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CONSTRUCCIONES EQUIVOCADAS

Todos conocemos la historia de los tres chanchitos, ¿verdad? Al


conocer que el lobo andaba dando vueltas por allí, ellos deciden
construir diversos tipos de casas para protegerse de las asechanzas
del depredador. Entonces, uno de ellos decide armar su casa con
paja. En ese momento llega el lobo diciendo “Soplare, soplare y
tu casa derribaré” y chau casa. Luego, un segundo chanchito hace
su hogar de madera. Al llegar el lobo vuelve a decir “Soplaré,
soplaré y tu casa derribaré” y otra vez, chau casa.
Sin embargo, el tercer chanchito demostró ser el mas inteligente
de todos. Construye su casa a base de ladrillos. Llega el lobo
totalmente confiado y vuelve a repetir las palabras mágicas
“Soplaré, soplaré y tu casa derribaré”, pero esta vez el habitáculo
queda firme.
Si bien esta es una historia que la cuenta Disney, parabólicamente
hablando es un ejemplo perfecto para nosotros como cristianos.
Es más, Cristo ya la trajo a colación cuando habló sobre dos
hombres que construyeron dos casas. Uno lo hizo sobre la roca, el
otro lo hizo sobre la arena. Sin embargo, el resultado no fue el
mismo para los dos cuando las tormentas vinieron. Mientras que
la casa construida sobre la roca acabó ilesa, la que fue realizada
sobre la arena terminó totalmente destruida.
Entonces, la pregunta que nos deberíamos hacer nosotros en estos
tiempos es ¿sobre qué cimientos estamos construyendo nuestra
vida? ¿Cuáles son las bases que me motivan? ¿Qué
construcciones mentales tengo que incorporar y a su vez desechar
de mi vida? Y es en este punto donde los creyentes debemos
posicionarnos y pensar lógicamente las cosas.
Yo pienso que todos, absolutamente todos, construimos algo. O
estamos construyendo algo. Tenemos proyectos. Sueños.
Objetivos. Metas tanto a corto como a largo plazo. Todos vivimos
permanentemente diseñando nuestra vida. Ahora, el problema
surge cuando dejo que el mundo, las circunstancias y mis
experiencias personales generen en mí construcciones
equivocadas.
La Biblia a estas formas de pensamiento las denomina fortalezas.
Son construcciones de la realidad que yo hago en función de algo
que me pasó, de algo que vi en la tele, de algo que me dijeron o lo
que fuere, que de por sí son mentiras. Por ejemplo, decir que
todos los hombres son iguales o que todas las mujeres son iguales
luego de atravesar un duro desamor.
Es decir que un suceso particular puede extenderse a una
construcción general que nada tiene que ver con la verdad. Los
hombres y las mujeres no somos iguales. No somos todos
violadores. No somos todos golpeadores o asesinos. Lo mismo
para las mujeres, no todas son histéricas, celosas, materialistas.
Esas son construcciones que uno hace a partir de la experiencia
que no son ciertas absoluto.
Ahora, también es importante destacar en este punto la influencia
de los medios en las construcciones que hacemos sobre nuestra
vida. Los medios de comunicación a lo largo del tiempo se han
encargado de difundir premisas que las hemos adoptado como
dogmas. Por ejemplo, en el fútbol se ha instalado la idea de que se
debe ganar siempre, que el que sale segundo en un torneo es un
fracaso, que hay equipos que siempre están obligados a ganar,
entre tantas otras frases que siempre dicen los colegas.
De hecho, la tan famosa grieta a la que estamos sometidos
también surge de construcciones equivocadas. La idea de odiar al
que piensa diferente, de no respetar al que tenga una opinión
distinta de la realidad y considerarlo como mi enemigo, porque lo
único que vale es lo que pienso yo, forma parte también de esta
problemática. Y esta manera de llevar la vida provoca que existan
personalismos que sólo hacen daño, como la religión de los
fariseos.
La religión ridícula que llevaban estos hombres y mujeres,
llenaban de culpa y condenación a la gente. Los alejaban de Dios.
El fariseo de por sí era elitista. No se juntaba con los parias, con
los delincuentes o con gente a las cuales ellos consideraban “la
escoria de la sociedad”. Su fanatismo, esa construcción
equivocada, les impedía ver la necesidad de las personas.
Entonces, debemos tener cuidado con lo que ronda por nuestra
mente.
Dice proverbios 4:23 en la versión Palabra de Dios para Todos
Ante todo, cuida tus pensamientos porque ellos controlan tu vida.
En otras palabras, nos están diciendo que analicemos las
construcciones que estamos elaborando en nuestra mente, porque
ellas serán las que dirigirán el resto de tu vida. Si nos pueden
dominar la mente, dominarán también nuestra conducta. Siempre
nuestra manera de vivir se ve afectada por los pensamientos,
siempre.
Jesús lo decía así en Mateo 15. El contexto es que los fariseos
fueron a visitar a Jesús para reclamarle algunas cosas. Lo primero
que dicen es:
―¿Por qué tus discípulos desobedecen la tradición antigua? —

dijeron—. ¡No están observando el ritual de lavarse las manos


antes de comer!
Convengamos que, en los tiempos de Jesús, la religión farisea
había establecido el talmud también como forma de vida. En ese
libro hay 619 leyes que los judíos debían cumplir si o si con tal de
que Dios se agradara de ellos. Una de estas leyes era lavarse las
manos antes de comer.
Entonces Jesús responde en el versículo 4
― ¿Y por qué ustedes violan los mandamientos directos de Dios
en el afán de guardar las tradiciones?
Claro, las construcciones equivocadas de los fariseos se habían
convertido en leyes que determinaban la conducta de los judíos.
Era tal la presión de la religión que la gente estaba más
preocupada en obedecer estas tradiciones, en lugar de seguir los
mandamientos de Dios.
Vayamos al versículo 11.
Lo que daña el alma no es lo que entra por la boca, sino los
11 

pensamientos malos y las palabras con que estos se expresan.


Otra vez, lo que nos daña es la condición interna de nuestra
mente. Son las construcciones equivocadas que llevamos y como
luego las expresamos en acciones concretas.
Y en el versículo 19 lo aclara aún más.
Del corazón salen los malos pensamientos, los asesinatos, los
19 

adulterios, las fornicaciones, los robos, las mentiras y los


chismes. 20 Esto es lo que de veras corrompe. Pero uno no se
corrompe por comer sin lavarse primero las manos.
Ustedes fíjense el patrón que vemos en este pasaje. Primero
aparecen los malos pensamientos y luego todas conductas
pecaminosas. El cuerpo va donde la mente lo lleva, tengamos en
cuenta siempre esto a la hora de analizar por qué hacemos esto o
por qué hacemos lo otro.
Ahora que ya dimos el diagnostico, vamos a pasar a la terapia.
Acompáñame a segunda de Corintios 10:3
Sí, es cierto, vivimos en este mundo, pero nunca actuamos como

el mundo para ganar nuestras batallas.


Ni por asomo pienses que vas a vencer usando las mismas
estrategias que el mundo utiliza. A ver, si crees que tu desamor lo
vas a arreglar con más odio, te estas equivocando feo. Si crees
que tus fracasos económicos, los enmendarás volcándote hacia
algún vicio vas a terminar en mal puerto también. Si pensas que el
fin no justifica los medios y para avanzar, tenes que faltarle el
respeto al otro, pisotearlo, hacerlo sentir inferior y así vos creerte
un ser superior, no es medida de solución tampoco.
Entonces, ¿cómo ganamos la batalla por nuestra mente? ¿Cómo
puedo entonces desarraigarme de todo pensamiento que afecta mi
vida personal y espiritual?
1. OCUPANDO LA MENTE EN LO IMPORTANTE
Los que ocupan su mente en las cosas del Espíritu tienen vida y
 

paz; pero el ocuparse de las cosas de la naturaleza pecaminosa


produce muerte (Romanos 8:6-7)
Cuando mantenemos nuestra mente enfocada en lo que Dios
quiere para nosotros, no tenemos tiempo para absorber
construcciones que hagan mal a nuestra vida. Ocuparse de las
cosas del Espiritu, tiene que ver con la oración, con meditar y
aplicar las enseñanzas de la Palabra de Dios, con congregarse, con
pertenecer a un grupo que nos pueda ayudar a salir de nuestra
condición.
2. FILTRANDO LOS PENSAMIENTOS
 
Por último, hermanos, piensen en todo lo que es verdadero, todo
lo que es respetable, todo lo justo, todo lo puro, todo lo amable,
todo lo que es digno de admiración; piensen en todo lo que se
reconoce como virtud o que merezca elogio. (Filipenses 4:8)
Es importante saber identificar si los pensamientos que
albergamos en nuestra mente son buenos o malos. Para ello,
podemos usar este pasaje como filtro. Por ejemplo, esta
construcción que tengo de la realidad, ¿es verdadera? ¿es
respetable? ¿es justa? ¿es pura? ¿es amable? ¿es digna de
admiración? ¿Hay algo de virtud en ella o que merezca elogio?
Lo que me están enseñando desde los medios, de la política o de
mi propia iglesia, ¿tiene todas las características que Pablo
mencionó en este pasaje?
3. REEMPLANZANDO LOS PENSAMIENTOS.
No imiten las conductas ni las costumbres de este mundo, más
bien dejen que Dios los transforme en personas nuevas al
cambiarles la manera de pensar. Entonces aprenderán a conocer la
voluntad de Dios para ustedes, la cual es buena, agradable y
perfecta. (Romanos 12:2)
La manera en que Dios cambia la mente de las personas es
cuando nosotros decidimos cambiar los viejos patrones de
pensamiento por los nuevos que Dios quiere incorporar a nuestra
vida. Cambiar la manera de pensar no es otra cosa más que
permitirle al Espiritu Santo que nos llene con Su Presencia y nos
sature con la Palabra de Dios. Eso hará que nuestra mente sea
guiada por Dios y podamos disfrutar de su paz.
4. ECHAR POR TIERRA EL PASADO
Hermanos, no pienso que yo ya lo haya alcanzado. Más bien,
13 

sigo adelante trabajando, me olvido de lo que quedó atrás y me


esfuerzo por alcanzar lo que está adelante. 14 De esta manera sigo
adelante hacia la meta, para ganar el premio que Dios ofrece por
medio de su llamado celestial en Cristo Jesús. (Filipenses 3:13-
14)

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