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Procesión del Silencio, un tesoro escondido.

El pasado viernes 14 de marzo se celebro, como cada año, la llamada Procesión del
Silencio en el centro histórico de la ciudad de Toluca, recorriendo las principales calles de
éste: rodeando los portales de la calle Independencia hasta Hidalgo, subiendo por Juárez,
recorriendo Morelos hasta Quintanarro, pasando por la Alameda Central y volviendo por
Lerdo casi llegando al Cosmovitral, para volver al punto de partida, la Catedral de Toluca.

Para la mayoría de los Toluqueños, y varios visitantes de municipios aledaños como


Metepec, Almoloya de Juárez y Zinacantepec, dicha procesión constituye una expresión de
fe que, en el marco de la Semana Santa o Semana Mayor, conmemora el Triduo
Pascual, o sea, la pasión, muerte y resurrección de Cristo.

En el evento ya mencionado podemos apreciar a cientos de hombres, mujeres y niños que


pertenecen a distintas cofradías, las cuáles se encargan de representar alguno de los
aspectos que se conmemoran en Semana Santa: las niñas de Nazaret, los símbolos de la
pasión, la muerte de Cristo en la Cruz, la Cruz gloriosa, el Santo Sepulcro, la Resurrección
de Jesús, etc., principalmente a través de grandes e impactantes imágenes de bulto que se
dan cita en Catedral para participar de la Procesión del Silencio (Algunas de estas imágenes
pueden encontrarse en las distintas capillas que se encuentran dentro de la misma catedral,
las demás pertenecen a parroquias vecinas o cercanas como las de la Veracruz y la
Merced).

Sin embargo, lo asombroso del evento radica en la cantidad de personas que acompañan
dichas imágenes, precediéndolas o cargándolas: algunos vestidos con trajes que representan
los tiempos bíblicos, otros con capuchas que asemejan verdugos e inclusive mujeres todas
de negro en traje sastre y hombres de smoking que reflejan el tono penitente del Viernes
Santo; aunado a esto tenemos el sonido de las trompetas, el retumbar de los tambores en la
oscuridad, tan sólo acompañados de la luz de las farolas de las distintas cofradías; y si bien
se llama “del silencio”, no podemos dejar de mencionar a los “pregoneros” que van
narrando la procesión, describiendo a las cofradías e imágenes, acompañando los textos
bíblicos con lucidas poesías clásicas y alusiones a la comunidad de Toluca, todo
acompañado de una adecuada música de fondo que sumerge al espectador en una verdadera
e inolvidable experiencia.

Aunque para el espectador asistir a la Procesión del Silencio parezca un breve momento de
aproximadamente una hora, en realidad es el trabajo de todo un año de esfuerzos de los
organizadores y las mismas cofradías que buscan dar lo mejor para tal evento que sólo
acontece una vez al año. De hecho, si alguno viviera esta procesión desde dentro, se daría
cuenta de que no dura una hora sino al menos seis horas: todo comienza con la cita a un
costado de Catedral a las 4:00 p.m., mientras se da en su interior la liturgia correspondiente
al Viernes Santo, por fuera se espera la llegada de las cofradías y sus imágenes;
posteriormente se hace el ingreso a Catedral y se reza el Rosario, aquí es donde empieza el
recorrido arriba mencionado, que va de las 6:00 p.m. hasta las 10:00 p.m., terminando con
el Aleluya en el mismo Templo. Sin mencionar otros trabajos de detalles y pormenores
como es la limpieza de farolas y su acomodo.

Pero el hecho de que llamemos a la Procesión del Silencio un tesoro escondido, no es sólo
para llamar la atención de los fieles, sino para tomar conciencia como ciudadanos de la
oportunidad que tal evento presenta para la cultura y el turismo de la ciudad, pues aunque
son varios cientos de personas (más de mil asistentes), la incursión del municipio se limita a
los servicios de Protección Civil y la asistencia policiaca, cuando se podría lanzar un
verdadero proyecto que haga de nuestra ciudad un punto de referencia turística durante
Semana Santa, como lo son varias ciudades del mundo y del país que atraen a miles de
turistas por sus eventos piadosos.

Además de la visión turística, no podemos dejar de hacer énfasis en el valor cultural (por no
considerar el religioso) que deja este evento, no sólo en sus asistentes sino en toda la
ciudad: las expresiones poéticas, plásticas y musicales que se pueden apreciar sin duda
dejan una grata experiencia estética, la cual se vuelve parte del acervo colectivo de la
ciudad y del Estado. Sin embargo es muy poco difundido y promovido. Ahí está el tesoro,
nos toca desenterrarlo.

Esteban Malaquias Chávez

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