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Ramiro Pelliza
Ay (Primera parte)
1
Amaneció de noche. El cielo con la luna tan adentro. Pero, ¿acaso no era
demasiado temprano para la grisácea?
Vos, que para llegar hasta mi pecho, tuviste que atravesar mi espalda.
Por la parte que era ciego, también era sensible, libertadora de tu causa;
dolida por quejoso; requerida por vengativo; restauradora de ansias
ajenas; Ay, cansadita de siempre lo mismo.
Te juro que la luna no tiene entradas, pero cada día somos más los que
no podemos salirle. Y es que los ojos multiplícanse cuando uno sueña;
que de sueño no cumplido no hay retorno. Vos, soñadora, vos, sueñito.
¿Y este arnés que me sujeta por si me levanto? Dios, que enojarme sea
tan prolijo; eso no.
3
Hora pico del amor en que todos vuelven a mirarse el pecho hundido.
Hora pico en que se sale de la luna para esconderse entre los ojos. Hora
pico de respirar sin ganas todo junto.
Que te feliciten.
Que atestigües mal.
Que dilucidada seas, pero no por mí.
Que se te amedranten las perfecciones.
¿Ay?
5
Que te enumeren.
Que te nulen el por favor para romperme las ganas.
Que te den permiso para Dios, y que no te quiera ver, y que te sea la
salvación dada por encomienda, refrescante.
Pedacito de mí, que ya sos otra, ojalá que nunca hayas sido mía. Ay,
pero que no se puede tanto entre te quieros.
Hay un lugar del pecho que no es bueno. Ay –ahora por estar todo
protegido adentro de una lágrima.
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Tan bello. Tan hombre para tenerte. Pero tan poco hombre: tan Dios.
Todo él, precioso. Angosto por los lados que merece; ancho para
sorberte a sorbos. Imponente.
Pero qué más da. Si vos sos divino. Sos una querella de las demás
fealdades. Sos feliz sin culpa de abotonarte. Sos reacio a dar razones de
alegría. No sabés querer de más, porque es dañino; pero ni siquiera sabés
cómo querer menos. Sos un fachero.
Sos el montón de llanto que me destrona, por ser bello. Vos sos él o el
otro o el ajeno. Pero sos preferencia, diadema, insurrecto siempre pasivo;
dardo en cualquier centro. ¡Qué impacto el de ser tu cielo!
Intimidada, ¿qué es esa herida tan en desuso? ¿No sentís que corren
venas en lo subterráneo de la inconstancia? ¿No sentís que hay algo vivo,
que tiene boca para tantos?
Habré de creerte tanto, que rastrear estos azulejos será como tener de
víctima al destino.
Ayer vinieron a censarme el por qué de estar tan solo. Y se fueron sin
siquiera tomarse el jugo que les había servido. Para ellos también existe
un Ay de tener que hacer todo a las corridas. Que el jugo quedó sobre la
mesa esperando boca, eso es un hecho. Pero y lo hecho, hecho está.
Pero de tan callado, el tiempo se hizo mudo sin probarlo. De tan poco
que les hizo falta para darse cuenta, no hubo vaso lleno, más, sobre la
mesa. Ay, carencia, si supieras lo que es la falta, no vendrías tan seguido.
Pero la memoria le falla a lo que anochece.
Ay, amor, que sobrás en esta ausencia; que en esta soledad estás de más.
No te quiero para estar solo. Ay, que tanta luz es estar oscuro por dentro.
Pero ya está. Ya no repito más Ay. Porque tendrías que estar segura de
que la primavera tiene hojas en las raíces.
Mirame (Segunda parte)
1
Mirame. Que me vengo revolcando por el suelo. Que vengo solo a los
rastrones. Que vos podrías ser el cuerpo que le falta a mi arrastrarse.
Pero no. Porque es por vos por quien me arrastro. Y vendrías a eclipsar
mi amor por sumar tu cuerpo. Vendrías a transformar este revuelque en
una lujuria que no es mía, en algo compartido, que no quiero.
Este dolor que es mío, este dolor sos vos. Yo tengo las dos puntas de este
hilo, y vos la aguja. ¿De dónde me agarrás el ángel olvidado? ¿En dónde
me cosiste la aureola de estar vivo?
No. No quiero que estés viva. Porque viva, las cosas te tocan. Vos tenés
el alma que le hace cosquillitas a las cosas. Por eso te quiero muerta.
Para que nada más te mire. Yo te quiero muerta en el mundo para que las
cosas no te vean.
Por el lugar que te fuiste, quedó abierto el pecho; y ahora tengo un pecho
abierto en cada lugarcito que dejaste ido. ¿Te llevaste algo?
¿Renunciaste a lo ajeno? Tuve que dedicarme al transformismo para
hacerme tuya. Si supieras que la luna no me late. Si supieras que me
quedo a la intemperie. Que desde que te fuiste me han quedado los
refugios como horóscopos vencidos.
Nos conoceremos de otro plagio. Pero, aunque sea por una vez, ahorrate
el amor y mereceme el cuerpo. Mirame el compromiso.
Es que tengo los fantasmas llenos de noche y no hay luna. Tengo los
despertadores encendidos y no hay amanecer que me funcione. Amor, si
vos le donaras la carne al precipicio, volveríamos a tocarnos como todas
las metáforas del vuelo. Pero el precipicio sólo tiene la medida del que
no se arroja y lo mira. Y vos ya te tiraste, vos primera, siempre, porque
así funciona el chaucito, nos vimos.
¿No es capricho que me dejes? Pero si podés, al irte, entregate esta carta
y no la abras hasta que vuelvas.
7
Dejé lleno de cruces el lugar del calendario en donde espero. Pero tengo
un pacto con las puertas giratorias para no saber de qué lado es su
adentro. Yo sé que de algún lado estás más dolorosa. Que de algún lado
sos fantasma y del otro sos un pozo del que bebo, selectivamente.
Ay, que vuelve el Ay, y no te miro. Ay, que o te cegaste o fui reflejo de
un mirame.
O (Tercera parte)
1
Estoy corto de vida para entender por qué tu: o mejor me voy o no
quedarme para seguir sufriendo, pueden llegar a ser formas de decir que
no te llame. Yo no tengo acueductos para construirme una ciudad en otro
lago. Culinariamente dejo al mundo suplicando otro deseo.
Hay pegarle de rastrón a las palomas que abrieron tarde las alitas. Hay
pendencia entre los ojos por verte cerca o lejos.
¡Amor, por favor, que no tardes en llegar a él! ¡Enamorate! ¡Sé feliz!
¡Llegá temprano! Que vos, llegando, prometés estar de vuelta, algún día.
Anidé entre tus alas rotas. Para equivalente suspirar este aire solo fuiste
una donante de pulmones. Amor, que en este espacio sobra el aire y no
se llena a escupitajos.
Que por o no sentrite despreciada o que por saltarte etapas, seas de las
que se sienten abrazadas a ningún cuerpo.
Que por arrinconar las cuerdas contra el pecho, seas puesta en knock out
tras los vestigios.
Catalogaría las letras del abecedario por los usos que le doy a tu nombre
en el te quiero; y eso, lo juro, juraría.
7
Pero ya no puedo más con este debatirme insultos en el alma sin ponerle
nombres. Tengo cruzado los dedos sobre un espejismo que va en el
asiento de acompañante. Hay un incendio ya apagado sobre el que
bostezaba y me incendiaba. ¿Qué forma de escupir para arriba me puso
la otra mejilla? ¿Qué cachetazo me dio la espalda?
Melopeíta, si cualquier cisne canta es porque vos estás más viva. Que no
hay consuelo para el que o se entusiasma con el destino o el que se taja
las cintas con las que cierra los paquetes de regalos.
Costurera, sobre la alcoba no hay más regazo tuyo sobre el que llorar los
ojos que te buscan con la tenue luz de algún siglo sin lámparas.
Afiladorcita, que los cuchillos ya no tienen escépticos con los que
competir cuando falangean las balas cerca del cráneo.
¿A quién que viste y calza le diste besos en los pies cuando el relámpago
nos oscureció la casa por dentro? Pecho frío de siluetas. Mampostería
donde Dios derribó cada lamento. Pecho frío, abrigadita. Ya te cubrieron
el doler con sangre de querellas.
Fuego, corazón salvado. Hay cruces en cada uña que me queda larga y o
eso es malo y no tengo escapatoria, o estoy perdido subcutáneo entre mi
alma y para respirar no hay fotosíntesis si hacés oxígeno con otra planta.
O Ay, mirame que me estoy desvistiendo las uñas para respirar un rato
este tanto asfixio. O mirame el Ay, así tengas que cerrar los ojos para
que se abran los míos. Ay, que ni me creas, ni no tengas credo para
hacerlo.
Ni no (Cuarta parte)
1
Quise que te tocaras los hombros. O, en verdad, quise juntarlos para que
se tocara uno con el otro, para que se tocaran entre sí. Erudita de mi
sangre, me dejaste un arsenal de almas pidiéndome algo de cuerpo. Pero
suspiraste en cada espalda como si te abrazaran las armas de los débiles.
Así te fuiste, prejuiciosita.
No hay multitud de ojos que pueda verse los huesos. Ni no hay huesos en
los ojos. En los huesos no existen máscaras que miren para dentro. Y
chorrea la llama hasta que es vela derretida. El cuerpo tiene gravedad de
sobra. La gravedad es transparente e igual pesa. No como un río, pero
como ojos, en el horizonte hay curvas que vuelven por la espalda.
Amor, ¿no sentís que ya no hay saltos con garrocha para llegarme al
horizonte?
6
Rocío, preguntás por tu azul. Y te quedás sin cielo. Pero el cielo no tiene
puertas por donde podamos entrarle. Ni puerta alguna tiene por donde el
cielo salirse pueda. Porque es más cielo la luna que el cielo. Y es más
luna, mi soledad, que tu vida. En la madriguera del alma siempre hay
vecinos que odian que ausencias despierten temprano en tu nombre.
Yo fui el que preguntado fui pasado. El que del vierdes fue el primero en
llegar a otra mano. (De rodillas por la rima interna). Pero en esa otra
mano sólo había plantaciones de animales, con un Dios que no se dejaba
hacer el amor por los costados. (De rodillas). Y Dios, crucificado, sin
embargo.
Por mí.
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No, ni no. Ay, la sombra que me atestiguó en contra del alma. Dije que
te habías ido, pero el mirame tuvo ojos para dentro. Y me vi a mi mismo:
o no tuve forma de pedir perdón o te pedí demasiadas exhalaciones.
Sensatita, la palidez te costura el flagelo. Son mis labios los que babean
eso mismo.
2
Otros tienen la piel para adentro. Pero no tienen más que piel. Cirujano
plástico del alma, que embelleciste tanta soledad a silicona.
¿No ves que los ángeles prefirieron excrementar por el centro de sus
aureolas? Amor, ¿qué ángel de la guarda te cuida las promesas? Ya no
puedo hacer más cielos que esta luna. Ya no puedo dejar de hacer
gárgaras con los ojos. Llorar es tener dioses predispuestos a la fuga; es
tener amores que retornan como párpados abiertos con la luz solar
atravesando la pupila.
Ausente por donde se te mire; morir es un prejuicio que tanto nos gusta.
Si un solo labio sirviera para beso, cuánto beso tendría mío a cada rato.
Que los ángeles perturben tu caída. Que no tengas buenas noches, porque
trapos son los que se escurren alfileres en el alma.
5
(No se puede fracturar la sangre que me duele. No, que no quiero verla.)
Te lloré la eternidad;
pero vos estabas viva.
Tu infernal, y tu escampar
hace las estanterías.
Y quise que la rosa no tuviera beso para que no sintieran más el aire
vacío mis labios. Pero no se pudo. Hay un dolor de huecos por el aire
sin. ¿Quién me hace la segunda en el te extraño?
¿Y con más libertad tengo peces y cristales que sudan el cómo quedé yo?
No, ya lo dije, que no quiero verla.
Que quedó latiendo. Ahogado por el recién. Más ahogado que recién.
8
¡Habrase visto un regocijarse más falso que el tuyo, por decir que en tu
memoria sólo te besan los anónimos!
¡Habrase visto un final por donde arrancar un hilo del que no tejimos
nada juntos!
¡Habrase visto una lágrima después de otra, caer en orden para que no se
lastimen entre ellas!
10
¿Habré llegado hasta acá sin decirlo? Pero siempre es necesario más.
Más: te amo.