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VOLUNTAD GENERAL

Para Roseau la voluntad general está constituida por un conjunto de igualdades particulares
y generales las cuales garantizan el bienestar y el éxito del Estado. En esta voluntad cada
persona que lo constituya lucha por un mismo fin, para lo cual ponen en juego todas sus
facultades. Esta forma de actuar defiende, evidentemente, un interés colectivo desterrando
cualquier forma particular que vaya en contra de este principio. El interés colectivo se
constituye En el objetivo principal de esta voluntad, por lo cual en pleno ejercicio de esta
voluntad está constituida para garantizar un estilo de vida en el que la tranquilidad surja a
raíz de la vivencia plena de la equidad en un grupo social (Estado). Roseau presenta una
distinción entre la voluntad de todos y la voluntad general. la primera busca el interés
privado y no es sino una suma de voluntades particulares. En cambio, la otra busca el bien
o interés común. Es fundamental dejar en claro, que la voluntad general no implica caer en
una complacencia de todos los intereses particulares; al contrario, la voluntad general debe
precautelar el reconocimiento del bien común.

SOBERANÍA

La soberanía; de acuerdo con Rousseau, se constituye en aquel cuerpo político cuyo


resultado se obtiene de aquel dialogo especifico entre la soberanía de un lugar y la realidad
que acontece. En este sentido, la soberanía en su justa medida llega a cumplirse de acuerdo
con el ejercicio pleno de la voluntad general, por ello es imprescindible dejar claro que no
se puede caer en contradicción con respecto a los principios tanto de la voluntad general
como de la soberanía. en relación con eso la soberanía es inalienable como indivisible. El
soberano, en tanto que ser colectivo, no puede ser más que él mismo, por lo que no puede
enajenar la soberanía y es indivisible porque de no serlo no habría voluntad general, sino
voluntades particulares.

RELIGIÓN CIVIL
El último capítulo del contrato social, Rousseau, lo titula de la religión civil que es la
religión del ciudadano. El nos dice que cada individuo puede tener las opiniones que le
plazcan y que lo más importante de la religión es extender los lazos de la sociabilidad, el
bien común. En este sentido, la labor de un “legislador no empieza por redactar leyes
buenas en sí mismas, sino que examina, si el pueblo al que las destina es apto para
soportarlas.” Por eso lo que importa en las leyes es su observancia. En conclusión, el hecho
que se cumpla, nos dice Rousseau “que no se graba ni en el mármol ni en el bronce, sino en
los corazones de los ciudadanos”

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