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El documento describe cómo, durante una hambruna en México después de la revolución, las minas locales traían alimentos para las familias de los mineros. Inicialmente, las mujeres embarazadas tenían prioridad para recibir los alimentos. Sin embargo, los administradores notaron que la fila de las mujeres embarazadas estaba creciendo, por lo que comenzaron a revisarlas y descubrieron que algunas mujeres se habían atado panzas falsas de trapo para hacerse pasar por embarazadas y recibir comida. Desde entonces, todas las mujeres
El documento describe cómo, durante una hambruna en México después de la revolución, las minas locales traían alimentos para las familias de los mineros. Inicialmente, las mujeres embarazadas tenían prioridad para recibir los alimentos. Sin embargo, los administradores notaron que la fila de las mujeres embarazadas estaba creciendo, por lo que comenzaron a revisarlas y descubrieron que algunas mujeres se habían atado panzas falsas de trapo para hacerse pasar por embarazadas y recibir comida. Desde entonces, todas las mujeres
El documento describe cómo, durante una hambruna en México después de la revolución, las minas locales traían alimentos para las familias de los mineros. Inicialmente, las mujeres embarazadas tenían prioridad para recibir los alimentos. Sin embargo, los administradores notaron que la fila de las mujeres embarazadas estaba creciendo, por lo que comenzaron a revisarlas y descubrieron que algunas mujeres se habían atado panzas falsas de trapo para hacerse pasar por embarazadas y recibir comida. Desde entonces, todas las mujeres
Al terminar el movimiento revolucionario de México, la población se
enfrentó a un grave problema, los campos agrícolas habías sido devastados, los caballos compactaron el suelo y no se podía cultivar nada, la gente podría tener dinero pero no había alimentos para comprar, así que una fuerte hambruna reinaba en casi todo el país. El Real del Oro, lugar en donde vivía mi abue Sofi no fue la excepción pero al ser una zona minera los administradores de las minas que en su mayoría eran de origen francés y algunos españoles buscaron la forma de llevar provisiones a las familias de sus empleados. Cada semana llegaba un cargamento con maíz, frijol, arroz y otros productos alimentarios que eran repartidos a las familias de los mineros. En ese entonces mi abuelita era aún una niña, había quedado huérfana y vivía con unos tíos y otros primos que tampoco tenían padres; su tío trabajaba en una de las minas del pueblo así que resultaban beneficiados, por lo que cada semana iban al pueblo a recibir su dotación de alimentos. Cuenta mi abuelita que inicialmente se hacían dos filas: la de los familiares de los mineros que tenían prioridad y otra en la que se formaba la gente del pueblo esperando que se repartieran las talegas que sobraban. Entre esas personas había mujeres que estaban embarazadas y que en ocasiones por estar de pie y en el rayo del sol sufrían desmayos, ante tal situación los administradores de las minas decidieron hacer una tercera fila en la que se formarían sólo las mujeres que se encontraban “en estado” para darles prioridad y así evitar situaciones lamentables. Inicialmente esta medida funciono muy bien, sin embargo pasadas dos o tres semanas los administradores se percataron de que la fila de las embarazadas era cada vez más larga, sospechando que algo turbio pasaba, tomaron la determinación de hacerlas pasar una por una a un cuarto en donde un par de mujeres las revisaban y cual habrá sido su sorpresa al ver que las mujeres salían ya sin panza. Aquellas mujeres se habían hecho panzas postizas amarrándose al vientre un rebozo que rellenaban con trapos, papeles o incluso hojas de maíz para simular su embarazo. Desde aquel día cada señora que se encontraba en la fila debía ser revisada para evitar que las “panzas de trapo” como les llamarón se aprovecharan.