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PARA LA CONVIVENCIA
Mauricio Beuchot
CONTENIDO
Prólogo 11
Introducción 15
Sobre la figura docente 23
Del maestro como modelo 35
Del maestro como formador 47
Amor y sentido como elementos de la educación 57
Una educación analógica para la convivencia 67
Conclusión 85
Exergo 89
Bibliografía 93
Nota sobre el origen de los capítulos 97
El autor 98
PRÓLOGO
11
Como bien anota nuestro autor, hemos padecido ya una
educación impositiva, enfáticamente prescriptiva, cuyos
objetivos eran claramente esclavizantes; una educación
que derivaba de y reproducía una única manera de ser en
el mundo: obediente; una educación de una sola vía. Pero
también hemos conocido la contraparte más extrema de la
misma, una educación donde el papel del educador y del
educando terminaron por conformar un círculo vicioso,
donde el primero perdió toda autoridad para educar a na-
die y el segundo carece de los fundamentos mínimos para
educarse por sí mismo. En ambos casos tratamos con inter-
pretaciones (hermenéutica) de lo que la educación y el ser
humano son y deberían de ser.
12
do. Así, urge el cumplimiento de las condiciones que man-
tengan al proceso educativo —y a sus actores—, a salvo de
los extremos prescriptivos y permisivos ya mencionados,
de manera que dicha figura recupere el valor que ha perdido
con el tiempo y que deberá desarrollarse en y el educando:
el valor de ser persona.
13
INTRODUCCIÓN
15
dictadura del sentido, porque sólo habría un tipo de inter-
pretación válida. La reacción fue todo lo contrario y se cayó
en una hermenéutica equivocista, en el relativismo. La her-
menéutica univocista se asocia con la modernidad y la equi-
vocista con la postmodernidad, reacción a la modernidad
que niega los valores modernos. Vattimo —seguidor de
Nietzsche, Gadamer y Heidegger— postuló que no pode-
mos alcanzar la verdad y que hay, en contraparte, verdades.
¿Cuántas? Cuantas sean necesarias. Pero en tanta diversifi-
cación no hay encuentro, acuerdo. Cada uno tiene su ver-
dad. El relativismo cae en el subjetivismo, en una especie de
atomización. Hay, como puede verse, una oposición entre
uno y otro extremo.
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ción por lo concreto y la práctica, es que estamos perdiendo
la posibilidad de contemplar, urgidos por la vida. Es decir,
urgidos por lo práctico y lo concreto, ya no contemplamos;
y si no contemplamos, no pensamos; y si no pensamos, no
somos humanos. Si el humano es un animal racional y se
le quita lo racional, pues no es humano, podría exagerarse.
La propuesta de la hermenéutica analógica apunta a que
ni todo es teoría ni todo es práctica, ni todo es abstracto
ni todo es concreto, ni todo es hecho ni todo es interpreta-
ción. El mismo Beuchot comentando la frase de Nietzsche,
“no hay hechos, sólo interpretaciones”, dice que el filósofo
alemán se burla de nosotros porque nos introduce en una
paradoja. Si no hay hechos y sólo interpretaciones, incluso
esta afirmación es una interpretación, es decir, ni siquiera
la expresión “no hay hechos, sólo interpretaciones” es un
hecho, sino que es una interpretación de una interpretación,
de una interpretación… Beuchot dirá que sí hay hechos,
pero que también hay interpretaciones y, más aún —y aquí
se nota la postura analógica—, hay hechos interpretados o
interpretaciones de hechos. De igual manera habría que de-
cir que hay abstracciones concretas y concreciones abstrac-
tas, teoría práctica y práctica teórica.
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lo analógico es uno de los modos de predicación junto con
lo unívoco y lo equívoco. La analogía es una atribución ba-
sada en las semejanzas y las diferencias de las cosas. Es una
equivocidad sistemática y controlable, que no hace perder
la capacidad de efectuar inferencias válidas. Los diversos
significados se coordinan en un margen del que no se sa-
len. La analogía también es proporción y conveniencia
entre las cosas de diversos órdenes. Asimismo, la analogía
es una perspectiva o una manera de pensar, que se inscri-
be en la lógica, y llega a constituir un método, que salva-
guarda las diferencias en el margen de cierta unidad. La
analogía se encuentra entre lo unívoco y lo equívoco, aun-
que tienda a esto último. Con la analogía, las diferencias
pueden controlarse, porque busca la unidad en ellas. Las
cosas a las que se aplica la analogía se relacionan, pues, y
dicha relación las ordena, de lo que se sigue una estructura
en un todo proporcionado. Dice Beuchot que estamos en
una tensión entre el univocismo y el equivocismo, entre la
modernidad y la postmodernidad, entre los dogmatismos
y los relativismos. Necesitamos, por eso, algo intermedio,
algo que no sucumba a la tentación del univocismo dog-
mático, pero que tampoco se pierda en la ingente cantidad
de interpretaciones que pueden darse sin tener un crite-
rio. Se necesita una hermenéutica analógica que parta de
la analogía, que redescubra la semejanza y dé su lugar a la
diferencia.
18
Así, aplicando el esquema, una educación unívoca será lo
que se denomina educación tradicional, impositiva. Es el
profesor el que sabe y el alumno es un receptor que sólo
almacena conocimiento. Al contrario, la educación equivo-
cista será, por ejemplo, la constructivista, que es muy per-
misiva, pues propone construir al alumno su conocimiento
sin saber a dónde va. Una educación analógica será imple-
mentar las bondades de ambas. La educación no debe ser
impositiva, pero no debe dejarse tan suelto al estudiante
que no haya posibilidad de evaluarlo. Hoy en día hacer un
examen con preguntas abiertas es una ofensa para el estu-
diante, pues ya no se le puede reprobar. En política pueden
hacerse las mismas consideraciones, ni total relativismo ni
dogmatismo. Se necesita una política analógica, en la que
la democracia sea verdaderamente participativa y represen-
tativa. Max Scheler descubrió que los valores ni son total-
mente subjetivos ni totalmente objetivos: son analógicos.
Los valores a la fecha se han ubicado en el equivocismo,
precisamente porque los valores se quedan en la pura teo-
ría. Por ello, la necesidad de una ética analógica o de for-
mación en virtudes, ya que la virtud es el valor practicado,
vivido. El valor no sólo debe decirse, sino que también debe
mostrarse. No se trata de decir cómo, sino de tener buenos
modelos y mucha práctica.
19
equivocista, que niegue toda naturaleza humana. La perso-
na es y no es, la persona es algo real e irreal al mismo tiem-
po, es acto y potencia, lo que es ahora, pero puede llegar a
ser; aunque también está compuesta de materia y forma, así
pues, hay que admitir que la persona es cuerpo y alma, que
en el alma hay facultades, razón y voluntad, las cuales llevan
a la perfección de la persona.
20
Por último, quisiera dar las gracias. Por su lectura atenta
y crítica, sin la cual este trabajo no habría llegado a la im-
prenta, agradezco con el corazón en la mano a mi maestro,
amigo y colega Santiago Ramírez Núñez, a quien también
reconozco haberme conducido a la filosofía.
21
SOBRE LA FIGURA DOCENTE
23
mera busca una única interpretación del texto. Epistemoló-
gicamente asegura la existencia de una verdad y el acceso de
todos a ella; políticamente es impositiva, no hay lugar para
la disidencia. La segunda se abre demasiado y sostiene que
todas las interpretaciones del texto son válidas. Epistemoló-
gicamente anula la verdad o la fragmenta en tantas verdades
como individuos; políticamente es permisiva, sin límites e
incapaz de ordenar nada. La hermenéutica analógica, que
aprende la lección de ambos modelos, pretende, por me-
dio de la analogía, que es sentido de la proporción, ubicarse
en el medio, mantener un cierto equilibrio, aunque a veces
tenso. Así, desde esta línea, todo es susceptible de ser visto
como un texto que se interpreta de forma unívoca, equívo-
ca o analógica (Beuchot, 2009a). De lo anterior se despren-
de que hay tres paradigmas o modelos de la figura docente,
a saber, una univocista, otra equivocista y, una más, la ideal,
diría yo, la analógica.
El mito de Prometeo
24
nos, el fuego, fue la posibilidad de sobrevivir mediante la
técnica o la tecnología. Y lo que se olvida —importante
para la educación— es que la técnica, simbolizada con el
fuego, es cosa adquirida; más aún, otorgada, donada, en un
sentido, y recibida, aprendida, en el otro. Lo seres huma-
nos la recibieron de manos de un dios y la transmiten, así,
de generación en generación, de padres a hijos, de maes-
tros a discípulos. La técnica no es, pues, natural al hombre.
Como tampoco lo es saber convivir. Después de que Pro-
meteo entregó el fuego y fue castigado, los seres humanos
lo dominaron, sí, pero no sabían convivir y se mataban en-
tre sí, continúa el mito. Zeus, apiadado de estas creaturas,
mandó a Apolo a enseñar a los seres humanos el arte de
convivir, el arte político. Véase otra vez cómo, incluso el
arte de convivir no es natural al ser humano, es algo que se
adquiere porque es otorgado, transmitido, donado, ense-
ñado por otro: primero, por un dios; después, por un ser
humano. Para los autores de la Historia de la pedagogía: “El
mito de Protágoras contiene algunas verdades importan-
tes. Primera, que el género humano no puede sobrevivir
sin el arte mecánico y sin el arte de la convivencia. Segun-
da, que estas artes, justamente por ser tales (es decir, artes
y no instintos o impulsos naturales) deben ser aprendidas”
(Abbagnano & Visalberghi, 1992, pp. 4-5). El mito de Pro-
meteo delata, entonces, los dos grandes propósitos de la
educación, transmitir dos conocimientos (y su aplicación)
sin los cuales los seres humanos no sobrevivirían, lo que
los vuelve indispensables y necesarios para la subsistencia
25
misma. Lo que hoy se ha dado por llamar pilares de la edu-
cación, bien pueden reducirse a estos dos propósitos que
muestra el mito. Sin embargo, para los fines de este trabajo,
quisiera preguntar quién educa, pues, si las artes mecáni-
cas y de convivencia se aprenden o se reciben, se reciben
porque alguien las da u otorga.
¿Quién educa?
26
quien dio estos saberes, pero es claro que no aprendemos
nada si no se nos enseña. Como observó al respecto mi co-
lega y amigo Santiago Ramírez, “sólo se aprende lo ajeno
(leer, por ejemplo); lo propio, sólo se desarrolla (los instin-
tos). En todo caso, incluso para ‘facilitar’ es necesario tener
el conocimiento”. Enseñar, como lo muestra la palabra, es
poner en una orientación, dirigir, conducir, pues se enseña
señalando el camino. Y lo hace quien sabe. Ese saber era lla-
mado por los griegos didaké. Hoy le llamamos, más o me-
nos aludiendo a lo mismo, especialidad. Entonces, ¿quién
educa? Si la figura docente ha sido devaluada es porque al
maestro se lo ha interpretado unívoca o equívocamente,
y no analógicamente. En lo que sigue, expondré cómo es
cada una de estas interpretaciones. Evidentemente, la ana-
lógica la reservaré para el final. No apunto a nada más que
mostrar que puede verse al maestro desde tres perspectivas
paradigmáticas distintas y que si la última es la mejor, entre
otras cosas es porque las otras dos ya han dado de sí y han
demostrado su fallo.
27
gica. La interpretación univocista hace énfasis en la ense-
ñanza, sólo admite una forma de educar, vuelve a la edu-
cación impositiva, en ella se repite un modelo, no siempre
bueno (evito decir adecuado y, por supuesto, idóneo para
no incurrir en equívocos). La interpretación equivocista se
enfoca en el aprendizaje, está abierta a modelos diferentes,
hace que la educación sea permisiva, lo que parece suponer
que cada uno construye su conocimiento. Además, como
el mismo fundador de la hermenéutica analógica ha seña-
lado, toda educación, y su respectiva pedagogía o filosofía
de la educación, supone principios antropológicos, de en-
tre los cuales destaca el del tipo de hombre que se quiere
conseguir con la educación, principios algunos de los cua-
les son tácitos. Así, algunas personas encuentran parecido
de la escuela con la cárcel y la fábrica, porque la educación
univocista busca formar seres humanos obedientes; y, aun-
que se me cuestione, la educación permisiva y dispersa, es
decir, equivocista, busca crear, aunque subrepticiamente,
seres humanos manipulables, ya que es mucho más fácil
manipular a quien no tiene criterios firmes que a quien sí
los tiene. La primera es una educación moderna. La segun-
da es una educación posmoderna.
28
formas respectivas. Para este trabajo, sólo me he propuesto
tratar al educador y mostrar cómo su figura se ha desvalori-
zado y con ello su saber, como ya se adelantó previamente.
29
Desde esta perspectiva evidentemente univocista (la ver-
dad es una: la del Estado), y que ha sido un mero ejemplo,
el maestro es un técnico de la enseñanza, y su técnica se co-
rresponde a un modelo fabril. Se trata de un obrero o técni-
co calificado de la educación. No requiere pensar por cuen-
ta propia, ya que todo está dado, tanto los contenidos de los
programas como las estrategias a implementar. Su objetivo
es conducir a los estudiantes a convertirse en fieles y obe-
dientes ciudadanos.
30
a sí mismos como facilitadores del conocimiento, antes
incluso de asumirse como maestros o educadores u otra
cosa. Ellos mismos anteponían la función a la persona y
su saber. Ellos mismos estaban aceptando que pueden ser
sustituidos en cualquier momento, como me sucedió a mí
en el momento en el que ya no pude continuar siendo fa-
cilitador en línea. En la fábrica escolar, todos somos como
refacciones, prescindibles e intercambiables. Un facilita-
dor sólo apoya la adquisición del conocimiento por me-
dio de técnicas didácticas novedosas y creativas, cuando
bien le va.
31
cuentan con mejor educación: una organización económi-
ca y mercantil como la Organización para la Cooperación
y el Desarrollo Económico (OCDE).
32
más cuando se enfrenta a alumnos de una cultura diferen-
te”” (Beuchot, 2009b, p. 79). Contra el técnico y el facilita-
dor, el formador-modelo es la propuesta de un maestro o
educador analógico que se desprende de la propuesta del
filósofo mexicano.
33
DEL MAESTRO COMO MODELO
35
Destaco, para no olvidar, las características de un docente:
profesional de la educación; responsable de la enseñanza en
el proceso educativo escolarizado; actor, promotor, coor-
dinador, facilitador e investigador del proceso educativo
(escolarizado); organizador de ambientes de aprendizaje e
intérprete en estrategias didácticas del currículo, en el aula;
y, en el caso de que haya autonomía curricular, autonomía
de gestión y acompañamiento, sería un agente de cambio y
transformación. En esto último se condiciona lo que tam-
bién puede ser el docente y no puede no resultar alarman-
te, ya que muy pocas veces se verifican dichas condiciones;
por lo tanto, el docente en pocas ocasiones llega a ser quien
podría ser. Pero, ¿es el docente un maestro? No me lo pa-
rece. ¿Es al docente a quien debemos llamar maestro? No
lo creo. Maestro viene del latín magister, que en su sentido
más básico significaba “jefe”. El docente no lo es, es tan solo
un trabajador.
36
las condiciones de posibilidad de la educación, a par-
tir de sus meditaciones sobre el ser humano (antro-
pología filosófica y filosofía de la cultura). Aplica a
la educación elementos que provienen de las ramas
de la filosofía misma, como la epistemología o teoría
del conocimiento, e incluso la ética (Beuchot, 2011,
p. 160).
37
flexión se enfoca en una de las condiciones de la educación,
a saber: el maestro; a partir de la antropología filosófica, por
eso que conecta con los otros y su contexto. A continua-
ción, pues, presentaré y argumentaré estas directrices para,
al final, responder a la pregunta planteada y decir por qué
maestro y docente son distintos.
Iconicidad y virtudes
38
Mauricio Beuchot funda su propuesta en las doctrinas y
ecos antropológicos de algunos pensadores recientes, de
quienes haré una rápida mención. Para Charles S. Peirce, el
icono (el símbolo para Ernst Cassirer, Mircea Eliade y Paul
Ricoeur) es un signo que relaciona y por eso está sobrecar-
gado de significado, lo que le permite llegar a lo más íntimo
del ser humano. Jung pensó así los arquetipos y los tipos
psicológicos (como el introvertido y el extrovertido). Max
Weber habló de los tipos sociológicos (como la conducta
racional conforme a fines, la conducta racional conforme
con valores, la conducta afectiva y la tradicionalista). Lud-
wig Wittgenstein pensó la iconicidad en los paradigmas y
los parecidos de familia en relación con ellos; entre unos y
otros hay una relación de cercanía o lejanía hasta que ya no
hay parecido; un paradigma, sostenía el filósofo austriaco,
sólo se puede mostrar, mas no decir.
39
nos impide efectivamente lograr cualquiera de tales bienes”
(p. 201), la propiedad disposicional que puede adquirirse y
que capacita para hacer bien una actividad. En esta línea, la
educación sería la posibilidad de suscitar y promover virtu-
des en la persona (Beuchot, 1998).
40
Para Aristóteles, siguiendo en parte a su maestro, la virtud,
como moderación, no es un obstáculo para la acción, sino
la posibilidad de actuar según convenga. Las virtudes pue-
den ser intelectuales, morales, creativas o mixtas (como la
prudencia, que es teórica y práctica y que enseña a disponer
de los medios para alcanzar los fines). En Aristóteles está la
tesis de que la creación de hábitos es obra de los maestros
y que debe emprenderse antes que el desarrollo del racio-
cinio. Aunque las virtudes son hábitos, no son exactamen-
te destrezas, es decir, no lo son en sentido conductista, de
repetición cuantitativa, ya que involucran al educador y al
educando de manera consciente. Las virtudes, en tanto que
hábitos, son cualidades porque cualifican al hombre que
las posee. También son excelencias porque ayudan al ser
humano a buscar su bien y sus fines, esto es, la felicidad.
Las virtudes, según Aristóteles, se aprenden con la práctica,
pero siguiendo reglas o direcciones indispensables. Es cier-
to que no hay escuela de virtudes, sin embargo, se requiere
de buenos modelos y mucho ejercicio. He aquí que se co-
necta la idea de Wittgenstein de paradigma, pero matizada,
ya que un modelo es ejemplo y orienta, muestra y dice. Un
maestro, por ejemplo, para enseñar la ciencia (el hábito de
las demostraciones, según el estagirita) suscita y promueve,
por medio del ejemplo, el hábito de extraer conclusiones. El
maestro, pues, no sólo informaría, sino que ayudaría a for-
mar, con el ejemplo, el hábito o cualidad de esta virtud en
los estudiantes. Lo mismo pasaría con el resto de las virtu-
des, sean teóricas o prácticas, intelectuales o morales. Más
41
aún, esta formación es dialógica, requiere de la interven-
ción activa del estudiante. Se ve con claridad nuevamente
en el caso de la promoción de la ciencia como virtud, ya
que para que se adquiera se requiere del entendimiento de
los axiomas, la aceptación de los postulados y la discusión
de los teoremas (Beuchot, 1998).
42
que influye en sus discípulos y éstos introyectan actitudes
que le pertenecen a, y reciben de, aquél. En toda escuela
filosófica, por ejemplo, funciona el carácter paradigmático,
modélico o icónico del maestro. Piénsese en Sócrates, Pla-
tón y Aristóteles, que fueron modelos de sus alumnos.
43
como se dice, una cosa es insistir en los valores, y otra, pre-
dicar con el ejemplo. En el ámbito científico ya mencioné
varios casos.
Formación en virtudes
44
tes de aprendizaje e intérprete en estrategias didácticas del
currículo; y, en el caso de que haya autonomía curricular,
autonomía de gestión y acompañamiento, sería un agente
de cambio y transformación. El maestro, en el ámbito edu-
cativo escolarizado, es docente y funge como tal, pero ha
de ser más, esto es, modelo de sus estudiantes, ya que su
labor sustantiva y esencial es la de formar a las personas que
están a su cargo o de las cuales es responsable. Formación
es acción, como proceso, y efecto o resultado esperado, de
formar o dar forma. Esto puede conseguirlo porque ser
maestro es ser icono, paradigma o modelo.
45
DEL MAESTRO COMO FORMADOR
47
cosas en la forma. Y según lo que se sabe que son y se espera
de los hombres, esto es, su forma propia, será la educación
que se dé a éstos. La educación, pues, se da por alguien, en
este caso, el maestro o docente, cuya esencia consiste en ser
formador, es decir, formar individuos que están a su cargo
al menos el tiempo en que le toca convivir con ellos. Y esta
acción la lleva a cabo presuponiendo lo que todos los seres
humanos pueden llegar a ser, esto es, seres humanos, capa-
ces y útiles, en y para la sociedad.
48
son adquiridos o, más bien, aprendidos (Abbagnano & Vi-
salberghi, 1992), lo que implica que alguien los enseña. Por
su parte, enseñar quiere decir señalar el camino; y como
educación, etimológicamente, quiere decir conducir, llevar
de un lugar a otro. En el mito de Prometeo son los dioses los
que enseñan a los hombres a comportarse para convivir y a
saber qué hacer para sobrevivir. Después de ello han sido
los mismos seres humanos los que han fungido como en-
señantes y aprendices. Hay, pues, maestros y estudiantes, al
menos en la educación escolarizada de nuestra época. Y los
maestros han de ser o llegar a ser formadores, porque su ta-
rea es la de formar a otros para que a su vez ayuden a formar
a otros más. La educación es, en este sentido, formación.
49
(Tatarkiewicz, 2001). En este caso, el maestro ha de conse-
guir formar a los alumnos. Ahora bien, como efecto, lo que
implica es que con la aplicación de la técnica y el compor-
tamiento adecuado se conseguirá un producto, un resulta-
do, una consecuencia. Por ello, se dice que el objetivo del
maestro es la formación de los estudiantes. Martin Heideg-
ger, analizando la técnica, concluye que la esencia de ésta es
la de producir, lo que significa hacer pasar algo de la ausen-
cia a la presencia, de la nada al ser (Heidegger, 1994). Lo
que el estudiante es durante su educación es también lo que
todavía no es, es decir, el ser humano que se espera de él.
50
de ánimo nos abren el mundo, nos lo muestran, por decirlo
así, filtrado por ellos. Por último, hoy se admite como un
hecho que hay una multitud de culturas que conviven y a
veces comparten o imponen o defienden sus valores, sus
conocimientos, sus símbolos, etc. Decir que un niño no
está capacitado para esto es sólo reconocer que efectiva-
mente aún no es lo que puede llegar a hacer y que para que
consiga hacerlo se hace indispensable un formador, alguien
que le dé forma, que le ayude a alcanzarla, que le permita
hacerse con la esencia que le corresponde por ser hombre.
Formar es dar forma. El niño prefigura el adulto que será,
aún no tiene la figura que puede ser. Un formador es el que
da forma, configura, puede decirse. En este sentido, al niño,
al alumno, al estudiante, al aprendiz, al discente, en conse-
cuencia, ha de llamársele formando. Éste es el que recibe la
forma o el que la consigue por medio de la formación y con
ayuda del formador.
51
orgánica y la cultura en la que nació, la razón ha de orientar
o dirigir su acción, esto es, ha de mostrarle los mejores me-
dios para alcanzar sus fines. Y no promuevo una razón ins-
trumental en el sentido negativo en el que Theodor Adorno
y Max Horkheimer la denunciaron (Horkheimer & Ador-
no, 2005). Me refiero a que para ser ser humano y saber
convivir, los medios son el conocimiento y las virtudes. Y
con “sus fines” tampoco quiero decir que se trata de fines
egoístas, del yo, o individualistas, sino de los fines huma-
nos, los que garantizan o posibilitan la plena humanidad, y
que para Aristóteles y muchos otros más pueden reducirse
a uno: la felicidad. Puede recordarse, sin embargo, lo que
hace tiempo Luis Villoro decía respecto de nuestra socie-
dad capitalista en torno a que en ésta se verifica una contra-
dicción entre el discurso y la realidad. Una sociedad como
la nuestra, decía, no tiene las condiciones para que todos
los individuos se realicen, aunque sería mejor decir que no
da las condiciones para que todos los individuos se realicen
como seres humanos. Es flagrante que hay una contradic-
ción entre el discurso que se monta o basa en la libertad
del individuo y su capacidad para alcanzar su plenitud, y la
realidad social, ésa en la que unos pocos poseen mucho y
muchos no tienen ni para comer, esto es, la realidad social
en la que muchos carecen de las posibilidades de supera-
ción que se promueve discursivamente a todos los niveles
(Villoro, 2005).
52
En orden a lo anterior, la función de formar del maestro, o
sería mejor decir, el cumplimiento de su esencia como for-
mador, lo convierten en una persona de suma importancia,
ya que contribuye con su labor a hacer que quienes están
a su cargo, su responsabilidad mientras dure su conviven-
cia, alcancen el ideal o lleguen a ser quienes tienen que ser
por medio de una acción que genera algunas condiciones,
tan sólo algunas, para que cada uno sea lo que le toca, en lo
particular como en lo general, es decir, para que cada uno
encuentre o alcance lo que como individuo lo realizará y
cada uno se realice como ser humano, siendo feliz.
53
que los estudiantes solo son materia moldeable. Es decir,
sí lo son, pero no sólo eso. Son el material de trabajo, pero
también son colaboradores de éste. La palabra formando
deja entrever que el estudiante es activo y no pasivo, que
aprende, pero que no siempre lo hace con lo que se espe-
ra de él, porque o aprende menos o aprende más. Por eso,
el maestro ha de ser cuidadoso con lo que dice o enseña o
hace, ya que no puede saber qué impacto y qué consecuen-
cias pueden tener en sus compañeros de viaje, pero tam-
bién es verdad que el estudiante como formando no puede
darse a sí mismo la forma, requiere de apoyo, de orienta-
ción, de conducción, de un formador. La permisividad del
constructivismo puede ser un despropósito sin los cimien-
tos pertinentes, en la medida en la que cualquier cosa pueda
deslumbrar sin que contribuya a que la felicidad se alcance.
54
dad de distinguir y de elegir lo mejor de entre un conjunto
de opciones. La ciencia es lo que llamamos conocimiento
teórico, de principios. Arte es el nombre de la capacidad de
hacer con conocimiento. Un maestro ha de ser diestro tanto
en su área como en transmitirla. Dicho de otra manera, en
el maestro se encuentra la experiencia y la práctica sobre
una materia que maneja con desenvoltura, y en este senti-
do, por lo menos, es modelo para los estudiantes o forman-
dos. Un aprendiz de ingeniero ha de ver en sus maestros a
los modelos de ingenieros que puede llegar a ser, pero tam-
bién el maestro ha de ser, en el otro sentido, en el moral, ya
que el maestro ha de ser también modelo de conducta y de
acción. Un niño, un adolescente y un joven han de ver en su
maestro un modelo de vida.
55
AMOR Y SENTIDO COMO
ELEMENTOS DE LA EDUCACIÓN
57
Antropología filosófica e intencionalidad
58
es, es decir, es y nos remite siempre a otra cosa, es lo que
vemos y es lo que no vemos. Es lo visible e invisible. Esto
va a llevar a Beuchot a recuperar una noción antiquísima, a
saber, la del ser humano como microcosmos (compendio del
universo). En el humano encontramos lo visible e invisible
como en el universo en el que encontramos lo palpable, lo
concreto, lo abstracto, lo material y lo espiritual. Por eso, el
hombre es un microcosmos.
1
La noción viene de Aristóteles, pasa a la Edad Media, y la recupe-
ra Franz Brentano, quien la transmite a Sigmund Freud y Edmund
Husserl. De estos últimos, el primero estudiaba medicina y tomó tres
cursos de filosofía con Brentano, de donde recibió la noción de inten-
cionalidad que trabajó como Trieb o pulsión. De Husserl pasó a Hans-
Georg Gadamer y Paul Ricoeur.
59
otro o lo diferente y hacia sus semejantes. Están, pues, las
intencionalidades ontológica o activa (común a todos los
entes y por la cual el ser humano se aferra a la existencia),
cognitiva, volitiva y emotiva (Beuchot, 2011a, pp. 86-88).
Ahora bien, la intencionalidad es, en primer lugar, cons-
ciente e inconsciente. La primera es la del conocimiento y
la voluntad. La segunda es la de las pulsiones o instintos o
pasiones (Aguayo, 2011, pp. 51-54). Veamos brevemente
en qué consiste cada una.
60
las virtudes de la prudencia y el arte, respectivamente. Hay,
asimismo, una intencionalidad sentimental o de las emo-
ciones: es la del amor y la empatía. El amor puede ser de
benevolencia o de concupiscencia. El primero es generoso
y el segundo es egoísta, pues es narcisista. Para todas las es-
cuelas psicoanalíticas el narcisismo es la enfermedad men-
tal o su origen, dice Mauricio Beuchot. La empatía (por
amor) une a los seres humanos de manera emocional. Tie-
ne un lenguaje simbólico. Es, además, la que hace que los
humanos no se usen. El símbolo es un signo eminente del
afecto (Beuchot, 2011, pp. 88-90). Las intencionalidades se
conectan entre sí, se unen en el ser humano. Que se unan en
el lenguaje simbólico conecta con la idea fenomenológica
y hermenéutica de que las intenciones tienen significado.
61
Sentido y amor
62
logoterapia. La enfermedad de la tardomodernidad es la mis-
ma que la de la época de Jung: “con la globalización, se ha
alcanzado una notable bonanza económica, política y social
[…], es cuando hay más alto índice de suicidios y de gente
que se droga, bebe o atiborra los hospitales psiquiátricos”
(Beuchot, 2011b, p. 10). El proyecto de vida no es suficien-
te, hay que darle a la vida una orientación y un significado
que le dé calidad. Para los griegos antiguos, el sentido obje-
tivo de la vida estaba en la perfección por medio de virtud
y, el subjetivo, en la felicidad, que es la perfección redituada
en el individuo (Beuchot, 2011b).
63
cológicas. En el amor “se cifra el sentido, de manera bastante
y suficiente, pues es lo que nos deja más satisfechos y llenos,
sin ese vacío que los otros valores, como el placer, el dinero,
el poder y el prestigio, nos dejan” (Beuchot, 2011b, p. 12).
No llenan el vacío, porque nos hacen buscarlos en mayor
cantidad, en cambio el que tiene amor, da más amor. Tam-
poco basta el trabajo como sentido del hombre, los trabaja-
dores que se exceden en él no son felices, tapan su angustia
nada más. El psicoanálisis ha enseñado lo difícil que es dis-
frutar, por eso no es tan difícil aceptar que el amor llena la
vida, la nuestra, y le da sentido (Beuchot, 2011b). Pero, para
remontar el vacío existencial o la falta de sentido, se requiere
que la educación sea también formación de éste mismo.
64
La educación de los sentimientos es cauce y formación del
carácter y de las intencionalidades (Beuchot & Primero,
2003). La educación en virtudes sería formación de éstas,
entendidas como hábitos buenos, y repercutiría, por medio
de la interacción dialógica, en que al educando se lo tomara
como un interlocutor (Beuchot, 1999). La educación inter-
cultural buscaría una formación en una de tradición flexi-
ble, que permita la innovación, y en la manera equitativa de
recoger las diferencias culturales dentro de un margen de
semejanzas, pues la educación “consiste en la transmisión y
la recepción de la cultura, a veces híbrida y compleja” (Beu-
chot, 2007, p. 16). La educación del sentido sería la forma-
ción para “la asimilación o la inserción (creativa) dentro de
la cultura, y ya que la cultura es una constelación de signi-
ficados o sentidos, la educación viene a ser una incorpora-
ción o integración de sentido” (Beuchot & Primero, 2003,
p. 42). Entendido esto, han de verse algunas consecuencias.
65
UNA EDUCACIÓN ANALÓGICA
PARA LA CONVIVENCIA
67
puede asociarse a la modernidad y el segundo a la llamada
posmodernidad. Hace falta, dice el filósofo mexicano, una
postura intermedia, especialmente cuando se trata de inter-
pretar textos y entendernos. Por eso Beuchot propone una
hermenéutica analógica, que medie entre hermenéuticas
unívocas y hermenéuticas equívocas, entre interpretacio-
nes cerradas e interpretaciones abiertas, en ambos casos,
al extremo. Ambas cierran, en realidad, la posibilidad de la
interpretación misma, pues, si sólo hay una interpretación,
entonces no puede llamarse tal, pues no hay necesidad de
ella, ya que sólo hay interpretación donde hay pluralidad
de sentidos; asimismo, tampoco hay interpretación cuando
no hay límites para ésta, pues si todo se extiende hasta el in-
finito o cada individuo tiene su interpretación, se acaba en
un atomismo que impide, incluso, la misma comunicación.
Por eso se necesita una HA, que se mueva entre los extre-
mos, manteniéndolos, pero sin sucumbir a ellos, haciendo
uso de la analogía (que es en parte idéntica y en parte dife-
rente, predominando la diferencia), tanto la de proporción
como la de atribución, empatando como jerarquizando,
abriendo la univocidad y poniendo límites a la equivocidad
(Beuchot, 2009, pp. 31-60). Interpretar (hermenéutica) es,
primeramente, comprender y explicar, pero, además, como
dice Beuchot, ambas acciones llevan también a transfor-
mar. De ahí que Beuchot recuerde y asocie para la HA la
oncena tesis de Marx sobre Feuerbach. Marx no aprobaba
una praxis acéfala, sin teoría. Y la HA es la teoría prepara-
toria con la que Beuchot propone un rumbo al ser huma-
68
no (Beuchot, 2009, p. 207). La investigación-acción en la
educación puede ser un ejemplo de aplicación de la herme-
néutica como teoría preparatoria para la praxis, pues antes
de implementar estrategias que mejoren la práctica peda-
gógica es necesario hacer una interpretación del contexto
educativo en relación con el saber pedagógico del docente
para mejor comprender las necesidades y el rumbo que ha
de seguir dicha práctica. Y todo lo que es susceptible de ser
interpretado es un texto, que puede ser de alguno de tres
tipos: hablados (Gadamer), escritos y actuados (Ricoeur)
(Beuchot, 2009, p. 14).
69
recaen en lo diametralmente opuesto, en el modelo educa-
tivo equívoco, tanto por la pedagogía, como por la didáctica
y lo abstracto del proyecto. Nos topamos así con la necesi-
dad, en la educación, de una otra propuesta que recupere lo
mejor de las dos aludidas y evite los excesos o los defectos
en los que incurren. A esta propuesta puede denominárse-
le educación analógica y, se desdobla en una educación de
los sentimientos, una educación en virtudes, una educación
multicultural e intercultural y una educación del sentido.
70
diferencias culturales dentro de un margen de semejanzas,
pues la educación “consiste en la transmisión y la recepción
de la cultura, a veces híbrida y compleja” (Beuchot, 2007,
pp. 13, 16), de tal manera que se rescaten las semejanzas,
se respeten las diferencias y se alcance cierta universalidad.
Por último, la educación, en clave analógica en cuanto al
sentido, sería “la asimilación o la inserción (creativa) [de
educadores y educandos] dentro de la cultura; ya que la
cultura es una constelación de significados o sentidos, la
educación viene a ser una incorporación o integración de
sentido” (Beuchot & Primero, 2003, p. 42).
71
Antropología filosófica y educación
72
hombre es, por último, simbólico y biológico. Esto quiere
decir que el ser humano es razón y voluntad, inteligencia y
sentimiento, alma y cuerpo, y no una u otra, sino todo jun-
to; asimismo, el ser humano no está solo, está acompañado,
vive en sociedad, es individual y social a la vez. El indivi-
dualismo, como dice Adela Cortina, es falso, pues todos y
cada uno requerimos de otros y de los otros, ninguno es
autosuficiente (Cortina, 2017, pp. 49-96).
73
que: “Ya desde los griegos, la virtud tiene un sentido de me-
sura o moderación. Esto aparece ya claramente en Platón.
Se ve la conexión que hace entre una pasión, como el amor
o eros, y las virtudes, como lo son la templanza, la justicia y
la prudencia. Parecería que son cosas opuestas, irreconcilia-
bles, o que no tienen nada que ver; y, sin embargo, nos da-
mos cuenta de su vinculación. Ya en Platón se ve la idea de
que las virtudes no han de pecar por exceso ni por defecto”
(Beuchot, 1999, p. 15). La mesura, como virtud, se aplica
a los sentimientos que se mencionaban más arriba. Es por
eso por lo que, para Beuchot, necesitamos de la analogía
para avanzar en la educación de los sentimientos y “estruc-
turar nuestro yo, y esto siempre en relación con los demás.
La interacción nos hace prever las actuaciones, y hacemos,
así, a partir de las experiencias pasadas, una anticipación
(prolepsis), que es el resultado de lo anterior y la previsión
conjetural de lo porvenir en las acciones que ponemos por
obra a partir de nuestros sentimientos” (Beuchot & Prime-
ro, 2003, p. 63). Beuchot sigue la clasificación de los sen-
timientos de Théodule-Armand Ribot, que atiende a dos
criterios, la tendencia (los sentimientos egocéntricos y al-
truistas) y el conocimiento (los sentimientos intelectuales,
estéticos y morales) (Trejo Villalobos, 2014, p. 41).
74
y lo más inteligente es hacerse de un buen carácter y para lo-
grarlo hay que entrenarse (Cortina, 2013). En esto conecta
la educación de los sentimientos, que orienta las intencio-
nalidades con la educación en virtudes.
Educación en virtudes
75
(dianoéticas) y prácticas o morales (éticas). Las primeras
se aprenden por la enseñanza, las segundas por el ejerci-
cio habitual. Las teóricas tienen que ver con la recta razón
dirigida a la verdad y las prácticas con el término medio o
mesura en la conducta. De entre todas las virtudes desta-
ca la prudencia, virtud mixta, mestiza o analógica, que se
mueve entre la praxis y la episteme. Estas ideas, según la
encuesta histórica que hace Beuchot, se mantienen por lo
menos hasta la Edad Media. Alasdair MacIntyre, que res-
cata en nuestros días el concepto, en su libro Tras la virtud,
define ésta como “una cualidad humana adquirida, cuya
posesión y ejercicio tiende a hacernos capaces de lograr
aquellos bienes que son internos a las prácticas y cuya ca-
rencia nos impide efectivamente lograr cualquiera de tales
bienes” (Beuchot, 1999, p. 36).
76
cipios y leyes, por ello requieren diálogo, intercambio e
intersubjetividad. En relación con lo anterior, se entiende
que la educación sea “una actividad y un proceso en el que
se lleva a la persona a desarrollar sus posibilidades o po-
tencialidades”, y que el ser humano sea “un cúmulo de po-
tencialidades que hay que desentrañar” (Beuchot, 1999,
p. 14). A partir de esta idea de hombre, la educación se
vuelve una educación de virtudes desde la persona; ya no
se le imposta o impone, la implica y la tiene en cuenta. Por
eso los educadores deben emprender primero la creación
de hábitos y después el desarrollo del raciocinio. Y como
decía Aristóteles, y así lo recuerda Beuchot, para hacerse
de virtudes son necesarios buenos modelos y mucha prác-
tica. Los buenos modelos se eligen porque se les reconoce
como poseedores de la virtud. A éstos se los imita y me-
diante su ejercicio o repetición, pueden adquirirse tales
virtudes. La educación implica, pues, en dicho sentido,
un mostrar, pero hará falta decir algo, y seguir esta línea
es continuar en un camino analógico. “El decir pretende
ser unívoco, pero el mostrar tiende a ser equívoco, por eso
se tiene que juntar, proporcionalmente y por medio de la
analogía, el decir y el mostrar, para decir un poco lo que
sólo se podría mostrar, ya que, si solamente se mostrara,
podría perdernos” (Beuchot, 2007, pp. 19-20). La educa-
ción es diálogo y éste se da en la multiculturalidad y la in-
terculturalidad.
77
Educación intercultural
78
dos. Una educación multicultural debería estar abierta a la
influencia. Como señalaba José Vasconcelos (1984), en su
texto La raza cósmica, las culturas que reciben se enrique-
cen más que las que se mantienen cerradas en una especie
de etnocentrismo. Miguel León Portilla (2010) recordaba
que las civilizaciones originarias, incluida la mesoamerica-
na, debieron abrirse a la influencia para continuar con el
desarrollo cultural. La mezcla es razón de desarrollo, nor-
malmente.
2
Sobre la reflexión de Mauricio Beuchot al respecto de los derechos
humanos, puede consultarse, entre otros, su libro Derechos humanos.
Historia y filosofía (México: Biblioteca de ética, filosofía, derecho y po-
lítica, 1999).
79
mentar con la propuesta de Luis Villoro que entiende los
derechos humanos también como los derechos de los pue-
blos, de tal manera que se combatan las imposiciones hege-
mónicas (Villoro, 1993). Entender esto significa que se le
ha encontrado sentido a la vida.
Educación en el sentido
80
Beuchot distingue sentido y referencia. Una vida con pura
referencia no tiene sentido y hace que los seres humanos la
transcurran sin ánimo ni anhelos. Hemos de ubicarnos en
el mundo (realidad) en que vivimos, en ello consiste el co-
nocimiento de referencia y de contexto. Sin embargo, la ma-
nera de enfrentar al mundo es con el sentido. Es el sentido
el que hace habitable el mundo y el sentido lo encontramos
en los símbolos sociales y culturales. Dichos símbolos han
de interpretarse y han de servir de medios para interpretar
la vida. De aquí que Beuchot llame a su propuesta de educa-
ción del sentido “realismo poético” (Beuchot, 2011). Éste
radica en establecer una razón poética y creativa, encami-
nada a la belleza y la bondad. El sentido no sólo se refiere
al significado, sino también a la dirección o el rumbo. Una
educación del sentido orientaría nuestras vidas y evitaría la
divagación o los tumbos en posibilidades erróneas.
81
ser humano debe educarse para el Bien y a éste podíamos
identificarlo en varios respetos: a sí mismo, a la Familia,
a la Patria, a la Sociedad y a la Naturaleza. Todos ellos no
son sino maneras de conducirnos rectamente. Y ésta es
una tarea también de la educación.
82
se hace desde la hermenéutica analógica, pensamos que
pueden reunirse dichos aspectos, con una dimensión cla-
ramente ética, en la idea de una educación analógica para
la convivencia, que tenga como universales los derechos
humanos.
83
CONCLUSIÓN
85
puede llegar a ser? Y sumamente importante: ¿qué quiere
llegar a ser? En última instancia, la formación de personas
se orienta hacia la felicidad de éstas.
86
La propuesta de Mauricio Beuchot, desde la hermenéutica
analógica y respecto de la educación, trata de los sentimien-
tos, las virtudes, la interculturalidad y el sentido. Todas se
relacionan con la convivencia. Por ello pensamos que pue-
den reunirse dichos aspectos, con una dimensión claramen-
te ética, en la idea de una educación analógica para la convi-
vencia, que tenga como universales los derechos humanos.
87
EXERGO
89
Entre filosofía y teoría de la educación, tal como se mane-
ja actualmente, no hay diferencia de contenido. El cambio
terminológico responde al desprestigio de la filosofía y la
fama de la teoría. Pero ciertamente cabe hacer la distinción.
¿Qué es teoría? En el saber científico formal una teoría su-
pone un alto nivel organizativo (ej. teoría de conjuntos); en
el saber científico natural, la teoría es una explicación de la
naturaleza (ej. teoría de la relatividad); en un saber no cien-
tífico popular, teoría significa opinión (“sobre tal asunto, mi
teoría es…”) o se entiende como lo opuesto a lo práctico,
a lo eficaz, es decir, lo ineficaz; en un saber no científico fi-
losófico significa, o conjunto de problemas conexos (como
los de la teoría del conocimiento), o marco conceptual
orientador o theoria (contemplación) para la Grecia clásica.
Así, alrededor de la educación, por ejemplo, y como obje-
to común de estudio, hay teorías psicológicas, económicas,
históricas y sociológicas.
90
La filosofía de la educación no aspira a ser metafísica, por
tal motivo, queda sujeta a cuatro tareas: 1) analizar el len-
guaje educativo, 2) indicar el sentido general del proceso
educador, 3) mostrar la estructura educanda del hombre y
4) explicar, a través de la teleología, las diversas pedagogías.
Según Fullat, una de las labores de la filosofía es, pues, in-
quirir qué se dice con las palabras sintácticamente organiza-
das que profiere alguien, es decir, si el discurso tiene o no
sentido, y cuál es éste. El lenguaje de la educación coincide
muchas veces con el lenguaje corriente, si bien mezclando
vocabulario científico. Importante es atender esto, sobre
todo para los objetivos educacionales. Bloom, dice Fullat
en su Taxonomía de los objetivos de la educación, apuntó la
necesidad de clasificar los objetivos educacionales, enten-
diendo tanto la clasificación como la definición de símbo-
los que representan resultados educacionales. Sin definicio-
nes precisas no hay educación.
91
en educar ciudadanos cuyo fin era el ocio, en oposición al
negotium. El trabajo educativo, entonces, desembocaba en
el bios thoeretikós. El filósofo no crea educación (¿o sí?),
sino que reflexiona sobre la educación existente, pretérita
o actual, y sobre sus modelos educativos (teoría y práctica).
O’Connor, dice Fullat en su Introducción a la filosofía de la
educación, enumera los fines de la educación: proporcionar
habilidades mínimas, capacitación laboral, despertar deseo
de conocimiento, desarrollar perspectiva crítica, estimular
el aprecio por la realización humana. Como puede ver-
se son lugares comunes. Los últimos incluso no son fines
científicos. La filosofía de la educación también debe dis-
tinguir los elementos que conforman el proceso educativo,
es decir, deberá ocuparse de mostrar los fines ocultos de la
educación y de analizarlos.
92
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NOTA SOBRE EL ORIGEN
DE LOS CAPÍTULOS
97
EL AUTOR
98
Historia
Sello fundado en enero 2019 en la Ciudad de México, que se mudó a
Querétaro en 2020.
Misión
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que se ajusten a sus perfiles y necesidades y materialicen sus potencia-
les.
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Se editó e imprimió en enero de 2021,
en Querétaro, México, con Arno Pro en 13 puntos.
El tiraje fue de 100 ejemplares, sin sobrantes.
La edición fue desarrollada por Daniel Zetina,
bajo el cuidado editorial del autor.