Documentos de Académico
Documentos de Profesional
Documentos de Cultura
La arquitectura
Lo que distingue a la arquitectura china, tanto al palacio como al templo, es la
organización de vastos conjuntos. Los edificios obedecen a formas muy variadas,
pero siempre geométricamente regulares. Así 1as plantas son rectangulares,
cuadradas, redondas, exagonales, etc.
Emplean mucho la iluminación por el sistema de linterna. Cada edificio tiene una
finalidad propia, de suerte que hay una verdadera especialización. Aparecen dispersos
por el campo, de manera que han de arbitrarse diversos recursos para unificar los
conjuntos, siendo el corredor cubierto el más frecuente.
Muy curiosas son las puertas honoríficas (pai-lou), que poseen una finalidad
conmemorativa o toponímica, para indicar el comienzo de una ruta o la llegada a una
población.
Lo mismo que en Egipto, existió un culto a los muertos. El alma debía ser
aprovisionada en su camino hacia la mansión celeste. De ahí la necesidad de enterrar
junto al muerto toda clase de útiles y de servidores en efigie, como en Egipto, Y, de
una manera parecida, el interior de las tumbas de los personajes reales recuerda las
casas de los vivos.
La tumba del soberano consiste en un gran túmulo, que cubre el sepulcro. Se llega
hasta ella recorriendo una larga avenida, flanqueada por animales, el llamado Camino
de las almas. Del período de los Tsing (siglo III a. J. C.) data la Gran Muralla, la más
vasta obra de la arquitectura militar que se haya hecho.
En ellos había grandes estanques, con rocas en el centro, que simbolizan las Islas de
los Bienaventurados, características del taoísmo. Sin embargo, fuera de las tumbas,
apenas se ha conservado nada del arte arquitectónico.
Tras un período intermedio largo (los Wei y Suei) , se produce un nuevo esplendor
del arte chino con los Tang (618-907). China aumenta considerablemente su
extensión territorial, abriéndose a las influencias exteriores. La llamada Ruta de la
Seda pone en comunicación el imperio chino con el resto de Asia y el Occidente,
intercambiándose influencias mutuamente.
Se dice que proceden de la stupa o de la torre-sikara, pero no hay que echar en olvido
que ya desde tiempos antiguos China contó con edificios de madera de pisos
superpuestos.
Otra importante novedad nos la ofrece la forma cóncava de la techumbre, que afecta
tanto a los palacios como a los templos. En rigor, esta forma, aunque levemente, se
aprecia ya desde tiempos antiguos. Con los Wei se acentúa la concavidad. Se discute
su origen. Aunque es posible que tenga un significado simbólico, es procedente
buscar la razón más real. Puede haber surgido como imitación de la naturaleza,
siguiendo la forma de los abetos, de las chozas hechas con bambú o de la tienda de
tela de los pueblos del desierto; o tal vez responda a una necesidad propia de los
pueblos lluviosos, pues, efectivamente, la forma cóncova hace tomar impulso al agua
en su caída y se proyecta mejor. Otros piensan en una significación decorativa. A este
propósito procede tener presente que toda la cornisa del edificio aparece decorada con
caprichos de ebanistería o con antefijas de terracotta, lo mismo que los templos
griegos.
Con los Ming (1368-1644) se produce un retorno a la tradición china, imitándose las
obras del período clásico Tang. La ciudad de Pekín adquiere ahora un esplendor
inusitado. Se reconstruyen, amplían y terminan las instalaciones iniciadas por los
Yuan. Pekín es la «ciudad maravillosa». Se emplean materiales ricos en la
construcción de edificios. Se ensayan nuevas formas arquitectónicas. El templo del
Cielo toma plan redondo. Sus columnas rojas contrastan con la blancura de los
mármoles que forman las balaustradas del recinto externo. Los tejados se animan con
tejas de colores, generalmente amarillas, esmaltadas, lo que da un brillo rutilante a
estas cubiertas. La entrada a la población se hace por puertas monumentales. Otras
ciudades son construidas con arreglo al plan regular, con dos grandes vías que se
cortan un ángulo recto. Los historiadores reconocen dos grandes escuelas en esta
arquitectura. La del norte se distingue por la poca curvatura de sus tejados. En el sur
los edificios se cubren con techumbres muy curvadas, luciendo tejas multicolores.
Para garantizar el imperio se reconstruye la Muralla China. Se rehacen las torres y se
disponen almenas. El camino de ronda servía a la vez de carretera para el
desplazamiento de tropas.
La escultura
En esta escultura el símbolo tiene mucha importancia. A él se accede por varios
caminos; pero, en cualquier caso, no es imprescindible para conocer a fondo la
esencia del arte chino. Aunque ciertamente normas conservadoras dan a la escultura
china una gran unidad, sin embargo el historiador escrupuloso llega a adquirir
conciencia de unas diferencias artísticas verdaderamente notables en el curso de los
siglos, La primera fase la hallamos en los recipientes y objetos de bronce de índole
funeraria que menudean desde el segundo milenio antes de Cristo. Se representan
figuras de animales, muy estilizadas. Ya figura el dragón, animal inseparable del arte
chino, la nube, consistente en formas espirales, símbolo de la lluvia. El bronce
aparece dotado de una significación religiosa, de suerte que la materia y las formas de
representación conjuntan su acción. Llama la atención en estos bronces su riqueza de
formas curvas, que simbolizan las fuerzas de la naturaleza, que son objeto de
veneración. De ahí nacerá el taoísmo.
Este arte es propio de los pueblos cazadores de la estepa. Su origen parece hallarse en
las esculturas del Próximo Oriente (Mesopotamia más que en Siberia. Pero la
dependencia debe hallarse fundamentalmente en el arte técnico. A China corresponde,
no obstante, la fecunda invención de formas, que tanto influirán en el arte escita
posterior por medio del cual pasarán a Europa.
Dos fundamentos reconoce el arte figurativo chino. Por un lado, la corriente taoísta,
muy antigua, que ha creado la tendencia a lo maravilloso y el amor por la naturaleza.
Por el contrario, el Confucionismo contribuyó a dar un sentido moralizante a la vida y
al arte. Un ejemplo que pregona la acción del taoísmo sobre el arte son los recipientes
para quemar incienso. Su tapa tiene ordjnariamente la forma de una montaña (la
montaña sagrada del taoísmo) o también un grupo de islas (las de los
bienaventurados) en medio del océano.
Todo esto culmina en el período de los Han, al que pertenece la tumba de Shenfu-
Chum (siglo II d. J. C.). En el interior de estas tumbas se hallan multitud de esculturas
de personajes que sirven al muerto, igual que sucede en las tumbas egipcias. En este
período los vasos de bronce son sustituidos por otros de cerámica, más baratos.
La penetración del budismo, comenzada desde el siglo IV, va a cambiar la faz del arte
chino. Monjes de China peregrinan a los grandes santuarios budistas indios, trayendo
a su regreso imágenes de Buda, que serán los modelos en que habrán de inspirarse los
escultores chinos. No sólo penetran los tipos de Buda, sino las mismas formas. El arte
de Gandaria tiene su inmediato reflejo en China. Sin embargo, no serán desalojados
los temas tradicionales del taoísmo, ni el eterno tema del dragón. En China va a
encontrar el budismo un refugio más seguro que en la India. Son abundantísimas las
imágenes de Buda.
Durante el período de los Wei (398-550), las figuras de Buda se distinguen por la
estilización de sus formas. Son figuras muy alargadas, cuyos pliegues recuerdan a las
imágenes románicas europeas. Sin embargo, es ya chino el nimbo ondulante, el
aspecto sonriente y el vestido que tiende a ocultar el cuerpo.
La pintura
Constituye la pintura uno de los aspectos más descollantes del arte chino. Las clases
cultas, los aristócratas, sacerdotes e incluso los mismos monarcas militaron en este
arte, considerado noble por antonomasia, al paso que la escultura y la arquitectura
tuvieron un rango superior. Por esta razón son conocidos infinidad de pintores, en
tanto que arquitectos y escultores permanecen en el anonimato. El gusto del color
estuvo siempre muy desarrollado en el Extremo Oriente.
Hay pintura mural, pero es más importante la realizada sobre rollos de papel o seda,
que se disponían en forma vertical o apaisada, predominando aquélla. Con frecuencia
las pinturas se tenían guardadas, desplegándose sobre el suelo para contemplarlas. Se
pintan también biombos, abanicos, etc., siendo una verdadera fortuna que los artistas
hayan firmado y fechado sus obras, e incluso con mención del tema y de las
circunstancias de la pintura, lo que hace que el estudio de esta materia resulte fácil.
Hay que señalar también por su valor pictórico la laca. Se obtenía aplicando
numerosas capas de una especie de barniz sobre una superficie, hasta formar una
espesa lámina brillante.
Sin embargo, el estilo cursivo del pintor chino hace que nos parezca lo contrario. En
el paisaje se aprecia la atmósfera, efigiada como una nube, o la niebla, la lluvia y la
nieve, junto con la tempestad, acompañada de rayos y vendavales. En estos
fenómenos naturales están encarnados los seres divinos. Así, pues, no es el paisaje
una mera invención, sino la localización de las fuerzas íntimas del panteón chino.
Este afán de dar a, las cosas un sentido trascendente aparece claramente expuesto por
los propios tratadistas de la pintura, Ku•kai-Chi afirmaba que el fin de/la pintura no
consistía en representar las figuras extemas, sino en manifestar el carácter íntimo de
los seres. La unidad del mundo visible con el sobrenatural se percibe en estas
pinturas, que totalizan los objetos bajo una gasa neblinas a, al ai:nparo de una
concepción espacial curva, de mundo cerrado. Todo aparece fundido en un cúmulo de
efectos, que van desde la fuerza del viento, el rumor de los árboles y los ríos, el
resplandor de los astros. El hombre, la divinidad y lo creado mantienen la más
completa solidaridad.Mas lo maravilloso es que justamente han sabido detectar el
encanto del objeto, sobre todo de las plantas y animales. Las distintas especies
aparecen representadas en aguada y color con una fidelidad que hace las delicias de
los naturalistas. Esto se debe a que los artistas han procurado hallar la auténtica forma
de las cosas. Ya recomendaba Kuo-Hi que, para conocer la esencia del bambú, se
recortara una rama y, aprovechando una noche de luna, se dejara proyectar su sombra
sobre un trozo de seda blanca.
Al igual que en la India, hubo sus tratados teóricos. Un tratadista antiguo -Hsieh Ho-
establece una valoración, en la que otorga a lo espiritual una preeminencia sobre el
realismo y lo simplemente técnico. Junto con la teoría, los escritores procuraron
precisar el alcance de este lenguaje escrito que es la pintura. Por eso inventaron
formularios, verdaderas codificaciones formales, para indicar cómo debían hacerse las
hojas de un determinado árbol o talo cual animal. Eso contribuye a mantener esa
maravillosa unidad artística. El más célebre de estos libros es el Manual de pintura del
jardín como un grano de mostaza. Se trata de un libro, en trece volúmenes, editado en
1679 por vez primera, pero compilando tratados anteriores. Fueron sus autores los
hermanos Wang-Kai, Wang-Shi y Wang-Nieh. El título de la obra es puramente
convencional y se refiere al nombre de la casa donde vivían sus autores. Contiene
medio millar de láminas, con un repertorio completísimo de dibujos para hacer
árboles, rocas, aguas, nubes, puentes, barcos, flores, bambús, hierbas, animales de
todas clases, etc. Como esta obra se alimenta de otras anteriores, los dibujos hacen
referencia a estilos practicados con anterioridad. Se hacen también descripciones de
cómo estas formas expresan los distintos estados del espíritu del hombre. Patrones
similares hubo de haber en el arte románico y bizantino.
Así, pues, un carácter idealista predomina en este arte. Sin embargo, también los
pintores se enfrentaron con el hombre, en sus cercanías, cultivando el retrato. Los
chinos acreditaron su perspicacia en la captación de rasgos individuales en el retrato.
Con frecuencia se llega a la caricatura.
En la época Tang (618-907) se forman dos escuelas, que van a ser ya tradicionales en
China. La del Norte se caracteriza por sus rasgos angulosos y la del Sur por su
cursividad. El más célebre pintor de paisajes de esta época es Wou-tao-tseu. cuyas
obras no se han conservado. En el paisaje monócromo ha de citarse a Wang-Wei, el
creador de la escuela del Sur y en el retrato-a Yen-li-Pen, Novedad importante de
este período es la aparición de la xilografía, es decir, el grabado de madera.
Esta tendencia fue creada por el emperador Huei-Song, del siglo XI. Con los Ming
(1368-1644) la pintura ha suplantado enteramente a la escultura. Aunque existen
numerosos originales, abundan extremadamente las copias, que testimonian la alta
significación alcanzada por la pintura. Se pueden advertir dos tendencias. La de corte
ejerce una misión centralizadora, de suerte que se constituye un «gusto oficial-Luna
especie de acadernicismo. El arte circula sometido a reglas, impóniéndose castigos a
los transgresores. La pintura ha perdido el/hondo misticismo del período Songo
Aparecen abundantes figuras humanas en el paisaje. Pero junto a esto hay el arte de
los aficionados, de los apartados de la corte, en el que sigue palpitando la fresca
inspiración y el verdadero sentimiento de la naturaleza, del Tao. El gran', teórico del
período es Tong Kichang, que ha ejercido enorme influencia tanto por sus conceptos
acerca de la teoría de la pintura como por su misma estilística. Él nos aclara la
existencia en China de dos clases de paisajes, según antes hemos revelado, es decir, el
paisaje «externo» del Norte y el paisaje «subjetivo» del Sur; esto es, el propiamente
representativo del espíritu taoísta chino. Entre los grandes pintores hay que citar a
Chen-Chou, Es de notar asimismo la aparición de novelas ilustradas con grabados en
negro. Pero también se hacen ya frecuentes los grabados en madera coloreados.
Tal éxito tuvo este arte, que desde el siglo XVI Europa importó piezas, sobre todo
juegos de té. La demanda se generaliza al aficionarse los eurropeos al consumo de
esta infusión. Todo ello no hizo sino aumentar el esfuerzo de los chinos por
complacer. Los pintores contribuyen con su imaginación. En rigor, la porcelana se ha
convertido en una variante industrial de la pintura. Por desgracia esta demanda
europea tuvo que producir un nefasto resultado, al introducirse motivos occidentales y
hasta la misma perspectiva. Y en reciprocidad, los temas asiáticos aparecen en los
productos cerámicas de Occidente.
Otro aspecto notable es el vestido. Diríase también que es prolongación del arte del
pintor. La seda es la fibra principalmente usada. El traje femenino aparece
enriquecido con detalles naturalistas, pájaros, flores y todo género de plantas.