uso de las
matemáticas. La principal utilidad que se deriva de las teorías de la
economía pura es que nos dan una noción sintética del equilibrio eco-
nómico, y por el momento no tenemos otra forma de alcanzar ese obje-
tivo.»161

5.1. Crítica de los fundamentos de la teoría del precio de Pareto

¿Está verdaderamente justificada la evaluación optimista de Pareto


sobre el valor cognitivo de su sistema? Una cuidadosa verificación crí-
tica de lo que es compartido totalmente (o casi totalmente) por la abru-
madora mayoría de los economistas matemáticos es un deber científi-
co. Muchos ven en el sistema de Pareto el punto más alto al que la teoría
abstracta en general, o al menos la teoría estática, puede llegar.
Comencemos considerando la construcción básica de las líneas o
curvas de indiferencia, sobre las que descansa todo lo demás, y con cuya
ayuda son derivadas las «relaciones típicas» o leyes de las realidad
económica.162 Si estas curvas de indiferencia han de ser útiles, han de
obtenerse de supuestos que a su vez provengan del mundo real. Sin
embargo, un examen detallado muestra que sucede todo lo contrario.
Primero debemos examinar la manera en que las curvas de indiferen-
cia son obtenidas; y esto no es, como pudiera parecer, una cuestión
meramente técnica en un sistema cuya superioridad sobre otros en este

160
El reproche incluso está dirigido a Walras, sobre la base de que él también
buscó causas para el valor de cambio.
161
Ibid., p.180.
162
No podemos profundizar más detalladamente en el desarrollo del concep-
to de indiferencia y de líneas de indiferencia en la literatura económica. Especial
atención debería darse a F. Y. Edgeworth «Mathematical Psychics» (Londres, 1881),
pp. 1-28; «On the Determinateness of Economic Equilibrium» (Londres, 1891), pp.
313-19; Papers Relating to Political Economy, 2 vols. (Londres, 1925); e Irving Fisher,
Mathematical Investigations in the Theory of Value and Prices (reimpreso en 1925), p.
32. Para cuestiones adicionales véase P. Boninsegni, «I fondamenti dell’economia
pura», Giornale degli Economisti, febrero de 1902, y el sofisticado estudio de M.
Fanno, «Die Elastizität der Nachfrage nach Ersatzgütern», Zeitschrift für
Nationalökonomie, vol. 1 (1929), pp. 51-74.
EL VALOR COGNITIVO DE LAS TEORÍAS FUNCIONALES DEL PRECIO 221

campo se apoya —según se nos asegura constantemente— precisamente


en el hecho de que todos sus hallazgos han sido garantizados por me-
dios experimentales. Esta base empírica es la que, se supone, permite el
uso de procedimientos matemáticos exactos con el mismo rigor que dis-
tingue a las formulaciones de la mecánica teórica (que está también
basada sobre presupuestos experimentalmente asegurados).
¿Cómo se establece la indiferencia sobre ciertas combinaciones, entre
el número infinito de posibilidades? ¿A través de la simple observa-
ción de un proceso visible? Esto está, naturalmente, excluido porque a
simple vista no se puede apreciar si las diferentes combinaciones son o
no indiferentes a un sujeto. Por lo tanto, es necesario incluir en el expe-
rimento las declaraciones del sujeto económico que forma estas combi-
naciones, lo que obviamente sólo puede hacerse a través de «cuestio-
narios». El primer paso es, entonces, preguntar al sujeto —como hace
Pareto— cuáles combinaciones cuantitativamente variables de dos bie-
nes (por ejemplo, entre pan y vino) le son «indiferentes» y así igual-
mente importantes; las respuestas, según Pareto, constituirán una serie
muy larga (en realidad, podría ser extendida ad infinitum). 163 Pero esa
sería sólo una pequeña parte del experimento. Tendría que ser conti-
nuado para tres bienes, con un todavía mayor numero de combina-
ciones (la primera serie ya era infinita), y posteriormente, de nuevo una
vez más, hasta que se establezca un número infinito de combinaciones
para todos los cientos o miles de bienes en el mercado (esto es preciso
si se quiere obtener el número necesario de ecuaciones para la deter-
minación de los precios). Así, se tendrían series infinitas de combi-
naciones indiferentes de pan y vino, series infinitas de combinaciones
indiferentes de pan y carne, series infinitas de combinaciones indife-
rentes de vino y carne, series infinitas de combinaciones indiferentes
de pan, vino y carne, etc. Luego se obtendrían las curvas de indiferen-
cia para las combinaciones indiferentes de cualesquiera dos bienes;
formas tridimensionales de indiferencia para tres bienes; y formas de
indiferencia inimaginables para n bienes, que sólo pueden ser expre-
sadas en ecuaciones algebraicas y pensadas en un espacio n dimensio-
nal: «diversidad en el hiperespacio»164 o, como o plantea Furlan, multi-
plicidades n dimensionales. 165

163
Ibid., p. 118.
164
Ibid., p. 406.
165
Vease el artículo de Furlan, «Wirtschaftliches Gleichgewicht», Hand-
wörterbuch der Staatswissenschaften, 4.ª ed., vol. 8.
222 HANS MAYER

Pasemos ahora sobre el hecho de que, para el literalmente infinito


numero de encuestas requeridas para completar este experimento, no
sería suficiente el tiempo y facultades de una generación entera de
humanos (lo que no deja de tener interés para un experimento que se
supone análogo a los de la física).166 Lo que no podemos tratar a la lige-
ra, sin embargo, es la imposibilidad objetiva (es decir, localizada en el
objeto experimental) de que pueda llevarse a cabo, que en nuestro caso
es de naturaleza psicológica. De los individuos interrogados se espera
un número infinito de experiencias concernientes a la indiferencia de
un número infinito de combinaciones de bienes, de los que unos pocos
les son familiares; y además deben reproducir en sus respuestas, con
precisión matemática, este infinito número de experiencias (no disponi-
bles). Evidentemente, ambas cosas son pura ficción: que los individuos
den las respuestas que necesita el teórico es simulado. No es un experi-
mento genuino sino una ilusión cuyo propósito es proporcionar al teó-
rico los resultados que ha postulado a priori. Para esta clase de experi-
mento no hay analogía en las ciencias naturales donde el objetivo de
toda experimentación es obtener un resultado previamente desconoci-
do, o confirmar o refutar un resultado hipotético. La ficción cambia el
significado y propósito de un experimento en su opuesto; con tal «expe-
rimento» se puede «derivar» naturalmente lo que se desee, cualquier
«ley» no importa el grado en que contradiga la realidad. Y este experi-
mento ficticio, ¿verdaderamente impide lo que se supone que debe
excluir, es decir, partir de relaciones entre hechos psicológicos (urgencia
de deseos) proporcionados por la «experiencia interior»? Suponer esto
sería engañarse a sí mismo. ¿Cuál es la base última de las respuestas
del individuo referidas a la indiferencia entre ciertas combinaciones?
O es la propia experiencia interior del sujeto acerca de lo que esas com-
binaciones significan en términos de bienestar subjetivo, o bien es el
investigador teórico quien pone en boca del interrogado su experiencia
interior personal concerniente a lo que diferentes combinaciones signi-
fican en términos de bienestar relativo, de modo que pueda ser repetida
en «cuestionarios» como un escritor que expresa sus propias ideas a

166
«La diferencia (con las anteriores soluciones al problema del intercambio
basadas en las ecuaciones walrasianas) es que comenzamos desde la medición de
la satisfacción, mientras que hoy en día el punto de partida son resultados experi-
mentales mediante los cuales los deseos de los individuos nos son revelados. Las
funciones Fa, Fb (de la ecuación diferencial de las curvas de indiferencia) son pura-
mente hechos empíricos y teóricamente no tienen nada indeterminado ni dudoso.»
Enzyklopädie der mathematischen Wissenschaften, vol. 1, p. 1110.
EL VALOR COGNITIVO DE LAS TEORÍAS FUNCIONALES DEL PRECIO 223

través de sus personajes. Esto no es experimentación sino puesta en


escena e invención. Este intento de evitar referirse a la experiencia inte-
rior de hechos psicológicos debe considerarse como un completo fra-
caso.
No obstante, más serio que el autoengaño sobre la base empírica de
las formas de indiferencia, es la irrealidad o, mejor dicho, la imposibi-
lidad del contenido expresado en las relaciones de indiferencia. Aquí el
énfasis principal no debería ponerse en el supuesto de que varios bienes
que forman las combinaciones individuales puedan ser alterados en
cantidades infinitesimales, ficción que no se sostiene en la realidad y que
no es tan inocua como los economistas matemáticos se han esmerado
en presentar, dado que es esencial para la continuidad de la líneas de
indiferencia y de las sendas. La apelación favorita a la variabilidad
infinitesimal de magnitudes en física teórica fracasa aquí, como reco-
noce cualquiera tras una comparación efectuada seriamente. No impor-
ta que los resultados numéricos de las deducciones apoyadas en esta
base ilusoria correspondan precisamente a la realidad (es decir, a los
precios verdaderamente formados). Aunque ello sucede, los economis-
tas matemáticos argumentan que el aparato del sistema de ecuaciones
no pretende ofrecernos soluciones numéricas sino tan sólo proporcio-
nar la naturaleza y forma de las correlaciones generales a través de las
cuales se establece el equilibrio. Naturalmente, esto contrasta de ma-
nera decisiva con las ecuaciones derivadas de la física teórica citadas
como justificación, pues, si han de ser útiles, deben ser aplicables preci-
samente a casos concretos con resultados numéricamente identificables.
Pero además, los precios derivados de esta ficción, que a su vez son
derivados de los supuestos correspondientes a la realidad (divisibilidad
no aleatoria de los bienes), no sólo producirían relaciones de precios
numéricamente diferentes, sino que la naturaleza y forma de las relacio-
nes por las que los precios de los diferentes bienes se correlacionan entre
sí sería también distinta. Si en realidad muchos bienes pueden producir
un efecto de satisfacción a los individuos sólo en dimensiones defini-
das, finitas, entonces la clase de distribución de la renta en la demanda de
estos diferentes bienes (y entre otros aleatoriamente divisibles), la for-
ma de las correlaciones de demanda que surgen de cada individuo, y la
clase de correlaciones de precio entre los diferentes bienes, será distinta
de la situación en que todos los bienes son infinitamente divisibles.
Los economistas matemáticos pasan por alto muy fácilmente sobre
este hecho tan inconveniente, y precisamente aquí, el procedimiento de
Pareto es típico cuando intenta rebatir una objeción que no puede ser
224 HANS MAYER

ignorada.167 Es cierto, escribe, que «en realidad... las variaciones en las


cantidades ocurren de una forma discontinua». Pero esa es una «dificul-
tad técnica» porque todos los problemas concernientes a magnitudes
infinitesimalmente variables son —para la teoría matemática— mucho
más fáciles de resolver que aquellos en que sólo hay elementos variables
de modo finito. «Por ello, cada vez que sea posible, debemos reempla-
zar lo último por lo primero, lo que se hace en todas las ciencias físico
naturales. Sabemos que por eso se comete un error, pero puede ser ig-
norado cuando es absolutamente pequeño o menor que otros errores in-
evitables.» Este es precisamente el caso de la economía política, «pues
sólo consideramos fenómenos promedio y aquellos que involucran gran-
des números». Se ocupa del individuo, «no en orden a investigar lo que
un individuo consume o produce, sino sólo para considerar uno de los
elementos de una colectividad y entonces agregar el consumo y la pro-
ducción de un gran número de individuos». Entonces prosigue con el
muy repetido ejemplo del reloj de bolsillo. «Cuando decimos que un in-
dividuo consume uno y un décimo de reloj, sería ridículo tomar estas
palabras literalmente... Estas simplemente significan, más bien, que, por
ejemplo, cien individuos consumen 110 relojes... Cuando decimos que
el equilibrio tiene lugar cuando un individuo consume uno y un décimo
de reloj, simplemente queremos decir que el equilibrio sucede cuando
100 individuos consumen juntos 110 relojes (algunos uno, otros dos o
más, y otros ninguno), de modo que el promedio es 1,1 para cada uno.»
En su esfuerzo por rescatar el cálculo infinitesimal para la teoría econó-
mica, ¿realmente Pareto pasó por alto el hecho de que las operaciones con
promedios estadísticos anulan la aproximación de la teoría pura, que es expli-
car fenómenos económicos por los efectos y contra efectos de los individuos (de-
seos, posesiones, valoraciones subjetivas) sobre la formación del hecho social
(precios), y viceversa? ¿Por qué no deberíamos comenzar directamente
desde las utilidades marginales promedio, las curvas de indiferencia pro-
medio, las curvas de demanda promedio, la renta promedio, etc., de una
colectividad? ¡El camino al «precio normal» de la teoría clásica no sería
tan largo! ¿Realmente pudo Pareto no haber notado que el precio resul-
tante de la cantidad total de un bien demandado por una suma de indivi-
duos cambia fundamentalmente según la distribución de la demanda total
entre la suma de demandas individuales, ya sean concentradas en uno o
en pocos, o repartida entre todos (y en este último caso, según si se divida
igual o desigualmente)? En el ejemplo anterior, donde hay una demanda

167
Cap. 3, sección 65, «Variaciones continuas y variaciones discontinuas», pp. 122-3.
EL VALOR COGNITIVO DE LAS TEORÍAS FUNCIONALES DEL PRECIO 225

«promedio» de 1,1 relojes, el 1/10 de reloj para cada 100 individuos es


inefectivo para la formación de la demanda actual y de los precios. La
demanda por un décimo de un reloj tendría un efecto sobre la formación
del precio sólo si ésta aumentara a diez décimos, o un reloj completo. De
otro modo, la disponibilidad de demanda (componente de renta) asigna-
da por los individuos a los 0,1 relojes se movería hacia la demanda de bie-
nes diferentes, y los precios serían muy distintos de los obtenidos si algún
individuo demandara 2 o 3 y otros ninguno, en vez de que cada indivi-
duo demandara 0,1 relojes. Las cifras promedio ex post, aunque significati-
vas para propósitos estadísticos, son absolutamente inútiles para las de-
ducciones de la teoría económica. Este artificio, que pretende justificar el
supuesto de divisibilidad económica infinitesimal de los bienes, y con ello
el carácter continuo de las curvas, es, por tanto, imposible de aplicar.
Y no es el único. Por ejemplo, otro que requiere gran astucia es reco-
mendado por Schumpeter. Aquí la idea es superar las discontinuidades
en los deseos individuales o curvas de demanda sobre la base de que
en tales casos, donde lo real es que un deseo o demanda por la fracción
de un bien es imposible, las personas asumen que la demanda todavía
se refiere a una unidad del bien, sólo que de menor calidad. Así, en el
ejemplo anterior la demanda por un décimo de reloj de oro sería aproxi-
madamente igualada a (o podría ser interpretada como) la demanda por
un reloj de acero; la demanda por dos décimos sería equivalente a la
demanda por un reloj de níquel; la de tres décimos a la demanda por
un reloj de plata; y así sucesivamente. De esta manera, ciertamente se
obtendría formalmente una curva continua, pero no tendría ninguna
utilidad pues resultaría de remendar conjuntamente las demandas de
diferentes bienes que originan diferentes precios en el mercado.168 Exis-
ten, desde luego, pocas posibilidades de hacer que los economistas ma-

168
Otro artificio también recomendado por Schumpeter, depende del hecho
de que la magnitud base se supone elegida en términos muy generales. «Yo esta-
blezco un valor sobre un paquete de cigarrillos y en relación a mi consumo total
por año ésta es una magnitud infinitesimal». Pero este ejemplo no prueba nada:
primero, porque la cantidad demandada para un único y breve período de consu-
mo es contrapuesta a la cantidad total demandada en un «infinitamente» gran
número de tales períodos (que es la base para el cálculo infinitesimal en el ejem-
plo); y segundo, porque se recurre a la divisibilidad infinitesimal de stocks de un
bien mientras el problema real es si está permitido suponer la divisibilidad
infinitesimal de unidades de un bien, lo que ni siquiera es mencionado. En este tema
se ha de estar de acuerdo con la opinión de Valk contra la de Schumpeter. Cfr.
Willem Valk, «Zur Frage der Grenzproduktivität», Schmollers Jahrbuch, año 51, No.
4 (1927), y la réplica de Schumpeter en el mismo número.
226 HANS MAYER

temáticos reconozcan que es ilegítimo emplear el cálculo infinitesimal


en teoría económica, pues ello les obligaría a renunciar al instrumento
que consideran mas esencial para el análisis matemático de los fenó-
menos económicos.
Pero volvamos ahora a la principal debilidad de las curvas de indi-
ferencia. Su construcción se basa en la generalización indiscriminada
de un hecho que, en realidad, sólo tiene una aplicación muy limitada.
Así, se supone que «la primera característica de las curvas de indife-
rencia» es la ilimitada capacidad de sustitución de los diferentes bienes
para la satisfacción de las necesidades. Sin esa premisa, ni siquiera
podría construirse una curva de indiferencia. Nuevamente, aquí, como
siempre sucede al contrastar los supuestos básicos contra los hechos,
la visualización de hechos concretos en el mundo real proporciona el
control más fiable. Pareto supone que las cantidades de bienes que cons-
tituyen una particular combinación de utilidades marginales (un índi-
ce particular de utilidad) pueden ser variadas «indefinidamente», de
tal modo que una reducción en la cantidad de un bien es reemplazada
por un aumento en la cantidad de otro, sin ningún cambio en el valor
total de la combinación, y que esto es aplicable a todos los bienes y a
todas las combinaciones cualitativamente diferentes. Si, por ejemplo,
existe una combinación de ciertas cantidades de los bienes A, B, C, D,
E, un cambio de cualquier tamaño en la cantidad de A (m a) no alteraría
las utilidades marginales en la combinación, siempre y cuando m b o m c
o m d o m e (solos o en combinación) fueran correspondientemente incre-
mentados, y viceversa, en un ilimitado número de variaciones.
Pero aunque los bienes pueden ser sustituidos dentro de límites muy
estrechos, si esto se considera como regla generalmente válida nos
llevaría a las más absurdas conclusiones. Estrictamente hablando, una
capacidad de sustitución completamente recíproca de los bienes —en-
tendiendo por ella la posibilidad de mutuo reemplazo para el logro
de un resultado particular (es decir, cualitativamente unívoco)— surge
sólo en la categoría de esos bienes productivos que solo entran en el pro-
ducto como materiales auxiliares o en forma de energía («bienes de
trabajo» en la expresión teleológica de Wieser). El concepto, entonces,
cesa de tener aplicación en el caso de aquellos «bienes materiales» cuya
sustancia entra en el producto y cuyas cualidades especiales ayudan
a determinar las cualidades especiales del producto, en la medida en
que éstas estén valoradas diferencialmente por los consumidores (que
es lo que finalmente importa). Pero aquí también la posibilidad eco-
nómica de la sustitución tiene sus limites en el hecho naturalmente
EL VALOR COGNITIVO DE LAS TEORÍAS FUNCIONALES DEL PRECIO 227

dado de la complementariedad.169 Sólo en casos muy raros, sin embar-


go, los bienes de consumo están dotados de la capacidad de sustitución
económica. El hecho de que, económicamente, no sean bienes idénti-
cos sino diferentes ocasiona que ellos no sirvan precisamente para satis-
facer las mismas (sino más bien a cualitativamente diferentes) nece-
sidades, generando gratificaciones cualitativamente distintas que,
quizás con muy raras excepciones llevan a una evaluación diferencial
(utilidad diferente). En términos del efecto en la utilidad total subje-
tiva, obviamente no es poco importante si en un menú se «reempla-
za» una clase de fruta, o una marca de cigarrillos por otra, o a fortiori,
si una pequeña cantidad de pan es «reemplazada» por una mayor can-
tidad de vino en la cesta de la compra diaria. Pero sobre los supues-
tos de Pareto, este último ejemplo podría ser llevado tan lejos («inde-
finidamente») que incluso una combinación con un mínimo de pan
(próximo a cero) y una gran cantidad de vino sería equivalente para
el individuo a una combinación con mucho pan y un mínimo de vino.
En el ejemplo de Pareto hay una prueba chocante de la irrealidad de
los «hechos empíricos» expresados en sus curvas de indiferencia.
Cuanto más bienes estén involucrados en una combinación, y más
variados sean, más grotesca se vuelven las implicaciones de toda la
ficción: menos y menos pan y carne a cambio de más y más sal; cada
descenso en la cantidad consumida de té es contrapesada por una
transferencia del azúcar a combinaciones diarias equivalentes (indi-
ferentes); mientras menos muebles hay más espacio para ellos; ante
menos calefacción más ocasiones especiales; una pérdida de ropa se
acepta con algunos cigarrillos adicionales, etc. De modo más claro que
cualquier argumento abstracto, estos absurdos muestran el carácter
completamente antiempírico de los supuestos que se encuentran detrás
de la construcción de las curvas de indiferencia.
Las correlaciones de utilidad, «líneas de intercambio», curvas de
demanda y relaciones de precios que son derivadas de esta «fotografía
de los deseos» —realmente, una caricatura de la realidad— son eviden-
temente incapaces de describir, ni siquiera aproximadamente, relacio-
nes del mundo real.
Llegamos a una conclusión paradójica. El conocimiento de la depen-
dencia de la utilidad de cada bien respecto al consumo total, no sólo
de ese bien sino de todos los otros —es decir, el conocimiento de la

169
Que Pareto también considera en conexión con la variabilidad de los coefi-
cientes de producción.
228 HANS MAYER

perfecta complementariedad de los bienes respecto a la satisfacción de


deseos o «gratificaciones»—, indujo a Pareto a abandonar cualquier
intento por establecer cuantitativamente las utilidades de los bienes
individuales para operar con las utilidades (o índices de utilidad) de
complejos de bienes expresados en formas de indiferencia. Y en la cons-
trucción de estas formas de indiferencia, lo que él dejó fuera del cuadro
fue precisamente el hecho de la complementariedad.
Este estado de cosas es todavía más destacable considerando que
Pareto es uno de los autores que más claramente ha reconocido la nece-
sidad absoluta de descubrir las leyes estructurales del sistema de nece-
sidades o gustos, si es que la teoría económica pura ha de ser establecida
sobre fundamentos exactos. La investigación sobre gustos ocupa una
gran parte de espacio en su sistema,170 y junto con los trabajos de Gossen,
Wieser, I. Fisher, Edgeworth, M. Fanno y Cuhel debe ser considerada
entre las contribuciones más valiosas y esenciales sobre el tema.
Convencido de que puede ignorar «sin grandes errores» la secuencia
de consumo de varios bienes, con sus serias dificultades teóricas, 171
Pareto argumenta que en general la utilidad producida por el consumo
de un bien puede ser dependiente en dos maneras de los otros bienes
disponibles para el individuo. El primer tipo de dependencia (D 1) surge
del hecho de que «el placer de un consumo está conectado con el placer
de otro consumo», lo que autores posteriores han denominado «comple-
mentariedad psicológica». El segundo tipo de dependencia (D2) se relaciona
con la sustitución y «se manifiesta en el hecho de que una cosa puede
ser sustituida por otra para producir sensaciones, si no idénticas, al
menos aproximadamente iguales».172 Dentro del primer tipo (D1) Pareto
distinguía además entre dos variantes. Primero, está la dependencia
muy general de la utilidad de un consumo respecto a la situación total
del individuo en relación con los bienes, una dependencia que puede
ser ignorada si no involucra variaciones sustanciales en la cantidad de
los bienes, y si sólo se estudia el fenómeno en la proximidad de una
posición de equilibrio dada. La segunda variante a la que Pareto se
refiere bajo el encabezamiento de «bienes complementarios»,173 consiste
en el hecho de que «ciertas cosas deben ser utilizadas conjuntamente
para producirnos placer». Pero también aquí, en esta definición tan

170
Ibid., pp. 110-38, 181-209 y en muchos otros puntos del texto, especialmente
en el Apéndice.
171
Ibid., p. 182.
172
Ibid., pp. 182-3.
173
Ibid.
EL VALOR COGNITIVO DE LAS TEORÍAS FUNCIONALES DEL PRECIO 229

estrecha, Pareto llega a la conclusión de que la utilidad de un bien com-


plementario puede ser considerada como independiente de las varia-
ciones de cantidad en los otros bienes complementarios,174 por la si-
guiente razón: «El error puede ser insignificante cuando hay sólo
pequeñas variaciones en las cantidades de los bienes, porque en ese caso
podemos suponer aproximadamente que el consumo del bien en con-
sideración tiene lugar bajo ciertas condiciones promedio con respecto
a los bienes accesorios.»175 Y con esto Pareto se despide de esa depen-
dencia de complementariedad que había identificado correctamente
líneas antes. Desde aquí en adelante, ésta será tratada sólo como un caso
especial y Pareto se concentrará casi exclusivamente en el segundo tipo
de dependencia (a través de sustitución), por la que mostró su predi-
lección desde el inicio pues la necesitaba para la construcción de sus
curvas de indiferencia. De acuerdo con sus ejemplos sobre la sustitu-
ción mutua del pan y las patatas para calmar el hambre, o de la cerve-
za y el vino para extinguir la sed, o de la lana y el algodón para ropa, o
del petróleo y parafina para iluminación, Pareto mantiene que «una
cierta equivalencia puede ser establecida entre los bienes que corres-
ponden a una cierta necesidad». 176 «Si», continúa, «la relación de equi-
valencia se refiere estrictamente a los gustos del individuo», es la misma
que da fundamento a las curvas de indiferencia. Pero algunas veces ésta
no se refiere a gustos sino a necesidades. Al satisfacer una necesidad, uno
puede sustituir cada uno de los otros bienes del mismo tipo pero de
diferente cualidad, y de acuerdo con los cambios en la renta, se reem-
plazará, digamos, maíz con pan, o perlas falsas por verdaderas. En el
análisis teórico de este hecho, de nuevo Pareto cree que es más útil
operar con «aproximaciones» y, para un gran número de gustos y

174
El argumento de Pareto es como sigue. Uno puede tratar de considerar todo
el grupo complementario —por ejemplo, café, azúcar, taza, cuchara— como un bien
«compuesto» o «nocional». Pero entonces las dificultades serían todavía mayores.
¿Dónde estaría el límite de este bien «nocional»? ¿por qué no incluimos «la mesa,
la silla, el mantel, el edifico en que todo esto se localiza, y así ad infinitum»? Y de
todas maneras, esto multiplicaría el número de bienes porque cada posible combi-
nación de bienes reales nos daría tantos más nuevos «bienes nocionales». Por lo
tanto, es mejor escoger el mal menor —abstrayéndonos de los casos donde los bie-
nes «son tan estrechamente dependientes entre sí que sería muy difícil considerar-
los separadamente»— y tratar los bienes complementarios según el caso precedente
(primera variante de A1), es decir, dejar la dependencia fuera de la explicación.
Ibid., p. 184.
175
Ibid., p. 184.
176
Ibid., p. 185.
230 HANS MAYER

necesidades humanas, «asumir equivalentes ciertas cantidades de bie-


nes que pueden sustituirse... con respecto a nutrición, por ejemplo, ...
entre cantidades de pan, patatas, judías, carnes, etc. En este caso, sólo
necesitaríamos considerar la utilidad total de estas cantidades equiva-
lentes». Además, en esta aproximación no deberíamos alejarnos dema-
siado de una cierta «región limitada». Y se da a esta clase especial de
sustitución, a través de bienes de reemplazo, las credenciales teóricas
para su inclusión en las combinaciones equivalentes de las curvas de
indiferencia. La posibilidad ilimitada de sustituir bienes diferentes en
tales combinaciones se convierte en el principio autocrático, y el hecho
de la complementariedad es completamente abandonado. En realidad, en sus
esfuerzos por establecer la sustitución como la base universal para la
aplicabilidad general de las curvas de indiferencia, Pareto va tan lejos
como para constituir curvas de indiferencia incluso en los casos más
fuertes de complementariedad, cuando dos bienes producen un efecto
de satisfacción sólo a través de su interacción en proporciones estricta-
mente definidas.177 Empresa ésta imposible y contradictoria, incoheren-
te con sus propias premisas porque la proporción rígidamente definida
excluye compensar el descenso en un bien a través de un incremento
en el otro. Lo único que permanece en realidad de toda la «curva de
indiferencia» imaginaria es, por tanto, un único punto que es, preci-
samente, esa proporción.
Constantemente, Pareto nos afirma que las curvas de indiferencia
son el núcleo de su sistema a partir del que todo el conjunto de la eco-
nomía pura puede ser derivado. Pero aunque él lo vea como un avan-
ce respecto a sus predecesores, ciertamente no podemos considerarlo
el enfoque correcto de la materia. Ya nos hemos referido al infran-
queable golfo existente entre el contenido de los supuestos formales en
que se basa la construcción de las curvas de indiferencia, y las premisas
de la realidad empírica. Pero hay una falacia todavía más seria en su
argumento.
Mientras más general se conciba la meta o el propósito global al que
la disposición individual de los bienes está dirigido, y más se reduzca
desde una determinación o composición cualitativa a una puramente
cuantitativa —en otras palabras, más formal y abstracto sea el concepto
de «utilidad máxima»—, tanto más varios bienes o combinaciones de
bienes estarán relacionados con el fin global como medios para su cum-
plimiento. Si el punto de partida es una «necesidad agregada» o «placer

177
Ibid., pp. 200-1.
EL VALOR COGNITIVO DE LAS TEORÍAS FUNCIONALES DEL PRECIO 231

agregado» inherentemente no diferenciado, entonces se le pueden rela-


cionar todos los posibles bienes y estos pueden sustituirse entre sí. Pero,
obviamente, esto no nos proporciona conocimiento adicional alguno
sobre los factores que determinan la utilidad de las diferentes clases
de bienes y las correlaciones de utilidad que son necesarias para las
derivaciones de la teoría economía. Además, nuestra propia experiencia
interior así como el testimonio de otros sujetos económicos, demues-
tra que en realidad las personas están guiadas no por una meta uni-
versal de «máxima gratificación» o «mayor suma de placer», tan abstrac-
ta como inimaginable, sino por una multiplicidad de «necesidades» o
«gratificaciones» cualitativamente diferentes, para el logro de las cuales
sólo son adecuados bienes de cierto tipo y calidad. Y es en su adquisi-
ción y utilización donde hallamos el ambito de todo lo que puede ser
caracterizado como pertinente a la economía.178 Basar la economía teó-
rica en este conocimiento es la novedad y avance fundamental que los
«modernos», desde Gossen, Jevons, y Carl Menger, han alcanzado en
relación al procedimiento de la economía clásica, que comenzaba desde
un «principio económico» tan correcto como estéril por su falta de con-
tenido: los mayores resultados posibles con los menores medios.
Seamos claros al respecto. El punto de partida para la derivación de
cada proceso en la economía clásica, es que la meta final que guía a los
sujetos económicos es lograr la mayor suma posible de dinero o valor
de cambio, una entidad cuantitativa cuya homogeneidad es fácil de
comprender. En este contexto de comerciantes y hombres de negocios,
las diferentes clases de bienes pueden reemplazarse entre sí sin restric-
ción, siempre que no representen nada más que valor de cambio. Por
su parte, el punto de partida de la teoría reciente, que en principio es
también adoptado por Pareto, es que la meta final de las aspiraciones
económicas humanas es lograr, con los recursos disponibles, la mayor
satisfacción posible de una multiplicidad determinada fisiológica y
psicológicamente de necesidades cualitativamente diferentes, simbo-
lizadas no por una magnitud homogénea (valor de cambio, dinero) sino

178
Pareto expresó con precisión ser consciente de esto en uno de sus primeros
ensayos. Si se denota las utilidades de las cantidades de los bienes (xa, xb) como
Fa(xa), Fb(x b), y la utilidad total del consumo agregado de diferentes bienes por la
función F, entonces «uno puede proceder desde la consideración de F para llegar
a Fa, Fb o viceversa. El último es el camino más simple, porque uno puede ser cons-
ciente del placer que permite Fa dx a, Fb dx b, ... pero no ser consciente del placer total
F». «Anwendungen der Mathematik auf die Nationalökonomie», Enzyklöpadie der
mathematischen Wissenschaften, vol.1 (Leipzig), pp. 1103 y ss.
232 HANS MAYER

por un sistema de cualidades con diferentes grados de importancia, que


no pueden ser reemplazadas entre sí.179
Para construir sus curvas de indiferencia, Pareto hace un supuesto
que se aproxima a uno de los dos supuestos típicos presentados antes.
El objetivo de lo que los individuos hacen con sus bienes, argumenta,
es satisfacer «especies de necesidades» o «necesidades genéricas» intrín-
sicamente no diferenciadas (ese es el significado de besoins, como opues-
to a goûts y plaisirs): la «necesidad de nutrición», de «vestuario», de
«líquidos que extingan la sed», de «iluminación», etc. Una completa
variedad de bienes reales son apropiados para estos propósitos general-
mente definidos (patatas, pan, carne, judías, etc.), y pueden ser susti-
tuidos entre sí. A continuación, muy inadecuadamente, Pareto trans-
fiere esta capacidad de sustitución mutua de los bienes —que resultaría
del supuesto formal de que el fin de la economía es satisfacer conjuntos
de necesidad— a las circunstancias fundamentalmente diferentes del
mundo real: es decir, a la multiplicidad jerárquica de necesidades particu-
lares, numerosas y cualitativamente distintas, donde la satisfacción de una
no puede ser reemplazada por la satisfacción de otra. Esos efectos de satisfac-
ción cualitativamente diferentes están sujetos a interpretaciones indi-
viduales de bienestar, y la evaluación de las clases de bienes apropia-
das variará no sólo con la cualidad específica de la necesidad, sino
también con el orden en la secuencia del consumo (complementariedad
psicológica) a través de la que se les asigna un lugar según el grado de
control sobre las cantidades de otras clases de bienes. No obstante, todo
el tema de la secuencia es ignorado por Pareto, e invertido al privile-
giar el postulado de la sustitución indefinida. Como muestran sus agu-
das investigaciones, nadie es más consciente que el propio Pareto de
que entre los humanos civilizados el objetivo final de la economía no
es la satisfacción de especies de necesidad sino de gustos y placeres alta-
mente diferenciados. Las especies de necesidad surgen sólo en esas
situaciones excepcionales donde la supervivencia está en juego y las
personas se limitan a satisfacer las necesidades primordiales para vivir.
Durante una guerra, por ejemplo, una escasez de alimentos en el frente

179
Sobre la distinción fundamental entre el tipo puro de economía doméstica
(consumo) con sus múltiples metas, por una parte, y la economía empresarial con
su meta global homogénea y no estructurada (máximo beneficio neto, para lo que
los varios bienes y medios de producción son intercambiables según criterios de
precio y capacidad técnica), por otra, véase mi artículo «Untersuchung zu dem
Grungesetz der wirtschaftlichen Wertrechnung», Zeitschrift für Volkswirtschaft und
Sozialpolitik, Nueva Serie, vol. 2 (1922).
EL VALOR COGNITIVO DE LAS TEORÍAS FUNCIONALES DEL PRECIO 233

puede significar que no sólo patatas, centeno, cebada o maíz sino tam-
bién la corteza de los árboles puedan sustituirse entre sí; o que ante una
escasez de tabaco éste sea «reemplazado» por heno.
Pero esas no son las conexiones subjetivas con los bienes que operan
en la formación de los precios de mercado. En realidad, todas las combi-
naciones que Pareto consideraba como equivalentes en la sustitución
tienen diferentes utilidades o índices de utilidad, puesto que, aunque
sirvieran a la misma necesidad, estarían adaptadas a gustos muy dis-
tintos. Las líneas de indiferencia se nos revelan como formas imagi-
narias. Si esto es así, y creo que esto no puede ser descartado en un análi-
sis escrupuloso, entonces el elaborado sistema de Pareto aparece de esta
manera: relaciones básicas imaginarias (las curvas de indiferencia) que
están vinculadas a través de relaciones totales irreales (la ley del nivel
o igualación de la utilidad marginal) con una situación hipotética y
verdaderamente inexistente de equilibrio. Por lo tanto, es natural que
los precios y las correlaciones de precios derivadas de esta construcción
no sean los del mundo real.

6. La teoría del precio de Cassel

La teoría del precio de Cassel tiene la ventaja de su admirable simpli-


cidad comparada con las otras que hemos considerado. Esta es, también,
la principal razón de que amplios círculos de economistas alemanes comen-
zaran a interesarse en la aproximación matemático funcional al problema
del precio, después de la aparición de la Teoría de la Economía Social de
Cassel.180 Después de todo, el esquema postulado de interdependencia ge-
neral y unívoca entre todos los elementos de la economía ofrecía una bien-
venida legitimación del abandono de las dificultosas investigaciones so-
bre las intrincadas conexiones causales. En ese momento, las ideas de
Jevons, Walras y Pareto eran conocidas en Alemania sólo por rumores.
Respecto a la teoría «austriaca», como resultado de la innecesariamente
larga y amarga «disputa metodológica» (G. Schmoller/C. Menger), era
rechazada, o porque ofrecía teoría sistemática en vez de material históri-
co, o porque se consideraba inútil para explicar el fenómeno socioeconómico

180
The Theory of Social Economy, 1.ª ed., trad. por Joseph McCabe (Londres, T. Fisher
Unwin, 1923), Cfr. 2.ª ed., trad. por S. L. Barron (Londres, 1932). Cassel presentó sus
ideas básicas en 1899, en un artículo titulado «Grundriss einer elementaren Preislehre»,
Zeitschrift für die geschichtlichen Staatswissenschaften. También proporciona un resumen
conciso en Grundgedanken der theoretischen Ökonomie (Leipzig, 1926).
234 HANS MAYER

del precio dado que incluía hechos subjetivos en la estructura básica, por
lo que unos la consideraban «muy complicada» y otros, «muy simplista».181
Sin embargo, llegó el tiempo en que ya no fue posible ignorar que el análisis
teórico de la económía es indispensable y no puede ser reemplazado por
la más minuciosa acumulación de material histórico. El terreno era favo-
rable para la recepción de un sistema que, con gran simplicidad y una
forma matemáticamente exacta de presentación, tenía el inestimable «mé-
rito» de ofrecer una teoría del precio sin una teoría del valor, evitando así cual-
quier análisis de las relaciones mentales de valoración subjetiva que eran
consideradas como intrínsecamente sospechosas.182 Se supuso que la inclu-
sión de tales valoraciones subjetivas para explicar los procesos económicos,
y especialmente la formación del precio, suponían caer en el terreno de la
«metafísica» o, al menos, un prohibido «cruce de límites en el dominio de
la psicología».
Sin duda, la situación ha mejorado fundamentalmente en los últimos
veinte años, de modo que Schumpeter, por ejemplo, repitiendo extensa-
mente puntos en su Wesen und Inhalt, puede ahora decir de la polémica
de Cassel contra la teoría de la utilidad marginal: «Él hace objeciones
poco relevantes, referidas, por ejemplo, a los supuestos ‘empujes psico-
lógicos’ de teóricos dentro de esa orientación.»183 Antes, cualquier crí-
tico podía lanzar a un investigador culpable de este procedimiento las
temidas palabras «metabadiz eiz allo genoz!», dañándole a los ojos de
sus colegas. Como si la fertilidad y el valor explicativo de una teoría
pudieran ser destruidos con lógica: ¡como si todo el avance de la ciencia
en cada campo no hubiera procedido, precisamente, en desafío a la
lógica! Hoy en día, es mucho más raro encontrar tan brusco abandono
de la inclusión de hechos mentales (aunque erróneamente denominados
«proposiciones de la psicología») en la base explicativa de los fenó-
menos económicos.184 Otras consideraciones han tomado a su cargo la
función de alejar la investigación de la senda del éxito.

181
Sobre las afirmaciones a favor del rechazo u «objeción» ver P. N. Rosenstein-
Rodan, «Grenznutzen», Handwörterbuch der Staatswissenschaften, 4.ª ed.
182
El intento de Schumpeter de hacer que las ideas de Walras y la presentación
matemática de las conexiones económicas fuesen fácilmente comprensibles para
el mundo alemán de la enseñanza (Wesen und Hauptinhalt der theoretischen
Nationalökonomie, 1908) disfrutó de un éxito que, aunque ni rápido ni dramático,
fue el más duradero en ciertos círculos restringidos.
183
«Cassels theoretische SozialökonomiK», Schmollers Jahrbuch, vol.51.
184
El profesor A. Amonn, por ejemplo, insiste en este tema. Véase su Objekt
und Grundbegriffe der theoretischen Nationalökonomie, 2.ª ed. (Viena, 1927), y «Der
Stand der reinen Theorie», Festgabe für Brentano, vol.2 (1924).
EL VALOR COGNITIVO DE LAS TEORÍAS FUNCIONALES DEL PRECIO 235

6.1. El principio explicativo de la teoría de Cassel

Cassel presenta el problema como normativo, lo que es, ciertamente,


una novedad en comparación con las teorías previas. «Debemos.. ver
cómo el problema de restringir la satisfacción de deseos se resuelve en
la economía del intercambio.» «En nuestro orden económico actual, las
demandas de los individuos por la oferta de bienes están reguladas por
los precios fijados en todos los bienes; 185 y éstos deben pagarse antes de
que los bienes pueden ser tenidos.» «Esta restricción de las demandas de
los consumidores es... la labor del establecimiento de los precios.» Y enton-
ces el principio explicativo es introducido inmediatamente. «Como la
restricción de consumo debe ser muy rigurosa en proporción a la escasez
de bienes respecto a las demandas de los consumidores, y dado que por
eso los precios son determinados sustantivamente por esta escasez,
vemos que el propósito descrito de la fijación de precios es una expre-
sión del principio de escasez.» 186 «De ahí que...el principio de escasez signi-
fica armonizar, por la presión de los precios, la necesidad de consumo
con una relativamente insuficiente oferta de bienes.»187 «El principio de
la escasez es, de hecho, de importancia fundamental para la teoría de
los precios, y por ello para toda la teoría económica.»188 «El principio
de la escasez» y el supuesto de un valor dado del dinero son, en la visión
de Cassel, un fundamento suficiente sobre el cual se puede levantar la
teoría de los precios. Una teoría del valor (subjetivo) es «a lo menos
innecesaria en la ciencia económica»;189 en realidad, ella ha sido «fatal»
porque el concepto de valor es «vago», «elástico» y «oscuro», y carece
de fundamento aritmético. 190 Los intentos recientes «para medir la im-
portancia económica de los bienes por la sensación de su necesidad»
son meras «ficciones». «Una medida común para expresar estimaciones
de valor» —lo que es imperativo porque «los hombres siempre han
encontrado necesario reducirlas a una unidad común»— sólo puede
apoyarse en el dinero puesto que «el criterio de valoración actualmente
usado en la práctica económica... debe fijar los límites de la ciencia
económica». «Los valores son, entonces, reemplazados por precios, esti-
maciones de valor por valoraciones en dinero. Tenemos una teoría de los

185
Énfasis añadido.
186
The Theory of Social Economy, pp. 73-5.
187
Énfasis en el original.
188
Ibid., p. 75.
189
Ibid., p. 51.
190
Ibid., p. 50.
236 HANS MAYER

precios en vez de una teoría del valor.» 191 «En la vida económica prácti-
ca... la intensidad emocional de las demandas sólo es considerada en
la medida que entra en las valoraciones monetarias», y así «la ciencia
económica puede considerar elementos de economía subjetiva sólo
cuando son manifestados en valoraciones monetarias». 192 «Nosotros
postulamos sólo una escala de medida en la que todas las valoraciones son
efectuadas.» 193 «La pregunta sobre cómo es establecida la escala de me-
dida—cómo los precios son fijados en cifras absolutas— debe ser...
reservada para la teoría especial del dinero.»194 Con este simple golpe,
Cassel consigue «eliminar» la teoría del valor.
En este contexto, donde la única tarea es asegurar que varios tipos
y variantes de sistemas son útiles para explicar la formación de los
precios, no es necesario mirar con detalle las contradicciones, no del
sistema como tal, sino simplemente de los fallos subjetivos del autor.
No sería difícil mostrar la evidente contradicción entre, por un lado, la
afirmación de que las valoraciones subjetivas son completamente pres-
cindibles en teoría económica y que no pueden ser comprendidas en
términos cuantitativos, y, por otro, el uso de Cassel de categorías «psico-
lógicas» en su explicación clara y concisa del fenómeno económico bá-
sico: cuando sostiene que la esencia de la economía está en la satisfac-
ción de varias necesidades «ordenadas según su importancia relativa»;
cuando habla de «sopesar las diferentes necesidades» evaluando sus
«grados de saturación e intensidad» y regulando el uso de los bienes
«de acuerdo a la importancia de las diferentes necesidades» (¿qué es
esto sino la definición usual de valor subjetivo?); o cuando «el sacrifi-
cio... toma la forma de una restricción sobre la satisfacción posible de
otros deseos».195 Tampoco es necesario añadir nada acerca de la nove-
dad o función explicativa del concepto de escasez, si uno recuerda que
el concepto de «relación económica cuantitativa» —ya establecido desde
Carl Menger, tanto dentro como fuera de la Escuela Austriaca— tiene
exactamente el mismo contenido, y en algunos casos (por ejemplo,
Böhm-Bawerk) es usado alternativamente al término escasez. Pero los
austriacos, como otros teóricos, con buena razón han evitado describir
una premisa de la economía como su «principio».

191
Ibid., pp.50-1. Énfasis añadido.
192
Ibid., p.50.
193
Ibid., p.52. Énfasis añadido.
194
Ibid.
195
Ibid., pp. 8, 36, 65.
EL VALOR COGNITIVO DE LAS TEORÍAS FUNCIONALES DEL PRECIO 237

Lo que no es poco importante para el carácter y valor cognitivo del


sistema completo de Cassel es el hecho de que él «reemplaza» la teoría
del valor con la teoría del precio en el proceso de «sustituir» estima-
ciones de deseos subjetivos por valoraciones monetarias. Cassel sostiene
la visión particular de que la construcción de la teoría económica mo-
derna sobre una doctrina del valor se debe a una indefendible hipótesis
acerca de la evolución histórica de la economía social. «En la ciencia
económica», escribe, «la idea de que la economía monetaria fue prece-
dida por una ‘economía de intercambio puro’, una economía de tipo
más simple y primitivo, ha sido fatal. Es escasamente posible dudar de
que esta idea es responsable del hecho de que la teoría económica se
haya sentido obligada a analizar una imaginaria economía de intercam-
bio sin dinero y hacer de este estudio la base de la estructura teórica
entera» —lo que debe conducir a «dificultades enormes» porque fue
utilizada «la muy vaga y elástica idea de valor» en vez del precio mone-
tario de los bienes.196 Una razón adicional para la introducción del con-
cepto de valor en la teoría económica fue el conocimiento de la «rela-
tividad y mutabilidad de cada escala monetaria». Con estas opiniones,
en tan extremo desacuerdo con la evolución completa de la teoría econó-
mica, no es sorprendente que Cassel juzgue mal la función de la relación
del valor en la teoría de los precios. Para Cassel las cosas son extrema-
damente simples. Así como a nivel de la economía individual, el prin-
cipio económico asegura que los deseos más importantes preceden a
los menos importantes en el uso de bienes escasos, así en la economía
de intercambio como un todo, aunque «no hay una voluntad única...,
los deseos de todas las economías individuales deben ser ordenados
según su importancia relativa». «Una línea debe [¡!] ser trazada entre
los deseos que van a ser satisfechos y el resto [¡!]», y «la producción
entera debe ser regulada en este sentido». «Primero» se asume que la
economía de intercambio «por sí sola [¡!] cumple los requerimientos del
principio económico —la restricción uniforme de deseos y la dirección
de la producción». 197 ¡Ese es el presupuesto empírico de la economía de
intercambio para Cassel! Y garantizar que el principio económico es
aplicado a toda la economía de intercambio constituye «la necesidad
socioeconómica de los precios». Un cierto precio es «puesto» [gesetzt] a
cada bien —para Cassel los precios siempre son «puestos» o «fijados»

196
Ibid., pp. 49-50.
197
Ibid., p. 65.
238 HANS MAYER

o «establecidos»— «para restringir la demanda de cualquier artículo


particular y hacer que la oferta sea adecuada a la demanda».198
«Cuando los precios de todos los bienes están dados, podemos supo-
ner que todos los factores que influyen sobre los individuos en la regu-
lación de su consumo están fijos»; su demanda de cada bien particular
está, entonces, determinada. «Esta demanda total debe, si hay equili-
brio, cubrir la oferta total... porque, en virtud del principio de la escasez, el
objeto de los precios es restringir la demanda de cualquier artículo parti-
cular y hacer que la oferta sea adecuada a la demanda.» «La serie de
condiciones que obtenemos de esta manera es suficiente, como regla,
para establecer el problema de los precios.» 199 Incluso Cassel no puede
prescindir enteramente de una investigación de la ley tras los cambios
en la demanda, porque necesita ecuaciones funcionales para la deriva-
ción del precio. En una breve explicación ya anticipada por Cournot
—quien ya suponía que la demanda individual de cada bien depende
sólo de los precios relevantes «dados»—, Cassel muestra entonces que
la naturaleza y extensión de la dependencia de la demanda individual
de un bien puede ser establecida mediante la observación estadística de
cambios en el precio de ese bien. Sin embargo, esta elasticidad de la
demanda sólo puede averiguarse muy imperfectamente, tanto por la
escasez de estadísticas de los consumidores como por las dificultades
propias de la naturaleza del problema. La condición de que todos los
otros precios deben permanecer constantes —requerida si un cambio
en la demanda de un bien se basa en cambios en su precio— nunca
puede ser estrictamente cumplida. Además, continúa Cassel, «es sufi-
ciente para la solución del problema de los precios... si asumimos que
la demanda para cada uno de los artículos en cuestión se establece tan
pronto como los precios de estos bienes son fijados. No necesitamos
analizar la demanda más allá en conexión con el problema de los pre-
cios. El alcance de la demanda a un precio dado es un hecho tangible
de una naturaleza cuantitativa, aritmética, y en esta forma puede ser
directamente utilizado en la ciencia económica como parte de su estruc-
tura. Sin duda, los procesos psicológicos que están tras este hecho tienen
un cierto interés para el economista...; pero ese estudio claramente no
cae dentro del dominio de la propia teoría económica». «Particularmen-
te, debemos apuntar esto en oposición a la llamada teoría de la utilidad

198
Ibid., p. 76.
199
Ibid. Énfasis añadido.
EL VALOR COGNITIVO DE LAS TEORÍAS FUNCIONALES DEL PRECIO 239

marginal», que es un intento por presentar una «psicología de la de-


manda».200
Si alguien fuese a pensar que los deseos subjetivamente valorados
han sido así definitivamente retirados de la teoría económica y reempla-
zados por una elasticidad de la demanda estadísticamente obtenible,
muy pronto se vería decepcionado. Cassel afirma, a continuación, que
la esencia de la economía es escoger de entre el infinito número de
deseos aquellos que serán satisfechos según su importancia. «Para este
propósito la economía del intercambio necesita una medida común de
todos los deseos diferentes. 201 Encuentra este criterio común al fijar un
precio único para cada artículo de la misma calidad y exigiendo el pago
de este precio antes que el deseo sea satisfecho. Esto significa que un
deseo para el cual el precio demandado se paga siempre es considerado
más importante que algún otro deseo para el que el precio no es paga-
do. Así, la economía de intercambio mide la importancia de los diferentes
deseos mediante las sumas de dinero que son pagadas para su la satis-
facción.» O en otras palabras, «puesto que, respecto a la regulación del
consumo [en toda economía de intercambio], hemos reconocido que la
cantidad de dinero que es ofrecida para la satisfacción de varios deseos
es la medida correcta [¡!] de la importancia de esos deseos, el mismo
criterio es válido para la regulación de la producción. Llegamos así a
la conclusión de que los medios de producción deben [¡!] ser utilizados
de tal modo que satisfagan las demandas que pagarán más. La solución
del problema es, por tanto, fijar [¡!] precios uniformes para los medios
de producción; determinar los precios de los bienes finalizados según
aquellos precios; y controlar la producción de tal manera que se satis-
fagan sólo los deseos que cubran el precio determinado en esta forma,
y no los otros».202 «La fijación de precios uniformes es el modo particular

200
Ibid., p. 81. Además del cargo de ser conducida por la psicología, la teoría
de la utilidad marginal también es acusada de presentar «una considerable distor-
sión de la realidad», por asumir «una estimación abstracta, expresada en cualquier
escala de medida, de la utilidad de las diferentes etapas de satisfacción de deseos
en todas sus clases» (Ibid., p. 82). Cassel argumenta que esto es imposible para el
homo oeconomicus, que necesita al menos el apoyo de precios existentes para tales
valoraciones. Ya nos hemos referido a la evidente contradicción entre esta afirma-
ción de Cassel y su procedimiento: al establecer la esencia de la economía, comienza
desde una jerarquía de deseos y usos de bienes según su importancia relativa, lo
que obviamente presupone un patrón de comparación.
201
Ibid., p. 85.
202
Ibid., pp. 87-8. Una afirmación muy característica: «Para los otros medios
de producción, los precios deben ser calculados [¿por quién? ¿por la «sociedad»?]
240 HANS MAYER

en que la economía de intercambio típica aplica el principio del uso más


«económico» de sus bienes disponibles.»203
Una vez que Cassel está bajo el hechizo de esta ficción, no le inquieta
si tiene algún valor explicativo para la formación de los precios en el
mundo real. Todo lo que le importa es si «este método» —el que «una
sociedad» [¡!] satisfaga sus deseos según su capacidad de pago— es
también el «correcto» para la realización del principio económico. Su
respuesta es afirmativa porque la objeción «de que es más importante
el deseo de pan de un hombre hambriento que el deseo de alimentar a
sus perros de un hombre rico» es «o contra el uso irracional que el más
rico hace de su dinero... o, en el fondo, una crítica a la actual distribu-
ción del ingreso».204
Después de esta exposición, no puede haber dudas sobre qué esperar
de la teoría del precio de Cassel. Su propósito cognitivo no es explicar
—o aun «describir»— la formación del precio en el mundo real, sino
averiguar los precios que normativamente deben ser «establecidos» o
«calculados» por «la economía de intercambio» de modo que cumpla
el «principio económico», como un plan para la sociedad como un todo.
Es decir, averiguar la formación de precios para un caso completamente
ficticio, no empírico, en que la economía de intercambio como un todo
es gobernada por la norma, y los precios así instrumentados conducen
a todas las cantidades escasas de bienes disponibles en la economía a
esos usos que son «más racionales» desde el punto de vista de toda la
sociedad. Basta aclarar el carácter normativo y el ficticio punto de par-
tida para mostrar el fracaso completo e inevitable de la teoría de Cassel
como explicación de la formación empírica del precio.205
¿Quién es este sujeto dominante, la economía de intercambio, que
atiende a la realización del principio económico en la sociedad como
un todo; que establece, por tanto, la meta para el conjunto de la econo-
mía; que necesita una medida para la clasificación de las necesidades
económicas individuales según la importancia de su satisfacción para

según su escasez relativa, de modo que la demanda efectiva de cada uno de ellos...
será lo suficientemente pequeña como para ser satisfecha con la cantidad existen-
te de medios de producción». Ibid., p. 89.
203
Ibid., p. 86.
204
Ibid., p. 85-6.
205
Cfr. el libro de W. Kromphardt, Die Systemidee im Aufbau der Casselschen
Theorie (Leipzig, 1927), p. 14: «Al emplear el principio económico como el criterio
de selección, Cassel opone un precio cósmico, imaginario, no real, al precio con-
cebible y posible en los sistemas.»
EL VALOR COGNITIVO DE LAS TEORÍAS FUNCIONALES DEL PRECIO 241

toda la sociedad, para seleccionar las más importantes; y que para tal
fin «establece» o «calcula» los precios «correctos» de los productos y
medios de producción? Evidentemente, la expresión figurativa
«economía de intercambio», que denota una abreviación, ha llevado
a Cassel, como a muchos otros teóricos de mentalidad socialista, a insi-
nuar la realidad de una economía en una metáfora que personaliza y
adscribe a este ente ficticio todas las funciones que existen en una eco-
nomía colectivista planificada pero no en su opuesto, la economía de
intercambio voluntario. Hay así un conflicto patente entre las premisas
de la derivación y las premisas lógicamente necesarias del problema
tal como está planteado: por un lado, la formación del precio en la eco-
nomía de intercambio, una forma de organización con libertad indivi-
dual de consumo y producción en que cada economía individual cumple
obedientemente con el «principio económico»; pero por otro, ninguna auto-
ridad regula ese principio para la totalidad social. Por lo tanto, el proce-
dimiento debe llevar a resultados que no dicen nada acerca de la for-
mación del precio en la economía de intercambio del mundo real. 206
Pese a todos sus comentarios ocasionales de que no hay casos de
regulación en la economía de intercambio, Cassel sin embargo parece
suponer que opera una misteriosa voluntad. ¿Y si tal voluntad existiese,
conociendo las cantidades totales disponibles de bienes para una socie-
dad, los deseos totales dirigidos hacia ellas, el poder de compra tras
cada uno de esos deseos y la demanda total de cada bien a cada precio;
alineando demandas y stocks de cada bien a través del establecimiento
de los precios; y estableciendo los precios «correctos» sobre la base de
este conocimiento y normas? No quedaría nada por explicar de ese
problema de determinación del precio: estaría «resuelto» en su tota-
lidad. Pero ese problema de determinación normativa de los precios es
muy diferente del problema que ha ocupado a la teoría económica des-
de el principio: ¿cómo tiene lugar la formación de precios unívocos en
el mercado?
Ciertamente, no es accidental que Cassel, como Cournot, considere
los precios como variables independientes que han sido dadas primero,
y las demandas como las variables dependientes fluctuando con los
precios. Ni es un accidente que, en su teoría del dinero, rechace la idea

206
Curiosamente, contradiciendo esta aproximación está el comentario preciso
de Cassel: «Los métodos no pueden ser elegidos arbitrariamente; estos son deter-
minados esencialmente por la naturaleza interior de la realidad en cuestión».
Grundgedanken, p. 11.
242 HANS MAYER

de que su función primaria sea la de medio de cambio y prefiera la


hipótesis de que el dinero fue introducido conscientemente por alguna
autoridad como estandarización de los medios de pago y de una abs-
tracta escala de medida. Cara a su objetivo determinar el precio de mono-
polio, Cournot identificó correctamente el precio como la variable inde-
pendiente respecto a la demanda, porque el monopolista que conoce
sus existencias y es capaz de estimar cambios en la demanda a varios
niveles de precios, realmente tiene el poder de establecer o «estandari-
zar» un precio. Sin embargo, las premisas son muy diferentes en el caso
de los precios competitivos donde el supuesto del precio como la varia-
ble independiente carece de todo sentido. Ciertamente, Cassel se ad-
hiere al punto de vista de que, con la ayuda del principio de la escasez,
será capaz de ofrecer una teoría unificada que abarque tanto los precios
competitivos como los de monopolio, así como la formación de los
precios para los numerosos tipos intermedios de monopolio y compe-
tencia. Pero tal «teoría del precio» no va más allá de la más general de
las generalidades y en vista de la innegable diferencia en las bases actua-
les de la formación del precio monopolista y competitivo, es incapaz
de ofrecer nada en forma de conocimiento sustantivo. Hay aún menos
necesidad de discutir que Cassel no hizo el más ligero intento por cum-
plir su promesa, y subsiguientemente basó sus deducciones en las pre-
misas de la formación de los precios competitivos.207
¿Y el «reemplazo» de la teoría del valor por la teoría del precio? Si
Cassel dijese que quería eliminar la teoría del valor de la teoría del
precio, ello no estaría abierto a objeciones sobre bases lógicas. ¿Por qué
debería impedirse presentar a ésta sin aquella, en tanto las demandas
propias de la teoría del precio fuesen lo suficientemente modestas?
Cassel puede incluso recurrir a los economistas «clásicos» para ilustrar
el rancio abolengo de su programa de investigación. ¿No derivó Adam
Smith — ciertamente, un siglo y medio atrás— el «precio normal» sin
la teoría del valor, haciéndolo depender de los costes combinados de
salarios, rentas y beneficios que él consideraba hechos tangibles según
«las relaciones promedio de cada país»? ¿Y no dedujo las oscilaciones
del precio de mercado alrededor del precio normal a partir de hechos
tangibles tales como el tamaño respectivo de la oferta y la demanda?
¿No puede uno —como hizo Cournot un siglo atrás y otros muchos
desde entonces— plantear a la vez una teoría del precio con datos esta-

207
Sobre el programa y desarrollo de tal «metateoría» en Cassel, véase,
Schumpeter, Wesen und Inhalt, pp. 83-4.
EL VALOR COGNITIVO DE LAS TEORÍAS FUNCIONALES DEL PRECIO 243

dísticos tangibles, concernientes a cambios en la oferta, demanda y


precios, representados en gráficos o ecuaciones funcionales y entonces,
a la manera de Cassel, decretar que «además de eso... la ciencia econó-
mica no necesita vincularse a nada más»? 208 Efectivamente, eso puede
hacerse, así como un médico puede limitar su investigación de una
enfermedad a las correspondencias entre sus síntomas manifiestos, sin
ir a la etiología o al curso de la verdadera enfermedad. Pero no debemos
confundir los diferentes propósitos cognitivos. La teoría del precio cons-
truida sobre una teoría del valor busca alcanzar algo diferente de una
teoría del precio sin ideas relacionadas al valor. Su fin es presentar el
proceso de formación del precio, que simplemente no sale a la luz si la
investigación permanece confinada a las correspondencias entre pre-
cios ya existentes o leyes de cambios en los precios (carece de funda-
mento que Cassel califique a su teoría como de formación de precios).
En otras palabras, su fin es esencialmente desarrollar nuestra compren-
sión de cómo —es decir, según qué leyes— el lado subjetivo (deseos,
stocks disponibles para los agentes económicos, valoraciones subjeti-
vas) es «objetivado» en relaciones sociales y procesos (intercambio,
precios) que no existirían a menos que sean manifestados por los suje-
tos; y mostrar las regularidades por las que las relaciones sociales desa-
rrolladas de esta manera (intercambio, precios, salarios, ingresos, inte-
rés, etc.) reaccionan ante los hechos subjetivos (demandas individuales,
etc.): no sólo la formación del precio sino todo el proceso económico
que se desenvuelve en la interrelación de lo subjetivo y lo social. Es un
propósito cognitivo muy diferente del que Cassel proyecta en su teoría
del precio, y cuya legitimidad científica viene del hecho de que nos
permite resolver cuestiones de la vida económica real que los resultados
de aproximaciones más modestas no pueden contestar.
Que el mismo Cassel es culpable de tal confusión se manifiesta clara-
mente en su supuesto «reemplazo» de la teoría del valor por la teoría del
precio. Una vez que se ha reconocido el carácter instrumental del valor para
la teoría del precio, nunca se puede pedir que los medios para alcanzar
un propósito mayor sean «reemplazados» por un propósito más limitado
que no requiere tales medios.
En el sistema «libre de valores» de Cassel, ¿cuál es el supuesto signi-
ficado de la idea de que en una economía de intercambio como un todo
«los deseos de todas las economías individuales deben ser ordenados
según su importancia relativa» de modo que los deseos a ser satisfechos

208
Ibid., p. 82.
244 HANS MAYER

por la economía de intercambio están separados de los que se dejan sin


satisfacer, haciendo que «la regulación social del consumo» sea una po-
sibilidad? O, ¿qué significa el argumento de que «la realización del prin-
cipio económico respecto a la dirección de la producción en la economía
depende de la manera en que los deseos están graduados», de modo que
los deseos que han de contar como más importantes son simplemente
aquellos cuya satisfacción requiere mayores precios, siendo esta la «medi-
da correcta de la importancia de esos deseos»?209 ¿Por qué Cassel —man-
teniendo su rechazo a la teoría del valor— no está contento notando el
hecho de la existencia de flujos diferenciales en el lado de la demanda, y
sin embargo acepta que una demanda con mayor poder de compra im-
plica deseos de mayor importancia en términos de la economía de inter-
cambio como un todo? Aquí, la teoría del valor no es reemplazada por
una teoría del precio, como Cassel erróneamente interpreta su propia
aproximación. Más bien, en lugar de valoraciones individuales subjetivas
que tienen existencia real y pueden por eso ayudar a explicar causalmente
la formación de los precios, se nos presentan valoraciones puramente
imaginarias de los deseos de las economías individuales llevadas a cabo
por una inexistente «dirección de la economía de intercambio», de modo
que sobre la base de esta clasificación la «economía de intercambio»
puede estandarizar los precios «correctos». ¡Esta «doctrina del valor» es
lo que Cassel pone en lugar de la teoría del valor «innecesaria» y «psico-
lógica»! Y todo esto sólo para ser capaz de apartar el problema del proce-
so de formación del precio, el problema central y más difícil de toda la
teoría económica que, sin duda, no puede ser resuelto sin un análisis de
la demanda. ¡Todo esto para ser capaz de suponer, en base a precios es-
tablecidos por la «economía de intercambio», que la demanda es la va-
riable dependiente y la oferta, la independiente, limitando su tarea a
deducir, no la ley de formación del precio, sino la ley del cambio de los
precios ya formados!210

209
Ibid., pp. 45, 85, 87. El precio calculado en dinero es descrito como «la dimen-
sión de valor».
210
Es apenas necesario recalcar el engañoso juego en las palabras «importancia
de deseos» contenidas en la afirmación de Cassel de que «la cantidad de dinero
que es ofrecida para la satisfacción de varios deseos es la medida de la importancia
de esos deseos». Ibid., p. 87. Del hecho de que la «economía de intercambio» no
existe como un sujeto que mide y compara los deseos de las economías individuales
según su importancia, y de que incluso aunque existiese una autoridad guiando la
economía social según alguna planificación, la medida o comparación de los deseos
de diferentes sujetos económicos sería imposible por la falta de un sistema común
EL VALOR COGNITIVO DE LAS TEORÍAS FUNCIONALES DEL PRECIO 245

En el enfoque de Cassel, esta valoración ficticia de las necesidades


de las economías individuales a través de una dirección ficticia de la
economía de intercambio, para el propósito de una inexistente «regu-
lación social de la economía de intercambio» por medio de la «fijación
de los precios», es aplicable no sólo a los bienes de consumo sino tam-
bién a los medios de producción. «Los medios de producción deben ser
utilizados de tal modo que satisfagan las demandas [Bedürfnisse] que
paguen más». «La solución del problema es, por tanto, fijar precios uni-
formes para los medios de producción; determinar los precios de los
bienes finalizados según aquellos precios; y controlar la producción de
tal manera que se satisfagan sólo los deseos que cubran el precio deter-
minado en esta forma, y no los otros». «Para otros medios de produc-
ción,211 los precios deben ser calculados según su escasez relativa, de
modo que su demanda efectiva sea lo suficientemente pequeña». 212
«Así, el proceso de fijación de los precios en la economías de intercam-
bio abarca tanto a los medios elementales de producción como a todos
los bienes finales de consumo...; y todos lo precios están fijados, y fija-
dos simultáneamente». Según Cassel, los costes de producción no son
el factor determinante de los precios de los productos; ni es cierto que
los precios de los medios de producción estén determinados por los pre-
cios de los bienes finales, como sostiene «el conjunto de lo que es
denominado reciente teoría subjetiva del valor».213 Y puesto que los pre-
cios de los medios de producción fluyen como ingreso a sus propie-

de referencia, se desprende que tales afirmaciones están desprovistas de valor


científico. Hay dos posibles maneras en las que Cassel entiende «importancia de
un deseo». Primero, se puede referir al sentido fuerte del concepto, a la importancia
del deseo para el sujeto, en cuyo caso es erróneo sostener que la importancia de un
deseo está medida por la suma de dinero ofrecida para su satisfacción. Todos sa-
ben, sin comparar las necesidades de individuos diferentes, que el precio que una
persona de bajo ingreso puede ofrecer para la satisfacción de un deseo muy fuerte
es menor que aquel que una persona de un mayor ingreso puede ofrecer para la
satisfacción de un deseo menos urgente. Y segundo, si Cassel se refiere al poder de
compra detrás de un deseo, entonces el uso de las palabras es inapropiado y tau-
tológico: un deseo con mayor poder de compra es lo mismo que una demanda con
mayor poder de compra. No es un avance abandonar el resultado del análisis cientí-
fico —el conocimiento de que la demanda efectiva está compuesta de dos elemen-
tos: la urgencia de deseo y el poder de compra— para posibilitar una explicación
simplificada pero incompleta que considera sólo uno de los elementos.
211
[Es decir, aquellos que no existen en abundancia. Nota del traductor al
inglés].
212
Ibid., p. 89.
213
Ibid., pp. 89-91.
246 HANS MAYER

tarios, pero este ingreso a su vez determina la demanda, entonces este


ingreso está determinado también por el proceso general de formación
del precio. «Todos los factores desconocidos del proceso de fijación de
precios dependen unos de otros, y éstos sólo se determinan, y enton-
ces se determinan conjuntamente, cuando resolvemos el problema de
establecimiento del precio». «La conexión causal entre las diferentes va-
riables no es unilateral», «sino que está en la naturaleza de una cadena
cerrada de causas, en la que cada eslabón depende de todos los demás,
y que puede seguirse en cualquier dirección».214 Así, únicamente de la
validez postulada del «principio económico» para la economía de inter-
cambio como un todo, de modo mucho más simple que en Walras y Pareto
que tuvieron que luchar con la incorporación de valoraciones subjetivas
al sistema, se obtiene un esquema de interdependencia general cuya for-
mulación exacta se sigue de las ecuaciones de Cassel.

6.2. El mecanismo de formación de precios de Cassel

Tomemos una «economía de intercambio cerrada en la que el esta-


blecimiento de los precios es gobernado por el principio de la escasez».
«Cómo se origina ese estado de cosas no importa en lo que concierne a nuestro
estudio».215 Lo primero que debe considerarse es el caso de formación
del precio en que la producción es dejada a un lado: las cantidades de
bienes disponibles para el consumidor en un período definido están
dadas»; estas cantidades serán denominadas «la oferta de los bienes en
cuestión, S1, S 2, ..Sn». «Primero supondremos que la suma de dinero con que
cada consumidor paga durante el período relevante por la satisfacción de
sus deseos, está fijada anticipadamente. En estas circunstancias, la de-
manda de cada consumidor de varios bienes en el período está clara-
mente definida tan pronto como los precios son determinados.» 216 Es «más
apropiado», argumenta Cassel, seleccionar el precio del bien como la
variable independiente. Entonces, la demanda individual y la demanda
total son funciones del precio, y «la forma de estas funciones expresa
las valoraciones subjetivas». «Pero si miramos más detenidamente a la
función de demanda, encontraremos que también contiene, como varia-
bles, los precios de todos los demás bienes.» «La demanda del consu-
midor individual de un artículo particular... no está determinada hasta

214
Ibid., pp. 97-8.
215
Énfasis añadido.
216
Ibid., pp. 135-6.
EL VALOR COGNITIVO DE LAS TEORÍAS FUNCIONALES DEL PRECIO 247

que todos los precios de todos los artículos que pueden ser objeto de
su demanda estén fijados.» «Con los precios de los n bienes, por tanto,
se establece la demanda de cada consumidor individual, y consecuen-
temente la demanda total del conjunto de consumidores, para cualquier
artículo particular.» Si llamamos a la demanda total para los n bienes
durante el período relevante D1, D2, ..D n, podemos expresar estas mag-
nitudes como funciones de los n precios

D 1 = F1 (p 1 ... pn) (1)


D 2 = F2 (p 1 ... pn)
...
D n = Fn (p 1 ... pn)

«Como la fijación de precios de acuerdo con el principio de la esca-


sez tiene que restringir la demanda hasta que pueda ser satisfecha con
la oferta disponible de bienes», en el equilibrio de la economía de in-
tercambio se cumple que D1=S1, D2=S2, ..., Dn=Sn, de modo que

F 1 (p1 ... p n) = S1 (2)


F 2 (p1 ... p n) = S2
...
F n (p 1 ... pn) = S n

«De ahí que para resolver el problema de la determinación de los


precios en el caso más simple, debemos considerar los n precios como
las cantidades desconocidas del problema, y tomarlas como dadas en
el modo matemático usual. Entonces quedamos en posición de expre-
sar la demanda de los n bienes en estos precios según las ecuaciones
(1) y (2) que son consecuencia del principio de la escasez. Este sistema
contiene n ecuaciones para la determinación de n precios desconocidos,
lo que generalmente es supuesto para determinar las n cantidades des-
conocidas. Una vez conocidos los precios, pueden calcularse la demanda
de cada consumidor individual y la demanda total de cada bien particu-
lar. 217 Como la demanda es satisfecha a los precios calculados de esta
manera, todo el problema de la distribución de los bienes disponibles
para los consumidores está resuelto.» «El hecho de que la demanda de
un artículo dependa... de los precios de todos los demás artículos... hace
necesario expresar el proceso de determinación de los precios [¡!] me-
diante un sistema de ecuaciones simultáneas como nuestro sistema (2).»
«La naturaleza intrínseca del proceso de determinación de los precios
217
Énfasis añadido.
248 HANS MAYER

no puede representarse adecuadamente de ninguna otra manera.»218 De


un modo análogo, los precios son incorporados al problema de pro-
ducción. Si r denota el número de medios de producción, (R 1, R2, ... ,
Rr) las cantidades disponibles de ellos, n es el número de bienes pro-
ducidos, (a11, a12, ... a1r; a21, a22, ... a2r; ... , an1, an2, ... anr) son los coeficientes
técnicos dados,219 (q1, q2, ... , qr) son los precios (desconocidos) de los r
diferentes medios de producción, y (p 1, p 2, ... , pn) son los precios de los
n productos finalizados, entonces a11 q1 + a12 q2 + ... + a1r qr = p1 (3) ... ...
... expresa el hecho de que, para cada bien, los costes de producción
deben igualar a su precio. Puesto que la demanda total de cada bien
esta expresada por el sistema de ecuaciones

D1 = F1 (p1 ... p n) (4)


... ... ...

y dado que el principio de la escasez ocasiona que

D1 = S1 (5)
... ... ...

(donde S1 denota las cantidades producidas de los bienes particulares),


entonces la demanda total de cada medio de producción es

a11 S 1 + a21 S2 + ... + an1 S n (6)


... ... ...

Y como «de acuerdo con el principio de escasez, esta demanda de


cada uno de los medios de producción debe ser igual a la cantidad
disponible de ellos en el período considerado, entonces [¡!] es objeto de
la determinación de los precios el restringir la demanda cuanto sea nece-
sario para este propósito». Con ello, tenemos: 220

R1 = a11 S 1 + a 21 S2 + ... + an1 S n (7)


... ... ...

«Aquí las S son, en virtud de los sistemas de ecuaciones (5) y (4),


funciones de p, y por lo tanto, en virtud del sistema de ecuaciones (3),
funciones de q. El sistema de ecuaciones (7) contiene así como incógnitas

218
Ibid., pp. 137-8.
219
Las cantidades de factores a 11 ... a 1r son necesarias para la producción de una
unidad del bien 1; a 21 ... a 2r son necesarias para una unidad del bien 2, etc.
220
Ibid., pp. 141-2.
EL VALOR COGNITIVO DE LAS TEORÍAS FUNCIONALES DEL PRECIO 249

los r precios de los medios de producción. También hay r ecuaciones y


el sistema, por tanto, es generalmente suficiente para determinar las
cantidades desconocidas.» Una vez que los precios de los medios de
producción son conocidos, los precios de los bienes finales pueden ser
calculados en las ecuaciones (3), la demanda de bienes finales sale de
las ecuaciones (4), y así la distribución de los medios de producción
entre las diferentes líneas se obtiene de (5). La fórmula (6) nos permite
calcular las exigencias establecidas en la demanda de varios medios de
producción, reguladas por esta formación de precios. La adaptación de
estas exigencias a las cantidades disponibles de los medios de produc-
ción es asegurada por el sistema de ecuaciones (7). «Así, el problema
de determinación del precio está completamente resuelto para el caso
que consideramos aquí.» «Nuestra ecuación muestra la naturaleza real
del proceso de establecimiento de los precios que no puede represen-
tarse de ninguna otra forma más simple.»221
De la demanda de bienes finales resulta «una lucha por los relati-
vamente escasos medios de producción; en la economía de intercambio
esta lucha es apaciguada con la fijación de unos precios uniformes para
los medios de producción; éstos, a su vez, fijan los precios de los produc-
tos y son así una forma de restringir la demanda».
Cassel mantiene que esta explicación pone fin a la disputa sobre los de-
terminantes del precio: «los factores que determinan los precios... son los
diferentes coeficientes dados de nuestras ecuaciones.... [los que] pueden
distribuirse en dos grupos principales... los objetivos y los subjetivos. Los
factores objetivos son las cantidades de los medios de producción (R) y
los que hemos llamado coeficientes técnicos (a). Los factores subjetivos son
los coeficientes de las ecuaciones (4), que representan la dependencia de
la demanda respecto a los precios». «Podemos decir, por tanto, que los
precios son determinados por la escasez de los medios de producción en
proporción a su demanda indirecta por parte de los consumidores. La es-
casez de medios de producción, de acuerdo a nuestros supuestos, es un
factor dado del problema. La demanda, por otro lado, es en sí una función
del precio de los bienes finales y, consecuentemente, en virtud del sistema
de ecuaciones (3), una función de los precios de los medios de producción,
y por eso no puede ser un factor determinante de éstos. Lo que en este
aspecto es un factor dado del problema de precios, es la manera en que
las funciones de demanda dependen de los precios de los medios de pro-
ducción; es decir, la forma de estas funciones o el agregado de sus coefi-

221
Ibid., p. 142.
250 HANS MAYER

cientes, que caracteriza la naturaleza de la demanda de los medios de pro-


ducción.» La «escasez de los medios de producción y el carácter de su
demanda» son por tanto «los dos factores determinantes de los precios»,
ambos «esenciales en el completo sentido de la palabra».222
Si ahora abandonamos el supuesto de que el gasto monetario de los
consumidores en bienes finales está fijado anticipadamente —porque
«el volumen de todos los pagos de cada consumidor.. está determinado
por su renta» y «la renta del individuo... está determinada por los pre-
cios de los medios de producción que él vende en el curso de los pro-
cesos productivos, y ni estas rentas ni los pagos hechos en virtud de
ellas deben considerarse como parte del problema de determinación de
precios»—, esto «no modifica la forma externa de los sistemas de ecua-
ciones que sirven para determinar los precios». Pero el punto de partida
ahora son los precios de los medios de producción, que provisional-
mente pueden suponerse como conocidos. Estos nos ayudan a calcular
las rentas de las diferentes economías individuales y estas rentas —en
conexión con los precios de los bienes, que también pueden calcularse
a partir de los precios de los medios de producción— determinan el
gasto total en consumo de la economía individual, por lo que la forma
de las ecuaciones (4) permanece sin cambios. «Pero éstas ya no inclu-
yen los pagos totales que previamente dábamos como constantes. No
obstante, ahora tenemos los coeficientes de la funciones F1, ... , Fn como
funciones de los precios de los medios de producción. Pero las varia-
bles p 1, ... , p n son, de acuerdo con el sistema de ecuaciones (3), funcio-
nes de las incógnitas q1, ... , qr. De ahí que las funciones F1, ... , Fn con-
tengan ahora, además de las variables q1, ... , qr, sólo constantes que
deben considerarse como dadas en nuestro problema, y que representan
la dependencia de la demanda respecto de los precios y la distribución
la renta determinada por estos precios.»223
En resumen, una vez más Cassel llama la atención hacia los «deter-
minantes inmediatos de los precios»: «los factores subjetivos de los
precios se apoyan en las características de la dependencia de la demanda
de bienes finales respecto de los precios. Los factores objetivos son...
las condiciones técnicas de producción y las cantidades disponibles de los
medios de producción».224 Naturalmente, «en los casos en que los princi-
pios suplementarios de la determinación de precios también se apli-

222
Ibid., pp. 143-4.
223
Ibid., p. 148.
224
Ibid., p. 152.
EL VALOR COGNITIVO DE LAS TEORÍAS FUNCIONALES DEL PRECIO 251

quen» (el principio diferencial, el principio de sustitución, el principio


de costes medios decrecientes, el principio de formación del precio de
productos relacionados), estos determinantes son parcialmente modi-
ficados y reemplazados por otros.
«Pero si los tres grupos de determinantes deben ser tomados en cuenta,
la teoría de la formación del precio está contenida esencialmente en nuestra
solución al problema. Y además de esta solución no puede haber otra teoría
de la formación del precio que describa y explique los procesos actuales de la
economía de intercambio.»225

6.3. Crítica de la teoría del precio de Cassel

¿Cumple la teoría de Cassel la promesa de proporcionar una aproxi-


mación más profunda al proceso de la formación del precio que la conte-
nida en las propuestas de sus predecesores? Para que esto fuese cierto, lo
primero que se requiere sería que la deducción hubiera comprendido
correcta y totalmente las fuerzas que operan estableciendo el precio en el
mundo real y la manera en que éstas se combinan. Pero, al parecer, una
contradicción evidente se aloja en el corazón del sistema de Cassel. Mien-
tras la primera parte, que supuestamente proporciona las bases para la
deducción, tiene un carácter puramente normativo, la solución presentada
en la segunda parte bajo el título de «mecanismo de formación del precio»
circula por las bien llevadas sendas funcionales, donde se supone que un
sistema de ecuaciones simultáneas envuelve las dependencias recíprocas
con la luz del conocimiento.
Después de los puntos que hemos discutido antes, no puede quedar
duda acerca del carácter normativo de la primera parte. Efectivamente,
si se piensa lógicamente, del mismo modo en que una voluntad necesa-
riamente uniformizadora existirá al final detrás de cada principio norma-
tivo, en el sistema de Cassel el principio que supuestamente regula a la
economía de intercambio como un todo debe tener detrás la ficción de
una voluntad suprema unificada, una especie de puesto central de coman-
do, que conduce a la economía entera según un plan e indica las leyes
que la gobiernan. Esto puede que no se afirme explícitamente, pero en-
cuentra expresión en numerosas frases, en puntos cruciales del argu-

225
[La referencia de esta cita final, que no tiene equivalente en la edición inglesa
del libro de Cassel, está dada en la nota a pie de la página 134 de la edición alemana.
Nota del traductor al inglés].
252 HANS MAYER

mento, que no tendrían sentido sin este supuesto. ¿Qué podría significar
que la «tarea» o propósito de la formación del precio es «restringir las
demandas de consumo», sino que, puesto que los fines no están en las
cosas sino establecidos por una voluntad, se supone tácitamente que una
dirección central de la economía establece la tarea? En una economía
libre, comercial, e individualista, ¿quién tiene interés y juega el papel de
asegurar que «los deseos de todas las economías individuales sean orde-
nados según su importancia relativa», que «la producción entera deba
ser regulada en este sentido», y que «los requerimientos del principio
económico sean satisfechos»? ¿Cuál es la autoridad que «necesita una
escala común» para «medir» la importancia de todos lo diferentes deseos,
de todas las economías individuales, desde el punto de vista de la eco-
nomía como un todo? ¿Quién juzga «el uso más racional de todos los
bienes» y «fija los precios en conformidad a ello»? ¿A quién puede ser
asignada toda esta deliberación y determinación de metas para la eco-
nomía como un todo, sino a una voluntad regulatoria ubicada sobre las
economías individuales, que hace el trabajo de formar los precios «de
manera que la demanda se restrinja para cualquier artículo particular y
la oferta sea adecuada a la demanda»? Esta ficción no es una mera figura
discursiva o una simplicación permisible; pierde su carácter no com-
prometido y adquiere una importancia real para las derivaciones de
Cassel en el momento en el que éstas entran en la formulación de los
supuestos de la deducción exacta.
Aclarar este punto es relevante para una teoría como la de Cassel,
que pretende asegurar el conocimiento del proceso de formación del
precio, y no sólo describir el sistema de precios ya formado. Porque el
valor cognitivo de una teoría que busca representar el proceso de for-
mación del precio en una economía de intercambio, depende crucial-
mente de si comprende apropiadamente e incluye en sus presupuestos
formales las verdaderas fuerzas conductoras de esa forma de economía
social (las fuerzas que provocan y sostienen todo el proceso de forma-
ción del precio, la lucha por la satisfacción óptima de los deseos, por
un lado, y los mayores beneficios, por otro), o si, en vez de esto, inven-
ta como fuerza conductora una norma regulatoria (e implícitamente,
una voluntad que fija la norma) que, supuestamente, planifica la eco-
nomía de intercambio como un todo. Si hace esto último, transforma
el problema descartando cualquier manera de resolver la cuestión de
la formación del precio en una economía de libre mercado. Esto es así
incluso si el resultado final logrado con la ayuda de esta ficción —corre-
lación entre precios de equilibrio, demanda y oferta de varios bienes,
EL VALOR COGNITIVO DE LAS TEORÍAS FUNCIONALES DEL PRECIO 253

ingresos, etc.— estuviera en sí correctamente presentado. Porque, como


es bien sabido, el mismo resultado puede alcanzarse por diferentes
caminos, y una vez que comienzas trabajando con ficciones, las hay
numerosas que pueden servir para el mismo fin.226 Pero en el caso de
un problema como el de la formación del precio en una economía de
mercado tal y como la misma empíricamente existe, el núcleo de la tarea
cognitiva especial no es describir el resultado final de la formación del
precio (aunque sea también importante), sino mostrar cómo ese resultado
es alcanzado en la realidad (es decir, la ley de los procesos) y cómo la
interacción de elementos ya existentes (deseos, cantidades de bienes,
etc.) origina nuevas magnitudes —precios— que antes no estaban pre-
sentes. Puesto que el problema se plantea en términos del equilibrio
de mercado en una economía libremente competitiva —equilibrio no
pensado por ninguna voluntad de los involucrados en el proceso de
formación del precio, ni por «la economía» como un todo—, el inves-
tigador ya no tiene libertad para inventar algún camino arbitrario co-
menzando desde premisas distintas a aquellas de esta forma de econo-
mía social, a menos que desee suprimir el problema en sí.
Pero esto es precisamente lo que ocurre en la teoría del precio de
Cassel. El problema es delinear el proceso de formación del precio en
una economía social sin voluntad regulatoria única, donde cada uno
de los presentes en el mercado es guiado sólo por sus propios intereses.
Y el punto de partida para Cassel es una norma que flota sobre toda la
economía, con independencia de las fuerzas individuales que determi-
nan la formación de los precios, y que asigna a los precios la finalidad
de satisfacer el principio económico para el conjunto de la economía
nacional. La pregunta era ¿cómo los precios y sus correlaciones surgen
a partir de las premisas individualistas de una economía libre? Pero esto
se ha convertido ahora en una cuestión diferente: ¿cómo la formación
de los precios logra su meta predeterminada de cumplir el principio
económico —igualación de oferta y demanda— para la economía en su
conjunto? Un fin no intencionado del proceso que requiere explicación
es así tomado como su punto de partida intencional.

226
El enfoque mecánico de Laplace, por ejemplo, estaba basado en la ficción
de un gran espíritu que, conociendo en todo momento la posición de todos los
puntos sólidos en el universo así como su velocidad provisional, posee un sistema
de ecuaciones diferenciales con aceleraciones, de manera que es capaz de calcular
con precisión absoluta todos los hechos en el pasado y el futuro. Cassel va incluso
más allá de esto, puesto que en su sistema ese espíritu omnisciente establece las
normas que determinan el contenido de estas ecuaciones diferenciales.
254 HANS MAYER

En el sistema de Cassel, entonces, el problema específico de la teoría


de la formación del precio es eliminado desde el principio por una defini-
ción normativa del punto de partida. Nada puede ser agregado a este resul-
tado del análisis crítico con la objeción de que la norma en el sistema de
Cassel —«la demanda debe igualar la oferta por medio de la formación
del precio, porque es el objeto de la formación del precio cumplir el princi-
pio de escasez»— es sólo un asunto «puramente formal» que sólo propor-
ciona la formulación de una ecuación condicional del estado de equilibrio.
Aunque este supuesto formal de igualación de oferta y demanda fuese
legítimo y necesario para una descripción exacta de los sistemas finales de
precios —es decir, del estado de equilibrio alcanzado—, es metodológica-
mente ilegítimo (pues no es específico para el problema) si la tarea cogni-
tiva es demostrar la senda que conduce a la formación de los precios y al
equilibrio entre la oferta y la demanda. El procedimiento de Cassel impli-
ca preparar las ecuaciones condicionales S1=D1 etc. simplemente como una
expresión de la norma de que debe haber equilibrio: éstas no incorporan
las fuerzas conocidas por la experiencia que verdaderamente tienden a
ocasionar el equilibrio. Es decir, las magnitudes variables obtenidas a través
de la experiencia que causan un máximo definido (como en el caso de
Jevons, Walras y Pareto) y que expresan la ley de movimiento que produce
el equilibrio. Y esto significa que desde el comienzo Cassel renuncia a
cualquier intento de resolver el problema. En vez de estas funciones que
expresan la ley de movimiento, lo que hallamos es un intento por evitar
funciones de utilidad subjetiva y plantear la norma S1 = D1 requerida para
toda la economía en virtud del principio económico.
Esto también elimina la ostensible contradicción entre la primera y
la segunda parte de la teoría de Cassel. Su derivación del «mecanismo
de formación del precio» es una explicación funcional sólo en aparien-
cia. En la medida en que él intenta evitar el uso de la relación causal,
recurre a medios cercanos a una aproximación normativa, y se mueve
hacia una derivación teleológica en términos de un fin preestablecido de
la formación del precio.
Consideremos esto algo más, permaneciendo dentro de las imáge-
nes sugeridas por la presentación de Cassel. En la primera parte de su
drama teórico, el sujeto normativo imaginario —«la economía de inter-
cambio»— aparece en el mercado y establece precios que equilibrarán
la oferta y la demanda. En el segundo acto, sin embargo, se nos da una
intuición del cálculo de la voluntad fijadora de precios, que intenta acla-
rar las condiciones que debe cumplir al establecer los niveles de pre-
cios de varios bienes, en orden a hacer que su norma —igualación de
EL VALOR COGNITIVO DE LAS TEORÍAS FUNCIONALES DEL PRECIO 255

oferta y demanda— entre realmente en vigor. Estas condiciones son de-


sarrolladas en forma de ecuaciones simultáneas a partir de las funciones
de demanda de Cournot ampliadas por Walras. Así, este «mecanismo
de formación del precio» también se apoya completamente en funda-
mentos normativos. Persiste la primera premisa: D1 debe ser igualada
a S 1; y es muy característico que, en el curso de las deducciones mate-
máticas, el vínculo conector sea insertado repetidamente: «puesto que
es tarea de la formación del precio satisfacer el principio de escasez».
Ahora debe investigarse si, a pesar de la irrealidad de la fuerza con-
ductora (normativa) sobre la que Cassel funda la totalidad de la forma-
ción del precio, las otras ecuaciones condicionales (1) y (2) —sólo para
tomar el caso elemental de Cassel sin producción— pueden contener
los factores o fuerzas que verdaderamente determinan la formación del
precio en el contexto postulado de una economía de mercado libre. En
principio, aquí es posible uno de dos casos. En el primero de ellos, es-
tas ecuaciones contienen las fuerzas que determinan la formación del
precio (funciones de demanda individual o funciones índices de utili-
dad o indiferencia, como en Walras o Pareto), de modo que aparece una
evidente contradicción entre las ecuaciones normativas básicas de
Cassel (D1 = S1, etc.) y las ecuaciones (1) y (2). Si la norma de Cassel es
la fuerza determinante de los precios, todo lo demás (funciones de uti-
lidad subjetiva, etc.) debe ser sólo una condición o dato. En el segundo
caso, las fuerzas y relaciones subjetivas determinan los precios, de modo
que la norma que Cassel establece sobre todos los sujetos económicos
no puede mantenerse al mismo tiempo. Un sistema de ecuaciones que
combinara las fuerzas y relaciones subjetivas con la norma sería intrín-
secamente —es decir, en los supuestos tras las diferentes ecuaciones—
contradictorio e inútil.
Cassel debe ser coherente, dado que su programa es ofrecer una
«teoría del precio sin una teoría del valor», para eliminar el factor sub-
jetivo cuya exacta definición e inserción en el sistema presentó, como
hemos visto, enormes dificultades a sus predecesores. Así, las ecuacio-
nes de los grupos (1) y (2) no dicen nada acerca de los factores que de-
terminan el precio; por el contrario, sólo presentan el efecto de los pre-
cios (e indirectamente de su norma regulatoria) con condiciones dadas
o datos. En el sistema de Cassel, según las ecuaciones de (1) —D1 = F1
(p1 ... p n), etc.— la demanda no es nada más que una función de los pre-
cios; es la variable dependiente mientras que el precio es independien-
te; es el elemento pasivo, el material formado por la norma que opera a
través de la regulación del precio. Y las ecuaciones de (2) —F1 (p1 ... pn)
256 HANS MAYER

= S1, etc.— no contienen una relación establecida independientemente


de la ecuación normativa básica, S1 = D1 o de la ecuación (1), sino que
simplemente concluye de ellas que, si la demanda de un bien depende
de todos los precios y ha de igualar a la oferta, entonces la oferta de
cada bien también debe ser dependiente de todos los precios. El valor
cognitivo de toda la derivación matemática permanece o cae con el
carácter empírico o ficticio de esa norma.
Si se acepta que el fundamento normativo de Cassel es inutilizable
en una teoría del proceso de formación del precio, también hay en el
modo de derivación muchas proposiciones sustantivas y deducciones
que requieren explicación. En primer lugar, la forma en que Cassel
introduce su norma en la deducción matemática es simplemente la de
una ecuación de identidad. Para cada clase de bien, la demanda y la
oferta deben ser iguales (D1 = S1, etc.), ¡de modo que mil manzanas son
iguales a mil manzanas! En vez de poner, en un lado el conjunto de
magnitudes que conforman la demanda, y en el otro el conjunto de magni-
tudes que conforman la oferta —que es necesario en una ecuación ge-
nuina y que es lo que Jevons y Walras intentaron hacer—, Cassel nos
presenta una mera tautología. Como hemos visto, Cournot partió de la
base de que la demanda efectiva y la oferta efectiva eran idénticas al
«volumen de ventas» y entonces operó sólo con este volumen como una
función del precio. Pero Cassel usa su tautología para establecer dos
grupos de ecuaciones: ¡unas que establecen que la demanda es una
función de todos los precios, y otras que afirman, precisamente, que
esta función de todos los precios es igual a la oferta!
Más extraña aún es la ruta establecida para la ecuación (1), la única
que en el sistema de ecuaciones de Cassel contiene un juicio sintético.
La preparación de la ecuación D1 = F1 (p1 ... pn) está basada en la proposi-
ción recurrente de que, dado el fondo de gasto (ingreso) de los consumi-
dores, «la demanda de cada consumidor por varios bienes... está claramente
establecida tan pronto como los precios son establecidos». Pero la reflexión
sobre toda la experiencia interior y exterior muestra que esta proposi-
ción básica es insostenible; que de hecho, si lo único dado fuesen los in-
gresos o rentas de los sujetos y los precios, entonces tanto la demanda
efectiva de los individuos como la suma de todas sus demandas
permanecerían completamente indeterminadas. Cien sujetos diferentes
podrían, con los mismos ingresos y precios, desarrollar cien tipos dife-
rentes de demanda de bienes individuales; y además, su demanda pue-
de responder ante cambios en el precio de muchas maneras distintas. Así,
suponiendo que el problema está planteado con precios ya dados, las
EL VALOR COGNITIVO DE LAS TEORÍAS FUNCIONALES DEL PRECIO 257

obvias magnitudes determinantes (ingreso y precios) carecen de los ele-


mentos adicionales necesarios para una determinación real de la deman-
da. Esto es lo que la experiencia externa nos dice. La experiencia interna
—auto observación de los motivos que guían al individuo a formar su
demanda efectiva— muestra que una demanda «absoluta», «virtual» o
«psicológica», existente con independencia de precios e ingresos, es la
condición previa indispensable para que exista la demanda efectiva, y
que su naturaleza y extensión de nuevo dependen de los deseos y de sus
interrelaciones estructurales. Ingresos y precios se unen al determinan-
te elemental, la ley estructural del sistema de deseos, como un factor res-
trictivo, y el resultado de su influencia (la naturaleza y el tamaño de la
demanda efectiva) variará mucho según la forma (la naturaleza y el ta-
maño) de la demanda absoluta de los diferentes bienes. Si ese es el caso,
sin embargo, las relaciones que Cassel disfraza en su primer y principal
grupo de ecuaciones son superficiales, en la medida que afirma que son
unívocas. Pero si se ha supuesto que su único contenido es la completa-
mente vaga aseveración de que la demanda efectiva exhibe alguna de-
pendencia —incluyendo la de precios e ingreso— entonces éstas son efec-
tivamente correctas, pero no dicen nada y no pueden ser utilizadas para
la derivación unívoca de los precios y su correlación con la demanda.227
La conclusión de que D1, D2, etc. están en alguna relación de depen-
dencia indefinida de p 1 ... pn dice tan poco o tanto como la formulación
de que todos los elementos en el mundo mantienen alguna clase de de-
pendencia uno de otro. Evidentemente, nada se gana como explicación,
en tanto no se diga nada más preciso acerca de la forma particular de
dependencia. Sería distinto si en el sistema de Cassel las ecuaciones de
(1), tan inadecuadas para la determinación de la demanda, fueran com-
plementadas por un grupo de apoyo a través del cual se removiera la
indeterminación. Como ya hemos visto, el grupo de ecuaciones D 1 =
S 1, etc. contiene una tautología y las ecuaciones de (2) no contienen rela-
ciones establecidas independientemente de las anteriores sino sólo la
conclusión de ambas. Es así inmediatamente evidente que las ecua-
ciones de (1), debido a que son las únicas que implican un juicio sinté-
tico, verdaderamente constituyen el segundo pilar del sistema después

227
El contenido indeterminado de la ecuación (1) también ha sido señalado por
A. Amonn, «Cassels System der theoretischen Nationalökonomie», Archiv für So-
zialwissenschaft und Sozialpolitik, vol. 51; E. Schams, «Die Casselschen Gleichungen
und die mathematische Wirtschaftstheorie», Jahrbuch für Nationalökonomie und
Staatswissenschaft, vol. 127; y J. Neubauer, «Die Casselche Preistheorie», Zeitschrift
für die geschichtliche Staatswissenschaft, vol. 89.
258 HANS MAYER

del principio normativo. Pero, puesto que las ecuaciones de (1) no tie-
nen un contenido determinado, no dicen nada acerca de la forma de de-
pendencia putativa y sólo son ecuaciones ilusorias. Serían genuinas sólo
si, a través de la incorporación de constantes u otras variables tales como
p1 ... pn, exhibieran relaciones cuantitativas que expresaran la ley de distri-
bución del ingreso o renta en la demanda de varios bienes; es decir, sólo si
estuviesen contenidas en ellas, las funciones de utilidad subjetiva de
los distintos bienes. Pero eso es precisamente lo que Cassel quería evi-
tar. En su lucha por la mayor simplicidad posible, subestimó totalmente
el rol indispensable que las funciones de utilidad subjetiva habían ju-
gado para sus predecesores en teoría matemática.
¿Cómo pudo llegar Cassel a la conclusión completamente insoste-
nible de que los precios y los ingresos existentes son completamente
suficientes para determinar la demanda de cada consumidor por varios
bienes? Una posibilidad es que él asuma tácitamente como evidente que
cada consumidor conocerá sin ayuda, por referencia a los precios, cómo
distribuir su renta para la adquisición de los diferentes bienes.228 Esto,
claramente, evadiría el corazón del problema: lo que tenía que derivarse
aparecería como ya conocido. ¡El teórico se retiraría de la búsqueda de
una solución con las simples palabras: «la realidad se resuelve a sí
misma!». Otra posibilidad es que Cassel esté sugiriendo implícitamente
que la relación de distribución precisa de la demanda total a precios
dados es conocida directamente a partir de la «elasticidad» de demanda
estadísticamente establecida, es decir, de la conducta de los consumido-
res estadísticamente establecida a los respectivos precios. En este caso,
tal conducta estadísticamente establecida sería adoptada como el «factor
determinante» en lugar de una ley que requiriese derivación teórica.
Cassel hace ambas cosas. No está interesado en desarrollar la ley por
la cual los sujetos económicos dividen su renta en la demanda de va-
rios bienes: cómo se produce esa división es un problema de los indi-
viduos. Así, él queda satisfecho con establecer mediante estadísticas
que, a precios dados, siempre se sigue una cierta distribución. Es cierto
que este procedimiento se hace totalmente claro sólo al final de las
deducciones de Cassel, donde los coeficientes de las ecuaciones de (1)

228
Parece no haber otra forma de interpretar las proposiciones: «Cuando los
precios de todos los bienes están dados, podemos asumir que todos los factores
que influyen sobre un individuo en la regulación de su consumo están fijos», y «Si
nos atenemos estrictamente a los hechos, sólo podemos decir que los hombres
deciden lo que comprarán cuando todos los precios están dados...; más allá de eso,
la ciencia económica no necesita relacionarse con la cuestión». Ibid., pp. 76, 82.
EL VALOR COGNITIVO DE LAS TEORÍAS FUNCIONALES DEL PRECIO 259

están dados por la elasticidad de demanda estadísticamente establecida,


de modo que la determinación inicial de esta ecuación parece ser elimi-
nada. Pero ahora cada argumento contra el reemplazo de la teoría por
estadísticas debe ser defendido contra todo el procedimiento, como
parcialmente ya hemos hecho. 229
Para ganar la comprensión del proceso de formación del precio, nece-
sitamos saber cómo se origina la determinación de la demanda. Y se nos
refiere al hecho de que, según la evidencia estadística, tal determinación
siempre ocurre en cada circunstancia histórica concreta. Pero aun esta
afirmación, evidentemente modesta en sus pretensiones cognitivas, se
prueba inútil con una inspección detallada. Como Cassel mismo no pudo
dejar de ver al final,230 es técnicamente muy difícil establecer mediante
estadísticas el hecho y el grado de un cambio en la demanda causado por
un cambio en ciertos precios. Esto no sólo es por la pobre calidad de las
estadísticas de consumo, excusa que ha sido utilizada repetidamente des-
de la época de Cournot. Hay una razón más esencial. En orden a esta-
blecer estadísticamente el efecto (el grado) de un cambio en el precio p1,
luego en el precio p2, etc. sobre las demandas D1, D2, etc. —es decir, los
coeficientes del grupo (1) de ecuaciones que supuestamente eliminen la
indeterminación— es necesario suponer que el precio p1 cambia aislada-
mente mientras todos los demás precios permanecen constantes, y obser-
var el efecto de esto sobre la demanda de los diferentes bienes. Sin em-
bargo, este supuesto (cambio en un precio con los demás constantes) está
en irreconciliable contradicción con la premisa básica de todas las teorías
del equilibrio que parten de la interdependencia general de todos los
precios, o de su relación de correspondencia mutua unívoca. También
contradice llamativamente toda nuestra experiencia. Así, las cifras de
cambios en la demanda obtenidas bajo este irreal supuesto son igualmen-
te irreales en su significado.231 Esto está ligado estrechamente con una

229
Véase la introducción a este ensayo. A. Löwe identifica claramente la este-
rilidad inevitable de los intentos por reemplazar el conocimiento nomológico con
el material empírico estadístico, en «Wie ist Konjunkturtheorie überhaupt
möglich?», Weltwirtschaftliches Archiv, octubre 1926. (Véase también A. A. Young,
«English Political Economy», Economica, marzo 1928.) Sobre nuestro conocimien-
to de los eventos naturales, véase especialmente el trabajo del creador de la teoría
cuántica: Max Planck, Dynamische und statistische Gesetzmässigkeit (Leipzig, 1914).
230
Véase nuestro comentario anterior al principio explicativo de Cassel.
231
Tras nuestra discusión previa, no necesitamos agregar nada sobre la legiti-
midad y valor de las operaciones con cambios infinitesimales. Sobre la pregunta
esencial de si un artificio puede ser usado para obtener relaciones continuas a través
260 HANS MAYER

segunda deficiencia básica. Aunque fuera legítimo suponer cambios


aislados en el precio de cada bien para averiguar, de la observación de
su efecto, la dependencia de la demanda ante cambios en el precio p1,
luego en el precio p2, etc., claramente sería muy equivocado suponer que
los cambios aislados y alternados en D1, D2, etc. obtenidos a través de cam-
bios alternados en p1, p2, etc., se impusieran simultáneamente. Es obvio a
partir de la experiencia, y aquí no se necesita deducción previa, que el
cambio en la demanda es diferente cuando diez precios cambian simul-
táneamente a cuando los mismos diez precios cambian en sucesión (por
la misma cantidad), y se agregan los diez cambios resultantes en la de-
manda. En el primer caso, uno obtiene la expresión para la dependencia
de la demanda D1, etc. respecto a un precio compuesto y se renuncia así a
averiguar la dependencia especial de la demanda respecto al precio de
una clase particular de bienes: es decir, no se obtienen los coeficientes
indispensables para la solución del grupo (1) de ecuaciones. Pero en el
segundo caso, donde la dependencia alternada de la demanda respecto a
los precios de los diferentes bienes es tomada como simultáneamente
operativa al ser introducida en una y la misma ecuación, los coeficientes
en uso son incorrectos. La desviación que evitaría los «procesos psicoló-
gicos» constituyentes de la demanda y nos conduciría al objetivo, resul-
ta intransitable. Los coeficientes requeridos de las ecuaciones del grupo
(1) no pueden ser obtenidos por el hecho, suficientemente obvio incluso
sin estadísticas, de que todos los precios tienen que pagarse con el ingre-
so, y que consecuentemente, cuando un precio cambia, la proporción de
poder de compra liberada o restringida debe ser dividida, de alguna ma-
nera, entre la demanda de todos los bienes. Es cierto que «la extensión
de la demanda ante un precio dado es un hecho tangible de una natura-
leza cuantitativa, aritmética».232 Pero la conclusión que Cassel extrae, que
este «hecho tangible» puede «ser utilizado directamente en la ciencia eco-
nómica como parte de su estructura», es, por decir lo menos, apresurada.
Los coeficientes de las ecuaciones del grupo (1) de Cassel están simple-
mente arreglados para permanecer como dados: éstos no pueden deter-
minarse en realidad. Así, pese al intento de darles un contenido defini-
do con ayuda de las estadísticas, las ecuaciones del grupo (1) permanecen

de interpolación, véase E. Lohr, Atomistik und Kontinuitätslehre in der neuzeitlichen


Physik (1926), p. 60: «Las formas matemáticas ordinales deben y pueden ser orde-
nadas simplemente, sólo en la medida en que lo que ha de ordenarse sea conforme
a la experiencia.»
232
The Theory of Social Economy, p. 80.
EL VALOR COGNITIVO DE LAS TEORÍAS FUNCIONALES DEL PRECIO 261

como meras ilusiones; su contenido es una relación indeterminada y, por


tanto, inútil en la derivación de los precios.
Pero dejando a un lado esta imposibilidad de la derivación debemos
plantear una cuestión más importante. En una teoría de la formación del
precio, ¿cuál es el valor cognitivo de comenzar con precios y derivar la de-
manda a partir de ellos, en vez de hacerlo a la inversa? Cassel justifica su
procedimiento simplemente argumentando que es «más apropiado... selec-
cionar el precio del bien como la variable independiente». Pero si el proceso
de formación del precio es tomado como el problema, el teórico ya no puede
«seleccionar» arbitrariamente qué está dado y qué debe ser derivado. El proce-
so que la teoría tiene que demostrar —la emergencia de precios determina-
dos unívocamente— no debe tomarse como el punto de partida, a menos
que se de un amplio margen a todo el problema. No es evitar el tema supo-
ner temporalmente que los precios ya son conocidos en las derivaciones mate-
máticas; pero sí lo es suponer que la demanda relevante (estadísticamente
establecida) está formada por precios ya existentes (temporalmente anterio-
res). ¡Los precios son determinados por la demanda y la demanda por los
precios! Eso sería correcto si fuese cuestión de un proceso genético que ocu-
rriese a lo largo del tiempo, no en el sentido abstracto de que la «demanda»
determina al «precio» en general y viceversa, sino en el sentido de que la
«demanda» dt1 (en el punto o breve intervalo de tiempo t1) determina el
precio pt1 y este determina de nuevo a la demanda dt2 en el intervalo siguien-
te. Pero en un sistema de relaciones simultáneas de magnitud, que es como
se concibe el sistema de Cassel,233 este es un argumento circular, lejos del hecho
de que un sistema de relaciones simultáneas de magnitud (en que ninguna
de ellas contiene el factor tiempo) nunca puede producir información acer-
ca de un proceso formativo. Lo que Cassel verdaderamente se esfuerza en
mostrar no es, como erróneamente cree, la ley de la formación de precios
unívocos y correlaciones de precios —es decir, la ley del surgimiento de pre-
cios definidos de determinantes elementales no localizados en los precios
(provisionales)— sino sólo la ley del cambio del precio, destinada a derivar
precios presentes con la ayuda de la configuración, estadísticamente defi-
nida, de una demanda formada por precios pasados.234

233
«Todos los factores desconocidos del proceso de fijación de precios depen-
den entre sí, y ellos sólo estarán determinados (y entonces, determinados juntos)
cuando resolvamos el problema.» «La conexión causal entre las diferentes varia-
bles no es unilateral», «sino que está en la naturaleza de una cadena cerrada de
causas en que cada eslabón depende de todos los demás.» Ibid., pp. 97-8.
234
El análisis crítico no necesita ser repetido en el caso de incorporar la pro-
ducción en el desarrollo de Cassel. Allí las incógnitas son los precios de los me-
262 HANS MAYER

Es muy característico cómo Cassel, al discutir los «factores que deter-


minan al precio», busca escapar del argumento circular. Como determi-
nante, él señala «la escasez de los medios de producción en proporción
a su demanda indirecta por parte de los consumidores». «La escasez
de los medios de producción... es un factor dado del problema. La de-
manda, por otro lado, es en sí una función del precio de los bienes fina-
les y, en consecuencia, en virtud del sistema de ecuaciones (3), una fun-
ción de los precios de los medios de producción, y por eso no puede
ser un factor determinante de ellos. Lo que en esta parte es un factor
dado del problema de los precios es la manera en que las funciones de
demanda dependen de los precios de los medios de producción; es
decir, la forma de estas funciones o el agregado de sus coeficientes, que
caracteriza la naturaleza de la demanda de los medios de producción».
Así un factor d (demanda) determina un resultado p (precio). Sin embar-
go, en su forma concreta este determinante d está parcialmente deter-
minado por su propio resultado p y sólo puede ser precisado si su de-
pendencia de p ya ha sido establecida. ¡Y todo esto en referencia a un
proceso de formación en que no se puede hablar de conexiones reversibles!
En lugar de un argumento manifiestamente circular, ahora tenemos uno
más oculto. Y el único propósito es evitar el «análisis psicológico» dise-
ñado para averiguar los determinantes reales de la demanda.
Al analizar esta ruptura de los componentes básicos del sistema de
Cassel, ya no necesitamos ir a detalles como el supuesto de un valor
constante del dinero dado (supuesto que en sí obstruye, ciertamente,
una aproximación más profunda al proceso de formación del precio).
Si los resultados de nuestro análisis crítico son correctos, no puede
sostenerse que la teoría del precio de Cassel se aproxime más a la reso-
lución del problema de la formación del precio que la teorías funcio-
nales de sus predecesores. Por el contrario, al renunciar a una compren-
sión general de la manera en que verdaderamente trabajan las fuerzas
que dan forma al precio, y al suponer la estructura de la demanda a
precios dados como una constante (estadísticamente establecida), su

dios de producción, y la ecuación que es esencial para averiguarlas —análoga a la


ecuación (1)— contiene como coeficientes «subjetivos» a la demanda de medios de
producción formada del mismo modo, por precios ya existentes («Ahora, sin em-
bargo, tenemos los coeficientes de las funciones F1 ... Fn como funciones de los pre-
cios de los medios de producción», Ibid., p.148). Para Cassel, estos coeficientes, junto
con la cantidad dada de los medios de producción y los coeficientes técnicos, son
los factores determinantes últimos y son dados como constantes.
EL VALOR COGNITIVO DE LAS TEORÍAS FUNCIONALES DEL PRECIO 263

finalidad cognitiva y aplicación marca un retroceso al nivel de la teo-


ría clásica de la «oferta y la demanda», que también operaba con una
estructura no analizada de la demanda, siempre supuesta como dada.

7. Conclusiones

No queda espacio para una completa evaluación de los resultados


positivos y críticos de nuestra investigación.235
La productividad limitada de las teorías del equilibrio y su incapacidad
para comprender la formación del precio, son, finalmente, resultado del
hecho de que representan sistemas puros de verdades conceptuales o jui-
cios analíticos («vérités éternelles, en palabras de Leibniz) y no exhiben ni
una proposición sintética general («vérité de fait») ni una ley general obtenida
de la experiencia, como en las ciencias naturales. Las ecuaciones de equili-
brio (por ejemplo, las ecuaciones B a la E de la formulación de Pareto) son
obtenidas a partir definiciones previamente establecidas y de identidades
explícitas o implícitas. Éstas son utilizadas para derivar, a través de infe-
rencia puramente lógica, un nexo de relaciones de sustitución que eviden-
temente no puede dar más conocimiento de la realidad que el ya conteni-
do en las premisas. Esto es verdadera «derivación» en el sentido de
«pruebas» en lógica pura y matemáticas, y no adquisición de nuevo cono-
cimiento acerca de correlaciones en el mundo real. Con esto no se dice nada
en contra del uso de las matemáticas en teoría económica, siempre y cuan-
do sirvan al fin que Poincaré expresó tan bien y apropiadamente: su único
objeto «es coordinar las leyes físicas con las que los experimentos físicos
nos familiarizan, enunciando lo que, sin la ayuda de las matemáticas, sería-
mos incapaces de efectuar».236 Sólo en un punto el sistema flotante repre-
sentado por las teorías del equilibrio parece contactar con la realidad:

235
Esto se hará en una demostración más extensa, donde observaremos, entre
otras cosas, el significado cognitivo de la «sincronización» implícita en todas las
teorías del equilibrio, la ficción de la igual movilidad de todos los elementos económi-
cos, y los intentos para «dinamizar» las ecuaciones de equilibrio introduciendo una
duración variable o índices temporales y coeficientes para el movimiento de magni-
tudes económicas particulares, como en los recientes esfuerzos de H. L. Moore, H.
Schultz y sus numerosos seguidores. Estos autores intentan obtener la ley de de-
manda a partir de una mayor experiencia estadística y así superar el carácter silo-
gístico de la teoría del equilibrio estático, para obtener fórmulas para el mobile
equilibrium.
236
Henri Poincaré, Science and Hypothesis, trad. por W. J. G. (Londres, Walter
Scott Publishing Co., 1905), p.211.
264 HANS MAYER

donde ocurre la inserción indispensable de la demanda, el factor dinámico,


en la ecuación A. Si se desplegase una ley empírica general de la correla-
ción de la demanda individual de diferentes bienes (una ley que sólo podría
ser «psicológica»), se establecerían efectivamente la «dinamización» del
sistema y sus correlaciones con los procesos de formación del precio en el
mundo real (aunque es cierto que con ello, al mismo tiempo, sucedería la
transición desde lo puramente funcional a las relaciones causales). Jevons,
Walras e incluso Pareto (aunque él no lo admitiría) intentaron esto con sus
fundamentos psicológicos causales (funciones de utilidad, líneas de indi-
ferencia, la ley del nivel de la utilidad marginal). Pero, a medio camino, se
detuvieron (en los quiebros mencionados antes) y se contentaron con se-
guir otro camino que parecía llevar más fácilmente al objetivo pero que,
en realidad, conducía a otro diferente y más modesto. Este es el camino
que Cournot y Cassel tomaron desde el comienzo: convirtieron a la deman-
da, la fuerza conductora de todo el sistema, en «demanda efectiva», y a la
demanda efectiva en «volumen de ventas».237 En este camino la fuerza
motivadora es despojada de su esencia; como una magnitud dependiente
se convierte en función de otras magnitudes del sistema. La pérdida de
dinámica del sistema es así completa: la causalidad es encerrada y la inter-
dependencia universal, restaurada. Naturalmente, el precio se ha perdi-
do y su búsqueda, que podría haber permitido al sistema explicar los pro-
cesos de movimiento y desarrollo del mundo real, se ha abandonado.
Pero la generación científica más joven —de cada época— siente
cada vez más fuertemente la estrechez, insuficiencia y falta de desarro-
llo de la teoría estática del equilibrio. Esta no es ingrata hacia el cono-
cimiento propedéutico recibido y aprecia totalmente su valor en la reso-
lución de problemas especiales con premisas estrechamente definidas
(la teoría estática del precio monopólico, la teoría de los efectos deri-
vados de cambios en los impuestos, tarifas sobre precios, etc.). Sobre
esta base, es crecientemente consciente de que las formas integradas pro-
porcionadas por la ciencia matemática pueden llevarnos adelante sólo
si logramos, primero, una amplia experiencia para obtener leyes empí-
ricas acerca de la acción de las fuerzas (subjetivas y sociales) que —con
fundamentos históricamente típicos de organización social— generan
conexiones socioeconómicas que originan, desarrollan y forman el curso
del proceso económico. Cansada del juego de vincularse constantemen-

237
En el lenguaje de la nueva física matemática: un vector (una «magnitud
direccional» simbolizada por una flecha) es reemplazado por un escalar (una mag-
nitud no direccional que sólo puede ser indicada en una escala numérica).
EL VALOR COGNITIVO DE LAS TEORÍAS FUNCIONALES DEL PRECIO 265

te a la cadena de silogismos, la teoría presente está regresando de la


mera «derivación» a la investigación. Este es el camino en el cual los gran-
des constructores de sistemas de la «antigua» escuela histórica alemana
se encontraron con los fundadores de la «Escuela Austriaca».
Y haberlo reconstruido para quienes vienen después es, en no menor
medida, la contribución de Friedrich von Wieser quien, tanto con un
extraño grado de comprensión histórica como con conocimiento teórico,
descubrió las leyes del ser en las leyes del devenir. Es a él a quien este
trabajo está dedicado.
266 HANS MAYER
LUDWIG VON MISES 267

Reseñas
bibliográficas
268 INGOLF GÜNTER KRUMM
LUDWIG VON MISES 269

UNA BIBLIOGRAFÍA
DE L. VON MISES
INGOLF GÜNTER KRUMM

Datos de la obra reseñada:


Título: Ludwig von Mises-The man and his economics
Autor: Israel M. Kirzner
Editorial: ISI Books, Wilmington, Delaware 2001
Número de páginas: 226

Resumir en menos de 200 páginas la vida y la obra del quizás más


grande economista del siglo XX, Ludwig von Mises (1881-1973), con sus
aportaciones magistrales en campos tan amplios y diferentes como la
teoría monetaria y el ciclo económico, la aplastante critica al socialis-
mo y al intervencionismo y la fundamentación metodológica de la cien-
cia económica, no es tarea fácil y probablemente sólo puede haber sido
llevada a cabo por alguien que no sólo conoce a fondo la obra del eco-
nomista austriaco, sino que también ha estado a su lado durante mu-
chos años. Este es el caso del autor de la biografía Ludwig von Mises -
The man and his economics, Israel M. Kirzner, que junto con Murray N.
Rothbard fue el alumno más brillante que tuvo Mises en Nueva York,
especialista en el desarrollo de la concepción dinámica y en el estudio
de sus consecuencias coordinadoras en el mercado y del que el lector
español tiene a su disposición, gracias a Unión Editorial, dos de sus
obras más importantes, Competencia y empresarialidad y Creatividad, ca-
pitalismo y justicia distributiva.
Kirzner, en sus propias palabras, no pretende escribir una biogra-
fía completa, ni una biografía intelectual sobre su maestro, sino resu-
mir de forma breve «la historia de Mises en su papel de economista».
Por ello, en los dos primeros de los seis capítulos, Kirzner dibuja la vida
270 INGOLF GÜNTER KRUMM

y obra del economista Mises en su contexto histórico. Sus obras cum-


bres sobre el dinero (Teoría del dinero y del crédito) y, según él, las tres
posibles formas de cooperación social (sus tres obras Socialismo, Crítica
del intervencionismo y Liberalismo), su famoso Privatseminar, en palabras
de Rothbard «the outstanding seminar and forum in all of Europe for
discusión and research in economics and social science», su influencia
decisiva sobre el primer socialista austriaco, Otto Bauer (gracias a la
labor de Mises se evitó una huelga general que hubiese tenido conse-
cuencias desastrosas para la situación posbélica austriaca), y su traba-
jo como consejero de la Cámara de Comercio y del Banco Central (la
inflación en Austria era modesta en comparación con la de Alemania)
son las estaciones principales de su vida en Viena.
Los años vieneses, sobre todo los años veinte, fueron importantes
para Mises, según Kirzner, por varias razones. En primer lugar, porque
Mises no sólo publicó las ya mencionadas obras sobre las posibles for-
mas de cooperación social, sino que, acaso aún más importante, Mises
estableció en aquellos años los fundamentos metodológicos de la mo-
derna Escuela Austriaca. Y en segundo lugar, argumenta Kirzner, mien-
tras la Escuela Austriaca seguía a principios de los años veinte en gran
medida a Böhm-Bawerk y Wieser, por lo que no se diferenciaba aún de
una forma radical del mainstream, fue Mises quien marcó, sobre todo
en los años treinta, el futuro camino de la Escuela Austriaca en una
dirección muy diferente al establecer las bases metodológicas de la
teoría de la acción humana. Después de la publicación de Nationalö-
konomie (1940), fruto principal de su estancia de seis años en Ginebra y
sobre todo después de la publicación de Human Action en el año 1949
en Estados Unidos, el abismo entre austriacos y el mainstream se hizo
cada vez mayor. Allí, en Nueva York, donde murió en el año 1973, Mises
no sólo pasó, en sus propias palabras, los años más productivos de su
vida; también contribuyó con su trabajo intelectual en gran medida a
la supervivencia de la Escuela Austriaca, que se vio cada vez más mar-
ginada por las otras escuelas de moda (primero keynesiana, luego
monetarista) que consideraban el enfoque misiano como old fashioned
por no utilizar los métodos de la ciencias naturales en la ciencia eco-
nómica.
Después de esta incursión histórica, que constituye una tercera parte
del libro, Kirzner dedica el tercer capítulo a la investigación económica.
Para Mises existen en la ciencia dos esferas diferentes: las ciencias natu-
rales y la ciencia de la acción humana. En la primera se pueden esta-
blecer, a través de la observación, relaciones funcionales; sin embargo,
LUDWIG VON MISES 271

en el campo de la acción humana no existen regularidades mensurables.


La aplicación de los métodos de las ciencias naturales al campo de la
acción humana la denominó Hayek «scientism» o «cientismo».
El entendimiento misiano de la economía consta de implicaciones
lógicas acerca de la naturaleza y la dinámica de las decisiones de los
seres humanos, así como la dinámica existente en los procesos de inte-
racción a la hora de tomar decisiones. Kirzner pone el énfasis en que
Mises se percató muy pronto de que el desarrollo del enfoque econó-
mico a finales del siglo XVIII era un enfoque nuevo y revolucionario
para entender la cooperación social. A partir de ahí se reconoció la exis-
tencia de leyes sociales cuyo cumplimiento era tanto una condición
previa para el éxito, como lo era en el caso de las leyes de la naturale-
za. Dice Mises: «They were compelled to recognize a regularity which
they compared to that which they were already familiar in the field of
natural sciences.» En la economía hay leyes universales y su negación
equivale, según Mises, a la negación de las contribuciones esenciales
de la economía (leyes económicas como tendencias sistemáticas). Para
Kirzner, el mensaje central de Mises es entender cómo estas tendencias
sistemáticas surten efecto a través de la competencia en los mercados.
Hay una tendencia en la que el proceso empresarial asegura aquella
asignación de recursos en una sociedad que corresponde al rango pre-
ferencial de los consumidores.
El ejemplo más claro, donde según Kirzner se manifiestan las dife-
rencias metodológicas entre Mises y la corriente dominante es en el
ámbito del mercado y del empresario, que constituye el cuarto capítulo
del libro de Kirzner con el titulo «La economía del proceso de mercado».
Al contrario dels corriente dominante, que consideró y sigue conside-
rando los resultados del mercado desde la perspectiva de la «omnis-
ciencia» (mercados perfectos, competencia perfecta), el enfoque central
de Mises está en los procesos del mercado, descubiertos e impulsados
por agentes económicos, que no disponen y no pueden disponer de una
información «completa». En vez del creciente uso de las matemáticas
y de la econometría por parte de la corriente dominante, con que ellos
pensaban «fundamentar» su enfoque, Mises eligió el razonamiento
lógico y el análisis crítico de las herramientas. Para Kirzner son dos las
consecuencias resultantes de este entendimiento distinto acerca de
naturaleza de la investigación económica en general y del mercado y
del empresario en particular: por un lado, la corriente dominante se
volvió cada vez más intervencionista (precisamente por el ideal de
mercados perfectos que vía intervención estatal se pretendía alcanzar)
272 INGOLF GÜNTER KRUMM

y, por otro lado, se consideró a Mises out of step, a su rechazo de la


matemática en la economía unfashionable y a sus conclusiones en el cam-
po de la economía política a menudo como «conservadoras». Además,
la teoría neoclásica condujo, con su enfoque principal en el equilibrio,
inevitablemente al descuido del análisis del proceso hacia este equili-
brio (que nunca se alcanzará por el propio dinamismo de la función
empresarial). El núcleo del análisis económico no consiste en conocer
las condiciones necesarias para alcanzar dicho equilibrio, sino en cono-
cer el carácter sistemático del proceso de mercado. Por ello el mercado
no es para Mises un lugar o un sitio, sino un proceso.
Tampoco hay sitio en el análisis enfocado al equilibrio para la figu-
ra del empresario; él es el centro del proceso de mercado y «the driving
force of the market», estimulado en un entorno inseguro por su inquie-
tud, su ímpetu y su afán de obtener el máximo beneficio posible. Su
función consiste en descubrir y corregir los desajustes; si él es capaz
de percibir una oportunidad de ganancia comprando productos más
baratos y vendiéndolos más caros, entonces ha descubierto un desajuste
y al actuar lo está corrigiendo. Por lo tanto, como cita Kirzner a Mises,
el desajuste radica en que los precios son «desde el punto de vista del
estado futuro del mercado... demasiado bajos». Desajuste y oportuni-
dad de ganancia son dos caras de la misma moneda.
Las diferencias metodológicas entre ambos enfoques las resume
mejor que nadie el propio Mises en su Autobiografía de un liberal (Unión
Editorial, 2001) en la famosa cita recogida por Kirzner: «La caracterís-
tica que distingue a la Escuela Austriaca, la que realmente le asegurará
una fama imperecedera, es el haber formulado una teoría de la acción
económica y no una teoría del equilibrio económico, que es sinónimo
de inacción.»
El quinto capitulo de la biografía de Kirzner trata de la temática con
que Mises empezó su vida como científico: nos referimos al ámbito de
la teoría monetaria, y más concretamente a su obra Teoría del dinero y
del crédito, del año 1912. Lord Robbins, que tradujo este libro en 1934 al
inglés, dijo: «few works which convey a more profound impression of
the logical unity and the power of modern economics». Fue hasta los
años treinta el libro estándar en los temas monetarios. Forma parte del
ámbito de la especulación. Aun así, la pregunta esta justificada: ¿Qué
hubiese pasado con el posterior desarrollo de la ciencia económica si a
partir de la segunda mitad de los años treinta el más influyente econo-
mista, John Maynard Keynes, hubiese leído este libro en su idioma
original durante sus años de formación?
LUDWIG VON MISES 273

La intención de Mises consistía en rebatir la opinión entonces pre-


dominante de que se puede tratar la teoría del dinero fuera del contex-
to de los demás problemas económicos y, como él mismo dice, «más
aún, se pensaba que propiamente no pertenecía en absoluto a la eco-
nomía política, sino que representaba en cierto modo una disciplina
autónoma». Para demostrar la unidad entre el campo monetario y el
campo «real», el reto teórico consistía en mostrar que el valor del dine-
ro obedece a las mismas leyes que cualquier otro bien económico: se
trataba de dar una solución al «círculo austriaco». Helfferich afirmó que
la teoría austriaca de la utilidad marginal no es aplicable al valor del
dinero. El supuesto círculo austriaco se basa en que, por un lado, el valor
del dinero (el poder adquisitivo) determina la demanda del dinero, pero
por otro lado esta demanda depende a su vez del valor del dinero.
¿Quién fue el primero: la «gallina» (la demanda de dinero) o el «hue-
vo» (el poder adquisitivo del dinero)? La solución de Mises es el teore-
ma regresivo, según el cual el dinero de hoy fue una vez un bien no
monetario (por ejemplo: oro), que tenía un valor subjetivo como bien
de consumo (por ejemplo: oro para su uso industrial de alhajas) y que
tenía por lo tanto un valor que dependía exclusivamente de la utilidad
marginal. Dice Kizner: «Up until that point in time the market value of
this commodity was determined entirely by marginal utility considera-
tions that not include (...) purchasing power considerations.»
Mises criticó además la interpretación mecánica de la teoría cuanti-
tativa de Fisher (y su conclusión de que variaciones en la cantidad de
dinero conducen a variaciones proporcionales en el valor de cambio
objetivo del dinero), el término «nivel de precios» y la idea de que el
dinero es «neutral». Para Mises el dinero es un factor dinámico y toda
conclusión acerca de una relación constante entre la cantidad de dine-
ro y su valor está basada en un análisis estático no aplicable al dinero
porque el dinero es en su esencia algo dinámico. Y aún es más, Mises
no sólo rechaza la idea de la neutralidad del dinero, sino también que
esto fuese algo deseable: «Money, without a driving force of its own
would not, as people assume, be a perfect money it would not be money
at all.» La comprobación quizá más sólida de que el dinero jamás puede
ser neutral es la teoría austriaca del ciclo.
Basándose en la Currency School, en la teoría del capital de Böhm-
Bawerk y en la teoría del «interés natural» de Wicksell, la teoría del ciclo
explica los efectos de la variación de la oferta monetaria sobre la estruc-
tura productiva de una economía, que tarde o temprano y de forma
inevitable desembocan en una crisis o depresión. La creación expansiva
274 INGOLF GÜNTER KRUMM

de créditos y depósitos sin el respaldo del ahorro, hace que el tipo de


interés del mercado se sitúe por debajo del tipo «natural de interés»,
que refleja, basándose en la preferencia temporal, la decisión entre con-
sumo y ahorro. Por otro lado, los empresarios, «seducidos» por los tipos
de interés artificialmente bajos, invierten más en bienes económicos de
orden superior, es decir, emprenden nuevos proyectos de inversión y
alargan así la estructura productiva, convirtiéndola en más intensiva
en capital. La descoordinación entre las verdaderas preferencias de los
sujetos económicos (consumo hoy) y las decisiones tomadas por los
empresarios (consumo mañana, porque la producción necesita tiempo)
provoca una serie de reacciones orientadas a la nueva subida de los
tipos y a la obligación de abandonar gran parte de los proyectos de
inversión empezados. Ha llegado la recesión, es decir, la adaptación de
la estructura productiva a las preferencias reales de los consumidores.
Dice Kirzner: «It is the rate of interest which has the function of
balancing the desire of consumers goods now with their desire for a
larger (...) volume of such consumption goods tomorow. The
misleadingly low money rate of interest encourages producers to ig-
nore the true needs of consumers for inmediate consumer satisfactions.»
El sexto y último capítulo lo titula Kirzner «Mises: economista del
siglo del libre mercado». El argumento de Kirzner radica en que, a pesar
de las grandes contribuciones mencionadas, Mises es sobre todo cono-
cido como uno de los más agudos defensores del capitalismo y del libre
mercado. Mientras que tras la Primera Guerra Mundial el comunismo
era un peligro latente para el capitalismo, hoy día lo es el interven-
cionismo en sus diferentes facetas. En gran parte, el predominio del
intervencionismo se puede atribuir históricamente a la mala interpre-
tación de las experiencias vividas durante la gran depresión en los años
treinta (aunque el intervencionismo ya había empezado antes); la opi-
nión pública exigió regulaciones, controles y otras formas directas e
indirectas de intervencionismo, con el fin de combatir «los excesos» del
capitalismo. Del lado político, fuertemente soportado por la «nueva»
teoría económica de los años treinta, se pretendía alcanzar lo mejor de
los dos mundos: las ventajas de una economía de mercado y la política
centralizada de regulaciones en el ámbito del dinero, fiscal y del mer-
cado. Según Kirzner, millones de estudiantes de economía «han apren-
dido» que la economía mixta es el punto de vista unánime de la teoría
moderna.
Mises rechazó la posibilidad de una «tercera vía». Para Mises esta
idea es un mito. Con su crítica de los controles de precios, la política
LUDWIG VON MISES 275

Anti-Trust, el déficit presupuestario, una política monetaria inflacio-


nista, los subsidios agrarios, redistribución de la renta, aduanas, etc.,
Mises se enfrentó a todas las medidas económicas que caracterizan el
moderno estado de bienestar. Esta política, según él, está condenada
al fracaso, bien porque desprecia las preferencias de los consumidores,
o bien porque conduce a resultados no previstos que exigen nuevas
intervenciones que tampoco obtienen los resultados pretendidos y así
sucesivamente (espiral de intervención). Por ello, la «tercera vía», un
sistema que ni es socialismo ni es capitalismo, por definición no puede
ser un sistema estable, sino un sistema con una tendencia inherente
hacia un sistema socialista (en palabras de Mises, existe una «built-in
dynamic in a regime of government intervention that inevitably sets
in motion a systematic series of changes leading in the direccion of
complete socialism»).
A Kirzner corresponde el mérito de haber resumido las aportacio-
nes esenciales y tan amplias de Ludwig von Mises (teoría monetaria y
del ciclo, posibles formas de la cooperación social, la metodología para
la ciencia económica y la teoría de la acción humana) en menos de dos-
cientas paginas. Sin embargo, el orden de los capítulos es discutible; a
mi juicio, hubiese sido mejor para una biografía mantener el orden
cronológico, que hubiese reflejado aún más claramente el desarrollo
intelectual y científico de Mises. También el lector que conoce la obra
de Mises se puede preguntar por qué Kirzner no dedicó un capítulo
entero al tema del socialismo, que fue, junto con el del dinero, el ámbito
donde más influencia ha ejercido Mises. Sin embargo, ello no cambia
de ningún modo el valor de esta biografía, ideal para lectores que aún
no conocen la obra de Mises pero en la cual también el lector familiari-
zado con el economista austriaco encontrará muchos detalles descono-
cidos o que se han pasado por alto y que le servirán como un preludio
de las biografías más completas que están preparando Guido Hülsmann
y Richard Ebeling, de las cuales podremos disfrutar en breve y nos
proporcionarán algunos aspectos de Mises hasta ahora desconocidos.
276 INGOLF GÜNTER KRUMM
NOTICIAS 277

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Seminario sobre la macroeconomía


del capital y la teoría del ciclo económico
en la DICEA de la Universidad Autónoma
de Chapingo (México D.F.)

Del 4 al 15 de agosto de 2003 se llevó a cabo el Seminario sobre Teoría


del Capital en las instalaciones de la División de Ciencias Económico
Administrativas (DICEA) de la Universidad Autónoma Chapingo. Este
seminario marca un hecho muy relevante dado que se estudia la teoría
del capital desde el punto de vista de la Escuela Austriaca de Economía.
Dicho seminario lo impartió el Dr. Miguel Alonso Neira quien es un
académico-investigador de la Universidad Rey Juan Carlos de Madrid,
España. El Dr. Alonso Neira trabaja muy estrechamente con otro gran
representante de la Escuela Austriaca de Economía que es el Dr. Jesús
Huerta de Soto ampliamente reconocido por sus aportes a la teoría eco-
nómica.
Es interesante señalar que, hasta donde sabemos, es la primera vez
que en México se da un seminario de tal naturaleza y que nuestra insti-
tución, la Universidad Autónoma Chapingo, es la primera en México
en abrir sus puertas a un pensamiento económico poco conocido en
nuestro país, aun en los ámbitos académicos relacionados con las cien-
cias económicas.
En dicho seminario se revisó el origen del pensamiento neoliberal
remontándose a Juan de Mariana y los escolásticos españoles de la
Escuela de Salamanca quienes dejaron constancia de sus aportaciones
en el siglo XVI.
La moderna Escuela Austriaca de Economía nace en el segundo tercio
del siglo XIX. Precisamente fue fundada por Carl Menger con su libro
Principios de Economía Política (1871) dando origen a la revolución mar-
ginalista, seguido por Eugen von Böhm-Bawerk con su libro —La con-
clusión del sistema marxiano— (1896). Como todos sabemos, el siglo pasa-
do se distinguió porque el marxismo y el keynesianismo se impusieron
en todo el mundo: La revolución de Mao Dze Dong en China (1905), la
revolución mexicana (1910), la revolución rusa (1917), el movimiento
280 NOTICIAS

nacional socialista de Hitler (1934), la revolución cubana (1959). Incluso


los Estados Unidos, Inglaterra y Francia aunque no se declaraban socia-
listas se hicieron partidarios de la intervención estatal en toda la vida eco-
nómica, política y social. Sólo los austriacos encabezados por Ludwig von
Mises, con su gran obra Socialismo (1922) y Friedrich von Hayek con Road
to the serfdom (1944) advirtieron que los sistemas comunistas, socialistas,
fascistas, nazis y keynesianos tendrían que fracasar porque todos ellos
se basaban en la eliminación de la propiedad privada, de las libertades
económicas y en la abolición del mercado. Tarde o temprano, las estruc-
turas autoritarias donde el Estado se transformaba en el amo y señor de
la economía tenían que caer, produciendo toda clase de perjuicios a la
sociedad. La razón del fracaso radica en que ningún aparato burocrático,
aun cuando esté formado por los hombres mejor preparados y doctos,
es capaz de asimilar la información sobre los gustos, preferencias, anhe-
los y necesidades de la gente. Todos los sistemas autoritarios pretenden
manejar la economía como si un país fuera una sola empresa encabeza-
da por un grupo o un solo líder. Los gobiernos socialistas o nazis organi-
zan la producción a través de monopolios encabezados por un burócrata
que debe obedecer órdenes centrales. Naturalmente, se genera una enor-
me descoordinación que conduce al aumento sin límites de la burocra-
cia en cada unidad productiva; se genera derroche de recursos, produc-
ción poco diversa y, sobre todo, se desperdicia el talento de millones de
personas. El caos que genera llega a ser de tal magnitud que no hay
fuerzas humanas que lo corrijan y el sistema se colapsa.
Estas ideas nunca fueron del gusto de los gobernantes: muchos de
ellos se creían con conocimientos y poderes sobrenaturales, y no estaban
dispuestos a escuchar a los teóricos de la Escuela Austriaca. Sin embargo
John Maynard Keynes, Lenin y Oskar Lange llegaron a ser muy aprecia-
dos por los hombres del poder porque justificaban «desde el punto de
vista teórico» el control de la economía por el estado.
A los pensadores austriacos se les persiguió, se les aisló y condenó
al olvido. Sólo a finales del siglo XX, cuando las crisis económicas deri-
vadas de las recetas marxistas y keynesianas han provocado las peores
crisis sociales, el mundo ha empezado a prestar una mayor atención a
los pensadores austriacos. Por desgracia, Ludwig von Mises y Friedrich
von Hayek ya no viven, pues de otra manera serían testigos de que la
historia les está dando la razón y que ahora se empieza a apreciar y estu-
diar toda su teoría.
Durante el seminario el Dr. Alonso Neira nos introdujo de manera
magistral a la teoría del capital. Pudimos constatar la gran diferencia
NOTICIAS 281

de la Escuela Austriaca de Economía con el enfoque marxista en lo que


se refiere a la teoría del valor. Mientras los austriacos explican el precio
a través de la teoría subjetiva del valor, Marx lo hace a través del valor
trabajo. Quedamos muy sorprendidos por la demostración de que el
enfoque neoclásico, y sus modelos de agente representativo, están más
cerca de la visión socialista que de la capitalista. A través del Triángulo
de Hayek pudimos comprender el efecto de la tasa de interés en las
decisiones de los empresarios para invertir en bienes de capital cuando
la tasa es baja, y en bienes de consumo inmediato cuando la tasa de
interés es alta. Se analizó el caso de Japón, Estados Unidos, Chile y
México para comprender la razón de sus ciclos económicos. Asimismo,
se abordó el problema que genera el señoreaje, es decir, la emisión de
dinero para generar inflación, que es un instrumento largamente utili-
zado por los gobiernos irresponsables para financiar sus gastos o para
ofrecer préstamos a los inversionistas a tasas más bajas que las del
mercado. Una buena intención que sin embargo conduce a la destruc-
ción del sistema bancario y eventualmente de toda la economía.
Durante dos semanas, los veintiún alumnos procedentes de la UAM,
IPN, Sociología Rural, de la maestría y doctorado en economía agrícola
de la DICEA tuvieron la oportunidad de discutir, reflexionar y com-
prender un enfoque teórico que nunca se había impartido en México.
Esperamos que este seminario marque el inicio de una fructífera
relación con la Universidad Rey Juan Carlos de España para realizar
un programa de intercambio de estudiantes y académicos entre las dos
instituciones.
Desde luego, hay que mencionar el decidido apoyo del Dr. José
Antonio Ávila Dorantes, Jefe del departamento del Doctorado, del M.C.
Jaime Ruvalcaba, Director de la DICEA, y de Fernando Garrido Puga
y Santos Mercado Reyes, alumnos del doctorado en Economía Agrícola.
Estamos seguros que la organización de seminarios internacionales
como éste beneficia e incrementa el prestigio de nuestra querida Uni-
versidad Autónoma Chapingo.

Lunes, 25 de agosto de 2003


282 NOTICIAS

Finn E. Kydland y Edward C. Prescott


premios Nobel de Economía
del año 2004

La Real Academia Sueca de las Ciencias ha concedido el premio


Nobel de Economía del año 2004 a los profesores Finn E. Kydland (Uni-
versidad Carnegie Mellon y Universidad de California) y Edward C.
Prescott (Universidad del Estado de Arizona y Banco de la Reserva
Federal de Minneapolis) por sus aportaciones a la macroeconomía diná-
mica. Concretamente, las principales aportaciones de estos autores se
centran en el estudio de las razones que conducen al llamado problema
de la «incoherencia temporal» de las políticas económicas, y al análisis
de las fuerzas motrices subyacentes a los ciclos económicos.

El problema de la incoherencia temporal de las políticas económicas

El equilibrio macroeconómico no sólo depende del comportamiento


presente de las políticas económicas sino también de su comportamien-
to futuro esperado. Si las decisiones de política económica siguen una
regla sistemática creíble, los agentes pueden utilizarla para formar sus
propias expectativas sobre la orientación futura de las medidas que
adopten el Gobierno y el Banco Central.1
Kydland y Prescott (1977) fueron capaces de formalizar este razona-
miento. Ambos autores muestran que la expectativa de una elevada tribu-
tación sobre las rentas del capital de las familias, provocará un descenso
de su nivel de ahorro. Igualmente, en el ámbito de la política monetaria,
que posteriormente desarrollarían con mayor precisión Barro y Gordon

1
En este caso, los agentes actúan bajo el supuesto de que las instituciones eco-
nómicas continuarán manteniendo escrupulosamente sus reglas de política econó-
mica.
NOTICIAS 283

(1983), subrayan que cuanto más expansiva sea la política monetaria eje-
cutada por el Banco Central, y por tanto mayor la tasa de inflación espera-
da, mayores serán los precios y salarios determinados en el presente.
Los premios Nobel de Economía del año 2004, demuestran cómo las
expectativas sobre la orientación futura de las políticas económicas
pueden dar lugar a problemas de incoherencia temporal. Se dice que una
política es coherente desde el punto de vista temporal, si una acción
planificada en el período t para ser ejecutada en el período t+i, sigue
siendo óptima cuando se alcanza ese último período. Por el contrario,
una política es incoherente desde el punto de vista temporal, si alcanzado
el período t+i» ya no es óptimo responder de la forma que se había
planificado en el periodo t.
Partiendo de este razonamiento, gran parte del análisis moderno en
el ámbito de la política económica —especialmente en el ámbito de la
política monetaria— tiene su origen en la contribución inicial de
Kydland y Prescott (1977), prestando gran atención a cuestiones de
credibilidad de las políticas económicas, o de capacidad de las institu-
ciones económicas para comprometerse de manera creíble en reglas de
política económica vinculantes. Dicho de otra forma, Kydland y Prescott
(1977), y posteriormente Calvo (1978) y Barro y Gordon (1983), hacen
importantes contribuciones al eterno debate acerca de cómo debe di-
señarse la política económica: qué es más conveniente, adoptar reglas
estrictas de obligado cumplimiento transparentes y creíbles, o proceder
a una gestión discrecional (ad hoc) de las políticas económicas.
Kydland y Prescott sugieren que un uso discrecional de las políticas
económicas conduce a resultados subóptimos y a un «sesgo (innecesa-
rio) de inflación».2 Dicho de otro modo, si los políticos carecen de la
suficiente capacidad para comprometerse de manera creíble en la adop-
ción de reglas políticas, los resultados de su gobierno serán peores (en
términos de inflación y posiblemente de empleo) que si mantuviesen
una sólida reputación política. De este modo, los análisis de Kydland
y Prescott (1977) y de Barro y Cordón (1983) suponen un espaldarazo
formal definitivo a la posición monetarista respecto a la deseabilidad
de administrar la economía siguiendo reglas a largo plazo transparentes
y creíbles, que eviten la aparición de espirales inflacionistas. 3

2
Es decir, la tasa de inflación será superior en este contexto que en un escenario
alternativo en el que las autoridades económicas centren su gestión en reglas polí-
ticas estrictas, transparentes y plenamente creíbles.
3
Al mismo tiempo, estos modelos se convierten en un apoyo explícito a la teoría
de la tasa natural de paro monetarista, según la cual el desempleo puede reducirse
284 NOTICIAS

El trabajo de los galardonados del año 2004 ha establecido los funda-


mentos para un programa de investigación amplio sobre la credibilidad,
la viabilidad, y el diseño (o la gestión) de las políticas económicas. Sus
contribuciones han desplazado el debate académico desde la adopción
de medidas de política aisladas, hacia la necesidad de reformar las ins-
tituciones encargadas de gestionar las economías nacionales: por ejem-
plo cuál debe ser el papel del Banco Central, y cómo debe diseñarse la
política monetaria para evitar el llamado «sesgo inflacionario» de las
políticas discrecionales o simplemente no creíbles. Por otro lado, los
modelos de incoherencia temporal de las políticas económicas, inicial-
mente diseñados para un entorno de economía cerrada, se han exten-
dido para incorporarlos al estudio de las crisis cambiarias y financieras.
Concretamente, los modelos de crisis monetarias de segunda genera-
ción o de ataques especulativos autocumplidos (self-fulfilling speculative
attacks) parten de los trabajos de Kydland y Prescott (1977) y de Barro
y Gordon (1983) para representar un mundo en el que la interacción
entre las expectativas privadas y los incentivos de los políticos condu-
ce a equilibrios múltiples (crisis versus no crisis). Es decir, en estos
modelos las crisis monetarias se convierten en un suceso posible pero
no seguro, dependiente de las expectativas de los agentes acerca de la
credibilidad de los compromisos de política económica adoptados por
los gobiernos o los bancos centrales.

Análisis de las fuerzas motrices subyacentes a los ciclos económicos

La segunda contribución de los laureados de la presente edición de


los premios Nobel se centra en el desarrollo de una nueva teoría de los
ciclos económicos. Kydland y Prescott (1982) han transformado la teoría
del ciclo económico al integrarla con la teoría del crecimiento econó-
mico. Mientras las investigaciones previas —concretamente las desa-
rrolladas bajo el paradigma keynesiano— destacaron las perturbaciones
macroeconómicas por el lado de la demanda como fuerza motriz de los
ciclos económicos, estos autores demuestran que los shocks por el lado
de la oferta (aumentos en el precio del petróleo o descensos en la tasa
de crecimiento de la productividad) pueden tener importantes impli-

por debajo de su nivel natural (o de equilibrio a largo plazo) pero sólo a corto pla-
zo. A largo plazo, las expectativas inflacionarias y el correspondiente ajuste sala-
rial devolverán al desempleo a su tasa natural.
NOTICIAS 285

caciones sobre las fluctuaciones a corto plazo de las economías nacio-


nales.
En su trabajo de 1982, Kydland y Prescott muestran cómo las fluc-
tuaciones en la tasa de progreso tecnológico —principal fuente del creci-
miento económico a largo plazo— generan fluctuaciones a corto pla-
zo.4 Estos autores han construido un modelo cuantitativo para analizar
el ciclo económico partiendo del comportamiento de las familias y de
las empresas. Es decir, muestra las fluctuaciones económicas como el
resultado colectivo de un conjunto innumerable de decisiones preven-
tivas adoptadas por los hogares y las empresas respecto al consumo, la
inversión, la oferta de trabajo, etc. Por tanto, el método de Kydland y
Prescott aborda el análisis macroeconómico partiendo de la microfun-
damentación. Sus aportaciones son ampliamente utilizadas en la ma-
croeconomía moderna.

Bibliografía mencionada en el texto

BARRO, R. y D. G ORDON (1983a), «A positive theory of monetary policy


in a natural-rate model», Journal of Political Economy, 91, 589-610.
BARRO. R. y D. GORDON (1983b). «Rules, discretion and reputatíon in a
model of monetary policy». Journal of Monetary Economics, 12, 101-
120.
CALVO. G. (1978). «On the time consistency of optimal policy in a mon-
etary economy». Econometrica, 46. 1411-1428.
KYDLAND , F. y E. PRESCOTT (1977). «Rules rather than discretion: The
inconsistency of optimal plans», Journal of Political Economy, 85,
473-490.
KYDLAND , F. y E. PRESCOTT (1982), «Time to build and aggregate fluc-
tuations», Econometrica. 50. 1345-1371.

4
Dicho de otra forma, generan una covarianza entre el PIB, el consumo, las
inversiones y las horas trabajadas muy próxima a la observada en los datos reales.
286 NOTICIAS

Presentación
de dos nuevos libros

Durante la primera mitad del año 2004 se han presentado en el Semi-


nario Ludwig von Mises de la Facultad de Ciencias Jurídicas y Socia-
les de la Universidad Rey Juan Carlos de Madrid dos nuevos libros: una
monografía sobre la Teoría Económica de las crisis monetarias y finan-
cieras, y la traducción al español de «El orden sensorial» de Fiedrich
A. Hayek.
Para el lector interesado en estos trabajos sus referencias son:

Miguel A. Alonso Neira


Teoría Económica de las crisis monetarias y financieras y de los con-
troles de capital.
Colección Estudios. Instituto de Estudios Económicos. Madrid
2004.

Fiedrich A. Hayek (Traducción realizada a cargo de los profe-


sores Ángel Rodríguez García-Brazales y Óscar Vara Crespo)
El orden sensorial. Los fundamentos de la Psicología Teórica
Biblioteca Austriaca. Unión Editorial. Madrid 2004.

Seminario del Liberty Fund sobre economía austriaca

Del 4 al 7 de septiembre de 2003 tuvo lugar en Obergurgl (Alpes


austriacos), lugar de retiro veraniego de F.A. Hayek, donde terminó de
escribir su obra The Constitution of Liberty, un seminario sobre «The
Austrian School of Economics: History, Development, and its Impact
on Individual Liberty», dirigido por Kurt R. Leube.
NOTICIAS 287

Asistieron, a este encuentro internacional entre otros, los profeso-


res Watrin y Zollern de Alemania, Jacques Garello y Jean Pierre Centi
de Francia, Raimondo Cubeddu de Italia y Jesús Huerta de Soto de
España. Durante los tres días intensivos en que duró el Seminario se
analizaron críticamente en debates muy animados las grandes diferen-
cias teóricas existentes entre el paradigma neoclásico (especialmente en
su versión de la Escuela de Chicago) y el programa de investigación
de la Escuela Austríaca, discusiones que continuaron al finalizar cada
jornada de forma peripatética a lo largo de los múltiples senderos que
rodean al maravilloso pueblo tirolés de Obergugl.
288 NOTICIAS

Lectura de dos nuevas


tesis doctorales

Durante el año 2004 se han leido dos nuevas tesis doctorales que
desarrollan investigaciones originales que se han efectuado al amparo
del «Seminario Ludwig von Mises» de la Facultad de Ciencias Jurídi-
cas y Sociales de la Universidad Rey Juan Carlos de Madrid, ambas bajo
la dirección y tutela del profesor Jesús Huerta de Soto.
La primera de ellas se leyó el lunes 7 de junio de 2004 por el Dr.
Gabriel Calzada y versó sobre «Análisis económico e institucional de
la teoría de la defensa privada a través de compañías de seguros». El
Tribunal calificador, presidido por el profesor Armando Torrent y com-
puesto por los también profesores Carlos Rodríguez Braun, Juan José
Iranzo, José Juan Franch y Miguel Ángel Alonso Neira (que actuó como
secretario) otorgó por unanimidad un «sobresaliente cum laude» al doc-
torando.
La segunda tesis se leyó el Jueves 30 de septiembre de 2004 por el
Dr. César Martínez Meseguer y trató sobre «La teoría evolutiva de las
instituciones económicas y jurídicas en la Escuela Austriaca», obtenien-
do una calificación de «sobresaliente cum laude» por unanimidad del
Tribunnal presidido por el profesor Armando Torrent y Constituido por
los profesores Carlos Rodriguez Braun, José Juan Franch Meneu, Javier
Aranzadi del Cerro y Miguel Ángel Alonso Neira (secretario).
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Presentación del primer número


de la Revista Procesos de Mercado

El pasado lunes 21 de junio de 2004 tuvo lugar en el Salón de Actos


de la Facultad de Ciencias Jurídicas y Sociales de la Universidad Rey
Juan Carlos la presentación oficial del primer número de la Revista
Procesos de Mercado: Revista Europea de Economía Política. A este acto
asistieron la Presidenta de la Comunidad Autónoma de Madrid, D.ª
Esperanza Aguirre y Gil de Biedma, así como el Excmo. y Magnífico
Sr. Rector de la Universidad D. Pedro González Trevijano y el Ilmo. Sr.
Decano de la Facultad D. Carlos Fernández de Casadevante Ramoní.
A continuación recogemos las palabras pronunciadas en dicho acto
por D.ª Esperanza Aguirre y por el Director de la Revista, D. Jesús Huer-
ta de Soto.

Palabras de la presidenta de la Comunidad de Madrid en el acto de


presentación de la revista Procesos de Mercado

Excmo. y Magfco. Sr. Rector de la Universidad Rey Juan Carlos,


Ilmo. Sr. Decano de la Facultad de Ciencias Jurídicas y Sociales de
la Universidad Rey Juan Carlos,
Sr. Director de la Revista Procesos de Mercado,
Sras. y Sres.,

El nacimiento de una revista científica es un acontecimiento inte-


lectual de primera magnitud. Especialmente si se trata de una revista
de Economía. Porque la Economía, como nos enseñó Ludwig von Mises,
es la principal representante, junto con el Derecho, de la metaciencia
que estudia la acción humana, y que también incluye a la Sociología, a
la Política, a la Psicología y a la Historia.
290 NOTICIAS

Todas ellas son ciencias que se ocupan de averiguar y de compren-


der las pautas generales del comportamiento humano ante diversas
situaciones. Y todas ellas se basan en dos sencillos axiomas: el prime-
ro, que las personas actuamos conscientemente para intentar reducir
nuestro malestar o nuestra insatisfacción con el estado de cosas que nos
rodea. Y el segundo, que somos capaces de comprender las acciones de
nuestros semejantes en la medida en que son seres humanos como no-
sotros.
Pero aquí acaba la sencillez. A toda ciencia se le exige capacidad de
predicción. Sin embargo, al contrario que en la Física o en la Astro-
nomía, predecir el comportamiento de todos nuestros semejantes, indi-
viduo por individuo, es tarea reservada exclusivamente a la divinidad.
Quienes, con su limitada inteligencia humana, lo han intentado en
el plano teórico, han tenido que reducir a las personas al papel de me-
ras «moléculas» de una masa social amorfa, pasiva y homogenea. Y
quienes, en el plano de la realidad, les han tomado al pie de la letra,
han provocado las mayores tragedias y catástrofes humanas.
Incluso la tarea de descubrir pautas muy generales de comporta-
miento, tanto a nivel individual como a nivel social, es uno de los retos
más difíciles a los que puede enfrentarse la inteligencia humana. Hayek
ya advirtió que las Ciencias Sociales en general, y la Economía en parti-
cular, debían conformarse con descubrir y consolidar las instituciones
que hacen posible el progreso y la vida en sociedad.
Pero ni siquiera es posible, en la inmensa mayoría de los casos,
descubrir las leyes que dan lugar a esas pautas mediante la reflexión o
la experimentacion. Porque desconocemos el origen, el alcance y el sen-
tido último de la inmensa mayoría de ellas. Por eso Hayek recomenda-
ba al científico social en general, y al economista en particular, tomar
siempre esas pautas o instituciones, por extrañas e irracionales que
parezcan, como un dato e intentar comprenderlas rastreando las razo-
nes de su nacimiento y de su evolución.
La razón de ese sabio consejo es que esas pautas o instituciones han
surgido de un proceso evolutivo, de prueba y error, que ha incorpora-
do millones de experiencias imposibles de reproducir una por una, si-
quiera mentalmente o con la ayuda de potentes ordenadores.
Por todo esto, como decía al principio, el nacimiento de una revista
científica de Economía es un acontecimiento intelectual de primera
magnitud. Porque el objeto de Procesos de Mercado es, precisamente, el
estudio de todas esas pautas e instituciones que hacen posible el pro-
greso y la vida en sociedad.
NOTICIAS 291

Sras. y Sres., quiero decirles que es para mí un honor y una gran sa-
tisfacción asistir al nacimiento de este proyecto intelectual, que nace
bajo los mejores auspicios. En primer lugar, Procesos de Mercado nace
con el apoyo y la colaboración de la Universidad Rey Juan Carlos. Es-
pecialmente de su Rector, D. Pedro González Trevijano, y del Decano
de la Facultad de Ciencias Jurídicas y Sociales, D. Carlos Fernández
Casadevante.
Creo que ambos pueden estar orgullosos y muy satisfechos de esta
gran contribución a la producción y difusión del pensamiento científi-
co-económico.
El director de Procesos de Mercado y alma mater de este proyecto, mi
querido y admirado amigo Jesús Huerta de Soto, es uno de los econo-
mistas más destacados de España. Los nombres que figuran en la lista
del Consejo Científico y del Consejo Asesor dan una idea del reconoci-
miento del Profesor Huerta de Soto por parte de la comunidad cientí-
fica.
Porque, maestro de economistas y de liberales, Jesús Huerta de Soto
es también una de las autoridades mundiales en la Escuela Austriaca
de Economía, la misma que fundaron Menger, Mises y Hayek. Da fe
de ello la larga lista de libros, de artículos y de conferencias que ha
escrito y pronunciado a lo largo de su brillante carrera.
Además, Procesos de Mercado está editada y distribuida por Unión
Editorial, la empresa que dirige Juan Marcos de la Fuente. Fue a través
de los libros de Juan Marcos, otro liberal, como conocí a los maestros
de la economía y del pensamiento que me convirtieron definitivamen-
te en lo que soy hoy: una liberal profundamente convencida. Y por ello
contará siempre con mi gratitud y mi reconocimiento a su excelente
labor de editor.
Acabo ya, Sras. y Sres. Sólo me queda desearles a todos los que han
hecho posible que este proyecto vea la luz, que Procesos de Mercado y la
Facultad de Ciencias Jurídicas y Sociales de la Universidad Rey Juan
Carlos se conviertan en referencias obligadas para todos los profesio-
nales y estudiosos de la Economía y las Ciencias Sociales. Estoy segura
de que el prestigio de su director y el alto nivel científico de sus cola-
boradores lo lograrán muy pronto.
Muchas gracias.
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Palabras de contestación del director de la Revista Procesos de Mer-


cado, profesor Dr. D. Jesús Huerta de Soto

Excma. Sra. Presidenta de la Comunidad Autónoma de Madrid


Excmo. Rector Magnífico de nuestra Universidad Rey Juan Carlos
Ilmo. Sr. Decano de la Facultad de Ciencias Jurídicas y Sociales que
nos acoge
Alumnos, Compañeros Profesores, Sras. y Sres.

En primer lugar querría agradecer a todos ustedes su presencia en


este acto universitario y, en especial, a las autoridades académicas y
políticas que hoy nos acompañan y le dan el máximo realce.
También les quiero indicar como Director y Fundador de la Revista
que hoy es para mí un día muy importante en el que se culmina y a la
vez nace un Proyecto que un grupo de investigadores españoles, y del
resto de Europa, veníamos acariciando desde hace años; a saber:
Crear una revista científica de economía, de gran calidad académica,
que pudiera servir como medio de publicación y foro aglutinador de
la denominada Escuela Austriaca de Economía, que tanta importancia está
adquiriendo en todo el mundo especialmente desde que Ludwig von
Mises falleciera en 1973 y Friedrich A. Hayek recibiera el premio Nóbel
de Economía hace ahora exactamente 30 años.
La Escuela Austriaca, en su versión moderna, surgió en Viena a
partir de 1871 de la mano de Carl Menger. Sin embargo, Menger en
realidad lo que hizo fue retomar una tradición mucho más antigua, que
había quedado relegada al olvido, la de nuestros Escolásticos del Siglo
de Oro español, por lo que sería mucho más apropiado denominar Es-
cuela Española a la Escuela Austriaca dado que ésta nació en la Uni-
versidad de Salamanca a partir del siglo XVI.
Los principales aspectos diferenciadores de esta corriente del pensa-
miento económico que pretendemos cultivar en la Revista son los si-
guientes: la Escuela Austriaca es una escuela muy humanista y multi-
disciplinar, que desarrolla sus aportaciones teóricas partiendo del ser
humano, es decir, de los hombres y mujeres tal y como son en reali-
dad, y por tanto, no centrándose en un estereotipo, especie de ser robo-
tizado, ese «homo economicus» maximizador de beneficios que es el
protagonista de los modelos matemáticos de las diferentes versiones
de la Escuela neoclásica (desde los neokeynesianos a los teóricos de
Chicago); según los austriacos el protagonista de todos los fenómenos
sociales es el empresario, entendido como el ser humano dotado de una
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innata capacidad, a la vez creativa y coordinadora, para descubrir los


fines que le merecen la pena y actuar para alcanzarlos; los austriacos
conciben la sociedad como un orden espontáneo, es decir, como un
proceso competitivo, que jamás se encuentra en equilibrio y que no
puede ser diseñado ni controlado centralizadamente por nadie (preci-
samente y para recoger esta idea esencial es por lo que hemos bautizado
a nuestra Revista con el nombre de Procesos de Mercado); finalmente, la
Escuela Austriaca es la Escuela liberal de Economía por antonomasia,
pues es la que mejor explica cómo la intervención del estado y la coac-
ción sobre la función empresarial, perturban gravemente el proceso
social de creatividad y coordinación. Luego el humanismo, la función
empresarial, la concepción dinámica del mercado y el liberalismo son
las cuatro notas diferenciadoras de la corriente de investigación eco-
nómica que pretendemos acoger en nuestra Revista.
«Procesos de Mercado» surge, pues, para cubrir una laguna o llenar
un vacío en el mundo académico de España y de Europa: y es que, no
existen revistas científicas de estándar elevado dedicadas a publicar
trabajos con el enfoque que acabamos de describir tan brevemente. A
partir de ahora, los investigadores dedicados a trabajar en la noble tradi-
ción de la Escuela Austriaca, y a impulsar su desarrollo e influencia
dispondrán en «Procesos de Mercado» de una revista científica de reco-
nocido prestigio y calidad académicos.
A este fin, y con el objetivo de alcanzar y superar los estándares de
calidad más elevados requeridos por las Agencias de Evaluación más
exigentes, nos pusimos en contacto con los 80 profesores de economía
que trabajan en 40 universidades europeas y que más interesados están
en la Escuela Austriaca, invitándoles a participar en el panel de evaluado-
res o «referees» anónimos de los artículos, y a formar parte del comité
científico de la Revista, siendo de resaltar el gran entusiasmo y apoyo
que hemos recibido de todos ellos (los cuales en cierto sentido, constitu-
yen la médula de la Escuela Austriaca que hoy en día trabaja en Europa).
Ahora bien, el proceso evaluador de cada original recibido, no sólo
se efectúa por 2 ó 3 especialistas cualificados que actúan como evalua-
dores anónimos, sino que tiene un objetivo fundamentalmente cons-
tructivo, es decir, jamás orientado a destruir, sino todo lo contrario, a
añadir valor a los trabajos que se reciben, estimulando a los autores para
mejorar y completar sus respectivos textos originales siempre que ello
sea preciso.
La estructura de «Procesos de Mercado» puede verse en su primer
número: un primer apartado de 4 ó 5 artículos originales, alguno de ellos
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incluso publicado en alguna otra lengua europea como el inglés, francés,


italiano o portugués. El enfoque de estos artículos es multidisciplinar: no
sólo se incluyen trabajos de análisis económico más abstracto, sino tam-
bién artículos de tipo histórico y economía aplicada que ilustren enfoques
teóricos, así como estudios de metodología, análisis del derecho y las ins-
tituciones e historia del pensamiento económico.
Un segundo apartado estará dedicado a las que hemos denominado
«Notas» o artículos más breves, sobre temas más puntuales o de tipo
polémico.
El tercer apartado incluye, bajo el encabezamiento de «Documen-
tos», pequeñas joyas de la literatura económica que hasta ahora no
habían sido publicadas en España. Y es que, la historia del pensamiento,
lejos del interés de curiosidad meramente arqueológica que tiene en el
campo de las ciencias naturales y tecnologías, es de importancia tras-
cendental en Economía Política, donde, muy posiblemente, la respuesta
a muchos interrogantes actuales ya puede haber sido pensada en el pa-
sado por teóricos hoy olvidados que es preciso sacar de nuevo a la luz.
Por último, una sección de Reseñas bibliográficas y Noticias acadé-
micas sobre la Escuela, pondrán fin al contenido de cada número de la
Revista.
Me gustaría terminar con unas palabras de agradecimiento a todos
aquellos que me han ayudado en mi andadura académica y que han
hecho posible convertir en realidad este proyecto. Concretamente debo
dejar constancia de mi agradecimiento a las siguientes personas:
A Luis Reig Albiol, a su fallecido hermano Joaquín y a los asistentes
a los seminarios que aquél organizaba los jueves por la tarde en su casa
hace ya 30 años, y en donde empecé a estudiar por primera vez la eco-
nomía de los procesos de mercado.
A Juan Marcos de la Fuente, Consejero Delegado de Unión Edito-
rial, y a los suscriptores de la misma que han hecho posible la publica-
ción de la Revista con una calidad tan elevada.
Mi agradecimiento también a la Facultad de Ciencias Jurídicas y
Sociales de la Universidad Rey Juan Carlos representada hoy aquí por
su Decano y Rector. La Universidad, no sólo está dotada de unas mag-
níficas instalaciones que ahora podremos visitar, sino que además está
sabiendo crear un entorno de estímulo intelectual, de docencia y de
investigación universitaria que ha superado con mucho todas las ex-
pectativas que tenía cuando llegué a esta Institución procedente de la
Universidad Complutense. Además, Enrique San Miguel, Director del
Servicio de Publicaciones, y Soledad Vicente Rosillo, Directora de la
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Biblioteca, ya están trabajando para distribuir la Revista a través del


Servicio de Intercambio Universitario. Esta iniciativa junta con la publi-
cación en internet de la Revista, pasado un plazo prudencial, aumen-
tará aún más la difusión de la misma.
Y, finalmente, mi agradecimiento a los veinte miembros del Conse-
jo Asesor de la Revista y en especial a los profesores de la Universidad
Rey Juan Carlos que están colaborando con la misma, a nuestro asesor
jurídico José Antonio Monterrubio, que se ocupó de todo el papeleo
administrativo de la Fundación, y sobre todo a los tres Subdirectores
profesores Óscar Vara, Ángel Rodríguez y Javier Aranzadi, así como a
nuestro Secretario General y Redactor Jefe profesor Miguel Ángel Alon-
so Neira. Su entusiasmo, juventud y espíritu de trabajo verdaderamente
universitario es nuestra principal esperanza y garantía de la continui-
dad y éxito en el futuro del proyecto editorial que hoy ha nacido. Mu-
chas gracias.

Lunes 21 de junio de 2004


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NORMAS PARA EL ENVÍO DE ORIGINALES

1. El original y dos copias de cada texto se enviarán a Procesos de Mercado:


Revista Europea de Economía Política, c/o Jesús Huerta de Soto, Facultad
de Ciencias Jurídicas y Sociales, Universidad Rey Juan Carlos, Campus de
Vicálvaro, P.º de los Artilleros, s/n, 28032 Madrid. O bien a la dirección
electrónica huertadesoto@dimasoft.es.

2. La extensión total de los trabajos no deberá exceder normalmente de 30 pá-


ginas (10.000 palabras) mecanografiadas a doble espacio, incluyendo cua-
dros, gráficos y referencias bibliográficas. Se agradecerá el envío de la
versión definitiva en soporte informático, preferentemente en formato Word
tanto para el texto como para los gráficos.

3 Cada texto deberá ir precedido de una página que contenga el título del tra-
bajo y el nombre del autor o autores, junto con su dirección y teléfono. En
página aparte se incluirá un breve resumen del trabajo de unas 150 pala-
bras en español y en inglés, así como las palabras clave y los respectivos
códigos del Journal of Economic Literature.

4. El texto y símbolos que se desee aparezcan en cursiva deberán ir en ese tipo


de letra o, en su defecto, subrayado.

5. Las referencias irán al final del artículo bajo el epígrafe Referencias biblio-
gráficas, ordenadas alfabéticamente por autores y de acuerdo con el siguien-
te orden: apellido y nombre (en minúsculas) del autor o autores, año de pu-
blicación (entre paréntesis y distinguiendo a, b, c, en caso de que el mismo
autor tenga más de una obra citada en el mismo año), título del artículo (entre
comillas), título de la revista a la que pertenece el artículo (en cursiva o su-
brayado), lugar de publicación (en caso de libro), editorial (en caso de li-
bro), número de la revista, y páginas (xx-yy, en caso de un artículo de re-
vista o de una contribución incluida en un libro).
Cuando se trate de artículos o libros traducidos y se cite de acuerdo con la
traducción, el año que debe seguir al nombre del autor será el de la edición
original, en tanto que el año de la versión traducida figurará en penúltimo lugar,
justo inmediatamente antes de la referencia a las páginas.

6. Las notas irán numeradas correlativamente y voladas sobre el texto, inclu-


yéndose su contenido a pie de página y a espacio sencillo.

7. Las referencias bibliográficas que aparezcan en el texto o en las notas de-


berán hacerse citando únicamente el apellido del autor o autores (en mi-
núsculas) y entre paréntesis el año y, en su caso, la letra que figure en las
Referencias bibliográficas, así como las páginas de la referencia.
8. Los cuadros y gráficos incluidos en el trabajo irán numerados correlativa-
mente y deberán ser originales, incluyendo además su título y fuente.

9. La Redacción de Procesos de Mercado acusará recibo de los originales a


vuelta de correo, y la Dirección, a la vista de los informes de los evaluadores,
resolverá sobre su publicación en un plazo no superior a seis meses desde
la recepción del original. Esta resolución podrá venir condicionada a la in-
troducción de modificaciones en el texto original.

10. Los trabajos remitidos a Procesos de Mercado no podrán haber sido publi-
cados o aceptados para su publicación en cualquier otro medio.
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Pº de los Artilleros, s/n
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Fax: 91 371 86 94
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