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UN DIOS DE PROMESAS EXTRAORDINARIAS

“Y lo llevó fuera, y le dijo: Mira ahora los cielos, y cuenta las estrellas, si las puedes
contar. Y le dijo: Así será tu descendencia. Y creyó a Jehová, y le fue contado por
justicia”
(Génesis 15:5-6)

En las páginas de las Escrituras Dios, quien es su protagonista, destaca de


muchas maneras y por variadas y diferentes razones:

Es el Dios de poder sin límites, el Todopoderoso, el Dios Omnipotente.


Es el Dios de justicia, aquel que garantiza que habrá justicia en la tierra.
Es el Dios de misericordia, el que se compadece de los que sufren.
Es el Dios de amor, quien hace bien a sus criaturas y especialmente a los suyos,
movido por su amor.
Es el Dios de verdad, quien desde siempre ha dado a conocer su voluntad.
Es el Dios de salvación, quien rescata, redime, y otorga nueva vida.
Es el Dios de los ejércitos, aquel a quien en batalla pertenece la victoria.

Y así podríamos seguir mencionando las distintas cualidades, atributos,


excelencias y referentes, que únicamente pertenecen a nuestro Señor y Dios y que se
encuentran a lo largo de toda la Biblia. Hoy quiero invitarte a considerar uno
particularmente especial (aunque todos en verdad lo son), y es el relacionado con Dios
y sus promesas.

Que Dios es un Dios que se ha complacido en hacer promesas a los hombres es


algo que salta a la vista desde los inicios mismos de la narración bíblica, y que se
manifiesta en todas las etapas y desarrollo de la revelación bíblica, y aún se deja ver en
el mismo final y conclusión de la narrativa sagrada.

No se trata de unas pocas, ni siquiera de algunas decenas, sino que,


literalmente estamos hablando de cientos de ellas, cientos de promesas que fueron
dadas en las más disímiles y variadas circunstancias a hombres y mujeres que
sostenían una relación de fe para con Dios.

Siempre hay algo especial en la palabra, me refiero al hecho del lenguaje, y al


acto del habla y la comunicación. Dios decidió crear pero también decidió comunicarse
con sus criaturas, especialmente con el ser humano, a quien creó a su imagen y
semejanza. Y pudo haber quedado todo hasta ese nivel, comunicación y
entendimiento, relación y conocimiento. Pero Dios no quiso eso. Él decidió hacer
promesas. El escogió darse a conocer como el Dios que promete, y no sólo que
promete, sino, más especialmente, como el Dios que cumple sus promesas.

Hoy quiero que vayamos un poco más adentro en este tema y que permitamos,
si el Señor así lo quiere, que el Espíritu Santo nos consuele, aliente y fortalezca al
considerar el hecho de que nuestro Señor es el “Dios de promesas extraordinarias.”
Alguien ha dicho que una persona vale lo que vale su palabra, es decir, si
cumple o no con lo que promete y ofrece hacer. Y eso lo podemos entender
fácilmente; sabemos en quién confiar y en quién no, de quién esperar que cumpla su
palabra y de quién no esperar sino excusas. Pero el caso de Dios es diferente desde
todo punto de vista. Para comenzar, no tenía necesidad de prometer nada a nadie.
Como Rey y Soberano sobre la creación y sus criaturas podía haber desarrollado su
actuar y todos sus propósitos sin realizar promesa alguna jamás. No necesitaba
prometer, pero lo hizo. Acá mismo deberíamos hacer un alto y agradecer al Señor
nuestro Dios por haber realizado promesas y haberlas dirigido de una u otra manera a
nosotros.
En segundo lugar, al hacer promesas Dios nos ha dejado en claro qué podemos
esperar de él en el futuro.
El futuro siempre parecerá incierto y misterioso a menos que Dios lo exponga y
de alguna manera lo haga seguro para nosotros. Y aunque la profecía bíblica hace eso
(exponer en parte el futuro de manera anticipada) sólo las promesas de Dios hacen
que el futuro se pueda ver y sentir como un espacio seguro y deseable para nuestro
vivir. Seguridad que sólo vendrá y se experimentará de la presencia misma de Dios y su
poder, reconocida en su palabra y sus promesas.

En tercer lugar. Consideremos algunas pocas razones por las que Dios nos ha
dado sus promesas:

A) Por amor. El amor siempre promete, porque el que ama busca y desea que
el amado experimente seguridad y confianza en la perdurabilidad del amor
que se le profesa y expresa. Cualquiera sea la promesa divina que
encontremos en las páginas de la Biblia podemos estar convencidos de que
fue el amor de Dios por nosotros lo que la inspiró.
B) Por el interés de que conozcamos anticipadamente algunas realidades de
sus planes futuros. Dios desde siempre ha manifestado un profundo deseo
de comunicar a sus hijos sus planes y propósitos para el futuro próximo y
lejano, y particularmente, por medio de sus promesas, Él nos hace
participar anticipadamente de la gloria y bienestar de esas realidades
futuras que ha de establecer para su propia gloria pero también para
nuestro gozo y bendición.
C) Por el deseo de Dios de cuidarnos y brindarnos seguridad y confianza en
nuestro caminar por la vida. Un hombre o una mujer que tiene una
promesa de Dios presente en su pensamiento y corazón es alguien que
puede caminar con seguridad y confianza por la vida, independientemente
de cuáles sean las circunstancias y dificultades que se le presenten. Las
promesas de Dios son como un manantial de agua limpia y fresca en medio
de los desiertos de la vida.
D) Por interés de que le conozcamos y descansemos en su poder y fidelidad.
Dios desea ser conocido y reconocido por su poder extraordinario, lo mismo
que por su fidelidad. Que sus hijos le conozcan por ser el Dios que todo lo
puede para quien no hay absolutamente nada que sea imposible, y que
además se muestra siempre en todo tiempo y lugar como el Dios
inquebrantablemente fiel. Fiel, más que las olas del mar y que el sol en su
salir cada día. Si ponemos nuestro corazón y confianza en las promesas de
Dios conoceremos por experiencia propia que nuestro Dios es grande en
poder y fidelidad para con todos los suyos.
E) Para darnos una base inamovible sobre la cual elevar nuestras peticiones y
ruegos en los tiempos de dificultad de nuestra vida. Nunca se nos prometió
una vida libre de dificultades y problemas, sino que contrariamente la
palabra de Dios de manera muy insistente declara y demuestra que la vida
del creyente en este mundo está marcada por la constante lucha y el
continuo enfrentar a la adversidad. Nuestra más fuerte herramienta y
recurso es la oración, pero lo que hace que la oración sea la punta de lanza
que cambie las circunstancias y catapulte nuestra victoria, son las promesas
de Dios. Un hijo de Dios que puede orar amparado en una promesa de Dios
verá siempre la buena respuesta de su Señor en aquello por lo que pide.
Una madre que puede orar por sus hijos basando sus ruegos en las fieles
promesas del Señor recibirá con toda seguridad la anhelada y deseada
respuesta en el buen tiempo del Señor.
F) Para asegurarnos de alguna manera que Él ya ha previsto todas nuestras
circunstancias y ha hecho provisión suficiente para nuestra victoria y plena
realización en Él. Las promesas de Dios, todas esas maravillosas promesas
que están en su palabra escrita, la Biblia, nos dicen de una u otra manera
que el Señor ha pensado en todos los detalles de nuestro vivir, en todas las
etapas de nuestro caminar por la vida, en todas las crisis que habremos de
enfrentar, que ha tenido cuidado en preparar anticipadamente todo cuanto
habremos de necesitar mientras cumplimos nuestra etapa en este mundo y,
por si fuera poco, también en el que nos espera.

Solo me queda algo más por expresar en esta oportunidad. Tiene que ver con el
título del mensaje. Nuestro Señor, bendito Salvador y buen Dios, es EL DIOS DE LAS
PROMESAS EXTRAORDINARIAS. ¿Qué quiero señalar con esto? Que todas sus
promesas tienen esa cualidad que las hace dignas sólo de Dios. Únicamente Dios se
atreve a prometer lo que Él ha prometido. Todas sus promesas encierran imposibles,
aseguran cosas que nadie puede asegurar, excepto Dios. Sus promesas trazan una
línea de separación entre lo que el hombre puede ofrecer y lo que Dios en su
omnipotencia y sublime amor ofrece sin límites ni reservas. ¿Qué tienes en tu
pensamiento y corazón en tu caminar por la vida? Te invito a que te aprovisiones con
algunas buenas promesas del Señor y hagas de ellas tu almohada de descanso en el
trajín de estos tiempos difíciles, que hagas de alguna de ellas tu secreto de fortaleza y
buen ánimo para hacer frente a los problemas que enfrentamos, que atesores en tu
corazón esas promesas que te recuerdan que no estás solo porque el Señor está
contigo, aún te diría que hagas una pequeña lista de aquellas cosas con las que estás
luchando y coloca al lado de cada una de ellas alguna promesa de la bendita palabra
de Dios que te recuerde que todas esas cosas de una u otra manera ya están
solucionadas en Dios.

Es mi deseo y oración que el Señor te fortalezca y sostenga, te enseñe y haga


crecer en todo aquello en que Él desea y quiere que le conozcas y sirvas…
Que la bendición y paz del Señor sean contigo, amado hermano y hermana, tu
hermano y servidor, por la misericordia y gracia del Señor, Antonio Vicuña.
Em Mayo de 2020

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