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Así que fue a Akanuma; y ahí, al acercarse a la orilla del río, vio a la hembra
oshidori nadando sola. En ese instante el ave reconoció a Sonjo; pero en lugar de escaparse
volando, nadó derecho hacía él, viéndolo con mirada torva y fija. De pronto, con el pico,
desgarró su propio cuerpo y murió ante los ojos del cazador…
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N. del A. Desde la antigüedad, en el Lejano Oriente, estas aves se consideran emblema del afecto conyugal.
2
¡A la llegada del crepúsculo / a regresar junto a mí lo invité!/ ¡Mas ahora dormiré sola / a la sombra de los
juncos de Akanuma! / ¡Ay! ¡Desdicha inexpresable!