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Ensayo de “El malestar en la

cultura” de Sigmund Freud

Doctrinas Políticas y Sociales III


Profesor: Danel Janet Fernando
Alumna: Torres Plaza Salma Fernanda
Grupo: HCT04

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Nos encontramos frente a una de las grandes obras del conocido padre del
psicoanálisis, Sigmund Freud, en donde se analizan diferentes conceptos que
creíamos conocer y entender, tales como: la religión, la cultura, la política, la
sociedad, el deseo, el yo y el superyó, el goce, el placer, así como se introduce la
idea de una pulsión de muerte. Éstos toman un giro diferente desde la perspectiva
de nuestro intelectual del siglo XX aunque quizá se tornan un tanto complejos;
asimismo se utilizan otros cuantos conceptos más que son necesarios para
comprender la intensión con que va dirigido el texto. El malestar en la cultura
genera una pregunta que inicia siendo inquietante pero necesaria, ésta sería ¿cuál
es la relación entre la política y el psiquismo? Y para entenderlo es importante
saber que el psiquismo son las mociones del deseo, es decir, movimientos del
deseo de las cuales hablaremos constantemente en el presente análisis, y que lo
político no es social, sino que representa en su totalidad a la cultura. Ahora bien,
¿qué es la sociedad desde el punto de vista del psiquismo y qué hace la política
con la sociedad? Como podremos verlo más adelante, la sociedad es la máxima
interacción de deseo que se expresa en la cotidianeidad en que vivimos. Además
de esto, se pretende explicar cómo la cultura, que es uno de los puntos centrales
que se estudian en este texto y cuyo representante máximo es la política, ha
influido en el control de las pulsiones del deseo mediante la represión, y ésta
represión se manifiesta en la limitación del desarrollo de las libidos que se toma
como un mal necesario, pues el deseo suele ser agresivo en el sentido de que
buscamos constantemente obtenerlo. Y de ahí surge “el malestar en la cultura”; de
igual forma, cabe señalar que la política ha permitido el desarrollo adecuado de
los máximos exponentes del objeto del deseo como son el arte y el deporte. Es
evidente que al comprender lo ya antes mencionado, llegas a cuestionar la
realidad en la que vives pues se exponen respuestas a preguntas que
comúnmente te haces como ¿por qué siempre cometo los mismos errores? En
concreto, se pretende expresar el origen de la finalidad del hombre en la vida, el
origen de aquello que constantemente deseamos y por qué queremos ser
deseados, así como porqué es necesario ser reprimidos por medio de la cultura.
Se puede apreciar en el inicio del texto que principalmente se aborda la religión,
en la cual Freud no creía pues la consideraba como una ilusión, sin embargo en la
interpretación de un amigo encuentra cierto enigma. En dicha opinión se
especificaba que
“…la fuente genuina de la religiosidad. Es un sentimiento particular
[…] Un sentimiento que prefería llamar sensación de eternidad; un
sentimiento como algo sin límites, sin barreras, por así decir
<<oceánico>>. Este sentimiento es un hecho puramente subjetivo,
no un artículo de fe […] Sólo sobre la base de ese sentimiento
oceánico es lícito llamarse religioso, aun cuando uno desautorice
toda fe y toda ilusión.” (Freud, 1930: 65)

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Lo que indica que, la fuente genuina de la religión es un sentimiento particular y
es necesario entenderlo porque éste sentimiento le da sentido a la existencia pues
por él estamos sostenidos, lo que quiere decir que es la realidad. No se trata del
mundo exterior en sí mismo, el psiquismo, el deseo, es realidad. Es tu propio
mundo interior donde hay extimidad; o sea que el hombre no es el principio de
todo sino que es efecto de la realidad. Empero a Freud no le interesa la
experiencia de la realidad, sino la relación entre el sujeto del deseo y el objeto del
deseo. Piensa que el mundo circundante está en ti mismo porque vemos al
hombre como objeto, nunca como realidad y he ahí cuando nos apartamos del
sentimiento de realidad y nos centramos en el objeto. A partir de esto surge el
sentimiento del cual tenemos mayor certeza, del sentimiento de nuestro sí mismo
representados en el Yo y el Ello; donde el sujeto cree que es un Yo, y el Yo es una
capa superficial, que es un engaño porque hay una intimidad de donde realmente
se obtiene lo más interno, el inconsciente del que no queremos saber, y ése
mismo es el Ello. Esto quiere decir que lo inconsciente es la impulsión a repetir
acciones, el cual está en los sueños, en los lapsus, en los chistes, pero sobretodo
en la compulsión a la repetición. Es nuestra vida anímica y el Yo es la cara
solamente, que funge como representante. Sin embargo no sólo el Yo está
sometido al inconsciente (Ello), también el consciente (Yo) e inconsciente están
sujetos al otro, que es lo traumático, el cual se separa del mundo exterior. Es
decir, cada hombre tiene un Yo que está sometido al inconsciente el cual está
definido por lo otro.
La esencia del hombre es el psiquismo y el psiquismo es el juego del deseo en
busca de su goce, hay objetos de deseo mejores que otros y todo objeto de deseo
está personificado. De igual manera, el objeto del deseo depende del origen del
psiquismo, pues el alma humana es autorreferencial: es mi deseo, lo que a mí me
gusta. Lo que quiere decir que dicho deseo tiene origen en la infancia; e infancia
es destino porque ocurre la temprana construcción del alma con ayuda de la
mamá y el papá, por lo que el amor materno se convierte en el objeto primero de
deseo de todo individuo. La temprana construcción del psiquismo consiste en la
prohibición edipica, pues a falta del objeto primero vienen las mociones del deseo
y para que haya deseo forzosamente ya hubo algo mortífero, una represión que
consiste en que el amor omnipotente de la madre quedó prohibido, ya que fue
disminuyendo conforme el sujeto del deseo fue creciendo. A esta represión que se
presentó en el origen Freud la llama como <<ur-verdrängung>> = represión
originaria. Asimismo el deseo está constituido por pulsiones/impulsos que giran en
torno al objeto elegido y es claro que el objeto de deseo no se entiende como algo
plano que pueda separarse, aunque sí es jerarquizado, es decir, que hay objetos
que deseas más que otros y éste deseo está personificado pues cada quien lo
escoge. Dicho objeto tampoco es intercambiable sino que tiene su propio peso.
Por lo tanto, el objeto del amor, tal y como lo denomina Freud, merecido tiende a
una cierta fijación. Con esto cabe señalar que los hombres son los sujetos del
deseo y todos los deseos son únicos, singulares pues no existen identidades

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colectivas más que en la ficción manipuladora. Cada quien es cada cual con su
singularidad erótica. Y la sociedad consiste en interacciones del deseo, consiste
en desear el deseo del otro pues el sujeto (el hombre) desea ser el objeto del
deseo del otro. Todas las interacciones del deseo son reguladas por medio de la
política, ya que ésta es la ordenación de lo social que funge como un orden legal,
institucional, etc., lo que quiere decir que lo anti político es todo lo social. El
enamoramiento es la interacción suprema pues desvanece la relación entre uno y
otro; de igual forma podemos decir que todo amor es sexual pero no todo amor es
genital.
A lo largo de la historia se ha tratado de definir el fin de la vida y hay cientos de
versiones para ello que incluso el sentimiento religioso ha definido, pero para éste
análisis parece menos pretencioso para nuestro intelectual la siguiente pregunta:
¿Qué es lo que los seres humanos mismos dejan discernir, por su
conducta, como fin y propósito de su vida? ¿Qué es lo que exigen de
ella, lo que en ella quieren alcanzar? […] Quieren alcanzar la dicha,
conseguir la felicidad y mantenerla. Esta aspiración tiene dos
costados, una meta positiva y una negativa: por una parte, quieren la
ausencia de dolor y de displacer; por la otra, vivenciar intensos
sentimientos de placer. En su estricto sentido literal, <<dicha>> se
refiere sólo a lo segundo. (Freud, 1930:76).
Ahora bien, ¿dónde se encuentra la felicidad? Freud dice que está en uno mismo,
en el sujeto de deseo que está reprimido para poder vivir, reprimido mediante el
lenguaje, la familia, la ley del padre, la cultura… el sujeto reprimido ahonda en sí
mismo y sabe del goce de su deseo, y es ahí cuando sabes que se habla de
felicidad. Nuestro psiquismo comienza siendo dolor y displacer para
posteriormente moverse a placer. Por lo tanto, la vida del hombre consiste en el
principio del placer, en encontrar algo de felicidad en medio de tanto displacer,
pero
Es absolutamente irrealizable, las disposiciones del Todo –sin
excepción—lo contrarían; se diría que el propósito de que el hombre
sea <<dichoso>> no está contenido en el plan de la <<Creación>>.
Lo que en sentido estricto se llama <<felicidad>> corresponde a la
satisfacción más bien repentina de necesidades retenidas, con alto
grado de estasis, y por su propia naturaleza sólo es posible como un
fenómeno episódico. Si una situación anhelada por el principio de
placer perdura, en ningún caso se obtiene más que un sentimiento
de ligero bienestar; estamos organizados de tal modo que sólo
podemos gozar con intensidad el contraste, y muy poco el estado.
(Freud, 1930: 76).
A partir de un trauma de origen se construye el deseo por objeto segundo, y el
deseo es un mundo de displacer, todo displacer, y mediante la apropiación de los
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objetos hay un placer parcial o mejor dicho, un placer episódico. El principio de
placer se vuelve realista conforme la ganancia de placer; y todos tenemos
pulsiones de deseo que se satisfacen, pero hay impulsos de deseo que van más
allá del principio de placer. Un placer más allá del impulso placentero del objeto
segundo, un impulso extremo, empero la mayoría de las veces son menos
intensos aunque son más placenteros que el placer pues son más íntimos. Esos
impulsos más allá de los placeres del objeto que son más íntimos, no tienen
mucho que ver con los objetos de deseo pues son más extremos, esa extrema
moción del deseo más allá de los objetos es denominada como <<Pulsión de
Muerte>>, la cual es excedente, llevada más allá de sus consecuencias quedando
nada del objeto, no hay angustia; a la pulsión de muerte de represión objetiva no
le interesa el objeto, sino la experiencia íntima conocida como <<Goce>>. Ahora
bien, el goce no es un placer objetivo, como dice Freud, nuestra vida consiste en
objetos del deseo pero el goce va más allá; el goce implica siempre la compulsión
a la repetición, evidente en sueños, lapsus, actos fallidos, etc. Esto es el
inconsciente real y su goce. Anteriormente se había planteado la idea de la
realidad que consiste en profundizar en la intimidad, en el goce de la realidad de
nuestro sujeto inanimado.
Lo social consiste, como ya se había mencionado, en desear el deseo del otro. El
deseo siempre es un deseo inconsciente y cada quien tiene contenidos
completamente singulares lo que es una absoluta singularidad. Los contenidos de
lo inconsciente, que es el deseo el cual tiene un contenido y estructura, se le
denomina como síntoma. Así que podemos decir que la felicidad es el goce del
síntoma, el sujeto reprimido en su intimidad goza el síntoma. Sin embargo El
sentimiento de dicha provocado por la satisfacción de una pulsión silvestre, no
domeñada por el yo, es incomparablemente más intenso que el obtenido a raíz de
la saciedad de una pulsión enfrenada. Aquí encuentra una explicación económica
el carácter incoercible de los impulsos perversos, y acaso también el atractivo de
los prohibido como tal. (Freud, 1930: 79) Lo que quiere decir que más allá del
principio de placer está la perversión, el goce del síntoma, el cual es denegado por
la cultura. Por lo mismo es necesario el desplazamiento libidinal que compensa la
frustración de lo social, del mundo exterior en sí mismo. “Para ello, la sublimación
de las pulsiones presta su auxilio. Se lo consigue sobre todo cuando uno se las
arregla para elevar suficientemente la ganancia de placer que proviene de las
fuentes de un trabajo psíquico e intelectual.” (Freud, 1930: 79). Así que la
sublimación puede elevarse de tal forma que se obtenga la realización del deseo y
un claro ejemplo de lo mismo es el arte y la política. La política es la sublimación
del deseo a través de estructuras normativas, y esto porque el deseo es colocado
de forma superior (se sublima), se pone encima de los demás y los domina sin
necesidad alguna de seducción. Claro está que la política no es el goce sino se
generan problemas al disfrutar de manera sintomática algo intangible.

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Existen varios métodos que el ser humano utiliza para evitar el sufrimiento y de la
mano obtener la felicidad, pero la sublimación, el desplazamiento libidinal, no es
precisamente el método adecuado ya que el sujeto de deseo
“…se aferra a sus objetos y obtiene la dicha a partir de un vínculo de
sentimiento con ellos. [...] Y quizá se le aproxime efectivamente más
que cualquier otro método. […] a aquella orientación de la vida que
sitúa al amor en el punto central, que espera toda satisfacción del
hecho de amar y ser amado. […] una de las formas de manifestación
del amor, el amor sexual, nos ha procurado la experiencia más
intensa de sensación placentera avasalladora, dándonos así el
arquetipo para nuestra aspiración a la dicha. Nada más natural que
obstinarnos en buscar la dicha por el mismo camino siguiendo el cual
una vez la hallamos. […] Nunca estamos menos protegidos contra
las cuitas, que cuando amamos; nunca más desdichados y
desvalidos que cuando hemos perdido al objeto amado o a su amor.
Pero la técnica de vida fundada en el valor de felicidad del amor no
se agota con esto […]” (Freud, 1930: 81)
Parece contradictorio encontrar un poco de la dicha deseada en el deseo de amar
y ser amado porque como bien lo menciona Freud, esto mismo nos hace
vulnerables y susceptibles al sufrimiento del cual tratamos de huir, claro que
puede resarcirse mediante la belleza pues antes que nada debemos gozar la
belleza de la vida, de la naturaleza o del mismo ser humano, aunque como
sabemos la belleza va de la mano con el objeto sexual, y debemos encontrar
placer al amar en específico, es decir, enfocarnos en ese sentimiento particular.
“El goce de la belleza se acompaña de una sensación particular, de suave efecto
embriagador.” (Freud, 1930: 82) De esta forma apreciar singularidades que
muchas veces omitimos para así encontrar mayor satisfacción en las mismas. Sin
embargo, como sabemos, la felicidad que es impuesta por el principio del placer,
es irrealizable, pero nada impide que los individuos dejen de enfocarse en
acercarse a dicho sentimiento. La religión también participa en el propósito que se
emplea con la obtención de la dicha, que es evitar el sufrimiento y encontrar en
ella dicho sentimiento, aunque para Freud parece ser un camino lleno de
manipulaciones, pero éste sólo es un método más utilizable por el sujeto de deseo
y “…son muchos los caminos que pueden llevar a la felicidad tal como es
asequible al hombre, pero ninguno que lo guíe con seguridad hasta ella.” (Freud,
1930: 84). Por lo mismo suele volverse complicado encontrar el sentido de la vida
ya que no se conoce lo complejo que se torna, además de que es muy sencillo
hablar de felicidad cuando no conoces su trasfondo y las limitaciones que se
presentan para poder acercarte mínimamente. Es conveniente pensar, ahora que
sabemos esto, si realmente hemos logrado el objetivo de todo ser humano,
debemos analizar si cada que decimos estar felices, realmente lo estamos; “…es
tan difícil para los seres humanos conseguir la dicha. Ya dimos la respuesta

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cuando señalamos las tres fuentes de que proviene nuestro penar: la
hiperpotencia de la naturaleza, la fragilidad de nuestro cuerpo y la insuficiencia de
las normas que regulan los vínculos recíprocos entre los hombres en la familia, el
Estado y la sociedad.” (Freud, 1930: 85). Las primeras dos fuentes de nuestro
pesar quizá son inevitables pues resulta imposible controlar la naturaleza y es
claro que no siempre podremos acabar con el sufrimiento aunque pensamos en
algún momento que puede lograrse. “Diversa es nuestra conducta frente a la
tercera fuente de sufrimiento, la social. […] Si reparamos en lo mal que
conseguimos prevenir las penas de este origen, nace la sospecha de que también
tras esto podría esconderse un bloque de la naturaleza invencible; esta vez, de
nuestra propia complexión psíquica.” (Freud, 1930: 85) Y es ahí cuando surge la
relación entre la política y el psiquismo pues la política se encarga del bloque de la
naturaleza.
La cultura y su desarrollo tienen origen en la particularidad del individuo pues parte
de su proceso se presenta durante su madurez. Asimismo, dice Freud que el tipo
de carácter y la sublimación son los otros dos factores que participan en el
proceso cultural. Y como sabemos, la familia, la sociedad y el Estado son objetos
sublimados que nos dan o intentan darnos la felicidad. Según Freud, la fundación
misma de la familia se enlazó con el hecho de que la necesidad de satisfacción
genital dejó de emerger como un huésped que aparecía de pronto en casa de
alguien, y tras su despedida no daba más noticias de sí; se instaló en el individuo
como pensionista. Ello dio al macho un motivo para retener junto a sí a la mujer, o
mejor dicho, a los objetos sexuales. Entonces, a partir de la formación de la familia
se da la cohesión haciendo posible que una unión sea más fuerte que el individuo
mismo. Se pretende conquistar a la madre, venciendo al padre siendo éste la
figura de autoridad pues impone ciertas normas bajo las cuales debes vivir. Dice
Freud que los preceptos del tabú fueron el primer derecho, pues se humaniza una
figura capaz de emitir normas. Podemos apreciar que la cultura ha estado
presente en cada etapa de nuestras vidas y dándonos el fundamento de la
convivencia humana que sería la compulsión al trabajo y el poder del amor. “Así,
Eros y Ananké pasaron a ser también los progenitores de la cultura humana. El
primer resultado de ésta fue que una mayor cantidad de seres humanos pudieron
permanecer en comunidad”. (Freud, 1930: 99) Lo que quiere decir que de igual
manera el amor es una de las bases de la cultura, aunque como anteriormente
habíamos mencionado, amar te deja en un estado de vulnerabilidad mayor que
cualquier cosa. Empero, el amor genital te brinda satisfacción así como también
logra darte dicha, es decir, te brinda el deseo y su goce por lo que el ser humano,
como Freud dice, sitúa el erotismo en el centro de su vida. Lo cual trajo consigo
una dependencia al objeto de amor elegido por lo cual los sabios no
recomendaban ésta vulnerabilidad a la que se estaría exponiendo.
A una pequeña minoría, su constitución le permite, empero, hallar la
dicha por el camino del amor. […] Estas personas se independizan

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de la aquiescencia del objeto desplazando el valor principal, del ser
amado, al amar ellas mismas; se protegen de su pérdida no
dirigiendo su amor a objetos singulares, sino a todos los hombres en
igual medida, y evitan las oscilaciones y desengaños del amor genital
apartándose de su meta sexual, mudando la pulsión en una moción
de meta inhibida. (Freud, 1930: 99)
Amar de meta inhibida consiste en inhibir el objeto, o sea entender que lo
importante no radica en el objeto, sino en mí. Implica ser uno mismo y gozar mí
síntoma, pues lo más importante en mi vida soy yo en tanto a amar; el movimiento
psicológico consiste en una intimidad cada vez mayor, cada vez ser uno mismo
con la alegría que da el amar, no el ser amado. Una pequeña minoría encuentra el
camino del amor sólo si identifica su síntoma, saber quién o qué le gusta. Lo
importante en la relación de pareja no es ser amado, sino uno mismo amar y sí
uno pasa por mi vida es bienvenido, yo sé amar, no depositarme en el objeto sino
en la actividad pura que implica el amar. El amor es una experiencia social
recíproca, pues menciona nuestro intelectual del siglo XX (1930) que por una
parte, el amor se contrapone a los intereses de la cultura; pero por la otra la
cultura amenaza al amor con sensibles limitaciones. Por lo que el fundamento de
la discordia de los hombres es el deseo y uno de los objetivos principales de la
cultura es aglomerar a los hombres en grandes unidades, lo que quiere decir que
nos organiza políticamente. En el seno familiar hay limitaciones libidinales y es de
donde proviene la represión originaria.
De parte de la cultura, la tendencia a limitar la vida sexual no es
menos nítida que su otra tendencia, la de ampliar su círculo. Ya su
primera fase, el totemismo, conlleva la prohibición de la elección
incestuosa de objeto, que tal vez constituya la mutilación más tajante
que ha experimentado la vida amorosa de los seres humanos en el
curso de las épocas. Por medio del tabú, de la ley y de las
costumbres, se establecen nuevas limitaciones que afectan tanto a
los varones como a las mujeres. (Freud, 1930: 101)
Sin embargo podemos apreciar que de igual manera la estructura económica
también influye en las limitaciones libidinales que se dan con ayuda de la cultura,
es decir, la economía, el capitalismo limita nuestra vida sexual prolongándola con
ayuda de la pornografía, de las drogas, alcohol, etc. Al dejar con tanta facilidad la
obtención de los mismos termina volviéndose tan común y dejas a un lado la
experiencia tal cual es, real y pura. Así que sí, la cultura ha sido el método más
efectivo para la represión sexual tal como hemos sido sometidos por dictaduras.
Los Estados crean las leyes que limitan la vida libidinal, ésta contención ha sido
evidente desde muy temprana edad pues de no ser así resulta complicado
controlar los apetitos sexuales, empero, si no nos hubieran educado con leyes no
podríamos romperlas, o mejor dicho, revelarnos. La elección del objeto deseado
del individuo ya siendo maduro es impuesta de tal forma que no te quede opción
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que elegir a alguien de tu sexo contrario, pues de ser contrario era considerado
como inaceptable o como una perversión y he ahí la respuesta de la falta del goce
sexual deseado lo que bien podríamos ver como una serie de injusticias, sin
embargo, para ese entonces la cultura lo dictaba de tal forma. En la actualidad
podemos ver algo similar pues no te educan de manera en que puedas escoger
libremente lo que te guste, como sabemos es impuesto por nuestra familia, la cual
es parte importante de la cultura, uno de sus métodos de represión y quizá de los
más importantes; a pesar de que vivimos en una época donde no es obligatorio el
ser heterosexual sigue siendo preferible que lo seas, o sea que es más aceptado.
Pero la heterosexualidad igual ha tenido ciertos obstáculos resultantes de la
misma cultura como lo es la monogamia.
La cultura de nuestros días deja entender bien a las claras que sólo
permitirá las relaciones sexuales sobre la base de una ligazón
definitiva e indisoluble entre un hombre y una mujer, que no quiere la
sexualidad como fuente autónoma de placer y está dispuesta a
tolerarla solamente como la fuente, hasta ahora insustituida, para la
multiplicación de los seres humanos. (Freud, 1930: 102)
De manera que se tiene bien entendido que la vida sexual es antes que nada y
primero que todo, aunque ésta vida sexual ha sufrido daños que hasta el día de
hoy parecen no resolverse. Se ha visto a las relaciones sexuales como un órgano
más que debe cumplir una función sin importar el placer, dejando de lado las
sensaciones de felicidad que podrían obtenerse. Muchas veces no se logra
identificar que la cultura es la culpable de lo mismo sino que es culpa de los
propios individuos, pero claro que se ha vuelto evidente dicho daño. Estas
frustraciones de la vida sexual parecen ser intolerables para los neuróticos,
quienes están constantemente frustrados y entienden que la vida es neurosis.
Encuentran su síntoma, ese deseo inconsciente del que hemos estado hablando,
las nombradas satisfacciones sustitutivas que de igual forma vienen de sufrimiento
pero parecen ser más intensas pues llegan a crearles conflicto con el mundo
circundante y es justo de donde proviene su felicidad. Además de que la cultura
nos impone el sacrificio que conlleva la falta de satisfacción sexual que más aparte
es limitada por la misma, nos exige más sacrificios, ¿por qué? Porque también es
un sacrificio pagar impuestos, de forma que se vuelve más claro porque la cultura
hace sufrir constantemente al sujeto de deseo.
Ahora bien, nos referimos a comunidad culta cuando ésta se encuentra
políticamente bien establecida. También se ha hecho presente la dificultad por la
que pasa el desarrollo cultural de una sociedad y éste radica en pensar
universalmente en su desarrollo, pues como hemos visto a lo largo del análisis
hemos apreciado que las interacciones, los deseos, su goce, suelen ser
particulares e incluso la máxima interacción sexual que por cierto es recíproca, se
da entre dos individuos “…el amor sexual es una relación entre dos personas en
que los terceros huelgan o estorban, mientras que la cultura reposa en vínculos
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entre un gran número de seres humanos” (Freud, 1930: 105) Los vínculos son
interacciones estables y duraderas pero cabe señalar que no todas las
interacciones son vínculos. Retomando la dificultad que aqueja el desarrollo
adecuado de la cultura, podemos ver que radica en hacer lo múltiple en uno, de
manera que se pretende formar vínculos entre los miembros de la sociedad
libidinalmente, es decir, busca que las personas encuentren entre ellos algo que
los identifique y logre unirlos; y ésta unión ha sido posible, en gran parte, mediante
los vínculos de amistad, porque en una amistad uno se interesa en los demás
como los demás se interesan en ti, que es precisamente lo que se pretende con la
sociedad culta. Pero a pesar de ello, es inevitable que se propague la vida sexual,
pues también la amistad está cargada de erotismo. Además de que la sociedad
culta nos reprima en muchos aspectos, propaga una idea que también suele
molestar, la cual dice: “Amarás a tu prójimo como a ti mismo”, está claro que se
difunde esa idea porque es universal tal y como se pretende desarrollar la
sociedad culta pero ¿por qué he de amar a alguien como a mí mismo si ni siquiera
lo conozco? Si para ello debe ganarse dicho sentimiento. Suele ser
incomprensible y casi imposible brindar amor desmedido a un completo extraño
igualándolo con el amor que siento por algún allegado a mí, porque incluso tener
amor propio es algo invaluable que a muchas personas les cuesta trabajo obtener.
Puedo amar a mi prójimo quizá como amo la naturaleza, la luz del día, que por
cierto sería un amor mucho más pequeño que el que siento por mí mismo pero
parecería que se estaría resquebrajando la idea de universalidad que se propone.
En muchas ocasiones un extraño es más acreedor a mi odio que a mi amor
porque parece que lucha más por ese sentimiento. En lugar de verlo como mi
prójimo suelo verlo como mi enemigo pues es más sencillo recibir algo negativo
por parte de él que respeto y consideración, entonces se trata de balancear un
poco los actos ya que lo que reciba de otra persona sería proporcional a lo que yo
estaría dispuesto a darle, siendo aún más lógico decir “Ama a tu prójimo como tu
prójimo te ama a ti”, debido a que tú eres mi enemigo y yo soy tu enemigo y lo que
nos queda sería la política y el orden.
El ser humano no es un ser manso, amable, a lo sumo capaz de
defenderse si lo atacan, sino que es lícito atribuir a su dotación
pulsional una buena cuota de agresividad. En consecuencia, el
prójimo no es solamente un posible auxiliar y objeto sexual, sino una
tentación para satisfacer en él la agresión, explotar su fuerza de
trabajo sin resarcirlo, usarlo sexualmente sin su consentimiento,
desposeerlo de su patrimonio, humillarlo, infringirle dolores,
martirizarlo y asesinarlo. (Freud, 1930: 108)
Lo que complica los vínculos que la cultura pretende formar y hace difícil su tarea,
por lo que la sociedad culta peligra constantemente, ya que dicha unión cada vez
se torna más complicada. La economía no lograría la permanencia de la sociedad
culta, mucho menos las pasiones que vienen de lo pulsional aunque claro que son

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interacciones fuertes; la cultura debe poner límites que permitan la interacción
social sin ningún tipo de agresión por medio de la ley, he ahí por qué la política es
una gran corrección de lo social pues es el orden y por lo mismo, la política es el
objeto cultural más importante. Y también de ahí se busca impulsar las
identificaciones y vínculos amorosos de meta inhibida pues como sabemos, la
meta inhibida consiste en retirarse un poco del objeto, no objetivar tanto. Por lo
que la cultura pretende prevenir la realización agresiva del deseo, viendo como
criminales a todos aquellos que son capaces de cumplir su deseo pase lo que
pase. Aunque sin duda son necesarias las represiones, quizá lo único que se le
debería reprochar sería cuando se hace abuso de ella. Debido a que
constantemente somos reprimidos por la cultura, parece poco probable que los
hombres se sientan dichosos dentro de ella e incluso se llega a considerar que
antes de instituirse una sociedad culta, al hombre le iba mejor pues no sufría
limitaciones pulsionales o de la agresividad sobre las mismas pero todo en la vida
tiene un precio y “El hombre culto ha cambiado un trozo de posibilidad de dicha
por un trozo de seguridad” (Freud, 1930: 112), es poco probable saber si el precio
ha sido realmente alto comparado con lo que se ha renunciado porque creo que
todo depende de la perspectiva analizada.
La doctrina psicoanalítica de las pulsiones de la cual aún se duda su existencia
debido a que su avance a través del tiempo ha parecido ser nulo. A pesar de ello,
ésta es indispensable ya que engloba un todo en su contenido que de hecho
radica en que el hambre y el amor o el mismo deseo mueven al mundo. “El
hambre podía considerarse el subrogado de aquellas pulsiones que quieren
conservar al individuo, en tanto que el amor pugna por alcanzar objetos…” (Freud,
1930: 113) Ahora las pulsiones yoicas y libidinales pretenden lo mismo que sería
el apoderamiento del objeto deseado, es decir, desea el deseo desear el objeto,
desear seguir deseando. Y cuando se pasa de analizar lo reprimido a lo que
reprime, de las pulsiones de objeto al yo, es cuando es necesario hablar de un
narcisismo; lo que quiere decir que el cuartel general de la vida es la libido, la cual
se manifiesta en los traumas individuales. La compulsión a la repetición,
refiriéndonos claramente a la repetición del mismo deseo en busca de su goce del
objeto segundo elegido, muestra el carácter conservador de la vida pulsional.
Conservador es aquello que se repite impulsivamente, es decir que es
inconsciente; tal cual es el deseo, y por supuesto que el deseo es conservador
porque siempre es el mismo. Asimismo se deriva la conocida pulsión de muerte
que no quiere articularse con la normatividad sino que quiere ir más allá. La
pulsión de muerte es un exceso de goce y la prueba del goce sintomático va más
allá del objeto (a mí me da mucho gusto conocerte).
La inclinación agresiva es una disposición pulsional autónoma,
originaria, del ser humano. […] La cultura encuentra en ella su
obstáculo más poderoso. […] La cultura es un proceso particular que
abarca a la humanidad toda en su transcurrir, y seguimos cautivados

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por esa idea. […] Sería un proceso al servicio del Eros, que quiere
reunir a los individuos aislados, luego a las familias, después a
etnias, pueblos, naciones, en una gran unidad: la humanidad. (Freud,
1930: 117)
Hay algo más allá del erotismo, más allá del principio del placer: el goce. Los
sujetos de deseo en busca de su goce pueden lograr una universalidad. Y para
mantener dicha universalidad como ya se había mencionado, es necesaria la
formación de vínculos, es decir, se debe encontrar algo que logre ligar de manera
duradera. Lo que verdaderamente liga es la política, es la única forma de ligar a
los libidinosos cosa que no se obtiene con la economía o el arte. Por lo que,
podemos decir que la estructura básica de lo social es lo político pues permite
ampliamente la realización e interacción de los sujetos de deseo. Así que la
relación entre sujeto de deseo y república/ciudadanía consiste en que mientras el
sujeto cumpla con las demandas de la ciudadanía como es el pago de impuestos,
puede hacer lo que quiera con su objeto deseado y su goce, siempre y cuando
también respete las limitaciones planteadas por la cultura a través de la política;
de manera que lo mejor de la cultura es la política.
Se dice que el deseo es agresivo porque quiere algo que no posee, si el deseo no
deseara nada no sería agresivo. El gusto por la agresión es la pulsión de muerte y
dichos deseos que producen agresividad, evidentemente sufren la represión por
medio de la cultura cuyo representante máximo es la política; claro está que los
libidinosos se portan bien con los demás gracias a la misma política, pero
¿realmente es posible inhibir la agresividad de una forma tranquila?, es decir, ¿es
posible reprimir sin esfuerzo alguno? Freud dice que la política, la economía y el
derecho son métodos de inhibición libidinal, aunque no los más importantes
porque, como hemos estudiado, éstos suelen ser molestos lo que trae consigo
cierta inconformidad. Efectivamente la política nos limita en muchos sentidos,
¿pero qué pasa cuando yo mismo me prohíbo las cosas?, es ahí cuando llega a
ser posible una inhibición inocua, justo cuando la agresión logra ser introyectada,
interiorizada de tal forma que no sólo se obtenga consciencia moral al momento
de pensar en la agresividad que provoca el deseo, sino que también genera una
consciencia de culpa que se dirige específicamente al propio yo. La consciencia
moral o consciencia política o jurídica “…está pronta a ejercer contra el yo la
misma severidad agresiva que el yo habría satisfecho de buena gana en otros
individuos, ajenos a él. Llamamos consciencia de culpa a la tensión entre el
superyó que se ha vuelto severo y el yo que le está sometido. Se exterioriza como
necesidad de castigo.” (Freud, 1930: 119) La consciencia moral es consciencia de
culpa. De tal forma, la cultura logra controlar de una forma más interna al individuo
pues lo vigila a través de su interior cual tesoro. La consciencia de culpa asimismo
genera un sentimiento de culpabilidad que como ya se mencionó puede ser el
peor castigo. Para llegar a dicho sentimiento se debe creer que se hizo algo malo,
tal y como se aprecia constantemente con el cometer un pecado según la doctrina

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religiosa; pero para poder sentir que hiciste algo malo es necesario saber qué es
una acción mala. Lo que genera conflicto de esto es que suele ser relativa la
conceptualización de lo bueno y lo malo, pues lo que para ti es malo, para mi
puede que no lo sea y en ocasiones puede considerarse culpable a quien no hizo
nada malo; por eso surge la necesidad de diferenciar el bien y el mal de una forma
más colectiva. Por lo que podemos apreciar que ahora lo bueno y lo malo son
construcciones legítimas, o sea construcciones sociales. Así que malo no es
solamente lo que es dañino para el Yo sino que también lo que desea puede serlo
y no hay mejor forma de experimentar un castigo por lo mismo sino que mediante
la pérdida del amor, ya que las personas suelen ser dependientes, es decir que
nunca nadie está más desvalido que cuando se pierde el amor del objeto elegido.
Lo malo se vuelve entonces una clase de angustia social pues se vive con el
miedo de perder el amor generando la conocida consciencia de culpa. Es evidente
que el sentimiento de culpa se torna el problema más importante del desarrollo
cultural gracias a la efectividad mediante la cual se obtiene un control más claro
indispensable para la sociedad. Ahora bien, “Hemos tomado noticia de dos
diversos orígenes del sentimiento de culpa: la angustia frente a la autoridad y, más
tarde, la angustia frente al superyó. La primera compele a renunciar a
satisfacciones pulsionales; la segunda esfuerza, además, a la punición, puesto
que no se puede ocultar ante el superyó la persistencia de los deseos prohibidos.”
(Freud, 1930: 123) Entonces el sentimiento de culpa es igual al cargo con
contenido sintomático de mi deseo, y la angustia frente al superyó quiere decir que
yo mismo me encuentro sometido de adentro hacia afuera. La culpa es el superyó
pues infancia es destino y en ello se encuentra el sentimiento de culpa
correspondiente a la angustia. Ahora, la ya mencionada renuncia de lo pulsional,
es decir, la renuncia del deseo genera una desdicha que parece inevitable ya que
vivimos bajo la tensión del superyó que va más interno que el sufrimiento exterior
que conlleva la pérdida del amor. Lo que quiere decir, en resumen, que la renuncia
de lo pulsional que nosotros mismos nos imponemos desde fuera, creando a su
vez la consciencia moral que cada vez exige más pérdidas. El vínculo que se tiene
entre el Yo y el Superyó es el retorno de vínculos objetivos entre el Yo todavía no
dividido, y un objeto exterior que parece ser desfigurado por el deseo. Su
diferencia radica en que la severidad originaria propia del Superyó no es la que se
ha experimentado de parte de ese objeto o la que se le ha atribuido, sino que
subroga la agresión propia contra él. Por lo tanto, el resultado final de la
indagación presente es la culpa, y la concientización de la culpa inconsciente, dice
Freud, implica angustia. Hay muchas posibilidades de angustia como son las
angustias totales, de manera que el secreto de la tranquilidad social persiste en
que cada día nos importen más menos cosas.
Cabe señalar que el sentimiento de culpa ya analizado, que de hecho resulta de la
autoridad externa y del superyó es sumamente importante para la investigación
realizada para la fundamentación de la obra aquí analizada pues precisamente
engloba la clave del control de una forma más profunda. Sin embargo el

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sentimiento de culpa que es además el problema más importante del desarrollo
cultural muestra que “…el precio del progreso cultural debe pagarse con el déficit
de dicha provocado por la elevación del sentimiento de culpa.” (Freud, 1930: 130)
Es preciso recordar que cuando decimos “dicha” nos referimos al deseo y su goce.
En los casos de arrepentimiento se hace presente la conciencia, o mejor conocida
como “conciencia de culpa” aunque el término más adecuado sería
“concientización de culpa” porque la culpa es inconsciente y es más sencillo
mentalizarte de forma en que puedas crear conciencia de los actos que realizas.
Pero el sentimiento de culpa no es el fondo sino un acercamiento a la angustia la
cual se encuentra en todos los síntomas siendo igualmente inconsciente. También
hemos podido inferir que con la represión originaria (ur-verdrängung) se obtuvo el
primer sentimiento de culpa con el dolor del perder el primer objeto deseado, y a
su vez dio comienzo la cultura. Suele confundirse la concepción que se les ha
dado a los términos que estamos manejando en este cierre del análisis gracias a
su similitud, “El superyó es una instancia por nosotros descubierta; la conciencia
moral, una función que le atribuimos junto a otras: a de vigilar y enjuiciar las
acciones y los propósitos del yo; ejerce una actividad censora.” (Freud, 1930: 132)
Pero a pesar de que pretenden lo mismo, que es vigilar al yo generando de cierta
forma un castigo exteriorizado en las pulsiones, son necesarios pues están ligados
debido a que no se pude hablar de una consciencia moral sin la existencia previa
de un superyó, así como la conciencia de culpa es antes que éstos dos. La
angustia entre la autoridad externa y frente a la interna se presentan cuando se
reconoce la tensión entre el yo y la autoridad misma conflicto generado por la
satisfacción pulsional que busca inhibirse, así como la pretensión de agresión. El
arrepentimiento se presenta cuando el yo y el sentimiento de culpa se relacionan
lo cual genera sensaciones de angustia; además funge como castigo pues al tener
arrepentimiento sueles tener la necesidad de recibir un castigo, de forma que el
arrepentimiento sería también anterior a la conciencia moral. Asimismo el
sentimiento de culpa por arrepentimiento de la mala acción debería de ser siempre
consciente aunque claro es algo impensable porque como ya se había
mencionado, el sentimiento de culpa en sí mismo está en el inconsciente.
Asimismo, los síntomas de la neurosis son específicamente satisfacciones que
sustituyen los deseos sexuales incumplidos, además de que la neurosis ha
escondido en sí un sentimiento de culpa. “Cuando una aspiración pulsional
sucumbe a la represión, sus componentes libidinosos son traspuestos en
síntomas, y sus componentes agresivos en sentimiento de culpa.” (Freud, 1930:
134) lo que precisa la relación que se mantiene entre los componentes esenciales
del deseo y su goce. La fórmula que se da entre la lucha del Eros, es decir entre el
principio del placer y en el más allá del principio del placer, o sea el deseo y su
goce. El deseo va entorno al objeto y el goce prescinde del objeto porque es una
experiencia íntima, más íntima que el objeto mismo. Desde el punto de vista del
psiquismo, es decir, del deseo y su goce, todos los sujetos del deseo somos

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egoístas debido a que es parte de la naturaleza del ser humano. Eso que Freud
llamaba altruista no es sino un orden cultural.
Como hemos visto todo acto de represión te obliga a abandonar un poco de dicha
y es aceptado porque es necesario para poder subsistir, aunque la represión más
dolorosa sería el sentimiento de culpa ya que tú mismo te limitas y castigas, con
inicio precisamente en la represión originaria obtenida en la infancia presente en el
lenguaje o la prohibición. Conforme la sociedad va progresando parece que lo que
hoy en día suele ser tan indispensable para nuestro desarrollo, es decir, la política,
va a desaparecer pues cada vez aquellos ideales creados por el hombre como el
arte, la economía, el deporte, parecen desarrollarse sin ayuda de la política, y
ahora teniendo en cuenta la concientización que se provoca tras el sentimiento de
culpa, se ejemplifica aún mejor la poca falta que en un futuro nos hará la política
pues nosotros mismos nos estaríamos estableciendo los límites que nos permiten
vivir adecuadamente en sociedad, límites que eran impuestos por la misma
política. Ahora bien, la creación de una gran comunidad humana, el
cosmopolitismo neoliberal funcionaría sino nos preocupáramos por la dicha de los
individuos porque ése es un problema particular. Es adecuada la creación de la
política para mantener establecido el orden pero la dicha debería ser una
preocupación individual. Ahora parece más sencillo entender, con mayor claridad,
el por qué el sentimiento de culpa se ha vuelto el problema más importante del
desarrollo cultural y es precisamente porque la cultura como ya se ha mencionado
es el máximo representante de la cultura que permite el desarrollo de la sociedad
culta y al verse amenazada ante otro medio de lo que podríamos denominar, como
medio de autocontrol, logra producir un conflicto. Esta desaparición de la política
implicaría que obviamente hubiera una neutralización de lo político, que las leyes
funcionen solas, los jueces técnicamente, así como todo lo demás que permite la
política. Para Freud el destino de la especie humana depende específicamente de
que
Si su desarrollo cultural logrará, y en caso afirmativo en qué medida,
dominar la perturbación de la convivencia que proviene de la humana
pulsión de agresión y de autoaniquilamiento. Nuestra época merece
quizás un particular interés justamente en relación con esto. Hoy los
seres humanos han llevado tan adelante su dominio sobre las
fuerzas de la naturaleza que con su auxilio les resultará fácil
exterminarse unos a otros, hasta el último hombre. Ellos lo saben; de
ahí buena parte de la inquietud contemporánea, de su infelicidad, de
su talente angustiado. Y ahora cabe esperar que el otro de los dos
poderes celestiales, el Eros eterno, haga un esfuerzo para afianzarse
en la lucha contra su enemigo igualmente inmortal. (Freud, 1930:
140)
Ahora bien, corresponde hacer un recuento de lo analizado. En el nacimiento del
objeto de deseo se da la represión por medio de <<el otro>> de manera que
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provoca la creación del deseo y de los objetos de deseo que se manifiestan en la
elección de un objeto segundo de deseo el cual trata de sustituir el que fue perdido
durante la represión originaria, lo que a su vez conlleva impulsos/pulsiones de
deseo que privilegian algún objeto al momento de la elección del mismo y es ahí
cuando el deseo gira en torno al objeto de elección, que claramente es cambiante,
siempre y cuando el sujeto así lo quiera; es ahí donde radica la dialéctica de lo
social lo cual hemos tratado de analizar en lo largo de éste texto. También Freud
denomina estos objetos de deseo como objetos de amor elegido ya que el amor
es la interacción social más compleja y enriquecedora que se podría encontrar.
Posteriormente se puede dar la idealización de alguno de los objetos de amor
elegido siendo sublimados, tal como en el caso de lo que implica el jugar futbol,
tocar el piano, jugar billar e inclusive la política porque como lo hemos estudiado, a
la política le gusta mandar, mantener el orden de una u otra forma. En los objetos
deseados se alberga el goce teniendo el síntoma en el sedimento lo cual es de lo
más importante de esto; y cualquier goce es goce de objeto y todo goce de objeto
va más allá, como lo vimos en el principio del placer; asimismo hay un goce
placentero proveniente del mismo objeto, pero hay otro goce que va más allá del
objeto lo que no quiere decir que no haya objeto sino que simplemente va más
allá, es decir, experimenta la pulsión de muerte que es el goce excedente,
excesivo, máximo cuan perfecto es en mí propio goce, mi goce más íntimo. Así
que, en medida que todo goce que viene del deseo, el síntoma más allá. Todo
esto en su conjunto se le podría clasificar como la estructura para amar, pero no
quiere decir que eso sea el amor, no hay nada de amor en la naturaleza humana,
no hay amor en el psiquismo. Para saber qué es el amor es necesario entender
que no es el objeto y su goce, sino que es otra realidad personal e importa porque
es realidad. Aunque el amor es una interacción social sumamente interesante para
Freud e indispensable para explicar el contexto en el que se desenvuelve el
psiquismo, para éste texto analizado no es necesario profundizar en lo que es el
amor ya que como ya habíamos visto, a Freud no le interesa la realidad, el
trasfondo sino lo objetivo. Lo que quiere decir que a lo largo de este análisis
hemos podido estudiar las interacciones de deseo, las cuales con ayuda de otros
factores como la dicha, la felicidad, el enamoramiento, etc., han podido darle
sentido a la vida del ser humano. ¿Y en que consiste el sentido de la vida
entonces? es claro que el sentido de la vida radica esencialmente en buscar la
dicha misma que irónicamente estamos dispuestos a renunciar, aunque sea un
poco, para poder vivir en sociedad, dejando que una vez más nos repriman a
través de diversos métodos que la cultura impone. Ahora bien, qué podemos decir
de la interrogante que parecía sobresalir respecto a ¿qué es la sociedad desde el
punto de vista del psiquismo?, y ¿qué hace la política con la sociedad?
Evidentemente la sociedad es quien sufre la represión originaria que los lleva a
tener objetos de deseo en busca de su goce, para así satisfacer sus pulsiones a
veces de forma excesiva, lo que se conoce como pulsión de muerte, la sociedad
es una interacción entre individuos que pretenden encontrar vínculos que los unan

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de forma permanente; la sociedad consiste en interacciones del deseo, consiste
en desear el deseo del otro pues el sujeto (el hombre) desea ser el objeto del
deseo del otro, y las interacciones del deseo son reguladas por medio de la
política. Asimismo, la política es la única capaz de lograr la vinculación de los
individuos así como impone la limitación de las pulsiones libidinales agresivas, de
forma que se sacrifica un poco de la dicha que podrían obtener.
La vida es un ciclo constante que enlaza una serie de enigmas que se tornan
cada vez más complejos, pues conforme estudias cada uno de ellos te surgen
más dudas, más articuladas, más complejas y cuando más piensas acercarte a la
resolución de los misterios que engloba, más te alejas. Todo se vuelve complicado
cuando estudias las diferentes perspectivas que plantean los intelectuales pues
efectivamente cada cabeza es un mundo. Considero indispensable para la
formación de cualquier estudiante universitario el conocer obras tan
enriquecedoras como lo es “el malestar en la cultura” ya que te ayuda a conocer
un poco de lo que es el psiquismo así como logras entender que es algo que cada
ser humano está destinado a vivir.

BIBLIOGRAFÍA
Freud, S. (1930). El malestar en la cultura, Obras Completas. Buenos Aires,
Argentina: Amorrortu.

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