Está en la página 1de 3

DEL FRACASO A LA VICTORIA

Fue un día duro para él. Se acostó con la cabeza agacha. Cansado. Pensó que podría ésta vez,
pero no. Nuevamente, el fracaso tocó su puerta. Tantas veces lo intentó, que ahora piensa en no
volverlo a hacer.
La vida de Pedro en este punto, es igual que la nuestra. ¿Cuántas veces quisimos vencer y no
pudimos? Tratamos de hacer todo lo espiritualmente posible para derrotar al gigante que nos
intimida cada día, pero sin resultado alguno. Pasan los días, las semanas, las horas y nada
cambia. Todo sigue igual y nos seguimos revolcando una y otra vez en aquello que sabemos que
está mal delante de Dios.
Lo complicado de esto es que el enemigo de nuestra alma comienza a tomar lugar. Cuando los
bajones de la vida aparecen, el diablo se las rebusca para hundirnos más. Nos amargamos, nos
angustiamos y pensamos que ya no hay vuelta atrás.
Veamos con más detenimiento esta historia que está en Lucas 5
“Aconteció que estando Jesús junto al lago de Genesaret, el gentío se agolpaba sobre él para
oír la palabra de Dios. 2 Y vio dos barcas que estaban cerca de la orilla del lago; y los
pescadores, habiendo descendido de ellas, lavaban sus redes.” (Lucas 5:1-3)
Quiero que vayas conmigo a la orilla del mar de Galilea e imagines la escena. Jesús está a punto
de iniciar su mensaje, mientras las multitudes lo esperaban con ansías. Entre tanta gente, el
Señor puso su mirada en dos barcas que se veían a lo lejos. En realidad, Jesús no vio las
embarcaciones sino el corazón frustrado de cada hombre que estaba lavando sus redes tras un
intento de pesca fallido.
Con lo cual, lo primero que podemos destacar de este relato es que a Jesús no se le escapa nada.
Si leemos la historia de corrido, podríamos sacar la falsa conclusión de que el Señor tenía el
interés de predicar sin atender lo que aconteció con Pedro. Pero la verdad es que Cristo siempre
está atento a todas las necesidades.
Una de las cosas que debemos comprender es que Jesús ve lo que nos cuesta. Aquellos que
argumentan que la vida cristiana es sencilla, no saben lo que están diciendo. Los cristianos
somos llamados a una vida que se distinga por encima de los demás en todos los aspectos.
Existe una responsabilidad santa que ejerce presión sobre nosotros todos los días. Si bien
sabemos que ésta clase de vida produce felicidad, también somos conscientes de que no es fácil.
Los cristianos batallamos a diario con la frustración. Con la desilusión. Las ofensas. A veces
somos malentendidos. También peleamos con pecados diarios que nos asedian día y noche.
Pasamos por duras pruebas y en ocasiones somos tentados a rendirnos. Sin embargo, saber que
Cristo nos está viendo y encima está atento a lo que nos pasa, nos sirve de gran consuelo.
Quizás la gente nos juzga porque piensa que estar luchados con un problema en particular es
síntoma de flaqueza espiritual o porque nos deslizamos a una vida en la carne. Pero no toda
dificultad tiene que ver con nosotros ya que el Señor se vale todo para captar nuestra atención.
En este caso, Pedro y sus amigos tuvieron una noche complicada. No hubo pesca. Lo intentaron,
pero no sacaron nada. Pero en los cielos, se estaba preparando un llamamiento. Muchas veces
Jesús trabaja en las sombras, en el silencio. Mientras que su elegido estaba pasando por
momentos tormentosos, Jesús armaba la atmósfera ideal que serviría de trampolín para tenerlo
entre sus filas.
Acá podemos ver que cuando Jesús se empecina con la vida de alguien, puede permitir que éste
pase por situaciones dolorosas pero que finalmente lo terminarán acercando a El. Si nos
ponemos a pensar, la gran mayoría de la gente que estamos en los caminos de Dios, no llegamos
a Él por casualidad u obra del destino. No es que vimos luz en el templo y entramos. Sino que
los malos episodios vividos produjeron un encuentro con quien es la verdadera razón de nuestra
vida.
La mala noche de pesca de Pedro, por aquel entonces llamado Simón, se transformaría al día
siguiente en un milagro maravilloso. Pero para eso, también sucedieron más cosas.
Cuando terminó de hablar, dijo a Simón: Boga mar adentro, y echad vuestras redes para

pescar.  5  Respondiendo Simón, le dijo: Maestro, toda la noche hemos estado trabajando, y
nada hemos pescado; más en tu palabra echaré la red.
Jesús regresa donde está Simón y le dice “Inténtalo de nuevo”. Esto me fascina. Porque lo
segundo que quiero remarcar de esta historia es que Jesús nos anima a comenzar otra vez. Una
de las cosas que el Señor me ha enseñado en este tiempo es que cada vez que pienso en
rendirme, El viene con su voz de amor y me dice “vamos, una vez más”. Y aunque no entienda
nada, sentir que él está al lado mío es suficiente como para decirle que sí y arrancar
nuevamente.
Pero también sé que a muchos de los que me están escuchando se les hace difícil. Muchos han
intentado seguir adelante. Sin embargo, están como Simón: Nada han pescado. Luchan contra el
pecado y los vence. Pelean palmo a palmo por la santidad, pero hay fallas recurrentes. Toda una
vida buscando el cambio, pero éste parece no llegar nunca. Lo sé. Es muy complicado este
asunto. No obstante, es aquí cuando nuestra fe en Jesús provoca que pasemos del fracaso a la
victoria. Por eso, lo tercero de lo que quiero hablarte es de ser personas de fe aún en medio de
los problemas de la vida.
Sorprendentemente, Simón hace una declaración que mueve el corazón de Jesús. Porque más
allá de que Simón le presenta la situación en la que estuvieron toda la noche sin pescar nada, él
decide creerle al Maestro. Esto nos da la perspectiva de cómo funciona la fe. Los milagros
vienen cuando escuchamos la voz correcta. La victoria siempre es un subproducto de la
obediencia. En esta oportunidad, Simón no se escuda en su experiencia pasada, sino que con
total seguridad determina creerle a Jesús.
A veces, cuando todo nos sale mal y Jesús nos pide que reiniciemos nuestra vida, nuestro
pasado aparece como un fantasma tratando de limitar aquello que el Maestro está a punto de
hacer con nosotros. Pero aquí aprendemos, que la fe que trasciende, es aquella que supera todo
obstáculo del pasado y pone su mirada en Jesús y en sus palabras. Simón, tuvo la valentía de
creerle a Jesús aun cuando hace instantes nada más estaba lavando redes, símbolo del fracaso de
la noche anterior.
Y habiéndolo hecho, encerraron gran cantidad de peces, y su red se rompía.  7  Entonces

hicieron señas a los compañeros que estaban en la otra barca, para que viniesen a ayudarles;
y vinieron, y llenaron ambas barcas, de tal manera que se hundían. 8
Lo cuarto que quiero compartirte es que siempre tu victoria será testimonio para alguien más. Si
bien el milagro de la pesca milagrosa era para Simón, el efecto colateral fue compartir este
suceso con los compañeros que estaban junto a Él. Esto nos habla, que toda batalla superada
puede ser de inspiración para que otros también puedan ganar. Lo que vos venzas, será motivo
de esperanza para otros. Por eso, cuando uno pone toda su fe en el Señor es claro que siempre
pasaremos del fracaso a la victoria.
Viendo esto Simón Pedro, cayó de rodillas ante Jesús, diciendo: Apártate de mí, Señor,

porque soy hombre pecador.  9  Porque por la pesca que habían hecho, el temor se había
apoderado de él, y de todos los que estaban con él,
Otro aspecto importante a considerar es que la verdadera victoria en la vida cristiana, no son los
milagros materiales. El milagro no fue que la barca se llenara de peces sino éste fue la excusa
para que Simón logre convertirse. ¿Que es la conversión? Un cambio rutilante en la forma de
vivir. Simón, no pudo hacer otra cosa más que arrodillarse ante tanto poder demostrado y
reconocerse asimismo como pecador.
Parte de nuestra conversión a Cristo es reconocer nuestra propia insuficiencia. El mundo está
confundido cuando cree que puede manejarlo todo y que está bien delante de Dios. La realidad,
es que todos somos pecadores. No se salva nadie. Por más buenas obras que hayas hecho hasta
este momento eso no sirve de nada. Necesitamos aceptar a Cristo en nuestro corazón,
arrepentirnos de todo pecado que exista en nuestra vida y luego seguirle para siempre. Cuando
hacemos esto, Jesús completa nuestro llamamiento.
Pero Jesús dijo a Simón: No temas; desde ahora serás pescador de hombres.   11  Y cuando
trajeron a tierra las barcas, dejándolo todo, le siguieron.
Aquí vemos como Jesús le encomienda una nueva labor a Simón. Éste ya no sería más pescador
de peces sino de hombres. Lo cual es muy significativo para nosotros. El Señor quizás no te
pida que cambies tu trabajo, que hagas otra cosa diferente a la que estás haciendo ahora. Pero lo
que sí nos pide a cada uno de los que estamos en sus filas, es que seamos pescadores de
hombres. Ser pescador de hombres implica transformarnos en evangelistas que lleven el
mensaje de las Buenas Nuevas de Jesús a toda criatura. Un mensaje que habla del inmenso amor
que Dios tiene por la humanidad y la necesidad que tiene de reconciliar al hombre y la mujer
con El.
Porque de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito, para que todo
aquel que en él cree, no se pierda, más tenga vida eterna. (Juan 3:16)
Es responsabilidad de la iglesia promulgar este mensaje. Otro no lo puede hacer por nosotros.
Lo único que no haremos una vez que estemos con el Señor es evangelizar. Adoraremos, le
cantaremos, pasaremos toda la vida junto a Él. Pero no podremos compartir con otros lo que El
hizo por todos.
Por eso amados y amadas, quiero animarlos a que en este tiempo que estamos atravesando no
bajemos los brazos. Del otro lado de la orilla del fracaso, está Jesús queriéndonos llevar a lo
profundo de la victoria. Será nuestra decisión final dónde nos queramos quedar.

También podría gustarte