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comportamiento:
entorno físico y
social
PID_00204033
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Índice
1. Etoecología........................................................................................... 7
1.1. Conducta espacial ....................................................................... 7
1.1.1. Introducción .................................................................. 7
1.1.2. Objetivos ........................................................................ 8
1.1.3. Conceptos básicos .......................................................... 8
1.1.4. Aspectos espaciales del comportamiento ...................... 11
1.1.5. Migraciones .................................................................... 13
1.1.6. Territorialidad ................................................................ 15
1.1.7. El paradigma de la ecología del movimiento ................ 17
1.1.8. Resumen ......................................................................... 19
1.2. Conducta predatoria y antipredatoria ........................................ 21
1.2.1. Introducción .................................................................. 21
1.2.2. Objetivos ........................................................................ 23
1.2.3. Estrategias de los predadores ......................................... 23
1.2.4. Estrategias antipredatorias ............................................. 25
1.2.5. La vida en grupo ........................................................... 30
1.2.6. Relación predador-presa: carrera de armamentos .......... 31
1.2.7. Resumen ......................................................................... 34
2. Etología social..................................................................................... 35
2.1. Introducción ................................................................................ 35
2.2. Objetivos ...................................................................................... 36
2.3. Etología social: un toolkit de conceptos ...................................... 36
2.3.1. Concepto y áreas de la etología social .......................... 36
2.3.2. Socialidad y sociabilidad ............................................... 39
2.3.3. Causas proximales y causas últimas .............................. 39
2.3.4. Niveles de organización ................................................. 41
2.4. Concepto y categorías de comportamiento social ...................... 41
2.4.1. Concepto de comportamiento social ............................ 41
2.4.2. Categorías de comportamiento social ........................... 42
2.5. Concepto y categorías funcionales de comportamiento social ... 45
2.5.1. Categorías funcionales de comportamiento social ........ 46
2.6. Causas últimas del comportamiento social ................................ 48
2.6.1. Evolución del comportamiento agresivo ....................... 48
2.6.2. Evolución del comportamiento altruista ....................... 50
2.7. Causas proximales del comportamiento altruista ....................... 56
2.7.1. Mecanismos proximales de la prosocialidad ................. 57
2.7.2. Mecanismos proximales del altruismo recíproco .......... 58
2.7.3. Requisitos psicológicos del altruismo recíproco y del
comportamiento malévolo ............................................ 59
2.8. Concepto y categorías de relaciones sociales .............................. 61
2.8.1. Dominancia social ......................................................... 61
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Bibliografía................................................................................................. 131
© FUOC • PID_00204033 7 Ecología y comportamiento: entorno físico y social
1. Etoecología
1.1.1. Introducción
comunes hasta ahora descritos. Cada uno de estos son empleados de formas
muy diversas por las distintas especies animales que habitan el planeta, pues-
to que día a día es necesario y en ocasiones vital, navegar y orientarse en los
distintos espacios donde estos habitan.
1.1.2. Objetivos
Figura 1
Por ejemplo, la información genética confiere a los individuos una preadaptación ha-
cia determinadas señales ambientales que influyen en su comportamiento (Krausman,
1999).
Diversos estudios indican que la decisión para elegir un hábitat está estrecha-
mente relacionada con los factores próximos y últimos (Rosenwieg, 1981). Los
factores�próximos�actúan�en�los�individuos�como�señales�que�permiten
determinar�la�conveniencia�de�un�sitio. El éxito reproductivo y la sobrevi-
vencia son las razones últimas que influencian a los individuos a seleccionar
© FUOC • PID_00204033 10 Ecología y comportamiento: entorno físico y social
Por ejemplo, la competencia se genera debido a que cada individuo está involucrado
en relaciones intra e interespecíficas, que son afectadas por disponibilidad de recursos
(Krausman, 1999). Estas a su vez influyen en que un organismo no seleccione un hábitat
adecuado (Hutto, 1985, Morrison et al., 1985) y por lo tanto, afectar positiva o negativa-
mente a su distribución espacial (Greene y Stamps, 2001).
Por otro lado, los riesgos de depredación suelen afectar a la selección, ya que
la presencia de depredadores influencia la forma como los organismos ocupan
un área (Rosenwieg, 1981).
Aspectos�espaciales�del�comportamiento
Dispersión y filopatría
Estudios sugieren que las ventajas de la filopatría están relacionadas con fac-
tores socio-ecológicos, los cuales tienden a mejorar la eficiencia de forrajeo y
la sobrevivencia asociada al éxito reproductivo (Forero et al., 2002). En el caso
de algunas especies de aves, se ha sugerido que la experiencia local de los indi-
viduos es un factor importante que determina la filopatría en la reproducción
(Greenwood et al., 1979, Forero et al., 1999). Esto significa que para los indivi-
duos el estar familiarizado con un área es menos importante para la dispersión
natal que para la dispersión por reproducción. Por ejemplo, durante el período
pre-reproductivo, algunos individuos pueden dedicar un tiempo para buscar
información y adquirir experiencias en zonas más distantes (Pärt, 1995).
Por ejemplo, dado que en el caso de las aves se carece de datos a largo plazo (Belichon
et al., 1996), y el análisis de las consecuencias de la dispersión se ha limitado hacia los
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primeros intentos de reproducción que los animales llevan a cabo (Newton y Marquiss,
1983).
Un gran número de especies de mamíferos y aves son fieles a los sitios donde
han nacido y en la mayoría de ellos, uno de los sexos es más filopátricos que
el otro (Dobson, 1982). En las aves, por lo general, las hembras se dispersan
más que los machos, mientras que en los mamíferos, los machos son los que
se dispersan más que las hembras (Greenwood, 1980).
1.1.5. Migraciones
Concepto de migración
Entre las migraciones, algunas son dignas de ser calificadas como verdaderas
proezas, debido al número de individuos que se desplazan en masa y a las dis-
tancias que recorren (Margje et al., 2009). Entre los insectos migratorios, las
mariposas monarcas de Norteamérica (Danaus plexippus) son las más sobresa-
© FUOC • PID_00204033 14 Ecología y comportamiento: entorno físico y social
Figura 2
Por ejemplo, durante la migración, los músculos empleados en el vuelo y los órganos
digestivos responden al máximo, y a pocos días de haber realizado su función deben
revertirse a su condición normal (Schwilch et al., 2002).
1.1.6. Territorialidad
Por ejemplo, los gibones (p. ej., género Hylobates) y monos aulladores (p. ej., género
Alouatta), que viven en pequeños grupos y se alimentan de frutos y hojas, mantienen
las distancias intergrupales por medio de vocalizaciones que emiten al amanecer y al
atardecer (Mitani y Rodman, 1979; Lowen y Dunbar, 1994).
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Esta forma de "aviso" permite que los diferentes grupos se ubiquen espacial-
mente entre sí de forma continua para reducir al mínimo las posibilidades de
contacto. A través de estos mecanismos de exclusión, la posesión y los dere-
chos de uso del espacio son mantenidos (Davies y Houston, 1984).
Por lo tanto, la defensa del territorio es una especie de práctica económica in-
dividual o grupal y las especies intentan defender áreas específicas y mantener
el acceso exclusivo a estas sólo cuando los beneficios superan los costos (Da-
vies y Houston, 1984; Plesner et al., 2005).
Economía de la territorialidad
Por ejemplo, diversos estudios han mostrado que los territorios de alimentación son man-
tenidos a menudo por grupos de félidos, cánidos y primates, entre otros; además de un
gran número de especies de aves (Davies y Houston, 1984; Gese y Ruff, 1997).
Por otro lado, aunque no en todos los casos, en ocasiones los territorios de
alimentación también funcionan como sitios de apareamiento denominados
leks (Höglund y Robertson, 1996). Los leks han sido estudiados en algunas es-
pecies de aves y ungulados (Wiley, 1991; Höglund y Robertson, 1996) en don-
de la posesión del espacio es clave para atraer a parejas reproductivas poten-
ciales (Gibson, 1992). En la mayoría de los casos los machos son los dueños de
los leks y dentro de estos, las hembras tienden a elegir un macho entre todos
los presentes (Wiley, 1991).
la�capacidad�de�movimiento�y�navegación; 3) la�habilidad�básica�del�or-
ganismo�para�moverse, y esto afecta dónde y cuándo hay que moverse y; 4)
la�amplia�serie�de�factores�externos�que�afectan�al�movimiento.
Precedido por los principios básicos que vinculan los estudios teóricos y em-
píricos sobre el movimiento de organismos, este marco pretende explorar las
causas, mecanismos y patrones de movimiento, y debe facilitar la compren-
sión de las consecuencias de la ecología del movimiento y la evolución de
los individuos, poblaciones y comunidades. No obstante, como en cualquier
disciplina, el hecho de introducir nuevos conceptos como parte del perfeccio-
namiento y la aclaración de paradigmas emergentes, hace que con frecuencia
estos nuevos conceptos vayan acompañados de cierto grado de resistencia que
extiende durante años su asimilación en el ámbito de la ciencia (Nathan et
al., 2008). Es posible, pues, que tengan que pasar algunos años para adoptar
este nuevo marco de análisis en futuros estudios. Sin embargo, el primer paso
de integración ya está dado, ahora dependerá en gran medida de quienes es-
tudian el movimiento de los organismos, si la adopción de este nuevo esque-
ma de análisis puede permear hacia otras disciplinas relacionadas que, en su
conjunto ayuden a comprender mejor este fascinante mundo del movimiento
de los organismos.
1.1.8. Resumen
1.2.1. Introducción
Figura 3
ros son depredadores que se alimentan de presas del reino vegetal. Un caníbal
es un predador que consume otro individuo de su misma especie. El caniba-
lismo suele aparecer cuando el alimento es insuficiente, o en densas poblacio-
nes estresadas por sobrepoblación (incluso con alimento suficiente), o cuando
un animal está débil y es vulnerable como consecuencia de su rango social,
o cuando se trata de individuos indefensos y fáciles de capturar en forma de
huevos o de polluelos en el nido. Como consecuencia, los caníbales obtienen
alimento y reducen la competición por el acceso futuro a los recursos como son
el alimento, la pareja o el territorio. El parasitismo consiste en encontrar una
especie hospedadora que proporciona un beneficio al parásito (por ejemplo,
energía y nutrientes) y un perjuicio al hospedador. En la categoría de parásitos,
al menos en alguna fase de su ciclo vital, existen parásitos sencillos (virus, bac-
terias, protozoos) y otros más complejos (gusanos, insectos, peces). Entre pa-
rásito y hospedador se establece una relación en la que el parásito intenta elu-
dir las barreras interpuestas por el hospedador y el hospedador intenta evitar
el asentamiento y la reproducción del parásito (Merino, 2010). Dado que las
presas del herbivorismo se obtienen del ramoneo de vegetales y el canibalismo
y el parasitismo pueden ser considerados casos atípicos o tener componentes
más relacionados con la reproducción que con la alimentación (por ejemplo,
el canibalismo sexual descrito en algunas arañas y en la mantis religiosa), en
este texto nos centraremos solamente en los predadores verdaderos.
1.2.2. Objetivos
3. Comprender las relaciones entre las presas y los predadores y las consecuen-
cias evolutivas para cada uno.
5. Conocer las adaptaciones del ser humano como predador y como presa.
Además, los animales endotermos necesitan hasta 10 veces más alimento que
los ectotermos, por ejemplo, 50 antílopes alimentan a un solo león o hasta
10 cocodrilos.
(1)
Las estrategias de los predadores tendrán obviamente repercusión en las presas Véase más adelante el apartado
1 sobre "Relación predador-presa:
que, a su vez, intentarán contrarrestarlas mediante estrategias antipredatorias carrera de armamentos".
para defender su vida. Las estrategias de respuesta de las presas a la detección
de predadores consisten en esconderse y pasar desapercibido, huir, luchar, avi-
sar a los congéneres de la presencia del depredador, distraer a los depredadores
para mantenerlos lejos de los individuos más vulnerables o llamar la atención
de los depredadores para informarles de que han sido detectados (Allen y Be-
koff, 1997). Las presas han desarrollado distintas estrategias para cada una de
las fases de la predación: para evitar ser localizados, para defenderse una vez
localizados o, como último recurso si son atrapados, para inhibir su consumo
(Alcock, 1993; Maier, 2001).
Otra estrategia de las presas para evitar ser localizadas por los predadores es a
través del ocultamiento�y�el�camuflaje�o�cripsis. Para pasar desapercibidos,
los animales suelen quedarse inmóviles o en posturas determinadas, además
de recurrir a adaptaciones estructurales mediante formas o colores protectores,
escudos protectores, etc. La forma de camuflaje más común y sencilla es la
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similitud del color del animal y el fondo. En las hojas verdes de la vegetación
suelen vivir animales verdes (por ejemplo, pulgones, ranas); en las zonas are-
nosas suelen vivir animales de colores marrones o grises claros (por ejemplo,
lagartijas y lagartos), y en los troncos de los árboles oscuros encontramos ani-
males negros o marrón oscuro (por ejemplo, mariposas, escarabajos). El color
del animal puede estar adaptado a los cambios estacionales, como en el caso
de la liebre ártica, parda en verano y blanca en invierno, cuando el terreno
está nevado. En el caso de que existan distintos colores de fondos, los anima-
les escogerán aquellos más parecidos a los de su coloración corporal para ma-
ximizar sus probabilidades de supervivencia. En algunas especies de anfibios,
peces y reptiles se encuentra una adaptación sorprendente, que es la posibili-
dad de cambiar de color gracias a células pigmentarias (cromatóforos) que se
expanden o condensan a voluntad por medio de una contracción muscular
controlada por el sistema nervioso y la acción de la MSH (hormona estimu-
lante de los melanóforos) segregada en la adenohipófisis. De esta manera pue-
den cambiar de color en cuestión de segundos para mimetizarse con el espacio
circundante y pasar desapercibidos. Como ejemplo tenemos los camaleones,
los lenguados, los cefalópodos (pulpos, sepias, calamares).
La mayoría de las presas que son localizadas por el predador emiten señales
de�advertencia dirigidas al mismo depredador y, además, sirven como señal
de�alerta para sus congéneres. Si el animal es venenoso, evitan así el riesgo de
enfrentarse al predador y también evitan gastar energía u otros recursos (por
ejemplo, veneno) que pueden utilizar más adelante. Un ejemplo lo tenemos
en la serpiente cascabel al agitar la cola con su sonido característico cuando se
sienten amenazadas. Otras presas menos peligrosas emiten señales dirigidas al
depredador con la finalidad de indicarle su buena condición física y su habili-
dad para escapar para que el predador decida buscar otra presa más fácil (Caro,
1995). Un ejemplo lo tenemos en los espectaculares saltos de algunos antílo-
pes africanos cuando huyen ante la presencia de un depredador. Las señales
pursuit-deterrent −señales utilizadas por la presa para aparentemente convencer
al predador de que no le persiga− deben ser costosas y honestas para las presas
para que el depredador pueda confiar en las mismas, pues se beneficia al evi-
tar persecuciones que probablemente no van a ser exitosas. De esta manera,
estas señales son retenidas por selección natural y se mantienen a lo largo de
la evolución (Martín, 2006).
A diferencia de las presas que recurren al camuflaje críptico, otras tienen co-
loraciones muy llamativas y conspicuas o coloración� aposemática (Maier,
2001). La coloración aposemática es una coloración de advertencia hacia los
predadores que puedan suponer un peligro potencial o real para los animales
que poseen estos colores tan brillantes, casi siempre mezclas de negro con rojo,
azul, naranja o amarillo. La advertencia que está detrás de estas coloraciones
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Agresión defensiva
Huida
Por ejemplo, algunas mariposas extienden rápidamente las alas en las que tienen unas
manchas que se parecen a los ojos de una lechuza o de un halcón, asustando (y enga-
ñando) así al predador.
Por otro lado, algunas orugas tropicales al tocarlas transforman la parte frontal
de su cuerpo en lo que se asemeja a la cabeza de una serpiente y de esta forma
evitan los ataques de las aves que suelen ser presas de las serpientes. Otra forma
de distraer y confundir al depredador la realizan los pulpos soltando uno o
más chorros de tinta en su huida hacia una grieta (Dacosta y Pontes, 2006).
También es interesante el comportamiento de distracción del chotacabras, que
finge estar herido con un ala rota, y cuyo objetivo es alejar la atención del
depredador del lugar en el que se encuentran los polluelos (Aragonés, 2006).
Por ejemplo, la lamprea glutinosa (Mixyne glutinosa) segrega un capullo resbaladizo que
prácticamente imposibilita que un depredador la atrape. Cuando el depredador se aleja,
la lamprea hace un orificio en el capullo y sale de él (Maier, 2001).
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Confusión y dilución
Detección�de�presas Mejora de percepción de patrones visuales y movi- Cripsis, inmovilidad, selección del correcto lugar de
mientos descanso
Imagen de búsqueda Polimorfismo
Búsqueda de áreas con presas más abundantes Dispersión
Por ejemplo, un predador que caza presas vivas a la carrera es un potente factor de selec-
ción para las presas, y estas serán seleccionadas para correr cada vez más rápido, lo que
a su vez determinará la selección sobre los predadores para ser aún más veloces.
Figura 4
1.2.7. Resumen
2. Etología social
2.1. Introducción
Los individuos de muchas especies han explotado una ruta evolutiva singular
para maximizar su eficacia biológica, es decir, su supervivencia y su reproduc-
ción, que consiste en agregarse y formar grupos de muy diversa índole en tér-
minos de tamaño, de estabilidad, de cohesión y de los procesos conductuales,
fisiológicos y psicológicos subyacentes. Esta socialidad o forma de vida agre-
gada constituye precisamente el ambiente inmediato en el que los individuos
de especies sociales han tenido que forjar las características de su diseño co-
mo organismos, es decir, su morfología, su conducta, su psicología y su fisio-
logía. Podríamos afirmar que la socialidad se ha convertido en el principal
desafío ambiental o fuerza motriz que ha espoleado la evolución de lo que
nos hace sociales, a nosotros y a muchas otras especies. La etología social bus-
ca responder a las cuatro cuestiones clásicas del sistema teórico de la etología
(Tinbergen, 1963), es decir, la causación/control, el desarrollo/ontogenia, la
función/valor adaptativo y la evolución/filogenia del comportamiento de las
especies sociales y, además, se afana por integrar la información aportada por
cada una de ellas (Hinde, 1982).
Figura 5
Así pues, la etología social está definida por un objeto de estudio notablemen-
te amplio, aunque no ilimitado. En efecto, esta disciplina se interesa por el
análisis de todas aquellas variables que puedan contribuir a desvelar la natu-
raleza de la relación entre el comportamiento social del individuo y su am-
biente ecológico (Colmenares, 2002). Como se ha señalado, la dimensión del
ambiente ecológico que más atención recibe en esta disciplina etológica es la
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2.2. Objetivos
2. Identificar las principales variables del sistema social y del ambiente ecoló-
gico que contribuyen a moldear el comportamiento social de los individuos.
a)�Socioecología
Ecología social histórica Infiere las presiones selectivas que han debido
operar en el pasado y que explican buena par-
te de los patrones de organización social y de
comportamiento observados en poblaciones
actuales.
b)�Estructura�y�procesos�demográficos
c)�Sistemas�de�reproducción
d)�Sistemas�sociales
Figura 6
Por ejemplo, el estilo maternal protector o liberal que una hembra muestra con su cría
en un momento determinado puede reflejar el efecto de estímulos operativos en ese ins-
tante, como son su condición hormonal (factor interno) y el comportamiento deman-
dante o autónomo de la cría (factor externo) y, además, el efecto de experiencias tem-
pranas, como el estilo maternal con el que la propia madre fue tratada cuando era una
cría, el ambiente social al que estuvo expuesta durante su socialización o el perfil hormo-
nal predominante durante su gestación o durante el periodo posnatal (Fairbanks, 2003).
De hecho, el estilo maternal puede reflejar influencias epigenéticas transgeneracionales
(Maestripieri y Mateo, 2009), es decir, estados epigenéticos responsables de la expresión
genética que son activados por el comportamiento maternal y que se transmiten a los
descendientes.
En cuanto a las causas últimas o distales, éstas invocan factores cuya relación
temporal con la conducta social que pretende ser explicada es tan lejana que
como mínimo se remonta a una generación anterior o trasciende a una pos-
terior.
Así, por ejemplo, se puede medir el impacto de distintos estilos maternales sobre la efica-
cia biológica de la madre (esto es, su propia supervivencia y éxito reproductivo [supervi-
vencia de la cría]) y conjeturar que sólo los estilos maternales adaptativos lograrán estar
abundantemente representados en la siguiente generación.
Desde esta perspectiva se postula, por ejemplo, que las causas últimas de las
diferencias interespecíficas en estilos maternales son el resultado de presiones
selectivas en escenarios ecológicos con demandas adaptativas distintas. Den-
tro de esta aproximación, incluso las diferencias intraespecíficas en estilos ma-
ternales pueden concebirse como estrategias condicionales que han evolucio-
nado en poblaciones ancestrales por selección natural y que se activan en la
actualidad como respuesta a claves ambientales que fueron biológicamente
relevantes en el pasado y quizá lo sigan siendo en el presente. Así pues, las
causas últimas intentan establecer si un comportamiento social actual tenderá
a persistir y propagarse en la siguiente generación debido a su efecto positi-
vo sobre la eficacia biológica del que lo utiliza en el presente (función/valor
adaptativo) y en qué momento de la historia evolutiva del linaje pudo haber-
se originado y favorecido por presiones selectivas en escenarios ecológicos an-
cestrales (filogenia/evolución).
Como el propio nombre indica, la relación temporal entre el factor causal que
se invoca para explicar un comportamiento social y su ocurrencia puede ser
muy estrecha, si no contingente con ella (causación/control); puede ser dis-
tante, pero aún habiendo operado dentro de la historia individual del sujeto
(desarrollo/ontogenia); puede tener consecuencias que trasciendan la existen-
cia del propio individuo (función/valor adaptativo) y, finalmente, puede ha-
ber estado operativo en generaciones anteriores y haber sido heredado por los
individuos de la generación actual. En cualquier caso, no hay que olvidar que
los cuatro porqués o las dos clases de causas, las proximales y la últimas, que
aglutinan a aquéllos, ofrecen respuestas distintas e independientes, pero com-
plementarias. La información que aporta cada una de ellas es, por lo tanto,
esencial para obtener una comprensión completa e integrada de las causas del
comportamiento social. Como tendremos ocasión de analizar más adelante,
la causa proximal de la complejidad del comportamiento social que exhiben
algunas especies parece ser la posesión de una corteza cerebral hipertrofiada
y, como consecuencia, el uso de habilidades cognitivas sofisticadas capaces
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a)�Comportamiento�agonístico
b)�Comportamiento�amistoso
c)�Comportamiento�cooperativo
Figura 7
d)�Comportamiento�lúdico
*Los efectos beneficiosos se indican con el signo + y la letra B o b, en función de la magnitud del beneficio. Los efectos perjudi-
ciales se indican con el signo – y la letra C o c, en función de la magnitud del coste.
a)�Comportamiento�cooperativo
b)�Comportamiento�altruista
c)�Comportamiento�egoísta
d)�Comportamiento�malévolo
Figura 8
Teoría de juegos: matriz de pagos en una población de halcones y de palomas. Fuente: Krebs & Davies (1993).
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a)�Altruismo�entre�individuos�emparentados
coste) para salvar la vida de otro (máximo beneficio). La paradoja general que
suscita esta situación es la siguiente: ¿cómo es posible que evolucione el com-
portamiento altruista?
b)�Altruismo�entre�individuos�no�emparentados
Tabla 4. Tipología de formas de reciprocidad en función de los costes (-) y beneficios (+) en los
que incurre el actor inicial (A) y los receptores/reactores (B, C y D)
Uno de los modelos más utilizados para explicar la evolución del comporta-
miento altruista entre individuos que no están emparentados es el denomi-
nado Dilema del prisionero, cuya descripción se puede ilustrar mediante un es-
cenario como el siguiente. La policía detiene a dos sospechosos de haber co-
metido un delito. Sin embargo, no hay pruebas suficientes para acusarlos y
condenarlos a la máxima pena. El fiscal les interroga por separado y les ofrece
el mismo trato. Si uno delata a su cómplice (no coopera con él) y éste no lo
hace (sí coopera con él), el cómplice será condenado a la pena máxima para
el delito cometido, es decir, diez años, y el primero saldrá libre sin cargos. Si
el primero calla, pero su cómplice lo delata, será el primero el que recibirá esa
pena y ahora será el cómplice quien saldrá libre. Si los dos incriminan al com-
pañero, ambos serán condenados a cinco años. Por último, si ambos se niegan
a delatar a su compañero, todo lo que podrán hacer será encerrarlos durante
un año por un cargo menor.
El dilema al que se enfrenta cada uno de los presos es elegir entre cooperar con
el otro preso (es decir, no delatarlo) o traicionarlo (es decir, aceptar el trato que
le ofrece el fiscal a cambio de proporcionar las pruebas que éste necesita para
incriminar al compañero), teniendo en cuenta, y esto es lo más importante,
que la magnitud de la pena a la que va a ser castigado cada uno de los sospe-
chosos va a depender de la forma en la que ambos resuelvan el dilema. Los sos-
pechosos pueden resolverlo adoptando una estrategia egoísta/racional (dela-
tando a su compañero), que busca maximizar la ganancia individual (aunque
implique perjudicar al compañero) o adoptando una estrategia altruista/ho-
nesta (negándose a delatar al compañero), que busca una solución subópti-
ma para el individuo, pero más equitativa para los dos. La figura 9 muestra
la matriz de pagos que cada participante obtiene en función de la decisión de
cooperar con el compañero o de traicionarlo en uno de los modelos del dilema
del prisionero más utilizados en este contexto.
© FUOC • PID_00204033 54 Ecología y comportamiento: entorno físico y social
Figura 9
Para que se considere un juego del dilema del prisionero se debe cumplir la expresión T[0]>R[-1]>P[-5]>S[-10].
Según esta versión del dilema del prisionero en la que los individuos tienen
una única oportunidad para elegir entre cooperar o traicionar y en la que des-
conocen la decisión (estrategia) que ha adoptado su compañero, la evolución
del altruismo entre individuos no emparentados resulta inviable. Sin embargo,
hay que señalar que, al menos en la especie humana, el altruismo recíproco
parece que ha sido una fuerza importante en la evolución de la cooperación.
Por lo tanto, la cuestión es ¿cómo puede evolucionar el altruismo recíproco?
Hay varias posibilidades.
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Una tercera posibilidad que puede favorecer la evolución del altruismo recí-
proco es la que plantean modelos alternativos como el de los mercados bioló-
gicos (Noë y cols., 2001; Barrett y Henzi, 2006). La idea de que los miembros
de un grupo constituyen recursos sociales en el sentido de que cada uno de
ellos es potencialmente capaz de proporcionar servicios biológicamente rele-
vantes, como espulgamiento (eliminación de ectoparásitos), protección, ali-
mento, consuelo en situaciones adversas, entre otros, tiene varias implicacio-
nes. La más obvia es que cualesquiera que sean los servicios que consideremos,
y los individuos que los proporcionen, éstos estarán limitados en cantidad y
en calidad. La consecuencia inmediata es que algunos servicios/recursos, los
más demandados, resultarán más caros de obtener (habrá que pagar más para
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acceder a ellos) que aquellos otros que estén menos demandados, que enton-
ces resultarán más baratos. Esta situación tan natural de variación en la rela-
ción entre la oferta y la demanda de los distintos servicios/recursos es la que
identifica un mercado biológico social y, en él, la disponibilidad de acceso y
disfrute de los mismos está sometida a formas de competición y de decisión
no contempladas en ninguna de las dos teorías que hemos visto hasta ahora
para explicar la evolución del comportamiento altruista.
Mecanismo Definición
Figura 10
Porcentaje de ofertas y de ofertas rechazadas en una versión del juego del ultimátum presentada a chimpancés. Fuente: Jensen
et al. (2007).
2.8.2. Alianzas
Dos (o más individuos) se dice que forman una alianza cuando tienden a pres-
tarse apoyo en situaciones en las que uno o ambos socios lo precisan. Uno de
los contextos en los que las alianzas pueden detectarse es el de la competición.
De hecho, la competición es el principal motor responsable de la formación
de relaciones cooperativas. Las alianzas pueden presentar características muy
diversas en función de la duración del vínculo cooperativo, del contenido de
los servicios intercambiados y de los contextos en los que se activa. Una de las
tipologías propuestas identifica las siguientes categorías. Alianza protectora: el
individuo A ayuda al individuo C contra el individuo B. El resultado es que
C supera en estatus social a B [A > B > C = A > C > B]. Alianza revolucionaria:
el individuo B se coaliga con el individuo C para desplazar de la posición alfa
al individuo A [A > B > C = B > C > A]. Alianza conservadora: el individuo A se
coaliga con el individuo B para evitar que el individuo C cambie la estructura
de las relaciones de dominancia [A > B > C = A > B > C]. En todos los casos, el
punto de partida es: A es dominante sobre B que, su vez, es dominante sobre
C [es decir, A > B > C].
© FUOC • PID_00204033 63 Ecología y comportamiento: entorno físico y social
2.8.3. Amistades
de redes más estables y que mantienen relaciones más equitativas tienen des-
cendientes con una mayor esperanza de vida (Silk, 2007b; Silk y cols., 2009).
También se ha documentado tanto en animales no humanos como en la es-
pecie humana que las redes de amistad constituyen uno de los remedios más
efectivos contra los efectos negativos del estrés sobre la salud. Por ejemplo, en
varias especies de primates se ha documentado que los individuos subordina-
dos soportan niveles más elevados de cortisol que los dominantes; no obstan-
te, los que tienen una red de apoyos mayor presentan valores más reducidos de
cortisol (Abbott y cols., 2003). En la especie humana, también se han descrito
efectos positivos sobre la salud de variables como el grado de integración social
y de apoyo (Cohen, 2004; Couzing, 2009). Por último, existen estudios longi-
tudinales en la especie humana que revelan una estrecha asociación entre la
estabilidad y calidad de las redes sociales y la felicidad (Fowler y cols., 2008).
Cuando se aplica a las relaciones sociales, la idea de que los organismos pre-
sentan diseños integrados implica que lo esperable es que las especies sociales
hayan desarrollado dispositivos fisiológicos y cognitivos especializados al ser-
vicio de la gestión efectiva de las demandas que genera la vida social.
Los glucocorticoides (GC) y la testosterona (T) son dos de las principales hor-
monas implicadas en la calidad (y esperanza) de vida y en la reproducción,
los dos componentes de la eficacia biológica. Por su parte, la oxitocina (OT) y
la arginina vasopresina (AVP) son dos neuropéptidos cuya participación en la
regulación de los vínculos sociales ha sido documentada ampliamente en los
últimos años (Ellison y Gray, 2009).
a)�Relaciones�sociales,�GC�y�T
Figura 11
Relación entre el estatus de dominancia y los niveles de glucocorticoides en sociedades con sistemas de reproducción
distintos. En las especies con reproducción cooperativa, son los individuos dominantes los que tienden a presentar
niveles más elevados de glucocorticoides en comparación con los subordinados. Fuente: Creel (2001).
b)�Relaciones�sociales,�OT�y�AVP
Entre las especies del ratón de campo del género Microtus existen dos, el de
montaña (M. montanus) y el de pradera (M. penssylvanicus), que siguen el pa-
trón de emparejamiento más habitual en los mamíferos, es decir, el poligíni-
co (no mantienen vínculos con las hembras después de la cópula) y, además,
son solitarios. Sin embargo, hay una especie, la de llanura (M. ochrogaster), que
forma parejas monógamas. Estudios experimentales han revelado que los ma-
chos de la especie monógama pasan más tiempo con la hembra con la que han
copulado que con una hembra extraña. Los machos de la especie poligínica,
en cambio, no muestran ninguna preferencia en la misma prueba. Los estudios
que se han llevado a cabo para relacionar estos contrastes comportamentales
con variables fisiológicas han aportado una gran cantidad de datos que han
elevado a estas especies al estatus de animales modelo idóneos para el estudio
de los mecanismos fisiológicos que regulan la socialidad (Insel y Young, 2001).
Así, las hembras de la especie monógama tienen una mayor cantidad de re-
ceptores para la oxitocina (OT), en particular en el núcleo acumbens (NAcc) y
en la corteza prelímbica (PLC), que las hembras de la especie poligínica (figura
12). De igual modo, los machos de la especie monógama tienen una mayor
cantidad de receptores para la arginina vasopresina (AVP) que los machos de la
especie poligínica, específicamente en el núcleo pálido ventral (VP) (figura 13).
© FUOC • PID_00204033 66 Ecología y comportamiento: entorno físico y social
Figura 12
Vínculos sociales y oxitocina en especies poligínicas y monógamas del género Microtus. Fuente: Insel y Young (2001).
Figura 13
Vínculos sociales y arginina vasopresina en especies poligínicas y monógamas del género Microtus. Fuente: Insel y Young
(2001).
Las investigaciones que se han llevado a cabo con sujetos humanos para de-
terminar el papel de la OT y de la AVP han arrojado resultados convergentes
con los que se han obtenido en los estudios con las especies mencionadas
(Heinrichs y cols., 2009). En sujetos humanos, además de los efectos ansiolíti-
cos y reductores del estrés, la OT modula funciones de cognición social como
la confianza, que sin duda favorecen y explican el aumento de las medidas
de aproximación social. En cuanto a la AVP, la similitud de los efectos en los
hombres se manifiesta también en el ámbito de las diferencias de respuesta
comportamental ligadas al sexo, aumento de la agresividad hacia caras mas-
culinas y de respuestas positivas hacia caras femeninas. Por último, también
es intrigante el hallazgo por el que el gen Avpr-1a parece estar asociado con
diferencias en comportamiento altruista en ambos sexos y con la formación
de vínculos de pareja y satisfacción marital en los hombres.
Navegar con éxito por el laberinto social puede resultar muy exigente en el
ámbito cognitivo (Colmenares, 2005). La hipótesis general de que la vida so-
cial ha sido el principal motor de la evolución del asiento físico de la inteli-
gencia social y de las distintas funciones psicológicas que ésta entraña ha lo-
grado un importante arraigo a partir de la década de 1970 (Humphrey, 1976;
Byrne y Bates, 2007). Desde entonces, han sido varias las hipótesis que se han
propuesto para identificar las presiones selectivas y el diseño en el ámbito cog-
nitivo resultante.
a)�Inteligencia�social�o�maquiavélica
lación con la eficacia biológica. Uno de esos usos tiene que ver con maximizar
los intereses individuales a costa de los intereses de los demás y el otro, en
cambio, incide en la activación de comportamientos cooperativos y altruistas
que pueden beneficiar los intereses de los miembros del grupo.
Una de las fuentes de información que se ha utilizado para testar las predic-
ciones de esta hipótesis ha sido el catálogo de engaños tácticos que han sido
documentados en investigaciones con primates (Byrne y Whiten, 1990). Las
conductas de engaño táctico se definen como comportamientos del repertorio
normal del agente que, al ser utilizado fuera de su contexto habitual, confun-
den al receptor e inducen una respuesta que beneficia al agente a costa del
receptor. Lo que estas investigaciones han revelado ha sido la existencia de
una relación entre el número y la complejidad de estos comportamientos y la
complejidad de los grupos sociales en los que viven.
b)�Cerebro�social
Como la hipótesis anterior, la hipótesis del cerebro social también sostiene que
la principal presión selectiva que ha promovido la expansión de la corteza han
sido las demandas de carácter específicamente social que es necesario resolver
de modo satisfactorio para vivir en grupo y beneficiarse así de las ventajas que
comporta (por ejemplo, la reducción de la mortalidad debida a la presión pre-
datoria y el incremento de la tasa reproductora ligada al mantenimiento de
alianzas con compañeros del grupo especialmente valiosos). La hipótesis del
cerebro social predice específicamente una asociación positiva entre el tama-
ño relativo de la corteza y el tamaño del grupo social; así, se usa esta última
medida como un índice del grado de complejidad social.
Como predice la hipótesis, de entre las variables analizadas, que incluyen ha-
bilidades de cognición física, de cognición espacial y de cognición social, el
tamaño del grupo social parece ser la única que guarda una relación positiva
y estadísticamente significativa con el tamaño relativo de la corteza. No obs-
tante, los análisis también indican que existe un efecto de la filogenia (figu-
ra 14), ya que se detectan diferencias entre los tres grupos de primates, los
prosimios, los monos y los antropoides, es decir, para un mismo tamaño de
grupo, la corticalización es mayor en los antropoides que en los otros grupos
taxonómicos (Barrett y cols., 2003). Estos resultados apoyan los obtenidos en
estudios experimentales en el sentido de que la inteligencia social es mayor
en los antropoides que en el resto de los primates.
© FUOC • PID_00204033 69 Ecología y comportamiento: entorno físico y social
Figura 14
Hipótesis del cerebro social: existe una relación entre el tamaño relativo de la corteza y el tamaño del grupo. Los triángulos
representan especies de prosimios; los círculos son especies de primates no hominoideos, y los cuadrados son especies de
hominoideos. Fuente: Barrett et al. (2003).
Análisis recientes sugieren que la evolución del cerebro social no fue promo-
vida sólo por la socialidad, es decir, por la necesidad de vivir en grupos socia-
les para defenderse de los depredadores y para competir con más éxito contra
otros grupos de la misma especie por los recursos tróficos, sino que hubo un
factor crítico más especifico: la formación de vínculos de pareja. En estos últi-
mos análisis, se ha encontrado que la corticalización es mayor en las especies
que forman vínculos de pareja, es decir, en especies monógamas, con la ex-
cepción de los primates (Dunbar y Shultz, 2007). Lo que se ha sugerido es que
en los primates se debió producir una generalización de los mecanismos cog-
nitivos que inicialmente sirvieron de apoyo a las relaciones duraderas de pa-
reja para sostener también las relaciones con múltiples compañeros de ambos
sexos tan características de los grupos que los primates habitualmente forman.
c)�Inteligencia�cultural
Figura 15
Hipótesis de la inteligencia cultural: lo que distingue a la especie humana de las demás especies de primates filogenéticamente
más cercanas es la posesión de capacidades de cognición social necesarias para el desarrollo de la dimensión cultural,
habilidades ya presentes en niños de dos años y medio de edad. Fuente: Herrmann et al. (2007).
Las relaciones sociales son inevitablemente conflictivas aunque sólo sea por-
que los socios implicados intentan maximizar las ganancias (los servicios que
obtienen) y minimizar los costes (los servicios que prestan). La hipótesis de la
reconciliación sostiene que la vida en grupo y el acceso a los beneficios que
ésta proporciona sólo es posible si la selección natural ha dotado a los indivi-
duos de las especies sociales de mecanismos que permitan amortiguar los efec-
tos negativos de la competición agresiva (De Waal, 2000). El modelo relacio-
nal enfatiza el hecho de que, en las especies sociales que viven en grupos per-
manentes, los conflictos tienden a ocurrir entre los individuos con una rela-
ción de interdependencia mayor, es decir, entre familiares, entre amigos, entre
aliados. Para ellos, reparar la relación temporalmente dañada por un conflicto
puede llegar a ser de mayor valor adaptativo que acceder al recurso externo
(comida, lugar, pareja, compañero) que provocó las hostilidades (Aureli y De
Waal, 2000).
Los comportamientos sociales que los individuos utilizan para interactuar con
los demás miembros del grupo constituyen los ladrillos básicos que sostienen
el edificio de la socialidad. La conexión entre el comportamiento e interac-
© FUOC • PID_00204033 72 Ecología y comportamiento: entorno físico y social
Déspota (rhesus) Asimetrías diádicas fuertes y reforzadas con agresión Subordinación Elevada
intensa; relaciones formalizadas.
Tolerante (macado cola Asimetrías diádicas fuertes, pero reforzadas con Subordinación ¿Dominancia? Media
de cerdo; chimpancé) agresión moderada; algunas relaciones formalizadas, ¿Igual estatus?
otras sin decidir.
Relajado (macaco sula- Existen asimetrías en algunas díadas y, en éstas, las ¿Dominancia? Baja
wesi) relaciones son formalizadas; se refuerzan a través de ¿Igual estatus?
amenazas en lugar de agresión física; algunas rela-
ciones están formalizadas y algunas son igualitarias.
Igualitario (humanos) Asimetrías diádicas infrecuentes; la mayoría de rela- ¿Igual estatus? Baja
ciones no están decididas o están formalizadas pero
son igualitarias.
En todas la especies que viven en grupos sociales, los individuos de uno de los
sexos (o, en ocasiones, de ambos sexos) emigran de su grupo natal al alcanzar
la madurez sexual y o bien forman un nuevo grupo reproductor junto con
otros emigrantes o bien se introducen en un grupo ya formado como inmi-
grantes. El patrón filopátrico puede ser femenino o masculino, en función de
qué individuos, los machos o las hembras, respectivamente, sean los que ha-
bitualmente abandonen el grupo natal. En ocasiones, los individuos (de am-
bos sexos) alcanzan la madurez sexual pero o no abandonan nunca el grupo
natal, el caso del sexo filopátrico, o retrasan ese momento de forma significa-
tiva y dan lugar a los sistemas de crianza cooperativa (véase el apartado 4 de
este módulo).
Así, por ejemplo, una tasa de natalidad baja, como ocurre en poblaciones en declive,
conduce a una reducción del tamaño del grupo y pone en grave peligro su capacidad de
sobrevivir y de reproducirse. Una tasa de mortalidad elevada también reduce el tamaño
de un grupo y, por lo tanto, su capacidad de competir exitosamente con otros grupos de
la misma población.
Forrajeo/alimentación (acceso a re- Mayor competición intragrupo Mayor eficiencia en captura de presas, locali-
cursos tróficos) zación y defensa de recursos
Apareamiento Mayor competición intragrupo por las parejas Mayor eficacia en la defensa de los recursos re-
y mayor incertidumbre paternal productivos; mejores oportunidades para ele-
gir pareja y para la poligamia
Cuidado parental Mayor riesgo de invertir en los descendientes Más oportunidades para el cuidado paternal y
de rivales aloparental
Aprendizaje Aprendizaje social de información que influye Aprendizaje social de información que influye
negativamente sobre la eficacia biológica positivamente sobre la eficacia biológica; desa-
rrollo cultural
Social Los subordinados sufren estrés y supresión re- Los subordinados tienen la oportunidad de vi-
productiva; los dominantes sufren estrés, tie- vir en grupo y de fecundar alguna hembra; los
nen que compartir recursos con los subordina- dominantes tienen la oportunidad de vivir en
dos y aceptar el riesgo de que los subordina- grupo
dos fertilicen a las hembras
Los tres principales factores que parecen haber promovido la socialidad son
la presión predatoria, la competición entre grupos de la misma especie y la
coerción sexual (tabla 9). Las hipótesis más paradigmáticas de la socioecología
han articulado sus propuestas a partir del examen del impacto de cada uno de
ellos. Así, la hipótesis de la socialidad como respuesta al riesgo de depredación
sostiene que la principal ventaja e ímpetu para la formación de grupos ha sido
la presión predatoria y que su principal desventaja es el efecto negativo que la
socialidad tiene sobre la tasa reproductiva de los individuos, ya que existe una
relación directa entre el tamaño de un grupo, sus niveles de competición y de
estrés y, por lo tanto, su éxito reproductivo (Van Schaik, 1989). La hipótesis
de la socialidad como respuesta a la competición entre grupos por el acceso
a los recursos tróficos de los que dependen la supervivencia y reproducción
de los individuos postula que su principal beneficio es el incremento que ex-
perimenta su éxito en la monopolización de los recursos cuando compite con
otros grupos de menor tamaño (Wrangham, 1980). Obviamente, como en el
caso anterior, estos beneficios no se obtienen de forma gratuita, la competi-
ción dentro del grupo impone sus correspondientes costes. Por último, la hi-
pótesis de la socialidad como respuesta a la coerción sexual en general y al
riesgo de infanticidio en particular ha propuesto que la socialidad tiene como
punto de partida la necesidad de las hembras de disminuir la costosa penali-
zación evolutiva que supone para ellas perder alguno de sus pocos proyectos
reproductivos debido a la práctica del infanticidio por parte de los machos
(Van Schaik, 2000).
Competición entre grupos por los recursos Las hembras forman grupos de individuos Las hembras no forman grupos o lo hacen
tróficos vinculados y emparentados (filopatría feme- en función de las estrategias de los machos;
nina); las hembras invierten en vínculos de las relaciones entre las hembras están po-
amistad y en coaliciones; las jerarquías de co diferenciadas; las hembras establecen
hembras son importantes. vínculos con machos.
Evitación de depredación y competición in- Riesgo de depredación elevado y régimen Riesgo de depredación moderado/bajo y
tragrupo por recursos tróficos de competición directo; las hembras for- régimen de competición indirecto; las hem-
man jerarquías estables, lineales, despóticas bras forman jerarquías inestables, no linea-
y nepotistas; relaciones de dominancia de- les, igualitarias e individualistas; relaciones
finidas y asimétricas, filopatría femenina; el de dominancia ambiguas y simétricas, filo-
tamaño del grupo es regulado por la fisión patría masculina y dispersión de ambos se-
de unidades familiares. xos.
Agresión social y riesgo de infanticidio Los machos inmigrantes pueden cometer Hembras y machos pueden cometer infan-
infanticidio; las hembras establecen amis- ticidio; las hembras establecen amistades o
tades o alianzas con machos protectores y alianzas con machos protectores y pueden
pueden activar varias estrategias fisiológicas activar varias estrategias fisiológicas y com-
y comportamentales para reducir el riesgo portamentales para reducir el riesgo de in-
de infanticidio. fanticidio.
© FUOC • PID_00204033 76 Ecología y comportamiento: entorno físico y social
En función del peso que tenga cada uno de estos factores ecológicos, así se-
rán las respuestas de las hembras en términos de competición (relaciones de
dominancia), de cooperación y de vinculación con individuos de su mismo
sexo y con los machos, así como del patrón filopátrico que es más probable
que practiquen.
Tipo de competición
Directa/reñida�[contest] Indirecta/desordenada�[scramble]
Se produce cuando el recurso es monopolizable (individualmen- Se produce cuando el recurso no es monopolizable (individual-
te o en grupo). El éxito reproductivo de la hembra depende de su mente o en grupo). El éxito reproductivo de la hembra depende
capacidad de lucha individual (tamaño corporal) o del tamaño del del tamaño del grupo (número de competidores). La hembra ac-
grupo de aliados. La hembra accede a los recursos y excluye a sus cede a los recursos y maximiza el número de bocados. Las relacio-
rivales por la fuerza. Las relaciones de dominancia diádicas son asi- nes de dominancia diádicas son simétricas y ambiguas. Cuando
métricas y bien definidas. Cuando hay jerarquía, tiende a ser esta- hay jerarquía, tiende a ser inestable, no lineal, igualitaria e indivi-
ble, lineal, despótica y nepotista. dualista.
Ya hemos señalado que las decisiones de las hembras están determinadas fun-
damentalmente por el riesgo de depredación, por la abundancia y distribución
de los recursos tróficos y por el riesgo de infanticidio. El primer factor influye
sobre su supervivencia, mientras que los otros dos factores son los que pueden
tener mayor impacto sobre la maximización de su éxito reproductivo. En el
caso de las decisiones de los machos, éstas están determinadas por el riesgo
de depredación y por la abundancia y distribución de los recursos reproducti-
vos (las hembras). De nuevo, el primer factor influye sobre la supervivencia,
mientras que el segundo es el que puede tener mayor impacto sobre la ma-
ximización de su éxito reproductivo. En términos generales, por lo tanto, se
puede señalar que las hembras deciden primero en función de los problemas
biológicos que tienen que resolver y los machos deciden después en función
de los problemas biológicos que les plantean las soluciones de las hembras.
Análisis recientes con técnicas estadísticas sofisticadas han confirmado que la
© FUOC • PID_00204033 77 Ecología y comportamiento: entorno físico y social
Figura 16
Filogenia y estilos sociales en especies del género Macaca. Los estilos sociales son más similares en especies que
forman parte del mismo clúster de especies filogenéticamente cercanas. 1: especies con jerarquías déspotas y un
elevado nivel de nepotismo en las relaciones sociales. 4: especies con jerarquías más igualitarias y un nivel mucho
menor de nepotismo en las relaciones sociales. Grados 2 y 3 serían intermedios entre esos extremos. Fuente: Thierry et
al. (2000).
Que las especies sociales han desarrollado dispositivos específicos como la re-
conciliación para mitigar las consecuencias negativas de los conflictos agresi-
vos que la socialidad genera de forma inevitable y que su existencia y activa-
ción se consideran necesarias para preservar la interdependencia entre los in-
dividuos que constituye la esencia de la socialidad.
3.1. Introducción
Figura 17
3.2. Objetivos
5. Relacionar las estrategias empleadas para reproducirse con los factores eco-
lógicos y demográficos que inciden en los factores de apareamiento.
Los organismos han desarrollado una enorme variedad de estrategias para re-
producirse y muchas de ellas implican conductas sexuales muy diversas. Pero
también hay un gran número de especies que no necesitan el sexo para repro-
ducirse.
Por otra parte, las hembras suelen ser más selectivas que los machos a la hora
de escoger pareja, de manera que los machos competirán entre ellos para ser
los compañeros sexuales más atractivos (selección�intersexual). Las hembras
pueden escoger a los machos en función de los atributos del propio macho o en
función de los recursos que ofrecen para la reproducción, ya sea alimento o un
lugar adecuado para criar. Así, la selección favorece la evolución de estructuras
anatómicas especiales, como crines y barbas o colores brillantes, que hagan a
los machos más vistosos y atractivos y también la evolución de conductas de
cortejo muy complejas, que van desde exhibiciones muy elaboradas hasta la
entrega de regalos�nupciales.
Aunque el coste de la reproducción en los dos sexos puede ser similar, en ge-
neral se observa que los machos invierten más en las fases iniciales de la con-
ducta sexual, es decir, en la búsqueda de pareja, el cortejo y el apareamiento,
mientras que las hembras suelen mostrar una inversión mayor en los cuidados
parentales antes y después del nacimiento.
sivos y prolongados (véase capítulo "Etología del cuidado parental: evolución, conducta
y mecanismos").
Las combinaciones posibles son casi infinitas y por ese motivo muchos auto-
res, como Alcock (2009), prefieren considerar sólo el primer criterio, es decir,
el número de parejas sexuales, pero haciendo referencia a los otros dos.
1)�Monogamia. Tanto los machos como las hembras sólo se aparean con un
único individuo del otro sexo a lo largo de un periodo reproductor
Tabla 11. Principales tipos de sistemas de apareamientos de acuerdo con el número de parejas
sexuales que tienen machos y hembras durante un periodo reproductor.
Sistemas de apareamiento
Monogamia
Poligamia Poliginia Poliginia con monopolio de las hembras Poliginia con defensa de hembras
Poliandria
Poliginandria
3.6.2. Monogamia
les (lo que se da en más del 90% de las aves), necesitarán cuidados parenta-
les intensos y prolongados. De poco le sirve al macho realizar muchos aparea-
mientos y fecundar un gran número de hembras si ellas solas no pueden sacar
adelante las polladas. Por lo tanto, la asociación entre monogamia y cuidados
biparentales es muy frecuente.
Dado que la ratio�sexual suele ser del 50%, en las especies monógamas casi
todos los individuos tienen la oportunidad de acceder a una pareja del otro
sexo y eso hace que la competición entre individuos del mismo sexo para
aparearse sea baja. Por lo tanto, la selección sexual es menos importante y
de resultas, el dimorfismo sexual es poco acentuado. De hecho, la mayoría
de especies monógamas se caracterizan porque los machos y las hembras son
muy similares.
3.6.3. Poliginia
a)�Poliginia�con�defensa�de�las�hembras
Los machos de ciervo común (Cervus elaphus) luchan por formar los harenes de hembras
al principio de su periodo reproductivo, que tiene lugar en otoño. Muchos de estos en-
frentamientos agonísticos se hacen de forma ritual, al mugir y adoptar posturas de ame-
naza, aunque algunas veces los combates acaban con heridas graves. Estas conductas,
además de servir para establecer las relaciones de dominio entre los machos, atraen a las
hembras y promueven su receptividad (McComb, 1991).
b)�Poliginia�con�defensa�de�recursos
Para las hembras del pájaro indicador de miel del sudeste asiático (Indicator xanthonotus),
la cera y la miel de las abejas es un recurso esencial durante la época de cría. En esta
especie, el macho intenta establecer un territorio que contenga una colmena. Una vez
lo ha conseguido, excluye al resto de machos de ese espacio, pero deja libre acceso a
las hembras durante todo el año. Cuando llega la época de reproducción, este macho se
© FUOC • PID_00204033 90 Ecología y comportamiento: entorno físico y social
aparea con todas las hembras que visitan la zona para ir a buscar cera, mientras que los
machos que no han logrado establecer un territorio en torno a una colmena no llevan
a cabo ninguna cópula.
c)�Poliginia�en�las�arenas�o�lek
d)�Poliginia�por�carrera�competitiva
Este hecho implica que la competición entre los machos para aparearse será
muy elevada y la selección�sexual actuará con fuerza, de manera que el di-
morfismo� sexual será elevado. Y, efectivamente, las especies poligínicas se
caracterizan por diferencias morfoconductuales muy marcadas entre machos
y hembras.
Sin embargo, además, el tipo de poliginia también determina cuáles son las
características escogidas por la selección sexual. Así, en las modalidades de
poliginia con monopolio del macho sobre las hembras (poliginia con defensa
de hembras y poliginia con defensa de recursos), actúa especialmente la selec-
ción�intrasexual y se seleccionan aquellos rasgos que vuelven a los machos
mejores en la competencia para conseguir hembras, es decir, tamaño corporal,
fuerza, agresividad, colmillos desarrollados, cuernos y cornamentas y estrate-
gias de lucha efectivas, entre otros. En cambio, en la poliginia en los lek, la
competencia entre los machos se centra en atraer la atención de la hembra y la
selección�intersexual actúa, de manera que los machos de estas especies sue-
len ser mucho más coloridos que las hembras y presentar ornamentos cons-
picuos, como crines, crestas y otras estructuras. Además, en estas especies, los
comportamientos de cortejo suelen ser muy elaborados.
entre sí para establecer los territorios en las posiciones centrales de la arena (selección
intrasexual).
Por último, con respecto a las especies con poliginia por carrera competitiva,
que suelen ser muy poco selectivas, la selección sexual actúa con menos fuer-
za. De todos modos, en algunos reproductores explosivos, como las ranas de
bosque (Rana sylvatica), los machos más grandes suelen tener más éxito que
los pequeños, de manera que sí se produce una relativa selección�sexual.
Tabla 12. Sistemas de apareamientos poligínicos, factores ecológicos relacionados y tipo de se-
lección sexual que actúa de forma mayoritaria.
Poliginia con de- Poliginia con de- Poliginia en los lek Poliginia por ca-
fensa de recursos fensa de hembras rrera competitiva
Características El macho defiende un re- El macho defiende a las Los machos se congregan Los machos compiten para
curso contra otros machos hembras contra otros ma- en un lek. Las hembras es- obtener el mayor número
(territorio). chos. cogen al macho con el posible de apareamientos en
que se aparean. un tiempo limitado.
Factores ecológicos Recursos concentrados en Tendencia a la agrupación Hembras sobradamente Gran número de hembras re-
el espacio. en las hembras. distribuidas. ceptivas en un periodo muy
Dependencia del recurso Recursos dispersos en el Recursos dispersos. corto.
en las hembras. espacio.
Selección sexual Elevada, intrasexual. Elevada, intrasexual. Elevada, intersexual. Baja, intrasexual.
3.6.5. Poliandria
Entre los mamíferos, la poliandria es prácticamente inexistente, pero hay una familia de
primates, los titíes (Callithricidae) donde este tipo de apareamiento es bastante frecuente.
De hecho, la mayoría de especies de titíes son monógamas o poliándricas. A diferencia de
lo que sucede en otras especies de primates, los partos múltiples (de gemelos o trillizos)
son muy usuales. Las crías, con respecto al tamaño de los adultos, son bastante grandes
y totalmente dependientes con respecto a la alimentación y el transporte. Además, se da
la circunstancia de que la hembra ovula de nuevo poco después del parto, momento en
© FUOC • PID_00204033 93 Ecología y comportamiento: entorno físico y social
el que es fecundada por algún macho de su grupo. Por lo tanto, la hembra debe hacer
frente al coste de una nueva gestación y del amamantamiento de los pequeños. El resto
de cuidados parentales (transporte, protección, juego) corre a cargo de los machos del
grupo, que colaboran para sacar adelante las crías. Si en el grupo hay otras hembras (hijas
de camadas anteriores), también pueden participar en la cría de los pequeños. Pero en
muchas especies, como por ejemplo el tití de cabeza de algodón (Saguinus oedipus), sólo
se reproduce la hembra alfa, que suprime fisiológicamente la reproducción del resto de
hembras mediante la emisión de una feromona en la orina que inhibe la ovulación. En
los titíes, las hembras adultas suelen ser ligeramente más grandes que los machos y la
hembra alfa es el individuo más dominante del grupo.
3.6.6. Poliginandria
Así, si los recursos son muy abundantes y los depredadores escasos, una hem-
bra puede mantener una relación poligínica aunque obtenga unos beneficios
inmediatos inferiores a los que conseguiría en una relación monógama porque
el macho poligínico puede ser portador de unos genes superiores. Y también
es posible cambiar de un tipo de poliginia a otro en función de factores demo-
gráficos. En los reproductores explosivos, se ha observado que si la densidad
es más baja de lo habitual, los machos se vuelven territoriales y defienden un
área de recursos a la que las hembras acuden para aparearse.
Monogamia (con colabo- Indiferente Indiferente Alto El macho colabora con la hem-
ración del macho en los bra para asegurar la superviven-
cuidados parentales) cia de las crías.
Monogamia (con defensa Juntas Alta Bajo El macho defiende a una hembra
de la hembra) y evita que otros machos se apa-
reen.
Poliginia por carrera Juntas en un tiempo Alta Bajo Búsqueda no territorial de pare-
competitiva muy limitado jas.
Poliginia con defensa de Indiferente, pero depen- Baja Bajo El macho defiende los recursos.
recursos dientes de recursos
Poliginandria Juntas (con machos) Alta Bajo El macho hace el máximo núme-
ro posible de apareamientos.
© FUOC • PID_00204033 95 Ecología y comportamiento: entorno físico y social
3.7. Resumen
4.1. Introducción
No es lo mismo la idea darwinista de selección natural (SN) que la que se plantea desde
la perspectiva neodarwinista. Darwin se refería a las variantes individuales heredables en
un ambiente local de manera que las más útiles se preservaban. Los individuos cuyas va-
riantes se preservan son los más aptos, es decir, sobreviven y se reproducen. La irrupción
de las leyes mendelianas de la herencia, la genética cuantitativa, la biología molecular,
entre otras, dio lugar a la síntesis moderna, es decir, al neodarwinismo. La aptitud de
los organismos se manifiesta en su fenotipo, que depende de los genes y del ambiente.
Cuando la representación genética ganada en la población se considera en términos de la
siguiente generación de descendientes lo llamamos eficacia (fitness) o aptitud. La efica-
cia inclusiva (inclusive fitness) o aptitud inclusiva va un poco más allá porque considera,
además de la eficacia clásica mencionada, a todos aquellos individuos de la población
con quienes los progenitores comparten algún tipo de relación genética, aunque no sean
descendientes directos. Como los genotipos de los individuos varían en una población,
puede ser que unos tengan más eficacia que otros y, por lo tanto, sus genotipos se irán
haciendo más abundantes a lo largo de sucesivas generaciones. Así es la selección natural
y la evolución se refiere al cambio de las frecuencias genéticas en la población producidas
por selección. Según el evolucionista británico William D. Hamilton , el comportamiento
social evoluciona por selección de parentesco (kin selection) si se cumple que rB > C en
la que los beneficios (B) en términos genéticos que gana el receptor, multiplicados por
el coeficiente r de parentesco entre el actor y receptor del acto, supera a los costes (C)
genéticos del comportamiento para el actor. Esta ecuación se conoce como la regla de
Hamilton. La selección de parentesco sirve para explicar la evolución del altruismo, la
conducta social, la cooperación, etc.; en definitiva, la evolución social. La selección de
parentesco es más restrictiva que la eficacia inclusiva, ya que se limita a los genes que se
comparten entre los parientes y no a todos los genes compartidos por los individuos en
una población. (Alexander, 1974; Eberhard, 1975; Trivers, 1985).
Muchas crías nacen en condiciones bastante inermes; unas más y otras me-
nos, pero en general podemos decir que no se bastan solas y requieren cuida-
dos. Por otra parte, es obvio que los progenitores buscan que su descenden-
cia sobreviva, por lo que cuidan de ella. La conducta de los progenitores es
un hecho observable (por ejemplo, pasan un tiempo con su descendencia, la
© FUOC • PID_00204033 97 Ecología y comportamiento: entorno físico y social
alimentan), tiene costes (por ejemplo, gastan energía, tiempo) y tiene efectos
sobre su reproducción futura. Todo ello es bastante intuitivo, pero estudiarlo
resulta algo más complejo.
La evolución del cuidado parental va a depender de los costes que el cuidado de las crías
tiene sobre el valor�reproductivo�residual de los progenitores, es decir, sobre su eficacia
futura, así como de los beneficios en la eficacia de su descendencia y otros individuos
emparentados genéticamente. Como la eficacia es difícil de medir, ya que significaría
conocer la disminución (costes) o el aumento (beneficios) de la presencia genética en las
sucesivas generaciones, es más fácil optar por medidas de gasto energético o de tiempo
en el cuidado. Sin embargo, es posible que estas medidas indirectas no reflejen de forma
adecuada los efectos en la eficacia. El cuidado�parental no asume nada sobre costes en
términos de eficacia, pero es útil si suponemos que puede tenerlos. Los progenitores gas-
tan sus recursos temporales o energéticos en el cuidado de sus crías y es lo que llamamos
gasto� parental (parental expenditure). La inversión� parental (parental investment) hace
referencia a la medida en la que el cuidado parental en uno o varios descendientes re-
duce cualquier aspecto del valor reproductivo residual de los progenitores. La inversión
parental se refiere a los costes en eficacia de los progenitores en cualquier descendiente
individual, mientras que el coste total en toda su descendencia se denomina esfuerzo
parental (parental effort). Todo organismo realiza un esfuerzo�reproductivo (reproductive
effort), que es la suma del esfuerzo parental y el esfuerzo�de�apareamiento (mating effort),
es decir, los costes en eficacia debidos a la búsqueda de pareja para el apareamiento (ved
también Clutton-Brock y Godfray, 1991).
Hace poco, se ha adoptado una perspectiva integradora sobre todos los efectos
que el cuidado parental puede tener sobre el desarrollo de los descendientes:
el fenotipo de las madres, más que el de los padres, afecta al fenotipo de los
descendientes. La selección natural puede favorecer la evolución de los genes
maternos, que se expresan en el fenotipo de la descendencia. No obstante,
los fenotipos maternos pueden tener también un origen ambiental más que
genético y también pueden favorecer cambios en el ámbito de la población.
De forma genérica, este conjunto de enfoques se ha denominado efecto mater-
nal (por ejemplo, Mestripieri y Mateo, 2009) y está significando un nuevo im-
pulso a los estudios del cuidado parental. De todo ello vamos a tratar en este
apartado, no sin reconocer su inabarcable amplitud. Para ello, pasaremos de
soslayo por las especies más lejanas y nuestro interés será dar una visión am-
plia del cuidado parental en distintos niveles de análisis, en especies con vidas
relativamente duraderas, poniendo el énfasis en los primates no humanos.
© FUOC • PID_00204033 99 Ecología y comportamiento: entorno físico y social
Figura 18
4.2. Objetivos
Sin embargo, las hembras usan sus propias estrategias (counterstragies) como
realizar una buena elección de entre los machos, favorecer la competición en-
tre éstos, incluso, una vez apareadas, favorecer la competición entre esperma-
tozoides de distintos machos; suprimir la reproducción si los indicios de fu-
turo no les son favorables (Peláez y cols., 1996), o forzar la participación de
los machos en el cuidado creándoles incertidumbre al ocultarles signos de su
estado reproductivo. En estos casos, los machos alcanzan el compromiso de
vigilar a la pareja (mate guarding) ante competidores, incluidos potenciales in-
fanticidas, por lo que permanecerán junto a las hembras después de la cópula
y durante buena parte del periodo de dependencia de las crías.
va es muy elevada y resulta muy llamativo que las hembras puedan quedarse
preñadas de nuevo a los pocos días del parto, ya que apenas existe amenorrea
mientras amamantan a las crías. Los costes de la reproducción son en aparien-
cia tan elevados que el valor reproductivo residual se acorta con elevada rapi-
dez, tal como demuestra el hecho de que los intervalos entre nacimientos se
alarguen después de unos cuantos partos, incluso en cautividad. La solución
de compromiso parece haber sido la crianza cooperativa.
La cooperación parece ser tan importante que los calitrícidos adoptan un sis-
tema de apareamiento flexible que incluye poliandria, poliginandria y mono-
gamia (ved el apartado 3 "Conducta sexual y reproductora"). Dadas las dificul-
tades que una pareja puede tener en sacar adelante a las crías sin cooperantes,
la pareja admite la cooperación de otro macho aun a costa de que éste pueda
copular con la hembra y, como ocurre, que cada uno de los gemelos sea des-
cendiente de un macho distinto. En todo caso, la supervivencia de las crías
aumenta con la presencia de más de un macho en el grupo. Los potenciales
beneficios de la cooperación nos llevarían a hablar de la evolución del altruis-
mo y es posible que los miembros de los grupos tengan una estrecha relación
de parentesco (r), pero no está claro que sea así porque individuos que se in-
corporan al grupo también resultan suprimidos en su reproducción y coope-
ran en la crianza. De forma indirecta, se puede ganar en experiencia, heredar
territorios o sencillamente se coopera porque, mientras no haya nada mejor
que hacer, lo más conveniente es sentarse y esperar (estrategia sit and wait).
© FUOC • PID_00204033 102 Ecología y comportamiento: entorno físico y social
los titíes comunes (como en otros mamíferos) los niveles de PRL correlacionan
negativamente con los de T después del nacimiento, en el tití de cabeza blanca
no se encuentra esa correlación. Las diferencias pueden estar relacionadas con
algunas variaciones reproductivas, ya que en el tití de cabeza blanca los padres
se hacen cargo de las crías inmediatamente después del parto, mientras que en
el tití común lo hacen unas semanas más tarde cuando la primera ovulación
posparto ya ha tenido lugar. Como la hembra reproductiva aún no ha tenido
su primera ovulación posparto cuando los padres del tití de cabeza blanca
transportan a las crías, las concentraciones elevadas de PRL y T deben coexistir.
Algunos de los asuntos más actuales del cuidado paternal tienen que ver con
la hipótesis de si el cuidado maternal y paternal es homólogo a un nivel neu-
roendocrino (Wynne-Edwards, 2001). De serlo, lo que cabría esperar es que las
mismas hormonas actuaran sobre los mismos sustratos neuronales y produje-
ran conductas similares de cuidado entre machos y hembras. La hipótesis tiene
un punto de partida bastante intuitivo porque, desde la perspectiva evolutiva,
resulta mucho más parsimonioso una homología entre machos y hembras en
los mecanismos neuroendocrinos de control que el que la selección hubiera
favorecido mecanismos distintos para resolver un mismo problema, es decir,
mecanismos nuevos para los machos en lugar de utilizar los existentes en las
hembras con alguna modificación menor. Al fin y al cabo, el genotipo de ma-
cho y de hembra tiene más cosas en común que diferencias, las últimas debi-
das a la presencia de un cromosoma Y en los machos. El papel del cromosoma
Y es importante en la diferenciación sexual, pero estas diferencias descansan
en una ínfima parte genética (el factor determinante del sexo del cromosoma
Y, el SRY). La expresión genética, mediada por las hormonas esteroideas en
su mayor parte, es la que influye en las diferencias en la conducta, más que
en el dimorfismo de las estructuras, aunque éste exista. La existencia de estas
homologías es, por lo tanto, una posibilidad tanto para la acción reguladora
de las hormonas esteroideas (por ejemplo CRT, T, E2 y P4) como para la de
las peptídicas (por ejemplo PRL, VPA y OXT), así como para el papel de los
estímulos exteroceptivos. Es una tesis interesante de explorar aunque, a dife-
rencia de los estudios sobre el cuidado maternal, sobre el cuidado paternal los
resultados son menos concluyentes y parece existir en los padres una mayor
independencia hormonal.
4.5. Resumen
5. La comunicación animal
5.1. Introducción
Figura 19
Sociedad y comunicación son dos caras de una misma moneda. Veamos una ilustración.
Las relaciones jerárquicas o de dominancia-sumisión fijan y permiten la convivencia en
© FUOC • PID_00204033 107 Ecología y comportamiento: entorno físico y social
Código y sistema
En efecto, si un perro tiene que morder a otro para apartarlo del hueso del que
quería apoderarse, la energía necesaria para alcanzar ese objetivo la tiene que
aportar el primero haciendo el esfuerzo de atacar, morder, tomando un riesgo.
Al contrario, si con un simple gruñido consigue alejarlo, es obvio que hace un
gasto de energía metabólico, muscular, emocional mucho menor y que, por
lo tanto, quien debe poner todo el esfuerzo en la situación es quien huye.
Emisor
En resumen, existe comunicación entre animales (o entre humanos)
cuando una acción de un individuo que llamamos emisor tiene algún Esta última condición está ex-
puesta de manera muy llana
efecto sobre la conducta de otro individuo que llamamos receptor en en Bateson (1976).
el seno de una situación social, entendiendo que el cambio observado
se puede conseguir a distancia y que, además, la consecución de este
efecto exige mucho más gasto de energía al receptor que al emisor.
Intencionalidad en la comunicación
5.2. Objetivos
2. Que el alumno alcance una buena comprensión del anclaje empírico de los
hechos de la comunicación animal, entre el ambiente y la sociedad, sobre la
base de los ejemplos analizados y que, a partir de esta comprensión, capte el
valor adaptativo de la comunicación.
© FUOC • PID_00204033 110 Ecología y comportamiento: entorno físico y social
Como iremos viendo, los códigos o sistemas de comunicación animal son específicos de
cada especie, lo que no equivale a decir que sean totalmente exclusivos. Ahora bien, la
comunicación animal nace y toma vuelo en el seno de los grupos familiares (una colmena
de abejas, una pareja de mirlos, una tropa de macacos) y dentro de la población de una
especie (Hediger, 1953).
Vamos a tratar de presentar el esquema canónico dentro del que hay que con-
templar la comunicación animal mediante algunos ejemplos que nos servi-
rán de modelo. Bajo una mirada global, cualquier mensaje (desde el punto
de vista de la teoría de la comunicación) enviado por un animal, o cualquier
significado (desde el punto de vista zoosemiótico) producido a través de un
signo, pueden situarse entre dos hechos que los flanquean en el tiempo: por
un lado, un hecho previo, originado en el ambiente físico o social que, en el
lenguaje psicológico clásico, podríamos afirmar que lo provoca, es su estímulo
desencadenante pero también su referente�u�objeto�de�referencia ambiental;
por el otro lado, un hecho posterior en el tiempo que constituye su efecto o
consecuencia social y, por lo tanto, revela su función a corto o largo plazo.
Figura 20
Las señales animales adquieren significado en su contexto de ocurrencia, entre los hechos ambientales previos y las
consecuencias a posteriori.
El esquema en el que hemos incluido los hechos descritos hasta ahora permi-
te situarlos en un marco a la vez biológico y psicológico. Sabemos que cual-
quier organismo intercambia información con el ambiente entendido como
el ecosistema donde vive y así sabemos que la regulación de su conducta es
inseparable de la consecución de metas sociales. Ahora bien, en la naturaleza,
ante los ojos del etólogo, los hechos no se presentan por parejas en torno a un
signo, como en los esquemas presentados. La realidad es mucho más compleja
y el hipotético valor comunicativo de una acción a menudo se tiene que ave-
riguar a partir de largas cadenas interactivas entre dos o más animales. Estas
cadenas incluyen varias acciones con diferente valor comunicativo, desde las
que no tienen ninguno hasta las que constituyen auténticos signos dentro del
repertorio de la especie.
Imaginemos que una gallina pierde de vista uno de sus polluelos. Entonces
emite una vocalización característica, suave pero bien audible, una llamada
de�recuperación. La madre lanza dos o tres emisiones y, mientras tanto, se
rasca con una pata y mira en todas direcciones. Después, la cría le responde
con otra vocalización –llamada�de�auxilio– desde los matorrales que la tapan.
Entonces, tienen lugar una serie de vocalizaciones alternantes –llamada de la
madre/llamada del polluelo– hasta que, al final, la madre que ha ido avanzan-
do guiada por los sonidos encuentra a la cría, y ambas dejan de vocalizar.
Salta a la vista que es difícil extraer los significados de las señales acústicas
utilizadas en la secuencia en medio de una serie de repeticiones y conductas
con puro valor instrumental, como mirar, avanzar o rascarse; más todavía, es
difícil determinar qué es comunicativo y qué no, o no tanto, en la menciona-
da secuencia. Además, cae por su propio peso que no podemos descifrar una
vocalización solamente a partir de otra. Sin entrar en dificultades que superen
el espacio y la intención de este apartado, vamos a destacar sólo que, en todo
caso, el significado adaptativo de la llamada de recuperación tiene que deri-
varse de los hechos fundamentales para la supervivencia que figuran al prin-
cipio y al final de la cadena de acontecimientos: la ausencia del polluelo y la
localización con la que acaban las emisiones.
Algunos etólogos han preferido vincular la emisión de ciertas señales a los estados inter-
nos del animal y no, o no tanto, a condiciones o hechos ambientales (ved Smith, 1982).
Desde este punto de vista, la gallina emitiría la vocalización de recuperación en función
de un estado motivacional de estrés debido a la no localización de la cría. Un polluelo
de ave nidícola, que nace desvalido y permanece tiempo en el nido (por ejemplo, un
polluelo de grajilla, Corvus monedula) pía pidiendo comida y podríamos decir que este
sonido está inducido por un estado interno de privación o, simplemente, por el hambre.
El problema es que el hambre, como el estrés o el miedo, sólo son caracterizables como
estados internos, bien a través de registros fisiológicos (que son un estorbo en el trabajo
de campo), bien a través de señales visuales o acústicas. Pero entonces caemos en un
razonamiento circular, ya que ni los registros fisiológicos ni las señales nos proporcionan
claves adaptativas por sí mismas si no los ligamos a correlatos ambientales. Así pues,
tendríamos que anclar esta vocalización de demanda de comida en la ausencia de éste,
tal como hemos hecho también en el ejemplo de la llamada de recuperación.
Es obvio que estas diferencias de uso hacen patentes diferentes actitudes y diferentes
adaptaciones ante diferentes niveles de peligro, niveles calibrados a partir de las circuns-
tancias de cada animal. Así, las hembras con crías tienen que ser más alarmistas o pru-
dentes.
De forma parecida, es bien sabido que la danza de las abejas es utilizada sólo
por las exploradoras y no por los zánganos o las reinas, que, por su parte,
disponen de un repertorio impresionante de emisiones químicas. La danza se
ejecuta de diferentes maneras según las condiciones ambientales, orientada
con respecto al sol o con respecto a la gravedad.
también comunicando que es una cría y que es una cría de�grajilla. Cuando
un petirrojo o un pinzón cantan en primavera, no sólo transmiten que quieren
una hembra y no sólo tratan de alejar a los posibles rivales de la zona, sino
que hacen patente que son machos, que son adultos, que son los amos�de
un� territorio. El canto de los mirlos (Turdus merula), aparte de informar de
todas estas cualidades del emisor, identifica también al pájaro concreto que
canta; es decir, tiene parámetros (ciertas guarniciones del canto) destinados al
reconocimiento individual.
Así pues, una señal no sólo tiene significado referencial o funcional (tal
como habíamos comprobado hasta ahora), sino también pragmático,
en el sentido de que lleva la marca del contexto donde se produce. Y un
elemento esencial de este contexto es el emisor, iniciador del proceso
comunicativo. Es obvio el valor adaptativo, para un receptor, de poder
clasificar correctamente al emisor.
En algunos casos sabemos donde residen los rasgos responsables de esta in-
formación. Por ejemplo, en el pájaro norteamericano pontífice añil (Passerina
cyanea), la estructura de las notas del canto (subidas y bajadas de tono, longi-
tud, intervalos) codifican la información para el reconocimiento de la especie.
Otras variaciones de la estructura de las notas permiten reconocer a los indi-
viduos. Por último, la duración total del canto, así como el ritmo de emisión,
sostienen el componente semántico del canto, al transmitir la motivación del
pájaro, relacionada con los efectos que busca y con la situación desencadenan-
te. En el canto del chipe de cara negra (Geothlypis trichas), otro pájaro norte-
americano, el conocimiento que tenemos de estos parámetros todavía es más
preciso, tal como especificamos a continuación en la tabla 14.
Éstos son, por lo tanto, dialectos aprendidos. Hay que diferenciar esta denominación de
la más bien impropia aplicada a las diferencias de código entre razas o subespecies (por
ejemplo, en el caso de las abejas) y que, por consiguiente, tienen una base genética.
En cualquier caso, la estructura grupal tiene una influencia decisiva sobre qué
señales emite cada animal y con qué frecuencia. Marler (1976) puso de ma-
nifiesto esta influencia de manera diáfana al comparar las vocalizaciones de
gorilas y chimpancés. Los primeros viven organizados en grupos dirigidos por
un único macho adulto, dominante y protector, del que están pendientes to-
dos los individuos, por lo que este líder es el emisor de la mayoría de vocali-
zaciones del repertorio; es básicamente él quien comunica. Por contra, en la
sociedad chimpancé, mucho más laxa y con los roles mucho más distribuidos,
la situación es la inversa: la mayoría de animales lanzan la mayor parte de
vocalizaciones, con más o menos frecuencia.
que una hormiga ataque a otra hormiga forastera, pero no a las de su nido. Así
pues, es obvio que la clase de destinatario al que se envía un mensaje es un fac-
tor importante en la codificación que el emisor hace de este mismo mensaje.
Canal�auditivo�o�acústico: • Transmisión rápida y direccional en par- • Los mensajes se desvanecen muy rápido.
El soporte de las señales son las ondas de te. • La información espacial es poco precisa.
presión sobre el medio, vulgarmente el so- • No se ve afectado tanto por obstáculos.
nido.
Ejemplo: un jilguero macho canta en pri-
mavera.
© FUOC • PID_00204033 119 Ecología y comportamiento: entorno físico y social
Canal�químico�(eventualmente�olfativo • No se desvanece rápido; se mantiene ac- • La información espacial es muy poco pre-
en�los�vertebrados): tivo. cisa.
Difusión de sustancias disueltas o en sus- • No se ve afectado por obstáculos o se ve • La transmisión es lenta y poco direccional
pensión por el medio gaseoso o líquido o poco afectado. (depende del viento, de las corrientes).
impregnación cuando son depositadas so- • No tiene demasiada estructura o forma,
bre superficies. fuera de la de las moléculas que se difun-
Ejemplo: un ciervo marca un árbol con una den.
sustancia segregada por la glándula frontal.
Como podemos suponer, los rasgos percibidos de las señales variarán según
el canal en el que se manifiesten. Pero también adoptarán diferentes formas
adaptadas a varias funciones: que la representación destaque sobre el fondo,
que sea bastante perceptible, que se ajuste a otros condicionantes de la trans-
misión, como la velocidad de llegada al receptor, la evitación de que el emisor
sea localizado, etc.
En el canal visual, los rasgos de las señales corresponden a indicadores anató- Ved también
micos y posturales o de movimiento, idénticos a los que sostienen la defini-
La cuestión de las categorías
ción de las categorías observacionales. Estos rasgos forman un patrón visual en los registros observaciona-
que constituye el significante o vehículo físico de la señal. Así, la expresión les ha sido tratada en el módu-
lo 1.
facial de la agresión en los lobos y los cánidos se caracteriza en general por las
orejas levantadas y los colmillos al descubierto, el morro arrugado y el pelo de
la nuca erizado. Cuando la expresión es de miedo extremo, los rasgos visibles
se localizan en las orejas completamente bajadas hacia atrás, la boca cerrada y
el hocico liso. Más adelante, insistiremos sobre este ejemplo y otros parecidos
al abordar cuestiones de codificación.
© FUOC • PID_00204033 120 Ecología y comportamiento: entorno físico y social
Figura 21
Figura 22
Vocalización KAK, tipo crowing calls (cacareo), en una hembra de dril (M. Martín, 2004).
Con respecto a los mensajes táctiles y eléctricos, ya hemos dicho que no tienen
apenas estructura.
Claro está que hay señales más simples y más complejas. Entre las primeras, Ved también
se cuentan las que pertenecen a la clase de estímulos signo, dentro de los me-
Los estímulos-signo han sido
canismos desencadenadores innatos analizados por la etología clásica. Así, los caracterizados en el módulo 1.
polluelos de petirrojo, al abrir el pico y mostrar el color rojizo del interior de
la boca, provocan la respuesta de alimentación de los padres. Las hembras de
pez espinoso (Gasterosteus aculeatus) prefieren a los machos más rojos (color
producido por los carotenoides; Searcy y Nowicki, 2005, págs. 87-89) y los ma-
chos en situación de reproducción atacan cualquier simulacro de espinoso con
la única condición de que tenga la parte inferior del cuerpo roja (Tinbergen,
1969, págs. 34-36 y 57-59).
antes). Otra asociación posible se puede producir entre una señal química
y la postura que exige su emisión. Las mofetas lanzan su emisión fétida
procedente de las glándulas anales (funcionalmente una amenaza) en una
posición típica que comporta el levantamiento de las patas posteriores o
de la cola.
Una primera división que hay que establecer entre las señales utilizadas por los
animales es la que separa las señales expresivas de las auténticamente comu-
nicativas. Las primeras provienen de un animal que es una entidad casi en su
totalidad pasiva, una máquina que responde automáticamente al ambiente.
Cuando un gallo alza la cresta, un reptil hincha la papada, un ave ahueca las
plumas o un mamífero eriza el pelo, estos hechos tienen valor de significación
social, pero son puramente reactivos; no han constituido en ningún momento
una meta del emisor. Estas conductas se han disparado sin pasar por el control
voluntario de los músculos o de las glándulas responsables de las acciones. En
la medida en que no exhiben ningún tipo de intencionalidad, ni siquiera en
el sentido, ya explicado en la introducción, de orientación socioespacial con-
creta, significan o expresan, pero no comunican.
Aunque esta distinción tiene un fondo lógico o semiótico, ha sido recogida por
la etología desde su época clásica. En este ámbito, las distinciones habituales
han sido las siguientes:
• Señales�autónomas: corresponden punto por punto a las señales expresi- Ved también
vas. El adjetivo autónomas alude a que el control de estas señales automá-
Los patrones fijos de conducta
ticas lo ejerce el sistema nervioso con este nombre y no el sistema nervio- se han tratado en el módulo 1.
so central. El pez Hemichromis fasciatus cambia el patrón cromático de su
cuerpo según las circunstancias ambientales y la disposición conductual.
Así, difundirá diferente información a sus congéneres mudando de color
según que esté creando un territorio, que sea ya el ocupante, que se en-
cuentre en situación de defenderlo de forma agresiva o que se encuentre
sin territorio (Eibl-Eibesfeldt, 1974, pág. 13).
Reflexión
En síntesis, la ritualización opera a través de una serie de sustituciones ligadas Intensidad típica
a cambios de función de la conducta (abrir por completo las alas para intimi-
La estabilización del movi-
dar, en vez de para volar), a cambios de motivación (emitir la llamada de co- miento en unos parámetros es-
mer, no para localizar el alimento, sino para atraer a la hembra) y a través del paciotemporales fijos –es decir,
la estereotipia de este movi-
desarrollo de estructuras anatómicas ad hoc (como apéndices, crestas, excre- miento– obedece al fenómeno
de la intensidad típica, descrito
cencias o plumas hipertrofiadas) y de la puesta en marcha de los fenómenos ya por D. Morris en 1957.
mencionados de exageración, estilización y estereotipia de los movimientos.
Una consecuencia de esta regla es que en las interacciones donde los roles
de los animales que interactúan son equiparables en la dimensión dominan-
cia-sumisión (pongamos por caso, en un cortejo) los movimientos de los ani-
© FUOC • PID_00204033 127 Ecología y comportamiento: entorno físico y social
males suelen exhibir una simetría total, casi especular (fijaos en la ilustración
de la pág. 5). Al contrario, cuando un animal domina o quiere dominar a otro,
la asimetría es evidente.
Figura 23
Oposición entre el ancho de la banda de frecuencias acústicas y la duración en las dos vocalizaciones de alarma de los
pájaros de bosque.
5.6. Resumen
6) Las señales están modeladas por la fuente de energía física que les da forma,
en los diversos canales óptico, acústico, químico. La principal distinción en la
tipología de las señales hace referencia al carácter pasivo, reactivo o expresivo
de algunas (señales autónomas) frente al carácter agente, orientado o inten-
cional de otras (movimientos intencionales, desplazamientos, exhibiciones o
displays).
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