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Título: La prueba de la causa en la verificación concursal de títulos valores abstractos - Censura al dogmatismo
judicial y al facilismo de ciertos dictámenes de la sindicatura
Autor: Rouillon, Adolfo A. N.
Publicado en: LA LEY1999-D, 199 - Derecho Comercial - Concursos y Quiebras - Doctrinas Esenciales Tomo
II, 01/07/1999, 189
Cita Online: AR/DOC/15773/2001
Sumario: SUMARIO: I. Introducción. -- II. Verificación de créditos instrumentados en títulos valores
abstractos. -- III. Jurisprudencia plenaria de la Cámara Nacional de Apelaciones en lo Comercial ("in re":
"Translíneas" y "Difry"). -- IV. Difusión y consecuencias de "Translíneas" y "Difry". -- V. Intentos ulteriores de
atenuación de los efectos no queridos de la aplicación de los plenarios. -- VI. Síntesis actual de la cuestión. --
VII. El fallo anotado.
I. Introducción
La lectura del fallo "Caccianini, Eduardo E. s/quiebra s/inc. de revisión por Weisfeld, Marcos" (CNCom.,
sala D, 14/12/98), y del respectivo dictamen del fiscal de Cámara Raúl Calle Guevarra, trajo a nuestra memoria
los ecos de un viejo caso fallado hace una década por el tribunal que integramos. Esto fue el detonante del
comentario que sigue.
El 10 de noviembre de 1989, la Cámara de Apelación en lo Civil y Comercial de Rosario, sala I, "in re":
"Tommasi c. Mulé", dijo: "La télesis de la doctrina plenaria de la Cámara nacional de Apelaciones en lo
Comercial - 'Translíneas' y 'Difry' (La Ley, 1980-A, 332; 1980-C, 78), ha sido evitar el abultamiento ficticio del
pasivo concursal, que deudores inescrupulosos lograrían echando mano al fácil recurso de inventar pseudo
acreedores al entregar a éstos títulos valores abstractos, con el propósito de manejar las mayorías en las juntas
de acreedores o provocar el retorno del dividendo falencial al fallido. Esos plenarios quisieron evitar el
concierto fraudulento entre el presunto acreedor y el concursado, depurando el pasivo aparente de los
'acreedores' irreales, en protección de los verdaderos acreedores. Pero, en modo alguno, esa doctrina judicial
plenaria ha podido tener en mira desproteger el interés del crédito ni licuar los pasivos reales mediante la
combinación de una actitud facilista de los síndicos sumada a la dogmática aplicación de una regla de origen
judicial que nunca buscó proteger al concursado sino, al contrario, a sus acreedores"(1).
Lo que, entonces, llevaba a indagar el verdadero sentido final de "Translíneas"(2) y "Difry"(3), era la
necesidad de poner coto a ciertos resultados indeseables comprobados en la práctica concursal después de la
primera década de aplicación de esas doctrinas judiciales plenarias. Fue cuando, desde distintos tribunales del
país, comenzaron a oírse algunas voces en pro de una interpretación de la exigencia de la prueba causal en la
verificación de créditos que se adecuase estrictamente a las circunstancias de cada caso y que respetase la télesis
de los plenarios en cuestión para, así, aventar el riesgo de la consumación de injusticias mayores que las que los
propios plenarios habían querido conjurar. En la segunda década posterior a "Translíneas" - "Difry", con una
nueva ley concursal que mantiene en su art. 32 una redacción igual a la del art. 33 de la ley 19.551 (Adla,
XLIV-D, 3806) en lo relativo a la exigencia de indicar la "causa", gran parte de la jurisprudencia ha proseguido
esa tendencia de ajustar dicha exigencia a las circunstancias de la causa. En tal línea se inscribe el fallo que
anotamos. Pero antes de poner de relieve sus aristas más salientes, convendría repasar los aspectos más
significativos del problema de la causa en la verificación concursal de los créditos (4).
II. Verificación de créditos instrumentados en títulos valores abstractos
Los títulos valores abstractos tienen la particularidad de ser insensibles a las cuestiones causales, cuando se
plantea contienda con un tercer portador legitimado para el cobro.
La protección de la circulación de los créditos incorporados a estos títulos determina la inoponibilidad a los
terceros adquirentes de ellos o legitimados para reclamar el pago, de las excepciones o defensas emergentes del
negocio causal que dio origen a la creación del título. En esto consiste la denominada abstracción: no en la
inexistencia de causa sino en la circulación desvinculada de las contingencias causales.
Así, por ejemplo, si un pagaré fue creado para instrumentar el saldo de precio de una compraventa celebrada
entre suscriptor (comprador) y primer beneficiario (vendedor), el endoso ulterior del pagaré determina que el
suscriptor (comprador en el negocio causal) no podrá oponer al endosatario (tercero legitimado) la exceptio non
adimpleti contractus (excepción de incumplimiento de la compraventa por el vendedor, v.gr. por no entrega de
la cosa) para resistir el pago de la suma instrumentada en la cártula.
La abstracción de los títulos valores apunta a favorecer la circulación (segura y exenta de riesgos) de esos
títulos. Por ello, no rige entre partes inmediatas de la relación cartular, sino sólo cuando está en juego el interés
de un tercero.

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En el ejemplo precedente, si el pagaré no hubiera sido endosado, el suscriptor sí habría podido oponer la
excepción de contrato incumplido (defensa típicamente causal) al primer beneficiario (su vendedor) para resistir
el pago de la suma cambiariamente instrumentada (que pudiera hacerlo dentro de un proceso ejecutivo --en
general, denegado por la jurisprudencia-- o que tuviera que esperar al juicio ordinario posterior a aquél, es
harina de otro costal; lo significativo es que en uno u otro trámite, el debate causal es posible entre partes
inmediatas de un título abstracto).
De todas maneras, quienquiera fuese el tenedor legitimado de uno de estos títulos, en situación no concursal
del deudor y para demandarle el pago de la suma emergente del título abstracto, bástale afirmar --y demostrar--
que posee regularmente (conforme la ley circulatoria aplicable) el documento, y que la deuda demandada surge
de él. Dependiendo de quien sea el demandado (parte inmediata o no), y del carril procesal elegido (proceso de
ejecución o de conocimiento), el debate causal será posible o estará vedado.
Si el proceso de verificación de créditos es el proceso sustitutivo de otros que el acreedor hubiera podido
iniciar y/o proseguir de no haber mediado situación concursal del deudor, no se advierten --a primera vista--
razones para aplicar reglas diferentes de las explicadas en caso de demandarse reconocimiento del carácter de
acreedor concurrente con sustento en un título valor abstracto. El demandante afirmaría su calidad de acreedor
con la sola mención de ser tenedor legitimado de una cártula como las señaladas, quedando la posibilidad de la
controversia causal condicionada a dos circunstancias: una, que la relación cartular con el concursado fuera
inmediata (o, lo que es igual, que el verificante no fuera un tercero frente al deudor); otra, que el deudor, el
síndico o algún cosolicitante de verificación introdujeran una impugnación con apoyo en alguna defensa causal.
Pero la ignorancia de la causa del título abstracto (usualmente no mencionada en el documento), ha
determinado que si el deudor no la explica, miente o no impugna, la falta de indicación de aquélla por el
verificante podría dejar a ciegas al síndico y a los demás solicitantes de verificación para indagar al efecto y/o
cuestionar la legitimidad del crédito con sustento en vicios causales.
La multiplicidad de sujetos potencialmente contradictores del verificante, ajenos a la relación causal del
crédito instrumentado en títulos valores abstractos, es la razón (principal) determinante de la exigencia de
indicar la causa, impuesta al verificante aunque éste esgrima un título abstracto (quien, fuera de la situación
concursal, estaría dispensado de igual indicación en la demanda).
A esa razón (jurídica) se suma otra (sociológica) no menos importante: la necesidad de evitar el
abultamiento ficticio de los pasivos.
La experiencia judicial ha advertido la frecuente recurrencia a la emisión ficticia de títulos valores abstractos
(pagarés, cheques, los más usuales) por parte de concursados inescrupulosos que los distribuyen entre amigos
(no acreedores, por cierto), con el propósito de manejar las mayorías en la negociación del acuerdo preventivo
y/o provocar un retorno del dividendo falencial en caso de quiebra con liquidación de bienes.
Esa práctica fraudulenta ha sido posible al amparo de la abstracción de los mentados títulos, por lo que la
tendencia jurisprudencial hacia la extensión del deber de indicar la causa en la verificación a los acreedores
apoyados en títulos abstractos encuentra explicación en un estado de cosas concreto y en un propósito
moralizante y saneador de las prácticas concursales.
III. Jurisprudencia plenaria de la Cámara Nacional de Apelaciones en lo Comercial ("in re": "Translíneas" y
"Difry")
Las hesitaciones de la jurisprudencia parecieron terminar cuando la Cámara Nacional de Apelaciones en lo
Comercial (Capital Federal) sentenció los plenarios "Translíneas S. A. c. Electrodinie S. A." y "Difry S.R.L.".
Tanto en el primero de ellos --referido a la verificación con pagarés cuya firma se atribuye al fallido-- como
en el segundo --referido a cheques-- la doctrina judicial sentada fue idéntica: "el verificante debe declarar y
probar la causa, entendiendo por ésta: las circunstancias determinantes del acto cambiario del concursado (si el
portador fuese su beneficiario inmediato) o las determinantes de la adquisición del título por ese portador (de no
existir tal inmediatez)".
Ello quiere decir que si entre el verificante y el concursado existe una relación inmediata cartular (suscriptor
del pagaré con el primer beneficiario; creador del cheque con el primer beneficiario; endosante con su
endosatario inmediato; etc.), quien se insinúa al concurso debe explicar cuál fue el negocio jurídico
determinante de la relación cambiaria hoy existente entre verificante y concursado. Por ejemplo: la compraventa
a raíz de la cual se instrumentó el saldo de precio en un pagaré suscripto por el concursado a favor del
verificante; el mutuo por el cual se emitieron pagarés firmados por el concursado a favor del verificante; el
préstamo por el cual el concursado tenedor de un pagaré lo endosó al prestamista hoy endosatario verificante;
etcétera. Como siempre se trata de un negocio (causa) habido entre verificante y concursado --aunque no se trate

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del negocio determinante de la creación de la cártula-- el verificante no puede alegar desconocimiento o


dificultades para explicarse cabalmente sobre estas circunstancias. Una explicación imposible sería la exigencia
al verificante endosatario que se insinúa en el concurso de su endosante, que indicara cuál fue el negocio
determinante de la creación del título; además, eso seria superfluo e inconducente, pues en el concurso lo que
interesa es porqué se obligó cambiariamente el concursado (como obligado principal, directo o de regreso, es
indiferente), por lo cual la exigencia de la doctrina judicial en análisis es razonable para el fin perseguido y
compatible con la circulación de estos títulos.
Si entre verificante y concursado la relación cartular es mediata, aquél cumple con el deber legal de
explicarse indicando cuáles fueron las circunstancias determinantes (causa, negocio jurídico subyacente) de la
adquisición del título. Esta adquisición no la ha obtenido el verificante del concursado, sino de un obligado o
tradens intermedio en la cadena circulatoria. Por eso, el verificante no puede saber por qué causa se desprendió
el concursado del título (por qué se obligó, en definitiva), pero sí sabe por qué y a quién adquirió el mismo título
el demandante de ingreso al concurso. Esto último es lo que se le exige indicar en la demanda verificatoria. Por
ejemplo, el concursado es suscriptor de un pagaré y el verificante es el último endosatario de una cadena de tres
endosos; cuando éste viene al concurso no tiene que explicar --no lo sabe-- por qué fue creado el documento, ya
que la obligación de indicar la causa (su causa) se cumple en el caso indicando por qué negocio jurídico se llevó
a cabo el endoso en razón del cual él vino a ser portador legitimado de la cártula.
El propósito de la jurisprudencia plenaria fue posibilitar el debate causal y, sobre todo, facilitar la labor
indagatoria del síndico para desbaratar las eventuales maniobras fraudulentas del deudor a través de un
abultamiento ficticio del pasivo.
Pero en modo alguno puede afirmarse que esa doctrina judicial plenaria hubiera buscado desestimar los
créditos reales o desalentar a los verdaderos acreedores tenedores de títulos valores abstractos creándoles
dificultades probatorias insuperables. La jurisprudencia aludida procuró proteger a los verdaderos acreedores de
las maniobras del deudor inescrupuloso y de la competencia de pseudo acreedores inventados por aquél. No
quiso jamás destruir los créditos reales ni perjudicar la circulación de los títulos valores. Todo esto lo dejamos
afirmado desde ya pues, según veremos a renglón seguido, la aplicación poco reflexiva y dogmática de la
doctrina "Translíneas" y "Difry" llevó a excesos que contrariaron la finalidad que se tuvo en consideración al
fallar esos casos como se hizo.
IV. Difusión y consecuencias de "Translíneas" y "Difry"
La doctrina judicial mentada corrió como reguero de pólvora por el país y fue adoptada casi sin disidencias
por los más diversos tribunales de la república.
Lamentablemente, no se comprendió acabadamente el sentido de esta jurisprudencia (posibilitar el debate
causal, para evitar las connivencias deudor-terceros), con lo cual aparecieron no pocos problemas en la
aplicación diaria de estos plenarios.
A esa complicación contribuyó la confluencia de diversas circunstancias, a saber:
1. Acreedores reales --no inventados por el deudor-- pero carentes de otros elementos probatorios de su
crédito que no fueran los títulos valores abstractos.
Si la jurisprudencia hubiérase limitado a exigirles indicar la causa --como lo dice el texto legal: art. 32 de la
ley concursal, al igual que su precedente art. 33 de la ley 19.551--, no probarla, las dificultades no habrían
aparecido, e igual se habría facilitado al síndico y a los coacreedores la labor de control e impugnación.
Pero insistiendo muchas veces irreflexivamente en la carga probatoria de un negocio jurídico cuyos rastros
documentales se habían perdido, o que jamás se había documentado con otros papeles que no fueran los propios
títulos valores, se colocó a muchos acreedores verdaderos en la imposibilidad de acceder al concurso.
2. Síndicos demasiado cómodos, incumplidores de sus deberes funcionales impuestos por el art. 33 de la ley
concursal --labor investigadora activa-- que se ampararon en la fórmula sintética de esa doctrina plenaria para
dictaminar en el informe individual con un simple: "...no se ha acreditado por el verificante la causa de su
acreencia".
3. Jueces poco compenetrados con los propósitos de la jurisprudencia plenaria en cuestión, que hicieron
aplicación dogmática de esa doctrina. Fueron los típicos fallos sobre verificación despachados de un plumazo
con el considerando (de formulario): "...atento lo dictaminado por el síndico en el sentido de no haber acreditado
el verificante la causa de su pretendida acreencia...".
4. La extensión a casos para los cuales la jurisprudencia plenaria analizada no fue dictada.
De esto último hubo numerosos ejemplos, a cual más exótico pero todos con la curiosa --y perversa--

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consecuencia de despojar al deudor de sus créditos legítimamente contraídos: imponer al peticionante de la


quiebra la demostración --en la instrucción prefalencial-- de la causa de su acreencia; extender la demostración
de la causa a los acreedores fiscales, sin que se supiera muy bien en qué consistía esa causa y cómo debía
probarse (más allá de la determinación administrativa); exigir a los Bancos que pedían verificación con saldos
deudores de una cuenta corriente bancaria que justificaran una a una las partidas determinantes de ese saldo;
requerir de emisores de tarjetas crediticias igual demostración con cada comprobante suscripto por el
concursado, etcétera.
Toda esa labor investigativa, posible en la verificación de créditos pero a cargo del síndico, se la colocó
apriorísticamente en hombros del verificante, con lo cual la carga probatoria legal --limitada a los títulos
justificativos del crédito-- fue extendida a minuciosidades extremas y mucho más allá de los límites normados
por el art. 32 de la ley concursal.
¿Cuál fue el resultado de la coincidencia desafortunada de síndicos facilistas, jueces dogmáticos y
acreedores reales pero escasamente documentados?
Por evitar las connivencias deudor - terceros mediante la aplicación a ultranza e irreflexiva de una doctrina
judicial sana y de propósitos moralizantes, se obtuvo un efecto de rebote: se eliminó a verdaderos acreedores y
el deudor logró --indirectamente-- igual resultado que el que se buscaba evitar (licuar su pasivo). Con el
agravante de que fue más que evidente que los falsos acreedores fueron los únicos que tenían sus papeles en
regla.
V. Intentos ulteriores de atenuación de los efectos no queridos de la aplicación de los plenarios
La jurisprudencia de los últimos años, consciente cada vez más de los despropósitos a que conducía la
aplicación dogmática de la doctrina plenaria señalada, procuró abrir brechas o excepciones a la aparentemente
hermética conclusión arribada en "Translíneas" y en "Difry".
Ese objetivo, en general, se ha ido logrando a través de la aceptación o utilización judicial de criterios muy
amplios, cuando no laxos, de valoración probatoria.
Así, por caso, cuando el crédito es de poca cuantía; o si a la verificación le precedió juicio individual
promovido por el acreedor con visos de no ser ello simulado (embargo, secuestro, etc.) (5); o cuando la actividad
del concursado hace presumir la legitimidad de los títulos valores (actividad financiera, mesas de dinero)(6); o si
hay reconocimiento del concursado, corroborable con su contabilidad regular; o la conducta del verificante, en
el concurso o fuera de él, no deja lugar a duda sobre su incongruencia con la actividad que sería esperable de un
cómplice (acreedor que pidió la quiebra) (7), o que formula denuncias sobre la conducta del concursado y sus
actos revocables observando el informe general, o que denuncia penalmente al fallido, o que impugna el
acuerdo preventivo) (8).
Todo ello señala una saludable reacción tendiente, por un lado, a evitar efectos no queridos de la doctrina
bajo análisis, por el otro, conservar de ella su valor instrumental originario pero sin erigirla en un dogma que,
aplicado a ultranza, llevó a consecuencias indeseables.
VI. Síntesis actual de la cuestión
Hoy, con grandes disidencias todavía, la jurisprudencia parece apuntar a una aplicación más afinada --más
ajustada a las circunstancias del caso-- de la doctrina "Translíneas" y "Difry".
Esa nueva tendencia podría sintetizarse así:
1. Prevalece el criterio de exigir al insinuante explicación del origen causal de su crédito, y de aportar la
prueba de la cual dispusiera.
2. Se procura que el síndico contribuya a esclarecer --activamente-- el pasivo, cumpliendo la labor
instructoria del art. 33 de la ley concursal, y no que ampare su desidia o su comodidad en la invocación
dogmática de la doctrina "Translíneas - Difry".
3. Se intenta que el juez concursal llegue a la verdad jurídica objetiva: quién es acreedor y quién no lo es,
con especial consideración de las circunstancias de cada caso, valoración amplia y criteriosa de la prueba, y
puesta en mira del sentido final de "Translíneas - Difry": evita el abultamiento ficticio de los pasivos
concursales mediante el invento de pseudo acreedores a quienes se entregan títulos abstractos --y proteger así a
los acreedores reales-- pero en modo alguno facilitar la licuación de los pasivos o la protección malentendida de
un deudor (liberándole de sus obligaciones como por arte de magia), efecto éste "de rebote" al que lleva la
aplicación dogmática referida.
4. Se limita, o directamente se prohíbe, que el concursado o fallido sea quien alegue la deficiencia de
acreditación causal cuando, a la vez, no invocase la falsedad del título o algún vicio de la voluntad que invalide
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su rúbrica (9).
5. Se busca, en suma, mantener la doctrina plenaria dentro de sus justos límites, sin perder de vista su télesis,
dónde y bajo qué circunstancias pueda ser eficaz y no perjudicial.
VII. El fallo anotado
El fallo anotado, continuando la tónica de otros precedentes del mismo tribunal, se inscribe en la línea
jurisprudencial predescripta.
Dos aspectos son especialmente relevantes.
En el dictamen del fiscal de Cámara, el acento puesto en la premisa de los plenarios --"evitar el concierto
fraudulento"-- para, de allí, derivar a la inexigibilidad de una carga probatoria "acabada y contundente...
consumada"(10) (cuando no se advierte ni siquiera eventualmente la connivencia fraudulenta), pues ello podría
llevar a la generalizada desestimación de todas las insinuaciones fundadas en títulos abstractos.
En el texto de la resolución judicial, el énfasis puesto en reprochar a la sindicatura su actitud cómoda
("facilista") de limitarse a una negación irrazonada que es severamente calificada como desleal y no compatible
con lo que se espera de un verdadero funcionario del derecho, calidad elevada que inviste el síndico concursal.
Al provenir de una de las salas del tribunal autor de los plenarios "Translíneas" - "Difry", ello asume
particular relevancia, y es de esperar que llama la atención de los jueces que, todavía, en algunos puntos del
país, siguen haciendo dogmática (o irreflexiva) aplicación de la exigencia de la prueba causal en la verificación
concursal de créditos con títulos valores abstractos, sin atender a las puntuales circunstancias de cada caso, así
como de los síndicos cómodos que no cumplen el deber funcional de investigar que les encarga el art. 33 de la
ley concursal (Adla, LV-D, 4381) (*).
Especial para La Ley. Derechos reservados (ley 11.723).
(1)JA, 1993-I, síntesis.
(2)CNCom., en pleno, diciembre 26-979, "Translíneas S. A. c. Electordinie S. A.", LA LEY, 1980-A, 332.
(3)CNCom., en pleno, junio 19-980, "Difry S.R.L.", LA LEY, 1980-C, 78.
(4)Hace muchos años nos detuvimos en el tema al publicar "El problema de la causa en la verificación de
créditos - Evolución de la doctrina judicial", Derecho Económico, año II, N° 13, agosto-setiembre 1990, p. 19 y
sigtes. trabajo cuyos lineamientos seguimos en ese comentario.
(5)CApel. Civil y Com. Rosario, sala I, mayo 22-991, "Rogani, O. J. c. Mulé", Ed. Zeus, 58-J-79; sala II,
febrero 25-992, "Masip, Daniel", Ed. Zeus, 59-J-41.
(6)CApel. Civil y Com. Bahía Blanca, sala I, noviembre 24-992, "Germain, Esteban A.", JA, 1993-III, 220.
(7)CApel. Civil y Com. Rosario, sala I, julio 31-992, "Romer, Leopoldo, Eduardo c. Gianserra", auto 7/90,
inédito.
(8)CApel. Civil y Com. Rosario, sala I, febrero 9-990, "Remolins, Eduardo c. Neme, Ricardo", auto 103/92,
inédito; sala III, junio 26-990, "Ferraris, Víctor", auto 83/90, inédito.
(9)CNCom., sala D, junio 9-989, "Distribuidora Norcaf S. A.", JA, 1990-II, p. 330; ídem, junio 29-990,
"Amalfi Construcciones S. A.", JA, 1991-I-449; CApel. Civil y Com. Rosario, sala I, octubre 13-992, "Galván,
Julio Saravia", auto 148/92, inédito.
(10)En igual sentido: CNCom., sala B, febrero 5-93, "Arabetti, Jorge", LA LEY, 1994-A, 185.
(*)El texto de la ley y los antecedentes parlamentarios que le dieron origen, han sido objeto de publicación
en nuestra revista "Antecedentes Parlamentarios", t. 1995, p. 1111.

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