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Campo literario

Paulo Jaime Lampreia Costa*


Traducción al español: Dante A. J. Peralta**

El territorio en el que una determinada actividad ocurre o en el que emergen


ciertos fenómenos, de naturaleza muy diversa, es nombrado frecuentemente
con categorías como contexto (social), background, medio (literario, artístico,
etcétera), campo. En un abordaje etimológico convencional, la palabra cam-
po –del latín campus– designaría, en lenguaje común, un espacio geográfico
abierto, habitualmente plano, con diversas funcionalidades, entre las que se
destacarían la agrícola o la militar. Como veremos, el término campo y, en
este caso particular, campo literario, se entiende, según lo conceptualiza Pie-
rre Bourdieu (1991) utilizando una terminología proveniente de la actividad
económica e industrial, como un espacio más próximo a la imagen de “cam-
po de fuerzas”. Bourdieu considera que la caracterización de un determinado
espacio a partir de lo que serían las “teorías puras” de los intelectuales (que,
por ejemplo, ignoran condicionantes materiales o intereses económicos) no
puede dejar de lado que esas teorías se vinculan a causas o razones “impuras”,
no pocas veces oscuras. Para volver evidente ese contraste, recurre provocati-
vamente a términos como capital, oferta, demanda.
Ya antes, Émile Durkheim –aunque situado en un paradigma positivista y
con la intención de afirmar la legitimidad de las ciencias humanas y sociales,
en particular de la sociología– se refiere a la realidad social como un conjunto
de relaciones invisibles que forman un espacio de posiciones relativas, defi-
nidas por la proximidad, la distancia, la vecindad. Pierre Bourdieu concibe la

* Universidad de Évora.
** Universidad Nacional de General Sarmiento.
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noción de campo de modo diferente, en buena medida como respuesta a un


estructuralismo en el que el aspecto diacrónico está ausente en la explicación
de los fenómenos y en el que tampoco la historia de la formación de los “valo-
res constituidos” tiene lugar. Bourdieu no considera el aparato científico del
estructuralismo –que tiene apariencia de ciencia literaria, comparable en ese
sentido con las llamadas ciencias empíricas– como incompatible con la histo-
ria, pero sí como limitado, volcado al análisis sincrónico, alejado del aspecto
diacrónico, por lo cual, ese tipo de análisis no puede explicar la historia de
la constitución de sus propios valores. Los factores sociales, políticos y eco-
nómicos no pueden ser desligados del análisis de los fenómenos, aunque no
puedan ser considerados como intrínsecamente determinantes.
El concepto de campo literario intenta integrar las determinaciones socioló-
gicas del valor de la obra de arte, en función de una dinámica interna del pro-
pio ámbito literario. Al mismo tiempo, busca explicar ese valor, dando cuenta
de aquello que se simboliza en su producción y en su creencia. El campo se
presenta así como un espacio en el que están en juego tres tipos de capital:
económico, cultural y simbólico. Este último, el capital simbólico, deriva de la
legitimación que obtengan los otros dos por parte de los agentes sociales y no
por imposición. Los mecanismos que determinan la incorporación inconsciente
en los agentes de una necesidad social prescripta por el campo, así como de
las reglas que producen la estrategia adecuada en cada momento, se denomi-
nan habitus. El juego social por el cual el habitus se establece no evidencia, de
forma explícita, las condiciones para que los agentes calculen racionalmente
su actuación en cada momento: ellos hacen aquello que se espera que hagan,
aquello que, en alguna medida, deben hacer. Ni las reglas ni su racionalidad
son cuestionadas. La creencia deriva de una adhesión colectiva al juego, que
al mismo tiempo es causa y efecto de la existencia misma del juego.
El campo es, así, autónomo en lo que se refiere a las reglas, a la identifi-
cación de los bienes escasos y de los intereses propios definidos por la lógica
del juego. Autónomo, el campo se presenta como un espacio en cuyo seno la
escasez del tipo de capital en juego es generadora de fuerzas que, a su vez,
actuarán sobre sus integrantes, según las posiciones que estos ocupen y se-
gún la forma en que compitan para conseguir ocupar, mantener o transformar
esas posiciones. Así, además de autónomo, el campo es dinámico en el plano
diacrónico. El campo literario es, en suma, una red de relaciones establecidas
entre posiciones definidas por el capital simbólico.
En el campo literario podemos encontrar principios internos y externos
de jerarquización de las posiciones. Los internos, de naturaleza autónoma,
organizan las posiciones en función de aquello que podríamos llamar “inte-
reses puros”, dado que los criterios de legitimación serían de reconocimiento
interno, de pares, es decir, de quienes son del mismo oficio. Así se manifiesta
el polo de la producción restringida, caracterizado por un elevado grado de
crédito simbólico; tanto los destinatarios como los competidores son sobre
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todo los otros productores, en este caso, los otros escritores. Los principios de
jerarquización externa serían, en cambio, de naturaleza heterónoma.
Así, el campo tendería a estar organizado en función de intereses análogos
a los de los campos político y/o económico, y vigentes en el campo del poder,
en sentido más amplio. Cuando estos principios actúan en el campo literario,
las posiciones se jerarquizan según factores como el éxito comercial y/o la
notoriedad pública. Estaríamos aquí en presencia del polo de la gran produc-
ción, asentado en una lógica de reconocimiento público mensurable a través
de índices comerciales u otros que puedan conferir la notoriedad social o pú-
blica. Las posiciones innovadoras, vanguardistas, heterodoxas, emergen en
el campo literario de forma desinteresada, en el sentido de desvinculada de
cualquier interés o expectativa de ganancia económica. El grado de condicio-
namiento que los campos políticos y económicos ejercen sobre la generalidad
de los campos culturales y, en este caso, sobre el artístico, es lo que determina
el grado de autonomía de este último. La autonomía del campo literario fluc-
túa así en función del dominio que el principio de jerarquización interna tie-
ne sobre el principio de jerarquización externa. En el campo de la producción
cultural podemos considerar que las ganancias económicas crecerán a medida
que se pasa del polo autónomo (arte puro) al heterónomo (arte comercial).
Para Bourdieu (1991), la lucha por el monopolio del modo de producción
legítima asume indefectiblemente la forma de un conflicto de definición de
los límites del campo en el que cada uno intenta imponer aquellos más favo-
rables a sus intereses, o sea, se trata de la definición de las condiciones para
la verdadera pertenencia al campo. La mediación será el proceso por el cual
son afectadas las relaciones de fuerza en el seno del campo. Por ejemplo, el
crecimiento del número de productores (escritores) puede ser considerado
como una mediación: el simple aumento del número de los recién llegados,
así como su calidad social, provoca grandes alteraciones en el campo por la
introducción de innovaciones en diversos planos, como los propios productos
y las técnicas de producción.

Puesta en análisis

Intentaremos ahora presentar algunos ejemplos de cómo las categorías


asociadas al tratamiento que hicimos en el parágrafo anterior pueden ser vi-
sibles en situaciones concretas.
Tomaremos como ejemplo, en diversos matices el proceso de constitución
del canon literario [VER, p. 173], sobre todo en su articulación con la educación
institucionalizada / escolarizada. Por un lado, el proceso de constitución del
canon es, antes que nada, un proceso de validación, desde alguna instancia, de
unos textos en detrimento de otros. Volverse canónico será, en gran medida, el
acceso del texto a un determinado valor, a un determinado capital simbólico.
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Así, retomamos la idea de que el campo se presenta como espacio en el cual


la escasez del tipo de capital en juego es generadora de fuerzas que actuarán
sobre los agentes y sus posiciones. Harold Bloom (1995), al publicar una de
sus obras más discutidas, The Western Canon: The Books and School of the Ages
(El canon occidental: los libros y la escuela de todas las épocas), presentando los
criterios que justificarían la supervivencia de unos textos y el debilitamiento
de otros en la tradición, produce un discurso que legitima el valor de los tex-
tos y que contribuye, en gran medida, al aumento de la autonomía del campo
literario, dado que estamos ante principios de jerarquización interna de las
posiciones en el seno del campo. Estas posiciones son organizadas en función
de criterios de validación en el ámbito del reconocimiento interno; aunque
no se trata de un reconocimiento entre pares en sentido estricto, el autor se
mueve en el campo de aquellos que no están ligados ni al mercado editorial
ni a otras instancias que puedan, en alguna medida, estar vinculadas a cual-
quier interés o expectativa de ganancia económica. El polo de la producción
restringida domina, en este caso, el de la gran producción masificada. Dicho
de otro modo, el arte comercial no se sobrepone al arte puro. Ese movimiento
es reforzado por la publicación de otra obra del mismo autor (Bloom, 2002):
Genius - a mosaic of one hundred exemplary creative minds (Genios: un mosaico
de cien mentes creativas y ejemplares). El autor se asume como crítico literario
y, en esa calidad, explora las relaciones entre la literatura y la cábala, explici-
tando, en el prefacio, que no lo hace tomando en consideración las determi-
naciones historicistas o las presiones económicas, sociales o culturales.
Independientemente de nuestro acuerdo o desacuerdo con el abordaje que
Bloom hace del proceso de canonización, nos parece evidente que no estamos
en presencia de principios de jerarquización externa, de naturaleza heteró-
noma, de las posiciones en el campo y, por eso, no estaríamos en el polo de la
gran producción, asentada en una lógica de reconocimiento público medible
a través de índices comerciales u otros. Ejemplos de esta situación serían, en
un plano más restringido, la respuesta del mercado editorial a las determi-
naciones en términos de lectura obligatoria de determinados textos/autores
en el seno del sistema escolar y, en una perspectiva más global, la respuesta
del mercado editorial a la atribución de determinadas distinciones a ciertos
autores, principalmente el Premio Nobel.
En el primer caso, es posible percibir que los movimientos en el plano de
lo que podríamos llamar “canon literario escolar”, asociados a otras iniciati-
vas, como la validación de listas por parte de planes nacionales de lectura o
estructuras similares, pueden funcionar conjuntamente como instancias de
validación de textos, que conducen a una radical reducción de la importancia
de los principios de jerarquización interna. Esta reducción se da por medio
de la escuela. Los equipos que determinan la entrada, salida o permanencia
de determinados textos como lecturas obligatorias, facultativas, o los equipos
nombrados para elaborar las prescripciones curriculares oficiales, están com-
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puestos por agentes de origen muy dispares; o esta reducción se da por medio
de la elaboración de listas extensas de autores / textos que pasan a tener un
sello oficial del programa, o de la instancia que sea, en las ediciones realiza-
das a partir de allí. El reconocimiento de un texto por una estructura como un
plan nacional de lectura o, en escala planetaria, el reconocimiento por parte de
instituciones como la Academia Nobel es una cara visible del polo de la gran
producción, asentada en una lógica de reconocimiento público, medible a tra-
vés de índices de éxito comercial que puedan conferir la notoriedad social o
pública. Por ejemplo, la atribución del Premio Nobel de Literatura al escritor
portugués José Saramago reforzó su posición en el canon literario escolar y,
simultáneamente, tuvo un impacto directo en las ventas de las ediciones re-
cientes y en las reediciones de las obras del autor.
Estos movimientos ajenos al campo literario restringen severamente su au-
tonomía, dado que los principios de jerarquización interna, autónoma, de las
posiciones tienden a ser dominados, de forma violenta, por los principios de
jerarquización externa, heterónomos; o, dicho de otra forma: el arte comercial
tenderá a imponerse sobre el arte puro. Una nota final para clarificar cómo la
misma Academia sueca se coloca explícitamente fuera del campo literario: en
la ceremonia de atribución del premio de 2016, el orador, Horace Engdahl,
miembro de esa Academia, aludiendo a las reacciones menos consensuales
al reconocimiento de la obra de Bob Dylan, declara: “If people in the literary
world groan, one must remind them that the gods don’t write, they dance
and they sing. The good wishes of the Swedish Academy follow Mr. Dylan on
his way to coming bandstands” (“Si la gente en el mundo literario se queja,
hay que recordarles que los dioses no escriben sino que bailan y cantan. Los
buenos deseos de la Academia Sueca acompañan al Sr. Dylan en su camino a
los próximos escenarios”).

Bibliografía para ampliar

Casanova, P. (2001 [1999]). La República mundial de las Letras. Barcelona:


Anagrama.
Sapiro, G. (2016 [2014]). La sociología de la literatura. Buenos Aires: Fondo
de Cultura Económica.

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