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TESDDD SISTEMATICA
Nadie escapa de la culpa. Desde la primera infancia la experimentamos cuando robamos una
galleta o decimos una mentira. La palabra hebrea del Antiguo Testamento es asham, que tiene
muchos derivados. Según esa palabra, existen tres dimensiones de la verdadera culpa.
La culpa falsa se basa en sentimientos que nos condenan porque no hemos cumplido con las
expectativas que teníamos o que otros tenían de nosotros. La culpa falsa surge cuando usted
se condena a sí mismo, aunque no haya hecho nada malo o cuando se sigue culpando aun
después de haber confesado y abandonado su pecado. La culpa falsa lo mantiene esclavizado
bajo tres armas poderosas la VERGÜENZA, el TEMOR y el ENOJO.
Vergüenza: Muchas personas piensan que la culpa y la vergüenza son lo mismo, pero esto no
es cierto.
Miedo: La vergüenza y el temor son parientes cercanos. Se originan en un hogar donde los
padres ejercieron una disciplina muy rígida y mostraban actitudes degradantes. El miedo surge
sin ser notado como subproducto de la culpa falsa. Siempre que la vergüenza nos atenaza
también experimentamos:
Enojo: Tal vez usted pregunte: “¿Qué tiene que ver el enojo con la culpa?” El enojo es la forma
normal en que combatimos los sentimientos te culpa.
En contraste con las acusaciones condenatorias de Satanás, el Espíritu Santo nunca condena a
los verdaderos cristianos. Romanos 8: 1 dice: “Ahora, pues, ninguna condenación hay para los
que están en Cristo Jesús”. Debido a que Dios es un padre justo, algunas veces permite que
usted cargue con las consecuencias de su pecado. Con esto quiere animarlo a que cambie.
Pero al mismo tiempo pondrá en su corazón el deseo de hacer su voluntad.
A. El enemigo es desenmascarado
Conozca las dos clases de culpa: La primera es una amiga que dice la verdad y lo dirige con
gentileza a arrepentirse y buscar perdón. La otra, es una conspiradora secreta que lo tienta y lo
condena produciéndole deshonra y vergüenza interior. La culpa falsa aflora cuando usted se
culpa a sí mismo, aunque no haya hecho nada malo, o cuando continúa culpándose aun
después de haber confesado su pecado y de haberlo abandonado.
SI SE SUPONE QUE DEBO SENTIRME CULPABLE CUANDO PECO, ¿POR QUÉ ME SIENTO BIEN
CUANDO ESTOY PECANDO?
“¿…Que la alegría de los malos es breve, y el gozo del impío por un momento?” (Job 20:5)
B. El enemigo encubierto
Es raro que los enemigos se dejen ver como realmente son hasta que la verdad empieza a
revelar sus características y tendencias sospechosas. Debido a que la culpa falsa puede
sobrevivir toda la vida sin ser notada, pocas personas sospechan que es la verdadera culpable
que sabotea sus relaciones y destruye su intimidad. Algunas personas, aunque no están
conscientes de ello, en la parte más profunda de su ser actúan con base en ciertas
convicciones que ni reconocen ni saben que existen.
C. El enemigo diagnosticado
Tanto la culpa falsa como la verdadera deben resolverse correctamente Si usted tiene
problemas para reconocer el poder de la culpa subyacente en su comportamiento personal,
considere algunos síntomas físicos que también pueden ser provocados por la culpa oculta que
ha quedado sin resolver.
Tensión muscular
Ansiedad
Sobrepeso
Úlceras
Impotencia sexual
Dolores de cabeza
Fobias
Depresión
¿Cómo puedo saber si mis problemas de salud son fisiológicos o causados por mis pecados
espirituales?
La culpa verdadera es valiosa porque Dios la usa para convencernos de cambiar lo negativo
en positivo. La culpa es una incómoda conciencia interna que nos advierte: “Haz hecho algo
malo”. Esta convicción puede venir de dos fuentes, de la conciencia natural que Dios nos dio, o
bien, del Espíritu Santo.
La conciencia que Dios da a todos para que sepan discernir entre el bien y el mal.
El Espíritu Santo al que Dios ha puesto en el mundo para convencer de pecado a los que violan
las leyes morales
El principio de la culpa falsa se remonta hasta la primera infancia. Si usted escuchó mensajes
repetidos que le decían que usted era malo, o malicioso, su corazón empezó a murmurarle:
“Mi pecado te declaré, y no encubrí mi iniquidad. Dije: Confesaré mis transgresiones a Jehová;
y tú perdonaste la maldad de mi pecado. (Salmos 32:5)
Hebreos 10:1–23
Esté dispuesto analizar las motivaciones del comportamiento que produjo la culpa, y después
aprenda a reconocer lo que verdaderamente viene del Espíritu Santo.
“Entonces tus oídos oirán a tus espaldas palabra que diga: Este es el camino, andad por él; y
no echéis a la mano derecha, ni tampoco torzáis a la mano izquierda”. (Isaías 30:21)
La Biblia dice que a Satanás le gusta disfrazarse como vocero de Dios. Él acusa y condena a
los que tienen una conciencia sensible, y utiliza la culpa falsa como su arma más poderosa.
Tenazmente, Satanás incrimina a los cristianos consagrados, utilizando la culpa y el temor para
infligirles un desánimo espiritual muy severo. Aprenda a reconocer las mentiras de Satanás. A
menudo, él se comunica con nosotros utilizando sutilmente los “deberías”.
“…porque ha sido lanzado fuera el acusador de nuestros hermanos, el que los acusaba delante
de nuestro Dios día y noche”. (Apocalipsis 12:10)
Aunque algunos pecados producen peores consecuencias que otros, desde la perspectiva de
Dios, el pecado siempre es pecado. Su perdón cubre todos ellos, pero algunos nos ponemos
por encima del Señor y no estamos dispuestos a perdonarnos a nosotros mismos. En ningún
lugar de la Biblia dice que Dios perdona todos nuestros pecados sin excepción. Si usted decide
endurecer su corazón para no perdonar, tendrá que luchar con:
¿Recuerda que cuando era niño alguna vez se cayó y se raspó la rodilla? ¿Corrió con su
mamá para que ella lo cargara y besara hasta que desaparecía el dolor? En forma milagrosa,
siempre lo lograba. Usted volvía a sentirse bien y corría a jugar nuevamente. Lo mismo se
aplica cuando usted lleva a Dios su vida lastimada y rota. ¡Él lo perdona y olvida! ¡Siempre
funciona! Y cuando confiamos en él… ¡él nos quita la culpabilidad!
“Ahora, pues, ninguna condenación hay para los que están en Cristo Jesús, los que no andan
conforme a la carne, sino conforme al Espíritu”. (Romanos 8:1)