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Resumen preparado para el XII Congreso Nacional de Ciencia Política,

organizado por la Sociedad Argentina de Análisis Político y la Universidad


Nacional de Cuyo, Ciudad de Mendoza, 12 al 15 de agosto de 2015

Título de la ponencia:
“La noción de ‘Política’: un recorrido histórico desde sus primeras
concepciones hasta el surgimiento de una ciencia autónoma”

Autor:
Juan Cruz Vazquez - Universidad de Buenos Aires / Universidad de Belgrano
E-mail: juancruzvazquez@yahoo.com.ar / juancruzvazquez.cp@gmail.com

Área temática: Desarrollo, Enseñanza y Metodología de la Ciencia Política


Subárea temática 1: Enseñanza y didáctica de la ciencia política
Subárea temática 2: El estado actual de la ciencia política: desarrollo y perspectivas

1
La noción de “Política”: un recorrido histórico desde sus primeras
concepciones hasta el surgimiento de una ciencia autónoma

Magíster Juan Cruz Vazquez


Docente UBA y UB

El presente escrito tiene como objetivo aproximar al lector las nociones básicas sobre el
término “política”, por un lado; e invitarlo, por otro, a efectuar un recorrido por la
evolución del concepto mismo a través de la historia: viendo sus orígenes, el cambio de su
significado y alcance en cada época, y la paulatina autonomía que va logrando el término y
su esfera de acción, haciendo a un objeto de estudio propio y a un campo de estudio y
esfera de conocimiento específicos que abrirán las puertas para la constitución de una
disciplina social científica distintiva, la “ciencia política”.
En esta bella tarea toca entonces tratar de aproximarse a la idea de política (un concepto por
demás elusivo y escurridizo) y responder lo más cercanamente posible a la pregunta ¿qué es
la política?, para después pasar a explicar qué antecedentes existen en occidente sobre su
estudio, y cómo éstos -con el correr del tiempo- alumbrarán una disciplina científica
específica que la analiza y que busca brindar aportes como tal.
En estas pocas páginas, entonces, emprenderemos la tarea.

1.- El hombre como “Animal Político”: sociedad, dominación y poder


Immanuel Kant, un filósofo alemán trascendental en su pensamiento, escribió algo por
demás curioso: decía que el ser humano era, de cierta manera, un “huérfano de la
naturaleza”.1 Y lo decía porque notaba que, mientras los demás seres vivos estaban
determinados íntegramente de manera biológica, la raza humana no lo estaba.
Hasta donde se sabe, las hormigas y las abejas están determinadas enteramente de manera
biológica: tanto en su morfología como en las acciones que llevan a cabo. En colonias de
millones de hormigas y abejas, cada una de ellas tiene su función individual que hace al
todo general (el hormiguero o la colmena, según sea el caso) y cumple esa función de

1
Ésa es la tesis inicial de sus fantásticos escritos “Idea de una historia universal en sentido cosmopolita”
(1784) y “Comienzo presunto de la Historia Humana” (1786), compilados en su obra Filosofía de la Historia.

2
manera “naturalmente automática”, es decir: determinada biológicamente. Nunca se han
visto revoluciones en colmenas que derrocan a la “abeja reina” por estar disconformes de su
“reinado”, ni tampoco se registraron casos de colonias de hormigas que organicen
votaciones para elegir a sus mandatarios. Sí suceden casos de colonias de hormigas que
pelean entre sí por un territorio, colmenas que emprenden batallas campales contra sus
depredadores naturales, y las -más conocidas- peleas dentro de manadas (de distintos
mamíferos) por determinar quién es el líder de la manada o “macho alfa”. 2 Pero ninguno de
estos casos -y tantos otros que podrían enumerarse- se aproximan remotamente a la
complejidad de las relaciones humanas cuando se habla de política en grupos,
comunidades, sociedades o civilizaciones conformadas por hombres.
¿Y por qué esta distinción, esta diferencia brutal? Porque para Kant el hombre es un
“huérfano de la naturaleza”: fue concebido por ella y comparte las propiedades biológicas
de los demás seres vivos, pero pareciera que la naturaleza “lo abandonó” al no dotarle de
una función biológica precisa más allá de la mera reproducción de la especie. En otras
palabras: el hombre, a diferencia de los demás seres vivos, tiene conciencia de sí y
capacidad para interrogarse el sentido de su existencia, ese ¿para qué estamos aquí? ¿cuál
es el sentido de todo? ¿hacia donde debemos ir?... pareciera que justamente allí, la
naturaleza “dejó al hombre” en su libre albedrío y no lo determinó biológicamente en su
pensamiento y acciones.3
Al ser siempre un horizonte abierto de elecciones a realizar, y al no estar condicionado por
mandatos biológicos, el hombre debe organizarse por sí mismo y a su mejor parecer con sus
semejantes: no hay reglas naturales incorporadas ni a seguir. Y ése es el punto de partida
del desafío (y problema político!) humano, puesto que los hombres son seres sociales por
naturaleza: un sujeto no puede sobrevivir por sí mismo, necesita a los demás para crecer,
desarrollarse, evolucionar y reproducirse. El ámbito para ello es la conformación de un
colectivo grupal: la constitución de la sociedad y, para eso, no hay reglas “naturales”.
2
De hecho, denominaciones como abeja “reina”, luchas por “liderazgo” de la manada, “colonia” de hormigas
son términos humanos para describir -desde la nuestra propia mirada- los diversos ecosistemas que nos
rodean. Y, al explicarlos en sus organizaciones y conductas, nuestros ojos “humanizan” un poco a los demás
seres vivos… como si la soledad propia de lo humano pidiera siempre una compañía al nombrar lo que le
rodea.
3
Kant escribirá, casi paternalmente, que en verdad la naturaleza tiene un designio secreto para el hombre: y
que para que la humanidad cumpla su papel en el mundo el hombre no debe estar determinado
biológicamente, vagando por la historia hasta encontrar el sentido de sí mismo que la naturaleza escondió,
adrede, para que pueda -finalmente- realizarse y cumplir su mandato natural.

3
Se trata entonces de que los hombres construyan su sociedad: una suerte de “colmena
humana”, pero sin ninguna instrucción o manual de cómo debe hacerse ni qué rol le toca a
cada sujeto dentro de ella. Y esa sociedad, sea cual fuere su estructura, necesita -para que
efectivamente funcione- un orden, una organización que asegure su funcionamiento, un
establecimiento sólido de roles grupales para cada uno de sus miembros, una cohesión o
identidad como “nosotros” que aglutine las personas en “esa” sociedad, un sentido
colectivo que dote de propósito a ese conjunto de seres humanos y una integración tal que
haga posible la convivencia pacífica y lo más armoniosa posible de cientos, miles o
millones de personas.
Todo lo anteriormente dicho solamente puede llevarse a cabo si hay un respaldo último y
total en esa construcción: el poder.
Y a no pecar de ingenuo: toda sociedad, en cualquier lugar y época, no fue o es más que un
sistema de dominación colectiva, construido mancomunadamente para hacer posible la
convivencia de las personas a pesar de sus aspiraciones y deseos individuales. Y es que, tal
como refiriera el pensador francés Jean-Jacques Rousseau, el humano tiene como esencia
una “insociable sociabilidad”: es un ser sociable pero -justamente por no estar determinado
biológicamente (esa “orfandad” que refiere Kant)- se torna insociable a la hora de
organizarse colectivamente, y requiere de un sistema de dominación para asegurar el
funcionamiento de un sistema social que lo contenga y le permita subsistir y desarrollarse
como especie.4
Si se habla de un sistema de dominación, de la constitución de una comunidad o una
sociedad de hombres, se habla necesariamente de Poder: la piedra angular para la
construcción de cualquier orden humano, puesto que resulta el elemento que impone un
orden, lo hace valer (mientras pueda), y se convierte en el centro decisorio colectivo de las
diferencias y pujas internas dentro de la sociedad que se encuentra regulando.
Pero ¿cómo puede definirse el “Poder”? El concepto mismo es tan amplio, intenso y
potente (al fin de cuentas, tan humano…) que ninguna definición llega a explicarlo
acabadamente: pueden ensayarse aproximaciones a él desde distintas perspectivas

4
Ese sistema de dominación estará enraizado en y emanará desde toda una Cultura específica (de cada
sociedad), tal como queda ejemplificado en el escrito El malestar en la Cultura (1930) de Sigmund Freud, y
en toda la obra de Michel Foucault (especialmente en sus escritos Historia de la locura en la época clásica;
El nacimiento de la clínica; Historia de la sexualidad; y Vigilar y Castigar; entre las más ilustrativas al
respecto).

4
disciplinares, diversas miradas y múltiples explicaciones, pero finalmente -y evocando al
poeta Juarroz- al intentar retratarlo con palabras siempre quedará un marco vacio en donde
ningún paisaje se agota a la mirada, donde siempre faltarán palabras para terminar de
explicar algo que nunca acaba de explicarse.
Max Weber, un pensador alemán esencial de la modernidad, cristalizó toda una
concepción acerca del “Poder” que sigue -aún hoy- siendo la más utilizada y respetada.
Weber concibe el Poder como una relación social asimétrica, en donde alguien manda y
alguien obedece, más concretamente: el Poder para Weber implica la “…probabilidad de
imponer la propia voluntad dentro de una relación social, aún contra toda resistencia y
cualquiera que sea el fundamento de esa probabilidad”. 5
Desbrozando un poco el concepto, como un modelo para armar, se ve -analizando las
piezas- lo siguiente:

- Se trata de una “relación social” porque ocurre entre dos o más sujetos (decenas, cientos,
miles y millones). El Poder no puede ejercerse en soledad (la política, por ende, tampoco),
siempre se ejerce respecto a un “otro”, un tercero o terceros que no son los que lo ejercen,
sino los que obedecen. El poder, en este sentido, es una “capacidad” (se “tiene” o “no se
tiene” “capacidad” de ejercerlo) “relacional” (puesto que, como se dijo, se ejerce siempre
en una relación de dos o más personas).
- Esta relación social es “asimétrica” porque el poder no se ejerce en condiciones de
igualdad ni paridad de condiciones: un sujeto tiene poder “sobre” alguien o “sobre” algo
(un situación o un grupo de sujetos específicos, por ejemplo). De esta manera, el poder es
asimétrico, alguien está por encima de alguien: quien da una orden se encuentra “arriba”
(“por sobre”) un conjunto de personas, y éstas acatan dicha orden. 6
- Esta relación social asimétrica tiene, como corazón que late constantemente dándole vida,
una “lógica de mando-obediencia”. El Poder supone siempre la impartición de un

5
Weber, Max (1999): Economía y Sociedad. Esbozo de sociología comprensiva. México: editorial Fondo de
Cultura Económica, página 43.
6
Si se repara -por un momento- en el trascurrir cotidiano de la sociedad en la que se vive, se notará que toda
institución social estructurada y respaldada por el Poder mostrará -indefectiblemente- una asimetría: un orden
vertical (un país, una provincia, un municipio, una escuela, una comisaría, un hospital, etc.).

5
mandato que es acatado: una acción que es concebida y dirigida por otro que no es el
sujeto mismo que la realiza.7
- El Poder se ejerce “aún contra toda resistencia” ya que, si se tiene poder, nada puede
contrarrestar el mandato o la voluntad impuesta a otro, especialmente “el otro” mismo que
acata la orden sin resistencia o consideración alguna. En este sentido, el poder ejercido es
“efectivo”: lleva a cabo -logra- su objetivo o cometido (contra cualquier resistencia).

Recomponiendo el concepto en cada una de sus piezas, y esquematizándolo para


observarlas gráficamente, se logra el boceto plasmado a continuación:

Esquema 1 – Definición (esquematizada) de “Poder” según Max Weber

Sujeto/s A ASIMETRÍA (verticalismo)


MANDO
CONTRA CUALQUIER RESISTENCIA

Acatan en
actitud o acción
la orden de “A”
Sujeto/s B
OBEDIENCIA

RELACIÓN SOCIAL (entre dos o más sujetos)

Fuente: cuadro de elaboración propia en base a Weber (1999): Economía y Sociedad. Esbozo
de sociología comprensiva. México: editorial Fondo de Cultura Económica.

Recapitulando todo lo visto hasta este punto, se encuentra al hombre como un ser gregario
pero sin mandato natural predeterminado sobre cómo construir la convivencia con sus
pares y -mucho más allá- en grupos que pueden comprender desde pequeñas comunidades

7
Al respecto, resulta muy interesante traer a la mirada cercana el concepto de “obediencia” de Weber: la
Obediencia “… significa que la acción del que obedece transcurre como si el contenido del mandato se
hubiere convertido, por sí mismo, en máxima de su conducta; y eso únicamente en méritos de la relación
formal de obediencia, sin tener en cuenta la propia opinión sobre el valor o desvalor del mandato como tal”,
Weber, Max (1999): Economía y Sociedad. Esbozo de sociología comprensiva. México: editorial Fondo de
Cultura Económica, página 172.

6
hasta civilizaciones enteras: de allí que el sujeto se constituya (contrariamente al resto de la
naturaleza que le rodea) con una “sociable insociabilidad”. Ello plantea la constante porfía
del “cómo” construir, estructurar, dirigir y hacer perdurar las sociedades humanas:
necesarias para el desarrollo, persistencia, y evolución de las personas. Dicha construcción
y permanencia se logra con un núcleo de poder que dé vida y articule los distintos sectores
de una sociedad para que ésta no se desmiembre, creando para ello un sistema de
dominación eficaz que garantice lo colectivo por sobre lo individual y la unidad por sobre
la disgregación o disolución.
Esa constante porfía, que tiene como núcleo central al poder, se denomina “Política”. De
hecho, a modo introductorio y dejando de lado todas las definiciones y convenciones de
ilustres pensadores sobre el término, me tomaría el atrevimiento de esbozar una definición
propia de la Política, concibiéndola: “La constante porfía del ‘cómo’ estructurar el poder
en aras de construir, organizar, dirigir y hacer perdurar las sociedades humanas como
ámbitos de supervivencia, convivencia y desarrollo”.
Y es que la palabra misma, “Política”, proviene del término “Polis”: las Ciudades-Estado
griegas… primigenias y máximas referentes históricas de la organización social humana de
occidente.8 De ahí que se identifique “la política” con “el poder” en sociedades concebidas
como “esquemas de dominación” que posibilitan la convivencia y desarrollo colectivo de
sus miembros.9 Las Polis griegas fueron los primeros/principales ejemplos de constitución
de sociedades con grandes niveles de desarrollo en la historia occidente, y fue justamente
en ellas en donde surgieron grandes filósofos como Sócrates, Platón y Aristóteles, que
comenzaron a pensar al hombre, la sociedad y el poder en un ámbito y lógica colectivos.
Aristóteles, justamente, caracterizará al hombre como un “Zoon Politikón”: un “Animal
Político” (en su traducción del romanizado al castellano),10 ya que no concibe su desarrollo

8
Las Polis o Ciudades-Estado griegas fueron, para occidente, las primeras organizaciones territoriales
humanas reconocidas. Entre las Polis más conocidas pueden nombrarse a Atenas, Siracusa, Mikonos, Minos y
Esparta (Tucídides: filósofo, pensador y estratega griego fundacional, no concebía a Esparta como una Polis
por carecer de murallas, que sí detentaban el resto de las demás ciudades griegas). Con el paso de la historia,
vendrían posteriormente otras organizaciones territoriales como los Imperios, los Feudos y el Estado-Nación
moderno.
9
“Así, la política se torna una actividad ligada al uso de poder y su retención, centrada en la decisión con
efectos colectivos”. Vazquez, Juan Cruz y Bulcourf, Pablo (2004): “La ciencia política como profesión”, en
POSTData. Revista de Reflexión y Análisis Político, n° 10 / Diciembre de 2004. Buenos Aires: editado por
Grupo Interuniversitario POSTData; página 266.
10
“Al decir ‘animal político’, Aristóteles expresaba, pues, la concepción griega de la vida. Una concepción
que hacía de la polis la unidad constitutiva (indescomponible) y la dimensión completa (suprema) de la

7
pleno ni otra manera posible de vivir que en el seno de la Polis. 11 Tomando esta noción
aristotélica, puede decirse que -desde entonces- y ya alejado del significado original de
Polis, el hombre ha sido, desde siempre, un “Animal Político”: no puede vivir de otra
manera más que en un esquema de dominación social regulada por el poder.
De este modo es que la noción de “Política” deviene de “Polis”: primer (y muy exitoso)
gran ensayo reconocido de la organización social (colectiva) en la historia de occidente.
Pero atención con el siguiente detalle, que previene de la soberbia propia de occidente y de
una historia poco reflexionada para este rincón del mundo. Las Polis constituyeron las
organizaciones sociales:
- Primigenias y máximas referentes. Lo que significa que fueron una de las primeras
organizaciones sociales conocidas (registradas históricamente), pero no las únicas:
muchas otras organizaciones sociales surgieron antes que las Polis, pero éstas
últimas resultan las máximas referentes por el basamento y legado que dejarán
como componente de la tradición helénica y greco-romana, constituyendo así parte
de la “cuna” de la civilización occidental.
- Históricas. Lo que separa la “pre-historia” de la “historia” es la escritura, es decir:
los primeros registros escritos (en piedra, papiros, telas y papel) de lo ocurrido en
determinada época o punto en el tiempo. De la primera (prehistoria) se encarga
mayormente la Arqueología, mientras que de la segunda se ocupa la Historia como
disciplina de estudio. Dicho esto, cabe aclarar entonces que se toma a las Polis
como referencia dentro (ya) de la historia; dado que innumerables organizaciones
sociales humanas con un polo de poder fueron constituidas en la prehistoria (bajo la
figura de tribus y comunidades nómades y -posteriormente- sedentarias), mucho
antes de la aparición de las principales civilizaciones del Mediterráneo (griega,
fenicia, romana; entre las principales).

existencia (…) un hombre ‘no político’ era simplemente un ser inferior, un menos-que-hombre”, Sartori,
Giovanni (1992): La Política. Lógica y método en las ciencias sociales. México: editorial Fondo de Cultura
Económica; Página 203.
11
Los griegos se pensaban a sí mismos como la cúspide de la civilización humana, y las Polis como los
únicos ámbitos para lograr el desarrollo del máximo potencial del hombre. De allí que, para los griegos, el
ciudadano debía vivir “en y para la Polis”, dejando con ello en claro que la Polis venía antes que el sujeto, y
éste debía obrar constantemente para el perfeccionamiento de aquella. En este sentido, el peor castigo para un
ciudadano griego era el “ostracismo” (el exilio) antes que la muerte.

8
- De la organización humana de Occidente. Este punto es crucial, ya que las Polis se
cristalizan temporalmente mucho después de grandes civilizaciones de oriente,
como por ejemplo la China: que constituye una de las civilizaciones humanas más
antiguas con registros históricos (escritos) de gran precisión que datan de más de
3.500 años. Este señalamiento brinda una gran perspectiva, ya que -acorde a la
focalización de las disciplinas desde el lugar geográfico- se estará hablando de
desarrollo del pensamiento y ciencia política de “tradición occidental”.
Tomando lo anteriormente expuesto, puede efectuarse una nueva síntesis gráfica:

Esquema 2 – Constitución de un Sistema de Dominación Política

Sujetos Conforman colectivamente una…

Que se estructura en
Sociedad
base a un…

Poder Núcleo de Poder

Creando un…

Sistema de Dominación

Que llamamos...

Sistema Político Haciendo a un... Política

Fuente: cuadro de elaboración propia.

Ya con estas aclaraciones debidamente plasmadas, y las debidas primeras aproximaciones a


la noción de “política” y “poder”, cabe pasar a una breve reseña del análisis de lo político y
su historia.

2.- Breve historia acerca del concepto “política”, el “pensamiento político” y la


“ciencia política”
Así como se fueron conformando las distintas sociedades con sus sistemas de dominación
particulares (centradas siempre en el poder como pilar principal), se fue dando -desde ellas

9
mismas- una reflexión, pensamiento y debates en torno al poder que las regía: sus
implicancias, el alcance de la política, sus atributos y sentidos.
Pero el término mismo: “política”, tuvo diferentes acepciones y significados desde que
fuera acuñado en la antigua Grecia hasta la actualidad contemporánea. Entonces, en una
breve descripción por época, toca ahora efectuar un repaso histórico sobre la noción de
política, persiguiendo el término como un cazador, hasta acorralarlo como presa para
encontrar la especificidad, la esencia, de “lo político”.

La noción de “Política” en la Antigua Grecia: la “Política” como un todo


Como se ha dicho, la palabra “Política” proviene etimológicamente del vocablo griego
(traducido) “Polis”. Las Polis, también llamadas “Ciudades-Estado” (por su pequeño
tamaño) eran las unidades político-territoriales dentro de las cuales se organizaban las
distintas sociedades griegas (tales como Atenas, Esparta y Minos; entre muchas otras).12
También como ya se ha escrito, uno de los principales pensadores griegos -Aristóteles-
caracterizó al hombre como un “Zoon Politikón”: un “animal político”. ¿Por qué? Porque
en el pensamiento griego el ciudadano debía vivir “en” y “para” la Polis. Esto es: el sujeto
griego se adjetivaba “político” porque vivía en su Ciudad-Estado y con su vida debía servir
a su Polis, vivir para su Polis. De esta manera, el hombre era un engranaje integrante de
algo muy superior a él: la Polis, la Ciudad-Estado en la que vivía y a la que debía servir
siempre anteponiéndola a su propia vida. 13 Dicho en otras palabras: en la antigua Grecia la
“Política” comprendía toda la vida del sujeto social: todo su vivir era político, no había
separación entre lo público y privado, ni la política era una “parte” de lo social… la

12
En este sentido es que “Grecia” no conformaba un “país” como lo concebimos en la modernidad. Muy
alejado de ello, “Grecia” -pensada como “un todo”- constituía la suma de muchos centenares de Polis y
Ciudades-Estado.
13
“Al decir ‘Animal Político’ Aristóteles expresa, pues, la concepción griega de vida. Una concepción que
hacía que la polis la unidad constitutiva y la dimensión completa de la existencia. Por lo tanto, en el vivir
‘político’ el griego no veía una parte, o un aspecto, de la vida: veía el todo y la esencia”; Sartori, Giovanni
(1992): Elementos de teoría política. Madrid: Alianza Universidad Textos, página 205.

10
política (y el “vivir político”) lo era todo, y cualquier esfera de lo humano estaba
subsumido a ella.
Es con Grecia, a las orillas del Mediterráneo, en donde nace el pensamiento político
occidental que quedará en la historia como un antecedente ineludible.
Autores como Sócrates (cuyo legado llegará a nuestros días a partir de su discípulo Platón,
puestos que sus obras fueron destruidas); Platón (con obras magníficas como República,
Apología de Sócrates, Menón, Fedón y Critón); y Aristóteles (con tratados sustantivos
como Ética a Nicómano, Metafísica, Política, Arte Retórica, y Poética); entre los
principales.

Roma y la transformación del concepto: la Política absorbida por el Derecho


El desplazamiento de la predominancia de Grecia en el Mediterráneo por el ascenso de
Roma y su conquista produjo -entre sus múltiples trazos de cambio- una absorción cultural
del legado griego. En esa absorción, el significado del término “Política” transmutó
drásticamente, ya que la visión antropológica (visión del hombre) romana era muy diferente
a la que había detentado Grecia. De esta manera la “Polis” griega fue reemplazada por la
“Societas” (Sociedad) romana, que se encontraba regida -estructuralmente- por el Derecho,
haciendo entonces a una “Iuris Societas” (Sociedad de Derecho) que desplazó y sustituyó al
“animal político” de Aristóteles, a la Polis como fin/bien último y al “vivir político” como
un todo.14
Cuando se habla de Roma se habla de un territorio por demás extenso (sea ya en su faceta
de República como, más aún, la de Imperio) que superaba por demás a las pequeñas Polis,
por lo que el “vivir” político no sólo había acabado por la conquista romana, sino que
también se hubiera hecho imposible de practicarlo por parte de los conquistadores.

14
“…polis se traduce, en latín, como civitas. Pero los romanos absorbieron la cultura griega cuando sus
ciudades habían sobrepasado ampliamente las dimensiones que permitían -según la medida griega- un ‘vivir
político’ (…) Por otro lado, la civitas se organiza jurídicamente. La civilis societas se resume, a su vez, en una
iuris societas. Lo que permite sustituir lo ‘político’ por lo jurídico”; Sartori, Giovanni (1992): Elementos de
teoría política. Madrid: Alianza Universidad Textos, página 206.

11
Ante un territorio tan extenso como el de Roma durante su época de República, y ya
inconmensurable como Imperio Romano, la regulación y dominación social se ejercía por
medio del legado más preciado que Roma dejaría a occidente: el Derecho como
arquitectura normativa que permitía el ordenamiento, estructuración y dominio social. De
este modo, la “política” en su sentido griego sería suplantada por la “política” en su sentido
romano: el Derecho como aparato de dominación que permitía la cohesión y el dominio de
semejante coloso. Es en este mismo sentido que Cicerón (106-43 A.C.) “…mantenía que la
Civitas no era una agregación humana cualquiera, sino aquella agregación basada en el
consenso de la ley”. 15
La dominación estaría entonces garantizada por el Ius Civitas (el “Derecho Civil” para los
romanos) y el Ius Gentium (el “Derecho de Gentes” para los pueblos conquistados) y lo
político en su sentido griego no sería más “vivir en y para la Polis” sino vivir en aquella
“agregación humana basada en el consenso de la ley” a la que se refiere Cicerón.
Durante toda esta Era, florecieron pensadores nodales de la tradición greco-romana tales
como Marco Tulio Cicerón, Séneca y Marco Aurelio; excelsos analistas de la riquísima
realidad y mutación de Roma como civilización expansiva.

El oscurantismo de la Edad Media: la Política fagocitada por la religión


Con Edad Media se hace referencia a la época de cerca de 1.000 años que sucedió a la Edad
Clásica (Grecia y Roma), que por convención histórica se acuerda situar entre el año 476
D.C. (caída del Imperio Romano de Occidente) y principios de la década de 1450 (en
donde coinciden la caída del Imperio Bizantino y la finalización de la Guerra de los Cien
Años).
Roma había comenzado a abandonar su férrea tradición politeísta con el Emperador
Constanino (“Constantino I” o “Constantino el Grande”) y había dado lugar al Cristianismo

15
Sartori, Giovanni (1992): Elementos de teoría política. Madrid: Alianza Universidad Textos, página 206.

12
como religión (monoteísta) de práctica libre. 16 Paulatinamente este movimiento religioso
comenzó a predominar a lo largo de todo el Imperio, tornándose poderoso y desplazando a
los demás dioses y ritos, comenzándose ya a considerarse “paganos”. Con la caída del
Imperio Romano de Occidente comienza una disgregación territorial y una serie de
guerras internas y guerras santas (externas) distintivas por un fanatismo religioso
absoluto.
Por ello es que la Edad Media es señalada como la “Edad Oscura”: serán casi mil años en
donde la religión “tomará el poder” y será el centro de toda decisión, de toda explicación y
-desde ya- la única creencia permitida. De allí que todos los descubrimientos científicos, las
expresiones artísticas y culturales acerca del hombre y la naturaleza logrados hasta el
momento sean dejados de lado, perseguidos o destruidos:17 la única explicación posible
provendrá -a partir de entonces- de las sagradas escrituras y de su interpretación por parte
de la Iglesia Católica y de sus integrantes jerárquicos.18
En una expresión burda pero gráfica, puede afirmarse taxativamente que “Dios
reemplazaría al hombre” en todo, convirtiéndose en principio y fin organizativo y de
dominación ideológica de toda una Era.
Ello, irremediablemente, tendría en la Política el polo de irradiación mayor. Es así que con
la Edad Media se cristaliza la “Teocracia”: el “Gobierno de Dios”.19 Surgirá un “Imperio
Espiritual” que dominará sobre Occidente, cuya cúspide será el Vaticano y cuyas redes de
extensión estarán constituidas por toda la estructura eclesiástica. Este aparato de
dominación ideológico-cultural llegará inclusive a detentar en muchas regiones de Europa
(principalmente España y Portugal) una “policía religiosa”, conocida como la “Santa
Inquisición” o “La Inquisición”. A este aparato de represión interno se le sumará la Guerra

16
Recuérdese que el Cristianismo fue perseguido ferozmente durante la mayor parte del Imperio Romano,
haciendo que los fieles tuvieran que reunirse en catacumbas para profesar su religión y, en ello, arriesgaran
sus propias vidas por ser descubiertos.
17
Muchos libros, esculturas, cuadros y documentos del clasicismo que sobrevivieron hasta la época actual
tuvieron que ser escondidos y ocultados durante la Edad Media. Lamentablemente, una gran cantidad de obras
occidentales, de un valor incalculable, fueron destruidas y son hoy irrecuperables a la memoria y a la historia
del mundo.
18
Los científicos, artistas y pensadores que no se amoldaban a los cánones religiosos oficiales eran
perseguidos y asesinados. No había física, química, biología ni astronomía que explicara el universo: todo era
explicado por Dios: tanto así que la “teoría heliocéntrica” sería la expresión más acabada de esta concepción
teológica de la vida y del universo. Lo mismo acontecería en la esfera del arte: todo el arte clásico -centrado
en el hombre- será desplazado por el arte sacro, centrado en imágenes religiosas y en escenas de La Biblia.
19
Etimológicamente el concepto proviene del griego “Theós” (θεός): “Dios”; y “Kratos” (κράτος):
“Gobierno” o “Poderío”.

13
Santa: “Las Cruzadas”, sido éstas varias campañas militares impulsadas por el Papado en
donde los “ejércitos católicos” de variadas regiones de Occidente se enfrentarán al Islam y
a otras religiones “paganas” o “herejes”.
Será también durante una fase de la Edad Media en donde proliferará el “Feudo” como
unidad político-territorial organizativa de lo social, cultural y económico; siempre bajo la
égida del Cristianismo como “Imperio Espiritual” que todo lo regía.
Como puede advertirse, la Edad Media compuso en Occidente un poderoso aparato
religioso de dominación, instaurando la Teocracia: vocablo que redefinirá el concepto de
“Política” legado (y transformado) de Grecia y Roma en la Edad Clásica. “Política” sería,
en esta Era, sinónimo y equivalente de “Religión” y de luchas o guerras religiosa; y lo sería
a tal punto que la política misma -como esfera humana- sería fagocitada por la religión,
siendo esta última la palabra que todo lo alcanzaba en control, decisión y represión.
Los preceptos sobre “lo político” en la Edad Media tendrán muchos representantes, entre
los que sobresalen los pensadores San Agustín (con obras como Confesiones, El Libre
Albedrío, El Orden, La Dialéctica y La Ciudad de Dios; entre las más sustantivas desde lo
político) y Santo Tomás de Aquino (con escritos trascendentales como Suma Teológica y
Suma Contra los Gentiles, más su análisis y aceptación de las obras aristotélicas) como
máximos y más brillantes filósofos del Cristianismo y narradores de la vida política
durante períodos clave de la Edad Media.

La Modernidad: el retorno del hombre y la liberación de la política


Hacia 1450 se coincide en señalar el colapso final de la Edad Media y el inicio de la Edad
Moderna (aunque, como todo proceso histórico, no existe nunca un “punto y aparte” que
separe tajantemente cada época de lo humano).20 Tanto es así que la historiografía
anglosajona considera que este período aún persiste, dividiendo entre Temprana Edad
Moderna (Siglos XV al XVIII) y Edad Moderna propiamente dicha (Siglos XIX y XX);
mientras que los historiadores europeos continentales -especialmente la tradición
20
Como tampoco puede el hombre separar cada instante de su vida y agruparlo por etapas definitivas, con un
principio y un final: todo pasado vuelve al presente para husmear el futuro de la propia vida.

14
historiográfica francesa- acotan la Edad Moderna hasta mediados del Siglo XVIII y a partir
de hitos históricos de occidente como la Revolución Francesa (1789), la Independencia de
Norteamérica (1776) y la ola de independencia y guerras hispanoamericanas (1809-1825);
dan lugar a lo que denominan Historia o Edad Contemporánea.
Independientemente de distinguir los distintos criterios para situar en una línea de tiempo a
cada “Era”, lo importante es desatacar que con la modernidad (como procesos histórico sin
fechas) se presenciará el retorno del hombre al centro de la cultura occidental. La libertad
en el arte florecerá nuevamente desde el Renacimiento (para señalar el “renacer” del
hombre luego de la Edad Media); la Ilustración o Iluminismo hará que el conocimiento
“ilumine” la verdad ocultada por el “oscurantismo religioso” medieval); y la nueva deidad
será La (Diosa) Razón.
En este contexto se rescatará la tradición clásica y sus legados científicos, culturales,
sociales y artísticos y La Política volverá a manos del hombre. La figura filosófica
indiscutida que separará la política de la religión será Nicolás Maquiavelo con su obra “El
Príncipe” (escrita hacia 1513), en la que sostendrá que la política como práctica humana
en nada está relacionada con la religión ni con lo moral (y – por ende) ni con lo “bueno”
o lo “malo” en intencionalidad, sino que la política se encuentra únicamente asociada con
el Poder: su obtención, retención y acumulación; y -en ello- detenta sus propias leyes.21
Con ello la política se separaría y liberaría de la religión que la había absorbido.
Con el “retorno del hombre” y la “liberación” de la política en la modernidad se dio la
necesidad de organizarse políticamente desde el propio sujeto, y así nacerá en Occidente la
figura específica del Estado-Nación moderno: la unidad organizativa político-territorial que
sería determinante en los siglos por venir y aún en la actualidad. 22 En la configuración
analítica de este crucial elemento político se encontrarán los llamados “contractualistas”: 23

21
“…la mayor originalidad de Maquiavelo reside quizás en el hecho de que teorizó con inigualado vigor
sobre la existencia de un imperativo propio de la política. Maquiavelo no se limitó a señalar la diferencia entre
la política y la moral; llegó a proclamar una vigorosa afirmación de autonomía: la política tiene sus leyes,
leyes que el político ‘debe’ aplicar”, Sartori, Giovanni (1992a): La Política. Lógica y método en las ciencias
sociales. México: editorial Fondo de Cultura Económica; página 209.
22
Resulta indispensable recalcar -hasta el hartazgo- que el Estado-Nación es fruto de la modernidad, y sólo a
partir de esta época puede hallarse como tal, ya que antes las unidades organizativas político-territoriales se
constituyeron como Polis, Imperios y Feudos; sin la noción de soberanía ni nacionalismo como esencias
estructurales.
23
Se les denomina así debido a que conciben al Estado como fruto de un “Contrato” implícito que firman los
hombres para poder conformar un ordenamiento social con un polo único de poder que haga al control y
administración, posibilitando la convivencia y desarrollo de la sociedad.

15
pensadores gigantes como Thomas Hobbes (con su notable Leviatán); John Locke (con su
Dos Tratados sobre el Gobierno Civil); y Jean-Jacques Rousseau (con su famoso El
Contrato Social: o los Principios del Derecho Político).
Lo sustantivo de remarcar en esta fase es que la noción y concepto de “política” se separa
tajantemente de la religión: vuelve a ser potestad de los hombres, que deben construir
nuevamente nuevos esquemas de dominación colectivos. En esta misma escisión la política
se separa de la moral, y -por ende- del juicio de valor (moral, valga la repetición)
concebido como “bondad” o “maldad”.
Como se puede apreciar, esta época será clave en términos políticos, ya que no sólo se
cristaliza el Estado-Nación como objeto político por excelencia de la modernidad, sino que
también se retomaría (y recuperaría de entre los escombros medievales) parte de la
tradición política clásica (greco-romana). De esta manera, nociones como “democracia”,
“república”, “participación” y “bien común”, junto a la tradición filosófica y jurídica del
mundo helénico, volverían a ver la luz luego del oscurantismo religioso para tornarse
nuevamente piezas clave de discusión en el armado político moderno.24

La “Política” tras la Revolución Industrial, el Liberalismo y la “Cuestión Social”


La Modernidad traerá también otra transformación nodal que cambiará para siempre el
vivir humano, pero en esta ocasión no será de tinte político sino económico: la Revolución
Industrial. Es ésta la acuñación conceptual que recibió la aplicación de la técnica a la
práctica económica, y que tuvo lugar entre la segunda parte del siglo XVIII y principios/
mediados del siglo XIX.
Los excesos de las monarquías absolutas y los perjuicios económicos que hasta entonces
supusieron para la clase en ascenso (la burguesía) demandaron un cambio radical de
formato de ese primer tipo de Estado moderno que fuera compatible con la tremenda

24
Dentro de esas piezas vale resaltar muy especialmente (con un tiempo un tanto posterior a los mencionados
contractualistas) el tratamiento sobre el gobierno y la república que efectuará Charles Louis de Secondat,
Barón de Montesquieu en su brillante obra “Del espíritu de las leyes” (1748).

16
mutación técnico-económica que había ocurrido.25 Es allí donde desde una veta política
hace su desembarco y planta bandera el Liberalismo como corriente de pensamiento. Su
principal exponente político (tildado asiduamente de “padre” de la corriente) será John
Locke, y -en términos generales- el Liberalismo defenderá el imperio de la Ley por sobre el
Soberano, instaurará dos derechos civiles esenciales (la libertad y propiedad: funcionales a
la nueva dinámica económica que plantearía la revolución industrial), e impondrá
limitaciones normativas al Soberano mediante Cartas Magnas, Constituciones y una
institución clave: el Parlamento (naciendo así las “Monarquías Parlamentarias” europeas).
Como exponentes económicos del liberalismo clásico (también llamados “economistas
clásicos” o “librecambistas”) se destacarán Adam Smith, David Hume y David Ricardo,
pensadores que completarán (desde lo económico) las aseveraciones políticas de Locke,
explicando que la revolución industrial creó el Mercado como polo motor de toda dinámica
económica, y que éste no requiere una férrea regulación estatal, puesto que tiende a
regularse por sí mismo (en el libre juego de la Oferta y la Demanda).26
Lo sustantivo de lo señalado anteriormente es que los economistas clásicos, profundizando
los postulados políticos de Locke desde una perspectiva económica, harían una separación
sustantiva para la autonomía de la política: la dicotomía público-privado. En efecto: la
economía clásica restringiría el accionar y competencias de “lo político” al sostener que
en un Estado existen -bien diferenciadas- una esfera pública (política) y una esfera
privada; y que en ésta última el gobierno -la política- no debe tener injerencia alguna. La
argumentación traía consigo la separación del Estado y el Mercado, no debiendo el primero
influir o intervenir en el segundo, puesto que se autoregulaba. Lo “público” (de res pública:

25
La revolución industrial supuso una transformación histórica que se erigiría, desde entonces y hasta la
actualidad, como una bisagra impactante para occidente. Al momento, este voraz proceso no sólo supondría
una transformación técnico-económica sino, también, socio-demográfica. El paisaje de las urbes cambiaría
drásticamente con la radicación de las fábricas (donde antes sólo convivían castillos o palacios, iglesias y
catedrales, cuarteles y caballerizas, ferias y pequeños comercios). Los países pioneros de la industrialización
serían testigos de grandes masas migratorias internas que fluirían desde el campo (como periferia) a las
grandes ciudades (como centros económicos) para hacinarse en condiciones infrahumanas e intentar lograr un
nuevo modo de supervivencia económica a partir del “salario”. Sobre el altar del capitalismo, el Mercado
erigido como Dios (tan moderno como lo era la Diosa Razón), reclamaría para sí innumerables sacrificios de
humanos desnudos de derechos (de hombres, mujeres y niños) al ritmo del avivamiento del fuego, de la altura
de las columnas de humo de chimeneas y del crecimiento de las profundidades de las minas de carbón.
26
Tesis principal expuesta en La Riqueza de las Naciones (1776) y denominada desde entonces como la
“Mano Invisible” de Adam Smith (que regula el Mercado sin necesidad de intervención estatal, puesto que
ello interferiría con la libre competencia: principio básico para el crecimiento y desarrollo económico de una
Nación y sus integrantes).

17
‘cosa pública’) era el ámbito de lo estatal y de lo político, mientras que lo privado era el
ámbito de lo económico, cuyo epicentro era el Mercado.

Esquema 3 – División entre las esferas Pública y Privada

Esfera “Pública”
Es el ámbito específico ESTADO
de injerencia de la
política y -por tanto- del
Estado y el Gobierno Política

Esfera “Privada” Economía


Es el ámbito en donde el
Estado (y la política) no
tienen competencia de Mercado
acción (siempre que no
se infrinja ninguna ley)

Fuente: cuadro de elaboración propia.

De esta manera, la operación que los economistas clásicos también consiguen lograr -al
distinguir entre el “ámbito público” y el “ámbito privado”- es la separación entre la
“Política” (restringida a lo público) de la “Economía” (dinámica que se da en la esfera
privada con el Mercado como motor principal del nuevo sistema de producción y el juego
libre de oferta-demanda). En otras palabras: “… son los economistas -Smith, Ricardo y en
general los librecambistas- los que muestran cómo la vida asociada prospera y se desarrolla
cuando el Estado no interviene; los que muestran cómo la vida asociada encuentra en la
división del trabajo el propio principio de organización, y por tanto, los que muestran la
parte de la vida asociada que es ajena al Estado y no está regulada por sus leyes ni por el
derecho. Las leyes de la economía no son leyes jurídicas: son las leyes del mercado. Y el
mercado es un automatismo espontáneo, un mecanismo que funciona por sí mismo, por su
cuenta”.27
Con el Liberalismo y la Revolución Industrial, entonces, “la política” -como concepto y
acción- se acota aún más, ya que se diferencia de la Economía.

27
Sartori, Giovanni (1992b): Elementos de teoría política. Madrid: Alianza editorial; Página 211. La letra
cursiva no se encuentra en el original y fue colocada en este escrito para destacar esos pasajes en particular en
consonancia con lo que se viene desarrollando.

18
Pero en esa misma transformación económica se daría una transformación social de
magnitud inusitada en la modernidad, que -nuevamente- traería la posibilidad de “recortar”
un poco más el significado del concepto y acción políticos…

Y es que la Revolución Industrial produjo grandes transformaciones a las sociedades de


entonces, puesto que: 1) transformó la manera de producción, con la aparición de
maquinaria capaz de producir en serie y en masa; 2) cambió la fisonomía de los centros
urbanos, puesto que en el paisaje de las ciudades empezaron a instalarse fábricas en lo que
hasta la época habían sido la sede exclusiva de autoridades de gobierno, eclesiásticas y de
los ejércitos; 3) provocó migraciones masivas del campo a las ciudades, dado que es a
partir de la instalación de fábricas y la desesperada búsqueda de trabajo en el nuevo marco
económico de producción que grandes masas migran del ámbito rural al urbano, haciendo a
una superpoblación en las principales ciudades europeas;28 e 4) hizo a una reestructuración
de la composición social dando nacimiento a las “clases sociales”, puesto que la figura de
los “estamentos” desaparecería, haciendo al surgimiento y consolidación de dos “clases
sociales” bien definidas: la burguesía (dueña de los medios de producción capitalistas) y el
proletariado (con su sola fuerza de trabajo como moneda de cambio en el mercado).
El Capitalismo termina entonces de consolidarse como modelo económico, resumiendo en
sí mismo a la Revolución Industrial y al Mercado. Y es en el marco del capitalismo que se
dará la “Lucha de Clases” o “Cuestión Social”: frente a la injusticia del esquema de
distribución capitalista, la falta de derechos laborales, la ausencia de regulación para el
Mercado, y las condiciones infrahumanas de trabajo y subsistencia; es que la clase
proletaria se enfrentará y luchará con la clase burguesa en pos de una sociedad más justa.
Con ello ocurre algo nunca visto de manera tan visible y en tal magnitud: las sociedades
ahora nacionales (unidas bajo una misma bandera e identidad colectiva) presentan luchas
internas de tinte económico… ¿Qué ocurría? Nacía la llamada Cuestión Social. Y con ella
surgen pensadores que estudiarán los vínculos entre lo político y lo económico hasta dar

28
Recuérdese -como ya se dijo en una cita anterior- que a la época las grandes ciudades industrializadas, si
bien transitadas y profusamente concurridas y habitadas, no detentaban tanta concentración poblacional. La
revolución industrial provocará esta masiva migración campo-ciudad, con consecuencias dramáticas e
inhumanas para los trabajadores fabriles.

19
con el descubrimiento de una nueva esfera analítica: “lo Social” o “la Sociedad” como
dimensión autónoma de problematización y estudio.
Entre esos pensadores pueden nombrarse como primeros y excelsos referentes a los
llamados “socialistas utópicos” Henri de Saint-Simon, Robert Owen y Charles Fourier,
quienes no sólo comenzarían a analizar “lo social” sino que -más importante aún-
intervendrían en la realidad que observaban para tratar de mejorarla. La continuación del
análisis de la “cuestión social” traería posteriormente (mediados del siglo XIX) los
prodigiosos nombres de Karl Marx y Friedrich Engels (con su Manifiesto Comunista, de
1848), dando inicio a toda una época de ideologías centradas en la lucha y el orden social.
Pero la Cuestión Social había develado cristalinamente la existencia de una esfera
específica de las asociaciones humanas colectivas: el “sistema social”, “lo social” como
tal, “la sociedad” propiamente dicha, diferente y específica frente a la economía y la
política (aunque asociada a ellas); y esa área traería aparejada una ciencia social referente
en el camino de las demás: la Sociología.
La misma tendría sus antecedentes en el ya citado Saint-Simon (considerado verdadero
“padre” de la sociología), su discípulo Auguste Comte, y Hebert Spencer. A estos
precursores le seguirán los referentes de la denominada “Sociología Clásica”: Émile
Durkheim, Karl Marx y Max Weber.
¿Qué había acontecido? El surgimiento del Mercado y la distinción de las esferas “pública”
y “privada” por parte de los economistas clásicos habían dejado al descubierto la esfera
social (antes “totalizada” por el Estado) y -con ella- el sistema social: un marco más
amplio que la economía y la política. Pero tanto Smith como Ricardo y Hume estaban
abocados a la protección del Mercado de la injerencia estatal, sin reparar en la esfera social
más amplia que contenía -dentro de sí- lo económico y que no estaba enmarcada por la
esfera política-pública.29
“La política” y “lo político” -entonces- serían separados de la sociedad como “sistema
social”; teniendo ésta última una esfera y un análisis (¡y una ciencia!) propios. Esta clara

29
En este sentido sostiene sagazmente Sartori: “Hoy en día los sociólogos en busca de antecedentes citan a
Montesquieu (1689-1755). Pero tendrían mayor razón al padre de la ciencia económica Adam Smith (1723-
1790), al tiempo que deberían resaltar, a través de Smith, a Hume (1711-1776) (…) son los economistas del
siglo XVIII-XIX los que proporcionan la imagen tangible, positiva de una realidad social capaz de
autorregularse, de una sociedad que vive y se desarrolla según sus propios principios. Y es así como una
sociedad toma verdaderamente conciencia de sí misma”; Sartori, Giovanni (1992b): Elementos de teoría
política. Madrid: Alianza editorial, página 211.

20
distinción -de dos esferas muy cercanas y fusionadas- es posible gracias a la característica
de “Verticalidad” que detenta la política (en la toma de decisiones y su acatamiento) 30 y
que no caracteriza a la sociología.31

La autonomía de “la Política”/“lo Político” y el surgimiento de la “Ciencia Política”


En la bisagra constituida entre fines del siglo XIX y principios del siglo XX se daría un
último proceso de disgregación que “despejaría” aún más “la política” y “lo político”
como concepto y como accionar y -que a la postre- permitiría la conformación de un campo
de estudio propio. En este sentido: “…la política sería separada del derecho (aquél que
imperaba desde el advenimiento romano y que prevalecía en la arena política desde los
parlamentos y congresos), delimitando aún más su esfera de autonomía”.
El surgimiento de los estudios políticos concebidos como “ciencia” en el sentido
“riguroso” de la palabra se cristalizará principalmente en Estados Unidos (extendiéndose
primeramente al mundo anglosajón y posteriormente al resto de Occidente) en el período
entreguerras a partir de la conjunción de dos factores principales: 1) la delimitación y
autonomía del concepto y accionar de “la política” y “lo político”; y 2) el nucleamiento de
un grupo de pensadores europeos -exiliados- de corte neopositivista32 que reclamarán para
los estudios políticos tradicionales el status de “ciencia política” imitando para ello la

30
Es decir, esa “asimetría” y esa estructura vertical de “mando-obediencia” que caracteriza al Poder
concebido desde los sistemas e instituciones políticas (ver Esquema 1 en el presente escrito).
31
“…la sociología no absorbe a la política dentro de su esfera de indagación dado que su perspectiva
horizontal no logra explicar acabadamente los fenómenos de asimetría que suscita el poder”; Vazquez, Juan
Cruz y Bulcourf, Pablo (2004):“La ciencia política como profesión”, en POSTData. Revista de Reflexión y
Análisis Político, n° 10 / Diciembre de 2004. Buenos Aires: editado por Grupo Interuniversitario POSTData;
página 266.
32
El neopositivismo, también llamado positivismo lógico o empirismo lógico, constituye una corriente de la
filosofía de la ciencia que surgió en Europa a principios del siglo XX y que fue especialmente propulsada y
propagada por un grupo de científicos y filósofos que se dieron a llamar el “Círculo de Viena”. El
neopositivismo se plantea como una continuación superadora del positivismo, corriente para la cual el método
científico era la única manera válida de producir conocimiento. Pues bien, recostándose en ese argumento, el
neopositivismo planteará que el único método científico válido es aquél que reúne las cualidades de empírico
(experimental) y verificable (que se pueda constatar resultados); ambas condiciones características de las
ciencias exactas y naturales pero de complejísima aplicación en ciencias sociales.

21
metodología y ‘concepción científica’ de las ciencias “formales” o “duras” (como la física,
la química, la biología y la matemática, entre las principales).

1) La autonomía de “la política” y “lo político”


El primer factor que coadyuvó a la cristalización de la “ciencia” política fue la delimitación
de un campo analítico y objeto de estudio propios: todo lo cual fue siendo tratado en el
recorrido de las páginas anteriores.
En ellas, se observa cómo la “política” comienza siendo Un Todo (el único estilo de vida
dentro de una Polis: el político) en la Grecia Clásica; para -en esa misma época histórica-
ser homologada con el Derecho romano como sistema de dominación social. Durante la
Edad Media, la noción de política sería absorbida y oscurecida bajo la religión y la moral,
siendo ‘Teocracia’ la palabra que la sintetiza durante todo este período. Ya en la
Modernidad la política se separaría de la religión y la moral; y más adelante -con la
llegada del liberalismo- se distinguiría de la economía. Por su parte, la Cuestión Social
provocada por el sistema capitalista luego de la revolución industrial haría a la
diferenciación entre política y el sistema social (surgiendo la sociología como ciencia
social de este último), acotando aún más la noción e injerencia de lo político. Finalmente,
entre fines del siglo XIX y principios del siglo XX, tendría lugar un último desdoblamiento:
la política se separaría del Derecho (al que se encontraba asociada desde la Roma clásica),
ya que muchos temas escapaban al análisis del derecho constitucional y administrativo,
haciendo a un campo analítico y de conocimiento mucho más vasto, que sobrepasaba a esta
última disciplina en sus competencias de conocimiento y alcances metodológicos.

De este modo se configura la política como una práctica humana autárquica (basta para explicarse
a sí misma); conformada en su esencia por la obtención, acumulación, retención y despliegue de
poder en su acepción verticalista (de mando-obediencia); caracterizada distintivamente en su
accionar por decisiones con efectos colectivos, coercitivos y ‘soberanos’ de suma intensidad;
poseedora de espacios, estructuras, engranajes y leyes propios (el sistema político en su totalidad);
poseedora de una supremacía por sobre el resto de las esferas sociales (haciéndola causa
primero), puesto que reside en ella la constante porfía del ‘cómo’ estructurar el poder en aras de
construir, organizar, dirigir y hacer perdurar las sociedades humanas como ámbitos de
supervivencia, convivencia y desarrollo.

22
No resulta casual que en éste período particular la política se haya comenzado a cristalizar
como “ciencia”. Y es que se trata de una época en donde las guerras mundiales, las
ideologías encarnadas en violencia, los nacionalismos expansivos y los pretenciosos
esquemas ordenadores marco del mundo (democracia, capitalismo, comunismo, fascismo)
se enfrentan entre sí en el sistema internacional llevando la impronta política de lo
coercitivo a una escalada de exterminio sin precedentes y en una lógica sin tregua.
Es en escenario en donde cabe detenerse a reseñar analíticamente el excelso aporte del
polémico Carl Schmitt, quien -en este contexto de enfrentamiento y belicosidad- sostendrá
que la política se caracteriza en su esencia (y por sobre cualquier otra esfera social/humana)
por la “lógica de amigo-enemigo”, en donde la “intensidad” del enfrentamiento conlleva la
posibilidad cierta de la muerte como última consecuencia del mismo.
Y es que -en la búsqueda de su “esencia”- Schmitt propone abordar el concepto de “lo
político” (su obra emblemática lleva, justamente, ese nombre: “El concepto de lo político”)
en base a la distinción-oposición: a la dicotomía básica que subyace a cualquier término.33
¿Cuál es entonces la dicotomía básica subyacente a la noción de “política”? Schmitt,
ayudando con su tesis al aislamiento del término que se intenta hacer en estas páginas (y a
al proceso de autonomía que se pretende ilustrar), sostendrá que la dicotomía que gobierna
a la política, la esencia misma de lo político, es la lógica “amigo-enemigo”. ¿Por qué?
Porque para el autor cualquier contraste humano (religioso, moral, económico, etc.) se torna
político cuando adquiere la suficiente “intensidad” como para agrupar de una manera
efectiva, de un lado y de otro, a hombres que -a partir de ese momento- se concebirán como
amigos (los que están del mismo lado) y enemigos (los que se le oponen por estar del otro
lado). La “intensidad” que trae la aparición de lo político en cualquier enfrentamiento
humano es tan fuerte que conlleva, latente o externalizada, la posibilidad real de la muerte
física. Es decir: cuando se habla de “amigo-enemigo” se habla de una lucha tan intensa que
desata guerras entre los hombres, guerras en las que se busca destruir (físicamente) al
opuesto. De allí que la noción de “enemigo” en Schmitt sea fundacional de su Tesis sobre
lo político, y que “enemigo” signifique “enemigo público” (el hostis, el fendis), y no el

33
Por ejemplo, la ética se rige por la dicotomía entre el bien y el mal, la estética entre la oposición “lindo-
feo”, la economía por “costo-beneficio”, y el derecho por “legal-ilegal” o “permitido-prohibido”. A esto nos
referiremos como “dicotomías básicas subyacentes”.

23
“enemigo personal” al que se odia o el “adversario político” con el que se “lucha” en una
contienda electoral. Schmitt escribe estas palabras mientras se corre el telón de la segunda
guerra mundial, en donde (por ejemplo) democracia, fascismo, nazismo y comunismo no
tendrán grises entre sí: será una cuestión de “amigo-enemigo”, en donde el “enemigo”
amenaza todo un mundo, concepción y estilo de vida.
Como se evidencia de lo explicado, Schmitt plantea -esencialmente- a la política como
conflicto constante y esfera suprema (nada novedoso, pero retoma tradiciones poco
“diplomáticas” para la época) que puede llevar a la supervivencia o extinción de
agrupaciones humanas enteras.34 En su planteo, el autor “recorta más” la esfera de lo
político para tratar de ayudar a elucidar su esencia, su unicidad y -en ello y por
desprendimiento- su autonomía.
Igualmente, luego del recorrido vertido en las páginas anteriores, cabe decir que -sea cual
fuere la concepción originaria y última de la política- su autonomía como concepto y como
acción, su “identidad” y esencia propias, hicieron posible la constitución de un campo y un
objeto de estudio específicos que buscaría -a partir de entonces, en el período entreguerras-
el status de “cientificidad” a la usanza de las ciencias autoproclamadas “duras”.

2) Nucleamiento de científicos neopositivistas exiliados en Estados Unidos


El surgimiento, conformación y desarrollo de la ciencia política como disciplina
“científica” (siguiendo, a principios del siglo XX, los cánones de “cientificidad” de las
ciencias exactas y naturales) tendrá un segundo ingrediente sustantivo: la constitución de
un núcleo de científicos que impondrán los cánones metodológicos sobre el objeto de
estudio específico (“la política” / “lo político”) y comenzarán a desarrollar estudios y
trabajos que construirán -como si fueran ladrillos- la ciencia política como disciplina
social.

34
No explícitamente en la pluma de Schmitt, pero repasando muy por encima la historia de lo humano se verá
que la ultima ratio (la razón última) de la política llevó a la conquista y desaparición de civilizaciones enteras:
el mundo clásico devastado por la edad media; las civilizaciones precolombinas destruidas y esclavizadas por
la conquista europea tras el descubrimiento de América; el enfrentamiento e ideas de aniquilación del “otro”
durante las guerras mundiales; el riesgo del exterminio nuclear en el escenario mundial polarizado de la
guerra fría; y -más cercano- el enfrentamiento ideológico/religioso entre occidente y oriente al inicio del
nuevo milenio (post 11 de septiembre de 2001).

24
Ello ocurrirá cuando un grupo de científicos y filósofos europeos continentales -
denominados el “Círculo de Viena”-35 llegan a Estados Unidos en el período entreguerras,
exiliados y escapando de la cacería intelectual de los totalitarismos. 36 En ese país
encontrarán terreno fértil para su trabajo académico, puesto que Norteamérica: 1) se erigirá
en un apogeo económico sin precedentes luego de la finalización de la Segunda Guerra
Mundial (contando con financiación para investigaciones); 2) el predominio, prestigio y
difusión de sus universidades a nivel mundial (que se tornarán gravitantes para el mundo
occidental en el tiempo de posguerra); 3) el cuantioso flujo de financiamiento en subsidios
estatales y fondos de fundaciones empresariales para el campo de la investigación aplicada
(que permitirá conformar grupos de investigación, trabajos de campo y la publicación de las
investigaciones); y 4) el rol de potencia occidental que asumirá Estados Unidos luego de la
finalización de la Segunda Guerra Mundial (requiriendo constantemente, para la toma de
decisiones, análisis políticos científicos; y generando -paralelamente- una difusión y
prestigio de esta disciplina en el resto del mundo).
Estas condiciones favorables traerían la construcción y consolidación de una ciencia
política “cientificista al extremo”. ¿Por qué? Porque el Círculo de Viena adscribía al
neopositivismo, corriente de pensamiento de la filosofía de la ciencia que sostenía que el
único modo válido de producir conocimiento que pueda llamarse “científico” era a través
de un método científico (positivismo clásico) caracterizado por el empirismo
(experimentación) y verificable (cuyos resultados puedan constatarse materialmente); sin
estas dos condiciones, el conocimiento producido no era considerado “riguroso” ni
“científico”.
El aferramiento de estos científicos a esta posición metodológica no sería por mero
capricho: proveían de una Europa continental en donde las connotaciones irracionales y

35
A la época era habitual que pensadores de distintas disciplinas con concepciones e ideas comunes se
reunieran, debatieran y trabajaran grupalmente sobre sus teorías, postulados metodológicos y concepciones
del mundo. Dichos grupos intelectuales eran denominados “círculos” (de integrantes, de pensamiento, de
debate) y generalmente se adjetivaban con la ciudad a la que pertenecían sus integrantes (y que era con
frecuencia, la residencia de la universidades o universidades en las que trabajaban). Así es que aparecen
durante el siglo XIX y el XX (especialmente en Europa) el “Círculo de Viena”, el “Círculo de Berlín”, y el
“Círculo de Frankfurt”; entre los principales.
36
“En esta orilla del océano, los exiliados centroeuropeos hallarán reconocimiento no sólo académico sino
también social (…) Las ciencias sociales harán suyo el discurso metodológico expuesto por el positivismo
lógico, identificando sus métodos de investigación con los de las ciencias naturales”, Pinto Julio (2007): “La
ciencia política”, en Pinto, Julio (compilador): Introducción a la ciencia política. Buenos Aires: Eudeba;
página 30.

25
mentirosas pasaban por “científicas”. De esta manera, el regímen nazi sostenía que al
pueblo alemán le correspondía por naturaleza un “espacio vital” (lebensraum), del mismo
modo que sostenía -junto al regímen fascista de Mussolini- que la superioridad de la “raza
aria” era un hecho comprobado “científicamente”.
Estas afirmaciones pseudocientíficas y tantas otras ayudaron a justificar el convencimiento
en sometimientos, batallas, matanzas y genocidios enteros… frente a esto, el “Círculo de
Viena” tenía en mente desterrar toda utilización mentirosa de la ciencia, y destruir con su
método toda utilización futura de la ciencia en justificar falsedades: el camino era el
neopositivismo como verdadero acceso al conocimiento científico.
Comenzaba así la ciencia política como disciplina científica: con ánimo de liberación y
verdad, pero con una posición metodológica por demás compleja de implementar. Y es que
el neopositivismo como metodología se ajustaba excelentemente a las ciencias exactas y
naturales, pero era difícilmente aplicable a las ciencias sociales. 37 Paralelamente, entonces,
la ciencia política nacía con un ánimo “cientificista la extremo” desde su arista
metodológica, que la restringiría en su estudio y movimientos y desestimaría “lo científico”
de todos los estudios políticos anteriores -desde la Grecia clásica hasta el momento-
considerándolos “teoría política” o “filosofía política”… pero no “ciencia política”. 38

37
Antecedentes de esta postura metodológica ya habían incursionado en las ciencias sociales con el
nacimiento de la Sociología como disciplina científica en el siglo XIX, y -en esto- resultó muy importante
ésta última en el nacimiento de la ciencia política. Y es que la dimensión sociológica propugnada por Comte,
Spencer y Durkheim trabajó denodadamente con el positivismo como principal herramienta metodológica,
concibiendo a los sucesos sociales como “cosas”: susceptibles de un tratamiento cuantitativo, experimental y
analítico equivalente a los objetos de estudio de las ciencias exactas y naturales.
38
Uno de los fundadores de la ciencia política como disciplina -el italiano Norberto Bobbio- ayudará un poco
a comenzar a destrabar este desacuerdo en concepción de este tipo de estudios, dividiendo a la ciencia política
en dos acepciones o dos concepciones, ambas válidas: ciencia política “en sentido amplio” y ciencia política
“en sentido estricto o técnico”.
Bobbio escribirá: “La expresión ‘ciencia política’ puede ser usada en un sentido amplio y no técnico para
denotar cualquier estudio de los fenómenos y de las estructuras políticas, conducido con sistematicidad y con
rigor, apoyado sobre un amplio y cuidadoso examen de los hechos, expuesto con argumentos racionales. En
esta acepción el término ‘ciencia’ viene utilizado en el significado tradicional como opuesto a ‘opinión’,
donde ‘ocuparse científicamente de la política’ significa no abandonarse a las creencias del vulgo, no
formular juicios en base a datos no ciertos, remitirse a la prueba de los hechos (…) En sentido más estricto y
técnico se utiliza para denominar un área bastante bien delimitada de estudios especializados y en parte
institucionalizados, con cultores vinculados entre sí que se reconocen como ‘cientistas políticos’, la expresión
ciencia política indica una orientación de estudios que se propone aplicar el análisis del fenómeno político en
el límite de lo posible, es decir en la medida en la cual la materia lo permite, pero siempre con el mayor rigor,
la metodología de las ciencias empíricas…” Bobbio, Norberto (1997): “Ciencia política”; en Bobbio,
Norberto; Matteucci, Nicola; y Pasquino, Gianfranco (compiladores): Diccionario de Política. México: Siglo
XXI editores; páginas 996-997.

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Poco a poco, nuevas voces surgirían desde dentro de la disciplina, y nuevas corrientes de
pensamiento chocarían entre sí por la construcción de una ciencia política más amplia e
inclusiva, que permitiera estudiar algo central desde que el humano comenzó a caminar el
mundo: la misteriosa, pasional e indescifrable relación entre el hombre y el poder…

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