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Portadilla
Dedicatoria
Agradecimientos
Introducción
1. ¿Qué es huna?
2. Convertir los sueños en hechos
3. Diséñate a ti mismo
4. El Efecto Duplicativo
5. El poder de focalizar
6. Centrarse en el presente
7. Ama tu camino hacia el éxito
8. Extiende tu influencia
9. El misterio del dinero
10. El Restaurante del Universo
11. Los nervios de decidir
12. La Fórmula Maestra del éxito
Personalidades de la cultura hawaiana
Glosario
Créditos
Introducción
Eran los expertos del antiguo Hawái: expertos en religión, salud, artesanía,
♦
ciencia, psicología y prácticas de magia de diversa índole.
Kahuna era un título, como el de doctor en medicina o en otra especialidad, y se
♦ empleaban palabras descriptivas adicionales para designar el campo de
conocimiento.
Al igual que el uso moderno de la palabra «doctor» a secas se entiende
♦ generalmente referido a un médico, el término kahuna sin más calificativos aludía
generalmente a un sacerdote o sanador.
Los kahunas se sometían a un entrenamiento intenso y arduo antes de ser
♦ reconocidos como expertos en su campo, ya fuera por su profesor o por la
comunidad.
♦ Algunos kahunas eran expertos en muchos campos.
♦ Los kahunas podían ser hombres o mujeres.
Aunque anteriormente no se haya dicho de forma explícita, tras la lectura de las
fuentes previamente mencionadas queda claro que en la tradición hawaiana
♦
cualquier clase de kahuna estaba siempre en sintonía tanto con el lado espiritual
de su campo de conocimiento como con el lado material.
Durante la monarquía, el término kahuna acabó extendiéndose a aquellos
♦ extranjeros reconocidos como expertos en sus campos, especialmente ministros
religiosos y profesionales de la salud.
Cuando Hawái pasó a ser territorio de Estados Unidos y destino turístico, los
visitantes descubrieron que al mejor surfista de la playa lo llamaban kahuna nui
he’e nalu, «maestro surfista consumado». Debido a su pericia también era el líder de
los surfistas, y éstos seguían sus consejos sobre tablas, olas y la técnica en sí. El
calificativo abreviado era kahuna nui. Esto pronto se convirtió en la expresión «big
kahuna» (es decir, «gran kahuna»), que adoptó significados de «gran jefe» o incluso
de «el más grande y mejor» en cualquier área, incluidas las hamburguesas.
En la actualidad, a la palabra kahuna se le da un uso correcto e incorrecto en
muchos sentidos. Hay personas sin ningún conocimiento ni formación en la tradición
hawaiana que aseguran haber sido «iniciadas» como kahunas, cosa de la que los
hawaianos de antaño se habrían reído o que los habría sorprendido. Algunos
hawaianos temen la palabra porque la relacionan automáticamente con la brujería, y
otros afirman que sólo pueden ser kahunas los hawaianos nativos. Algunos visitantes
vienen a Hawái en busca de un kahuna que (para ellos) sea un sanador psíquico,
mientras que otros vienen buscando un chamán.
¿Cómo sabes si alguien es realmente un kahuna? No hay reglas tajantes y fijas, ni
las ha habido nunca. Pero un profundo conocimiento y comprensión de la cultura
hawaiana parece indispensable para que la palabra tenga algún sentido dentro de un
contexto hawaiano. En el antiguo Hawái la prueba decisiva habría sido el nivel
propio de pericia en un campo determinado importante para los hawaianos. El
profesor es quien concede el título, por lo que poder dar el nombre del profesor
parece que también sería un factor. Así pues, ¿qué es un kahuna? Simplemente un
título que significa lo que creas que significa. Si tropiezas con un o una kahuna,
respétalo o respétala por lo que puede hacer más que por el título. Y si esa persona
asegura que el título es de origen hawaiano, es de esperar que tenga ciertos
conocimientos de la cultura hawaiana y atesore sabiduría esotérica, se la llame huna
o de otra forma, y que mencione con orgullo a su profesor o profesora.
¿Necesitas un kahuna para aprender o utilizar huna? En absoluto. Huna se basa
en un conjunto de ideas que cualquiera puede aplicar a las situaciones vitales. Estas
ideas formaban parte de la cultura ancestral hawaiana. Un kahuna especializado en
un área vital que sea de tu interés es posible que pueda ayudarte, pero, al igual que
puedes aprender a llevar un negocio sin ir a la universidad, puedes aprender a usar
huna sin un kahuna.
A mí, mi tía Laka y mi tío Wana, de la familia Kahili, oriunda de Kauai, me
educaron al estilo tradicional kalakupua, o kupua para abreviar, un primo hermano
del «chamanismo». Fui hanai (un término hawaiano para la adopción familiar
autorizada) por esa familia como nieto de Joseph Kahili en 1957. Mi último
profesor, Wana Kahili, me concedió en 1975 el título de kahuna kupua en Goleta
Beach, California, basándose en los resultados de más de veinte años de formación
(incluido el tiempo que pasé con mi padre). Como la mayoría de los que han
recibido un honor similar, no tengo un certificado que lo «demuestre» y, como fue
una ceremonia privada, no hay ningún testigo para dar fe de ello. Pero sé lo que sé, y
sé cómo hacer lo que hago. Eso me basta. Sin embargo, he dejado de utilizar el título
de kahuna. Uno de los aspectos que aprendí de la cultura hawaiana es evitar ofender
al prójimo si no es necesario, y a algunos hawaianos les ofende que use el título de
kahuna. De modo que soy Kahu para los miembros de mi organización que quieren
ponerme un título, «doctor King» para aquellos que quieren hacer mención de mi
doctorado en Psicología y «Serge» a secas para el resto del mundo. Asimismo, tengo
nombres hawaianos, pero honro a mis padres biológicos empleando el nombre que
me pusieron, y honro a mi familia hawaiana empleando el suyo como segundo
nombre cuando escribo y doy clases.
Además de formarme con mi padre y con la familia Kahili, realicé un aprendizaje
chamanístico en África Occidental durante cerca de siete años con un chamán
africano. Al volver a Estados Unidos en 1971, empecé mi formación kupua con mi
tío hawaiano y en 1973 fundé Huna International con el fin de compartir este
conocimiento con el mundo. Bajo el nombre de Aloha International, se ha convertido
en una red mundial de sanadores, profesores y alumnos de huna. Y por el camino he
escrito una docena de libros, todos ellos relacionados de un modo u otro con el
conocimiento huna.
Creo que descubrirás que las aplicaciones de huna proporcionadas en este libro
son las más prácticas para muchos de los objetivos de la mayoría de la gente de
cuantas he propuesto hasta ahora. Mi esperanza es que puedas aplicar estas técnicas
para hacer realidad tus sueños, utilizando la sabiduría de huna para incrementar tus
poderes mentales, corporales y espirituales.
1
¿Qué es huna?
En las islas del Pacífico Sur, influidas por un mundo de mar y arena, volcanes y
palmeras, huracanes y brisas suaves, existe un sendero vital extraordinario en
ocasiones llamado «El Estilo Aventurero». Es un sendero ancestral tan poderoso y
tan práctico que en los tiempos modernos funciona tan bien como lo hizo en el
pasado remoto. Este estilo está basado en una filosofía polinesia llamada Ka Huna,
que significa «El Secreto».
Sin embargo, antes de describirla en detalle lo mejor es «hablar de la historia»,
como dicen los hawaianos, a fin de introducir las ideas que conforman la base de
huna.
Estas dos personas, separadas en el tiempo por casi dos mil años y viviendo en
culturas radicalmente distintas, tienen en común algo importante: ambas practican
huna y han aprendido a integrar sus siete principios básicos en sus vidas cotidianas.
El primer principio:
El mundo es lo que crees que es
De entrada, el hombre y la mujer del ejemplo anterior han aprendido que el mundo
responde a sus pensamientos con absoluta naturalidad. Su experiencia personal es,
de hecho, un reflejo exacto de cómo creen que es (ni más ni menos que un sueño).
Como practicantes de huna saben que este sueño que llamamos realidad física lo
producen las creencias, las expectativas, las intenciones, los miedos, las emociones
y los deseos. Para cambiar el sueño, emplean el primer principio de huna para
modificar las «mentalidades» a voluntad, a fin de provocar unos efectos concretos
bajo diversas condiciones.
El segundo principio:
No hay límites
Este principio de huna establece simplemente que en realidad no hay límites, no hay
ninguna separación real entre los seres. El hombre antiguo era capaz de comunicarse
con la piedra y a través de ésta con los peces del océano. Y la mujer moderna pudo
dejar su cuerpo en el asiento para fundirse con el viento y luego volver sin la menor
dificultad. Creer que no hay límites es una forma de concederse a uno mismo una
enorme libertad, pero su consecuencia es la responsabilidad absoluta sobre las
acciones y reacciones propias.
El tercer principio:
La energía fluye hacia donde va la atención
En el tercer principio, la energía fluye hacia donde va la atención, una poética forma
de decir que concentrar la atención en algo produce una concentración de energía
conectada con el objeto de atención, sea físico o no. Y la energía así concentrada
producirá un efecto creador según la naturaleza de los pensamientos que acompañan
la atención. El hombre que estaba en la falda de roca volcánica se concentró en los
peces con la intención de influir en su dirección por el bien de la comunidad, y la
mujer del avión lo hizo en el viento con el propósito de eliminar las turbulencias
para su tranquilidad y la del resto de pasajeros.
El cuarto principio:
El momento del poder es ahora
Tanto el hombre como la mujer del ejemplo actuaron de acuerdo con el cuarto
principio de huna, sabiendo que el poder existe únicamente en el momento presente.
Sin embargo, también sabían que este momento presente es tan dilatado como su
atención consciente presente. Así pues, su noción del tiempo es totalmente distinta a
la de la típica persona de hoy día. Como no se puede actuar en el pasado ni el futuro,
uno no debería desperdiciar el tiempo en remordimientos pasados ni preocupaciones
futuras, pero, a su vez, desde el momento presente uno puede cambiar tanto el pasado
como el futuro.
El quinto principio:
Amar es estar feliz con
Uno de los descubrimientos más trascendentales y profundos de aquellos antiguos
que crearon la filosofía huna es que el amor es la mejor herramienta para una
actuación eficaz. La palabra hawaiana para amor es aloha, y su significado inherente
es «ser feliz con alguien o algo y compartir esta felicidad». En este sentido, el amor
es tanto una actitud como una acción. Así que el amor no es sólo un sentimiento o un
comportamiento, sino también un medio para el cambio. Para el practicante de huna,
el amor es un poder espiritual que aumenta a medida que el juicio y la crítica
disminuyen. Una intencionalidad verdaderamente amorosa es la fuerza espiritual más
poderosa que el mundo puede conocer. El practicante de huna expresa el amor en
forma de bendición, alabanza, reconocimiento y gratitud. La separación reduce el
poder y el amor reduce la separación, aumentando, por consiguiente, el poder. El
hombre antiguo estableció contacto con los peces a través del amor, al igual que la
mujer moderna contactó con el viento.
El sexto principio:
Todo el poder procede del interior
El sexto principio enseña que, en realidad, todo el poder proviene del interior. Ni el
hombre ni la mujer del ejemplo invocaron la ayuda de ninguna fuerza externa para
sus tentativas. Su poder no procedía de su personalidad ni de su individualidad, sino
de la chispa divina común que saben que es la fuente de su propio ser. El poder y la
energía de esta fuente son infinitos, están en contacto con todo lo demás, siendo una
parte integral de la Fuente Primordial (o el nombre que sea que uno decida ponerle).
Dado que esta fuente está tanto dentro como fuera y nunca nos separamos de ella,
sólo tenemos que buscarla en nuestro interior.
El séptimo principio:
La eficacia es el indicador de la verdad
Como eran sumamente prácticos, los antiguos practicantes de huna desarrollaron
este principio sumamente práctico de que la eficacia es el único indicador válido de
la verdad. La verdad absoluta llevada a su extremo lógico se traduce como «todo
es». Dado que a nivel humano esto difícilmente resulta útil, el practicante de huna
mide la verdad preguntando: «¿Esto funciona?», y se siente, por tanto, libre para
cambiar mentalidades, alterar sistemas de creencias y crear o modificar técnicas a
fin de lograr los mejores resultados en una situación determinada. ¿Fue verdad que el
hombre antiguo habló realmente con la piedra y que ésta le contestó? Sí, porque los
peces aparecieron. ¿Fue verdad que la mujer se fundió realmente con el viento y lo
serenó con la mente? Sí, porque las turbulencias cesaron. Para el practicante de
huna, causa y efecto no son lo mismo que para la persona de a pie de la sociedad
moderna.
E Hō Mai
E hō mai ka ‘ike mai luna mai e
‘O nā mea huna no’eau o nā mele e
E hō mai, e hō mai, e hō mai e
Concédenos
Concédenos el conocimiento superior.
El sabio secreto de los cánticos.
Concédenoslo, concédenoslo, concédenoslo.
La ética de huna
De vez en cuando la gente me pregunta por el aspecto ético de huna, porque a
primera vista los siete principios parecen amorales. Es decir, que a algunas personas
les molesta la aparente ausencia de pautas claras de conducta (de obligatoriedad) de
los principios.
Sin embargo, como corresponde al «conocimiento oculto», la ética está implícita
en los principios. Si se emplean con lógica, es inevitable actuar con ética.
Analicémoslos uno a uno desde esta perspectiva.
2. No hay límites
Si no hay límites, entonces el universo es infinito. A algunos científicos les gusta
especular sobre la existencia de múltiples universos y hasta múltiples infinitos, pero
no hacen más que jugar con las palabras. «Universo» significa el conjunto de todo, e
«infinito» significa eso, infinito. La idea de un universo infinito da a entender que
todo él está en todas partes y en todo momento, lo que a su vez sugiere que cada
parte del mismo es infinita. Y eso da a entender que también tú lo eres. Lo que al
final sugiere que, con un aspecto u otro, siempre te topas contigo mismo; así pues, es
conveniente mostrarse amable con el vecino, porque el vecino eres tú mismo.
2. No hay límites
Kala significa «aflojar, desatar, liberar, soltar, perdonar». La idea principal es que
todos los límites son arbitrarios y el universo en sí es infinito. A mi tío le gustaba
decir: Ana ‘ole, ka pō, ke ao («El mundo interior y el exterior no tienen límites»). En
términos prácticos, lo que dice es que si el universo es infinito, entonces cualquier
cosa es posible si eres capaz de averiguar cómo hacerla. Todo lo que haces
repercute en el mundo que te rodea.
La inquietud moderna por la ecología se basa en la idea de que todo está
interconectado y de que no puedes cambiar nada aisladamente. Hagas lo que hagas,
afectará a otra cosa, y los cambios a tu alrededor te afectarán a ti también. Cada vez
está más aceptado que no podemos talar todos los árboles, continuar arrojando al
océano nuestros desechos ni seguir contaminando el aire sin consecuencias graves
para todas las formas de vida de este planeta. Los meteorólogos alimentan esta idea
cuando, siguiendo la teoría del caos, afirman que el aleteo de una mariposa en Japón
puede producir una tormenta eléctrica en las montañas Rocosas. Como personas,
estamos acostumbradas a la idea de que el estado de nuestro entorno y nuestro
cuerpo puede afectar a nuestra mente, pero mucha gente sigue sin aceptar la idea de
que nuestro estado de ánimo puede afectar a nuestro cuerpo e incluso a nuestro
entorno. Los límites y las fronteras existen en nuestra percepción, pero no
necesariamente en nuestra experiencia. Ésta fue la idea que tenía en mente el rey
Kalākaua, el último rey de Hawái, cuando se convirtió en el primer monarca de la
historia en circunnavegar el globo.
Poder y determinación
La filosofía huna y el poder personal están conectados de forma inextricable; así
pues, examinemos más de cerca ese importante concepto. Una mejor comprensión
del poder te permitirá usarlo del modo más eficaz y con la mayor determinación.
La esencia del poder es la influencia. La influencia te permite hacer con eficacia
lo que quieres hacer, conseguir los resultados deseados y hacer que los demás den el
paso de ayudarte. La influencia incide en el poder ajeno aun cuando no sea
deliberadamente.
Todo tiene poder con aspectos tanto activos como pasivos. Una flor tiene el poder
activo de crecer, florecer y reproducirse. Es posible que tenga también el poder
pasivo de alimentar a una abeja o dar placer a un humano, cosas ambas que aumentan
su poder activo para crecer y reproducirse. Quizá tengas el poder activo de realizar
cierta tarea y también el poder pasivo de inspirar con ella a otras personas.
Hay diversos tipos de poder:
Un programa práctico
Ahora que has alcanzado una comprensión más completa del poder personal, ha
llegado el momento de aplicarlo orientado a la consecución del éxito (sea lo que sea
que eso signifique para ti). Tener éxito significa lograr lo que quieres de la forma
que quieres. Es tan importante tener una filosofía del éxito como contar con ciertas
pautas para poner esa filosofía en práctica.
A continuación tienes una secuencia de afirmaciones que uso cada mañana para
recordarme a mí mismo la filosofía, para despejar la mente y tener claro mi objetivo,
para estabilizar y armonizar mis sentimientos y emociones, y para relajar mi cuerpo
y cargarlo para las actividades de la jornada. Me recuerdo a mí mismo los siete
principios de huna de una forma que me prepara para lograr mis objetivos a mi
manera. Lo hago como si yo fuese mi propio profesor. Si tengo un día ajetreado,
puede que lo haga muy brevemente, pero siempre que dispongo de tiempo me
entretengo un rato. Puedes hacerlo repitiendo las frases al estilo de un mantra,
escribiéndolas en un diario o mediante cualquier método que te vaya bien. Lo
importante es dedicar unos instantes antes de que empiece el día para prepararte
para el éxito que estás creando.
SÉ CONSCIENTE de que el mundo es lo que crees que es. Decide que tienes
el poder de triunfar.
A menos que puedas persuadirte de que tienes el poder de triunfar (de que tienes
la capacidad o el potencial), habrás perdido antes de empezar. Puede que en este
momento no tengas la experiencia, la destreza ni el conocimiento para ganar, pero
eso puede adquirirse. Sin embargo, el poder de triunfar no es algo que puedas
obtener fuera de ti mismo. Tienes que creer que ya existe y está esperando para
aflorar. La única forma de que empieces a creer es ignorar todas las fuerzas
interiores que intentan hundirte, y decirte una y otra vez que el poder del éxito es
real.
SÉ LIBRE, porque no hay límites. Date a ti mismo el derecho de triunfar.
No puedes hacer nada ayer ni puedes hacer nada mañana. Únicamente puedes
hacer algo ahora mismo. Pero ese «ahora mismo» es como un país extranjero para
aquellas personas que se pasan la mayor parte del tiempo instaladas en el pasado o
en el futuro. Si no estás acostumbrado, centrarse en el momento presente no es fácil.
La forma de practicarlo es respirar conscientemente, observar colores y formas
conscientemente, escuchar conscientemente los sonidos que te rodean y tocar
conscientemente lo que está a tu alcance. Y luego actuar conscientemente, aunque sea
algo insignificante, en la dirección que tú decidas. Es posible que resulte interesante
ir de visita al pasado y al futuro, pero aunque pudieras no querrías vivir allí. Tu
verdadero hogar está en el aquí y ahora.
Si no estás contento, alégrate. ¿Cómo vas a hacer eso cuando están pasando tantas
cosas horribles? Pues bien, Frank Bettger, autor de Del fracaso al éxito en los
negocios, empleó la técnica de «finge hasta que lo consigas», y le funcionó. Pero yo
te proporcionaré un sistema más simple que nos ha funcionado a mí y a miles de
personas a las que he formado. Es una técnica muy antigua, se llama «cuenta tus
bendiciones». Se realiza buscando activamente y sintiendo agradecimiento por todas
las cosas buenas que detectes. Esto incluye todas las experiencias positivas que
hayas tenido, por insignificantes que puedan parecer; todas las habilidades que has
adquirido, incluyendo andar, hablar y vestirte; toda la belleza y las maravillas del
mundo que te rodea; todas las buenas acciones ajenas que hayas visto u oído. No
estoy sugiriendo que hagas como si no hubiese cosas malas, porque, al fin y al cabo,
esto es una enseñanza práctica. Pero cuanto más consciente seas de lo bueno, más
fácil será lidiar con lo malo.
No puedes confiar en que la gente haga siempre lo que tú quieres, porque ellos
tienen sus propias prioridades y pautas, que pueden coincidir o no con las tuyas. No
puedes confiar en que el mundo sea siempre como quieres que sea, porque
intervienen muchas fuerzas e influencias que quizá no estén moviéndose en la
dirección que quieres que vayan las cosas. Pero siempre puedes confiar en que
tienes el poder de cambiar lo que puedes cambiar, de adaptarte cuando no puedas
hacer cambios y de incrementar tus aptitudes con el estudio y la práctica. Uno de los
mejores pósteres que he visto en mi vida fue el de un marinero que estaba en el mar,
en su barco, con una leyenda que rezaba: «No puedes controlar el viento, pero
siempre puedes ajustar la vela».
Algunas personas creen que hay que estar preparado para lo peor, para no llevarse
ninguna sorpresa desagradable. Eso plantea dos problemas: primero, que por lo
general se llevan igualmente sorpresas desagradables, y segundo, que pocas veces se
llevan sorpresas gratas. Otras personas evitan el optimismo porque temen
decepcionarse. Analicemos eso a fondo: la decepción es estar descontento con cierto
resultado. Así que estas personas no prevén el éxito, porque a lo mejor sus planes no
funcionan y entonces quizá se sientan mal. Tienen tanto miedo de sentirse mal que
prefieren no sentirse bien.
La lógica de esto se me escapa. Sí, es posible que las cosas no salgan como
quieres y que decidas tomártelo a mal. ¿Y? Si todavía quieres ganar, intentarás algo
distinto y volverás a empezar. A menudo lo que digo es que la gente no fracasa,
fracasan los planes. La gente simplemente tira la toalla o hace planes nuevos.
Se ha dicho (con mucho acierto, creo yo) que «la suerte se da cuando la
preparación y la oportunidad coinciden». Si no te preparas para triunfar, no serás
capaz de aprovechar la oportunidad cuando surja. Evidentemente, podría producirse
un desastre; por eso confías en que, cuando se produzca, si llega a producirse, lo
llevarás lo mejor posible, preparándote de la manera que te parezca apropiada si
vives en una zona proclive a los desastres o tienes un empleo proclive al desastre.
Pero si quieres triunfar en lo que sea que te hayas propuesto, es mucho más
importante estar preparado para el éxito. Esperar lo mejor tiene además la doble
ventaja de que te ayuda a estar más relajado al tiempo que te da más energía que
canalizar hacia el éxito.
Resumiendo este programa para triunfar: cada mañana, cuando estés aún en la cama
o nada más levantarte, date a ti mismo las siguientes instrucciones (modificadas
como te plazca), y piensa en cada una de ellas durante unos instantes por lo menos
antes de pasar a la siguiente.
SÉ CONSCIENTE de que el mundo es lo que crees que es. Decide que tienes el
♦
poder de triunfar.
♦ SÉ LIBRE, porque no hay límites. Date a ti mismo el derecho de triunfar.
FOCALIZA, porque la energía fluye hacia donde va la atención. Aumenta tu
♦
deseo de triunfar.
ESTATE AQUÍ, porque el momento del poder es ahora. Que la voluntad de
♦
triunfar empiece ahora mismo.
ALÉGRATE, porque el amor es la fuente del poder. Disfruta y reconoce lo
♦
bueno que es eso.
TEN CONFIANZA, porque todo el poder procede del interior. Confía siempre
♦
en ti mismo.
SÉ POSITIVO, porque la eficacia es el indicador del éxito. Espera siempre lo
♦
mejor.
3
Diséñate a ti mismo
‘Ohi ka manu o ke ao
El ave pescadora recoge a diario su cosecha
(La acción tenaz produce resultados)
¿Estás satisfecho con tu vida? ¿A veces desearías poder ser otra persona? No te
preocupes, lo serás.
Que la gente cambia es un hecho. Algunas personas dejan que otras personas o
circunstancias las cambien, y otras deciden cambiar solas a fin de cambiar sus
circunstancias.
Uno de los hombres más famosos de la historia de Hawái fue un jefe de la Isla
Grande llamado Lono. Era muy inteligente y hábil en muchos sentidos, pero un
defecto casi fatal de su personalidad era su predisposición a pensar lo peor de la
gente que estaba más cerca de él. Según una versión de su historia, al enterarse de
que otro líder estaba coqueteando con su mujer, sospechó inmediatamente que ésta
tenía una aventura amorosa y estuvo a punto de matarla en un ataque de ira. Loco de
remordimiento, el líder vagó por la jungla, seguido por un criado fiel que lo ayudó a
recuperar la cordura. Más adelante le llegaron rumores de que este criado estaba
conspirando contra él y prohibió al hombre fiel que entrase en su casa. Acabó
dándose cuenta de lo que se estaba haciendo a sí mismo y a su liderazgo, y tomó
conscientemente la decisión de cambiar su forma de pensar y actuar. Pasó a ser un
marido afectuoso, amigo de su criado, un gobernante sabio y compasivo, y el
fundador de Makahiki, la celebración anual de acción de gracias, de paz y de eventos
deportivos que ha perdurado en Hawái hasta hoy día.
En este capítulo te enseñaré un sistema de huna para diseñar conscientemente tu
propia personalidad. Naturalmente, esta idea es contraria a lo que se enseña a mucha
gente. Una de las ideas primitivas del campo de la psicología (que un montón de
gente sigue creyendo) es que tu personalidad se define a cierta edad. Hay quienes
dicen que a los siete años, algunos dicen que a los cinco, otros dicen que en la
adolescencia; digan lo que digan, la estructura básica de tu personalidad se supone
que queda establecida a determinada edad, y no hay nada que puedas hacer para
cambiarla.
Pues bien, en huna esa idea no funciona. Lo cierto es que en cualquier momento
de tu vida puedes cambiar tu personalidad tanto y tan profundamente como desees.
Es posible que implantar el cambio no sea fácil, pero los pasos son bastante
sencillos. Echemos antes un vistazo más detenido a lo que define una personalidad y
lo que se necesita para cambiarla.
¿Qué es la «personalidad»?
La personalidad es la suma de todos tus sistemas y patrones de pensamiento y
conducta. Reacciones emocionales, actitudes, hábitos, preferencias y manías,
fantasías, aptitudes y talentos, todo eso conforma tu personalidad. A menudo los
psicólogos hablan de la personalidad como un todo y determinan distintos tipos de
personalidad en los que la gente puede ser clasificada. Carl Jung dividió los tipos de
personalidad en cuatro grupos, y la astrología los divide en doce. El eneagrama, otro
modelo de tipos de personalidad, los divide en nueve. Y he leído que otra teoría los
divide en treinta y tres. Sin embargo, todo esto son sistemas puramente arbitrarios.
Puedes establecer tantos grupos como desees, dividirlos como quieras y sacar una
conclusión que suene bastante razonable, pero siempre habrá alguien que no encaje
en el sistema.
En la estricta práctica, observando realmente cómo es la gente y cómo actúa,
descubrirás que cada individuo tiene un montón de personalidades. La personalidad
que sale a la luz en un momento determinado depende de lo que esté haciendo y con
quién esté. Este cambio de personalidad casi siempre se desarrolla espontáneamente.
A medida que la vida avanza, descubrimos que en determinados casos funcionan
determinados comportamientos, mientras que en otros sitios o con otras personas
funcionan otros; según las necesidades, desarrollamos distintas formas de reaccionar
a distintos tipos de personas y situaciones.
Por ejemplo, es posible que adoptes una personalidad infantil cuando estés con tus
padres o en determinadas relaciones en las que sabes que un comportamiento infantil
te ayuda a conseguir lo que quieres. Cuando estás con tu jefe, actúas de una forma
concreta, y cuando estás con tus compañeros de trabajo, quizá actúes de un modo
totalmente diferente. De hecho, en cada tipo de situación puedes exteriorizar una
personalidad distinta tan automática y espontáneamente (tan habitualmente) que en
ocasiones a duras penas te das cuenta de que has hecho un cambio de verdad, aunque
puede que hayas observado el cambio en otros. Tal vez hayas notado ese cambio
sutil, y a veces no tan sutil, que sufre un amigo o amiga cuando va a ver a sus padres;
tal vez tu amigo o amiga no parezca la misma persona en ese ambiente. Esto pasa
mucho porque con los padres interviene un conjunto determinado de patrones, o
hábitos de conducta. Cuando esa persona está lejos del universo del hogar, no
necesita ni emplea los mismos patrones.
A estas variantes algunas personas las llaman «subpersonalidades», como si
fuesen meros apéndices de una personalidad básica más amplia o más fundamental.
Si bien es cierto que en algunas personas puede que se den ciertas características
comunes a todas sus variantes de personalidad, en otras no es necesariamente así. Y
me estoy refiriendo a personas a las que, en general, se considera mentalmente sanas.
Tengo una buena amiga que era encantadora, amable, dulce y con la que uno se
divertía mucho. Cuando se enamoró de un buen hombre, yo me alegré mucho por ella
y me imaginé que su vida en común sería maravillosa. Pero, para sorpresa de todos,
la cosa no fue así. Al casarse, su personalidad cambió radicalmente. Empezó a tener
ataques de celos y se volvió grosera, crítica, desconfiada y exigente..., todas las
conductas que antes jamás había exteriorizado. Por alguna razón el matrimonio sacó
lo peor de ella.
Patrones de personalidad
Hay a quienes les gustaría echar la culpa a las experiencias del pasado cuando
ocurre algo así, pero en este caso el problema era mucho más sencillo. Mi amiga
tenía un patrón de personalidad con los amigos, el que usaba conmigo y con su
prometido. Pero para ella la relación entre marido y mujer tenía un significado
completamente diferente. Para esa relación tenía otro patrón de personalidad,
aprendido de su propia familia durante la infancia, y no se parecía en nada a su
patrón de amistad. Puede que el problema fuese sencillo, pero, por desgracia, la
solución no. Eso fue porque no había uno, sino dos problemas, el primero de los
cuales fue simplemente que un conjunto distinto de expectativas generó un patrón de
personalidad distinto cuando pasó de estar prometida a casarse. El segundo
problema fue que ella se negó a renunciar a esas expectativas y fue, por tanto,
incapaz de cambiar el patrón. Que no se me malinterprete, por favor; no es que ella
fuese física, emocional o mentalmente incapaz de cambiar el patrón. Es que se negó a
dejar de ponerlo en práctica, y por eso era incapaz de hacerlo.
El tercer principio de huna nos dice: «La energía fluye hacia donde va la
atención». Y lo contrario es también válido: «La atención va hacia donde fluye la
energía». En el tema que nos ocupa, esto significa que cada vez que actúas de una
forma determinada refuerzas tus motivos para actuar así. Sería un bucle ineludible si
no fuera por el hecho de que siempre tienes el poder de decidir conscientemente
dirigir tu atención a otra parte, debilitando así la conexión entre los pensamientos y
la conducta. El verdadero problema de mi amiga era que no quería buscar una
alternativa, no que no pudiese. Tenía un montón de estupendas relaciones
matrimoniales alrededor que hubiese podido utilizar como modelos para actuar de
otra manera. Por la razón personal que fuera, no quiso hacerlo de ninguna otra forma
y por eso tiene un matrimonio infeliz que ella misma se ha buscado.
Imagina que eres un interiorista (si estás a cubierto) o un paisajista (si estás al
1.
aire libre). ¿Cómo podrías rediseñar el espacio en que te encuentras?
Imagina que eres un carpintero. ¿Cómo crees que está organizado el espacio y
2. qué cambiarías (si estás a cubierto)? ¿O qué construirías si tuvieras que construir
algo (si estás al aire libre)?
Imagina que eres un agente inmobiliario (estés a cubierto o al aire libre). ¿Qué
3.
características señalarías delante de tu cliente?
Imagina que eres un pintor artístico. ¿Cómo pintarías el espacio en que te
4.
encuentras?
Encuentra algo (lo que sea) en tu entorno que parezca tener mucha energía. Son
buenas opciones contemplar o escuchar las olas del mar, observar los efectos del
1. viento o sentirlo en tu cuerpo, escuchar música electrizante, ver deportes activos,
saltar en una cama elástica o percibir cualquier clase de vibración fuerte. Si no
hay otra opción, puedes mirar una fotografía o vídeo de algo cargado de energía.
Mientras tu atención está puesta en la fuente de energía, inspira hondamente de
2.
cinco a diez segundos e imagina que estás inspirando la energía de esa fuente.
Luego exhala de cinco a diez segundos, e imagina que esta energía va a parar a
un sitio especial de tu cuerpo en el que estará disponible durante lo que queda de
3.
ejercicio. Podría ser tu cerebro, corazón, ombligo, columna vertebral o cualquier
otro sitio que te guste.
Verbalizar
Las palabras son útiles para ayudar a dirigir o redirigir nuestra atención. Por sí
mismas tienen muy poco poder, a pesar de todas las tonterías descomunales escritas
en sentido contrario. Sin embargo, dirigir o redirigir la atención puede producir
efectos potentes, debido al tercer principio de huna: «La energía fluye hacia donde
va la atención». Y las palabras pueden desempeñar un papel útil a este respecto.
Evocan asociaciones, las asociaciones despiertan recuerdos y los recuerdos influyen
en el comportamiento. Durante un minuto prueba uno de los siguientes ejercicios:
Planificación. Utilizando todos tus sentidos, imagina cómo quieres ser o cómo
1. quieres que sean las cosas, con todo detalle, como si estuvieses trazando un plan
de acción.
Recuerdo. Usando todos tus sentidos, recuerda con la mayor precisión posible
cualquier cosa que hayas hecho con anterioridad que se parezca a lo que ahora
2.
quieres, o cualquier cosa que alguien haya hecho que se parezca a lo que ahora
quieres.
Fantaseo. Utilizando todos tus sentidos, crea una fantasía simbólica del
personaje que quieres, con la mayor precisión posible. Concédete la libertad de
3.
hacerlo tan exagerado, increíble, extravagante e irreal como puedas. En este paso
el detalle sensorial es más importante que el realismo.
Materializar
Aquí es donde haces algo físico que está directa o simbólicamente relacionado con
el personaje que quieres. Por ejemplo, si quieres desarrollar una personalidad de
más orientación social, podrías comprarte o ponerte una prenda de ropa que se ajuste
a tu nueva imagen. O, si quieres tener un personaje alegre y lleno de vitalidad,
podrías hacer un álbum de recortes de fotos con gente de fiesta y escribir tu nombre
junto a las personas más alegres. Recuerda, no obstante, que en un momento dado
habrá que sustituir el simbolismo por la acción real.
Ahora que conoces la técnica, la pregunta siguiente es cómo aplicarla para diseñar tu
propio personaje. Necesitas un sistema.
Dado que, según el segundo principio de huna, todos los sistemas son arbitrarios,
deja que a modo de pauta te dé uno basado en conceptos hawaianos que puedes
modificar o ampliar como te plazca. En este sistema puedes centrarte en diseñar tres
yos: tu yo físico, tu yo emocional y tu yo mental. Para este ejercicio trataremos cada
uno de estos aspectos por separado.
Diseñar tu yo físico
El «yo físico» hace referencia a tu estado de salud, tu energía, a lo bien que funciona
tu cuerpo y a tu aspecto. Utilizando la técnica del haipule puedes realmente diseñar
o rediseñar tu yo físico.
Mucho tiempo atrás asistí a un taller, la clase de taller en el que te levantas y
hablas de ti mismo delante de todo el mundo. Durante la segunda jornada se creó en
el taller un montón de energía emocional positiva, debido a unos ejercicios sencillos
de respiración y relajación mezclados con la ausencia total de críticas. En un
momento dado, el orientador pidió a una joven que subiera al estrado. De pelo largo
y rubio y poco agraciada, tendría dieciocho o diecinueve años. Habló en público
desde el estrado y dijo que se sentía poco atractiva, más que eso incluso: fea. No era
fea, aunque guapa tampoco, de eso no hay duda. La propuesta del orientador era usar
lo que la gente decía en público como medio para ayudar a liberar el pensamiento
limitado. Así que como esta joven dijo que creía que era fea, le pidió que dijese:
«Soy guapa». Lógicamente, al principio a ella le costó mucho hacerlo y se puso
como un tomate. Pese al mal trago, él la tuvo allí arriba repitiendo esto una y otra
vez. Su intención, tal como explicó después, era únicamente ayudarle a
familiarizarse con la idea, nada más. Sin embargo, conforme fue repitiendo esta
afirmación una y otra vez, de pronto el público soltó un grito de asombro. Sin darse
cuenta la joven se había enderezado, su cara había empezado a resplandecer y, cosa
increíble, se volvió guapa.
En aquella mujer se produjo una auténtica transformación. Fue como si una
especie de ola hubiese pasado por su cara, porque se volvió guapa de verdad.
Después mucha gente se preguntó en voz alta por qué no habían reparado antes en esa
belleza. La respuesta es que era por lo que ella antes había proyectado. Lo que
pensaba de sí misma influía en cuantos la rodeaban. No sólo actuaba como si fuese
poco agraciada, sino que todos los demás la veían como ella se veía a sí misma.
Pronunciar estas dos sencillas palabras: «Soy guapa», afectó a su subconsciente y
eso afectó a las percepciones subconscientes de los demás. Puedes pensar en ello
como una influencia telepática o una respuesta emocional; la verdad es que da igual.
Lo que importa es que la forma en que te perciben los demás tiene menos que ver
con tu verdadero aspecto físico que con lo que piensas y sientes sobre tu persona. Y
si crees honestamente que eres guapa, da igual cómo hayas llegado a creerlo, así te
percibirán. Por cierto que durante el resto del taller y después esa joven se hizo
sumamente popular.
En el lenguaje del haipule, esta transformación en el personaje incorporó los
cuatro aspectos:
Todos los elementos del haipule estaban en la experiencia de esta mujer, salvo la
intención consciente. Pero recuerda: todo lo que puede hacerse inconscientemente
puede hacerse conscientemente.
Diseñar tu yo emocional
Una de las grandes falacias que cree la gente es que eres lo que sientes, y es muy
difícil cambiar un patrón emocional mientras te identifiques con ese patrón. Parte del
problema, naturalmente, es social, y a veces también está en el encasillamiento
terapéutico: «Es un hombre iracundo»; «Ella tiene una personalidad ansiosa»; «Es un
maniaco-depresivo». Cuando empiezas a ponerte esa clase de etiquetas, agravas el
problema.
En realidad, no son más que patrones de conducta, casi siempre desarrollados
inconscientemente para hacer frente a algún problema de la vida sin aparente
solución. Con una intención consciente y un procedimiento estructurado como el
haipule, cualquier patrón de conducta emocional puede ser modificado o
reemplazado. ¡Atención! No te prometo que tenga necesariamente que ser fácil ni
breve, pero puede hacerse y a menudo es más fácil y rápido de lo que te imaginas.
Para empezar, tienes que decidir qué clase de patrón quieres crear en lugar del
que tienes. Por diversas razones, durante mi época adolescente desarrollé
inconscientemente una tremenda falta de confianza en mí mismo, que se agravó con la
muerte de mi padre. Debido a mi capacidad innata para actuar, fui capaz de poner
buena cara, pero por dentro temblaba como la gelatina, haciendo lo imposible para
evitar cualquier verdadero desafío a mi autoestima. En consecuencia, en mi último
año de instituto tenía el billar como asignatura principal y de una clase de sesenta y
cinco quedé en la posición sesenta y cuatro. (Me esforcé con ahínco para ser el
último, pero ni siquiera era lo bastante bueno para hacerlo tan mal.) Logré acceder a
la universidad, y pese a mis deseos de cursar estudios superiores, me especialicé en
tenis de mesa extracurricular y mi primer año fue un fracaso estrepitoso. Mi vida
había tocado fondo y era preciso un gran cambio. En mi libro La curación
instantánea doy un montón de detalles sobre lo que ocurrió a continuación, así que
no los repetiré aquí. Baste con decir que sabía que no podía hacer yo solo los
cambios que necesitaba hacer, por lo que me enrolé en el Cuerpo de Marines de
Estados Unidos, con la intención consciente de usarlo para contribuir a la creación
de un personaje totalmente nuevo. En cierto modo, el tiempo que pasé en el servicio
militar se convirtió en un haipule de tres años. De haber sabido entonces lo que
estoy enseñando ahora en este libro, no habría estado ni mucho menos tanto tiempo
(y seguramente no me habría alistado en el cuerpo).
Saqué la energía de mi deseo de cambio y del programa de los Marines para
conseguir estar en buena forma física. La verbalización consistió en un sistema
cotidiano de elogios internos, afirmaciones y directrices autoimpuestas casi
constantes que me ayudaron a superar todo lo que tuve que hacer. La mentalización
consistió en muchísima planificación meticulosa sobre cómo actuar en distintas
circunstancias y conflictos, mucha modelación memorística imitando a diversos
personajes de cine y ficción que tenían las cualidades que yo quería tener y mucho
fantaseo para volver a casa como un ganador. La materialización también se llevaba
a cabo a diario desarrollando aptitudes físicas e interpersonales y una mayor
responsabilidad. En resumidas cuentas, funcionó. Y cuando al fin salí de allí y me fui
a casa, seguía llamándome igual, pero era otra persona.
Puedes usar lo que yo hice para guiar tu propio proceso de desarrollo de tu
personaje físico. Actívate haciendo ejercicio, elogia tus progresos, imagina tus
encuentros y actúa de la forma en que quieres sentir.
Diseñar tu yo mental
Aunque la gente cambia constantemente de mentalidad, intenta mejorarla y se
esfuerza por expandirla, persiste la creencia popular de que la mente es una entidad
más inamovible que las emociones o el cuerpo, y de que simplemente no es correcto
salirse del patrón de pensamiento habitual. Debido a esto, mucha gente sólo está
dispuesta a aprender algo nuevo o pensar de otro modo si eso no altera aquello a lo
que está acostumbrada. Y eso es porque se identifican con su forma de pensar. En
lugar de «Pienso, luego existo», que era la justificación de la existencia de René
Descartes (y que probablemente sea tan buena como cualquier otra), la gente a la que
me refiero diría: «Soy lo que pienso». Si les oyes hablar, las creencias que tienen
sobre sí mismos son tan sagradas como un lugar santo. Cuando intento ayudar a
alguien a cambiar, muchas veces oigo la frase: «¡No puedo pensar así! Eso no es
propio de mí».
Tu mente es potencialmente la parte más flexible de ti, mucho más incluso que tu
cuerpo, tus emociones o tu espíritu. El motivo: que el principal atributo de tu mente
es tu imaginación. Desarrollar tu yo mental implica desarrollar el poder de focalizar
tu imaginación a fin de ampliar tu conciencia, aumentar tu capacidad para aprender
más y más rápido, entender otros puntos de vista, observar más deprisa las
reacciones ajenas para poder adaptarte a ellas con más eficacia e incluir en tu
repertorio más patrones de conducta para hacer frente a lo inesperado, por
mencionar unos cuantos aspectos.
En cierta ocasión asistí a un curso de lectura rápida que ensanchó mi mente de
diversas formas que no me había imaginado; formas que he conservado porque así lo
he querido. Siempre me he preciado de tener una mente flexible y una gran
imaginación, pero este curso me proporcionó un patrón más amplio que el que tenía.
Mi padre me había enseñado diversas técnicas de lectura rápida, y las practiqué
hasta que fui capaz de leer bastante mejor que la media. La velocidad de lectura
media de un alumno de universidad es de 250 a 300 palabras por minuto para ficción
o material que no sea técnico, y una buena velocidad lectora se considera que está
entre las 500 y las 700 palabras. Gracias a la preparación de mi padre, mi ritmo
normal se convirtió en 800 palabras por minuto.
No me apunté al curso de lectura rápida porque pensara que lo necesitaba; ¡me
apunté porque aseguraban descaradamente que eran capaces de enseñarte a leer
20.000 palabras por minuto! Como la mayoría de la gente, podría haberme burlado
de esa afirmación y haber aseverado rotundamente que nadie podía leer tan rápido;
por el contrario, servidor y unas cuantas personas que pensaban como yo pagamos la
desorbitada matrícula del curso y decidimos intentar algo nuevo, únicamente para
ver qué pasaba.
El curso hizo hincapié en la relajación, y nos enseñaron una modalidad sencilla de
meditación alfa que fue efectiva. Pero el aspecto más importante de la lectura rápida
era el uso de la mente para imaginarte leyendo más deprisa de lo que la mayoría de
la gente consideraría humanamente posible. Esto se consolidó «leyendo» libros al
revés y de atrás hacia delante sin preocuparse de la comprensión. Pasábamos las
páginas lo más deprisa posible al tiempo que nos imaginábamos que lo absorbíamos
todo. El día de la verdad llegó con la prueba final: la lectura de una novela clásica a
toda velocidad, seguida de un test de comprensión lectora. Mi velocidad lectora
alcanzó las 12.000 palabras por minuto, y una niña de doce años y yo empatamos en
el test de comprensión rozando el cien por cien. Para mí la parte más curiosa fue que
durante el test me sorprendí recordando cosas que no recordaba haber leído. Otra
parte importante del curso fue aprender a confiar en mí mismo.
Nadie alcanzó en el curso las 20.000 palabras por minuto entendiendo lo que leía,
y muy pocos llegaron a las 5.000 ni siquiera tras meses de práctica. Hoy día, lo
normal para mí, cuando me lo propongo, es leer de 2.000 a 3.000 palabras por
minuto con plena comprensión lectora. Aquí la principal lección que se debe
aprender es que cuanto más amplíes tu mente con una sesión breve e intensiva, más
tiempo permanecerá así cuando la presión haya desaparecido. Lleva tu mente al
límite a fin de cambiar tu yo mental, una parte crítica en el diseño de tu personaje.
Esta experiencia de lectura rápida contenía todos los elementos del haipule: energía,
palabras, imaginación y acción. Seguiremos usándolos en los próximos capítulos.
Diseñar la armonía
Diseñar tu yo físico, emocional y mental no te beneficiará mucho a menos que puedas
integrarlos armónicamente. Tanto los hawaianos de antaño como los modernos que
tienen cierto sentido de la conciencia admiran, respetan y buscan esta armonía, que
algunos denominan «equilibrio». Habitualmente se expresa como la necesidad de
reconciliar mente, cuerpo y espíritu. Para algunos, el estado de armonía en sí es la
experiencia espiritual, y para otros el espíritu es un aspecto, o yo, que debe
participar para crear la armonía. No es éste el sitio para decirte lo que creo que es el
«espíritu», de modo que dejaré que algunos hawaianos den su opinión al respecto, y
quizá saques alguna idea útil.
Los autores de The Art of Lua [El arte de Lua], un libro sobre el renacimiento de
una modalidad ancestral de artes marciales hawaianas, dicen esto: «Un haumana
(estudiante), cuando estudia, hace suyas las lecciones de tal modo que mente,
corazón y espíritu se funden con armonía en uno solo y funcionan al unísono».
Al hablar de su trabajo lomilomi como masajista, Margaret
Kalehuamakanoelulu’uonāpali Machado dijo: «Si tus manos se mueven con suavidad
y cariño, tu paciente percibirá la sinceridad de tu corazón. Su alma conectará con la
tuya. Sabrá que lo amas y simplemente se dejará ir».
Y mi amigo y maestro de hula George Naope dice sobre el hula: «Para mí es la
base de la vida. Nos enseña a vivir, a respetar, a compartir. Hula, para mí, es la
capacidad de crear los sentimientos interiores de uno».
Ahora ya sabes cómo reorganizar tu personalidad al estilo hawaiano: usando la
energía, las palabras, la imaginación y la acción para diseñar tus yos, y el espíritu de
aloha, del amor, para integrarlos.
4
El Efecto Duplicativo
En este capítulo hablaremos de una aplicación especial del mana («poder personal»
en hawaiano). Entender el mana te ayudará a afinar tu relación con la energía: tomar
conciencia de ella y aprender a liberarla, incrementarla y dirigirla en tu provecho.
Permíteme que empiece diciendo que la palabra se malinterpreta muchísimo.
Mana significa «poder», aunque en los libros hoy día suele traducirse como
«energía». Puede que leas sobre chi, ki, prana y mana como si fuese todo lo mismo,
pero mana no entra en esa lista porque no es energía, ni siquiera energía vital. Mana
significa «poder». Según el Webster’s Dictionary , «poder» es «la capacidad de
hacer o actuar», y también «autoridad o influencia». «Autoridad», según su raíz,
significa «crear» y, de hecho, es un término relacionado con la palabra «autor». Así
que estamos hablando de un poder creador y también de influencia; el poder de
conseguir que otra cosa o persona hagan o actúen.
También muchos antropólogos han malinterpretado el mana. Han aplicado la
palabra a lo que consideran conceptos similares de muchas culturas. Al igual que
con «chamán», una palabra siberiana que se utiliza en muchos lugares del mundo,
mana es una palabra hawaiana que se aplica allí donde se mencione el concepto de
poder espiritual. Sin embargo, con demasiada frecuencia los antropólogos intentan
traducirla como «prestigio», por ejemplo, o como una suerte de energía mágica en la
que creen los pueblos primitivos. Mana no es prestigio; es la influencia que procede
del prestigio. Y no es una especie de energía mágica; es el poder de utilizar o influir
en cualquier clase de energía.
Duplicación
Otro concepto útil de energía-poder es lualike, lo que yo llamo el «Efecto
Duplicativo». Muy sencillamente: lua significa «duplicar» y like (pronunciado «li-
kei») significa «ser como, parecerse a». Éste es uno de los poderes de tu ku, un
término hawaiano empleado para el subconsciente o «mente corporal».
Tu ku tiene la capacidad de duplicar, pero ¿qué duplica? Duplica diversas cosas.
Duplica las células de tu cuerpo, por ejemplo, y lo hace muy bien. Las células de la
piel se duplican en más células de piel; no se convierten en células del hígado. Las
células de los riñones acostumbran a convertirse en células de riñón, etcétera. Tu ku
duplica y reduplica las células y órganos de tu cuerpo a lo largo de toda tu vida: tú
no tienes el mismo cuerpo que hace siete meses. Antes creíamos que eso pasaba cada
siete años, pero aproximadamente en siete meses todas las células de tu cuerpo han
cambiado. Y algunos de estos cambios se producen a diario; otros, cada semana, y
otros tantos, cada mes. Cuando han pasado siete meses, en tu cuerpo todo ha
cambiado. Debido a este Efecto Duplicativo, a lo largo de tu vida te reencarnas
físicamente una y otra vez.
En dicha duplicación también están incluidos tus pensamientos. Tu ku duplica tan
exactamente como puede lo que sea que estés pensando. Tu ku procura traducir tus
pensamientos en algún tipo de acción o experiencia, de manera que, por ejemplo, si
estás dándole vueltas a un recuerdo pasado de algo que fue desagradable, tu ku lo
duplica en forma de energía en este momento haciéndote sentir mal ahora. De igual
modo, si estás dándole vueltas a alguna posibilidad futura que te da miedo, tu ku
duplica los efectos haciéndote sentir ese miedo, tensión y susto ahora mismo.
Cuando tu k u no puede duplicar tus pensamientos y sentimientos en sus
equivalentes físicos directos, usa «equivalentes cercanos». Por consiguiente, los
sistemas corporales padecen a menudo la duplicación repetida de pensamientos y
emociones. Por ejemplo, si tienes constantemente pensamientos amargos, ésa es una
forma de exteriorizar problemas de vesícula o apéndice. Si tienes constantes
dificultades amorosas o de autoestima, puede que tengas problemas de corazón. Los
conflictos sexuales quizá aparezcan en forma de problemas en tu zona genitourinaria.
El aspecto práctico de esto es que, al aumentar tu conciencia energética, aumenta
el movimiento de tu energía, porque el ku intenta duplicar aquello en lo que sea que
estés focalizando tu atención. Y aumentar tu conciencia del Efecto Duplicativo te
permite redirigir tu atención a fin de cambiar el efecto.
Aliviar la tensión
Tomar conciencia de la energía que hay dentro y alrededor de tu cuerpo también es
una buena manera de tomar conciencia de la tensión. Si no estás acostumbrado a
sentir tu cuerpo, entonces probablemente no sabrás muy bien qué se siente cuando
hay tensión. Llevas tanto tiempo viviendo con ella que una de las cosas que puedes
hacer es aprender a ser consciente de tu energía y a moverla para liberar cualquier
tensión que pueda haber allí. Te guiaré a lo largo de una técnica sencilla pero
poderosa para tomar conciencia de la energía y amplificarla. La técnica se llama
ho’olapa-i-ka-hā, que significa «estimular la respiración» o «expandir la vida». Es
una especie de técnica para vigorizar la respiración. Sería algo así como empezar
con olas de cerca de medio metro en la playa de Waikiki y luego incrementarlas a,
digamos, entre dos y dos metros y medio sin variar el número de las mismas. Eso es
amplificar. Combinaremos respiración e imaginación. Pruébalo durante
aproximadamente un minuto para empezar. Cuando te hayas familiarizado con el
ejercicio, quizá te resulte beneficioso hacerlo durante periodos de tiempo más
largos.
Repara en algo de tu entorno que se mueva; por ejemplo, el agua que corre, las
hojas que mece el viento, los niños movidos, los peces de un acuario, un
ventilador. Si no encuentras nada en tu entorno que realmente se mueva, entonces
1.
bastará con una fotografía o un recuerdo de algo moviéndose (como los caballos
o los coches). Sin embargo, los mejores resultados se obtienen con algo que
puedas realmente ver o percibir.
Siente con la imaginación ese mismo movimiento dentro de tu cuerpo en un punto
2. que tú elijas. Eso significa que si tus hombros están tensos y contemplas el agua
al correr, te imaginarás que el agua corre dentro de tus hombros.
Respira consciente y lentamente, con tu atención puesta al mismo tiempo en el
movimiento exterior y en el interior. Si al principio te cuesta demasiado, deja
3.
que tu atención vaya y venga entre los dos. No hace falta que sincronices tu
atención con tu respiración.
Haz esto durante un minuto en cada punto de tu cuerpo que elijas. Como ejercicio
de toma de conciencia energética previa a la conciencia de la tensión, puedes
4.
empezar por la cabeza y luego ir bajando por tu cuerpo, dedicando al menos un
minuto a cada zona.
Liberar la energía
Acabamos de aprender que al incrementar tu conciencia energética aumentas el
movimiento de la energía. Ahora dirigiremos nuestra atención al kala mana, el poder
de liberar. Al practicar la liberación de energía, aprendes que, soltándola, ésta
aumenta. Cuando distribuimos energía (a través del movimiento, la acción, la
bendición, la oración por alguien, sacando la mente de nosotros mismos o de donde
está atascada), ésta aumenta porque el flujo aumenta. Y como cualquier clase de
movimiento energético dirigido, puede cambiar o influir en las cosas.
Cuando ayudo a alguien a sanar su cuerpo, suelo hacer que empiece por trabajar
en la sanación de otra persona para conseguir que esa energía fluya fuera de sí.
Recuerdo el caso de una mujer en Inglaterra que tenía cáncer, a la que dijeron que
sólo le quedaban seis meses de vida. Todos sus amigos se reunieron y recolectaron
un montón de dinero para que pudiera irse a vivir a Jamaica. En lugar de hacer eso,
decidió: «Como voy a morirme de todas formas, me ocuparé de destinar este dinero
a otra cosa». De modo que empleó todo su dinero y todos sus esfuerzos a construir
hospitales que pudiesen auxiliar a los niños con cáncer. Durante este proceso se
olvidó completamente de sí misma, y seis meses después el cáncer había remitido
sin que hubiese intentado expresamente hacer nada al respecto. La transformación se
produjo porque mucha de su energía, que había estado encerrada en sí misma, fluía
ahora hacia el exterior. Eso produjo la liberación, lo que incrementó el flujo de la
energía de su cuerpo hacia fuera.
En otro orden de cosas, cuando he ayudado a la gente a mejorar su situación
económica, hemos centrado la atención en cómo podían ayudar a otros; en qué clase
de servicio podían ofrecer; en cómo podían mejorar el servicio que prestaban ahora
o de qué manera podían ofrecer un servicio distinto que nadie prestara. Al hacer esto
salían de esa posición temerosa —que inhibía y obstruía la energía— hacia un lugar
en el que ésta empezaba a fluir más. Y a medida que el entusiasmo crecía,
descubrían que tenían mucha más energía de la que creían tener.
Soltar la energía hace que ésta aumente. Y cuando tu energía aumenta, tienes más
energía con la que influir.
Liberar inhibiciones
La palabra para inhibir energía es ka’uka’u. Ka’u en hawaiano es «miedo», en el
sentido de «retener». El miedo es retener la energía, y retenemos energía cuando
inhibimos algo; ésta es la esencia del miedo.
Todos los bloqueos por miedo son bloqueos energéticos, en los que la energía que
normalmente se mueve (que podría ser utilizada para cambiar algo) se queda
retenida. Una forma de resolver esto es afrontando lo que temes; otra es cambiar tu
opinión sobre ello, y una tercera, empezar simplemente a movilizar la energía
emprendiendo algún tipo de acción, incluso mental. El movimiento mental, la
focalización y la atención moverán la energía.
Te enseñaré a practicar el ku’upau, que significa «flujo desinhibido». Su
significado incluye también acabar con los complejos y las complicaciones, liberar y
dejar que las cosas fluyan de otra manera. En cierta ocasión vi un programa de
televisión que me recordó este concepto. Hablaba de Alejandro Magno,
protagonizado por Richard Burton. Según la leyenda, cuando Alejandro Magno llegó
a cierto lugar de Persia, se topó con el llamado Nudo Gordiano, una cuerda
gigantesca con un nudo enmarañado, como uno de esos ovillos que hacen los
marineros, sólo que mucho más grande. Se decía que quien pudiese deshacer ese
nudo se convertiría en el amo de toda Asia, pero nadie había sido capaz de
desenmarañarlo nunca. Alejandro le echó un vistazo, desenfundó su espada y lo
partió por la mitad; después procedió a la conquista de Asia. Esto coincide con una
conclusión del segundo principio de huna: «Cualquier cosa puede hacerse siempre
de otro modo». Alejandro deshizo el nudo, sólo que no de la forma que todo el
mundo se esperaba.
Quiero darte una técnica de movilización de energía para enseñarte a practicar el
ku’upau. Se llama ho’opua’i-waho-ka-mana, que se traduce como «haz que el mana
fluya hacia fuera». Yo lo llamo la Técnica de Irradiación. Es una forma de movilizar
tu mente, una forma de dirigirla o, si quieres, simplemente una forma de imaginar. Es
una técnica que te resultará muy útil en el nivel físico, como cuando tienes bloqueos
físicos tales como dolores de cabeza, pinchazos en el pecho, retortijones de
estómago, pinzamiento de pelvis o cualquier clase de dolor. Pero también es buena
cuando tienes cualquier clase de miedo o inhibición que te impide avanzar, actuar o
hacer algo distinto.
Primero inspira hondo, dejando que tus ojos se cierren para poder ser consciente
de tu cuerpo y sus sensaciones. Imagínate que detrás del ombligo tienes una bola
de energía. Si quieres una imagen visual y que sea una bola de luz, bien; si
1. quieres simplemente imaginarte una sensación de calor, bien también; si quieres
oír un sonido, como una vibración, también muy bien. Cualquier cosa servirá
siempre y cuando puedas imaginarte alguna clase de sensación saliendo de este
centro de energía que tienes detrás de tu ombligo.
Del mismo modo que la luz del sol sale del sol, la luz de la vela sale de la llama
o el calor sale de una estufa, imagina que tu ombligo irradia esta energía. Imagina
que el interior de tu cuerpo la irradia en todas direcciones: hacia delante, hacia
atrás, por los lados. Haz todo lo posible para percibir esa sensación de
movimiento hacia el exterior. Cuando hayas conseguido esa sensación desde tu
2. ombligo, puedes sacar la bola que irradia energía del ombligo y llevarla al
centro de tu cabeza, al interior de tu pecho, a tu pelvis o a cualquier otra zona de
tu cuerpo que necesites liberar, como un punto que te duela o te moleste, o
cualquier sitio que almacene emociones intensas como el miedo o la ira. No
hagas ningún esfuerzo. Céntrate simplemente en la sensación de irradiación.
Prolóngalo el tiempo que desees, y luego inspira profundamente y abre los ojos.
Presta atención a cualquier cambio que se produzca en tu cuerpo o tu mente, y
3.
anota cualquier cosa significativa para futuras consultas.
Algunas personas descubren que al intentar desplazar por el cuerpo esa bola de
energía les cuesta más moverla a ciertos sitios que a otros, y se preguntan qué puede
querer decir eso. Suele ser un indicio de algún tipo de conciencia reprimida en una
zona vinculada con una experiencia dura. Cuando digo conciencia reprimida, me
refiero a una represión subconsciente de recuerdos localizados en el cuerpo.
Cualquiera que tenga cierta experiencia trabajando con el cuerpo, sea como dador o
receptor, sabrá de lo que estoy hablando. A veces, cuando liberas grupos de
músculos, afloran toda clase de recuerdos. Y con esos recuerdos aparecen las
emociones, porque las emociones van detrás del pensamiento. Cuando los recuerdos
son tales que remueven emociones que no nos gustan, el ku las reprime tensando los
músculos allí donde se almacenan los patrones del recuerdo y bloqueando, por lo
tanto, el conocimiento consciente de las mismas.
Según una técnica de liberación hawaiana, si le hablas con dulzura a la zona
problemática de tu cuerpo (haciendo como si estuviese viva, consciente, receptiva y
pudiese escuchar) y luego le dices que valoras lo que sea que esté haciendo y que la
quieres, tu conciencia de esa zona empezará a aumentar. Descubrirás también que, si
se liberan recuerdos, serás más capaz de cambiar de un modo consciente tu forma de
verlos.
Es posible que a veces te vengan imágenes o sensaciones muy vívidas cuando
hablas a tu cuerpo y lo escuchas: como un efecto volcánico o una luz blanca y
brillante. Esto tiene que ver con tu simbolismo subconsciente personal, que es un
tema de investigación completamente diferente. Las imágenes o sensaciones puede
que sean importantes para ti y puede que sea la manera en que tu k u manifieste los
cambios energéticos.
Aunque he sugerido que cierres los ojos mientras practicas la técnica, la verdad es
que, una vez que te hayas habituado al proceso, ya da igual. Hay personas a las que
les es más fácil hacerlo con los ojos abiertos y otras que prefieren cerrarlos. Es
posible aprender a hacerlo incluso mientras conduces. La mayoría de la gente es
capaz de hablar con alguien, escuchar la radio y pensar en otras cosas mientras
conduce. Mucha gente va en coche de un punto a otro ¡y jamás recuerda el recorrido!
Tu ku sabe hacer más de una cosa a la vez, pero eso tienes que juzgarlo por ti mismo.
Ayudar al prójimo
También me han preguntado si la Técnica de Irradiación funciona con otra persona.
En otras palabras, ¿podrías usarla para ayudar a otros a liberar sus bloqueos,
haciéndolo por ellos?
El segundo principio de huna, «No hay límites», conlleva el concepto de que estás
conectado con todo el mundo y todo el mundo está conectado contigo, puesto que
todo está conectado. Queramos o no, influimos constantemente en todo el mundo y,
queramos o no, estamos constantemente bajo la influencia de todo el mundo. Sin
embargo, esa influencia es siempre como una influencia por correspondencia. En
otras palabras, si hay algún asunto concreto que te produzca un poco de miedo y
conoces a alguien que tiene mucho miedo por lo mismo, su miedo puede amplificar
el tuyo, pero únicamente porque tú ya tienes un poco de ese mismo tipo de miedo. De
hecho, es como una resonancia. Si ese tema no te da miedo, o si tomas conciencia de
dicho miedo y cambias tu forma de verlo, no habrá influencia alguna. Así que a la
pregunta «¿Puedes hacer esto por otra persona?», yo respondería: «Sí, siempre y
cuando lo que hagas coincida con lo que esa persona quiere». Parte de la naturaleza
del ku es que tiende a acercarse al placer y alejarse del dolor; ésa es su función
natural. Y se verá influido principalmente por aquellas cosas que lo ayuden a ir en la
dirección que quiere ir. Si alguien trata de liberarse de algo y tú te imaginas que le
pasa eso, es como si su ku recibiera el mensaje auxiliador de tu ku, y dijera: «No es
mala idea. Creo que lo utilizaré», y lo duplicara. De nuevo se produce el Efecto
Duplicativo.
Por eso es importante darse cuenta de que, cuando piensas en alguien, lo bendices,
rezas por él o le envías energía, en realidad no le estás haciendo nada ni estás
haciendo nada por él directamente. Su k u acepta lo que le envías, lo traduce a su
propio lenguaje y lo usa a su manera. Por consiguiente, cuanto más beneficiosos sean
tus mensajes o tu energía, más probable es que se usen. Si te imaginas no sólo la
energía irradiada, sino lo agradable que es percibirla, tendrás incluso más
oportunidades de influir positivamente. Y recuerda que se trata siempre de influir; no
puedes controlar a nadie.
Control e influencia
Examinemos más detenidamente el control. Ni siquiera puedes controlar tu propio
cuerpo, en el sentido de forzarlo a que haga lo que quieres. A lo mejor dirás: «¡Claro
que puedo! He decidido coger este libro y leerlo». Pero decidir algo significa que
imaginas fugazmente que haces determinada cosa, y esto es un acto consciente. No
obstante es tu cuerpo el que coge el libro, lo abre y traduce los símbolos de la página
a algo dotado de significado. Conscientemente, no tienes ni la más remota idea de
cómo coger el libro o de cómo leerlo siquiera. No sabes qué músculos tensar, cuáles
aflojar, qué señales nerviosas enviar ni ninguna de las múltiples cosas que
intervienen en una acción sencilla como la de coger un libro y leerlo. No sabes nada
de eso conscientemente. Puedes leer libros sobre el tema hasta convertirte en un
experto erudito, pero seguirás sin saber cómo hacerlo.
Lo que sucede es que tienes que tener ese fugaz destello de imaginación que
llamas decisión y luego dejar que tu cuerpo lo haga. Eso no es realmente control en
su sentido activo, sino influencia. Las palabras que estoy escribiendo salen de algún
sitio y más o menos tienen sentido, pero no sé de dónde salen. Soy psicólogo y he
estudiado fisiología, y no tengo la más mínima idea de dónde salen estas palabras.
Lo único que tengo es esta intención en mi mente, esta idea que es como imaginar lo
que quiero decir, y mi maravilloso ku es el que encuentra todas estas palabras, las
ordena y hasta las teclea en la página por mí. Sigo sin saber cómo se hace, ni
tampoco lo sabe nadie más.
Pero puedo influir en lo que escribo con mis pensamientos y mi imaginación, y mi
ku me quiere tanto que dirá exactamente lo que deseo si no me interpongo en su
camino. De igual modo, no tenemos ningún control sobre los demás, pero podemos
influir en ellos. Esta influencia es el aspecto positivo, y cuanto más positivamente la
abordemos más influiremos en otras personas. Sí, es posible asustar a alguien, pero
únicamente si ya tiene mucho miedo, poca autoestima y poca confianza en sí mismo.
Por suerte, gracias a que cada vez disponemos de más material de desarrollo
personal procedente del campo de la metafísica empresarial, son más las personas
de todo el mundo que aprenden a tener una autoestima y una seguridad en sí mismas
lo bastante elevadas como para que nadie les influya de ninguna forma en la que no
quieran ser influidas.
El poder de focalizar
Focalización dispersa
En hawaiano, pāhol a significa «disipación». Es exactamente lo contrario de
concentración. Un ejemplo de energía disipada es cuando la gente intenta llevar a
cabo una tarea, pero no consigue juntar su energía. Sucede algo parecido a esto: «Sí,
esto es lo que voy a hacer; éste es mi objetivo. A menos, claro está, que haga aquello
otro. No, mi objetivo es éste; es el adecuado. Aunque, en realidad, me gusta aquel de
ahí, y odio renunciar a él; o quizá lo mejor es que me centre en este de aquí...»
Uno puede pasarse así toda la vida, sin destinar nunca la energía suficiente a un
objetivo para que se materialice. Esas personas puede que ni siquiera admitan lo que
están haciendo, porque creen que están permanentemente centradas en sus objetivos.
Y lo están: en todos ellos, constantemente. Pero eso no funciona muy bien durante
mucho tiempo. No se produce bastante condensación para lograr la eficacia
suficiente para lograr nada. Como reza el tercer principio de huna, tu energía, la
energía de las personas de ideas afines, la energía del universo fluye hacia donde va
tu atención. Cuando focalizas, empiezan a ocurrir cosas. Cuanto más tiempo
mantengas esa misma focalización, más cosas pasarán. En fin, esto es metafísico y
esotérico, pero ¡realmente funciona! Es como decir que tu focalización en algo crea
verdaderamente un movimiento en la energía universal que produce el objeto de tu
atención sostenida. Esto va más allá del Efecto Duplicativo de tu ku. En cierto modo,
es el Efecto Duplicativo del ku del universo. La mente subconsciente del universo
también intentará duplicar aquello que sea en lo que centres tu atención. Así pues,
pueden tener lugar acontecimientos asombrosos y mágicos, sólo que normalmente los
tiramos al contenedor de las coincidencias. No les prestamos demasiada atención y,
sin embargo, cuando estas cosas ocurren, lo que nos están diciendo es cómo funciona
realmente este mundo.
Te pondré un ejemplo de mi propia vida. En la época en que aún no había
hipermercados en la isla, mi mujer y yo fuimos a Hilo a buscar un sillón. Mi mujer,
Gloria, una encantadora escorpio donde las haya, cuando focaliza se lo toma muy en
serio. Cuando centra su atención en algo, ¡que se quite lo demás! En esta ocasión
quería un tipo concreto de sillón: un sillón con escabel. En el primer sitio donde
miramos no había, pero no se rindió. En aquellos tiempos había un montón de tiendas
de muebles en Hilo, pero ninguna tenía el sillón que buscábamos. El deseo de mi
mujer de conseguir aquel sillón no flaqueó; sólo lo aparcó momentáneamente
mientras íbamos al centro comercial de la ciudad porque yo quería ver una cosa. Nos
dirigíamos hacia la entrada principal del centro comercial cuando, de pronto, se
detuvo y dijo:
—No, entremos por Sears.
—¿Para qué quieres entrar por Sears? Por ahí no se nos ha perdido nada —dije—.
Vayamos por la entrada principal.
—Me apetece entrar por Sears —repuso.
Está bien, un matrimonio feliz equivale a ceder. De modo que caminamos hacia la
entrada de Sears, abrimos la puerta y casi delante de nuestras narices ¡estaba el
sillón exacto con escabel que ella quería! Sin dudarlo, se fue directa a la
dependienta, lo encargó y el sillón ya iba camino de nuestra casa en Kauai.
Si prestas atención, notarás que todo el rato pasan cosas cuando se te mete algo en
la cabeza o cuando algo te interesa especialmente. Lo verás en los periódicos, lo
verás en las etiquetas adhesivas de los parachoques, te llegará en la
correspondencia, alguien te llamará para comentártelo, saldrá en televisión, surgirán
oportunidades relacionadas con ello. Los resultados pueden variar en función de la
naturaleza de tu focalización y en función del grado de temor o inhibición que tengas
al respecto. Si empiezas centrándote en un millón de dólares sin un nivel de elevada
y amplia confianza en ti mismo, y con una pizca de miedo y duda interiores, es
posible que sólo recibas un número para participar en la lotería. Si mantienes la
focalización, empezarás a recibir lo que los practicantes de huna llaman los
«equivalentes disponibles más cercanos» a la experiencia. Obtendrás la experiencia
precisa que quieres si no tienes absolutamente ninguna duda. Pero mientras la duda
y/o el miedo estén presentes, el universo recibirá un mensaje confuso y enviará
resultados confusos. Por eso la concentración y el esclarecimiento de lo que
realmente quieres son muy importantes.
¿Qué quieres?
Cuando formo orientadores, les enseño que lo primero que hay que decirle a un
cliente es: «¿Qué quieres?» Esto se remonta a una tradición ancestral de no dar por
sentado que sabes lo que otra persona quiere hasta que lo manifiesta claramente.
Incluso puedes encontrar este punto de vista en la Biblia. En el Evangelio de San
Lucas, capítulo 18, versículos 35 y siguientes, se describe una escena en la que
llevan ante Jesús a un hombre ciego. Lo primero que dice Jesús es: «¿Qué quieres
que te haga?» Aunque parece obvio (porque, al fin y al cabo, el hombre es ciego),
Jesús no da nada por hecho. Espera hasta que el hombre manifiesta con claridad:
«Que vea».
A la hora de ayudar a los demás, pregunta y determina siempre qué es lo que
quieren, y entonces podrás ayudar a la persona a lograrlo. Cuando pasaba consulta
como terapeuta, era frecuente que las personas vinieran con un problema físico
obvio, pero querían que las ayudara en un asunto emocional. Lo mismo es válido
para ti mismo. No des por sentado que los demás saben lo que quieres, y ni siquiera
des por sentado que tú sabes lo que quieres hasta que te lo hayas dicho a ti mismo
con la máxima claridad posible.
Mucha gente ha llegado a ser experta en lo que no quiere; se la ha preparado
bastante bien para eso. Pero dilucidar y decidir qué es lo que quieren..., bueno, para
algunas personas ésa es una forma completamente nueva de relacionarse con el
mundo. Y, sin embargo, es de vital importancia, porque, de lo contrario, te abres
paso a la fuerza en el universo, intentando apartarte de lo que no quieres y sin
acercarte nunca a nada.
Los objetivos imprecisos, la atención dispersa..., esto disminuye la energía y la
capacidad. Hay un modo de ponerlo todo junto. Una forma que me gusta —y que
hace un bonito contraste con paholo («disipar»)— es una hermosa palabra hawaiana
llamada makakū. Como muchas palabras hawaianas, puede interpretarse de diversas
maneras. Básicamente, es una palabra infrecuente que significa «la imaginación
creadora de un artista». Por sus raíces, mak a y kū, también podría tener el
significado de «mirada fija» o «vista que se asemeja a otra cosa». Como técnica,
significa «imaginar lo que quieres». Una vez más, ese poder, esa herramienta
imaginativa, es la que principalmente tienes como mente consciente. El resto de tus
aptitudes proceden del poder de tu imaginación.
Imagina que el aire que te rodea está lleno de energía (que lo está), e imagina que
1. esta energía entra en tu cuerpo y vitaliza tu cerebro al tiempo que respiras lenta y
profundamente.
Usarás palabras en forma de narración. Busca palabras para describirte a ti
mismo lo que estás imaginando. Por ejemplo: «En la mesa de madera que tengo
delante hay una jarra de cristal grueso llena de cerveza, y puedo ver y tocar la
2.
condensación del cristal», o «Estoy sentado en una silla cómoda, y puedo notar
cómo meto el pie izquierdo en un zapato de cuero negro de diseño». Adecua las
palabras a lo que sea que te imagines.
Puedes usar dos formas de imaginación: realista y fantástica. Algunas personas
pueden utilizar las dos, y otras funcionan mejor con una de ellas. Puedes hacer el
ejercicio con los ojos abiertos o cerrados, como te vaya mejor.
a. Realista: piensa en algo real que te gustaría tener en la vida; algún tipo de
estado, situación o circunstancia. Utiliza toda tu imaginación, es decir, todos tus
sentidos. Imagínalo con viveza, lo más real que puedas. La forma de hacerlo es
que imagines lo que quieres con minucioso detalle. Además de tu imaginación
visual, usa la auditiva. Incorpora algún sonido: música de fondo si no tienes otra
cosa; esa persona hablando o tú hablando, o algún otro tipo de sonido, como el
viento entre los árboles. Haz que en tu imaginación esta situación sea lo más
realista posible. Imagina cómo es tu sentido del tacto allí donde está ubicada tu
imagen; podría ser la posición de tus manos, tus pies en el suelo o la tierra, la
temperatura o la sensación del aire que te rodea. Añade todo eso a tu
imaginación con la mayor viveza y realismo posibles. Y habla contigo mismo o
contigo misma para confirmar y expresar gratitud por lo que quieres, como:
3.
«Esto es lo que quiero. Gracias». Intensifica los sentidos todo lo que puedas: las
sensaciones, la vista, el oído. Ahora relájate unos instantes y despréndete de la
imagen.
b. Fantástica: esta otra forma de imaginación requiere hacer algo simbólico,
algo que represente el objeto o la situación que quieres. Por ejemplo, si quieres
una relación amorosa, podrías imaginarte dos caballos acariciándose muy
afectuosamente con el hocico, o a unos ángeles jugando en el cielo. Imagina algo
en un plano puramente simbólico y fantástico. Si hay algún gran avance que
quieres lograr, imagínate atravesando un muro. Si es tu cuerpo lo que quieres
cambiar, en lugar de centrarte en él e imaginarlo, imagina con viveza un árbol,
planta o animal sanos. Si lo que quieres es más prosperidad, imagina que te dan
la llave de una cueva del tesoro y entras en ella. No importa lo que sea
exactamente; tu ku entenderá lo que significa. Finaliza la visualización con el
mismo tipo de intensidad y la misma clase de mensaje que antes: «Sabes qué
significa esto. Esto es lo que quiero. Gracias».
Cuando notes que la intensidad es la máxima que puedes alcanzar, deja que la
4. imagen desaparezca y vuelve, inspirando profundamente; relajando el cuerpo;
moviendo cabeza y hombros; abriendo los ojos y haciendo algún tipo de gesto
que exprese finalización, como chascar los dedos, juntar las manos o tocarte el
corazón.
Al realizar este ejercicio para condensar y focalizar la energía, estás usando la
imaginación creativa que emplea un artista al pintar un cuadro. Es importante que no
intentes forzar que suceda. Si haces esto con el objetivo de intentar hacer que ocurra,
tu k u entenderá que sólo puede ayudarte tensando tus músculos e intentando forzar
físicamente. Si no hay nada que forzar, acabarás haciendo fuerza contra ti mismo, y
obtendrás más estrés y tensión que beneficios; bloquearás tu energía, en lugar de
dejar que fluya.
Confiar en el universo
Para que esta clase de trabajo sea eficaz, se necesita una sensación de dejar ir y de
confianza en el universo. El universo es mi término general para el espíritu de la
vida, para Dios, para lo que sea que creas que es la fuente de todo cuanto ocurre. Lo
llames como lo llames o creas en lo que creas, no eres tú quien hará que suceda.
Volviendo a esa misma idea de control de la que hemos hablado anteriormente, no
puedes controlar que algo suceda. Puedes controlar tu imaginación, aunque ni
siquiera eso si estás tenso. La mejor forma de controlar tu imaginación es mantener
el cuerpo relajado. La idea, entonces, es crear más de una imagen, pero que siga
siendo una experiencia imaginaria, y dejar que sea. De ahí mi afirmación: «Esto es
lo que quiero. Gracias». Tú no eres el que lo hace. En realidad estás diciendo:
«Universo, ésta es la imagen que te ofrezco. Materialízala». Cuanto más coherente
sea, más beneficiosa será y mejor funcionará. Pero dejará de funcionar del todo si
crees que la imagen lo hará realidad o que lo estás haciendo tú. La imagen tan sólo
hace dos cosas: lo más importante de todo, ayuda a aumentar tus expectativas, y
también ayuda al universo a trabajar claramente con el patrón energético que le das.
Si tu imagen es confusa, obtendrás resultados inciertos. Esto no significa que el
deseo que imaginas tenga que verse tan bonito como en un televisor de alta
definición. Significa que cuanto más claramente definas lo que quieres, más claros
serán tus resultados.
Procura «ver» lo que quieres con la mayor claridad posible en cualquier momento
dado, no sólo durante un ejercicio. Aunque es un proceso gradual. Quizá lo
modifiques, pero no olvides que las modificaciones drásticas a menudo implican
más tiempo para crear otras cosas. No hay nada malo en ello; si realmente quieres
hacer ese cambio, entonces adelante. Pero en el mundo mental, igual que en el físico,
la energía se rige por el principio de la inercia. La inercia significa simplemente que
la energía que se mueve en una dirección concreta tiende a mantener el movimiento a
menos que una fuerza externa la altere. Una vez que empieces a movilizar la energía,
seguirá en la misma dirección si nada se interpone en su camino. El miedo y la duda
tienden a dispersarla, y un desplazamiento (un cambio brusco de dirección) es lo
mismo que dar un volantazo en la autopista cuando de pronto giras el coche a
derecha o izquierda. Eso no significa que esté mal cambiar de dirección, pero tiende
a reducir la velocidad de las cosas.
La idea del esclarecimiento es tan importante que me sirve de inspiración para
contar una vieja historia sobre uno de mis profesores de metafísica favoritos, el
padre Ike Eikenkrotter. Cierto día el padre Ike oyó a uno de sus feligreses pidiendo
un Cadillac en sus rezos:
—Señor, por favor, dame un Cadillac.
—¿Qué haces? —le preguntó el padre Ike.
—Pedirle a Dios un Cadillac —contestó su feligrés.
—No hagas eso —dijo Ike—. Dios ya ha creado miles de Cadillac. ¡Detroit está
llena de Cadillac! Lo único que tienes que hacer es convencerte a ti mismo de que
puedes tener uno.
Es ahí donde hay que aplicar el verdadero poder. En este tipo de ejercicios
trabajas para convencerte fundamentalmente a ti mismo. En realidad, el universo no
responde a tus imágenes ni a tus deseos; responde a tus expectativas.
Decepción
Cuando te creas expectativas, ¿no te preparas para la decepción? ¿No es mejor,
como dicen algunos profesores, no tener ninguna expectativa?
Bueno, primero tenemos que definir la palabra. Decepción es lo que sientes
cuando decides que no te gusta lo que ha pasado. No es nada más que eso. Ahora
piensa a qué conduce: a no hacer una cosa porque, si pasa algo, temes decidir que
quizá no te gusta. Si lo piensas bien, no tiene mucho sentido. Decidir no actuar
porque tal vez te lleves un chasco es como decidir no comer porque es posible que
vuelvas a tener hambre. Sí, si estás un buen rato sin comer, acabarás con hambre.
Entonces tienes la opción de lamentarte y quejarte, o puedes comer algo. Es,
también, como si te dedicaras a un oficio concreto, como tallar madera. Estás ahí,
tallando la madera para hacer tu estatua, y en el proceso resbalas y la escultura se
malogra. Dices: «¿Cómo puedo convertir esto en otra estatua?» ¿O dices: «¡Bah, esto
no es lo que quería!», tiras el cuchillo, rompes tus herramientas y das patadas a
diestro y siniestro? Puede que un artista temperamental hiciera eso, pero un artista
productivo no suele hacerlo. Si quieres triunfar y una cosa no sale como tú quieres,
comprendes que tienes que cambiar algo.
Expectativas
Algunas personas procuran mitigar el estrés que les produce no ser capaces de
controlar el futuro afirmando que son «abiertas de miras», que es precisamente una
variante del intento de no tener expectativas. Si no tenemos ninguna expectativa, o
somos abiertos de miras, entonces nos dejamos llevar por la marea de la vida,
dondequiera que los vientos y las olas nos lleven. Aunque es posible vivir así de un
modo profundamente espiritual, me he tropezado con muchos más trozos de madera a
la deriva que modelos espirituales. Atención, porque no estoy censurando la vida a
la deriva. Es sólo que me interesan más los marineros que hay en la vida, la gente
con objetivos.
Paremos, reconsideremos, esclarezcamos, eliminemos ciertos miedos y dudas, que
la energía fluya de nuevo y vuelta a empezar. Es posible vivir la vida sin ninguna
expectativa concreta en términos normales, siempre y cuando vivas el momento
presente. Pero si vives el momento con gran amor y confianza, eso es en realidad una
especie de expectativa. Esperas que el mundo cuide de ti, esperas que las cosas
salgan, esperas que, pase lo que pase, ello tenga su lado positivo y puedas sacarle
partido. Eso es vivir con expectativas de manera positiva; así pues, tus expectativas
no tienen que estar en un futuro lejano, pueden simplemente ser tu modo de vida. Y
algunas personas tienen una vida bonita mientras dejan que el universo complete los
detalles. Hay personas que cuando quieren cosas muy concretas lo único que tienen
que hacer es crear una sensación de expectativa en el presente, como alguien que
simplemente sabe que tiene suerte o se lo merece y no tiene que hacer nada al
respecto. Es otra manera de proceder, y puedes probarla si quieres. Si te funciona,
sabrás que es un buen sistema.
Objetivos múltiples
¿Podemos tener distintos objetivos para las distintas facetas de nuestras vidas, o es
preciso que trabajemos cosa por cosa?
Lo que realmente importa es lo que tu mente consciente puede gestionar. En esta
vida, tu mente subconsciente y el universo pueden barajar una cantidad infinita de
deseos. En este momento, por ejemplo, tu subconsciente hace que tu corazón y
sistema nervioso funcionen; digiere lo que has comido; fortalece tus músculos;
divide algunas células; elimina los desechos; organiza el nacimiento, alimentación,
reparación y sustitución de infinidad de células, y así sucesivamente sin quedarse sin
aliento. No sobrecargarás tu subconsciente a menos que empieces a pensar de una
manera que genere miedo o ira. Es tu mente consciente la que determina cuánto eres
capaz de gestionar conscientemente. En términos generales, tu mente consciente
funciona mejor si divides tus objetivos en grupos de tres o cuatro. Desde un punto de
vista psicológico, se supone que la mayoría de las personas son capaces de manejar
hasta siete conceptos a la vez, y eso es un esfuerzo. Parece que la gente funciona
mucho mejor con tres o cuatro cosas como máximo, y eso incluye a otras personas.
Una forma de gestionarlo es coger las distintas áreas de tu vida y dividirlas en tres o
cuatro apartados: «A ver, éstos son mis objetivos principales: salud, dinero,
felicidad y éxito», y luego en cada uno de ellos: «En cuanto a la salud, quiero
ocuparme de esto, esto y lo otro. En cuanto al dinero quiero esto, aquello y lo de más
allá», etcétera. Ésta es la clase de organización que encanta a la mente consciente y
te ayudará a hacer un mejor seguimiento de las cosas. Puedes poner todas las que
quieras, y, si las organizas de alguna manera, será más fácil recordarlas y
gestionarlas. No es más que una sugerencia, pero funciona bastante bien.
Otra sugerencia eficaz consiste en tener un objetivo o dirección general que
decidas y luego meter ahí todo lo demás. Por ejemplo, si dices: «Mi objetivo general
es ser un sanador», pones todo lo demás que quieres dentro de esa cosa general y eso
ayuda a que no te desvíes de la línea marcada. De esta forma tu concepto
fundamental de ti mismo o tu dirección guían toda tu vida. A modo de ejemplo,
podrías plantearte asistir a un curso que te ayudase a mejorar como sanador, podrías
focalizar tu atención en un coche que te ayudase a sanar más y a más personas, o
podrías planificar la compra de una televisión, porque eso te ayudará a relajarte (un
sanador relajado es igual a un sanador mejor).
Centrarse en el presente
Hemos aprendido que, según el cuarto principio de huna, el momento del poder es
ahora. Manawa es una palabra que tiene que ver con el tiempo en general. Sus
raíces, mana y wa, pueden traducirse como «tiempo del poder». Cuando empecé a
estudiar los conocimientos de huna, esta palabra me dio unos cuantos quebraderos
de cabeza porque no lograba ver la conexión con el momento presente. Entonces me
recordaron que en la esencia de la lengua hawaiana no hay pasado ni futuro. Cuanto
ocurre se compara con el momento presente, ya sea algo que haya terminado, que
esté sucediendo o que no haya acabado aún; por lo tanto, en hawaiano todo tiempo es
presente. Asimismo me dieron dos conexiones más: una segunda acepción de
manawa es «afecto, sentimientos, emociones», que únicamente habitan en el
momento presente. Y una tercera acepción es «fontanela anterior», el lugar de la
parte superior de tu cabeza donde los huesos del cráneo se juntan. Simbólicamente,
es también tu conexión con el Espíritu, en el ahora.
En este capítulo aprenderás a centrarte en el momento presente a fin de
incrementar tu eficacia en todas las áreas de la vida.
Busca un objeto de peso considerable que puedas levantar sin esfuerzo, como un
1.
cristal grande o una silla pesada.
Piensa en algo que hiciste en el pasado (ayer o antes) con la mayor claridad
2. posible. Luego, sin mirar directamente hacia tu objeto pesado, levántalo y toma
conciencia de lo que pesa. Bájalo.
A continuación, piensa en algo que planeas hacer mañana o más adelante, y
3. levanta el objeto de igual modo con la misma conciencia. Bájalo.
Finalmente, coloca las manos sobre el objeto y percibe su textura y temperatura,
y fíjate en los detalles, su color, forma y posición. Levántalo y percibe su peso.
4.
Si has focalizado bien en los tres intentos, notarás que a la tercera vez el objeto
te parecerá mucho más ligero o serás capaz de alzarlo más con mayor facilidad.
Este ejercicio ayuda a demostrar que cuanto más aprendamos a traer nuestros
sentidos al momento presente, con más facilidad podremos influir en las energías que
nos rodean (física, mental y emocionalmente).
Mira a tu alrededor y toma conciencia de los colores. Por este orden, identifica
todos los blancos que veas, luego los rojos, los naranjas, los amarillos, los
1. verdes, los azules, los violetas y los negros. A continuación fíjate en todas las
líneas rectas y luego en todas las líneas curvas. Finalmente, fíjate en las formas
de los objetos y en cómo se relacionan en el espacio unas con otras.
Escucha todos los sonidos que seas capaz de oír, primero los agudos y luego los
graves. Al escuchar es probable que oigas cada vez más sonidos en los que al
2. principio no habías reparado. Luego escúchalos todos otra vez e intenta ser
consciente de cómo lo que parecen sonidos aislados al principio a menudo están
compuestos de diversos sonidos más.
Toca las cosas. Percibe sus formas, su relativa suavidad y dureza, su textura, sus
3.
distintas temperaturas, su flexibilidad, su peso.
Ve alternando estos tres sentidos: vista, oído y tacto, durante el tiempo que
4.
quieras. Quizá te apetezca incluir también el olfato y el gusto.
Aumentar el carisma
El carisma es otro beneficio de estar más presente. Definido como «ese poder
espiritual o cualidad personal especial que dota a un individuo de influencia o
autoridad sobre un gran número de personas», el carisma es, en realidad, fruto de la
fuerza de tu campo energético emocional. Generalmente, las personas carismáticas
por naturaleza son las que tienen una percepción sensorial excepcionalmente
acusada. Suelen ser muy expresivas emocionalmente, pero no siempre. No saben por
qué los demás reaccionan con tanto entusiasmo a su presencia, ni saben qué hacer
con la atención que despiertan, algo que quizá ni siquiera les guste.
Todo lo que puede hacerse inconscientemente puede hacerse conscientemente, si
sabemos lo que estamos haciendo. La forma de aumentar tu carisma de manera
positiva es incrementando tu conciencia sensorial a un grado elevado y estar de buen
humor. Aquí tienes un experimento que puedes llevar a cabo para incrementar tu
carisma y evaluar los resultados:
Capítulo uno
Voy por la calle.
Hay un profundo hoyo en la acera.
Me caigo.
Estoy perdida... Estoy indefensa.
No es culpa mía.
Tardo una eternidad en encontrar una salida.
Capítulo dos
Voy por la misma calle.
Hay un profundo hoyo en la acera.
Hago como que no lo veo.
Me caigo otra vez.
No puedo creerlo, estoy en el mismo sitio.
Pero no es culpa mía.
Vuelvo a tardar mucho rato en salir.
Capítulo tres
Voy por la misma calle.
Hay un profundo hoyo en la acera.
Veo que está ahí.
Aun así me caigo..., es un hábito..., pero
mis ojos están abiertos.
Sé dónde estoy.
Es culpa mía.
Salgo enseguida.
Capítulo cuatro
Voy por la misma calle.
Hay un profundo hoyo en la acera.
Lo bordeo.
Capítulo cinco
Voy por otra calle.
Energía autogenerada
No hay duda de que las fuentes de energía de nuestro entorno (árboles, círculos de
piedra, cristales, otras personas y muchos otros tipos de cosas) pueden influir en
nosotros y cargarnos de energía, pero también tenemos una capacidad asombrosa que
los chamanes han utilizado desde tiempos inmemoriales: la capacidad de usar
nuestra propia imaginación para crear una fuente de energía extra con cualquier
objeto. En muchas épocas y lugares estas fuentes se han denominado amuletos y
talismanes, pero podemos simplemente llamarlas objetos de la suerte. Teniendo esto
presente, me gustaría que probaras una técnica hawaiana llamada ho’omanamana o
«atribución de poder».
Elige un objeto que ahora mismo lleves encima o tengas cerca. Podría ser una
1.
moneda, un bolígrafo, una joya, lo que quieras.
Cógelo con tu mano derecha. (La mano derecha es una zona que simboliza la
2.
distribución de energía.)
Decide que el objeto que tienes en la mano tiene el poder de darte energía y
suerte (añade lo de suerte simplemente porque sí). En primer lugar, entiende que
3. ésta es una decisión que tomas tú. Ni te molestes en preguntarte si es verdad o
no. Es verdad en este momento, si así lo decides, de modo que sigue el juego por
ahora. Dite a ti mismo: «Este objeto tiene el poder de darme energía y suerte».
Ahora inspira profundamente y en las inspiraciones siguientes inspira la energía
del universo y exhala esa energía hacia el objeto. Utiliza tu imaginación para
poder sentir la calidez, sentir el calor y sentir (o ver quizá) que el objeto se
carga de luz o calor (o lo que quieras). Y no se carga temporalmente; su
4.
mismísima estructura molecular cambia de tal modo que puede absorber,
mantener y conservar más energía. Al hacerlo decide que estás cambiando el
patrón de energía del objeto. Cárgalo, y cuando creas, sientas o visualices que ya
está, decide: «Ya está trazado el patrón».
Relaja la mano, vuelve a inspirar profundamente y pasa el objeto a tu mano
izquierda. Ahora es un objeto poderoso, porque tú lo has hecho así. Percibe su
energía con la mano izquierda. Siente cómo penetra en tu mano y te sube por el
5.
brazo, cargando tu cuerpo y expandiéndose a tu alrededor. Mientras lo tengas
presente y mientras te lo recuerdes a ti mismo, ese objeto será para ti una fuente
de suerte y energía.
Tiempo hawaiano
La gente que viene a Hawái a pasar una temporada pronto descubre lo que los
lugareños llaman «tiempo hawaiano». Hace referencia a la experiencia común en
Hawái de que las cosas normalmente no pasan cuando esperas o quieres que pasen.
Es posible que los hawaianos en concreto, pero también los lugareños de cualquier
procedencia, lleguen tarde a sus citas (o no lleguen), y que los eventos relacionados
con la comunidad raras veces empiecen a la hora «convenida». Los recién llegados
tienen tendencia a achacarlo a la pereza o la falta de respeto, pero no se trata de eso
ni mucho menos. En realidad es una cuestión de valores.
Aun hoy, en la cultura hawaiana la prioridad principal son las obligaciones
familiares. En resumen, que la familia es lo primero. Por esa razón muchos
hawaianos y otros lugareños que han asimilado la cultura son muy reacios a
comprometerse a estar en un lugar concreto a una hora concreta, porque una
obligación familiar podría hacerles romper una promesa. A los hawaianos
generalmente no les gusta romper promesas. Teniendo en cuenta que a los íntimos
amigos normalmente se los trata como a miembros de la familia, el número de
posibles obligaciones aumenta bastante. En lo que respecta a los eventos
comunitarios, la mayoría de los retrasos probablemente se produzcan porque la gente
dedica mucho tiempo a intercambiar saludos y novedades con la familia y los
amigos.
¿Qué tiene que ver esto con el tema que nos ocupa? Es un recordatorio de que la
gente es más importante que los relojes; las relaciones valen más que las citas o los
plazos. Tenemos la posibilidad de dejar que el tiempo, las preocupaciones por el
futuro y los pesares del pasado rijan nuestras vidas, o podemos asegurarnos de que
lo que nos caracteriza es la calidad de vida. El número de veces que has llegado
puntual no enriquecerá tu vida; se caracterizará por el tiempo que hayas dedicado a
enriquecer a los demás.
7
Kō ā uka, kō ā kai
Aquellos de las tierras altas, aquellos de la costa
(Comparte para que las necesidades
de todo el mundo estén cubiertas)
Has aprendido que cuando prestas atención a algo con determinación la energía fluye
en la dirección de tu intención y esa energía atrae a otras de intención similar. Podría
compararse con el hecho de que cuando la electricidad fluye por un cable se genera a
su alrededor un campo magnético. Cuando a tu intención le añades alguna forma de
amor, es como si aumentaras el amperaje (o flujo) eléctrico al tiempo que expandes
el campo magnético. El amor intensifica la energía y es, por tanto, una influencia muy
poderosa: a mayor amor, mayor influencia.
Conviene entender a qué me refiero con amor, porque en hawaiano está mucho
más claro que en inglés y otras lenguas. La palabra hawaiana para amor es aloha. La
raíz alo significa «estar con». También significa «estar presente», que quiere decir
estar con alguien o algo en el momento presente. Oha, la otra raíz, es «alegría», en
concreto la clase de alegría que experimentas cuando saludas a alguien o algo, de
modo que aloha puede traducirse como «estar feliz con alguien o algo en el momento
presente». Un significado adicional de alo es «compartir», como en el caso de
compartir una experiencia, y ha es «energía vital, respiración, espíritu vital». Este
aspecto de aloha es «la alegría de compartir la vida», y esto también es amor.
Cuando somos capaces de amar de tal modo que el libre flujo entre nosotros y otra
cosa aumenta, la influencia se intensifica y, debido a la naturaleza del amor, esa
influencia es positiva. Si no lo fuera, habría miedo, ira, duda o control, y dejaría de
ser energía amorosa. Sería miedo, duda, ira o energía controladora, y todo eso
genera resistencia al flujo. Recurriendo de nuevo a la analogía eléctrica, el amor
convierte tu cable de intención focalizada en un superconductor.
Una de las cosas que aumenta enormemente la energía e impulsa el cambio en tu
vida, o en el mundo que te rodea, es lo que en hawaiano podemos llamar mamake, o
«deseo». Pero el deseo es un concepto confuso. En hawaiano hay un montón de
palabras distintas para los diversos tipos de deseo. Y de lo que hablamos ahora es
de algo que se parece más a la motivación. No es la clase de deseo en la que coges
algo ni la clase de deseo acuciante de «tengo que tener eso»; por el contrario, es un
tipo de deseo amoroso, como por ejemplo: «Quiero un helado, porque ¡me encantan
los helados!» Siempre es más fácil conseguir algo cuando sientes esa clase de amor
por ello.
Aquello que ames crecerá y será atraído a tu vida (como aquello que temas). Pero
aquello que ames en el sentido de emplear una intensificación de energía positiva y
fluida fluirá y se manifestará de forma más abundante. Las personas que aman su
trabajo o que aman el ejercicio de sus aptitudes concretas normalmente son más
hábiles en lo suyo y tienen más éxito. Sin embargo, cuando digo éxito me refiero al
éxito haciendo la parte que aman. Hay algunas personas a las que se les da muy bien
poner en práctica una habilidad, pero no tanto ganar dinero con ella. Eso es porque
no tienen el mismo tipo de relación afectiva con el dinero que con la habilidad. Son
dos factores distintos, pero mucha gente no se da cuenta de ello. No se te recompensa
únicamente por tu talento. Se te recompensa en función de tu capacidad de quererte
lo suficiente como para aceptar la recompensa, o en función de si amas la
recompensa. Parafraseando un viejo proverbio norteamericano: si inventas una
ratonera mejor, puede que el mundo llame a tu puerta, pero los que vengan no
comprarán necesariamente ninguna ratonera a menos que tengas una buena relación
con el dinero.
Sin embargo, no basta con saber cosas del amor. A menos que dispongas de un
sistema práctico para aplicarlo a tu éxito, no será más que una idea bonita. Uno de
los métodos más sencillos de hacer que el amor te funcione es usando el poder de la
bendición. Puede que ya estés familiarizado con la idea de la bendición, quizá por
mi folleto The Aloha Spirit [El espíritu de aloha], o por una de mis clases o cursos,
pero ahondaré en ella a fin de ayudarte a ampliar tu uso de la misma.
Es posible que hayas visto o experimentado el test muscular que empleamos para
demostrar el poder de la bendición. Este interesante fenómeno pone de manifiesto
que la bendición no sólo es espiritualmente buena, sino que también es buena
físicamente. Cuando bendices a alguien o algo (es decir, cuando haces cumplidos,
alabas, das las gracias o repartes bondades de alguna forma), tu subconsciente
reacciona relajando tu cuerpo y aumentando tu flujo de energía. Aunque hayas
dirigido la bendición a otra persona o cosa, te beneficias físicamente. Con el test
muscular es fácil demostrarlo del siguiente modo:
Salud: bendice a los animales sanos, a la gente y hasta a las plantas sanas; todo lo
♦
que está bien hecho o bien construido, y todo lo que transmite energía abundante.
Felicidad: bendice todo lo bueno, o lo bueno que hay en todas las personas y
♦ todas las cosas; todos los indicios de felicidad que ves, oyes o percibes en las
personas o los animales, y todo potencial de felicidad que notas a tu alrededor.
Prosperidad: bendice todos los indicios de prosperidad de tu entorno, incluido
♦ todo lo que el dinero ha ayudado a fabricar o hacer; todo el dinero que tengas en
la forma que sea, y todo el dinero que circula por el mundo.
Éxito: bendice todos los indicios de logro y consecución (como edificios,
puentes y eventos deportivos); todas las llegadas sin incidentes (de barcos,
♦
aviones, trenes, coches y personas); todos los indicios de progreso o tenacidad, y
todos los indicios de placer o diversión.
Confianza: bendice todos los indicios de confianza en la gente y los animales;
todos los indicios de fuerza en personas, animales y objetos (incluidos el acero y
♦ el hormigón); todos los indicios de estabilidad (como las montañas y los árboles
grandes), y todos los indicios de poder decidido (incluyendo las máquinas
grandes y líneas de alimentación de energía).
Amor y amistad: bendice todos los indicios de afecto y dedicación; toda la
compasión y el apoyo; todas las relaciones armoniosas de la naturaleza y la
♦ arquitectura; todo lo que está conectado o que roza suavemente otra cosa; todos
los indicios de cooperación, ya sea en el juego o el trabajo, y todos los indicios
de risa y diversión.
Paz interior: bendice todos los elementos de quietud, calma, tranquilidad y
serenidad (como el agua calma o el aire en reposo); todas las vistas panorámicas
♦ (horizontes, estrellas, luna); todos los indicios de belleza que puedan verse, oírse
o tocarse; todos los colores y formas claras, y todos los detalles de los objetos
naturales o fabricados.
Crecimiento espiritual: bendice todos los indicadores de crecimiento, desarrollo
y cambio en la naturaleza; las transiciones del alba y el crepúsculo; el
♦
movimiento del sol, la luna, los planetas y las estrellas; el vuelo de los pájaros en
el cielo, y el movimiento del viento y el mar.
Estas ideas son una orientación por si no estás acostumbrado a bendecir, pero no
te ciñas a ellas. Recuerda que cualquier cualidad, característica o estado puede ser
bendecido (por ejemplo, puedes bendecir un palo estrecho y a los animales delgados
para fomentar la pérdida de peso), sin importar si ha existido, si existe actualmente o
si sólo existe en tu imaginación.
Yo, personalmente, he usado el poder de la bendición para sanar mi cuerpo,
incrementar mis ingresos, adquirir muchas habilidades, crear una relación de
profundo amor con mi esposa e hijos y establecer una red mundial de pacificadores
que funcionan con el espíritu de aloha. Me ha ido tan bien que por eso he querido
compartirlo contigo. Por favor, compártelo con la mayor cantidad de gente posible.
Pasión positiva
Continuaremos con otro sistema para hacer que el amor sea práctico. La palabra
hawaiana para este aspecto es kaunu, y podemos traducirlo como «pasión positiva».
Otro significado es «hacer el amor con pasión», pero también puede usarse cuando
tienes un interés ardiente en algo. La pasión positiva no es como desear algo en el
sentido de quererlo fervientemente. Eso, en realidad, crea un bloqueo porque lo que
también estás diciendo al universo es: «No lo tengo, pero lo quiero». Si te focalizas
en eso lo bastante, puede que obtengas unos resultados limitados, pero al mismo
tiempo crearás una cantidad tremenda de estrés y tensión. El tipo de pasión del que
hablo es como la que sientes cuando disfrutas plenamente de algo. Si eres capaz de
crear una sensación de placer entusiasta o incluso ferviente ante la idea de tener lo
que sea que quieres crear en tu vida, será más fácil materializarla.
Probablemente ya haya algunas áreas de tu vida en las que las cosas ocurren con
facilidad, porque ya tienes el patrón de hábitos y la confianza, y no necesitas
esforzarte mucho para hacer que sucedan. La pasión, o amar algo suficientemente, es
una forma de superar los bloqueos, vencer el miedo y despejar la duda. No es la
clase de pasión que presiona o tira de algo; es el tipo de pasión puramente
placentero. Cuando lo que proyectas al mundo son vibraciones, pensamientos o
sentimientos de lo mucho que disfrutas con esto que te apasiona, el objeto de tu
afecto empieza a llegarte con profusión en aumento, hasta que pensar en ello basta
para hacer que suceda.
Mi mujer y yo nos tomamos así los viajes. He viajado desde las dos semanas de
vida, y ella se ha aficionado desde que estamos juntos. A los dos nos gusta tanto
viajar que es algo completamente natural; casi ni lo pensamos. Sólo con pensar con
cariño en la palabra «viaje», todo va encajando. Ella lo llama «subir a la escalera
mecánica», de lo natural que nos resulta. No tenemos que sentarnos a hacer lo que
harían otras personas, como visualizar, intensificar y poner energía en ello,
focalizando nuestra atención en todos los detalles. El simple hecho de amar los
viajes hace que viajar sea fácil para nosotros.
Está claro que cuando amas algo suficientemente se vuelve abundante y se
simplifica. Si estás haciendo algo, te vuelves más habilidoso con menos esfuerzo. Y
si de verdad te gusta relacionarte con el dinero, eso también será más fácil.
Voy a pedirte que hagas un pequeño ejercicio para que veas el proceso general,
algo que puedes hacer de forma más concienzuda tú mismo.
Piensa en algo que realmente te gustaría tener en la vida: cierto cambio, alguna
cosa que te gustaría incorporar, algún estado corporal, alguna situación
1.
relacional, alguna situación económica, cualquier cosa que te gustaría tener. Por
el momento, olvídate de incorporarla a tu vida. Ten la idea nada más.
Busca en tu entorno algo que parezca tener más energía que lo demás, como una
2.
bombilla, la llama de una vela, un ventilador o un cristal.
Inspira con tu atención en la fuente de energía y exhala con tu atención en tu
3. cabeza, tu corazón, tu ombligo o cualquier parte de tu cuerpo que quieras
energizar para poder transformar esa energía en pasión.
Con tu imaginación, disfruta tanto como quieras y puedas con la idea de qué
pasaría si en este momento tu deseo fuese real y auténtico. Permítete sentir y
experimentar lo bueno que eso sería; deja que fluya ese tipo de sensación.
4.
Disfruta con la mera idea. Si un miedo o una duda asalta tu mente, agárrala,
deséchala y di: «Luego me ocuparé de ti. Ahora, ¡a disfrutar!» Crea esta
sensación con la mayor intensidad posible.
Cuando hayas llegado a tu máximo de esta sesión, para, deshazte de la imagen y
5.
relájate. Vuelve a hacerlo cuando tengas tiempo.
En ocasiones, es posible que al hacer este ejercicio descubras que tienes que
precisar un poco más lo que realmente quieres. Recuerda que la idea es focalizarte
en lo que quieres, no en lo que no quieres. Disfruta del proceso al máximo (de los
sentimientos buenos y positivos) y dite a ti mismo, aunque esto sea un ensayo
preliminar y aunque aún no sea completamente real: «¡Vaya! ¡Realmente amo esto!
Lo amo de verdad. Esto es lo que de verdad amo ser, hacer, tener. ¡Sí, cómo lo
amo!» Las palabras pueden ayudar a focalizar y moldear la imaginación, y a
intensificar la experiencia.
Puede que a algunas personas les resulte un tanto incómodo hacer un experimento
como éste, porque están muy acostumbradas a contener su pasión o intentar no
sentirla. Esto en parte puede ser debido al miedo a la decepción, pero es posible que
también se deba a la educación recibida. Si ése es tu caso, dedica un tiempo a pensar
en ello y, si quieres, practícalo muy gradualmente.
De todas las cosas de las que podemos hablar desde el punto de vista de la
intensificación de energía, no hay nada más poderoso que la motivación amorosa.
Nada. Puedes llenar la casa de cristales o practicar rituales que te haya
proporcionado el brujo más poderoso del mundo, y no obtendrás un resultado tan
apoteósico como el que tendrás con una pasión entusiasta por algo que amas. Todo
lo demás, como mucho, sólo ayuda.
8
Extiende tu influencia
Imagínate que eres una flor que te dispones a despedir tu perfume. Elige tu flor
1. favorita y/o tu aroma favorito. Si tienes a mano el aroma real, puede ayudarte a
imaginártelo.
Tómate unos segundos para decidir a quién o a qué quieres enviar tu perfume y
con qué fin. Podrías enviárselo a un miembro de tu familia o a un amigo, a un
grupo u organización que esté llevando a cabo una tarea en la que crees, o
2.
incluso a grupos de plantas o animales. Siente que tu perfume les dará la fuerza y
la energía para hacer algo provechoso para sí mismos o para otra persona o
cosa.
Finalmente, lanza tu perfume al aire e imagínate que va donde quieres que vaya,
3. que hace lo que quieres que haga. Puedes acabar afirmando a tu manera que esto
es un hecho.
Los hawaianos de antaño solían usar flores como símbolos poéticos de las
personas. Como reza otro proverbio hawaiano:
La gente prospera cuando las circunstancias son propicias. A medida que más y
más flores diminutas vayan juntándose para extender su influencia amorosa,
ayudaremos a crear esas circunstancias favorables.
9
Aumentar tu valor
El valor del dinero que llevas en el bolsillo depende de lo valioso que sea para la
gente a la que quieres comprarle algo. De igual modo, el valor económico de tus
bienes y servicios depende de lo valioso que sea para la gente que quieres que te
pague. Y eso depende mucho más de su percepción de tu persona que del valor
intrínseco de tus bienes y servicios.
Mientras investigaba distintos estilos de masaje, asistí a un curso para obtener la
licencia de masajista terapeuta en Los Ángeles. Era un buen curso con buenos
instructores, y junto con veinte personas más aprendí a hacer el típico masaje Esalen
que se requería para obtener la licencia. Aunque no era mi intención ganarme la vida
con ello, sí era el objetivo de todos los que estaban allí.
En mitad del curso nos animaron a empezar a cobrar los masajes, y poco antes de
acabarlo el principal instructor nos juntó a todos y nos preguntó cuánto habíamos
estado cobrando. Recuerda que toda la clase hacía el mismo masaje. Dejando aparte
mi costumbre de no cobrar nada, el precio más bajo por una hora de masaje cobrado
por una joven encantadora y tímida fueron diez dólares, y el más alto, cobrado por un
joven fornido y seguro de sí mismo, fueron cien dólares. La mayoría restante rondó
los treinta y cinco dólares; ¡todo por el mismo masaje!
La diferencia no tenía nada que ver con el valor intrínseco del masaje. La única
diferencia estaba en el valor percibido del terapeuta. ¿Y cuál era el origen de esa
percepción? El terapeuta.
Para aumentar tu valor ante ti mismo y los demás, te será de gran ayuda ser
consciente de los factores que contribuyen a tu valor personal. Aquí tienes una serie
de cosas que ayudan a incidir en el modo en que te perciben los demás:
Energía personal: ésta es otra forma de describir el carisma del que hemos
hablado en el capítulo 6. Es una cualidad personal especial que da a una persona
1. influencia sobre las demás. Y ya te he hablado en otro momento de los beneficios
y el proceso de tener carisma. Al aumentar tu carisma, tu valor aumenta de forma
natural.
Percepción personal: esto es lo que tú piensas de ti mismo, especialmente en
presencia de otros. Tu propia actitud hacia ti mismo afecta a los demás de
muchas maneras. Hay un aspecto telepático en esto, naturalmente, pero si quieres
puedes ignorarlo, porque también hay otros aspectos. Los pensamientos y
sentimientos que albergas sobre tu persona los proyectas hacia los demás en tu
2.
postura; en tu forma de vestir; en tu forma de hablar de ti mismo y de tu trabajo;
en cambios sutiles del tono de piel y la tensión muscular que su subconsciente
nota, y hasta en tu emisión de feromonas, que puedes ver como unos aromas muy
sutiles que afectan poderosamente a los sentimientos de los demás con respecto a
ti.
Expectativas personales: esto es lo que tú piensas de los que te rodean,
incluidos clientes y compradores, así como amigos y familiares. Más
3. concretamente, consiste en tus expectativas sobre su comportamiento y tus
reacciones cuando esas expectativas se cumplen o no se cumplen. Aquí también
se dan algunos de los aspectos enumerados más arriba.
Autoestima
Nunca se tiene demasiada autoestima. No estoy hablando de arrogancia —que es la
defensa del que tiene poca autoestima—, ni de que te compares con nadie más, lo
cual es una pérdida de tiempo. Estoy hablando de incrementar tu propio valor ante ti
mismo. Esto consiste en dos pasos. El orden no es importante e incluso pueden
hacerse simultáneamente.
Diezmo
No habría conversación exhaustiva sobre el dinero sin mencionar la práctica del
diezmo, tremendamente malinterpretada.
La palabra «diezmo» (tithing) procede originalmente de un antiguo sistema inglés
por el que una comunidad se dividía en grupos de diez hombres legalmente
responsables del comportamiento mutuo. Más adelante, las palabras tithing y tithe
pasaron a significar una décima parte de algo. Por eso se empleó para traducir el
concepto del impuesto religioso aplicado a los primeros hebreos para mantener a su
sacerdocio, que consistía en una décima parte de sus cosechas o rebaños. Muy
probablemente estuviese también relacionado con la práctica agrícola de reservar
una porción de la cosecha o rebaño propios para sembrar o criar y garantizar
suministros futuros para la supervivencia.
En la época moderna, el concepto ha sufrido cierta transformación. Muchos grupos
religiosos siguen usándolo como base de apoyo de sus organizaciones, pero también
lo utiliza mucha gente como base para una inversión, una especie de «siembra y
cría» con dinero. Luego están aquellos que lo ven como una buena práctica para
apoyar cualquier fuente de inspiración, espiritualidad o buenas obras que sean
importantes para ti.
Otra convicción que ha ido creciendo sobre el diezmo es que es una buena manera
de incrementar tu prosperidad económica. Eso es cierto, pero no en el sentido que
mucha gente cree.
Una convicción metafísica preponderante acerca del diezmo es que, dando el diez
por ciento de tus ingresos a alguna buena causa, el universo se asegurará por arte de
magia de que te sea devuelto el cien por cien. El hecho de que, al parecer, a veces
funcione refuerza esta convicción. El hecho de que casi siempre fracase es por lo
general ignorado.
Sería fantástico que sólo por dar el diez por ciento de tus ingresos el universo te
lo devolviera multiplicado por diez. Podríamos solucionar el problema de la
pobreza en un abrir y cerrar de ojos. Por desgracia, el universo no es una máquina
tragaperras gigante creada para favorecerte; no funciona así. El universo te devuelve
exactamente lo que le das, y la moneda con la que opera se compone de convicciones
y expectativas. El aspecto positivo es que el universo te devuelve exactamente lo que
le das, y la moneda con la que opera se compone de convicciones y expectativas.
(No escribas a la editorial; no es un error tipográfico. Quería decir exactamente lo
que he escrito.)
Cuando el diezmo sirve para aumentar tu prosperidad económica (es decir, cuando
das un dinero y recibes más a cambio), funciona por dos motivos. Uno es que, en la
medida que realmente creas sin ninguna duda que recibirás más, el universo satisfará
esa convicción proporcionando los medios para que eso suceda. El segundo motivo
es que, si das dinero y eso aumenta tu sensación de prosperidad, entonces el
universo satisfará esa sensación proporcionando los medios para aumentar tu
prosperidad al nivel de tu nueva sensación.
En pocas palabras, si pagas el diezmo (o das cualquier porción de lo que posees)
con la esperanza de que el universo te lo devuelva, porque se supone que tiene que
hacerlo, entonces no obtendrás muy buenos resultados. Si pagas el diezmo con la
expectativa rotunda de que funcionará, entonces recibirás en función de tus
expectativas. Si pagas el diezmo y eso hace que te sientas más próspero, recibirás en
función de la intensidad de tu sensación.
Pagar el diezmo es bueno para la gente a la que se lo das, de eso no cabe duda. Si
ésa es la única razón por la que pagas un diezmo, tus beneficios puede que sean o no
económicos, pero serán reales.
Por lo tanto, desde el punto de vista de huna:
Cuando vas a un restaurante, puedes quedarte sentado a la mesa hasta que éste
cierre, pero no te traerán la comida hasta que le digas al camarero lo que quieres. Lo
mismo ocurre con el Restaurante del Universo (RU). La diferencia es que nada más
sentarte en el RU, el camarero automáticamente te servirá lo que pediste la última
vez, a menos que pidas otra cosa. Y si pides algo de lo que no hay existencias, como
fruta que no es de temporada, el camarero te sugerirá una sustitución, al menos hasta
que lo que quieres esté entre las existencias.
Ahora bien, esto es aplicable a cualquier cosa, pero en el contexto del presente
libro se aplica especialmente a aquellas cosas que quieres hacer, ser o tener. En este
momento, tu éxito (tu éxito económico, tu éxito material o tu éxito espiritual) y los
recursos que tienes para hacer cosas (cómo es tu entorno ahora mismo) son todo
parte de una probabilidad surgida de tus antiguos patrones de pensamiento y
conducta. No es mera casualidad en el sentido de algo que ocurre sin una causa; eso
en este universo no existe.
Tus probabilidades futuras están siendo plantadas ahora mismo por tu pensamiento
y conducta presentes. Si de verdad quieres saber qué prosperidad tendrás en el
futuro, no necesitas ningún vidente que te diga si vas a ser rico o no. Lo único que
tienes que hacer es mirar bien el presente y tendrás una idea clara de cuáles serán tus
éxitos futuros.
Afortunadamente, el RU cambia a diario, tu momento presente no para de cambiar
y tienes la capacidad de cambiar tu pensamiento y tu conducta en cualquier momento.
Debido a eso tienes la capacidad de plantar distintas semillas o de pedir una comida
distinta y, por tanto, de crear un futuro distinto. No tienes que conformarte con lo que
tienes ahora, al igual que no tienes que «conformarte» con comer lo mismo para
desayunar, comer y cenar, pudiendo elegir.
Otra cosa buena del Restaurante del Universo es que tiene una política de
satisfacción garantizada. Esto significa que si no te gusta lo que te dan, puedes
devolverlo y pedir otra cosa sin ofender al chef. Asimismo, si prestas atención,
podrás beneficiarte de las ofertas especiales que de vez en cuando ofrecen.
Cambia tu interpretación
La interpretación difiere un poco del juicio. Puede que no decidas que algo es bueno
o malo, pero que decidas que algo tiene que ser de un modo concreto.
Una persona que dice: «En fin, lo máximo que puedo ganar son 20.000 dólares al
año. ¡Ése es mi límite!», está haciendo su propia interpretación de lo que es el
límite. Una persona que hace afirmaciones tales como: «No tengo talento ni
experiencia para cambiar de empleo, o para mejorar mi situación», «Soy mujer y no
me darán según qué trabajos», «Soy demasiado mayor para según qué trabajos o
para según qué ingresos», «Soy incapaz de hacer dinero», «Soy incapaz de retener el
dinero» o «El dinero se me escapa siempre de las manos», está simplemente
interpretando la realidad según sus propias decisiones, no exponiendo los hechos. Y
si haces semejantes interpretaciones, serán verdad mientras las retengas. Una forma
de cambiar tu situación es cambiar tu modo de interpretar tu realidad presente.
Puedes contemplar la situación en su conjunto y decir: «¿Y si esto no es verdad? ¿Y
si empiezo a actuar como si no lo fuese?» Ésa es una manera de iniciar el proceso.
Otra manera es fingir que esta nueva idea ya es verdad. Por ejemplo: «Sí, puede que
ya no sea tan joven, pero puedo cambiar de profesión y duplicar mi salario». La
consecución de estos objetivos empieza por la creencia de que son posibles. Tendrás
que reinterpretar la realidad. El principio de huna que hay que recordar aquí es que
no hay límites (salvo los que tú te inventes).
Cambia la focalización
Cuando digo que cambies la focalización, estoy hablando de que cambies toda tu
estructura de pensamiento; no sólo una convicción suelta, sino tu forma entera de
pensar sobre algo. Verlo desde un punto de vista completamente diferente a veces
basta para cambiar de manera drástica la probabilidad que estás atrayendo. Cuando
realices cualquiera de estos cambios, independientemente del tipo de proceso al que
recurras, es importante tener presente lo que quieres. Esto puede tomar la forma de
objetivos firmes, pero no tiene por qué ser tan formal. Has de tener presente algún
indicio del tipo de vida que quieres llevar. Únicamente esto requiere cierto cambio,
porque tienes que abrirte a las posibilidades. Aquí no estamos hablando de
probabilidades; hablamos de posibilidades, porque tienes que empezar por las
posibilidades. Cuando comiences a abrirte paso hacia ellas, se convertirán en
probabilidades.
Como ser humano es imprescindible que sepas que tienes acceso a la posibilidad
de conseguir cualquier cosa que otro ser humano haya hecho. No es necesariamente
probable, teniendo en cuenta tus propios patrones de conducta y pensamiento, pero
es posible. Tus limitaciones, como mínimo, son sólo las de cualquier otro ser
humano. La otra cosa que tienes que hacer es fijarte en tus propios talentos,
aptitudes, preferencias e impulsos entendiendo que todo eso constituye futuros
potenciales para ti de un modo exitoso. Si te focalizaras realmente en cualquiera de
estas aptitudes o impulsos, podrías hacerlos realidad. ¿Te gusta la idea de tener un
yate de 400.000 dólares? Eso es posible porque existen yates de 400.000 dólares.
¿Te gusta la idea de vivir en una mansión con vistas al océano? Eso es posible
porque hay un montón de mansiones así en todo el mundo. Ninguna de las cosas que
hacen o tienen los demás es imposible que las hagas o las tengas tú. Todas existen.
Lo único que tienes que hacer es cambiar las probabilidades reestructurando tu
manera de pensar. Aquí tienes un método que yo llamo «Apego Desprendido»:
El primer paso es que tomes conciencia de ti mismo como espíritu o conciencia
pura. Esto significa, en términos más prácticos, entender que no eres tu cuerpo,
sino que simplemente tienes un cuerpo. De igual modo, no eres ninguno de los
estados de tu entorno; no te identificas con estas cosas. Se trata del proceso de
dejar de identificarse con la situación en la que estás, sea cual sea. Es la
comprensión de que tú eres la conciencia que percibe estas cosas. Si dices, por
ejemplo, «Estoy arruinado», desde este punto de vista no es realmente así. Como
espíritu, como ser que percibe, como conciencia, en realidad no puedes estar
1.
arruinado. Decir «Estoy enfadado», «Soy pobre», «Tengo una discapacidad
física» —o lo que sea— implicaría el entendimiento de que esto no es realmente
tú. No es más que un estado del que eres consciente, pero no es tú. Cuando
empiezas a dejar de identificarte con la situación, aflora un curioso sentimiento,
que sólo puedo describir como la sensación de estar flotando libremente. Y es
asombroso cómo la tensión de una situación concreta fluye al exterior y
desaparece cuando no estás directamente involucrado. Eres meramente el ojo
perceptor.
El segundo paso consiste en focalizarte en el tipo de estado que quieres.
Juntemos estos dos pasos para hablar de dinero. Como conciencia pura o
percepción pura no necesitas dinero. Entonces, ¿para qué necesitas dinero? Echa
un vistazo a tu vida y tu entorno, y pregúntate: «¿Quién necesita dinero en
realidad?» A ver, los ahorros y el crédito de tu hipoteca necesitan dinero, así que
desde este posicionamiento tendrías que concentrar la mente en que esos ahorros
y ese crédito reciban regularmente la cuota que sea cada mes. Desde esta
posición de la conciencia estás programando tus ahorros y tu entidad crediticia;
al fin y al cabo, ésta se juega su capital cada vez que concede un crédito y ahora
quiere que se le devuelva el dinero. De modo que te concentras en que reciban su
dinero como una especie de servicio. ¿Tiene sentido? Puede que pienses que tus
hijos necesitan comida y ropa, y dinero para hacer diversas cosas. ¡Estupendo!
Concéntrate en que tienen cuanto necesitan, y visualízalos en una situación de
abundancia: bien vestidos, bien alimentados, gastando dinero y yendo al colegio.
2.
Entonces quizá te digas: «¡Eh! Necesito ropa. No puedo ir cada día por ahí con
esta pinta». Espera un momento. Como espíritu puro, como conciencia pura, tú no
necesitas ropa, sino tu cuerpo. Desde esta posición de desapego, pues, sería casi
como tomar distancia y decir: «Muy bien, cuerpo. Entiendo que necesitas tener
ropa y te quiero, así que me gustaría que tuvieras ropa de calidad». La nueva
focalización está en que tu cuerpo obtiene la ropa, gasta el dinero o tiene los
distintos tipos de cosas que un cuerpo necesita, entendiendo en todo momento
que tú no estás directamente involucrado. Sientes apego porque te importa,
porque te preocupa, porque amas. Pero también desapego porque no actúas sobre
tu persona. Tú mismo no puedes prosperar, porque tu yo ni siquiera es físico.
Empiezas a intuir cómo opera esta focalización. En cierto modo, has tomado un
poco de distancia y ahora eres libre, porque no tienes que preocuparte de ti
mismo. Eres libre para sacar toda esta energía, focalización y ayuda hacia todo y
todos los que te rodean. Y todo este enfoque produce una liberación tremenda.
El tercer paso supone renunciar a cualquier resistencia a lo que ya es. Esto es lo
que impide a la gente realizar estos cambios en los patrones y atraer nuevas
probabilidades. A lo mejor dicen, por ejemplo: «Vale, muy bien, ahora mismo
estoy viviendo en una casucha y quiero vivir en una mansión», y siguen
enfadándose cada vez que ven esa casucha. O al ver la casucha se preguntan:
3. «¿Cómo puedo cambiar esto? Tengo esta casucha y quiero una mansión». El
contraste de las dos cosas sigue disgustándolos. Esa resistencia, esa clase de
oposición, bloquea la energía del cambio. La probabilidad que experimentas y
vives en este momento es una probabilidad en sí misma. Lo que vayas a plantar o
atraer o pedir es otra probabilidad distinta; no tiene nada que ver con la que ya
tienes. Tu situación actual no es un obstáculo.
El cuarto paso es sencillo: persevera hasta tener lo que quieres. En otras
palabras, sigue practicando los otros tres pasos. No se trata de hacerlos una vez
y luego olvidarte de ellos. Eso es como plantar una semilla y no regarla, o pedir
la comida y salir del restaurante. Por el contrario, mantén esta actitud de apego
desprendido a la vez que mantienes un espíritu de servicio a todas las cosas,
4.
lugares y gente que te rodea. Asimismo, sigue soltando lo que es; deja que sea y
acepta los cambios que vengan (como vengan), al tiempo que sientes la libertad
de rechazar equivalentes cercanos si se presentan. Limítate a seguir el proceso.
Como nos dice el séptimo principio de huna: «La eficacia es el indicador de la
verdad».
Equivalentes cercanos
Cada vez que te focalizas en algo el universo te responde de inmediato. Pero según
el grado de temor o duda que albergues, te responderá con equivalentes cercanos a
lo que pides. Antes he hablado de los equivalentes cercanos, pero me gustaría
tratarlos con mayor profundidad. Por ejemplo, si le pides al universo un Mercedes
blanco, es posible que recibas en cambio un Ford azul. Eso se llama «equivalente
cercano». No es que no debas tener un Mercedes blanco, es sólo que actualmente la
probabilidad más firme, teniendo en cuenta la disponibilidad y la cantidad de
temores y dudas que albergas, es un Ford azul.
Un amigo mío empezó a focalizarse intensamente en el dinero para un proyecto en
el que estaba trabajando y obtuvo respuesta del universo tan sólo un par de horas
después. Pasó por la oficina para coger varias cosas que había que devolver a la
persona que las había dejado allí. Encima del montón vio que había un cheque al
portador por una cantidad de dinero considerable. Entraba dentro de lo posible
decir: «Vale, el universo me ha dado este cheque y es un equivalente cercano», pero
no estaba dentro de su probabilidad ética. Dio igualmente las gracias al universo,
diciendo: «Buen intento, universo. La próxima vez que sea un poco distinto».
Cuando te concentres en algo con una focalización clara, a menudo recibirás
equivalentes cercanos de lo que pides. Pueden venir en forma de cosas reales y
físicas o de cosas que te lleguen por las noticias, los periódicos, la televisión o las
llamadas de teléfono. Tal vez recibas equivalentes cercanos de muy diversas
maneras, y te corresponderá a ti decidir si aceptas los que llegan o si sigues
trabajando hasta recibir algo que te guste más. En el ejemplo del coche, si realmente
focalizaras tu atención en un Mercedes, quizá pensarías en un Mercedes blanco de
interior de cuero azul claro. Podría ser que, mientras te centras en esto, apareciera
alguien que te ofreciera la oportunidad de tener un Mercedes verde de interior negro.
Tú podrías decir: «Gracias, universo. ¡Me quedo con éste!» Eso sería un equivalente
cercano a lo que estabas pidiendo, y podrías aceptar la diferencia. Por otra parte,
podrías decir: «Gracias, universo, pero éste no es el que quería. Seguiré trabajando
en ello». La tercera posibilidad sería que dijeras: «¡Gracias, universo! Llevaré éste
hasta que me des el que quiero». Al universo le da igual lo que elijas. Te dará lo más
cercano disponible en función de tus expectativas, interpretaciones, juicio, miedo,
duda y focalización.
Alguien me preguntó en cierta ocasión si podría irse a una montaña solitaria de
Nueva Inglaterra y empezar a centrar su atención en que pasara por allí una chica de
pelo verde y piel azul. Evidentemente, si uno pone la energía suficiente en eso y
persevera el tiempo suficiente, de una manera o de otra, sucederá. Si lo piensas
detenidamente, incluso dentro de una realidad práctica y material, es algo que podría
pasar de diversas formas. Alguien podría estar rodando una película en lo alto de la
montaña y uno de los actores podría pasar por allí así caracterizado. A lo mejor
aterrizaría una nave espacial y aparecería una chica de pelo azul y piel verde. O tal
vez, durante tu paseo por el bosque, podrías encontrar un viejo cómic en el que
apareciera una chica así. Hay bastantes maneras posibles de que pasara una cosa de
este tipo. Las probabilidades son más bien escasas, pero con la suficiente
focalización se daría alguna clase de equivalente cercano.
El quid de este capítulo es que, con una clara focalización, el universo te da lo que
quieres. En el Restaurante del Universo no hay límites: es rico. Lo que pueda ofrecer
lo ofrecerá, pero sólo en función de tu patrón de focalización probable. En Hawái
hay una antiquísima leyenda sobre un árbol mágico que podía dar toda clase de
riquezas en cantidades ilimitadas..., pero sólo a aquellos que podían verlo.
11
Una vez mi madre me envió una diana en miniatura para mi escritorio con unos
dardos de pequeño tamaño. En la propia diana había varias afirmaciones como:
«Trabaja desde bien temprano», «Trabaja hasta tarde», «Hazlo ahora», «Hazlo
mañana», «Vete de vacaciones». Estaba pensado para ayudar a un ejecutivo atareado
a tomar decisiones. Acabé dominando lo de acertar al «Vete de vacaciones» siempre
que quería, por lo que la verdad es que no me sirvió de mucho. Aun así, ¿no estaría
bien que hubiese un modo absolutamente fiable de tomar en todo momento la
decisión correcta? ¿Y si hubiese algo mejor que lanzar una moneda al aire, hacer una
tabla de pros y contras, hacer girar una rueda o tirar un dardo? El que fuese capaz de
idear algo así podría hacerse muy rico muy rápido.
Aunque ya puedo esperar sentado. El problema es que cada vez que debemos
tomar una decisión nunca tenemos suficiente información para garantizar el acierto.
Normalmente acabamos dándonos una palmadita en la espalda por haber tomado la
decisión correcta cuando las cosas salen bien o tirándonos de los pelos por haber
tomado la decisión equivocada cuando las cosas no salen bien. Lo absurdo de esto
es que las decisiones en sí no guardan ninguna relación con el resultado de las cosas.
Analicemos esto más detalladamente. Si algo sale bien y te congratulas de haber
tomado la decisión correcta que te ha llevado a ello, estás asumiendo también que
los acontecimientos están predestinados. Muchas personas dan por sentado que
tomar una decisión sobre el futuro es como elegir una dirección en un cruce: una
calle te llevará a la fama y la fortuna, y la otra al fracaso y el dolor. Lo único que
tienes que hacer es escoger la correcta.
Si la vida fuese tan previsible, lo único que entonces necesitaríamos serían buenos
mapas de carreteras. Y para conseguirlos lo único que tendríamos que hacer sería
tomar exactamente las mismas decisiones que ha tomado la gente que ya ha
alcanzado la fama y la fortuna. Al fin y al cabo, es así como se hacen los mapas de
carreteras reales: siguiendo la misma ruta que han recorrido otras personas, llegas a
donde quieres ir. ¿Por qué no se ha hecho, pues? ¿Dónde están los mapas de
carreteras de la fama y la fortuna, la salud y la buena forma física, el amor y la
felicidad, la espiritualidad y la unión mística? Si lo único que tienes que hacer es
tomar las decisiones correctas, ¿por qué hay tanta confusión y un surtido tan amplio
de mapas?
Te diré por qué: avanzar hacia el futuro no es como viajar por tierra, donde todo
más o menos permanece en el mismo sitio. Es más parecido a un viaje por mar,
donde todo cambia constantemente. Cuantos más conocimientos y más pericia tengas,
más a menudo es probable que triunfes. Pero no hay ninguna garantía de que el viaje
siguiente vaya a ser igual, aunque tomes todas las decisiones «correctas» que
tomaste la otra vez. Simplemente hay demasiadas incógnitas. Si el futuro fuese así,
tendríamos mejores partes meteorológicos, nadie se tomaría la molestia de apostar a
las carreras y todo el mundo se haría rico invirtiendo en bolsa.
Así pues, ¿qué puedes hacer ante una decisión importante? Éste es mi consejo:
Recuerda que no es el mapa el que te lleva a donde quieres ir; es lo que haces
después de leerlo.
Decisiones y valores
Un buen día me sorprendí preguntándome por qué celebramos el Día de Año Nuevo
el 1 de enero; después de todo, ¿qué sentido tiene? Ese día no sucede nada especial
en la naturaleza. El solsticio de invierno se produce más de una semana antes.
Navidad, ya se sabe, es exactamente una semana antes, y en muchas culturas
ancestrales del hemisferio norte, el 25 de diciembre se celebraba el principio del fin
del invierno. ¿Y qué? ¿Qué tiene eso que ver con el 1 de enero? Mi curiosidad me
llevó a investigar un poco.
Primero, revisé la idea en sí de la celebración de Año Nuevo. Descubrí que la
más antigua de que se tiene constancia tuvo lugar alrededor del 2000 a.C. en
Babilonia, lo que ahora conocemos como Irak. Sin embargo, los antiguos babilonios
celebraban Año Nuevo a fines de marzo, porque ése era el inicio de su nuevo ciclo
de siembra primaveral. Pero antes de plantar se pasaban once días con celebraciones
de acción de gracias por todo lo bueno que los dioses les habían proporcionado el
año anterior. De manera similar, los antiguos hawaianos celebraban Año Nuevo en
noviembre, con cuatro meses enteros de acción de gracias, banquetes, juegos y
preparativos para la siguiente estación. De hecho, en prácticamente todas las culturas
de la tierra ha habido algún tipo de celebración de Año Nuevo mediante la que dar
gracias por cosas pasadas importantes y hacer los preparativos para un año de más
bendiciones venideras (con un poco de suerte).
Aun así, ¿por qué el 1 de enero? No es época de cosecha ni de siembra en ningún
hemisferio. Como punto en la órbita de la Tierra alrededor del Sol, no tiene ninguna
relevancia concreta. Mi investigación reveló, no obstante, que los acontecimientos
naturales no son lo único que los humanos consideran significativo.
Durante los primeros tiempos del Imperio romano, el primer día del año nuevo era
el 1 de enero. Pero, cosa curiosa, su 1 de enero caía en lo que ahora es nuestro 25 de
marzo, el comienzo de la primavera. Debido a que diversos emperadores y oficiales
de alto rango dieron gran importancia a la ampliación de sus mandatos, manipularon
la duración de los meses y años hasta que el calendario quedó tan maltrecho que, en
el 46 a.C., Julio César tuvo que volver a poner el 1 de enero en su fecha correcta (25
de marzo).
Vamos con la Iglesia católica. A medida que los líderes de esa institución
adquirieron más poder político, decidieron establecer su propio 1 de enero en contra
de lo que consideraban una festividad pagana de la fertilidad. De modo que crearon
un calendario completamente nuevo e hicieron que el año nuevo empezara el Día de
la Circuncisión de Jesús, según sus cálculos exactamente una semana después del
nacimiento de Cristo.
La transición a este nuevo Año Nuevo no fue inmediata. Entre los siglos y los
XI XIII
Decisiones y tenacidad
La palabra hawaiana ahonui se traduce generalmente como «paciencia». Sin
embargo, esa traducción puede inducir a error, porque lo que expresa la palabra
ahonui no tiene exactamente ese significado.
En general, cuando en inglés hablamos de paciencia nos referimos a la capacidad
de padecer privaciones, molestias o dolor sin quejarnos. Tiene un sentido de fuerza
interior o coraje, pero es fundamentalmente un concepto pasivo. Te está pasando
algo malo, pero aguantas con valentía mientras dura.
Por admirable que pueda ser ese concepto, no abarca el significado completo de
ahonui.
Deja que te cuente una de las historias de Maui, que contribuirá a ilustrar esto.
Esta versión es de Kauai, y recalcaré algunos de los significados internos para
mostrar la relación con ahonui.
Hace mucho tiempo, mucho antes del capitán Cook, Maui Kupua (cómo no,
nacido en Kauai) estaba volviendo de O’ahu en su canoa cuando dijo para sus
adentros: «¿Por qué hay tanta distancia entre las islas?» Entonces tomó una
decisión. «Deberían estar todas más pegadas.» Después de atracar, fue a ver a
Hina, su madre, que estaba en Wailu, y le pidió su consejo para llevar esto a
cabo.
Hina dejó de golpear su tapa y dijo: «Si quieres juntar las islas, tendrás que
pescar la ballena gigante, Luehu, con tu anzuelo mágico, el Manai-a-ka-lani, y
tendrás que hacer ayuno mucho tiempo. Si eres capaz de hacer esto, Luehu dará
vueltas alrededor de las islas y podrás juntarlas. Llévate a tus hermanos contigo
para ayudarte con la canoa, pero adviérteles que pase lo que pase miren
siempre hacia delante, o fracasarás».
De modo que Maui reunió a sus cuatro hermanos, Maui, Maui, Maui y Maui,
y les contó lo que iba a hacer. Estaban emocionados ante tal aventura, y cuando
él les advirtió que pasara lo que pasara mirasen hacia delante, ellos
prometieron hacerlo.
Por fin la canoa, el anzuelo y los hermanos estaban todos listos. Durante un
descenso de las olas, remaron hasta el canal Kaieiewaho e iniciaron la
búsqueda de la gran ballena. Estuvieron buscando durante días hasta que al
final encontraron a Luehu nadando cerca de Nihoa, la isla al noroeste de Kauai.
Maui lanzó su anzuelo mágico, Luehu lo agarró con la boca y acto seguido la
ballena empezó a arrastrar la canoa a través del océano a gran velocidad.
Durante muchos más días, días largos, los hermanos Maui aguantaron con
resolución mientras la ballena los arrastraba hacia delante. Tirando
cuidadosamente del sedal como debían y, remando hábilmente de la forma
adecuada en el momento adecuado, lograron que la ballena rodeara todas las
islas hasta que un día aparecieron de nuevo frente a la costa de Wailua, frente a
O’ahu.
Ahora Luehu estaba cansada, así que mientras Maui Kupua tiró del sedal con
todas sus fuerzas, sus hermanos remaron hacia atrás enérgicamente hasta que
lenta, lentamente, las islas empezaron a juntarse. Justo entonces un achicador,
kāliu, pasó flotando junto a la canoa. El mayor de los Maui, en el puesto del
timonel, rápidamente lo cogió y lo tiró a sus espaldas por si acaso lo
necesitaban.
Él no lo sabía, pero el achicador era en realidad un espíritu maligno, un
e’epa, que se convirtió en una hermosísima mujer. Todas las personas que se
habían aglomerado en las costas de Kauai y O’ahu alabaron su belleza. Al
principio ninguno de los hermanos Maui prestó atención, pero los elogios
acabaron siendo tan efusivos que los cuatro hermanos de Maui se volvieron
para ver quién era esa hermosa mujer. En ese momento, Luehu notó que la
tensión del anzuelo aflojaba y dio un último y desesperado salto para escapar.
Sin la ayuda de sus hermanos, Maui Kupua tiró demasiado fuerte, el sedal se
rompió, Luehu huyó y las islas volvieron a separarse.
Y sabemos que la historia es verídica porque las islas siguen estando muy
separadas hoy día.
Decisiones y suerte
«Suerte» es otro concepto de la lista de cosas que la gente realmente no entiende. La
mayoría de aquellos que lo mencionan hacen que suene como una especie de
predestinación. Hay una acusada tendencia a atribuir el éxito a la «buena suerte» y el
fracaso a la «mala suerte», como si la suerte fuese una especie de gracia o maldición
vertida sobre una persona según el capricho de un ser sobrenatural. Si eso fuera así,
daría igual qué decisiones tomaras porque el resultado siempre escaparía a tu
control. En las enseñanzas de huna nunca pasa eso. El sexto principio dice que todo
el poder procede del interior, y eso implica libre albedrío. Combina la idea del libre
albedrío con el segundo principio, el de que no hay límites, y la idea resultante es
que podemos crear nuestra propia suerte.
Obviamente, la suerte inconsciente abunda porque a la gente le pasan un montón
de cosas inesperadas e imprevistas. Sin embargo, recuerda la enseñanza de que todo
lo que podemos hacer inconscientemente podemos también hacerlo conscientemente,
siempre y cuando sepamos cómo hacerlo. Así pues, ¿cómo podemos crear o
incrementar nuestra propia suerte?
Una conocida cita nos proporciona un enfoque. No he logrado identificar al autor
original, pero el mensaje es: «La suerte se da cuando la preparación y la oportunidad
coinciden». La interpretación más común es que cuanto más preparado estés en tu
campo de interés, en cuanto a destreza y conocimientos, más «golpes de suerte»
tendrás en dicho campo. Probablemente sea cierto, pero eso no explica la buena
suerte de personas que no están preparadas en destreza ni conocimientos. Tal vez
haya también otras clases de preparación.
Sé que es bastante frecuente que los ganadores de lotería sean personas que han
estado comprando billetes sistemáticamente durante un largo periodo de tiempo.
Quizá la tenacidad sea un factor, pero eso no explica la suerte de personas cuya
conducta no ha sido tenaz.
Sé que en numerosas ocasiones he sido capaz de ganar algo en un concurso o una
rifa entrando en un estado mental-emocional especial que sólo puedo describir como
«expectación indiferente». Es distinto a tener una influencia carismática y no se
parece en nada a focalizar enérgicamente. Es más como un: «Sí, ganar sería
realmente estupendo, pero no pasa nada si no gano. Aunque sería estupendo». En el
ámbito emocional, es como estar pasivamente expectante. No es ni mucho menos un
sistema infalible, pero la mayoría de las veces funciona.
Me da la impresión de que la buena suerte se produce cuando estás en armonía
con lo que quieres. Tras meditarlo y practicarlo considerablemente, he concebido un
proceso para aumentar tu suerte. Yo lo llamo ulu pono, que significa «aumentar la
suerte». Empieza por un minuto en cada paso e incrementa gradualmente el tiempo
que pasas en cada uno. Luego practícalo en épocas en que quieras que la suerte esté
de tu lado.
Así que la próxima vez que tengas que tomar una decisión importante recuerda lo
que has aprendido sobre los valores y la tenacidad, y decide tener suerte también.
E pono e! (¡Buena suerte!)
12
En este capítulo de resumen me gustaría repasar las ideas de las que hemos hablado
hasta ahora, ofrecer otras nuevas y darte una fórmula para triunfar en cualquier cosa.
¿Por qué voy a darte otra fórmula del éxito cuando muchos otros autores han hecho
lo mismo? Piensa en ello como si fuese una receta de un pastel de chocolate: para
hacer un pastel de chocolate básicamente mezclas harina, agua, azúcar, huevos y
chocolate; horneas todos estos ingredientes en un molde y sale el pastel. Pero ¡qué
diferencia hay entre un bizcocho de chocolate, un pastel de varias capas de chocolate
y un pastel alemán de chocolate!
Distintos autores han juntado sus propias recetas (o fórmulas), ya sea transmitidas
desde hace generaciones o creadas a partir de su propia experiencia. Las fórmulas,
como las recetas, nos permiten repetir los éxitos ajenos y nos dan un marco en el que
basar nuestras propias innovaciones creativas.
En las páginas siguientes ofrezco una fórmula para ganar con amor, basada en la
filosofía huna, en mi estudio de personas que han triunfado y de aquellas que
escriben sobre el éxito, y en mis propias experiencias y observaciones. En realidad,
es una fórmula para cualquier clase de éxito. Es decir, que es una descripción de
cómo se produce el éxito, al margen de quién gana o de si se da cuenta o no de lo que
está haciendo. Siguiendo con la metáfora, quiero darte una receta básica que puedas
usar para hacer lo que quieras cambiando simplemente los ingredientes.
Hoy tenemos una sociedad en la que hay millones de personas sin techo e
indigentes que no saben cómo salir de su situación; en la que algunas fuentes médicas
informan de que entre el setenta y noventa por ciento de las enfermedades son
psicosomáticas, y que dejan a la gente irremediablemente enferma porque no saben
cómo actuar sobre la mente en esos casos; en la que cada vez más negocios fracasan
y hay inestabilidad económica, y en la que los índices de divorcio, la violencia
doméstica y las tensiones internacionales continúan aumentando. La impotencia, que
conduce a la ineficacia y la desesperación, es una epidemia.
Naturalmente, hay cosas y acontecimientos que no podemos controlar, pero
siempre podemos controlar nuestra reacción a ellos. Y cuanta más habilidad
podamos mostrar en ello, más influencia tendremos sobre aquellas cosas y
acontecimientos, aunque no podamos controlarlos. Cambiando de metáfora, como
capitán de un velero no puedes imponerte al viento y las corrientes para que hagan lo
que tú quieres. Pero si eres un capitán capaz, puedes ajustar la vela y el timón en
función del viento y la corriente a fin de llegar a donde quieres ir. Parece lógico,
pues, que si tienes una estrategia clara y sencilla para hacer frente a cualquier
situación que surja, siempre serás capaz de actuar con la máxima eficacia. Aquí
tienes, pues, la Fórmula Maestra en toda su pura simplicidad:
E = mc² - r
¿Te suena? Eso es porque Albert Einstein utilizó parte de la misma con otro fin
hace ya unos años. Pero aquí significa otra cosa:
«E» de Eficacia
«m» de motivación
«c2» de dos cosas: confianza y concentración
«r» de resistencia
Eficacia
Llevo toda mi vida recorriendo la superficie de la tierra en busca del secreto de la
eficacia. Digo toda mi vida en sentido literal, porque he viajado desde antes de
nacer. Quizá no estés de acuerdo y te preguntes cómo es posible que buscara cuando
era un embrión o un niño de pecho, o cuando era pequeño y viajaba de un sitio a otro
con mis padres, pero, consciente o inconscientemente, todos hemos intentado ser más
eficaces desde antes de la concepción.
Como óvulo nos abrimos paso por el cuerpo de nuestra madre hasta donde
pudimos ser fecundados, y como esperma nadamos con éxito por una ruta desafiante
para llevar a cabo la fecundación. Como embriones organizamos y multiplicamos
nuestras células para ser seres humanos eficaces, y tras nacer empezamos enseguida
a aprender y asimilar todo lo posible para sobrevivir, crecer y disfrutar con eficacia.
Forma parte de nuestra naturaleza genuina buscar maneras de ser más eficaces todos
los días de nuestra vida. Y hacemos eso no sólo por propia experiencia, sino
también a través de la experiencia ajena.
Hace mucho tiempo, cuando era aún muy joven pero estaba ya independizado,
busqué conscientemente el secreto de la eficacia entre muchas tradiciones, filosofías
y maestros. Por fin, después de atravesar océanos y desiertos y ríos y montañas de
gran parte del mundo, me topé con un viejo sabio hawaiano en la cima de una isla
volcánica que me contó el secreto de una forma comprensible para mí y útil.
«La vida —dijo— es como un cuenco de cerezas.» Antes de que pudiese
protestar, siguió diciendo que primero empezamos con un cuenco vacío y luego lo
llenamos de cerezas. Nos comemos las cerezas hasta que el cuenco vuelve a estar
vacío, luego empezamos a llenarlo otra vez y así es como sigue la vida. El cuenco
vacío somos nosotros, ávidos de experiencia, y llenar el cuenco de cerezas equivale
a acumular experiencias. Comerse las cerezas es aprovechar o disfrutar la
experiencia, lo que vacía el cuenco y nos deja con ganas de comer más. La eficacia
tiene que ver con nuestra capacidad de llenar el cuenco y consumir o disfrutar de las
cerezas. Cuanto más eficaces seamos (es decir, a mayor habilidad), antes podremos
llenar el cuenco, mejor será la calidad de las cerezas con que podremos llenarlo y
más podremos disfrutar y aprovecharlas. Sin embargo, al llenar el cuenco a veces se
nos caen dentro ramitas y hojas y tierra, y, a veces, al comer las cerezas dejamos los
huesos allí dentro también. De modo que, aunque seamos recolectores de cerezas de
primera calidad y expertos consumidores con papilas gustativas bien desarrolladas,
la porquería que acumulamos en nuestro cuenco limita nuestra experiencia hasta que
volvemos a vaciarlo.
Empezamos a perseguir la eficacia desde el momento en que nuestro esperma
inicia su arriesgado viaje y nuestro óvulo lo elige entre el montón disponible.
Continuamos cuando nuestro ADN ordena nuestras células y organiza nuestro
crecimiento para que podamos funcionar como embrión y feto. Una vez que nacemos,
empezamos a absorber información como locos para poder aprender a operar con
eficacia en este extraño mundo nuevo. Y a medida que vamos creciendo, si hay algo
que constantemente hacemos todos es seguir intentando averiguar cómo manejar, y tal
vez incluso llegar a dominar, a nuestras relaciones y a nuestro entorno, y también a
nosotros mismos.
La eficacia es un impulso universal, poderoso e inconsciente. Añadir deseos
conscientes lo vuelve aún más poderoso. Añadir la destreza —fruto del
conocimiento— la experiencia y la práctica lo convierte en una fuerza potencial de
logros ilimitados.
Motivación
La motivación es el impulso que nos mueve a ser, hacer o tener, o a no ser, no hacer
o no tener. Cada acción que emprendemos, consciente o inconscientemente, es en
respuesta a un impulso de algo. Nuestro corazón late por el impulso de completar un
ciclo de tensión y relajación; nuestra mano coge un vaso de agua por el impulso de
aliviar las molestias de la sed; nuestra mente crea fantasías por el impulso de hacer
algo diferente de lo que estamos haciendo. La vida es movimiento, y el movimiento
se produce por una secuencia de impulsos.
A los empresarios se los anima a motivar a sus empleados, y es de esperar que los
profesores motiven a sus alumnos. Como si la motivación fuese algo que puedes
meter en otra persona igual que pones gasolina en un coche. La realidad es que toda
motivación es interna, lo que significa que tiene que salir del interior. Ciertamente,
nadie puede motivarnos. Lo máximo que otra persona puede hacer (y eso es bastante
para un motivador experto) es estimular y agrandar una motivación ya existente en
una persona o en un grupo concretos. Si estás motivado para ganar más dinero,
entonces un motivador experto puede intensificar eso y hacer que te entusiasmes lo
suficiente para incrementar tus ventas o firmar un plan de comercialización
multinivel. Pero si el deseo de tener más dinero no te motiva, ese mismo motivador,
por muy capacitado que esté, no será capaz de convencerte de que hagas nada.
La motivación más poderosa (esa que mueve montañas, cambia sociedades o hace
que estés más sano y feliz, que seas más rico y tengas más éxito) siempre surge de la
estimulación y potenciación propias. Cuanto mejor entiendas qué es lo que te motiva,
más fácil será que te motives.
Las motivaciones más básicas tienden al placer y se alejan del dolor. Todo lo que
hagas con tu cuerpo o tu mente, intencionadamente o por costumbre, con intención
consciente o inconsciente, puede definirse como un movimiento que tiende al placer
o se aleja del dolor (físico, emocional o mental). La relajación es placentera, así que
tu cuerpo busca el descanso, tu mente busca distracción y tu espíritu puede que
busque la soledad de vez en cuando. Pero también hay placer en una cantidad
determinada de tensión, así que tu cuerpo busca actividad, tu mente busca intereses y
tu espíritu puede que busque a otras personas. Curiosamente, es posible que hagas
exactamente las mismas cosas para alejarte del dolor. Tu cuerpo puede que busque
descanso, tu mente distracción y tu espíritu la soledad debido a una tensión excesiva
causada por un exceso de actividad, intereses encontrados o demasiada gente. Por
otra parte, el dolor puede también surgir por falta de actividad, atención dispersa y
un exceso de soledad o aislamiento. Entender la idea de placer-dolor te ayudará a
comprender por qué haces lo que haces y por qué no haces otras cosas.
Ahora bien, es posible que estés pensando que a veces parece que tiendas (tú o
alguien que conoces) hacia el dolor, alejándote del placer, y quizá te preguntes cómo
encaja eso con lo que acabo de decir. Hay personas que continúan con sus arduas
sesiones de ejercicio, otras mantienen relaciones de malos tratos y otras tantas
parecen empeñadas en sabotearse a sí mismas a la menor ocasión. ¿Por qué pasa
esto?
Eso nos lleva a un nivel distinto de motivación, que es la motivación basada en el
amor o el miedo. A causa del hecho de que tenemos memoria e imaginación, no
estamos limitados a las experiencias de placer y dolor del momento presente.
Tenemos la capacidad de recordar el placer y el dolor, y tenemos la capacidad de
anticiparnos a ellos o de imaginarnos que suceden en el futuro. La motivación
amorosa es, pues, el impulso de recrear una experiencia placentera del pasado o de
crear una experiencia placentera imaginada en el futuro inmediato o lejano.
Naturalmente, aquí estoy haciendo una distinción entre la experiencia amorosa
placentera del momento actual y la motivación amorosa, que nos impulsa a actuar de
cierta forma.
De una manera similar, la motivación del miedo nos impulsa a evitar una
experiencia dolorosa recordada o una experiencia dolorosa imaginada en el futuro
inmediato o lejano. Y, en una determinada situación, es el impulso más fuerte (el que
genera la sensación más intensa o aquel al que damos más importancia) el que
determina nuestra acción final.
De modo que una persona que insiste en hacer arduas sesiones de ejercicio quizá
las haga porque le da más miedo la experiencia dolorosa recordada de su gordura o
por un verdadero amor hacia un cuerpo en forma y sano (o por una combinación de
ambas cosas); una persona que mantiene una relación de malos tratos quizá la tolere
porque le da más miedo estar sola o porque ama el potencial que imagina en la otra
persona; una persona que se sabotea a sí misma quizá tema las críticas que recuerda
a cualquier logro pasado, quizá tema las consecuencias imaginadas del éxito o quizá
incluso esté esforzándose por triunfar para agradar a otra persona cuando en realidad
le gustaría más meditar en una montaña.
El miedo y el amor generan dos respuestas diferentes. La lucha y la huida, que tal
vez recuerdes de las clases de introducción a la psicología, son reacciones al miedo.
En cualquier situación en la que el miedo sea el principal motor, es posible que
reacciones intentando huir de la situación; o que reacciones intentando librarte de
ella, dependiendo de la situación y de tu propio estado de ánimo y hábitos. Si te
persigue un toro, probablemente lo mejor sea que te apartes de su camino, pero si
eres Conan el Bárbaro o Xena, podrías quedarte allí e intentar golpearlo hasta
dejarlo sin sentido.
Las dos respuestas al amor son la paz y el juego. Usando otra vez la imagen del
toro, si el amor es el principal motor (pongamos que adoras a los animales), quizás
adoptes un patrón de conducta diseñado para calmar y tranquilizar a la bestia a fin de
poder acariciarla y reconfortarla. O, si eres un torero o un atleta cretense de la
Antigüedad, quizá simplemente juegues con el toro hasta agotaros los dos.
Mientras que el amor y el miedo son extensiones muy básicas del placer y el
dolor, ya has podido ver que las motivaciones individuales pueden ser bastante
complejas. Por ejemplo, ¿por qué comemos? Fundamentalmente, comemos porque
comer es placentero y no comer es doloroso, y porque amamos ciertos efectos que
produce comer y/o tememos ciertos efectos que produce no comer. Pero esto sigue
sin decir gran cosa de las motivaciones más específicas para comer, que pueden
variar de una persona a otra y de una época a otra. En determinadas ocasiones he
comido porque tenía hambre, porque disfrutaba de la compañía, porque quería
probar un plato nuevo y por educación, por mencionar unas cuantas razones. Algunas
de estas razones estaban basadas en deseos, que son cosas que queremos y que nos
motivan, y otras estaban basadas en necesidades, que son cosas que creemos que
debemos tener para motivarnos. Echemos un vistazo a diversos tipos de necesidades
para entender las complejidades de las motivaciones individuales.
Necesidades sentidas
Descubrí las necesidades sentidas cuando estuve en África Occidental trabajando
para el desarrollo comunitario y vi que el concepto se aplica a grupos de toda
índole, además de a individuos. Una necesidad sentida es la motivación concreta
consciente o semiconsciente del momento que impulsa a un grupo o a un individuo a
actuar. Se llama necesidad sentida en contraste con la necesidad evidente.
A modo de ejemplo, visité una aldea africana que tenía varias necesidades
evidentes como mejorar las condiciones de salubridad, contar con más agua y
mejorar la nutrición, además de otras carencias que el gobierno local y las agencias
internacionales habían tratado de cubrir sin éxito. Habían instalado letrinas públicas,
pero se usaban poco porque de entrada a nadie le habían hecho ninguna gracia;
habían puesto una bomba nueva en el pozo, pero al romperse fue abandonada porque
era la bomba del gobierno, y las clases de nutrición eran rechazadas porque los
nuevos alimentos aconsejados tenían un sabor extraño y no eran fáciles de conseguir.
A pesar de este historial poco prometedor, solicité al jefe que convocara a la
aldea a una reunión, en la que les pregunté si querían mejorarla en algún aspecto.
Esto causó una gran consternación, porque nadie les había preguntado nunca qué
querían. Tras varias horas de animada conversación, me dijeron que querían arreglar
la choza del jefe, porque su deterioro actual era una deshonra para la aldea. Si yo
hubiese sido un funcionario del gobierno, me habría enfadado y les habría
enumerado todas las cosas más importantes que necesitaban. Pero como era un
cooperante independiente, pude escuchar su necesidad sentida: la necesidad que
realmente sentían que era importante.
Para resumir, les ayudé a arreglar la choza del jefe, asegurándome de que
conservaran el orgullo de posesión haciendo ellos la mayor parte del trabajo y
aportando la mayoría de los materiales. En la siguiente reunión con toda la aldea
manifestaron el deseo de limpiar el centro de la misma, y eso hicimos. A partir de
ahí construimos letrinas familiares por comodidad y prestigio, creamos huertas para
obtener un dinero extra con la cosecha, compramos una bomba nueva con las
contribuciones de las familias para regar las huertas, mejoramos la nutrición
intercambiando recetas y hasta iniciamos una cooperativa de crédito oficialmente
reconocida mediante la ampliación y expansión de una forma tradicional de ahorro
de dinero para emergencias. En resumen, ayudé a los aldeanos a conseguir todo lo
que el gobierno quería y más, trabajando a partir de lo que la gente sentía que
necesitaba y no de lo que otra persona les había dicho que tenían que querer.
Hicieron lo mismo, pero por razones distintas.
Las necesidades sentidas de los individuos pueden ser completamente diferentes
de sus necesidades evidentes, pero las necesidades evidentes pueden abordarse
satisfaciendo con eficacia las necesidades sentidas. Cuando hice asesoramiento
psicológico personal, descubrí que para la mayoría de la gente el concepto de salud
era una abstracción sin sentido. En otras palabras, no era un motor eficaz para
cambiar hábitos. La gente perdía peso para tener buen aspecto o para que le cupiera
según qué ropa; dejaba de fumar para oler mejor, o para evitar las críticas de amigos
y familia; se sometían a sesiones de autosanación porque temían la ineficacia o el
dolor del tratamiento ortodoxo, o porque la enfermedad dificultaba el juego o el
trabajo. Puede que haya alguien por ahí para quien la salud en sí sea una necesidad
sentida, pero nunca he conocido a una persona así. De todas maneras, todas las
personas a las que ayudé gozaron de mejor salud cuando sus necesidades sentidas
fueron cubiertas.
Dado que las necesidades sentidas no son evidentes, es posible que ni siquiera
percibamos plenamente cuáles son nuestras propias necesidades sentidas. Sin
embargo, cuanto más conscientes seamos de ellas, más podremos usarlas para
modificar nuestro comportamiento de diversas formas que incrementen enormemente
nuestras posibilidades de éxito. Para ayudarte a identificar tus propias necesidades
sentidas, aquí tienes una lista de los siete tipos más comunes:
Confianza
La confianza es la maravillosa sensación de seguridad de que dispones de los
recursos (el tiempo, la energía, la capacidad, la fuerza, el apoyo, etcétera) para
hacer lo que quieres hacer. Es también la similar sensación de seguridad de que algo
que quieres que pase pasará. La confianza puede tener una base externa o interna, y
si bien un incremento de cualquiera de las dos aumentará la eficacia, es la segunda la
que tiene mayor potencial.
La confianza externa viene de creer que puedes confiar en el comportamiento
estable de alguien o algo fuera de ti mismo. Este tipo de confianza se apoya en
recuerdos del pasado, experiencias del presente y expectativas futuras (muy
influenciadas por tu confianza en la autoridad ajena). Por eso creemos que las
estaciones se sucederán como han hecho siempre, porque ha sido así hasta donde
alcanza nuestra memoria, podemos ver parte de la secuencia ahora mismo y ya
estamos haciendo planes para lo que queda de año o para más adelante. Además,
nuestros padres, profesores y autores de libros nos han dicho mil veces que funciona
así. Sin embargo, si decidimos creer en las profecías del fin del mundo, podemos
prescindir de todo ese conocimiento y experiencia y esperar confiadamente que la
Tierra se dé la vuelta cualquier día de éstos, quedando nosotros (por supuesto) y
otros cuantos elegidos para empezar a reconstruir el mundo tal como queremos. El
problema principal de la confianza con base externa es que depende totalmente de
acontecimientos, circunstancias y decisiones sobre los que tenemos una influencia
limitada y ningún control.
La confianza con base interna viene de tus decisiones sobre ti mismo: de
convicciones acerca de tu valía, tus aptitudes, tu capacidad para afrontar el cambio y
tu fuente de poder. La mejor manera de incrementar la confianza interna es tomar dos
decisiones: primero, decidir que lo que quieres creer es cierto, y segundo, decidir no
dudar nunca de la primera decisión.
La confianza aumenta la eficacia: 1) reduciendo el efecto inhibidor que el miedo
tiene sobre tus aptitudes y capacidades, y 2) estimulándote para estar atento a las
oportunidades. Es aquí donde algunas personas suelen plantearse un par de
preguntas. Aunque ya las he mencionado, las repito a modo de recordatorio.
«¿Qué pasa si uno tiene excesiva confianza?», se preguntarán algunos. No creo
que exista algo así. Lo que la gente llama exceso de confianza es realmente
arrogancia ocultando miedo. Otros se preguntarán: «¿Qué pasa si uno espera
demasiado y sufre una decepción?» Veamos, la decepción es, en realidad, la
experiencia de sentirse mal porque algo no ha salido como querías, así que una
solución es esperar que todo salga mal y luego quizá llevarse una sorpresa agradable
cuando de vez en cuando pasa algo bueno. Sin embargo, ésa es una manera bastante
triste de vivir, y es demasiado fácil caer en el hábito de hacer que incluso las cosas
buenas parezcan malas cuando pasan. Otra solución es entrenarte para no tener
expectativas, pero eso se convierte en no tener ningún propósito, objetivo ni plan, lo
cual puede que esté bien para un chico que se pasa el día haciendo surf en la playa o
para un místico, pero no para ti y para mí. Un enfoque más útil es atreverte a tener
grandes expectativas, pero sabiendo que el que no todo salga como quieres es sólo
uno de los riesgos que tiene la vida.
Al igual que la motivación, la confianza es uno de los ingredientes necesarios en
la receta de la eficacia.
Concentración
La concentración es lo que mantiene nuestra energía física, emocional y mental
moviéndose en una dirección el tiempo suficiente para surtir efecto. Cuanto más dure
la concentración, más potentes serán los efectos. Sin la suficiente concentración,
todo tiempo es poco para acabar un trabajo o todas las horas son pocas para acabar
un juego; no mantienes un deseo el tiempo suficiente para superar los baches, y no
piensas lo bastante largamente para solucionar un problema o desarrollar una idea
nueva. Lo que llamamos falta de concentración es una serie de oleadas de
concentración en cosas distintas o una concentración prolongada en algo diferente a
aquello en lo que creemos o creen otros que deberíamos concentrarnos.
En ocasiones, cuando entro en mi despacho me abruma la cantidad de cosas que
compiten por mi atención y, si me dedico a desviarla de una cosa a otra, no rindo
mucho. Una técnica que empleo para ayudarme a concentrarme es apilar todo en un
gran montón y luego empezar a sacar papel por papel. Por otra parte, a mis hijos de
pequeños se les daba muy bien concentrarse largamente en jugar o ver la televisión
cuando yo creía que deberían estar concentrados en otras tareas o deberes. En honor
a la verdad, mi mujer ha aprendido que cuando estoy leyendo una novela es mejor
que no dé por sentado que mis respuestas significan que he oído lo que me ha dicho.
La concentración puede ser fácil o difícil, dependiendo de si es natural o forzada.
La concentración natural se produce cuando participas en algo que te parece ameno,
interesante o importante (cualquier actividad que actualmente satisfaga tus
necesidades sentidas de ser, hacer o tener). Si te gusta mucho el deporte, entonces
concentrarse en ver o jugar un partido es fácil. Si tu afición es criar caballos,
entonces leer un libro o acudir a una conferencia sobre su cuidado y amaestramiento
es fácil.
La concentración forzada es lo que tienes que usar cuando lo que estás haciendo
no te resulta especialmente ameno, interesante ni importante, pero aun así tienes que
hacerlo. Muchos niños ponen los deberes en esta categoría, como hacen muchos
adultos con la preparación de la declaración de la renta. Pero como ninguna acción
se lleva a cabo sin alguna clase de motivación, la concentración forzada sólo es
eficaz si contiene la promesa o expectativa de alguna especie de premio o castigo
más allá de la tarea en cuestión. Y el premio (la promesa de placer, de beneficio o
de satisfacción de alguna necesidad sentida) siempre produce un esfuerzo más
fecundo que el miedo al castigo. La gente hará lo mínimo posible para minimizar el
castigo y lo máximo posible para maximizar el premio. Si tienes que hacer algo
porque, de lo contrario, te castigarán, es poco probable que te esfuerces al máximo.
Supongamos que eres un adolescente y te han dicho que limpies tu habitación o no
te darán la paga. No sería de extrañar que lo único que hicieras fuese echar la colcha
por encima de la cama y estirarla un poco para que pareciera hecha, amontonar la
ropa y meter la mayoría de los cachivaches en el armario. Pero si te dijeran que
limpiaras tu cuarto porque los vecinos van a venir a ver la casa y les acompañará su
atractiva hija adolescente, tampoco sería de extrañar que aspiraras, fregaras,
doblaras, abrillantaras, limpiaras y ordenaras hasta que tu habitación fuese digna de
salir en la revista Better Homes and Gardens.
Por consiguiente, la mejor manera de aumentar la concentración es hacer que el
objeto de dicha concentración sea más ameno, interesante o importante, o que el
premio por llevarlo a cabo sea más eficaz a la hora de satisfacer una necesidad
sentida. Concentrarse en aprender a tocar el piano es fácil si te gusta hacer música;
concentrarse en una partida de ajedrez es fácil si te fascina definir estrategias;
concentrarse en lo que tiene que decir un profesor es fácil si valoras la información,
y concentrarse en ganar dinero es fácil si deseas con todas tus fuerzas ir a Hawái.
Resistencia
En la Fórmula Maestra del éxito hay que restar la resistencia del resto de factores
coadyuvantes. Todo cambio produce también una resistencia a ese cambio. Parece
que la Ley de la Inercia (por la que un objeto en reposo tiende a resistirse al
movimiento, mientras que un objeto en movimiento tiende a resistirse a que lo
detengan o muevan en otra dirección) no sólo se aplica al reino de la física clásica,
sino también a las áreas del comportamiento físico, emocional y mental.
Por decirlo de otro modo, los hábitos existentes tienden a mantenerse. Esto es
magnífico y sumamente útil siempre y cuando sean beneficiosos. Es bueno que
nuestro corazón y nuestros pulmones tengan el hábito de latir y respirar, y que
nuestros hábitos lingüísticos y estrategias de supervivencia se mantengan día a día.
Pero si nuestro corazón late demasiado rápido, si la respiración de nuestros
pulmones es demasiado superficial, nuestro lenguaje inapropiado y nuestras
estrategias de supervivencia inadecuadas, entonces hay que hacer cambios, aunque
no sea fácil. Sin embargo, si podemos encontrar la manera de reducir la resistencia,
el cambio, en forma de movimiento hacia una eficacia mayor, será más fácil.
Hay cuatro factores principales operando en nuestras vidas que reducen nuestra
felicidad al causar resistencia a incrementar la motivación, la concentración y la
confianza (que son los factores clave del éxito). Los factores de la resistencia son el
Miedo, la Infelicidad, la Duda y el Estrés. Yo los llamo FUDS, acrónimo que es
resultado de unir la letra inicial de cada uno de estos términos en inglés (Fear,
Unhappiness, Doubt y Stress), y pueden operar por separado o conjuntamente. Deja
que me explique:
haber esfuerzo».
Al igual que el miedo, la esperanza tiene sus orígenes en el recuerdo y la fantasía.
En el miedo, seleccionamos el dolor y el fracaso del almacén de la memoria y los
proyectamos en un futuro soñado. En la esperanza, usamos el mismo proceso para
seleccionar el placer y el éxito de los recuerdos y proyectarlos en otro futuro
soñado. Es útil tener en cuenta que cualquier pensamiento que tengamos sobre el
futuro sólo es una fantasía hasta que la fantasía se convierta en realidad presente, con
o sin nuestra ayuda. En términos prácticos: si, sea como sea, tus expectativas futuras
son fantasías, ¿por qué no hacer que sean buenas?
Con el Estrés (incluida toda forma de tensión por estrés físico, emocional y mental)
nos hemos ido familiarizando más a través de los estudios que lo relacionan con
problemas sociales, de salud y de aprendizaje. Éstos ponen el acento en el estrés
excesivo, porque el único estado totalmente libre de estrés se llama muerte.
Necesitamos el estrés para vivir y crecer, pero en exceso obstaculiza este proceso.
El estrés excesivo, que se traduce en una tensión excesiva, nace de la resistencia
excesiva a la gente, a los acontecimientos y a las circunstancias. La mayoría de las
personas cree que el estrés viene de fuera, que es culpa de otra persona o que es
fruto de las circunstancias. La realidad es que todo nuestro estrés sale de nosotros
mismos. La gente y los acontecimientos producen situaciones a las que tenemos que
hacer frente. El estrés se da únicamente en la medida en que oponemos resistencia a
esas situaciones. Si alguien se enfada conmigo y a mí no me importa, no me
estresaré. Pero si estoy disgustado o reactivo al enfado, me tensaré física, mental y
emocionalmente. El estrés viene de una reacción interna que causa toda clase de
tensiones y reduce la eficacia cuando se vuelve excesivo.
El factor de retroalimentación
Lógicamente, hay una retroalimentación constante entre todas las partes de la
fórmula, igual que en matemáticas. Una de las formas de retroalimentación ya la he
comentado: que la eficacia aumenta conforme la motivación, la confianza y la
concentración aumentan y la resistencia disminuye.
Sin embargo, también es cierto que la motivación, la confianza y la concentración
aumentan y la resistencia disminuye conforme nuestra eficacia aumenta. En otras
palabras, triunfar fomenta precisamente los factores que producen el éxito al tiempo
que ahuyenta los factores en contra. De modo que al reconocer todos tus triunfos o
éxitos, por pequeños que sean, agudizas tu capacidad de triunfar con más asiduidad.
Además, siempre que aumentas tu motivación, contribuyes a aumentar tu confianza
y concentración; cuando incrementas tu confianza, tu motivación y concentración
aumentan, y cuando desarrollas tu capacidad de concentración, la motivación y la
confianza también aumentan. Y entretanto los FUDS se debilitan cada vez más. Ésta
es la senda del éxito.
Para describir la Fórmula Maestra y los elementos que la componen, he tenido que
emplear un montón de palabras. Después de leerla, sin embargo, lo único que tienes
que hacer es imprimir o escribir la fórmula en el dorso de una tarjeta de visita o un
trozo de papel y ponerla donde puedas verla de vez en cuando. En cuanto te sepas la
fórmula, ponerla en práctica se convertirá simplemente en una cuestión de disciplina
y dedicación. Si ocasionalmente reflexionas sobre ella, creo que te sorprenderá la
gran cantidad de información sobre la fórmula y la sabiduría de huna que volverá a
ti en momentos de necesidad.
Y ahora ya sabes algo de Ka Huna, la sabiduría o secreto ancestral de convertir el
conocimiento interno en éxito externo. Espero que a lo largo del libro hayas ido
viendo que huna no es un conjunto de técnicas ni una lista de normas, sino una forma
de percibir el mundo. Una vez que abrazas el espíritu de huna, plasmado en sus siete
principios, toda tu actitud cambia, tu amor y poder aumentan y la vida se convierte en
una aventura llena de alegría y armonía.
Acabaré con una cita de un hombre que vivió una vida llena del espíritu de aloha.
Aunque no era hawaiano, amaba las islas y las visitó muchas veces.
Ka’ahumanu (1768-1832)
La esposa favorita de Kamehameha el Grande
Ka’ahumanu fue la esposa más joven y favorita de Kamehameha el Grande, y lo
animó en sus esfuerzos para unificar el archipiélago de Hawái. Cuando el anciano
rey murió, ella anunció al reino que el último deseo del rey había sido nombrarla
reina regente del trono (una especie de primera ministra). Fue tal su carisma que
mantuvo el control del reino sin opositores desde 1819 hasta 1832 e incluso nombró
sucesora a Kinau, hija de otra esposa de Kamehameha I. Como abanderada de los
derechos de la mujer y firme defensora de la unidad hawaiana, personificó el mana,
o poder personal.
Lili’uokalani (1838-1917)
La última reina de Hawái
Fue su amor intenso por el archipiélago de Hawái y su pueblo lo que llevó a la
última reina de Hawái, Lili’uokalani, a abdicar del trono bajo protesta, en lugar de
permitir el derramamiento de sangre cuando una fuerza armada, respaldada por el
ejército norteamericano, asumió el gobierno en 1893. Escribió su opinión personal
sobre el derrocamiento del gobierno, lo que la convirtió en la primera escritora
hawaiana nativa. Es recordada por su espíritu de aloha, expresado en sus acciones
en defensa del pueblo hawaiano, y por sus canciones de amor, de las cuales la
famosa Aloha ‘Oe aún se canta en miles de reuniones populares.
Glosario
Editor original: Atria Books – A Division of Simon & Schuster, Inc., New York
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