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Trastornado de luna

Ramiro Pelliza
Que (Primera parte)
1

¿Qué sangre por no haber sangre


me dejó latigazos adentro?

¡Que no se renuncie al clima!


¡Que no, no nos vomite lo eterno!

¿Qué puerta por no cerrarse


me dejó acá, sin lado de adentro?

¡Qué trastornado de luna!


Que lo fugaz es siempre lo eterno.
2

Pero si perdí mis labios


dentro de tu boca abierta;
y sólo encontré la muerte
en tu saliva desierta,

mas desierta del amor que buscaba


(pero repleta de granos de arena);
pero saliva de arena en mis labios,
y todo este sol, calor de mis venas,
¿cómo he de sacarme al cielo de encima
si no puedo verle una sola estrella?

Granos de arena que fueron;


que hoy me fragmenta las piernas.
¡Cómo andar en tu desierto
con esta boca reseca,

si los labios que coloqué en tu boca


son aureolas cargadas de arena?
3

Destrozada de cielo.
Descuajada en silencio.
Que si hay dos en nosotros,
jamás él sea nuestro.

Ey, Dios, que si existís,


sea por ellos.
Y que, si es por nosotros,
que sea cierto

que me amás bien distinto


de quien por desespero.
4

¿Para qué todavía las venas?


¿Acaso no habíamos decidido su desuso?
Si fuiste mala con el resto de mi sombra;
si me diste todas las estrellas para ver la noche,
¿por qué me quemaste con sol, la oscuridad?

¿Cuántas pruebas tendrá Dios para probar su existencia?

Si cruzado de piernas no puedo


descruzarme de lo que ya fue hecho.

Tengo fragmentos de luna corriéndome por la sangre.


¿Acaso será mi sangre, el cielo?
¿Acaso si muerta fueras, vendrías a mi altura de venas?

¡Que ya no quiero cenizas de fénix!


Que ya no quiero…
¡Que quiero estrenar tus venas!
5

Vos, castigada con nubes,


¿sabés que se sube al cielo
con balazos y cuchillos
por el lado que va adentro;
que al amor se lo disfraza
con las formas del acero?
Cuchillo, disfraz de sangre,
me sabotea en el pecho.

¿Y por qué nunca se cansa


de ser tan azul el cielo,
si los ojos que miraba
dejáronme sin adentro?

¿Por qué ahora, todavía,


con estos ojos abiertos,
si párpados que no olvido
olvidáronse su peso,
por qué ahora, todavía
sigo mirando ese trueno
que me arrastra los dos ojos
descalzos, mis pies de cielo?

¿De qué lado de amar se ama


sin ser jamás un confeso?

¿Acaso no eligió Dios


dejar a su hijo, allí, muerto
en una cruz de madera,
en un monte, para verlo?

¿Por qué yo debiera acaso


prohibirme, amor, tu acecho,
si cuando besé tu boca
aún la cruz era el cielo?
6

Andaste sol, mas turbulencia ¿cuál


de todas ellas
hubieras preferido de anfitriona?

Telgopor en cada vez,


llanura sin suerte que te raspa las montañas
de entremedio.
Un temblor, vagido, tanto
hasta hacerse chiquitito. Linda, tu gutura;

franelear es abrir el diccionario en cualquier letra,


escribirse el codo que la página borra:
franeleo de diademas,

de tiaras bien tirantes en lo crespo.

Resucita por conveniencia toda carne,


en silencio
todavía escúchase que nace.

En cualquier rincón del mundo


se patea un penal que pasa por encima del travesaño
e igualmente es gol.

Pero andaste. Por quedar siempre mal pasada. A todo esto,


tu amor es Dios creando los gerundios.

Que haciéndolos te aclares.


7

Que anduviste,
como si no supiera.
8

Pero si la mejilla se moja,


la mejilla es ojo.
Y juro que lloré por cada órgano
que no tenía lagrimales.

Placenta que me corta oxígeno en donde respiro.


Tu luna es más grande que el tajo de mis venas.

Que amanecerá sangre.


9

Azul es el cielo, madre,


porque tiene las costillas afuera.
Y adentro del cielo hay sangre
por haberse muerto aquel Dios que no era.

El cielo, boca de mudos


abierta;
que no hay refugio en el cielo,
no le queda testimonio de tierra.
10

El cielo en el lugar de siempre


¿o es mentira?

¿Acaso tu amor tiene todo ya sembrado?

Papel secante, ¿quién olvida lo seco, tu secado?

Que haya ruinas en tu amor, y cielo


habrá en el mismo lugar que antes.

Pero Jesús tiene un Padre en cada estigma


astillado.
Ojalá (Segunda parte)
1

Duele como sangre de un árbol.

¡Qué feo ser flora y morirse de fauna!

Ojalá me desmaye
sin ser visto
detrás de los ojos que te parpadean.
2

Cuando se ama, sólo existe una sola pregunta:


¿es posible destrozar las estaciones?

Lo que pasa
es que cuando te amo, solamente
yo despierto.

Amar es atragantarse con Dios en el ramo que pensaba regalarte.

Ojalá que cuando amanezcas


seas Dios
y vivas en mi garganta,

para poder decir te amo


a gargajos.
3

Tu ángel de la guarda tiene celos


de que pueda yo cuidarte
algún día.

Ojalá que se aleje de vos


y que te cuide mal.
4

¿No estará roto el cielo,


ya que podemos verlo?
¿No tendrá las astillas
de algún ángel sin vuelo?

Ojalá que vos seas


cada cosa que vuelve,
con el cielo partido,
todo ciego en la frente.
5

¿No ves que está el sol


encendido en fuego?
¿No ves que está todo
en llamas su centro?

¿Qué habrá visto el sol


para arder entero?
¿Por qué Dios, la hoguera,
es sol de flagelos?

¿Por qué si no llama,


la luna es destellos
de fuego eclipsado
crispándome el pecho?

¿Por qué es esta luna


una hoguera, celos,
donde hasta el sol arde
pero nunca muero?

Ojalá revivan,
¡revivan los muertos!;
cuando seas Dios,
no te inventen fuego.
6

Maratón no he corrido otra, Dios,


que la de mi sangre desvelada.
Y aunque quise llegar a tus venas,
llegué tarde a la cruz.

¿Habrá un pocillo en el alma para las cenizas del fénix


que no resucita?
¿Habrá un silencio que no puedas callar
con tu imperio de alas?

Rendite, Dios. Mi altar es grande


pero la casa es chica para que te sigas ocultando.
Ojalá sepas iniciar
una conversación sin llamas.
7

Flores paridas por rayos.


Ojalá no se oiga el trueno.
La llama, contracción de hombre.
Hoguera es Dios en el centro.

Juntos, tacto con madera,


asegúranse el infierno.
Dios es espíritu en llamas;
infierno, el Hijo naciendo.

Y Madre María, abierta,


pare una llama de fuego.
Jesús, esperma de Padre;
José se castró sus cielos.

Que resucitar no sea


parir un vientre desierto.
8

Hostígame en la sangre.
Y ojalá que cada cosa cruel sea tú que vuelves.

¿Tú? Afectado de haber ido a buscar tu sangre.


¿Retornado herida?

Ojalá encuentre la soledad frustrada


y seas tú
en lo fondo.
9

Tus plumas son carne de ala:


¡que te desplumes!

A mí me pesa el continente de ángeles que se desvisten


ante los ojos de Dios.
Pero la carne es tan alada cuando vuela
que no puedo acostumbrarme a estarte cerca.

Ojalá que todo tenga incendios


en el lugar de la espalda que airea.
10

Te vi el lugar oscuro en brillantina;


brillante ojos de otro,
son pestañas.

Ojalá vuelva el azul del cielo a que termines


con lo que se desmaya del árbol
en las alas.
Heme aquí (Tercera parte)
1

Heme aquí, despierto desperdicio.


Que cuando alada fuiste, de mí volaron huesos

en detrimento mío,
en consonancia tuya;
huesos alados
y alas fracturadas con tus besos.

No hay retiro de este centro: heme aquí


sentido, mas con el latir hecho de carnes tuyas.
.
2

Todo el cuerpo alado (hasta los huesos)


gasta alas
en este intento bobo
de salir al vuelo.

Todo el cuerpo alado


pero subterráneo el vuelo que me espera.
Volando hiciste fuga de mis alas

y por volar despacio la sangre se me hizo castigo.

Heme aquí sencillamente cauto:


ser alado
y usar paracaídas.
3

Heme aquí entre tus ojeras, bendita.


Pero tus ojeras no tienen alas,
ya volaron.

Cuando vuela el dolor, dolorido


queda el hueco que ha dejado de ser nido.

Tendría que pedirte perdón


por cada rima interna que me arranca
del insomnio.

No me dejes dormir aunque heme aquí escondido


entre
las alas.
4

Alas por la mitad: heme aquí en vuelo trunco,


en frustración lo que con alas quiere huirse.
Todo hecho de piernas, yo, amor;
y toda hecha de ángel, volarás, seguro.

¿Pero con qué miembros seré capaz de acechar las plumas


que cortaste?
Ni Dios puede pesar el peso de este paso.
¡Alas para los que estamos enterrados! ¡Ojos

para los que ya vimos demasiado


por tu vista!

Heme aquí, seguro, que no a salvo;


pero también en el cielo.
5

No, angelito. Los pétalos de las flores no son alas tuyas.

Cada gota de lluvia es un pequeño ángel que vuela hacia la tierra.


Fantasma de su ala atropellada en agua; es todo beso
tu latido que aletea.

¿Funciona? Como agua, como lencería erótica,


como fastidio de verte en cada tormenta:

hasta el relámpago tiene plumas de ángel. Pero ya no las flores.


Y heme aquí en el pétalo vendado de rocío.
6

Te empuñaron mal el alma.


Y te agarré, filosa.
Que mi alma sos, desenvainada.

Heme aquí
a un paso del cielo. Pero entre el paso
y la llegada
solamente, el Paraíso.
7

Estás llena de sangre, mas yo muero.


En celo, sangre llevás, y heme aquí.
Tu adiós, el cuchillo, es único, entero;
abre tus venas y me duele a mí.

Del amor ido en el que desespero,


cuchillo es carne, si tu carne, fin.
Tenés lejano el beso que te di.
Y estás llena de sangre, más yo muero:

así.
8

Madre, no te va a nacer otro hijo de las sombras,


no va a sentir amor en los costados como si Dios estuviese clavándole
las lanzas
que se quita.

Padre, no tendrás que amamantar los sueños,


no habrá Hijo, ni Trinidad, ni nada. Van a rezar las flores
en lugar de tener primavera.
Pero no va a nacer otro hijo de las sombras.

¡No! ¡No va a nacer otro hijo de las sombras!


y ahora,

heme aquí
queriendo dar a luz.
9

Mi cuerpo
tocó mï alma
que tiene
sus penas tantas,
y duele
por los dolores
el cuerpo
tocado de alma.

¿Sabías,
la noche canta?
¿Sabías,
canta sembrada?
Aquí,
heme aquí en esta
la noche
con tanas ansias
de un cuerpo
sin ningún alma.
10

Las raíces, de los árboles,


contacto con la tierra, ellas son.
La cúpula, ramas solas,
raíces del cielo, sin intención.

Frondosa es el alma sola.


¿Quién es el que toca mi corazón?
Heme aquí, anudado al cielo.
Yo solo, tan deshojado de Dios.
Pero (Cuarta parte)
1

Pero si perdí mis labios

(pero repleta de granos de arena);


pero saliva de arena en mis labios;
2

Tu cielo, fantasma de carne;


agujero de nube, pecho;
luz de flor, un entierro de ojos;
y mi amor es tan simple, pero

si el cielo tuviese sus nubes;


fantasmeasen agujeros;
si pétalos cerraran ojos,
amor, sería el simple pero.
3

¡Si todo está roto,


por qué nada grita?
La luna en su asomo,
¿a quién necesita?

—¿Escuchan los ecos sonoros?


—¡Pero que nadie los repita!
4

Relámpago envenenado con sangre;


hacia los rayos la sangre me llevo;
dentro, sin alas, el ángel me duele;
tan malo, como mutismo de trueno.
5

Tus ojos no son la noche;


son lo que queda sin alba.
Amor, te pregunto, amor,
¿por qué me lo preguntabas?

Si cuesta entender a Dios,


más me complican tus ojos,
mirarlos, tan chicos; nada
puede achicar mis despojos.

Amor, lo juro por vos,


aunque me cueste el secreto:
amar es llegar a Dios
por un camino indirecto.

Pero si no voy por agua


y empiezo un nado de cielo,
¿me verán tus ojos de alba
en esta noche en que espero?
6

Nadar no es estar volando.


El agua, tampoco, es cielo.
Llegar a Dios es ahogo
pero con manos al cuello.
7

Herejía es haber inventado


un Dios de amor cuando yo te amaba.
Nublado de ángeles, así miro,
para nublar tu lugar de espada.

Pero Dios me descubre la herida


como si allí te buscara,
porque siempre intentará volver
a ser la nube mirada.

Si fueras triste verías


la luna que olvidó la bandada.
Dios con su carne de estigmas
y a cuestas su cruz crucificada

no es más que otro llanto, trizas


de la Virgen sin estaca.
8

Dios, es tan oscuro el cielo,


no le hagas lo mismo al agua

que sin noche lunar, bien puede


ahogar el amor de amada.

Dios, es por ella que bebo;


y que por Vos, Dios, ya nada;

si ahogarme es tocarte el cielo,


prefiero ahogarme en mi amada,

aunque me cueste el Infierno.


—Acá, corazón, amada,

ahogado con fuego ardiente;


¿Infierno es el morir en agua?

Pero Dios, carne en la hoguera;


en el fuego, piel de brasas;

con nombre de santo, herejía.


Resucitar, llegarte, amada.
9

Pero es lado de adentro


cuando descansa el viento.
Todo es color de afuera
cuando la primavera.

Es amar desconciertos
cuando se ama de veras.
Yo amaré tu desierto
como exilio de venas.
10

Duele tocar todo el mundo


con el rozar de sus yemas.
Si recupero las manos,
¿recuperaré mis venas?

No importa, porque yo quiero


tocar el mundo, como ella;
mis manos se harán calvarios
de espinas, o enredaderas

de venas con nombres que


no serán nunca cualquiera.
Duele tocar todo el mundo,
pero yo toco con ella.
Tan (Quinta parte)
1

No son horas de morir en el cielo.


No, antojadiza sombra, vendrá a nuestra parte sin terreno.
El alma es un desperdicio de trueno.

Si llegar a Dios es tocar al amor, que se masturbe Dios


con todo mi infierno.

Si te amo 
es porque me dejaron colorido
y también ciego.

Tan ciego.
2

Llegar a Dios es equivocar el rumbo.


Y fui tan alto, tan alto
que le di a la caza alcance.
3

Por este enroque el cielo es todo mío;


entierro de aire, mi volar sin cuerpo,
volar sin alas, ¿sobre quién me acuerpo
para que el alma no se entierre en frío?

Me pertenece un dolor que no es mío


por llevarte sobre el alma, no en cuerpo.
¿Por qué si pongo amor donde me acuerpo
quedo entregado a quemarme con frío?

Renuncian las cosas a ser tocadas


con el alma; las quema mi suspiro
por no tener las alas atrapadas

en la hoguera, por pira yo me piro.


Ya no se siente ni dolor ni nada,
si es tan liviana el agua donde expiro.
4

¿De quién la gloria de vivir, si tan


difícil es seguir en aire algún
camino? Estamos destinados a un
destino, igual a donde pies están.

Si todos los que vuelven no se irán,


resucitar en cuerpo, estar a pun-
to de vivir es, en lo más profun-
do, donde la luz oscura, un imán

de la otra luz, es una sombra más.


Y no estaré ya más tranquilo así
donde el amor sólo enciende con las

luces que están adentro, sólo si


yo renuncio a quemarme toda faz;
la beso con los labios y sin mí.
5

Habrán de sacarme muerta, la vida;


la tan preciada, ella, la tan distinta:
tendrán que sacarla bien, bien extinta
a la mujer que amo. O que, mejor, pida

perdón por esconderse en mi escondida.


Sólo de ella es esta cuenta, y la tinta
que resbala, que patina y me encinta.
¿De quién se esconde, si ella es la temida?

Apócrifo hueco; de ella, la guarida,


de mí, el dolor, donde yo solo cuento;
¿por qué se esconde, en mi pecho, mi herida?

Escondida entre sangre, hueco sangriento,


ojalá fueses San Juan, ojalá ida,
para que no duela, el pecho, en alientos.
6

Tan cerca del cielo no está la luna.


Si es de noche, la luna es todo el cielo.
¿Quién aguanta bautizarse a flagelos,
si al nacer, Dios es nuestra única cuna?

¿Cómo no temerle a la hoguera, a una


llama del sol, un rayo, si es mi duelo,
estar quemado, tendido en el suelo,
y el duelo de Dios, mi adorar la luna?

Incendio que quiero, hoguera de amor,


fin de Dios, inquisición, mas sin fuego:
principio de vos, ahogo en calor.

La luna de noche es cielo, mas luego


no hoguera, de día, sí ahogo. ¡Por
favor!, esta luna, ¿es Dios o es mi fuego?
7

Si mis ojos, por abiertos los tuyos,


no puedo cerrarlos, ¿cómo llegar
a la noche, sin inferir al mar?
Amor, si no me alcanza tu amor, me huyo.

En el amor, Ay, me crecieron yuyos.


¿Y cómo podré, tan seguro, amar
a un ángel con ala, mas no con par?
Sangre, te siento como un pedregullo.

¿Lo atado en el cielo no desatar


en la tierra, porque cuesta el orgullo?
Con el cielo, en tierra, no sé lidiar.

Pero esta soga al cuello es un chamuyo;


Dios no desata el suicidio. Al estar
por morir, ¿a quién, en verdad, destruyo?
8

Si yo te amo por habitar en sombra,


ser cuerpo, mi vida, y saber que tu alma
se encuentra detrás, entonces hay calma.
Pero esperá, ¿quién, ahora, te nombra?

Ay, Dios, si tu Verbo crea, me escombra;


tocada, ella, por Tu Palabra; su alma
está viva en Vos, mas muerta en mí. —¡Calma,
corazón, que Dios también es solombra!

Si Palabra de Dios, crea la forma;


amor de mi cuerpo te toca el alma
y con sólo tocarla, te trasnombra:

te forja tan Dios, te transforma en mi horma;


me entrega a tu amor, me reposa en calma;
y al fin del Cielo, de Dios, me descombra.
9

¡Qué montón de azul te cuelga en la mano!


¿Mataste al Cielo, heriste al Ángel, hiciste
algo, acaso, para lo que naciste,
o enterraste el puñal, bien, así, en vano?

Tan oscuro quedó mi amor, tirano.


¿Cómo es que hasta el horizonte te fuiste;
cómo es que llegaste y, con mi amor, diste?
No mataste a Dios; y ahora, yo insano,

yo triste, yo loco, muerto, yo todo,


tengo que empezar a reencarnarla
en puñal lleno de sangriento lodo.

¿En tu cuerpo, tu puñal, cómo amarla,


si ahora, toda ella, te ama a tu modo?
Mejor terminar, vida. ¡A terminarla!
10

Cara a cara, con último latido,


postrer dolor y el último sonido.
¿Estoy enamorado o fui vencido?
¿Soy yo, soy Dios, soy loco o poseído?:

este sin sentido, ¿y la vida, un sueño?;


el ángel que ha partido, ¿y yo sin dueño?;
¿a quién le pido?; ¿y a quién yo desdeño?
¿Cuándo es que ella se ha ido? ¿y yo no enseño

la herida que empeño por sacrificio?


Dolor de alma es el cuerpo en precipicio;
dolor de cuerpo es el alma en auspicio

de quedar sola, vencida por besos


en boca de otro: mi sequedad de huesos.
Así es que, Dios, yo vuelvo a ser confeso.

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