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A Christopher Tolkien
4 de noviembre de 1954
[El borrador termina con una exposición sobre la naturaleza de los istari y la muerte y la reencarnación de
Gandalf que se asemeja al pasaje sobre este tema de esta misma carta.]
[Peter Hastings, administrador de la Newman Bookshop (una librería católica de Oxford), le escribió a
Tolkien expresando su entusiasmo por El Señor de los Anillos, pero le preguntaba si no «se había
extralimitado en cuestiones metafísicas». Daba varios ejemplos: primero, «la afirmación de Bárbol de que
el Señor Oscuro había creado a los Trolls y a los Orcos». Hastings sugería que el mal era incapaz de crear
nada, y argüía que, aun en el caso de que pudiera crear, sus criaturas «no podrían tener tendencia alguna al
bien, ni siquiera una muy pequeña»; mientras que, argumentaba también, uno de los Trolls de El Hobbit,
Guille, tiene un sentimiento de piedad hacia Bilbo. También citaba la descripción que hace Baya de Oro de
Bombadil: «Él es». Hastings dijo que esto parecía implicar que Bombadil era Dios. Sobre todo a Hastings
le preocupaba la reencarnación de los Elfos, que Tolkien le había mencionado en una conversación.
Escribía de esto: «Dios no ha utilizado ese recurso en ninguna de las creaciones de las que tenemos
conocimiento, y me parece que el hecho de que un subcreador opere con él como instrumento utilizable es
ir más allá de la posición que le cabe, pues al tratar las relaciones entre creador y creado, debe emplear los
medios que sabe que el Creador ha empleado ya… “El Anillo” es tan bueno que es una lástima privarlo de
su realidad sobrepasando los límites de la función de un escritor». También preguntaba si la reencarnación
de los Elfos no planteaba problemas de índole práctica: «¿Qué ocurre con los descendientes de un ser
humano y un elfo que se casan?». Y, en otro plano, preguntaba cómo Sauron, dada su extremada maldad,
pudo «haber mantenido la cooperación entre los elfos» hasta el momento en que los Anillos del Poder se
forjaron.]
Septiembre de 1954
[El borrador termina aquí. En la parte superior, Tolkien escribió: «Carta no enviada», y agregó: «Parecía
estar dándome demasiada importancia».]
[El padre Robert Murray, nieto de sir James Murray (fundador del Oxford English Dictionary) y amigo
íntimo de la familia Tolkien, había leído parte de El Señor de los Anillos en las galeradas y copias
dactilografiadas y, por instigación de Tolkien, le había enviado comentarios y críticas. Escribió que el libro
le había producido la fuerte sensación «de una compatibilidad positiva con el orden de la Gracia» y
comparaba la imagen de Galadriel con la de la Virgen María. Dudaba de que muchos críticos pudieran
encontrar un gran sentido a la obra: «No dispondrán de un casillero previo para situarla».]
2 de diciembre de 1953
Puesto que he escrito tanto (espero que no demasiado), bien podría agregar unas
pocas líneas sobre el Mito en el que todo se funda, pues se podrían clarificar algo más
las relaciones entre los Valar, los Elfos, los Hombres, Sauron, los Magos, etcétera.
Los Valar o «potencias, gobernantes» fueron la primera «creación»: espíritus o
mentes racionales sin encarnación, creados antes que el mundo físico. (En rigor, estos
espíritus se llamaban Ainur, pues los Valar fueron sólo los que entre ellos entraron en
el mundo después de haber sido hecho, y el nombre sólo se aplica a los grandes de
entre ellos, que ocupan el lugar imaginativo, aunque no teológico, de los «dioses».)
Los Ainur tomaron parte en la creación del mundo como «subcreadores»: en grado
diverso, según la manera siguiente: Interpretaron según su capacidad, y completaron
en detalle, el Diseño que les propuso el Único. Se les propuso primero en forma
musical o abstracta, y luego en una «visión histórica». En la primera interpretación, la
vasta Música de los Ainur, Melkor introdujo alteraciones, no interpretaciones de la
mente del Único, y surgió una gran discordancia. El Único presentó esta «Música»,
con inclusión de la aparente discordancia, como una «historia» visible.
En esta etapa tenía todavía una validez con la que puede compararse la que tiene
un «cuento» entre nosotros: «existe» en la mente del narrador y, de manera derivada,
en la de los auditores, pero no en el mismo plano que el del narrador o los auditores.
Cuando el Único (el Narrador) dijo Sea[*] el Cuento se convirtió en Historia, sobre el
mismo plano que el de los auditores, y éstos podían, si lo deseaban, entrar en ella.
Muchos de los Ainur lo hicieron, y deben habitar en ella hasta el Final, pues quedan
involucrados en el Tiempo, la serie de acontecimientos que la completan. Estos
fueron los Valar y sus asistentes menores. Estos eran los que se habían «enamorado»
de la visión y, sin duda, los que habían desempeñado la parte más «subcreativa» (o,
como nosotros diríamos, más «artística») de la Música.
Fue por el amor que tenían por Eä, y por la parte que desempeñaron en su
creación, que desearon y pudieron encarnarse en formas físicas visibles, aunque éstas
eran comparables a nuestros vestidos (en la medida en que éstos constituyen una
expresión personal), no a nuestros cuerpos. Sus formas eran así la expresión de sus
personas, capacidades y amores. No era preciso que fueran antropomórficos
(Yavanna, esposa[*] de Aulé, por ejemplo, se manifestaba con la forma de un gran
Árbol.) Pero las formas «habituales» de los Valar, cuando eran visibles o estaban
vestidos, eran antropomórficas, por el intenso interés que les despertaban los Elfos y
los Hombres.
Los Elfos y los Hombres eran llamados los «hijos de Dios» porque constituían,
25 de octubre de 1958
No me gusta comunicar «hechos» sobre mí, salvo los «secos» (que, de cualquier
modo, se relacionan tanto con mis libros como cualquier otro dato más jugoso). No
sólo por motivos personales, sino porque objeto la tendencia contemporánea de la
crítica a conceder demasiada atención a la vida de los autores y los artistas. Sólo
distraen la atención de la obra de un autor (si la obra, de hecho, es digna de atención)
y terminan, como a menudo se observa, por convertirse en el mayor motivo de
interés. Pero sólo el propio Ángel Guardián, o en verdad el Mismo Dios, podría
desenredar la relación entre los hechos personales y la obra de un autor. No el mismo
autor (aunque sabe más que cualquier investigador) y por cierto no los llamados
«psicólogos».
Pero, por supuesto, hay una escala de significación en los «hechos» de esta clase.
Hay algunos insignificantes (los particularmente caros al análisis y a los escritores
que se refieren a escritores): tales como la embriaguez, pegarle a la mujer y otros
desórdenes semejantes. Da la casualidad de que no soy culpable de estos particulares
pecados. Pero si lo fuera, no supondría que la obra artística proviene de esas
debilidades, sino de otras regiones de mi ser todavía incorruptas. Los
«investigadores» modernos me informan que Beethoven estafaba a sus editores y que
maltrataba a su sobrino de manera abominable; pero no creo que eso tenga nada que
ver con su música. Luego hay hechos más significativos que tienen alguna relación
con la obra de un autor; aunque su conocimiento no explica realmente la obra, aun
examinados por extenso. Por ejemplo, me disgusta el francés y prefiero el español al
italiano; pero la relación que tengan estos hechos con mi gusto por las lenguas (que
evidentemente es un importante ingrediente de El Señor de los Anillos) no sería fácil
de desenredar y dejaría intacto el gusto (o el disgusto) que usted pudiera tener por los
nombres y los fragmentos de lenguaje de mi libro. Y hay unos pocos hechos
fundamentales que, por secamente que se expresen, son en verdad significativos. Por
ejemplo, nací en 1892 y viví mis primeros años en «la Comarca» en una era
premecánica. O, lo que es todavía más importante, soy cristiano (lo que puede
deducirse de mis historias), y católico apostólico romano por añadidura. El último
«hecho» quizá no pueda deducirse; aunque un crítico (por carta) aseveró que las
invocaciones a Elbereth y el personaje de Galadriel, tal como está descrito
directamente (o a través de las palabras de Gimli y Sam), estaban claramente
relacionados con la devoción católica por María. Otro vio en el pan del camino
(lembas) = viático y la referencia a que nutría la voluntad (Vol. III, pág. 281) y a que
es más potente cuando se está en ayunas, un derivado de la Eucaristía. (Esto es: cosas
mucho más grandes pueden dar color a una mente cuando trata los detalles menores