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Pacientes Del Estado - Javier Auyero
Pacientes Del Estado - Javier Auyero
Javier Auyero
1ª edición: 2013
© 2013
Editorial Universitaria de Buenos Aires
Sociedad de Economía Mixta
Av. Rivadavia 1571/73 (1033) Ciudad de Buenos Aires
Tel.: 4383-8025 / Fax: 4383-2202
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Impreso en Argentina.
Hecho el depósito que establece la ley 11.723
Agradecimientos...........................................................................
Conclusión...................................................................................
Epílogo........................................................................................
Apéndice metodológico................................................................
Bibliografía..................................................................................
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A pesar de la globalización económica y de la hegemo-
nía neoliberal, el Estado, aunque reducido, descentralizado
y “vaciado” (Steinmetz, 1999; Jessop, 1999; Robinson, 2008),
continúa siendo un actor clave en la vida de los desamparados.
Tal como se verá a continuación, el Estado argentino es defi-
ciente y faltan recursos básicos, pero aún así tiene capacidades
específicas. Otorga acceso a la ciudadanía, brinda beneficios
sociales limitados pero vitales, y recurre a la violencia para
controlar el conflicto. Cuando se trata de los pobres, está, en
palabras de Akhil Gupta (1995: 375), profundamente “impli-
cado hasta en el más mínimo aspecto de la vida cotidiana”.
Reducido y fragmentado, el Estado aporta además poderosas
representaciones culturales. Dicho de otro modo, y adaptan-
do el texto clásico de Gilbert Joseph y Daniel Nugent (1994)
acerca de los procesos de formación del Estado en América
Latina, el Estado argentino provee el idioma según el cual
los grupos subordinados inician o no sus luchas colectivas. El
foco empírico de este libro son las prácticas relacionales que
vinculan el funcionamiento cotidiano del Estado con la vida
de los subordinados. Tal como afirma Gupta (1995: 378), dado
que los encuentros cotidianos con las burocracias estatales le
dan “forma y marco concreto a lo que sería de otra forma una
abstracción (‘el Estado’)”, estos encuentros son fundamentales
en la construcción cotidiana del Estado (ver también Gupta,
2005; Secor, 2007).
Estas prácticas relacionales son procesos culturales (Stein-
metz, 1999; Joseph y Nugent 1994). Los Estados “declaran”
con palabras, señales y recursos (Sayerm, 1994; Roseberry,
1994), y lo hacen a través de “relaciones sociales concretas
y del establecimiento de rutinas, rituales, e instituciones que
‘funcionan en nosotros’” (Joseph y Nugent, 1994: 20). De
modo que, en lugar de ser solo un aparato burocrático más
o menos funcional, el Estado es además un poderoso lugar
de producción cultural y simbólica (Yang, 2005). Dicho de
otro modo, los Estados “definen y crean ciertos tipos de
sujetos e identidades” (Roseberry, 1994: 357). Lo hacen no
simplemente a través de sus fuerzas policiales y militares –o
Mapa de ruta
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Puños visibles
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Desalojos. Durante los años noventa Buenos Aires sufrió
“una profunda transformación del entorno construido. Los
efectos locales de la globalización parecen generar [la] expul-
sión de los sectores de ingresos bajos de áreas de la ciudad que
hoy son adquiridas por agentes corporativos para inversión y
desarrollo. Estas tendencias favorecen la segregación urbana”
Patadas clandestinas
Tentáculos invisibles
Patricia está muy enojada. Dejó a sus cuatro hijos (de doce,
diez, ocho y cuatro años) solos en su casa para venir a
desarrollo social. Empezó los trámites para el plan Nuestras
Familias hace cuatro meses pero todavía no la aceptaron.
“Los empleados te tratan mal acá. Cuando les preguntás
algo, te contestan mal. No les importa porque acá somos
todos pobres, todos necesitados. Ni siquiera cuando te ven
llorando les importa.” Vino por primera vez para hacer los
trámites del plan Ciudadanía Porteña, que le otorgaron
cuando estaba viviendo en Villa Cartón. Hoy espera tener
alguna novedad del plan Nuestras Familias a través de una
amiga cuyo hermano trabaja en el ministerio. Ella cree que
si no tenés un contacto, a los papeles los cajonean. “Si estás
solo”, nos dice, “no podés hacer nada. Hay gente que viene
temprano a la mañana y se va a la tarde sin saber nada,
cansada de tanto esperar. El viernes pasado esperé cuatro
horas, me perdí el acto de fin de año en la escuela de mi
hijo. Me quise ir al mediodía pero me dijeron que esperara
acá porque nadie sabía bien que pasaba con mi trámite.”
Señala a todos los que están sentados en la sala de espera
y dice: “Miren las caras de la gente, la gente sale de acá
muy, muy cansada.”
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Paradoja equina
3. Este hecho fue confirmado por virtualmente todas las personas que
entrevisté acerca de este caso, y confirma una vez más el papel central de
las conexiones clandestinas en el funcionamiento de la violencia colectiva,
estudiada en términos de “zona gris del poder estatal” (Auyero, 2007).
El proceso de Milagros
El RENAPER
No saber
Arbitrariedad
mis colegas. Las notas del día en que uno de los asistentes de
investigación que trabajó en este proyecto (de nacionalidad
ecuatoriana) logró que le dieran una fecha tras una espera
de no más de veinte minutos se reproducen a continuación.
Estas notas se tomaron el mismo día que temprano por la
mañana, cuando hacía un frío terrible, vimos a Jesús y a su
esposa durmiendo en la puerta del RENAPER. Habían estado
esperando desde la noche anterior.
viosa y ruega que le den una fecha, con las manos como
si rezara. La empleada le dice que ahora no importa pero
que tiene que tener la apostilla cuando vuelva a empezar
el trámite. La mujer le agradece a la empleada. Luego de
una espera de un minuto, me dan fecha para 18 de mayo
de 2009. No lo puedo creer. Estoy en shock. Son las 6:50
y ya tengo fecha. Esperé unos veinte minutos para entrar,
pero después de las largas colas que estuve observando
día y noche, de hecho se sienten como menos de cinco
minutos. Qué paradójico es todo esto… “Todos los viernes
es así… nos queremos ir antes de las 10 de la noche”, me
dicen los empleados que atienden al público. ¿Quién hu-
biera pensado que una dependencia estatal estaría abierta
un viernes a las 10 de la noche?
El registro de lo arbitrario
Durkheim en la cola
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18 de septiembre de 2008:
AGENTE ESTATAL (AE) [en referencia al programa Nuestras
Familias]: ¿Alguna vez lo cobró?
BENEFICIARIO (B): No, porque nació mi bebé y no pude
venir porque era muy chiquito…
AE [interrumpe]: Usted es Gutiérrez, ¿no?
B [afirma con la cabeza]
AE: Usted nunca cobró… El sistema reprograma los pagos.
Tiene que volver el 2 de octubre. En esa fecha tendría que
tener dos pagos listos para el cobro. Por el momento está
todo suspendido, pero venga de todos modos…
Siéntese y espere
La paciente femenina
8. O, en palabras de Ann Orloff (1999: 323): “La política social tiene una
importancia simbólica en la defensa o el debilitamiento del orden de
género… El Estado es fundamental en cuanto a las relaciones de género,
los supuestos ideológicos y culturales institucionalizados en los programas
estatales configuran las relaciones de género y demás relaciones sociales”.
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4. Ver en Hoshaw (2008) una crónica reciente acerca del estado del río
y de los vecinos.
Mariana
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La mayoría de las personas en Villa Inflamable y en la
sede de Desarrollo Social mostraban interés en compartir sus
experiencias, ya que querían que nosotros y otras personas
supiéramos lo que les tocaba atravesar y porque deseaban
expresar lo que para ellos debían o no debían hacer las au-
toridades con respecto a sus actuales problemas cotidianos
y también lo que ellos mismos percibían que estaba bien o
mal o lo que era justo o injusto. Personas como Eugenio y
Susana –o tantos otros con los que hablamos durante el curso
de este proyecto– de inmediato aceptaron la oportunidad que
les brindaba la entrevista para describir un estado de cosas y
transmitir un estándar de justicia. Hablaban simultáneamente
de moral y de política, y en consecuencia nos veían como
testigos de su difícil situación y como defensores de su causa.
Los estándares morales aparecen profundamente entre-
lazados con la política, y los habitantes de Villa Inflamable
los expresan por lo general en forma de indignación frente a
una actitud que perciben profundamente manipuladora (“nos
usan”) o irresponsable (“permiten que la gente se mude a esta
zona contaminada”). La política parece impregnar además el
modo en que entienden las causas y las posibles soluciones
para sus problemas cotidianos. La política, en otras palabras,
es percibida como la fuente de la injusticia, la parcialidad, la
arbitrariedad que invade sus vidas cotidianas. Si bien determi-
na poderosamente sus vidas, la política es una fuente lejana e
incomprensible. La entienden como una esfera donde actúan
otras personas y, por lo tanto, como una actividad en la cual
los pobres no son agentes. El periculum in mora –peligro en
la demora–tiene su fuente más importante en la política. Y,
tal como en Esperando a Godot, el sentimiento generalizado
es que “no se puede hacer nada”.
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del todo manifiestos, son los que están “sujetos a todos los
azares”, para retomar la frase de Engels. Igual que los hom-
bres y mujeres de clase baja y clase media baja entrevistados
por Anna Secor (2007: 38) en Estambul, los sujetos de este
libro trazan sus “propias narrativas de circulación” cuando
“los pelotean”, cuando “recorren las oficinas y las salas de
espera de edificios de gobierno, ministerios… y juzgados en
procura de documentos, dinero e influencias.” Es cierto que
son agentes; pero en su interacción con el Estado, su sentido
de agencia es mínimo o inexistente. Son tratados como pa-
cientes, y salvo muy pocas excepciones, se sienten y piensan
a sí mismos como tales. El lector podría quizás objetar este
punto y sostener que estoy despojando de agencia a personas
como Elsa o Milagros cuando hago esta afirmación, pero yo
argumentaría que el culpable de eso es el orden sociopolítico
en el cual están inmersas esas personas. Lo que yo intento
hacer, por el contrario, es retratar este orden lo más fielmente
posible sobre la base de lo que lo que he visto y escuchado
en el terreno de estudio.
Los sociólogos Mario Luis Small, David Harding y Michel
Lamont (2010) sostienen que la “cultura” está nuevamente pre-
sente en los trabajos de investigación sociológica acerca de la
pobreza. Si bien yo creo que la cultura en realidad nunca ha
estado ausente de los estudios sociales acerca de la privación
social y económica, la marginalidad y la desigualdad en las
Américas (ver, por ejemplo, Scheper-Hughes, 1992; MacLeod,
1995; Bourgois, 1995; Auyero, 2000) –y que su “regreso” es
en realidad un resultado del localismo de la sociología norte-
americana y de su tendencia a ignorar lo que se está haciendo
fuera los límites de ese país–, comparto lo que afirman Small,
Harding y Lamont (2010: 8) en cuanto a que un “estudio de
la cultura sensato, teóricamente sólido y con una buena base
empírica debe ser un componente permanente en la agenda
de la investigación de la pobreza”. A pesar de este renovado
énfasis sobre los “valores, marcos, repertorios, las narrativas,
los límites simbólicos, el capital cultural y las instituciones
de los sectores pobres”, la naturaleza de la experiencia del
tiempo por parte de los pobres no ha emergido sin embargo
5. En tal grado esto es así que no sería exagerado sostener que los
políticos argentinos (ex funcionarios y funcionarios actuales pertene-
cientes a los principales partidos políticos con todas sus credenciales
democráticas en orden) conciben a la violencia de los pobres (o la
amenaza de violencia) como un arma concreta que pueden usar para
escalar posiciones en el campo político. La violencia colectiva, y más
aún, la posibilidad de que se concrete, es una forma de capital político
que circula dentro del campo de la política oficial. Cuanto mayor sea el
daño físico que uno pueda (potencialmente) crear, más nos tendrán en
cuenta los demás actores políticos.
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de cobro; (3) las razones que les han dado para justificar la
falta de pago o la cancelación de un plan; (4) la cantidad de
veces que les han pedido que vuelvan por un mismo reclamo
y las razones que les han dado para explicar esa demanda;
(5) comparación entre el tiempo que tienen que esperar en
la oficina y sus “tiempos de espera” en otras instituciones pú-
blicas (dejamos que ellos mismos sugieran la comparación);
(6) opiniones acerca de otras personas que esperan con ellos;
(7) sus opiniones acerca de los empleados en Desarrollo So-
cial; (8) si vienen solos o en grupo; y (9) cómo conocieron
acerca del programa específico al que intentan acceder. Les
preguntamos además sobre sus visitas previas a la oficina y
las razones que las motivaron, y si sabían, al momento de la
entrevista, si iban a recibir o no el beneficio o el pago. Esta
última pregunta funcionaba como un indicador aproximado
del grado de irregularidad en el funcionamiento de cada
programa. Registramos también indicadores demográficos
básicos: edad, nacionalidad, tiempo de residencia en el país,
y lugar de residencia. Todas estas entrevistas y observaciones
nos permitieron una reconstrucción precisa de la experiencia
compartida de la espera.
Las entrevistas con agentes estatales se centraron en los
siguientes ocho puntos generales: (I) tipos de subsidios otor-
gados; (2) trámites y requisitos para obtenerlos; (3) problemas
más comunes de los solicitantes y beneficiarios (vivienda,
alimentos, asistencia sanitaria, etc.); (4) modos de difusión de
la información acerca de los programas sociales existentes;
(5) los cambios más importantes en asignación social desde
la gestión anterior de gobierno; (6) percepciones acerca del
aumento de los desalojos y sus efectos sobre los programas
para los cuales trabajan; (7) conocimiento acerca de las lar-
gas demoras que sufren los beneficiarios y las razones por
las que entienden que los tiempos de espera son tan largos;
y (8) conocimiento y evaluación de las percepciones de los
beneficiarios en cuanto a los programas y la recurrente “re-
programación” de beneficios. Dado que la mayoría de ellos
son profesionales universitarios, muchos mostraron un gran
interés en nuestro foco en la incertidumbre y la arbitrariedad
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