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Ahora, todas las noches, más de veinte mil faros se encien-
den en las costas del mundo.
Algunos indican la entrada a un puerto. Otros están en costas
rocosas o en islas e indican: ¡PELIGRO!
El lenguaje del faro está formado con señales de luz. Cada
faro hace sus señales propias, su forma de prenderse y apagar-
se es diferente de las de todos los demás; el capitán del barco
entiende las señales y, gracias a ellas, puede reconocer un faro
de otro.
Los faros no funcionan solos: siempre hay uno o dos guar-
dianes cuidando que la luz brille toda la noche. No lo aban-
donan ni lo descuidan nunca. Saben que si se apaga, un bar-
co puede estrellarse contra las rocas o equivocar el rumbo.
El guardián o guardafaro que atiende un faro solitario, en
una isla o sobre una roca, trabaja lejos de todos y su función no
es fácil. Sin embargo, la seguridad de los navE?gantes está, mu-
chas veces, en sus manos.
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