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EL SEÑOR NOS AMO PRIMERO

Hemos avanzado en el camino de la cuaresma. A lo largo de estas tres semanas, hemos


procurado renovar nuestra vida, acercándonos más al evangelio y buscando unirnos más a
Jesús. Vale la pena conocer mejor al maestro, llenarnos de su amor, de su luz y de la vida
que él nos ofrece.
La 1ª. lectura muestra el proceso de traición e infidelidad a la alianza del pueblo, guiado por sus
jefes y malos sacerdotes, abandona al Señor, profana el templo, desprecia a los profetas.
Dios les llama la atención, hasta que “ya no hubo remedio”. Entonces llegan los Caldeos,
destruyen el templo y los llevan como esclavos a Babilonia. Después de la crisis Dios
manifiesta su amor salvador: “movió el Señor el espíritu de Ciro, rey de Persia” y los liberó.
Los humanos podemos romper la alianza, ser infieles, a causa de nuestros pecados; pero Dios
sigue fiel a pesar de todo. Lo que más irrita a Dios no es la debilidad humana, sino la actitud
de ceguera, de soberbia y cerrazón, el negarse a la luz; las actitudes que están detrás de los
actos. San Pablo dice a los Efesios en la segunda lectura: “Dios, que es rico en misericordia,
por el gran amor con que nos amó, precisamente cuando estábamos muertos a causa de
nuestros pecados, nos hizo revivir con Cristo, nos ha resucitado con Cristo”. Ef 2, 4-5.
Amemos a Dios porque, él nos amó primero. En el evangelio de este domingo, encontramos
una de las frases más bellas y consoladoras que tenemos en la biblia. “Tanto amó Dios al
mundo, que le entregó a su Hijo único para que todo el que cree en él no muera, sino que
tenga Vida eterna”. Jn 3, 16.
Conocemos la historia de Nicodemo que hoy continúa en este Evangelio. Es el que vino de
noche a buscar la luz; a él le dice Jesús que tiene que nacer de nuevo del agua y del Espíritu.
Sin Espíritu no hay novedad, ni renovación de nuestras actitudes o superación de nuestros
pecados, que rompen la alianza. Y sin esta novedad de vida tampoco hay cristianismo, ya
que la fe sin obras es muerta.
Jesús es la respuesta de Dios al pecado del hombre. Ese amor es el centro del cristianismo y de
lo que celebramos en Cuaresma y en el Triduo Pascual; por ese amor se nos hace nacer de
nuevo a la vida eterna, ese amor nos permite alcanzar la resurrección. “Porque Dios no
mandó a su Hijo a condenar al mundo, sino para que el mundo se salve por él”. (Jn 3, 16-18)
La Escritura nos asegura precisamente que Dios es amor. “Nosotros amamos a Dios porque El
nos amó primero”. 1 Jn 4, 19. Lo más importante en la vida es descubrir el amor, el amor
que viene de Dios; pero importa también que ese amor se proyecte hacia los demás, porque
el Señor nos enseña a amar a Dios y amar también al prójimo.
Dios nos habla de su amor. Por medio de las experiencias de amor que vive el ser humano en
el ámbito natural: el amor conyugal, paterno, materno, el amor de amistad, de cercanía, de
servicio y solidaridad son parte de esa fuente inagotable de amor que es Dios.
De este modo la biblia se convierte, de manera indirecta quizás, en escuela de verdadero amor.
Precisamente, si el amor humano es símbolo que puede expresar el amor divino; el amor de
Dios es modelo para el amor humano. Contemplando la forma como Dios nos ama,
entendemos cómo debería ser el amor de la madre o del padre, el amor de los esposos y el
amor entre los verdaderos amigos. Se han escrito muchos tratados y poemas sobre el arte de
amar, pero la Sagrada Escritura es realmente la única capaz de enseñarnos verdaderamente el
arte de amar, si entendemos el amor en todas sus dimensiones.
La Biblia es escuela de amor. La Biblia nos habla del amor, refiriéndose ante todo al amor del
Padre. Dios es un Padre que se preocupa por alimentar a su hijo y por impulsarlo a caminar,
a crecer a superarse; igualmente lo orienta y lo corrige: “El Señor corrige a quien ama, como
un padre al hijo predilecto”. Prov 3, 12.
Pero el verdadero padre da libertad y seguridad al hijo, de manera que éste se siente seguro y
protegido en el caminar de su vida. Es por ello que Dios se presenta al ser humano, a través
de toda la revelación, como su “roca y baluarte” “su fortaleza cercana en las angustias”.
Dios también nos habla con la imagen del amor materno: El profeta Isaías dice: “Acaso olvida
una mujer a su niño de pecho, sin compadecerse del hijo de sus entrañas; pues, aunque ésta
llegara a olvidarse, yo no te olvidaré” Is 49, 15. El mismo Isaías dice en nombre de Dios:
“Como una madre consuela a su hijo, así te consolaré”. Is 66, 13.
A ustedes los llamo amigos. Ya no los llamo siervos… a ustedes los llamo amigos, porque
todo lo que he oído a mi padre se los he dado a conocer” Jn 15, 15. La amistad significa
unidad, confianza, serenidad. Jesús nos dice que es nuestro amigo porque nos ha dado a
conocer lo que ha oído del Padre. Nos ha dicho también que Dios privilegia a los pequeños y
a los pobres, que nos tiene preparado un lugar en el cielo, etc. En realidad, Jesús da a la
palabra “Amigos” un sentido pleno, total. Nosotros hemos conocido el amor de Dios y
hemos creído en él. 1 Jn 4, 16. Jesús nos ha enseñado a acoger el Reino de Dios. “Les
aseguro que el que no recibe el Reino de Dios como un niño, no entrará en él». Mc 10, 15.
Dios nos enseña el camino del amor. Dios nunca tiene miedo de aparecer débil y de muchas
maneras nos dice “Yo te amo”, “Tú eres precioso a mis ojos”. ¿Por qué muchos padres y
algunas madres también, nunca les dicen a sus hijos que los quieren?, Maridos que no lo
dicen nunca a sus mujeres. Muchos jóvenes sufren, durante la mayor parte de su vida, por
haber carecido del afecto y del amor que siempre esperaron.
Otro aspecto es la educación para la libertad. No se trata tanto de dar o no libertad a los hijos,
sino de educarlos en la libertad. Los hijos necesitan tener en sus padres, ante todo, “Maestros
de la vida”. En realidad, Dios nos ama profundamente, y nos da libertad. Educar es
acompañar, ir por delante con el ejemplo, animar, levantar e impulsar para que los hijos no
se dejan encandilar por las modas, la publicidad, o lo que hacen todos.
Educarse para la libertad. Educar en la libertad es animar a buscar la verdad y a sumirla con
valentía, a tener convicciones y seguirlas, aunque eso traiga consecuencias. Muchos errores
que cometen los jóvenes, son porque les falta capacidad para discernir y analizar, calma para
decidir objetivamente y en base a la verdad.
El mejor servicio que padres y educadores podemos hacer por los jóvenes, es precisamente el
de animarles y ayudarles a ser libres interiormente, para que sepan pensar y discernir,
descubrir la verdad de las cosas y calcular las consecuencias de sus actos; y así poder decidir
responsablemente.
Porque no se trata de ser uno más del montón, ni de hacer lo que todos hacen, para estar a la
moda. En este sentido nadie nace libre, la libertad se va adquiriendo poco a poco, en un largo
proceso.
No olvidemos que “Dios ha amado tanto al mundo, que entregó a su Hijo único para que todo
el que crea en él no perezca, sino que tenga Vida eterna”. Jn 3, 16. Por otra parte, nos dice el
evangelio que Dios no envió a su Hijo al mundo para condenarlo, sino para que el mundo se
salvara por él”.

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