Documentos de Académico
Documentos de Profesional
Documentos de Cultura
CONTENIDO
INTRODUCCIÓN ............................................................................................................................ 6
LA APERTURA........................................................................................................................... 8
LA FRAGMENTACIÓN ............................................................................................................. 13
LA PERSONA........................................................................................................................... 17
LA IGNORANCIA ..................................................................................................................... 19
EL EGO .................................................................................................................................... 30
EL PENSAMIENTO .................................................................................................................. 32
LA EDUCACIÓN....................................................................................................................... 47
LA PERCEPCIÓN .................................................................................................................... 53
LA QUEJA ................................................................................................................................ 69
EL AUTOCASTIGO .................................................................................................................. 72
EL TEATRO DE LO NORMAL.................................................................................................. 75
LA IMAGINACIÓN .................................................................................................................... 83
LA DISTRACCIÓN ................................................................................................................... 87
3
EL ESFUERZO......................................................................................................................... 90
LA ADVERSIDAD ..................................................................................................................... 92
LA ACEPTACIÓN ..................................................................................................................... 96
EL AUTOENGAÑO................................................................................................................... 99
EL CONTROL......................................................................................................................... 108
EL EMPODERAMIENTO........................................................................................................ 144
EL ACOMPAÑAMIENTO........................................................................................................ 183
4
LA GRAN ILUSIÓN ................................................................................................................ 197
LA MEDITACIÓN.................................................................................................................... 234
5
INTRODUCCIÓN
A cada persona con la cual compartía un retiro le preguntaba sobre el motivo por
el cual estaba allí, es decir, que es lo que estaba buscando. Y, más allá de las diferencias
superficiales, la respuesta de todos parecía apuntar siempre hacia un mismo lugar, ha-
cia el descubrimiento de lo que uno esencialmente es. Sin importar que se trate de per-
sonas de distintos países, de distintas edades y clases sociales, de distintas culturas y
creencias, la búsqueda parecía ser siempre la misma. Muchos decían “quiero saber
quién soy”, o “quiero conocerme mejor”, y en esa intención anida el deseo de trascender
lo que uno cree ser, y de descubrir lo que uno esencialmente es. Ese es el deseo de
libertad real y absoluta. El propósito de este libro es justamente ese, señalar lo que uno
cree ser, y al mismo tiempo señalar lo que uno esencialmente es. Uno debe ver con
total claridad lo ilusorio para discernir entre el ser ilusorio y el ser esencial. Ese ser
esencial, ese verdadero ser, se está manifestando en todos y en todo, y cada ser
6
humano tiene en su interior una invitación de la existencia misma hacia el descubri-
miento de su verdadero ser.
7
CAPITULO 1
LO SIMBÓLICO Y LO REAL
LA APERTURA
La palabra tiene aquí dos propósitos distintos pero complementarios. Uno de ellos es
señalar hacia los obstáculos que, de manera inadvertida, demoran el descubrimiento de
lo esencial. Y el otro es simplemente señalar hacia lo esencial. Las palabras solo pueden
hacer eso, señalar. Significan algo, pero no son ese algo, no son la verdad ni la pueden
contener. Una apertura sincera es indispensable para quien acepte la invitación. La
mente humana se encuentra condicionada por su pasado, aprisionada dentro de creen-
cias, conclusiones y puntos de vista. Todo lo que percibe es juzgado desde lo conocido,
y eso es justamente lo que impide tener una apertura incondicional hacia lo nuevo. Aquí
no se ofrecen o promueven nuevas creencias, se puede prescindir de interpretaciones,
comparaciones, evaluaciones y juicios, ya que todo eso forma parte del mecanismo in-
consciente que mantiene al ser humano encerrado en su propia mente. Ese mecanismo
de defensa es una especie de interferencia mental que impide sintonizar con algo esen-
cial, y la única manera de trascenderlo es siendo consciente de él.
Este tipo de lectura puede no tener mucho sentido lógico racional, ya que señala
hacia algo que es más allá de lo simbólico, más allá de la lógica y de la razón. La esencia
de un ser humano no es algo que haya sido creado por el pensar, no es una emoción o
un sentimiento, no es un objeto de conocimiento que pueda ser aprendido o recordado.
El descubrimiento de lo esencial escapa a los sentidos, ellos están dirigidos a lo externo
y tienen fines prácticos. Tampoco puede ser pensado o razonado, no depende en ab-
soluto del coeficiente intelectual ni de la inteligencia. Es probable que aparezcan pen-
samientos que juzgan y cuestionan lo que se está recibiendo, y ese es justamente el
mecanismo inconsciente en acción. En el instante en el cual uno se vuelve consciente
del mecanismo, la interferencia se disuelve. Si estamos atentos, no es extraño encon-
trarnos a nosotros mismos comparando, censurando, adaptando y juzgando desde las
creencias que hemos adoptado, y desde nuestra manera de pensar. Eso generalmente
sucede sin que la persona sea consciente de ello, y el solo hecho de señalarlo es una
manera de llevar consciencia hacia ese mecanismo inconsciente. Esto es una invitación
a descubrir un aspecto nuestro que no está creado ni sostenido por creencias y pensa-
mientos, y que no está manifestado a través de ninguna forma, sea física o psicoemo-
cional.
9
como lo hace la música. Y eso que resuena en el interior no ha sido puesto ahí por las
palabras, es la esencia no manifestada de todo lo que existe.
Si utilizamos una de esas viejas radios para sintonizar una emisora, la radio cap-
tará tal o cual frecuencia que está vibrando en el aire, la recibirá incondicionalmente y
la reproducirá de manera fiel e imparcial. Si la radio tuviese ego, si tuviese creencias y
preferencias, probablemente se negaría a recibir algunas frecuencias, las juzgaría y las
censuraría, las interpretaría a conveniencia y así el mensaje original se perdería por
completo. Eso es similar a lo que sucede cuando uno recibe un mensaje desde el juicio
de la mente egoica. Las interferencias mentales creadas por el movimiento del pensar
son similares a las interferencias de un dispositivo electrónico, pero la diferencia es que
un ser humano no puede llevar su capacidad de recibir y escuchar a un servicio técnico.
Nadie puede corregir nuestra propia apertura, lo que puede suceder es que uno sinto-
nice con algo que es más allá del movimiento del pensar. Uno puede preguntarse,
¿Cómo escucho? ¿Cómo recibo un mensaje? De esa manera uno se abre a contemplar
que es lo que está sucediendo al escuchar y recibir un mensaje, y puede contemplar
conscientemente los límites de su apertura. Si lo que se escucha es comparado, juz-
gado, y evaluado, no hay escucha real, no hay apertura, ya que solo se escucha a la
propia mente condicionada por su pasado.
Cuando vemos una ilusión óptica, nuestro cerebro interpreta de manera distor-
sionada los impulsos eléctricos enviados por nuestros ojos. Esa interpretación distorsio-
nada crea una ilusión que aparenta ser real solo por el engaño de los sentidos. Por más
10
que tengamos la determinación de que nuestros ojos vean más allá de la ilusión óptica,
la ilusión persiste, es independiente a nuestra voluntad. De manera similar, por más que
tengamos una sincera intención de descubrir lo esencial desde el razonamiento intelec-
tual, seguiremos viendo la ilusión. El mecanismo de defensa de la mente condicionada
opera de manera independiente a la voluntad, no depende de nuestra intención ya que
está arraigado en el inconsciente personal desde hace décadas, y en el inconsciente
colectivo desde hace milenios. En lo referido al descubrimiento de nuestra esencia, todo
el entendimiento y la comprensión que sucede desde el razonamiento intelectual es irre-
levante, ya que sucede dentro de lo simbólico, es decir dentro de lo ilusorio. El mensaje
compartido aquí señala a la ilusión, y simultáneamente señala a lo esencial más allá de
la ilusión, señala a lo que no puede ser capturado por las palabras.
Las palabras son sólo símbolos, son flechas que apuntan a significados, y cada
persona tiene su propia estructura mental de palabras, de significantes llenos de signi-
ficados. Esos significados varían de persona a persona, de época en época, de lugar en
lugar, son así siempre subjetivos y personales. La enseñanza primordial está al alcance
de todo ser humano, en el silencio interior que es previo a las palabras. Descubrir ese
espacio interior puro e incondicional es descubrir eso que no está limitado por lo simbó-
lico. Lo esencial es una sabiduría natural presente en todos, que no requiere inteligencia,
11
tiempo, esfuerzo ni disciplina. Lo único que crea un estado temporal de ignorancia es la
identificación con el incesante movimiento del pensamiento estructurado en palabras.
No existe ninguna creencia que capture lo real, una creencia es un gran símbolo,
una colección de significados agrupados a conveniencia personal. La creencia puede
ser religiosa, científica, espiritual, o cualquier otra; es indistinto, porque toda creencia es
sólo un contenedor de conclusiones limitadas y puntos de vista subjetivos. La mente
racional puede digerir y repetir palabras porque vive en el plano de lo simbólico, no de
lo esencial. La persona puede pasar una vida dedicada al estudio de la palabra, pero si
no trasciende el límite de las palabras permanece atrapada en la ilusión de lo simbólico.
Cuando la palabra ocupa el lugar de lo real el humano queda varado en el camino de
su liberación, y el apego a la palabra lo lleva a intentar empujar el auto varado, pero
desde adentro del auto. Trascender el límite de las palabras es la única manera de rea-
lizar un movimiento interior hacia lo esencial, es la única manera de obtener esa tracción
natural que conduce al humano a su liberación.
12
las palabras que contiene, ni hacia quién las haya compartido. La mente necesita satis-
facer su sed de conocimiento, pero esa sed de conocimiento no es sed de lo esencial,
esa sed mental solo busca el papel que dice “agua”. La sed mental conduce al humano
fuera de sí mismo, fragmenta su mente en infinitos pedazos, y lo puede mantener atra-
pado en los laberintos simbólicos durante toda su vida. Si ese mecanismo inconsciente
es descubierto, el humano trasciende su sed de conocimiento mental y descubre su sed
de lo esencial. Esa sed lo conduce inevitablemente dentro de sí mismo, hacia el espacio
interior que no depende de la palabra. El pensamiento estructurado en palabras es una
herramienta maravillosa, sirve para muchísimas cosas, excepto para el descubrimiento
de lo esencial.
La sabiduría natural está presente en cada ser humano ahora mismo, es un oasis
al alcance de todos esperando incondicionalmente ser descubierto. El límite de las pa-
labras, de lo simbólico, puede ser trascendido en un instante de apertura real. Es el
descubrimiento de una verdad absoluta, de una verdad que no es relativa a otra cosa, y
que no se sostiene por oposición a otra cosa. Esta verdad presente en todos y en todo
es lo que conduce al humano a su liberación, al encuentro de lo que esencialmente es.
En la entrada del templo de Apolo (Grecia) aparece la frase “Conócete a ti mismo”. De
esa manera, quienes llegaban al templo para intentar recibir algún tipo de orientación
de los Dioses, eran advertidos desde antes de ingresar que el autoconocimiento es la
misma esencia de la sabiduría. Esa frase no señala hacia conocimientos simbólicos a
través de la palabra, sino hacia lo inmediato e instantáneo a través de la propia esencia.
Otra manera de expresar la misma frase sería “conoce tu verdadero ser”, y el mensaje
implícito en ella es que uno no es lo que cree ser. No necesitamos viajar a un templo
lejano, uno mismo es el templo, y la única manera de ingresar es a través del autocono-
cimiento. Solo así el humano descubre lo que no puede ser dicho ni pensado, lo que no
puede ser tocado por lo simbólico, y trasciende así el límite de las palabras.
LA FRAGMENTACIÓN
13
inconscientemente en naciones, en religiones, en creencias, en economías, en sistemas
políticos, en clases sociales, en géneros, en etnias, y en luchas de poder. La mente sólo
puede juzgarlo, es decir que puede justificarlo de alguna manera, o condenarlo de al-
guna otra manera, pero no trascenderlo. La mente condicionada está fragmentada por
sus mismas creencias, así se abstrae de la cuestión y se autoconvence de no ser parte
de la fragmentación humana. Y se vuelve evidente que la humanidad está fragmentada
a nivel colectivo porque la mente humana está fragmentada a nivel personal.
Cuando el ser humano ignora su propia esencia ignora también su libertad real,
se desconecta de la vida y de su verdadero poder. Desde ese desempoderamiento
esencial busca volver a estar completo a través de lo externo. Busca alguna sensación
de confort en creencias e ideologías, en religiones o cultos, en dioses o maestros espi-
rituales, en dinero y posesiones, en relaciones y apariencias. Así se ha creado y soste-
nido toda devoción al falso poder, los fieles y sus religiones, los patriotas y sus naciones,
los soldados y sus comandantes, los militantes y sus políticos, los fanáticos y sus ídolos,
los buscadores y sus maestros espirituales. El humano se convierte así en un ser devoto
a lo externo, desde la inconsciencia confunde verdad con creencias, confunde sabiduría
con conocimiento, y confunde esencia con identidad mental. La devoción más arraigada
y naturalizada de la humanidad es la devoción a la identidad mental, a la idea subjetiva
que uno tiene de sí mismo y del mundo. Esa idea, al ser tomada como real, fragmenta
al individuo y en consecuencia a la humanidad.
14
la desaparición masiva de seres humanos, perpetrada por seres humanos. En algunos
casos se trata de guerras entre naciones, y en otros casos se trata de conflictos dentro
de la misma nación. Esto no es algo que pertenece exclusivamente a la historia antigua
de la humanidad, se estima que en la segunda guerra mundial murieron unas sesenta
millones de personas, pero en algunas estimaciones se dice que esa cifra asciende a
cien millones. Y eso sucedió en la década del cuarenta, tan sólo un par de generaciones
atrás. Actualmente hay seres humanos que vivieron esa situación en carne propia, y
que atestiguaron el horror extremo de la inconsciencia colectiva.
Ningún sistema de creencias sea cual fuere podrá jamás ser el catalizador de
una transformación fundamental en el ser humano, porque esa transformación sólo
puede llegar desde lo interno y esencial, no desde lo externo y superficial. Esa misma
fragmentación que ha escrito la historia de la humanidad sigue viva y latente, no está en
libros de historia ni en lugares lejanos, existe ahora en cada mente fragmentada, y el
reflejo de esa fragmentación es el estado actual de la humanidad. La fragmentación se
ve en la relación entre naciones, dentro de cada nación, de cada ciudad, de cada pueblo,
de cada familia, y dentro de cada persona. Todo el condicionamiento acumulado por la
humanidad existe dentro de uno mismo, es un gran ego colectivo que tiene una sucursal
en cada mente condicionada. Solo el ser humano conoce de infelicidad, y esa infelicidad
pone al humano contra el humano, contra todos los seres vivos, y contra el mismo pla-
neta que sustenta su vida.
15
Entonces, lo que nos podemos preguntar es, ¿puede el ser humano, a nivel in-
dividual, liberarse de su fragmentación y de su condicionamiento inconsciente? ¿puede
ser libre de lo que cree ser? ¿puede ser libre de su identidad mental? Ciertamente eso
no puede ser logrado a través de creencias o religiones, de sistemas políticos o econó-
micos, de corrientes de pensamiento o filosofías, de disciplinas o ideologías; de ser así
esa libertad ya se habría logrado hace siglos, hubo tiempo más que suficiente. Y, sin
embargo, la búsqueda de la verdad absoluta, de la libertad y de la unidad continúa
siendo a través de alguna autoridad externa que diga lo que hay que hacer. Sea a través
del líder religioso, del maestro espiritual, del dirigente político, de la familia, de la socie-
dad, de los medios de comunicación, o de cualquier persona que represente ilusoria-
mente la voz de la verdad. De esa manera se tiene la sensación de estar haciendo algo
al respecto, pero es una manera de ignorar la propia autoridad y responsabilidad, de
ignorar la propia esencia.
16
LA PERSONA
La confusión fundamental del ser humano es confundir a la persona que uno cree ser
con lo que esencialmente es. La palabra persona significa “máscara delante de la cara”,
y se refiere originalmente a una máscara usada por un actor teatral para representar
personajes. Esto se remonta a la época del teatro griego, en donde ese tipo de máscaras
cubrían el verdadero rostro del actor, y tenían un orificio prominente en el lugar de la
boca para que la palabra sea escuchada con facilidad desde la audiencia. Desde la
inconsciencia humana lo esencial es ignorado, es cubierto por la persona, es decir por
la identidad personal. Esa es la máscara con la que el humano se ha identificado, como
un actor que olvidó que estaba actuando, como un actor que nació actuando. La persona
que cada uno interpreta en su vida es una colección de máscaras sociales, y cada per-
sona está compuesta de múltiples personajes. Esos personajes entran y salen de es-
cena en las distintas situaciones de la vida, porque dependen de la interpretación de las
circunstancias. La fragmentación de la mente egoica lleva a la persona a actuar de dis-
tintas maneras dependiendo de su entorno. La manera en la que una persona actúa con
su pareja es distinta a la manera en la que actúa con sus amistades, la manera que
actúa con su jefe es distinta a la manera en la que actúa con compañeros de trabajo o
con sus empleados, la manera que actúa con sus padres es distinta a la manera en la
que actúa con sus hijos, etc.
Es así como la persona que uno ensaya día a día durante los primeros veinte
años de vida toma el lugar protagónico, y se autoconvence de ser real, dirigiendo la
17
experiencia de vida desde la ignorancia. Ese ensayo de veinte años se traduce a ciento
setenta y cinco mil doscientas horas de clases de teatro, que cada ser humano recibe
desde el momento en que nace. Luego de semejante ensayo, la actuación que se ofrece
en la vida cotidiana es tan convincente que todas las personas son merecedoras del
premio Oscar. Desde la inconsciencia, uno mismo cree en la actuación de todas las
personas con las que interactúa, y a su vez todas ellas creen en la actuación que uno
les ofrece. Esto se sostiene a nivel personal y colectivo, porque desde la ignorancia
cada uno es engañado por su propia actuación y por la de los demás. La persona que
uno cree ser tiene distintas capas, una capa pública que se muestra a todos en general,
una capa privada que se muestra sólo a algunos, y una capa íntima que no se muestra
a nadie. Ese es el límite de profundidad de la persona, su profundidad sólo se mueve
por lo ilusorio, ya que incluso el aspecto íntimo de la persona es superficial, no es esen-
cial. Más allá de lo íntimo está lo esencial, lo que es común a todos sin excepción.
LA IGNORANCIA
19
acumulado por la humanidad proviene de esa ignorancia fundamental. Lao-Tsé señala
esta cuestión de la siguiente manera: “Darse cuenta de que nuestro conocimiento es
ignorancia es una noble comprensión interna. Considerar nuestra ignorancia como co-
nocimiento es una enfermedad mental”. Prácticamente toda la sociedad parece estar
creada y sostenida por la ignorancia, la sociedad es así el reflejo de esa enfermedad
mental colectiva. La ignorancia es la identificación con una identidad mental, con el ego
y la persona que uno cree ser. Descubrir lo esencial, de manera directa y vivencial, es
la sabiduría que libera al humano de la ignorancia.
Al nacer no hay identidad personal, todo pasa por lo que es percibido a través
de los cinco sentidos. Los sentidos están dirigidos hacia lo externo, visión, audición,
gusto, olor, y tacto, el bebé comienza a internalizar todo lo que percibe del mundo desde
lo sensorial y lo emocional. Así el bebé comienza a existir tanto física como psicológica-
mente, comienza a tomar una forma que es determinada por lo externo. El significado
de la palabra existir es “tomar forma hacia afuera”, y en ese sentido la consciencia esen-
cial toma forma al entrar en la existencia manifestada, toma forma de cuerpo y de per-
sona. Se podría decir que es un movimiento de adentro hacia afuera, de la unidad a la
dualidad, de la consciencia absoluta a la conciencia personal, de la sabiduría a la igno-
rancia. A nivel de identidad, personalidad, lenguaje, creencias y pensamientos, el bebé
llega al mundo como una hoja en blanco. Pero esa hoja en blanco tiene mucha informa-
ción esperándola desde antes de nacer. Inmediatamente recibe un nombre, una nacio-
nalidad, probablemente una religión, y comienza a crear una estructura psicológica de
acuerdo a la interacción con sus padres y con el mundo. Muchas personas pueden jurar
20
haber nacido por ejemplo católicos, judíos, o budistas simplemente por haber nacido en
ese contexto sociocultural.
Así el humano aprende a ignorar su esencia, a ignorar lo que no puede ser pen-
sado ni dicho en palabras. En esa ignorancia fundamental anida toda la separación y la
inconsciencia humana, que se extiende desde cada persona hasta la humanidad en su
21
conjunto. La humanidad sumergida en la ignorancia está separada y fragmentada en
incontables maneras. Cuando el humano pierde de vista lo real ignora su verdadero ser,
se pierde en el sueño de la identidad mental, se auto hipnotiza con su propio lenguaje,
en palabras y significados. La mente egoica ve a la verdadera sabiduría como ignoran-
cia, porque esa sabiduría no depende de los símbolos ni de las palabras, y eso la lleva
a tomar a la ignorancia como sabiduría. Ese ser ilusorio, esa identidad mental sostenida
por el pensamiento y por el lenguaje jamás podrá descubrir lo esencial, ya que la misma
identificación con esa entidad ilusoria ES la ignorancia. Identificarse con la persona que
uno cree ser tiene un precio, y ese precio es ignorar la propia esencia.
23
fragmentado por sus pensamientos y creencias, sosteniendo todo tipo de barreras ima-
ginarias. La sabiduría que libera al ser humano de su identificación con su “yo” simbólico
e irreal no puede ser alcanzada por disciplina, voluntad, o por el razonamiento intelec-
tual. La sabiduría no requiere coeficiente intelectual ni educación, ni siquiera requiere
saber leer y escribir, ya que brota naturalmente desde el silencio interior, desde la pre-
sencia incondicional de nuestro verdadero ser. Algunos de los significados originales de
la palabra sabiduría son “saborear” o “discernir”, la sabiduría natural del ser es simple-
mente saborear lo que uno esencialmente es, y discernir así entre lo simbólico y lo esen-
cial.
EL VERDADERO SER
Al escuchar algo como “verdadero ser” la mente inevitablemente imagina algo distinto a
lo que uno es, algo místico y ajeno, o en el mejor de los casos algo casi imposible de
descubrir. El verdadero ser es percibido por la mente como algo muy lejano, pero no es
el ser el que está lejos, sino la misma mente. El movimiento del pensar opera desde lo
aprendido en el pasado, y esa es la lejanía que es percibida desde la mente, es decir
que no es una lejanía real sino imaginaria. Entonces, ¿qué es el verdadero ser?, es el
ser esencial más allá de la forma, no solo más allá de la forma física sino también más
allá de la forma psicológica del ego y de la persona. Es la presencia atemporal e imper-
sonal, intocable por los cambios del tiempo, por los cambios de nuestra identidad per-
sonal y de las circunstancias. No es un producto de la memoria, de la intención, de la
voluntad, ni de la actividad de la razón o del intelecto, porque todo eso es el reflejo de
una mente condicionada por su pasado.
24
Toda búsqueda de algún tipo de verdad es una manifestación del humano bus-
cando su verdadero ser, buscando despertar del sueño de la identidad mental. El ver-
dadero ser no es un objeto de conocimiento que pueda ser aprendido, y el mismo sujeto
que intenta aprenderlo es parte de lo ilusorio. La palabra aprender significa “agarrar” o
“atrapar”, el aprender sucede siempre en lo simbólico, ya que el verdadero ser no puede
ser atrapado por lo simbólico. Creer que uno ha encontrado la verdad en tal o cual
creencia es un falso despertar dentro del mismo sueño, dentro de la auto hipnosis de la
mente egoica. El agua pura de un manantial puede convertirse en un delicioso té o en
agua de pantano, pero el agua que los contiene es la misma. El verdadero ser es el
agua pura de todo ser humano, es la esencia más allá de su contenido.
El ego ignora la verdad absoluta, por eso cree que “la verdad está afuera”.
Cuando la búsqueda de la verdad está orientada hacia afuera lleva a exploraciones de
todo tipo, a lugares inhóspitos, a viajes espaciales, al estudio de la materia, a escuelas
científicas, filosóficas, psicológicas, místicas, religiosas y espirituales, al progreso aca-
démico e intelectual. Todo eso representa un progreso de la mente en el tiempo y el
espacio, son distintas manifestaciones de la resistencia a ver lo que está presente aquí
y ahora, son el entretenimiento de la mente que no puede contemplar lo esencial. En
esa búsqueda abundan las teorías, se habla del origen del universo, de la naturaleza de
la realidad, de civilizaciones ancestrales o de otros planetas, del pasado y el futuro de
la humanidad. Cada día surge una nueva teoría, pero lo esencial está presente ahora,
dentro de uno mismo, y no es una teoría. El humano que no puede ver más allá de su
interpretación mental de la circunstancia pierde contacto con lo esencial, ignora la vida
misma, y se relaciona solo con sus teorías y creencias sobre la vida.
Pero cuando la búsqueda de la verdad está orientada hacia adentro, sin estar
anclada en conocimientos y creencias de ningún tipo, comienza lo que se conoce como
autoconocimiento. Se podría decir que la actitud de alguien que realmente se busca a
sí mismo es algo así como la de comenzar de cero, sin depender en absoluto de lo que
otros hayan dicho, hecho o creado. Así lo interno comienza a entrar en el campo de la
contemplación de manera pura, imparcial e impersonal, y de inmediato se vuelve evi-
dente que lo que nubla la mirada es el mismo movimiento del pensar y del sentir. El
autoconocimiento puede comenzar con interrogantes fundamentales, como ¿porque
soy como soy? ¿quién soy yo? ¿cuál es mi propósito? ¿cuál es el sentido de la vida? Y
esto no puede ser abordado por el pensamiento, porque el mismo pensar es una frac-
ción de lo que ingresa en el campo de la contemplación. El autoconocimiento no ocurre
en palabras, ponerlo en palabras es solo una manera de señalar un cambio de dirección
25
desde lo externo hacia lo interno. Y a medida que la búsqueda madura se hace evidente
que no faltan respuestas, sino que sobran preguntas.
26
ser es la luz divina, eterna e incondicionalmente presente en todos. El humano que des-
pierta del sueño de la identidad descubre la luz divina en sí mismo, descubre su verda-
dero ser, trasciende lo que cree ser y descubre lo que esencialmente es ahora.
CONCIENCIA Y CONSCIENCIA
29
CAPITULO 2
LA ENTIDAD ILUSORIA
EL EGO
Ego es una palabra cargada de distintos significados, algunos la usan para referirse a
una persona que está demasiado centrada en sus propios intereses, o a una persona
que necesita imponer su visión sobre los demás, o a una persona que de alguna manera
cree ser algo más que los demás. También se suele decir que una persona es egoísta
por no saber compartir, por querer acaparar todo para sí mismo. Todas esas definiciones
del ego son parciales y limitadas, el ego abarca mucho más que esas características, y
la persona es sólo el aspecto más superficial del ego. El significado original de la palabra
ego es simplemente “yo”, y ese “yo” o ego está formado por todo lo que la persona cree
ser. Es decir que el ego abarca todos los pensamientos, las creencias, las maneras de
percibir e interpretar la vida, las emociones y sentimientos, y la historia personal.
30
mismas palabras. La identificación con la manera de hablar, y con el lenguaje simbólico,
crea la ignorancia que hace pasar al ego totalmente desapercibido.
31
ha sido naturalizado en la sociedad desde hace milenios. Pero el humano tiene la habi-
lidad natural de contemplar conscientemente los laberintos de su propia mente condi-
cionada, y de esa manera ser libre de ella.
El ego personal es solo una sucursal temporal del ego colectivo, que atraviesa
generación tras generación. Solo hay un ego que toma infinitas formas, y no sólo toma
forma de persona, cuando las personas se agrupan se crea un ego compartido, sea
entre dos personas o entre millones. Así el ego también toma forma de relación, de
religión, de nacionalidad, de partido político, etc. El ego no se toma ni un instante de
descanso, está absolutamente comprometido a sostener la ilusión a cualquier costo,
trabaja las veinticuatro horas del día sin descanso ni vacaciones. Cuando el cuerpo
duerme el ego sigue activo en los sueños, y cuando el cuerpo despierta el ego ya ha
creado toda la experiencia de vida desde el pasado. La identificación con el ego parece
ser un paso evolutivo en el ser humano. Cuando el humano se asemejaba más a un
animal, sin lenguaje ni pensamiento estructurado en palabras, era libre de ego, y proba-
blemente vivía en armonía con la naturaleza. El desarrollo del pensar trajo aparejado la
era de la identificación con el ego, y desde ese entonces la evolución de la civilización
humana parece no tener límites. Pero la etapa de la identificación con el ego es una
etapa evolutiva que puede ser trascendida, sin que eso signifique perder la capacidad
de pensar y razonar. Solo de esa manera el ser humano es verdaderamente libre, mien-
tras no lo sea permanecerá aprisionado por la fragmentación de su propia mente egoica.
El ego es una entidad ilusoria, y la identificación del humano con esa entidad es la igno-
rancia, que lo lleva a creer ser algo sostenido por la imaginación. El despertar del sueño
de la identidad egoica es el despertar del humano en su ser esencial, esa es la comunión
del ser y el humano.
EL PENSAMIENTO
Estudios científicos evidencian que una persona experimenta unos cincuenta pensa-
mientos por minuto, eso se traduce a un aproximado de sesenta mil pensamientos por
día, de los cuales más del noventa por ciento son repetitivos, y más del ochenta por
ciento son “negativos”. Los pensamientos aparecen incesantemente uno tras otro, y de-
mandan atención constante. A veces una persona puede sentirse atormentada por su
propio pensar, sesenta mil pensamientos al día arman la “tormenta perfecta”, y el
32
pronóstico del ego señala clima de tormenta todos los días. Normalmente las personas
encuentran su sentido de identidad en su flujo de pensamiento, y esa es la razón por la
cual el pensamiento compulsivo se ha convertido en la principal adicción de la humani-
dad. La identificación con el pensamiento es la raíz de la inconsciencia humana. Los
niños aún no están condicionados por esa enorme cantidad de pensamientos. Podemos
ver en las reuniones familiares como los niños son inquietos a nivel físico, corren de acá
para allá, se mueven constantemente; mientras que los adultos parecen estar quietos
en su lugar, pero sus mentes están inquietas, corren de pensamiento en pensamiento,
se mueven constantemente dentro de su mente.
Cada adicción nace y muere en el mismo dolor, y el dolor que lleva a un ser
humano a la adicción con el pensamiento es un efecto de la ignorancia de su propia
esencia. Todas las demás adicciones son secundarias, la adicción al pensamiento com-
pulsivo es la adicción principal, ya que el ego encuentra ilusoriamente un sentido de
identidad personal a través del pensar. Esto no quiere decir que haya que dejar de pen-
sar, ni que haya que trascender el pensamiento, simplemente se trata de trascender la
identificación con el pensamiento. Cuando le preguntaban a Ramana Maharshi ¿cómo
puedo saber si estoy progresando en mi camino espiritual? Él respondía qué “el grado
de libertad que se tiene sobre los pensamientos no deseados y el grado de concentra-
ción en un solo pensamiento son las medidas para medir el progreso espiritual”. Esto no
implica necesariamente dejar de tener esos pensamientos no deseados, sino ser libre
de ellos, desidentificarse del pensar. Es decir, dejar de crear un sentido de identidad
ilusoria desde el movimiento del pensar. La caverna en la cual el humano inconsciente
está atrapado no es más que su propia mente condicionada, y esa prisión se sostiene
en la identificación con los pensamientos.
34
La “toxicidad” o “negatividad” que puede tener un pensamiento es atribuida por
el propio pensamiento, ya que todos los pensamientos son irreales y carecen de propie-
dades. ¿Pesa más el pensamiento de un kilogramo que el de una tonelada? el contenido
del pensamiento no pesa, no es ni bueno ni malo por naturaleza, lo que resulta “insalu-
bre, tóxico, o negativo” es la identificación con el pensamiento. Un pensamiento no ve,
no siente, no escucha, no tiene esencia, no tiene vida. El pensamiento sucede como un
proceso corporal más, sucede como la digestión y la circulación. No hay una persona
que esté circulando la sangre, digiriendo la comida, ni pensando los pensamientos. De-
cir “yo pienso” es una limitación lingüística, porque ese “yo” que piensa está siendo pen-
sado, ese “yo” es solo otro pensamiento más.
El pensamiento solo puede ser contemplado por lo que es cuando se lo deja fluir
libremente sin involucrarse de ninguna manera, sin juzgarlo en absoluto, sin cederle la
atención. Si un pensamiento acapara la atención ya hay identificación, ese pensamiento
no puede ser observado porque ha tomado control de la persona. La contemplación del
pensar debe ser pura, imparcial, impersonal, e incondicional. Si hay un juicio sobre lo
que se percibe, la identificación con la mente egoica persiste. El juicio puede ser muy
sutil, casi imperceptible, porque comienza en los primeros años de vida y queda abso-
lutamente naturalizado. Un ser humano identificado con su pensar ya vive desde el jui-
cio, esa persona tiene la sensación de que tiene razón, de que las cosas son como
piensa que son, y así su propio pensar y su propio juicio se vuelven imperceptibles.
35
involucraría sería otro pensamiento. La vida inconsciente se vive a través de los ince-
santes comentarios de la mente egoica, que habla sin parar a través del pensar. El ego
es la entidad imaginaria que constantemente está hablando al oído, generalmente desde
el juicio y la negatividad. Dice cosas como “desconfía de esto”, “ten miedo de aquello”,
“desea tal cosa”, “rechaza tal otra”, etc. El diálogo interno del ego toma muchas formas,
es un diálogo neurótico y alienante. El ego se habla a sí mismo en primera persona
diciendo “yo necesito esto o aquello” o “nosotros tenemos razón”, también se habla a sí
mismo en segunda persona diciendo “tenés que hacer tal cosa”, y otras veces se habla
a sí mismo en tercera persona diciendo “él tiene la culpa” o “ellos están equivocados”.
El pensar no puede contemplar al pensar. Comenzar a contemplar la voz del pensa-
miento marca el descubrimiento de una dimensión más profunda en uno mismo, de una
consciencia impersonal capaz de contemplar la conciencia personal. Cuando esto se
manifiesta en un ser humano, la inconsciencia de la vida cotidiana se vuelve evidente.
La contemplación consciente del pensar disuelve la inconsciencia, como si fuese un
hielo al sol.
Podemos creer que son nuestros propios pensamientos los que en ocasiones
nos torturan, sin advertir que la tortura es vivir identificados con el pensamiento. Mientras
cada pensamiento es tomado como verdad, la tortura continúa. La parte que es torturada
y la parte que tortura no están separadas, son la misma cosa, la misma mente egoica.
Solo el ego se puede sentir atormentado por sus propios pensamientos, hasta horrori-
zado, porque es simultáneamente la tormenta y quien la experimenta. El lamento siem-
pre es de la mente egoica, no del ser esencial. La mente crea la separación o dualidad
cuando se abstrae dentro del pensamiento “yo soy tal”. La separación imaginaria entre
pensador y pensamiento es la manera en la cual el pensamiento de “yo soy tal” no es
descubierto como ilusorio. Y de nada sirve pensar o decir en palabras “yo no soy mis
pensamientos”, porque la separación imaginaria entre el “yo” y el resto de los pensa-
mientos se sostiene.
El miedo que experimenta una persona ante la idea de dejar de pensar es tan
absurdo como el miedo de ir a dormir. Durante el descanso profundo, sin sueños ni
actividad del pensamiento, la consciencia reposa en sí misma, y todos aman un buen
descanso. Los upanishads, antiguas escrituras del hinduísmo, señalan algo referido a
esta cuestión. El Mandukya Upanishad, escrito en el siglo I o II d.C., habla sobre los
distintos estados de consciencia. El primero de ellos representa el estado de vigilia, en
donde hay actividad de pensamiento a través de los cinco sentidos, es decir del cuerpo
físico y del mundo. El segundo representa el estado de dormir con sueños, es decir con
36
actividad del pensar y a través de un cuerpo “sutil” en el mundo onírico. El tercero re-
presenta el estado de descanso profundo, en ausencia total de pensamiento, cuerpo y
mundo. En ese estado el ser descansa en sí mismo, libre de miedos y deseos, absolu-
tamente libre de todo. El estado meditativo señala a ese estado de silencio interior, y
poder saborearlo sin la necesidad de estar dormido es la esencia de la verdadera medi-
tación, la consciencia pura. Esas mismas escrituras señalan un cuarto estado, incluso
previo a la consciencia absoluta, incognoscible, impensable, inimaginable, e innombra-
ble.
Pedirle al ego que pare de pensar es como pedirle al cuerpo que pare de respirar,
y nadie jamás se ha suicidado conteniendo su respiración. El ego no puede subsistir sin
la identificación con los pensamientos, justamente porque existe ilusoriamente como
una forma de pensamiento, y aparenta ser real solo mientras el ser humano derive su
identidad desde el movimiento del pensar. Esa identificación con una entidad ilusoria no
puede existir cuando un ser humano está en presencia, la presencia inevitablemente
evidencia esa identificación como una especie de juego imaginario, inconsciente e invo-
luntario. En el instante en el cual un ser humano comienza a descubrir el espacio interior
que es previo al pensar, entra en su propio centro de rehabilitación para adictos al pen-
samiento compulsivo. Un ser humano que descubre la capacidad de contemplar su pen-
sar ha dado el paso más importante de su vida. Es un punto de inflexión que amplía la
visión, ya que no sólo lo externo es percibido, sino también lo interno. En ese instante
comienza el verdadero autoconocimiento, porque el velo que nubla la mirada interior
comienza a disolverse, junto con la aparente separación de lo interno y lo externo.
Así como desde la ignorancia uno cree ser sus pensamientos, también suele suceder
que uno crea ser las emociones y los sentimientos que experimenta. Cuando el pensar
y el movimiento del sentir no es contemplado conscientemente, uno se convierte imagi-
nariamente en eso que es experimentado; y el experimentador nunca está separado de
su experiencia, son dos caras de la misma moneda. Resulta importante diferenciar entre
emociones y sentimientos, verlos con la mayor claridad posible en uno mismo, y descu-
brir el espacio interior esencial en donde el sentir aparece y desaparece.
Las emociones son una forma de energía en movimiento, que disparan una reac-
ción a nivel físico, y ocurren en respuesta a algún estímulo. El estímulo puede ser ex-
terno, como una circunstancia de la vida, o interno, como un recuerdo o un sueño. La
palabra emoción significa “movimiento o impulso”, y este impulso tiene la capacidad de
38
alterar o modificar el estado de quien lo experimenta. Las reacciones basadas en emo-
ciones son instintivas, involuntarias y breves. Algunos ejemplos de emociones son el
miedo, la sorpresa, la ira, el asco, la anticipación, la decepción, etc. Las emociones son
breves porque dependen del estímulo, por ejemplo, la emoción que se tiene en una
montaña rusa existe durante la experiencia de estar en la montaña rusa, luego la emo-
ción se disuelve y sólo queda el recuerdo emocional de esa experiencia. Toda reacción
emocional está condicionada de principio a fin por la mente, la emoción no existiría sin
la interpretación mental y sin la memoria. Si no vemos al león a nuestras espaldas no
tendremos una reacción emocional, pero al percibirlo con nuestros sentidos surge la
emoción de miedo que impacta en el cuerpo. Solo un niño podría no reaccionar emocio-
nalmente ante un estímulo externo como el ejemplo del león, ya que no tiene un prece-
dente en forma de recuerdo emocional.
Se podría decir que ser muy emocional es sinónimo de ser muy mental, sólo que
una persona muy emocional tiene su atención más dirigida a las sensaciones corpóreas
que al ruido mental. Las mujeres están más conectadas al cuerpo que los hombres, su
cuerpo mismo es el puente entre lo no manifestado y lo manifestado. Esa capacidad
fértil y creadora las mantiene más cerca del cuerpo, y más cerca de la trascendencia de
la identificación con el pensamiento. Generalmente, los hombres están más conectados
a la mente, en dónde se crean las emociones, y las mujeres están más conectadas al
cuerpo, en donde impactan las emociones. En las discusiones entre hombres y mujeres
inconscientes parece no haber un punto de encuentro, como si hablaran idiomas distin-
tos. Generalmente, los hombres inconscientes quedan más atrapados en el ruido del
pensar, y las mujeres inconscientes quedan más atrapadas en el ruido del sentir. El
ruido es el mismo, solo que se lo percibe desde dos puntos de vista aparentemente
distintos. Un equilibrio entre las energías masculina y femenina se vuelve indispensable
en el camino del despertar espiritual.
Si vemos a alguien poseído por una emoción, podremos ver como esa emoción
busca multiplicarse, busca otras personas en donde existir. Una persona poseída por la
ira utilizará todo tipo de recursos para generar una reacción emocional en el otro, para
involucrar al otro en su juego inconsciente. Puede usar hostilidad, victimismo, manipu-
lación, aunque generalmente se utilizan insultos. El ego usa el lenguaje como arma,
como herramienta de manipulación, así el lenguaje se convierte en un vehículo de la
emoción y de la inconsciencia. Insultar a alguien es como ofrecerle un cuchillo, si la
persona insultada vive en lo simbólico inevitablemente tomará la palabra como lo real y
se clavará el cuchillo a sí misma; pero, si ese insulto es recibido por un ser humano que
está en comunión con lo esencial, la inconsciencia no podrá tocarlo en absoluto.
41
Las emociones son parte de la experiencia humana, esto no es un rechazo a las
emociones, simplemente es una manera de señalar el espacio interno en donde pueden
ser sentidas conscientemente. En ocasiones hay una contradicción entre los pensa-
mientos y las emociones, las emociones pueden llevarnos hacia una dirección y los
pensamientos hacia la dirección contraria. Cuando hay una contradicción entre la emo-
ción y el pensamiento, la emoción suele tener la razón, probablemente a esto se refiere
Albert Camus al decir que “los pensamientos nunca son honestos, las emociones sí”. Si
la persona iracunda que grita “¡no estoy enojado!” pudiese contemplarse a sí misma,
vería en un instante que el pensamiento que dice no estar enojado es mentira, su aten-
ción iría del pensamiento a la emoción. Y si pudiese sentir la emoción conscientemente
la ira se disolvería, su atención iría de la emoción a lo esencial, a su verdadero ser.
Estar en contacto con el cuerpo es estar en contacto con las emociones. El ham-
bre es una respuesta física del cuerpo, generalmente acompañada de una emoción,
muchas veces distorsionada por el pensar. Si escuchamos al cuerpo éste nos puede
decir si necesita alimento, si no escuchamos al cuerpo la mente puede crear hambre
psicológica a través del pensar, o puede privar al cuerpo de la nutrición necesaria de la
misma manera. Cuando la persona reacciona desde la emoción reacciona desde la in-
consciencia, la persona puede llegar a pensar que decidió conscientemente lo que hizo,
sólo porque no quiere ver que se convirtió en un efecto de la emoción y de la circuns-
tancia. Incluso personas “trabajadas”, sea por alguna práctica espiritual o por psicoaná-
lisis, pueden saber la teoría de memoria, pero aun así ser manejadas como títeres por
sus emociones.
Una vez que la emoción toma el control del cuerpo necesita crecer, en pocos
segundos crea pensamientos, esos pensamientos amplifican la emoción, y esa emoción
engrandecida vuelve a crear más pensamientos, es cómo un bucle de retroalimentación
entre ambos. Esto puede llevar al ser humano a todo tipo de reacciones inconscientes,
la historia de la humanidad parece estar escrita en base a reacciones inconscientes. Las
emociones no pueden ser vistas desde el pensamiento, pero pueden ser contempladas
desde la consciencia. Las emociones van y vienen, lo esencial no. La emoción es como
una entidad que necesita un huésped para manifestarse. Ese huésped es el ser hu-
mano, y cuando el ser humano ignora su esencia queda poseído por sus emociones. La
presencia es lo único que pone fin a esta situación, cualquier técnica o disciplina puede
tener resultados favorables, marcar una mejoría en la calidad de vida, pero no se puede
lograr una liberación real sin presencia. Cuando la emoción es contemplada desde la
presencia, es contemplada conscientemente desde el silencio interior.
42
Las emociones no son la realidad esencial, son algo que es experimentado. Es-
cucharlas puede llevar a la persona hacia el lugar interno en el cual realmente está, y
sacarla del lugar en el cual cree estar. El lugar interno en el cual uno cree estar es una
gran ilusión, ya que está sostenido por el pensar. Las emociones, aunque no son lo
esencial, pueden señalar hacia la salida de esa ilusión. Podemos tener un mapa que
señala el tesoro con una “X”, pero antes de usar ese mapa debemos saber en dónde
estamos parados, de otra manera no sabríamos hacia donde ir. Solo las emociones
pueden decirnos donde estamos realmente parados dentro del mapa, el ruido del pensar
siempre miente, y seguirlo sería como dar vueltas en círculo. Una vez que comenzamos
a contemplar nuestras emociones descubrimos que la gran “X” no está lejos, sino que
está justo debajo de nuestros pies. No debemos ir a ningún lado para descubrir el tesoro,
simplemente ir más profundo en nosotros mismos. A medida que esa profundidad crece,
comenzamos a cavar, a desenterrar el tesoro, y ese tesoro es nuestra misma esencia,
nuestra presencia incondicional previa a las emociones y a los sentimientos.
Por otro lado, los sentimientos son emociones que han quedado arraigadas en
interpretaciones y conclusiones del pasado. Los sentimientos están así anclados en el
pasado, y desde allí dan forma a la percepción de la vida y al estado de ánimo de la
persona. A diferencia de las emociones, que son fugaces, los sentimientos pueden durar
años, décadas, y si la identificación es muy fuerte pueden durar toda la vida. Algunos
ejemplos de sentimientos son la tristeza, la indignación, el entusiasmo, la esperanza, la
culpa, la frustración, la vergüenza, la vulnerabilidad, los celos, y la envidia. Todo el es-
tado sentimental de una persona se basa en conclusiones emocionales arraigadas en
la historia personal, porque los recuerdos están entrelazados con emociones del pa-
sado. La energía de esas emociones, al ser juzgada y rechazada, queda almacenada
en forma de sentimientos. Esa energía se almacena de manera no física en la psiquis
de la persona, y de manera física en el cuerpo de la persona. El estado sentimental de
una persona puede crear toda su experiencia de vida desde la inconsciencia. Jean-Jac-
ques Rousseau dijo: “Si la razón hace al hombre, el sentimiento lo conduce”. Vivir a la
merced de los sentimientos es vivir a la merced del condicionamiento mental acumulado
durante la experiencia de vida.
LAS CREENCIAS
Las creencias que tenemos no son propiamente nuestras, la mayoría de ellas son here-
dadas, y el resto son creadas por pura necesidad en base a nuestra limitada experiencia
de vida. Las creencias son moldeadas por los miedos y los deseos, son simbólicas, y
son tomadas como verdad solo cuando se cree en ellas. Las creencias se convierten en
la regla imaginaria con la cual se mide, se compara y se juzga la vida. Podemos tener
cualquier tipo de creencia o ideología, política, religiosa, espiritual, científica, etc., todas
44
ellas representan una verdad relativa, no una verdad absoluta. Todas las creencias es-
tán limitadas por el mismo movimiento del pensamiento, están fragmentadas y en con-
flicto porque se crean y sostienen a través del pensar.
Del miedo a la muerte nacen todas las creencias sobre lo divino, así a conve-
niencia cada persona fabrica su propio cielo imaginario y su caricatura de Dios. Cuando
una creencia nace del dolor, es solo una continuación del dolor. Una creencia es gene-
ralmente la forma conceptual de un dolor, o la forma conceptual de los miedos y deseos.
La herida fundamental es tomar lo simbólico por lo real, y el dolor de esa herida toma
forma de creencias. Las creencias son una manera de llenar ilusoriamente la ignorancia
del ego. Cuando una creencia ha sido tomada como verdad, una ilusión ocupa el lugar
de lo real. Es normal adoptar nuevas creencias para trascender viejas creencias, como
un clavo que saca otro clavo, pero mientras se sostienen creencias el humano perma-
nece clavado en su propio ego. Si adoptamos una creencia sobre Dios, esa misma
creencia es lo que obstaculiza el descubrimiento de la divinidad en uno mismo. No hay
creencia que pueda capturar lo no manifestado. La imagen mental que uno tiene de Dios
es una creencia simbólica, y la devoción a ese Dios es la devoción al propio ego. El ego
necesita creer en algo, dice “en algo hay que creer”, necesita fabricar una imagen mental
de sí mismo y creer en ella. Rumi dijo: “Tu tarea no es buscar el amor, sino simplemente
buscar y encontrar dentro de ti todas las barreras que has construido contra él”. Esas
“barreras” son las creencias, y ese amor buscado es la propia esencia, es eso que no
puede ser contenido en creencias o pensamientos.
Al no descubrir lo divino en uno mismo, la persona reza, pide, cree en algo, desa-
rrolla una fe hacia ello, y vive de la esperanza de que algún día eso que pide llegará. En
esa actitud se esconde la sumisión, y la decisión inconsciente de seguir resistiendo
desde la indignidad del ego. La esperanza es la otra cara de la frustración, la frustración
mira al pasado y la esperanza mira al futuro. Todas las creencias son creación del ego,
sin excepción. Dividen, separan y aíslan a los seres humanos, desde lo personal hasta
lo colectivo. Las creencias son como una droga, y esa droga ofrece un pseudo sentido
de identidad, de orientación o propósito. También sirven para ocultar la angustia, el dolor
y la inseguridad del ego. Las creencias no son necesarias, de la misma manera que no
se necesita creer en el sol para contemplarlo, no se necesitan creencias para contemplar
lo esencial. Las creencias son como vendas sobre los ojos, mientras más apego hay a
las creencias, más apretadas están las vendas.
45
Las creencias pueden ser visibles u ocultas, aunque las creencias ocultas con-
trolan la mayor parte de la experiencia de vida. Por ejemplo, si una madre le dice a su
hija que al crecer debe cuidarse de los hombres, que los hombres solo quieren sexo y
que son malvados por naturaleza, esa niña probablemente se convertirá en una mujer
con dificultades para formar un vínculo de amor real. Incluso podrá sentirse atraída hacia
ese tipo de hombres, ya que esa es la imagen mental que tiene de ellos, esa es su
creencia oculta. La lealtad al condicionamiento inconsciente es tan profunda que la per-
sona, sin darse cuenta, sale al mundo a comprobar que esa creencia oculta es verdad,
incluso cuando eso la lleve a experimentar una vida desde el sufrimiento y la indignidad.
Esa mujer puede creer que es merecedora y digna de amor, pero en un nivel más pro-
fundo cree que merece el tipo de relaciones que perpetúan la indignidad. Las creencias
ocultas se esconden detrás del pensamiento, y así se vuelven imperceptibles, escondi-
das a simple vista.
Las creencias impactan en la salud del ser humano, no solo la salud psicoemo-
cional sino también física. Las creencias generan expectativas positivas y negativas, y
esas expectativas parecen tener el poder de sanar o de enfermar el cuerpo. El efecto
placebo y el efecto nocebo son ejemplos de ello. Algunas personas pueden sanar de
una enfermedad al ser tratadas con un placebo, es decir con un supuesto medicamento
que en realidad es una sustancia inerte, como por ejemplo agua en forma de pastilla. Y
otras personas pueden enfermar y padecer síntomas, sólo por sus expectativas negati-
vas ante una determinada situación o enfermedad. El neurólogo alemán Magnus Heier,
autor del libro “Nocebo”, señala que “los pacientes de cáncer comienzan a sentir fuertes
náuseas cuando entran en las salas en las que serán tratados con quimioterapia porque
intuyen, a nivel inconsciente, que sentirán esas náuseas después”. Las expectativas son
un efecto de las creencias que uno toma como verdad, y esas expectativas escapan a
la voluntad personal porque operan desde el inconsciente.
Cuando el humano busca descubrir lo esencial, lo que realmente es, toda creen-
cia es una distracción de la mente egoica, una interferencia creada por el pensamiento
compulsivo. Por más que uno crea ser esto o aquello, lo que uno esencialmente es
escapa a toda creencia. La liberación de las creencias sucede naturalmente dentro de
uno, sin esfuerzos ni decisiones. Esa liberación no puede ser forzada desde afuera ni
desde adentro, no requiere esfuerzo alguno, ya que el esfuerzo sería sostenido por tal
o cual creencia. No hay un “cómo”, no hay pasos o disciplinas. Sucede desde el silencio
interior, en una dimensión de consciencia que existe más allá del pensamiento y de las
creencias. Un ser humano realmente libre es libre de toda creencia. Migrar desde las
creencias hacia lo real es migrar desde el ego hacia el verdadero ser, desde la persona
hacia la esencia, desde la ignorancia hacia la sabiduría.
LA EDUCACIÓN
Las escuelas convencionales son fábricas que producen personas en serie, con-
trolables, manipulables, predecibles, y dependientes. Sin la capacidad de tener un pen-
samiento crítico, ni mucho menos trascender la identificación con el pensamiento. Antes
de aprender a leer y escribir, y durante todo el proceso de educación, los niños pueden
aprender que el símbolo, es decir la palabra, no es lo esencial. Que las creencias tienen
fecha de vencimiento, son perecederas. Y que la libertad interior es el mayor tesoro del
ser humano. Pero eso no es enseñado en las escuelas, porque la única manera de
inspirar consciencia en un niño es siendo consciente uno mismo, no puede ser hecho
sólo con la palabra; y los seres humanos conscientes son aún muy escasos.
48
ofrecer. Esas personas sólo se preocupan por la humanidad de manera fragmentada,
porque su mente se ha fragmentado. Ven al mundo en aliados y enemigos, son funcio-
nales a una empresa, a un sistema económico, a una nación, a un ejército, a una reli-
gión, a la separación humana. Durante el proceso de educación escolar los niños van
desfilando como caballos que sólo pueden mirar hacia adelante, hacia el próximo pro-
blema. El mismo acto de comparar, de castigar y premiar a través de notas y evaluacio-
nes es una manera de alejar a los niños de su pureza y su inocencia, y al fomentar la
competencia se fomenta la separación y el conflicto entre personas. No hay tal cosa
como sana competencia, la competencia nace de la exigencia y de la oposición, de la
necesidad de separar entre quién es mejor y quién es peor, entre ganadores y perdedo-
res. Probablemente la necesidad de competir sea la inercia de una inconsciencia here-
dada del hombre de las cavernas, en donde se competía por quién se quedaba con tal
recurso natural para sobrevivir. La competencia se fomenta en los niños desde la edu-
cación, y así en la actualidad compite por todo, mejores notas, popularidad, reconoci-
miento, riquezas, premios, y obviamente recursos naturales.
Una de las características más destructivas del ego es la lealtad a una nación, y
esto es algo que generalmente es inculcado en los sistemas educativos. El nacionalismo
es una especie de virus que crea separación, conflicto, guerras, y sufrimiento innecesa-
rio. El nacionalismo es la creencia de que el país donde uno ha nacido es, por algún
motivo, mejor que los demás. Para que el nacionalismo se convierta en guerras sólo se
necesita un poco de tiempo. Los maestros enseñan a sus alumnos a respetar al propio
himno nacional, bajo el pretexto de que las personas de otros países no lo respetarán.
Así se enseña a no respetar a seres humanos de otras naciones, ese respeto está ba-
sado totalmente en la inconsciencia. Las naciones nacieron en un momento de extrema
violencia entre seres humanos, fueron creadas como un sistema de defensa contra
enemigos de otras tierras. Pero simultáneamente oprimen, dominan y someten a sus
propios ciudadanos. Cuando el nacionalismo se mezcla con la religión, el condiciona-
miento mental llega a niveles irrisorios, y nacen las oraciones por la patria. Rezar a favor
de una nación en guerra es rezar en contra de toda la humanidad.
51
búsqueda de la divinidad, pero ya no son tan relevantes como hace unos siglos. La idea
de Dios ha sido una de las mayores herramientas de separación y sumisión humana,
esa idea varía de lugar en lugar, de tiempo en tiempo, es así una idea irreal y perece-
dera, como todas las ideas. Toda idea que se tiene de Dios es una creación del pensa-
miento, todas las creencias religiosas y espirituales son del ego, porque es el ego el que
dice “yo soy católico”, “yo soy hinduista”, “yo soy budista”, “yo soy espiritual”, etc. Todo
lo que está luego del “yo soy” es una cara de la ilusión, es así como todos los caminos
espirituales y religiosos representan la devoción al ego.
Las cualidades de tal o cual Dios no nos dicen nada real acerca de Dios, pero
nos dicen mucho acerca de sus devotos. La humanidad ha creado a un Dios a su imagen
y semejanza, a su conveniencia. Por ejemplo, el Dios de la iglesia católica es represen-
tado por una figura masculina de larga barba viviendo en los cielos, recitando manda-
mientos a sus hijos humanos, y que castiga a quienes no los cumplan con una eternidad
en el infierno. Esa imagen de Dios está creada en base al ego humano, ese Dios celoso,
iracundo y castigador refleja características de la inconsciencia humana, no de la incon-
dicionalidad divina. Esa imagen de Dios surge en una época de reyes, por eso a Dios
se le decía “el rey de reyes” y su linaje se extendía sólo a su hijo Jesús, tal como los
reyes cedían el trono a sus hijos, pero a nadie más. Así el propio ego ha sido disfrazado
de divinidad y venerado por milenios, a través de la culpa y del sufrimiento.
Las personas suelen decir que “en la vida hay que ser alguien”, alguien impor-
tante y especial, alguien bien educado. Pero, si ese proceso educativo implica el olvido
de la propia esencia, el humano se convierte en una continuación del condicionamiento
acumulado por la inconsciencia colectiva. Un cambio real, profundo y trascendente sólo
es posible desde el individuo y no desde un sistema educativo, ocurre desde adentro y
no puede ser impuesto por algo externo. No hay nada que se pueda hacer para evitar
que un niño se identifique con el ego, sólo se puede apoyar, acompañar e inspirar desde
la presencia. Un sólo ser humano que está en comunión con lo esencial basta para
inspirar consciencia, no se necesita mucho tiempo, ni un discurso en particular, sólo un
instante de comunión real. A medida que más humanos despierten del sueño de la iden-
tidad, la sociedad cambiará naturalmente, desde lo individual hacia lo colectivo. Y la
educación será un espacio para el florecimiento de la consciencia humana, porque será
el reflejo de una nueva humanidad.
52
LA PERCEPCIÓN
Cada persona tiene su manera única de percibir la vida. Cuando hay un hecho y varias
personas que lo perciben, hay varias interpretaciones personales de la misma circuns-
tancia, varias interpretaciones subjetivas y limitadas. De la misma manera que una pe-
lícula puede estar inspirada en hechos reales, y mostrar solo una interpretación limitada
y distorsionada de la realidad, las percepciones personales pueden estar inspiradas en
hechos reales, pero son también una mera interpretación limitada y distorsionada de la
realidad. La percepción egoica siempre es desde el juicio, y todo lo que es percibido es
inconscientemente catalogado como algo que está bien o mal, que es correcto o inco-
rrecto, que es justo o injusto, etc.
53
lo esencial. Cuando la confianza en la vida es verdadera, cada situación es bienvenida,
como si uno la hubiese creado exactamente de la manera en la cual se está manifes-
tando. Pero cuando la vida es interpretada a través del juicio mental, a través de etique-
tar todo como bueno o malo, la vida se convierte en algo amenazante. La percepción
desde el juicio hace de la circunstancia un enemigo, el juez es el protagonista y la cir-
cunstancia es el antagonista.
“El comienzo del ego se describe en el Antiguo Testamento con la famosa histo-
ria de la manzana: Adán y Eva comieron del fruto del árbol del conocimiento, y
perdieron ese estado que se exterioriza en la Biblia y que llama el Paraíso; per-
dieron un estado más profundo de conexión. No creo que haya sido tan inme-
diato como se describe en la Biblia. Para mí, esa historia es el surgimiento de la
capacidad del pensar, de hacer juicios: esto es bueno, esto es malo. Y creo que
tomó un largo, largo tiempo de acumular pensamiento, hasta que la gente llegó
a un punto en que derivó todo su sentido de quienes son de la corriente de pen-
samiento, la entidad (de creación) mental, compuesta de recuerdos, condiciona-
mientos del pasado, y conceptos mentales. Este es el ego con el que la gente se
identifica”. Eckhart Tolle
54
de sus pensamientos, y en esa dualidad existe el juicio de la mente egoica. Identificarse
con el ego, es decir con el juicio, lleva al ser humano a desconectarse de su esencia, a
vivir en el infierno. Y no se trata de un infierno bíblico, sino del infierno de vivir constan-
temente atormentado por el juicio. El regreso del ser humano al paraíso es justamente
aquí y ahora, en conexión con lo esencial, en una vida libre de juicio, libre de la identifi-
cación con el ego y con la persona que uno cree ser.
Es imposible saber qué es bueno y que es malo, medir todas las posibles con-
secuencias de un evento es una actividad mental neurótica. Para quienes están identi-
ficados con su manera de percibir se vuelve imposible ver lo que es por lo que es, solo
pueden ver una interpretación que ofrece eventos afortunados o catastróficos. Esto es
porque la percepción del ego no ocurre en el momento presente, su percepción ya ocu-
rrió en el pasado, en los momentos en los cuales se sacaron conclusiones y se adopta-
ron creencias sobre la vida. Es decir que cuando el ego percibe una circunstancia, la
percibe desde unas décadas atrás, y lo que se percibe es la propia mente egoica, la
circunstancia es solo un espejo.
55
de miles de años, cuando el humano vivía en la naturaleza y aún no tenía las caracte-
rísticas del humano actual, la percepción era una herramienta de supervivencia. Una
sombra sospechosa o un ruido podía ser un animal salvaje a punto de atacar, o simple-
mente el ruido de una rama que se calló de un árbol. Pero, si eso era percibido como
algo irrelevante y realmente era un animal salvaje existía el riesgo inmediato de perder
la vida, por eso todo era percibido desde el peligro inminente, incluso cuando no lo era.
Esos mecanismos de percepción selectiva, y en modo supervivencia, aún permanecen
activos en el ser humano contemporáneo. Es decir que, esas características que se
asemejan a las de un animal salvaje aún están vivas y latentes en el ser humano in-
consciente. Y los peligros del ser humano contemporáneo ya no son creados por ani-
males salvajes, sino por seres humanos inconscientes.
EL TIEMPO MENTAL
En algún punto de la historia humana se creó una especie de regla imaginaria para
medir la naturaleza cambiante de la existencia, esa regla la llamamos tiempo. En rela-
ción al movimiento de la tierra, el sol, y la luna, se dividió a esa regla de tiempo en años,
meses, días, horas, segundos, etc. Ese concepto de tiempo, que necesita del calendario
y del reloj, es solo una unidad de medida arbitraria. Mas allá de esa unidad de medida
el tiempo es algo eterno, así como el espacio es algo infinito. La mente racional es in-
capaz de conocer la eternidad y la infinitud, lo hace sólo a través de una idea o concepto,
es decir que lo hace de manera imaginaria. Claro que sería absurdo no ver que todo
está en constante transformación, que las circunstancias cambian, vienen una tras otra,
y ese movimiento constante es el tiempo de la naturaleza misma.
Cuando vamos al cine y vemos una película, sabemos que la película es solo un
juego de luces proyectadas sobre una pantalla; sin embargo, no podemos evitar percibir
57
una sensación de movimiento que aparenta ser real. Al reproducir veinticuatro fotogra-
fías una tras otra en un segundo sobre una pantalla, el espectador experimenta la sen-
sación de movimiento, así la película aparenta ser real solo por el engaño de los senti-
dos. Algo similar sucede dentro de la mente humana, al percibir cincuenta pensamientos
por minuto uno tras otro la persona experimenta la sensación de tiempo. Ese tiempo es
el tiempo de la mente egoica, y si ese tiempo fuese representado por un reloj de arena
cada grano de arena sería un pensamiento. El tiempo mental es experimentado de la
misma manera que la película es experimentada, la película necesita del engaño de
nuestros sentidos, y el tiempo mental necesita del engaño de nuestros pensamientos.
En cierto sentido el movimiento de la película aparenta ser real, así como el movimiento
del tiempo aparenta ser real; pero, si contemplamos ese movimiento más de cerca, se
evidencia como ilusorio. El ego vive en el tiempo mental, ego y tiempo mental son dos
caras de la misma ilusión. Dentro de ese tiempo se van creando sentimientos, creencias,
una forma de ser, una manera de pensar, de hablar, de percibir, y de ello emerge la
identidad imaginaria con la que el humano se identifica.
El pasado y el futuro existen dentro del tiempo mental. El pasado toma forma de
recuerdos, y el futuro toma forma de expectativas. Pero el pasado y el futuro son una
forma de imaginación experimentada inevitablemente en el momento presente. Para el
ego, el momento presente es algo inexistente, a lo sumo es un instante imperceptible
en donde el futuro se convierte en pasado. Albert Einstein señala que “El tiempo y el
espacio son modos por los que pensamos, y no condiciones en las que vivimos”. De
acuerdo con la teoría de la relatividad el espacio y el tiempo no están separados, así el
espacio-tiempo es una especie de representación geométrica del universo; es decir, una
manera de pensar sobre el universo. Entonces, ¿en qué manera pensamos sobre el
tiempo? Los jóvenes tienen pocos ayeres y muchísimos mañanas, todo pasa por lo que
será, y los ancianos tienen pocos mañanas y muchísimos ayeres, todo pasa por lo que
fue. Así los jóvenes hablan más sobre lo que harán, y los ancianos hablan más sobre lo
que hicieron. Generalmente los jóvenes encuentran su sentido de identidad en sus pla-
nes sobre el futuro, y los ancianos encuentran su sentido de identidad en las anécdotas
del pasado. En ambos casos el sentido de la identidad está sostenido por la imaginación.
No se necesita llegar a la muerte del cuerpo físico para que el tiempo mental sea
trascendido, el silencio interior disuelve la ilusión del remolino en un instante de contem-
plación real. El ego siempre intentará evitar la quietud interior a toda costa, lo hace mo-
viendo el pensamiento incesantemente, así mantiene el remolino girando. Esto no es
algo que la persona pueda trascender, la persona puede creer que dejó el pasado atrás,
pero el pasado no dejó a la persona atrás, porque la persona ES el pasado. Cuando el
ser humano trasciende la identificación con la identidad ilusoria creada por el movi-
miento del pensar, es decir con el ego y con la persona que cree ser, el remolino se
disuelve. El ego y el tiempo mental se evidencian como ilusorios en el momento pre-
sente. El miedo a la muerte es el miedo al fin del tiempo mental, a quedarse sin tiempo.
Y la búsqueda de la inmortalidad siempre es del ego.
59
cuerpo, o incluso su cabeza decapitada, a la espera de un futuro en donde la ciencia
pueda prolongar la vida. Otras personas buscan trasladar su conciencia personal a al-
gún tipo de computadora, y trascender la muerte del cuerpo físico. Hacen todo lo posible
con tal de comprar un poco más de tiempo, de seguir siendo lo que creen ser, de sos-
tener su punto de vista subjetivo y su historia personal. El ser humano que descubre el
momento presente ya no teme a la muerte, no teme quedarse sin tiempo, porque des-
cubre su esencia intangible y atemporal. Desde la presencia no solo se pierde el miedo
a la muerte, también se pierde el miedo a la vida. Se descubre una apreciación incon-
mensurable por la vida en todas sus expresiones, tal como se está manifestando ahora.
EL MOMENTO PRESENTE
Comúnmente se cree que nos estamos moviendo a través del tiempo, una ma-
nera alternativa de contemplar la misma cuestión sería que el tiempo se mueve a través
de uno. Uno está inevitablemente siempre presente, y lo que se experimenta son los
cambios de la naturaleza y de la mente. La frase dice que “el tiempo todo lo cura” pero,
¿qué es lo que cura? El concepto de tiempo es creado por la mente egoica para sostener
la ilusión de una identidad basada en el pasado y en el futuro. Lo que realmente “cura”
es el descubrimiento de la ilusoriedad del tiempo mental, y esa “cura” es la liberación
del ser humano. Mientras la esperanza de un cambio fundamental se ponga en el
tiempo, la libertad no será descubierta ahora, ya que ese ahora siempre será un des-
pués, ese ahora nunca será ahora. Rumi dijo: “El pasado y el futuro ocultan a Dios de
nuestra mirada; quémalos con fuego”. El fuego que quema la ilusión del tiempo es la
60
presencia, y el Dios que se vuelve evidente es nuestra consciencia esencial, nuestro
verdadero ser.
Podemos mirar el segundero del reloj dar vueltas y vueltas, creando la sensación
de tiempo segundo tras segundo. O, podemos darnos cuenta que el segundero está
siempre señalando a este mismo instante, y que lo que gira no es el segundero, sino el
mundo y sus circunstancias. En lo circunstancial, hoy es el mañana de ayer y el ayer de
mañana; pero en lo esencial, hoy es hoy y siempre es hoy. Esta realidad siempre cam-
biante es la manifestación de algo intangible e inconmensurable. El momento presente
no tiene una forma determinada, es lo no manifestado en donde se manifiestan todas
las circunstancias y todos los tiempos. Buscar el sentido de identidad en el tiempo men-
tal, en lo que uno hizo o va a hacer, es como decir que un ser humano está vivo porque
tenía pulso en el pasado, o porque tendrá pulso en el futuro. De la misma manera que
un ser humano sólo está vivo si tiene pulso ahora, un ser humano sólo está presente si
es consciente del ahora.
La búsqueda de plenitud parece ser el propósito de todo ser humano, sea cons-
ciente de ello o no. Pero la mente egoica siempre tiene otras prioridades, hacer tal cosa,
conseguir tal otra, y continuar con la historia del tiempo. No se necesita creer en el ahora
para descubrirlo, no es una creencia que deba ser adoptada, es justamente la liberación
de todas las creencias, que inevitablemente son creadas por el pensamiento. Lo único
que necesita de creyentes son las creencias, no lo esencial. Toda creencia es una ma-
nera de rechazar lo que es ahora, es una manera de escaparse en el tiempo de la mente.
Vivir a través de un sistema de creencias es algo obsoleto en el momento presente, es
algo que formará parte del museo evolutivo del ser humano. La búsqueda de plenitud
es la búsqueda de la presencia, y para que eso se manifieste nada es necesario.
61
¿Queda algún pensamiento por tener? ¿alguna emoción o sentimiento por sentir? ¿algo
por creer? ¿por hacer? ¿por decir? ¿algún estado a obtener? ¿qué debería cambiar?
Las respuestas a esas preguntas se vuelven irrelevantes en el momento presente.
Cuando comemos, la comida que está por ser ingerida no es considerada parte
de uno, luego ingresa a nuestro cuerpo y nutre nuestro organismo, se convierte en el
sustento vital y en parte de nuestro cuerpo. El cuerpo es naturalmente inteligente y de-
feca el residuo, pero la mente egoica no tiene esa inteligencia natural, esa es una mente
constipada desde hace décadas, repleta de creencias y emociones reprimidas. Sea cual
sea la circunstancia que está manifestándose en el momento presente una cosa es se-
gura, es una invitación al descubrimiento de lo esencial. El presente es ignorado porque
la mente lo ve como un medio para un fin, y el fin siempre existe en el futuro. El tiempo
que la mente necesita para descubrir lo esencial es el tiempo que dura la identificación
con la mente egoica, más allá de ese tiempo sólo existe este momento.
Si la mente egoica fuese un auto, solo tendría dos marchas, “P” y “F”, pasado y
futuro. Sus destinos parecen ser el pasado imperfecto y el futuro esperanzador, o el
pasado perfecto y el futuro problemático. Si existe una especie de máquina del tiempo,
es la mente egoica, constantemente viajando al pasado y al futuro dentro de su imagi-
nación. Afortunadamente, no se necesita de una máquina del tiempo para viajar al mo-
mento presente, sería absurdo querer viajar a donde uno ya está. El espacio entre pen-
samiento y pensamiento es el espacio entre las marchas de la mente, casi siempre
ignorado y sin embargo siempre disponible. Descubrir el momento presente es inevita-
ble, creer que es imposible es tomar un pensamiento como real para comprar un poco
más de tiempo. Un niño pequeño no concibe algo que no sea ahora, aún no vive en el
tiempo de la mente. Podemos decirle que dentro de quince minutos sucederá tal cosa,
y él preguntará “¿qué es quince minutos?”, como diciendo “¿qué tan lejos de ahora es
ese ahora?”.
62
cosa que hacer, siempre hay una carrera contra el reloj dentro del tiempo mental. En
esa carrera constante, el presente es olvidado por completo, corriendo de circunstancia
en circunstancia sin ver el trasfondo real en donde todo está sucediendo. Todas las
circunstancias, por distintas que sean, tienen algo en común, suceden en el momento
presente, emergen de él y en él se desvanecen.
Sin contemplación del ahora el humano queda a la merced de sus miedos y de-
seos. Por ejemplo, uno puede sentir miedo y resistencia al acercarse a una situación
percibida como desagradable, como si la vida nos tuviese atados y tirara de la correa
arrastrándonos hacia ello. O, uno puede sentir deseo y anticipación al acercarse a una
situación percibida como agradable, como si fuese uno quien tira de la correa atrayendo
la situación. La situación finalmente llega, si es experimentada como desagradable el
tiempo parece estirarse, si es experimentada como agradable el tiempo parece acor-
tarse. Ese tiempo es el tiempo mental del ego, y se distorsiona tanto como la mente que
lo experimenta. El ego necesita “pasar el tiempo”, el ser nos invita a trascender el paso
del tiempo. El verdadero entusiasmo proviene del momento presente, en donde la ins-
piración divina ocurre. La misma palabra entusiasmo significa estar en “theos”, estar en
Dios, estar en el momento presente.
63
Ser verdaderamente consciente del ahora, del momento presente, significa vivir
en comunión con la vida, con lo que es. El alivio de la presencia es el alivio de abandonar
el forcejeo interno que se tiene con la vida, ese forcejeo con la vida implica una sensa-
ción de estar separados de la vida misma. Desde esa separación nace el miedo, la
desconfianza, la necesidad de controlar, los deseos, el esfuerzo, etc. Es como estar en
una pulseada con la vida, una pulseada que arrancó antes de que tengamos memoria.
Ese alivio no puede ser recordado por la memoria, no es un efecto del esfuerzo ni es
alcanzable por los deseos. El esfuerzo por estar presentes es la otra cara de la separa-
ción imaginaria entre la mente egoica y el ahora.
Para la mente egoica siempre parece haber algún impedimento que nubla el
descubrimiento de la esencia atemporal, del momento presente. Esos impedimentos
son la excusa del ego para autoperpetuarse, para sostener la ilusión como real. Pero no
existe circunstancia alguna que sea capaz de obnubilar al momento presente, sólo la
percepción mental puede ser obnubilada por la circunstancia. No hay algo que pueda
haber sucedido o no sucedido en el pasado, para que un ser humano no esté presente
ahora. No hay algo que pueda suceder o no suceder en el futuro, para que un ser hu-
mano no esté presente ahora. Y no hay algo que pueda estar sucediendo o no estar
sucediendo ahora, para que un ser humano no esté presente ahora. La presencia ya es,
no es algo que deba ser creado por la persona, es justamente la presencia incondicional
e impersonal previa a la identificación con la persona que uno cree ser.
64
CAPITULO 3
EL TEATRO DE LA INCONSCIENCIA
El hecho de no ser consciente de la propia neurosis no hace que ella pase desa-
percibida para los demás. De la misma manera en la cual un niño puede creer ser invi-
sible porque se tapa sus propios ojos, una persona puede creer que su neurosis no es
vista solo porque cree no ser neurótica. La sociedad está sumergida en una neurosis
colectiva, y eso es el reflejo de la neurosis que anida a nivel personal. Los medios de
comunicación, el cine y los programas de televisión, las redes sociales, todo ello es
reflejo de la neurosis y de la inconsciencia humana, es el alimento energético del ego.
Las personas arman su identidad en base a lo que asimilan de su entorno, y así la
cultura, que es un efecto, se convierte en una causa, en una herramienta para crear
más neurosis.
Puede ser fácil ver la neurosis en otras personas, el juicio es la especialidad del
ego, pero verla en uno mismo parece ser mucho más difícil. No porque sea difícil, sino
porque ver la propia neurosis implica ver que hay debajo de ella, implica ver lo que ha
sido ignorado, y sentir lo que ha sido rechazado durante décadas. Contemplar el propio
juicio que uno le impone a la existencia puede ser muy desagradable; ya que por un
lado implica ver esa parte de uno que estaba oculta, y por otro lado implica ver que el
juez interior no perdona a nadie. Es tan implacable y despiadado con desconocidos
como con los seres más queridos, incluso con uno mismo. Cuando el juicio está dirigido
a lo externo, se justifica la postura propia y se condena la postura del otro, o se justifica
la postura del otro y se condena la postura propia. Pero cuando el juicio está dirigido
66
enteramente hacia uno mismo, la mente se fragmenta, un fragmento es justificado y otro
es condenado, esa es la neurosis del ego. En el momento en que el propio juicio co-
mienza a ser percibido, la persona puede juzgar incluso su propio juicio. Lo puede justi-
ficar diciendo “y claro, si yo tengo razón, las cosas son así como las veo yo”, y simultá-
neamente lo puede condenar diciendo “¿cómo puede ser que yo esté pensando esto?”.
Es algo así como apilar un juicio sobre otro juicio, un bucle mental sostenido por la
misma neurosis.
Si pudiéramos ver con absoluta claridad todos los miedos y deseos que dirigen la vida
de una persona, tendríamos el mapa de su destino. No de un destino místico, sino del
destino escrito por su propio condicionamiento mental. ¿Cuáles son los miedos más
comunes de las personas? El miedo a morir, al dolor físico o emocional, a las enferme-
dades, a la inseguridad, a la vejez, a no tener el control, a la soledad, a perder seres
queridos, a perder bienes materiales, al fracaso, a exponerse en público, a la opinión
ajena, etc. ¿Y cuáles son los deseos más comunes de las personas? El deseo de felici-
dad, de ser aceptados, de cariño y amor, de belleza y salud, de satisfacción sexual, de
reconocimiento profesional, de abundancia económica, de libertad, de independencia,
de poder, de autoridad, etc. El miedo y el deseo aparentan ser dos cosas absolutamente
opuestas, dos movimientos distintos, pero son partes del mismo movimiento mental. Se
67
podría decir que son socios, cómplices, que se complementan, que saben todo sobre el
otro, y que trabajan codo a codo desde la inconsciencia.
El miedo que más atormenta al ser humano no es un miedo real, sino psicológico.
Una vez que experimentamos algún tipo de dolor emocional, desarrollamos un miedo
psicológico hacia esa experiencia. El miedo psicológico necesita de la memoria y de la
especulación, porque toma el recuerdo emocional del pasado y lo proyecta al futuro. Por
ejemplo, si somos asaltados podemos experimentar miedo, ese miedo es real, está ba-
sado en la interpretación de la circunstancia. Pero si un tiempo después pasamos por el
mismo lugar del asalto y sentimos miedo, ese miedo es psicológico, no es real, está
basado en el recuerdo emocional de la circunstancia, y en la especulación de que podría
volver a ocurrir. Cuando el miedo psicológico toma control de la experiencia de vida, la
persona vive en un constante estado de miedo que se vuelve naturalizado, y así puede
incluso pasar desapercibido para esa misma persona. Generalmente las personas más
violentas están absolutamente poseídas por el miedo y ni siquiera lo notan, ya que ese
miedo reprimido se convierte en ira.
68
experimentada al satisfacer un deseo proviene de nuestro interior, para la mente eso
proviene del objeto de deseo, por eso desea más y más.
Se podría decir que el único deseo espiritual es el deseo de libertad, pero incluso
ese deseo puede ser descartado por completo, ya que es una manifestación del aprisio-
namiento del ego. Quien desea ser libre cree estar aprisionado, y la identificación con la
mente egoica es una prisión imaginaria. La persona puede ir de acá para allá, puede
hacer mil cosas para ser libre, pero la libertad siempre está donde uno está, y no se
necesita ir a ningún lado ni hacer algo para descubrirla. Todo lo que la persona hace
para descubrir su libertad esencial es una manera de sostener la prisión de la mente
egoica, ya que esas acciones nacen del “yo” que se siente aprisionado, y sus mismas
acciones sostienen la identificación con ese “yo” ilusorio.
Los miedos y los deseos son como las vías del tren, el tren es el ego, y el camino
de las vías recorre todas las estaciones de la inconsciencia. Es imposible analizar los
miedos y deseos uno a uno, eso es una exigencia neurótica destinada al fracaso. El ego
cambia constantemente, se adapta, se defiende, no quiere ser descubierto. En cambio,
podemos ver todo su movimiento en un instante, contemplar los pensamientos que
crean, y sentir el espacio desde donde emergen las emociones. Esto ocurre natural-
mente cuando uno está anclado en su verdadero ser, cuando los miedos y los deseos
dejan de ser el centro de atención. El miedo primordial es el miedo a desaparecer, a
dejar de existir, todos los otros miedos son secundarios. El deseo primordial es el deseo
de plenitud, de unidad, todos los otros deseos son secundarios. Al contemplar el movi-
miento de los miedos y los deseos en uno mismo, sin involucrarse con ellos, sin juzga-
mientos, sin argumentar a favor o en contra de ellos, la liberación del ser humano tiene
espacio para florecer. La esencia de nuestro verdadero ser no puede ser alcanzada por
los miedos y los deseos de la mente egoica, descubrir ese espacio interior, inmaculado
e incondicional, es el espacio de florecimiento del ser humano.
LA QUEJA
La circunstancia puede ser, por ejemplo, sacar número para hacer algún trámite,
esperar durante un tiempo, y que por error no llamen nuestro número y se salteen al
siguiente. Esa circunstancia puede ser vista por lo que es, una simple equivocación sin
intención maliciosa, que puede ser señalada sin necesidad de crear conflicto ni de reac-
cionar emocionalmente. O puede ser interpretada como un ataque hacia el “yo” sepa-
rado, y reaccionar con enojo e indignación. Esas emociones no son creadas por una
circunstancia en particular, están ocultas y latentes. Las emociones son las que inter-
pretan las circunstancias desde el pasado, y aprovechan la oportunidad para tomar con-
trol de la persona y hacer un escándalo, juzgar, descargar quejas, etc. El ego siempre
va a optar por un curso de acción que le permita seguir existiendo desde su manera de
interpretar la vida, cuando conviene dice “ver para creer”, y cuando conviene dice “no
creas en todo lo que ves”, así se vuelve ciego a lo que es ahora.
El ego posee en su interior un gran libro de quejas, almacena cada detalle sin
importar que haya sido algo que sucedió ayer o algo que sucedió hace décadas. La
queja puede ser sobre la pareja, sobre los padres o hijos, sobre los políticos, sobre lo
que hacen los demás, sobre uno mismo, etc. La queja puede ser por lo que pasó o por
lo que no pasó, por lo que es o por lo que no es, por lo que sucederá o no sucederá; es
indistinto, la queja siempre emerge del mismo lugar. Toda forma de queja implica un
juicio que separa a uno de la vida, e implica un rechazo a la vida. La queja nace de la
carga emocional no resuelta, que es incorporada a la identidad egoica. La manera en la
cual se transitan las emociones puede evidenciar la edad emocional de una persona, el
cuerpo puede llegar a la ancianidad, pero la edad emocional puede haber quedado con-
gelada en la infancia. Un niño puede experimentar frustración y hacer un escándalo por
un juguete, de la misma manera un adulto puede hacer lo mismo porque la cola en el
supermercado es muy larga, o porque su equipo deportivo perdió en un juego. La parte
de una persona que necesita descargar su queja es la parte herida, es la parte que aún
70
vive imaginariamente en el pasado. La queja es indirecta, la reacción emocional nunca
es por la razón que uno piensa, y las personas en las cuales se depositan las quejas se
convierten en un tacho de basura emocional. Toda descarga emocional es una pequeña
catarsis, y si ese mecanismo inconsciente no es contemplado es solo cuestión de tiempo
para que vuelva a ocurrir.
EL AUTOCASTIGO
La culpa no trabaja sola, no puede haber culpabilidad sin un juicio, y donde hay
un culpable y un juicio hay inevitablemente un castigo. Cómo todo esto sucede a nivel
interno, la culpa y el juicio están dirigidos hacia uno mismo, y el castigo toma forma de
autocastigo. Para el ego todos son culpables hasta que se demuestre lo contrario, prin-
cipalmente uno mismo, porque su propia naturaleza ilusoria emerge de la culpa. No es
una culpa por haber hecho tal o cual cosa, sino que es la culpa que emerge de la igno-
rancia. No hay palabras para describir la sensación que experimenta el humano cuando
comienza a ignorar su verdadera esencia, su inocencia. Esto sucede en los primeros
años de vida, con lo cual probablemente no tengamos recuerdo de ello. De esa
72
ignorancia primordial emerge la culpa, todas las otras manifestaciones de culpa son
secundarias, y derivan de esa primera culpa. Es la culpa de ignorar lo real, del olvido de
nuestro verdadero ser. Este olvido no ocurre desde la mente, la mente egoica es pro-
ducto de ese olvido, por lo tanto, no puede ser recordado a través del pensamiento
racional ni de la memoria.
La persona puede hacer de todo para sentirse mejor, sin darse cuenta de que
los méritos que se atribuye son la otra cara de la culpa que siente. Nadie puede
73
declararnos inocentes, y tampoco podemos auto declararnos inocentes por el simple
hecho de decir o pensar las palabras "soy inocente". Muchas personas creen ser inocen-
tes, sin ver que están causando sufrimiento innecesario en ellas mismas y en quienes
las rodean; incluso personas que pueden aparentar ser amorosas o afectivas. Ser amo-
roso y afectivo no significa necesariamente que se esté libre de condicionamiento in-
consciente, la persona puede abrazar y besar a todo el mundo y sin embargo vivir en la
indignidad del ego. El ego utiliza las demostraciones de afecto para compensar el dolor
causado a uno mismo y a los demás, alternando entre máscaras de afectividad y hosti-
lidad. La afectividad es usada por el ego como si fuese un caballo de troya, para entablar
una relación, y una vez que ingresa muestra su otra cara y descarga su hostilidad repri-
mida.
Mientras uno toma como reales a las actuaciones que interpretan otros seres
humanos, es decir a sus personas, nuestra propia actuación y persona es también to-
mada como real. Desde esa confusión, toda posibilidad de tener una verdadera comu-
nicación se esfuma, sólo queda disponible el mismo diálogo superficial, preestablecido
y automático. Cuando uno comienza a desidentificarse de su persona, ya no hay posi-
bilidad de tomar como real a las actuaciones propias ni las de los demás, porque una
dimensión más profunda se revela a sí misma. Esa dimensión es el espacio común que
no hace distinciones entre uno y los demás, es el espacio de comunión entre seres
humanos. Desde esa profunda libertad en uno mismo, se puede ver la misma esencia
en todo ser humano, en todo ser vivo, y en todo lo que existe. Es como perforar a través
de la ilusión, ver más allá de la actuación del teatro de la normalidad.
La sociedad egoica es un gran intercambio, todos venden una persona que los
demás compran como real, y así todos sostienen la ilusión colectiva, la obra de teatro
de la inconsciencia. Un ser humano que despierta del sueño de la identidad personal es
una invitación al despertar colectivo, es como un actor que en plena escena se da cuenta
76
que la obra ya lleva demasiado tiempo en cartelera. Ni siquiera se puede recordar
cuando empezó la obra, porque ya estaba en marcha desde antes de nacer, está suce-
diendo desde hace generaciones. El ser humano que despierta del sueño de ser tal
persona ya no se confunde a sí mismo con un guion escrito por la inconsciencia colec-
tiva, se vuelve libre de ese guion, que antes permanecía oculto.
Desde esa profunda libertad, nace una invitación hacia el resto de la humanidad,
una invitación a estar presentes. Si otro ser humano acepta esta invitación, que brota
naturalmente desde el silencio interior, puede experimentar una especie de alivio, in-
cluso aunque no lo entienda ni pueda expresarlo en palabras. Ese alivio implica una
liviandad, implica soltar el esfuerzo de sostener una identidad ilusoria como real. Es algo
así como cuando el director de la obra dice “¡corten!”, y los actores finalmente se relajan,
dejan de actuar y vuelven a ser ellos mismos. El alivio es el de poder dejar el disfraz que
llamamos persona, es el alivio de vivir en libertad y simplemente ser. La invitación a la
presencia no necesita palabras, emana desde una mirada pura e incondicional, que por
un lado dice “yo no soy lo que crees que soy”, y simultáneamente dice “usted no es lo
que cree ser”.
EL GUION OCULTO
Los actores, que vemos en películas o en el teatro, aprenden sus papeles identificán-
dose temporalmente con el personaje que interpretan. Utilizan técnicas emocionales,
memorizan diálogos, crean una especie de identidad descartable y hasta improvisan,
actuando de la manera en la que el personaje actuaría en una determinada situación.
Los ensayos van perfeccionando la interpretación de esa identidad artificial, y la repeti-
ción lleva al actor a la maestría de su arte. El buen actor tiene a la audiencia en la palma
de su mano, llorando, riendo, involucrada emocionalmente en una historia de ficción.
Hay actores que interpretan un mismo personaje durante años o décadas, en obras de
teatro que están en cartelera durante mucho tiempo, en series de televisión, o en fran-
quicias cinematográficas. En ocasiones, el actor es tan perfecto para interpretar el per-
sonaje que se dice que ha nacido para interpretar ese rol. De una manera similar, cada
ser humano parece haber nacido para interpretar a la persona que cree ser. Después
de todo, nadie más en el mundo ha ensayado tanto para ese papel. El ensayo comenzó
77
desde el nacimiento, aprendiendo sin darse cuenta el guion oculto desde el cual actuará
inconscientemente durante su vida.
El guion oculto necesita ser actuado, necesita de un actor, y el ser humano in-
consciente se convierte en una especie de huésped para esa identidad mental, que es
tan ilusoria como cualquier personaje de ficción. Esto no puede ser detectado desde el
pensamiento, porque la misma mente condicionada es parte del guion oculto. Querer
trascender el guion a través del pensar es algo así como buscar la salida del guion
dentro del guion. Cada decisión, intención y acción que la persona realiza para liberarse
crea un nuevo acto dentro de la misma obra, perpetuando la identificación con el guion
y con la persona que uno cree ser. La persona no puede hacer nada para liberar al ser
humano, pero el ser humano puede ser libre de la persona que cree ser.
Un mantra es una frase que se repite muchas veces por un largo período de
tiempo, con el objetivo de alcanzar algún estado de consciencia. Se utiliza como herra-
mienta en ámbitos espirituales desde hace milenios. Muchas personas pueden conside-
rar a los mantras como algo absurdo, sin darse cuenta de que los utilizan a diario, porque
el guion inconsciente funciona como un gran mantra oculto. La identificación con el guion
oculto lleva a la persona a repetir internamente su historia como un mantra, el personaje
se habla a sí mismo en un diálogo interno incesante que dice “yo soy tal, y esta es mi
historia”. El guion está oculto a simple vista, la única razón por la cual suele pasar desa-
percibido es porque uno se identifica tan profundamente con el guion que se vuelve
como un lente de contacto, la persona no puede verlo porque desde ahí es desde donde
ve. La persona es la entidad que actúa el guion oculto, son dos caras de la misma in-
consciencia, que puede ser contemplada conscientemente desde la presencia.
El guion oculto no fue escrito por uno mismo ni por los otros, es decir que no hay
culpables, ni adentro ni afuera. La culpabilidad del ego es propia de la ignorancia, de la
separación imaginaria de lo esencial. La creación del guion es un proceso impersonal,
la persona es el efecto de ese proceso, no la causa. Asimismo, la desidentificación de
ese guion, de esa persona, de ese ego, es un proceso enteramente impersonal. Es
decir, no hay absolutamente nada que la persona pueda hacer para liberarse de su
propia autohipnosis, para despertar del sueño, para ver lo real más allá de la ilusión.
Cualquier cosa que se intente hacer perpetúa la identificación con la identidad egoica y
con el guion inconsciente. La persona puede intentar desidentificarse a través de tera-
pias, meditaciones, sustancias, viajes, disciplinas, etc.; pero, como eso es hecho gene-
ralmente desde la identificación con lo ilusorio, solo crea más tiempo mental para sos-
tener la ilusión del ego como real. Cada nuevo acto mantiene la obra en cartelera, y
mantiene la identificación con el ego. No hay absolutamente nada que hacer para ser lo
79
que uno esencialmente ya es, ese es el gran descubrimiento que conduce al ser humano
a su liberación.
LOS PERSONAJES
Los personajes son creados por las mismas situaciones que nos ponen entre la
espada y la pared, son un producto de la inconsciencia y de la circunstancia, un meca-
nismo de supervivencia psicológica. Es justamente en esos momentos críticos en donde
los personajes salen a escena, como si fuesen un doble de riesgo, un escudo. En esos
momentos de vulnerabilidad buscamos protección, y de esa necesidad emergen los dis-
tintos personajes que vienen al rescate, que vienen a transitar situaciones traumáticas.
Los personajes aparecen en escena por pura necesidad, para transitar la circunstancia.
Se podría decir que su naturaleza nace de la necesidad misma. La palabra necesidad
significa “no cesar”, la naturaleza de los personajes es la de no cesar, no pueden dete-
nerse, y pronto se convierten en partes de la identidad egoica.
¿Cuáles son los personajes del ego? apático, adulador, antisocial, bondadoso,
calmo, complaciente, conformista, controlador, cínico, crítico, dependiente, desconfiado,
desmotivado, distante, entusiasta, envidioso, estructurado, exigente, extrovertido, gana-
dor, héroe, impulsivo, incomprendido, independiente, indiferente, inseguro, insensible,
intelectual, introvertido, malvado, manipulador, mártir, narcisista, necesitado, perdedor,
perfeccionista, rebelde, sabio, seductor, soberbio, solitario, sufrido, sumiso, temeroso,
tímido, tirano, tonto, valiente, víctima, violento, etc. Cada persona es una combinación
única e irrepetible de todos ellos. Si hay un director de la obra de teatro del ego, es el
juicio. Los guionistas de la obra son los miedos y los deseos. Y los distintos personajes
se amoldan a los roles que ocupa la persona en cada circunstancia o acto. Un solo rol
puede ser un despliegue de varios personajes, por ejemplo, el rol de padre puede ma-
nifestar los personajes de controlador, exigente, bondadoso, héroe, crítico, estructurado,
etc.
81
Poder ver los roles y personajes en el momento en el que están siendo interpre-
tados es indispensable para desidentificarse de ellos. No hay que buscar mucho para
detectarlos, están constantemente apareciendo en escena. Por ejemplo, una persona
decide comenzar una nueva actividad, puede ser cualquier cosa, un hobby, un empren-
dimiento, algo que nunca intentó antes. Esa intención inicial probablemente viene acom-
pañada de entusiasmo, y la persona actúa a través del personaje de entusiasta. La per-
sona compra todo lo necesario, o se inscribe en un curso, o se asocia a un espacio
formativo para llevar adelante la actividad. En cierto tiempo pueden entrar en escena
otras emociones y por ende otros personajes, por ejemplo, el autoexigente, el inseguro,
el desmotivado, el autocrítico, etc. Eso puede llevar a la persona a un estado de conflicto
interior, a una fragmentación mental insostenible, y puede hacer que se abandone la
tarea por completo. Para el final de ese proyecto, el personaje inicial estaba acompa-
ñado de una asamblea de personajes, todos discutiendo entre sí. Las voces de esos
personajes son las voces del ego, en un diálogo interno neurótico que toma forma de
pensamientos. Esa neurosis se vuelve invisible cuando es naturalizada, porque se la
toma como identidad.
Cuando vemos a alguien que habla consigo mismo en la calle podemos pensar
que está loco, pero ¿no es eso justamente lo que hacemos todo el tiempo mentalmente?
¿quién es ese que habla mentalmente? ¿y con quién habla? Los personajes hablan,
necesitan reforzar su papel hablando de sí mismos, hablando con los demás, hablando
de otras personas, hablando de situaciones, de anécdotas, planeando, recordando, pro-
yectando. Necesitan coordinar la obra de teatro con los otros actores, así se potencian
unos a otros y refuerzan su existencia ilusoria. Si el ego no habla con otros egos, usa el
diálogo interno para obtener un pseudo sentido de existencia, para mantener “viva” la
ilusión. Preguntar “¿cómo puedo ver mis personajes?” es afirmar “aún no quiero ver mis
personajes”. No hay un “como”, es inmediato, no requiere tiempo, esfuerzo, voluntad, ni
decisión, solo presencia y contemplación.
¿Por qué parece ser tan difícil trascender los personajes? Porque eso implica
sentir lo que no se quiere sentir, implica atravesar conscientemente las emociones re-
primidas y rechazadas. Se podría decir que trascender los personajes implica atravesar
las energías emocionales de las heridas originales. Esas heridas no tienen fecha de
vencimiento, y todo el movimiento de nuestros personajes es una manera de escapar
de la herida, y de perpetuarla. La contemplación debe ser pura, imparcial e incondicio-
nal, el mínimo juicio sobre lo que se observa en uno mismo perpetúa la identificación
con la mente egoica. Esto no puede ser hecho intelectualmente, ni desde el análisis
82
mental o del razonamiento. En el momento en que el análisis mental toma esto como
una tarea que debe hacer, se congela toda posibilidad de transformación real. Contem-
plar la herida es sentirla en su totalidad, eso es la liberación, ignorar o juzgar la herida
es padecerla.
Los personajes son los fragmentos del ego, que necesita de ellos por dos moti-
vos, son una manera de no lidiar directamente con el dolor, y son una manera de inter-
actuar con los personajes de los demás. La identificación con los personajes ha llevado
a la mayoría de las personas a actuar sus personajes hasta el último aliento, actores
muy comprometidos con el guion. En ese teatro se confunde esencia por apariencia,
realidad por actuación, presencia por guion, y se confunde a los personajes por el ver-
dadero ser. Todo el teatro de la inconsciencia egoica sucede dentro de la imaginación.
En algún momento el ego se tomó a sí mismo en serio, tal vez sucedió por primera vez
a los dos o tres años de vida; en ese instante es como si hubieran gritado “¡luz, cámara,
acción!” y ahí comenzó la obra de teatro. Esta obra de teatro es ilusoriamente tomada
como real, y dentro de ella no hay un director que grite “¡corten!” porque incluso el di-
rector de la obra es un personaje. El grito de “¡corten!” no puede llegar de afuera ni de
adentro, por más que digamos “¡ya basta!” el ego no puede hacer más que seguir, está
actuando desde antes que podamos recordar. El verdadero grito de “¡corten!” no es un
grito ni una palabra, la desidentificación del ego y sus personajes ocurre naturalmente
desde el silencio interior, desde la consciencia esencial.
LA IMAGINACIÓN
Es muy fácil ver que la imagen de una flor no es realmente una flor, esa imagen es sólo
una representación gráfica de la flor. Pero, para un ser humano identificado con su ego,
no es tan fácil ver que la imagen mental que tiene de sí mismo no es lo que realmente
es, y que eso es solo una representación mental, ilusoria y artificial. Si uno pone la foto
de una flor delante de sus ojos, ignorará la flor real; y si uno se conoce a si mismo a
través de una imagen mental, ignorará su esencia. Todo ser humano puede comenzar
a contemplar este juego de imágenes mentales en sí mismo, no es tan difícil como pa-
rece.
En primer lugar, uno puede ver la imagen mental que tiene de sí mismo, esa
imagen mental es todo lo que uno cree ser. Uno dice “yo soy tal, esta es mi historia, nací
83
en tal lugar, creo en tal cosa, me gusta tal otra, hice todo esto y planeo hacer esto otro”.
Uno tiene un nombre, una nacionalidad, una edad, una manera de pensar, de hablar,
de caminar, de reír, etc. Todo eso da forma a la imagen mental de sí mismo, esa es la
manera en la cual uno se percibe a sí mismo. En segundo lugar, uno puede ver que
dentro de esa imagen mental uno guarda imágenes mentales de los otros, de cada per-
sona con la cual uno se relaciona, sea familia, pareja, amigos, compañeros de trabajo,
etc. Esa es la manera en la cual uno percibe a los demás a través de sí mismo. Y, en
tercer lugar, uno puede ver que dentro de la imagen mental que uno tiene de los otros,
existe nuevamente una imagen mental de uno mismo. Esa es la manera en la cual uno
se percibe a sí mismo a través de los demás. Charles Horton Cooley dijo: “yo no soy lo
que pienso que soy, yo no soy lo que tu piensas que soy, yo soy lo que pienso que tu
piensas que soy”, señalando precisamente a ese juego inconsciente de la imaginación
a través del cual se relacionan las personas.
Todo ese mecanismo es sostenido por imágenes mentales, es decir que es ima-
ginario, y la idea que uno tiene de sí mismo y de los demás es sólo eso, una idea ima-
ginaria. Cuando las personas se relacionan a través de imágenes mentales no están en
contacto con lo real, no están en comunión unas con otras, viven dentro de su imagina-
ción. Es algo así como usar lentes espejados, pero con los espejos del lado de adentro,
y así solo se ve el reflejo de la propia imaginación, el reflejo de la mente condicionada.
Es decir que ver a otro ser humano a través de la imagen mental que se tiene de él es
ver la propia imaginación proyectada afuera, es no verlo en absoluto. La imagen mental
que uno tiene de sí mismo no es estática, cambia constantemente. Cuando uno era niño
la imagen era muy distinta, y la imagen va cambiando durante las distintas etapas de la
vida, hasta llegar a la imagen mental actual. Una persona puede no sentir vergüenza si
sus mascotas lo ven desnudo, pero esa misma persona puede sentir vergüenza si sus
amigos o familiares lo ven desnudo. Esto es porque la persona no arma una imagen
mental de sí mismo a través de un animal como lo hace a través de otro ser humano.
La persona se vé a sí misma de acuerdo a lo que cree que los demás creen de él.
El ego tiene un enorme apego con las imágenes mentales de sus seres queridos,
imágenes que son sostenidas incluso después de que las personas fallecen. Ese dolor
puede crear todo tipo de creencias, y puede alimentar la esperanza de volver a encon-
trarse en algún espacio celestial o divino con la imagen mental de quien ha fallecido. La
imagen mental de esa persona fallecida depende de quien la recuerde, varía de persona
a persona, ¿Cuál de esas imágenes mentales es real? Evidentemente ninguna de ellas
representa la esencia de ese ser humano. La esencia de ese ser querido no es una
imagen mental, no es una historia de recuerdos y emociones. Cuando eso es descu-
bierto el sufrimiento y el duelo terminan en un instante, porque la esencia del otro es
descubierta en uno mismo.
A veces vemos que dos extraños se conocen, y al comenzar a hablar sobre ellos
mismos descubren puntos en común de su historia. Tal vez nacieron en la misma
85
provincia, o son del mismo equipo deportivo, y eso los lleva a sentir una sensación de
conexión o cercanía. Esa conexión o cercanía no es esencial, es anecdótica y superfi-
cial. Esa conexión desconoce de comunión real, la historia de uno parece relacionarse
con la del otro, pero cada historia se relaciona solo con sí misma. Los niños no necesitan
una colección de circunstancias en común para disfrutar juntos, tampoco necesitan de
imágenes mentales, les alcanza con estar presentes en el mismo momento y lugar. Hay
algo mucho más esencial que los une, y no tiene nada que ver con la historia personal,
ni con la personalidad, ni con las experiencias vividas en el pasado.
A medida que pasa el tiempo, las imágenes mentales se vuelven tan comunes
que parecen reales, algo así como los personajes recurrentes de un sueño. Si uno sueña
el mismo sueño cada noche mientras duerme, con los mismos personajes, compar-
tiendo vivencias y experiencias, llegaría un punto en el cual uno no sabría la diferencia
entre el sueño y lo real. Vivir a través de imágenes mentales no es tan distinto a vivir
dentro de un sueño. Dentro de un sueño uno ignora quién es en la vida diurna, y dentro
de la vida diurna uno ignora su verdadera esencia. Es el sueño de la identidad mental,
por eso a la desidentificación del ego le llaman “el despertar”, porque uno se despierta
del sueño de la vida diurna, un sueño que es creado y sostenido por la imaginación.
86
CAPITULO 4
LA DISTRACCIÓN
En las últimas décadas se han creado tecnologías para compartir información, y medios
para comunicarse de manera inmediata sin importar distancias. Hace unos pocos siglos
el acceso a la información era muy limitado, sin internet, sin señales de radiocomunica-
ción, y sin imprentas. Pero la limitación en el acceso a la información persiste, no por
escasez de información, sino por sobreabundancia, que en su gran mayoría es repetitiva
e irrelevante. Gran parte de la población mundial tiene, literalmente en la palma de su
mano, la posibilidad de usar plataformas digitales para compartir información, pero el
contenido de lo que se comparte generalmente es producto del condicionamiento in-
consciente acumulado por la humanidad. Ese mismo contenido, que es un efecto, se
convierte en una de las causas de la perpetuación de la inconsciencia. La palabra infor-
mación significa “en formación, formación de la mente, disciplinar e instruir”, y ninguna
cantidad de información va a liberar al ser humano, porque la información solo continúa
con la formación de la mente disciplinada que lo aprisiona.
88
celebridades, para justificar conflictos bélicos, etc. Cualquier organización puede des-
plegar una campaña virtual, y apuntar con precisión quirúrgica a un segmento de la
población para explotar una vulnerabilidad, para captar seguidores, clientes, afiliados, o
devotos. Todo esto pasa desapercibido para quien no está presente, porque a través
del juicio la persona aprueba tal cosa y desaprueba tal otra, se pone del lado de esto y
en contra de aquello, encuentra aliados y enemigos.
89
Son muchos los que comienzan a sentir el llamado al despertar, los que comien-
zan a buscar otra manera de vivir, pero generalmente buscan dentro del mismo lugar
que ya está acaparando toda su atención, en lo externo. No se puede descubrir el poder
natural de la contemplación a través de una aplicación, o de una suscripción, o a través
de un dispositivo tecnológico. El mensaje trascendente emana desde el silencio interior,
no se necesita suscribirse a nada, ni viajar a algún lugar místico, ni leer tales libros, ni
adoptar tales creencias. Cuando un ser humano comienza a despertar del sueño de la
identidad egoica ya no hay nada que pueda acaparar su atención y distraerlo, porque
comienza a descubrir la presencia de su verdadero ser. Disponemos de una sabiduría
natural inconmensurable e inimaginable en nuestro interior, sólo se necesita liberar la
atención de todas sus distracciones y contemplar el silencio.
EL ESFUERZO
El esfuerzo tiene su lugar y sus beneficios, cultivar la salud física a través del ejercicio,
aprender a tocar un instrumento, construir algo, hablar un nuevo idioma, estudiar una
carrera, llevar adelante un emprendimiento comercial; todo eso requiere constancia, es-
fuerzo y disciplina. Pero en lo que se refiere al descubrimiento de nuestra verdadera
esencia, el esfuerzo es innecesario y hasta contraproducente. La persona puede esfor-
zarse por cambiar, puede dedicar toda su energía a ello, todo para dejar de ser algo y
llegar a ser otra cosa. Pero tanto ese “algo”, como esa “otra cosa”, son productos de la
imaginación. El esfuerzo pone a la persona en medio de ambas ideas, y lo que existe
entre lo que uno quiere dejar de ser y lo que uno quiere llegar a ser es un limbo mental.
El esfuerzo mantiene a la persona entre dos ideas, entre dos imágenes mentales, entre
la línea de partida y la línea de llegada. La persona ignora que esa carrera es imaginaria,
y que terminó antes de comenzar.
Cuando una persona quiere dejar de ser lo que cree ser, se está rechazando.
Cuando una persona quiere llegar a ser algo distinto a lo que cree ser, está canalizando
ese autorechazo como autoexigencia. Eso a lo que se quiere llegar a ser nace como un
escape de lo que se quiere dejar de ser, es así una continuación de lo mismo, un ma-
quillaje. Todo ese juego es imaginario, es una especie de delirio egoico inconsciente, y
ese juego solo existe en la imaginación de quien lo juega. Ese juego pone a la persona
entre el autorechazo y la autoexigencia, y el esfuerzo es lo que une ambas caras de la
90
misma inconsciencia. A través del esfuerzo puede parecer que se logran mejorías, pero
suelen ser superficiales y temporales, ya que se sostienen solo durante el tiempo que
se sostiene el esfuerzo. La vida desde la identificación con la mente egoica es desde el
esfuerzo constante, tal como “el castigo de Sísifo” de la mitología griega. Su castigo era
empujar una gran roca cuesta arriba por una montaña, pero antes de llegar a la cima la
roca volvía a rodar hacia abajo. Esto se repite una y otra vez, es decir que su castigo
era un absurdo y eterno esfuerzo.
¿Que sería el ser humano sin todo ese esfuerzo? Sería lo que realmente es, lo
que esencialmente ya es más allá de su historia y de sus dramas, ni más ni menos.
Tendría la claridad de ver el juego por lo que es, y de descubrir su esencia en un instante
sin esfuerzo alguno. En lo que se refiere al autoconocimiento y a la liberación del ser
humano, el esfuerzo solo es necesario para evidenciar que no es necesario. La libera-
ción no ocurre en el tiempo, introducir el factor tiempo es prolongar la identificación con
el ego. Si la persona depende del tiempo para dejar de ser violenta, si cree que tal vez
algún día lo logrará, sólo está creando tiempo para seguir siendo violenta. Si la persona
depende del tiempo para ser libre, si cree que tal vez algún día lo logrará, sólo está
creando tiempo para seguir en el limbo de la mente egoica. En el instante en el cual se
descubre ese juego inconsciente en uno mismo, toda la energía demandada por el es-
fuerzo es liberada, y queda disponible para intensificar la presencia del ser en el hu-
mano. La presencia viene acompañada de un alivio inconmensurable, el alivio de ser lo
que uno esencialmente es, y eso no requiere esfuerzo alguno. El esfuerzo del ego es
91
propio de la mente egoica, el alivio del verdadero ser es propio de la presencia incondi-
cional.
LA ADVERSIDAD
92
Esto no quiere decir que el sufrimiento sea necesario o indispensable para una
transformación esencial, es necesario solo mientras la mente egoica así lo haya deci-
dido. En la mayoría de los casos el sufrimiento es incorporado en la historia personal,
es asimilado por el ego y perpetuado. Sufrir no implica ser libre, sufrir solo implica sufrir,
resistir, y luchar. La palabra sufrir significa originalmente “soportar” o “llevar algo oculto”.
Eso que se soporta y se lleva oculto es el rechazo a la vida tal como es. Del rechazo
surgen frases como “las cosas deberían haber sido de otra manera” o “la vida no debería
ser así”. La identidad mental se convierte en una mochila cargada de sufrimiento, una
mochila que es llevada a todos lados, ya que el humano inconsciente lleva su identidad
mental donde sea que vaya.
La mente egoica construye un escudo para evitar el dolor, sin darse cuenta que
el sufrimiento quedó del lado de adentro. Se repiten frases como “el esfuerzo valió la
pena” decretando que las cosas buenas de la vida llegan a cambio de esfuerzo y pena,
creyendo que lo bueno se paga con sacrificio y dolor. Muchísima gente usa el sacrificio
como un medio de pago espiritual, sea para pedir o para agradecer. Como esas largas
caminatas y peregrinajes hacia algún lugar sagrado, hacia algún santo o deidad a quien
rogarle por tal cosa o agradecerle por tal otra, a quien ofrecerle devoción en forma de
sacrificio. Estas demostraciones devocionales generalmente requieren un gran es-
fuerzo, generan dolor físico y psicoemocional, y son sólo el reflejo del sufrimiento que la
persona aún guarda y que quiere trascender. Es una versión atenuada de los faquires
que se acuestan sobre clavos, o de los rituales en los cuales se camina descalzo sobre
brasas ardientes. Al elegir transitar un camino de dolor hacia la liberación, la persona se
pone en el camino del sufrimiento. El camino del dolor es también conocido como “el
camino de la cruz”, que viene del latín “vía crucis”.
Cuando todo marcha aparentemente bien sobran las distracciones para mante-
nerse en una vida más superficial, para perderse en los laberintos de la mente egoica.
Y generalmente, cuando se presenta una crisis, puede resultar difícil reconocer la opor-
tunidad que nos ofrece. La reacción común es escapar, rechazar lo que se manifiesta y
buscar una salida del dolor, sin atravesarlo conscientemente. Las adversidades son
también oportunidades que nos invitan a acceder a una dimensión más profunda, pero
esas oportunidades suelen ser ignoradas por el mismo rechazo. Nuestro verdadero ser
no es alcanzado por el sufrimiento, ni pide sufrimiento a cambio de nada. Sólo la mente
egoica es lo suficientemente perversa como para anteponer el sufrimiento a la plenitud.
La plenitud primordial y atemporal es propia de nuestro verdadero ser, toda otra forma
de satisfacción a través de experiencias sensoriales es secundaria y efímera.
94
la pueda ver cuando esté dentro del ojo del huracán. La trascendencia del sufrimiento
es como un punto de inflexión, de transmutación, el agua hierve a los cien grados pa-
sando de un estado a otro. Cuando uno se identifica con el dolor, lo perpetúa sin darse
cuenta, decide inconscientemente no atravesarlo, manteniendo la temperatura por de-
bajo del punto de hervor. Se utilizan todo tipo de distracciones como medio de escape
del dolor, drogas, alcohol, fármacos y medicamentos, sexo o pornografía, pasatiempos,
trabajo, religión, espiritualidad, relaciones, viajes, etc. La sociedad egoica está edificada
sobre la adicción a esas distracciones. El sufrimiento ha sido rechazado, anestesiado y
empujado al inconsciente por miles de años, y sin embargo siempre ha encontrado una
manera de manifestarse en la vida cotidiana.
LA ACEPTACIÓN
Cuando hay sufrimiento no hay un “yo” separado del sufrimiento, uno ES el sufrimiento,
pero la mente egoica crea una separación imaginaria en donde abstraerse y refugiarse,
y desde allí rechaza. La parte de uno que rechaza, y lo rechazado, son dos caras de lo
mismo. Para la persona es más fácil decir “yo sufro por tal o cual cosa” que decir “yo
soy el sufrimiento”, eso implicaría aceptarlo incondicionalmente. El rechazo es una es-
pecie de reflejo inconsciente, una anestesia para no sentir plenamente algo, es un es-
cape desde el sentir hacia el pensar. Sentir eso que se rechaza de manera absoluta-
mente incondicional es una profunda liberación, pero eso no sucede a través del
pensamiento o del esfuerzo, ni es producto de la voluntad o de la decisión. Una acepta-
ción pensada y decidida proviene de la parte mental que rechaza, de la parte que busca
escapar. Esa parte no puede decidir hacia la trascendencia del dolor ya que no está
separada del dolor, esa parte ES el dolor, y esa es justamente la parte que necesita ser
sentida incondicionalmente. Cualquier decisión o movimiento mental que se haga para
terminar con el sufrimiento es solo una ingeniosa vía de escape. La liberación del dolor
psicológico implica la liberación de la entidad que lo experimenta, son dos partes de lo
mismo. La palabra aceptación es sólo una manera de referirse a esa liberación, pero no
hay un “yo” que acepte, que haga algún tipo de acción. Cuando no hay división alguna
entre ese “yo” que quiere hacer algo con lo rechazado, y lo rechazado, el juego incons-
ciente es descubierto.
Decir “estoy harto” es solo un pensamiento hablado, una queja sobre las circuns-
tancias. El hartazgo de las circunstancias sólo perpetúa el rechazo, y posiblemente per-
petúa la circunstancia. Pero el hartazgo del “yo” que rechaza abre un nuevo camino
interior. Es decir, cuando el ser humano está harto de la parte de uno que rechaza la
vida, se abre a descubrir una dimensión más profunda y esencial en su interior, y eso
puede ser descubierto cuando el rechazo es contemplado de manera incondicional, pura
96
e imparcial. Es algo así como aceptar el rechazo, pero no es la persona quien acepta,
solo la consciencia esencial puede aceptar a la parte de uno que no puede aceptar. Si
podemos permitirnos sentir el dolor en su totalidad sin crear una separación entre el “yo”
y el dolor, si podemos recibir lo que nos trae sin juzgarlo en absoluto, sin etiquetarlo o
analizarlo, si podemos permitirle florecer y recibir su mensaje, el dolor simplemente se
marchita y desaparece junto con la entidad egoica que experimenta ese dolor. No crea
más sufrimiento innecesario, porque ya no es rechazado y encapsulado dentro de la
historia personal. Y si el dolor vuelve a manifestarse se vuelve una experiencia transito-
ria, circunstancial, que aflora y muere en el mismo instante, que no necesita crear más
tiempo.
Una persona puede estar sumergida en un profundo rechazo, ese rechazo puede
ser hacia algo que sucedió en el pasado, o hacia a una relación, a un trabajo, a la so-
ciedad, a la manera en la cual está viviendo, es indistinto. La persona puede comenzar
a ver que ya ha pasado mucho tiempo dentro de un bucle de rechazo, y que ese rechazo
es una constante bastante desagradable. De repente, la persona escucha o lee alguna
frase espiritual que dice algo como “lo que aceptas te libera”, y en una fracción de se-
gundo su mente egoica interpreta ese mensaje a conveniencia. La persona, que se
quiere liberar de eso que rechaza, pero sin sentirlo y atravesarlo, dice “¡lo acepto!”. Esa
aceptación es verbal, mental, imaginaria; es producto de una negociación mental in-
consciente, es una manifestación del rechazo camuflado de aceptación. La letra chica
de esa falsa aceptación trae una condición oculta, es decir que no es incondicional,
porque el mensaje implícito en esa aceptación es “ok, acepto, pero con la condición de
liberarme de eso que rechazo”. La verdadera aceptación implica abrirse a la posibilidad
97
de que eso que se rechaza no se irá jamás a ningún lado. Y eso no significa resignación,
la resignación es un eterno rechazo, mientras que la rendición es aceptación incondicio-
nal.
Ver la diferencia entre la parte nuestra que experimenta el dolor y nuestro verda-
dero ser, es ver la diferencia entre lo que creemos ser y lo que realmente somos, y eso
sucede naturalmente desde el discernimiento consciente. Desde la contemplación pura
e impersonal se vuelve evidente que el “yo” que experimenta sufrimiento, y el sufri-
miento, son dos partes del mismo movimiento de la mente egoica. El sufrimiento no
existe por sí solo, necesita de la separación imaginaria entre el “yo” y lo otro, necesita
de la relación entre esas dos partes para subsistir. Desde la contemplación consciente
ya no se ven esas dos partes del mecanismo como cosas separadas, sino como una
misma cosa, y ese es un enorme paso hacia una dimensión más profunda y real del ser
humano. Poder fundirse en el dolor sin nombrarlo, sin juzgarlo, sin interpretarlo ni anali-
zarlo, es una de las puertas hacia la disolución del dolor. Cuando la separación imagi-
naria entre el “yo” que rechaza y lo rechazado se disuelve, el dolor se disuelve. Hay un
espacio, un instante previo al pensamiento, antes de que la mente interprete lo que se
manifiesta a través de etiquetas, antes de que eso sea nombrado como dolor, ira, an-
gustia, etc. Ese instante es clave, y descubrirlo es una puerta para trascender el meca-
nismo del dolor psicológico y del rechazo.
98
sufrimiento. Queda atrapado en el recuerdo de una historia que se quiere olvidar. El
recuerdo y el olvido necesitan del tiempo mental, pero lo esencial es siempre ahora.
En ocasiones uno puede sentir que le duele el alma, que se le parte el corazón,
pero eso no es verdad, lo que se rompe son las expectativas y exigencias que la mente
egoica le impone a la vida. Cuando la vida se manifiesta de manera contraria a las ex-
pectativas y exigencias personales, la persona experimenta rechazo y sufrimiento, la
persona se siente decepcionada por la vida. La decepción es una forma de rechazo, la
decepción que rompe la expectativa es parte de la expectativa misma, son dos caras de
la misma ilusión. La esencia más pura de lo que somos está siempre inmaculada, inal-
canzable e intocable por la ilusión de la identidad y de sus circunstancias. Cuando esto
es descubierto dentro de uno mismo se produce una especie de alquimia, no de metales
comunes en oro, sino de rechazo, sufrimiento e inconsciencia, en aceptación, plenitud
y presencia.
EL AUTOENGAÑO
El autoengaño es una especie de patología que sostiene la imagen mental que uno tiene
de sí mismo cómo real. El autoengaño señala a la ignorancia de la persona, y el auto-
conocimiento señala a la sabiduría del ser humano. El autoengaño es el estado gene-
ralizado de la humanidad, y se vuelve imperceptible porque toma el control de los pen-
samientos, de las decisiones, y de la voluntad personal. La humanidad es, desde hace
generaciones, un entramado social de maestros del autoengaño. El autoengaño es creer
ser algo distinto a lo que uno esencialmente es. Desde el autoengaño, toda la energía
del ser humano está puesta en sostener la ilusión del “yo”. Una persona puede creer
que nunca miente, que no manipula, que confía, que soltó el pasado y que acepta la
vida; pero todas esas creencias emergen de su opuesto, emergen de la parte de uno
que miente, que manipula, que desconfía, que está apegada al pasado y que rechaza
la vida.
Cuando una persona dice “¿cómo voy a lograr un estado de paz interior con tanta
injusticia y sufrimiento en el mundo?” lo que está diciendo es “la vida es injusta, está
llena de sufrimiento, así yo no puedo”. Ese cuestionamiento es una manera de sostener
el autoengaño, de apoyar el sentimiento de separación y el sufrimiento. La percepción
de la circunstancia funciona como excusa para que el ego se proteja a través del victi-
mismo. Pero uno puede preguntarse ¿en qué ayuda al mundo la decisión de seguir
juzgando? Un solo ser humano que despierta del autoengaño impacta en el mundo de
manera real e inconmensurable. Mientras que mantenerse en el victimismo, en el juicio
y en el sentimiento de injusticia, solo engrandece todo eso que se rechaza de uno
mismo, del mundo y de la sociedad.
100
“no merezco el amor”, “hay que agradar y complacer a los otros”, “es mi culpa”, “mejor
me alejo de todos”, “es mejor no abrirse a nadie”, “no confío en mí”, “todo me sale mal”,
“necesito controlarlo todo”, etc. Pero, ¿qué tan confiable es esa voz? Se vuelve evidente
que esa voz no emana de nuestro verdadero ser, esa voz es la voz del ego, del autoen-
gaño. Comenzar a dudar de la veracidad de la voz del autoengaño es abrir la posibilidad
de la liberación. De la escucha del monólogo interno se aprende del ego en su totalidad,
porque las voces del diálogo interno son las voces del ego colectivo, que tiene sucursa-
les en cada ser humano autoengañado.
101
La auto observación que pone fin al autoengaño no es algo que uno haga el
domingo por la tarde, o unos quince minutos por día cuando está calmado y relajado.
No es algo planeado o premeditado, puesto en un cronograma para luego quedar olvi-
dado. Sucede de momento en momento, tal como la experiencia de vida sucede de
circunstancia en circunstancia. Esto no significa que es algo que uno tiene que hacer
las veinticuatro horas del día, la presencia es atemporal, no depende del tiempo, es
siempre ahora. Una vez que la presencia se manifiesta en el ser humano, comienza la
migración desde lo ilusorio hacia lo esencial, desde el ego hacia el ser, desde el auto-
engaño hacia el autoconocimiento. Cuando lo esencial es revelado, ya no hay manera
de seguir en el autoengaño, si el autocastigo persiste es porque solo se lo ha visto desde
la mente. Si uno vive con dolor de pie desde hace años, y de repente ve que ese dolor
es autogenerado por estar pateando la pared, inmediatamente deja de patear la pared.
Volverse consciente de un mecanismo inconsciente inevitablemente libera al ser hu-
mano del sufrimiento que le genera.
LAS RELACIONES
Prácticamente todas las dificultades que transitamos durante la vida son dificultades
creadas por seres humanos. Las relaciones representan una de las mayores oportuni-
dades de aprendizaje, ya que la manera de relacionarse suele ser un reflejo de lo que
se aprendió de la inconsciencia colectiva. Jean-Paul Sartre dijo: “El infierno es otras
personas”, probablemente señalando a que, si las relaciones están basadas en la in-
consciencia, esas relaciones se convierten en el infierno del humano. Aprendemos a
relacionarnos en la infancia, principalmente a través de la relación con nuestros padres,
102
y a través de la relación que los padres tuvieron entre ellos. Todas las relaciones poste-
riores son un eco de ese aprendizaje, sea relaciones con amigos, pareja, familia, com-
pañeros de trabajo, etc.
Cuando el niño no es visto por lo que esencialmente es, experimenta una ausen-
cia de reconocimiento esencial, un gran abandono interior. Una vez que la persona se
vuelve leal a su condicionamiento inconsciente, lo único que no se puede abandonar es
el sentimiento de abandono. El niño comienza a crear una identidad a través de las
relaciones con los otros, una identidad ilusoria que nace de la carencia, que se siente
incompleta y busca la plenitud en lo externo. De esa carencia interior nacen las relacio-
nes humanas inconscientes, principalmente las relaciones de pareja. La carencia del
ego crea todas las expectativas y exigencias que se vuelcan en las relaciones, crea las
condiciones que se impondrán de antemano a la relación. Comenzar a ver las condicio-
nes que uno impone en sus relaciones, es comenzar a ver los límites de la capacidad
de amar.
Si uno cree que el amor va a llegar de afuera, ya se tiene una barrera de condi-
ciones esperándolo. El amor con condiciones no es amor en primer lugar. Esperar que
el amor llegue de afuera es como declararse carente de amor, es la carencia de un
reconocimiento esencial en uno mismo. Así el amor se vuelve una necesidad, se pone
en marcha la búsqueda de la “media naranja”, una búsqueda que nace desde la sensa-
ción de estar incompleto sin esa otra parte faltante. La creencia de que “el otro me hará
feliz” ya crea la exigencia en una nueva relación, y significa que se ingresa a la relación
desde la infelicidad, esperando que el otro sea el proveedor de la felicidad.
El ego cree que el otro es quien lo hará feliz, por eso en las relaciones se suele
decir “quiero hacerte feliz” o “eres la razón de mi felicidad”. Lo que se experimenta al
principio de una relación es lo que llaman enamoramiento, una pseudo sensación de
plenitud, de creer que la carencia ha sido satisfecha definitivamente. Algunas parejas
se casan, firman un contrato asegurando que ese amor será para siempre, y cada uno
se compromete a amar y a hacer feliz al otro. El ego entra a una relación ofreciendo sus
mejores personajes, es una actuación que suele durar unas semanas o meses. Una vez
que esa etapa de enamoramiento pierde su inercia, el sentimiento de carencia vuelve a
ser sentido, porque nunca se fue en primer lugar. De repente esa relación ya no trae
felicidad, y comienzan los reclamos y conflictos. El discurso pasa de “me haces feliz” a
“¿porque no me haces feliz?”, como si el otro estuviese haciendo algo mal.
103
Las relaciones inconscientes son una relación entre las heridas ocultas de cada
parte, la relación es una anestesia, un analgésico, una manera de no descubrir la ca-
rencia que dio origen a la relación. Cuando una persona no es capaz de ver esa carencia
en sí misma, comienzan las quejas y las discusiones. Se puede llegar a alguna forma
de maltrato, de violencia psicoemocional y hasta física. Esas relaciones funcionan desde
la indignidad y el sufrimiento, y son sostenidas en el tiempo por acostumbramiento, por
miedo a estar solos, por dependencia económica, porque hay hijos de por medio, etc.,
cualquier argumento sirve de excusa. La relación inconsciente crea una nueva entidad,
un ego de pareja. Esto se ve en personas que terminan las oraciones del otro, o que
hablan por el otro, y puede ser confundido con romanticismo, pero suele ser un meca-
nismo inconsciente compartido, un ego de dos cabezas.
Dicen que “el corazón quiere lo que quiere”, eso es una forma de confundir al
amor incondicional con los miedos y deseos del ego, es la inconsciencia la que quiere
lo que quiere. La expectativa que se tiene sobre una relación ya es una manera de
rechazarla desde antes de que comience, ya es una manera de poner condiciones. El
significado original de la palabra relación es “causa y efecto de llevar algo otra vez”, la
relación implica una repetición de algo, y también implica la oportunidad de ver algo en
esa repetición. Sin importar que tan distintas sean las personas con las cuales uno se
relaciona, el drama parece ser siempre el mismo. Cambian los actores y los escenarios,
pero algo se repite una y otra vez, y eso es lo que puede ser visto y trascendido. La
manera en la que una persona se relaciona con los demás es la manera en la que su
mente egoica se relaciona con sí misma. Un espejo puede reflejar el aspecto físico, la
forma, lo superficial; una relación puede ser el reflejo de algo mucho más profundo que
la forma física, puede reflejar la forma psicoemocional del ego.
Muchas personas soportan abuso psicoemocional y hasta físico, sin ver que la
relación es una herramienta de autocastigo. La condena del autocastigo se prolonga en
el tiempo con excusas y justificaciones, “algún día va a cambiar”, “en el fondo me ama”,
“esto debe ser lo que me merezco”, etc. Al final de las relaciones inconscientes siempre
queda la culpa, puesta en el otro o en uno mismo, porque la culpa estaba desde antes
que la relación comience. Lo que une a las relaciones inconscientes no es el amor,
ambas personas quedan unidas desde su condicionamiento. Lo que se conoce como
enamoramiento suele ser una complementación de condicionamientos, la herida de uno
se siente atraída por la herida del otro, y usan la relación como anestesia para dejar de
sentir las heridas por un tiempo. En esas relaciones es normal necesitar al otro, y
105
necesitar sentirse necesitado por el otro. Una relación basada en la necesidad es una
relación basada en la carencia interior.
En una pareja cada una de las partes tiene una imagen mental de sí misma y
una imagen mental del otro, hay dos seres humanos y al menos cuatro imágenes men-
tales. No hay comunión real, porque cada parte se relaciona solo con su propia mente
egoica, es decir que la persona se relaciona con la imagen mental que tiene del otro, y
no con el otro. Rumi dijo: “Quien ama de veras, sale de sí mismo”. ¿A qué se refiere con
salirse de sí mismo? probablemente a abandonar toda imagen mental que uno tenga de
sí mismo y del otro, a trascender completamente la identidad egoica. Desde la identifi-
cación con las imágenes mentales no es posible que el amor real fluya, el amor es real
y la imagen mental no lo es. De igual manera que la fragancia de una flor no puede
emanar de la foto de una flor, el amor real no puede emanar de la imagen mental de un
ser humano.
Las relaciones inconscientes pueden ser muy pasionales, eso no significa que
sean relaciones de amor. Cuando una persona está controlada por su parte más pasio-
nal, es decir por sus deseos, está en un camino destinado al sufrimiento. Los deseos
pueden ser saciados, pero solo por un tiempo, y eventualmente el ego siempre necesita
más. Si toda la energía pasa por sostener la satisfacción de los deseos, no se puede
ver qué es lo que motiva esos deseos. Uno de los significados originales de la palabra
pasión es “sufrir”. La frase “la pasión de Cristo” señala los eventos que suceden entre la
106
última cena y la crucifixión, es decir que señala al sufrimiento de Cristo. Es normal con-
fundir pasión con deseos, y ver eso como algo separado del sufrir, pero entregarse a la
pasión es una manera de entregarse al sufrimiento. En muchas personas el miedo crea
un escudo tan impenetrable, que el deseo se convierte en la única puerta de entrada,
esa persona busca la plenitud exclusivamente a través del deseo. Arthur Schopenhauer
señala que “directamente después del acto sexual la risa del diablo es escuchada”, pro-
bablemente señalando que una vida dominada por las pasiones y deseos puede llevar
a una persona a vivir desde la indignidad. La risa del diablo no tiene que ver con algo
bíblico o místico, sino con el sufrimiento que, de una u otra manera, viene aparejado con
las pasiones del ego; y que se puede manifestar como arrepentimiento, culpa, indigni-
dad, etc.
Un terrorista puede tener tanta pasión como un doctor, la pasión suele estar a la
merced de la mente egoica. La pasión volcada sobre un encuentro deportivo se puede
convertir rápidamente en violencia generalizada. La pasión sobre una nación puede con-
ducir a un genocidio. La pasión volcada sobre una relación inconsciente puede llevar a
la persona del “amor” al odio en un instante. No hay nada de malo con la pasión y los
deseos, sin ellos la humanidad probablemente desaparecería, es la identificación con
ellos lo que aprisiona al humano en relaciones de inconsciencia. Así como la incons-
ciencia tiene su inercia, las relaciones inconscientes también tienen su inercia. Esas
relaciones parecen estirarse más de lo necesario, como si cada parte estuviese espe-
rando que el otro haga un movimiento, cómo los duelos de pistoleros del viejo oeste. La
oportunidad que presentan las relaciones inconscientes es la de ver cómo uno mismo
sostiene la inconsciencia a través de la cual se relaciona. Lo que uno no ve de sí mismo
en una relación inconsciente, lo lleva a la siguiente. Se puede pensar que eso quedó
atrás, pero “eso” va por delante de uno, porque es parte de la identidad egoica.
EL CONTROL
Todos conocemos a alguien que necesita controlarlo todo, alguien absolutamente po-
seído por el mecanismo inconsciente del control. O probablemente ese alguien sea uno
mismo, y ni siquiera lo sepa. Ver un poco más profundo el mecanismo del control puede
traer la claridad necesaria para trascenderlo. ¿Cómo se manifiesta el control? En oca-
siones podemos percibir que una situación debería ser distinta, que la manera en la que
otras personas se comportan es errónea, uno siente que eso es una especie de error
que debe ser corregido, y en consecuencia surge el deseo de controlar. La necesidad
de controlar tiene su origen en las situaciones de la vida que resultaron traumáticas, en
donde una parte nuestra deseaba desesperadamente tener el control. Esas situaciones
pueden ser eventos aislados, como algún tipo de abuso físico o emocional, un accidente,
o la pérdida de un ser querido; o puede desarrollarse durante años, como por ejemplo
al observar la relación disfuncional de los padres. Durante esas situaciones traumáticas
el miedo y el deseo se hacen parte de la cuestión, el miedo es a que eso se repita, y el
deseo es a que eso nunca hubiese ocurrido. Las conclusiones que se sacan ante esas
108
heridas emocionales probablemente no ocurren en palabras, pero si pudieran hablar
dirían “esto no debería estar pasando”, “esto es un error”, “esto debería ser de otra ma-
nera”. Así la mente egoica se ve a sí misma como una víctima de la circunstancia, por
eso necesita controlarlo todo.
El control es una de las maneras en las cuales el ego se expande hacia el mundo
exterior. Todo lo que hace una persona controladora ha sido pensado, planeado y en-
sayado. Necesita imaginar, calcular y evaluar todas las alternativas y escenarios posi-
bles antes de dar un paso, no puede ir donde su mente no ha ido antes. La necesidad
de controlar puede tener justificaciones de todo tipo, ecológicas, espirituales, económi-
cas, sociales, políticas; es indistinto, ya que la justificación es la otra cara de la condena.
Justificar el control que uno le impone a otro ser humano, es condenar a ese ser hu-
mano. Desde el control no existe lugar para la espontaneidad o la presencia, ya está
todo decidido mentalmente desde antes. La necesidad de controlar toma forma de
109
diálogo interno incesante, lleno de angustia, preocupación y rechazo; y desde ese lugar
interno todo es escaneado, juzgado y controlado.
Una persona poseída por el control puede generar sufrimiento innecesario entre
sus seres queridos, y sin embargo no poder detenerse. Hay personas controladoras
que, al ser confrontadas, simplemente dicen “no puedo evitarlo, es más fuerte que yo”.
Esa es la entidad imaginaria hablando, que no puede hacer más que ejercer control
incluso cuando eso cause sufrimiento en uno mismo y en su entorno. Las alternativas
son dos: ejercer control, o sentir todo lo que hay por debajo del impulso de controlar. El
control es una especie de anestesia, si ese control no es ejercido la persona se vería
confrontada por todo el dolor y sufrimiento que ha sido rechazado y reprimido por déca-
das. Cada circunstancia de la vida es una oportunidad para trascender el control, para
rendirse y entregarse a lo que es. La resistencia puede ser enorme, porque entregarse
a lo que es sin intentar controlar implica sentir la herida en su totalidad.
No importa cuánto tiempo uno pueda resistir, tarde o temprano la vida pone fin
al reinado del control, trayendo una y otra vez situaciones que están fuera de nuestro
control. La mejor medicina para el control son las situaciones de la vida en las cuales no
tenemos control en absoluto, y suelen ser vividas desde el sufrimiento extremo. El con-
trol puede sostenerse hasta el último aliento, o puede ocurrir una liberación durante el
curso de la vida. Las circunstancias de la vida que activan nuestro mecanismo de control
son una bendición, nos ofrecen la oportunidad de verlo conscientemente en el momento
en el que se está manifestando.
110
La persona que controla necesita que la vida se adapte a sus juzgamientos, así
el juicio se convierte en el director de la obra de teatro propia y de quienes lo rodean.
Las cosas deben ser como uno exige que sean, porque en el pasado las cosas no fueron
como uno quería que sean, es como una venganza inconsciente. La persona controla-
dora necesita controlar incluso las decisiones y elecciones de otras personas, no puede
entablar una relación profunda con quien no puede controlar, y sus relaciones suelen
ser más “íntimas” con quienes puede controlar. Otras manifestaciones de la inconscien-
cia humana, como la ira o los celos, tienen momentos en donde se manifiestan activa-
mente y momentos en los que permanecen pasivas y latentes. Pero el control, al ser
más sutil, permanece activo sin descanso, creando los pensamientos y las decisiones
de la persona en todo momento.
Una persona poseída por el control no puede entender como los demás no ven
las cosas de la misma manera que uno las ve. Esa persona ve como todos los demás
están equivocados, sin advertir que su experiencia de vida sucede dentro del senti-
miento de error. Si uno se pone lentes de color rojo todo se verá rojo, y si uno vive desde
el sentimiento de error todo se verá equivocado. La persona controladora es como un
jefe obsesivo, que impone una determinada manera de hacer cada pequeña tarea a
todos sus empleados, y así los asfixia. La voluntad personal debe ser impuesta afuera,
porque la voluntad de los otros es vista como errónea, y debe ser supervisada constan-
temente. Si el control se manifiesta en una persona cercana, sea en la pareja o en un
miembro de la familia, la situación es como convivir con ese jefe obsesivo las veinticua-
tro horas del día, sin descansos ni vacaciones. Cuando una persona convive con alguien
poseído por el control, comienza a pensar de la misma manera que el controlador. Quien
es controlado se pregunta a sí mismo “¿qué me va a decir?”, “¿qué me va a corregir?”
Y así el mecanismo inconsciente se propaga entre humanos como un virus. El control
se despliega incluso más intensamente en las personas cercanas, en los seres queridos.
Quien busca controlar a su familia o a su pareja probablemente lo hace creyendo que
eso es amor, la mente egoica dice sin decirlo “te controlo porque te amo”. Y quien recibe
control recibe inevitablemente juicio, desconfianza y rechazo.
Los padres inconscientes generalmente creen que sus hijos deben ser controla-
dos, no sólo cuando sus hijos son niños, sino durante toda su vida. Por ejemplo, si un
niño está jugando y sus padres sienten miedo de que se lastime, desde la inconsciencia
le dirán cosas como “hasta que no te lastimes no te vas a quedar tranquilo”. Pero la
intranquilidad no está en el niño sino en sus padres, lo que ellos ven es su propia mente
proyectada afuera. Así los padres imaginan desde el miedo cómo podría terminar esa
111
situación, todo lo malo que podría ocurrir, y toman el producto de su imaginación como
real. Si el niño se lastima, que es algo cotidiano en los juegos, la inconsciencia se hace
escuchar al grito de “te lo dije, yo tenía razón”, porque el ego siempre necesita tener la
razón. Una madre inconsciente oscila entre la sobreprotección y el abandono, y un padre
inconsciente oscila entre el autoritarismo y la indiferencia. La sobreprotección puede
parecer ser la opción menos dañina, pero puede ser tan dañina como el abuso físico o
psicoemocional. Al sobreproteger a un niño, se le está amputando la capacidad de va-
lerse por sí mismo, y de descubrir la responsabilidad interior. Quién sobreprotege pro-
bablemente confunde eso con amor, pero la sobreprotección surge de la necesidad de
sentirse necesitado, así se crea una dependencia desprovista de amor real. El “lugar”
de un padre consciente es, por así decirlo, detrás de los hijos, y no delante de ellos. Si
uno se pone por delante del niño, está limitando y condicionando su experiencia de vida,
su libertad esencial.
Si uno comienza a ver que está poseído por el control, no tiene sentido intentar
hacer algo con ello, no se puede controlar al control. Cuando el control es controlado a
través del esfuerzo y de la disciplina, el control se fortalece aún más. Pero, cuando el
mecanismo es contemplado en totalidad en el momento en el cual se está manifestando,
uno mismo es contemplado. Si uno puede entregarse incondicionalmente a sentir toda
la carga emocional que sostiene el mecanismo de control, el juego es descubierto e
inevitablemente se disuelve. No controlamos las cuestiones más fundamentales de la
vida, la digestión, el latido del corazón, el funcionamiento del sistema circulatorio, de
hecho, no tenemos control alguno sobre la vida. El control es una ilusión del ego, en
realidad no existe posibilidad de controlar nada. El control es una sensación imaginaria,
tal como un niño que va de paseo en un auto, creyendo que lo conduce desde el asiento
de atrás y con un volante de juguete.
112
LA MANIPULACIÓN
La persona que manipula puede ser magistralmente indirecta, sutil, casi imper-
ceptible. Es como un pulpo, tiene muchos brazos y prepara el terreno para que cada
paso sea dado dentro de su juego. Puede usar distintos roles para conseguir lo que
quiere; por ejemplo, posicionarse como víctima, como confidente, como salvador, como
autoridad, etc. Algunas personas suelen diferenciar entre la manipulación consciente e
inconsciente, pero en realidad la manipulación siempre es una expresión de la incons-
ciencia, sea intencional o no. La mayoría de las personas manipulan sin darse cuenta
que lo están haciendo, porque si se dieran cuenta se verían forzadas a ver el trasfondo
del juego, y a sentir lo que no quieren sentir. Por eso, desde la inconsciencia resulta
114
más fácil ver el juego de manipulación afuera, juzgándolo, y así se vuelve imperceptible
en uno mismo.
115
La manipulación se ejerce principalmente a través del lenguaje, lo que se dice
es una cosa, pero el mensaje implícito es totalmente distinto. La persona que manipula
nunca dice abierta y directamente lo que quiere decir, su intención está siempre oculta,
y utiliza todas las estrategias posibles para distraer y conseguir lo que quiere. Quien
está siendo manipulado puede creer que decidió tal o cual cosa, cuando muy probable-
mente esa decisión fue influenciada de principio a fin por el otro. Una persona manipu-
ladora puede hablar distintos idiomas, pero su lenguaje interior y la energía desde la
que usa su idioma emana de la manipulación. Es decir que la manipulación habla todos
los idiomas de la humanidad. Cuando la palabra tiene una intención oculta, es sin dudas
una herramienta de manipulación.
Los siguientes son algunos ejemplos de frases que, generalmente, son usadas
para manipular. Se las suele decir durante conversaciones o discusiones que se dan
entre seres humanos inconscientes. Y entre paréntesis se detalla la traducción de su
intención oculta, es decir, de su mensaje implícito de manipulación:
- “¿Qué habré hecho yo para merecer esto?” (yo soy la víctima, y todo es tu culpa)
- “Nadie te va a amar como yo” (no vas a encontrar amor más allá de mí)
- “Eso que vas a hacer yo no lo haría, puede salir mal y es peligroso, pero vos
hace como quieras” (no te animes a hacer lo que yo no me animo a hacer)
- “Vos sabes muy bien lo que haces” (vos no sabes nada)
- “Con vos es imposible dialogar” (como no puedo tener la razón aquí se termina
el diálogo)
- “Con todo lo que yo hice por vos, y así me pagas” (aún me debes tanto)
- “Si haces tal cosa me vas a decepcionar” (sos una decepción, hace lo que yo
quiero que hagas)
- “Yo te di la vida” (me debes tu vida, y no te va a alcanzar la vida para pagarme)
- “Esto me va a doler más a mí que a vos, pero…” (necesito causarte dolor para
que aprendas cómo aprendí yo, sufriendo)
- “La única verdad es ésta…” (soy dueño de la verdad)
- “No me vas a negar que…” (ni se te ocurra contradecirme)
- “Todo lo que hago, lo hago por vos” (necesito que hagas todo lo que yo te pida)
- “Piensa bien en lo que hiciste” (sos culpable, estas en deuda conmigo)
- “Si vos estás bien yo estoy bien” (mi bienestar y felicidad dependen de vos, com-
pláceme en todo)
- “Deberías cambiar tal cosa, te lo digo porque te amo y quiero que seas feliz” (sos
un error, mi amor viene con condiciones, y tu felicidad es como yo digo)
116
CAPITULO 5
EL BYPASS ESPIRITUAL
El bypass espiritual es la etapa espiritual del ego, es la etapa en donde la persona utiliza
todo tipo de herramientas o creencias espirituales para continuar viviendo identificada
con sus pensamientos. Cuando el ego descubre la espiritualidad crea un nuevo perso-
naje, y persigue la obtención de algo divino y abstracto que llama iluminación. Para el
ego espiritual la iluminación puede tener diversos nombres, como salvación, liberación,
desidentificación, despertar, nirvana, samadhi, satori, etc. Es indistinto cómo le llame,
eso que busca es visto como algo distinto a uno, como algo que uno debe hacer, lograr
u obtener. Se le dice “bypass” porque es algo así como un desvío, una distracción, una
manera de postergar el descubrimiento de lo esencial. El ego entra en el bypass cuando
se hace devoto de algún maestro vivo o fallecido, de alguna enseñanza o escritura con-
temporánea de la antigüedad, o de alguna técnica o disciplina del ámbito espiritual.
Esta etapa puede no existir, puede durar unos meses o años, o puede durar toda
la vida. Es una etapa en la que se cree que eso que se busca será encontrado en el
tiempo, en el futuro. Mientras tanto, el descubrimiento de la verdad atemporal queda en
espera, en pausa; es un ingenioso desvío del ego para demorar la liberación del hu-
mano. El bypass espiritual es sostenido por la misma búsqueda egoica. La parte de uno
que busca sabiduría es la ignorancia, la serenidad es buscada por la preocupación, el
valor es buscado por la cobardía, la fortaleza es buscada por la debilidad, la libertad es
buscada por el prisionero, etc. Sólo el ego puede buscar esas cosas, porque su natura-
leza es justamente opuesta a lo que busca. El ego espiritual necesita de experiencias
para continuar su historia, y la oferta de experiencias espirituales es tan variada como
las ofertas de un centro comercial. No es extraño que el camino espiritual sea vivido
117
desde la devoción, la devoción afianza el bypass, es un escondite del ego. La devoción
es como una cárcel en la cual uno cumple condena por propia voluntad. Los egos reli-
giosos son devotos de su Dios, los egos espirituales son devotos de sus maestros y
gurúes, de sus enseñanzas y palabras, de sus técnicas y disciplinas.
Hay una infinidad de caminos espirituales que aparecen día a día, es un laberinto
en constante movimiento tal como la mente egoica. Todas las creencias y teorías que
han inundado la espiritualidad son cosa de la mente, son el alimento del ego espiritual.
Se habla de civilizaciones galácticas, de seres de otras dimensiones, de vidas pasadas,
de universos paralelos, de lo que fue hace miles de años o de lo que será en un futuro
lejano, y así la mente se aleja del aquí y ahora, se va de paseo por otras galaxias y otros
tiempos a través de la imaginación. Es literalmente inimaginable todo lo que se puede
estar manifestando en la existencia, no hay límites de ningún tipo. Muy probablemente
existan civilizaciones a través de la infinitud del universo, tal vez miles o millones de
años más evolucionados que la raza humana. O formas de vida inteligente que existan
en planos inaccesibles para nosotros. Pero cuando eso es imaginado, se convierte en
una creencia, y el ego encuentra así su entrada por la puerta de atrás.
Hay un punto clave que casi siempre pasa inadvertido, y que crea todo el bypass
espiritual. La persona cree saber lo que busca, y en el momento en que se pregunta
“¿cómo lo hago? ¿cómo lo logro?” entra en infinitos desvíos, y esos desvíos son el la-
berinto del bypass espiritual. El ego sale de compras por algún camino que lo lleve a la
trascendencia, por instrucciones, por alguien o algo que le diga cómo hacerlo; y el shop-
ping de la espiritualidad tiene un stock infinito, cada día surge algo nuevo. El bypass
espiritual es como estar en una llamada en espera pasando de operador en operador,
118
un eterno “por favor espere”, pero la verdad nunca está del otro lado de la línea. Hay
incontables “maestros espirituales” que dicen ser el camino, que dicen “yo sé la verdad
y se la puedo enseñar”, esas son las autoridades egoicas del mundo espiritual. La bús-
queda espiritual ofrece muchas maneras de construir una nueva imagen mental de uno
mismo. La identificación con la mente es igual de intensa, solo cambia la imagen mental
de uno mismo por una más refinada, una imagen mental espiritualizada, más “cons-
ciente”.
El ego espiritual es como el ego de un político, así como los políticos decretan
esto y aquello, el ego espiritual decreta ser tal cosa o merecer tal otra. Sólo el ego espi-
ritual puede dividir a la humanidad entre personas “espirituales” y personas “no espiri-
tuales”, el ego espiritual tiene sus creencias, y las creencias siempre separan. Para el
ego espiritual la humanidad estará bien cuando todos los seres humanos vean las cosas
como uno lo hace, cuando todos sean espirituales, ya que el propio punto de vista es
tomado como el correcto, y los otros son siempre los que están equivocados. El ego
espiritual cree ser superior, algunas personas incluso dicen estar en contacto con su
“ser superior”, recibiendo mensajes que le dicen esto y aquello, sin advertir que ese “ser
superior” es una manera de conceptualizar la propia esencia, y que esos mensajes son
una forma de mantener la atención en lo simbólico. Mientras ese “ser superior” es visto
como algo ajeno, el humano sigue identificado con su “yo” separado, con su “ser inferior”
sostenido por el pensar, es decir por lo simbólico.
119
es un falso despertar dentro del sueño de la identidad, creado y sostenido por el pensa-
miento.
El ego espiritual o busca algo, o cree haber encontrado algo. Busca algo desde
el deseo y la codicia, o cree haber encontrado algo desde el orgullo y la superioridad.
Como cree ser más consciente que otros, piensa cosas como “me gustaría que tal per-
sona fuese más consciente, para que vea su inconsciencia”, sin ver que esa es sólo una
manera espiritualizada de pensar “me gustaría que tal persona fuese más inteligente,
para que vea su imbecilidad”. La expectativa que se tiene de los demás, de que sean
más conscientes, es una manera de rechazar a los otros y a uno mismo. Cuando uno
espera inconsciencia del otro seguro la encontrará, porque es la inconsciencia propia
proyectada sobre el otro. En el bypass espiritual el ego se maquilla, se camufla preten-
diendo ser algo distinto para que lo esencial no sea descubierto. Mientras la verdad no
pueda ser vista el ego seguirá pretendiendo ser algo, atravesando experiencia tras ex-
periencia dentro de la misma historia. Muchas personas creen que “hay que matar al
ego”, así van de un lugar a otro para matar a eso que ni siquiera existe realmente. Solo
el ego se pondría en campaña para matar al ego.
120
Así como el ego discrimina por etnias, credos, religiones o clases sociales, el ego espi-
ritual discrimina y separa a la humanidad en personas espirituales y no espirituales.
La esencia del ego espiritual es fingir, copiar, imitar, actuar, e incluso creer haber
logrado algo. La idea de la iluminación no tiene nada de malo, es incluso importante, ya
que señala a la trascendencia de la identificación con el pensamiento. Pero la mente
egoica hace una casa sobre esa idea, y quiere hacer del desvío una parada permanente.
Si uno se encuentra en algún tipo de búsqueda espiritual, es porque algo ya está suce-
diendo, pero la mente lo interpreta como algo que está haciendo. La identificación con
el ego y la desidentificación del ego son dos partes del mismo proceso, y es un proceso
absolutamente impersonal. La idea de la liberación o iluminación es una creencia de
quien cree estar aprisionado en la oscuridad, más allá de eso, no existe tal cosa como
iluminación. La verdad se revela a sí misma de manera espontánea, sin depender de
nada, y de la idea de la iluminación no queda ni siquiera el recuerdo.
121
El verdadero ser permite incondicionalmente que cada ser humano experimente
la ilusión a su manera. No pone límites a las creencias que las personas quieran tener,
porque inevitablemente toda creencia llega eventualmente a su final. El verdadero ser
está eternamente disponible y presente en todos los seres humanos, sean o no espiri-
tuales, sin importar su historia personal, sus creencias, su intelecto ni sus acciones. No
hay nada que pagar ni dar a cambio, no hay castigos ni premios, ni pecados ni reden-
ciones, ni culpables ni inocentes. No hay sacrificios ni sacramentos necesarios más allá
de la mente condicionada. La verdad absoluta no espera nada ni exige nada, lo esencial
es verdaderamente incondicional.
EL BUSCADOR
122
Cada día aparece una nueva disciplina o creencia, una nueva medicina o sana-
ción. Cada día aparece un nuevo “hospital espiritual” como efecto de la patología pre-
sente en la mayoría de la población mundial. El ser humano no puede sanar cuando la
medicina viene en forma de creencias y devociones, y ningún maestro representa la
cura ni puede proveerla. Cuando una enfermedad es trascendida, ya no hay síntomas
ni necesidad de algún cuidado especial, se desarrollan anticuerpos y el ser humano
sigue su vida libre de esa enfermedad. Pero en la espiritualidad aún se sostiene la idea
de que hay que permanecer en el hospital internado de por vida, siguiendo una disci-
plina, una técnica, o un maestro. Pasar la vida apegado a una creencia espiritual es
como pasar la vida internado en terapia intensiva.
Toda búsqueda está condicionada por el mismo buscador. Por ejemplo, hace
unas décadas se comenzó la búsqueda de señales de vida inteligente fuera de nuestro
planeta, intentando captar ondas de radio con enormes radiotelescopios. Esa búsqueda
estaba limitada a captar señales de radio, solo porque eso es lo que los humanos utili-
zaban para comunicarse. El buscador inevitablemente está condicionado por sí mismo,
usa los medios que tiene a su alcance, y en la espiritualidad se usan infinitos medios
para intentar captar eso que no puede ser captado por nada. El ego, al estar en el ne-
gocio de la auto perpetuación eterna, necesita sostener la búsqueda de por vida, y tiene
infinitos caminos para seguir creando tiempo. El lema del buscador espiritual es “busco,
luego existo”. Así el ego espiritual encuentra un refugio en la misma búsqueda. Se
vuelve imposible entrar en comunión con lo esencial cuando toda la energía está desti-
nada a buscar lo esencial, la misma búsqueda perpetúa la separación imaginaria entre
el “yo” ilusorio y el verdadero ser.
Los caminos del buscador suelen ser caminos exotéricos, es decir, accesibles
para todos, de fácil comprensión, y que pueden ser entendidos por cualquiera. La con-
tracara de lo exotérico es lo esotérico, la palabra esotérico significa en griego “conoci-
miento interno”, y ese conocimiento o sabiduría parece ser descubierta por unos pocos.
Esto es porque la sabiduría esotérica implica descubrir “eso” que es previo al pensar,
previo a la razón. Esotérico tiene connotaciones de todo tipo, pero se refiere simple-
mente a “eso” que es ignorado por la gran mayoría, y que es descubierto por un grupo
selecto. Ese grupo selecto no es selecto porque haya que ser seleccionado para ingre-
sar, es selecto porque uno mismo debe descubrirlo, y aún muy pocos lo descubren. Uno
no puede ser preseleccionado, uno no puede ser “iniciado” por nadie, no se trata de una
organización que permita el acceso al conocimiento esotérico, sucede naturalmente en
un ser humano que comienza a descubrir el silencio interior.
125
del pasado. Pero si el descubrimiento es real, esos pensamientos son eventualmente
descartados, ya que tarde o temprano dejan de ser tomados como reales. Lo esencial
no puede ser capturado por la memoria, pero puede ser vivido desde la presencia. Es
absurdo querer volver a una experiencia del pasado, lo que es ahora es siempre nuevo,
es la presencia previa al experimentador y su experiencia.
Uno de los maestros espirituales más conocidos es Buda, él contaba una historia
en donde un hombre debe cruzar un río. El hombre corta árboles, construye una balsa,
la pone en el agua, usa sus manos para impulsarse, atraviesa el río y llega al otro lado.
Al llegar, abandona la balsa, ya no la necesita. No tendría sentido cargar por tierra con
la balsa en su espalda. Lo que el Buda anunciaba a través de esa historia es que sus
enseñanzas son solo una herramienta, un medio, una balsa que debe ser abandonada
por completo para que el camino llega a su fin. No se trata de abandonar sus enseñan-
zas, sino de abandonar a la parte de uno que las utiliza. Si eso no es abandonado, el
ser humano sigue cargando con el ego a sus espaldas, identificado con el “yo” que
busca la divinidad, y separado ilusoriamente de su consciencia esencial.
126
No hay un mañana en donde sucederá el descubrimiento, ese mañana solo vive
en la mente egoica. No hay recompensas para el buscador, porque el buscador que
espera la recompensa es la misma cara de la ilusión del ego. Esa verdad que busca no
es un objeto que pueda ser conseguido, ni siquiera es una experiencia, es el descubri-
miento de lo real más allá del experimentador y de su experiencia. Perseguir algo como
la iluminación espiritual puede ser un viaje interesante para el buscador, lleno de expe-
riencias y anécdotas, es un viaje dentro del laberinto de la propia mente. El laberinto es
cambiante, no tiene salida, y sólo se lo ve con claridad desde arriba, cuando es contem-
plado conscientemente. El camino espiritual puede llevar al ser humano muy lejos, de
experiencia en experiencia, pero principalmente muy lejos de su propia esencia. El ver-
dadero destino del camino espiritual es ahora mismo, y ni un mínimo paso es necesario.
127
El buscador es como un criminal que toma a la existencia de rehén, tiene muchas
condiciones antes de entregarse, como si fuese una lista de demandas espirituales.
Exige algún tipo de experiencia mística o trascendente, porque el experimentador nece-
sita de una experiencia. Pero el despertar del sueño de la identidad no es una experien-
cia, porque es el fin de la identificación con el experimentador. El ego necesita movi-
miento constante, siempre hay algo que hacer, algo que pensar, o algo que decir. La
mente egoica no puede siquiera imaginar el estado natural de presencia sin búsqueda,
sin tiempo, sin creencias ni pensamientos. En la etapa final del buscador, se reconoce
a la imaginación como el escondite en donde toda la búsqueda sucede, y se evidencia
que el estado del ego es absolutamente irrelevante para la liberación del ser humano.
No importa que se tengan miles de horas de meditación o que no se conozca la medi-
tación, no hay diferencia entre quienes leyeron escrituras milenarias en sánscrito o
arameo y quienes son analfabetos, es indistinto que se trate de un santo o de un crimi-
nal. El verdadero ser es la esencia de todo lo que existe, de todo ser humano, sin im-
portar la persona que ese humano crea ser.
Todo lo que la persona cree soltar no es real, todo lo que la persona cree obtener
tampoco es real, la persona usa la relación con esos “objetos” para sostener su propia
ilusión de subjetividad egoica. Toda relación existe entre dos partes separadas, el final
de la búsqueda es el final de la separación, de la dualidad interior. La transformación es
absoluta, sin embargo, la esencia es exactamente la misma. El ADN de la oruga es
diferente al de la mariposa, sin embargo, la esencia de la oruga y de la mariposa es
exactamente la misma. La oruga se digiere a sí misma antes de emerger como mari-
posa, si la oruga estuviese apegada a su forma nunca dejaría de ser oruga.
128
años”, así se sostiene la búsqueda indefinidamente, siempre en un después, siempre
en un mañana que nunca llega. Algunas personas creen que sólo le faltan algunas vidas
de búsqueda espiritual, y creer que a uno le faltan por ejemplo cinco vidas es auto sen-
tenciarse cinco cadenas perpetuas en la ilusión, es separarse unos cuatrocientos años
del ahora. La convicción del buscador no conoce límites, porque toda convicción es una
forma de autoconvencimiento, y uno no puede autoconvencerse de la verdad. En la
verdad, la ilusión del ego se disuelve, tarde o temprano llega a su fin. Y en ese fin, que
es este instante, lo que se creía imposible se devela a sí mismo como inevitable. Rumi
dijo: “He vivido al borde de la locura, tratando de conocer las razones, aporreando una
puerta. De pronto, se abre. ¡He estado golpeando desde adentro!”.
EL MAESTRO
129
diamante. Cuando la herramienta no es desechada nacen los cultos y religiones, nace
la devoción a la palabra, a lo simbólico.
La tarea del maestro parece ser tan simple como compleja. La verdad que habita
en todos no puede ser enseñada por acumulación de conocimientos, y tampoco es algo
que uno recuerde a través de la memoria. Lo que se descubre en uno mismo no es un
recuerdo ni un aprendizaje, lo esencial no puede ser capturado por la memoria ni por el
razonamiento intelectual. No se requiere pensar en ello, recordarlo, ni creer en ello. En
algunos casos salir de la ignorancia no requiere un maestro, en otros casos si lo re-
quiere. No porque el maestro sea necesario o indispensable, sino porque así ha sido
decidido por el ego. Si un ser humano se propone compartir sabiduría, probablemente
le sea más fácil inspirar a personas desconocidas que a conocidas, ya que quienes lo
conocen sostienen una imagen mental creada y arraigada en su pasado, y ese es el
límite de lo que pueden ver. A esto se refería Jesús cuando dijo que “Nadie es profeta
en su propia tierra”. La historia cuenta que cuando comenzó a compartir sabiduría en su
pueblo, ante personas que lo conocían desde pequeño, fue menospreciado e ignorado.
El alumno crea una imagen mental del maestro, sostenida por su propia ignoran-
cia. En la búsqueda de la libertad la persona busca en la oscuridad la mano de alguien
que lo guíe, eso puede resultar útil por un tiempo, pero el apego con esa mano se con-
vierte en una cadena. El apego con un maestro es como el apego a una cadena, la
devoción hace que la cadena parezca de oro, y nadie quiere renunciar a su cadena de
oro, incluso cuando eso mismo es lo que aprisiona. La frase del budismo que dice “Si
encuentras al Buda, mátalo” se refiere justamente a eso, a trascender por completo la
imagen mental que se tiene del maestro y de uno mismo, a liberarse de la cadena de la
devoción egoica. Generalmente la enseñanza debe llegar desde lejos, y el maestro debe
ser una encarnación de lo desconocido. Por eso el ego espiritual tiene gran admiración
por maestros de tierras lejanas, exóticos, místicos, y extravagantes. Cuando uno se
vuelve naturalmente abierto a la verdad, ya no quedan dependencias hacia maestros,
gurúes, ni escrituras. La vida misma es el verdadero maestro, y eso está presente dentro
de cada ser humano.
130
impagable con el maestro. Esa interpretación sostiene al devoto rindiendo culto a la
autoridad, al falso poder, creyendo que no le va a alcanzar la vida para pagar por su
camino hacia la verdad. A mayor confusión y desesperación, mayor necesidad de un
maestro externo, de seguir un sistema, de imitar y de repetir. El devoto depende del
maestro, porque el sumiso depende de la autoridad. Generalmente las personas que
están más apegadas al maestro son las más sumisas a su propio ego.
Muchos maestros solicitan a sus devotos un pago para caminar hacia la verdad,
y los devotos lo entregan todo para seguir dando vueltas en círculos, sentados en una
eterna calesita. Durante las últimas cinco o seis décadas, occidente recibió la visita de
incontables maestros de oriente. Unos pocos compartiendo desde la verdad, y la gran
mayoría ofreciendo entretenimiento espiritual. Algunos de ellos son muy populares, son
tan famosos como infames. Así se creó el producto “iluminación espiritual” dentro de la
cultura capitalista, como si fuese algo que uno compra u obtiene. Un maestro puede
estar al servicio desde la verdad, incluso cobrar dinero para sustentarse, pero un falso
maestro en primer lugar vende un servicio, y luego se pone al servicio de su negocio. El
maestro que crea confusión para llegar a la verdad es como el político que crea conflic-
tos bélicos para llegar a la paz. Hay cientos de disciplinas en donde los devotos van
avanzando de niveles, como si estuvieran avanzando por casilleros dentro de un juego
de mesa, es una manera de prolongar el camino indefinidamente. Todos los caminos
son del ego, y suceden en el territorio de la ilusión.
131
Hay hasta quienes dicen ser la reencarnación de algún Gurú de la antigüedad, o
tener la consciencia de Cristo o de Buda, o que dicen vibrar a una frecuencia más alta,
estar en una dimensión superior o en un plano más elevado. Todo eso entra en el mundo
del espectáculo espiritual, con actuaciones muy convincentes para los que salen a com-
prar el paquete de la iluminación. Un movimiento espiritual es una forma de ego colec-
tivo, los falsos maestros ofrecen ese ego colectivo como si fuese algo a lo cual aso-
ciarse, y los devotos adhieren su ego personal al ego colectivo. Así adoptan creencias,
objetivos, maneras de hablar y de comportarse, sin ver que la identificación con el ego
es incluso más fuerte que antes. El devoto se convierte en adicto, y el maestro en su
droga espiritual. El devoto está escapando de su normalidad, y ese escape lo lleva a
adoptar una nueva normalidad basada en la misma inconsciencia. El devoto, al adhe-
rirse a la identidad de su maestro, está realizando una especie de halago inconsciente.
La sumisión a la identidad egoica es la misma, antes se era sumiso a la identidad “pro-
pia”, y luego se es sumiso a la identidad “ajena”.
¿Por qué el devoto cree en la palabra del maestro? Porque toma la palabra como
lo real, tal como la persona que cree en la palabra del político o de los medios de comu-
nicación. El devoto es un militante, las palabras del maestro se vuelven preciadas, y su
compañía se vuelve una necesidad. Un maestro puede decir que no es el gurú de nadie,
que quienes lo escuchan no son sus discípulos, y que no hay pasos ni caminos hacia la
verdad; y sin embargo puede pasar su vida rodeado de discípulos que lo ven como un
gurú, y que piden sus instrucciones sobre el camino hacia la libertad. El verdadero gurú
es el gurú interior, es el ser esencial. El significado de la palabra gurú es “aquel que
disipa la ilusión”, y eso que disipa la ilusión es el silencio interior. No importa que tan
milenario o popular sea el libro, que tan pura sea la disciplina espiritual o religiosa, que
tan venerado sea el santo, o que tan sabio sea el maestro, todos los caminos en donde
hay una autoridad externa llevan a sostener la ilusión del ego. Una vez que el ser hu-
mano es libre de su propia sumisión e ignorancia, la maestría interior florece natural-
mente junto a la sabiduría. Y cuando ya no hay ningún rastro de necesidad de un maes-
tro, las palabras de alguien que habla desde la verdad son algo para disfrutar, porque
ya no se busca hacer algo con ellas.
Eso de lo cual han despertado el Buda, o Jesús, o quien sea que uno prefiera,
es el despertar del sueño de la identidad, despertaron al momento presente. Eso que
han señalado con su propia vida no está en otro tiempo ni en otro lugar, es ahora mismo.
La consciencia de Buda o de Cristo es la misma consciencia esencial que está disponi-
ble y presente ahora en todos, pensar que es algo ajeno y extraordinario es una manera
132
de separarse ilusoriamente de la propia esencia. No hay distancias temporales o espa-
ciales que separen al ser humano de la verdad. El momento presente nos puede ense-
ñar más que toda la información acumulada por la humanidad, y nos habla desde el
silencio interior. Si hay una persona mirando hacia un punto en el cielo, en medio de
una calle llena de gente, probablemente en unos instantes haya diez personas mirando
al cielo, contagiadas de curiosidad. Un maestro es esa persona mirando, pero mirando
en su interior. Inspirando a los otros solo por vivir en la verdad, por estar en contacto
directo con la sabiduría natural que habita en todos. Entregando su enseñanza incluso
en silencio, sin elegir con quien compartirla, tal como el árbol no elige para quien son
las manzanas, ni la flor elige para quien es su perfume. El fruto se pone a disposición
naturalmente, sin condiciones, y cada uno debe descubrirlo en su interior, no hay otra
manera.
133
inconsciencia es alumbrada por la consciencia. Inevitablemente todo camino de libera-
ción arranca con un ser humano absolutamente poseído por la identificación con su
mente egoica. Luego se pueden manifestar breves ventanas de presencia durante el
día, y esos vislumbres de consciencia pueden ocurrir entre momentos de inconsciencia,
en donde los mecanismos siguen creando reactividad, irritación y pensamiento compul-
sivo. A medida que la inconsciencia es contemplada el humano se vuelve libre de ella,
se vuelve libre de la persona que creía ser.
La inconsciencia se vuelve más y más evidente, como magnificada con una gran
lupa, y esta auto contemplación es la llama que disuelve la identificación con el ego. La
mente egoica no es contemporánea a lo que está sucediendo, en esa etapa la mente
solo puede notar el descenso. Liberarse del condicionamiento inconsciente es algo así
como tomar un ascensor para descender a los niveles más profundos y ocultos de la
mente egoica, es como encontrar la “caja negra” del accidente aéreo y descubrir que
fue lo que sucedió. Por más que parezca lo contrario, durante el proceso de liberación
el humano está elevándose por sobre su identidad egoica, desidentificándose de ella.
El ego tiene distintas capas de profundidad, tal como los anillos circulares que se ven
en el tronco de un árbol cuando lo cortan. La capa más superficial es la corteza, y al
profundizar más y más hacia el centro se descubren los traumas emocionales y las he-
ridas originales. Esa es la raíz del condicionamiento humano, la persona es algo así
como la corteza, la cara visible del ego.
135
es el bunker del ego, y se va cementando con el correr del tiempo. Podemos ver el paso
de la flexibilidad a la rigidez en el crecimiento de un niño. Los niños cambian constante-
mente, no están apegados a una idea mental de sí mismos, no tienen una identidad
mental a la cual serle fiel. Viven en el momento presente, fluyen, disfrutan, olvidan los
disgustos en un minuto y ríen nuevamente. Un niño cambia mucho por ejemplo entre
los seis y los siete años, pero ese cambio no se produce en un minuto al soplar las velas
de la torta de cumpleaños, sucede de momento a momento. Esa habilidad de cambiar,
sin apego a una forma establecida, se pierde poco a poco. Lo que antes era flexible y
liviano se vuelve rígido y pesado. Para muchos adultos está mal visto cambiar radical-
mente la manera de vivir, porque se han comprometido a vivir en el pasado. Desde el
apego al pasado la posibilidad de un cambio fundamental se ve desde la desconfianza,
y todo debe seguir igual excepto las cosas que no se adaptan a las expectativas perso-
nales. Las resistencias de la mente egoica se pueden manifestar como resistirse a todo
tipo de cambio. El ego solo es fiel al pasado y a lo conocido, incluso cuando eso repre-
senta una vida de sufrimiento e indignidad.
Otra de las resistencias al cambio se manifiesta a través del juicio dirigido a uno
mismo. Eso pone a la persona en una búsqueda de tal o cual mérito, para subsanar el
sentimiento de culpabilidad y equivocación. Si la persona comienza a ver su propio juicio
desde el juicio, cómo diciendo “no debería estar juzgándome así”, lo que está haciendo
es apilar un juicio sobre otro juicio, y el mecanismo se intensifica aún más. Lo único que
puede romper la identificación con ese bucle de juicio mental es la contemplación pura
e impersonal, desde la cual todos los pensamientos creados por el juicio son evidencia-
dos como irreales. Cuando la persona se juzga a sí misma, se intensifica la fragmenta-
ción de su mente egoica. Una parte es justificada y otra parte es condenada, y el juicio
es lo que sostiene esa resistencia neurótica.
136
la queja, el victimismo y la injusticia. Lo que debería ser no es lo que es, lo que debería
ser vive en la mente, lo que es vive en el momento presente.
Las resistencias al cambio se pueden dar también desde las relaciones incons-
cientes. Generalmente el aliado principal en la inconsciencia es alguien muy cercano,
un amigo, la pareja, o un familiar. Es como una retroalimentación de inconsciencia a
través de la cual ambas partes se dan rienda suelta, así encuentran una excusa para
perderse en los laberintos del ego. Si la inconsciencia de una persona es como un in-
cendio en el bosque, la inconsciencia de una alianza entre dos egos es como una tor-
menta de kerosene sobre el incendio forestal. Las alianzas entre egos se arman desde
el lenguaje, desde la palabra, justamente en donde existen, en lo simbólico. El lenguaje
parece potenciarse cuando dos egos se juntan a hablar, así el diálogo entre dos perso-
nas puede parecer un debate agitado de una pequeña multitud. Generalmente, el len-
guaje es utilizado para canalizar el juicio, para hablar sobre los demás, para quejarse,
para manipular, etc. Hay gente que incluso mantiene conversaciones en donde se habla
de otras conversaciones, sea propias o de los demás. El diálogo entre dos humanos es
como dos músicos que se juntan a interpretar una obra, y esa obra puede estar escrita
desde la inconsciencia, o puede brotar desde el silencio interior.
El despertar del sueño de la identidad es algo aún muy raro en nuestra sociedad,
sucede en personas que muy probablemente están rodeadas de seres humanos incons-
cientes. Por eso las resistencias al cambio pueden llegar también a través de la voz de
otras personas, y suele ser de las personas más cercanas. Esas personas tal vez nece-
sitan seguir interpretando su papel un tiempo más, y desde ese papel demandan que
todos sigan con la obra de teatro inconsciente. La adicción a la imagen mental propia
es también la adicción a la imagen mental que se tiene de los demás. Cuando un ser
humano no ve más allá de las imágenes mentales, se vuelve un guardia en la prisión de
la identidad, un agente del ego colectivo. Los otros pueden decir “¿estás loco?”, “¿qué
estás haciendo?”, “este no sos vos”, y esto se da porque uno deja de actuar de acuerdo
a las expectativas y exigencias de los otros. Todo esto, por más conflictivo que pueda
parecer, se convierte en el terreno en donde el florecimiento ocurre. Tal cómo la flor de
loto florece en medio del pantano, el ser humano libre florece en medio de la incons-
ciencia colectiva.
El cambio no sucede de la manera que uno piensa o espera, eso sería una crea-
ción mental motivada por una expectativa. No sucede de la manera que uno quiere, eso
sería exigencia y control sobre el propio proceso de liberación. No sucede de la manera
137
que uno leyó o escuchó, eso sería imitación y actuación. Cuando los pensamientos y
emociones dejan de absorber toda la energía del ser humano, esa energía queda dis-
ponible para la contemplación, y el mundo interior entra en lo contemplado. Así se co-
mienza a ver que la transformación del ser humano está sucediendo ahora, no solo en
uno mismo sino en toda la humanidad, y a su ritmo natural. La exigencia de que los
demás sean más conscientes es una forma muy sutil de resistencia. Al sentir que los
otros deberían cambiar lo que se emana es rechazo, ¿por qué deberían? El mismo re-
chazo fortalece las resistencias egoicas en uno mismo y en los otros. El cambio es ab-
solutamente posible, porque es un cambio a lo que esencialmente ya es, es decir que
es algo inevitable. Llamarle “cambio” es una limitación del lenguaje, ese cambio señala
a un ser humano que se libera de la identificación con una entidad ilusoria. Lo esencial
no atraviesa ningún cambio.
LOS ENTEÓGENOS
Los enteógenos son sustancias, generalmente de origen natural, que funcionan como
puerta de entrada a estados expandidos de consciencia. Los enteógenos son utilizados
por el ser humano desde hace milenios. La popularidad de estas herramientas está en
constante crecimiento mundial, y las experiencias con enteógenos están dejando de ser
una experiencia exclusivamente ritualística o chamánica. En la década del sesenta las
herramientas enteógenas eran conocidas como “psicodélicos”, término que aún sigue
en vigencia en ciertos ámbitos. El significado original de la palabra psicodélico es “reve-
lar el alma”, aunque ese término fue adoptado por la cultura popular para referirse tam-
bién a otras cosas. Psicodélico puede ser una manera de definir un estilo musical, una
vestimenta, un tipo de expresión artística, etc. A estas sustancias también se las conoce
actualmente como enteógenos, en griego éntheos significa “dios interior” y génos signi-
fica “nacimiento”. Las herramientas enteógenas ofrecen experiencias muy profundas y
poderosas, absolutamente fuera de lo que se puede imaginar. Quienes experimentan
con ellas suelen encontrar un antes y un después, un hito trascendental, un renacimiento
espiritual.
139
Los enteógenos son utilizados como herramienta para facilitar la entrada a esta-
dos expandidos de consciencia. Son generalmente utilizadas desde un estado de con-
tracción de consciencia, es decir desde el ego, que es quien busca algún tipo de expe-
riencia espiritual. La misma denominación “medicinas ancestrales” implica una
“enfermedad”, y esa enfermedad es la ignorancia de la mente egoica. Así como un en-
fermo toma medicinas, el ego toma medicinas ancestrales enteógenas. Muchos confun-
den estas herramientas con soluciones mágicas y definitivas, ven a estas sustancias
como algo sagrado, y adoptan un tipo de vida devocional alrededor de ellas. Cuando se
depende de herramientas externas para conectar con algún tipo de experiencia espiri-
tual, no sólo se produce una expansión de conciencia, también se produce una expan-
sión del ego. Estas experiencias son tan profundas y trascendentes que el ego puede
tomar dimensiones espirituales desproporcionadas, no tarda en incorporar esa expe-
riencia a su historia personal, y a un nuevo estilo de vida armado alrededor de los en-
teógenos. Cuando la presencia se manifiesta a través de herramientas externas, es muy
probable que la mente luego descarte la mayor parte de la experiencia. La mente egoica
es muy ingeniosa, por un lado, se encarga de descartar lo esencial, ya que eso no puede
ser capturado por la memoria. Y, por otro lado, se vuelve codiciosa y quiere repetir la
experiencia. El uso de herramientas enteógenas puede ser una especie de atajo que
acelera el despertar espiritual, o puede ser un desvío que perpetúa la identificación con
el ego.
“Un estado de amor y gratitud tan profundos que no recuerdo haber experimen-
tado antes. Vi que mis propios comportamientos adictivos se sostenían precisa-
mente porque yo no había sido capaz de experimentar ese tipo de amor y grati-
tud. Desde ese estado, no hay necesidad de buscar algo más afuera de uno
mismo.” Dr. Gabor Maté (fragmento del documental “La sabiduría del Trauma”)
141
Uno de los pacientes del Dr. Gabor Maté, atormentado por ansiedad y depresión,
expresa haber logrado más con una sesión de ayahuasca que lo que probablemente
logró en cinco años de psicoanálisis. Generalmente, la experiencia con ayahuasca lleva
a la persona a descubrir la raíz de sus traumas y de sus conductas auto destructivas.
La ayahuasca, entre otras cosas, facilita ese descubrimiento. Durante la experiencia uno
tiene la posibilidad de ver los propios traumas desde la incondicionalidad, y eso colabora
con la sanación y con la trascendencia del sufrimiento humano. Cuando el ser humano
se identifica con el trauma, el trauma se convierte en el espacio desde el cual todo es
percibido, es algo así como estar “dentro del trauma”. Contemplar el trauma de manera
pura y sin juicios es una inversión, es ver que el trauma está dentro de uno, que trauma
y persona no están separados, y es ver esa parte de uno que jamás ha sido afectada
por el trauma. En algunos casos los resultados se evidencian en las primeras sesiones
de enteógenos, en otros se necesita de un proceso más largo, y en casi todos los casos
se combina el uso de herramientas enteógenas con dinámicas terapéuticas, acompaña-
miento consciente, e integración de las experiencias.
Durante las experiencias con enteógenos, algunas personas perciben que algo
se detiene, y eso puede ocurrir cuando el movimiento del pensamiento se detiene. Ese
movimiento es lo que da el sentido de identidad egoica y de tiempo mental, lo que se
detiene es el ego y su tiempo imaginario. Esto puede conducir a una experiencia su-
blime, o puede generar pánico, depende de la entrega y de la confianza en lo que está
sucediendo. Cuando se manifiesta el miedo, la mente egoica puede usar sus últimos
recursos para mantener la ilusión, creando algún pensamiento o visión desagradable
para sostener la atención en lo simbólico y evitar el estado de presencia. Por eso es
muy importante que, si uno decide realizar esas experiencias, se disponga de acompa-
ñamiento de personas experimentadas, idealmente en la naturaleza, y con absoluta
142
confianza. Hay todo tipo de retiros con medicinas ancestrales, enfocados desde lo ritua-
lístico y chamánico hasta lo psicoterapéutico.
El ego es, en casi todos los casos, quien ha decidido tener la experiencia con
herramientas enteógenas. Aprovecha la invitación, se cuela a la experiencia, y luego
crea una historia alrededor de la experiencia, ya que debe sostener la ilusión. Muchas
personas pasan toda su vida dependiendo de los enteógenos, no porque sean sustan-
cias adictivas, sino porque la persona se hace adicta a la nueva imagen mental de sí
misma. Se puede adoptar la creencia de haber trascendido el ego, de haberse iluminado
por las experiencias con enteógenos, sin advertir la dependencia y la devoción a una
sustancia, a un ritual o a un chamán. También se habla de “dosis heroicas” llevadas
adelante por “psiconautas”. Un psiconauta es un explorador de estados expandidos de
conciencia, y una dosis heroica es una cantidad excesiva de estas sustancias. Los psi-
conautas se centran en la experiencia, en la circunstancia, en las anécdotas e historias
de “los viajes”. Cuentan la cantidad de veces que hicieron tal o cual enteógeno, buscan
el heroísmo al hacer dosis más y más grandes, e incluso combinan distintas herramien-
tas, todo eso es cuestión del ego espiritual. Una persona puede sostener la identificación
con su ego luego de cientos de experiencias con todo tipo de sustancias enteógenas.
Es indistinto que hayan transcurrido años o décadas con cientos de ceremonias, rituales
y retiros, la identificación con el ego puede ser incluso más fuerte que antes de la pri-
mera dosis.
El uso de herramientas enteógenas está penado por ley en gran parte del mundo,
aunque esa situación está cambiando lentamente. Ciertos países o ciudades están len-
tamente descriminalizando el uso de enteógenos, ya que la evidencia científica que
avala su enorme beneficio para el ser humano se ha vuelto abundante e innegable.
Hace unos siglos las personas podían ser perseguidas, encarceladas y hasta ejecuta-
das por no adoptar tal o cual creencia, y por más absurdo que parezca, el equivalente
actual de esa situación es la persecución legal hacia personas que deciden experimen-
tar con enteógenos. Todo ser humano tiene el derecho de experimentar con las herra-
mientas que desee, y sin dudas en algunos años o décadas se mirará a esta etapa de
prohibición legal como otra de las tantas manifestaciones de inconsciencia humana.
Los enteógenos pueden ser una manera de comprobar si el camino que uno ha
hecho es virtual o real, ya que estas herramientas son una poderosa invitación a lo real,
son un acelerador, un acceso directo al mundo interior. Si lo que se experimenta es una
disolución temporal del ego, se contempla con absoluta claridad que todo lo que uno
143
cree ser está sostenido por una historia imaginaria. Cuando todo lo que era tomado
como real se disuelve, el sentido del “yo” deja de tener sentido. Ingresar en este estado
de intensa presencia puede ser experimentado como una especie de locura, y eso es
solo un umbral. Antes de ese umbral el ego es tomado como real, luego de ese umbral
lo incognoscible es lo real. El ego está construido sobre la locura de la ignorancia, la
locura de ignorar quien uno esencialmente es, y la gran liberación está del otro lado de
ese umbral. Esa liberación no necesita de enteógenos, se puede prescindir de ellos, o
se puede utilizarlos simplemente como una herramienta transitoria.
EL EMPODERAMIENTO
144
solo sabe ocupar y resistir; es como un dictador que cada tanto monta unas elecciones
fraudulentas, y así crea la ilusión de la decisión para seguir en el poder de por vida.
Un ser humano que ignora su verdadero poder no puede evitar sentirse alienado
y separado del resto de la existencia. Esa separación se manifiesta en la relación con la
vida y con otras personas, y toma forma de desconfianza, control, manipulación, codicia,
victimismo, narcisismo, soberbia, autoritarismo, superioridad, orgullo, etc. Esas son las
formas que toma el falso poder del ego, se manifiesta a través de la persona y así da
forma a la persona. Podemos observar el falso poder del ego en las situaciones de la
vida cotidiana, no hace falta ir muy lejos ni esperar mucho tiempo para verlo en acción.
Cuando las personas discuten, o tienen algún tipo de conflicto, comienzan una bús-
queda inconsciente de aliados y enemigos. Hablan con los demás buscando aliados,
para que su punto de vista prevalezca sobre el de los otros, que son vistos como enemi-
gos. Dicen cosas como “créeme a mí”, “las cosas son tal como yo digo”, “yo tengo ra-
zón”, “el otro está equivocado”. Usan las creencias como bunker, las opiniones como
escudos, y los puntos de vista como espadas. El ego siempre lucha por su derecho a
continuar siendo inconsciente, incluso cuando cree estar luchando contra la inconscien-
cia.
Las luchas de poder ocurren incluso en ámbitos espirituales. Alguien muy iden-
tificado con cierta corriente espiritual puede fácilmente entrar en discusiones, y sentirse
atacado por el solo hecho de que otra persona cuestione su punto de vista u opine
diferente. Cuando dos personas discuten, y defienden sus puntos de vista, es inimagi-
nable la cantidad de problemas innecesarios que pueden manifestarse desde la incons-
ciencia colectiva. Cuando se vive en una sociedad donde reina el falso poder, se
145
necesitan reglas estrictas, leyes rigurosas y sistemas de castigos. A falta de consciencia
la humanidad necesita que ese “sentido común” este escrito, y que sea impuesto por
alguna figura externa de autoridad. La falta de autoridad real a nivel interno crea las
estructuras de autoridad externa, sostenidas por el falso poder del ego colectivo.
146
ha olvidado su verdadero poder, y esa es la carencia desde la cual lo busca afuera. El
ego posee un falso poder, un poder imaginario, y cómo ese poder es irreal no puede
evitar querer más y más. Sólo el nuevo alter ego podría auto declararse empoderado.
El empoderamiento puede ser una etapa necesaria para algunas personas, una manera
de sacudir las rígidas estructuras arraigadas del pasado, pero sigue siendo una conti-
nuación de la misma identidad egoica con una nueva máscara.
El himno del desempoderamiento es “los demás deciden por mí”, y el himno del
empoderamiento es “ahora decido yo”. El desempoderamiento dice “yo no puedo”, y el
empoderamiento dice “yo tengo el poder”, y el punto en común es el “yo” simbólico. La
etapa del empoderamiento es una especie de rebeldía en contra de lo que uno creía
ser. La persona va en contra del guion que ha escrito su vida, sin ver que lo continúa
actuando desde un nuevo rol, desde el mismo “yo” con una nueva máscara. La etapa
de empoderamiento es una señal de búsqueda de libertad, pero debe ser reconocida
como lo que es, una manifestación de la parte de uno que se siente carente de poder
real. La identificación con el ego persiste a través de la nueva identidad empoderada, y
todo ese poder que uno cree haber obtenido sigue siendo una expresión del falso poder
del ego. Es fundamental ver esta situación en uno mismo, ya que el ego puede acampar
de por vida en cualquier etapa del proceso de liberación con tal de postergar el descu-
brimiento de lo esencial.
147
perdió en primer lugar. El verdadero ser es el verdadero poder, y no necesita ser recla-
mado ni recuperado, ya que no puede ser realmente perdido, solo ignorado. El hecho
de que el ego ignore por completo la esencia del ser no implica que el verdadero poder
desaparezca, solo es ignorado por el sueño de la identidad separada. No se puede re-
clamar el poder que nunca se perdió, ¿quién lo estaría reclamando? ¿quién se estaría
empoderando?
148
CAPITULO 6
VISLUMBRANDO LA ESENCIA
LA CONFIANZA
Cuando dos personas creen sentir confianza mutua porque se conocen hace
algún tiempo, lo que está sucediendo es una asociación entre personajes. Esa confianza
es ensayada y está basada en el pasado, en una similitud de creencias y puntos de
vista. Por ejemplo, dos personas deciden comenzar un emprendimiento comercial. Si
no pueden confiar en la otra persona la intranquilidad y las sospechas serían insosteni-
bles, por ello deciden confiar en base a lo conocido, a lo vivido en el pasado y a lo
esperado en el futuro. Si las cosas no se dan de acuerdo a los planes, o si uno de ellos
es defraudado de alguna manera, dirá “¿cómo pude haber confiado en esa persona?”.
149
Cuando la confianza se transforma en desconfianza, fue desconfianza desde el princi-
pio. Esto sucede en todo tipo de relaciones, entre parejas, amistades, incluso entre fa-
miliares. La verdadera confianza no es algo que se gane por mérito, por experiencias
pasadas o por objetivos comunes. Y como la confianza no surge del pasado, tampoco
se adapta a las especulaciones, esperanzas y deseos que se tengan sobre el futuro.
Eso sería confiar, pero solo bajo la condición de que las cosas salgan como uno quiere
que salgan. Si hay condiciones, no hay confianza, la verdadera confianza es incondicio-
nal.
Por pura necesidad, la mente puede hacer un contrato con sí misma y decidir
confiar en algo. Puede ser en una relación, en un trabajo o emprendimiento, en una
medicina o tratamiento médico, siempre con la esperanza y la expectativa de que las
cosas salgan de determinada manera. Y allí donde la persona cree que dirige su con-
fianza es, en realidad, donde la está buscando. Justamente donde no la encontrará
nunca, afuera. La confianza real no está dirigida a un resultado en particular, o a una
circunstancia aislada, ni puede ser encontrada fuera de uno mismo. Cuando la persona
cree estar confiando en algo externo, probablemente está buscando allí la confianza,
porque aún no la ha descubierto en su interior. Decir “yo confío” es usar la confianza
como verbo, como algo que uno hace, pero la verdadera confianza existe previa al “yo”
que cree confiar. Ese “yo” no puede confiar, porque no es real en primer lugar. Descubrir
eso que es previo al “yo” que cree confiar es descubrir la fuente de la confianza real.
150
Ante situaciones extremas, como enfermedades terminales o accidentes graves,
la incertidumbre y la desesperación pueden llevar a una persona a decir cosas como
“confío en que va a salir todo bien”. Esa confianza generalmente nace del rechazo a lo
que está sucediendo, y viene con la exigencia de que la situación se solucione de
acuerdo a las propias expectativas. El ego usa su idea de la confianza para canalizar el
rechazo y la exigencia. Pero, también puede suceder que a través de situaciones extre-
mas se descubra la verdadera confianza. Por ejemplo, si una persona se entera que
solo le quedan unos días de vida se puede producir un derrumbamiento total del ego,
un colapso absoluto de la historia personal. Ante la certeza de un final inminente e in-
eludible la idea del futuro se puede desvanecer por completo, y sólo queda el momento
presente. Claro que eso no es necesario, solo la mente egoica antepone requisitos ex-
tremos para descubrir la verdadera confianza. Más allá de la mente, la confianza ya
existe en cada ser humano, emana del verdadero ser.
LA AUTORIDAD
Generalmente se cree que tener autoridad significa liderar, dirigir, mandar, dar órdenes,
tomar decisiones, tener más conocimiento o más jerarquía que otros. El significado de
la palabra autoridad es algo así como “tener el derecho de mandar o gobernar a
151
personas subordinadas”. La autoridad que implica ocupar un lugar de mayor importancia
ante otras personas es un tipo de autoridad basada en la separación, y la relación con
esa autoridad demanda sumisión. Ese tipo de autoridad puede quedar obsoleta en poco
tiempo, y sólo sirve en determinados ámbitos. Por ejemplo, el jefe de una organización
solo tiene autoridad y poder sobre los empleados de esa organización, porque necesita
de un acuerdo entre egos. Esa autoridad se puede ganar y perder, ya que es cómo el
rol de una obra de teatro, no es una autoridad propia del ser humano sino un rol social.
Pero todo eso tiene que ver con lo externo, con la circunstancia, esa es la autoridad del
ego. Hay otro tipo de autoridad, una autoridad interior que no depende en absoluto del
tiempo o de la circunstancia, que no separa a las personas, que no se puede comprar o
fingir, que no se gana o se pierde, y que no conoce límites de ningún tipo.
¿Cómo descubrir esa autoridad? En un principio puede ser útil contemplar que
es lo que obstaculiza el descubrimiento de la verdadera autoridad en uno mismo. Mien-
tras dentro de uno existe el reconocimiento de una autoridad externa, no hay autoridad
real, solo hay sumisión. La sumisión puede tomar forma de admiración, idolatría, fana-
tismo, devoción, y dependencia. Toda forma de sumisión aleja al humano de su autori-
dad interior. La escasez de autoridad real a nivel individual lleva a la creación de autori-
dades externas de todo tipo, así la sociedad está sumergida en una sumisión colectiva.
Las falsas autoridades y la sumisión colectiva son manifestaciones del mismo meca-
nismo inconsciente. El poder que ejerce la falsa autoridad está sostenido por quién
ejerce esa autoridad y por quién es sumiso a ella, es decir que el control y lo controlado
son dos partes de lo mismo. La falta de autoridad interna es la causa, la abundancia de
autoridades externas es el efecto, así la humanidad es sumisa ante autoridades religio-
sas, espirituales, políticas, económicas, sociales, etc.
152
Muchas personas buscan intuitivamente la autoridad real, pero esa búsqueda
suele estar dirigida a lo externo, y suele estar sostenida por la misma sumisión. Así se
busca en textos, en escrituras, en maestros, en disciplinas, es decir que la búsqueda
suele comenzar en lo que otros hicieron o dijeron. En algún punto del camino se vuelve
evidente que es absurdo repetir frases hermosas o sabias sin autoridad, sin conocer el
espacio real al cual señalan; es decir, sin ser el autor de su significado. La autoridad del
ego emana de lo simbólico, de la palabra, pero la autoridad del ser emana de lo esencial,
de lo que no puede ser capturado por las palabras. Cuando el ser humano solo puede
aprender y repetir las palabras de alguna autoridad externa, se convierte en un devoto,
sumiso a esa autoridad. Así como hay militantes de partidos políticos, hay militantes de
religiones o de maestros espirituales. La religión y la espiritualidad no son ajenas a los
juegos de la falsa autoridad del ego, y el sostenimiento de esa hipocresía demora el
descubrimiento de la verdadera autoridad.
LA RESPONSABILIDAD
Desde niños aprendemos a respetar y obedecer, se nos dice exactamente qué hacer y
cómo hacerlo, y se nos exigen tales resultados. Eso es, justamente, aprender a ser
irresponsable. Así aprendemos la responsabilidad de manera distorsionada, aprende-
mos la responsabilidad inconsciente. Cuando el ser humano está a la merced de sus
pensamientos y emociones, de sus miedos y deseos, ya no hay rastro de responsabili-
dad real. Se puede ocupar un rol de responsabilidad, por ejemplo, en una familia o en
un trabajo, incluso hasta ser presidente de un país, pero eso no implica ser verdadera-
mente responsable. Se podría decir que el significado de la palabra responsabilidad es
“habilidad de responder”, la misma palabra responsabilidad es una combinación de las
palabras “responder” y “habilidad”. No se trata de una respuesta necesariamente verbal,
sino de la habilidad de interactuar con una determinada circunstancia desde la presen-
cia. La necesidad que tiene una persona por ser responsable, por ocupar un rol de res-
ponsabilidad sobre personas o tareas, nace de la propia irresponsabilidad. La mente
egoica en el fondo sabe que está desprovista de responsabilidad real, por eso busca
esa sensación de responsabilidad afuera. De la misma manera que solo un preso que-
rría ser libre, solo un irresponsable querría ser responsable. Y así como contemplar
conscientemente la inconciencia señala al descubrimiento de la consciencia, contemplar
conscientemente la irresponsabilidad señala al descubrimiento de la responsabilidad.
154
físicamente violento, emocionalmente violento y psicológicamente violento, pero se abs-
trae en un “yo” separado para sostener su ilusión y no hacerse responsable de sí mismo.
Generalmente, ante una situación determinada, la persona no acciona, sino que reac-
ciona. La reacción suele estar cargada de emociones y conclusiones del pasado, así se
reacciona desde la inconsciencia, sin un mínimo espacio de presencia para contemplar
la situación en su totalidad. En la reacción no hay responsabilidad, porque un ser hu-
mano que fue temporalmente poseído por sus emociones y pensamientos ya no tiene
responsabilidad alguna. Cuando no se puede evitar reaccionar inconscientemente ante
la circunstancia, uno se pierde en la interpretación egoica de la circunstancia, uno es
irresponsable.
Cada situación, por pequeña o trivial que parezca, nos invita a volver al momento
presente. La situación existe dentro del momento presente, la situación cambia cons-
tantemente de la misma manera que la persona cambia constantemente, y más allá de
todos esos cambios está la presencia, la responsabilidad real. La responsabilidad
emana de la contemplación del momento presente más allá de la forma. La responsabi-
lidad trasciende la forma externa e interna, la forma externa es la circunstancia, y la
forma interna es el “yo” que la transita, con todos sus pensamientos y emociones. En
momentos de miedo, si la emoción toma el control se produce un escape, como si estu-
viéramos escapando de un animal salvaje. En momentos de deseo, si la emoción toma
el control se produce un desvío, como un marinero distraído de su rumbo por las sirenas.
Ambas son formas de irresponsabilidad causadas por la interpretación egoica de la cir-
cunstancia.
156
El ego desconoce la verdadera responsabilidad, esa entidad no tiene responsa-
bilidad sobre nada verdaderamente importante. El cuerpo tiene millones de procesos
funcionando, procesos vitales de una complejidad inconmensurable, y esa entidad ilu-
soria no está a cargo de ninguno de ellos, ni siquiera del pensar. Si uno descubre que
no existe tal cosa como el control del pensar, si descubre que no hay una preselección
de los pensamientos que uno tiene, descubre que la verdadera responsabilidad no
puede provenir del pensar. Es paradójico, pero cuando un ser humano realmente ve que
no es “dueño” de la responsabilidad, que la responsabilidad no es algo que uno haga,
piense o fabrique haciendo tal o cual cosa, puede ser realmente responsable.
157
EL LIBRE ALBEDRÍO
En el idioma inglés la expresión “libre albedrío” (free will) se traduce literalmente como
“voluntad libre”, y generalmente eso es lo que se toma como libertad, ejercer libremente
la voluntad personal. Pero ¿qué tan libre es nuestra voluntad?, otra manera de formular
esa pregunta sería ¿qué tan condicionada está nuestra libertad? La misma palabra al-
bedrío implica una capacidad de discernimiento consciente, pero esa capacidad aún no
está desarrollada profundamente en la humanidad. Discernir implica ver lo que es, no lo
que se quiere ver, y desde el ego el discernimiento está limitado a ver lo que se quiere
ver. La mente condicionada sólo es libre de elegir a partir de lo conocido, y esa libertad
que ostenta está totalmente condicionada por el pasado, por la cultura, por la sociedad,
por la educación, por la crianza, por las creencias, etc. La libertad del ego está centrada
en la voluntad personal, y esa voluntad es relativamente libre, es como ser libres, pero
solo dentro del patio de la prisión. Goethe dijo que “nadie está más desesperanzada-
mente esclavizado que aquellos que falsamente creen ser libres”.
158
al final de todo el proceso, probablemente cuando la acción está en curso o ya está
realizada, y ese pensamiento dice “yo decidí tal cosa”. La decisión suele ser un pensa-
miento retroactivo, que ofrece una sensación de estar en control de la vida. En un de-
terminado momento el pensamiento puede presentar una elección: “¿salgo a caminar o
me quedo en casa?”, luego otro pensamiento puede presentar una decisión, pero no
hay alguien que haya elegido tener esos pensamientos. No hay una preselección de los
pensamientos que uno tiene, no fueron creados por la persona, la persona es creada
por los pensamientos. Esto puede ser evidenciado directamente en uno mismo, por
ejemplo, piense en algo que le sucedió ayer, puede ser cualquier cosa, ¿listo? ¿ese
pensamiento fue elegido? ¿fue preseleccionado? ¿o simplemente apareció?
¿Alguien decidió alguna vez que le guste tal o cual cosa? las cosas que nos
gustan o disgustan no dependen de una decisión previa, es absurdo decir “de ahora en
adelante me va a gustar tal cosa”. Todo lo que nos gusta está condicionado por nuestro
pasado, por la cultura y los hábitos que han sido adoptados en la vida. Ese mecanismo
inconsciente de aparente libre albedrío crea el espacio en el cual las personas pueden
ser fácilmente manipuladas, así se cree en la palabra de los medios de comunicación,
del político, de la autoridad religiosa, del maestro espiritual, de la pareja, etc. Detrás de
cada campaña publicitaria hay un publicista estimulando esos impulsos inconscientes,
inseminando una intención que se convierte en la decisión de comprar tal cosa, o de
159
asociarse a tal otra. Cada persona, dependiendo de su condicionamiento, se verá
atraída a morder tal o cual carnada, y pensará que ha sido su decisión. Esa es la maes-
tría de la manipulación, decidir por otro y que ese otro crea que ha sido su decisión. Así
es como la inconsciencia personal es explotada por la inconsciencia colectiva, y vice-
versa.
La paradoja es que la persona parece no tener otra opción más que creer ser
libre, y es justamente esa creencia la que aprisiona al humano. Se hace evidente que la
libertad de pensamiento no existe, lo que sí existe es ser libres de la identificación con
el pensamiento. El libre albedrío es un concepto mental, pero la verdadera libertad es
real, es ser libre de la idea del libre albedrío. Esa libertad absoluta no puede ser alcan-
zada por la voluntad ni por la decisión, todo eso es parte del condicionamiento, simple-
mente porque están condicionadas. Cuando comenzamos a contemplar nuestros pro-
cesos mentales, es decir el movimiento del pensar y del sentir, comenzamos a escuchar
nuestra voz mental, la voz del ego. Esa voz sostiene un monólogo constante, es como
un comentarista de todo lo que sucede. Si observamos un poco más profundo descubri-
mos que no es una simple voz, sino un diálogo entre distintas partes o fragmentos, un
diálogo en constante conflicto. No se necesita analizar todo el contenido del mecanismo
inconsciente, eso es imposible, lo que sí puede suceder es reconocer el espacio interior
en donde todo ese movimiento ocurre. Al descubrir ese espacio en el cual ocurre el
diálogo mental del ego, el mecanismo puede ser contemplado, y esa capacidad de con-
templación consciente es lo que disuelve la inconsciencia humana. La mente no puede
contemplarlo, porque la mente egoica ES el mecanismo que aprisiona al ser humano.
El espacio interior, vasto e inconmensurable, es en donde el florecimiento de la libertad
ocurre. Una planta solo puede crecer de acuerdo al tamaño de la maceta en donde está
creciendo, descubrir el espacio interior es descubrir una infinita tierra fértil en donde el
humano florece en libertad.
La persona puede incluso reconocer que está atrapada en alguna situación que
le genera indignidad y sufrimiento, y sabe que eso podría finalizar en un instante. Pero
el pensamiento de “no puedo” se instala como verdad, y ante la posibilidad de trascender
161
esa situación la persona cree no poder hacer nada al respecto. Eso no significa que
realmente no pueda, significa que esa parte oculta dice “no quiero”, y esa es la voz muda
del ego. Parece ser que en la mente egoica un “no quiero” oculto pesa mucho más que
un “no puedo” visible. La persona realmente cree no poder hacer tal o cual cosa, porque
la indignidad del ego dice en silencio “no quiero”, y esa parte es la que suele estar diri-
giendo la experiencia de vida desde la inconsciencia.
Para el ego la libertad es algo que se puede perder, para el verdadero ser la
libertad es su propia naturaleza. El concepto de libertad es un concepto mental, más
allá de la mente egoica no hay nada de lo cual ser libre, ni hay nada que pueda ser
aprisionado. Lo que resulta imposible para el ego es renunciar a la falsa idea de libertad
o libre albedrío, es decir, renunciar a la idea de ser un “yo” separado que decide esto y
aquello. Las personas son manipulables justamente por creer ser libres, son manipula-
bles por su propia inconsciencia. La libertad real no es hacer lo que uno quiera, no de-
pende de la circunstancia, la libertad es simplemente estar presentes ahora. Nisargada-
tta Maharaj señala esto al decir que "la libertad de hacer lo que a uno le place es en
realidad esclavitud, mientras que ser libre para hacer lo que uno debe, lo que es justo,
es la libertad real”.
162
a lo que se está manifestando. Decirle “no acción” puede resultar confuso, no implica
caer en pasividad o indiferencia, sino interactuar sin juzgar, sin criticar, y sin rechazar.
CIENCIA Y FILOSOFÍA
Aunque nunca tuve destreza en las matemáticas o la física, siempre sentí curiosidad por
lo que sus estudios y experimentos señalan. Los avances de la ciencia son evidencia
del enorme potencial del ser humano, y en la medida en que la ciencia se nutra de la
consciencia la humanidad se transformará de maneras inimaginables. Lo que hoy tene-
mos a nuestro alcance y tomamos como última tecnología es algo que hace tan solo
unas décadas hubiese sido visto como de otro planeta, y sin embargo dentro de unas
décadas más será tan obsoleto como las antiguas máquinas de escribir. Todo lo que la
ciencia descubre lo descubre a través del estudio de la misma existencia, y actualmente
la búsqueda científica más significativa para la evolución humana es la física cuántica.
Los caminos por los cuales la humanidad ha ido en busca de la verdad absoluta comien-
zan en distintos lugares. La ciencia ha buscado a través del estudio de la materia, y de
las fuerzas invisibles que gobiernan esta realidad, como la gravedad y el electromagne-
tismo. El avance de la ciencia demanda siglos, ya que sus conclusiones toman forma
163
de creencias egoicas, que al ser tomadas como verdad no pueden ser descartadas fá-
cilmente. El físico alemán Max Planck, fundador de la física cuántica, señala que “la
ciencia avanza un funeral por vez”. Es decir que una nueva verdad científica necesita
de una nueva generación de humanos, que tengan la apertura necesaria para adoptar
un nuevo paradigma, y desechar uno obsoleto. La devoción a una teoría científica es
similar a la devoción a tal creencia religiosa, y toda devoción es un velo que nubla la
vista del ser humano.
“Toda la materia se origina y existe sólo en virtud de una fuerza que hace vibrar
la partícula de un átomo, y mantiene unido este diminuto sistema solar del átomo.
Debemos asumir detrás de esta fuerza la existencia de una mente consciente e
inteligente. Esta mente es la matriz de toda la materia”. Max Planck (físico ale-
mán, fundador de la “Teoría Cuántica” y premio Nobel de física en 1918)
“Los átomos o las propias partículas elementales no son tan reales; forman un
mundo de potencialidades o posibilidades en lugar de uno de cosas y hechos".
Werner Heisenberg (físico alemán, inventor de la “Mecánica cuántica matricial”
y premio Nobel de física en 1932)
“Las partículas cuánticas son algo llamado a medio camino entre el ser y el no
ser. Así, en todos los lugares del mundo corpóreo como físico, los físicos descu-
brieron que lo físico no existe realmente”. Wolfgang Smith (matemático y físico
estadounidense, experto en física cuántica y en la “Causalidad Vertical”)
165
señalando que toda la existencia surgió de la nada, y que todo se organizó automática-
mente formando el universo. Una especie de milagro cósmico llamado “big bang”, utili-
zado por la ciencia como punto de partida. Según las teorías científicas, antes del big
bang todo el universo estaba condensado en una singularidad, un punto denso y caliente
mil millones de veces más pequeño que la cabeza de un alfiler. Pero nadie realmente
conoce el origen del universo, la ciencia siempre ha usado sus experimentos para medir,
estimar, observar, teorizar y llegar así a conclusiones limitadas. El valor de la ciencia en
la evolución humana es enorme, pero el misterio de la existencia misma no puede ser
develado en un laboratorio, ni capturado en teorías científicas o filosóficas.
Hay muchos experimentos dentro de la física cuántica que han llevado a la cien-
cia a un punto de no retorno, como el “experimento de la doble rendija” (“double slits
experiment”), a través del cual se evidencia que la materia es, simultáneamente, onda
y partícula. Antes de que una partícula sea observada es una onda de posibilidades, es
decir que esa partícula existe simultáneamente en todas sus posibilidades, y hasta in-
teractúa con sí misma. La “superposición cuántica” señala que una partícula existe si-
multáneamente en distintas posiciones de tiempo y espacio. Esto significa que mientras
la partícula no es observada, no tiene una localización exacta en tiempo ni en espacio.
Ese parece ser el “comportamiento” de nuestra realidad, y de lo que conocemos como
materia. Una onda de posibilidades infinitas colapsa en una partícula determinada al ser
observada, de acuerdo a lo que el universo necesita. Es decir que la observación rompe
esa “superposición” en la cual la partícula existe simultáneamente en distintos lugares y
tiempos, y asume así una posición determinada en el espacio-tiempo. La observación
es realizada a través de dispositivos electrónicos, ya que esos eventos no pueden ser
observados a simple vista, con lo cual la observación no implica necesariamente a la
conciencia humana.
Mientras esa partícula no es observada, no existe como partícula sino como onda
de posibilidades, es decir que es potencialmente y simultáneamente todas esas posibi-
lidades. Es como si la existencia manifestada, incluso en sus expresiones más ínfimas,
167
fuese consciente de que está siendo observada. Algunos científicos parecen no poder
aceptar que el universo posee una inteligencia infinitamente superior al razonamiento
humano, y eso les impide concebir una consciencia esencial. Esos científicos se pre-
guntan “¿cómo puede una partícula saber qué está siendo observada?”, pero… ¿cómo
no lo sabría? El universo es una manifestación de la consciencia absoluta, y esa cons-
ciencia absoluta se manifiesta desde cada partícula subatómica hasta todo lo que existe.
Creer que el universo no es consciente es la manera contemporánea de creer que la
tierra es el centro del universo. Es una manera de creer que no hay consciencia más
allá de la conciencia personal del ser humano.
“Un ser humano es una parte de un todo, llamado por nosotros Universo, una
parte limitada en el tiempo y en el espacio. Se experimenta a sí mismo, sus pen-
samientos y sentimientos como algo separado del resto, una especie de ilusión
óptica de su conciencia. Esta ilusión es una especie de prisión, que nos restringe
a nuestros deseos personales y al afecto por unas pocas personas cercanas a
nosotros. Nuestra tarea debe ser liberarnos de esta prisión ampliando nuestro
círculo de compasión para abarcar a todas las criaturas vivientes y toda la natu-
raleza en su belleza”. Albert Einstein
168
CAUSA Y EFECTO
El “efecto mariposa” señala que el aleteo de una mariposa puede provocar un tsunami
del otro lado del mundo. Esto es una manera de ilustrar que cada minúscula acción es
una causa que desencadena una especie de efecto dominó inconmensurable. Cada
acción es simultáneamente el efecto de una causa anterior, y la causa de un efecto
posterior. A nivel humano, cada circunstancia es una causa, y la manera de reaccionar
de la persona es un efecto. Las circunstancias no son sólo externas, los propios pensa-
mientos y emociones pueden causar reacciones y efectos de todo tipo. La causa y el
efecto parecen ser dos cosas distintas, pero son dos partes del mismo movimiento, no
existen independientemente. La misma identidad egoica que uno ha adoptado como
propia es un efecto del pasado, de incontables causas.
Cuando alguien dice cosas como “tal persona me hizo enojar”, lo que está ha-
ciendo es declararse un efecto de la circunstancia y del pasado. Lo externo es usado
por el ego para confirmar la idea sobre uno mismo y sobre el mundo, para continuar
siendo un efecto. El ego es un efecto del pasado, y la identificación con la mente egoica
condiciona el futuro de la persona. Cuando una persona cree que su futuro va a estar
lleno de desdicha, está proyectando sus creencias y conclusiones del pasado en el fu-
turo, está condicionando su vida desde su idea de lo que el futuro será. Le llaman “la
profecía autocumplida”, porque es la misma persona quien se encarga de ser el profeta
y de hacer cumplir la profecía. Es una especie de “retrocausalidad”, la persona profetiza
su futuro de acuerdo a su pasado, y así la causa de su desdicha proviene de un futuro
imaginario. Cuando el ser humano comienza a ver que es un efecto del pasado, surge
un deseo natural de liberación, de dejar de ser un efecto y pasar a ser la causa. Es el
deseo de descubrir la causa esencial, el verdadero poder, el verdadero ser.
Los niños viven más cerca de la causa, y los adultos viven más cerca del efecto.
Los niños no están pensando en las consecuencias, en la próxima cosa, en tomar re-
caudos con relación al futuro. Los adultos, al alejarse del momento presente, están mu-
cho más cerca del efecto en la experiencia de vida. Están pensando en las consecuen-
cias de sus actos, en la próxima cosa, en tomar tales recaudos en relación al futuro. Si
el juego de causa y efecto es visto desde la inconsciencia, la persona no tiene otra
opción más que desconfiar de la vida, actúa desde los miedos y los deseos, controla y
calcula todos los efectos posibles, se pierde absolutamente en la interpretación de su
169
circunstancia de vida. El ego mismo es un efecto, una consecuencia, una secuencia de
efectos acumulados en la memoria. Pero cuando el juego de causa y efecto es visto
desde la consciencia, el ser humano puede ser verdaderamente espontaneo, confía en
la vida, actúa desde la presencia, en comunión con la circunstancia.
Hay una “causa primordial” por llamarle de alguna manera, que no es efecto de
nada, y toda la existencia es efecto de esa causa. A esa causa se la conoce en física
cuántica como “causalidad vertical”. Esa causalidad es no manifestada, y de ella emana
toda la existencia manifestada. Esa causalidad es instantánea, no depende del tiempo
y del espacio, emana de lo no manifestado. La ciencia dice que el universo nació de la
nada absoluta, que antes del “big bang” no había tiempo, espacio, materia ni energía,
que la nada se convirtió en todo lo que existe. Para la ciencia esa causa primordial será
siempre un misterio, porque no puede ser un objeto de conocimiento. Excede infinita-
mente la comprensión humana, y precede al mismísimo universo. El pensamiento es
limitado, la causa primordial no puede ser capturada en teorías, es algo incognoscible
para la mente. La ciencia le llama “big bang”, la religión le llama “Dios”, la espiritualidad
le llama “consciencia”; es indistinto, solo la mente humana necesita darle un nombre a
170
lo incognoscible. La paradoja es que, eso que resulta incognoscible, es nuestra misma
esencia, nuestra consciencia esencial, nuestro verdadero ser.
KARMA Y DESTINO
Comúnmente se cree que el Karma es algo así como una justicia divina, en donde todas
las acciones de una persona son juzgadas como buenas o malas, y producen premios
y castigos, es decir buen karma o mal karma. Esa es solo una interpretación basada en
causa y efecto, en inocencia y culpabilidad, y en un juez implacable que premia al bueno
y castiga al malo. Pero todas esas características son propias de la mente humana con-
dicionada, y definen a los sistemas de justicia del ego que vemos en la sociedad. Uno
de los significados originales de la palabra Karma es simplemente “acción”, otro signifi-
cado es “el efecto de la acción en el pensador”. Podríamos decir que el ego, es decir el
“pensador”, es quien está juzgando sus acciones y creando sus propios efectos, sus
propios premios y castigos, sin ser consciente de ello.
172
predeterminada, y a medida que el ego comienza a perder su inercia la persona va
experimentando nuevos destinos, que suceden inevitablemente en el momento pre-
sente. La desidentificación de la persona que uno cree ser conduce al ser humano al
momento presente.
173
escrita en un papel, así como la palabra “tormenta” no es una tormenta real. Sólo los
símbolos significan algo distinto a lo que son, sólo las palabras tienen significado, el
resto de la existencia simplemente es lo que es. Un árbol es simplemente un árbol, y no
significa algo más allá de sí mismo.
La mente egoica necesita creer que sus pensamientos son verdaderos, pero no
existe tal cosa como un pensamiento que sea verdad. Cuando una persona lee sobre lo
esencial más allá de la razón su mente crea todo tipo de preguntas, “¿y cómo será
eso?”, “¿me lo puede explicar de una manera que lo pueda razonar?”, “¿qué pasos debo
seguir para entenderlo?”. Pero lo esencial no puede ser razonado, justamente porque
pensarlo es continuar viendo sólo los símbolos. La frontera del razonamiento es el ra-
zonamiento mismo, es el límite de lo simbólico. La capacidad de razonar es una gran
herramienta, pero esa herramienta basada en símbolos ha sido tomada como lo esen-
cial, y así lo esencial es ignorado desde la razón. Desde el razonamiento, tal idea parece
razonable y tal otra no, pero la persona rara vez evalúa la veracidad de su propio razo-
namiento. La persona no es irracional por no poseer razonamiento, sino por estar total-
mente apegada a él. Ser libre de la identificación con el razonamiento es trascender la
irracionalidad de la mente egoica.
Todo lo que el razonamiento tiene para ofrecer son más símbolos. Cada símbolo
depende de otro símbolo, cada palabra depende de otras palabras para obtener su sig-
nificado, pero lo esencial no es un símbolo, ni depende de nada para ser. El poeta Hakim
Sanai señala esto al decir: “Hemos tratado de razonar nuestro camino hacia Él, no fun-
cionó; pero en el momento que abandonamos, ningún obstáculo quedó. La razón nos
llevó hasta Su puerta, pero fue Su Presencia quien nos dejó entrar”. Esa presencia que
señala es la presencia incondicional que existe más allá del razonamiento y de la volun-
tad personal, es nuestra presencia divina. Desde la identificación con el razonamiento
esa presencia divina es percibida como no propia, como algo ajeno. La razón puede, en
el mejor de los casos, señalar hacia lo esencial, pero la única manera de saltar desde lo
simbólico hacia lo esencial es trascender la identificación con el razonamiento.
174
pensador es un pensamiento más, es una imagen mental interactuando ilusoriamente
con sí misma. La mente egoica solo puede ir a donde su pensamiento puede ir, y como
la mente no puede ver más allá del pensamiento se convierte así en su propia frontera.
La verdad no puede ser razonada, se revela a sí misma cuando la identificación con el
razonamiento es trascendida.
¿Hace falta saber para ser? ¿hace falta saber cómo hacer la digestión? ¿saber
cómo latir el corazón? ¿saber distribuir el aire por el cuerpo? Las cuestiones más fun-
damentales de la experiencia humana no necesitan explicación en palabras, ni necesi-
tan ser razonadas, pero por algún motivo los seres humanos aún necesitan saber quié-
nes son a través de historias y pensamientos racionales. La inteligencia natural de la
vida existe más allá del conocimiento intelectual, el razonamiento no puede alcanzarla,
es un océano de sabiduría libre de mente egoica. Las aves saben cómo migrar de un
continente a otro volando durante días sin descanso, sin GPS ni clases de geografía.
Las plantas y árboles desarrollan hojas que funcionan como paneles solares, sin con-
sultar a un departamento de ingeniería. Esa misma inteligencia suprema está presente
en nuestro cuerpo, es una expresión de nuestro verdadero ser.
El silencio interior es la esencia de todo ser humano, pero sesenta mil pensa-
mientos al día son más que suficiente para acaparar la atención de la mente e ignorarlo
por completo. El pensamiento se vuelve un ruido para sí mismo, un obstáculo, cuando
la mente no está limitada por el pensamiento racional es capaz de llegar a descubri-
mientos inimaginables. Muchos de los descubrimientos más relevantes de la historia
humana sucedieron cuando la persona descansa y duerme, así la mente se libera del
pensamiento racional y descubre cosas más allá de sus propios límites. Algunos descu-
brimientos que ocurrieron durante el sueño nocturno son, por ejemplo, la estructura del
ADN, la teoría de la relatividad, Google, la tabla periódica de los elementos, etc. Grandes
pintores, músicos y artistas de todo tipo también eran inspirados por el mundo onírico.
Se podría decir que el ser humano es realmente inteligente cuando no está pensando,
cuando le da un descanso a la búsqueda de una solución a través del pensamiento
racional. Las “tormentas de ideas” pueden crear más problemas que soluciones, pueden
crear soluciones para ciertas personas en la misma medida que crean problemas para
el resto del mundo. La humanidad se ha vuelto adicta a ese ruido del pensar, a esas
tormentas de pensamientos compulsivos, y cuando el pensamiento no tiene límites el
humano queda limitado por su propio pensamiento.
175
En la tradición Zen existen los Kōan, son “problemas” planteados por maestros
a alumnos con el propósito de llevar a la mente a su propio límite, de llevar al humano
a una dimensión más profunda que el pensamiento racional, y liberar así la capacidad
de contemplación. Los Kōan pueden parecer absolutamente absurdos, carentes de toda
lógica, y es interesante observar las reacciones de la mente ante esos problemas. No
tienen una solución racional, justamente lo que se podría llamar “solución” es salir del
pensamiento racional y llegar a un estado de “no mente”. Son una invitación a trascender
el razonamiento estructurado en palabras y símbolos. Experimentar al menos por un
instante ese estado de “no mente” es lo que en budismo Zen se conoce como “Satori”.
Satori significa un súbito despertar, es solo una manera de señalar un vislumbre de lo
esencial, de lo que no es creado ni sostenido por el pensamiento racional. Eso a lo cual
señalan los Kōan no dispone de caminos mentales, no tienen pasos lógicos ni deman-
dan un análisis racional, porque señalan a lo más inmediato, a lo que es previo al tiempo
mental. Descubrir el espacio al cual señalan es un evento espontáneo e involuntario, no
puede ser forzado ni simulado. El descubrimiento de lo atemporal es inmediato, instan-
táneo, tal como la risa pura, sincera y espontánea.
Algunos Kōan son muy breves y simples, y pueden ser enunciados en forma de
pregunta, como por ejemplo los tres siguientes:
Otros son enunciados simples y directos en forma de afirmación, como por ejem-
plo los dos siguientes:
- “Dos monjes discutían acerca de una bandera. Uno decía: «La bandera se
mueve», el otro decía: «El viento se mueve». El maestro pasaba casualmente
por allí y les dijo: «Ni el viento, ni la bandera; la mente se mueve»”
176
CAPITULO 7
LA LUZ DIVINA
La soledad suele ser vista como algo negativo, pero la soledad no implica ser
solitario, o aislarse en medio del bosque. No significa desesperanza ni angustia. Es per-
fectamente posible vivir en soledad sin ser solitario, sin sentir que algo está incompleto
ni que se necesita conseguir tal o cual cosa. Solo el ego puede sentirse aislado, incom-
pleto, solitario, separado y carente. La persona puede sentirse solitaria y alienada de la
existencia estando incluso estando rodeado de seres humanos, porque su naturaleza
egoica es el aislamiento del resto de la existencia. Pero cuando el humano trasciende
la ilusión de la identidad puede disfrutar de la soledad incluso en medio de la ciudad,
porque su naturaleza esencial es la unidad con la vida en todas sus expresiones. La
soledad consciente no es evitar estar acompañado por otros, sino estar con uno mismo
177
en plenitud, porque ese “uno mismo” es la esencia de todos. La plenitud real no es una
experiencia personal, es nuestra esencia impersonal. El miedo a la soledad es sólo un
obstáculo en el camino, el miedo no es a la soledad sino a trascender la dualidad, es el
miedo a dejar de ser un “yo” separado.
El ego tiene terror a dejar de existir como lo que cree ser, a estar en una eterna
soledad atrapado en la nada. La palabra nada proviene del latín, y uno de sus significa-
dos originales es “nacer”. Se podría decir que el proceso de liberación es el proceso de
convertirse en nada, es decir que es el proceso de nacer a la esencia no manifestada
de la vida misma. La palabra nada crea pensamientos que apuntan a una oscuridad
eterna e infinita, pero esos pensamientos son el eco del terror del ego. Esa “nada” no
es una cosa, pero sin embargo es real, algo tan real que trasciende incluso la eternidad
y la infinitud, porque es previo al tiempo y al espacio. En inglés la palabra nada es
“nothing”, que proviene de “no-thing”, es decir “no-cosa”. El verdadero ser no es una
cosa, no es un objeto de ningún tipo, y sin embargo es. Y en inglés la palabra solo es
“alone”, que proviene de “all-one”, y se traduce literalmente como “todo-uno. Se podría
decir que el verdadero ser es la unidad presente en todos y en todo, es la nada, lo no
manifestado presente en todo el universo manifestado.
La impotencia implica el darse cuenta de que todo el poder que uno cree tener
es absolutamente irrelevante para liberarse de la ilusión, ya que ese mismo poder es
justamente lo que sostiene la ilusión como real. Uno no puede hacer nada por su propia
liberación, porque la persona que uno cree ser es lo que aprisiona al humano. Ni uno ni
los otros pueden hacer algo al respecto, esa es la impotencia del ego. Mientras exista
la esperanza de que alguien va a llegar al rescate, o de que algo puede ser hecho, la
ilusión continúa. La expresión "Deus Ex Machina" significa «Dios desde la máquina», y
tiene sus orígenes en el teatro griego y romano, en el cual algún medio mecánico (Ma-
china) presentaba desde fuera del escenario a un actor interpretando a Dios (Deus) para
salvar la situación y terminar con el drama. Esa es la actitud de quien vive desde la
esperanza, espera que Dios aparezca desde afuera para solucionarlo todo, sin ver que
eso no llegará de afuera, y que todo ese drama que debe ser solucionado no es real. Al
descubrir que la esperanza es un escondite de la mente egoica, ya no hay manera de
continuar esperando por el rescate de un salvador.
178
de la fuerza de voluntad de los demás ni de la propia, no es producto de una decisión ni
del esfuerzo. El descubrimiento de la presencia incondicional, del verdadero ser, no es
un trabajo en equipo, no puede ser planeado ni premeditado. La impotencia y la soledad
disuelven la ilusión del ego. La impotencia lleva al desmoronamiento del falso poder, y
la soledad lleva al desmoronamiento de quien creía tenerlo en primer lugar.
Thomas Fuller dijo: “La hora más oscura del día es justo antes del amanecer”, y
así se puede sentir la noche oscura, pero solo por un tiempo, solo por el tiempo que la
identificación con la mente egoica resista. En un instante la identificación con esa mente
egoica se disuelve, el falso poder y el “yo” que creía tenerlo se evidencian como irreales.
La agonía que se experimenta en la noche oscura señala la resistencia del ego. El sig-
nificado original de la palabra agonía es “lucha”. Pero esa agonía es cosa del tiempo, y
se marchita junto a la ilusión de la identidad separada. Se dice que una persona agoniza
cuando está al borde de la muerte, luchando por su vida. El ego agoniza en la noche
oscura, resistiendo en su ilusión hasta el inevitable descubrimiento de lo esencial. En un
instante la noche oscura se convierte en apenas un recuerdo, y en ese instante, que es
ahora, amanece la liberación del ser humano.
LA CONFESIÓN
Una vieja fábula budista cuenta la historia de un niño, que era el hijo de las personas
más respetadas y queridas del pueblo. Una tarde estaba jugando en el jardín de su casa
cuando fue mordido tres veces por una serpiente venenosa. Sus padres, desesperados,
corrieron con su hijo agonizante al monasterio del pueblo, y pidieron ayuda al monje ya
que era considerado un hombre de sabiduría. En ese entonces algunos sabios conocían
de hierbas y medicinas naturales, pero el monje respondió que no conocía de antídotos
ni hierbas medicinales. Los padres insistieron, y suplicaron caridad a través de un “acto
de verdad” que salve a su hijo. El monje, desconcertado, aceptó a hacer un acto de
verdad. Puso una mano sobre el niño y dijo: “Solo fui santo durante una semana, y desde
entonces viví cincuenta años de hipocresía, de acciones ocultas y corazón impuro. Por
esta verdad, que el veneno sea vencido”. El veneno salió del pecho del niño, aunque
seguía agonizando. El padre, al ver esto, puso una mano sobre su hijo y dijo: “Mi hospi-
talidad nunca fue verdadera, jamás me gustó compartir ni recibir personas en mi casa,
siempre sentí rechazo por todos. Por esta verdad, que el veneno sea vencido”. El
179
veneno salió de la espalda del niño, aunque seguía agonizando. El padre pidió a su
esposa que hiciera un acto de verdad, pero ella respondió: “Mi verdad no puede ser
dicha en tu presencia”. El padre dijo: “Habla tu verdad y sana a nuestro hijo de cualquier
modo, a cualquier costo”, entonces la madre puso una mano sobre su hijo y dijo: “Hijo
mío, a la serpiente que te ha mordido no la odio más que a tu padre. Por esta verdad,
que el veneno sea vencido”. El resto del veneno salió del cuerpo del niño, se levantó y
comenzó a caminar.
El poder de la sanación está en lo que a veces parece ser una verdad dolorosa,
en la confesión de una verdad oculta. Pero ¿cómo la verdad podría doler? Lo que duele
no es la verdad, es la mentira que ha sido ocultada y tomada como verdad. En la fábula
los personajes se ven forzados a confesar esas “verdades ocultas”, o mejor dicho esas
“mentiras íntimas” desde las cuales vivían. Muchas personas aun creen que hay menti-
ras que son necesarias, por ejemplo, para sostener una relación; pero eventualmente
aprendemos que todas las mentiras son innecesarias. En las discusiones entre egos las
personas exigen que se “diga la verdad”, cuando lo que realmente buscan exponer es
justamente lo contrario, una mentira. Las personas ocultan mucho más de lo que mues-
tran, guardan pensamientos ocultos de juicio y rechazo, de hipocresía e indignidad. Por
no sentirse expuestos prefieren vivir desde la falsedad, y así la persona es la cara visible
de esa falsedad. Esas mentiras deben ser defendidas, porque la persona no quiere ad-
mitirlas ni para sí misma. A veces se necesita una situación extrema, un punto tan crítico
como el agonizar del niño en la fábula, para que una persona confiese la mentira a través
de la cual vive.
180
En ocasiones uno puede sentir dolor cuando escucha algo que no quiere escu-
char, ese dolor es el movimiento de una “mentira íntima”. La persona puede sentir la
necesidad de defenderse, y en esa reacción pasa por alto lo esencial. La verdad no
puede jamás ser atacada ni herida, lo que ataca y se defiende es justamente la mentira.
Un Curso de Milagros señala que “Nada real puede ser amenazado. Nada irreal existe.
En esto radica la paz de Dios”. Es decir que, si uno siente la necesidad de justificarse o
defenderse, uno puede ser leal a la mentira que toma como verdad, o puede descubrir
la paz de Dios en uno mismo, la propia esencia.
La mentira que no puede ser reconocida en uno mismo, ni mucho menos dicha,
se convierte en una adicción, la misma palabra adicción significa “no dicho”. Toda adic-
ción empieza, transcurre y termina en el dolor. El dolor es parte de eso que no puede
ser dicho, ese dolor crea todas las adicciones, y la adicción principal de la humanidad
es la adicción a la falsedad de la mente egoica. Cada adicción es una manera específica
de canalizar la angustia y el sufrimiento, de expresar eso que permanece oculto, no
dicho. Una adicción es una forma de autocastigo, es una manera de ver indirectamente
eso que no puede ser visto conscientemente en uno mismo. El ego es un manojo de
fragmentos mentales, el adicto al tabaco se fragmenta en dos partes, una que dice “no
voy a fumar más” y otra que va a la tienda y dice “un paquete de cigarrillos por favor”.
La adicción no es a una sustancia o a algo externo, es a la inconsciencia, lo otro es algo
secundario.
181
La mente egoica siempre se resistirá a la verdad, porque la verdad implica tras-
cender la identificación con la mente. El apego mental a la mentira es incluso más pro-
fundo que el apego al cuerpo físico, millones han muerto en defensa de una mentira
creyendo que luchaban en nombre de la verdad. El ego tiene un sistema de defensa
trabajando constantemente sin que uno siquiera lo note, tanto para hablar como para
escuchar. Todo lo que el ego dice emana de la falsedad, y todo lo que escucha lo inter-
preta a conveniencia de su falsedad. Dice lo que le conviene decir, y escucha lo que le
conviene escuchar, ni más ni menos. Poder confesar esas mentiras que uno ha tomado
como verdad es parte de la liberación del ser humano. Probablemente por eso se utiliza
la confesión en la tradición del catolicismo. Pero cuando la herramienta, que en este
caso es la confesión, es utilizada desde la inconsciencia, es decir desde un esquema
de juicio que involucra castigos y penitencias, solo colabora a perpetuar eso que se
quiere trascender.
EL ACOMPAÑAMIENTO
Al comienzo del camino espiritual, es común querer compartir lo que se está descu-
briendo con quien se cruce por nuestro camino. Podemos creer que todos querrán en-
terarse, pero tarde o temprano nos damos cuenta de que cada ser humano va a su
propio ritmo natural. La misma necesidad de que otros vean lo que uno ve es parte de
la exigencia y expectativa del ego, es un rechazo hacia los otros y hacia uno mismo.
Esto puede resultar confrontador, porque las personas a las cuales se intenta inspirar y
acompañar suelen ser seres queridos. Esa es la oportunidad de descubrir la confianza
incondicional en el proceso de transformación humana, sin intentar controlar o manipular
a los demás. El acuerdo implícito entre egos es “por favor no hagas nada para intentar
despertarme”, y tarde o temprano uno aprende a no decir todo lo que puede ver, ya que
puede resultar contraproducente. De nada sirve intentar forzar a otros a que vean algo,
debe existir una apertura sincera para que la comunión entre dos seres humanos ocurra.
Sin esa apertura sincera solo pueden surgir debates o discusiones, egos intentando
convencer otros egos, y mientras tanto el mecanismo inconsciente se fortalece en am-
bos. Cuando se intenta forzar algo en el otro, se está inhabilitando la capacidad de flo-
recer en ambas partes. Intentar hacer algo con el otro es convertirse en un efecto del
otro, un efecto interactuando con otro efecto, como dos remolinos de inconsciencia que
se alimentan mutuamente uniendo fuerzas.
183
dijo: “Aprendí el silencio con los habladores, la tolerancia con los intolerantes y la genti-
leza con los groseros”. En base a la manera de relacionarnos, cada persona con la que
interactuamos puede señalar nuestros mecanismos inconscientes sin siquiera saberlo.
Las relaciones, incluso con personas totalmente identificadas con su ego, son como el
agua que erosiona la roca. Esas relaciones tienen el potencial de erosionar nuestra
identificación con el ego. Por otro lado, si uno tiene la posibilidad de reunirse con perso-
nas que están transitando el proceso de desidentificación del ego, y que aspiran hacia
el autoconocimiento espiritual, eso puede resultar también muy valioso. El acompaña-
miento consciente es llamado de distintas maneras, por ejemplo, en la India se le dice
“Satsang”, y en el budismo se le dice “Sangha”.
En ocasiones las personas que nos rodean pueden ser muy “difíciles”, y pueden
demostrar una profunda identificación con sus mecanismos inconscientes. Esas son las
maneras en las cuales la vida pone a prueba nuestra compasión. La verdadera compa-
sión implica ver que el sufrimiento del otro es de uno, ya que no hay una separación
esencial entre uno y el resto de la existencia. La palabra compasión significa “sufrir con”,
pero esto no significa únicamente estar unidos por el sufrir, sino descubrir la esencia
común que no es alcanzada por el sufrir. Si en la ruta vemos la señal de que más ade-
lante hay pozos, no nos enojamos con los pozos ni con la ruta ni con el viaje, solo lo
tomamos en consideración. De manera similar, se pueden tomar en consideración las
señales de inconsciencia que da un ser humano, sin confundir eso por lo que esencial-
mente es. Una misma persona puede un día actuar desde el optimismo y la amabilidad,
y al día siguiente desde el pesimismo y la agresividad. Ambas actuaciones son desde
la limitación, son dos maneras de manifestar la misma inconsciencia, dos voces del
mismo ego, y ninguna de ellas es su esencia.
184
uno realmente tiene para ofrecer no es algo que uno tenga, ni es lo que uno cree ser,
ya que el acompañamiento consciente emana desde la presencia incondicional.
Tomar la historia personal de otra persona como verdad, es tomar la propia his-
toria personal como verdad. Es decir, si uno quiere sacar a otro del pozo en el que está
metido, inevitablemente termina metido en el mismo pozo. En lo que se refiere a la libe-
ración humana no se puede salvar a nadie, querer hacerlo es como ir al cine y querer
salvar a un personaje gritándole a la pantalla. ¿Quién estaría salvando a quién? El per-
sonaje de salvador solo existe dentro de la película, dentro de la ilusión del ego. El
proverbio dice que “el camino al infierno se paga con buenas intenciones”, y señala que
incluso detrás de las buenas intenciones existen mecanismos inconscientes operando
para perpetuar la inconsciencia colectiva. El otro no puede ser sanado por uno, lo que
sí se puede sanar es la percepción irreal que uno tiene del otro y de sí mismo. Poder
ver a otro ser humano sin la necesidad de interponer una imagen mental de por medio,
es ver la esencia común en ambos, y eso es todo el acompañamiento que se puede
ofrecer.
Hace unos años mi hijo estaba muy entretenido mientras jugaba con sus jugue-
tes. En un momento, un juguete se desarmó en dos partes, él tomó las dos partes y
comenzó a intentar armarlo de vuelta. Tenía apenas unos cuatro o cinco años y su ha-
bilidad con las manos era limitada; sin embargo, seguía intentando, experimentando
frustración y dificultad, pero eso no lo detenía. El impulso que se despertó en mí era de
ir a ayudarlo, de armarlo por él, de poner fin a su frustración, de hacerle la vida más
fácil, de controlar la situación, y ese impulso venía etiquetado de “buena intención”. Pero
si hubiese actuado sobre mi percepción de la circunstancia, no hubiese confiado en su
propia capacidad, ni en la mía. Unos minutos después, y luego de varios intentos, él
logró armarlo por sus propios medios. Él no sabía que yo lo estaba observando, y vino
corriendo a contarme su experiencia muy contento y entusiasmado. Esa fue la primera
vez que me encontré de cara con mi propio mecanismo de control, me tomó unas cuatro
décadas comenzar a ver esa parte mía que rechaza y desconfía de la vida; y esa cir-
cunstancia, por más trivial que pueda parecer, fue más que suficiente.
185
ocasiones, todo el acompañamiento que un ser humano necesita es el espacio para
florecer por sí mismo, nutrido por la confianza, por la compasión, y por la aceptación
incondicional de lo que es.
LA DESPROGRAMACIÓN
Así como la pantalla del cine no tiene otra opción más que recibir lo que es proyectado
sobre ella, un niño no tiene otra opción más que recibir lo que la sociedad proyecta sobre
él. Todo lo que se recibe es internalizado, la diferencia es que la pantalla no se identifica
con la historia de la película, pero por algún motivo los seres humanos se identifican con
la historia personal. Todo lo que se recibe es parte de la programación del ego, que ha
encontrado su camino generación tras generación. Desidentificarse de todo el condicio-
namiento mental acumulado es como una desprogramación, es el fin de la autohipnosis
186
del ser humano. No significa olvidar o hacer algo con lo aprendido, tampoco significa
recibir una nueva programación, eso sería como proyectar simultáneamente dos pelícu-
las distintas sobre la misma pantalla. Sólo se trata del descubrimiento de esa parte de
uno que no ha sido afectada en absoluto por la programación, la pantalla blanca, la
consciencia pura.
187
apoyo para sobrevivir. Pero desde la inconsciencia continúan creyéndolo, sin importar
que sus hijos tengan veinte, treinta, cuarenta, cincuenta años, o más. No hay un límite
de edad, porque el rol que las personas interpretan no tiene fecha de vencimiento.
Podemos creer que ya hemos trabajado la relación con los padres, sanado heri-
das, madurado, pero la única manera de ver si esas creencias apuntan a algo real es
observar las relaciones de nuestra vida cotidiana. Es decir, observar si la manera de
relacionarnos fluye desde la inconsciencia o desde la compasión. Ram Dass dijo: “Si
crees que estás iluminado, ve a pasar una semana con tu familia”, refiriéndose a que en
el seno familiar es en donde generalmente uno aprende a relacionarse de manera in-
consciente. Y exponerse al entorno familiar puede evidenciar si uno realmente se ha
liberado de su condicionamiento, o si continúa preso de él. Las relaciones son el terreno
en donde podemos observar si lo que compartimos es juicio o presencia. La programa-
ción inconsciente lleva al humano a relacionarse a través de la sumisión, la rebeldía, el
autoritarismo, el control, la manipulación, la desconfianza, las alianzas perceptivas, la
culpa, los miedos y los deseos, etc. Un ser humano libre de condicionamiento vive na-
turalmente en la confianza, en autoridad y responsabilidad interior, en comunión con la
vida y con la circunstancia que se manifiesta.
188
El infinito potencial del ser no puede fluir a través de una mente condicionada y
programada. El cerebro humano es como una computadora orgánica corriendo un pro-
grama obsoleto, un virus con forma de identidad egoica, un virus con nombre y apellido.
La persona no puede hacer nada para liberar al ser humano, de la misma manera que
un virus no puede hacer nada para sanar al organismo que ha infectado. La desprogra-
mación es una manera de señalar a la desidentificación del virus que condiciona y pro-
grama la mente humana, y que representa la misma ignorancia e inconsciencia humana.
Una mente libre de su programación egoica es una mente pura, íntegra, divina.
189
Mucha gente acepta cargar con la herencia familiar siguiendo el camino impuesto
por los padres, pero ese tipo de aceptación generalmente implica rechazarse a sí
mismo. El mismo autorechazo puede ocurrir cuando se sigue el camino determinado por
otros, como cuando se sigue un camino totalmente opuesto. Desde esa lealtad incons-
ciente, la persona se autoconvence de estar caminando rumbo al éxito por un camino u
otro, pero el inconsciente ya preparó todo el terreno para que cada paso sostenga la
programación, en donde el fracaso está implícito en el éxito. Ese “fracaso” no es un
fracaso material o económico, no tiene que ver con lo externo y circunstancial, sólo sig-
nifica que se sigue viviendo desde el condicionamiento inconsciente. No es extraño que
alguien que tiene un hijo escuche la pregunta “¿qué querés que sea tu hijo cuando sea
grande?”, como si los padres fueses los que decidirán la vida de ese nuevo ser humano.
Todas las dinámicas terapéuticas pueden ser útiles para evidenciar una herida
oculta, para realizar catarsis, para aliviar y conocer algo que estaba reprimido. Pueden
representar una mejoría en la experiencia de vida, pero eso no implica necesariamente
una desprogramación. La calma que llega luego de una catarsis es temporal, es una
manera de drenar la energía del ego, de cansarlo por un rato. Esa calma no es necesa-
riamente paz interior, es el tipo de calma de una bomba, en un tic tac que avanza hasta
la próxima explosión. La liberación no llega gritando o golpeando almohadones, el ser
humano es realmente libre cuando trasciende incluso la necesidad de hacer catarsis. La
catarsis puede ser necesaria, solo si el ego así lo decide, porque es una manifestación
más del programa.
190
¿Cómo darse cuenta si se está manifestando una liberación real? Desde la liber-
tad el ser humano ya no puede ser manipulado por las palabras, sea la palabra de los
demás o la propia. No ser manipulado por la propia palabra significa dejar de crear un
sentido de identidad a través de los pensamientos. Un ser humano libre de su progra-
mación egoica ya no es conducido por sus emociones y sentimientos, deja de estar
poseído por reacciones e impulsos inconscientes. La liberación o desprogramación
puede significar una disminución del pensamiento compulsivo, que siempre es repetitivo
y está cargado de juicios y negatividad. También significa que las opiniones ajenas dejan
de afectar la experiencia de vida, y eso no implica ser indiferente o insensible, simple-
mente implica descubrir que esas opiniones y pensamientos no se refieren a lo esencial.
Desde la libertad no hay nada que defender ni demostrar, las palabras pierden su carga
emocional, llegan neutras y emanan puras desde la verdad.
191
EL PERDÓN
La mente egoica dice “hay tantas cosas que no puedo perdonar”, y tomar esos
pensamientos como verdad es agregar tiempo a la identificación con el ego. Inevitable-
mente se vuelve evidente que el perdón no requiere esfuerzo alguno, ni siquiera el más
mínimo esfuerzo, incluso la “ley del menor esfuerzo” ya implica un esfuerzo, y solo desde
192
la ignorancia se puede sostener la idea de que el esfuerzo es el camino hacia el perdón.
Lo único que requiere esfuerzo es sostener la historia imaginaria del ego como real,
imaginar que uno es algo distinto a lo que esencialmente es. El perdón no es una acción
de la mente condicionada. La mente llega al placer, no a la felicidad real. La mente llega
a la relajación y al descanso, no a la paz real. La mente llega al sigilo, no al silencio
interior. La mente juzga y exige, no perdona.
193
La autoexigencia es lo opuesto a la autocompasión, es una manera de escapar
del perdón incondicional. La intención de ser una “buena persona” nace de la creencia
de ser una “mala persona”. Si uno se exige ser algo distinto de lo que se cree ser, el
mismo esfuerzo perpetúa la identificación con la mente egoica. La exigencia mantiene
a la mente en fuga, como un fugitivo auto declarado culpable. El ego siempre está in-
tentando algo, pero intentar ser no es ser, así como intentar tomar un vaso de agua no
es tomar un vaso de agua. El intento no existe en el perdón real, y el gran descubrimiento
es que nuestro verdadero ser no necesita perdonar nada. Las condiciones son siempre
de la mente, y la incondicionalidad es siempre del ser.
La única forma de llegar al último paso es que no exista un próximo paso, y para
el ego no existe tal cosa como último paso, la mente lo imagina siempre en el futuro. El
fin de la exigencia es el fin de todos los caminos, es el umbral que marca el fin de la
historia imaginaria y el descubrimiento del momento presente. El perdón sucede en el
momento presente, no depende del tiempo mental ni de una circunstancia en particular.
Cuando el perdón sucede, que es justamente ahora, la compasión fluye hacia uno
mismo y hacia los demás, porque ya no hay separación. Lo esencial es reconocido en
uno y en todos por igual, y la compasión marca el fin de todas las exigencias. Es el gran
alivio del perdón incondicional.
LA INTEGRACIÓN
El ego individual es un reflejo del ego colectivo, contiene todo el ego colectivo encapsu-
lado dentro de una identidad aparentemente separada. El ego colectivo emerge de la
relación de personas, se puede ver en una pareja, en un grupo de amigos, en una fami-
lia, en agrupaciones humanas de todo tipo, en pueblos o provincias, en naciones, en
zonas geográficas, y en la misma humanidad. Una mente identificada con el ego es una
mente fragmentada, y la fragmentación de la humanidad es la fragmentación personal
manifestada en lo colectivo. El ego está en constante fragmentación, cada pensamiento
y cada decisión crean más fragmentos, es cómo un rompecabezas cuya imagen cambia
constantemente. Desde la mente egoica sólo se puede ver el fragmento que uno cree
ser en un determinado momento, y eso va cambiando de momento a momento. Si uno
está poseído por la emoción de ira, ese es el único fragmento visible, así la calma se
vuelve un fragmento perdido, invisible e inalcanzable. La fragmentación de la mente es
194
un proceso impersonal, la persona es justamente el resultado de ese proceso, no es
quien lo ha llevado adelante. De manera similar, la integración es también un proceso
impersonal, no es algo que la persona haga. Si esto es visto como un proceso que es
realizado por uno, la fragmentación persiste, porque ese que cree estar haciéndolo es
un fragmento ilusorio tomado como real.
El ego se siente como el centro del universo, como el fragmento central, como el
centro de la experiencia de vida. Pero algo verdaderamente holístico no tiene un punto
central, si lo tuviera estaría aislado y separado del todo. Algo verdaderamente holístico
no puede ser descubierto desde la mente fragmentada. La palabra holístico significa
“entero” o “total”, y señala algo que no está limitado por los fragmentos de la mente, algo
que no es la suma de los fragmentos. Cuando hay fragmentación mental, hay conflictos
que se manifiestan en deseos y miedos opuestos, y las decisiones siempre llevan a
continuar en el laberinto de la fragmentación. Incluso personas que podrían llamarse a
sí mismas “espirituales”, o que han hecho décadas de psicoanálisis, pueden estar aún
identificadas con las piezas que van encontrando, con el contenido de la historia sin
195
contemplar lo esencial. Todo lo que es conocido a través del análisis intelectual y racio-
nal es un mapa imaginario, que inevitablemente conduce al terreno de lo imaginario.
196
CAPITULO 8
EL RENACIMIENTO
LA GRAN ILUSIÓN
¿Qué es una ilusión? Una ilusión es una percepción irreal, un juego creado por la ima-
ginación a través del engaño de los sentidos. La identificación con el ego es una gran
ilusión, esta ilusión era conocida en la antigüedad como “Māyā” (o Maia), que significa
“aquello que no es”, y tanto el ego como el mundo que proyecta a su alrededor son
“aquello que no es”. Māyā es una especie de autoengaño, una trampa, una ilusión. Den-
tro de esta ilusión es donde la humanidad vive desde hace milenios, dentro de un sueño
en donde se ignora lo esencial, dentro de un trance que se asemeja a un estado de
demencia colectiva. La gran ilusión es percibida como real porque el ego es ambas
partes de la ilusión, es el ilusionista y es su audiencia, es quien sostiene la ilusión y es
quien la percibe como real. Nuestro verdadero ser permanece siempre presente detrás
del velo de la ilusión, es decir detrás de la identidad egoica.
El libre albedrío que existe dentro de la ilusión ofrece infinitas experiencias para
el soñador, permitiendo incondicionalmente que cada persona adopte creencias de todo
tipo a través del condicionamiento de su mente, que aparenta estar separada del resto
de la existencia. La percepción de nuestros cinco sentidos no se pone en contacto con
la realidad esencial, solo con el aspecto siempre cambiante de la vida, sólo con las
circunstancias superficiales y anecdóticas. La conciencia personal y el movimiento del
pensamiento crean la ilusión del ego, que se percibe a sí mismo como algo separado,
finito y perecedero. Toma a sus emociones, pensamientos y creencias como lo real,
porque ignora lo real por completo. Esta sensación de separación y transitoriedad une
al ego con un puñado de seres humanos, y lo hace indiferente al resto de la humanidad.
197
Así se crean aliados y enemigos, separación y conflicto, y todo el sufrimiento humano
existe en la ignorancia de tomar a la ilusión como real.
El cerebro humano está aislado de luz y de sonido, solo recibe un ínfimo rango
de impulsos eléctricos y frecuencias vibratorias a través de los cinco sentidos, e inter-
preta esa limitada información para imaginar el mundo en donde vive. Es decir, el mundo
que es percibido está siendo creado dentro del cerebro, cada persona vive en el mundo
que percibe, y cada persona lo percibe a su manera. Todo confluye en esta experiencia
humana como una gran ilusión colectiva. El cerebro construye su propia realidad imagi-
naria basada en los estímulos sensoriales, imagina luces, sonidos, formas, colores, olo-
res, sabores, temperaturas, tiempos, distancias, etc. Y la mente egoica crea su propia
historia personal en función de esa experiencia, imagina pensamientos y los toma como
verdad. La realidad percibida por los sentidos es una especie de holograma tridimensio-
nal interpretado por el cerebro. Einstein dijo: “La realidad es simplemente una ilusión,
aunque una muy persistente”.
El mismo lenguaje que se utiliza para pensar, razonar y hablar es parte del me-
canismo de la ilusión, es una colección de símbolos que aparentan ser reales pero que
no lo son. Abracadabra significa “yo creo como hablo”, así la ilusión es creada por uno
mismo a través del pensamiento estructurado en palabras, es decir en símbolos. Al pen-
sar y hablar se utilizan palabras dentro de un lenguaje, ordenadas en oraciones con
sujeto y predicado, con verbos y adjetivos. A través del lenguaje simbólico uno mismo
es el ilusionista y el espectador de la ilusión, por eso la base de todas las prácticas de
meditación es trascender la identificación con el movimiento del pensamiento, y migrar
así de lo simbólico a lo esencial. No se trata de rechazar los sentidos ni el lenguaje, ni
de ir en contra de la mente egoica, sólo de señalar a la ilusión y verla por lo que es. Sólo
cuando la ilusión es descubierta lo esencial se revela a sí mismo.
198
Puede surgir un deseo de conocer lo esencial más allá de la ilusión, pero lo
esencial es incognoscible para la persona que lo desea. La parte de uno que busca salir
de la ilusión es en sí misma una parte de la ilusión. La expresión “salir de la matrix” se
refiere a liberarse de la identificación de la entidad ilusoria, la misma palabra “matrix” es
una manera contemporánea de referirse a “Māyā”. Sea cual sea la palabra que se utiliza,
lo que se señala es al humano aprisionado dentro de su propia programación incons-
ciente, y lo que todo ser humano ansía en su interior es liberarse de su condicionamiento
y trascender la ilusión. Pero esa liberación es generalmente vista y buscada desde el
ego, sin ver que no hay un “yo” que trascienda la ilusión, ya que ese “yo” ES la ilusión.
El punto de vista desde el cual uno experimenta la ilusión, tanto en lo que se percibe
como externo o interno, es sostenido por la ilusión de creer ser un “yo” separado. La
dualidad manifestada en el universo también se manifiesta en la persona, esa dualidad
lleva a la persona a creer ser el pensador de sus pensamientos, ignorando que el pen-
sador es simplemente otro pensamiento.
199
La ilusión cambia constantemente, circunstancia tras circunstancia, y no hay sa-
lida de la película a través de la película. Lo esencial no es accesible a través de una
decisión, ni de una búsqueda, ni de un entendimiento, ni de un hacer, ya que todo eso
es parte de la ilusión. Lo esencial trasciende al que decide, al que busca, al que en-
tiende, al que hace, al que experimenta, al que siente, y al que piensa. Cuando el hu-
mano se da cuenta de que es su propia mente egoica la que está sumergida en la gran
ilusión de la dualidad, tiene la posibilidad de verla por lo que es, un sueño que ha sido
tomado como realidad desde antes que uno tenga memoria.
NO DUALIDAD
200
para trascender la ilusión, porque el mismo ego es parte de la ilusión de la dualidad. En
la no dualidad, toda la existencia es vista como las infinitas manifestaciones de la Cons-
ciencia Suprema. Ese ser divino es el único actor de la gran obra de teatro, en donde
es simultáneamente todo y todos, interpretando todos los papeles sin excepción, desde
cada partícula del universo hasta cada ser vivo que lo habita. El aforismo “Tú eres Eso”
(Tat Tvam Asi), que aparece en los antiguos textos hinduistas conocidos como upa-
nishads, señala hacia la realización de que uno esencialmente es la Consciencia Su-
prema, el único y verdadero ser, la fuente de todo, lo no manifestado. Todo el universo
manifestado nace de ese único ser, así el cosmos es la manifestación de lo no manifes-
tado.
201
condicional, tiene condiciones, dice “yo acepto, pero necesito que cambie esto y aque-
llo”. Esas condiciones nacen del resentimiento y del rechazo a lo que es, o a lo que fue.
Si aún hay resentimiento o rechazo por cosas que sucedieron en el pasado, o que están
sucediendo ahora, aún hay juicio, separación y fragmentación, no hay unidad. La parte
de uno que no puede aceptar a otro ser humano por sus acciones o creencias no es lo
esencial, es el ego y su juicio. Y las acciones o creencias de ese otro ser humano que
uno rechaza, por más atroces que sean, no son su esencia sino su inconsciencia egoica.
Cuando la esencia es olvidada, el ego solo puede ver egos, la forma de uno juzga a la
forma del otro, y la forma siempre colisiona con la forma.
Despertar del sueño de la identidad mental implica ver que, todas esas entidades
egoicas con forma de persona que son percibidas al mirar a otros seres humanos no
existen realmente, ni el los otros ni en uno mismo. Allí no hay nadie más que el mismo
ser, la misma esencia, la misma presencia que habita en todos y en todo. Cuando Jesús
dijo “Ama a tu prójimo como a ti mismo” (Levítico 19:18) probablemente se refería jus-
tamente a eso, a la realización absoluta de que uno es esencialmente todos, y que el
prójimo es uno mismo. Esa es la verdadera compasión, reconocerse a uno en uno
mismo de la misma manera que en los otros, descubrir de manera vivencial y directa la
misma esencia presente en todos, vivir desde la comunión con la vida. El prójimo es
tanto el santo como el criminal, y cuando eso sea realmente visto la humanidad creará
sistemas de rehabilitación conscientes, trascendiendo la inhumanidad y la crueldad de
los sistemas carcelarios contemporáneos.
El ego vive en la dualidad, necesita juzgar y condenar, necesita trazar los límites
de esa supuesta unidad. El ego es ciego a la esencia, a la unidad, porque su existencia
ilusoria emerge del mismo juicio y de la dualidad. La identificación con el juicio mantiene
al humano identificado con la dualidad. Cuando uno vive identificado con el juicio, con-
funde lo que alguien hace por lo que realmente es, no ve lo esencial sino la forma física
y psicológica. Alguien que genera sufrimiento a sí mismo y a los demás no elige hacerlo,
está poseído por sus pensamientos, por su mente condicionada. Y el juicio que uno
tiene sobre las acciones de esa otra persona es tan inconsciente como las acciones de
esa otra persona. Eso que se condena desde el juicio, por más atroz que parezca, es
una manifestación aparentemente separada del mismo ego colectivo.
Poder ver más allá del comportamiento inconsciente de otro ser humano es en-
trar en comunión con la esencia que habita en uno y en otro por igual. Jesús dijo: “No
juzguen y no serán juzgados; no condenen y no serán condenados (…) porque la
202
medida con que ustedes midan también se usará para ustedes” (Lucas 6:37). Esas pa-
labras no significan que Dios juzgará a la persona de la misma manera que la persona
juzga a otros, sino que al juzgar a los demás uno mismo es juzgado, al condenar a los
demás uno mismo entra en lo condenado. La identificación con el juicio es la ignorancia
de lo divino, y esa es la auto condena del juicio. Refiriéndose al juicio, Jesús también
dijo: “¿Por qué miras la paja que hay en el ojo de tu hermano y no ves la viga que está
en el tuyo?” (Mateo 7:1-5), señalando que lo único que puede ser realmente trascendido
es la identificación con el propio juicio, es decir con la identidad egoica. Mientras uno se
mantenga juzgando a los demás, vivirá dentro de su propio juicio, dentro de la dualidad.
La parte del otro que uno cree debería ser distinta, y la parte de uno que está juzgando
esa parte del otro, es una misma cosa, son dos partes de la misma inconsciencia colec-
tiva, y sólo aparentan estar separadas por la ilusión de la dualidad.
LA MENTE Y EL CUERPO
204
La visión materialista del universo comienza lógicamente por la materia, por el
big bang del cual emerge todo lo que existe. Luego de que toda la materia toma forma
de universo, de galaxias, planetas y seres vivos, se cree que el cerebro físico da paso
a la mente, y la mente da paso a la consciencia personal. En ese “modelo” o visión
materialista del universo la consciencia ocupa el último lugar, es algo así como un sub-
producto de la materia. Ese modelo implica creer que la vida inteligente emerge de algo
no inteligente, y que la evolución es un proceso automático sin causa alguna. Un “mo-
delo” alternativo es justamente a la inversa, comienza por la consciencia no manifes-
tada, dentro de la cual se manifiesta la mente universal. De ahí que algunas enseñanzas
dicen que “todo es mente”, tal como es señalado en el Kybalión y en el budismo. Esa
mente universal es no manifestada, pero también existe como todo el universo manifes-
tado. Entonces, la interpretación materialista propone el siguiente orden: 1) materia, 2)
mente, y 3) consciencia, mientras que una mirada alternativa sugiere justamente lo in-
verso: 1) consciencia, 2) mente, y 3) materia. Se vuelve evidente que consciencia per-
sonal y cuerpo físico existen dentro de una consciencia suprema, absoluta y esencial.
Cuando miramos el mundo exterior, estamos mirando el interior de la mente divina.
La actividad vital del cuerpo no es algo que la persona haga a voluntad. La inte-
ligencia natural presente en el cuerpo excede infinitamente a la inteligencia de la mente
egoica. Esa inteligencia natural, que no es creada o sostenida por el pensar, puede
digerir alimentos, circular la sangre, latir el corazón, cicatrizar heridas, transformar un
estímulo visual en imágenes, etc. Es un tipo de inteligencia no manifestada que no de-
pende del pensar ni de los símbolos, y que no es una acumulación de conocimientos.
Cada ínfima parte del cuerpo es parte de esa inteligencia suprema, cada parte trabaja
en conjunto como un todo. El cuerpo físico es parte de la naturaleza, no sólo es una
expresión viva de la tierra y de sus elementos, sino también del sol y del resto de la
existencia. El cuerpo no puede vivir aislado del aire, del agua, del sol, se podría decir
que todo el universo es parte indispensable del ser humano, tanto como su cuerpo físico.
La sabiduría del cuerpo es ilimitada, puede ocuparse de todos los procesos físi-
cos espontáneamente, sin ningún tipo de estudio académico o decisión racional. Y si-
multáneamente, el cuerpo es un vehículo manejado por una inteligencia limitada, una
entidad mental imaginaria, un ego. Si le pudiésemos preguntar a un cuerpo “¿porque
tiene esos tatuajes?” el cuerpo respondería “no sé, pregúntale a quien toma las decisio-
nes”. El cuerpo es como un animal fiel que incondicionalmente obedece a su anfitrión,
por más inconsciente que el anfitrión sea. Obedece incluso hasta su propia muerte o la
de otros seres vivos, sea a través de guerras, suicidios, abusos de sustancias, mala
205
alimentación, o cualquier otra forma de inconsciencia humana. El ser humano, que es
una expresión de la naturaleza, es el organismo vivo que más ha destruido al planeta
desde la inconsciencia. Sólo el ego podría destruir y contaminar a la misma naturaleza
que sustenta la vida. Es absurdo ver en noticieros la búsqueda de otros planetas simi-
lares a la tierra en donde vivir. En vez de aprender a vivir en comunión con la naturaleza
y en armonía entre seres humanos, ya se está buscando un nuevo planeta que colonizar
y destruir.
El ego es una entidad mental que experimenta la vida a través del cuerpo, y se
identifica con él. El ego percibe al cuerpo físico como algo de lo cual es dueño, y que
está separado del resto de la existencia, como si fuese el centro del universo. Cuando
la persona sueña por la noche, no usa el cuerpo físico para moverse dentro del sueño,
se identifica con el soñador, y desde ese punto de vista lo soñado se convierte en su
realidad. Cuando la persona se levanta por la mañana, sigue dormida dentro del sueño
de la identidad, atrapada dentro de su punto de vista limitado y subjetivo, y usa el cuerpo
físico para moverse por la vida. Tanto el mundo diurno como el mundo onírico aparentan
ser reales para el experimentador, es decir para el soñador, y esa “realidad” se sostiene
sólo mientras se está identificado con la mente egoica. La sensación de identidad egoica
es algo así como un punto central desde donde todo es experimentado, ese punto cen-
tral puede ser el pensador dentro del cuerpo o el soñador dentro del sueño. No hace
ninguna diferencia, ambos son igual de ilusorios, y se sostienen por la identificación con
la dualidad.
Las personas suelen decir que hacen la digestión, como si fuese algo que hacen
desde su voluntad, o algo que deciden hacer, cuando simplemente está sucediendo a
través de una inteligencia natural que excede infinitamente el razonamiento intelectual.
Todas las células del cuerpo humano se reemplazan a sí mismas cada siete a diez años,
sin intervención del pensamiento ni de la voluntad personal, es decir que el cuerpo que
existe ahora no es el mismo que existía hace una década. La mente egoica puede ma-
nejar a lo sumo cuatro o cinco cosas a la vez, sin embargo, en el cuerpo humano hay
cinco millones de glóbulos rojos en perfecto balance y funcionamiento, coordinados en-
tre sí como parte de un todo, como expresión del intrincado mecanismo de la vida en un
cuerpo, ¿quién está haciendo eso? ¿se hace solo? ¿por pura coincidencia?
206
excede infinitamente a lo que puede ser pensado por la persona. La vida “inteligente”
no puede emerger de algo “no inteligente”, el proceso evolutivo de la vida está vivo a
través de una inteligencia suprema. Pensar que la vida ocurre solo por casualidad sería
tan absurdo como pensar que, si ponemos en la mesa todos los ingredientes de una
comida, y esperamos el tiempo suficiente, capaz en unos años la comida se prepare y
se cocine sola, así como por casualidad.
207
físico o material. Sin embargo, está íntimamente relacionada con el cerebro, que es
físico y material. La estimulación del cerebro, sea por medicamentos o sustancias, pro-
duce cambios en la mente. Y de igual manera, la estimulación de la mente, sea por
emociones fuertes o sueños, produce cambios en la actividad cerebral. Lo material está
íntimamente relacionado con lo no material, es decir que lo manifestado está íntima-
mente relacionado con lo no manifestado. Dentro de la consciencia absoluta existe el
universo y la dualidad. Una expresión de esa aparente dualidad es el ser humano, su
mente y su cuerpo, su aspecto intangible y su aspecto tangible.
LA AUTOINDAGACIÓN
Todo ser humano al decir “yo soy” experimenta la misma sensación de ser, de estar
siendo. Esa sensación de estar siendo uno mismo está presente en todos por igual,
todos sienten ser uno mismo, pero ¿quién es ese “uno mismo”? ¿es real o imaginario?
A esa sensación de estar siendo la mente le adhiere infinitos contenidos, y así el “soy”
se transforma en “yo soy tal”. Ese “tal” implica un nombre y una historia personal, pode-
mos entonces quitarlo y acortar la frase a “yo soy”. Pero ese “yo” implica también una
separación entre uno y los otros, podemos entonces quitarlo y quedarnos únicamente
con el “soy”. La autoindagación se enfoca en el “soy”, ese es el punto en común de todos
los seres humanos sin excepción. En el “soy” puro, sin ningún agregado, está la mayor
pista hacia el descubrimiento del verdadero ser. Todo ser humano al decir “soy” se re-
fiere al mismo y único ser. Es indistinto que se trate de alguien joven o viejo, hombre o
208
mujer, de tal o cual etnia o nacionalidad, de tal o cual credo o religión, contemporáneo
o de hace diez mil años, educado o analfabeto, santo o criminal, el “soy” está presente
en todos por igual. Todo ese agregado que atrapa al “soy” dentro de una mente egoica,
dentro de un “yo soy tal”, es el velo de la ignorancia.
209
El pensamiento de “yo” es el primer pensamiento con el que se identifica la mente
egoica, es la raíz de la experiencia dual, separada y subjetiva. Cuando ese pensamiento
es contemplado por lo que es, cuando es visto como una ilusión de la mente, se disipa
naturalmente la identificación con el pensamiento en general, ya que todos los pensa-
mientos son tomados como reales cuando se toma como real a ese primer pensamiento.
Para la mente racional, hablar de la trascendencia del pensamiento puede sonar como
el mayor insulto, porque el pensamiento compulsivo es la principal adicción del ser hu-
mano inconsciente, ya que de allí crea su sentido ilusorio de identidad. Pero no se trata
de dejar de pensar, sino de desidentificarse del falso sentido de identidad creado a tra-
vés del pensar.
“No he realizado el Ser; he realizado el Ser. Decir cualquiera de estas dos frases
es simplemente ridículo. ¿Existen dos seres como para que uno objetivice al
otro? Que el Ser es único es una verdad al alcance de la experiencia de todo el
mundo”. Ramana Maharshi
210
LA NEGACIÓN
Para descubrir lo esencial no podemos negar lo que creemos ser a través de los
sentidos ni del razonamiento, debemos contemplarlo de manera directa, sin la interven-
ción del pensar. El verdadero ser no puede ser percibido por ningún medio, ni puede ser
pensado, ya que no es un objeto de conocimiento. ¿Qué es un objeto de conocimiento?
Un objeto de conocimiento es todo lo que puede ser percibido subjetivamente, no sólo
físico sino también abstracto e intangible, y que posee cualidades objetivas. Las emo-
ciones y sentimientos, los pensamientos, las creencias, todo ello posee cualidades ob-
jetivas para el sujeto que los experimenta, y son así objetos de conocimiento. El sujeto
o entidad egoica es contemplado como un objeto más desde la presencia, y esa es la
entidad ilusoria que puede ser negada. Cuando Jesús dijo: “Niégate a ti mismo” (Mateo
16:24) no se refería a negarse tal o cual cosa, sino a negar la ilusión de la identidad
egoica, a negar conscientemente al sujeto imaginario. La negación consciente implica
negar lo imaginario para develar lo esencial, negar al ego para descubrir el ser.
211
es algo tan esencial que no puede ser guardado en la memoria, no puede ser olvidado
ni recordado, no puede ser metido dentro de una creencia, ni hay símbolos de ningún
tipo que puedan capturarlo ni describirlo directamente. No es algo que se pueda perder
jamás, ni tampoco puede ser ganado. Lo esencial sólo puede ser ignorado, a través de
la identificación con una ilusión tomada como verdad. Claro que no alcanza con descu-
brir lo que uno no es, eso puede ser fingido o imaginado por la mente. Solo desde el
descubrimiento de lo que uno esencialmente es se puede discernir conscientemente, y
negar así lo ilusorio.
Todo lo que uno pueda encontrar como partes de lo que cree ser es ilusorio.
Descubrir un fragmento de la ilusión es la punta del iceberg, y marca el comienzo de un
212
efecto dominó que derrumba la identificación con el ego por completo. Cuando desper-
tamos de un sueño no traemos parte del sueño al mundo real, a lo sumo el recuerdo
distorsionado del sueño. De manera similar, no hay algo real o esencial que pueda ser
encontrado por los sentidos o por la capacidad de percibir. Entonces, en el proceso de
despertar del sueño de la identidad egoica, uno puede preguntarse a sí mismo, ¿qué
parte de mí es realmente esencial? Esa pregunta dirige la atención hacia lo esencial,
dirige la contemplación hacia sí misma. La respuesta no ocurre en palabras, y la pre-
gunta se disuelve cuando lo esencial se devela a sí mismo. Meher Baba dijo: “hombre -
mente = Dios”, probablemente señalando que un ser humano libre de su identificación
con la mente egoica es la divinidad misma. La negación señala al ser humano libre de
la identificación con la mente egoica, señala al descubrimiento de la divinidad como la
propia esencia.
Cuando lo esencial comienza a ser descubierto, todo lo demás puede ser visto
como lo que es, es decir como fragmentos de la ilusión de la dualidad. Uno sabe que
habita un cuerpo, pero eso no es lo que uno esencialmente es, uno ni siquiera sabe
cómo funciona. Uno puede moverse, crecer, enfermar, sanar, percibir a través de los
sentidos, razonar, pensar, pero eso no es algo que uno haga, es algo que está suce-
diendo. Todas las células del cuerpo se reemplazan cada siete a diez años, es decir que
el cuerpo ya se ha reemplazado a sí mismo varias veces durante la vida de un ser hu-
mano. Y de la misma manera en la que uno ya no es las uñas o el pelo que desechó
incontables veces, tampoco es el resto del cuerpo, que eventualmente será desechado
por completo. La misma esencia que está presente ahora estuvo presente durante toda
la experiencia de vida, estuvo presente desde antes del nacimiento, y estará presente
luego de la muerte del cuerpo físico.
Y si esencialmente uno no es un cuerpo, tampoco puede ser nada que sea atri-
buido a él. Es decir que uno esencialmente no es una etnia, un género, una raza, una
apariencia, o una edad. Uno no es un nombre, eso es sólo letras formando un sonido.
Uno no es un manojo de costumbres y hábitos, una cultura, una nacionalidad, una clase
social, una ocupación, un lenguaje, una manera de hablar, una carrera, una educación,
ni una cuenta bancaria. Uno no es una colección de recuerdos, experiencias, logros,
arrepentimientos, frustraciones, lamentos, decepciones, aciertos, decisiones, inseguri-
dades, ni talentos. Todo eso es parte de la circunstancia que ha sido experimentada, es
anecdótico, pero no es esencial.
213
Uno esencialmente no es una serie de emociones y sentimientos que aparecen
y desaparecen. ¿Cómo lo esencial podría ir y venir? Todo lo que va y viene es ilusorio.
Uno no es sus pensamientos, puntos de vista, opiniones, conocimientos, intelecto, ni
imaginación. Uno no es un manojo de creencias, conclusiones, teorías, convicciones,
especulaciones, valores, propósitos, intenciones, planes, ideales, ideologías, promesas
ni juramentos. Uno no es una religión, una filosofía, ni una corriente espiritual. Uno no
es sus relaciones, esperanzas, lealtades, obligaciones, responsabilidades, expectativas,
reclamos, deseos, miedos, lamentos, sufrimientos, pasiones, méritos, ansiedades ni
sueños. Todo eso ha sido aprendido en el tiempo, todo lo aprendido puede ser olvidado,
e inevitablemente desaparecerá en el tiempo.
En la experiencia humana solo hay dos puntos en común para todos sin excepción, uno
es nacer y el otro es morir. Al no poder ver la muerte como un paso absolutamente
natural, la mente egoica busca alguna sensación de seguridad y confort en creencias, y
se refugia en la esperanza y en la fe para aplacar el miedo a dejar de existir. Morir es
parte de la experiencia humana, tanto como lo es nacer, pero la ignorancia lleva al hu-
mano a aceptar la vida y rechazar la muerte. La identidad personal muere junto al
cuerpo, ambas cosas son del tiempo y de la materia, no son lo esencial. El ego personal
se desintegra con la muerte física, no queda absolutamente nada de lo que conocemos
como identidad más que el recuerdo de los otros. Y ese recuerdo colectivo también se
disuelve en tan sólo unas décadas.
214
Cuando el humano se desconecta de la esencia, necesita perpetuarse en el
tiempo de la manera que sea. Busca perpetuarse a través de un apellido que toma forma
de dinastía. Busca convertirse en un ícono o leyenda popular que viva en el recuerdo
colectivo. Busca congelar el cuerpo esperando un futuro con vida eterna. Busca trans-
ferir la conciencia personal a una computadora. Busca todo lo que tenga a su alcance
con tal de no dejar de ser lo que cree ser. Muchísima gente busca liberarse de la ilusión
del ego, buscan “salir de la matrix”. Y por más absurdo que pueda sonar, hay personas
intentando unir el cerebro con las computadoras, con algún tipo de realidad virtual. Es
decir, intentando “entrar a la matrix”, intentando prolongar su historia incluso de manera
virtual y artificial.
215
que esa liberación es la muerte de la identificación con el ego antes de la muerte física.
Morir antes de morir es un salto al vacío, a un vacío tan profundo y misterioso que el
ego prefiere llevar una vida de indignidad y sufrimiento con tal de no dejar de ser lo que
cree ser. El ego no puede morir porque no vive en primer lugar, algo imaginario no puede
morir. Lo que puede suceder es que el humano se desidentifique de esa entidad imagi-
naria, esa es su liberación. Morir antes de morir es la liberación del ser humano, es el
despertar del sueño de la identidad. El ego, que cree ser algo, no puede concebir ser
nada. Su historia se edifica como un castillo de arena junto al mar, y tarde o temprano
llega una ola y borra todas las formas. Pero nada se pierde, la arena y el agua siguen
ahí, inmaculadas. Perder el miedo a la muerte es perder el miedo a la vida, es trascender
el miedo en absoluto.
216
Encontrar dentro de uno mismo, de manera directa y vivencial, el espacio interior
más allá de la forma temporal, es el fin de la idea de la muerte, y el comienzo de la vida.
Descubrir la presencia impersonal, que no es alcanzada por la muerte del cuerpo físico
ni por el movimiento del pensar, es un alivio inconmensurable. La misma palabra alivio
señala liviandad, señala ser más liviano y dejar de tomarse a sí mismo tan en serio. G.
K. Chesterton dijo que: “Los ángeles pueden volar porque se toman a sí mismos a la
ligera, los demonios caen por su gravedad”. Cada creencia que es adoptada como pro-
pia es una piedra en la mochila de la identidad mental, y soltar esa mochila es tomarse
a sí mismo a la ligera, es morir antes de morir. El verdadero ser no conoce de principios
y finales, de nacimientos y fallecimientos, cuando una lámpara se quema no deja de
existir la electricidad, y cuando un cuerpo muere no deja de existir el verdadero ser. Al
contemplar una planta podemos ver que hay flores que mueren y capullos que nacen,
la planta es la misma, pero se manifiesta a través de nuevas flores, tal como la cons-
ciencia absoluta se manifiesta a través de nuevos seres humanos.
LA GRAN DESILUSIÓN
La ilusión más grande que ha presenciado el ser humano es la identificación con una
entidad imaginaria, es una especie de autohipnosis sostenida por el pensamiento, una
gran ilusión. Esta ilusión se manifiesta individualmente durante la vida de una persona,
y colectivamente durante milenios, pasando de generación en generación. Trascender
una ilusión tan grande puede ser interpretado por la mente como una gran desilusión.
El proceso de desidentificación puede tener etapas turbulentas, porque la identificación
con la persona que uno cree ser también lo ha sido. Y tal como una adicción comienza
y termina con el mismo dolor, la adicción a la identidad separada comienza y termina de
la misma manera. Toda adicción se sostiene bajo el autoengaño de que uno podría
trascender la adicción si quisiera, mientras tanto la adicción continúa, y así continúa
también la adicción a la gran ilusión.
217
el detrás de escena, y liberarse de la ilusión. No se trata de eliminar el pensamiento,
sino de elevarse sobre la ilusión que es creada a través de él. En el ámbito espiritual se
le conoce a esto como el despertar, porque el humano despierta del sueño de la identi-
dad separada, creada y sostenida por el pensar. Cuando el despertar es creado desde
el pensar, es un falso despertar, es como soñar que uno ha despertado sin ver que aún
está dentro del sueño.
El ego crea una historia alrededor de todo lo que percibe, incluso alrededor del
despertar o de la iluminación. Para un ego espiritual, salir de la ilusión de la iluminación
es sin dudas una gran desilusión, porque la idea de la iluminación se convierte en parte
de la identidad egoica. El que cree en la iluminación, o en el despertar espiritual, es el
mismo ego. El ego espiritual se camufla y dice ser el “observador” de los pensamientos
y emociones, o el “testigo”, encuentra distintos nombres para abstraerse y sostener su
historia. El que cree estar escuchando los pensamientos es otro pensamiento. El ego
es el gran impostor, no tiene límites en sus máscaras, puede crear una imagen mental
y presentarla como la verdad con tal de no ser visto como ilusorio. La idea de la ilumi-
nación puede resultar relevante en el principio de la búsqueda, ya que puede cambiar
absolutamente la manera en la cual la persona se ve a sí misma y al mundo. Pero esa
idea también debe ser descubierta como irreal, ya que es parte de la ilusión del ego.
Rinpoche lo señala con total claridad al decir que “La iluminación es la última desilusión
del ego”. La mente solo puede imaginar el despertar, es decir que solo puede despertar
la imaginación.
218
identidad diurna. Es sólo una imagen mental, que crea la ilusión del soñador y su sueño,
separados. Nuestros ojos están cerrados en la oscuridad y nuestro cuerpo físico está
quieto en la cama, sin embargo, en el sueño vemos luces y formas, escuchamos, senti-
mos emociones, vemos personas y lugares, nos movemos, y experimentamos situacio-
nes. Todo eso que es soñado es otra parte del soñador, porque el sueño y el soñador
son dos caras de la misma ilusión. En este sentido, cuando soñamos estamos creando
una ilusión inmersiva, como un holograma con el que podemos interactuar. Somos si-
multáneamente el ilusionista y el que experimenta la ilusión. Y eso no es tan distinto a
la ilusión del ego y su mundo diurno.
Los recursos del ego son como la galera del ilusionista, el ego dispone de recur-
sos de todo tipo para sostener la ilusión. Mientras la idea de lograr o alcanzar algo per-
siste, la búsqueda sigue ocurriendo en el tiempo mental. Para el buscador espiritual el
camino de la ilusión puede acaparar toda la vida del cuerpo físico, buscando la verdad
absoluta hasta el último aliento. Hablar de mentira y verdad es entrar en la limitación del
lenguaje, en la frontera de los símbolos de la dualidad. La verdad absoluta no es verdad
por oposición a una mentira, no se puede acumular, guardar, recordar o aprender, y solo
puede ser descubierta ahora. La gran desilusión no significa abandonar tal cosa o lograr
tal otra, sino ver que la parte de uno que quiere abandonar esto o lograr aquello no es
real, esa desilusión es el fin de la ilusión del ego. La gran desilusión es la contemplación
de la parte propia que sostiene la creencia ilusoria de ser alguien. No se necesitan he-
chos, no hay evidencias, no hay ningún objeto de conocimiento que la mente pueda
obtener; y si lo hay, es porque la mente egoica ha fabricado una manera de perpetuar
la ilusión.
219
por nadie, ¿quién estaría trascendiendo algo? Reconocer la irrealidad del que aspira o
cree trascender la ilusión es parte de la gran desilusión.
Todos los que crecimos creyendo en Papá Noel (o Santa Claus) tuvimos una
primera aproximación a la trascendencia de la identidad imaginaria. Por tradición fuimos
conducidos a creer en la existencia de este señor mayor, un poco obeso y de larga
barba, vestido de rojo y blanco, y que reparte regalos a los niños de todo el mundo
durante noche buena. La palabra de los padres y de la sociedad implantan en el niño la
creencia en esa persona imaginaria. Más allá de que Papá Noel no exista realmente, el
niño lo conoce por dibujos, fotografías o películas. En ocasiones hay personas disfraza-
das en centros comerciales o jugueterías, e incluso en noche buena algún familiar se
puede disfrazar para ofrecer un show a los niños de la familia. Entre todo eso, y los
regalos debajo del árbol de navidad, el niño tiene suficiente evidencia para creer en su
existencia. Unos años después el niño inevitablemente se entera que esa persona no
existe, que no es real y que nunca lo ha sido. Esa identidad que ocupaba un lugar tan
importante en la vida del niño se esfuma por completo en un segundo. Algunas perso-
nas, más tarde durante la vida, comienzan a sospechar que su propia identidad es tan
ilusoria como la de Papá Noel, que no es real, y que nunca lo ha sido. Y eso es señal
de que el humano se encamina a la trascendencia de la gran ilusión.
220
CAPITULO 9
LA SABIDURÍA
Una persona puede tener la mejor educación que el dinero puede comprar, títulos,
maestrías, doctorados, posgrados, un gran coeficiente intelectual, y sin embargo vivir
sumergida en la ignorancia. La mente egoica no sabe lo que no sabe, y no sabe cómo
vivir cómodamente en el “no saber”. La mente condicionada desconoce por completo lo
esencial, pero cree conocerlo desde su pensar. Es paradójico, pero sólo una persona
sumergida en la ignorancia necesita de la acumulación de conocimiento para sentirse
sabia. La verdadera sabiduría no necesita de conocimiento, no depende del saber sim-
bólico e intelectual. Las palabras no son sabias, son símbolos que pueden emanar de
la sabiduría o de la ignorancia, que pueden ser un vehículo de la consciencia o de la
inconsciencia.
El idioma de un ser humano puede ser por ejemplo español, pero si se habla
desde la identificación con la mente egoica el verdadero lenguaje de la persona es una
expresión de la ignorancia y de la inconsciencia. Cuando se habla desde la sabiduría
del ser ya no importa qué palabras se digan, el silencio interior del cual emanan las
palabras es mucho más elocuente que las palabras mismas. La sabiduría no necesita
palabras, y la ignorancia se sostiene a través de palabras. Buscar sabiduría a través del
intelecto y del razonamiento lleva a crear escuelas de conocimiento que dependen de
lo simbólico, de las palabras, del lenguaje, de conceptos e ideas. Todo lo que puede ser
enseñado y aprendido, por más interesante y útil que aparente ser, es parte de los la-
berintos del ego. La mente no puede reconocer lo que no conoce, en el mejor de los
casos puede incorporar lo desconocido a lo conocido, pero lo incognoscible siempre
está fuera de su alcance.
221
Sócrates dijo: “Si yo soy el más sabio es porque no creo saber lo que no sé, eso
es lo que me distancia de los hombres sabios”. Esa capacidad de vivir cómodamente en
el “no saber” es, en sí misma, la clave de la liberación del ser humano, y de la verdadera
sabiduría. En la época de Sócrates, esa libertad significaba ir en contra de las creencias
establecidas, y ser libre de esas creencias lo llevó a ser condenado a pena de muerte.
En la antigüedad se confundía a la voz del ego con la voz de Dios, eso produjo todo tipo
de atrocidades, conquistas y genocidios, conducidas por algún rey que creía ser el re-
presentante de Dios en la tierra. Sólo el ego sería capaz de manifestar todas las atroci-
dades que leemos en la historia de la humanidad o que vemos en los noticieros, incluso
creyendo ser el brazo de Dios en la tierra. En la actualidad cada ser humano es libre de
creer en lo que quiera sin perder la vida por ello, sin embargo, continúa sumergido en la
ignorancia de creer saber esto y aquello. La libertad real no es la de creer en tal o cual
cosa, sino la de ser libre de todas las creencias. La única “posición” de apertura incon-
dicional hacia lo incognoscible es el “no saber”. Y el “no saber” no se alcanza cultivando
la ignorancia, ya que el “no saber” en sí mismo ES la sabiduría.
Lo que uno cree ser parece estar encerrado en una certeza absoluta que no da
lugar a dudas. La persona puede jurar que sabe quién es a través de su historia y su
memoria. Dudar de la veracidad de esa historia es una aproximación a la sabiduría, a
través del poder consciente de la duda. Cuando la duda es usada por el ego, encierra a
la persona en un laberinto de inconsciencia, ya que los pensamientos son tomados
como lo real. Pero cuando la duda se dirige a la raíz del ego, se marchita la certeza de
222
su historia imaginaria, ya que los pensamientos son evidenciados como ilusorios. Hay
un dicho que dice “cuando nada es seguro, todo es posible”, es decir que cuando la
certeza egoica de lo que uno cree ser desaparece, la posibilidad de ser lo que uno esen-
cialmente es se vuelve inevitable.
La mente egoica cree saberlo todo, busca manifestar cosas, materializar cosas,
porque está atrapada en el hacer a partir del conocimiento acumulado, está siempre
esperando la próxima circunstancia. La persona atrapada en el hacer no se detiene ni
en vacaciones, necesita vacaciones para descansar del cansancio de sus vacaciones.
Si la mente está ocupada en algo, en un querer, en manifestar, en materializar, en saber,
entonces no está quieta ni en silencio, está poseída por un objetivo que la lleva a esfor-
zarse y exigirse. Una persona puede creer que su alma quiere tal o cual cosa, ignorando
que es la mente egoica la que quiere esa cosa. Todo lo que hace el humano es mani-
festar, pero esa manifestación suele estar dirigida por la inconsciencia y la ignorancia.
Cuando la mente dice “estoy cerca de comprenderlo” lo que dice realmente es “estoy
lejos del ahora”. Y cuando dice “¡lo comprendí!”, “¡lo entiendo!”, la vida viene a derrum-
bar esa nueva barrera de conocimiento. Comprender o ver a través de símbolos, de
palabras, de conceptos y creencias es perpetuar la ignorancia. La sabiduría emana del
silencio interior, y no necesita de los símbolos para ser.
Ante el “no saber” la mente puede experimentar miedo a olvidar quien cree ser,
a olvidar su identidad imaginaria, como si el acto de olvidar o recordar fuera algo que
responde a la voluntad personal. Todo lo que se puede recordar u olvidar no es esencial.
El verdadero ser no necesita ser consciente de sí mismo de la manera en la que las
personas necesitan ser conscientes de sí mismas, es decir a través de una historia per-
sonal y de la memoria. Sin embargo, el verdadero ser no es inconsciente por ello, ya
que tiene el discernimiento natural de no confundirse a sí mismo con algo ilusorio. Desde
la humildad del “no saber”, la arrogancia del ego se disuelve, el ego ya no es el juez de
la verdad, y el humano es libre de experimentar la vida sin perderse en los laberintos de
su propia mente. Cuando la ignorancia del ego se marchita lo que florece es la sabiduría
natural del ser.
223
LA CONTEMPLACIÓN
224
- “con”, que significa: “todo, unidad, inclusión”.
- “templum”, que significa: “templo, lugar sagrado para ver el cielo”.
- “ción”, que significa: “acción”.
Entonces, se podría decir que la contemplación es “la acción de ver la unidad desde un
lugar sagrado”, ese lugar sagrado es la consciencia esencial, desde donde se contempla
la existencia en todas sus expresiones. La contemplación no excluye nada, no separa
ni juzga, no acepta ni rechaza, es un estado de receptividad e incondicionalidad abso-
luta.
Los adultos que ya han atravesado el proceso escolar convencional han apren-
dido a cultivar la concentración, y a ignorar la contemplación. Han aprendido a no ver
con claridad, a no escuchar con claridad, y a no hablar con claridad. Han aprendido a
no aprender. Se han convertido en el resultado de un proceso mecánico, acumulando
conocimientos por pura repetición, como máquinas programadas por la inconsciencia.
Poder comenzar a ver esa mecanicidad obsoleta en uno mismo es el comienzo de la
contemplación. Una mente pura libre de condicionamiento es una mente contemplativa,
es naturalmente meditativa. Esa mente es incapaz de sufrir, no por insensible sino todo
lo contrario. Solo desde la contemplación hay verdadera sensibilidad. Una mente pura
no puede ser herida, es abierta, receptiva, e incondicionalmente sensible. Pero una
mente egoica es, en sí misma, la herida. Se protege, se cierra, se vuelve como tejido
insensible, como una cicatriz.
226
del mismo mecanismo. La persona inconsciente está sumergida en una profunda dis-
tracción incluso cuando cree estar concentrada, porque esta distraída por la misma con-
centración. La mente puede poner sus demandas, puede exigir que toda distracción sea
eliminada antes de contemplar lo que es, pero eso es solo un artilugio del ego que pone
condiciones, porque no conoce la incondicionalidad. La incondicionalidad es ignorada
desde el juicio sobre lo que pasó, o sobre lo que está pasando. La distracción nunca va
a desaparecer, porque no existe en primer lugar, es parte de la ilusión de la mente frag-
mentada.
227
Algunas personas pueden entrar en un estado contemplativo bajo ciertas cir-
cunstancias, como en el campo, en el silencio total, en cierta hora, bajo los efectos de
cierta sustancia, etc. Y pueden perderlo fácilmente al interactuar en situaciones de la
vida cotidiana, al tener que relacionarse, al hablar, al encontrar un mínimo imprevisto o
inconveniente. Para esas personas, en el instante en el cual se pone en marcha el len-
guaje, sea pensado o hablado, la contemplación es ignorada por completo. El ego se
sostiene en el lenguaje, en símbolos e imágenes mentales. La trascendencia del len-
guaje y de lo simbólico no es a través del lenguaje y de lo simbólico, así como la tras-
cendencia de la adicción a una droga no es a través del uso de esa droga. Estar pre-
sentes al hablar marca un antes y un después en la manera de relacionarse del ser
humano. Desde la presencia contemplativa ya no hay necesidad de defender opiniones,
de atacar creencias, de repetir historias, de hablar desde lo que ya ha sido pensado,
aprendido y ensayado previamente. Ya no hay necesidad de escapar en anécdotas del
pasado, o en imaginar y especular sobre el futuro. Ya no hay necesidad de controlar, de
manipular, de desconfiar y juzgar. Al trascender la identificación con la voz del ego, uno
comienza a escuchar su voz por primera vez, ya que brota naturalmente desde el silen-
cio interior.
La mente que opera desde la concentración es una mente que ama los proble-
mas, que ama el sufrimiento. Ha sido entrenada como si fuese una mascota que corre
tras el palo, así corre tras todo tipo de problemas. El problema siempre es creado por la
interpretación de la mente egoica, más allá de eso no hay problema alguno. Incluso si
lo que se manifiesta es una enfermedad terminal, o el fallecimiento de un ser querido, lo
que hay es simplemente lo que es; pero la mente lo transforma en un problema porque
rechaza, juzga, y atrapa lo que es en una historia de sufrimiento. La contemplación ve
lo que es por lo que es, y la mente egoica crea allí un problema. El entretenimiento que
requiere esa mente está basado en problemas, en conflictos, en competencias, en algo
enfrentado a otra cosa, como encuentros deportivos o películas que muestran problema
tras problema. ¿Alguien miraría una película donde no haya un problema? Como toda
228
historia siempre tiene una introducción, un nudo y un desenlace, la historia de la huma-
nidad no puede evitar ese esquema, y está atascada en un nudo que trasciende gene-
raciones.
229
La contemplación discierne entre lo esencial y lo imaginario, pero el ego solo
puede discernir hasta donde le conviene. Discernir implica ver lo que es, no lo que se
quiere ver. Si el ego pudiese discernir de manera absoluta y pura, colapsaría en sí
mismo en menos de un segundo. Cuando el discernimiento se sostiene desde lo apren-
dido, desde una creencia, entonces es alguna forma de juicio mental enmascarado de
discernimiento. El verdadero discernimiento no sostiene una entidad ilusoria como real.
El ego no puede ver nada que lo lleve a perder su falso poder, no puede discernir sobre
su naturaleza ilusoria, esa es la frontera de su discernimiento. El verdadero ser discierne
en lo inmediato, el ego posterga, compra tiempo, necesita palabras, ejemplos, metáfo-
ras, necesita una manera de que las cosas sean presentadas y explicadas.
EL SILENCIO INTERIOR
230
el silencio interior, ya que el hechizo es simbólico y no puede tocar lo esencial. Descubrir
esa dimensión esencial en uno mismo es liberarse de la autohipnosis del ego.
El movimiento del ego parece ser constante, está en fuga y necesita mantener
el motor andando cada segundo. El ego necesita dirigir la atención hacia objetos cons-
tantemente, necesita distraer la atención hacia el ruido, porque no puede existir en el
silencio interior. El silencio interior, en donde el pensamiento se detiene por completo,
significa para la mente egoica algo así como la muerte. En su instinto de supervivencia
psicológica, el ego siempre necesita hacer algo, pensar algo, decir algo, recordar algo,
planear algo, no tiene la mínima intención de parar. La mente necesita del movimiento
y del ruido interior, ya que si se tiene un segundo de silencio y quietud todo lo reprimido
aflora. Los escapes se pueden manifestar como hobbies, trabajos, adicciones, relacio-
nes, cualquier experiencia sirve para mantener el movimiento mental y evadir el silencio
interior.
231
Los pensamientos tienen una especie de fuerza de gravedad, atrapan la atención
de quienes no están presentes. Desde la inconsciencia un ser humano es devorado por
el ruido mental, como absorbido por un agujero negro. Una vez dentro, la persona puede
incluso disfrutarlo de manera perversa, cultivando más y más inconsciencia. El ego ne-
cesita de su alimento, necesita ver las catástrofes y tragedias en los noticieros, necesita
de la violencia y del horror del cine, necesita el adormecimiento de los videojuegos,
necesita de un ruido externo que sea compatible con el ruido interno. Incluso la música
que uno escucha se convierte en la banda de sonido de la vida, así se disfruta de música
creada desde el odio, desde el sufrir, desde la tristeza, que refleja el estado interno de
la persona.
El silencio no es frialdad, puede ser un espacio de comunión real más allá de las
anécdotas y del lenguaje. Una persona puede tomar al silencio como frialdad, y eso
sucede al desconocer la paz que aflora del silencio interior. Al descubrir el gozo del
verdadero silencio uno puede disfrutar de una comida en silencio, de un encuentro en
silencio, de una caminata en silencio, sin necesidad de agregarle un comentario inne-
cesario ni parlotear sobre esto y aquello. El silencio verdadero no es algo que uno haga,
decimos que hay que “hacer silencio” o “guardar silencio”, como si el silencio pudiese
ser fabricado o guardado. Eso es una limitación del lenguaje, el silencio no es un resul-
tado del pensamiento, de una intención, de la voluntad, del esfuerzo o de una disciplina.
232
meditación se guarda silencio total, el silencio es así el camino y el destino simultánea-
mente. Cuando el camino se desvanece, el silencio es evidenciado como lo esencial. El
silencio es desde donde todo está siendo percibido, incluso la capacidad de percibir
aflora del silencio. Una mente que ha aprendido a estar en silencio por esfuerzo y disci-
plina espiritual, es decir por control, concentración y represión, no está en silencio real.
Es cómo un animal de circo que ha aprendido un truco, pero no hay silencio en el auto-
control mental.
233
LA MEDITACIÓN
En el budismo Zen hay una historia que señala algo muy importante sobre las prácticas
de meditación. Para comprender mejor la historia hay que aclarar que la palabra Buda
(o Buddha) no es el nombre de una persona en particular, simplemente significa “des-
pierto” o “iluminado”. La historia cuenta que un discípulo estaba meditando, cuando apa-
reció su maestro y le preguntó: “¿qué haces ahí sentado?”. El discípulo respondió: “es-
toy meditando para llegar a ser un Buda”. El maestro tomó un ladrillo y comenzó a pulirlo
con una piedra, entonces el discípulo le preguntó: “maestro, ¿qué hace con ese ladri-
llo?”. El maestro respondió: “estoy intentando convertirlo en un espejo”. El discípulo son-
riendo le dijo: “pero maestro, nunca va a hacer un espejo frotando un ladrillo con una
piedra”, a lo que el maestro respondió: “y usted nunca va a ser un Buda sentado ahí
practicando la meditación”. Mas allá de que este tipo de enseñanzas existan desde hace
milenios, el humano busca la meditación a través de la circunstancia, de un hacer, de
una pose y de una disciplina. Así se usan las prácticas de meditación como una causa
para llegar a un efecto. No hay nada de malo con las prácticas de meditación, son un
primer paso casi siempre necesario, una aproximación a lo real. Sin embargo, el ego
puede decidir permanecer en ese paso de por vida, porque en verdadera meditación es
descubierto como una gran ilusión.
234
está cargada de significados, resulta indispensable vaciarla de todo, porque lo que sig-
nifica o señala es algo más allá de los símbolos y de las circunstancias. No existe tal
cosa como experiencia en meditación, no hay un “know how”, títulos, ni nada parecido.
La palabra “luz” no ilumina la oscuridad, solo la luz real lo hace, y tener un título de
“meditador” es tan útil como un papel que dice “luz” para alumbrar en la oscuridad. Tam-
poco es una disciplina o una técnica que pueda ser aprendida, ellas existen como pasos
preliminares para la mente inquieta que exige un “como”. Todas las disciplinas y prácti-
cas son creadas por el pensamiento y son utilizadas por el ego. Un meditador experi-
mentado es como un actor experimentado. Esto no significa que las prácticas de medi-
tación tengan algo malo, son herramientas maravillosas, y son una señal de que el ser
humano está caminando rumbo a un descubrimiento más allá de lo que espera o ima-
gina. Se podría decir que la actitud necesaria en la meditación es la de un amateur. La
palabra amateur significa originalmente “el que ama”, y no es distinto descubrir la medi-
tación real a descubrir el amor incondicional.
Mucha gente usa la palabra meditar para decir que va a reflexionar sobre algo,
dicen “lo voy a meditar” para señalar que van a aplicar un proceso de pensamiento sobre
una cuestión. Desde esa misma actitud la mente egoica busca el estado meditativo a
través de prácticas y disciplinas. Una práctica de la meditación suele ser generalmente
un ejercicio de la concentración, un estado creado y sostenido por el pensar. Una vez
que el silencio interior es descubierto, el ser humano puede estar en su estado natural
meditativo mientras camina, habla, come, estornuda, bosteza, duerme, etc., ya que la
meditación se vuelve el espacio donde la vida ocurre. No se necesita de nada, de ningún
tipo de muletas ni esfuerzos, es tan simple que ni siquiera requiere fuerza de voluntad.
La flor está implícita en la semilla, no hace nada para florecer más que recibir la nutrición
de la naturaleza; de igual manera, la meditación está implícita en cada ser humano, no
hay que hacer nada para que florezca más que nutrirse del silencio interior.
235
En el momento en que la persona empieza a realizar algún ejercicio de medita-
ción, generalmente comienza a escuchar el diálogo interno de su mente que dice “esto
no está funcionando”, “más tarde tengo que hacer tal cosa”, “me gustaría lograrlo”, “yo
estoy meditando”, “lo estoy logrando”, etc. La persona se encuentra así perdida en las
distracciones de sus pensamientos, en las emociones que tiran de acá para allá. Muchos
se desaniman y abandonan la práctica porque les desagrada eso que empiezan a per-
cibir, y curiosamente prefieren continuar sumergidos en el ruido mental. O lo toman
como un fracaso, porque es algo que intentan hacer. O lo toman como un éxito, porque
creen que es algo que han logrado hacer. El primer y último “error” al meditar es darle
atención al pensar. Mientras el ruido mental acapara la atención el silencio interior es
ignorado.
Cuando una persona aprende algo nuevo, por ejemplo, aprender a conducir un
vehículo, pone su concentración en los mecanismos del auto, los hace propios por dis-
ciplina, práctica y repetición. Una vez que eso es internalizado la persona puede delegar
la tarea a la mente, incluso puede conversar o atender otras cuestiones mientras con-
duce. De igual manera, las personas intentan aprender a meditar por repetición y con-
centración, porque así han aprendido a aprender. La meditación no puede ser aprendida
de esa manera, no se la puede aprender, planear o premeditar. El piloto automático de
la mente lleva tantas décadas dirigiendo el viaje que se vuelve indispensable olvidar
todo lo aprendido, nada de eso sirve en la meditación.
236
Cuando una persona realiza prácticas de meditación por mucho tiempo, puede
adoptar la creencia de estar iluminado, de haber encontrado algo. Creer que uno se ha
iluminado, que ha encontrado la verdad y que puede usarla para algo es algo así como
soñar que uno se ha recibido de doctor, y querer usar ese título imaginario en un hospi-
tal. Durante los primeros intentos de meditación, la persona pone las prácticas dentro
de un cronograma, se vuelve algo que hace tres días por semana a tal hora, o todos los
días por la mañana o por la noche. Uno no se puede preparar para la meditación, todas
las disciplinas y técnicas son premeditadas, en el mejor de los casos sirven para ver lo
absurdo de la práctica, para negar absolutamente todo lo que ha sido aprendido sobre
la meditación, ya que eso es el obstáculo. La meditación no ocurre en el tiempo, no
depende de él ni lo necesita en absoluto. Mientras el esfuerzo continúa, mientras se
depende de la práctica de meditación para algo, el ego continúa creando tiempo mental
en donde existir. No hay un “manos a la obra” en la meditación, el “yo” que la quiere
fabricar es lo único que se antepone a la meditación real.
Si sólo se pudiera dar una sugerencia sobre el camino hacia la meditación real,
hacia la disolución de la identificación con la mente egoica, esa sería simplemente con-
templar la respiración. Esa es la esencia de muchas prácticas de meditación, ya que
quita la atención del movimiento del pensar. No es necesario hacer algo con la respira-
ción, simplemente dejarla ser tal como es, si está agitada que sea agitada, si está calma
que sea calma, es indistinto. Cuando la atención deja de estar concentrada en el pensar,
la concentración desaparece, la atención deja de tener centro. El centro, es decir el ego,
se disuelve, se evidencia como irreal. Ese es el camino inicial, una vez que se descubre
el espacio real el camino se desintegra, y ya no hay necesidad de seguir usando la
respiración o la concentración en absoluto. El ego necesita sostener la práctica, necesita
sostener el camino, y eso lleva a la persona a dar vueltas dentro de su propia mente
como en una calesita.
Sería muy fácil hablar sobre las distintas prácticas y disciplinas de meditación,
sobre cómo sentarse en silencio visualizando una luz blanca y diciendo OM, sobre cómo
hacer esto y aquello. Pero todo eso puede ser el alimento del ego espiritual, que necesita
pasar horas y horas practicando tal o cual meditación. El pensamiento es muchísimo
238
más movedizo que el cuerpo, no por aquietar el cuerpo se aquieta la mente, y no por
estar callado se descubre el silencio interior. La verdadera meditación es la presencia
incondicional, la consciencia impersonal, el silencio interior. Es lo que contempla incluso
la capacidad de percibir, de pensar, y de sentir. Pero “eso” que todo lo contempla no
puede ser contemplado, justo como una linterna no puede alumbrarse a sí misma. La
meditación es la unidad dentro de la dualidad, es lo no manifestado dentro de todo lo
manifestado, es el estado natural del ser humano, es lo que uno esencialmente ya es.
Cuando el ser humano deja de estar auto hipnotizado por su pensar y su sentir, descu-
bre lo que siempre ha sido, lo que es ahora y siempre será, y eso es la meditación.
LA RENDICIÓN
La palabra rendición suele ser interpretada como algo malo, negativo, como una derrota
o fracaso, como resignación o pasividad, como frustración o indiferencia. El mismo uso
popular del lenguaje lleva a las personas a decir “me rindo” cuando agotan todas las
posibilidades de cambiar alguna situación, es decir, cuando están resignadas. También
se suele decir “me doy por vencido”, señalando un conflicto y una derrota o fracaso.
Pero la verdadera rendición no tiene nada que ver con el éxito y el fracaso, ni con ganar
o perder, ni con la exigencia y la resignación, todo eso son conclusiones que ocurren
dentro del juicio de la mente egoica. La rendición es la disolución de la aparente sepa-
ración entre el “yo” y la existencia, es un acto de confianza incondicional y de entrega
absoluta hacia lo incognoscible. Tarde o temprano la posibilidad de fundirse en la rendi-
ción llega a todos con la muerte del cuerpo físico, pero cuando la rendición se manifiesta
durante la vida marca la liberación del ser humano.
239
esfuerzo. Es impersonal, ya que trasciende a la persona y a su voluntad. La rendición
se puede sentir como ir en contra de la propia voluntad, porque la voluntad personal es
la voluntad del ego. Creer que la rendición es un acto de la voluntad personal es un
mecanismo de defensa del ego para sostener la atención en lo simbólico, para sostener
así la ilusión.
La rendición es el poder del ser, se podría llamar poder espiritual; mientras que
la resistencia es el poder del ego, se podría llamar poder mental. Todos los caminos que
llevan a cultivar el poder mental, es decir el poder del pensamiento, son caminos del
ego. Una mente inocente no conoce el miedo ni la desconfianza, está naturalmente ren-
dida a lo que es; pero una mente sumergida en la culpa transpira miedo y desconfianza,
se resiste a lo que es y necesita controlarlo todo. Los consejos de la mente no aplican
en la rendición. Se dicen cosas como “querer es poder” o “persevera y triunfarás”, pero
el “quiero” siempre es del ego, que persevera incesantemente con tal de no rendirse
jamás. El ego no solo triunfa cuando experimenta un sentimiento de victoria o éxito, el
sentimiento de resignación o derrota son extrañas formas de triunfo del ego, porque de
una u otra manera la atención permanece en lo ilusorio. La rendición es el fin de la
identificación con la identidad egoica, y el ser humano que conoce la verdadera rendi-
ción continúa su vida libre del sueño de la identidad.
240
incorporados a la historia personal, a la identidad. Pero en verdadera rendición todo es
aceptado, ya no se puede sostener el sufrimiento, toda su historia y su drama se evi-
dencia como algo irreal, carente de esencia. El sufrimiento no es necesario para la ren-
dición, solo la mente egoica puede perpetuar el sufrir y anteponerlo a la liberación. El
ego cree que, si se rinde a lo que es, lo que llegará de la vida será alguna forma de
castigo, de dolor y sufrimiento, por eso teme y desconfía. La rendición es un acto de
apertura total, de vulnerabilidad y entrega incondicional, de confianza plena.
Para ilustrar este último punto, voy a utilizar una vieja fábula del budismo Zen. Es la
fábula del paraíso y el infierno. Un samurai, de gran cuerpo y rostro enojado, fue a ver
a un pequeño monje que estaba sentado en el bosque. Con prepotencia le dijo: “¡monje,
241
enséñame sobre el paraíso y el infierno!”. El monje miro hacia arriba, observó al gran
guerrero, y respondió con indiferencia: “¿ensenarle a usted sobre el paraíso y el in-
fierno? A usted no podría enseñarle nada. Está todo sucio. Apesta. Su espada está
oxidada. Usted es una desgracia. Una vergüenza para los samurai. Salga de mi vista.
No soporto su presencia”. El samurai estaba furioso, se sacudió, su cara se puso roja,
se quedó sin palabras de tanto odio. Sacó su espada y la levantó, preparándose para
decapitar al pequeño monje. Y en el preciso instante en el que el samurai estaba por
atacar, el monje dijo suavemente: “eso es el infierno”. El samurai se detuvo por com-
pleto, estaba abrumado, impactado como nunca antes lo había estado. Nunca había
presenciado semejante compasión y entrega como la de ese pequeño monje, que es-
taba ofreciendo su vida solo para enseñarle al samurai una lección sobre el infierno. El
samurai bajó su espada lentamente, se llenó de una gratitud que desconocía por com-
pleto, y una profunda paz inundó su ser. Y en ese instante el monje dijo suavemente:
“eso es el paraíso”.
El ser humano contemporáneo parece ser algo así como el samurai de la fábula,
algo perdido, buscando sabiduría, pero aún poseído por sus emociones y pensamientos,
a la merced de su inconsciencia y sus reacciones violentas. Y, sin embargo, todo eso
puede transformarse en un instante, ya que el paraíso está presente en todo ser humano
sin excepción. El ser humano que despierta del sueño de la identidad egoica es el nuevo
ser humano. No es nuevo por aparecer en un determinado momento de la historia, sino
que es siempre nuevo porque está en comunión con el momento presente. Es nuevo
sin importar que se manifieste hace diez mil años o dentro de diez mil años, ya que
siempre se manifiesta en el ahora.
¿Cuáles son las características de ese nuevo ser humano? El nuevo ser humano
vive en hermandad con el resto de la humanidad, no crea sufrimiento para sí mismo ni
para los demás. Está en comunión con el silencio interior, con su consciencia esencial.
No está poseído por su pensar y su sentir, ni por sus miedos y sus deseos. Es libre de
juzgamientos e interpretaciones, y de todos los juegos inconscientes del ego. No nece-
sita controlar ni manipular a los demás, porque el mismo es libre del control y de la
manipulación del ego. Es libre de todo autoengaño, no conoce de juicio, culpa, ni de
castigos. Puede decir “SI” sin ser sumiso, y puede decir “NO” sin ser rebelde, ya que
interactúa con la circunstancia desde la presencia. Su propia esencia es la confianza
incondicional y la libertad absoluta. Es verdaderamente sensible y compasivo, puro e
íntegro. Es naturalmente contemplativo y meditativo. No necesita de creencias ni ideo-
logías, es divino sin religiones, es humildemente sabio y extraordinariamente ordinario.
242
El nuevo ser humano no cree ser dueño de sus hijos, ni cree ser quién les ha
dado la vida. Tanto él como sus hijos son manifestaciones de la misma vida. Sus hijos
no son aprendices sino maestros, no son una continuación de su historia sino su propio
principio, no son presos de expectativas y exigencias sino semillas de libertad que nacen
en libertad. El nuevo ser humano es su propia fuente inagotable de sabiduría, de amor
y de compasión. No ve diferencia alguna entre su vida y la de los demás, porque reco-
noce la misma esencia en sí mismo y en el resto de la existencia, y eso lo hace verda-
deramente responsable. No conoce de devoción o sumisión a autoridades externas, la
autoridad emana de su verdadero ser. No necesita de líderes espirituales, religiosos, o
políticos. Es un ciudadano de la humanidad, y no de una nación en particular.
Puede sonar a que ese nuevo ser humano está más alejado del ser humano
actual cómo el ser humano actual lo está de un animal salvaje, pero esa lejanía no es
real sino imaginaria. La nueva humanidad nace desde el interior de cada ser humano
libre, desde la unidad, desde el mismo y único ser que habita en todos. No es algo
imaginario ni utópico, no es una posibilidad puesta en el futuro sino una realidad viva en
el momento presente. La llegada del nuevo ser humano no será en el futuro, no es algo
a lo que se llegará con el tiempo. El ser humano ya es absolutamente libre, solo que
debe descubrirlo por sí mismo. Y no se necesitan milenios, generaciones, años, días, ni
siquiera un minuto, ese nuevo ser humano está presente ahora mismo dentro de todos,
incondicionalmente dispuesto a manifestarse en este preciso instante. El nuevo ser hu-
mano no es lo que el humano será en el futuro, ni lo que fue en el pasado, sino lo que
esencialmente ya es ahora.
243
BIBLIOGRAFÍA Y REFERENCIAS
Capítulo 1:
• Carl Jung (fragmento del libro “Lexicon Jungiano: compendio de términos y con-
ceptos de la psicología de Carl Gustav Jung”, por Daryl Sharp, 1994, editorial
Cuatro Vientos, Chile)
• Yalāl ad-Dīn Muhammad Rūmī (Rumi)
• Lao-Tsé (fragmento del libro “Tao Te King”)
Capítulo 2:
Capítulo 3:
• Mark Twain
• Jean-Paul Sartre
• Yalāl ad-Dīn Muhammad Rūmī (Rumi)
• Arthur Schopenhauer
Capítulo 5:
Capítulo 6:
Capítulo 7:
• Thomas Fuller
• Un Curso de Milagros (Helen Schucman, 2006, fragmento)
• Lao-Tsé (fragmento del libro “Tao Te King”)
245
• Khalil Gibran
• Ram Dass
• Albert Einstein
• Meister Eckhart
Capítulo 8:
• Albert Einstein
• Upanishad Chandogya (verso 6.8.7)
• Jesús (fragmentos de Levítico 19:18, Lucas 6:37-38, Mateo 7:1-5, y Mateo 16:24)
• Kybalión
• Thomas Henry Huxley
• Sri Ramana Maharshi
• Meher Baba
• Gilbert Keith Chesterton
• Kewtsang Rinpoche
Capítulo 9:
• Sócrates
• Sri Nisargadatta Maharaj
• Yalāl ad-Dīn Muhammad Rūmī (Rumi)
• Jiddu Krishnamurti (fragmentos de los libros “Relación y amor, la verdadera re-
volución” y “La mente en Meditación”)
246