Está en la página 1de 11

1

DETERMINANTES DE LA ACTIVIDAD

FÍSICA DEL NIÑO

Gerardo Rodríguez Martínez


Luis A. Moreno Aznar (*)
Jesús Fleta Zaragozano(*)
Antonio Sarría Chueca

Departamento de Pediatría, Radiología y Medicina Física. (*)Escuela


Universitaria de Ciencias de la Salud.
Universidad de Zaragoza.

Dirección correspondencia:
Gerardo Rodríguez Martínez
Departamento de Pediatría, Facultad de Medicina.
Avda Domingo Miral s/n, 50009 Zaragoza.
E-mail: gereva@comz.org
2

Existe cierta confusión o tendencia a un uso indistinto de tres conceptos que son

enteramente diferentes: actividad física, ejercicio físico y capacidad física. El gasto

energético producido por la actividad física (GEAF) es el que se emplea para realizar

una serie de actividades o comportamientos que implican movimiento corporal, o sea,

actividad del músculo esquelético. El ejercicio físico propiamente dicho es una

subcategoría de la actividad física y supone una acción planeada, estructurada,

repetitiva y a menudo realizada para mejorar o mantener alguno de los componentes

de la capacidad física: capacidad cardiorespiratoria, capacidad de resistencia, etc.

(1,2).

En el presente artículo se revisan los trabajos más interesantes en relación con

los factores que determinan la calidad y cantidad de actividad física realizada por los

niños y adolescentes. El conocimiento de todos estos determinantes es necesario en

cualquier programa de intervención que pretenda modificar los hábitos de actividad

física de la población infantil como medida preventiva de futuras alteraciones

plurimetabólicas.

Actividad física

Entre los determinantes que influyen en la cantidad de GEAF de niños y

adolescentes, el sexo es uno de los más importantes. Según recoge habitualmente la

literatura médica, los niños y adolescentes varones presentan unos valores de

actividad física significativamente mayores que los del sexo femenino (1,3).
3

La mayor parte de los estudios objetivos utilizan como método para la valoración

de la actividad física la monitorización cardiaca continua. En individuos jóvenes,

mediante ejercicio controlado sobre un ergómetro, se sabía que caminar

enérgicamente (actividad física moderada) era equivalente a un ritmo cardiaco estable

de 140 latidos por minuto y correr a un ritmo de 7 km/h (actividad física vigorosa) era

equivalente a unos 160 latidos por minuto (4). Una de las líneas de trabajo más

interesantes es la del grupo de Armstrong que monitorizaron el ritmo cardiaco de 743

niños y niñas de 10 a 16 años durante 3 días normales de la semana (1,5-8). En este

estudio, los niños empleaban más porcentaje de su tiempo (7,7%) a ritmos cardiacos

superiores a 139 latidos por minuto que las niñas (5,9%). Así mismo, la actividad física

estimada en las niñas estaba correlacionada negativamente con la edad, pero en niños

no, aunque la tendencia en estos últimos era a disminuir paulatinamente. En el fin de

semana, el tiempo empleado en realizar actividad física era menor. En el mismo grupo

de niños también se determinó el número de periodos de 5, 10, y 20 minutos en los

cuales el ritmo cardiaco había permanecido por encima de 139 latidos por minuto y/o

por encima de 159 latidos por minuto (1,5-8). El 63% de las niñas y el 82% de los niños

experimentaron diariamente algún periodo con un ritmo cardiaco por encima de 140

latidos por minuto. El 50% de las niñas y el 38% de los niños no experimentaron un

solo periodo de 10 min en los tres días con un ritmo cardiaco por encima de 140 latidos

por minuto. Finalmente, el 84% de las niñas y el 76% de los niños no experimentaron

un solo periodo de 20 min con una frecuencia cardiaca superior a 140 latidos por

minuto.

Experiencias parecidas y con la misma metodología han sido llevadas a cabo con

niños de 5 a 9 años en Estonia (9), Hong Kong (10), Singapur (11) e Inglaterra (8). En
4

todos los estudios aparecen datos similares aunque con algunos matices. El 51,5% de

las niñas de Singapur y el 20% de los niños no realizaron periodos de 10 minutos con

un ritmo cardiaco superior a 140 latidos por minuto. En Hong Kong eran un 86% y un

33% respectivamente los que no realizaban esos mismos periodos de actividad física.

Los niños estonios de 7 años de edad empleaban el 7,9% de su tiempo con un ritmo

cardiaco superior a los 140 latidos por minuto y no se encontraron diferencias entre

ambos sexos, mientras que los niños ingleses eran más activos que los estonios

(11,1% de su tiempo en niños y 8,7% en niñas), aunque era raro encontrar un solo

periodo sostenido de más de 10 minutos en el cual el ritmo cardiaco fuera superior a

140 latidos por minuto. En conclusión, los niños son más activos que las niñas y

generalmente ya en edades tempranas. Así mismo, los niños emplean más tiempo que

las niñas en la realización de actividades físicas vigorosas aunque los periodos de

ejercicio físico mantenido no son característicos de los patrones habituales de actividad

física en pediatría.

Por otro lado existe evidencia de una disminución de la actividad física en niñas a

partir de los 6,5-7 años de edad mientras que en los niños continúa aumentando hasta

la época prepuberal, esto significa un cambio en los hábitos femeninos de actividad

física que comienzan ya antes del periodo crítico de la pubertad (12). Sin embargo, ya

en la pubertad, no se han encontrado diferencias entre niñas y niños aunque sí que se

ha observado que los niños prepúberes son más activos que los púberes y post-

púberes (13). Las niñas comienzan a disminuir sus hábitos de actividad física antes

que los niños pero en la época puberal se igualan.


5

Otro determinante de la actividad física es el grado socioeconómico y el ambiente

familiar. Estudios realizados en nuestro entorno han mostrado que los niños de

categoría socioeconómica baja hacen menos ejercicio físico que los de alta (3,14). En

este mismo estudio se comprobó como las niñas con un nivel socioeconómico bajo

permanecen más horas frente al televisor que las de nivel socioeconómico alto.

También existe relación entre el grado de actividad de los padres y el de los hijos,

principalmente en el caso de la inactividad (15). Uno de los lemas que hay que

fomentar es: ‘¡Padres!. Si queréis que vuestro hijo no sea inactivo no lo seáis vosotros’.

Pero, ¿son suficientemente activos los niños y adolescentes?. En 1993, en un

consenso internacional sobre las pautas de actividad física para los adolescentes (16),

se dictaminaron dos recomendaciones:

1ª) Todos los adolescentes deben ser físicamente activos diariamente o casi a

diario, formando parte de juegos, deportes, trabajo, recreación, educación física

o ejercicio planeado, en el contexto de la familia, escuela y actividades de la

comunidad.

2ª) Los adolescentes deben emplear, en actividades que requieran niveles de

actividad física de moderada a vigorosa, al menos 20 min o más en tres

sesiones o más por semana.

Más recientemente, el Instituto Nacional de Salud de los Estados Unidos (17)

recomendó que todos los niños y adultos deberían plantearse una meta a largo plazo

consistente en acumular al menos 30 minutos o más de actividad física de moderada

intensidad la mayor parte de los días de la semana. Según Armstrong (1), parece ser

que la mayor parte de la gente joven satisface las recomendaciones, según se recoge
6

en los estudios realizados en diferentes puntos del planeta. Por otro lado, como se ha

visto anteriormente, los niños y adolescentes raramente ejecutan periodos de más de

20 minutos consecutivos de actividad física moderada a vigorosa (1,5-8). Depende

pues del criterio que se elija podremos definir a la misma población como sedentaria o

activa.

Capacidad física

La capacidad física (CF), por sí misma, es otro de los determinantes de la

actividad física en el niño y adolescente. Los determinantes de la capacidad física son

variados y merecen un apartado específico. La capacidad física depende a su vez de

las capacidades pulmonar, cardiovascular y de transporte-disponibilidad del oxígeno

hemático, así como de los mecanismos oxidativos del músculo durante el ejercicio. La

tasa máxima de consumo de oxígeno (VO2) que un individuo puede alcanzar durante la

realización de actividad física marca los límites de la capacidad máxima para realizar

ejercicio aeróbico. Esto último es reconocido como el mejor indicador aislado de

capacidad aeróbica en el adulto en la llamada meseta de VO2 durante una prueba de

ejercicio físico (18). También es sabido que la mayor parte de la población adolescente

puede realizar ejercicio físico hasta la extenuación sin demostrar una verdadera

meseta de VO2 (1). Por esta causa, en niños y adolescentes, el término apropiado y

que normalmente se usa como criterio para la valoración de la capacidad aeróbica es

el llamado pico máximo de VO2, o sea, el máximo pico de VO2 alcanzado durante una

prueba de ejercicio físico llevada hasta los límites de la resistencia individual (19).
7

El pico de VO2 depende de varios factores, entre ellos la edad, el tamaño

corporal, el grado de maduración y el tipo de ergómetro utilizado (bicicleta o cinta

rodante). En los estudios que se realizan al respecto deberá indicarse el tipo de

ergómetro ya que pueden existir diferencias de hasta un 7-9% en los valores de VO2

medidos (20).

El pico de VO2 aumenta clara, progresiva y linealmente con la edad en niños de 8

a 16 años (1,21). En niñas, los datos de diferentes estudios muestran un patrón similar

pero con una tendencia menos consistente y, a partir de los 13 años, el pico de VO2 no

aumenta o incluso disminuye (22,23). El pico de VO2 en niños es mayor que en niñas a

lo largo de las diferentes edades. Este hecho ha sido atribuido a que los niños poseen

mayor masa muscular, mayor concentración de hemoglobina y realizan habitualmente

mayor actividad física (19). Recientemente, una muestra de 164 preadolescentes de 11

años, ha revelado que el pico máximo de VO2 en niños es 22% mayor que en niñas,

siendo su tasa de hemoglobina, grasa subcutánea o grado de actividad física similares

en ambos grupos (24). Por ahora no existe razón alguna que explique de manera clara

estas diferencias en el pico de VO2 entre niños de diferentes sexos.

El pico de VO2 aumenta con el tamaño corporal. Cuando el pico de VO2 es

expresado en relación con la masa corporal (mL x kg-1 x min-1), permitiendo la

comparación entre ambos sexos y diferentes edades, se observan valores constantes

con media en aproximadamente 50 mL x kg-1 x min-1. En niñas, los valores muestran

una clara tendencia a disminuir cuando aumenta la edad, desde 45 mL x kg-1 x min-1 a

39 mL x kg-1 x min-1 aproximadamente (19). En niños, el valor del pico de VO2 con

relación a la masa corporal es generalmente constante (23), aunque existen trabajos


8

que indican pequeños incrementos o descensos en el valor de VO2/masa corporal en

niños entre 12 y 14 años (23,25).

Además de la edad cronológica, los cambios fisiológicos que ocurren en los

diferentes periodos madurativos pueden también modificar el pico de VO2. Si se utiliza

la edad ósea como indicador de madurez, el incremento del pico de VO2 observado

cuando lo hace la edad ósea es el correspondiente al propio aumento del tamaño

corporal, siendo este indicador de poca importancia (26). Sin embargo, tanto en niños

como en niñas, se ha demostrado un efecto madurativo significativo del estadio de

Tanner sobre el pico de VO2 que, independientemente de la edad y de la masa

corporal, provoca aumentos del pico de VO2 (1,27).


9

REFERENCIAS

1. Armstrong N. Physical fitness and physical activity during childhood and

adolescence. En: Chan KM, Micheli LJ, eds. Sports and health in children.

Baltimore: Williams and Wilkins, 1998: 50-75.

2. Casperson CJ, Powell K, Christenson G. Physical activity, exercise and physical

fitness: definitions and distinctions of health related research. Public Health Reports

1985; 100: 126-131.

3. Mur L, Fleta J, Garagorri JM, Moreno LA, Bueno M. Actividad física y ocio en

jóvenes. I: Influencia del nivel socioeconómico. An Esp Pediatr 1997; 46: 119-

125.

4. Armstrong N, Balding J, Gentle P, Kirby B. Estimation of coronary risk factors in

British schoolchildren: a preliminary report. Br J Sports Med 1990; 24: 61-66.

5. Armstrong N, Bray S. Physical activity patterns defined by continuous heart rate

monitoring. Arch Dis Child 1991; 66: 245-247.

6. Armstrong N, Bray S. Primary schoolchildren's physical activity patterns during

Autumn and Summer. Bulletin of Physical Education 1990; 26: 23-26.

7. McManus A, Armstrong N. Patterns of physical activity among primary

schoolchildren. En: Ring FJ, ed. Children in sport. Bath: University Press, 1995; 17-

23.

8. Welsman J, Armstrong N. Physical activity patterns of 5-to-11-year-old children. En:

Armstrong N, Kirby BJ, Welsman JR, eds. Children and exercise XIX. London:

Spon, 1997; 139-144.

9. Sallo M, Silla R. Physical activity with moderate to vigorous intensity in preschool

and first grade schoolchildren. Pediatr Exerc Sci 1997; 9: 44-54.


10

10. McManus A, Armstrong N. The physical activity patterns of boys and girls. En:

McFarlane DJ, ed. Gender issues in sport and exercise. Hong Kong: University

Press, 1997: 36-39.

11. Gilbey H, Gilbey M. The physical activity of Singapore primary school children as

estimated by heart rate monitoring. Pediatr Exerc Sci 1995; 7: 26-35.

12. Goran MI, Gower BA, Nagy TR, Johnson RK. Developmental changes in energy

expenditure and physical activity in children: Evidence for a decline in physical

activity in girls before puberty. Pediatrics 1998; 101: 887-891.

13. Janz KF, Golden JC, Hansen JR, Mahoney LT. Heart rate monitoring of physical

activity in children and adolescents: the Muscatine study. Pediatrics 1992; 89: 256-

261.

14. Mur L, Fleta J, Garagorri JM, Moreno LA, Bueno M. Ejercicio físico en jóvenes

zaragozanos. Rev Esp Pediatr 1994; 50: 253-257.

15. Fogelholm M, Nuutinen O, Pasanen M, Myöhänen E, Säätelä T. Parent-child

relationship of physical activity patterns and obesity. Int J Obes 1999; 23: 1262-

1268.

16. Sallis JF, Patrick K, Long BJ. Overview of the International Consensus Conference

on Physical Activity Guidelines for Adolescents. Pediatr Exerc Sci 1994; 6: 299-302.

17. NIH Consensus Development Panel on Physical Activity and Cardiovascular Health.

Physical activity and cardiovascular health. JAMA 1996; 276: 241-246.

18. Astrand PO, Rodahl K. Textbook of work physiology. New York: McGraw-Hill, 1986.

19. Armstrong N, Welsman JR. Assessment and interpretation of aerobic fitness in

children and adolescents. Med Sci Sports Exerc 1994; 22: 435-476.
11

20. Boileau RA, Bonen A, Heyward VH, Massey BH. Maximal aerobic capacity on the

treadmill and bicycle ergometer of boys 11 to 14 years of age. J Sports Med

Physical Fitn 1977; 17: 153-162.

21. Cunningham DA, Paterson DH, Blimkie CJ, Donner AP. Development of

cardiorespiratory function in circumpuberal boys: a longitudinal study. J Appl Phys

1984; 56: 302-307.

22. Nagawa A, Ishiko T. Assessment of aerobic capacity with special reference to sex

and age of junior and senior high school students in Japan. Jap J Phys 1970; 20:

118-129.

23. Rutenfranz J, Andersen KL, Seliger V, Klimmer F, Berndt I, Ruppel M. Máximum

aerobic power and body composition during the puberty growth period: similarities

and differences between children of two European countries. Eur J Pediatr 1981;

136: 123-133.

24. Armstrong N, Kirby BJ, McManus AM, Welsman JR. Aerobic fitness of

prepubescent children. Ann Hum Biol 1995; 22: 427-441.

25. Sprynarova S, Parizkova J, Bunc V. Relationships between body dimensions and

resting and working oxigen consumption in boys aged 11 to 18 years. Eur J Appl

Physiol 1987; 56: 25-736.

26. Shephard RJ, Lavallee H, Jequier JC, et al. Seasonal differences in aerobic power.

En: Shephard RJ, Lavalee H, eds. Physical fitness assessment-principles, practice

and application. Springfield Illinois: Thomas, 1978: 194-210.

27. Armstrong N, Kirby BJ, Welsman JR. Peak VO2 oxygen uptake and maturation. Med

Sci Sports Exerc 1998; 30: 165-169.

También podría gustarte