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Empezamos esta semana, celebrando, como cada año, el aniversario del acontecimiento
guadalupano, fiesta celebrada por la mayoría de la población de nuestro país, y por nuestros
hermanos hispanos dispersos a lo largo del continente. Posteriormente comienzan las
posadas y cada vez está más cerca la noche de navidad.
Todas estas fiestas, pertenecientes a la religiosidad popular, cada año van perdiendo su
identidad, se vacían de su contenido, y se vuelven parte del consumismo que mejor encarna
el pueblo norteamericano. Esto no es más que una consecuencia de la secularización, y
cierto inmanentismo que no quiere reconocer los valores eternos del ser humano y mucho
menos los religiosos.
Sabemos que estas fechas de adviento (tiempo litúrgico en espera de Cristo) giran
alrededor de dos figuras importantísimas para los cristianos: María y Jesús, modelos de
santidad y ejemplos de vida para todos los creyentes: el 12 se celebra una de las
advocaciones marianas más importantes, en las posadas uno se prepara para navidad
acompañando a María durante su embarazo (un día por cada mes), el 25 recordamos el
nacimiento de la persona más importante de la historia humana, del hombre eterno,
Jesucristo… y si queremos seguir viendo nuestro calendario podemos ver que aquellas
fechas feriadas y de fiesta entre nuestra gente, tienen por mayoría un motivo religioso.
Por otro lado, retomar la verdadera significación de estas festividades no solo es volver a
los orígenes de las mismas, además es volver a descubrir la belleza de la fe, y esta misma
belleza es la que nos ha de redimir de tan feas y horribles expresiones actuales que vemos
todos los días en el cine, la televisión y el internet. La belleza humaniza a los hombres,
eleva el alma y sostiene la cultura de los pueblos. Vivamos pues estas fiestas con su sentido
autentico, pero sobre todo con alegría, esa alegría que desbordábamos cuando niños y que
hace regocijar nuestros corazones de felicidad.