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La Cacica María Josefa Roco

Líder pehuenche del sur mendocino y gestora de la creación del Fuerte de San Rafael
Artículo extraído de “Crónicas Departamentales”

En su libro El Fuerte de San Rafael del Diamante, la profesora María Elena Izuel nos cuenta lo siguiente: “En las
expediciones que realizó Teles Menezes hasta el río Diamante y aún más al Sur, se dio cuenta de las ventajas de construir
un fuerte en ese sitio, ya que lo consideraba de ubicación mucho más estratégica que el fuerte de San Carlos. Le comunicó
este proyecto a Amigorena quien lo elevó a su superior, en ese momento el gobernador intendente de Córdoba del
Tucumán, marqués Rafael de Sobremonte, quien luego de estudiar las ventajas expresó que veía como ‘muy conveniente
la instalación de ese fuerte’, hecho recién concretado al ser designado virrey”.
En el informe que le presentó Sobremonte al entonces virrey Nicolás de Arredondo sobre el estado de las fronteras,
al explicar la de Mendoza expuso: “…en las disposiciones para la precisa defensa (…) se ha estimado utilísimo otro Fuerte
más avanzado y mayor número de Tropa Partidaria para el alivio de las fatigas que padecen los vecinos de Mendoza, en
continuos Destacamentos de auxilio y salidas contra los infieles…”
En 1800 había fallecido el cacique Roco, padre de la cacica María Josefa e importante cacique de los pehuenches.
Su muerte generó problemas entre los hijos de éste y las tribus puelches de Guelecal, pues (…) decían que la muerte se
había producido por un mal que le había hecho Guelecal.
Esta era una creencia muy arraigada en los aborígenes, por lo que comenzaron las malocas entre ellos, buscando
vengarse. Según los documentos hallados, en apreciación de los españoles, el cacique ya estaba muy viejo y casi ciego, por
lo que habría muerto de forma natural.
Como en 1804 el problema no se solucionaba, sino que cada día se extendía más, en una visita a Mendoza que hizo
la cacica María Josefa Roco se enteró que don Rafael de Sobremonte había sido designado virrey del Río de la Plata, por
lo que decidió viajar a entrevistarlo a Buenos Aires y pedirle la fundación de un fuerte que volviera a traer la paz que se
había perdido entre las tribus.
Aproximadamente en septiembre de 1804, la cacica María Josefa Roco, el Cacique Caripan y sus sobrinos, María
del Carmen y Juan Neculante, partieron hacia Buenos Aires en un viaje largo y penoso, ya que las pampas estaban en poder
de grupos indígenas rivales.
Los caciques llegaron a Buenos Aires en el mes de octubre de 1804 y se alojaron en la casa del Virrey, donde
compartieron gratos momentos con su familia. El día 3 de octubre se presentaron en el Consulado de Buenos Aires, siendo
recibidos por el secretario don Manuel Belgrano.
Se les preguntó si sabían que había un rey de España, Señor de estos dominios. Les mostraron los retratos del rey,
de la reina y les consultaron si querían sujetarse a su dominación y si deseaban ser cristianos católicos y tener iglesia en
sus tierras: a todo respondieron afirmativamente. Luego de la firma del acta, Sobremonte le escribió al comandante de
armas de Mendoza don Faustino Ansay para comentarle lo ocurrido en Buenos Aires: “Los Caciques Pehuenches… se
hallan en esta Capital muy complacidos… y desean subsistir para entrar en el Parlamento con los Caciques de estas
Pampas en el mes de noviembre próximo por los fines importantes al servicio del Rey y bien de estas Fronteras, lo que
aviso a V.M. para que… sepan el motivo y estén satisfechos al acuerdo pedido que se les instruya en mi Fe porque desean
ser cristianos y que se les ponga sacerdote conversor o cura indicando al Padre Fray Francisco Inalicán Religioso
observante que se halla en el Convento de esa ciudad y también que se verifique la traslación del Fuerte de San Carlos al
Atuel en su confluencia con el Diamante, y como esto es tan ventajoso a la idea de ir adelantando las Fronteras…”
La historiadora sanrafaelina María Elena Izuel recordó que “ese fuerte se fundó porque los aborígenes estaban
haciendo ataques a la ciudad de Mendoza y estaba el fuerte de San Carlos pero estaba en un bajo, y lo habían atacado
dos veces y habían matado a su comandante y trece soldados. Amigorena cansado de tantos ataques decidió hacer una

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campaña al sur y ahí capturan a María Josefa Roco y ahí después gracias a ella hacen las paces con los pehuenches;
Telles Meneses y Amigorena le proponen al marqués Rafael de Sobremonte otro fuerte más al sur y les dicen a orillas del
Diamante”.
El fuerte no se hizo porque por entonces había paz “pero cuando muere el padre de la cacica hay problemas entre
los clanes, durante 20 años no hubo problemas entre aborígenes y españoles, eran luchas internas. Roco viaja a Buenos
Aires y le pide a Rafael de Sobremonte, luego de que lo designan virrey, que haga un fuerte. Ella donó las tierras, de esto
está la constancia en el consulado, escrito por el propio Manuel Belgrano, que recibió a la cacica y quienes iban con ella
y se firma el tratado, escrito de puño y letra de Belgrano. Se puso a Telles Meneses de comandante porque era muy querido
por los aborígenes, buscaban en la gente blanca aquel que cumpliera su palabra”.
El virrey dio la orden que se fundara en la
junta del Atuel y el Diamante que ahora no existe
pero antes sí, porque Telles Meneses corrió el
cauce del Diamante y lo derivó para que cruzara la
travesía del Comán hacia el Desaguadero. En las
Aguaditas no se podía hacer el fuerte.
La vida de la cacica, designada así ya desde
sus diez años por su abuelo, quien vio en ella dotes
Bautismo de la Cacica María Josefa Roco
especiales, aunque seis años después, en 1780, fue
capturada por los blancos y llevada al norte de
Mendoza, donde vivió siete años como rehén en la
casa del comandante José Amigorena, donde supo ganarse “una libertad extraña para un prisionero”.
Según comprobó la historiadora sanrafaelina, Roco era una persona especial y así fue que se convirtió en la primer
mujer indígena en ser bautizada por los católicos, religión que aceptó al poco tiempo de ser raptada y que luego la ayudaría
a relacionarse entre ‘los dos mundos’ al ser liberada.

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