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CRÍTICA AL CAPITALISMO

Mientras que en el sistema clásico desarrollado durante el siglo XVIII – XIX se


presentaron cambios en las sociedades donde se dejaron de lado las ideas mercantilistas.
En este sentido, se empezaría a dar fe que la riqueza de las naciones era el resultado de
la obtención de beneficios del libre comercio, pero para lo cual, el Estado no debería
intervenir en el funcionamiento de los mercados, a través de medidas de control o de
políticas, dado que estos (los mercados), por la acción individual de los agentes
económicos, podían alcanzar por sí mismos el equilibrio de manera espontánea a través
de la “mano invisible” (Roll, 2014). Sin embargo, cabe preguntarse ¿En qué medida el
mercado puede llegar el equilibrio por sí mismo? Pues la experiencia muestra que el
mercado no puede llegar al equilibrio por sí solo y necesita de un agente externo que es
el Estado que pueda asegurar que el mercado llegue al equilibrio a través de las políticas
económicas y públicas. Asimismo, tampoco se aseguraría que este sistema logre la
correcta realización de la sociedad en pro del beneficio de todos.

En este orden de ideas, si tomamos como base la teoría del valor del trabajo de Marx,
entenderíamos que la economía del mercado no se funda sobre las libertades
individuales, sino en la negación de estas, y el resultado de esto es el capitalismo. Marx
asocia ello con la anarquía en los intercambios comerciales y el despotismo de la
producción (capitalismo salvaje), pues considera que el capitalismo implica la pérdida
de la libertad, donde el obrero es parte de un modelo de producción que no le pertenece,
lo que lo envuelve en la sobreexplotación de este mismo por el empresario (Landreth &
Colander, 2006). Por ello, hay que considerar que las decisiones económicas no deben
de ser tomadas por los agentes económicos de manera autónoma e independiente, sino
que las decisiones de los agentes económicos deberían ser guiadas por una autoridad
central, que es en este caso el Estado, pues de otro modo la economía de mercado no
está en condiciones de asegurar una economía justa e igualitaria, libre de abuso.

Asimismo, Marx también explicaba que la producción se divide en dos partes. Por un
lado, está el trabajo necesario, que es el tiempo de trabajo ofrendado suficiente para
elaborar un producto o mercancía, es decir, es la parte donde el obrero se restringe a
producir el valor de su propia fuerza de trabajo. Y por el otro lado, está el excedente de
trabajo o plustrabajo, que es el momento en el que el trabajador labora solamente para
los beneficios del capitalista, es decir, para generar plusvalía. Por ende, el capitalista
saca provecho del trabajo excedente no pagado hacia el operario, es decir, basa su
ganancia en el valor del trabajo excedente, que es precisamente la plusvalía. Por esto es
que se considera al capitalismo como un sistema explotador. No obstante, esto será
ineludible mientras perdure el trabajo asalariado, pues en una sociedad industrial, la
única forma de ganar libertad, libertad falsa ha de decirse, es trabajando (Arnaudo,
2013). Mientras tanto, el objetivo del capitalista será siempre maximizar el beneficio
mediante el aumento de la jornada de trabajo, el aumento del control y la supervisión de
este, el pagarle al obrero un salario que sea lo mínimo de subsistencia para que siga
trabajando, y el mantener un continuo interés por sustituir el trabajo humano por las
maquinarias (Marx, 2004). 

Adicional a ello, si consideramos al capital como una masa de dinero que, invertida en
la producción de nuevas mercancías, retorna a manos de su poseedor inicial como
dinero incrementado. Dicho incremento del capital lleva consigo el incremento de la
inversión en fuerza de trabajo, por ende, la acumulación del capital supone un aumento
del proletariado. No obstante, la palanca más poderosa para la acumulación capitalista
está dada por el incremento de la productividad del trabajo social, el cual se refleja en la
masa relativa de medios de producción que el obrero convierte en producto durante
cierto tiempo y con la misma tensión. Por ello, dicho volumen de medios de producción
crece al incrementarse la productividad del trabajador. No obstante, este incremento de
la masa de recursos productivos (capital fijo) es dado a costa de la masa de la fuerza de
trabajo que los opera. De esta manera, la acumulación capitalista produce una población
obrera excesiva para las necesidades medías de explotación del capital, lo que Marx
llama como ejército de reserva, generando así una parte de la población que se
enriquece de capital, y otra que simplemente se sumerge en el desempleo. Esto es lo que
concluye la ley general de acumulación del capital: a medida que el capitalismo se
desarrolla aumenta el empobrecimiento de una buena parte de las masas, pese a
desarrollar un progreso técnico capaz de elevar los niveles de vida generales de la
población (Geymonat, 2020).

De esta manera, Marx explica, con la teoría de la plusvalía y la teoría del valor trabajo,
una realidad donde, en una sociedad de hombres a priori libres, reina la desigualdad
entre empresarios que son capaces de obtener ganancias por el trabajo de otros, y
obreros que solo se limitan a percibir salarios o, en su defecto, a mantenerse
desempleados (Cataño, 1995). Con ello, no podemos considerar al capitalismo como un
sistema justo e igualitario donde todos logren salir beneficiados y para asegurar ello, se
necesita de un ente máximo regulador como lo es el Estado que vele por esta igualdad
que se busca.

Referencias:

Arnaudo, F. (2013). Teoría de la plusvalía en Marx [en línea]. Revista Cultura


Económica, 31(86). https://repositorio.uca.edu.ar/handle/123456789/2111
Geymonat, J. (2020). La acumulación de capital y sus efectos sobre la pobreza y la
desigualdad. Fronteras, n. 15, pp. 30-48.
https://www.colibri.udelar.edu.uy/jspui/handle/20.500.12008/26861
Landreth, H., & Colander, D. C. (2006). Historia del pensamiento económico. McGraw-
Hill.
Marx, K. (2004). Capital: tomo I.
Roll, E. (2014). Historia de las doctrinas económicas. Fondo de cultura económica.

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