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BORGES
Traducción de
Homero Alsina Thevenet
EMIR RODRÍGUEZ MONEGAL
BORGES
UNA BIOGRAFIA LITERARIA
Ululo original:
Joff /mi Bvrfri. A /.itrrary BiograpAy
© 1978, Emir Rodrigue/ Monegal
Publicado por E P Duitori. Nueva York
ISBN 0-52'1-1'1748 I
ISBN 96K16-2524-2
Impreso en Mérito
T
1. El museo familiar
Borges dijo una vez que durante años creyó haberse criado en las afue
ras de Buenos Aires, en "un suburbio de calles aventuradas y de ocasos
visibles". Pero, agregó, "lo cierto es que me crié en un jardín, detrás de
una verja con lanzas, y en una biblioteca de ilimitados libros ingleses"
(Evaristo Carriego, 1930; o.c., 101). Años después simplificó aún más la
descripción al declarar: "Si se me pidiera designar el hecho principal de
mi vida, diría que fue la biblioteca de mi padre. De hecho, a veces
pienso que nunca me alejé de esa biblioteca" ("Autob.", 1970, 209) .*
La vida imaginaria de Borges encuentra sus raíces en esa biblioteca
y, hasta cierto punto, seria posible escribir su biografía literaria sin dejar
ese espacio mágico de "ilimitados libros ingleses". Pero la verdad es más
compleja: Borges vivió, simultáneamente, dentro y fuera de esa biblio
teca: fue el habitante de un mundo imaginario creado por libros escritos
en inglés, y también el de un mundo real, un barrio de Buenos Aires
designado por un nombre italiano, Palermo, donde, en una casa con jar
dín, transcurrió su infancia. Pero él, realmente, había nacido en otra
parte de la ciudad, en una casa de la calle Tucumán 840, cerca del cen
tro, “una pequeña casa discreta" que, como la mayor parte de las de la
época, “tenía una azotea, un largo pasillo abovedado de entrada, llamado
un zaguán; un aljibe del que extraíamos el agua, y dos patios" (ibi-
dem, 203). Esta casa, que años después su hermana Norah describiría en
sus dibujos y cuadros, pertenecía a los abuelos matemos. Allí había na
cido la madre de Borges en 1876.
Ambos abuelos vivían aún hacia el fin de siglo, cuando nació Georgie,
como se le llamó en casa. El abuelo, Isidoro de Acevedo Laprida, habia
combatido de joven en la guerra civil contra Rosas, el “tirano", que go
bernó la Argentina entre 1835 y 1852. Después don Isidoro se retiró a
una vida larga y recluida en casa. Borges supo muy poco sobre él En
su poema "Isidoro Acevedo” admite que depende sólo de unas pocas
fechas y sitios para recordarlo mediante "fraudes de la palabra". Pero
lo que sabía era suficiente. Sabía que al morir en 1905 su abuelo habia
revivido sus días lejanos y había muerto como un héroe.
9
10 EL MUSEO FAMILIAR
Muchos años más tarde, Borges basó uno de sus mejores cuentos. "La
otra muerte", en el último sueño de su abuelo. Como era entonces habi
tual que las parejas jóvenes residieran con sus padres durante los pri
meros años del matrimonio, Jorge Guillermo y Leonor vivían con los
abuelos cuando nació su primer hijo. Unos seis años antes de la muerte
del abuelo, en el invierno de 1899 —exactamente el 24 de agosto— Jorge
Luis nació, prematuramente, en el octavo mes del embarazo de su madre.
Como la ceguera era endémica en la familia Borges, el padre, que tenía
poca vista, se preocupó de examinar los ojos del hijo. Descubrió que la
criatura tenía ojos azules, como su esposa. "Está salvado”, le dijo. "Tiene
tus ojos ” Cuando la madre de Borges mé contó esta anécdota en 1971,
aparentemente no estaba al tanto de que los recién nacidos suelen tener
ojos azules. El padre se equivocó en su esperanzada profecía: Georgie
seria afectado, como él, por una ceguera casi total durante la mayor parte
de su vida. Con Georgie, es la sexta generación de Borges que sufriría
esa pena.
Durante un tiempo, la familia no tuvo mayores preocupaciones Una
niña, bautizada Norah. nació en 1901 En las fotografías de la época am
bos padres lucen espléndidos, prósperos y elegantes
Georgie nunca llamó a sus padres “mamá" y “papá". Siempre usó la
expresión Madre y Padre, forma tradicional que sugiere un hogar victo-
nano. Ambos padres provenían de familias establecidas en América del
Sur desde la época de la Conquista. Del lado paterno. Madre era descen
diente de Francisco Narciso de Laprida, quien presidió en 1816 el Con
EL MUSEO FAMILIAR 11
El coronel Francisco Borges tenía doce años más que su esposa. Muy
poco se sabe sobre el matrimonio, excepto que ambos parecían felices y
que tuvieron dos hijos: Francisco, el mayor, y Jorge Guillermo, que a
su debido tiempo se convertiría en ■‘Padre". En 1874 el coronel Borges
fue muerto por el disparo de un rifle Remington, durante una de las
guerras civiles. Tenía sólo 41 años. Su nieto descubrió un día la ironía
de esa muerte:
Por sus antepasados y por sus dobles orígenes culturales, Padre con
firmó y modificó, a la vez, el museo familiar de Madre. Agregó otros
prototipos coloniales y nuevos iconos militares al panteón: recuerdos
más vividos de hechos heroicos. También incorporó un elemento que
faltaba totalmente en la actitud piadosa de Madre: la ironía de una
mente dotada del más elegante escepticismo. Ese don fue heredado por
Georgie.
2. El mito personal
Por el lado de Padre, el museo familiar, esa pietá privada, aparecía visto
a través de cristales muy irónicos. En una entrevista con Jean de Mil
leret, que abarca un libro entero, Borges ha explicado su peculiar inter
pretación de la tradición familiar. Aunque admite que sus remotos ante
pasados eran colonizadores, su propio panteón no es tan antiguo: “Soy
tan argentino que realmente no me puedo interesar en mis antepasados
más distantes, los que llegaron antes de 1810. Usted sabe que nunca
hablo de ellos ... Ignoro casi enteramente sus vidas. Además, eran per
sonas de escasa inteligencia, soldados españoles profesionales, y de la
Vieja España" (De Milleret, 1967, 203). En contraste con la actitud de
veneración familiar que tenía Madre —el árbol genealógico cuidado
samente conservado, los daguerrotipos, las espadas sagradas, los unifor
mes— la actitud de Borges con respecto a la herencia colonial refleja el
sentido de la ironía que tenía Padre, el sutil understatement inglés. La
diferencia estaba arraigada en el conflicto entre valores españoles e in
16 EL MITO PERSONAL'
3. El acto de leer
El hecho de que haya aprendido a leer inglés antes que español, que
ahora nos resulta extraño y hasta artificial (parecía ser victima de un
experimento barroco, como el principe Segismundo en La vida es sueño)
no fue artificial para Georgie, en cuanto experiencia consciente. La dua
lidad lingüistica era un hecho básico de su vida hogareña. Con sus padres
vivía su abuela paterna, nacida en Inglaterra. Aunque llegó de joven a
Argentina, Fanny Haslam continuó habitando un mundo de habla ingle
sa. Como tantos de sus compatriotas, llevaba consigo el lenguaje impe
rial. Enseñó inglés no sólo a su hijo sino también a su nieto. Hasta su
nuera llegó a ser colonizada. Las peculiares condiciones que hicieron
surgir el bilingüismo del hogar explican por qué el hablar, el leer y des
pués el escribir en un idioma que no era el de su país nativo, no fue un
hecho insólito para Georgie. En su hogar (que era un mundo cerrado
y autárquico) el inglés era un idioma natural. No fue hasta llegar a la
escuela cuando Georgie descubrió que ese idioma le pertenecía un poco
menos que el español.
Como el inglés y el español se hablaban corrientemente en casa, Geor
gie no advirtió durante algún tiempo que se trataba de dos idiomas dife
rentes. Años después dijo a Rita Guibert en una entrevista: "Cuando le
hablaba a mi abuela paterna lo hacía de una manera que después descu
brí que se llamaba hablar en inglés, y cuando hablaba con mi madre o
mis abuelos maternos lo hacia en un idioma que después resultó ser
español” (Guibert, 1973, p. 81). Es obvio que en la experiencia de Geor
gie, más que dos idiomas diferentes, el inglés y el español se parecían
a dos sistemas de dirigirse a una persona, como llamarla por su apellido
y no por su nombre propio o su apodo.
El conflicto llegó a su etapa crítica cuando Georgie comenzó a leer en
inglés, porque fue su abuela paterna quien se hizo cargo de esa parte
de su educación. Uno de sus biógrafos, Alicia Jurado, quien sin duda se
apoyaba en información aportada por Borges o su madre, evoca esta es
cena; "Antes de conocer el alfabeto, su abuela paterna (...) lo sentaba
en sus faldas y le leía unas revistas inglesas para niños, encuaderna
das en un volumen pesadísimo que él llamaba el ‘Icccionario'. palabra
que seguramente reunía las ideas de diccionario y de lección" (Jurado,
1964, p. 34). Quizás ese volumen contenía una colección de la popular
revista victoriana The Boy'» Own Journal, o del no menos famoso Tít-
Bits, aunque este último pudo ser demasiado melodramático para Fanny
Haslam El hecho de que el volumen estuviera encuadernado sugiere
que la abuela lo había utilizado ya para la educación de Padre.
Después de un tiempo, el niño pasó de la etapa en que le leían a la
etapa en que comenzó a leer por sí mismo. Su instrucción quedó en
manos de una institutriz inglesa, tniss Tink, quien también se ocupaba
de la hermana Norah. dos años menor. La razón que dio la familia para
no enviar a los niños a la escuela, donde la instrucción se realizaba natu
ralmente en español, fue el temor a las enfermedades contagiosas Eso
EL ACTO DE LEER 21
es, por lo menos, lo que informa Alicia Jurado (ibid., p. 28). Pero Borges
es quizá más sincero en su autobiografía: "No comencé la escuela hasta
mis nueve años. Eso se debió a que mi padre, como anarquista, descon
fiaba de toda empresa conducida por el Estado" (“Autob.”, 211-212).
Debe recordarse que cuando Borges dice que su padre era anarquista,
da a esta palabra un sentido puramente filosófico, ya que su padre se
contaba entre los seguidores de Herbert Spencer y no los de Mijail Ba
le unin.
Quizás también existieron motivos religiosos para evitar las escuelas
públicas. Coi io en ellas se impartía habitualmente instrucción religiosa,
su padre probablemente no quiso que los niños fueran expuestos, siendo
tan pequeños, a ninguna enseñanza dogmática. Por otra parte, la abuela
inglesa era protestante. En todo caso, la consecuencia inmediata de no
concurrir a la escuela y de sustituirla por una institutriz inglesa fue que
Georgie continuó desarrollando su conocimiento del inglés como idioma
de cultura. El español quedaba relegado a las ocupaciones estrictamente
domésticas.
Por otro lado, incluso si Georgie hubiera concurrido desde pequeño
a las escuelas públicas, no habría sido probablemente muy diferente
su actitud hacia el idioma español. Ya el inglés estaba demasiado arrai
gado en él. Con la perspectiva posterior, Borges habló una vez de su
bilingüismo en estos términos bilingües:
I
LAS DOS MADRES: LOS DOS CÓDIGOS
opresora", contesta que fue Padre quien representó una influencia deci
siva en su vida, porque fue a través de él que aprendió inglés y que tuvo
acceso a una vasta biblioteca. Cuando se le insiste que Madre era una
prugenitora tiránica, se mega a aceptar tal caracterización y se pregun
ta en alta voz quién pudo haber pensado en eso. Rechaza toda fijación
materna y previsiblemente concluye diciendo: ‘ Fue mi padre quien tuvo
influencia sobre ella, y no al revés. Mi madre fue una joven de familia
argentina y mi padre, un hombre liberal y educado: su inadre era in
glesa y protestante; tenia en casa una buena biblioteca. Debo decir que
vivió, hablando intelectualmente, en un mundo más complejo que el de
mi madre" (De Milleret, 1967, 213). Es obvio que aquí Borges rechaza
todo intento de "psicoanalizar" las relaciones con sus padres.
La resistencia de Borges a todo tipo de análisis (y no sólo al veloz,
practicado por De Milleret), es algo bien sabido En otra entrevista llega
a hacer una broma al respecto; "Creo haber olvidado el tiempo que pasé
en el vientre de mi madre .. . aunque, según los íreudianos, debió haber
sido muy importante para mí" (Triunfo, 15 de noviembre de 1969, 36).
Más directo es un diálogo registrado por Richard Buigin-
del dios me daría acceso al privilegio de intuir esa escritura. [El Aleph,
1949; o.c., 596-597]
5. La compañera de juegos
Norah recuerda las ncches de terror que padecieron aquellas dos criatu
ras impresionables e imaginativas, cuando las dejaban solas arriba, en los
dormitorios. Georgie tenia miedo hasta del vago reflejo de su rostro en
la lustrada cama de caoba; muchos años después, recobraremos ee temor
en un poema que habla del
... enmascarado
espejo de caoba que en la bruma
de su rojo crepúsculo disfuma
ese rostro que mira y es mirado
(Ibid., 33)
Quizá sea útil señalar que el recuerdo de Bioy Casares sobre la opinión
del heresiarca, y después la cita de las palabras ligeramente diferentes
de éste, aparecen primero en inglés y luego en español, para aumentar
la verosimilitud del pasaje citado. Pero aún más importante es la con
frontación entre esos tres textos básicos: el de "El tintorero enmascara
do" y los dos de "Tlón", Parecen decir una misma cosa, pero sus con
LA COMPAÑERA DE JUEGOS 35
...se inclinó y susurró en ini oído, para que nadie más pudiera oírle:
“Bien, el acto es lo que Whitman menciona como ‘el divino marido conoce
por obra de la paternidad’. Cuando primero escuché hablar sobre ese acto,
siendo niño, quedé ihocked por pensar que mi madre y mi padre lo habian
realizado Es un descubrimiento asombroso, ¿no? Pero también es un acto
de inmortalidad, un rito de la inmortalidad, ¿verdad’’" fChrist, 1969. 190]
El tigre que Borges procuraba soñar era similar a los que Georgie
solía dibujar, conservados c-n sus cuadernos de infancia. Es informe, am
biguo, erróneo. Pero es, sin embargo, un símbolo de lo que faltaba en
la vida del niño: aventura, pasión, violencia. El tigre estaba también,
inconscientemente, asociado dentro de la mitología de Georgie a otras
fuerzas incoir irensibles. En un poema escrito cuando tenia ya más de
setenta años, Borges resume lo que esta fiera representó para él en dife
rentes épocas de su larga vida Se llama "El oro de los tigres" y es el
último poema en el libro del mismo nombre (1972). Comienza recordan
do las muchas veces en que vio (de niño) al poderoso tigre de Bengala
* occ «la siglo que corresponde a Obras Completas en Colaboración I Buenos Aires,
Emecí. 1979>.
44 EL HABITANTE DEL LABERINTO
7. El barrio italiano
Eres el Buenos Aires que tuvimos, el que en los años se alejó quietamente,
Eres nuestra y fiestera, como la estrella que duplican las aguas.
Puerta falsa en el tiempo, tus calles miran al pasado más leve,
Claror de donde la mañana nos llega, sobre las dulces aguas turbias,
Antes de iluminar mi celosía tu bajo sol bienaventura tus quintas
Ciudad que se oye como un verso
Calles con luz de patio
(Luna de enfrente. 1925; o.c., 63)
contradora, es ruin envidiarlos. El sol, por las mañanas, suele pasar por
San Felipe de Montevideo antes que por aqui. [Ibid., 221]
Las últimas palabras del texto (que fue publicado como epilogo de la
Antología) repiten la imagen ya utilizada en una línea de "Montevideo".
Pero si Borges procuraba señalar entonces las diferencias y las simili
tudes entre ambas márgenes del Rio de la Plata, en otro texto escrito
sólo tres años después borró las diferencias para mostrar lo que ambas
tenian en común: la tradición de sus orígenes y su desarrollo, una tra
dición estrechamente compartida por ambos paises y expresada en los
antepasados del mismo Borges. El texto fue publicado como introducción
a un folleto sobre el pintor uruguayo Pedro Figan, quien residió en
Buenos Aires durante una parte importante de su vida y recreó temas
que pertenecen a ambos paises:
Al fondo del aljibe habia una tortuga, para purlficai el agua, según creía
la gente. Madre y yo hemos bebido durante años esa agua de tortuga, sin
haber llegado nunca a pensar que estaría más bien "impurificada" por la
tortuga. Pero ésa era la costumbre y nadie prestó a eso ninguna atención.
Sin embargo, cuando alguien alquilaba una casa preguntaba siempre si
habia una tortuga en el aljibe. .. Pero en Montevideo las cosas eran dife
rentes. Estela Canto me dijo una vez que allí tenian sapos y no tortugas.
Asi, cuando uno alquilaba una casa y formulaba la pregunta, ellos contes
taban. "No se preocupe, señora, hay un sapo", y entonces uno bebía el
agua purificada por ese filtro, sin preocuparte en absoluto. [De Milie-
ret, 1967, 18-19]
La casa estaba situada frente a una plaza. Tenía un techo de tejas rojas
y una veranda que protegía las habitaciones del calor excesivo. En sus
memorias, Borges omite mencionar que la familia no conservó esa casa
durante mucho tiempo. Aunque continuaron veraneando en Adrogué,
pasaron a frecuentar el hotel Las Delicias, cuyos largos pasillos con
espejos y "efusivas madreselvas" se mencionan en "Tlón, Uqbar, Orbis
Tertius” como escenario para la presentación de Herbert Ashe, un inglés
modelado sobre el padre de Borges.
El hotel real era una suerte de edificio neoclásico, en el estilo de la
Belle Époque, probablemente inspirado, con debida modestia, en algún
prototipo de la Riviera francesa. Un grabado de Norah, reproducido en
Borgés par luí mime (Rodríguez Monegal, 1970, 78-79), muestra un pór
tico con columnas y nichos, donde hay ninfas semivestidas o semidesnu-
das, que se abre sobre un patio con azulejos blancos y negros, en forma
de diamante. Alicia Jurado recuerda una visita de Borges al hotel:
El recuerdo se refiere a los objetos con forma de rombo que han sido
usados como emblemas en los crímenes precedentes. Muy tarde, Lónn-
rot comprende que ha caído en una trampa. La realidad más bien trivial
y veraniega del hotel de Adrogué y (quizá) de la villa de Paso Molino,
ha sido transformada por la imaginación pesadillesca de Borges en estos
decaídos pasillos, estos espejos obsesivos, estas siniestras escaleras y es
tos amenazadores ventanales. Quizás la transformación no ocurrió en
1942, cuando Borges publicó "La muerte y la brújula", en Sur, sino
mucho antes, cuando Georgie merodeaba por los pasillos infinitos, las
escaleras simétricas y la construcción laberíntica que el tranquilo hotel
de Adrogué habia adoptado en su imaginación. O, aún más tarde, hacia
LA CASA DEL CUERPO
-
LA CASA DEL CUERPO 65
Las fuentes literarias de este cuento son tan obvias —“El pozo y el pén
dulo" de Poe, así como los libros de Richard Burton sobre sus viajes al
66 LA CASA DEL CUERPO
“Siempre he sido mejor lector que escritor”, declaró Borges una vez
a Richard Burgin, y nunca se ha cansado de evocar la aventura de leer,
la fuente inagotable de placer y de horror que los libros representaban
para él (Burgin, 1969, p. 4). Todo comenzó en el hogar. Padre no era
sólo un ávido lector sino un aspirante a autor. Había reunido una vasta
biblioteca de libros ingleses, que la imaginación de Georgie haría tan
ilimitada como el universo. Sin poner un pie fuera de casa, Georgie tenia
a mano un mundo de fábula y de romance. Pasó la mayor parte de su
infancia en la biblioteca y. retrospectivamente, al convertirse en adulto,
los recuerdos de esa biblioteca asumieron proporciones épicas. Recorda
ba haber pasado más tiempo leyendo los libros de Padre que jugando
con su hermana en el jardín o explorando la vecindad. La biblioteca se
convirtió en su mundo.
Una de las primeras ocasiones en que Borges habla públicamente de
esa biblioteca es en el prólogo a la segunda edición de Evaristo Carriego;
allí contrasta el mundo de los libros con el mundo real que tenía tanta
dificultad en dominar:
Yo creí, durante años, haberme criado en un suburbio de Buenos Aires,
un suburbio de calles aventuradas y de ocasos visibles. Lo cierto es que
me crié en un jardín, detrás de una verja con lanzas, y en una biblioteca
de ilimitados libros ingleses. Palermo del cuchillo y de la guitarra andaba
(me aseguran) por las esquinas, pero quienes poblaron mis mañanas y
dieron agradable horror a mis noches fueron el bucanero ciego de Steven-
son, agonizando bajo las patas de los caballos, y el traidor que abandonó
a su amigo en la luna, y el viajero del tiempo, que trajo del porvenir una
flor marchita, y el genio encarcelado durante siglos en el cántaro salo
mónico, y el profeta velado del Jorasán, que detrás de las piedras y de la
seda ocultaba la lepra. [Evaristo Carriego, 1955; o.c., 101]
68 LA BIBLIOTECA INFINITA
Esta lista no aspira a ser completa. Borges no alude a los temas cen
trales de los libros sino a episodios que cautivaron a su fantasía infan
til. Así La isla del tesoro de Stevenson no está identificada por ninguna
referencia a su protagonista Jim Hawkins, o a su aún más famoso rival,
Long John Silver, sino con un personaje menor, el siniestro ciego Pew,
cuya muerte brutal debió haber asediado las pesadillas de Georgie. En
la obra maestra de ciencia-ficción de Wells que es Los primeros hombres
en la Luna, la memoria de Borges no selecciona el éxito del viaje espa
cial sino la traición y el terrible destino del hombre que fue dejado
detrás; asimismo, en La máquina del tiempo, del mismo Wells, no es la
concepción del viaje temporal lo que recuerda, sino la inexplicable flor
del futuro que el viajero trae a su regreso. En un articulo publicado en
1945, y luego incluido en Otras inquisiciones (1952), Borges desarrolla
la obsesiva idea de una flor hecha de tiempo. Se titula "La flor de Cole-
ridge" y vincula la invención de Wells con The Sense of the Past de
James y con la nota de Coleridge sobre el mismo tema. La imagen se
había hundido profundamente en la mente de Georgie.
Los otros dos libros son más antiguos y reflejan un diferente tipo de
literatura. A Las mil y una noches pertenece el relato del genio aprisio
nado en la botella; a Lalla. Rookh, an Basteen Romance, de Thomas
Moore, pertenece el cuento del profeta velado de Jorasán. Georgie debió
haber leído el primero en el ejemplar que tenia Padre, en la traducción
de Richard Burton. Muchos años después, Borges escribió un artículo,
"Los traductores de Las 1001 noches", incluido en Historia de la eterni
dad (1936), que discute los méritos de las diferentes versiones de ese
libro. El tonto romance de Moore se convirtió en una de las fuentes para
“El tintorero enmascarado Hákim de Merv", cuento escrito por Borges
en 1933 y luego incluido en Historia universal de la infamia (1935).
Aquí también lo que importa no es la lista de fuentes sino lo que la me
moria de Borges (y de Georgie) seleccionó en ellas En Las mil y una
noches, obra vasta, difusa, ocasionalmente obscena, su memoria selec
cionó al genio aprisionado; en Lalla Rookh (libro rebosante de un empa
lagoso sentimentalismo y de tibio erotismo), al rostro horripilante del
leproso tras su máscara de joyas y de seda Ésas eran las imágenes
de Georgie, las que le obsesionaron cuando niño y que eran más rea
les que la casa, que el jardín y que el suburbio pobre de Buenos
Aires en que vivía
Al recordar esos años de infancia para su autobiografía, Borges sub
raya la importancia de ese primer contacto con los libros ingleses:
La historia del profeta velado es sólo una entre los cuatro relatos que
Moore cuenta en Lalla Rookh: en lugar de concentrar su narración en
el profeta. Moore prefiere el punto de vista de Zelica, una de sus cauti
vas, quien debió padecer a manos del profeta un destino peor que la
muerte. Cuarenta lineas son dedicadas a la seducción de la pobre Zeli-
ca por su sádico dueño. Tras una breve introducción, el profeta subraya
los lazos que le unen con Zelica, se burla de su boda y, antes de llevarla
al harén, se quita el velo con que cubría su rostro. Lo que Zelica ve
allí causa su alarido y su desmayo, porque es el horrible rostro de un
leproso.
La imagen del profeta leproso quedó en la imaginación de Georgie el
tiempo suficiente para convertirse en fuente de un cuento escrito unos
25 años después Pero en lugar de desarrollar el destino sadomasoquista
del profeta, según las lineas románticas indicadas por Moore, Borges
desarrolla el problema casi metafisico de apariencia y realidad, expre
sado por la máscara de oro sobre el rostro leproso También aqui, lo que
le atrae es el monstruo que acecha dentro, como el Minotauro en el labe
rinto. En "El tintorero enmascarado Hákim de Mcrv", sólo quedan unas
pocas referencias a los excesos de la carne que el profeta cometiera. Una
ha sido ya considerada aqui: su creencia en que los espejos y la pater
nidad son abominables. La otra es igualmente tersa: “Delegaba las fati
gas de gobernar en seis o siete adeptos. Era estudioso de la meditación
y la paz: un harem de 114 mujeres ciegas trataba de aplacar las nece
sidades de su cuerpo divino" (ibid., 326).
Otro libro pudo sumarse al horror que Georgie sentía por máscaras
y por espejos. Al hablar con Jean de Milleret, recuerda:
Había un libro que también me daba miedo, especialmente por sus ilus
traciones. Creo que el titulo era El vizconde de Brapclonne, donde está la
Máscara de Hierro Había un grabado que representaba a un noble con
la Máscara de Hierro puesta, que paseaba tristemente por una terraza
que daba sobre el mar, me parece, y todo cao me asustaba. Eso se mezcló
con un poemn de Moore sobre el profeta volado de Jornsán, que era un
leproso Esas dos imágenes —la idea del profeta persa velado y la idea
de la Máscara de Hierro— se juntaban y me amedrentaban. [De Milleret.
1987. 24-25]
Aunque ésta sea la única vez en que Borges haya mencionado la lec
tura de la poblada novela de Alcxandre Domas, es singular que eligiera
ese episodio. Le thcomte de Braadonne es el tercero y último de los
libros en la saga de los Mosqueteros. Es una novela episódica, llena de
incidentes. Uno de esos episodios se refiere a la Máscara de Hierro, un
famoso prisionero político, en la época de Luis XIV, que fuera conde
nado a usar una máscara sobre su rostro, para evitar la identificación.
Por razones novelescas, y contra los hechos históricos, Dumas le con
vierte en el hermano mellizo del Rey. Pero lo que Borges recuerda no
LA BIBLIOTECA INFINITA n
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72 LA BIBLIOTECA INFINITA
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LA BIBLIOTECA INFINITA 73
cual exploró personalmente los bajos fondos de Londres, The Sea Wolf
(El lobo de mar), cuyo protagonista es un capitán que predica y ejerce
la violencia, y Before Adam (Antes de Adán), novela prehistórica. Su
narrador recobra en sueños fragmentarios los azarosos dias que ha vivido
en una encarnación anterior. Jack London escribió también admirables
cuentos de aventureros y algunos relatos fantásticos, entre ellos The Shadow
and the Flash (La sombra y el destello), que refiere la rivalidad y el duelo
final de dos hombres invisibles. Su estilo corresponde a la realidad peí o
a una realidad recreada y exaltada por él. La vitalidad que animó su vida
anima su obra, que seguirá atrayendo a las generaciones más jóvenes. [Li
teratura norteamericana. 1967, 29-30]
Es posible que la selección de Borges no coincidiera con la de Georgie,
para quien pudieron ser más atractivas dos novelas de Jack London como
White Fang (Colmillo blanco) y Cali of the Wild (El llamado de la sel
va). A su nueva valoración de las obras de London dedica la mitad del
espacio que a Mark Twain pero el doble del que da a Bret Harte.
La inclusión de la poesía de Longfellow en su autobiografía puede
tener más relación con el amor que Padre sentía por esta poesía que con
el gusto de Georgie; Longfellow alcanza únicamente media página en
la Introducción a la literatura norteamericana. Una frase resume allí la
opinión de Borges: "Muchas de las composiciones de su libro Voices of
the Night [1839] le ganaron el afecto y la admiración de sus contempo
ráneos, y persisten aún en las antologías. Releídas ahora, nos dejan la
impresión de que todo lo que les falta es un toque final" (ibid., 23).
Quizás el sitio de honor en que Borges coloca a los escritores norte
americanos en su autobiografía deba algo al hecho de que el texto haya si
do especialmente escrito para la edición norteamericana del Aleph (1970).
En una entrevista con Ronald Christ, Borges indica explícitamente hasta
dónde es siempre consciente de los antecedentes de la persona a quien
habla. A pesar de ello, es obvio que para Georgie los autores norteame
ricanos e ingleses no fueron básicamente diferentes: todos compartían
el idioma que se había convertido para el niño en el código de la lectu
ra, en la llave que conducía al mundo del deseo y de la imaginación. En
sus fantasías diurnas debió moverse con facilidad desde el bucanero ciego,
de Stevenson a los alucinados personajes de Poe, desde las cómicas aven
turas de Huckleberry Finn a las aventuras más truculentas de Oliver
Twist. Los mitos y las pesadillas, los sueños y el romance, le llegaban
en el idioma que era de Padre y de Abuela y que, como lector, poseería
para siempre.
El único libro de la lista de 1970 que no pertenece a la tradición anglo
sajona (y que incluye hasta los cuentos de hadas de los Grimm) era Don
Quijote. Aparentemente, en la biblioteca de Padre no estaba el texto
español:
Cuando después leí Don Quijote en su original, me sonó como una mala
traducción. Todavía recuerdo aquellos volúmenes rojos con letras doradas
74 LA BIBLIOTECA INFINITA
el tiempo. En sus ojos cada vez más débiles, Georgie podía medir su
tiempo propio.
11. El hijo
Cuando tenia seis años, Georgie dijo a Padre que quería ser escritor.
Esa manifestación —comunicada por Madre a De Milleret (1967, 24) —
ubica exactamente el momento en que el niño descubrió su vocación.
No era inesperada: Georgie habia crecido en una biblioteca y pasó le
yendo la mayor parte dv su infancia. Borges mismo contó a De Milleret
que, cuando leía de niño, "yo tendía a identificarme con el autor, o con
uno de sus personajes; por ejemplo, cuando tenia once años, yo era
Lesage o Cervantes" (ibid., 21) Esta precoz identificación, no sólo con
los personajes (lo cual es muy común) sino con el autor, revela su tem
prana vocación y anticipa esas dramatizaciones poéticas en las que Bor
ges asume la personalidad de Milton o de Averroes, de Shakespeare o de
Spinoza. Si bien la anécdota es elocuente, tiende a simplificar un proceso
que, en cierto sentido, fue aún más interesante.
Todo niño se modela a sí mismo sobre la persona a la que adora. Para
Georgie, esa persona era Padre, y Padre fue siempre un hombre litera
rio, con una frustrada vocación poética. La literatura estaba en la sangre
de Padre. En su autobiografía Borges recuerda:
Una tradición de literatura corrió por la familia de mi padre. Su tío-
abuelo Juan Crisóstomo Lafinur fue uno de los primeros poetas argen
tinos, que escribió en 1820 una oda a la muerte de su amigo el general
Manuel Belgrano. Uno de los primos de mi padre, Alvaro Melián Lafinur,
a quien conocí desde la infancia, fue un poeta menor y después llegó a
ingresar a la Academia Argentina de Letras. El abuelo materno de Padre,
llamado Edward Ycung Haslam, editó uno de los primeros periódicos in
gleses en la Argentina, el Southern Croas y era doctor en filosofia y letras
—no estoy seguro en cuál— de la Universidad de Heidelberg. Como Has
lam no podia pagarse Oxford o Cambridge, se abrió camino en Alemania,
donde se graduó y donde hizo todo el curso en latín. Posteriormente falle
ció en Paraná. ["Autob.", 1970, 210]
Padre mismo había probado la mano en diversos géneros. Había publi
cado "algunos excelentes sonetos" en el estilo del poeta argentino Enri
que Banchs, que fue un postsimbolísta. También publicó una novela
histórica, El caudillo, mientras vivía en Mallorca en 1921. Pero la parte
importante de su obra quedó inédita y llegó a ser destruida por su autor;
incluía un libro de ensayos, un libro de cuentos orientales (“a la manera
de Las mil y una noches", según Borges) y un drama titulado Hacia la
nada, “sobre la desilusión de un hombre frente a su hijo" (ibid., 211).
Padre nunca se consideró un escritor profesional. Para tener tiempo
de escribir, tuvo que luchar contra muchos inconvenientes. Era prácti
camente huérfano. Su propio padre, el coronel Borges, murió en acción
78 EL HIJO
el mismo año en que él nacía; su madre, Fanny Haslam, quedó con dos
niños pequeños en un país extranjero todavía arrasado por la guerra
civil. Al llegar a su adolescencia, Padre tuvo que elegir una profesión
más lucrativa que la de escritor. Estudió leyes y posteriormente se de
dicó a esta profesión. Enseñó psicología en la sección inglesa de una
escuela de idiomas modernos. Pero nunca abandonó realmente sus ambi
ciones literarias.
Tuvo otro inconveniente: pertenecía a la quinta generación de los
Borges que padecían de la vista. En su autobiografía, su hijo observa
que "la ceguera cundió en mi familia; una descripción de la operación
realizada en los ojos de mi bisabuelo, Edward Young Haslam, apareció
en las páginas de Lancet, la revista médica de Londres" (ibid., 210).
La abuela Haslam quedó también totalmente ciega antes de morir.
A su vez, Padre quedó parcialmente ciego poco antes de sus 40 años.
Por eso fue obligado a jubilarse, y a pesar de diversas operaciones, estu
vo completamente ciego durante el resto de su vida. Lo poco que es
cribió fue hecho en su tiempo libre o dictado después que la ceguera lo
dominó. Borges explica el lazo entre las frustradas ambiciones literarias
de Padre y las suyas: "Desde la época en que yo era niño, cuando la
ceguera le llegó, quedó tácitamente entendido que yo debía cumplir el
destino literario que las circunstancias habían negado a mi padre. Esto
fue algo que se dio por descontado (y tales cosas son mucho más impor
tantes que las meramente dichas). Se esperaba que yo fuera un escritor"
(ibid., 211).
Esta versión contradice sutilmente la que Madre dio a Jean de Milleret,
no sólo porque carece de drama (el niño a los seis años diciendo a Padre
que quería ser escritor) sino especialmente porque cambia el plantea
miento. En la autobiografía no es ya la decisión de Georgie la que im
porta, sino la de Padre. La posición de ambos personajes ha cambiado
radicalmente: ahora es Padre quien ocupa el centro de la escena, mien
tras Georgie se convierte en su eco. La situación dramática es diferente:
en lugar de Siegfried, cuyo destino es matar dragones, se tiene a Hamlet,
afligido por la tarea de cumplir el destino de otro hombre.
¿Cuál de ambas versiones es la más cercana a la realidad? Es difícil
saberlo. Quizás un día, cuando tenía seis años, Georgie dijo solemne
mente a Padre: "Quiero ser escritor." Esta declaración (transformada
por el recuerdo de Madre en una "anécdota") no excluye la otra ver
sión: una llana declaración sobre el hecho de que Padre dio por des
contado cuál sería el futuro de Georgie. Se realza la importancia del
deber, el destino como algo que se hereda. Al aceptar ser escritor como
una suerte de legado paterno, Georgie acepta ser un hijo. Se verá des
pués de qué manera curiosa y hasta paradójica cumple ese mandato.
Es difícil saber si Padre era realmente un escritor o sólo un hombre
que quería ser escritor. Pudo haber utilizado las circunstancias para jus
tificar la carencia de verdaderas ambiciones literarias; pudo haber sido
EL HIJO 77
de esa clase de personas que poseen la aptitud para cierta actividad esté
tica pero carecen del talento y del empuje para producir algo valioso.
En sus reminiscencias Madre establece claramente que "era un hombre
muy inteligente, tan inteligente como Georgie, pero carecía del genio
que tiene el hijo” (De Milleret, 1967, 67).
De una manera más indirecta, Borges llega también a una conclusión
negativa sobre la obra de Padre. Sus conversaciones con Richard Burgin
comienzan con ese tema:
menos intelectual que Umar, pero acaso más sensible y más triste.
FitzGerald sabe que su verdadero destino es la literatura y la ensaya con
indolencia y tenacidad. Lee y relee el Quijote, que casi le parece el mejor
de todos los libros (pero no quiere ser injusto con Shakespeare y con dear
oíd Virpil) y su amor se extiende al diccionario en el que busca las pala
bras. Entiende que todo hombre en cuya alma se encierra alguna música
puede versificar diez o doce veces en el curso natural de su vida, si le son
propicios los astros, pero no se propone abusar de ese módico privilegio.
Es amigo de personas ilustres (Tennyson, Carlyle. Dickens, Thackeray),
a las que no se siente inferior, a despecho de su modestia y su cortesía
[fbid, 689]
12 El acto de escribir
82 EL ACTO DE ESCRIBIR
Aún más interesante que el uso que hace Borges de las enciclope
dias como tema literario, o como motivo, es el hecho de que las enciclo
pedias como estructuras literarias y como prototipos de cierto estilo de
escritura, sirven como modelos no sólo para los ensayos de Borges sino
para muchos de sus cuentos más celebrados. Así comienza generalmente
un artículo o un cuento resumiendo el asunto; después pasa a un análisis
del tema principal; finalmente, ofrece conclusiones que por lo común
contradicen (total o parcialmente) al punto de partida. La técnica es co
mo una reducción, convertida por su destreza en arte miniaturista, de
la estructura de los artículos en la Enciclopedia Británica. Hasta la téc
nica de incluir al final una nota con una bibliografía básica corresponde
a ese modelo. La única diferencia (la diferencia) es que los textos de
Borges no son sólo una reducción del modelo sino también una parodia.
Al lucir su erudición, Borges la socava introduciendo no sólo falsas pis
tas sino fuentes erróneas, libros apócrifos, textos citados con elisiones.
Mucho antes de que el concepto de "lectura errónea” se convirtiera en
un instrumento útil si bien popular del análisis crítico, Borges habia
agotado sus posibilidades paródicas.
Otro hábito que Borges heredó de Padre fue el arte ya olvidado de
la conversación. Padre no era un gran hablador ni un conversador indis
criminado. Pero tenía unos pocos amigos con quienes solía quebrar el
código de silencio. Uno de sus más íntimos fue su primo, Alvaro Mehán
Lafinur. Nacido en 1889, tenia unos quince años menos que Padre. Aun
que poseía ambiciones literarias, su vida fue dedicada primordialmente
a la enseñanza y al periodismo. Sin embargo, se convirtió en 1936 en
miembro de la Academia Argentina de Letras. Solía visitar a los Borges
por las noches. Según uno de los biógrafos de Borges, venía siempre
con su guitarra y hacia llora i a Georgie cantando "La canción de) pirata"
(Jurado, 1964, 31).
Alvaro tuvo un papel importante en la educación de Georgie. Siendo
el primo joven de Padre y sólo diez años mayor que Georgie, era menos
un tío que un hermano mayor, un modelo para un diferente tipo de vida
que lo que el niño tenía en casa. Aparentemente, Alvaro estaba fami
liarizado con el bajo mundo de los prostíbulos, las mujeres fáciles y el
tango. Una vez Borges dijo en una entrevista que aprendió de Alvaro
cuánto cobraban las prostitutas en la época. En una entrevista con Rita
Guibert alude a Alvaro al discutir los orígenes del tango, Éste comenzó
en los prostíbulos hacia 1880, de acuerdo con "lo que me dijo un tío que
ora un poco aventurero. Creo que la prueba puede hallarse en el hecho
de que si el tango hubiera sido popular, el instrumento básico habría
sido la guitarra, como ocurrió con la milonga. En lugar de ello, el tango
era interpretado siempre en piano, flauta y violín, instrumentos todos
que corresponden a un más alto nivel económico" (Guibert, 1968, 53).
En la imaginación de Georgie, Alvaro debió ser una figura sugestiva,
con su guitarra y su aureola de mujeriego. Para un niño que vivía en
EL ACTO DE ESCRIBIR 85
una casa con jardín, de donde el mal habia sido excluido, las visitas de
Alvaro introducían un fragmento de los sonidos y las formas del peca
minoso mundo exterior.
Otro visitante habría de dejar una marca más profunda en la imagi
nación de Georgie. Evaristo Carriego, poeta popular y amigo de Padre,
procedía, como éste, de la provincia de Entre Ríos y habia vivido duran
te algún tiempo en el mismo barrio de Palermo. Nacido en 1883, Ca
rriego tenia nueve años menos que Padre pero compartió con él similares
experiencias políticas. Sus familias habían combatido contra Urquiza, el
caudillo local, y habían emigrado finalmente a Buenos Aires. También
compartía con Padre el amor por la poesía. Pero mientras Padre escribió
sólo ocasionalmente, y prefería en general leer y releer a sus autores
favoritos, Carriego fue un poeta profesional, y con mucho éxito. Escribió
sobre las vidas y las experiencias sentimentales de los pobres: sus ale
grías y sus desilusiones, sus miserias y sus celebraciones. Su musa fue
humilde y patética. Muchos de sus poemas fueron naturalmente trans
formados en letras de tango.
Habia otra diferencia. Carriego vivía en el Palermo de los pobres y
Padre en la única casa de dos plantas que estaba a la vista. Uno era
simplemente Carriego, y Padre era el doctor Borges. Pero eran amigos,
y el poeta popular solía visitarle los domingos, cuando volvía de las ca
rreras. En una biografía literaria de Carriego, publicada en 1930, Borges
evoca algunas de esas visitas. Para él, esa imagen es inseparable de Pa
lermo: el poeta y el barrio son sólo uno. Al analizar uno de sus poemas,
Los perros del barrio, intercala sus propios recuerdos sobre esos animales
que, de hecho, eran dueños de las calles de Palermo, perpetuamente ca
zados por la policía para llevarlos en una cárcel móvil llamada la perrera.
Para Borges, ese furgón era el símbolo de fuerzas oscuras. Con la inter
calación de algunas líneas de Carriego, escribe:
Quiero repetir este verso
cuando beben agua de luna en los charcos
Y aquel otro de
aullando exorcismos contra la perrera,
que tira de uno de mis fuertes recuerdos: la visitación disparatada de
ese infiernito, vaticinado por ladridos en pena, y precedido —cerca— por
una polvareda de chicos pobres, que espantaban a gritos y pedradas otro
polvareda de perros, para resguardarlos del lazo.
(Carriego, 1930; o.c., 127)
Hay muy poco más en ese libro sobre los contactos de Carriego con
los Borges. Pero en su autobiografía, escrita unos cuarenta años más
tarde, Borges nos dice que la carrera de Carriego
.. . siguió la misma evolución del tango: retozón, audaz, valiente al prin
cipio, luego convertido en sentimental. En 1912, cuando tenía 29 años, murió
de tuberculosis, dejando tras suyo un solo volumen de obra propia. Re
86 EL ACTO DE ESCRIBIR
cuerdo que un ejemplar de ese libro, dedicado a mi padre, fue uno de los
diversos libros que llevamos a Ginebra y que allí leí y releí. Hacia 1909,
Carriego habia dedicado un poema a mi madre. De hecho, lo habia escrito
en el álbum de ella. Allí habló de mi: “Y que vuestro hijo marche adelan
te, llevado por las esperanzadas alas de la inspiración, hacia la vendimia
de una nueva enunciación, que de los altos racimos extraerá el vino del
canto." ["Autob", 1970, 233-234]
que ya había intentado ese juego y había fracasado con él" (Burgin,
1969, 3). De acuerdo con Madre, ese primer intento de ficción fue un
cuento corto, en "antiguo español”, de unas “cuatro o cinco páginas de
largo" (Madre, 1964, 10). Citando a Madre como fuente, Victoria Ocam
po informa que estaba escrito "en un estilo similar al de La gloria de
don Ramiro", y agrega: "En ese cuento, las personas no morían: par
tían" (Ocampo, 1964, 21).
Si los recuerdos de Victoria Ocampo son correctos, ese cuento debió
ser escrito cuando Georgie era algo mayor, porque La gloria de don Ra
miro no se publicó hasta 1908, cuando el niño cumplía nueve años. Ese
es un punto menor, pero lo irónico sobre esa posible vinculación entre
la primera ficción de Georgie y la novela de barreta es que este autor
habría de convertirse, para aquél, en el epítome de la seudoliteratura.
Aún más significativo es que al comenzar su carrera literaria Georgie
haya elegido como modelo el libro mismo que uno de sus personajes
intentará más tarde reescribir en un cuento de 1939, "Pierre Ménard,
autor del Quijote".
Existe una pequeña anécdota vinculada a los comienzos literarios de
Georgie. Cuando se publicó su traducción del “Príncipe feliz" de Wilde,
un amigo de Padre —llamado Ricardo Blemey Lafont, que era profesor
del Instituto de Lenguas Vivas, donde Padre enseñaba psicología— no
sólo felicitó a Padre por la traducción sino que la adoptó como texto en
una de sus clases (Jurado, 1964 , 38). El error es significativo. La pri
mera obra publicada de Georgie sería atribuida a Padre. Muchos años
después, en una de las primeras bibliografías extensas que recogen su
obra, entre las traducciones de Borges figuraría la versión que hizo Pa
dre sobre Ornar Khayyam (Lucio y Revello, 1961, 75). El círculo de
falsas atribuciones quedaba así completo: Georgie. que fue la imagen
de Padre reflejada en un espejo, llegaba finalmente a una etapa de su
carrera en que Padre sería la versión especular de Georgie.
Otra de sus producciones de infancia sobre la que se sabe muy poco
es un poema gauchesco mencionado en su autobiografía: "Creo que co
mencé a escribir un poema sobre gauchos, probablemente bajo la influen
cia del poeta Ascasubi, antes de viajar a Ginebra. Recuerdo haber pro
curado trabajar con tantas palabras gauchescas como pudiera, pero las
dificultades técnicas me superaron. No pasé de las primeras estrofas”
(1970, 213).
Borges no volvió a intentar semejante tarea. Ésta era ya anacrónica
cuando la probó por primera vez. Tras haber sido uno de los más pro-
lífico
* poetas gauchescos, Ascasubi había fallecido en 1875, exactamente
un año después del nacimiento de Padre. La tradición de la poesía gau
chesca estaba ya prácticamente muerta en la Argentina, mientras sólo
quedaban en el Uruguay unos pocos practicantes (Elias Régules, El
Viejo Pancho, Fernán Silva Valdés) de un género que había llegado
antes a ser el más popular de la zona riopiatense. Al considerar por qué
EL CHICO DE ETON 91
La única instrucción escolar que Georgie obtuvo antes de los nueve años
fue la impartida por su abuela inglesa o por su institutriz inglesa, miss
Tink, que se hizo cargo de él y de su hermana Norah. Aunque Padre
estuvo siempre allí, sus enseñanzas eran de un tipo diferente.
En 1908, cuando Georgie tenía casi nueve años, se decidió enviarlo a
una escuela pública. Como ya había aprendido cosas muy diversas, in
cluyendo inglés, se le colocó directamente en el cuarto grado.
Se trataba de una escuela diurna para varones Hasta entonces Georgie
se habia acostumbrado a estudiar en la tranquilidad de su hogar, ayu
dado por Quienes le querían, que compartían su código cultural: el idio
ma inglés. En la escuela pública el inglés era algo peor que inútil: era
algo positivamente exótico y —como pronto lo supo— peligroso. Por
primera vez en su vida se encontró dentro de un mundo totalmente
hostil. No fue hasta 1937, en que comenzó a trabajar en una biblioteca
municipal, cuando llegó a experimentar nuevamente ese extrañamiento
y ese terror. En la descripción que en su autobiografía formula sobre sus
primeros días escolares, la narración generalmente irónica adopta un tono
ligeramente siniestro: "No me da placer alguno recordar mis primeros
días en la escuela... Como yo usaba anteojos y me vestía con el cuello
y la corbata de Eton, fui burlado y humillado por la mayor parte de mis
condiscípulos, que eran camorristas por afición. No puedo recordar el
nombre de la escuela pero me acuerdo de que estaba en la calle Támesis"
(1970,212).
92 EL CHICO DE ETON
..solía decir que la historia argentina habia pasado a ocupar el lugar del
catecismo, con lo que se suponía que debíamos venerar todo lo que fuera
argentino. Se nos enseñó historia argentina, por ejemplo, antes de que se
nos permitiera conocimiento alguno sobre los muchos países y los muchos
siglos que intervinieron en crearla. En cuanto a la redacción en español,
se me enseñó a escribir una prosa florida: Aquellos que lucharon por una
patria libre, independiente, gloriosa... Más tarde, en Ginebra, se me dijo
que tal forma de escribir no tenia sentido y que debía ver las cosas con
mis propios ojos. ["Autob.”, 1970, 212]
Burgin: Desde luego, la mayor parte de la gente vive y muere sin que,
por lo visto, llegue realmente a pensar sobre los problemas del tiempo o
del espacio o del infinito.
Borges: Bien, eso se debe a que dan al universo por cosa segura. Dan
todo por seguro. Se toman a sí mismos como seguros de su propia exis
tencia. Es cierto. No meditan en nada, ¿no? No creen que sea raro que
estén viviendo. Recuerdo que la primera vez que pensé en eso fue cuando
mi padre me dijo: "Qué cosa rara que yo esté viviendo, como se dice,
detrás de mis ojos, dentro de mi cabeza Me pregunto si tendrá sentido."
Y entonces fue la primera vez que tuve esa sensación, e instantáneamente
me afirmé en ella, porque supe lo que él estaba diciendo. Pero muchas
personas no llegan siquiera a entenderlo. Y dicen: "Bien, ,.y en qué otro
sitio podrías estar viviendo?" [Burgin, 1969. 6]
Pocas páginas después, tras una digresión sobre las mujeres, Borges
vuelve al tema:
Burgin: ¿Así que cree que ese comentario de su pariré anunció el comien
zo de su propia metafísica?
Borges: Si, así fue.
Burgin: ¿Qué edad tenia entonces?
Borges: No sé Debió ser cuando yo era muy niño. Porque recuerdo que
me dijo: "Fílate, esto e¡ algo que podrá divertirte", y entonces, como le
gustaba mucho el ajedrez, y era buen jugador, me llevó ante el tableo
de ajedrez y me explicó las paradojas de Zenón, de Aquiles y la tortuga:
ya sabe usted, las flechas, el hecho de que el movimiento era imposible
porque siempre habría un punto intermedio, etcétera. Recuerdo que él me
hablaba de esas cosas y yo estaba muy desconcertado ante ellas Las explicó
con ayuda de un tablero de ajedrez. [Ibid., 9]
Borges. Recuerdo que mi padre me dijo algo sobre la memoria, algo muy
triste. Me dijo: "Pensé que podría recordar mi infancia, cuando llegamos
por primera vez a Buenos Aires, pero ahora sé que no puedo.” Le pre
gunté por qué. Me dijo: "Porque creo que la memoria. . ." —yo no sé si
ésta era su propia teoría—; quedé tan impresionado por ella que no le
pregunté si la habia encontrado o la había desarrollado por si mismo. Pero
me dijo: “Creo que si recuerdo algo, por ejemplo, si ahora convoco la ma
ñana de hoy, obtengo una imagen de lo que vi esta mañana. Pero si esti
noche pienso en la mañana de hoy, entonces lo que recuerdo realmente no
es la primera imagen de la mañana. Con lo que cada vez que recuerdo
algo, no recuerdo eso, realmente. Recuerdo la última vez que lo recordé,
recuerdo mi última memoria de ello. Asi que, verdaderamente —me dijo—
no tengo recuerdo alguno, no tengo imagen alguna, sobre mi infancia ni
sobre mi juventud.” Y después me ilustró eso, con una pila de monedas.
Puso una moneda sobre otra y dijo: "Bien, esta primera moneda, la mo
neda de abajo, seria la primera imagen, por ejemplo, de la casa de mi in
fancia. Esta segunda seria el recuerdo que tuve de esa casa cuando llegué
a Buenos Aires. La tercera seria otro recuerdo que tuve, etcétera. Y como
en cada recuerdo se produce una ligera deformación, no creo que mi re
cuerdo actual cuadre con la primera imagen que tuve. Asi que —dijo—
procuro no pensar en cosas del pasado, porque si lo hago estaré pensando
en esos recuerdos y no en las imágenes mismas." Y eso me dejó triste.
Pensar que quizás no tengamos memorias auténticas de la juventud.
Burgin: Que el pasado sea inventado, ficticio.
EL CHICO DE ETON
1. Atrapados en Suiza
siones europeas del libro. Borges considera con alguna extensión las
virtudes y omisiones de esa versión. Lañe vivió en El Cairo durante
cinco años y aprendió debidamente el idioma y las costumbres, pero
nunca olvidó (según Borges) "su pudor británico". En lugar de poseer
la elegante reticencia de Antoine Galland, el traductor francés que omi
tió toda referencia posible de controversia erótica, Lañe "no pacta con
el silencio". No tradujo los pasajes más pornográficos pero mencionó cada
omisión. En su artículo Borges cita frases como “Paso por alto un episo
dio de lo más reprensible", o "Suprimo una explicación repugnante",
"Aquí una línea demasiado grosera para la traducción", "Aquí la historia
del esclavo Bujait, del todo inadecuada para ser traducida". Lo que
Borges critica es la tendencia de Lañe a evadir ciertos detalles del ori
ginal. Cita un ejemplo: "En la noche 217, se habla de un rey con dos
mujeres, que yacía una noche con la primera y la noche siguiente con
la segunda, y así fueron dichosos. Lañe dilucida la ventura de este mo
narca, diciendo que trataba a sus mujeres ‘con imparcialidad'.”
Borges concluye que "una razón [para tal evasión] es que destinaba
su obra 'a la mesita de la sala', dentro de la lectura sin alarmas y de la
recatada conversación" (Eternidad, 1936; o.c , 399).
Al llamar a esa versión de Las mil y una noches "una mera enciclo
pedia de la evasión" (ibid., 399), Borges ofrece una pista para su propia
reticencia. Igual que Lañe, él también evita decir las cosas en forma ex
plícita, pero al mismo tiempo, y de manera muy consciente, deja atrayen
tes pistas, aquí y allá. De manera más sutil, apunta oblicuamente hacia
aquellos sitios en que algo quedó sin ser dicho. No sólo la versión de
Lañe sino también la breve referencia a una biografía de Amiel funcio
nan como índices: apuntan hacia lo que falta. Amiel, un conocido ensa
yista suizo, cuyo Diario fue sumamente leído en la época, tuvo una atri
bulada vida sexual. Al no identificar cuál era la biografía de Amiel que
Georgie tenía, Borges vuelve a jugar con el lector. Pero es correcto su
poner que los problemas sexuales de Amiel no estaban omitidos en esa
biografía. Menos reticente es la referencia a un libro sobre las costum
bres sexuales balcánicas Parece prudente que el libro estuviera oculto
a una mirada superficial. Debió haber sido uno de esos que, según la
famosa expresión de Rousseau, se leen con una sola mano. Si Georgie
lo utilizó con ese fin, sólo habría hecho lo que cualquier adolescente
normal. Pero incluso ahora, escribiendo un cuento que evoca al joven
que él mismo fue, no consigue abandonar su reticencia. Además está esa
interesante referencia a la plaza Dufour, descodificable sólo en base a
leyendas que han circulado lo bastante como para adquirir cierta vero
similitud. Según las confidencias de Borges a diversos amigos, Pudre le
llevó una vez junto a una de esas complacientes chicas de Ginebra cuyos
clientes suelen ser extranjeros, hombres solitarios o jóvenes urgidos.
Georgie realizó su parte con tanta rapidez que quedó abrumado por la
fuerza del orgasmo, La "pequeña muerte", como lo denominan los fran
LA BIBLIOTECA CIRCULANTE FRANCESA 103
Para ser admitido en el Collége Calvin, Georgie tuvo primero que apren
der francés. Comenzó recibiendo lecciones de un profesor privado, y lue
go estuvo algún tiempo en una academia. Finalmente aprobó el examen
de admisión, aunque su francés era aún precario. Era el tercer código
lingüístico que debió aprender, pero a los 15 años la situación era menos
traumática que cuando, de niño, tuvo que aprender inglés y español casi
simultáneamente. El hecho de que el francés le fuera desconocido, cuan
do la mayor parte de los argentinos cultos de la época tenían por lo
menos algunos rudimentos de ese idioma, subraya la índole paradójica
de su formación cultural. Pero si bien Georgie tuvo que aprender fran
cés por el camino más difícil, también lo aprendió debidamente: algo que
pocos de sus compatriotas se molestan en conseguir.
En tanto que Georgie tuvo dificultades con el nuevo idioma, su herma
na Norah consiguió dominarlo rápidamente. En su autobiografía. Borges
señala que, para su hermana, "el francés llegó a ser tan bueno que hasta
soñaba con él. Recuerdo que un día mi madre llegó a casa y encontró
a Norah oculta tras una gruesa cortina roja, gritando con miedo 'Une
mouche, une mouche!’ Parece que había adoptado la idea francesa de
que las moscas son peligrosas. ‘¡Sal de allí!', le dijo mi madre, de ma
nera un poco antipatriótica. ‘¡Has nacido y has crecido entre moscas!' "
("Autob ”, 1970, 215).
Borges también recuerda algunas de las dificultades que experimentó
para acomodarse en el Collége Calvin. "Ese primer otoño —el de 1914—
comencé la escuela en el colegio de Ginebra, que fuera fundado por
104 LA BIBLIOTECA CIRCULANTE FRANCESA
Sin decirme una palabra, mis compañeros enviaron una petición al direc
tor del colegio, que fue firmada por todos. Señalaron que yo había tenido
que estudiar ios diferentes cursos en francés, idioma que al mismo tiempo
tenia que aprender. Pidieron al director que eso fuera tenido en cuenta,
y él con mucha amabilidad accedió. Al comienzo, yo no habia compren
dido siquiera cuando un profesor me llamaba, porque mi apellido era pro
nunciado a la manera francesa, como una sola silaba, mientras en español
lo pronunciamos con dos silabas, y la "g" suena fuerte. Cada vez que yo
tenia que contestar, mis compañeros me lo advertían con un codazo. [Ibi-
dem, 214-215)
Al citar Le bateau ivre de Rimbaud (estrofas 10, 20, 23), Borges comete
algunos errores que De Milleret corrige en nota al pie. Los errores no
son importantes si se recuerda que Borges estaba citando en 1966 versos
que debió haber aprendido cincuenta años antes. Pero lo importante
es que no los aprendió en un libro sino de la memoria de Abramowicz.
En una fantasía teológica llamada "Tres versiones de Judas", incluida
en Ficciones (1944), Borges formula un homenaje lateral a esa amistad.
En una nota al pie cita un comentario desfavorable sobre Nils Runeberg,
el protagonista del cuento, y atribuye ese comentario a nadie menos que
a Maurice Abramowicz. Es dudoso que éste haya discutido alguna vez
las obras imaginarias de Nils Runeberg, pero a Borges le gusta insertar
en sus cuentos los nombres de sus amigos, como una forma de home
naje privado y de leve engaño público. Lo hizo con Bioy Casares y otros
106 LA BIBLIOTECA CIRCULANTE FRANCESA
del hombre, libres de las diversas coloraciones del espacio y del tiempo.
Quiso exponer el libro general que late bajo todos los libros Ni el argu
mento —los diálogos en prosa poética y las escenas lúbricas o mortales
que la rendija de un tabique de hotel concede al narrador— ni el estilo,
más o menos derivado de Hugo, permitieron la buena ejecución de aquel
propósito platónico: del todo inaccesible, por lo demás. Desde 1919 no
releo este libro; recuerdo aún la grave pasión de su prosa. También, algu
na justa declaración de la soledad central de los hombres. [El Hogar, 19
de mano de 1937, 28]
esos libros. En un corto texto de 1937, reseñando dos nuevos libros sobre
Rimbaud (uno de un escritor católico, otro por dos marxistes), no sólo
elogia considerablemente al poeta sino que defiende a la literatura fran
cesa del cargo de que, en lugar de producir genios, sólo tiene el talento
de "organizar y pulir las importaciones extranjeras”; Borges también cita
ahí un largo pasaje de Une saison en enfer de Rimbaud. La cita aparece
truncada y las palabras no están en su orden debido, pero eso sólo prue
ba que estaba citando de memoria.
Un poeta que omite mencionar en sus conversaciones con De Milleret
es Baudelaire, aunque estaba naturalmente incluido en la antología de)
Mercure de France y aparece mencionado en la entrevista con Murat,
donde Borges reconoce que “hubo un tiempo en el que sabía Les fleurs
du mal de memoria. Pero ahora me encuentro lejos de Baudelaire. Creo
que si tuviera que elegir a un solo poeta francés, sería a Verlaine"
(Murat, 1964, 383),
Su resistencia a Baudelaire aparece con bastante elocuencia en otro
texto escrito en 1937. Al narrar una anécdota sobre el poeta hindú Rabin-
dranath Tagore (que visitara Buenos Aires), Borges introduce una re
ferencia a Baudelaire:
Hace trece años tuve el honor un poco terrible de conversar con el vene
rado y melifluo Rabindranath Tagore. Se habló de la poesía de Baudelaire.
Alguien repitió "La mort des amants", aquel soneto tan provisto de camas,
de divanes, de flores, de chimeneas, de repicas, de espejos y de ángeles.
Tagore lo escuchó con fortaleza, pero dijo al final: ‘‘1 don’t like your fur-
niture poet!" ("¡No me convence su poeta amueblado!’*). Yo simpaticé
hondamente con él Ahora, releyendo sus obras, he sospechado que lo
movía menos el horror del bríc-d-broc romántico que el invencible amor
de la vaguedad. (El Hogar, 11 de junio de 1937. 301
En la misma serie hay otro artículo que Georgie pudo haber leído.
Está dedicado a "Louis Ménard, un pagano místico". Ménard era inven
tor (fue investigador principal del colodión, un elemento muy útil en la
fotografía); fue pintor de la escuela Barbizon; fue poeta. Su obra más
duradera se sitúa en el dominio de la parodia. En su juventud intentó
reescribir algunas de las obras perdidas de los poetas trágicos griegos
y hasta intentó una versión de una pieza perdida de Esquilo, el Prometeo
desencadenado, que para comodidad de sus lectores escribió en francés,
a pesar de que habría preferido (según De Gourmont) escribirlo en
griego (ibid., 163). Su segunda parodia importante fue una pieza titu
lada "El demonio en el café", que atribuyó a Diderot y que estuvo a
punto de incluir de contrabando en una compilación de Diderot que se
estaba preparando. (Lamentablemente, Anatole France denunció a tiem
po esa falsedad ) Según De Gourmont, a Ménard le gustaba practicar
una suerte de lectura anacrónica de los clásicos: “Cuando leía a Home
ro, pensaba en Shakespeare, colocaba a Helena bajo los ojos distraídos
de Hamlet, imaginaba a la quejosa Desdémona a los pies de Aquiles"
(ibid., 163).
Los hábitos literarios de Louis Ménard (la reescritura de obras perdi
das o inexistentes, su lectura anacrónica de la literatura) anticipan los
de su parónimo Pierre Ménard (sin acento en la e), el extraño poeta
francés postsimbolista que Borges inventó en 1939 para burlarse de las
convenciones de la crítica literaria.
¿Hasta qué punto lo que se lee en el artículo de De Gourmont sobre
Louis Ménard aparece determinado por la previa lectura que se haya
hecho sobre el cuento corto de Borges? ¿Es éste un caso de esa influen
cia anacrónica sobre la que éste habla en “Kafka y sus precursores",
donde la lectura de un escritor contemporáneo influye sobre la escritura
de los clásicos? Es difícil contestarlo. Probablemente Georgie leyó el
articulo de De Gourmont sobre Ménard, y en alguna parte de su vasta
memoria quedó un trazo. Veinte años después llegó a concebir a su pro
pio Ménard, transformando un delicioso y pequeño fragmento sobre un
extraño personaje en una de las obras maestras cómicas del siglo. El
Ménard de De Gourmont • fue probablemente la pequeña semilla que,
con la ayuda de otros escritores (Mallarmé, Valéry, Unamuno, quizás
Larreta, desde luego Carlyle y De Quincey) se convirtió finalmente en
el Ménard de Borges.
Aunque Borges, en los años siguientes, procuró olvidar cuánto debió
a la cultura francesa, en un momento en que su mente y su memoria
eran especialmente impresionables, invirtió buena pnrtc de cinco años en
leer a Zola y a Maupassant, a Barbusse y a Romain Rolland, a Hugo y
postuma, Borges cree que seria una lástima que el “sabor" de Chesterton
se perdiera.
4. El código filosófico
Nos quedamos en Suiza hasta 1919. Tras unos tres o cuatro años en Gi
nebra, pasamos un año en Lugano. Para entonces yo había alcanzado mi
grado de bachiller, y quedaba entendido que habría de dedicarme a escri
bir Quise mostrar mis originales a mi padre, pero éste me dijo que no
creía en consejos y que debía hacer mi propio recorrido, experimentando
y equivocándome Había estado escribiendo sonetos en inglés y en fran
cés. Los primeros eran malas imitaciones de Wordsworth, y ks franceses,
a su manera más liquida, eran imitativos de la puesta simbolista. Todavía
recuerdo una linea de mis experimentos franceses: "Pclite boite noire pour
le violan cursé " La obra se titulaba "Poéme pour étre recité avec un accent
ruase”. Como sabia que estaba escribiendo un francés de extranjero, pensé
que un acento ruso seria mejor que un argentino. En mis experimentos
ingleses incluí algunos amaneramientos del siglo xvni, como escribir o’er
en lugar de over y, para ajustarme a la métrica, doth sinp en lugar de
tingt Sabía, sin embargo, que el español sería mi inevitable destino.
["Autob", 1970, 218]
I
EL CÓDIGO FILOSÓFICO 123
titulado “La idea del Golem". Si Borges llegó a leer alguna vez ese
último texto, debió sorprenderse del desdén con que Scholem trata a
la novela.
Borges incluye a El Golem en otro texto que escribió en 1936. Al co
mentar Der Engel von westUch Fenster, de Meyrink, dice: "Esta novela,
más o menos teosófica —‘El ángel de la ventana occidental'— no es tan
bella como su título: A su autor, Gustav Meyrink, lo hizo famoso la
novela fantástica ‘El Golem’, libro extraordinariamente visual, que com
binaba graciosamente la mitología, la erótica, el turismo, el ‘color local
*
de Praga, los sueños premonitorios, los sueños de vidas ajenas o anterio
res, y hasta la realidad. A ese libro feliz sucedieron otros un poco menos
agradables” (El Hogar, 16 de octubre de 1936, 78).
Esa corta evaluación permite acercarse más a lo que Georgie debió
descubrir en una novela desordenada, atmosférica y sugestiva. Más pro
bable es que no fuera sólo la leyenda del Golem lo que atrajo entonces
su interés sino el hecho de que para Meyrink tal leyenda era otra versión
del tema del doble. En su novela el protagonista y el Golem son, en cier
to sentido, dobles. Al final, en un repentino cambio de punto de vista,
el narrador del relato y el protagonista (que hasta ese momento parecían
ser una misma persona) se revelan como dos personajes enteramente
distintos. El narrador, en estado de trance, se ha convertido en el pro
tagonista.
Veinticinco años después Borges escribió un cuento sobre un místico
persa que adora el fuego y que crea un discípulo para que difunda su fe.
"Las ruinas circulares", relato incluido en Ficciones, puede ser visto
como anticipación del poema sobre el Golem que Borges menciona en
su autobiografía. En el cuento se abre una perspectiva abismal cuando
el lector advierte que el místico ha sido creado por otro, por el dios
Fuego, mientras en el poema el rabino creador del Golem es presentado
como la creación de su dios. Ambos textos sugieren que todos estos per
sonajes son creaciones del escritor, el verdadero dios de sus creatu-
ras. Esa perspectiva ya se encontraba Implícita en la novela de Gustav
Meyrink.
Una razón para ese silencio en la autobiografía sobre estos aspectos de
la novela puede deberse a que esa obra esté escrita en un estilo suma
mente emocional y carezca de una estructura coherente. En la década
do 1930 Borges reaccionó contra ese tipo de escritura fantástica y co
menzó a desarrollar con éxito unas narraciones breves y concisas, donde
la rotórica barroca está firmemente controlada por una ironía corrosiva.
Esos relatos de Historia universal de la infamia (1935) tienen poca afi
nidad con el estilo de Meyrink, pero en varios sentidos corresponden a
una misma realidad pesadillesca.
Georgie pronto descubrió a otros dos escritores alemanes. Uno fue el
romántico Jean-Paul Richter. "Según Borges, hacia 1917 procuró intere
sarse en él "en nombre de Carlyle y De Quincey... pero pronto descu
1
EL CÓDIGO FILOSÓFICO 125
brí que esa lectura me aburría. A pesar de los dos escritores ingleses que
lo recomendaban, Richter me pareció un escritor muy ampuloso y quizás
carente de pasión” (“Autob.", 1970, 216). Tuvo más éxito su experiencia
con Mauthner. No le menciona en su autobiografía, pero habla mucho
de él en su entrevista con Irby:
Era un judio, de origen checo, que vivió a fines del último siglo. Publicó
algunas novelas muy malas, pero sus textos filosóficos son excelentes. Es
un escritor espléndido, muy irónico, cuyo estilo recuerda al siglo xvm.
Creía que el lenguaje sólo sirve para ocultar a la realidad o para una
expresión estética. Su diccionario de la filosofía, uno de los libros que he
consultado con gran placer, es en verdad una colección de ensayos sobre
temas diferentes, como el alma, el mundo, el espíritu, la conciencia, etcé
tera. La parte histórica también es buena: Mauthner era un erudito. Que
ría que su diccionario fuera leído con un ojo escéptico. Hace algunos
chistes muy buenos. Habla por ejemplo del verbo alemán stehen (en in
glés, to stand) que no tiene equivalente preciso en francés o en español,
donde hay que decir étre debout o estar de pie, que no son la misma cosa.
Pero entonces observa que tanto en francés como en español deberían co
nocer el concepto de stehen, porque de lo contrario se caerian al suelo.
[Irby, 1962, 9]
I
126 EL CÓDIGO FILOSÓFICO
Burgin: ¿No cree usted, sin embargo, en el caso de Nietzsche. que es bas
tante afin a Whitman? ¿Por qué las máscaras que asumen en sus obras
son muy diferentes a los hombres reales que habia detrás?
Borges: Si, pero en el caso de Whitman. él aporta una máscara muy
atractiva. En el caso de Nietzsche, es muy desagradable, por lo menos para
mi. Creo que puedo simpatizar con Whitman. pero difícilmente podría sim
patizar con Nietzche. De hecho, no supongo que él quisiera que otros
simpatizaran con él. (Burgin. 1969, 102-103)
toda poesía: creía entonces que era la poesía. En algunos de los prime
ros artículos críticos que escribió (luego reunidos en Inquisiciones) su
nombre aparece mencionado no sólo con reverencia sino con penetración.
En "La nadería de la personalidad", un elaborado ensayo que procura
negar la existencia de un "yo” individual. Borges discute a Whitman:
le ve como al primero que expresó en sus versos no sólo su propia per
sonalidad sino el alma del mundo entero. Explica entonces:
Angustia
En lo último una montaña camina
Hombres color de tierra naufragan en la grieta más baja
El fatalismo unce las almas de aquellos
que bañaran su pequeña esperanza en las piletas de la noche.
Las bayonetas sueñan con los entreveros nupciales
El mundo se ha perdido y los ojos de los muertos lo buscan
El silencio aúlla en los horizontes hundidos.
(Meneses, 1978, 59)
Fuimos a Mallorca porque era hermosa, barata y apenas habia otros tu
ristas que nosotros. Vivimos allí casi un año, en Palma y en Valldemosa,
una aldea en lo alto de las colinas. Yo proseguí mis estudios de latín, esta
vez bajo la tutela de un sacerdote, quien me dijo que como lo innato era
suficiente para sus necesidades, nunca había intentado leer una novela.
Repasamos Virgilio, de quien todavía tengo alta opinión. Recuerdo que
asombré a los nativos del lugar con mis habilidades en natación, porque
las había aprendido en ríos rápidos y diferentes, como el Uruguay y el
Ródano, mientras los mallorquines sólo estaban acostumbrados a un mar
tranquilo y sin mareas. [“Autob.”, 1970. 219]
138 VISITA A LA MADRE PATRIA
7. Un nuevo maestro
ése había sido el único poema mío publicado, la gente pensaba en mi como
en un cantor del mar. [Ibid., 220]
Pero tenia una perversidad que no le permitía llevarse bien con sus con
temporáneos más importantes. Consistía en escribir libros que elogiaban
excesivamente a escritores de segunda y tercera categoría. En la época,
Ortega y Gasset estaba en la cumbre de su fama, pero Cansinos creía que
era un mal filósofo y Un mal escritor. Lo que aprendí de él, primordial
mente, fue el placer de la conversación literaria. Asimismo, fui estimulado
por él hacia lecturas fuera de los caminos trillados. Al escribir, comencé
a imitarle. Escribía frases largas y fluidas, con un sabor que no era espa
ñol y que era fuertemente hebreo. [Ibid., 222]
ya habían sido perfeccionadas por los futuristas. Allí Georgie está in
cluido entre quienes leyeron "hermosos poemas que tuvieron la virtud
incomparable de indignar a los cretinos que nos hacen el honor de no
comprendernos”, para citar el estilo exaltado de una crónica de la época
(Videla, 1963, 83).
Georgie trabó amistad, asimismo, con uno de los jóvenes líderes del
movimiento. En su autobiografía, Borges le dedica tres líneas teisas:
"Entre los primeros seguidores estaba Guillermo de Torre, a quien
conocí en Madrid esa primavera [1920] y que nueve años después
se casó con mi hermana Norah” ("Autob.”, 1970, 222-223). De Torre
tenía un año menos que Georgie, y cuando se conocieron ya había sido
convertido a la vanguardia. Poseía una de las mayores colecciones de
pequeñas revistas, panfletos y manifiestos que existiera en Europa; via
jaba regularmente a París y mantenía activa correspondencia con todo
escritor joven y promisorio. Posteriormente hizo la crónica del movi
miento en un libro polémico. Literatura europea de vanguardia (1925;
fue reeditado en 1965 en una versión más extensa, más tranquila y eru
dita, como Historia de las literaturas de vanguardia). Lo que malograba
los esfuerzos publicitarios de Guillermo de Torre era su egocentrismo;
no era un poeta muy bueno, y como líder carecía de cansma. Sabía más
y trabajaba más duro que sus colegas, pero nunca atrajo la atención que
Huidobro, Cansinos o Ramón obtuvieron. A pesar de su devoción por la
literatura, le faltaba un auténtico espíritu crítico. Para subrayar en su
libro la importancia del ultraísmo, invirtió la cronología, relegando el
futurismo al último capítulo, y comenzó por estudiar el movimiento más
nuevo. (En 1965 restauró el orden normal de las cosas.)
De Torre parece haber simpatizado con Georgie. En su libro de 1925
le cita extensamente y con elogio ilimitado. En su entusiasmo llega a
reproducir algunos de los peores pioemas de Georgie. Otro lazo entre
ambos debió ser Norah, que solía contribuir con dibujos a las pequeñas
revistas de los ultraistas. Aunque Georgie parece haber retribuido esa
amistad, practicó un irónico distanciamiento frente a la ingenua promo
ción que De Torre hacía del ultraísmo, especialmente en lo relativo a
un manifiesto "vertical” que fue publicado por De Torre como póster,
con algunos grabados en madera hechos por Norah. Según Enrique Díez-
Canedo. sobrio cronista del ultraísmo, Borges, "que tiene talento, ríe de
las gracias de ‘Vertical'” (Videla, 1963, 58). A pesar de ese distancia-
miento, mantuvo su amistad con De Torre, y desde Buenos Aires envió
después un manifiesto ultraista de su propia creación, para que lo fir
mara y difundiera el poeta vertical.
La principal contribución de Georgie al movimiento, en esta etapa de
su carrera, fue el constante flujo de artículos y poemas que publicó en
piequeñas revistas. Dedicó no menos de tres a discutir y traducir a los
poetas expresionistas alemanes. También escribió un articulo titulado
"Al margen de la lírica moderna" (Grecia, 31 de enero de 1920), que
_
UN NUEVO MAESTRO 149
[el libro] había sido titulado, ahora me pregunto por qué, Los naipes del
tahúr. Eran ensayos literarios y políticos (yo era todavía un anarquista,
un librepensador, y estaba a favor del pacifismo), escritos bajo la influen
cia de Pío Baroja. Su meta fue ser amargos e implacables, pero, de hecho,
eran bastante moderados. Llegué a utilizar palabras tales como "tontos”,
"meretrices", “mentirosos". [Ibid., 223]
150 UN NUEVO MAESTRO
Quizás para Georgie (que había sido tan inocente de lo que ocurría en
los prostíbulos de Palermo hasta que su primo Alvaro Melián Lafinur
le dio alguna información), la vida literaria en Madrid no se limitó a
discutir poesía, manifiestos y poemas. Es bien sabido que una parte im
portante de la vida nocturna española se ha producido tradicionalmente
en los prostíbulos, que han sido también punto de reunión social y hasta
centro de conversaciones políticas
La anterior referencia a Quevedo subraya otro gran descubrimiento
de la permanencia de Georgie en España. Por primera vez en su vida
llegaba a familiarizarse auténticamente con los clásicos de su idioma na
tal. A! mismo tiempo que se acercaban a la vanguardia, los jóvenes poe
tas españoles desenterraron al barroco, un periodo antes desechado den
tro de las letras españolas Llegaron a reconocer, en los experimentos de
LA FUNDACIÓN MITOLÓGICA DE BUENOS AIRES 151
Georgie tenía casi quince años cuando se fue de Buenos Aires, o mejor
dicho de Palermo, el único barrio de su ciudad natal que realmente
llegó a conocer. Hasta ese momento el niño rara vez se habia aventurado
más allá de una casa de dos plantas con su jardín. Estaba familiarizado
sólo con unos pocos sitios. Al visitar a familiares, echaría un vistazo
sobre la ciudad; durante el verano iba a Adrogué, situada a quince millas
al sur de Buenos Aires, o también cruzaría el Río de la Plata, para
nadar en las playas uruguayas y llegaría a veranear en el norte, en las
aguas rápidas del río Uruguay. Monótona, segura y previsible, su vida
antes de 1914 había ayudado a convertir a Georgie en un adolescente
introvertido y silencioso. Cuando volvió a la ciudad en 1921, habían pa
sado siete años Era ya un joven, que vivió en Suiza y en España; había
aprendido latín, francés y alemán, había participado directa o indirecta
mente en algunos grupos de vanguardia y se había convertido en miem
bro activo de uno de ellos, el ultraísmo; había publicado reseñas críticas,
artículos y unos pocos poemas; había escrito dos libros. A los 21 años
seguía siendo tímido pero ya no era inmaduro.
Buenos Aires también era diferente. En su autobiografía, Borges con
centra su narración en algunos puntos que advirtió en su ciudad natal:
mo. Esta oferta fue aceptada, y su colaboración (la primera de las mu
chas que baria para la revista) se publicó en la edición de diciembre de
1921. Como estaba escribiendo para un público de edad madura, y en
una revista que era parte del mundillo oficial (ya se había publicado
durante 39 años), hizo un esfuerzo por escribir en un estilo menos ba
rroco, con lo cual, si bien el artículo presenta las mismas opiniones ya
difundidas en el manifiesto de Prisma, su manera es más moderada y
sus argumentos más firmes. Tras despejarse de los simbolistas y de los
autobiógrafos, ofrece el ultraísmo como "una de las respuestas" a la
crisis de la poesía moderna. La parte más importante del articulo es un
resumen en cuatro puntos de los principios ultraistas:
I
LA FUNDACIÓN MITOLÓGICA DE BUENOS AIRES 155
Para el creyente, las cosas son realización del verbo de Dios —primero
fue nombrada la luz y luego resplandeció sobre el mundo—; para el posi
tivista, son fatalidades de un engranaje. La metáfora, vinculando cosas
lejanas, quiebra esa doble rigidez. [Idem, 27]
Ya no basta decir, a fuer de todos los poetas, que los espejos se asemejan
a un agua. Tampoco basta dar por absoluta esa hipótesis y suponer, como
cualquier Huidobro, que de los espejos sopla frescura o que los pájaros
sedientos los beben y queda hueco el marco. Hemos de rebasar tales jue
gos. Hay que manifestar ese antojo hecho forro a realidad de una mente-
hay que mostrar un individuo que se introduce en el cristal y que persiste
en su ilusorio pais (donde hay figuraciones y colores, pero regidos de in
movible silencio) y que siente el bochorno de no ser más que un simulacro
que obliteran las noches y que las vi-lumbres permiten. [Idem, 29]
Actualmente el libro es uno de los más buscados entre sus obras pri
meras. Es un pequeño volumen blanco, bellamente impreso y sin preten
siones, con un grabado en madera, donde Norah ofreció su propia versión
del Buenos Aires de Georgie: una ciudad de casas de una planta, con
balcones y palmeras, que los poemas describían con palabras. La propia
evaluación de Borges en su autobiografía es previsiblemente moderada:
“El libro era esencialmente romántico, aunque fue escrito en un estilo
escueto y abundaba en metáforas lacónicas. Celebraba los atardeceres,
los sitios solitarios, los rincones desconocidos; se aventuraba hasta la
metafísica de Berkeley y hasta la historia familiar; registraba primeros
amores" (ibid., 225). El estilo era, según él, un eco de los poetas barro
cos españoles, con algunos toques de la retórica de Thomas Browne (en
el prefacio hay una cita de Religio Medid). Éste es el resumen final que
da Borges: “Me temo que el libro fuera un budín de pasas: habia dema
siadas cosas allí. Y sin embargo, mirándolo ahora en perspectiva, creo
que nunca me aparté mucho de ese libro. Siento que todos mis textos
subsiguientes sólo han desarrollado temas que estaban inicialmente allí;
siento que durante toda mi vida he estado reescribiendo ese libro”
(ibid.. 225).
Borges también se pregunta si los poemas de Fervor de Buenos Aires
eran realmente "poesía ultraista”? Tras reseñar los orígenes del ultraís
mo en la Argentina y del papel que él desempeñó en ese movimiento,
y tras citar uno de los textos más representativos, llega a la conclusión
de que los poemas están "muy lejos de las tímidas extravagancias de
mis primeros ejercicios ultraistas españoles, cuando veía a un tranvía
como a un hombre que llevara un arma al hombro, al amanecer como
a un grito, al sol poniente como si fuera crucificado en el oeste. Un amigo
sano, a quien después recité esos absurdos, comentó: ‘Ah, ya veo que
sostenías la opinión de que la finalidad de la poesía es asombrar.'" Tam
bién recuerda que otro amigo, su traductor al francés, Néstor Ibarra, dijo
una vez que él “dejó de ser un poeta ultraista con el primer poema ul-
traísta que escribió". La conclusión de Borges es burlonamente humilde:
“Ahora sólo puedo lamentar mis primeros excesos ultraistas. Tras casi
medio siglo, todavía me veo tratando de superar ese torpe periodo de mi
vida" (ibid.. 226-227).
La memoria falla a Borges una vez más. Algunas de las imágenes que
él acredita al periodo español (y descartado) de su poesía se abrieron
camino hasta las páginas de Fervor. En “Prismas”, un poema publicado
inicialmente en Ultra (Madrid, P de marzo de 1921), una línea —"La
luna nueva es una vocecita desde el cielo”— es luego utilizada en un
poema del mismo periodo, “Montaña”, publicado en Tableros (Madrid,
160 LA FUNDACIÓN MITOLÓGICA DE BUENOS AIRES
Lo define como “un Góngora más situado en las cosas que en la retó
rica" y cita algunas de las imágenes más llamativas de los poemas (ibid.,
125). El articulo no sólo fue el primer ejemplo realmente importante de
critica que se haya dedicado a Georgie; fue decisivo para su reputación,
en virtud del lugar en que fue publicado. Una segunda reseña impor
tante apareció en España, el principal periódico; estaba firmada por En
rique Diez-Cañedo, uno de los más perspicaces críticos de la nueva
literatura. En el conjunto, la vuelta de Georgie a España fue un éxito.
Su reputación como joven poeta no fue ciertamente tan pequeña, como
Borges sugiere modestamente en su autobiografía.
Georgie mismo publicó dos importantes colaboraciones en España. La
primera, un artículo en dos partes sobre la metáfora, fue publicado en
Alfar (mayo y junio-julio de 1924), revista auspiciada por la Casa Améri
ca de Galicia, que fue creada en el norte de España para fortalecer las
relaciones entre América Latina y la Madre Patria. En la época, Alfar
era dirigida por un poeta uruguayo, Julio J. Casal, que era también cón
sul de su país natal. Georgie debió creer que el articulo era valioso,
porque lo reeditó en inquisiciones (1925), su primer libro de ensayos.
Contiene una elaborada defensa del papel de la metáfora en la poesía,
muy en la linea de las teorías ultraistas, pero lo que lo distingue de
otros que escribió entonces es su enfoque. Comienza por citar al español
Luis de Granada y al francés Bernard Lamy (de moda entre los críti
cos estructuralistas), y sostiene que las metáforas fueron inventadas para
compensar las limitaciones de) lenguaje normal. Procede después a mos
trar que son escasas, si no inexistentes, en la poesía popular. Finalmente,
da una clasificación general de las mismas. Los ejemplos van desde los
versos populares hasta las más inesperadas fuentes cultas (Virgilio y
Browmng figuran al lado de Johannes Becher y de Guillermo de Torre).
La ya impresionante amplitud de lecturas de Georgie y su talento para
extraer las líneas más citables de un texto son evidentes aquí. En ar
tículos futuros repetirá sus ideas básicas sobre la metáfora, pero no in
tentará más una clasificación tan ambiciosa.
El artículo más importante que publicó en España entonces fue "Gran
deza y menoscabo de Quevedo", en Revista de Occidente (octubre-di
ciembre de 1924) El gran poeta barroco fue auizá el más grande descu
brimiento que hizo durante su anterior visita a España Otros escritores
barrocos (Cervantes, Gracián, Góngora, Villarroel) también llamaron su
atención, pero aquél fue el que eligió para representar su concepto de
la literatura. En este artículo se interesó mayormente por examinar la
obra de Quevedo en su conjunto, en sus excelencias y en sus limitacio
nes, como el título del artículo lo señala paradojalmente. Georgie subra
ya el erotismo de Quevedo, su "intelectualismo ahincado", la perfección
de sus metáforas, el uso de antítesis, sus adjetivos. Para él, la principal
virtud del poeta es ser capaz de "sentir” el mundo, ser no sólo parte de
una realidad sino una "realidad más". El artículo compara las escuelas
poéticas de Góngora y de Quevedo para preferir la segunda:
UNA PEQUEÑA REPUTACIÓN POÉTICA 165
Alcorta: ¿Por qué en tu obra hay tan poco, o nada, sobre el amor? (Bor-
ges se pone tieso y aparta el rostro, alarmado por la pregunta y aparen
temente no dispuesto a contestarla.)
Borges: Quizás (contestó tras algunos segundos de reflexión) yo estaba
demasiado preocupado con el amor en mi vida privada para hablar de él
en mis libros. O quizás porque lo que realmente me conmueve en la litera
tura es la épica. Por ejemplo, nunca he llorado en el cine excepto con
películas de piratas o de pistoleros, nunca con una pelicula sentimental...
Alcona: Te he visto rodeado de mujeres.
Borges: Entonces si no escribo sobre ese tema será por modestia .he
experimentado la pasión igual que todos.
Alcorta: No como todos. Hay personas incapaces de pasión.
Borges. [Deben ser] personas muy egoístas, o muy vanidosas .. o muy
razonables ... [Alcorta, 1964, 404]
Señor Borges, un tema que rara vez aparece, si es que aparece, en ¡u obra,
es el del sexo. ..Cuál diría usted que es el motivo?
168 UNA PEQUEÑA REPUTACIÓN POÉTICA
Borges deja de lado el tema, y una vez más omite corregir el dictamen
de que el tema del sexo “rara vez aparece, si es que aparece, en su obra".
Cuando se realizó la entrevista, Borges habia publicado no sólo muchos
poemas eróticos sino algunos cuentos ("La secta de) Fénix”, "La intrusa”,
“Emma Zunz", "El muerto”, "Hombre de la esquina rosada", "El tinto
rero enmascarado Hákim de Merv", por citar solamente los más impor
tantes) , en los que el sexo desempeña un papel decisivo. Con Adolfo
Bioy Casares había escrito en 1946 una parodia de la novela policiaca,
“Un modelo para la muerte”, en la que se utiliza una explícita jerga
sexual. Pero al contestar a quienes le entrevistan prefirió preservar la
ignorancia de ellos y aceptó una perspectiva errónea del tema. Como se
acostumbra, su respuesta postula una paradoja: la de que uno no descri
be aquello en que piensa obsesivamente, sino que escribe para evitar los
sentimientos personales La respuesta de Borges coincide casi textual
mente con la opinión de Maree! Proust sobre el mismo tema. En su
texto Contra Sainte-Bcuve. Proust objetó el método biográfico del crí
tico francés para analizar una obra literaria, sosteniendo que la obra no
refleja literalmente a la vida. La segunda parte de la respuesta de Bor
ges es menos evasiva y contiene una pista que no supieron ver los entre
vistadores. Con su cita de Blake, Borges está sugiriendo una respuesta
al enigma: el sexo no aparece explícitamente presentado en la mayor
parte de su obra porque lo expone de manera diferente: al " 'tejer' con
sueños la contienda sexual”. Una vez más. como en su conversación
con Ronald Christ sobre "La secta del Fénix", Borges se acerca a través
de la red de una cita al tema reprimido: antes Whitman, ahora Blake.
Esta actitud revela el método de su escritura. Así como el sexo está
tejido en la textura de sus sueños, también lo está en la textura de las
citas con las que enmascara su voz privada.
Pero Georgie, aunque era tímido o reticente en sus textos, no ocultaba
sus sentimientos en su vida privada. Dos o tres años después de volver
a la Argentina conoció a una joven que, cuarenta años más tarde, vol
vería a entrar en su vida Hacia 1927 Georgie visitaba habitualmente al
profesor Pedro Henríquez Ureña, quien enseñaba en la Universidad de
LA BATALLA DE LAS REVISTAS 169
y otro sobre Ramón (24 de enero de 1925). El poema fue incluido des
pués en su segundo libro de poesía; los artículos serian recogidos en In
quisiciones. Pero en agosto Georgie había lanzado ya su propia revista,
una segunda Proa. La primera habia sido publicada con la ayuda de
varios jóvenes poetas, bajo el patronazgo intelectual de Macedonio Fer
nández Para la segunda, Georgie contó con Ricardo Güiraldes, el escritor
más al día dentro de la generación anterior; Güiraldes tenia 38 años
cuando conoció a Georgie. Como poeta postsimbolista y cuentista, aquél
se había sentido tempranamente atraído por los movimientos de vanguar
dia que conociera durante sus visitas habituales a Francia. Era un hom
bre rico, hijo de un estanciero, y sabía combinar su entusiasmo por las
literaturas francesa y alemana contemporáneas con un amor auténtico,
aunque exaltado, por su tierra natal. Cuando encontró a Georgie sólo era
admirado por una minoría, pero estaba ya planeando el libro que le con
vertiría en el más famoso escritor argentino de la primeria mitad del
siglo.
En su autobiografía Borges narra cómo fue fundada la segunda Proa:
Una tarde, Brandan Caraffa, que era un joven poeta cordobés, vino a
verme al Garden Hotel. Me dijo que Ricardo Güiraldes y Pablo Rojas Paz
habían decidido fundar una revista que representara a la nueva genera
ción literaria, y que todos decían que si ése era el objetivo, yo no podía
quedar fuera. Naturalmente, me sentí halagado. E-a ncche fui al hotel
Fénix, donde paraba Güiraldes. Me saludó con estas palabras: "Brandan
me dijo que anteanoche ustedes se reunieron para fundar una revista de
escritores jóvenes, y que todos decían que yo no podia quedar fuera.”
En ese momento, Rojas Paz entró y nos dijo, con mucha excitación: "Me
siento muy halagado.” Le interrumpí y dije: "Anteanoche, los tres nos
reunimos y decidimos que en una revista de nuevos escritores usted no
podia quedar fuera." Gracias a esta ¡nocente estratagema nació Proa Cada
uno de nosotros puso cincuenta pesos, lo cual pagaba una edición de 300
a 400 ejemplares, sin errores de imprenta y con bu«n papel. Pero después
de transcurrir un año y medio, con quince números publicados, tuvimos
que abandonarla por falta de suscripciones y de anuncios comerciales.
("Autob”, 1970, 2351
fiante ante la derrota. Admitiendo que cada uno de ellos seguiría proba
blemente su propio camino, Georgie dice que "más de cien calles orilleras
me aguardan, con su luna y la soledá y alguna caña dulce" (El tamaño,
1926, 87). Las últimas palabras están dirigidas a Adelina del Carril, la
esposa de Gúiraldes: a ella pide Georgie el sombrero y el bastón que
está seguro habrá de entregar con su gracia habitual.
Si al comienzo Proa fue el trabajo de muchos, en sus últimos números
pasó a ser principalmente obra de Georgie. Era asi justo que él firmara
el "certificado de defunción" de la revista. Durante un tiempo corrió en
Buenos Aires el rumor de que Proa reaparecería bajo la dirección de
Georgie. Pero no ocurrió. Cuando la segunda Proa llegó a su fin, Georgie
estaba demasiado ocupado con su propia obra.
Su contribución a la segunda Proa son tres grupos de poemas, tres
reseñas y diecisiete artículos. La mayor parte de esos textos fue después
recopilada en su segundo volumen de poesía, Luna de enfrente (1925)
y en los primeros dos volúmenes de ensayos, Inquisiciones (1925) y El
tamaño de mi esperanza (1926). La variedad de los artículos es muy
grande: Georgie comenta la poesía de los otros ultraistas, la nueva poesía
gauchesca escrita en Uruguay, algunos olvidados escritores barrocos
(Torres Villarroel, que fue discípulo de Quevedo, y sir Thomas Browne,
escritor totalmente desconocido en América Latina); también comenta
algunas obras nuevas, como el Ulises de Joyce, cuya última página tra
duce para la revista. En todo lo que escribió entonces se combinan una
preocupación por lo nuevo y una lectura original de lo viejo. Se intere
saba ya más por descubrir lo que seguía estando vivo en la poesía argen
tina que por estar totalmente al día. Tanto en su poesía como en sus
artículos más importantes intentó captar la esencia de un cierto tono
argentino de voz, una forma de la identidad nacional que había sido
desairada por quienes deseaban que el país fuera progresista y moderno.
Por lo contrario, él encontró a la verdadera Argentina en la poesía gau
chesca y en los arrabales humildes de Buenos Aires. Pero al mismo
tiempo rechazó el intento reaccionario que formulaban los folkloristas,
queriendo recrear un pasado ya muerto. Su recuperación del pasado fue
hecha por la intuición y el sentimiento, por una proyección imaginativa
hacia una dimensión extra del tiempo.
Si en su autobiografía Borges recuerda con afecto a sus camaradas,
no muestra la misma calidez ante el grupo que editaba Martín Fierro,
"Me disgustaba la posición de Martín Fierro, que era la idea francesa
de que la literatura es continuamente renovada —de que Adán vuelva a
nacer cada mañana— y también la idea de que. como Paris tenía grupi-
tos literarios que se alimentaban de la publicidad y la intriga, nos
otros debíamos estar al día y hacer lo mismo. Un resultado de esto fue
que en Buenos Aires se cocinó una falsa rivalidad literaria: entre Florida
y Boedo" (“Autob.", 1970, 236). Florida es, aún hoy, una ajetreada calle
comercial en el centro de Buenos Aires, vecina a teatros y cines, llena
174 LA BATALLA DE LAS REVISTAS
Hubo algo más que una broma juvenil en esa división artificial de los
jóvenes escritores argentinos en dos grupos rivales El invento publici
tario fue parte de un deliberado esfuerzo de algunos escritores —más o
menos vinculados con el Partido Comunista Argentino— por controlar
o destruir al movimiento de vanguardia. Al dividir a la nueva literatura
según líneas partidistas, Roberto Mariani —que era novelista y cuen
tista— procuraba atraer la atención sobre su propio tipo de realismo
proletario. En cartas abiertas enviadas a Martin Fierro y en su promo
ción de la falsa rivalidad, Mariani y sus amigos buscaban una confron
tación.
Borges, por preferir una visión simple y elemental de la realidad ar
gentina, se sentía más cerca de los así llamados escritores proletarios de
Boedo. Pero éstos le rechazaban por sus orígenes patricios, por su refi
namiento europeo, por su concepto no-politico de la literatura. Por otro
lado, el grupo Boedo intentaba convocar a sus filas al novelista y dra
maturgo Roberto Arlt, dados sus orígenes proletarios y a pesar de que
hubiera sido secretario de Güiraldes y de que colaborara regularmente
con las páginas literarias más cercanas al mundo oficial. Así las lineas
eran trazadas por Mariani y por el grupo Boedo, no por una afiliación
literaria sino por una evaluación puramente política de los orígenes cla
sistas de un escritor.
En esa época, y en un famoso manifiesto de 1928, los formalistas rusos
Yury Timanov y Roinan Jakobson criticaron esa perspectiva, pero los
izquierdistas argentinos no se interesaban en absoluto por una discusión
seria del problema, como la que se estaba produciendo en la Unión So
viética, entre los formalistas por un lado y los comisarios de Stalin por
el otro. También desdeñaron la polémica que dividía entonces a los su
rrealistas franceses. Su única preocupación era inventar una falsa con
troversia entre Florida y Boedo. Su disputa era trivial y hasta ridicula
desde un punto de vista meramente literario, pero su efecto sobre la
historia literaria argentina fue duradero. Hasta hoy la disputa aparece
I
LA BATALLA DE LAS REVISTAS 175
una palabra sobre ellos. También Lugones le enviaba sus libros. Pero
entre ellos no habla diálogo. En su entrevista de 1967 con César Fernán
dez Moreno, Borges recuerda algunas de las ocasiones en que lo vio.
Lugones era:
el tango y a beber caña, la fuerte bebida local. Quizás hubo en todo ello
un toque de esnobismo: recorrer los suburbios era entonces, como lo es
hoy, una actividad practicada por clases medias y altas como parte de la
afanosa tarea de pasar el tiempo. Pero para Georgie era algo más. Era
una salida de la atmósfera confinada y dulcemente represiva que existía
en su hogar. Padre y Madre correspondían, con demasiada amplitud,
a los prototipos de la respetabilidad burguesa, y Georgie, con poco me-
i nos de treint< años, experimentaba una suerte de demorada rebelión
adolescente. Desde luego. Padre era menos estricto, y el episodio con la
joven prostituta de Ginebra pudo haber establecido una tácita compli
cidad masculina entre ambos. Pero si visitar prostitutas, o incluso tener
amantes, era algo tolerado —mientras se lo hiciera con tacto y sin conse
cuencias visibles— concurrir regularmente a los suburbios más pobres
y escribir con entusiasmo sobre ellos, ya no era tolerable. Los tiempos
eran aún muy hipócritas, y la moralidad burguesa exigía que las cosas
se hicieran con discreción.
¿Hasta dónde llegó Georgie en su exploración de los suburbios?
Aunque ha dejado muchas pistas en sus textos de la época, suele ser
reticente sobre los detalles. Para encontrar algo más, es necesario recurrir
a un román ó ele, escrito por un amigo del periodo ultraista, el poeta
Leopoldo Marechal, que en su novela Adán Buenosayres (1948) intentó
un retrato de la época. Marechal había sido cómplice de Georgie en al
gunas de las ceremonias más dadaistas que auspiciara el grupo Martin
Fierro. En una ocasión, para celebrar al barbado Ernest Ansermet, inte
graron un grupo de amigos que ostentaban sendas barbas postizas (5 de
octubre de 1926, 7 y 12), Asimismo, Marechal escribió algunos de los
mejores epitafios sobre Inquisiciones de Georgie y comentó Luna de en
frente (29 de diciembre de 1925, 4) en los términos más elogiosos. Adujo
que el libro era “el mejor argumento contra las viejas teorías de Lugo
nes” y ponderó “su pulso de hombre (...) su fuerte voz de hombre".
Diez números después (12 de diciembre de 1926, 8), Georgie, a su vez,
elogió Días como flechas de Marechal y sostuvo que ese libro “añade
días y noches a la realidad”. Ambos contribuyeron a dos parodias impla
cables: la ya mencionada contra Lugones y una segunda contra Enrique
Larreta, el autor de La gloria de don Ramiro, que había publicado una
nueva novela, Zogoibi, sobre un gaucho desdichado.
Cuando Marechal comenzó a escribir su novela, al finalizar la década
de 1920, su objetivo era recapturar en un amplio libro, vagamente inspi
rado por el Ulises, el sabor de aquellos días. Por ese entonces vivía en
París, y el voluntario exilio estimulaba sus recuerdos. Pero el libro que
dó interrumpido cuando volvió a la Argentina, y no fue completado hasta
veinte años después. Para ese segundo momento, el movimiento ultraista
había quedado olvidado, Georgie era ya Borges, y Marechal se había
convertido en figura importante, tanto dentro del catolicismo como del
peronismo. La novela sufrió por esa demora. En lugar de ser una cele-
182 LA VUELTA AL SOLAR
... de gran actividad, pero buena parte de ésta era quizás temeraria y
hasta insensata .. Esta productividad me asombra ahora, asi como el hecho
de que siento sólo una remota relación con la obra de aquellos años De
tres de las cuatro colecciones de ensayos —cuyos nombres será mejor olvi
dar— nunca permití la reedición. De hecho, cuando en 1953 mi actual
editor —Emecé— me propuso publicar mis “obras completas", el único
motivo por el que acepté fue que eso me permitiría suprimir esos volú
menes absurdos. [“Autob.", 1970, 230]
184 UNA TEORÍA DEL REGIONALISMO
de los más promovidos por el grupo Boedo) prueba una vez más hasta
qué punto era falsa la disputa entre Florida y Boedo.
Un tercer artículo está dedicado a Evaristo Carriego y es una suerte
de borrador para el libro que sobre el mismo tema publicaría en 1930.
Llama a Carriego un “gran alacrán", queriendo decir que su lengua era
mortífera como la cola del mencionado insecto (ibid, 27). También re
cuerda que Carriego solía visitar a Padre los domingos. Un cuarto ar
tículo está dedicado a La tierra purpúrea. novela sobre las guerras civi
les uruguayas, escrita en inglés por William Henry Hudson (amigo de
Joseph Conrad), que había nacido en Argentina, hijo de padres norte
americanos. Esa novela es para Georgie una de las obras maestras de la
literatura regional argentina, y confía que algún día sea devuelta a su
idioma español, en el que fue inicialmente concebida. Hay un quinto ar
tículo sobre la reverencia que los poetas uruguayos dispensan a los árbo
les y que repite la idea, ya famiPar. de que la poesía uruguaya (al menos
para él) está más arraigada en la realidad nativa que la argentina en la
suya. Un largo artículo sobre canciones populares argentinas, cuyos orí
genes encuentra en España, le permite demostrar que el verdadero nati-
vismo se compone de cierto humor y de cierta capacidad de escepticismo.
Una sección de reseñas literarias le hace actualizar algunas opiniones
suyas sobre el nativismo de Silva Valdés (parece gustarle cada vez me
nos, a pesar de algunos elogios); celebrar a su colega Oliverio Girondo
por Calcomanías y criticar con bastante severidad el nuevo libro de poe
mas de Leopoldo Lugones, Romancero, que sigue el antiguo molde me
dieval pero que está cargado de temas sentimentales contemporáneos.
Hay un último artículo sobre el lunfardo, la jerga de los arrabales.
Mientras la verdadera jerga de los compadritos es puramente funcional
(su objetivo es editar que las palabras sean comprendidas por alguien
ajeno al grupo), la jerga de quienes suelen visitar arrabales es sólo una
imitación de la cosa real: "Es la coquetería del compadrón que quiere
hacerse el forajido y el malo, y cuyas malhechoras hazañas caben en un
bochinche de almacén." Bisa jerga imita el vocabulario de cárceles y
prostíbulos. En lugar de ello, Georgie elogia "la honesta habla criolla de
los mayores" (ibid , 136-137). Descubre que algunos escritores saben
cómo usar esa jerga, pero la mayoría no lo saben: sólo consiguen revelar
las limitaciones de un dialecto que es pobre en palabras y aún más pobre
en significados. La única forma de salir de ese dilema es encontrar un
poeta que escriba, no ya la épica del gaucho (como Hernández lo intentó
en Martín Fierro), sino la épica de los arrabales, o por lo menos una
novela de los arrabales. El artículo termina con una nota de cautela:
sería muy difícil escribirla totalmente en el idioma nativo. Hay que cru
zar allí una barrera emocional: cuando están realmente emocionados, los
argentinos hablan un lenguaje extraído de sus rafees castellanas. Hasta
la nostalgia de Martín Fierro no está expresada en dialecto gaucho sino
en el más puro castellano.
UNA TEORIA DEL REGIONALISMO 189
Una de las fuentes literarias de este pasaje es otra noche en otro su
burbio, más de cien años antes, cuando un poeta romántico escuchó can
tar a un ruiseñor en Hampstead. Al interpretar este otro incidente —como
lo hace Borges en un articulo posterior, "El ruiseñor de Keats", también
incluido en Otras inquisiciones—, sugiere que el poeta inglés descubrió
qu? el pájaro que cantaba para él era el mismo pájaro que habia can
tado para reyes y para bufones y para Ruth, la moabita,
Esta locución ,.es condenable o es lícita? Yo afirmo que eso depende sola
mente de quién la forjó, y no es paradoja. Supongamos que en un café
de la calle Corrientes o de la Avenida, un literato me la propone como
suya. Yo pensaré: Ahora es vulgarísima tarea la de hacer metáforas; sus
tituir tragar por quemar, no es un canje muy provechoso; lo de las man
díbulas tal vez asombre a alguien, pero es una debilidad del poeta, un
dejarse llevar por la locución fuego devanador, un automatismo; total:
cero. .. Supongamos ahora que me la presentan como originaria de un
poeta chino o siamés. Yo pensaré: Todo se les vuelve dragón a los chinos
y me representaré un incendio claro como una fiesta y serpeando, y me
gustará. Supongamos que se vale de ella el testigo presencial de un incen
dio o, mejor aún. alguien a quien fueron amenaza las llamaradas. Yo
pensaré: ese concepto de un fuego con mandíbulas es realmente de pesa
dilla, de horror y añade malignidad humana y odiosa a un hecho incons
ciente. Es casi mitológica la frase y es vigorosísima. Supongamos que me
revelan que el padre de esa figuración es Esquilo y que estuvo en la len
gua de Prometeo (y así es la verdad) y que el arrestado titán, amarrado
a un precipicio de rocas por la Fuerza y la Violencia, ministros duros, se
la dijo al Océano, caballero anciano que vino a visitar su calamidad en
EL DON DE LA AMISTAD 193
Xul-Solar era un poco mayor que sus amigos ultraístas. Habia naci
do en 1887, y cuando tenia alrededor de 25 años había iniciado un via
je en un barco de carga hacia el Lejano Oriente, pero eso se interrumpió
en algún puerto mediterráneo. Durante diez años vivió en Europa (en
Francia, Inglaterra, Alemania e Italia). La primera Guerra Mundial le
encontró en París. En 1920 compartió una primera exposición de sus
cuadros con el escultor italiano Martini. En julio de 1924 volvió a la Ar
gentina y se integró con el grupo Martín Fierro. Aunque llegaron a estar
en Europa a un mismo tiempo, Xul y Georgie no se encontraron enton
ces. Les juntó Martín Fierro. También Norah fue un vínculo: tanto en
1926 como en 1940 mostró sus cuadros junto a los de Xul en exposiciones
colectivas. La primera muestra fue honrada por una conferencia sobre
arte vanguardista que pronunció Marinetti, quien visitaba entonces la
Argentina. El hecho fue debidamente reseñado por Martín Fierro (8 de
julio de 1926, 1). Dos reproducciones de los extraños cuadros de Xul
aparecen en la portada y en la página 3 de esa edición; en una reseña
sobre la muestra, el arquitecto y crítico Alberto Prebisch destacó el
arte "misterioso y simbólico" de Xul. Los cuadros de éste en la época
podrían haber sido fácilmente vinculados a los de Paul Klee y (en cierta
manera) a los dibujos de Kafka. Poseen la misma angularidad, la agre
sividad fálica, el humor ligeramente siniestro. Ese otoño Martin Fierro
publicó unas pocas rimas satíricas escritas por Georgie con ayuda de su
primo Guillermo Juan. Una de ellas juega con la x en el nombre de
su amigo:
Con Xul, en la calle México
Le reformamos al léxico.
(Martín Fierro, 28 de
marzo de 1927, 12)
I
196 EL DON DE LA AMISTAD
Tres de los libros de Georgie fueron ilustrados por Xul. Los primeros
dos son de la década de 1920. Cinco dibujos aparecen en El tamaño de
mi esperanza (1926); seis en El idioma de los argentinos (1928). Todos
se refieren al tema de la guerra y sugieren a guerreros primitivos en
vueltos en borrosas luchas, o avanzando detrás de coloridos escudos
mientras despliegan estandartes argentinos. ¿Un comentario sobre el
nativismo de Georgie, una sutil parodia del patriotismo, una anticipación
sobre la futura intervención del ejército en la política nacional? Difícil
saberlo. Aquellos dibujos siguen pareciendo obsesivos en las páginas de
los primeros libros de Georgie. El tercer y último libro ilustrado por
Xul-Solar es Un modelo para la muerte, parodia de la novela de detec
tives firmada con el seudónimo "B. Suárez Lynch" y escrito realmente
por Borges y Adolfo Bioy Casares. Para la edición inicial y privada de
ese libro en 1946, Xul-Solar contribuyó con siete viñetas no firmadas,
que parecen chinas. En la página 27 se muestra a un cerdo con cuatro
alas y sin cabeza. En la página 83 un hombre gordo es transportado, muy
erecto y vivo, sobre un poste que llevan dos mozos de cordel; el poste
que lo sostiene atraviesa un oportuno agujero en su pecho.
La influencia de Xul-Solar sobre la obra de Borges nunca ha sido es
tudiada, aunque es considerable. Hasta cierto punto, algunos de los as
pectos más extraños de la carrera literaria de “Pierre Menard" pue
den ser atribuidos a Xul. Por lo menos cinco de las 19 obras atribuidas
a Menard están vinculadas a algunas de las preocupaciones de Xul por
el lenguaje (ejemplos b y c), por el juego de ajedrez (e y g) y por lo
oculto (f). En uno de sus más complicados cuentos, el titulado "Tlón,
Uqbar, Orbis Tertius", algunos aspectos del lenguaje inventado allí son
similares a uno de los dos idiomas inventados por Xul: el “neocriollo".
En el cuento, Borges explica que en ese lenguaje
...no hay palabra que corresponda a la palabra luna, pero hay un verbo
que seria en español lunecer o lunar. Surgió la luna sobre el rio se dice
Mor u fang arara ras mió o sea en su orden: hacia arriba (upward) detrás
duradero-fluir luneció (Xul-Solar traduce con brevedad: upa tras perflu-
ye Junó L/pward. behind the onstreaming it mooned). |Ficciones, 1944;
O.C-. 4351
Ai to un occasional copy of veriei, there are few men who have leiture
to rtad, and are poueiied of any muré in their louh, who are not capable
of vertifying on lome ten or twelve occaréns during their natural Uves:
at a proper conjunction of the itari. There ii no harm in taking advantage
of luch occaréns. (FitzGerald. En una carta a Barton, 1812.) [o.c., 77]
(Idem. 68)
I
EL FIN DE UNA MITOLOGÍA 203
mas no eran buenos. ‘Pero era un amigo y era vecino nuestro’, les dije.
‘Bien, si tú crees que eso le da mérito como tema para un libro, hazlo',
dijeron" (ibid., 233).
Su elección no era tan caprichosa. Como lo señala él mismo:
Para Georgie, la caída de Irigoyen fue una señal ominosa. Había admi
rado siempre al Peludo, y en uno de los primeros ensayos en que procuró
definir la esencia del nativismo argentino, habia comparado a Irigoyen
con Juan Manuel de Rosas, el infame dictador del siglo xtx:
tos?" (Petit de Murat, 1944, 6). La reacción de Georgie era típica. Esos
¡
comités eran en realidad oficinas de reclutamiento, y para atraer a los
votantes solían ofrecer, junto con el vino y las empanadas tradicionales,
la promesa irresistible de un empleo público.
No todos los jóvenes intelectuales se sintieron atraídos a Irigoyen
como causa perdida. Muchos se abstuvieron totalmente de la política.
Un editorial de Martin Fierro (31 de agosto a 15 de noviembre de
1927, 6) declaró prescindir de todo nexo con el Comité de Jóvenes Inte
lectuales, muchos de los cuales eran, sin embargo, colaboradores habi
tuales de la revista. A Georgie y a Ulises no les gustó ese rechazo y a
partir de allí dejaron de participar en las actividades de Martín Fierro.
Del Grupo Boedo procedió una reacción de tipo diferente. En su revista
Claridad (abril de 1928) publicaron un poema, “A El Hombre”, supues
tamente escrito por miembros del comité, que incluía la siguiente plega
ria a Irigoyen:
calle Rivadavia por una pandilla que no estaba segura de sí misma ...
i y también la promesa de enviarle el Carriego “en diez dias". La carta
muestra que Georgie había llegado finalmente a creer todo lo que una
prensa corrupta había dicho de Irigoyen y sus amigos. Pero Georgie
tenia razón sobre el mito Irigoyen, y eso es lo que realmente importaba.
Menos de un año después de la publicación del libro, y en un articulo
que Georgie escribió para la nueva revista literaria Sur, colocó algunas
palabras desilusionadas e irónicas sobre el gobierno. Al señalar uno de
. los rasgos argentinos más negativos, el resentimiento, da como ejemplo
"el espectáculo incomparable de un gobierno conservador que está em-
I pujando a toda la República a convertirse en socialista, sólo para moles-
i tar y entristecer a un partido moderado" (Discusión, 1932, 17). El escep-
I ticismo político de Georgie habia llegado a su punto más bajo.
2. La invención de un público
carros del mercado; una serie de reseñas muy breves sobre películas
norteamericanas y europeas del momento. La ironía y el ingenio de Bor
ges eran demasiado asombrosos, su deliberada selección de temas menores
era demasiado intencionada. La mayor parte de sus lectores (y proba
blemente la misma Victoria) no se sintió lo bastante satisfecha. Pero
lenta y firmemente se comenzó a formar un grupo de seguidores, una
sociedad casi secreta cuyos miembros semejaban a aquellos secretos jóve
nes provincianos de los que Valéry dijo a Mallarmé que estarían dispues
tos a morir por él.
Uno de los primeros, si no el primero, de esos jóvenes fieles fue Néstor
Ibarra. Nacido en Francia, hijo de un padre argentino que a su vez era
hijo de un vasco francés emigrado, Néstor Ibarra fue a la Universidad
de Buenos Aires, hacia 1925, para completar su educación superior.
Mientras concurría a la Facultad de Filosofía y Letras descubrió los
poemas de Borges y cayó bajo su hechizo. Intentó persuadir a sus pro
fesores de que le permitieran escribir una tesis sobre la poesía ultraís-
ta de Borges. Como el poeta aún no tenía treinta años, los profesores
rechazaron el plan de Ibarra y le dijeron que se buscara un tema más
seguro. (Posteriormente llegaría a escribir una tesis sobre el escritor
barroco español Villarroel, a quien Borges había descubierto a comien
zos de la década de 1920.) Su fracaso en convencer al mundo académico
de que Borges valia una tesis no desalentó a Ibarra. En 1930 escribió
un libro titulado La nueva poesía argentina: ensayo critico sobre el ul
traísmo, 1921-1929.
Ibarra tenía apenas veinte años cuando conoció a Borges hacia 1928
o 1929. Durante quince años vivió en Buenos Aires, llegando a conocer
tanto al hombre y a sus textos que Borges le rindió una vez el tributo
de declarar: “Ibarra me conoce más íntimamente que nadie" (De Mil-
leret, 1967, 132). Tras leer y releer a Borges, tras hablar y discutir inter
minablemente con él (porque Ibarra no era un adulador), el joven vasco
llegó a conocerlo personalmente como desde dentro. Es decir, pudo des
cifrar todos sus matices de ironía y el elaborado sistema de engaños y de
falsas concepciones que integra el tejido de los textos de Borges. Esa
visión madura de Ibarra puede advertirse en su estudio Borges et Borges,
publicado en 1969 Es una ampliación de un largo texto que había publi
cado anteriormente en un volumen especial de L'Hcme (1964), dedicado
al escritor argentino.
Muchos de sus recuerdos sobre Borges retroceden a aquellos días, a
finales de la década de 1920 y comienzos de la de 1930, en los que acom
pañó por Buenos Aires a un maestro ligeramente mayor que él, cami
nando sin cesar hasta la madrugada, deteniéndose sólo por un rato en
algún café o para examinar alguna esquina rosada. Se habían conocido
en una de aquellas ocasiones que eran tan frecuentes en los años argen
tinos de los banquetes. Según los recuerdos de Ibarra: El azar nos co
locó juntos en alguna cena que ya no recuerdo; caminamos luego juntos
216 LA INVENCIÓN DE UN PÚBLICO
3. Discutiendo al discutidor
obvio que en aquellos artículos Borges echó las bases para una teoría de
la literatura fantástica, que después desarrollaría en otros artículos im
portantes y especialmente en su ficción.
Los breves textos sobre cine muestran otro aspecto de la versátil acti
vidad critica de Borges. Al comentar algunas películas realizadas por
Fedor Ozep tuna versión de Los hermanos Karamazov), por Charles
Chaplin (Luces de la ciudad), por Josef von Sternberg (Marruecos) y
por King Vidor (sobre la pieza teatral La calle, de Elmer Rice), Borges
demuestra su conocimiento de las principales tendencias cinematográ
ficas en los años finales de la década de 1920 y los primeros de la década
siguiente. También revela una marcada preferencia por el cine norte
americano y especialmente por Von Sternberg, cuyas imágenes visuales
y uso de un montaje discontinuo tendrian tan considerable influencia
sobre su propio estilo narrativo. En “El arte narrativo y la magia" y en
el prólogo a su primer libro de cuentos (Historia universal de la infamia,
1935), rinde de hecho un tributo al estilo de Von Sternberg. La critica
cinematográfica fue para él una ocupación intermitente. Con cierta irre
gularidad siguió el desarrollo del arte cinematográfico, desde La quimera
del oro de Chaplin, 1925 (que comentó en el diario La Nación), hasta El
ciudadano Kane de Orson Welles, 1941 (que comentó en las páginas de
Sur). Aun en los años siguientes, cuando ya sus ojos le impidieron ver
una película, le gustaba ir al cine y escuchar el diálogo con la compa
ñía ocasional de alguien que le describía aproximadamente lo que ocu
rría en la pantalla.
Los anteriores libros de ensayos sólo habían sido leídos por sus amigos
más cercanos y fueron, en cierto sentido, libros clandestinos. Con Eva
risto Carriego comenzó a encontrar para su prosa un público más vasto,
pero fue Discusión el libro que le hizo realmente visible. Publicado como
primer volumen de una colección de nuevos escritores argentinos, atra
pó de inmediato la atención de los críticos. En 1933 la revista Megáfono
dedicó la segunda mitad de su edición de agosto a una "Discusión sobre
Jorge Luis Borges". Fue el primero de muchos intentos de evaluar su
obra. Para conseguir que el conjunto fuera polémico, la revista utilizó
un recurso que podría ser denominado "Tabla Redonda de Escritores en
Una Sola Dirección" El primer escritor pasó su texto al segundo, quien
se ocupó de refutarlo o de complementarlo; el segundo pasó ambos tex
tos a un tercero, etcétera. Todos esos colaboradores eran en su mayor
parte jóvenes escritores. Algunos se mostraron entusiastas respecto a
Borges; otros fueron tibios, y aun otros fueron hostiles y hasta groseros
Desde un punto de vista intelectual, el resultado fue bastante escaso.
Los mejores textos fueron escritos allí por hombres de edad ligeramente
mayor —el escritor francés Pierre Drieu la Rochelle, el lingüista y cri
tico español Amado Alonso— quienes poseían una perspectiva más am
plia. Drieu, que fue muy influyente como novelista y ensayista, había
conocido a Borges mientras visitaba Argentina, como invitado de Victo-
226 DISCUTIENDO AL DISCUTIDOR
I
228 LA PRENSA LITERARIA DE ESCANDALO
Me llevó seis años, de 1927 a 1933, pasar desde aquel boceto demasiado
deliberada a mi primer cuento corto y directo, "Hombre de la esquina
rosada". Un amigo mío, don Nicolás Paredes, que fuera caudillo político
y jugador profesional en la zona norte, había muerto, y yo quise registrar
a’go de su voz, sus anécdotas, su particular forma de contarlas. Me escla
vicé encima de cada página, diciendo en alta voz cada frase, procurando
transmitirla en sus tonos exactos... Con el título inicial de "Hombres de
las orillas" el cuento apareció en el suplemento de los sábados, que yo
dirigía, de un diario de la prensa de escándalo que se llamó Crítica. Pero
por timidez y quizás por la sensación de que el cuento estaba un poco
distante de mí, lo firmé con un seudónimo, Francisco Bustos, que fue el
nombre de uno de mis tatarabuelos. Aunque el cuento se hizo popular has
ta un grado embarazoso (hoy lo encuentro teatral y amanerado, y los per
sonajes me parecen falsos), nunca lo consideré como un punto de parti
da. Simplemente quedó allí, como unn suerte de engendro. (“Autob",
1970, 238]
230 LA PRENSA LITERARIA DE ESCANDALO
Los ejercicios de prosa narrativa que integran este libro fueron ejecu
tados de 1933 a 1934 Derivan, creo, de mis rclecturas de Stevenson y de
Chcitcrton y aun de los primeros filmes de Von Stemberg y tal vez de cier
ta biografía de Carriego. Abusan de algunos procedimientos- las enumera
ciones dispares, la brusca solución de continuidad, la reducción de la vida
entera de un hombre a dos o tres escenas... No son. no tratan de ser, psi
cológicos. [Infamia, 1935; o.c., 289]
/Aunque Borges había escrito poemas sobre las pampas y ensayos sobre
tíos poetas gauchescos, su conocimiento real de la vida del gaucho era
tmuy limitado. Su primera experiencia real sobre esa región de la Argen
tina se produjo hacia 1909, cuando tenia diez años, y dejó el recuerdo
de un espacio vacío en el que "la casa más cercana era una suerte de
mancha sobre el horizonte” ("Autob.”, 1970, 212). No fue hasta sus
35 años cuando le llegó la ocasión de visitar una zona en la que la vida
gauchesca era todavía activa En el verano de 1934 fue a visitar a los
Amorim, unos ricos parientes que vivían en el Salto Oriental, sobre el
rio Uruguay. Enrique Amorim era un novelista uruguayo, un año menor
que Borges; se casó con Esther Haedo, la prima de Borges y su compa
ñera de juegos infantiles. Enrique había estudiado en Buenos Aires y
i solía vivir una parte del año en la Argentina y otra parte en su ciudad
> nativa del Salto, al noroeste del Uruguay. Los Amorim tenian tierras y
. ganado. Aunque la parte comercial estaba a cargo de uno de sus herma-
i nos, a Enrique le gustaba visitar el campo y hasta escribió algunas exce-
I lentes novelas sobre los gauchos modernos.
El hogar de Enrique era una hermosa casa blanca, del estilo Bauhaus,
que él mismo había diseñado. Se le llamaba Las Nubes, porque fue
construida sobre una colina que dominaba la ciudad vieja, más cerca del
cielo que del activo puerto fluvial. Enrique era un anfitrión cordial y
gustaba de filmar películas domésticas con sus huéspedes. La visita de
Borges quedó registrada debidamente en una secuencia que tiene mo
mentos sumamente graciosos. Como tantos hombres en sus vacaciones,
Borges había dejado que le crecieran bigote y barba, habia olvidado pei
narse y mostraba un aspecto bastante descuidado. En esa visita fue
acompañado por su hermana Norah y por su cuñado Guillermo de To
rre. Constantemente Borges hacía bromas de la ignorancia verdade
ramente española que profesaba Guillermo sobre las cosas nativas. En
uno de los planos filmados se ve a Borges azuzando a Guillermo con una
picana que los paisanos utilizaban para el ganado. La escena era simbó
lica en más de un sentido. Al asumir el aire gaucho. Borges estaba sub
rayando no sólo su hostilidad a los españoles sino también su indisimu-
lada falta de simpatía por Guillermo. Algunos otros documentos fotográ
ficos de la visita muestran a Borges, recién afeitado y debidamente ves
tido con un traje oscuro, en el timón del ferry que les llevó aguas arriba
por el río Uruguay.
Por lo menos cinco de los cuentos que Borges escribió durante los
quince años siguientes fueron influidos por esa visita bastante breve.
Durante su estadía, Borges llegó a enfrentar el tipo de violencia que
hasta entonces sólo habia encontrado en los libros y en el cine. En aque
llos dias la frontera entre Uruguay y Brasil era todavía un terreno bas
tante primitivo. Excepto en dos sitios, donde un ancho rio marcaba la
234 LOS JUEGOS IRRESPONSABLES
Con ese material muy limitado, que de alguna manera seguía volviendo
hacia él, Borges construyó unos pocos episodios dramáticos que distri
buyó en diversos cuentos para darles verosimilitud. Uno de los primeros
usos de la visita fue una secuencia de “Tlón, Uqbar, Orbis Tertius",
cuento que publicó inicialmente en 1940, En la segunda parte, cuando
el narrador está procurando solucionar el enigma sobre ese país miste
rioso, interpolado en la realidad por un volumen apócrifo de una enci
clopedia de segunda categoría, el autor introduce a un nuevo personaje.
LOS JUEGOS IRRESPONSABLES 235
El Inglés venía de la frontera, de Río Grande del Sur, no faltó quien dijera
que en el Brasil había sido contrabandista. Los campos estaban empasta
dos; las aguadas, amargas; el Inglés, para corregir esas deficiencias, trabajó
a la par de sus peones. (...) La última vez que recorrí los departamentos
del Norte, una crecida del arroyo Caraguatá me obligó a hacer noche en
La Colorada (...) Salimos, después de comer, a mirar el cielo. Había es
campado, pero detrás de las cuchillas el Sur, agrietado y rayado de relám
pagos. urdía otra tormenta. [Ibid . 491]
Con esc material muy limitado, que de alguna manera seguía volviendo
hacia él, Borges construyó unos pocos episodios dramáticos que distri
buyó en diversos cuentos para darles verosimilitud. Uno de los primeros
usos de la visita fue una secuencia do "Tlón, Uqbar, Orbis Tertius”,
cuento que publicó inicialmente en 1940. En la segunda parte, cuando
el narrador está procurando solucionar el enigma sobro esc país miste
rioso, interpolado en la realidad por un volumen apócrifo de una enci
clopedia de segunda categoría, el autor introduce a un nuevo personaje,
LOS JUEGOS IRRESPONSABLES 235
El Inglés venia de la frontera, de Río Grande del Sur, no faltó quien dijera
que en el Brasil había sido contrabandista. Los campos estaban empasta
dos; las aguadas, amargas; el Inglés, para corregir esas deficiencias, trabajó
a la par de sus peones. (...) La última vez que recorrí los departamentos
del Norte, una crecida del arroyo Caraguatá me obligó a hacer noche en
La Colorada (...) Salimos, después de comer, a mirar el cielo. Había es
campado, pero detrás de las cuchillas el Sur. agrietado y rayado de relám
pagos. urdía otra tormenta. [Ibid , 491]
Empieza entonces para Otálara una vida distinta, una vida de vastos ama
neceres y de jornadas que tunen el olor del caballo. Esa vida es nueva
para él, y a veces atroz, pero ya está en su sangre, porque lo mismo que
lot hombres de otras naciones veneran y presienten el mar, asi nosotros
(también el hombre que entreteje estos símbolos) ansiamos la llanura
inagotable que resuena bajo los cascos. [El Aleph, 1949; o.c., 546]
I inscribe this book to I.J.: English, innumerable and an Angel. Also: I of
fer her that kemel of myself that I have saved, somehow—the central heart
thah deais not in words, traffics not with dreams, and is untouched by time,
by joy, by adversity.
tico persa del siglo xn, Farid ud-Din Attar— y luego puntualicé cuidado- I
sámente sus limitaciones. El cuento apareció al año siguiente en un volu- I
men de ensayos. Historia de la eternidad, confinado al final del libro, jun- I
to a un artículo sobre el "Arte de injuriar". Quienes leyeron "El acerca- I
miento a Almotásim" creyeron en lo que decía, y uno de mis amigos llegó I
• ordenar la compra de un ejemplar en Londres. No fue hasta 1942 que lo I
publiqué abiertamente como cuento, en mi primera colección de cuentos, I
El jardín de senderos que se bifurcan. Quizás fui injusto con ese texto, I
ahora me parece que pronostica y hasta fija la pauta de otros cuentos que I
de alguna manera me estaban esperando, y en los que se basó mi repu- I
tación como cuentista. ["Autob.", 1970, 239-240]
Ñorah Iarriba a la
izquierda} y Borges
en Ginebra, 1916.
Borges y Norah.
Borges con sus padres
*
Horge y Hioy Cmatm en /fl.'/Z cuando conocieron
fe
Bioy Casares, Victoria Ocampo y Borges en Mar del Plata.
sus ficciones, "Pierre Menard, autor del Quijote”, donde inventa no sólo
un libro sino toda la producción de un escritor imaginario.
El siguiente libro de Borges fue una colección de ensayos titulada
Historia de la eternidad. Salió en 1936 con el sello de Viau y Zona, un
librero que se especializaba en ediciones para bibliófilos y que ocasional
mente publicó algunos libros comunes. Aparte de la broma jugada al
lector con la inclusión de "El acercamiento a Almotásim" como reseña
bibliográfica. Historia de la eternidad es una colección perfectamente
legítima de ensayos. Sus cinco textos pueden ser fácilmente divididos
en dos categorías: los metafísicos y los retóricos. Al primer grupo co
rresponden dos ensayos: el que da título al libro y otro titulado “La
doctrina de los ciclos". Al intentar una definición de la eternidad, Borges
debió volver al problema metafisico del tiempo, que le asedió desde su
infancia, cuando Padre le enseñó, como parte de los juegos que compar
tían, la paradoja de Zenón y los principios del idealismo de Berkeley.
Desde esos juegos, a través de algunos textos ya incluidos en Inquisicio
nes y en El idioma de los argentinos, y hasta el texto presente, Borges
había madurado mucho. Al negar la noción de eternidad y al jugar con
el concepto de la infinitud, estaba preparando el camino para la negación
total que intentaría en "Nueva refutación del tiempo" (1947), su texto
más importante sobre el tema.
El ensayo sobre la eternidad es atractivo pero no es terriblemente con
vincente. En un ensayo de 1953, Maurice Blanchot discute la noción de
Borges sobre el infinito y prueba que puede ser vinculada a lo que
Hegel llamó "el mal infinito", una noción que es estrictamente literaria
y no filosófica. Blanchot no critica a Borges por ser un escritor antes que
un filósofo. Por lo contrario, elogia su honestidad al tratar esos proble
mas al único nivel en que puede hacerlo. El mismo Borges coincidiría
con esa lectura de sus ensayos. Su interés en la metafísica está permeado
por la estética. En el ensayo sobre la eternidad, por ejemplo, rechaza
el concepto de la Trinidad, no sólo por sus dificultades lógicas (quién
existió primero, etcétera), sino también porque es fea: “Imaginada de
golpe, su concepción de un padre, un hijo y un espectro, articulados en
un solo organismo, parece un caso de teratología intelectual, una defor
mación que sólo el horror de una pesadilla pudo parir" (Eternidad, 1936;
o.c., 359). Al discutir el concepto de Albertus Magnus sobre la univer-
salia ante res, observa que la escolástica no sospecha siquiera que las
categorías de Dios pueden no ser las del idioma latín que los teólogos
han usado generalmente. El otro signo de que Borges no está en verdad
terriblemente interesado en descubrir la verdad es que al indicar las
fuentes bibliográficas que ha usado, apunta que se apoyó con exceso en
su propia y pequeña biblioteca. La admisión supone una exhibición
de sus métodos hedonistas y escasamente eruditos. En el titulo del en
sayo hay una contradicción en los términos; escribir la “historia" de la
242 LOS JUEGOS IRRESPONSABLES
El último texto del libro es un corto ejercicio llamado "El arte de inju
riar". Aparte de citar algunos brillantes ejemplos, Borges reúne algunas
reflexiones y observaciones sobre los aspectos retóricos del insulto, que
completan su trabajo sobre la metáfora, la traducción y las técnicas na
rrativas en este volumen de ensayos y en el anterior.
La importancia de Historia de la eternidad dentro de la obra de Borges
se hizo evidente cuando éste decidió que sus libros fueran reunidos en
una edición en varios tomos, incorrectamente titulada Obras completas.
Están lejos de ser completas y, en cierto sentido, se acercan más a ser
una edición oficial o canónica; es decir, la edición por la que Borges
quiere ser juzgado. Para el primer volumen de esa colección eligió Histe
ria de la eternidad. Era una sabia selección, porque el libro muestra su
madurez como ensayista al mismo tiempo que apunta hacia su obra fu
tura. Los problemas retóricos y metafisicos que presenta serán después
desarrollados en su mejor libro de ensayos, Otras inquisiciones (1952)
los experimentos narrativos anticipados en "El acercamiento a Almotá-
sim" serán ampliados en Ficciones. En suma. Historia de la eternidad es
un libro seminal, el primero que ofreció en un solo volumen todos los
aspectos del escritor maduro en que Borges pronto se convertiría. Es
una pena que se haya publicado bajo el sello de un librero demasiada
244 LA ESPANTOSA LUCIDEZ DEL INSOMNIO
i que siempre le he conocido, como ocurre con todo lo que uno ama. Tenía
J bigote y unos ojos grandes, asombrados." Esa observación ayuda a fechar
su encuentro, porque la primera y última vez que Borges usó bigote fue
.. a su vuelta de la visita a los Amorim. "Le he detestado algunas veces",
i agrega Silvina con su habitual franqueza. "Le he detestado con motivo
de un perro, y él me ha detestado, supongo, a raíz de un disfraz” (Sil-
vina Ocampo, 1964, 26) Luego describe el episodio del perro con todos
Í del Plata, y :>e perdió el perro de Silvina. Ésta buscó por toda la vecin
dad, golpeando en cada puerta y dando una descripción muy precisa
i de su perro. Borges quedó asombrado con su dedicación:
La otra anécdota tiene relación con el miedo de Borges ante los dis
-1 fraces. Era la época de carnaval. Una noche, después de cenar, Silvina
■iy una amiga, que estaban ya disfrazadas para una fiesta, caminaban por
*1 el jardín cuando encontraron a Borges. No pretendieron ocultar su iden
tidad:
muerte y la brújula”, usó los días de carnaval como la ocasión para uno
de los crímenes más complicados del relato.
En su retrato, Silvina menciona también la bien conocida susceptibi
lidad de Borges ante las mujeres:
Thr «urpe, thot nipht, leftme the cuatomnry ahrede and odd
endt norne hnted frtrnd» to chat uHth, mu»ic for dreams,
and thr smoking of bitter ashes. Thr thlnps my hungry
heart has no use for.
The bip wavr broupht you
*,
Word any wordr, your lauphter; and you so lazily and
incrtsantly
beautiful We talked and yon have forpotten ihe wordi.
LA ESPANTOSA LUCIDEZ DEL INSOMNIO 247
ban los ensayos eruditos y los cuentos disfrazados que Borges escribía
entonces. Tanto "El acercamiento a Almotásim" como "Los traductores
de las 1001 noches ' surgen de esa experiencia: esos días y noches en que
Borges (como Funes) se sentían "el solitario y lúcido espectador de un
mundo multiforme . Y si Funes habia quedado tullido tras el acciden
te, Borges también había quedado simbólicamente tullido por el insom
nio: adherido a su cama a causa de una despiadada enfermedad de la
mente.
A pesar de los muchos y excelentes amigos de entonces, Borges llevaba
en lo íntimo una vida trágicamente solitaria. No es de extrañar que de
tanto en tanto alimentara la idea del suicidio. Una de esas ocasiones —la
más pesadillesca, tal vez— ha quedado documentada en unos textos auto
biográficos de 1940 y en reiteradas alusiones tantalizadoras de algunos
de sus relatos más conocidos. Se puede reconstruir aproximadamente
así. El día en que cumplía 35 años (24 de agosto de 1934), nel mezzo dil
camin di nostra vita (como dijo Dante y repitieron tantos entonces),
Borges decidió suicidarse. Compró un revólver en una armería de la
calle Entre Ríos y una novela de Ellery Queen, El misterio de la cruz
egipcia (que ya habia leído) en una librería. Asi fortificado, fue a la
estación Constitución donde sacó un billete, de ida sólo, para Adrogué.
Al llegar, se instaló en el conocido hotel Las Delicias, en la habitación
19, para consumar el suicidio. Dicha habitación ha sido descrita en un
relato futurista ("Agosto 25, 1983") que sólo escribió en 1976. Estaba
en el segundo piso y daba a un "pobre patio desmantelado en el que
había una baranda y (...) un banco de plaza. Era el cuarto más alto
del hotel" (La Nación, Buenos Aires, 27 de marzo de 1983, reproduce
el cuento con algunos meses de anticipación a la fecha del titulo).
Se puede conjeturar que Borges ocupó las largas horas antes del alba
en repasar su vida, en hojear la novela de Ellery Queen, en revisar el
arma y (esto no es conjetura, ya) en ingerir dos o tres cañas dobles
—recurso al que acudía siempre que buscaba darse ánimo. Tal vez em
pleó su tiempo en redactar un poema que no pasó del borrador de aque
lla noche. Como ha sido publicado junto con el texto autobiográfico de
1940, en una versión al inglés y con aparente autorización de Borges,
conviene examinarlo aquí. Por la transcripción, no es fácil ver cómo se
podrían integrar las distintas variantes del poema Lo que resulta claro
es que Borges dedica algún tiempo a considerar la paradoja de que la
misma mano entrenada para escribir le pudiera servir para ponerse una
bala en la cabeza. Pasar de la pluma o el lápiz al revólver era alegorizar
el paso del oscuro empleado municipal al hombre que es capaz de em
puñar un arma, como sus heroicos antepasados, aunque sólo sea para
suicidarse. (¿Pero no son también suicidas vocacionales aquellos que
arriesgan la vida en el campo de batalla’) Empuñar el arma era, asi
mismo, pasar de las especulaciones metafísicas sobre la muerte y el tiem
po y la eternidad y la negación de la personalidad (a que había dedicado
252 LA ESPANTOSA LUCIDEZ DEL INSOMNIO
Soy un hombre palpable (me digo), pero con piel negra, esqueleto negro,
encías negras, sangre negra, que fluye por la íntima carne negra...
Me desvisto, soy (por un instante) esa bestia vergonzosa y furtiva, ahora
inhumana y de cierta forma separada de sí misma, que es un ser desnudo.
(Ibid., 319]
confundido a sus críticos para mayor diversión del anciano que tan tar
díamente los inventó. Pero el que nos interesa ahora es el otro Borges,
el joven insomne que en la alta madrugada juega con el revólver que
terminará por no usar —para que quedase así mejor documentada su
"cobardía". (Uso la palabra en el sentido en que la habrá usado, sin
duda, aquel joven desesperado e implacable de 1934. Esa cobardía per
mitió la obra luminosa y la vida trágica de Borges.)
La paradoja que disimulan estas miserias privadas es que ya a los
35 años, Borges había ascendido hasta una posición única en las letras
argentinas. Era considerado como uno de los más originales poetas y
ensayistas de su época. Pero sólo era realmente conocido por una pe
queña minoría de lectores, integrada por jóvenes escritores, en su mayor
parte más jóvenes que él. A pesar de colaborar en las revistas literarias
más exclusivas así como en las más populares, sus libros pasaban gene
ralmente inadvertidos, como lo prueba la escasísima y ya aludida venta
de Historia de la eternidad. Al mismo tiempo, Borges estaba compro
metido casi secretamente en experimentos con la ficción y con la crítica
que no sólo cambiarían el curso de la literatura argentina y latinoame
ricana, sino que influirían profundamente en la cultura contemporánea
(cine incluido), en Francia e Inglaterra, en España e Italia, en Estados
Unidos y Alemania. Aunque Borges a los 35 años seguía siendo objeto
exclusivo de un culto clandestino de jóvenes escritores, estaba a punto
de producir el tipo de literatura que sería verdaderamente revolucio
naria.
Sin duda, estaba al tanto de la paradoja de su posición, y en algunos
de sus ensayos, tras la máscara de la ironía, encaró el problema. Ya en
un artículo sobre Paul Groussac, escrito en 1929, se puede encontrar su
opinión sobre lo que supone ser un escritor distinguido en la Argentina.
El caso de Groussac, desde luego, era extremo. Nacido en Francia en
1848, llegó a Buenos Aires con 18 años, sin saber nada de español. Tras
algunos años de trabajo duro, se convirtió en uno de los principales es
critores argentinos de la segunda mitad del siglo xix: director de la
Biblioteca Nacional, crítico respetado y hasta temido, maestro del estilo.
Pero Groussac siempre pensó y alguna vez llegó a escribir que ser un
maestro de la prosa argentina era ser nadie. Al escribir sobre Groussac,
Borges apunta que verlo como "un mero viajante de la discreción de
París, un misionero de Voltaire entre el mulataje" suponía devaluar la
cultura argentina y el papel de Groussac en ella. Ocupaba, señala al
final de su artículo, el lugar de un doctor Johnson argentino. Al mismo
tiempo, observa en Groussac “su mera inmortalidad sudamericana" (Dis
cusión, 1932; o.c., 234), pero aduce, o finge aducir, que esa inmortalidad
es suficiente. Sin embargo, el uso de la palabra “mera" es significativo.
Vuelve a ella con obsesiva regularidad en diversos textos de la época.
Al considerar la versión alemana por Enno Littmann de las Mil y una
noches y tras compararla con las de Burton, Lañe, Galland, Mard
254 UNA GUÍA DE LECTURAS
La reacción de Borges es típica del intelectual que está harto del color
local, sea en España o en Argentina. Igual que Juan Ramón Jiménez,
otro gran poeta andaluz, prefería ocuparse de temas menos triviales y
procuraba obtener alguna suerte de poesía esencial. En ello, debía per
der algo de lo que hace singular a Lorca, especialmente su sentido de
lo teatral, que (igual que Cocteau o Noel Coward) llevaba hasta la vida
cotidiana:
Borges: ... Lorca quiso asombrarnos Me dijo que estaba muy preocupado
por un personaje muy importante del mundo contemporáneo: un personaje
en el que se podía ver toda la tragedia de la vida americana. Y después
siguió hablando asi hasta que le pregunté quién era el personaje, y resultó
que era el Ratón Mickey. Supongo que procuraba mostrarse ingenioso.
Y pensé: ésa es la clase de cosa que uno podría decir cuando es muy
joven y quiere asombrar a alguien. Pero después de todo, él era un hom
bre adulto, no tenía necesidad, podía haber hablado de otra manera Pero
cuando comenzó con aquello de que el Ratón Mickey era un símbolo de
América, habia allí un amigo mió y me miró, y lo miré, y ambos nos fui
mos andando porque ya estábamos muy viejos para esos juegos, ¿no? In
cluso en la época... Incluso entonces pensamos que eso era lo que se
puede llamar superficial. [Ibid., 94]
pero uno que sea univer-al, como Borges, es una rareza en nuestros países.
Fue uno de los primeros. No puedo decir que sea el mayor, y sólo confío
en que pueda haber un centenar que le sobrepasen, pero en todo caso él
hizo su irrupción y atrajo la atención y la curiosidad intelectual de Europa
hacia nuestros países. Eso es todo lo que puedo decir. Pero discutir con
Borges, sólo porque todos quieren que yo discuta con Borges, eso no
lo halé nunca. Si él piensa como un dinosaurio, eso nada tiene que ver
con mis Ideas. No entiende nada de lo que está ocurriendo en el mundo
moderno, y creo que yo tampoco. Por tanto, estamos de acuerdo. [Guibert,
1973, 30)
Se fue de vacaciones durante los tres o cuatro días en que yo estuve allí,
con lo que no hubo ocasión pnra un encuentro. Pero creo que fue amable
de su parte, ¿no? Porque sabia que habria gente que lo azuzaría contra
mi, ¿no? Quiero decir que yo era un poeta argentino, él un poeta chileno;
él está del lado de los comunistas, yo estoy contra ellos. Asi que pensé
que él se condujo con mucho tino en evitar un encuentro que habría sido
incómodo para ambos. [Burgin. 1969, 96]
Me limité a observar a ese joven y ya famoso entre los que éramos mucho
más jóvenes que él, desaliñado, jovial, atento al mundo y a la vez apartado
260 UNA GUÍA DE LECTURAS
í'anny Haxlam fue una gran lectora. Cuando tenía más de 80 años, la gente
solía decirle, para ser amables con ella, que actualmente no habla escritores
que pudieran ponerse a In par de Díckens y de Thackeray Mi abuela con
testaba: “En suma, yo preferiría a Amold Bennett, a Galsworthy y a Wells.”
Cuando se acercó su muerte a lor noventa años, en 1935, nos llamó a su lado
UNA GUÍA DE l ECTURAS 261
y dijo en inglés (porque su español era fluido pero pobre) y con su pequeña
voz: Sólo soy una vieja que se muere muy, muy lentamente. No hay nada
de notable o de interesante en esto.
** No veía motivo para que todo el hogar
estuviera tan agitado, y pedia disculpas por el mucho tiempo que le llevaba
morir. ["Autob.", 1970, 206]
entre los más prominentes) y que en cambio tenia una debilidad por
libros de segunda categoría con tramas interesantes (novelas policiacas,
cuentos de ciencia-ficción). A veces llega a indicar el tiempo exacto de
lectura que invirtió en leer determinado libro: dos noches sucesivas,
desde las nueve en adelante, o toda una tarde y una noche. Pero lo que
hace tan peculiar su manejo de la sección literaria es su oportunidad
inagotable y perfecta. Hasta los temas menos promisorios (una biografía
de Juana de Arco, otra de Spengler) se convierten en irresistibles ante
su ironia y su don para la paradoja.
El alcance de la sección literaria llegó a ser verdaderamente enciclopé
dico; como fuentes, Borges utilizó varios diccionarios biográficos, la
Columbio Enciclopedia de 1935 (edición a cargo de Clarke F. Ansley),
algunas revistas prestigiosas (como la Nouvelle Revue Fran^aise o el
Times Literary Supplement) e informaciones para la prensa, distribuidas
por editores norteamericanos y europeos. También mostró una pasión por
el hábito de hojear libros, lo que puede ser advertido en alusiones a la
mejor librería inglesa de Buenos Aires en ese momento (Mitchell's).
Con la dirección de Borges, la sección literaria hizo cierto su subtítulo,
"Guía de lecturas". La pregunta que probablemente surgió entonces en
muchos círculos literarios era: ¿cuántos lectores de El Hogar pueden
permitirse tal cicerone, que los guia sin duda entre libros franceses, in
gleses, italianos y alemanes, que no vacile en recomendar una interpre
tación filosófica de la historia (la de Spengler) en la misma página en
que elogia una historia de crímenes (El perseguidor de Golding) o una
biografía sobre un poeta imaginario (Orlando de Virginia Woolf) ? Bor
ges escribía como si todo lector de El Hogar fuera tan políglota como él
mismo. Era una suposición excesiva. El hecho de que la sección sobre
viviera tres años, hasta mediados de 1939, prueba que, si bien pocos de
los lectores de El Hogar leían o intentaban siquiera hojear los libros que
Borges mencionaba o reseñaba, cuando menos les gustaba leer sobre
ellos, y probablemente utilizaban sus ingeniosos comentarios como citas
adecuadas (pero no atribuidas) en los cocktaiL-partit» a los que con
currían.
Fue en esa época cuando encontré por primera vez el nombre de Bor
ges Estaba leyendo El Hogar (30 de octubre de 1936) y hallé en la sec
ción "Libros y autores extranjeros” una pequeña biografía de Virginia
Woolf, más una página de su Orlando, algunas reseñas sueltas —un libro
de canciones del Mississippi, una novela policiaca de Ellery Queen, otra
novela de Henry de Montherlant, una reedición sobre un estudio de los
escritores neuróticos, de Arvéde Barine— y también una nota encabezada
como "Vida literaria”, que era dedicada a Joyce e incluía una anécdota
de su encuentro con Yeats. (Se citaba a Joyce diciendo a Ycata que era
una pena no haberse encontrado antes, porque "ahora van a decir que
usted ha sido influido por mí”.) En aquel momento yo tenía sólo quince
años y fui rápidamente seducido por el ingenio de Borges, por su impe-
EL COMIENZO DE UNA COLABORACIÓN PERMANENTE 263
cable estilo, por la vasta gama de sus lecturas. Desde El Hogar ascendí
* a Sur y rápidamente hice el rastreo de las librerías de Montevideo, bus
cando los libros de Borges. Encontré uno de los muchos ejemplares sin
» vender que habían quedado de Historia universal de la infamia (1935)
( y un ejemplar de Inquisiciones (1925) de segunda mano. Durante 1936
c o 1937 esos libros no eran aún la pieza para coleccionistas que son ac-
i'l tualmente.
Si bien no advertí en su momento la decisión importante que estaba
i adoptando al convertirme en un adicto a Borges, fui en cambio total-
। mente consciente del valor singular de la crítica de Borges y de la es-
c pecial calidad de su estilo. Mi caso no fue singular, y por eso lo men-
: ciono. Para muchos lectores jóvenes, Borges estaba comenzando a desem-
t penar ya el papel de un mentor: el más ingenioso e irreverente mentor
i que haya existido. En cierto sentido, la página que publicaba cada dos
■ semanas en El Hogar era, y es aún, la mejor presentación posible paia
l llegar a sus ideas literarias.
Cuajada La Martona
Alimento desintoxicante aconsejable
a los que hacen vida sedentaria.
Bioy también recuerda otras cosas que hicieron esa semana. "Intenta
ron escribir un soneto ‘enumerativo’ en cuyos tercetos no recuerdo cómo
justificamos el verso
I
266 EL COMIENZO DE UNA COLABORACIÓN PERMANENTE
Pero en ese articulo Borges hizo algo más que jugar con las palabras;
I también escribió perspicazmente sobre La quimera del oro de Chaplin.
Comenzó a reseñar filmes en Sur a la tercera edición (invierno de 1931).
Hizo falta algún esfuerzo para convencer a Victoria Ocampo de que la
revista debía incluir reseñas en forma regular. En sus conversaciones con
| Jean de Milleret, Borges menciona la resistencia de Victoria a que en su
revista (que ella entendía como una antología de los mejores textos po
sibles) se incluyeran materiales tan efímeros como las reseñas de piezas
teatrales, películas, conciertos o libros. Del otro lado, Borges las consi
deraba "la vida de la revista... lo que el lector busca" (De Milleret,
1967, 60).
El primero de esos artículos publicados por Borges, bajo el modesto
rubro “Films", comenta El asesino Karamasoff de Fedor Ozep (una adap
tación alemana hecha en 1931 sobre la novela de Dostoyevsky), Luces
de la ciudad de Chaplin y Marruecos de Von Sternberg. Al tiempo que
informa al lector sobre sus opiniones, Borges traza con brevedad, pero
también con firmeza, las diferencias básicas entre las cinematografías
alemana, francesa y norteamericana de la época. Algunas referencias
breves y punzantes sobre otras películas, o incluso una alusión a las
“espaldas cenitales" de la Garbo, indican su familiaridad con ese medio
expresivo. Ese artículo fue el primero de los once que aparecieron hasta
el final de 1937. En el conjunto, reseñó películas de King Vidor, John
Ford, Von Sternberg, William Cameron Menzies, Alfred Hitchcock,
James Whale y varios directores de menor entidad También comentó
dos películas argentinas: La fuga de Luis Saslavsky, que elogió con
algunas reservas, y Los muchachos de antes no usaban gomina, dirigida
por Manuel Romero, una apología del machismo, a la que aniquiló con
un chiste: “... es uno de los mejores filmes argentinos que he visto;
vale decir, uno de los peores del mundo” (Cozarinsky, 1974, 52).
Si Victoria Ocampo necesitó ser persuadida de admitir en Sur las
reseñas cinematográficas de Borges, estaba resuelta en cambio a que él
hiciera la traducción de algunos autores que ella prefería. Encargó tres
traducciones: Persephone de André Gide (que se publicó inicialmente
en Sur y luego como fascículo separado de la misma revista, 1936),
A Room of One's Own (libro conocido como Un cuarto propio y también
como Una habitación propia) de Virginia Woolf (publicado como fascícu
lo, 1937) y el Orlando de la misma autora (1937). La escritora inglesa
ya había sido presentada por Borges a los lectores de El Hogar, con una
breve biografía a la que agregó un fragmento de Orlando (30 de octu
bre de 1936). Al juzgar la novela subrayó su originalidad —"sin duda
la más intensa de Virginia Woolf y una de las más singulares y desespe
rantes de nuestra época”— agregando: "La magia, la amargura y la feli
cidad colaboran en ese libro. Es, además, un libro musical, no solamente
por las virtudes eufónicas de su prosa, sino por la estructura misma de
su composición, hecha de un número limitado de temas que regresan
268 LA PLUMA Y LA ESPADA
9. La pluma y la espada
i que vuelvan de las guerras invictas". También ridiculizó otra de las “in
venciones ' de Marinetti: el uso de palabras de sonido nativo en lugar
i de todas las expresiones extranjeras que contaminan el idioma italiano.
1 En lugar del francés chic, los italianos debían usar “electrizante"; en
i lugar de bar debían indicar qui si beve (aquí se bebe). Tras apuntar
I que cada una de las expresiones italianas es más larga que la extran
jera, Borges subraya la similitud entre el puritanismo de Marinetti y la
q preocupación de cuerpos conservadores, como la Real Academia para el
idioma español. La conclusión del breve comentario es que el antes em
presario futurista no estaba al nivel de ese tipo de retruécanos. Aún más
i agresivo es el comienzo del artículo: “F. T. Marinetti es quizás el ejem-
<| pío más célebre de esa categoría de escritores que viven de ocurrencias
y a quienes rara vez se les ocurre algo.”
Quienes han llegado tardíamente a la obra de Borges, con escaso cono
cimiento sobre su desarrollo intelectual e ideológico, tienden a pensar
que ha sido y es totalmente apolítico. La verdad es que Borges siempre
tuvo opiniones políticas, pero como fue educado por Padre para ser un
anarquista intelectual (y no un anarquista político), sus opiniones de
pendieron menos de la efímera estrategia de los titulares periodísticos,
o del impulso por hacerse un lugar al sol, que de una profunda convic
ción de que cuanto menos gobierno haya, mejor será. Asi se inclinó en
general a favor de la democracia, porque permitía una suerte de equili-
I brío del poder, mientras rechazó todos los regímenes unipartidistas, que
I hacían casi imposible la discrepancia. Es cierto que, cuando era un ado
lescente en Ginebra, Georgie llegó a admirar las revoluciones cruentas
e incluso cantó a la Aurora Roja de Moscú. Pero pronto llegó a la con
clusión de que las revoluciones sólo cambian el equipo, mientras perpe
túan la burocracia del poder. Sólo una vez hizo un débil intento de par
ticipar en la vida política, durante la segunda candidatura de Irigoyen
a la presidencia. Después que Irigoyen demostró ser inepto y fue de
puesto por el ejército (1931), el escepticismo político de Borges aumen
tó y se endureció. Dejó de tener vinculación alguna con la política local;
sólo la segunda Guerra Mundial le haría reaccionar fuertemente.
Entretanto, aprovechó la posibilidad que le daba El Hogar para cargar
a su "Guía de lecturas” con flechazos políticos y discusiones ideológicas
claramente formuladas. Algunas referencias a la guerra civil española
aparecen aquí y allá. Una de ellas es una reseña (18 de marzo de 1938,
14) de la novela Los hermanos, de H. G. Wells, cuya acción se sitúa en
España durante la guerra civil. Allí Borges subrayó la parábola bastante
obvia sobre los mellizos que dirigen ambos bandos de la guerra, y la
solución pedagógica formulada por Wells: los hombres deben ser mejor
educados para que las guerras sean evitadas. Sobre la guerra civil, que
estaba llegando a una trágica conclusión con la victoria de los fascistas,
Borges nada decía, pero es obvio de qué lado estaba, por el mero hecho
de que le gustara la novela y le gustara aún más el autor. Varios de los
274 LA PLUMA Y LA ESPADA
Consta de unas tres mil palabras que dicen exactamente dos cosas (que
son incompatibles). La primera es... que el arte debe ser libre y que en
Rusia no lo es. Según Rivera-Bretón, "bajo la influencia del régimen tota
litario de la URSS se ha extendido por el mundo entero un profundo cre
púsculo hostil al surgimiento de toda especie de valor espiritual. Crepúscu
lo de lodo y de sangre en el cual, disfrazados de intelectuales y de artistas,
engañan hombres que han hecho del servilismo un recurso, del reniego de
sus principios un juego perverso, del falso testimonio venal un hábito y
de la apología del crimen un gozo. El arte oficial de la época stalinista
refleja sus esfuerzos irrisorios para engañar y enmascarar su verdadero
papel mercenario... A los que nos apremian, ya sea por hoy o por mañane,
a consentir que el arte se someta a una disciplina que juzgamos radical
mente incompatible con sus medios, oponemos una negativa sin apelación
y nuestra voluntad deliberada de atenemos a la fórmula: Toda licenc a
en arte."
¿Qué conclusión podemos derivar de lo anterior? Juzgo que ésta, y sólo
ésta El maixismo (como el luteranismo, como la luna, como un caballo,
como un verso de Shakespeare) puede ser un estimulo paru el arte, pin
es absurdo decretar que sea el único. Es absurdo que el arte sea un de
partamento de la política. Sin embargo, eso precisamente es lo que reclama
este manifiesto increíble. André Bretón, apenas estampada la fórmula
"Toda licencia en arte", se arrepiente de su temeridad y dedica dos páginas
fugitivas a renegar de ese dictamen piecipitado. Rechaza el "indiferentismo
político", denuncia el arte puro, "que de ordinario sirve los fines más im
puros de la reacción", y proclama que "la tarea suprema del arte cotí
temporáneo es participar consciente y activamente en la preparación de
la revolución". Acto continuo propone "la organización de modestos con
gresos locales e internacionales". Deseoso de agotar los deleites de la prosa
rimada, anuncia que “en la etapa siguiente se reunirá un congreso mun
dial que consagrará oficialmente la fundación de la Federación Internacio
nal del Arte Revolucionario Independiente (F.I A.R.I)".
276 LA PLUMA Y LA ESPADA
i; glo xix, que describe con humor la vida en un colegio interno. La biblio-
> teca estaba situada en Avenida La Plata y Carlos Calvo, en la parte
i sudoeste de la capital, y su director era el poeta Francisco Luis Ber-
U nárdez, uno de los colegas de Borges en los días del ultraísmo.
Cuando en su autobiografía Borges recuerda su trabajo en aquella
i< biblioteca, comienza por resumir las “pequeñas tareas editoriales" que
i habían sido hasta entonces su única ocupación remunerada: el suple-
0 mentó de Critica, la sección de libros en El Hogar y algunos trabajos
ii más oscuros que sus biógrafos no han conseguido identificar con preci-
i sión: “También escribí textos para noticieros cinematográficos y fui
il director de una revista pseudo-científica llamada Urbe, que en realidad
t era el órgano de promoción de un sistema privado de transporte subte-
i rráneo en Buenos Aires" ("Autob.", 1970, 240). Aunque no parece justo
i agrupar sus colaboraciones creativas para Critica y El Hogar junto a las
!■ otras tareas pecuniarias que también hizo, la conclusión general a que
il llega es correcta: "Todos éstos fueron trabajos poco remunerados, y yo
r ya había pasado la edad en que debía haber comenzado a contribuir
• para el mantenimiento del hogar." Su primer empleo real fue el de pri-
r mer asistente en la biblioteca Miguel Cañé, situada, según él, "en una
. parte monótona y triste de la ciudad, hacia el suroeste" Su posición
• jerárquica dentro del personal era baja: "Aunque por debajo habia un
» segundo y un tercer asistentes, también estaban por encima un director
y un primer, segundo y tercer oficiales Me pagaban doscientos diez
« pesos por mes, que después subieron a doscientos cuarenta. Esas sumas
► equivalían entonces a unos setenta u ochenta dólares” (ibid., 240-241)
También su puesto era triste. Había poco trabajo y debia ser dividido
;■ parejamente entre unas cincuenta personas. Cuando describe sus respon-
t sabilidades en esa institución oficial. Borges no oculta su sarcasmo:
En la biblioteca trabajábamos muy poco. Éramos unes cincuenta, produ
ciendo lo que pudo ser hecho fácilmente por quince. Mi tarea especifica,
compartida con 15 o 20 compañeros, era clasificar y catalogar las perte
nencias de la biblioteca, que hasta ese momento habian estado fuera de
todo catálogo. Sin embargo, la colección era tan pequeña que rabiamos
dónde encontrar los libros sin recurrir al sistema, con lo que éste, aunque
trabajosamente elaborado, nunca fue necesario ni fue utilizado. El primer
día trabajé con total honestidad. Al dia siguiente, algunos compañeros me
llevaron aparte, para decume que yo no podía seguir haciendo una cosa
asi, porque los dejaba en evidencia. “Además —sostuvieron— como esta
catalogación ha sido pensada para darnos alguna apariencia de trabajo,
nos vas a dejar sin empleo." Les dije que yo habia clasificado cuatrocientos
títulos, en lugar de los cien que hacia cada uno de ellos. “Bien —dijeron-
si sigues así el jefe se enojará y no sabrá qué hacer con nosotros Con
visión realista, me dijeron que a partir de ese momento yo debia hacer
83 libros en un día, 90 al siguiente, 104 en el tercer dia. [Ibid.. 241]
I En una entrevista con James E. Irby, durante 1962, Borges ofrece una
i descripción más minuciosa de su vida en la biblioteca. En cierto sentido,
1
28J LA VIDA EN LA BIBLIOTECA
ese informe verbal es menos reticente y hasta más personal que el que
se incluye en su autobiografía. Al hablar, Borges revela un poco más,
y hasta deja que sus sentimientos afloren con mayor facilidad. Recono
ce ante Irby, por ejemplo, que fue por influencia de algunos amigos que
obtuvo un pequeño aumento en su remuneración, pero con la condición
de que no volverían a presionar después para lograr otro aumento.
Borges recomendó que se agregase una pequeña colección de libros
en inglés para mejorar la biblioteca (Irby, 1962, 8). Pero el estímulo
de la lectura y la situación accesible de los libros no llegaron a impedir
el dolor de tener que trabajar en un puesto tan bajo. En su autobiogra
fía Borges no se muestra reticente al respecto:
Estuve en la biblioteca durante unos nueve años. Fueron nueve años de
firme infelicidad. En el trabajo, los otros hombres no se interesaban en
otra cosa que en las carreras de caballos, en el fútbol, en los cuentos obs
cenos. Una vez una mujer, que era una de las lectoras, fue violada cuando
iba para el lavabo de Damas. Todos dijeron que esas cosas tenían que
ocurrir, porque los lavabos de Damas y de Caballeros eran contiguos.
["Autob.", 1970, 241]
Borges confía a Irby otra anécdota sobre los compadritos que tenia
por compañeros de trabajo. “Un día, en el lavabo de hombres, uno de
ellos se levantó la camisa para mostrarme las cicatrices que tenía en el
pecho, a raíz de las peleas a cuchillo que sostuvo.” Comprensiblemente,
Borges concluye: "Toda esa atmósfera me deprimió” (Irby, 1962, 8).
La ironía de la situación es que durante muchos años Georgie había
recorrido los suburbios de Buenos Aires, quedándose en los arrabales
durante horas, familiarizándose con los compadritos, las prostitutas y los
proxenetas, hablando interminablemente de peleas a cuchillo, de coraje,
de sexo. Buena parte de los textos de Georgie en la década de 1920 y
comienzos de la de 1930 mostraron su preocupación con la violencia, la
brutalidad y la muerte. Pero cuando so vio enfrentado en una relación
casi idéntica con esa violencia, retrocedió con disgusto.
La paradoja de su situación era subrayada por el hecho de que la
fama de Borges continuaba creciendo fuera de esa biblioteca. SI Eliot se
habla sentido deprimido por su puesto administrativo en un banco londi
nense, Borges creyó aún más sórdido su predicamento en la biblioteca,
sobre todo al contrastarlo con el mundo literario del que venía. En su
autobiografía narra una anécdota cómica sobre la diferencia entre ambos
mundos:
Un día, dos amigas elegantes y de buenas intenciones —dos damas de la
sociedad— vinieron a verme al trabajo. Uno o dos días después me tele
fonearon para decirme: "Probablemente te parece divertido trabajar en
un sitio como ése. pero debes prometemos que antea de fin de mes te con
seguirás por lo menos un empleo de novecientos pesos." ["Autob.", 1970.
241-242]
LA VIDA EN LA BIBLIOTECA 281
Hay una doble ironía en esa situación. Las damas no parecieron com
prender que Borges no tenía forma de obtener un empleo mejor, y él
era demasiado orgulloso para decirles la verdad. Probablemente no la
habrían creído: pensaron quizás que el amor de Borges por los arrabales,
más su torcido sentido del humor, explicaban que hubiera elegido un
sitio tan sórdido para ocupar allí sus horas de trabajo.
Si su posición era difícil de explicar ante sus amigos, aún era más
difícil explicarla ante sus compañeros de la biblioteca. La situación es
evocada por Borges con humor: ‘'Irónicamente, en ese momento yo era
un escritor conocido... excepto en la biblioteca. Recuerdo que un com
pañero advirtió en cierto momento, en una enciclopedia, el nombre de
un tal Jorge Luis Borges, hecho que le dejó preocupado por la coinci
dencia de los nombres y las fechas de nacimiento" (ibid., 242). A Irby
le narra una anécdota similar. Algunas de sus compañeras eran seño
ritas de clase media inferior, que siempre le trataron con indiferencia,
hasta que un día descubrieron que él tenía amigas elegantes. Quedaron
terriblemente impresionadas el día en que Elvira de Alvear, una de las
más llamativas entre esas damas, telefoneó a Borges para invitarlo a
tomar el té. A partir de ese día, las compañeras comenzaron a prestar
atención a Borges y a formularle preguntas sobre sus amigas, a quienes
procuraban emular. Esas preguntas, en lugar de aliviar su penuria, de
bieron aumentar su sensación de estar en posición ridicula. Mientras los
colegas masculinos sólo se ocupaban de deportes y de obscenidades, las
chicas sólo se interesaban por lo que estaba de moda vestir en las carre
ras del hipódromo de Palermo.
Para Borges la situación debió ser imposible. Aunque se sentía cómodo
junto a sus amigos de alta sociedad, nunca habia compartido el esnobismo
de ellos, ni su gusto por las cosas caras, Nada habia en él que le aseme
jara a los Scott Fitzgerald de este mundo. Por lo contrario, como miem
bro de una familia antigua y tradicional, privada ya de dinero y de
poder, despreciaba las posesiones mundanas y siempre tuvo un auténtico
desinterés por ropas, muebles, casas, automóviles y las otras cosas ma
teriales que abruman la vida. Si se sentía amigo de Elvira de Alvear
era porque estaba enamorado de ella: un amor sin esperanzas, desde
luego, porque ella no le correspondía. Lo que Borges amaba era su
excentricidad: no su apellido ni su fortuna. Algunos rasgos de Elvira
de Alvear aparecen (debidamente alterados para ajustarlos a las nece
sidades literarias del relato) en la Beatriz Viterbo de su cuento “El
Aleph". Pero no es un retrato lisonjero.
Y ahora Borges tenía encima la humillación adicional de ser respetado
en la biblioteca, no ya por ser Borges —es decir, uno de los mejores
escritores argentinos del momento— sino por ser amigo de Elvira de
Alvear. En su entrevista con Irby resume ese predicamento: "Me en
contraba en una posición muy incómoda. Muchas personas me creían un
buen escritor. Colaboraba con Sur y con otras revistas, y algunos escri
282 LA VIDA EN LA BIBLIOTECA
I
LA VIDA EN LA BIBLIOTECA 283
cute algunas de las reacciones criticas que sus obras habían ya suscitado:
los cuentos son pesadillas, son intensos, pueden ser interpretados desde
un punto de vista teológico. Borges objeta esas últimas interpretaciones
no porque sean "injustas —nos consta que Kafka era devoto de Pascal
y de Kierkegaard— pero tampoco son necesarias". También menciona
una observación, propuesta por "un amigo", sobre las relaciones entre
la ficción de Kafka y las paradojas de Zenón. El amigo pudo haber sido
Bioy Casares, pero quizás sólo fue la modesta forma en que Borges en
mascaraba sus propias ideas. Muchos años después desarrolló ese punto
de vista en un ensayo ahora famoso, “Kafka y sus precursores” (inclui
do en Otras inquisiciones, 1952).
En una biografía sintética sobre Kafka publicada en El Hogar (29 de
octubre de 1937), repite la observación sobre las paradojas de Zenón,
sin citar a ningún amigo. Entre los textos que selecciona para su elogio
figuran varios cuentos y parábolas. Algunos serían traducidos luego por
él, para la primera colección de relatos de Kafka que se publicara en
español: La metamorfosis (Buenos Aires, 1938). No fue su primer in
tento por traducir a Kafka. Lo había hecho antes con su cuento "Ante
la ley" (para El Hogar, 27 de mayo de 1938) Procede de una de las pri
meras colecciones de cuentos, titulada Un médico rural (Leipzig, 1919)
y fue incluido más tarde como parábola dentro de El proceso, un hecho
que Borges no parece haber advertido. No lo incluyó en su colección de
cuentos de Kafka.
En su prefacio a La metamorfosis Borges amplía y profundiza su vi
sión de la vida y obra de Kafka. Sobre la relación de éste con su padre,
acota en un paréntesis: "De ese conflicto y de sus tenaces meditacio
nes sobre las r.iisteriosas misericordias y las ilimitadas exigencias de
la patria potestad, ha declarado él mismo que procede toda su obra"
(Prólogos, 1975, 103). Allí hay una nota personal. Aunque Kafka sintió,
correctamente, que era despreciado por su padre, y Borges sabía que
Padre lo arió y le alentó, existe una curiosa similitud entre ambos padres
y ambos hijos Las expresiones que Borges utiliza —"misteriosas miseri
cordias", "ilimitadas exigencias"— eran aplicables a ambos casos. Borges
debió creer que un padre amable pudo llegar a ser más tiránico que un
padre duro. Al hablar de la primera Guerra Mundial y de lo que ella
significó para Kafka, observa: "La opresión de la guerra está en esos
libros: esa opresión cuya característica atroz es la simulación de felici
dad y de valeroso fervor que impone a los hombres . ." (ibid., 103).
Obviamente, había avanzado un largo camino tras su entusiasmo juve
nil por la poesía de guerra que hicieran ios expresionistas.
Al evaluar la obra de Kafka, Borges subraya dos ideas u obsesiones
que la rigen —la subordinación y el infinito— y comenta brevemente
aquellos pasajes en sus novela
* y cuentos que así lo Ilustran. Señala que
los críticos de Kafka deploran, en general, que sus novelas sean incom
pletas, y luego aduce (reiterando argumentaciones ya escritas antes en
LA VIDA EN LA BIBLIOTECA 285
entiendo que el mundo jeroglífico postulado por Bioy es el que más con
viene a la dignidad del Dios intelectual de los teólogos.
Ningún hombre sabe quien es, afirmó León Bioy. Nadie como él para
ilustrar esa ignorancia intima. Se creía un católico riguroso y fue un con
tinuador de los cabalistas, un hermano secreto de Swedenborg y de Blake:
heresiarcas. [Otras inquisiciones, 1952; o.c.. 722]
Si se recuerda que fue Padre quien enseñó a Georgie los principios ge
nerales de las matemáticas y los fundamentos del idealismo, la referencia
a la "irrealidad” del personaje es muy elocuente. La imagen de Ashe,
sentado y silencioso, mirando hacia el cielo, fue también inspirada por
las muchas oportunidades en que Georgie vio así a Padre, contempla
tivo y reflexionando a solas en ese mismo hotel. Incluso la causa de
la muerte de Herbert Ashe es una duplicación de la de Padre. Fue el
corazón lo que finalmente le falló.
En uno de los pasajes más reticentes de su autobiografía, Borges
describe asi el suceso: “Una mañana, mi madre me llamó por telé
fono [a la biblioteca Miguel Cañé] y me pidió que fuera de inmediato a
casa, llegando justo a tiempo para verle morir. Habia atravesado una
larga agonía y estaba muy impaciente por morir” (“Autob.", 1970, 242),
Murió —como habia muerto su madre Fanny Haslam dos años antes,
como su propia viuda Leonor Acevedo habría de morir casi cuarenta
años después— dando la bienvenida a la muerte como a un alivio, como
una fuga ante el dolor de vivir. Como de costumbre. Borges no propor
ciona la fecha exacta. Fue el 24 de febrero de 1938. Desde ese momento
él se convirtió en jefe de familia. Tenía 38 años y hacía sólo muy poco
que habia comenzado a contribuir regularmente al presupuesto familiar.
En superficie, muy poco cambió tras la muerte de Padre. Exceptuado
el alivio de no ser testigo de aquella larga agonía, las cosas siguieron
en casa como antes. La vida literaria y burocrática de Borges prosiguió
sin alteraciones. Iba cada día a la biblioteca Miguel Cañé, escribía regu
larmente para El Hogar, continuaba viendo a Adolfo Bioy Casares y a
Silvina Ocampo durante su tiempo libre El único cambio externo fue
bastante sutil. Durante cinco meses no colaboró para Sur No podía per
mitirse dejar de trabajar para El Hogar, que por lo menos le pagaba algo,
pero no tenía el ánimo de escribir las reseñas y artículos de mayor exi
gencia que Sur necesitaba. Su colaboración regular con la revista se
reanudó en el ejemplar de agosto de 1938, con una reseña sobre La amor
tajada, de María Luisa Bombal, una escritora chilena; la novela trataba
de los sueños y las alucinaciones de una mujer muerta. La autora era
amiga suya, y Borges quiso colaborar en la promoción de un libro publi
cado con el sello de Sur. La ocasión fue importante para él también
porque ése era el tipo de ficción fantástica que por ese entonces él mismo
exploraba, silenciosamente.
Su última colaboración para Sur habia sido, por coincidencia, una
nota sobre el suicidio de Leopoldo Lugones. Éste fue una de las presen-
290 UNA MUERTE EN LA FAMILIA
Borges señala asimismo que las ideas de Lugones eran menos atrayen
tes que su retórica y que sus argumentos eran rara vez convincentes,
aunque lo fueran las palabras que usaba. También admite Borges que
Lugones tenia mal gusto pero encuentra una justificación en el hecho
que esto no fuese tan excepcional. Para reforzar su observación, seña
la que también el estilo de Ortega y Gasset es incómodo. La conclusión
es nítida: "En vida, Lugones era juzgado por el último artículo ocasio
nal que su indiferencia había consentido. Muerto, tiene el derecho postu
mo de que lo juzguen por su obra más alta" (idjm, 84).
El último párrafo del articulo contiene una delicada alusión al suici
dio de Lugones: "En cuanto a lo demás, a lo que sabemos .. En el ter
cero de los cuatro Estudios helénicos están estas palabras: 'Dueño de su
vida el hombre, lo es también de su muerte.' (El contexto merece recor
dación. Ulises rehúsa la inmortalidad que Calipso le ofrece; Lugones ar
guye que rehusar la inmortalidad equivale a un suicidio, a plazo remo
to.)" (ídem, 84). Es evidente que Borges insinúa aquí que Lugones tenía
pleno derecho de elegir su muerte. En el ambiente de la sociedad argen
tina de la época, ese pronunciamiento era una audacia. Al suicidarse, el
católico Lugones habia cometido un pecado que llevaría su alma a la
condenación eterna. Pero Borges no estaba de acuerdo con tal visión.
Prefiere situarlo en un ámbito que habría gustado al poeta: el de una
cultura que respetaba la dignidad del suicidio. La muerte de Lugones
seguida tan de cerca por la de Padre, debió afectar profundamente a
Borges. En cierto sentido, Lugones fue para él una figura paternal, pero
a la que no estaba obligado a respetar. Remoto, solitario, distanciado,
había representado un modelo contra el cual Georgie pudo medirse a
sí mismo, un modelo al que podía discutir abiertamente y al que podía
hasta desafiar: complementario, en más de un sentido, del que ofrecía
Padre.
Si la superficie de la vida de Borges fue escasamente afectada por la
muerte de Padre, la repercusión completa de su ausencia resultó enorme.
Un accidente que Borges sufrió en la Navidad de 1938 muestra hasta
qué extremo se sintió afectado. El episodio fue descrito por él cuando
menos dos veces. En su autobiografía lo presenta así:
En la Navidad de 1938 —el mismo año en que falleció mi padre— sufrí
un grave accidente. Subía por una escalera y de pronto sentí que algo
me rozaba el cuero cabelludo. Había chocado con una ventana abierta y
recién pintada A pesar de los primeros auxilios, la herida se infectó des
pués y durante una semana no pude dormir, sufrí alucinaciones y tuve
mucha fiebre. Una noche perdí el habla y tuve que ser llevado al hospital
para una operación de urgencia. Me amenazó una septicemia, y durante
un mes estuve, sin saberlo, entre la vida y la muerte. (Mucho después,
escribí sobre esto en mi cuento "El Sur".) (“Autob.", 1970, 242-243]
mos días de febrero de 1939”. Allí hay un cambio de fechas, quizás para
evitar las connotaciones religiosas de Navidad o para marcar (secreta
mente) el momento preciso en que Borges se recuperó:
Tuvo otro accidente horrible.. . Estuvo durante unos días entre la vida
y la muerte. Era la víspera de Navidad, y Georgie había ido a buscar a
una chica que almorzaría con nosotros. ¡Pero Georgie no volvia! Estuve
angustiada hasta que llamó la policía . Parece ser que, como el ascensor
no funcionaba, habia subido las escaleras con mucha prisa y no vio una
ventana que estaba abierta; algunos fragmentos de vidrio se incrustaron
en su cabeza l<as cicatrices todavía son visible». Como la herida no fue
debidamente desinfectada antes de cerrarla, llegó a tener 40" de fiebre
al día siguiente La fiebre siguió y finalmente fue necesario operar, en
medio de 1a noche [Madre, 1964, 11)
La joven fue identificada por los biógrafos de Borges como una amiga
chilena. Era hermosa y aparentemente a Borges le gustaba, pero a él
le gustaban prácticamente todas las jóvenes hermosas. Ella es impor
tante dentro del accidente porque constituye el elemento reprimido que
da una clave del cuento y su verdadera fuente.
Lo que debe recordarse es que Borges habia ido a la casa de esa mujer
para llevarla a almorzar con Madre. Al apresurarse, adoptó una decisión
fatal que provocó el accidente. La prisa por llegar escaleras arriba, el
ambiente emocionalmente cargado de la situación, es lo que hace reve
lador al accidente. La reticencia de Borges sobre la mujer hace imposible
determinar si la ocasión tuvo para él otro significado. ¿Estaba presentan
do a esa chica a Madre por primera vez? ¿Se preveía un compromiso?
Si en verdad la llevaba ante Madre por primera vez, todo el accidente
adquiere un distinto significado. Puede ser visto como una forma de
escapar a la responsabilidad de ese tipo de situación, lo que simbólica
mente suponía avanzar otro paso hacia la madurez. No sólo Borges era
ahora el jefe de familia sino que llevaba a una mujer joven para presen
tarla a Madre. El hecho de que, tras el accidente, esa reunión haya que
dado frustrada, y de que, debido al accidente, Borges quedara tempora
riamente reducido (como Padre) a un inválido que dependía de Madre,
da a todo el episodio otra coloración. El accidente puede ser visto en
tonces como una forma de perpetuar su dependencia, como una negativa
a ingresar plenamente a su madurez.
Pero ignoramos las circunstancias exactas de aquel almuerzo frustra
do Y sería mejor no especular demasiado. Lo que si sabemos es que el
accidente llevó a que Borges dependiera de Madre más que antes. Tuvo
asimismo otra consecuencia: le liberó para siempre, simbólicamente, de
la tutela de Padre. Para comprenderlo debemos examinar el accidente
desde un punto de vista totalmente distinto.
con algo que realmente nunca hubiera hecho antes, y fallaba en eso, no
sería entonces tan grave y hasta podría prepararme para la revelación
final. Decidí que intentaría escribir un cuento. El resultado fue "Pierre
Menard, autor del Quijote". ["Autob.", 1970, 243]
Durante dos semanas estuvo entre la vida y la muerte, con [una fiebre
de] 39 o 40"; al cabo de una semana, la fiebre comenzó a ceder y él me
dijo: "Léeme un libro, léeme una página." Habia sufrido alucinaciones,
habia visto animales que entraban por la puerta, etcétera. Le leí una pá
gina, y me dijo: "Está bien.” "¿Qué me quieres decir?" "Sí. ahora sé
que no me volveré loco. Lo he compicndido todo.” Después comenzó a
escribir cuentos fantásticas, cosa que nunca le habia ocurrido antes...
Tan pronto como volvió a casa, comenzó a escribir un cuento fantástico,
el primero suyo.. Y después, escribió sólo cuentos fantásticos, que me
atemorizan un poco, porque no los entiendo muy bien. Una vez le pregun
té:, "(.Por qué no escribes las mismas cosas que solías escribir antes?"
Contestó: "No insistas, no insistas." Y tenia razón. [Madre. 1964, 11]
Acá hay una broma dentro de otra; la frase seleccionada por Borges
corresponde a un pasaje en el que Cervantes, al presentar al "historia
dor árabe" Cide Hamete Benengeli como verdadero autor de Don Quijo
te, se ríe de las pretensiones de las novelas caballerescas en cuanto a
decir la verdad y sólo la verdad. El texto que el narrador de "Pierre
Menard” toma tan literalmente ya era satírico en el original y contenía
una parodia del modelo literario al que Cervantes procuraba desacre
ditar. Pero Borges no lo menciona. Su propia broma apunta a una meta
diferente. Más inesperada que su deslumbrante ejercicio de malabarismo
crítico sobre dos textos idénticos es la conclusión del cuento:
f
UN ESPEJO DEFORMADO ANTE LA REALIDAD 301
La novela, como tal, nunca fue escrita, pero ambos amigos intentaron
versiones separadas de ella: Bioy en 1945 con Plan de evasión, que pre
senta novelescamente tal realidad deformada; Borges en 1940 con “Tlón,
Uqbar, Orbis Tertius", que termina por revelar una realidad banal:
Tlón es el mundo real. La conversación con Bioy es la semilla del cuen
306 UN ESPEJO DEFORMADO ANTE LA REALIDAD
Debo decir que cuando mi padre falleció, ella no sabia ni cómo extender
un cheque bancario; no estaba familiarizada con lo que re hace en un
banco; no sabía cómo colocar su dinero, y ahora lo hace muy bien. Y todo
eso lo aprendió tras la muerte de mi padre, de la misma manera en que
aprendió el inglés correctamente, porque al comienzo hablaba un inglés
muy simple, un inglés oral que le servia para conversar con mi abuela
[paterna). Ahora puede hasta recitar y escandir versos ingleses... Y todo
esto es muy notable, porque en su familia existió un culto de la Ignorancia.
[De Milleret, 1969, 214-215]
me dijo que, quizás por haber advertido que los directores de la revis
ta no estaban muy entusiasmados, él se olvidó una vez de enviar su
material Al comprobar que nadie llamó para reclamarlo, llegó a la con
clusión de que su distracción habia significado un alivio para la revista.
Probablemente los directores de El Hogar descubrieron finalmente que
la sección de Borges no era enteramente adecuada al tipo de mujer cuyo
principal objetivo en la vida es consumir artículos de lujo.
Desde la perspectiva de Borges, los casi cuatro años de trabajo en
!El Hogar fueron una experiencia formativa, no sólo porque se tratara
de su primera tarea importante en el periodismo literario sino porque
—al ampliar y elevar sutilmente la sección bastante anónima que había
heredado de Anne Keen— llegó a crear prácticamente una nueva forma:
la página de reseña de libros. Se transformó en una suerte de microcos
mos literario, una revista dentro de otra. Asimismo, la tarea de preparar
una sección quincenal mantuvo ocupado a Borges en la revisión de nue
vos libros y catálogos, en el comentario agudo sobre hechos de la vida
literaria, llevándole a condensar y actualizar sus puntos de vista sobre
muchos temas. Algunos de los aspectos constantes de la sección —el
interés por la novela de detectives, los cuentos fantásticos y de ciencia-
ficción, por los problemas de la técnica narrativa y por la creciente
posibilidad de una guerra europea— serían sus preocupaciones más im
portantes en la década siguiente. En cierto sentido, la sección fue una
suerte de taller abierto, un sitio donde Borges podía presentar, cada dos
semanas, sus puntos de vista sobre temas literarios y ensayar algunas
de sus muchas invenciones. Se trataba además de practicar una función
pública, que de alguna manera le enseñó a escribir para un mayor nú
mero de lectores. Lamentablemente, la experiencia debió concluir justo
cuando Borges tenía responsabilidades adicionales como jefe de familia
y enfrentaba la necesidad de ganar más dinero.
Gradualmente, Borges se comprometió más con las tareas editoriales
de Sur. Victoria Ocampo nunca tuvo ni la paciencia ni el talento edito
rial que requería la dirección de una revista. Tenía inspiración y tenía
entusiasmo, pero estaba muy dispuesta a que alguien hiciera el trabajo
cotidiano, que era pesado y aburrido. Así Sur tuvo una serie de jóvenes
Iy promisorios escritores como secretarios de redacción. El primero fue
el hijo del humanista mexicano Alfonso Reyes; el segundo fue el erudito
Raimundo Lida. Pero ambos permanecieron poco tiempo en ese puesto.
Aunque se mostrara descuidada sobre los detalles concretos de la tarea
editorial, Victoria tenía ideas muy claras sobre lo que quería y sobre
cuál debía ser la apariencia de la revista. El secretario de redacción
debía ser eficiente y al mismo tiempo debía ser respetuoso de las opi
niones de la directora. Por otra parte, ella viajaba mucho, y pasaba
prácticamente cada invierno en Europa, con lo que el secretario de re
dacción, durante buena parte del año, debía producir la revista casi
310 LA FORMA DEL FUTURO
con sus solas fuerzas. Aunque Borges no era el hombre adecuado para
ese puesto, se mostró muy dispuesto a ayudar. Y cuando finalmente
Victoria persuadió a José Bianco de que aceptara el puesto, Borges le
ayudó mucho. Estuvo siempre disponible para contribuir (con su fabu
losa memoria) con las palabras correctas de una cita literaria, el titulo
de un libro o la forma exacta de escribir el nombre de algún autor poco
conocido. Era una enciclopedia viviente.
Durante los 23 años en que Bianco se mantuvo en su puesto de Sur,
Borges solía hacer visitas a las oficinas de la revista, en el centro de
Buenos Aires. En sus recuerdos, Bianco describe esas visitas: "¿Cuándo
habrá pruebas?, me preguntaba Borges, dejándome sus originales. Y no
bien le anunciaba que habia pruebas, aparecía inmediatamente. Después
de publicada su colaboración, nunca le he oido quejarse por alguna
errata. ‘Mejorada por varias erratas’ es una frase común en él" (Bian
co. 1964, 17). Asimismo, Blanco destaca la calidad y el ingenio de sus
colaboraciones en contraste con las de otros colaboradores. Para él, un
original de Borges "daba su razón de ser a la publicación, elevaba su
contenido y en ocasiones lo desnivelaba produciendo en algunos núme
ros angustiosos pozos de aire, tal distancia habia entre las preocupa
ciones metafísicas o estéticas de Borges, la levedad e intrepidez de su
estilo" si se le comparaba con el resto de la revista (ibid., 18). La para
doja era, según Bianco, que como Borges era excepcional podía permi
tirse ser modesto, mientras los otros colaboradores aparecían siempre
más preocupados por sus propios egos que por la calidad de sus textos.
'*or lo contrario, Borges era la simplicidad misma.
Bianco recuerda reuniones con Borges, con Silvina Ocampo y con Bioy
Cn mrcs. donde hablaban de temas literarios y hacían bromas contra todos
y contra todo. Como tenían excelentes memorias, gustaban citar fuentes
inesperadas. Según Bianco, creaban "una atmósfera en que lo real y lo
irreal se confundían. La literatura, para los tres, era el inás embriagador
de los filtros; los exaltaba, los conmovía, los hacia meditar. También los
hacia reír" (ibid., 15). Cuando Silvina y Bioy se casaron —en el verano
d • 1940, en Flores, un barrio al oeste de Buenos Aires— Borges fue tes-
tn?i Para informar a Bianco sobre el suceso, que habían decidido de
manera bastante repentina, lo enviaron un telegrama escrito en un
idioma que inventaron, donde se mezclaban palabras inglesas, italianas
y españolas. El cable habia sido inspirado por un artículo de De Quin-
cey sobre un hombre llamado Pinkerton. El telegrama, escrito en puro
' pinkertomo”, decía literalmente
mayor parte se trataba de escritores más jóvenes que habían sido reuni
dos bajo el estandarte de Sur; entre ellos estaban Eduardo Mallea, Er
nesto Sábato (quien comenzaba entonces a publicar ensayos muy breves
e irónicos a la manera de Borges), Adolfo de Obieta (que era hijo de
Macedonio Fernández), la novelista chilena María Luisa Bombal, el
poeta Ezequiel Martínez Estrada. En su biografía, Alicia Juiado observa
que Borges nunca se mostraba muy sociable en esas reuniones y que
"Silvina recuerda que ... él siempre hablaba con una persona a la vez,
como si los otros no estuvieran alli, como si su timidez le impidiera
abandonar su mundo privado" (Jurado, 1964, 52).
Pero en la seguridad que daba una conversación de persona a persona,
Borges se abría un poco y con algunos se mostraba hasta amistoso. Entre
los visitantes del apartamento de los Bioy en esos viernes de tarde,
había algunos que siguieron figurando entre sus amigos más leales.
Uno de ellos era el poeta Carlos Mastronardi; otros fueron los herma
nos Santiago y César Dabove; otro fue Manuel Peyrou, un periodista
que trabajaba para La Prensa y cuyos relatos policiacos, ligeramente
fantásticos, Borges elogiaba infatigablemente. A menudo se encontraban
por las tardes en algún café del centro, y el sitio favorecido solía ser el
Richmond de Florida, no lejos de las redacciones de La Prensa y de La
Nación. Allí, discretos ecos de las confiterías inglesas se combinaban
con los gustos más latinos de los parroquianos. Desde el Richmond, Bor
ges y sus amigos llegaban a la zona más ajetreada del centro de Buenos
Aires El Richmond está cerca de la calle Corrientes, una calle princi
pal, con cines, teatros, cabarets y restaurantes, y de la calle Lavalle,
donde más de veinte pequeños cines se acumulan y están llenos de es
pectadores durante casi todo el día. No muy lejos queda el Barrio Sur,
por donde Borges gustaba de vagar y donde era frecuente encontrar
cafés al viejo estilo, con orquestas típicas de tango y con mesas de billar.
Las noches de Borges estaban así ocupadas con el ritual masculino de
encontrarse de sobremesa con amigos, conversar hasta cerca del amane
cer sobre todo o sobre nada, ocasionalmente ver alguna película en fun
ción de medianoche Aunque le gustaba mantener ese ritual, su timidez
lo impedía centrarse en algún café en particular o tener una peña regu
lar, como la clase de club literario al que solía concurrir cuando estaba
en España. No »■ esperaba de él que pontificara como Ramón Gómez
dr la Sorna lo hiciera en el Pombo de Madrid durante la década de
1920, o que dirigiera sutilmente la conversación, como Rafael Cansinos-
Asséns lo hiciera en el Café Colonial durante esa misma época. Desde
ñaba el papel de maestro literario y prefería siempre proseguir sus pre
guntas y sus inquietudes dentro de un grupo más pequeño. Su noción
del café literario se aproximaba más al de un sitio en el que cabía en
contrarse informalmente, utilizándolo como punto de partida para explo
rar las calles solitarias y tranquilas en los suburbios más pobres de
Buenos Aires.
UNA TEORÍA DE LA LITERATURA FANTASTICA 315
blia, a Homero, a Las mil y una noches. Pero como género, más o menos
definido, la literatura fantástica pertenece realmente a la literatura in
glesa del siglo xix. Tampoco Bioy olvida a los precursores, y cita a Don
Juan Manuel, Rabelais, Quevedo, Defoe, Horace Walpole y, dentro de
la literatura alemana del siglo xix, a Hoffmann.
En la segunda parte, que discute la técnica de la narración fantástica,
Bioy observa que "la literatura va transformando a los lectores y, en
consecuencia, éstos exigen una continua transformación de la literatura”
(ibid, 8). Aunque a él le gustaría aceptar un cuerpo rígido de leyes,
se ve obligado a admitir que no hay un solo tipo de cuento fantástico
sino muchos; cree que cada escritor deberá seguir las leyes generales
al mismo tiempo que descubre las suyas propias. Luego formula algu
nas observaciones generales sobre “ambiente o atmósfera", sobre la “sor
presa”, sobre el "peligro amar'llo" y el "cuarto amarillo”. Esto último
contiene una alusión cómica a una conocida novela de detectives, El
misterio del cuarto amarillo de Maurice Leblanc, donde se narra un
ataque criminal perpetrado en un cuarto totalmente cerrado. Al enlazar
este relato con el famoso término que alude a la amenaza que China
suponía para la civilización occidental (“el peligro amarillo"), Bioy se
ríe por igual de ambos temas. Observa correctamente que las primeras
narraciones fantásticas dependieron primordialmente de cierto tipo de
atmósfera; después, los escritores descubrieron que era más eficaz in
troducir un solo elemento fantástico dentro de una realidad banal. Wells
es el maestro de lo que puede ser denominado tendencia realista dentro
de la literatura fantástica Al escribir sobre la sorpresa, Bioy distingue
entre la estilística y la temática. No parece dar mucho valor a ese recur
so, pero observa que es casi inevitable en el género. Su último punto en
discusión es algo frívolo. Se refiere a la broma hecha por Chesterton
sobre el cuento de detectives (donde el peligro amarillo es el de intro
ducir demasiados personajes sospechosos) y aplica esa broma a la litera
tura fantástica. Elogia a Wells por haberse restringido a inventar un
solo hombre invisible y no una legión entera.
Después Bioy enumera los argumentos fantásticos que los escritores
han parecido preferir: se basan en la aparición de fantasmas, en viajes
por el tiempo, en la realización de trrs deseos, en la visita al infierno,
en los sueños, la metamorfosis, las acciones paralelas que obran por
analogía, la inmortalidad En otro párrafo Bioy describe con precisión
el tipo de relato melafisico que Borges inventaba entonces; se trata de
"un nuevo género literario, que participa del ensayo y de la ficción; son
ejercicios de incesante inteligencia y de Imaginación feliz, carentes de
languideces, de todo elemento humano, patético o sentimental” y están
destinados “a lectores intelectuales, estudiosos de filosofía, casi especia
*
lista en literatura" (ibid., 13). Antes de terminar con su clasificación,
Bioy incluye otros dos rubros: los cuentos kafkianos y ios que tratan
de vampiros y de castillo
*
. Aunque le gustan los primeros, no cree muy
UNA TEORÍA DE LA LITERATURA FANTASTICA 317
Y después, agrega:
Por otra parte, la novela “psicológica” quiere ser también novela “rea
lista": prefiere que olvidemos su carácter de artificio verbal y hace de
toda vana precisión (o de toda lánguida vaguedad) un nuevo rasgo vero
símil. [Ibid.. 22]
318 UNA TEORIA DE LA LITERATURA FANTÁSTICA
Las ficciones de índole policial —otro género típico do este siglo que no
puede inventar argumentos— refieren hechos misteriosos que luego justi
fica e ilustra un hecho razonable: Adolfo Bioy Casares, en estas páginas,
resuelve con felicidad un problema acaso más difícil. Despliega una odisea
de prodigios que no parecen admitir otra clave que la alucinación o que
el símbolo, y plenamente los descifra mediante un solo postulado fantás
tico poro no sobrenatural. [Ibid, 23]
descubre que durante algunas huras de cada día ése es el sitio de reunión
para un grupo de personas elegantes; entre ellas hay una mujer. Faus-
tina, de la que se enamora. La solución al misterio de esa isla desierta
pero poblada requiere una máquina de proyección cinematográfica, con
imágenes en tres dimensiones; de ahí deriva la decisión del protago
nista de convertirse en parte integrante de esa película, con riesgo de
su propia vida, para poder compartir una misma "realidad” con Faustina.
En el prólogo a la novela de Bioy, y además de su intento de desacre
ditar las teorías de Ortega, Borges revisa y amplía sus propias opiniones
sobre la literatura mágica o fantástica. Tales opiniones habían sido antes
bosquejadas en su artículo "El arte narrativo y la magia" (Discusión,
1932) y luego serian reiteradas en ensayos y conferencias de la década
de 1940, así como en cuentos escritos por ese entonces y luego reunidos
por primera vez en El jardín de senderos que se bifurcan (1941) y com
pletados con otros cuentos en Ficciones (1944) y en El Aleph (1949).
Contra un realismo imitativo, contra una novela psicológica, Borges de
fiende una ficción que siga el orden y la lógica de la magia, no del caótico
mundo “real" de la ciencia y de la naturaleza.
Aunque Borges nunca formula una referencia explícita al surrealismo,
es obvio que en su rechazo de una literatura realista y mimética está
más cerca del enfoque de Bretón —formulado en el primer Manifiesto
del surrealismo (1924)— que de los teóricos hispanoamericanos de ese
momento. Aunque por diferentes motivos, Borges y Bretón coinciden en
criticar a Dostoievski y a Proust. Puede establecerse una vinculación
entre el concepto de Borges sobre lo "mágico" y lo "fantástico" y el in
tento de Bretón por llegar a una surrealité a través de la ficción. Su
mayor punto de desacuerdo está en la cuestión del argumento. A Bretón
parece no interesarle la trama en absoluto, prefiriendo lo que él llama
le hasard —el encuentro casual de sus personajes, como se ilustra en
su novela Nadja, de 1928— y rechazando toda concatenación excesiva
mente rigurosa para los hechos. Por otro lado, Borges muestra una
preocupación casi aristotélica por el argumento, tanto como recurso
estructural de la narración y como clave teleológica para el mundo.
El hecho de que Borges haya desarrollado sus teorías sin formular nin
guna referencia explícita al surrealismo, no altera la importancia de los
vínculos entre lo que entonces él decía y lo que Bretón había adelan
tado en su Manifiesto. A un nivel crítico, Borges y Bretón quedan vincu
lados entre sí, no porque Borges profesara ninguna adhesión al mo
vimiento surrealista sino porque tanto él como Bretón creían que la
finalidad principal de la ficción era la creación de objetos puramente
verbales.
Tal punto de vista no era popular en América Latina durante esa
época. El mundo literario se interesaba aún por el realismo, en su en
foque del siglo xix, y algunos de los nuevos novelistas procuraban apli
car el realismo social a la presentación de las tristes realidades latino
320 UN NUEVO TIPO DE FICCIÓN
imagen del laberinto (los dos construidos por Tsu'i Pén, el laberinto
construido por Yu Tsun para atrapar a Albert, el laberinto construido
por Borges para atrapar al lector) se encuentra el símbolo de un nuevo
tipo de narración. El así llamado relato de espías es mucho más.
Al considerar los otros relatos, que corresponden a la variedad de na
rraciones fantásticas, Borges se muestra también elusivo. Sobre "La lote
ría de Babilonia” sólo dice que "no es del todo inocente de simbolismo"
(ibid., 429). Se trata de un relato en clave sobre una lotería que comien
za por distribuir premios y termina por conceder imparcialmente favores
y castigos a todos los hombres de Babilonia, incluso si no poseen núme
ros para los sorteos. El cuento quiere simbolizar al destino: una lotería
de la cual todos somos involuntarios jugadores. Pero el relato contiene
también una riqueza de ocultas alusiones y de bromas. El sistema de
lotería que se describe al comienzo está modelado sobre la lotería argen
tina: hay una referencia a "una letrina sagrada llamada Qaphqa", donde
"personas malignas o benévolas depositaban delaciones" (ibid., 429) para
advertir a los funcionarios de la lotería sobre ciertos delitos que debían
ser castigados o cierto deseo secreto que debía ser satisfecho. El nombre
de la letrina parece bastante exótico hasta que se lo lee en alta voz y
se convierte en Kafka. El cuento es simbólico como lo son los cuentos
del narrador checo Sobre otro relato también kafkiano, "La Biblioteca
de Babel", Borges acota en el prólogo que fue inspirado por textos de
Leucipo y de Lasswitz, de Lewis Carroll y de Aristóteles. No se dice
una palabra, desde luego, sobre el hecho de que las penosas experiencias
de Borges en la biblioteca Miguel Cañé están en la raíz de ese cuento.
Al comentar otro de los relatos, “Las ruinas circulares”, Borges sub
raya que allí todo es irreal. Es un cuento sobre un sacerdote persa, un
adorador del fuego, que decide soñar a un hijo y finalmente consigue
traducir su sueño a la realidad En su prólogo Borges nada dice sobre
el epígrafe del cuento, una frase de Through ihe Looking Glosa (A tra
vés del espejo) de Lewis Carroll, que él anota en inglés —“And if he
leít off dreaming ¿ibout you ..." (Si él deja de soñar contigo...)— que
en cierto sentido revela ya la trama (ibid., 451). Pero también aquí el
cuento contiene otros significados. El tema del hombre creado por otro,
de la misma manera en que Dios creó al hombre, más el horror del des
cubrimiento final de que sólo somos meras creaciones de otros sueños,
es materia intimamente vinculada a los temores primigenios de Borges
(y de Georgie). A pesar de su bello estilo, el relato es uno de loa más
horripilantes en la obra de Borges. Su final es memorable: "Caminó con
tra los jirones de fuego. Éstos no mordieron su carne, éstoa lo acaricia
ron y lo inundaron sin calor y sin combustión. Con alivio, con humilla
ción. con terror, comprendió que él también era una apariencia, que
otro estaba soñándolo” (ibid., 455),
Muchos años después Borges volvió al tema, esta vez con escenario
diferente y con un medio también diferente. En el poema "El Golem",
UN NUEVO TIPO DE FICCIÓN 325
Judá León, rabino de Praga, crea un hombre artificial, sólo apto para
barrer la sinagoga; esa creación es utilizada para explorar el misterio
de la paternidad:
En la hora de angustia y de luz vaga,
En su Golem los ojos detenía.
¿Quién nos dirá las cosas que sentía
Dios, al mirar a su rabino en Praga’
(o.c., 887)
Después enumera los tres cuentos restantes: “Tlón, Uqbar, Orbis Ter-
Igual que Borges. Quain sugiere siempre una segunda lectura que revela
una segunda trama.
UN NUEVO TIPO DE FICCIÓN 327
También destaca el hecho de que los cuentos de Borges son excHing (es
timulantes), y coloca la palabra en inglés para indicar el matiz exacto
de su sentido. Bioy pisa terreno menos firme cuando intenta clasificar
los cuentos. En su prólogo, como ya fuera visto, Borges utiliza una dife
renciación muy simple. En una nota al pie de su reseña, Bioy sostiene
innecesariamente que ‘Tlón" y "Almotásim" son cuentos fantásticos,
que es exactamente lo que Borges ya habia dicho.
El resto de la prolongada reseña evalúa los cuentos y considera su
importancia en el ámbito de la literatura latinoamericana. Bioy de
fiende la idea de Borges, quien ve la ficción como un juego; Borges ha
creado un nuevo género, la ficción crítica, que rehúsa acceder al color
local, a la exaltación de la geografía, a la denuncia del capitalismo inter
nacional. Al hablar específicamente de la literatura argentina, Bioy
concluye:
Estamos en la periferia de los grandes bosques y de la arqueología de
América Creo, sin vanagloria, que podemos decepcionamos de nuestro
folklore. Nuestra mejor tradición es un país futuro. En él creyeron Riva-
davia, Sarmiento y todos los que organizaron la República ( ] Para un
argentino es natural que su literatura sea toda la buena literatura del
mundo. De esa cultura (...) y de la Argentina posible y quizá venidera
que le corresponde este libro es representativo. (Ibid., 64-65]
4 La invención pe Biorges
Bioy es aún más radical. Según sus recuerdos, cuando el primer libro
de Bustos Domecq fue publicado, "nuestros amigos y los críticos no [pa
recieron] divertirse" (Bioy Casares, 1975, 38). En apariencia, quien
primero reaccionó así fue Victoria Ocampo, cuya revista Sur publicó
dos de los relatos y también el libro entero, Los dos cuentos publicados
en Sur —"Las doce figuras del mundo" (enero de 1942) y “Las noche»
de Goliadkin" (marzo de 1942)— debieron desconcertar a los lectores En
el primero, Parodi debe solucionar el crimen cometido involuntariamente
por el mismo hombre confuso que viene a visitarlo y pedirle ayuda.
Lleno de un folklore apócrifo (todo ocurre entre una comunidad de ar
menias devotos de la astrologia), el cuento sigue el molde chestcrtoniano
de un comienzo paradójico y unn serio de coincidencias casi increíbles,
••
LA INVENCIÓN DE BIORGES 331
figuras del habla. Por primera vez tuvo éxito en Argentina un delibe
rado intento de crear la narración mediante la parodia de la forma y
el lenguaje narrativos. Aunque fuera pobre la reacción inicial de los
lectores, seria duradero el efecto del libro sobre algunos contemporáneos.
Tanto Leopoldo Marechal en Adán Buenosayres como Julio Cortázar
en Los premios y en Rayuelo muestran haber sido influidos por Bustos
Domecq
Pocas personas comprendieron que bajo las bromas desaforadas y las
tramas de gran complicación había intenciones muy serias. En cierto ni
vel, el libro anticipa algunas de las preocupaciones más constantes de
Borges. Por ejemplo, “Las previsiones de Sangiácomo” puede ser leído
como un borrador de "El muerto”, un cuento que después incluiría en
El Aleph (1949), su segundo libro importante de ficciones fantásticas.
Ambos cuentos se refieren a un hombre que es llevado a creerse afor
tunado y omnipotente, hasta que su vida desemboca en tragedia. El libro
es importante también en un segundo nivel: la descripción de una rea
lidad argentina. Mediante la parodia, los autores producen un espejo
deformante y crítico. Las referencias a la ineptitud o la corrupción del
gobierno argentino, al ejército, a la guerra europea que pronto abarcaría
al mundo entero, indican que ambos autores daban a su empresa paró
dica una dimensión adicional. Y como correctivo a la literatura confor
mista del mundo oficial argentino, esta parodia anarquizante fue suma
mente efectiva. El hecho de que el detective mismo estuviera en la
cárcel (convicto por un crimen cometido por alguien que tenia buenos
contactos con las autoridades locales y con la policía) agregaba un dato
a la índole satírica del libro. Además, era revelador el nombre mismo
del detective: de Parodi se podía inferir, sin esfuerzo, que éste sería un
libro "paródico”.
En general, los lectores se mostraron desconcertados, molestos o abu
rridos por el libro. En sus conversaciones con Napoleón Murat, Borges
recuerda:
Los lectores no advirtieron que una broma podía ser seria, y que la
ironía y la parodia figuran entre las formas más letales de la critica.
La distancia entre lectores y autores fue infranqueable. No fue hasta
la reedición del primer libro de Bustos Domecq, un cuarto de siglo des
pués, cuando el texto llegó a lectores que advirtieron su sentido.
Uno de los primeros en reconocer que en Bustos Domecq había algo
más que su apariencia fue el humanista mexicano Alfonso Reyes, quien
LA INVENCIÓN DE BIORGES 333
Pero la profética lectura que Reyes hizo del libro quedó sin ser escu
chada. Eso no desanimó a los autores, que siguieron colaborando en esa
misma vena. Otros dos libros escritos o inspirados por Bustos Domecq
se publicaron en 1946. Uno fue Dos fantasías memorables, con la firma
de Bustos Domecq. El primer cuento de ese libro, “El testigo", describe
a una niña que tiene la visión de la Santa Trinidad y muere del susto;
el segundo, "El signo”, ofrece la visión de una interminable procesión
de comidas: el paraíso de un glotón.
El otro libro. Un modelo para la muerte, fue firmado por B. Suárez
Lynch, un discípulo de Bustos Domecq, y fingía ser una novela de detec
tives. Borges recuerda que el libro
... era tan personal, y tan lleno de bromas privadas, que sólo lo publi
camos en una edición que no estaba de-tinada a la venta. Al autor de ese
libro le llamamos B Suárez Lynch. La "B" era, supongo, la de Bioy y
Borges; el Suárez correspondía a otro bisabuelo mío y el Lynch a un bis
abuelo de Bioy. ["Autob ”, 1970, 2471
Lo que Borges no dice es que la parodia va más lejos en esos dos libros
que en los Seis problemas. Hasta el sello editorial que inventaron era
una broma: Oportet & Haereses, aludiendo al oporto y al jerez.
El argumento de Un modelo para la muerte aparece tan sumergido
bajo la digresión y la broma que se hace casi imposible de recordar,
incluso tras varias lecturas. Siguiendo el formato de los Sets problemas,
el libro comienza con un prefacio por Bustos Domecq, quien ofrece una
breve biografía literaria de Suárez Lynch Como novela policiaca, el
libro fue un desastre. Hasta un comentarista amistoso como Carlos Mas-
tronardi, en una edición de Sur (diciembre de 1946) apuntó, con razón,
que el argumento, aunque fuera leve y encantador, era difícil de seguir
por la profusión de los diálogos y los episodios laterales.
334 DOS FORMAS DE LA REPARACIÓN
... Escribíamos un poco para nosotros mismcs. y como eso ocurría en una
atmósfera de bromas, los cuentos se hicieron tan imposible > de desarrollar,
y tan barrocos, que resultaba muy difícil comprenderlos. Al comienzo
hicimos bromas, y después bromas sobre bromas, como en el álgebra: bro
mas al cuadrado, bromas al cubo... Después decidimos dejar de escribir,
porque llegamos a advertir que se hacía dificil y hasta imposible escribir
de otra manera, y esa manera era dolorosa, cuando menos para el lector.
[Murat, 1964, 378J
El mismo año en que aparecieron los Seis problemas para don Isidro
Parodi, los Borges se mudaron nuevamente, a un apartamento situado
en el 275 de la calle Quintana, cerca de Rodríguez Peña, en el mismo
barrio en que la familia habia vivido al volver de su último viaje a
Europa en 1924 Quedaron allí sólo algunos años, y en 1944 pasaron 1
un apartamento céntrico de dos dormitorios, en la calle Maipú 994, don
de Borges se quedaría definitivamente.
Su vida cotidiana había comenzado a acomodarse a una rutina: Madre
se quedaba en casa, ocupada con las tareas domésticas (tenían una sola
criada, que funcionaba como cocinera y doncella) y con su propia tarea
literaria; Borges iba a la biblioteca Miguel Cañé o se quedaba en casa,
escribiendo con letra trabajosa y minúscula sus artículos y reseñas, sus
cuentos y sus ensayos. Madre le ayudaba con las lecturas y traducciones.
El dominio del inglés había mejorado en ella hasta el punto de hacer
algún trabajo propio. Probablemente su mejor traducción sea la de una
colección de cuentos de Katherinc Mansfield, publicada por Losada en
la misma serie en que aparecieran La metamorfosis de Kafka, y bajo el
titulo de uno de ios cuei ' F." 'a bahía, mientras Borges mismo tradujo
Palmeras salvajes de ’ l-ner (para Editorial Sudamericana
en 1940) y Un bárbaro , . í.-nri Michaux (para Sur. en 1941).
DOS FORMAS DE LA REPARACIÓN 335
(¡buL, 867)
(Ibid., 868)
mundano, más incoloro que otros. Iniciada la lectura, nos molestan algu
nas ambigüedades, algún rasgo superficial; al cabo de unas páginas com
prendernos que esas deliberadas negligencias enriquecen el libro, [Ibi-
dem, 101]
La conclusión que Borges extrae del análisis de estos dos episodios simé
tricos es clara:
de los destinos que traman la perpleja red de la historia; pudo ser Ale
jandro o Pitágoras o Rurik o Jesús; eligió un infimo destino: fue Judas,
[íbid.. 517]
La situación (política] en Argentina es muy sena, tan seria que una gran
cantidad de argentinos se están convirtiendo en nazis sin advertirlo. Ten
tados por las promesas de reforma social —en una sociedad que sin duda
necesita una mejor organización que la que ahora tiene— muchos se están
dejando seducir por una desmesurada ola de odio que está recorriendo
el país. Se trata de algo terrible, similar a lo que ocurrió al comienzo del
352 EL GENERAL Y EL INSPECTOR DE GALLINAS
facismo y del nanismo [en Europa], Pero debo agregar que los intelec
tuales argentinos están en contra y combaten esa actitud. Creo que la
única soluc ón posible es delegar el poder a la Corte Suprema. Sin em
bargo. soy pesimista sobre un retorno más o menos rápido del gobierno
argentino a la democracia. (El Plata. Montevideo, 31 de octubre de 1945]
Ahora estaba sin empleo Algunos meses antes, una anciana dama inglesa
me había leido el destino en las hojas de té y pronosticó que muy pronto
yo viajaría, hablaría, y con ello ganaría grandes sumas de dinero. Cuando
se lo conté a mi madre, ambos nos reímos, porque hablar en público era
algo que estaba más allá de mis posibilidades. En esa encrucijada, una
persona amiga apareció a rescatarme, y me convirtieron en profesor de
literatura inglesa en la Asociación Argentina de Cultura Inglesa. Al mismo
tiempo me solicitaron que diera conferencias sobre literatura clásica nor
teamericana en el Colegio Libre de Estudios Superiores. Como este par
de ofertas me llegó tres meses antes de la apertura de cursos, acepté, sin
tiéndome bastante seguro. A medida que la fecha se acercaba, sin embargo,
me sentí cada vez peor. Mi serie de conferencias debía comprender Haw-
thome. Poe. Thoreau, Emerson, Melvllle, Whitman, Twain, Henry James
y Vcblen. Escribí la primera de esa» charlas Pero no tuve tiempo de es
cribir la segunda. Además, dado que pensaba en la primera conferencia
como el Día del Juicio Final, sentía que sólo la eternidad vendría des
pués. La primera conferencia salió bastante bien... milagrosamente. Dos
noches antes de mi segunda conferencia, llevé a mi madre por un largo
paseo, caminando en los alrededores de Adrogué, y le hice tomarme el
VIVIENDO EN UNA CIUDAD OCUPADA 355
tiempo mientras yo ensayaba mi charla. Ella dijo que le parecía una char
la demasiado larga. ' En ese caso —dije— estoy salvado." Mi temor era
quedarme sin nada que decir, a cierta altura. Así. a los 47 años, descubrí
que se abría por delante una vida nueva y de gran interés. [“Autob.”,
1970. 244-245]
En El grito sagrado —un libro publicado diez años después del suceso—
de Adela Grondona, quien estuvo en la cárcel junto a Norah, hay una
descripción de ésta, haciendo dibujos de las presas y transformándolas
en ángeles. Seguia encontrando objetos bellos en la prisión —aquí una
serie de columnas, allá un rostro— y mantenía su ánimo cantando, dibu
jando y rezando. Sus cartas reflejaban su propia y mágica visión de la
vida. (Es pertinente agregar que El grito sagrado, el titulo elegido por
Grondona para su libro, es una frase tomada del propio himno nacio
nal argentino, que comienza: "Oid mortales el grito sagrado —¡Liber
tad, libertad, libertad!")
Las mujeres fueron mantenidas durante un mes en la cárcel, pero la
sentencia pudo haberse reducido (se les dijo) si las interesadas apelaban
directamente a la señora Perón. El incidente es recordado por Borges
en sus conversaciones con Burgin:
Borges: Dijeron: “Si le escriben una carta a la señora, salen " "¿De qué
señora nos habla?" “De la señora Perón." "Bien, como no la conocemos,
y ella no nos conoce, no tiene ningún sentido que le escribamos Pero lo
que en realidad ellos querían era que las damas escribieran esa carta,
y después la publicarían, ¿no? Y la gente diría qué compasivo que era
362 EL ESCRITOR A LOS CINCUENTA ANOS
Perón, y cómo ellas habrían quedado libres ahora. Todo el asunto era una
especie de trampa, era una trampa. Pero ellas lo advirtieron. Ése es el
tipo de cosa que había que soportar entonces.
Burgin: Era una época horrible,
Borges Oh, si, lo fue. Por ejemplo, cuando uno tiene un dolor de mue
las, y hay que ir al dentista, lo primero que uno piensa al despertarse es
en ese problema; pero durante esos diez años —desde luego, yo también
tuve mis penas privadas— pero en esos diez años lo primero que pensaba
al despertarme era, bien, "Perón está en el poder”. [Burgin, 1969, 120]
los cambios. Aquél habia negado la materia; éste negó el espíritu; aquél
no habia querido que agregáramos a la sucesión de impresiones la noción
metafísica de materia, éste no quiso que agregáramos a la sucesión de
estados mentales la noción metafísica de un yo. [Otras inquisiciones, 1952;
O.C., 767-768]
And yet, and yet... Negar la sucesión temporal, negar el yo, negar el
universo astronómico, son desesperaciones aparentes y consuelos recretos
Nuestro destino (a diferencia del infierno de Swedenborg y del infierno
de la mitología tibetana) no es espantoso por irreal; es espantoso porque
es irreversible y de hierro. El tiempo es la sustancia de que estoy hecho.
El tiempo es un rio que me arrebata, pero yo soy el río; es un tigre que
me destroza, pero yo soy el tigre, es un fuego que me consume, pero yo
soy el fuego. El mundo, desgraciadamente, es real; yo, desgraciadamen
te, soy Borges. [Ibid., 771]
Tonelada, que siempre es el mismo, me soltó cada oreja, que la tenia en
rollada como el cartucho de los manices y, cosa de caerle simpático a
Bonfirraro, le dijo al rusovita que mostrara un cachito más de respeto
a la opinión ajena, señor, y saludara a la figura del Monstruo. El otro
contestó con el despropósito que él también tenia su opinión. El Nené. que
las explicaciones lo cansan, lo arrempujó con una mano que si el carnicero
la ve, se acabó la escasez de la carnaza y del bife chorizo. Lo rempujó
a un terreno baldio, de esos que en el dia menos pensado levantan una
playa de estacionamiento, y el punto vino a quedar contra los nueve pisos
de una pared senza finestra ni ventana. De mientras, los traseros nos pre
sionaban con la comezón de observar. . . [Nuevos cuentos de Bustos Do-
mecq, 1977; o.c., 401]
En uno de sus cuentos más famosos, "Las ruinas circulares", cuyo epí
grafe es una cita de Lewis Carroll, otro tejedor de sueños, Borges juega
con los limites borrosos que existen entre sueño y realidad; un hombre
que en el sueño ha engendrado a otro hombre, descubre al final que él
mismo es el sueño de alguien.
Al considerar el tercer procedimiento, el viaje en el tiempo, Borges
señala que se lo puede combinar con la flor de Coleridge. Como ejemplo,
cita La máquina del tiempo, una novela de H. G. Wells, donde el prota
gonista, al volver de un viaje al futuro, trae consigo una flor marchita.
En otra variante, Henry James proyectó (y realizó a medias) una nove
la, El sentido del pasado, donde el protagonista descubre un retrato de
sí mismo, pintado en el siglo xvin, y retrocede en el tiempo para permi
tir que el pintor efectivamente haga el cuadro. Sobre ese caso Borges
observa: “James crea así un incomparable regressus ¿n ínfinitum, ya que
su héroe, Ralph Pendre!, se traslada al siglo xvin. La causa es posterior
al efecto, el motivo del viaje es una de las consecuencias del viaje”
(o.c., 640).
Al someter la novela de James a ese análisis, Borges muestra clara
mente que está pensando en el viaje a través del tiempo como procedi
miento y no como tema: un recurso para construir un argumento en
el que las consecuencias engendran la causa, y la secuencia narrativa
queda completamente invertida. Eso es precisamente lo que intentó en
“La otra muerte”, donde un hombre que se ha portado cobardemente
en una batalla, cuando era muy joven, corrige esa cobardía en su lecho
de muerte y fuerza a Dios a realizar un milagro: en la memoria de
quienes presenciaron la batalla muere joven y heroicamente. También
aquí, lo que importa a Borges no es ya el tema de la inversión del tiempo
sino el procedimiento de invertir la secuencia de hechos dentro de la
trama: la consecuencia influye sobre la causa, y no al revés.
368 EL ENCUENTRO EN UN SUEÑO
Enamorarse es crear una religión cuyo dios es falible Que Dante profesó
por Beatriz una adoración idolátrica es una verdad que no cabe contra
decir: que ella se burló de él y otra vez lo desairó son hechos que registra
la Vita nuova .. . Dante, muerta Beatriz, perdida para siempre Beatriz,
jugó con la ficción de encontrarla, para mitigar su tristeza; yo tengo para
mi que edificó la triple arquitectura de su poema para intercalar ese en
cuentro. Le ocurrió entonces lo que suele ocurrir en los sueños. En la
adversidad soñamos una ventura y la intima conciencia de la imposibi
lidad de lo que soñamos basta para corromper nuestro sueño, manchándolo
de tristes estorbos. Tal fue el caso de Dante. Negado para siempre por
Beatriz, soñó con Beatriz, pero la soñó severisima, pero la soñó inacce
sible, pero la soñó en un carro tirado por un león que era un pájaro y
que era t do pájaro o todo león cuando lo» ojos de Beatriz la espejaban
(purgatorio, xxxt. 121). Tales hechos pueden prefigurar una pesadilla;
ésta se fija y se dilata en el otro canto...
Infinitamente existió Beatriz para Dante; Dante muy poco, tal vez nada,
para Beatriz; todos nosotros propendemos, por piedad, por veneración,
a olvidar esa lastimosa discordia, inolvidable para Dante. Leo y releo los
azares de su ilusorio encuentro y pienso en dos amantes que el Alighicri
soñó en el huracán del Segundo Círculo y que son emblemas oscuros, aun
que él no lo entendiera o no lo quisiera, de esa dicha que no logró Pienso
en Francesco y en Paolo, unidos para siempre en su Infierno. Quezti, che
mai da me non fia diviso. Con espantoso amor, con an ledad, con admi
ración, con envidia, habrá forjado Dante ese verso, [fbid., 119-120; ensayo
suprimido en o.c.]
aquí tan radicales que muchos lectores no advieiten las pistas obvias:
el nombre de Beatriz Viterbo, el nombre de Carlos Argentino Daneri
(es decir, un Dante argentino), el poema de Daneri y la búsqueda de
Borges , que le conduce a la visión del Aleph (es decir, el microcos
mos de Dante) situado en el sótano de una vieja casa de Buenos
Aires.
En una nota que Borges escribió para la edición norteamericana de
El Aleph (1970) descarta explícitamente toda intención paródica: "Al
gunos críticos ,.. han detectado a Beatrice Portinari en Beatriz Viter
bo, a Dante en Daneri, al descenso hacia el infierno en el descenso a
un sótano. Desde luego, quedo debidamente agradecido por esos obse
quios no buscados” (The Aleph, 1970, 264). La modestia de Borges es
en verdad excesiva. Las coincidencias entre ambos textos no son exclu
sivamente las que él menciona; son más complejas y proliíeran más allá,
como hemos visto. Pero Borges siempre ha preferido que un costado de
sus textos (generalmente el mejor) quede fuera del escrutinio público.
Sin embargo, en una conclusión a esa nota reconoce que "Beatriz Viter
bo realmente existió y yo estuve muy enamorado de ella, y sin esperan
zas. Escribí mi cuento después de su muerte” (tbid., 264). Innecesario
decir que esa declaración enriquece aún más la lectura paródica de su
cuento porque fue la muerte de Beatrice la que desencadenó en Dante
el deseo y la compulsión de escribir la Commcdia.
En esa nota también comenta que Carlos Argentino Daneri existe y
que es un buen amigo suyo, "quien hasta hoy mismo nunca sospechó
estar dentro del cuento. Los versos son una parodia de sus versos. El
lenguaje de Daneri, por otro lado, no es una exageración sino una trans
cripción fiel. La Academia Argentina de Letras es el habitat de tales
ejemplares" (ibid., 264). Esta última observación no sólo refuerza la
suposición de una transcripción paródica, sino que muestra con mucha
claridad otra dimensión del cuento. Al satirizar los hábitos de sus com
patriotas, la vanidad de sus premios literarios y de sus asociaciones
académicas, Borges divulga sus sentimientos sobre la humillación de
que fue objeto cuando se publicó El jardín de senderos que se bifurcan.
su primera colección de cuentos fantásticos.
"El Aleph" fue publicado inicialmente en Sur, en septiembre de 1945,
cuando Borges estaba dolido aún por ese agravio. Pero cuando el cuento
apareció en el volumen del mismo titulo (1949), el régimen de Perón
le había proporcionado un motivo diferente y más grotesco para sentirse
humillado. Las sórdidas realidades políticas se habían impuesto sobre la
grotesca vida literaria.
... la idea de que una literatura debe definirse por los rasgos diferencia
les del país que la produce es una idea relativamente nueva: también es
nuevo y arbitraria la idea de que los escritores deben buscar temas de su»
países ( ) El culto argentino del color local es un reciente culto europeo
que los nacionalistas deberían rechazar por foráneo, (o.c., 274]
Para Borges ése fue el final de una pesadilla. Pese a su creciente reco
nocimiento como escritor, la década peronista habia sido para él un pe
riodo de dolor y de humillación. Dos cuentos suyos de entonces recogen
esos sentimientos,
“El Sur" —que fue publicado inicialmente en La Nación (8 de febre
ro de 1953) y después incluido en Ficciones (1956)— presenta a un
argentino que. como Borges, tiene ascendencia nórdica. Es desafiado a
duelo a cuchillo por un compadrito. El protagonista, Juan Dahlmann,
acepta el desafío a pesar de su incompetencia y sale a campo abierto a
sabiendas de ejue será muerto allí. Durante los años del peronismo Bor
ges debió sentirse como Dahlmann y probablemente soñó con algún final
igualmente salvaje
El segundo cuento, titulado "La espera", también fue publicado en La
Nación (27 de agosto de 1950) y posteriormente incluido en una segunda
edición de El Alcph (1952). En el relato, un hombre espera que ciertos
matones lleguen a liquidarlo. Quizás también Borges esperó —o soñó
que esperaba— que la policía viniera y lo llevara
Si las alusiones y las pesadillas de esos cuentos son ambiguas, algunos
poemas que Borges publicó en la década revelan en cambio sus odios y
sus temores. Uno de ellos se titula "Página para recordar al coronel
Suárez, vencedor en Junin" y fue inicialmente publicado en Sur (enero-
febrero de 1945) en momentos en que Perón ya hacía evidente su po
der. Superficialmente parece ser otro de esos poemas de que Borges
gusta para celebrar el impecable coraje en la batalla que desplegaron
sus antepasados. Pero las últimas líneas son reveladoras de una distinta
intención:
El final del poema mencionado subraya algo más que esa ironía del
destino. Hace visible la trágica condición de un hombre que, como Grous
sac, había visto negado su acceso a aquello que más deseaba:
Í
Otras distinciones recaerían sobre él, hasta que su nombre llegara a ser
conocido en el mundo entero. A los 56 años, Borges pudo haber sentido
que llegaba a su cénit. Pero aún estaba lejos de alcanzar su verdadera
meta.
Pero no tenía prisa por recopilar sus poemas. No fue hasta mediados
de la década de 1960 cuando reeditaría en nuevo formato el volumen de
Poemas (publicado inicialmente en 1943 y ampliado en 1954). Bajo el
título Obra poética, salió en 1964, como volumen independiente e ilus
trado y al mismo tiempo como parte de las Obras Completas. La poesía
escrita después de 1943 ocupa dos terceras partes del libro. El mismo
Borges ha comentado:
I
EL NACIMIENTO DE "BORGES" 391
maestro, pero cuando los versos llegaron a conocerse, mis amigos me dije
ron que, lamentablemente, no se parecían a él. En mi poesía posterior se
encuentra siempre un hilo narrativo. De hecho, llego a pensar en argu
mentos para poemas. Quizás la diferencia principal entre Lugones y yo
es que él tuvo a la literatura francesa como modelo y vivía intelectual-
mente en un mundo francés, mientras yo miraba hacia la literatura ingle
sa. En esta nueva actividad poética, nunca pensé en construir una secuencia
de poemas, como lo hacía antes, sino que me interesaba, primordialmente,
en cada poema por si mismo. De esta manera he escrito poemas sobre
temas tan distintos como Emerson y el vino, Snorri Sturluson y el reloj
de arena, la muerte de mi abuelo, la decapitación de Charles I. También
me dediqué a resumir a mis héroes literarios: a Poe, Swedenborg, Whit-
man, Heine, Camóes, Jonathan Edwards y Cervantes. Desde luego, se rindió
también el debido tributo a los espejos, al Minotauro, a los cuchillos. [Ibi-
dem, 250-251]
Creo que soy capaz de vivir con una carencia de ocupación, No tengo
que estar hablandu con otros, o haciendo cosas. Si alguien ha salido, y yo
he llegado aquí y he encontrado la casa vacia, quedo satisfecho con sen
tarme y dejar que pasen dos o tres horas, o salir a dar un corto paseo,
pero no me sentiré especialmente infeliz o solitario. Eso le ocurre a todos
aquellos que quedan ciegos. [Burgin, 1969, 4-5]
A pesar de esa valiente declaración, fue sólo tras un duro y largo pe
riodo de entrenamiento como Borges aprendió a soportar la soledad y
el vacio que la ceguera supuso en su vida.
I«os primeros años de su ceguera estuvieron coronados por honores.
El 29 de abril de 1956 recibió un doctorado honorit causa, otorgado por
la Universidad de Cuyo, una de las más antiguas de la Argentina. Fue
el primero de una serie de doctorados que recibiria de universidades de
todo el mundo. El 14 de junio de 1957 fue designado profesor de litera
tura inglesa y norteamericana en la Facultad de Filosofía y Letras, de
pendiente de la Universidad de Buenos Aires. Enseñó allí hasta 1968,
cuando se retiró a los 68 años de edad. Su distinción más importante
fue una de 1956, al recibir el Premio Nacional de Literatura, que se
otorgaba cada dos años. Como de costumbre, Borges recibió esa distin
ción con una pizca de sal. Hablando con Jean de Milleret, diez años des
pués. comentó que ése fue, en cierto grado, un premio político (De
Milleret, 1967, 82) Probablemente tenía razón. En ese momento, el go
bierno militar quiso subrayar el hecho de que su actitud ante la cultura
había sido la opuesta a la de Perón y que por ella había restablecido
La dignidad de la cultura argentina
EL NACIMIENTO DE "BORGES" 393
/
394 EL NACIMIENTO DE "BORGES"
Borges tiene razón sobre el carácter personal del libro. Nunca había
tenido tanta libertad de escribir exclusivamente sobre aquello que le
gustara o que atrapara su fantasía en un momento dado. Asimismo,
nunca había estado tan libre de escribir sobre sí mismo —sobre sus debi
lidades y preferencias, sus manías y sus sueños— como en los diversos
textos de este libro. Dos de ellos son memorables retratos literarios de
396 EL NACIMIENTO DE "BORGES'
1. Un maestro de la Modernidad
398
UN MAESTRO DE LA MODERNIDAD 399
2. El anciano gurú
como una de sus improvisaciones más logradas pero que (según Marta
Esther Vázquez) le llevó casi dos dias de composición. Dictó primera
mente ese texto en español, lo tradujo al francés, le hizo grabar el re
sultado a María Esther, hasta poder decirlo de memoria. Su autobiogra
fía no menciona el congreso literario de Alemania occidental ni el acto
de la unesco, sino que se concentra en sus recuerdos personales de In
glaterra y de Estocolmo:
Una vez más se puede reconocer aquí la vuelta a sus antepasados britá
nicos, a los anglosajones y a los vikingos. La visita a Copenhague y a
Estocolmo —a la que incluye "entre las ciudades más inolvidables que
he visto, junto a San Francisco, Nueva York, Edimburgo, Santiago de
Compostela y Ginebra" (ibid., 257)— tras la invitación de Bonnier, su
editor sueco, debió haber reforzado ese sentimiento por sus antepasados
nórdicos.
Otros cortos viajes a diferentes países de América Latina (a Perú,
Colombia y Chile en 1965) ayudaron a aumentar la popularidad de Bor
ges en todo el continente Pero quedó menos impresionado por las cul
turas nativas de América Latina que por las antiguas culturas europeas.
La visita a la fortaleza inca de Machu Picchu —que inspirara uno de los
poemas más extraordinarios de Pablo Neruda— dejó a Borges curiosa
mente frío. Según María Esther Vázquez, que también fue su compa
ñera en ese viaje, "nunca le vi tan cortésmente aburrido como en su
visita a Machu Picchu; las terrazas (para él invisibles) del pasado pre
colombino no llegaron a motivar su pasión estética" (Vázquez, 1977, 28).
El segundo viaje de Borges a Estados Unidos se produjo en 1967. Fue
invitado por la Universidad de Harvard a ocupar la cátedra Charles
Eliot Norton de poesfa. Dio una conferencia ("ante públicos benévolos",
diría después en su autobiografía) que se tituló *‘Thist Craft of Verse"
I Esta artesanía del verso) ¡ también realizó un seminarlo sobre escritores
argentinos para el departamento de lenguas romances. Ésa fue su primera
oportunidad de vivir durante cierto plazo en Nueva Inglaterra, y la
aceptó con entusiasmo. Como lo señala con humor en su autobiografía,
tuvo la oportunidad de viajar por toda esa zona, "donde casi todo lo nor
teamericano, incluyendo el Oeste, parece haber sido inventado". Agrega
que hizo "numerosos peregrinajes literarios: a los lugares favoritas de
Haurthorne en Salem, a los de Emerson en Concord, • los de Molvillc
EL ANCIANO GURÚ 405
(ibid., 257)
3. El arte de dictar
a
EL ARTE DE DICTAR 413
En esa misma página dice “No aspiro a ser Esopo. Mis cuentos, como
los de Las mil y una noches, quieren distraer y conmover y no persuadir."
Agrega oue sus convicciones políticas son harto conocidas:
No puede así ser una sorpresa para el lector que los así llamados
cuentos realistas sean similares, esencialmente, a los cuentos “mágicos
418 EL ARTE DE DICTAR
a veces muy exóticos} a las que Borges metamorfosea con su prosa ines
perada. La idea de un libro de fotos comentado por un escritor ciego es
paradójicamente borgiana. Pero el viejo gurú ve más de lo que ven los
ojos de la carne, y asi, para celebrar un viaje en globo en el Valle Napa
de California, Borges ve con su piel la caricia del aire. Aún asi, él mismo
llega a la conclusión de que la mayor parte de las reacciones que susci
tan en él las visitas a lugares ilustres dependen del recuerdo de lo que
habia leido. Porque el verdadero ámbito físico en que vive es el de la
palabra recordada.
Hasta cierto punto, Atlas es simbólico del destino reciente de Borges.
De poeta y narrador porteño sedentario, se ha convertido en un pere
grino de los cinco continentes y los siete mares, para no hablar de los
miles de cielos. Un itinerario completo de sus viajes en estos últimos
años sólo seria posible con la ayuda de una computadora. Como la Pim
pinela escarlata de) viejo filme de Leslie Howard, nunca se le encuentra
donde se le busca, y siempre aparece en los lugares más insólitos. Mis
amigos, que conocen mi afición a recopilar informes sobre las andanzas
de Borges, se pasan escribiéndome o telefoneándome para avisarme: “Está
en Parma, se acaba de ir a Kyoto, lo vieron pasar por Reykiavik, firmó
autógrafos en Poughkeepsie, le dieron un doctorado honoris causa en
Tomboctú, etc . etc." No todas las informaciones son falsas. Un recuen
to rápido de esta última década lo documenta compartiendo la hospita
lidad colombiana en Medellín y Bogotá (1978), casi al tiempo que recibe
un doctorado en la Sorbona y asiste en la Universidad de Virginia, en
Charlottesville (que diseñó Thomas Jefferson y en la que se emborrachó
Edgar Poe), a un eruditísimo congreso, organizado por Alfred Mac Adam
sobre sus obras de los años veinte, precisamente aquellas que Borges
creía completamente olvidadas gracias a su prohibición de reeditarlas
pero que con la complicidad de la firma Xerox se han constituido en
objeto de la más brillante industria zamid.iat de Occidente. Asistí a dicho
congreso (20-21 de octubre de 1978) con el derecho que me da ser po
seedor de las ediciones originales de los tres libros condensados, y pude
comprobar hasta qué punto Borges odia las celebraciones académicas de
su obra (caricaturas de la verdadera critica, como lo revela su "Pierre
Menard ') pero también cuán infinita es su cortesía y con qué irónica
buena educación aguanta a los embalsamadores de su obra.
En 1980, entre abril y mayo, abre un surco de presentaciones a lo
largo y ancho do Estados Unidos. Todos los colegios y las universida
des, hasta los inás ínfimos (y precisamente por esto) quieren tener a
Borges I-os jefes de departamento buscan una foto amistosa con él pa
ra obtener promociones, los famélicos profesores jóvenes lo necesitan
para sus magros curricula, los exiliados latinoamericanos para mostrar
que no todo es miseria y subdesarrollo al sur del Rio Grande. Borges
se deja usar, fotografiar, xeroxear para la eternidad del periódico local.
Do tanto en tanto ocurre una ocasión memorable como la entrevista en
I
televisión con Dick Cavett (mayo 5) en que la astucia del viejo gurú
fue demasiado para el suave y superficial jovencito de cuarenta años
largos que es Dick. A cada pregunta prefabricada, Borges contestaba
con la inocencia de sus ojos ciegos, el ligero arrastrar de las sílabas de
un inglés algo arcaico, y la lucidez mortal de su intebgencia. Acostum
brado a interlocutores que le hacen caso, Dick estaba perdido y se le
notaba. Borges, en cambio, se había apoderado de la cámara y divagaba
irónicamente a su gusto. En otra ocasión, también televisiva, el entre
vistador sabia un poco más del tema y acosaba a Borges con preguntas
políticas. Se trataba de William F. Buckley, uno de los conservadores
más inteligentes e incisivos de Estados Unidos, maestro de la polémica.
Pero todas sus artes se estrellaban contra la inocencia del viejo gurú
que distraía cada pregunta hacia los rincones más inesperados y que
evitó comprometerse una sola vez. Esta prudencia frente a un conser
vador. contrastaba fuertemente con su imprudencia cuando el interlocu
tor es un profesional de la izquierda. Entonces Borges se desata y elogia
a los militares o se vuelve escéptico frente a la democracia y los regíme
nes totalitarios de izquierda. Viendo lidiar a Borges con Buckley entendí
cuál es la estrategia del viejo gurú, del vieillard terrible: contestar a
contrapelo las preguntas. Al inquisidor, ya sea un viejo estahnista o un
neoperonista o un procastrista, Borges lo aniquila exagerando su conser
vadurismo y volviendo el diálogo en farsa. Si el inquisidor es de dere
cha, se vuelve por el contrario más democrático que Jefferson y com
pletamente suizo. La cuestión, diria él, es no caer en lo obvio y forzar
a los que andan con orejeras a mirar a sus costados.
Ese mismo año, por primera vez, Borges firmó una declaración pi
diendo cuentas al gobierno militar argentino por los miles de "desapa
recidos". Fue publicada en Clarín (Buenos Aires, 12 de agosto de 1980) y
tuvo repercusión mundial. Era evidente que el viejo gurú habia perdido
sus últimas ilusiones sobre los militares. Un poco antes, cuando el con
flicto con Chile parecía inminente, se había atrevido a opinar que los
militares argentinos carecían de toda experiencia directa de la guerra
y que nunca habían oído silbar una bala real. A la defensa indignada
que hizo en el mismo periódico un pundonoroso militar c'e que él sí
había estado en combate, Borges se rectificó: en efecto, había en el
ejército argentino un militar que había oído silbar una bala.
Estas y otras bromas similares no le hacían la vida fácil en una Ar
gentina polarizada por un lado por los fanáticos de una seudoizquierda
en la que se mezclaban los populistas del fascio a la Perón con los restos
disciplinados del fascismo estalimsta, todo envuelto en una bandera de
izquierda que había perdido todo sentido, y por otro lado en que brilla
ban los más reaccionarios partidarios de la violencia oficial y el machis-
mo militar. Recuerdo que un exiliado profesional, de esos que andan por
el mundo viviendo a costillas de los muertos de sus respectivas patrias,
interpeló a Borges públicamente en Quito (1978), preguntándole en
1
Con este comentario, el vieillard terrible da otro golpe, y esta vez mortal.
Porque para la mentalidad de la Academia Sueca su gesto era imperdo
nable. Le pudieron perdonar a Neruda su copioso pasado estalinista, a
Asturias su servidumbre bajo los regímenes fuertes de Guatemala,
a García Márquez su servil fascinación por la dictadura de Fidel Castro.
Les perdonaron porque estos caballeros no dejaron nunca de proclamar
se demócratas. Borges en cambio es imperdonable porque no juega el
juego de la hipocresía y sólo quiere ser Borges.
Entre las muchas celebraciones inútiles de su obra que proliferaron y
continúan proliferando en el mundo académico norteamericano (Univer
sidad de Chicago, 15-17 de abril de 1982, organizada por un especialista
en Vicente Huidobro; Dickinson College, 6-8 de abril de 1983, organizada
por un especialista en Neruda), algunas tuvieron sentido literario. La más
importante fue el Premio Ollin Yoliztli, otorgado por el presidente de
México, en su residencia de Los Pinos, 25 de agosto de 1981, y que ya
habían recibido nadie menos que Octavio Paz y Jorge Guillén. Estuve
presente en el acto como miembro del jurado y tuve oportunidad de
decir unas palabras que subrayaban la paradoja de éste y otros premios:
Borges, un escritor aparentemente minoritario, un escritor para los happy
few para los que escribía su colega Stendhal, se había convertido en el
más famoso de los escritores latinoamericanos y uno de los más imita
dos autores del siglo xx. Al evocar sus comienzos literarios, y la anéc
dota contada por él mismo, de los 34 ejemplares de Historia de la
eternidad que consiguió vender en 1936, contrasté aquella escasez con
la difusión millonaria de sus Obras Completas que ahora se venden en
los quioscos de periódicos de la calle Lavalle o en los de los aeropuertos
del mundo hispánico.
Las apoteosis no han cesado ni cesarán mientras haya un lugar en el
mundo en que todavía na se ha premiado a Borges (Estocolmo excluida,
es claro). Me ha tocado participar en alguna de esas celebraciones, ya
sea como eminencia gris, ya como organizador de la misma. En ambos
casos, la experiencia ha sido abrumadora. Es tal la capacidad proteica
de transformación de Borges que en cualquier momento los planes mejor
concebidos deben ser abandonados por una improvisación que satisfaga
la imaginación del viejo gurú. Así, por ejemplo, cuando aceptó recibir
el Premio Ingersoll, que creó especialmente el Rockford Institute de
Chicago, aceptó decir unas palabras en la ceremonia de entrega del
premio, puesto bajo los auspicios del nombre de T. S. Eliot. Conver
sando con él, le sugerí que dijese algo sobre su relación crítica con el
poeta anglosajón. Al fin y al cabo, en "Kafka y sus precursores", se
apoya precisamente en un ensayo de Eliot para llegar a sus paradójicas
conclusiones. Pareció aceptar. Pero cuando llegué a Chicago el 8 de
424 EL ARTE DE DICTAR
En realidad, esa incantación del nombre, por tautológica que fuese, era
suficiente El público había ido a oír a Borges a hablar de Shakespeare
y eso precisamente era lo que habían hecho.
Un homenaje de tipo muy diferente fue el que le ofreció el crítico y
semiótico italiano Umberto Eco, al convertir al asesino de su novela H
Ñame della Rosa (1983), en una obvia caricatura de Borges. Bajo el
nombre de Jorge de Burgos, la novela presenta a un bibliotecario ciego
que en el laberinto cerrado de un monasterio medieval esconde un terri
ble secreto. Esta versión ampliada de "La Biblioteca de Babel", es a la
vez un homenaje y una destronización de Borges. Debajo del subtexto
policiaco, que abunda en crímenes y sexo, el humor semiótico de Eco
traza una parodia de la crítica literaria de hoy. En esa parodia corres
ponde a Jorge de Burgos el mismo papel de Gran Desconstructor que
corresponde en la vida literaria real a Jorge Luis Borges Él es el crea
dor del laberinto textual y de la biblioteca arruinada que han destruido
para siempre las pretensiones de originalidad y hegemonía de la cultura
europea. Como ya lo había manifestado el verdadero Borges en aquel
artículo, "El escritor argentino y la tradición” (1951). “es por la irreve
rencia que los americanos podemos acceder a la cultura occidental". Esa
irreverencia del original está llevada a sus últimas consecuencias en el
facsímil de la novela de Umberto Eco, El inventor de Pierre Menard
que no re-escribe sino reproduce el Quijote; de la Biblioteca de Babel
en que reinan el caos y la cacofonía; del jardín de senderos que se
bifurcan en que acechan la sinología y el crimen; de Tlón y de Uqbar,
en que se espejea monstruosamente nuestro mundo, ávido de simetrías
totalitarias; ese Borges que ha enterrado para siempre a los museos, las
426 EL ARTE DE DICTAR
Mick Jaegger parezca haberla leído: en una escena cita algunas líneas,
y en el desenlace de la película se ve cómo una fotografía de Borges,
que aparece en la portada de ese libro, escapa de su cabeza, que ha sido
destrozada por un balazo disparado por James Fox.
Borges, o mejor "Borges", se habla transformado en figura de moda
y el anciano gurú aparecía en curiosa compañía. Por debajo de esa más
cara, Borges (un anciano caballero, triste, anticuado, tímido, muy argen
tino) seguia siendo él mismo, sin embargo.
4. Un espacio mágico
A su debido tiempo fui invitado con aire casual a visitar las alcobas.
La de Madre era grande y soleada, con una puerta-ventana que se abría
hacia el balcón. Madre habia conservado los muebles que le regalaron
cuando se casó, a fines del siglo xix. La habitación estaba dominada
por una cama doble y una cómoda grande y sólida, cuya parte superior
estaba literalmente cubierta de fotografías familiares. Ésa era la alcoba
principal. La de Georgie era la más pequeña, la reservada a los niños.
Contenía una estrecha cama de hierro con una minúscula mesa de noche,
un pequeño estante de vidrio para libros, donde conservaba aquellos en
que estaba trabajando, una silla, una estrecha cómoda sobre la que había
algunos objetos. Todo era muy limpio y ordenado. Sobre la cama, Madre
había colocado un crucifijo; Georgie era indiferente a ese símbolo de
una fe que no compartía, pero tenia el cuidado de no ofender a Madre.
Cuando se hizo obvio que Madre era ya demasiado anciana para cuidar
debidamente a Georgie, tuvieron que encontrar quién la sustituyera.
Solían conversar abiertamente de ese asunto con sus amigos. Como care
cían de todo temor ante la muerte, no procuraban disimular su cercanía
inevitable El problema era encontrar a alguien. No se podía contar con
Norah. Ésta apenas si podía con su propia familia, y además Borges y
ella comenzaron a alejarse desde aquel lejano día de 1928 en que ella se
casó con Guillermo de Torre. Durante un tiempo se pensó que Adolfo
Bioy Casares y su mujer Silvina Ocampo podían actuar como padres
sustitutivos Pero viajaban mucho y tenían vidas ocupadas y en cierto
sentido paralelas A pesar de su amistad (Borges solía cenar con ellos
cada domingo), cierta formalidad británica les impedía discutir seria
mente la posibilidad de que él se mudara con ellos, en la eventualidad
de que Madre falleciera. Así comenzó a tomar forma para Georgie la
idea de un matrimonio de conveniencia. Lamentablemente, Georgie y
Madre no tenían las mismas ideas sobre el tipo de esposa que él nece
sitaba.
Al comenzar la década de 1960 el conflicto quedó de manifiesto. El
último viaje juntos (a Europa, en 1963) supuso para ella una enorme
fatiga. Cuando al año siguiente fue invitado a visitar Alemania, Madre
decidió quedarse en casa, y Borges pidió a María Esther Vázquez que
le acompañara. Según ésta recuerda, tenía 17 años la primera vez que
visitó a Borges en su casa, con un grupo de estudiantes de la Facultad
de Filosofía y Letras de Buenos Aires. Después comenzó a colaborar
regularmente con él y se hicieron muy buenos amigos. Aunque Madre
no objetó esa amistad, objetó en cambio que Georgie llegara a depender
mucho de María Esther, temiendo que quisiera casarse con ella. Madre
quería que Georgie se casara con una mujer de edad, una mujer madura
que pudiera ser también su enfermera. Y creía, con razón, que María
Esther —pese a su vinculación amistosa con Georgie— no estuviera se
riamente interesada en compartir su vida con él. Pero en apariencia
él no se mostró convencido, era terriblemente terco y se molestó ante
UN ESPACIO MAGICO 431
No sé por qué esto nos impresionó tanto; quizá fue el hecho de encon
trar la antigua fábula de Troya perdida en las orillas del Mar del Norte.
Esto, y el descubrimiento de que a Roma le decían Romeburg, y al Medi
terráneo el Mar de los Vándalos, hizo que me enamorara de ese idioma.
[Vázquez, 1977, 151]
Tras diez años de leer esos antiguos textos, cada sábado y domingo, Bor
ges adquirió una cómoda familiaridad con el lenguaje anglosajón. Para
buscar sus raíces estudió viejos escritos escandinavos, y especialmente
los de Islandia. Llegó a estar orgulloso de su pequeña colección de lite
ratura de ese país. Poco después, en una visita mía, me llevó hasta su
alcoba para mostrarme el sitio privilegiado que ese material ocupa en
el estante de vidrio para libros. Una vez confió a María Esther Vázquez
que buena parte de su fascinación con los idiomas escandinavos residía
en el descubrimiento de palabras:
Borges mantuvo a ese grupo bastante pequeño —no más de seis estu
diantes— pero al mismo tiempo incurría en cierto grado de promoción,
hasta de reclutamiento. Recuerdo que una vez, en enero de 1962, mien
tras almorzábamos en un restaurante italiano de Buenos Aires, intentó
convencerme de que yo debía dejar de lado toda otra tarea literaria (yo
entonces me ocupaba de enseñar literatura inglesa y norteamericana
contemporánea en Montevideo) y trasladarme a Buenos Aires a estu
diar con él. La invitación sólo era seria a medias. Sabía perfectamente
bien que yo dependía de mis clases como medio de vida. Pero preferí
436 UN ESPACIO MÁGICO
En numerosas ocasiones durante los últimos cinco o seis años tuve opor
tunidad de discutir con Borges el proyecto de escribir una biografía
literaria suya. En general, a él le disgusta discutir su propia obra, y en
este caso particular las cosas se hacían más difíciles porque él es muy
reticente sobre su vida privada y porque considera la biografía un gé
nero imposible. Es cierto que en 1930 intentó describir la vida de un
popular poeta argentino, Evaristo Carriego, pero su libro era breve y
daba disculpas por su intento. El capitulo biográfico comienza: "Que
un individuo quiera despertar en otro individuo recuerdos que no perte
necieron más que a un tercero, es una paradoja evidente. Ejecutar con
despreocupación esa paradoja, es la inocente voluntad de toda biografía"
(Carriego, 1930; o.C., 113). A pesar de tal advertencia, escribió un capí
tulo biográfico para ese libro, y aun redactó muchos artículos biográficos
(sobre Hawthorne y Whitman, sobre Wilde y Edward FitzGerald, so
bre José Hernández y Almafuerte). Desde 1936 a 1939 dirigió asimismo
una página literaria en El Hogar, uno de cuyos textos habituales era una
biografía sintética de un escritor contemporáneo. Ha sido un lector ávi
do de biografías y especialmente de autobiografías.
Pero al escribir biografías, o al elogiar autobiografías, Borges ha mar
cado nítidamente los límites de lo confesional. En diversas ocasiones ha
recomendado las autobiografías de Gibbon y de Kipling, pero nunca las
Confesiones de Rousseau o el Diario íntimo de Amiel. Lo que le gusta
en los dos primeros es su reticencia, lo que consiguen omitir o apenas
sugerir. Le gusta su negativa a alimentar la morbosa curiosidad del lec
tor. Hablando con María Esther Vázquez, señala ese punto por lo menos
dos veces (Vázquez, 1977, 155 y 166). En su propia autobiografía ha
puesto en práctica la misma reticencia. Su casamiento, por ejemplo, nun
ca es mencionado explícitamente, aunque hay una alusión lateral cuando
menciona un cuento que no se había resuelto a escribir ("El Congre
so”, que fuera anunciado como trabajo en elaboración ya desde 1945):
“Finalmente, cuando se lo contaba a mi esposa, ella me hizo ver que
no era necesaria ninguna otra elaboración" ("Autob.”, 1970, 259). Sobre
la felicidad o la penuria de la vida marital, ni una palabra.
Como yo conocía sus declaraciones contra las biografías y su elogio
a la reticencia en las autobiografías, vacilé en discutir mi proyecto con
él. Finalmente, un día de 1975 junté bastante coraje y le informé so
bre el tipo de biografía que quería hacer Habría de ser mayormente
la biografía de la obra literaria llamada Borges: cómo llegó a producir
se, cómo las experiencias del hombre (Georgie. Borges. Biorges y, desde
luego, “Borges") la habían moldeado, cómo se había desarrollado dentro
y fuera de él, y hasta en oposición a él. Le expliqué que mis fuentes
439
440 NOTA SOBRE ESTE LIBRO
POSDATA DE 1985
443
CRONOLOGÍA. BIBLIOGRAFÍA Y FILMOGRAFÍA
CRONOLOGÍA
1899 Agosto 24. Nacimiento a los ocho meses de gestación de Jorge Luis
Borges, en Buenos Aires, en casa de Isidoro Acevedo, su abuelo
materno. Desciende, por parte de padre y madre, de hombres
que lucharon por la independencia argentina y tomaron parte
en las guerras civiles de ambos lados del Rio de la Plata. Su
padre, Jorge Guillermo Borges, es abogado y profesor de psi
cología en una escuela normal de lenguas vivas. (De sus cursos
en inglés, siguiendo el manual de William James.) Una rama
de la familia de la madre, Leonor Acevedo Haedo, se ha radi
cado en el Uruguay. Es bilingüe desde su infancia y aprenderá
a leer en inglés antes que en español por influencia de la abuela
materna, Fanny Haslam, nacida en Northumberland y que ha en
señado el inglés a su hijo y luego a su nieto Georgie, como es
llamado en casa. Desde su niñez lo liga una estrecha amistad con
su hermana Norah (nacida en marzo 4, 1901). Sus juegos prefigu
ran los temas de algunos de sus relatos. De esa época datan su
horror a los espejos y a las máscaras de carnaval, su fascinación
por los tigres y las fábulas.
1905 Declara a su padre que quiere ser escritor y éste (que ha escrito
y hasta publicado algún poema, que ha redactado ensayos y un
drama inédito) fomenta su temprana vocación. (En otra variante
de esta anécdota es el padre el que confia que Georgie realice el
destino literario que él no pudo cumplir por estar obligado a tra
bajar como abogado y por su creciente ceguera.) A los siete años
escribe en inglés un resumen de la mitología griega; a los ocho,
un cuento, La visera fatal, inspirado en un episodio del Quijo
te; a los nueve traduce del inglés “El príncipe feliz" de Oscar
Wilde. El texto es publicado en un periódico por un pariente
del padre, el escritor Alvaro Melián Lafinur, e inmediatamen
te es atribuido a Jorge Guillermo. Después de haber estudia
do inglés en casa con una institutriz, miss Tink, ingresa en cuar
to grado en una escuela primaria del Estado. Allí descubre su
singularidad por la violenta reacción de sus compañeros a su ves
timenta (usaba cuellos altos, estilo Eton), a su miopía (llevaba
gruesos anteojos) y a su falta de destreza física. La familia va-
caciona en Adrogué, o en Uruguay, en casa de los Haedo.
1909 Descubre la pampa en un viaje a San Nicolás, a unos 234 kiló
metros al norte de Buenos Aires. Pero no será esta visita de in
fancia, sino una más prolongada de 1934, al norte del Uruguay,
la que determine su imaginación gauchesca.
447
44B CRONOLOGÍA
CRONOLOGÍA 451
Poesía
Fervor de Buenos Aires, Imprenta Serantes, Buenos Aires, 1923.
Luna de enfrente. Proa, Buenos Aires, 1925.
Cuaderno San Martín, Proa, Buenos Aires, 1929.
Poemas (1922-1943), Losada, Buenos Aires, 1943.
Poemas (1923-1958), Emecé, Buenos Aires, 1958.
Obras poéticas (1923-1964), Emecé, Buenos Aires, 1964. (Hay varias re
ediciones aumentadas; la última es de 1973.)
Para las seis cuerdas (milongas), Emecé, Buenos Aires, 1965.
El otro, el mismo (1930-1967)• Emecé, Buenos Aires, 1969. En 1969 la
editorial Emecé reeditó Luna de enfrente y Cuaderno San Martin en
un solo volumen y Fervor de Buenos Aires. El material original de
estos libros fue revisado por Borges, quien modificó versos y eliminó
algunos poemas.
La rosa profunda, Emecé, Buenos Aires, 1975.
La moneda de hierro, Emecé, Buenos Aires. 1976.
Historia de la noche, Emecé, Buenos Aires. 1977.
Obra poética (1923-1976). Emecé, Buenos Aires, 1978.
La cifra. Alianza Editorial, Madrid, 1981.
Los conjurados, Alianza Editorial. Madrid, 1985.
Poesía y prosa
Autoantologías
Ficción
Ensayo
Obras en colaboración
Otras publicaciones
Se citan únicamente libros cuyo único tema es la obra o la vida del escritor.
BIBLIOGRAFIA <65
Sturrock, John, Papel Tigers, The Ideal Fictions oj Jorge Luis Borges,
Clarendon Press: University Press, Londres, 1977, 227 pp.
Tamayo, M. y Adolfo Ruiz Díaz, Borges, enigma y clave. Nuestro Tiem
po, Buenos Aires. 1955.
Vázquez, María Esther, Everness (un ensayo sobre Jorge Luis Borges),
Falbo, Buenos Aires, 1965.
---------, Borges: imágenes, memorias, diálogos. Monte Avila Editores, Ca
racas, 1977.
Wheelock. Kinch Cárter, The Mylhmaker. A Study oj Motif and Sym
bol in the Short Stories oj J. L. Borges, The University of Texas, Aus-
tin, 1966
Wolberg, Isaac, Jorge Luis Borges, Ediciones Culturales Argentinas, Bue
nos Aires, 1961.
Sobre Borges
1
Emma Zunz, largometraje realizado por Alain Madrou sobre el cuento
homónimo (París, ortf, 1969).
La strategia del ragno, largometraje realizado por Bernardo Bertolucci
sobre “Tema del traidor y del héroe” (Roma, raí, 1969-1970).
Les autres, largometraje realizado por Hugo Santiago sobre un libreto
original de Borges y Bioy Casares (Paris, 1973-1974).
Los orilleros, largometraje realizado por Ricardo Luna sobre un libreto
471
INDICE
ni
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Filmografia 471
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antología que preparó y anotó, y que ha publicado
el Fondo de Cultura Económica— sino también el Han»
Diceño: C a rlm
haber sido uno de los más cercanos amigos de
Borges. Así. la erudición se entrecruza aquí con el
testimonio, el conocimiento de la obra con el de la
persona para ofrecernos este libro fundamental.
TIERRA FIRME