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en Situación de Estrés
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Objetivos
En este módulo se analizan las opciones disponibles que, entidades en situaciones de es-
trés, tienen a su alcance para superar problemas de tesorería. En este sentido, se analizan
desde operaciones puntuales de reorganización y reestructuración hasta la operativa en
caso de una declaración de insolvencia. Respecto a este punto, y dada la diversidad en la re-
gulación de las situaciones de insolvencia en las diferentes jurisdicciones, nos centraremos
en la normativa concursal española y veremos unas notas sobre Estados Unidos, el Reino
Unido y Alemania.
Dadas las tensiones de tesorería, disminución de liquidez y restricción del crédito en un con-
texto de crisis como el actual, en la segunda parte del módulo se ofrece una panorámica
sobre fuentes de financiación alternativas a la clásica financiación bancaria.
ÍNDICE
1. Introducción
2. Tesorería
3. Mercado de Distressed Debt
3.1. Oportunidades que Brinda la Distressed Debt para el Inversor
3.2. El Mercado de Deuda Distressed Antes de la Crisis
3.3. El mercado de Deuda Distressed Después de la Crisis
3.4. Oportunidades que Brinda la Distressed Debt para la Deudora
3.5. Salidas a la Situación Negativa que Enfrenta la Emisora de la Distressed Debt
3.6. Aspiraciones de los Inversores en Distressed Debt
4. Otras Fuentes de Financiación
4.1. Préstamos Participativos
4.2. Factoring
4.3. Business Angels
4.4. Sociedad de Garantía Recíproca (SGR)
4.5. Entidades de Capital–Riesgo (ECR)
4.6. La Bolsa de las PYMES en España (BME Growth)
4.7. El Mercado Alternativo de Renta Fija (MARF)
4.8. Shadow Banking
5. Bibliografía
Gestión de
Tesorería
en Situación
de Estrés. 1. Introducción
Restructuring La literatura tradicional relativa a la administración del
efectivo se ha centrado en determinar cuáles son o de-
berían ser los saldos óptimos de tesorería. Por lo general,
los cobros y pagos no coinciden temporalmente de for-
ma que, para sincronizar los movimientos y evitar un des-
1. Introducción fase en tesorería, se requiere una gestión adecuada. Los
desfases en tesorería pueden ser positivos, en cuyo caso
hablaríamos de superávit, o negativos (déficit). Ambas si-
tuaciones podríamos señalar que son consecuencia de
una gestión inadecuada de la tesorería.
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nan el nivel de tesorería mantenido por las empresas? Existen diversos trabajos académicos
al respecto; así, Kim, Mauer y Sherman (1998) observaron que las compañías estadouniden-
ses con un nivel más elevado de tesorería presentaban más oportunidad de crecimiento,
mayor volatilidad de sus flujos de caja y una menor rentabilidad de sus activos productivos
(en 1999, Opler, Pinkowitz, Stulz y Williamson llegaron a similares conclusiones pues obser-
varon que eran las sociedades de pequeña dimensión con más oportunidades de inversión
y actividades arriesgadas, las que tenían mayores niveles de tesorería). En el caso del mer-
cado británico, Ozkan y Ozkan (2004) vinieron a señalar lo que se había dicho en el caso del
mercado americano, añadiendo que la estructura de propiedad juega un papel importante
en la determinación del nivel de tesorería. En lo que a los problemas de agencia se refiere,
los estudios señalan que este problema es menor cuanto mayor es la protección de los ac-
cionistas (a más protección, menor efectivo), como indicaron Dittmar, Mahrt-Smith y Servaes
en 2003, Gunezy, Ozkan y Ozkan en 2003, y Ferreira y Vilela en 2004.
Los costes de mantener un nivel inadecuado de tesorería son significativos. Así, las firmas
deben afrontar pagos de intereses innecesarios cuando se sobre-endeudan consecuencia
de una previsión errónea sobre los flujos de cajas y, en ocasiones, también sufren pérdidas
económicas cuando no realizan coberturas sobre el riesgo divisa, el riesgo tipos de interés,
el riesgo precio de materias primas… Pero las consecuencias negativas no se quedan ahí,
una mala gestión de la tesorería puede conducir incluso a una rebaja crediticia, una pérdida
de flexibilidad en el crédito o incluso al concurso de acreedores, por no dejarnos tampoco
el efecto que una variación de ratios de liquidez puede tener sobre la financiación ajena a
través de la activación de determinadas cláusulas financieras (conocidas como “financial
covenants”).
De acuerdo con una encuesta realizada por la consultora McKinsey&Company, cinco son los
factores clave en los que habría que focalizarse para mejorar la función de la gestión de la
tesorería, cuyos resultados resumimos a continuación:
Muchas empresas centralizaron las funciones de tesorería en su sede, con el apoyo de unos
pocos profesionales de tesorería y finanzas a tiempo parcial en los mercados en desarrollo.
Pero la mayoría de la gestión de la tesorería aún se encontraba bastante descentralizada, y
en pocos mercados en desarrollo están tan centralizados como lo están en los mercados
desarrollados. La encuesta de McKinsey&Company observó que entre las compañías glo-
bales que operan en más de 50 países, el número medio de cuentas bancarias era más de
850 —considerablemente más alto que las 200 que suelen existir en los casos de una buena
gestión—. Por poner ejemplos de lo que no debería ocurrir, la consultora destacó el caso de
un tesorero que denunciaba que su compañía ni siquiera sabía cuántas cuentas bancarias
tenía en el extranjero, o el caso de una empresa de materiales pesados con 300 cuentas en
25 localidades del mismo país con un promedio diario de más de 80 millones de dólares en
efectivo no invertido durante un período de tres meses.
Allá donde se mueve el dinero acechan los riesgos como son el fraude y la mala gestión
financiera. Ello es particularmente cierto en el departamento de tesorería de una compañía,
donde los fondos se mueven en tiempo real, mediante el uso de sofisticados instrumentos
financieros, y donde una transacción errónea puede afectar a la contabilidad, a la elabora-
ción de información financiera y a los sistemas de control internos. El hecho de que existan
diferencias regionales en cuanto a los protocolos, gobierno corporativo y normas de super-
visión puede suponer un auténtico quebradero de cabeza para los CFO y tesoreros, espe-
cialmente en aquellas firmas que deciden expandirse a mercados en desarrollo donde el
gobierno corporativo es a menudo frágil o inexistente.
Fortalecer el área de gobierno corporativo requiere una revisión profunda de las políticas y
procesos relativos a las actividades que conforman el núcleo de la actividad social, a la par
que testear que el funcionamiento es correcto. Un buen comienzo pasa por evaluar el pro-
ceso bajo un escenario de estrés. En este sentido, la consultora observó que los gestores
más eficientes eran precisamente los que revisaban periódicamente los planes de negocio
aplicables en situaciones límites, como en el caso del tsunami en Japón en 2011 o el ataque
a las Torres Gemelas en 2001.
Lo cierto es que los análisis coste-beneficio no son fiables en este caso, ya que es difícil me-
dir el riesgo que se evita; cuantificar el valor del gobierno corporativo, los controles internos y
mejores herramientas de análisis es un desafío. Los programas basados en hojas de cálculo,
por muy potentes que puedan ser, son muy inadecuados en el caso de una gestión centra-
lizada de forma global. No son controlados continuamente y pocas son las compañías que
los auditan hasta un nivel adecuado como para validar la lógica seguida en los cálculos o
incluso las fórmulas incluidas en las celdas. Un simple error en una celda puede dar al traste
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con un modelo: cobertura por tanto errónea, decisiones nefastas o pérdida de información
son solo algunos ejemplos de errores nimios que pueden causar graves consecuencias.
A menudo ni siquiera hay integración, así, en la encuesta se observó que existían gestores
de tesorería cuyo sistema de gestión incluía entre 50 y 100 hojas de cálculo, a menudo uti-
lizando diferentes sistemas en distintas localizaciones geográficas. Este hecho puede con-
ducir, por ejemplo, a prácticas de cobertura innecesarias cuando los gestores, de forma
involuntaria, implementan prácticas de cobertura en sentidos opuestos, en vez de sumar las
posiciones en divisas y cubrir la posición neta. Incluso errores muy pequeños pueden tener
un coste para una compañía mayor que el coste que tendría el sistema más avanzado de
gestión. Por poner un ejemplo, la consulta citó el caso de una firma americana que, por un
simple error en una hoja de cálculo relativa a las subastas en el mercado energético, terminó
contratando un volumen de contratos innecesario que le acarreó un coste igual a la mitad de
sus ingresos operativos del trimestre. En el caso de una firma agroquímica, un simple error
de entrada de datos llevó al tesorero estadounidense a transferir 80 millones de dólares al
receptor erróneo en otro país; en este caso revertir la operación, cuando los tipos de cambio
de las dos divisas se habían movido, conllevó un coste importante en términos de diferen-
ciales en la cotización entre los dos momentos.
En ocasiones, los gestores de tesorería admiten que sus predicciones sobre los flujos de
caja son defectuosas o incompletas. El CFO de una aerolínea internacional observó que su
firma había ordenado la compra de naves cuando no había sido previsto, de forma que no
sabían si serían capaces de pagarlos al vencer la deuda. En la encuesta llevada a cabo por
McKinsey, la mitad de los gestores reconocieron que la exactitud de su previsión sobre los
flujos de caja estaba por debajo del 80 %.
Mejorar la exactitud de las previsiones no necesariamente requiere ser un genio, tan solo de-
finir un paquete de actividades que las compañías no llevan a cabo o que no pueden llevar
a cabo. La función de un gestor de tesorería debería pasar por:
ii. consultar con las unidades de negocio de la firma en todas las regiones sobre la manera
en que podrían ser más eficientes en la gestión,
iv. proporcionar una visión más inteligente sobre el uso del efectivo.
Un sistema efectivo también funciona como un sistema de aviso para anticipar brechas de
liquidez, las cuales son las fuentes primarias de riesgo financiero, particularmente en mer-
cados emergentes. Los pronósticos sobre liquidez y la medición de activos líquidos y las
fuentes de crédito para evaluar si una compañía será capaz de pagar sus deudas, puede
ayudar en la gestión del efectivo mediante el testeo de escenarios de estrés bajo distintas
condiciones de mercado. Un control diario, semanal y mensual del efectivo en todas las re-
giones del negocio puede ayudar a los gestores a hacer un seguimiento del progreso; así,
permite asegurarse de que tienen toda la información necesaria para decidir qué fondos u
opciones deben usar/implementar para evitar desequilibrios y les permite, a su vez, medir
el impacto de sus esfuerzos.
Aunque el concepto de capital circulante (activo corriente menos pasivo circulante) es sim-
ple —el capital que una firma utiliza en el día a día de sus operaciones—, gestionar el capital
circulante de forma global es un desafío, especialmente en mercados en desarrollo por las
diferencias en la cultura de los negocios. Si pensamos en los términos de pago, por ejem-
plo, pueden variar notablemente entre mercados desarrollados (30 días, por lo general) y
mercados en Sudamérica y África (360 días). La ausencia de sistemas automatizados para
contabilizar derechos de cobro y obligaciones de pago añade más complejidad si cabe.
Muchos son los directivos que se sorprenden al descubrir que sus compañías mantienen
niveles excesivos de efectivo en regiones en las que aún no están establecidos. Gestionar el
capital circulante es complicado porque requiere emplear mucho tiempo con las unidades
de negocio en varias regiones entendiendo cómo pagan a sus proveedores y prediciendo el
comportamiento de los clientes. La cuestión no es baladí ciertamente.
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Gestión de
Tesorería
en Situación
de Estrés 2. Tesorería
Restructuring Las cuentas que bajo la categoría de “Tesorería” son inclui-
das según el Real Decreto 1514/2007, de 16 de noviem-
bre, por el que se aprueba el Plan General de Contabilidad
(“PGC” en adelante) son las siguientes:
a. Se cargarán por las entregas de efectivo y por las transferencias, con abono a la cuenta
que ha de servir de contrapartida, según sea la naturaleza de la operación que provoca
el cobro.
b. Se abonarán por la disposición, total o parcial, del saldo, con cargo a la cuenta que ha
de servir de contrapartida, según sea la naturaleza de la operación que provoca el pago.
576. Inversiones a corto plazo de gran liquidez: se trata de inversiones financieras converti-
bles en efectivo con un vencimiento no superior a tres meses desde la fecha de adquisición,
que no tengan riesgos significativos de cambio de valor y que formen parte de la política de
gestión normal de la tesorería de la empresa. Figurará en el activo corriente del balance.
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Gestión de
Tesorería
en Situación
de Estrés. 3. Mercado de Distressed Debt
Restructuring El término anglosajón “distressed debt” hace referencia
a la deuda de empresas y/o países que se encuentran
con problemas o dificultades para cumplir total o parcial-
mente con las condiciones establecidas en los términos
originales del pago, existiendo una alta probabilidad de
3. Mercado de impago.
Distressed Debt Se trata de un activo que, por un lado, constituye un
producto de inversión “alternativo”; y, por otro, puede
constituir una salida a los problemas financieros de los
deudores. En este sentido, además de ofrecer liquidez a
una clase de productos que antes no lo tenía, puede ser
(i) beneficioso para su comprador, por la alta rentabilidad
que prometen (con el consiguiente riesgo, por supuesto)
y la diversificación que supone en una cartera de inver-
sión, y (ii) beneficioso para su vendedor por poder acce-
der a fondos. Precisamente por el riesgo que conlleva
—nótese la probabilidad de impago—, este tipo de acti-
vos (la distressed debt) se comercializa con un descuento
significativo sobre el precio original.
Por lo general los inversores que se interesan por este tipo de productos tienen el punto de
mira puesto sobre empresas muy apalancadas —con una elevada deuda— pero que son
operativamente viables. En estos casos el objetivo inversor pasa por tomar posiciones de
control en dichas empresas endeudadas mediante la conversión de la deuda adquirida en
acciones (“debt-for-equity swaps”).
Pero ¿qué ha hecho que el interés inversor se traslade del equity a un apetito sobre la deu-
da? Dado el alto apalancamiento de las empresas, la falta de liquidez y la reducción de los
resultados de las firmas, el valor del equity es nulo o incluso negativo, por lo que el interés
de los inversores de dirige, no al equity de las empresas que atraviesan dificultades financie-
ras, sino a su deuda, dado el descuento que sobre el nominal pueden obtener en la compra
de la misma. A este descuento se suma la ventaja de poder convertir tal deuda en acciones
(“debt-for-equity swaps”) que permitirían un control de la empresa.
Todo análisis de la fulcrum security exige la consideración de dos perspectivas: (i) económi-
ca —valoración de la emisora de la deuda distressed—; y (ii) jurídica —de cara a determinar
el tratamiento que el título de deuda va a tener en caso de un eventual concurso de acree-
dores—.
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Perspectiva económica en la valoración de la emisora de la deuda
Lo primero que todo inversor se plantea, cuando analiza la posibilidad de invertir en una em-
presa endeudada, es si la inversión es realmente interesante, para lo cual determinar el valor
de la empresa y las perspectivas que brinda su negocio es clave.
Determinar si se trata de una buena o mala inversión requiere valorar el plan de negocio de
la firma, su vigencia y la posibilidad de que, de acuerdo con el plan y las modificaciones es-
tructurales necesarias, se garantice la viabilidad de este. Si la valoración del plan de negocio,
aun con modificaciones, no da como resultado una respuesta satisfactoria (piénsese en un
nicho de negocio que ya no es rentable como, por ejemplo, algunos negocios de panade-
ría/pastelería tradicional que han sido testigos de la aparición de nuevos competidores con
modelos de negocio distintos y más agresivos, basados en costes reducidos y sistemas de
producción basados en productos congelados), no queda mucho por decir, una reestruc-
turación y refinanciación no es opción. Si, por el contrario, el problema que atraviesa la firma
se debe a una situación coyuntural o a un problema financiero (nivel de apalancamiento tal
que el pago de intereses ahoga a la compañía, por ejemplo), pero que cuenta con un plan
de negocio sólido, una reestructuración tiene sentido.
En aquellos casos en los que la respuesta es la segunda, es decir, la respuesta es “sí, la in-
versión es interesante”, el inversor ahora ha de determinar el valor de la empresa. Piénsese
que métodos basados puramente en el balance (método estático, valoración patrimonial) no
tendrían sentido en esta etapa, pues el inversor ha determinado previamente que la inver-
sión tiene sentido desde el prisma de empresa en funcionamiento con un plan de negocio
viable. En esta etapa, el inversor habría de recurrir a métodos dinámicos de valoración, a
métodos basados en el descuento de flujos de caja por ser los métodos de valoración de
empresas que tratan de determinar el valor de estas a través de la estimación de flujos futu-
ros, descontados por supuesto a una tasa apropiada al riesgo de los flujos. En este sentido,
la valoración suele hacerse con base en un intervalo de valor del EBITDA y un factor de des-
cuento de flujos adecuado.
No obstante lo anterior, nótese que estas empresas son especiales, es decir, ni son empre-
sas totalmente sanas que puedan entrar plenamente en lo que se entiende por “empresa en
funcionamiento”, ni son empresas abocadas irremediablemente a la liquidación. De ahí que
el uso de otros métodos de valoración, como los basados en el balance —valor contable,
valor contable ajustado o valor del activo neto real, valor de liquidación o valor sustancial—
pueda servir a efectos de establecer un mínimo en la horquilla de valor de la empresa. De
hecho, la literatura estadounidense en esta materia sugiere el uso de métodos alternativos
a la proyección del EBITDA y el factor de descuento. Entre los ajustes planteados en EE. UU.
se encuentran, entre otros: (i) valorar los costes de reestructuración y su impacto real en los
flujos futuros de caja; o (ii) valoración de propiedad real o aparente (propiedad frente a arren-
damiento/leasing).
En el ejercicio que los inversores llevan a cabo para decidir si acometen o no las inversiones,
el hecho de una eventual declaración de concurso es una amenaza que planea sobre la
operación. Si bien, los acreedores están mejor situados en el orden de prelación de créditos
que los propietarios de la empresa, y los accionistas no responden por lo general con el pa-
trimonio propio de las deudas de las empresas dado el principio general de responsabilidad
limitada, la probabilidad de satisfacción del título de cada uno, en caso de concurso, ha de
tenerse y se tiene muy en cuenta. Nótese que, ante una declaración de concurso, no todos
los créditos se califican de la misma manera (así, tenemos créditos contra la masa, privile-
giados, ordinarios y subordinados), y es precisamente la calificación la que va a determinar el
orden de satisfacción de los mismos.
Ha sido precisamente el RDL 4/2014 el que ha venido a dar un fuerte “empujón” a los in-
centivos a los que nos hemos referido mediante la exclusión de la subordinación concursal
crediticia respecto de los acreedores que hayan capitalizado deuda en cumplimiento de
un acuerdo de refinanciación adoptado de conformidad con el art. 71 bis o la disp. adic. 4.ª
LC. De este modo, el crédito no se calificará como subordinando (que es la categoría peor
tratada en un concurso de acreedores, pues son los créditos que se satisfacen en último
lugar), pues esos acreedores capitalizadores no tendrán la consideración de personas es-
pecialmente relacionadas con el concursado (art. 92.5.º LC). Además de este incentivo, para
que el deudor capitalice en todo o en parte su deuda en el marco de los citados acuerdos
de refinanciación, se ha introducido una nueva presunción iuris tantum (es decir, que admite
prueba en contrario, frente a la presunción iuris et de iure) de concurso culpable por la que se
presume la existencia de dolo o culpa grave cuando el deudor o, en su caso sus represen-
tantes legales, administradores o liquidadores se hubiesen negado sin causa razonable a la
capitalización de créditos o una emisión de valores o instrumentos convertibles frustrando
la consecución de un acuerdo de refinanciación.
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3.2. El Mercado de Deuda Distressed Antes de la Crisis
Antes de la crisis, el producto de este mercado eran bonos y/o préstamos bancarios de
empresas —por lo general, medianas y grandes— llevándose a cabo una compraventa indi-
vidual de esa deuda bajo una negociación bilateral. Si bien en países como Italia o España la
documentación de la transacción venía creándose de forma ad hoc, en países como Francia,
Reino Unido o Alemania era frecuente el uso de documentación estándar gracias a los tra-
bajos de la Loan Market Association o “LMA”.
La LMA, o Asociación del Mercado de Préstamos, nació en 1996 con el objetivo de mejorar
la liquidez, eficiencia y transparencia en los mercados de préstamos sindicados en Europa,
Oriente Medio y África (EMEA). La LMA ha buscado desde sus inicios promover el préstamo
sindicado como uno de los productos clave de deuda disponibles para los prestatarios de
la región EMEA.
El hecho de que durante 2008 y 2009 la liquidez en Distressed Debt y High Yield europeos
desaparecieran completamente, ya que en EE. UU. existían suficientes situaciones y oportu-
nidades para que la mayoría de los fondos con capital americano se enfocasen solo en su
país, supuso que se dejaran de lado las oportunidades menos líquidas, pero más rentables
que ofrecía Europa.
Frente a lo que sucede en el caso de activos individuales, las gestiones para realizar transac-
ciones sobre NPL resultan más complejas y costosas, pues van desde el proceso de análisis
para evaluar los créditos, hasta la creación de la documentación correspondiente. Además,
en muchas ocasiones, la formalización de la operación requiere de la creación de vehículos
específicos especiales (SPV); por no mencionar el seguimiento que hay que hacer de la car-
tera una vez adquirida con el objetivo de recuperación de la deuda.
Hasta que la crisis no azotó España, la compra de estos activos fue prácticamente inexisten-
te en este país, aunque, en otros países como Alemania, debido a la crisis inmobiliaria que
sufrieron, sí estaban más familiarizados con ellos. Así, antes de que comenzase la crisis del
2008, los partícipes en el mercado europeo de carteras NPL eran principalmente bancos
con negocios especializados en distressed, fondos norteamericanos y alguna empresa de
seguros que contaban con estructuras multinacionales que les permitían aplicar a los nue-
vos mercados en problemas la experiencia y estructuras operativas que habían obtenido en
situaciones similares en otros países. Una de las muchas consecuencias de la crisis es que
ha eliminado una gran parte de los partícipes en este mercado (sobre todo los bancarios
debido a las nuevas regulaciones financieras) y ha dejado relativamente huérfano a muchos
mercados como el español en el momento en que más necesitan la existencia de estos
compradores. La consecuencia de esto es que tanto los vendedores (la banca local) como
los compradores (fondos distressed), se ven obligados a destinar más recursos a la bús-
queda de contrapartidas, lo cual implica (i) una reducción en el número de operaciones, (ii)
aumento de costes y (iii) mayores riesgos en el cierre de las operaciones. En el mercado de
carteras NPL, el vacío que ha dejado la banca de inversión como intermediaria está siendo
reemplazado por auditoras/consultoras especializadas en valoración de carteras, sin em-
bargo, estas no pueden reemplazar al mismo nivel la capacidad que tenían los bancos de
comprar o participar en las compras junto a los fondos de distressed.
El horizonte temporal que se tiene en cuenta para la adquisición de carteras NPL es de lar-
go plazo, ya que la recuperación de préstamos puede llevar de media hasta cinco años, o
incluso bastante más en el caso de carteras hipotecarias.
En el caso de que los problemas de la empresa sean más acusados y complejos, la refi-
nanciación simple no es suficiente y se requiere una reestructuración que conlleva cambios
operativos sobre el negocio de la empresa y modificaciones sustanciales de los términos de
la deuda.
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o líneas de negocio no productivas o las menos productivas, la focalización en la actividad
principal de la firma…
Si hay un tema que ha estado presente en las modificaciones que la normativa concursal
ha sufrido en España es la necesidad de propiciar la financiación y refinanciación de empre-
sas en crisis, no solo bancaria, sino también proveniente de otros financiadores. Es eviden-
te que, dado el riesgo crediticio que representan los deudores que atraviesan dificultades
económicas, es necesario “incentivar” de alguna forma la financiación o refinanciación para
compensar dicho riesgo. De ahí que se haya construido un marco de seguridad jurídica para
(i) proteger la negociación y alcance de los acuerdos extrajudiciales (en España centrados
básicamente en los acuerdos de refinanciación) en los que se materialice dicha financiación,
así como (ii) para regular el tratamiento que una eventual posterior declaración de concurso
de acreedores supondría sobre los créditos de los financiadores en sede de rescisión o cla-
sificación de los créditos.
Siguiendo la base del modelo italiano de los “escudos protectores”, el RDL 3/2009 de 27
de marzo vino a regular los acuerdos preconcursales de refinanciación y los efectos que
sobre ellos tendría una eventual posterior declaración de concurso de acreedores (en la
Disposición Adicional 4.ª de la LC). La protección dispensada —pues no estarían sujetos a
rescisión— por el citado RDL alcanzaba únicamente a los acuerdos de refinanciación con
reestructuración (es decir, en los casos en que se procediera “al menos a la ampliación sig-
nificativa del crédito disponible o a la modificación de sus obligaciones, bien mediante la
prórroga de su plazo de vencimiento, bien mediante el establecimiento de otras contraídas
en sustitución de aquellas”) que se acompañaran de un plan de viabilidad que permitiera la
continuidad de la actividad empresarial en el corto y medio plazo. El acceso a esta protec-
ción suponía la verificación de los siguientes requisitos:
— Acuerdo suscrito por acreedores cuyos créditos representen al menos tres quintos del
pasivo del deudor en la fecha de adopción del acuerdo de refinanciación.
— Formalización del acuerdo en instrumento público, al que se unirían todos los documen-
tos que justificaran su contenido y el cumplimiento de los requisitos anteriores.
En el año 2011, la Ley de Reforma 38/2011 de la Ley 22/2003, de 9 de julio, Concursal amplió
la tipología de los acuerdos de refinanciación protegidos en sede concursal a través de la
Disposición Adicional 4.ª de la LC, posibilitando la existencia de acuerdos de refinanciación
que, cumpliendo con los requisitos mencionados antes (pasados al art. 71.6 de la LC), fueran
suscritos por acreedores que representaran al menos el 75 % del pasivo titularidad de entida-
des financieras en el momento de la adopción del acuerdo, pudiendo homologarse ante el
juez del concurso. Tal homologación suponía que los efectos de la espera pactada para las
entidades financieras que suscribieron el acuerdo se extendieran a las restantes entidades
financieras acreedoras no participantes o disidentes cuyos créditos no estuvieran dotados
de garantía real.
En 2014, con objeto de mejora del marco legal preconcursal de los acuerdos de refinancia-
ción, el RDL 4/2014, de 7 de marzo, por el que se adoptan medidas urgentes en materia de
refinanciación y reestructuración de deuda empresarial, se acometió otra reforma de la LC
para facilitar el saneamiento financiero evitando el concurso de acreedores de empresas
viables desde un punto de vista operativo, esto es, susceptibles de generar beneficios en su
negocio ordinario pero que han devenido inviables desde un punto de vista financiero, para
lo cual resultan esenciales los acuerdos de refinanciación. El RDL 4/2014 vino a ampliar el ya
existente esquema institucional protector de acuerdos preconcursales de refinanciación, de
forma que, a los acuerdos plurilaterales con o sin homologación acompañados de un plan
de viabilidad que permitiera la continuidad de la actividad en el corto y medio plazo, se in-
trodujo la posibilidad de acuerdos bilaterales de diversas tipologías e itinerarios en el sentido
de contenidos y mayorías de aceptación del acuerdo legalmente establecidos. La principal
novedad introducida al amparo del RDL 4/2014 es que no solo los acuerdos plurilaterales
de refinanciación en los que concurran las mayorías legalmente exigidas van a resultar pro-
tegidos con la exención rescisoria, sino también los actos que, habiéndose realizado con
anterioridad a la declaración del concurso y no habiéndose alcanzado las mayorías siendo
plurilateral o porque son bilaterales cumplan, ya sea individualmente o en un modo conjunto
con otros que se hayan realizado en ejecución del acuerdo mismo de refinanciación, todas
y cada una de las condiciones que se enumera en el art. 71 bis.2 LC —y que reproducimos a
continuación—, en el momento de la suscripción del instrumento público en el que se reco-
jan los acuerdos:
— que incrementen la proporción de activo sobre pasivo previa (por ejemplo, daciones en
pago);
— que el fondo de maniobra sea positivo, es decir, que el activo corriente resultante sea
superior o igual al pasivo corriente;
— que el valor de las garantías resultantes a favor de los acreedores intervinientes no exceda
de los nueve décimos del valor de la deuda pendiente a favor de estos, ni de la proporción
de garantías sobre deuda pendiente que tuviesen con anterioridad al acuerdo, entendién-
dose a estos efectos por valor de las garantías el definido en la disp. adic. 4.ª.2 LC;
— que el tipo de interés aplicable a la deuda subsistente o resultante del acuerdo de refi-
nanciación a favor del o de los acreedores intervinientes no exceda en más de un tercio
al aplicable a la deuda previa;
— que el acuerdo haya sido formalizado en instrumento público otorgado por todas las
partes intervinientes en el mismo y con constancia expresa de las razones que justifican,
desde un punto de vista económico, los diversos actos y negocios realizados entre el
deudor y los acreedores intervinientes, con especial mención de las condiciones previs-
tas en los apartados anteriores, lo que intensifica la labor del notario en la formalización
del instrumento público en supuestos de acuerdos bilaterales frente a lo que acontece
en relación a acuerdos de refinanciación plurilaterales.
Téngase en cuenta que, a la dificultad de cumplirse con todos los anteriores requisitos, se
suma la circunstancia de que estos acuerdos bilaterales no están protegidos en el sentido
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previsto en el art. 5 bis LC. Esto es, de acuerdo con el art. 5 bis LC, al deudor que comunique
al juzgado que ha iniciado negociaciones para alcanzar un acuerdo de refinanciación, no le
será exigible solicitar la declaración de concurso, de modo que puede negociar “tranquilo”;
no obstante, la negociación de los acuerdos bilaterales o plurilaterales sin mayorías no se
protege en su fase de negociación por quedar fuera del escudo del art.5 bisLC (resultan, por
tanto, estos acuerdos bilaterales sometidos al riesgo de solicitudes de concurso necesario
en su negociación).
Fresh Money
Una de las reformas más relevantes introducidas en virtud de la Ley de Reforma 38/2011 fue
contemplar el privilegio del “fresh money” —nuevos ingresos de tesorería inyectados en el
marco de acuerdos de refinanciación— con el fin de incentivar la financiación del deudor en
situación de crisis económica (privilegio consistente en clasificar tales ingresos como “crédi-
tos contra la masa”). El problema radicaba en excluir las aportaciones del propio deudor, sus
socios o personas especialmente relacionadas a través de préstamos o actos de análoga
finalidad, del ámbito del privilegio de fresh money y, además, resultaban “castigados” con
la automática clasificación de sus créditos como créditos subordinados (los últimos en ser
satisfechos en un concurso de acreedores). Esto, evidentemente, desincentivaba enorme-
mente la entrada de nuevos ingresos de tesorería procedentes de socios y personas rela-
cionadas con el deudor, lo cual hubiera resultado adecuado cuando el problema no es de
recursos propios sino de liquidez. Ciertamente, una reforma significativa de cara a incentivar
la financiación preconcursal en el marco de un acuerdo de refinanciación debería haber con-
llevado la clasificación del 100 % de los nuevos ingresos de tesorería como créditos contra
la masa (los créditos contra la masa son aquellos que se satisfacen a sus respectivos venci-
mientos).
Tras el RDL 4/2014, se mantiene con carácter general la regulación del privilegio del fresh
money, esto es, el 50 % de los créditos que supongan nuevos ingresos de tesorería y que ha-
yan sido concedidos en el marco de un acuerdo de refinanciación tendrán la consideración
de créditos contra la masa. No obstante, el RDL 4/2014 introduce un régimen especial tem-
poral durante los dos años siguientes en virtud del cual, los créditos que supongan nuevos
ingresos de tesorería y hayan sido concedidos en el marco de un acuerdo de refinanciación
suscrito a partir de la entrada en vigor del citado RDL, tendrán la consideración de créditos
contra la masa hasta el importe íntegro del nuevo ingreso de tesorería, siempre que el con-
curso se declare en el plazo de dos años a contar desde la fecha de concesión de los cré-
ditos, esto es, en el plazo de cuatro años desde la entrada en vigor de este RDL 4/2014. Tal
privilegio también se aplicará a los créditos concedidos por el propio deudor o por personas
especialmente relacionadas en el ámbito de los acuerdos de refinanciación que verifiquen
las condiciones previstas en el art. 71 bis o en la disposición adicional cuarta de la LC, pero
no si se efectúa a través de una operación de aumento de capital. Nótese que se mantiene
la limitación de referir el privilegio de fresh money exclusivamente a lo aportado en el marco
de un acuerdo de refinanciación, lo que excluye de su ámbito las financiaciones ex novo no
vinculadas a dicho acuerdo que, en ocasiones, por diferentes circunstancias, no es posible
alcanzar y que también deberían ser incentivadas.
De acuerdo con la Ley 22/2003, de 9 de julio, Concursal (“Ley Concursal” o “LC” en lo su-
cesivo) es “la satisfacción de los acreedores, finalidad esencial del concurso” (II Exposición
de Motivos), y no el saneamiento de empresas. Partiendo de esta importante premisa y del
concepto de insolvencia —concebido como el estado patrimonial del deudor que no puede
cumplir regularmente sus obligaciones— analizaremos las opciones de las que disponen
deudor y acreedores para satisfacer sus aspiraciones.
La principal función del sistema concursal español es coordinar las decisiones que afectan
a la reasignación de los recursos de las empresas que han entrado en crisis y cuyos pasivos
no se han podido renegociar de forma privada, es decir, de forma extrajudicial. Así, en tanto
no se decida qué hacer con los bienes y derechos del deudor insolvente, el inicio del proce-
dimiento protege a la masa activa de las acciones de los acreedores. Con ello se pretende
evitar que los acreedores actúen ignorando los efectos que sus decisiones individuales pro-
vocarían sobre el valor conjunto de la empresa. Gracias a la paralización de acciones contra
el patrimonio empresarial, el concurso provee el período necesario para negociar el conve-
nio o para diseñar un plan de liquidación adecuado.
23
tan “estímulos” a la solicitud de concurso voluntario como son las sanciones al deudor por
incumplimiento del deber de solicitarlo y el otorgamiento al crédito del acreedor instante de
privilegio general hasta la cuarta parte de su importe.
Estas son algunas de las conclusiones extraídas del Anuario Concursal elaborado por el Co-
legio de Registradores, con el asesoramiento científico de la UAB, cuyo estudio completo se
puede consultar en https://bit.ly/3GmVVz8.
El 38,1 % de los concursados muestra fondos propios negativos, es decir, carece de patrimo-
nio alguno. Poco más del 16 % tendría capacidad financiera suficiente como para cumplir un
convenio aprobado dentro de los límites habituales de la Ley concursal.
En 2020 la proporción de concursos de sociedades del ciclo de la construcción sigue dis-
minuyendo; un 20,5 %, frente al 23,1 % de 2019, el 27,3 % de 2017 o el ya muy lejano 48,3 % de
2008. Del total de concursadas, pertenecen al sector de servicios no inmobiliarios el 65,3 %
de las sociedades.
En 2020, y ya como característica estructural del procedimiento, de las 1.805 fases sucesivas
iniciadas (convenio o liquidación), un 85,5 % (83,8 en 2019) fueron liquidaciones directas, y un
8,3 % (9,7 en 2019) liquidaciones procedentes de intentos fallidos de reestructuración.
En más de 1.700 casos (1.500 en 2019) se produce la apertura y conclusión del concurso
simultáneamente por insuficiencia de recursos del deudor para sufragar el procedimiento
concursal.
En relación con las expectativas de cobro de los acreedores ordinarios (y siempre bajo el su-
puesto de cumplimiento íntegro de los pagos), la mediana en 2020 ha sido igual a la de 2018,
47,6 %, con un punto de diferencia entre propuestas anticipadas de convenio, esto es, sin
necesidad de celebración de junta de acreedores, y aquellas que siguen el procedimiento
25
habitual. En un 25 % de los casos esta expectativa de cobro es superior al 67 % de las deudas,
y más del 96 % solamente se devolvería en el 5 % de los convenios aprobados.
Diferenciando por tipo de tramitación, en los concursos abreviados la fase sucesiva (liquida-
ción o convenio) se inicia en menos de un año en más de dos tercios de los casos, igual que
en 2019 (62,3 % en 2018, 61,6 % en 2017 y 57,6 % en 2016), mientras que en los ordinarios ese
plazo solo lo cumplen el 46,6 % (42 en 2019). Sea cual sea la tramitación, el procedimiento
es típicamente más rápido en aquellos concursos solicitados por el deudor, es decir, volun-
tarios.
En 2020 se ha estimado que el concurso típico abreviado (liquidatorio) tarda 480 días en con-
cluir (716 días en 2019, 937 en 2018 y 990,5 en 2017), mientras que los ordinarios requieren de
2.512 días (2.077 en 2019, 2.009 en 2018 y 1.698 en 2017). La mayor parte de este tiempo se
consume en la fase de liquidación, siendo ajeno, por tanto, a cuestiones procesales.
La existencia de dos autos consecutivos de apertura de fase sucesiva (de convenio y de li-
quidación) extiende extraordinariamente la fase común en la tramitación abreviada (242 días
más), siendo la diferencia incluso mayor en los concursos ordinarios (258,5 días más).
Ciclo de la Construcción
La mayoría de los casos de insolvencia se presentan bajo alguno de los tres capítulos prin-
cipales del Código de Bancarrota:
Es el capítulo 11 del Código de Bancarrota el que establece, en general, las pautas para la
reorganización de una corporación o sociedad. Este mecanismo está previsto para que un
deudor pueda proponer un plan de reorganización con el objetivo de mantener su negocio
con vida y pagar a los acreedores a tiempo. Entre las notas interesantes que plantea este
27
capítulo, citaremos un aspecto que no ocurre en el caso español, es el conocido como “best
interests of creditors test”. En virtud de este test, para que un plan de reorganización sea
aprobado, debe acreditarse que el importe del crédito que los acreedores reciben bajo el
plan es al menos el mismo que recibirían en un supuesto de liquidación de la concursada.
Bajo el amparo del capítulo 11, el deudor mantiene el control de sus operaciones a la par
que conduce las negociaciones de su reestructuración. No es de extrañar pues, el Chapter
11 descansa en el convencimiento de que una reorganización es mejor que una liquidación,
pues, la primera, preserva el valor del negocio en funcionamiento, protege puestos de tra-
bajo y, por lo general, proporciona mayores fondos para que los acreedores recuperen su
dinero.
— La liberación del deudor de cualquier deuda que nazca antes de la fecha de confirma-
ción del plan de reorganización, independientemente de si la prueba de la deuda fue
presentada o si el acreedor aceptó el plan.
Los términos “insolvente” o “insolvencia” no vienen definidos como tal en la legislación re-
guladora de la insolvencia; así, la referencia a una entidad “insolvente” puede estar hecha a
alguna de las siguientes situaciones:
a. Una firma que no es capaz de cumplir con sus compromisos financieros. En este caso, la
legislación aplicable contempla el supuesto desde el vértice del estado de la compañía
que es “incapaz de pagar sus deudas” (unable to pay its debts).
Pero ¿cuándo puede decirse que los problemas en la gestión financiera son de tal enverga-
dura como para que una entidad se entienda insolvente? De acuerdo con el art. 123 de la IA
1986, una compañía es “incapaz de pagar sus deudas” en los siguientes supuestos:
— Si un acreedor, al que la compañía le adeuda al menos 750 libras, ha presentado una de-
manda formal (conocida como “statutory demand”) requiriendo el pago y la deudora no
ha satisfecho al acreedor en las tres semanas siguientes mediante el pago, la otorgación
de una garantía u otra forma satisfactoria para el acreedor.
— Si, en Inglaterra y Gales, la ejecución u otro procedimiento con base en un fallo judicial,
decreto u orden de un tribunal en favor de un acreedor de la entidad se resuelve total o
parcialmente infructuoso para este.
— Si resulta probado, a criterio del tribunal, que la compañía es incapaz de pagar sus deu-
das cuando estas son líquidas, vencidas y exigibles. Este supuesto se conoce como el
“cash flow test”.
— Si resulta probado, a criterio del tribunal, que el valor de los activos de la compañía es
inferior a la cuantía de las obligaciones teniendo en cuenta las obligaciones contingentes
y potenciales. Este supuesto se conoce como el “balance sheet test”.
Los dos test mencionados son los principales test que se utilizan para determinar si una
compañía es incapaz o no de pagar sus deudas; el inconveniente quizá radica en que es el
criterio del tribunal el que decide si la compañía aprueba o no los test. De este modo, recae
sobre el acreedor la carga de la prueba, incluso en aquellos casos en los que parece claro,
siendo especialmente difícil cuando la información financiera no está totalmente disponible
para el público. Por esto, los dos primeros procedimientos quizá resultan menos farragosos
o más directos. Veamos con un poco más de detalle los dos test mencionados:
En este test solo se tienen en cuenta las deudas que constituyen obligaciones líquidas,
vencidas, exigibles y no satisfechas de ninguna manera, de modo que una reclamación por
daños (que podría estar provisionada por ser una obligación potencial) no se contabiliza de
cara a llevar a cabo este test.
29
gociación —una espera por ejemplo, o un nuevo vencimiento—, (ii) que han producido un
descubierto en el banco pero que no han sido reclamadas aún por la entidad financiera, o (iii)
derivan de una garantía prestada en favor de una tercera parte que aún no se ha activado, no
se contabilizan en el test. Sin embargo, el hecho de que una compañía no satisfaga una deu-
da líquida, vencida y exigible puede ser prueba suficiente para solicitar la declaración de in-
capacidad de pago aun contando con activos que superan sus obligaciones, como sucedió
en 1986 en caso de la aseguradora Cornhill Insurance plc versus Improvemente Services Ltd
(la aseguradora gozaba de una buena reputación y tenía un negocio viable y sólido, pero el
incumplimiento de una deuda de poco más de mil libras permitió al acreedor a solicitar una
petición de liquidación “winding-up petition”). Por casos como el citado se pone en entredi-
cho la cuestión sobre si el cash flow test es o no un test que mira hacia el futuro y, de serlo,
hasta qué límite. En relación con estas miras hacia el futuro, mencionaremos el caso Cheyne
Finance plc de 2008, donde el tribunal estimó que podría considerarse que una firma era
insolvente, desde el punto de vista del cash flow test, si resultaba más probable, que impro-
bable, que la firma no pudiera pagar sus deudas con vencimiento en un futuro próximo.
En este test no basta con utilizar el balance más reciente elaborado por la firma a través de
la formulación de las cuentas anuales, sino que este test trata los activos y pasivos de una
forma distinta a la que son contabilizados en los estados financieros de la firma.
En cuanto a los pasivos, deben incluirse las obligaciones contingentes —derivadas por
ejemplo de una disposición legal o por la concurrencia de un evento futuro que podría o
no suceder, como puede ser el caso de garantías prestadas a favor de terceros que solo se
activan en caso de incumplimiento del deudor principal— y futuras —obligaciones que serán
exigibles en el futuro en una fecha previamente determinada o determinable— que no apa-
recen en los balances normales de contabilidad.
El hecho de que alguno de los dos test anteriores se verifique no implica ipso facto que la
compañía se vea inmersa en un procedimiento formal de insolvencia. Ello no significa que la
verificación de los test no traiga consigo determinados efectos, tales como que los adminis-
tradores deban considerar los intereses de los acreedores antes que los de los de accionis-
tas, o que ciertos pagos o transacciones puedan ser rescindidos en un futuro.
Procedimientos formales
— La liquidación (winding up) voluntaria u obligatoria en las que los activos son enajenados
para satisfacer las deudas y obligaciones de la firma deudora.
• mantenimiento de la actividad,
• conseguir un resultado para el conjunto de acreedores mejor que el que podría resul-
tar de una liquidación;
• la realización de los derechos de propiedad para distribuirlo entre los acreedores con
garantía o privilegiados.
— Scheme of Arrangement (“SoA”): este tipo de acuerdos se presenta como una alternati-
va a los acuerdos vistos en el punto anterior (aunque en este caso no estamos ante un
procedimiento formal de insolvencia). Son instrumentos frecuentemente utilizados para
reestructuraciones complejas de grandes entidades y con implicaciones transfronterizas,
no siendo necesario que la empresa en cuestión afectada por el SoA sea insolvente.
Entre las ventajas que los SoA presentan frente al proceso de administración, podemos
mencionar las siguientes:
31
— No se aplica un tratamiento fiscal distinto (aunque los términos del SoA pudieran suponer
tan efecto).
— Un juzgado inglés tiene jurisdicción para autorizar la firma de estos acuerdos siempre que
se acredite que existe “una conexión con el Reino Unido” (entendiéndose por conexión
suficiente que la compañía tenga su COMI o centro de intereses principales en el Reino
Unido, tenga una filial ahí o incluso simplemente que el acuerdo se rija por ley inglesa).
Cuestión distinta es que estos acuerdos sean reconocidos por tribunales extranjeros.
Podemos decir que, a grandes rasgos, los SoA son fórmulas que permiten realizar una rene-
gociación de la deuda con el apoyo del 75 % del pasivo.
2. En la segunda etapa tienen lugar las juntas convocadas de acuerdo con el punto n.º 1.
Para que el acuerdo (el Scheme) se considere aprobado han de concurrir todos los requi-
sitos que se detallan a continuación:
i. Concurrencia de la mayoría;
ii. Que los asistentes que voten a favor representen al menos el 75 % del valor de cada
clase de acreedores y accionistas.
3. Solicitud al tribunal para que ratifique el acuerdo (el tribunal revisará que los requisitos
materiales y procedimentales se han cumplido).
En el supuesto de que el tribunal verifique el acuerdo, este será obligatorio para todos los
acreedores y accionistas de las clases (de ahí que se diga que consigue un efecto dominó o
“cram down”, pues resulta obligatorio para aquellos que, aun habiendo votado en contra, se
vean arrastrados por el voto favorable del resto de los de su clase). Téngase en cuenta que
los SoA no son considerados procesos concursales en el sentido de la Regulación Europea
(Reglamento CE nº 1346/2000 de 29 de mayo adoptado por el Consejo de la Unión Europea
sobre los procedimientos transfronterizos de insolvencia).
Restructuring
Aunque muchas empresas con problemas financieros están dispuestas a alcanzar acuer-
dos de reestructuración con los acreedores correspondientes y otras partes con intereses
afectos, existen procesos formales que pueden servir al mismo fin, es decir, a una reestruc-
turación en la que no todas las partes con intereses afectos están dispuestas a firmar los
términos del acuerdo. Citemos en este sentido a modo de ejemplo los Scheme of Arran-
gement y su efecto dominó (cram down) que “arrastra” a acreedores titulares de créditos no
garantizados a verse comprometidos por un acuerdo que no estaban por la labor de firmar.
Otro ejemplo de mecanismo no consensual que sirve como una herramienta efectiva de ne-
gociación para persuadir a partes interesadas disidentes es la conocida como “receivership”
o administración judicial (se nombra un receiver para ejecutar una garantía; piénsese, por
ejemplo, en un acreedor con una garantía real sobre un inmueble de la entidad insolvente).
En este caso, lo que se hace para sortear las reclamaciones de los accionistas disidentes
o acreedores peor situados en el orden de prelación de créditos es transferir activos a una
nueva compañía cuya deuda y capital refleje el resultado deseado.
Pero ¿qué motivos subyacen a optar por una reestructuración frente a otras alternativas? La
propia compañía y aquellos con intereses en ella pueden preferir una reestructuración por
muchas razones, como las siguientes:
— Conservativa: es más probable que una reestructuración produzca una mayor conserva-
ción del valor de la firma para sus acreedores y accionistas que un procedimiento formal
de insolvencia.
— Privacidad: la reestructuración es un acuerdo privado entre las partes por lo que es me-
nos probable que atraiga la publicidad que los procedimientos formales podrían atraer.
— Operatividad del negocio: resulta menos probable, bajo una reestructuración, que se ge-
neren incumplimientos en lo relativo a contratos clave o licencias necesarias para conti-
nuar con la actividad.
33
— El equipo gestor favorecerá, por lo general, los mecanismos que eviten que la compañía
que gestionan se vea inmersa en un procedimiento formal de insolvencia.
Los prerrequisitos que se establecen para llevar a cabo una reestructuración son, entre otros,
los siguientes:
— La compañía, o el grupo empresarial, debe contar con un negocio viable pues, de lo con-
trario una reestructuración no tendría beneficios a largo plazo para las partes interesadas.
— Un número suficiente de interesados “clave” deben apoyar el proceso (nótese que los
procesos no consensuales son efectivos solo para arrastrar y afectar a stakeholders mi-
noritarios o a aquellos stakeholders que no obtendrían un retorno en el caso de un pro-
cedimiento formal de insolvencia).
— Las otras partes interesadas deben ser capaces de trabajar en la gestión pues, es posible
que los stakeholders estén legitimados para sustituir o reemplazar el equipo de gestión
que no lleva a cabo un trabajo efectivo.
Es evidente que la no verificación de alguno de los requisitos expuestos supone que, inten-
tar llevar a cabo una reestructuración no es realista, de modo que un procedimiento formal
de insolvencia sería la opción más acertada. Evidentemente, valorar la concurrencia de los
prerrequisitos —especialmente la valoración de “negocio viable”— es una ardua tarea que
implica un trabajo de análisis significativo.
D. La situación en Alemania
— Par conditio creditorum: para evitar una lucha por los bienes del deudor entre los acree-
dores, se establece la obligación legal de solicitar la declaración de insolvencia si las
obligaciones del deudor superan sus activos o si existe una situación de iliquidez (enten-
dida como la incapacidad de satisfacer las obligaciones a su vencimiento) y la delicada
situación financiera no puede ser superada en un plazo de tres semanas. Téngase en
cuenta que el hecho de no cumplir con esta obligación de solicitud formal puede derivar
responsabilidad civil y penal para los administradores. Tras la solicitud, el juzgado compe-
tente toma inmediatamente medidas para proteger los bienes del deudor; por lo general,
el juzgado nombra un administrador concursal preliminar (“vorläufiger Insolvenzverwal-
ter”) cuya aprobación es requerida para disposiciones sobre los activos del deudor y el
juzgado prohíbe la ejecución de acciones sobre los bienes y derechos del deudor.
— Autonomía de los acreedores: bajo el código alemán, son los acreedores (y no el deudor)
los que toman las decisiones principales en el seno del procedimiento. De este modo,
mediante la convocatoria de los acreedores se toman las decisiones —por mayoría sim-
ple— sobre la confirmación o sustitución del administrador concursal y los miembros del
comité de acreedores que fueron preliminarmente nombrados por el juzgado.
Los acreedores, además, votan por mayoría sobre las siguientes cuestiones:
iii. Confirmar en su puesto o destituir a la administración propia del deudor (en el caso
de que el juzgado no haya nombrado un administrador concursal, lo cual no suele ser
habitual).
No obstante lo anterior, dado que la primera vez que se reúnen los acreedores no su-
cede al menos hasta los 3 meses (o incluso 5) desde que se solicitara la declaración
de concurso, el tribunal y el administrador concursal nombrado de forma preliminar se
encargan en el ínterin de tomar las decisiones de cara a encauzar la dirección de la rees-
tructuración y las decisiones de los acreedores.
En el caso de que el deudor o los acreedores consideren que las probabilidades de rescate
y reorganización del negocio del deudor son alentadoras, pueden iniciar el diseño de un plan
de insolvencia (“Insolvenzplan”) similar al plan de reorganización previsto en el capítulo 11 de
los EE. UU, con el objetivo de crear un valor superior para los acreedores que el que se con-
seguiría a través de una liquidación. La adopción de esta decisión requiere de la aprobación
por mayoría simple de cada clase de acreedor.
El código alemán entró en vigor el 1 de enero de 1999, siendo habituales desde un principio
las voces que pedían reformas. Los cambios legislativos han tenido su objetivo puesto en la
mejora de las cuestiones relativas a la reestructuración de negocios en dificultades; algunas
de tales mejoras fueron adoptadas en el parlamento alemán el 27 de octubre de 2011 y se
dieron a conocer como “la ley para la facilitación de la restructuración de negocios” (“Gesetz
zur weiteren Erleichterung der Sanierung von Unternehmen”). Los cambios introducidos por
dicha ley entraron en vigor el 1 de marzo de 2012, siendo las siguientes algunas de las prin-
cipales reformas:
— Reforzar la influencia de los acreedores durante las etapas tempranas del proceso con-
cursal por ser el período crítico en el que, a menudo, se predeterminan las posibilidades/
probabilidades de reestructuración, a través de:
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• Regularizando el comité preliminar de acreedores (que represente a todas las clases
de acreedores) durante la fase preliminar concursal del deudor cuyo negocio es signi-
ficativo (es decir, cuando se superan 2 de los 3 siguientes límites: 4.84 millones de eu-
ros en balance, 9.68 millones de euros en ventas y 50 empleados de media anuales).
A los prestamistas dispuestos a inyectar nuevos fondos, o a aumentar los préstamos ya exis-
tentes, se les recomienda que lo hagan bajo la protección de uno de los dos siguientes
escenarios en los que el Tribunal Supremo Federal Alemán exime a los prestamistas de
responsabilidad:
Bajo la legislación concursal alemana, los procesos de reestructuración negociados con an-
terioridad entre el deudor y los acreedores descansan íntegramente en el consenso de sus
participantes; como ya adelantamos, fuera del seno del procedimiento concursal, no existe
un mecanismo que permita que, bajo un acuerdo mayoritario, se imponga al conjunto de
acreedores un acuerdo de reestructuración (a excepción del supuesto de emisión de bonos
citado).
En 1999, dos conceptos nuevos fueron introducidos en el código alemán con el objetivo
de facilitar la reestructuración frente a la liquidación. La reestructuración por medio de un
plan de insolvencia y la administración autónoma del deudor son una alternativa a la admi-
nistración de los activos del deudor por parte del administrador concursal nombrado por el
tribunal.
Junto con la solicitud formal de insolvencia, el deudor debe solicitar asimismo que su equipo
de administración/gestión no sea sustituido o removido y presentar un plan de insolvencia
ante el juez. Si el tribunal estimara la solicitud (y no nombra un administrador concursal), al
37
deudor se le permite que continúe disponiendo de sus activos y gestionando su negocio,
bajo supervisión de un fideicomisario nombrado por el juez (“Sachwalter”). Lo cierto es que,
en la práctica, los tribunales se muestran bastante reacios a permitir que el deudor manten-
ga su poder dispositivo sobre sus bienes. En aquellos casos en los que se ha permitido suele
tratarse de deudores que han reforzado la confianza en ellos a través del nombramiento de
profesionales reputados en temas de reestructuración. El principal escollo en la negociación
previa de un plan antes de la solicitud formal es el que ya hemos comentado anteriormente
en el caso extrajudicial.
Como conclusión podríamos afirmar que, el código alemán, no ofrece al deudor una alter-
nativa extrajudicial de reestructuración.
Reestructuraciones financieras
Tras la solicitud formal de insolvencia, el deudor no tendrá acceso a las facilidades crediticias
existentes, dado que los prestamistas del deudor tratarán de acelerar sus reclamaciones y
ejecutar las garantías. Sin embargo, el deudor no debe pagar tales préstamos, pues se tratan
de créditos concursales que han de ser satisfechos con la masa.
El administrador concursal preliminar está encargado de continuar con las actividades del
deudor, asegurándose de ello mediante acuerdos con los acreedores garantizados que le
permitan al deudor utilizando los activos que tiene bajo posesión. Tales acuerdos tienen ob-
viamente un carácter financiador.
En la parte en que los activos del deudor estén sometidos a gravamen, el deudor o el admi-
nistrador no tendrán acceso a financiación de terceros. No obstante, existe bajo la legislación
alemana una provisión que reduce considerablemente la necesidad de liquidez del deudor,
particularmente si el negocio es intensivo en capital humano. Tras la apertura del concur-
so, los empleados del deudor están legitimados para reclamar una indemnización frente a
la Agencia Federal de Empleo de hasta 3 meses de salario impagado. Para asegurarse el
apoyo de la plantilla, el administrador concursal preliminar suele acordar con un banco la
transferencia de fondos equivalentes a las 3 mensualidades a cambio de subrogarse en la
posición de los empleados frente a la Agencia Federal de Empleo.
3.6. Aspiraciones de los Inversores en Distressed Debt
La principal razón que subsiste tras la decisión de invertir en este tipo de productos es la
obtención de un alto rendimiento, generalmente por encima del 15-20 %, que compense —
cuando compensa— el riesgo asumido y el coste —en tiempo y dinero— que conlleva este
tipo de inversión.
Antes de analizar los objetivos finales fijados por inversores en distressed debt, vamos a
señalar qué ha de tenerse en cuenta de cara a buscar el éxito en una operación de este
tipo. Podríamos decir que el éxito depende del análisis de crédito y riesgos que implica la
adquisición de la deuda. En este sentido, los riesgos principales que han de ser evaluados
cuantitativa y cualitativamente son los que a continuación se detallan:
i. Riesgo de crédito o default. Es lógico pensar que uno de las principales variables a to-
mar en consideración sea el riesgo de incumplimiento de las obligaciones contractuales
que incumben a la emisora de la distressed debt. Así, además de entender en detalle el
negocio y la situación financiera de la deudora, ha de valorarse la situación micro y ma-
croeconómica que la rodea. Por último, y no por ello menos importante, es la valoración
de la posición jurídico-legal y económica de la deudora, pues los procedimientos que
regulan la insolvencia de las firmas varían según la jurisdicción.
ii. Riesgo de liquidez. De acuerdo con la definición propuesta por el BCE, “liquidez” se define
como la facilidad y la rapidez con la que un activo financiero se puede convertir en dinero
en efectivo o puede ser utilizado para cancelar un pasivo. Conforme al mismo organismo,
el “riesgo de liquidez” es el riesgo de que una contraparte no liquide una obligación en su
totalidad a su vencimiento, lo cual no implica que la contraparte sea insolvente. En este
sentido, lo que debe inquietar al comprador de la deuda es si existe un mercado para
comercializar de nuevo la deuda y, de haberlo, si es lo suficientemente líquido como
para no enfrentar pérdidas en caso de una futura transacción. Téngase en cuenta que en
el mercado OTC de la distressed debt, el valor del activo depende de la posibilidad de
encontrar un comprador.
iii. Riesgo legal y de documentación. Dado que las operaciones que rodean a este tipo de
activos suelen aparejar un análisis intenso y un fuerte componente legal, además de que,
al ser un mercado OTC, la documentación no está estandarizada, existen riesgos en la
ejecución y cierre de las transacciones, así como en el momento posterior al cierre.
vi. Riesgo de contraparte. En este caso nos referimos al riesgo moral, y no al riesgo de de-
fault; es decir, a aquel riesgo derivado del comportamiento del vendedor, pues el com-
prador de la distressed debt depende de las representaciones y garantías hechas por
el vendedor. De ahí que no sea extraño diseñar e incluir cláusulas en los contratos que
hagan referencia a los efectos que se derivarían en caso de “misrepresentation”.
Además de obtener un rendimiento superior a lo que cabría esperar de otros activos, aque-
llos que invierten en este tipo de productos, en ocasiones, tienen determinados objetivos
como los siguientes:
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— “Event driven strategies” o estrategias centradas en un evento de crédito: se trata de
estrategias en las que el inversor busca obtener beneficio en el corto-medio plazo por
el desenlace de un determinado evento que vendría a provocar una revalorización del
título, como por ejemplo la conclusión de una reestructuración y rehabilitación de una
empresa que supondría una mejoría del precio del título. En el caso previsto, el inversor
compraría el título de deuda justo antes de que se produjera la reestructuración, donde
la incertidumbre es máxima, para posteriormente beneficiarse de una mejora eventual en
el precio en un momento posterior a la reestructuración.
— Estrategia “buy and hold” o a largo plazo: en el caso de estas estrategias el inversor ad-
quiere el título de deuda con un descuento y lo mantendrá en cartera hasta que las con-
diciones de la emisora y del mercado le permitan deshacerse del título obteniendo un
rendimiento deseado.
— Arbitraje: el objetivo es explotar diferencias de precios que existan entre títulos emitidos
por una misma empresa.
Gestión de
Tesorería
en Situación
de Estrés. 4. Otras Fuentes de Financiación
Restructuring En situaciones de estrés, además de recurrir a financiación
bancaria, las empresas en dificultades cuentan con otras
opciones como, por ejemplo:
4.2. Factoring
Este vehículo de financiación consiste en la cesión de
derechos de cobro a una entidad para que se ocupe de
gestionar su cobro, pudiéndose solicitar, además, el pago
anticipado total o parcial de las mismas, que es lo atractivo
del factoring.
41
Dependiendo de la cobertura del riesgo de impago, la compañía de factoring puede hacer-
se cargo —factoring sin recurso—, o no —factoring con recurso—, del riesgo por insolvencia
de los deudores de los títulos. Además, mediante el adelanto de cobro se puede incluso
cubrir el riesgo divisa si los títulos están denominados en moneda extranjera.
— Factor: aquel que se subroga en el lugar del vendedor para el cobro de los créditos.
Entre las ventajas que representa el factoring, además del cobro anticipado total o parcial
de deudas que no son líquidas, vencidas y exigibles, podemos citar el hecho de evitar las
labores administrativas de cobro. En el caso de factoring sin recurso existe otra ventaja que
es el traspaso del riesgo de crédito al factor.
La otra cara de la moneda del factoring viene dada por el coste que tienen recurrir a esta
fuente de financiación en el corto plazo. Por lo general las entidades que se ocupan de la
gestión de los títulos suelen aplicar una comisión por cada operación que realizan; comisión
que puede llegar a representar el 3 % del valor del nominal del título. Además, pueden existir
otros costes derivados de servicios asociados, como puede ser un seguro de tipo de cambio
o un informe comercial previo de la empresa deudora de la empresa que recurre al factoring.
Entre otros inconvenientes del factoring se pueden señalar los siguientes: (i) que la entidad
que funciona como factor se niegue a anticipar determinados créditos de algunos clientes
por considerar que el riesgo de crédito es demasiado alto; o (ii) el bloqueo contractual que
puede imponer el deudor al saberse cedido.
Son sociedades constituidas por agrupación de pequeñas y medianas empresas (el núme-
ro de trabajadores no puede exceder de 250), con el fin de facilitarse el acceso al crédito y
servicios conexos, así como la mejora integral de sus condiciones financieras, en las que los
socios no responderán personalmente de las deudas sociales.
El objeto social de las SGR consiste en el otorgamiento de garantías personales, por aval o
por cualquier otro medio admitido en derecho distinto del seguro de caución, a favor de sus
socios para las operaciones que estos realicen dentro del giro o tráfico de las empresas de
que sean titulares. De este modo, facilitan el acceso al crédito a través de la prestación de
avales ante las entidades financieras, pero no pueden conceder ninguna clase de créditos
a sus socios. Además, pueden brindar asesoramiento técnico, económico y financiero a sus
socios de forma directa o a través de terceros contratados para ello.
Para que las SGR puedan desarrollar sus actividades, tras inscribir la escritura pública co-
rrespondiente en el Registro Mercantil para adquirir su personalidad jurídica, deberá inscri-
birse en el Registro Especial del Banco de España. Del mismo modo, sus administradores y
directivos deberán inscribirse en el correspondiente Registro de Altos Cargos del Banco de
España.
Las ECR son entidades de inversión colectiva de tipo cerrado, es decir, la política de desin-
versión de sus socios o partícipes ha de cumplir con los siguientes requisitos:
a. Que las desinversiones se produzcan de forma simultánea para todos los inversores o
partícipes, y
b. que lo percibido por cada inversor o partícipe lo sea en función de los derechos que
correspondan a cada uno de ellos, de acuerdo con los términos establecidos en sus es-
tatutos o reglamentos para cada clase de acciones o participaciones.
Las ECR obtienen capital de una serie de inversores mediante una actividad comercial cuyo
fin mercantil es generar ganancias o rendimientos para los inversores, y cuyo objeto principal
consiste en la toma de participaciones temporales en el capital de empresas de naturaleza
no inmobiliaria ni financiera que, en el momento de la toma de participación, no coticen en
el primer mercado de bolsas de valores o en cualquier otro mercado regulado equivalente
de la Unión Europea o del resto de países miembros de la Organización para la Cooperación
y el Desarrollo Económicos.
Además, para el desarrollo de su objeto social principal, las ECR podrán conceder prés-
tamos participativos, así como otras formas de financiación, dentro de los términos que le
permite la legislación aplicable.
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BME (Bolsas y Mercados Españoles, S. A.) es el operador del BME Growth y la supervisión
corresponde a la CNMV (Comisión Nacional del Mercado de Valores).
Para adaptarse a la realidad de las compañías del segmento mediano y darles la oportunidad
de acceder a una amplia base de inversores institucionales internacionales, MARF cuenta
con unos requisitos y procedimientos de incorporación sencillos y costes de cotización y
mantenimiento ajustados a las características de este tipo de emisiones. En consonancia
con esta realidad, MARF cuenta con tres segmentos operativos: deuda corporativa, bonos
de proyecto y emisiones de titulización.
El mercado cuenta con la figura de los Asesores Registrados, entidades encargadas de guiar
y asesorar a las compañías que acceden al mercado de capitales a través del MARF. Los
Asesores Registrados apoyarán desde el momento inicial de cumplimiento de los requisitos
normativos y otros aspectos hasta el final de la vida de la emisión.
Dada la relevancia que este mercado está adquiriendo en el panorama financiero interna-
cional, en 2020 el Banco Central Europeo ha incluido al MARF como mercado elegible para
su política monetaria.
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