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Cuando Dios mandó a Jesús a la tierra, lo hizo con el firme propósito de darse a
conocer. Jesús dijo “el que me ha visto a mí, ha visto al Padre”. Con lo cual, conocer a
Jesús es lo mismo que ver a Dios en todo su esplendor. Jesús refleja con absoluta
excelsitud el carácter de un Dios de amor. Un Dios que se preocupa por las necesidades
humanas. Un Dios que acompaña cuando la gente se siente sola. Un Dios que es capaz
de compadecerse de las debilidades del hombre y aun así amarlo como si nunca hubiera
cometido un pecado contra Él.
Sin embargo, gran parte de la humanidad ha elegido darle la espalda al gran amor que
Dios tiene por ellos. De hecho, Jesús fue rechazado por su propio pueblo.
En el mundo estaba, y el mundo por él fue hecho; pero el mundo no le
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conoció. 11 A lo suyo vino, y los suyos no le recibieron. 12 Mas a todos los que le
recibieron, a los que creen en su nombre, les dio potestad de ser hechos hijos de Dios.
(Juan 1:10-12)
Jesús fue ninguneado por los judíos, ignorando que éste sea el Mesías prometido. Los
escribas y fariseos, los principales antagonistas del Señor, minaron la mente de la gente
diciendo que la liberación de la opresión romana vendría de manera similar a la
experiencia que tuvieron los israelitas con Moisés. Ellos pensaban que el Mesías sería
un guerrero, una persona que vendría con un ejército a barrer para siempre al imperio
romano.
Sin embargo, cuando Jesús hizo su presentación formal en las sinagogas su mensaje
despertó muchos desamores entre los que estaban allí.
Vino a Nazaret, donde se había criado; y en el día de reposo[a] entró en la sinagoga,
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conforme a su costumbre, y se levantó a leer. 17 Y se le dio el libro del profeta Isaías;
y habiendo abierto el libro, halló el lugar donde estaba escrito:
El Espíritu del Señor está sobre mí. Por cuanto me ha ungido para dar buenas
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echaron fuera de la ciudad, y le llevaron hasta la cumbre del monte sobre el cual
estaba edificada la ciudad de ellos, para despeñarle. 30 Mas él pasó por en medio de
ellos, y se fue. (Lucas 4:28-30)
Lamentablemente, muchos de los contemporáneos de Jesús no quisieron aceptarlo como
el Mesías. No estaban interesado en conocerlo sino en matarlo. Sin dudas, Jesús
presentaba una contracultura difícil de aceptar por aquel tiempo. De hecho, sus
enseñanzas dejaban boquiabiertos a todos, exponiendo cada vez más al corazón humano
y su necesidad de Él.
Es que Jesús no vino para voltear a un gobierno sino para reinar en el corazón de
aquellos que deciden creerle. Dios se dio a conocer asimismo en la figura de Jesús para
mostrar su sencillez, su amor, su pasión por los demás y la entrañable desesperación por
tenerlos de vuelta y así empezar una relación de amor con nosotros.
Y esta es la vida eterna: que te conozcan a ti, el único Dios verdadero, y a
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resplandezca sobre nosotros. 7 Sí, la alegría que me has dado es mucho mayor que el
gozo de ellos en la siega cuando contemplan su abundante cosecha de grano y
vino. 8 En paz me acostaré y dormiré porque sólo tú, Señor, me haces vivir seguro.
(Salmos 4:6-8)
La satisfacción por conocer a Jesús nos llena de paz. Una paz que no se explica. Una
paz que no se razona. Una paz que no te la da nadie. Tampoco es una paz que se
compra. Solamente se recibe cuando uno la pide de corazón. Que en tu oración de la
noche, si es que te cuesta contemplar el sueño, proclamá esta promesa y si podes
acompáñala de esta hermosa canción de Daniel Calveti que dice así.
(Poner en Paz me acostaré y así mismo dormiré – Daniel Calveti)
Hermosa adoración que nos da la fuerza para confiar en Dios y así poder renovar
nuestro espíritu teniendo un sueño sano y poderoso. Otro beneficio que encontramos al
conocer a Jesús es que somos nuevas criaturas. Nuestra identidad es la que cambia. Ya
lo material, lo físico no tiene importancia. No estamos locos por conseguir dinero ni por
tener un cuerpo llamativo. No nos apegamos a cualquier moda de turno para tapar
nuestras insuficiencias. Como bien decía el Salmo que leíamos antes, la alegría que
Jesús nos da es mucho mayor que todo lo que éste mundo esté dispuesto a darte.
Si alguien está unido a Cristo, hay una nueva creación. Lo viejo ha desaparecido y
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todo queda renovado.[b] 18 Todo lo nuevo viene de Dios, quien nos ha reconciliado con
él a través de Cristo y nos ha dado el trabajo de reconciliar a toda la gente con
él. 19 Lo que quiero decir es que a través de Cristo, Dios estaba tratando de
reconciliar al mundo con él, sin tener en cuenta los pecados de nadie. Ese es el
mensaje de reconciliación que nos encargó anunciar. (2 de Corintios 5:17-19)
El conocer a Jesús nos hace nuevas personas. Nuestra vida pasada queda atrás y ahora
somos libres para disfrutar de todo lo que el Señor tiene para nosotros. Él no toma en
cuenta lo que hayamos hecho, ni lo que vayamos a hacer. Nuestros pecados quedan
absolutamente perdonados y obtenemos una nueva identidad como hijos de Dios.
Antes, éramos esclavos de nuestras preocupaciones y temores. Creíamos que nuestro
valor dependía de cuestiones externas que con el tiempo terminan esfumándose. Sin
embargo, al llegar Cristo a nuestra vida todo eso cambia y podemos disfrutar de la
verdadera libertad que solo se encuentra cuando conocemos a Jesús. Por eso,
escuchemos este hermoso tema que nos dice Ya no somos esclavos del temor sino que
somos hijos de Dios.
(Poner ya no soy un esclavo del temor)
Otro de los grandes beneficios que obtenemos al conocer a Jesús es que recibimos su
amor incondicional. Un amor que no entiende de raza, nacionalidad, edad o clases
sociales. Es un amor capaz de trascender cualquier esfera y que penetra en lo más
profundo del corazón. El apóstol Pablo nos dice en su carta a los Efesios.