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CHRISTOPHER CLARK

Sonámbulos
5 (.:5).,;;.¿_!_� .¡JLf/¡!wit
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_lo \hfVi,JJ)VV"'·-

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Cómo Europa fue a la guerra en I9I4
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Traducción de
Irene Cifuentes
y Alejandro Pradera
\)____. ,

Galaxia Gutenberg
Círculo de Lectores
204 - -
Un continente dividido
-
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primer lugar a establecer unas buenas relac)ones �on Nema!l:�!l' y casi


todo el muiidoeriSan Petersburgo admitía, al menos de momento, que
la fragilidad internade Rusia hacía in1posible cualquier clase de aven�
turiiiii:eí-nacionai.'34 Costaba imaginar en qué circtmstanciasFranCJa 4
eSta[í;��d{SQ'��:s_t,? �) a,���e_sg�� _st�__s��-�te ]2_()r__I_?_� ���o� �� _l(j_�:���J.cairlesAl�y
--- - --

Las mamerosas voces de la política exterior europea


mfn:-c��t;;"b� más imagin;¡r_�a los rusos avanzando hacia Berlínp()
sacJa l' Lorena�9(;9, Parjs sl1&J-;1yo�IJ:�ñliep<en¡f�nc[""nrma ndo un
acuefdo _COn Alefi1_�llüiS?br-e _Marruecos, tm «caso llamativo de cruce·
de líneis�re woques· de 3Jlan�aS?35 Luego, en noviembre de I9IO,
los dirigentesrusos y alemanes se reunier(jrl_�(!IiP_Q�¡farii)T-Berlín para En una viñeta publicada a finales de la década de r89o, un artista fran­
concilial:-ío�:.i}lteJ:es es�akmane s_y�m:ms�_eRTmql!Ía_y:J'_ersia.-l>lo era cés pintaba la crisis que se avecinaba sobre China en vísperas de la Rebe­
cuestiÓnde aflojar el lazo franco-ruso, claro está, pero fue un gesto lión de los Bóxers. Observada con cautela por Gran Bretaüa y Rusia,
importante hacia la distensión."' J:¡,'lcua!lt() aLC:OI1YE:Dci<:lumg o-ruso Alemania hace intención de cortar un pedazo identificado como «!(iao­
de I907! pudo haber acallado las ten_si()ne�entre_]t[]_si"_y_Qran Bretaña Tschaou» de un pastel llamado «China», mientras Francia ofrece apoyo
pero no-elimin6�u causa, y hasta I9I4 hubo voces en el Foreign Office moral a su aliado ruso y Japón mira. Detrás de todos ellos, un funciona­
que adVe;iían de la amenaza rusa al vasto imperio de Gran Bretaña. rio Qing se lleva las manos a la cabeza desesperado, pero se ve impoten­
En resumen: el futuro no estaba pred�tefmii1acto. La Tripl<:Jintente te para intervenir. Como suele ocurrir con este tipo de imágenes, las po­
qne fW;�_ala gueira en Í9r4no esta!Ja en el horizont ? mental de la ma­ tencias están representadas por personas concretas: Gran Bretaña,
yoría de los estadistas. El gran n1ofl1.ento crucial de í9o4'f9o7 ayuda a Alemania y Rusia por caricaturas de sus soberanos respectivos, Francia
explicar la aparición de las estructu,rasdentro delas quefueposible por «Marianne», la personificación de la República, y Japón y China
una guerra continental. Pero no puede explicar las razones específi­ por figuras exóticas tópicas. Personificar los Estados en individuos era
ca�que originaron el conflictc;.-r>ara hacerlo, tenemos que examinar de parte de la clave de la caricatura política europea, pero también refleja
qtÍé manera los procesos de toma de deci.siones conformaron losresul­ una profundidad de pensamiento: la tendencia a reducir los Estados al
tados de las políticas y cómO la frágil ied"ife las alianzas continentales concepto de individuos compuestos gobernados por organismos ejecuti�
se vía mezclada en los conflictos que se desarrollaban en la península vos compactos animados por una voluntad indivisible.
de los Balcanes. Con todo, incluso una mirada muy rápida a los gobiernos europeos
de principios del siglo xx revela que las estructuras ejecutivas de las
que salían las políticas distaban mucho deest¡¡r\inili2�dás.LaefabC,ra­
ción ¡fe las [Júlíricasnoer:rprerrogativade litios iíidividííos-soberanos
únicgs_,Lasi�iCiativas que guardabanrelac!ón�con el rgmb9 de la po­
lítica de ugpaís podíaf1"ie!ler:S:.ii_();rlge!1,.Yl<>.tel1Í"n,�n lugaxes muy
periférjcqs_ de la estructura pglítica._;L._qs alinee.mientos entrelacciones,
las-fri<':cíoiies éritre cometidos en el seno del gobierno, las restricciones
económicas o financieras y la química voluble de la opinión pública
ejercíar1u11apresión sobre los procesos de toma de decisiones-que va­
riaba constantemente. A medida que el poder de influir enlas decisio�
nes canibíaba-de \ln nódulo de la estructura ejecutiva a otro, se produ­
cían las oscilaciones correspondientes en el tono y la orientación de la
política. Est�caos _de_ voces_ enfreJ1t"_da_s_es decisivq_pa ra�m.mprender
Las numerosas voces de la política exterior euro¡Jea
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las agitaciones perióc!icas del sistema europeo dur[lnte l9s últünos años
anteriores a la guerra. También contribuye a explicar por qné la crisis
de j¡,Ilioil� 1914 fue la crisis política más complejay opaca de)0s tiem-
- - - -- --

pos modernos.

SOBERANOS QUE TOMAN DECISIONES

La Europa de.mrnienzos del sigl() JBC_�E?�U_QEOllti!l"l'J-"_Qe_monarquías.


De las seis potencias más importantes, cinco eran monarquías de un
tipo u otro; solo una (Franda) era_ una repribli_ca.Las naciones-estado
de los Balca_n<e_s _=Qrecja,_S_erb_ia, lvl_()nteneg.f<J,_]l_ulga_J:ia, Rumanía y
Albania- eran relativamente nuevas y todas ellas monarquías. La Eu­
ropa de los cn;ceros'veloces;erraruóteié¡iraíoylosrnecheros-eléctricos
seguía llevando en su corazón a esta institución antigua y rutilante
que ata Estados grandes y complejos a los caprichos de la biología
humana. Los ejecutivos europeos aún giraban en torno a los tronos y
los hombres y mujeres que se sentaban en ellos: En Alemania, Austria­
Hungría y Rusia, los ministros eran nombrá_Iri1en!os 1mperiaki�Los
tres emperaC!oreSi:'éiilanun aéceso iTrnütado a losdocumentos de esta­
do y adem¿s ejerCían una autoridad forl11al sobre sus respectivi; fuer­
zas-armaaas:Tas-íiístitúclones y redes dinásticas estructuraban las
corn1Illlcaoorieseíiti-e Estaaos:Tós embajadorés presentábim sus cre­
denCiiilesaTsobéránoen-persona y las comunicaciones directas y los
encuentros entre monarcas siguieron teniendo lugar durante los años
previos a la guerra; de hecho adquirieron una gran importancia, pues
crearon un plano paralelo de interacción cuya relación con la diploma­
cia oficial era a veces difícil de determinar.
Los mona�cas eran a_�tores sir_nbólic()S as_� �.<?El-!:_Qj�_qJ(t_icQ�_,__y �n este
__

papel podíañcaptar y concentrar la;·e-mociones y asocíaCioñescolecti­


vas. Cuando unos parisinos curiosos se quedaron mirando embobados
a Eduardo VII despatarrado en una silla a la puerta de su hotel fmnán­
dose un puro, tuvieron la sensación de estar mirando a Inglaterra en
forma de un hombre muy gordo, a la moda y seguro de sí mismo. En
l, r898
1903, su ascenso triunfal en la opinión pública parisina contribuyó a
«La pugna por China>>, por Henri Meyer, Le Petit ]ouma allanar el camino para la firma de la Entente con Francia al año si­
guiente. A pesar de su filosofía política autocrática y su escasísimo ca­
risma, el déspota de modales suaves Nicolás II fue recibido por los
franceses como un héroe conquistador cuando visitó París en r896
Un continente dividido Las numerosas voces de la política exterior europea 209
zoH --- � -----��---··- -�-- - -------
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Guillermo II {Bettmann/Corbis) Eduardo VII con su uniforme de coronel


del I2° Cuerpo de Húsares austriacos

porque le consideraban la personificación de la Alianza franco-rusa.'


¿Y quién encarnaba los aspectos más inquietantes de la política exte­
rior alemana -su indecisión, falta de orientación y ambición frustrada­
mejor que el febril, indiscreto, propenso al pánico y autoritario káiser
Guillermo, el hombre que tuvo la osadía de aconsejar a Edvard Grieg
cómo dirigir Peer Gynt?' Tanto si el káiser elaboraba la política alema­
na como si no, sin duda la simbolizaba en opinión de los adversarios
de Alemania.
El núcleo del club de las monarquías que reinaba en la Emopa de
pregtLrrra lofo-iinabael trío de primos imperiales: el zar Nicolás II, el
Guillermo TI y Nicolás II (Hulton Royals Collection/Getty Images)
káiser Guillermo U y Jorge V. A comienzos clel siglo-xx, lª-red gei1�aló­
gica de las familias reinantes en�Et1ropa-se -había hecho más densa
de
hasta rozare! punto fusión. El káiser Guillermo II y el rey Jorge V
eran nietos de la reina Victoria. La esposa del zar Nicolás 11, Alejandra
de Hesse-Darmstadt, era nieta de Victoria. Las madres de Jorge V y Ni­
colás 11 eran hermanas de la casa de Dinamarca. El káiser Guillermo y el
zar Nicolás eran tataranietos del zar Pablo l. La tía abuela del káiser,
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Carlota de Prusia era la abuela del zar. Visto desde esta perspectiva, el guerra entre Prusia y Dinamarca de r864 fue un episodio formativo
1 estallido de la gu �rra en 1914 parece más bien la culminación de un en los comienzos de su vida política; las simpatías de Eduardo en este
conflicto recayeron en los parientes daneses de su esposa.4 Tras su as­
-� conflicto de familia.
Es ditícil valorar cuánta influencia ejercían estos monarcas en el censo al trono, Eduardo respaldó al grupo de responsables políticos
seno de sus respectivos ejecutivos. G_rail__}.?E�-��ª�2- A:l�m �p.j_�_ YRusia
. antialemanes en torno a Sir Francis Bertie.5
representaban tres tipos.de monarquía_ml!Y distint
as._1él q"'_Rusia era,
__
La influencia del rey alcanzó su punto álgido en r903, cuando una
al menos ef_l,_J_e_Q!'_Ía, _llPª- ª-�XQf!':ª_qa __c�::rº_JP.':lJ�--p-�as restnccwnes parla­ visita oficial a París -la visita real más importante de la historia moder­
mentaria�ycgi)stitucionales a la antori�ad del mo11arca._Eduardo VII na, como se la denominó- preparó el terreno hacia la Entente entre los
_

':\ y Jorg�,Y�_�;�g_sober:mos constitucio n_ales y p �rlamentanos sm acceso


directo a_l;!s_pJI.l"'lcas _c!eljJo¡J e_r,El kaJserQ';I ' ne_J;,� TI se encontra
¡ en un pu'!!oJI)t �gge dio . En Alemania se haJ)la11
_
ba
11J2la.J'!!:l<iP n_n sistema
�_l�l� mon_�r­
dos imperios rivales. En ese momento, las relaciones entre ambos im­
perios occidentales seguían siendo agrias debido a la indignación de
Francia por la Guerra de los Boers. La visita se organizó por iniciativa
! parl_a penta io r ycoil�ti tl!Ci()11� 1s()brel () � e_l e_111e!l!OS
de umficacmn
del propio Eduardo, supuso un triunfo de relaciones públicas e hizo

1
: quía milit;Jfl'�l ils anaque hab1ans obrevm do � J'¡-o¡:e_so mucho por aclarar las cosas.6 Una vez firmada la Entente, Eduardo
\
! nacional. Pero las estructu rasform
o
�les degobw rno no e:_an
tíva
necesana­
kinfl.uen cia
·continuó trabajando para lograr un acuerdo conRusia, aun cuando,
como muchos de sus compatriotas,detestaba el sistema político zarista
! mente las <jll_e _detefrnii)a bag cli.f rinimá:s �sigriffi(:_¡i
\ mo11:írq_u]ca. Entre o �ras 'l _? aria lesü
_ nport:I n
_ tesfigur al:J �nl¡¡ cl
_ eternu­ y siguió desconfiando de los planes deRusia en Persia, Afganistán y el
i nación,l;1 C()l11.l'et<:I1(;1¡¡y la ca 1Ic!ªci1ntekctllf1Lclel PX ()Pl<J!!!onarca,
la norte de la India. Eu r906, cuando se enteró de que el ministro ruso de
bloquea r las miclativ a�_l!lOP_D.ft:_ u
n as y Asuntos Exteriores Izvolsky estaba en París, se apresuró a dirigirse
1 \ habilidad de los ministros para
\\la magi!itud d<:l a_cuerd_<>entre_!cJ� 111 0n_'lrcasy _s_usg<>b iernos. hacia el sur desde Escocia con la esperanza de poder fijar un encuentro.
Izvolsky respondió de la misma manera y realizó el viaje a Londres,
donde los dos hombres se reunieron para mantener conversaciones
Uno de los rasgos más llamativos de la influencia que ejercían los sobe­ que -según Charles Hardinge- «contribuyeron materialmente a alla­
ranos en la elaboración de la política exterior es su variación en el nar el camino de las negociaciones que se estaban des�rrollando enton­
tiempo. Edua!._d()_'\III: responsable de los realineamientos de 1904-r907, ces para lograr un acuerdo conRusia)) .7 En ambos casos, el rey no es­
tenía ideas muy firmes sobre política extenor y se preCiaba de estar taba utilizando poderes ejecutivos como tal, sino actuando como una
bien informado. Sus posturas eran las de un «patrioter()» im__p"rialista; especie de embajador supernumerario. Podía hacerlo porque sus prio­
le enfureció, por ejemplo, la oposición de los li[,er_ale_,;_¡t_la Guerra de ridades concordaban completamente con las de la facción imperialista
Afg�nist:-ín cie illz8- r879 y dijo a su administrador col()niªLS.ir.Henry liberal de Whitehall, cuyo predominio en la política exterior él mismo
Barde Frere: «Si por mí fuera no me daría por satisfecl:J()_hasta que ayudó a reforzar.
hubiéramos ocupado todo Afganistán y nos lo h\lbiéram()S'Il!edado».3 (J01;g"Vfue llilcaso Il1.l1Lcil stinto. Hasta St>_:lsce_n�ón en I9IO, ape­
La noticia del ataque contra laRepública deTransvaal en I895le cau­ nas IJ1,<JSt_ róinterés por!os asuntos exteriores y solamente haliía adqui­
só gran alegría, apoyó la participación en él de CecilRhodes_y el tele­ rido un sentisfo muysu¡)erficláTClelisrelaciones de Gran Bretaña con
gramaclel1<iá sér a Kruger leenfur_eció. Durante su vida adulta se man­ otras potencias. Efemba]áélor anstriaco-;-eÍ conde Mensdorff, estaba
tuvo decícil damente hostil hacia Alemania. Las raíces de esta antipatía encantaaocon el nuevo rey, quien al parecer, y al contrario que su padre,
se podían encontrar en parte en su oposición a su madre, la reina Vic­ carecía de los fuertes prejuicios a favor o en contra de cualquier Estado
toria, que en su opinión era excesivamente cordial con Prusia, y en extranjero.' Si Mensdorff tenía la esperanza de que el cambio de guardia
parte por el temor y el odio que le despertaba el barón Stockmar, el atenuaría el sentimiento antialemán en la política británica, pronto se
adusto pedagogo germano que Victoria y Alberto eligieron para obh­ sentiría decepcionado. En política exterior, la aparef1tei1eutf:Iliged del
gar al joven Eduardo a cumplir un estricto régimen de estudio. La nuevo IJ10ila_ rca significaba simplemente que la política se mautenia fir-
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me en manos de los imperialistas liberales del entorno de G':ey. Jorge V tructuras. Otros, como el ministro de la Guerra, el general Aleksei A.
nunca consiguió una red política que rivalizara con la de su_pfiidre, se Kuropatkin,consideraban que el Lejano Oriente distraía de otras pre­
abstuvo de intrigas clandestinasyevitó hablar de política_s�'l.el permi­ ocupaciones más acuciantes en la periferia occidental, sobre todo en
so expreSo d�_ sus ministros/ Estaba en comunicación más o menos los Balcanes y los estrechos de Turquía. Pero en aquel momento,Nico­
constante con Edward Grey y le concedía frecuentes audiencias siem­ lás JI seguía creyendo firmemente que el futuro de Rusia residía en Si­
pre que estaba en Londres. Era meticuloso a la hora de buscar la apro­ heria y en'el Lejano Oriente y aseguraba que los defensores de la polí­
bación de Grey sobre el contenido de las conversaciones políticas con tica oriental se imponían sobre sus adversarios. A pesar de algunas
representantes extranjeros, en especial sus parientes alemanes. w Por dudas iniciaJ¡:s,_en r8_98 apoyó la toma de la 9bee<"a ele ]l!Jente china
eso, la subi¡j¡¡al trono de Jorge acarreÓt1f1a fuerte d�minución de la m.I'orLArthur (en la actualidad Lüshun) en la península de Lia_oclpng.
influencia de la cprona en la orientación general de la política exterior, Nicolás llegó a respaldar una política de penetración rusa en Corea
si bien_;u;;bos �o�arcas ejercieron poderes constitucionales idénticos. que puso a San Petersburgo al borde del enfrentamiento con Tokio.
Incluso dentro del marco sumamente autoritario de la autocracia Las intervenciones de Nicolás consistían más bien en alineamientos
¿ rusa, la influ�I1cia'defzaren-lá política exterior estaba,g!i¡:ta a peque­ informalesque:e11 deCisi(,geú)ecutiy.'}s.]:>or ejel11plo,cohi)QJ-:aba estre­
ñas limitaciones y sufría altibajos con el paso del tiempo. Al igual que chamente con hom!Jres de negocios_aristocráticosgue_di¡jgía11 grandes
Jorge v,-einÚevo zar era una hojaen blanco cuandoJl�ó al trono CQ!!���i()nes madere�as en el río Yalu, en Core;1. El magilat�mad_erero
en r894. No había creado su propia red política antes de subir al tro­ .A._M�Bezob _ _r�()V, antiguo oficial de élite de la Guardia de Caballería,
no y por deferencia hacia su padre se abstuvo de expresar cualquier utilizó su vinculación personal con el zar para hacer del Yalu una pla­
opinión sobre la política del gobierno. De adolescente había mostrado taforma para ext,nder ell1nperio JZllSO"":traofi�ial_;I}ap<:gíg�ula de
escasas aptitndes para el estudio de los asuntos de estado. Konstantin Corea._ En r9or, el ministro de Finanzas Sergei Witte informó de que
Pobedonostsev, jurista conservador designado para dar una clase ma­ Bezobrazov iba a ver al zar «no menos de dos veces por semana, y cada
gistral al joven Nicky sobre el funcionamiento interno del Estado zaris­ vez durante horas>> y le aconsejaba sobre la política en el Lejano Orien­
ta recordó después:}Solo pude observar que estnvo completamente te.'' La presencia en la corte de estos intrusos coneodei:,�acaba de
(ab;;;;:tü-liurgaridosé la nariz»." Incluso después de subir al trono, su quicio a los ministros,pero ]JocopoC!ían nacer por trenar su inf!JJencia.
·�'timidez extrema y el terror ante la posibilidad de tener que e¡ercer una A su vez,.esos vínculos -ofiCiOSOS- incitaban al zar a una visió_n c:ada vez
verdadera autoridad le impidieron imponer al gobierno sus preferen­ más agresiva de la política rusa en la r�gión. «No quiero tomar Co­
cias políticas -en la medida en que las tuviera- durante los primeros rea>>, dijo Nicolás al príncipe Enrique de Prusia en r9or, «pero bajo
años. Además, le faltó el tipo de apoyo ejecutivo que hubiera necesita­ ningún concepto puedo permitir que Japón se afiance allí. Eso sería
do para determinar el rumbo político de un modo coherente. No po­ casus belli. »14
seía, por ejemplo, una secretaría ni un secretario personales. Insistía en Ni<:()lás ejerció un mayor control político nombrando un virrey del
estar informado de las decisiones ministeriales hasta las más nimias, LejiiiQ_0ijent(¡;on plena responsabilic,l"c,l_n() solo en fosasuntos civi­
pero en un Estado tan extenso como Rusia eso significaba simplemen­ les y militares, sino también en las relaciones Z�;;:Thki�: -El-titular del
te que el monarca se veía inmerso en trivialidades mientras que los carg;,;�T á1mirante E. l. &kseev,rendía cuentas din,ctamél'lt"eiLzar y
asuntos de verdadera importancia se quedaban por el camino." por lo tanto estaba ex<:l1t()_ de_ c11alguier supervisión minis_terial. Su
No obstante, más o menos a partir de r9oo, el zar puc,!Qjmponer nombramiento había sido planeado por la camarilla que rodeaba a
una cierta trayectoria- a la política exterior rusa. A finales de la década Bezobrazov, que lo veía como una manera de pasar por alto la política
de r890, R.usia estaba metida de lleno en la penetf;lcíol1 económica en relativamente prudente del Ministerio de Asuntos Exteriores en el Le­
Chína�-Dentro de hi administración no todos estaban de acuerdo con jano Oriente. En consecuencia, Rusia manejabajoque en galidad
la-política en el Lejano Oriente. Algunos se sentían contra;:Iad9s por el erfl_ll dos políticas imperiales paralelas, un�a ()fi(;i,Iy�()t�a_extragficial,
enorme:costeque implicaban los compromisos militares y de infraes- que permitíanJNícolás TI tener varias opci<mes donde esc()gery en-
214 Un continente dividido Las numerosas vocCs de la política exterior europea 215

frentar a las facciones entre sí para_ logr!l� sus_ _p _r()p��-it�S_ :_1� �LaJmiran­ nazaba con limitar su libertad de acción, Nicolás les retiró su apoyo y
-
te AlekSeev no te;;Í,l experiencia ni entendía de formas diplomáticas y empezó a intrigar contra los hombres que él mismo había colocado en
ri1ostraba un estilo áspero e intransigente quesinAud;¡ iba a�����111istar el poder. Witte cayó víctima de su conducta autocrática en 19o6; a
y molestar a sus interlocutoresjaponeses. No es seguro que Nicolás ll Stolypin le habría pasado lo mismo de no ser porque le asesinaron, y su
adoptara alguna vez conscientemente una política bélica respecto a sucesor, el afable Vladimir Kokovtsov, fue destituido del cargo en fe­
Japón, pero no hay duda de que en gran medida e� responsable de la brero de r9r4 porque él también se reveló partidario de un «gobierno
guerra que estalló en r904, y por lo tanto tamb1en de los desastres unido». Volveré más adelante a las repercusiones de estas intrigas para
postenores.

>6
.
el rumbo de la política exterior rusa; de momento, lo más importante
. •

Así pues, en vísperas de la Guerra ruso-Japonesa podna deCJrse es que los años I9II-I9I4 contemplaron una disminución de la uni­
que la influencia del zar estaba en alza mientras que la de los ministros dad del gobierno y la reafirmación del poder autocrático.''
había disminuido. Pero este estado de cosas tenía los días contados, Sin embargo, este poder autocrático no se utilizó en apoyo de nna
por:que..el res.ultado catastrófic0dela_p0lític � del zar re��jo drástica­ visión política coherente; se ejerció de forma negativa para salvaguar­
mente �l!SaP!'!cic!aclparªfiJar_la agenda. M1entras se a_S!_mllaban las dar la autonomía y el poder del monarca desarticulando todas las for­
notj¡;iasdeJassuc_esivas derrotasyRusi')_sesu01ía_<:".la agitación so­ maciones políticas que hubieran podido garantizar cualquier tipo de
cial, un grupo de ministros liderado por Sergei Witte 0blig<'ia.apr.obar iniciativa. De este modo, la consecuencia de la intervención autocráti­
;;;;a seriedereformas destinadas a \lnificar e) gobierno. El poder se ca no fue la imposición de la voluntad del zar como tal, sino más bien
) conc�;;tró en unCons�jo de Ministros encabezado por primera-vez por la incertidumbre de quién tenía el poder para hacer qué, una situación
un «pres1CfeJite·,_; ()primer ministro. Bajo el mando de Witte y su suce­ que alimentaba la lucha entre facciones y debilitaba seriamente la co­
sor, P. A. Stolypin ( 1 9 06- r9 r r), el ejecutivo se protegió ha�ta cierto herencia de los rusos a la hora de tomar decisiones.
punto contra las intervenciones arbitrarias del monarca. f:lombre de ;:_ De los tres primos emperadores, Guillermo llfue y sigue siendo el
enorme determinación, inteligencia, carisma y laboriosidad infatiga­ más polémico. La magnitud de su poder dentro del ejecutivo alemán
ble, Stolypin consiguió afirmar su autoridad personal sobre la mayoría continúa siendo objeto de discusiones acaloradas.'' Sin lugar a dudas,
de los ministros, logrando un nivel de coherencia en el gobierno desco­ el káiser llegó al trono con la intención de ser el autor de la política
nocido hasta r90 5. Durante los años de Stolypin, Nicolás pare_ciQ«_cu­ exterior de su paíS.-<:-¿un-!VillllSteriO-d¿Asil. ntos-E
- xú;riOfeS? -¿Para qué?
riosamente ausente de la actividad política».'7 ¡YO--s;y-eCMinisterio de Asuntos Exteriores!» exclamó en una oca­
El zar no estaba conforme con esa disposición. Mientras Stolypin sión. 20 «Yo soy el único señor de la política alemana», comentó en una
estuvo en el poder, Nicolás encontró la manera de sortear su control carta al prlí1.ci¡)ede"liafes (elfuturoEauardo VII),«y mi país debe se­
haciendo tratos con algunos ministros por separado a espald,¡�del pri­ guirme dondequiera que yo vaya.»H Guillenno mostró un interés per­
mer ministro.Entre ellos estaba el de AsuntosExteriores, Izvolsky,_ cuya sonal en el nombramiento de embajadores y a veces apoyaba a sus fa­
incompetencia en la _forma. ele-llevar las ;;egociaciones_con su�gomólo­ voritos en contra del consejo del canciller y del Ministerio de Asuntos
go-·:mstrohúngaro desencadenó la crisis de la anexión de I3_osnia en Exteriores.En mayor medida que cualquiera de sus dos primos reinan­
ri>o8-r9o9. A cambio del apoyo diplomático de Viena ajag; _ eso de Ru­ tes, consideraba que las reuniones y la correspondencia que formaban
sia.alos estrechos de Turquía, Izvolsky aprobó la.anexióu ..de Bosnia- parte del ajetreo habitual entre monarquías era un recurso diplomático
Herzegovina a Austria. Ni el primer ministro Stolypin ni el re_o;to de los único que había que explotar en interés de su país."' Al igual que Nico­
l. 1
rniñlsfros-lla1iíáii-sioo informados de antemano de esta aud'!? opera­ lás II, Guiller010Prescindía muchas veces -sobre todo en los primeros
\cion;que fue autorizada directamentepor elpropio zarNicol'Ís.Cuan­ años de su reinado- de sus miniStrOs y consultaba a sus «favoritos»,
. do unos terroristas asesinaron a Stolypin en el otoño de 1 9 r r, su _;¡_¡¡to- alentaba la lucha entre facciones con eliil! dé délillitar la unidad del
ridadse estaba viendo debilitada por el apoyo sistemático de.Nimlás II gobierno, y-exj:íoníaopíniones que no habúin Sido.alii'orizadas por los
a sus adveJ-sarlos pofiticos.Enfrentado a un grupo de ministros que ame- minis�_s per�ejj"_!ei"Q=qt1efio�c(liiciJr4a]}an�con�po_!íficavigente.
LI6 Un continente dividido
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Las numerosas voces de la política exterior eu ropea
-- LI7

Fue en este último ámbito -la manifestación de opiniones políticas una visión de la política clara y coherente, podríamos simplemente
no autorizadas- donde el káiser obtuvo las críticas más hostiles, tanto comparar las intenciones con los resultados, pero sus intenciones siem­
de sus contemporáneos como de los historiadores.23 No cabe ninguna pre fueron equívocas y el foco de su atención siempre en constante
duda acerca de la extrañeza tanto del contenido como del estilo de movimiento. A finales de la década de I 89o, el káiser quedó entusias­
muchas de las comunicaciones personales del káiser en telegramas, mado con un proyecto para la creación de una «Nueva Alemania»
cartas comentarios al margen, conversaciones, entrevistas y discursos (Neudeutschland) en Brasil y «exigió con impaciencia» que la emigra­
sobre �emas de política exterior e interior. Solo su volumen excepcional ción a esa región se estimulara e incrementara lo más rápidamente
ya es notable: el káiser habló, escribió, telegrafi¿ , garabateó y despotri­ posible; ni que decir tiene que todo quedó en nada. En I 899, informó
có más o menos sin parar durante los tremta anos de su remado, y una a Cecil Rhodes de que tenía la intención de lograr que «Mesopotamia»
parte enorme de estas manifestaciones quedaron registradas y se con­ fuera una colonia alemana. En I9oo, durante la Rebelión de los
servaron para la posteridad. Algunas de ellas eran de mal gusto o m­ Bóxers, propuso que los alemanes enviaran a China un cuerpo entero
apropiadas. Dos ejemplos, ambos ligados a los Estados Unidos, servi­ del ejército con vistas a repartirse el país. En I90J, declaró una vez
rán para ilustrar el caso. El4 de abril de I906, el káiser Guillermo ll más que « ¡Latinoamérica es nuestro objetivo! » e instó al personal del
fue invitado a cenar a la embajada de los Estados Unidos en Berlín. Almirantazgo -que al parecer no tenía nada mejor que hacer- a pre­
Durante una animada charla con sus anfitriones, el káiser habló de la parar planes de invasión de Cuba, Puerto Rico y Nueva York, planes
necesidad de conseguir más espacio para la población alemana que que eran una completa pérdida de tiempo, puesto que (entre otras
crecía con rapidez, pues cuando subió al trono, según dijo al embaja­ cosas) el Estado Mayor nunca consintió en suministrar las tropas nece­
dor, sumaba unos40 millones, pero ahora ascendía a unos 6o millo­ sarias.26
nes. Esto era bueno en sí mismo, pero la cuestión de la alimentación se El káiser tenía ideas, se entusiasmaba con ellas, se aburría o se des­
iba a agravar en los próximos veinte años. Por otro lado, había gran­ animaba, y las abandonaba. Una semana estaba enfadado con el zar

(
des zonas en Francia que parecían estar poco pobladas y necesitadas de Rusia, pero a la siguiente se encariñaba con él."7 Había un sinfín de
de desarrollo; tal vez habría que preguntar al gobierno francés si le
importaría retroceder su frontera hacia el oeste para acomodar el exce­
so de alemanes. Este parloteo estúpido (es de suponer que lo dijo en
.
proyectos de alianzas: con Rusia y Francia contra Japón y Gran Breta­
ña; con Rusia, Gran Bretaña y Francia contra los Estados Unidos·, con
Chma y EEUU contra Japón y la Triple Entente, o con Japón y los Es-
tados Unidos contra la Entente, y así sucesivamente.'' En el otoño
broma) fue registrado concienzudamente por uno de sus interlocutores
y reenviado a Washington en la siguiente valija diplomática.'4 El otro de I 896, en un momento en el que las relaciones entre Gran Bretaña y
ejemplo tiene su origen en noviembre de I908, cuando se difundió una Alemania se habían enfriado a raíz de las tensiones producidas por
especulación periodística sobre una posible guerra entre los Estados la situación de Transvaal, el káiser propuso una liga continental con
Unidos y Japón. Inquieto por esta posibilidad y deseoso de congraciar­ Francia y Rusia contra Gran Bretaña para la defensa conjunta de las
se con el poder atlántico, el káiser envió una carta al presidente Roose­ posesiones coloniales. Casi al mismo tiempo, sin embargo, jugaba
velt ofreciéndole -esta vez con toda seriedad- un cuerpo del ejército con la idea de eliminar toda causa de conflicto con Gran Bretaña sim­
prusiano que se emplazaría en la costa de California.'' plemente liquidando todas las colonias alemanas salvo África Orien­
¿Cómo conectaron exactamente esas palabras con el mundo de las tal. Pero en la primavera de r 897, Guillermo abandonó esta idea y
realidades políticas? Cualquier ministro de Asuntos Exteriores o em­ propuso que Alemania debía iniciar una relación más estrecha con
bajador de una democracia moderna que se permitiera ese tipo de co­ Francia.2.9
municados tan inapropiados sería despedido de inmediato. Pero ¿qué Guillermo no se contentaba con enviar notas y acotaciones a sus
importancia tuvieron esas meteduras de pata mayúsculas en el contex­ ministros, también mencionaba sus ideas directamente a los represen­
to político global? La inconsistencia extrema de las palabras del káiser tantes de las potencias extranjeras. A veces sus intervenciones eran
hace que sea difícil valorar su impacto. Si Guillermo hubiera tenido contrarias a la política oficial, otras veces la respaldaban; a veces se
2I8 Un co¡ttinente dividido Las numerosas voces de la política exterior europea 2I9

pasaba de la raya para llegar a una parodia exagerada de la opinión costa de Finlandia, pero cuando el káiser regresó descubrieron que
oficial. En r 890, cuando el Foreign Office enfriaba sus relaciones con Guillermo había osado realizar un cambio en el borrador del tratado.
los franceses, Guillermo las animaba de nuevo; hizo lo mismo durante La respuesta del canciller fue presentar su dimisión. Aterrado ante la
la crisis de Marruecos de 1905: mientras el Foreign Office redoblaba la posibilidad de verse abandonado por su mandatario más poderoso,
presión sobre París, Guillermo aseguró a varios generales y periodistas Guillermp dio marcha atrás de inmediato; Bülow aceptó permanecer
extranjeros y a un exministro francés que él buscaba la reconciliación en su puesto y se retiró la enmienda del tratado."
. con Francia y que no tenía intención de arriesgarse a una guerra por El káiser se quejaba constantemente de que le mantenían al mar­
Marruecos. En marzo, la víspera de partir hacia Tánger, el káiser pro­ gen y le denegaban el acceso a documentos diplomáticos importantes.
nunció un discurso en Bremen en el que anunció que las lecciones de Sobre todo le molestaba que los funcionarios de política exterior insis­
historia le habían enseñado a <<no luchar mmca por alcanzar un poder tieran en revisarle su correspondencia personal con los jefes deEstado
vacío sobre el mundo». El Imperio Alemán, añadió, tendría que ganar­ extranjeros. Por ejemplo, se armó un gran alboroto cuando en 1908
se «la más absoluta confianza como vecino tranquilo, honrado y pací­ el embajador alemán en Washington, Speck von Sternburg, se negó
fico». Algunas figuras políticas de alto nivel-sobre todo entre los hal­ a darle al presidente Roosevelt una carta de Guillermo, en la que el
cones del mando militar- creyeron que este discurso echaba por tierra káiser expresaba su profunda admiración por el presidente estadouni­
los planes de la política oficial en Marruecos.30 dense. No era el contenido político de la carta lo que preocupaba a los
En enero de 1904, en una cena de gala, el káiser estaba sentado al diplomáticos, sino más bien su efusividad y la inmadurez de su tono.
lado del rey Leopoldo de Bélgica (que había ido a Berlín a celebrar el Era de todo punto inaceptable, comentaba un funcionario, que el so­
cumpleaños de Guillermo), y aprovechó la ocasión para decirle que berano del Imperio Alemán escribiera al presidente de losEstados Uni­
esperaba que Bélgica apoyara a Alemania en el caso de una guerra con dos «como pudiera escribir un colegial enatnorado a una bonita tno­
Francia. Guillermo prometió a Leopoldo que si optaba por apoyar a distilla».34
Alemania, Bélgica obtendría nuevos territorios en el norte de Francia y Sin lugar a dudas eran manifestaciones inquietantes. En un entorno
Guillermo le recompensaría con <<la corona de la vieja Borgoña». en el que unos gobiernos no dejaban de darle vueltas a las intenciones
Cuando Leopoldo, sorprendido, respondió que sus ministros y el par­ de los otros, eran potencialmente peligrosas. No obstante, hay que te­
lamento belga difícilmente aprobarían un plan tan extravagante y atre­ ner en cuenta tres puntos. El primero es que en semejantes encuentros,
vido, Guillermo replicó que no podía respetar a un mouarca que se el káiser representaba un papel de liderazgo y control que en la prácti­
sentía más responsable ante los ministros y los diputados que ante ca era incapaz de ejercer. En segundo lugar, estas amenazas retóricas
Dios. Si el rey belga no era más comunicativo, el káiser se vería obliga­ estaban siempre asociadas a escenarios imaginarios en los que Alema­
do a proceder «según principios puramente estratégicos», o dicho de nia era la parte atacada . La proposición indecente de Guillermo a
otro modo, a invadir y ocupar Bélgica. Se dice que Leopoldo estaba tan Leopoldo de Bélgica no se concibió como una operación ofensiva, sino
1 molesto por estos comentarios que, cuando se levantó de su asiento al como parte de una respuesta alemana a un ataque francés. Lo extraño
de estas reflexiones sobre la posible necesidad de romper la neutrali­
finalizar la cena, se puso el casco del revés."
Debido precisamente a este tipo de episodios, los ministros de dad belga en un futuro conflicto no es la idea de la ruptura en sí -los
Guillermo trat�b;;�de-ffiail!eliet'Iü ·a:rejaúo déf-veidadero proceso Estados Mayores francés y británico también discutieron y sopesaron
de toma dedecísíones. Res[!fta extraordinario quel:i dec1Síón más im­ la opción de invadir Bélgica- sino el contexto en el que se abordó
portante.:ell-palit:lca .exterior del reinado -deGuillernio·:c¡¡¡_ll()_renova­ y la identidad de los dos interlocutores. Una de las muchas peculiarida­
ción del Tratado de Reaseguro con Rusia en r89o-,:- se tomara sin la des de este káiser fue que era completamente incapaz de adaptar su
_f
paf'iiCTp·a·aóí1-- 4 C kálSe_r tÚ su conocimientO pre-v"io-:·:rz_'"E�-�er verano conducta a los contextos en los que su elevado cargo le obligaba a ac­
de r9os ;-�¡canciller Bernhard vcin Bülow confió a Guillermo la tarea de tuar. Con demasiada frecuencia no hablaba como un mdnarca, sino
presentar una propuesta de alianza a Nicolás I len Bjiirkii, frente a la como un adolescente sobreexcitado dando rienda suelta a sus preocu-

'
220 Un continente dividido Las numerosas voces de!� política exterior europea 22I

paciones presentes. Era un ejetnplo extren1o de esa categoría social ingente volumen de información que llegaba a su escritorio. Pocos
eduardiana,el pelmazo aburrido que siempre está explicando su pro­ esfuerzos se hicieron-por gararitiza i qué-disti-!buyera su tie-mpo de
acuerdo con la importancia relativa de los problemas que surgieran."
yecto favorito al hombre que está sentado a su lado. No es de extrañar
que la posibilidad de verse atrapado por el káiser en una comida o una La política exterior austro húngara no veníad_et�E_!llÍf1"_d"_EE__rlas órde­
nesdel emperador,sino par la interacción delas faccjo11esy�los grupos
cena,cuando huir era imposible,infundiera temor a muchos miembros
de la realeza europea.
i\-"f( (de presión dentro yá_Ired�dor déTmiriist�iio..Y.ícton\im1ucl �II de Ita­

Las intervenciones de Guillermo preocupaban sobremanera a los
J ha (r. I900-1946) trabajomucho menos que Franciscojo:><:;�pasaba
homb¡es del Muí.lsi'eríode Astimos Exteriores,pefb apenas determina" casi tgdo su tiempo en el Piamonte o en sus haciendas de Castelporzia­
ban-::e[(umhocle la pnlítk� a1e.rnana..De hecho; puoo nábi'f siao en no y,aunque hacía -uñesfuerzoporterl11ínar algunoséiespachos diplo­
máticos,tambié!l dedicaba Lll1_as_tres horas al día a kel" lQs_periódicos y
parte la creciente sensación de impotencia y la desconexión respecto a
las verdaderas palancas del poder lo que enardeció las fantasías recu­ a hacer una lista.lJ1inlJcio§�cl.eJg§errgg:sque encont¡:aba..eJJ..ellos. El
rrentes de Guillermo sobre futuras guerras mundiales entre Japón y rey italiano mantenía relaciones estrech�s. co11 slls _ ministrqs_d_e Asun­
los Estados Unidos, las invasiones de Puerto Rico, la yihad global tosExter1or�s�isJn-dnda �lguna �P:2Yóla_ trascei1<fentaJ deci�ión de
contra el Imperio Británico, un protectorado alemán en China, etc. _ exo.suünte.r.v:enciones_cfue.ctaslueronpo�as y
tQl11ar.I,ibia _ en __I9_!_r,p
Estos eran los escenarios irreales de un soñador geopolítico empeder­ distan_tes entre sí." Nicolás II podía favorecer a este o aquel gr�po 0
nido, no políticas como tales. Y siempre que un auténtico conflicto ministro y con ello debilitar la cohesión del gobierno,pero era incapaz
parecía inminente, Guillermo recogía velas y enseguida encontraba de fijar la agenda, sobre todo después del fiasco de la Guerra ruso­
razones por las cuales Alemania no podía ir a la guerra. Cuando las japonesa. Guillermo II era más dinámico que Nicolás, pero también
tensiones con Francia alcanzaron su punto álgido a finales de 1905, sus ministros podían proteger mejor que sus colegas rusos el proceso
Guillermo se asustó e informó al canciller Bülow de que la agitación de elaboración de políticas contra las intervenciones de arriba. Las
socialista interna descartaba toda acción ofensiva en el exterior; al año iniciativas de Guillermo eran en todo caso demasiado dispares y mal
siguiente,inquieto por la noticia de que el rey Eduardo VII acababa de coordinadas como para proporcionar algún tipo alternativo de plata­
hacer una visita no programada al degradado ministro de Asuntos Ex­ forma operativa.
Interv��_ieran_? _no activ_<lrne.�te en -�1 p_rg��-�()_p()J_!t�c_q, _1Q�J11Qnarcas !.í
teriores Théophile Delcassé,advirtió al canciller de que la artillería y la .,

armada alemanas no estaban en condiciones de resistir un conflicto.35 continentales �_igl1i!'ron_ sieudo,_no obstante y en _ v-i rtud._ de.s.u..pmpia :1
existencia, un- factQ!Jl�rtur!J.'l<:IQ.Ul1 lª§i:eJ-ªCioil�� int�l"!iiC1onales. La i¡
Guillermo podía ser duro hablando,pero cuando aparecían los proble­ - adOtide-UñOS sobe­ .1
mas daba medi-a vu�lta y echaba a correr pa�ra esconderse:· Eso es lo pr�sencül egj�-��-s--Sisterrias sólo-en parte deniücratiZ 1i
qUéharía_ex-a_c-ta�e�t_e--�uranté_-1�- CriSiS de fU:lio-de r'9 i4�_ <<ES-curioso», ranos que supuestamente eran los centros de sus respectivos gobier­
come;.,:tÓJUl�;Cambon,embajador francés en Berlín,en iihá cá!ia a un nos,con acceso al personal y a todos los documentos oficiales y con la '1
responsabilidad ültima en todas las decisiones ejecutivas, generaba
11
alto funcionario del Ministerio de Asuntos Exteriores francés en mayo
'

ambigijedad. Una política exterior puramente dinástica,eñTaqyeÍos lii


de 1912, «ver cómo este hombre,tan impetuoso,tan imprudente e im­
pulsivo en el hablar,es tan precavido y paciente en la acción.»36
Una visión ge_ J1er_ald.<'.los_!11_onarc;¡sge_<::Qrniellzosciel.§iglo xx rpues-
manare,ª-�- ��___rt:utúall-p_���je_�91Ver _gr:li14es <l:Suntos de estado,_es_ evi­
dente q).leya no era apropiada; el vano encuentro en Bjorkó lo demos­
1
i��i �ls�;eJ�:�ls� �i':� ��
l
�:}�"j;, regularida�::� d:
��:�:
tró. Sin embargo,la tentación de considerar al monarca como timonel 1
U� ( �k ;;TI���
Hungría leíauna gran cantidad de despachos y se reunía con
y J2ers_()nificaéióri delejec11tivo se mantuvo fuerte ¡:ntre los4iplomáti­
cos, los estadistas y sobre tod() los propios monarcas. Su presencia
con stiSI'ITÍñistN'f!f'de·A.:sUnt'ós "E:Xter'iores. Sill eriíbargo�--á: Pesar de su creaba \lila incertidumbre constante acerca de dónde se situaba exac­
- tamente �Teje({eJ�j)roc�so de t{)Iiii(ficí_ecisÍ_Qpfo:s._Erleste sentido, los
forffií<!ab1erralíaj<i como <<priméí'búrócrata» de su Imperio, Fran­
cisco José, al ig;ual qüe Niéolasii, considerab a iili.p(5s115re dominar el reyesxlos elllperadores podían convertirse en una fuente de confusión
222 Un continente dividido Las numerosas voces de la política exterior europea
223
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---------�

en las relaciones internacionales. La consiguiente falta de claridad ani­


maba a los-Estados �-esforzarse para establecer relaciones seguras y ¿QUIÉN GOBERNABA EN SAN PETERSBURGO?
transparentes.
Las estructuras monárquicas también amparaban las relaciones de Si los monarc"_s J10 fijaban el rumbo de la política exterior, ¿quién lo
poder eneJsen_<><.l_e cada gobierno. Enitalia, por ejemplo, no estaba · ha<;l'Jl.SiJ1¡:luda la respuesta obvia debe ser: lo.sminisi:ros de- Asuntos
claro quién mandaba realmente en el e¡erCito:_ el rey, el mimstro de la .
Exteriores. -Estos homoies supervisaban las activiélades del cuerpo di­
Guerra o el jefe del Estado Mayor. Este último hacía lo posible por plomáti¡:_0_y de su íriiiüsterió, léíiüi y respondíána los comunicados
mantener a las autoridades civiles fuera de las conversaciones con sus extranjeros más importantes y eran los responsables de expiicar y jus­
homólogos alemán y austriaco, y los funcionarios civiles correspon­ tifjc_a_�la_p()lítica� I1fe.."l p�.r_la_ril"<:_-;__t<J
;- __il_a_ci_l
_ l��danía : En real 1dad, sin
dían-dejando a los oficiales fuera del círculo políti�o, con el resultado, emb'!_r_g2, ¡,lp"'-J�r. _<!�j()�.mi11issr.osge_Asuntos Exterioresparadeter­
_

por ejemplo, de que el jefe del Estado Mayor Italiano m tan siqm�ra míriar la política variaba y fluctuaba en rodasTaspotel1cias-europeas al
fue informado de las estipulaciones de la Tnple Alianza que defiman menóstanf6éoiñcieTtírónpi5l!li coaelos soberanó's:"-S"ulñfiUeiiéTa de­
las condiciones en las que Italia podría ser llamada a combatir en una pendíade-íinaseriederactores: el poder y·el favor de ó1fosmirustros,
guerra en nombre de sus aliados." sobretoao-losprimeros·ffiíñístros,laactíiiidyla coriduCtadeHnonar­
..
En una situación como esta -y podemos encontrar condtclones ca, la buena dísposlcióildeTos ahosfuricióriáriosdéliñiíiisfer!o y los
análogas en todas las monarquías continentales- el rey o el emperador embaíádores para seguir.·laslílieas·aei-·mtnt�mY;y-el·ntvélcle-ifiestábili­
era elúniC()Jllii) t_o en e1c¡ue ccmvergían las distintas cadenas de mando. dad entrefacc!ones-dentfo dé! sisremá:
Si no desempeñaba una función integradora, si la corona no compen­ ·Eñ"Kí!Si��eTiñiñístro3eí\suntos Exteriores y su familia ocupaban
saba las insuficienCías, por así decirlo, de la constitución, el sistema apartarlieiitos privados en el ministerio, un enorme edificio de color
queda6asín resOlver, pote_11cialmente incoherente. Yl0s1Tl()!l'lJCas del rojo oscuro, ubicado en la gran plaza, frente al Palacio de Invierno, de
continentefrá:i::asaban-a menudo en este]Jape_l_o _J11,:Í'>-bi_ m..senegaban, modo que su vida social y la de su mujer y sus hijos estaba vinculada al
de entrada, a desempeñarlo, porque tenía;;: la esperanza cleqm:J;ratan­ trabajo del ministerio.4' Su capacidad para fijar la política venía deter­
do por separado con funcionarios clav_e del gobierno_ c_oiis_er_ yaQa!lJo minada por la dinámica de un sistema político cuyos parámetros
que restaba de su propia iniciativay,<le s11 primacía dentro del sistema. se redefinieron después de la Guerra ruso-japonesa y la Revolución
Y esto a su vez tenía un efecto perverso sobre l()s_ p�_cesos_de toma de de 1905. Un grupo¡le ministros poderosos propusieron crear una es­
decisiones. Enun entorno en el que la decísión tomada por un ministro tructura de toma de decisiones más á)ncentrada que permitiera al eje­
podía ser anulada o saboteada por un compañero o un rival, a los mi­ � fu'i2é"f_ �ti�.os_-i�_t:.�Ilos_ y exterríos e imponer disci­
cutivo e(jili:Itbr·�l-' l0SJ
nistros les costaba muchas veces determinar «cómo encajaban sus ac­ plina a:·los- funcionarías de más alto nivel. Cómo debía lograrse esto
tividades en el panorama general». 40 La consiguiel).t�. cqnfusión animó exactamente me-un asunto polém1co. El reformador más activo y con
a los ministros, fu�cio_narios, rnan0os l11iJitar:��-..Y-�-��r!Q� en políti­ más talent()fue Sergei Witte, experto eíi finanzas y política económica
ca a pensar que tenían derecho a insistir para_<¡ue s_e_d_�j;,_axieran sus que�inütiódelgobíernoeiir9o3 porque se opuso a su p_olítica en Co­
argumentos, pero no se hacían responsables de los result,dos de las rea. Witte deseaba. un .�<gahin�t��> RE�s!4i_c:l_() po_r__�n priJiler. ministro»
políticas: Al mismo tiempo, la presión para conseg;uir el favor del mo­
..
_ «
que no solo tuviera poc]erp�mün poner discij'lina a susco�pañeros
narca estimulaba un clima de competencia y servili�mo que incidía ministros, sino también Parª contr,()lar sus visitas al zar. El que fuera mi­
negativamente én los típos de consultas i �ten.fepartámentales que po­ nistro dé Finimzas, de caráéter más écif!�er�adci� VÍ�dimir Kokovtsov''
_
dríai111aoer aiido· un enfoque más equilibraao_a l"_toma-<Iedecisiones.
Lá consecuenciafue una cultma delfacciol1alisrt!o_y1l!J exf�() de la
.
retóric� (farÍafrutOS peligrosoS enjhilÓ dé I2i4·
-- * Kokovtsov dimitió como ministro de Finanzas en octubre de 1905 pero retomó

el cargo en abril de 1906, conservándolo hasta febrero de 1914. A partir de 1911


fue además primer ministro.
2 24 Un continente dividido Las numerosas vo¿es de la política exterior europea 22j
------- ----

consideró que estas propuestas constituían un ataque al principio de


autocracia zarista, que él consideraba la única forma de gobierno ade­
cuada a las condiciones rusas. Llegaron a un acuerdo: �s_�_q�eQ U!! gabi­
nete, si se le puede llamar así,_ a modo d"_<::_onsejo de Ministro��Y se
otorgó a su �esid¡e11te_ Q primer ministro laJ�E\lltad de_�esti!t1ir a los
-
m!ri�i!'oS -Que no cgJ�.�_Q!'�§_en. Pero conservaron el «_�ere_�QQ_é!_!ln in­
forme individual»; dicho de otro modo,_ el derecho de los ministros a
prese_!!tar-sl!S .JJ'iniones_al zar independieniement§ elel jJ¡-�síileiite del
Consejo.
_El r_f's_u_ltaci<Jfue una dis]Josición sin ter!llil_l,a_r_�e!eSC>Lv_es en la que
todo f!e.Rel1día cleleqnili brio_ cldªsj11is:iativ_�s e_ntr-".los�l!_cesiy95 pre­
sidentes, susministros y el zar. Si el presidente era de carácter fuerte,
pildtJá-teneí- laesperanza"de imponer su voluntad a sus ministros.
Pero si un ministro lograba obtener el apoyo del zar, podría romper
con sus colegas y seguir su propio camino. Con el nombramiento de
Pyotr Stolypin como eresident� d¡:�Col!seis> <fe}vli_JJ_i�r� _p�en ¡:!_vemvo
de _r9o6:ernuevo sisterna�aaquirió un <.lirigente carislllátic()_}'_clomi­
nante. Y el nuevo ministro de Asuntos Exteriores, Alexander Izvols­
ki, parecí<i la clase de político (¡lie podríá hacer- ql.léTa ;;¡_¡�,;a(¡ispgsi­
ciüll fUriCiófútra�-s-e ·vel�·i ;¡-- sCITúsillO -como un hombre de la «nueva Pyotr Stolypin (Popperfoto/Getty Images)
pólíticaíí y enseguida creó puestos de enlace en el Ministerio de Exte­
riores para manejar las relaciones con la Duma. El tono de su trato
con el zar era respetuoso pero menos deferente que el de sus predece­ Exteriores británico Sir Edward Grey había sido explícito al animar a
sores. Estaba entregado a la reformay la modernización del ministe­ Izvolsky a pensar así. En una conversación con el embajador ruso en
rio y era un entusiasta declanido éfel«gobierno unído».''Pe¡�)o más Londres en marzo de 1907, Grey había declarado que <<si se establecie­
importante de todo es que estaba de acuerdo con la mayoría de sus ran unas buenas relaciones permanentes>} entre los dos países, «Ingla­
colegas del Consejo de Ministros sobre la conveniencia del acuerdo terra ya no consideraría objeto de su política mantener el régimen ac­
con Gran Bretaña. tual» en los Estrechos.43
Sin embargo, pronto resultó que la visiór1 c!e l� ¡:>()Jíti<;;¡_exterior Fu<e en este contexto cuando, en I908, Izvolsky emprendió sus des­
rusa de Izvolsky difería de la de sus colega,� en (Jtro� ;ISpectos�f_tmda­ afortunadf!s �_gociaCion,:s canAehremhal, en liis q\.le promerió que
meni:ales: StOl)'pin y Kokovtsov consideraban que el Convenio anglo­ lo�_!!lS()S_apr()J,arÍalllll anexión d� Bosnia:Herzeg;ovina a cambio del
ruso�st:!i_ura�f!l_a_p()s�biliclacl ck abanclonar el afán aventurero de los apoyo austriaco a una revisión del acuerdo sobre los estrechos:' Se su­
años anteriores a la Guerra ruso-j_(lpones� y_ co_t:J:centrarse e11 la.s tareas pon1:1é¡ríeeTacl.lerdo con Aeh�eúl:1-;;l ¡¡;;, � �e� �� j)�irne� paso h;cia una
de ccínsollaaCíón mterna )' ciecÍmiento económico. Sin eillJ,arg_o, en revisión completa. E§t� t:J;:imire_sf_lJevó a cabCJ_c()l1 el_apgy__o_del zar; de
opil:líon-cfe hvolsky, el acuerdo con Inglaterra era una licenfia para hecho, puede que fuera Nicolás JI quien presionara a Izvolsky para que
apliEaruna ]JOlítÍca más firme. Izvolsky creía que las cordiales relacio­ ofreciera un trato a los austriacos. El zar había sido un ardiente defen­
nes que se illi�i�ro� co� el_ c0_ny_�!1-�� -J��--g��-ª-i-ih��rJan�·-gue Londres sor de la expansión hacia el Lejano Oriente antes de 1904, pero ahora
-
aceptara eJ lilJi-e acceso de1os buques de guerra rl)SO§ aJos estrechos su atención se centraba en los Estrechos: «la idea de conquistar los Dar­
deTufc¡uíi No se trata-ba solo de ilusiones: el ministro de Asuntos danelos y Constantinopla», recordaba un político ruso, <<ocupaba su
2.26 Un continente dividido _ __!-:_�� numerosas 1mcei; de la pol/tica exter/or eurojJea 2 27
_ � -- �--

mente en todo momento» _44 Antes que arriesgarse al rechazo de Stoly­ te de su ben� �actor, S_�_:lJ�PQY se esforzQ_para encontrar su propia voz.
pin, Kokovtsov y los demás ministros, lzvolsky optó por aprovechar el Pero su deb1hdad, umda a la muerte de Stolypin, aumentó a su �ez la
derecho al informe individual. Ello significó el apogeo de la indepen­ inesta� ilidad dentro del sistema; los agentes rusos en el extraf!j��o
con mas expenenc1a teman ' libertad
dencia política del ministro de Asuntos Exteriores, independencia ad­ para desempeñar un papel más
quirida quedándose al margen de los distintos centros de poder del independiente. Dos embajadores en particular, N.V. Charykov en
sistema. Pero el triunfo duró _poco. Puesto c¡ue no se llegó a un acuerdo Constantinopla � Nikolai Har!\>¡ig_ � ?: Belgr:l�o, ¡oe�cibier()g_q��San
en Londres, l� p_ql(tifªs;;b�e; los Est�ech.Ós fracasó: Izvolsky�e desacre­ Petersburg ? rela¡aba el contro1 y empEendieroi1_iniciati'{as indepen­
ditó ante los ojos dela()pini��J>.ública rusa y regresó para enfrentarse dientes posiblement� pehg�o,�as�<i fii1 de sacar provecho del e.IJ1peora­
a la Ira Cié Stolypin Kokovtsov. miei!tO de la situacwn poilt!ca en los Balcanes." Mientras tanto el
A �orto plaz(), e11to11ces,la debacle_ �e la crisis por la anexión de
embajador ruso en Francia Ílo era ·otro-que-el exministro de Asun;os
Bosnüi.(éomo fa debacle de la guerra japonesa) co��ujo a u11a reafir­ Exteriores Alexander lzvolsky, cuya decisión de influir en la política
maciónde la autoridad C()lectiva delConsejo de Ministros. El zar per­ -sobre todo en �os Balcanes- se mantuvo intacta tras su regreso al
dió TaTníélilt:Tva; al menos d�rñü!lienl:ó. IZvolsky se Vío obli_g�d.Q..a dar serVICIO diplomatico. Izvolsky urdía sus propias intrigas en París y
_
al mismo tiempo <<mt1m1da
maré11a atrisy someterse a la dfscipllíía del ;<gobierrio uni�_c�- Por ba a Sazonov a través de la valija diplo­
otro ládo, Stolypiíí.aféanzó entonces lá Cima de su poder. Los conser­ mática >>. 48
vadores partidarios de la autocracia empezaron, alarmados; a verle El e¡:lipse c1: �aZ_()l_10 \' ,fl[etral1sitori(), <:;gn eL tiempo, empezó a
abnrse_.<.:ammo en �
como un «señor» o «gran visir»- excesivamente poderoso que había la p()Iític� 9 slos_]3alcanes aprov<:chando la_.debili­
usurpado los poderes de su amo imperial. La elección de Sergei Sazo­ d adde Kokovtso v, sucesor de Stolypin comopresidente del Consejo de
nov para sustituir a lzvolsky en septiembre de 1910 pareció reforzar el ¡ MI��t_fCls. El punto clave e_s 'lll_e_!a_s inf1u"n�ia s_que deternílnaban la
1
í / pohtKa en Rusia cambiaban constantemente. El poder fluía por el sis- !1
/1,'
dominio de Stolypin. Sazonov era un diplomático relativamente joven,
tenía poca experiencia en puestos de responsabilidad en la cancillería tema, concen-ti�lldose en díféfiiltes pu-ñtos: el monarca, el ministro de
dentro del Ministerio de Asuntos Exteriores y carecía de conexiones Asuntos Extenores, el primer ministro, los embajadores. De hecho,
aristocráticas e imperiales. Apenas tenía conocimientos sobre la políti­ podeiJ!Q.§_b.ah§r..c!_e _ui'ª «hidráulica del pod(Or» ,_ei! la 'lll!' el crecimien­
ca de San Petersburgo y casi ninguna influencia en los círculos guber­ to de un no.do_en eLsistema producía la disminución de �tras. y la di­
namentales. Sus principales cnalidades para el cargo, señalaron los námica de confrontación dentro del sistema se acti�aha aÓn más por la
.críticos de fuera, eran una reputación de «mediocridad y obediencia>) tensión entre ?Pciones políticas opuestas. Lo más probable es que los
y el hecho de que era cuñado de Stolypin." naciOnalistas hberales rusos y los paneslavos favorecieran una política
Tras la debacle de la política de Izvolsky y su salida del cargo, la audaz en los estrechos de Turquía y una actitud de solidaridad con los
- <<hermanos pequeños» eslavos de la península de los Balcanes. En cam­
políticá exterior rusa no llevó la marca del ministro de Astli1J()s -Exte­
riores, sirio la del primer ministro, Pyotr Stolypin, cuya ()jli_nión era bio, los conservadores solían ser muy conscientes de la debilidad inter­
que Rusia necesitaba la paz a toda costa y debía llevar a cab<J._nna po­ na, tanto política como financiera, de Rusia y los peligros --como dijo
lítica-de conciliación en todos los frentes. La consecuencia fue un pe­ Kokovtsov- de llevar a cabo «una política exterior a costa del estóma­
riodo de notable acercamiento a Berlín, a pesar de las últimi'.Uensiones go de los campesinoS>>; por lo tanto, estaban a favor de una política de
a causa de-Boim-ia." En-noviembre de 1910, una visita de Nicolás II y paz a toda costa.49
SazonoV a POtsdáffi puso en marcha unas conversaciones que culmina­ Cuando en la primavera de 1909 se debatió en la Duma, por ejem­
ron en un acuerdo qne marcó el momento cumbre de la distensión ru­ plo, la Importancia de la crisis de la anexión de Bosnia, el Consejo de
so-alemana.46 la Nobleza Umda, en el que estaban representados los intereses conser­
Al principio, el asesinato de Stolypin apenas caml:Jió_la_qrienta­ vadores, sostuvo que en modo alguno la anexión había dañado los in­
ción deTap(, l{tica exterior rusa. Inmediatamente despll_és de la muer- tereses o la seguridad de Rusia y que esta debería adoptar una política
228 Un continente dividido !"as numerosas vocc"S de la política exterior europea
�-- ---

de no injerencia en los asuntos de los Balcanes al tiempo que buscaba


la reconciliación con Berlín. Afirmaban que el verdadero enemigo era
Gran Bretaña, que intentaba empujar a Rusia a una guerra contra
Alemania a fin de consolidar el control británico de los mercados mun­
diales. En contra de esta postura, los liberales pro franceses y pro bri­
tánicos del Partido Constitucional Demócrata (Cadet) pedían la trans­
formación de la Triple Entente en una Triple Alianza que permitiera a
Rusia mostrar su poder en la región de los Balcanes y detener el declive
de su condición de gran potencia. 50 Este era uno de los problemas fun­
damentales que afrontaban todos los ejecutivos de la política exterior

1
(y todos aquellos que tratan de comprenderlos hoy día): objetivamen­
te, el imperativo que presionaba al gobierno desde el exterior no era el
,
«interés nacional», sino la proyección de los intereses concretos de la
propia élite política.''

¿ QUIÉN GOBERNABA EN PARÍS ?

En Frandª exi�t1ª_\ll1ª Qillª-mif'!�istinta Eero _�l11ilar _en 1Ítle�s_.!>!'nera­


_
les. En mucha mayor medi_cla que en Rusia, el MJgÍste_rio .:!�Asuntos
Ext��ic>r",:s, � el Ql,lai.<:\:.QI§.il.l' como se le conocía por su 1,1J)is;ación,
disfrutaba .c!e_\lii_llQQIT Y-!ll18,ª}ltQf10IJ1Ía_formid_'l�les. J':E,¡_u.,J1_a_organi­ Joseph Caillaux (Hulton Archive/Getty lmages)
,;-ciÓIYc.;; hesiva-desde.un punto. di.Yis!ª-.�()ciaTy relativam�nte estable
con un elevado sentido de S>t prgpi_a_YQSafiQil, ll!la!!lJ>icla red de co­
nexioues Jmniliªres refor�aba �l ?spírifu q�_c':terQ.q__gel miJligerio: los ré fue informado de los detalles de la Alianza franco-rusa solo
cuan­
h�;man-;s Jules y Paul Cambon eran los embajadores en Berlín y Lon­ do se _ �<?_?V:��E!? en_ _I?_rirner rnin¡_�_tl·�-Y��-:¡4i_!�-t�-g__4�--.A��pt_q�o xteriores
dres respectivamente, el embajador en San Petersburgo en I9I4, Mau­ en -f9I2.51
. E
-
rice Paléologue, era cuñado de Jules y Paul, y existían otras dinastías, -Pero la relativa independencia del ministerio no confería
necesa­
los Herbette, los De Margerie, y los De Courcel, por nombrar solo unas riamente poa·er"-y-aútonot?í� al ri-l_lnís"tt�o-:-LQ§_ ;.;;i·�-i-�-t�-z;�- de EXteri
�-�es
cuantas. El Ministerio de Asuntos Exteriores protegía su independen­ fraric-e�essoHan ser flQjgs, de hecho más�flojos que su propio person
al
cia mediante hábitos de secreto. La información confidencial solo se d�L_l!li.��� terio. Una de las razones era que los ministros se ret10Vaban
- -
ofrecía a los ministros del gabinete en contadas ocasiones. No era con relativa rapidez como consecuencia de los altos niveles de
agita­
extraño que altos funcionarios ocultaran información a los políticos ción política en la Francia de preguerra. Entre el_r_dc: _ene�o de
1913
más avezados, incluso al mismo presidente de la república. En enero y el estallido_deja_ guerra, por ejemplo, no hubo
menos de seis minis­
de r89 5, por ejemplo, durante el mandato del ministro de Asuntos tros de _E_xteriores distintos. Efcargode-rn!mstro eraun a "tªpa
del
Exteriores Gabriel Hanotaux, el presidente Casimir Périer dimitió ciClo vital ae los políticos franceses 111ás transitoria y ll}_enos il1lpor
­
tras solo seis meses en el cargo en protesta porque dicho ministro no tante que en Gran Bretafia,__AJemania,)'A\lstria):Iungria. Y a
falta de
le había informado siquiera de los acontecimientos más importantes. un código de solidaridad dentro del gabinete, las energíasy la
ambi­
Los docum.e!l!Qs_.sQbr_e_polítiJ;_a eran un misterio. Raymond Poinca- CIÓn de Jos ministros Se COllsUnJJa en genera] en la lucha en;:{,n
ada
2JO Un continente dividido Las numerosas vbces de la política exterior europ
ea

entre fac;_ciones 'l\Kfonnaba parte de la vicla �c_oti¡ji:l'l'Ul<�Lgobierno


de la Tercera ]Zepública.
NatU��lmente, hubo excepciones a esta regla. Si un ministro se
mantenía en el poder bastante tiempo y poseía la dedicación y la dili­
gencia suficientes, podía sin duda imprimir su personalidad en el fun­
cionamiento del ministerio. Théophile Delcassé es un buen ejemplo,
Permaneció en el cargo la asombrosa cantidad de siete años (de junio
de r898 a junio de r90 5) y dejó afianzado su dominio no solo median­
te un trabajo incansable, sino también haciendo caso omiso de sns
burócratas permanentes en París y cultivando una red de embajado­
res y funcionarios de ideas afines en toda la organización. En Francia,
como en otros lugares de Europa, los altibajos que sufrían algunos
cargos específicos dentro del sistema producían ajustes en la distribu­
ción del poder. Con un ministro tan enérgico como Delcassé, la cuota
de poder de los altos funcionarios de la administración pública, cono­
cidos en su conjunto como la Centrale, solía reducirse al tiempo que
los embajadores, libres de las limitaciones que imponía el centro, pros­
peraban como lo hicieron Izvolsky y Hartwig durante los primeros
años de Sazonov. El largo periodo de Delcassé en el cargo contempló la
aparición de un gabinete interno de embajadores veteranos alrededor Paul Cambon
de los hermanos Cambon (Londres y Berlín) y Camille Barrere (Roma).
Los embajadores se reunían en París con regularidad para hablar de
política y presionar a los funcionarios clave. Se comunicaban con el dos de ellos dos veces. Cambon no se consideraba un subor
dinado del
ministro a través de cartas privadas, evitando a los funcionarios de la gobierno, sino un servidor de Francia cuya pericia le daba
derecho a un
Centrale. papel más importante en el proceso de elaboración de las
políticas.
Los embajadores veteranos desarrollaron un sentido muy elevado La exaltada percepción que Cambon tenía
de sí mismo venía res­
de su propia importancia, sobre todo si lo comparamos con los valores paldada por la creencia -que compartían muchos de los
embajadores
y actitudes profesionales de los embajadores actuales. Paul Cambon es veteranos- de que no solo representa ba a Francia, la
personificaba.
un ejemplo característico: en una carta de I90I señaló que toda la Aunque fue embajador en Londres desde r 89 8 hasta
192.0, Cambon
historia de la diplomacia francesa equivalía a poco más que una larga no hablaba una palabra de inglés. Cuando se reunía con Edwa
rd Grey
lista de intentos de los agentes en el extranjero para lograr algo a pesar �
(que no habla a francés), insistía en que todas las expre
siones se tradu­
de la resistencia de París. Cuando no estaba de acuerdo con las instruc­ ¡eran al frances, mcluso las palabras que eran fácile
s de reconocer
ciones oficiales que le enviaban de la capital, no era raro que las que­ como «yes» .54 Creía firmemente -como muchos Iniembros
de la élite
mara. Durante una tensa conversación con Justin de Selves, ministro francesa- que el francés era el único idioma capaz de articu
lar el pen­
de Asuntos Exteriores desde junio de I 9 r r hasta enero de r 9 r 2., Cam­ samiento racional y se opuso a la instauración de escuelas
francesas en
bon le dijo con muy poco tacto que se consideraba un igual del minis­ Gran Bretaña aduciendo que los franceses criados en ese
país suelen
tro.S:' Esta afirmación parece menos extraña si tenemos en cuenta que acabar con un retraso mental. 55 Cambon y Delcassé establ
ecieron una
entre r 898, cuando asumió la embajada en Londres, y el verano estrecha rela ión de trabajo cuyo fruto fue la Entente Cordi
� ale de 1904.
de r9r4, Cambon vio a nueve ministros ocupar y dejar el cargo, y a Cambon, mas que rungu_ n otro, fue quien sentó las bases
de la Entente'
2)2 Un continente dividido L�s 1/Uiner�sas voces de la política exterior europea
----

esforzándose desde 1901 en persuadir a sus interlocutores británicos primera idea fue Jules Cambon, hermano de Paul y embajador f . ­
cés en Berlín. Cambon tenía varias razones p ara buscar la disten: on �
para alcanzar un acuerdo sobre Marruecos, e instando al 1nismo tiem­
con Alemania. Sostenía que los alemanes tenían derecho a defender

po a Delcassé a que renunciara a las supuestas reclamaciones de Fran­ .
cia sobre Egipto. 56 los mtereses de sus empresarios e inversores en el extranjero. Tam-
Las cosas cambiaron tras la salida de Delcassé durante el apogeo de bién era de la opinión de que los responsables políticos alemanes de
la primera crisis marroquí. Sus sucesores fueron menos enérgicos y mayor rango -desde el káiser y su íntimo amigo el conde Philipp zu
autoritarios. Maurice Rouvier y Léon Bourgeois ocuparon el puesto de Eulenburg, al canciller Bernhard von Bülow, el ministro de Asun­
ministro solo durante diez y siete meses respectivamente; Stéphen· Pi­ tos Exteriores Heinrich von Tschirschky y su sucesor Wilhelm von
chon estuvo un periodo más largo, desde octubre de r 906 hasta marzo Schoen- deseaban sinceratnente mejorar s us relaciones con París.
de 19ri, pero aborrecía el duro trabajo cotidiano y a menudo se au­ Sostenía que Francia, con su política fragmentada y su apasionada
sentaba de su despacho del Quai d'Orsay. El resultado fue una influen­ prensa nacionalista, fue la principal responsable de los malentendi­
cia cada vez mayor de la Centrale.57 En I9II, dos grupos de distintas dos que surgieron entre ambas potencias vecinas. El fruto de los es­
facciones se habían unido dentro del mundo de los asuntos exteriores fuerzos de Cambon fue el Acuerdo Franco-Alemán del 9 de febrero
franceses. Por un lado estaban los antiguos embajadores y sus aliados de 1909, que excluía a Berlín de cualquier iniciativa política en Ma­
en el seno de la administración, que se inclinaban por favorecer la dis­ rruecos, al tiempo que ratificaba el valor de la colaboración franco­
tensión con Alemania y por una visión pragmática, sin límites, de las alemana en el ámbito económico. 58
relaciones exteriores francesas. Por otro estaban los «Jóvenes Turcos)>, En el otro lado del debate se encontraban los hombres de la Centra­
como les llamaba Jules Cambon, de la Centrale. le que se oponían a cualquier tipo de concesiones. Desde un segundo
Los embajadores ejercían la autoridad de la edad y la experiencia plano, los funcionarios clave como el maniático germanófobo Mauri­
adquirida durante largos años sobre el terreno. Por otro lado, los hom­ ce Herbette, jefe de comunicaciones del Quai d'Orsay desde 1907 has­
bres de la Centrale tenían ventajas institucionales y estructurales enor­ ta r 9 r r, utilizaban sus abundantes contactos en los periódicos para
mes. Podían emitir comunicados de prensa, controlaban la transmi­ sabotear las negociaciones filtrando a la prensa francesa propuestas
sión de documentos oficiales, y sobre todo tenían acceso al cabinet noir conciliatorias potencialmente polémicas antes de que las vieran los ale­
dentro de las dependencias ministeriales, un departamento pequeño manes, e incluso promoviendo campañas de prensa patrioteras contra
pero importante, responsable de abrir las cartas e interceptar y desci­ el propio Cambon. 59 Herbette fue un ejemplo excelente de funcionario
frar el tráfico diplomático. Y al igual que en Rusia, estas divisiones es­ que logró imprimir su propio punto de vista en las políticas francesas.
tructurales y antagonistas respondían a opiniones divergentes de las En un memorándum de 1908 muy parecido al famoso memorándum
relaciones externas. Las agitaciones de la lucha interna por la influen­ de Eyre Crowe para el Foreign Office británico del año anterior (ex­
cia pudieron de este modo ejercer una incidencia directa en la orienta­ cept� por el hecho de que mientras que el documento de Crowe ocupa
ción de las políticas. 25 pagmas en letras de molde, el de Herbette se extiende a lo largo de
La política francesa respecto a Marruecos es uu buen ejemplo de unas 300 caóticas páginas manuscritas), Herbette pintaba la historia
ello. Tras el enfrentamiento franco-alemán por Marruecos en 1905 y reciente de las relaciones franco-alemanas como un oscuro catálogo de
la debacle alemana en Algeciras el año siguiente, París y Berlín se es­ artimañas malignas, «insinuaciones» y amenazas. Los alemanes escri­
forzaron por llegar a un acuerdo que les hiciera olvidar el conflicto bió, eran falsos, desconfiados, desleales, arteros. Sus esfuerzos cle con­
marroquí. En el lado francés, las opiniones sobre cómo debían mane­ ciliación eran astutas estratagemas destinadas a engañar y aislar a
j arse las reclamaciones alemanas en relación con Marruecos estaban Francia; sus protestas en nmnbre de sus intereses en el extranjero eran
divididas. ¿Debería París tratar de conciliar los intereses alemanes en meras provocaciones; su política exterior una alternancia de «amena­
Marruecos, o debería actuar como si sencillamente los derechos ale­ zas y promesas». Francia, concluía, no era responsable en absoluto del
manes en el territorio no existieran? El exponente más directo de la mal estado de las relaciones entre los dos Estados, su forma de tratar a
2 34 Un continente dividido Las numerosas voces. de la política exterior europea
·-·- --
1·35

Alemania siempre había sido ünpecable, <<'conciliadora y digna»: «un solicitando ayuda de París había sido de hecho formulada por el cón­
examen imparcial de los documentos demuestra que en modo alguno sul francés y se la pasaron para la firma después de que París ya hu­
_
podía responsabilizarse a Francia y sus gobiernos de esta s1tuaoon>> . biera decidido intervenir.'' Más adelante volveremos a la crisis en
Al igual que el memorándum de Crowe del año anterior, el de Herbet­ Agadir que siguió a estas medidas; de momento, la cuestión decisiva
te se centraba en atribuir motivos y «sÍntomas» censurables y no en es que no fue el gobierno francés como tal el que concibió la política
mencionar transgresiones concretas.60 No existen indicios de� que I-Ier­ a seguir en •Marruecos, sino los halcones del Quai d'Ors ay, cuya in­
bette cambiara alguna vez sus opiniones sobre Alemania. El y otros fluencia en la política no tuvo rival en la primavera y comienzos del
funcionarios intransigentes de la Centrale constituían un obstáculo verano de I 9 I I . 63 Aquí, como en Rusia, el vaivén del poder de una
formidable para la distensión con Berlín. parte del ejecutivo a otra produjo cambios rápidos en el tono y la
Con la caída del gobierno a comienzos de marzo de 1 9 1 1 Y de Pi­ dirección de las políticas.
chon con él, la influencia de la Centra le alcanzó un nivel sin preceden­
tes. El sucesor de Pichon como ministro de Asuntos Exteriores fue Jean
Cruppi, un antiguo magistrado concienzudo pero carente por comple­ ¿ QUIÉN GOBERNABA EN BERLÍN?
to de experiencia cuya cualificación principal para ocupar dicha carte­
ra era que muchas personas más adecuadas para el puesto ya lo habían En Alemania, la interacción entre los centros de poder dentro
del
rechazado, señal de la poca estima en la que se tenían los cargos de sistema-�"�er111�naba taillb:;é'ñ 1a-p-olítica e�teno1". Pero e�islían algu­
ministro. Durante el corto periodo de Cruppi en el ministerio -tomó nas cfili:I�!l�!-��·--�-�-!ructurale_��:�-�ª=-l!i�_ii�� ������ - ��� g��2--�-�J.a
- -- - com­
posesión el 2 de marzo de I 9 I I y salió el 27 de junio- la Centrale pleja_est[\lC(ura federal creada para alojar al Imperi o Alemán funda­
tomó el control efectivo de la política. Presionado por el director poh­ _
do e�:i ff]I; ercarp,o de c�nciller illlperial absorbÍaen gran parte
la
tico y comercial del Quai d'Orsay, Cruppi aceptó dar por finalizados fUJ1.<0I()11 d..,_ IJ1l11Istro ae }\sunros ·Extenófes� ESté puesto fiu1dam
__

. ental
todos los vínculos económicos con Alemania en Marruecos, un recha­ era de hecho unacon115inái::ióhce fi fa qué·aistintos cargos se unían en
zo inequívoco del acuerdo de r 909. A esto siguió una serie de iniciati­ una misma persona. El canciller del Imperio Alemán era normalmen­
vas unilaterales; las negociaciones para la gestión conjunta franco-ale­ te ministro-presidente y ministl"o de Asuntos Exteriores de Prusia
el
mana de un ferrocarril de Fez a Tánger se rompieron sin previo aviso y Estado feder�f ªcnnina�te; c\lyo ter�ít<JEio c:.o 111prell�ía afiededo '
r de
se redactó un nuevo acuerdo financiero con Marruecos en el que no se las tre�.'l\1If1tas partes de l()s ciudil�anos.y el suelo del nu_eyg imperi
o.
hacía ningún tipo de mención a la participación alemana. Cambon No había un ministro imperial de Asuntos Exteriores, solo un
secre­
estaba horrorizado: advirtió que los franceses estaban manejando sus tario de Estado imperial, que dependía directamente del cancill
er.
relaciones con Alemania con un «esprit de chicane *» .61 Y la estrecha vinculación del canciller en la elaboración
de la política
Por último, en la primavera de I 9 I I , París decide, sin consultar a exteri()r _s¡e_Ill;}ni!estiilia-físicaiiiente -en eTliecn-ó Cle quFsus a
parta­
otros países interesados, desplegar una fuerza considerable de tropas mentas privados se encontraban en el pequéño·y-abarrofado
palacio
metropolitanas francesas en la ciudad marroquí de Fez con el pretex­ sito en la Wilhelmstrasse 76, que también albergaba el Minist
erio de
to de reprimir una revuelta y proteger a los colonos franceses, y al Asuntos Exteriores alemán.
hacerlo rompe por completo tanto con el Acta de Algeciras como con Este fue el sistema que permitió a Otto von Bismarck dominar
la
el Acuerdo Franco-Alemán de 1909. La afirmación de que este des­ única estructura cónstítudonal que contribuyó a crear de�pué
s de las
pliegue era necesario para proteger a la comunidad europea en Fez Guerras de Unificación alemanas)'gesfíofiar sin afuda-ae nadie
sus
era falsa· la rebelión se había producido en el interior de Marruecos asuntos exterio_¡:es: [á salida de-Bisrnarcka comienzos (l,;Ja primav


y el peli ro para los europeos era remoto. El llamamiento del sultán ra de r89o dejó un vacío de· poaer qui,.fiadie-piido-llenaf." Leo
van
Capri_v�, _primef canCiller de · ¡a erá pcisbismarckiana y mill.íst
_
·

ro de
* En francés en el original. En español sería «espíritu de enredar>>. (N. de los T.) Asuntos Exteriores de Prusia, no tenía exp
�� �-� �5_a�� esta clase de
_ - - i -
2::3"_
:7
_ La, � �����Jerosas voces de la pol/tic eax te , ·io eu o ea
_ _
Un continente dividido _ r , - .:_
p
_____
__ ________ _

asuntos. La decisión de Caprivi de no renovar el Tratado Rease


de gu­ ( Eulenburg y Holstein fueron los que encaminaron al diplomático
ro fue imptilsa<ia_eu.rejilidad por una f�cción del Minist� rio Asun
de ­ 1 de carrera Hernhard von Bülow hacia la cancillería. Siendo todavía
tos Exteriores alemán que durante algun l!empo se habta opues en
to [_secretano 1mpenal para Asuntos Exteriores dnrante el mandato del
n ,ncabe­ ca �ciller Hohenlohe ( 1897-I9oo ), Bülow pudo, con ayuda de sus
secrettra la línea marcada por Bismarck. Dicha facció estaJ:¡a __

ein, direct or del depar tamen to políti co de amtgos, obtener el control de la política alemana. Su posición se hizo
zada por friedrich von Holst
sumam ente lntehg ente, muy elocue nte, aún más fuerte despnés de _r9oo cuando el káiser, signiendo el conse­
ese ministerio, un individuo
taba admir ación pero poco afecto en jo de Eulenburg, le nombró para la cancillería. Más que cualquier
malicioso y solitario, que desper
dificu ltades para ganar se al nuevo canctller antes qne él,Jlul()''L despregó todas las artes del cortesano
sus compañeros, y que no tuvo
de o­ experimentado para ganarsé la confianza de Guillermo. A pesar de
canciller. Al igual que en Francia, la debilidad del ministro Exteri
e a que quiene s teníap la iniciati va las nvahdades mternas y las sospech;1s,_la troika Bülow-Holstein­
res (o en este caso, l canciller) suporií
Eulenburg malll: \1\'() durante un tiempo un �",nt;ol estricto sobre la
eran los fun.<:iouarios permanentes _cl.e la \lQ'ilhetm_strasseLeJ eqmvalente
. O!l el_ sucesor de elabora�IO_n_de la� J;'()]ít_ic��-- � El: sisiema-tuncionó bien si�t11pre que
en Berlín- de la C�ntra le. Esta situación contin\lQ_ L
lohe-S chillin gsfürst, que se curnphexantres condtciones: (t) que _lgs_so¡;ios estuyiera_n�e..acuer­
Caprivi, el prínCipe Chlodwig V()fl_ }l_ohen
r899. Era Holste m qmen d� sobr.e. s11";- o�jetivos fi11ale_s,_(ii)__c¡\le �us políticas tu,;-i¡rall �)Citº, y
ocupo la cancillería durante los·anosr894- ,
ios y_fi i.,d i ados de (m) qu.exLk'!!_ser _Q�r_fl1aneciera inactivo.
determinaba la política exterior alemañaá princip
erial paraA sun­ Durante la_ crisis_�e'ÍVla��-;;-ecos de r90 s-r9o6, estas tres condicio­
la década de I 890, no el canciller ni el secretario.imp
ne� previa�_faJlaroi1. En pl'imeiTugáí:, Holsteín-ylhllow no estaban de
tos Extéí:iores:
acuerdo sobre las intenciones alemanas en Marruecos (Bülow quería
Ho1Sfein.podía hacerlo en parte porc¡ue mantenía excelentes rela­
de una compensación; Holstein tenía la esperanza poco realista de echar
ciQU_¿Ú:intQ c_on_ \Qs _políticQs re�po_nsª-I:Jks c01]10 cou d círculo
_

as�sores del káiser Guillermo II. 65 Fueron los aii()S <:ll_ los que Guiller­ por tierra la Entente anglo-francesa). Luego, en la Conferencia de Alge­
Bis­ ctras de 1906, cuando la delegación alemana se vio aislada y desborda­
mo mallTObfada ffi-�IS-.lCtiVaffiefite� cfecldido--a ser «su propio
da por Francia, se hizo evidente qne la política sobre Marruecos se
marck» y a establecer su propia «norma personal» sobre el engorro­
había llevado desastrosamente mal. Una consecuencia de este fiasco
so sistema alemán. Fracasó en su objetivo, pero paradójicamente sus
ocurrencias concentraron el poder ejecutivo, ya que los políticos y los
fue que el káiser, que siempre se había mostrado escéptico acerca de
la gestión diplomática en el país magrebí, se desvinculó de su canciller
funcionarios más veteranos se unieron para mantener a raya las ame-
y resurgió corno una amenaza para el proceso de elaboración de la
. nazas del soberano a la integridad del proceso de toma de decisiones.
urg, amigo íntimo política exterior alemana.69
)-!'riedrich von Holstein, el conde Philipp zu Eulenb cancill er Hohenlohe Fue lo contrario de lo que sncedió más o menos al mismo tiempo en
)• del káiser y asesor influyente, e incluso el inútil
káiser» .66 Lo hacían sobre todo Rusta, en donde la debacle de la política del zar en Asia Oriental debi­
1 se hicieron expertos en «Controlar al
litó la posición del soberano y preparó el terreno para afirmar la res­
ll-no tomándole demasiado en serio. En una carta de febrero de r 897 a
ponsabilidad del gabinete. En Alemania, en cambio, el fracaso de los
Eulenburg, Holstein comentó que este era el «tercer programa polí­
altos funcionarios restableció temporalmente la libertad de movimien­
tico» del soberano que había visto en tres meses. Eulenburg le dqo
tos del káiser. En enero de 1906, cuando el cargo de secretario de Asun­
que se lo tomara con calma: los proyectos del káiser no eran «pro­
tos Exteriores quedó repentinamente vacante (porqne su titular había
grama s», le aseguró a Holstein, sino «anotaClones capnchosas �1
muerto por exceso de trabajo), Guillermo II impuso un sustituto de su
margen» de escasa importancia para la ejecución política. Al canCI­
elección desoyendo el consejo de Bülow. Muchos entendieron que se
ller también le era indiferente. «Al parecer Su Majestad está reco­
hubtera nombrado a Heinrich von Tschirschky, colaborador estrecho
mendando otro programa nuevo», escribió Hohenlohe, «pero no me
del káiser a quien acompañaba a menudo en sus viajes, para reemplazar
lo tomo tan a la tremenda; he visto ir y venir demasiados progra­
la política de Bülow-Holstein por una más conciliadora. A comienzos
mas.»67
Un continente dividido J._a,_n�ul!erosas voces de la po/ítica exto 'io, eu ropea
_______ ____ ___ 23 _9

de 1907 se habló de una pugna entre el "bando de Bülow» y el «CÍrcu­


lo de Tschirschky» .
Durante los últimos años de su cancillería, que duró hasta 1909,
Bülow se esforzó denodadamente para recuperar su antigua suprema­
cía. Al igual que había hecho Bismarck en la década de 188o, intentó
crear un nuevo bloque parlamentario que se definiera por la lealtad a
su persona, con la esperanza de hacerse políticamente indispensable
para el káiser. Ayudó a urdir el escándalo demoledor del «Asunto del ·

Daily Telegraph» (noviembre de 1908): en una entrevista publicada en


el periódico inglés, Guillermo hizo unos comentarios ingenuos que
provocaron una ola de protestas en una población alemana cansada de
las indiscreciones públicas del káiser. Bülow, incluso, había participa­
do indirectamente en la serie de campañas de prensa de 1907-1908 que
revelaron la presencia de homosexuales dentro del círculo íntimo
del káiser, entre los que figuraba Eulenburg, antiguo amigo y aliado del
canciller y ahora vilipendiado por Bülow, que probablemente era él
mismo homosexual, como posible rival por el favor del káiser.'0 A pe­
sar de estas maniobras desmesuradas, Bülow nunca recuperó su ante­
rior influencia sobre la política exterior.'' El nombramiento de Theo­
bald von Bethmann Hollvveg para la cancillería el I4 de julio.g'-..!299 Sir Edward Grey
trajo l!lla ciertª ega!Jifida�. Puede que Bethmann careciera de-expe­
riencla en asuntos exteiiOrú,-pero era una figura extraordinaria, seria
y moderada que enseguida afumó su autoridad sobre los ministros y tro de su propio rrril1isterio. La continuidad de Grey en e! cargo le asegu­
los secretarios imperiales.'' A eso contribuyó que después de la con­ raba una irrfluenci;>_rnas$ígem¡j_tkª s0breJilp.DJítica de h q�ozaron la
moción y la humillación de los escándalos del Daily Telegraph y Eulen­ mayoría_d"_S\JS colegas franceses. Mientras que Edward Grey mantuvo
burg, el káiser se sentía menos inclinado que en años anteriores a desa­ el controLd<eiJ'oreign Qffice durante los anos éolii.preriaíclcis entre di­
fiar en público la autoridad de sus ministros. ciembre de 1905 y diciembre de 1916, Francia éonternpló en ese mismo
periodo el ir y venir de I s nrinistros de Asm1tosExierioies. Además la
llegada de Grey al FÓreign Office consolidó la irilltú;ncia d� U;la re.:t' de
LA AGITADA SUPREMACÍA DE SIR EDWARD GREY alto� functóháfiO_�---q�-e �n térn1inos _ g_ep.��ales _ cgrpp-�i·tí�-ri -_���8.-
l?!!Dtos
de VIsta sobre la )Jolítica �xterior brit�nica (;rey fue sin d111a lguna el
: �
Gran Bretaña presenta un panorama bastante distinto. A diferencia rrumstro de Extenores ma�_¡mderoso de1a Europa de pregute!:ra.
_
Cotno la mayoría de sus predecesores del siglo xrx, Sir Edward
de Stolypin y Kokovtsov o sus colegas alemanes Bülow y Bethmann
Hollweg, el ministro de Asuntos Exteriores británico, Sir Edward Grey, Grey nació en lo más granado de la sociedad británica. Era descen­
no tenía motivos para temer intervenciones indeseadas del soberano. diente de un distinguido linaje de dirigentes liberales; un primo de su
Jorge V era muy feliz dejándose dirigir por su ministro de Exteriores en abuelo fue el conde de Grey, el de la ley de la Reforma de I 8 3 2 y epó­
as�t¿s iiliernaéio!lales. ·y Grey también disfrutabadel ilJoyo sin límites
; mmo del popular té aromatizado'·. De todos los políticos que salieron
de su prÚÍl.!'Úmi!istrQ: Iiexb6.liA�qu!rh. Tai!lro�o ie!líaq\1¡; lidiar, como
hacía su colega francés, con funcionari?s ex<:;,���y_a���!�2od.�9sos den- * Se refiere a la variedad ��!§__g_���g_r_:_y aromatizado a la bergamota. (N. de los T.)
-
240 Un continente dividido Las numerosas voces de la jJo/ítica exterior europ
-�----·-�---- ea

a la escena europea antes de I 914, Grey es uno de los más desconcer­ para aprender fra�cés».7� A los c mpañeros de Grey les costa
? ba apre­
tantes. Su estilo distante y altanero no caía bien en las filas del Partido ctar una mot1vacmn pohttca en el; les parecía «desprovisto
de ambi­
/ Liberal. Durante mucho tiempo fue diputado liberal, y sin embargo ción personal, distante e inaccesible» ,75
r creía que la política exterior era demasiado importante para ser some­ Y sin embargo, Grey desarrolló un ansia inten
sa de poder y una
tida a las agitaciones del debate parlamentano. Era un mm:stro de disposición a utilizar métodos conspiratorios para conse
guirlo y afe­
Exteriores que sabía muy poco del mundo fuera de Gran Bretana, nun­ rrarse a él. Su ascenso al puesto de ministro de Exteriores fue
el fruto de
ca mostró interés en viajar, no hablaba idiomas y se sentía incómodo una cuidadosa planificación con sus amigos de confianza y
compañe­
en compañía de extranjeros. Era un político liberal cuy� visión de la ros 1mpenahstas liberales, Herbert Asquith y R. B. Haldane.
En el «Re­
política era contraria a la de la mayoría de los hberales y sumlar a la de gulas Compact», una trama urdida en el pabellón de pesca de Grey
en
gran parte de los conservadores. Se convirtió ?n el miembro más pode­ la aldea escocesa del mismo uombre, los tres hombres acordaron
apar­
roso de la facción conocida como «los unpenalistas_hberales», s1 b1en tar al dmgente hberal Sir Henry Campbell-Bannerman e insta
larse en
parece haberse preocupado pocoporerlffiperio Británico, pues sus los puestos de gobierno clave. El secretismo y uua prefe
rencia por la
opiniones sobre política exterior y segundad nacwnal se centraban actlVldad discreta y en segundo plano siguió siendo
el sello distintivo
estrictamente en el continente europeo. de su estilo como ministro. Su actitud
de retraimiento propia de uu
Existía una curiosa discrepancia entre la imagen de Grey -tanto caballero contradecía una capacidad intuitiva para
los métodos y tác­
privada como pública- y su modus operandi en política. De joven ape­ ticas de la confrontación política.
nas dio muestras de curiosidad intelectual, ambición política o empuje. Grey no tardó en obtener el control indiscutible sobre
el proceso de
Desperdició sus años en el Balliol College de Oxford, donde pasó gran elaboración de la política exterior británica, consiguien
do que se cen­
parte de su tiempo convirtiéndose en campeón del equipo Varsity de trara prinCipalmente en la «amenaza alemana)). Naturalm
ente, consi­
tenis antes de graduarse con un aprobado en Jurisprudencia, una ma­ derar esta reorientación únicamente en función del
poder de Edward
teria que tenía fama de ser fácil. Su primer puesto político (no remune­ Grey sería ir demasiado lejos. Grey no era el que mane
jaba los hilos· él
rado) lo consiguió por conexiones de la familia liberal. De adulto, no manipulaba �i controlaba a los hombres de la nuev
a política -Ber­
Grey siempre cultivó la imagen de un hombre para quien la política era tle, Hardmge, N1colson, Mallet, Tyrrell, etc.- sino que traba
jaban a su
un deber tedioso y no una vocación. Cuando se disolvió el parlamento lado como los rmembros de una coalición informal impu
lsada por sen­
en r895 después de que los liberales perdieran una votación muy im­ timientos compartidos. De hecho, Grey dependía basta
nte de algunos
portante, Grey, que a la sazón era diputado y subsecretario de Estado de sus colaboradores; por ejemplo, muchas de sus decis
iones y memo­
parlamentario para Asuntos Exteriores, declaró que no lo lamentaba. rándums se inspiraron en los informes de Hardinge.
76 La supremacía
«Nunca más ocuparé un cargo y es probable que mis días de estancia del grupo de Grey se vio disminuida por las últimas
reformas estructu­
eu la Cámara de los Comunes estén contados. Estamos los dos [él y su rales en el Foreign Office, cuyo objetivo no fue refor
zar la autoridad
esposa Dorothy] muy aliviados.» 73 Grey era un apasionado de la natu­ del ministro, sino repartir más la influencia a toda
una serie de altos
raleza aficionado a la ornitología y pescador. A comienzos de siglo ya funcionarios.77 No obstante, la energía y la vigilancia
con la que Grey
era m�y conocido por ser autor de un célebre ensayo, con razón, sobre mantenía su supremacía eran impresionantes. A ello
. contribuyó, desde
la pesca con mosca. Incluso siendo ministro de Asuntos Extenores luego, que gozaba del apoyo firme de su antiguo comp
añero de cons­
a menudo abandonaba el despacho a la primera ocasión para salir a piración Herbert Asquith, primer ministro desde r9o8
hasta 1 9 1 6. El
pasear al campo y no le gustaba que le reclamaran desde Londres si no respaldo de una gran parte del bloque conservador de
la Cámara de los
era absolutamente necesario. Algunos de los que trabajaban con Grey, Comunes fue otra baza importante, y Grey demostró
su habilidad para
como el diplomático Cecil Spring-Rice, pensaban que las excursio­ mantener su encanto ante todos los partidos.
nes campestres se le estaban yendo de las manos y que sería aconseja­ Pero la plenitud del poder y la visión coherente de
Grey no prote­
ble que el ministro « ahorrara algo del tiempo que dedica a sus patos gían del todo la política exterior de las agitaciones
características de
2 42

Un continente
--------------
dividido
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_____" ____ ------ Las numerosas voces de la /JOlítica exterior europea
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- "-""-- - ----__
24 3

l os gobiernos europeos . La postura antiiliefi1;lna q\le adol'tó el grupo micas partidistas» .80 Dicho de otro _rilüdo, Grey llevaba a cabo
de Grey no gozó de gran ap oyo fuera del Foretgn Office . Nt s tqmera la políticadedgiJle vía. En público neg al;,a_reiterada:m:elJ.t e gy¿-Gl:an Bun�e­a
respaldóJa. ma)mría d el gabinete británic o. El g obi erno li�er al, y el t añ a t uviera oblig ación algun a de acudir ert ªYl1_d a de Francia. Londres
movimiento liberal en gener al, estaban divididos por l a tensión entre s eguí a tenie_n do l as manos a�>e>l!1Jªmente libre� �-�-�s_<:olgir'J;
l' J1ostiles
l os el�mentos imperialist as liberales y l os r adicales . Muchos deJos r a­ le presionab an, siempre podía decir que l os escen arios de movilización
di¿ales mis destac ados, y entre ellos algunas de las figuras m�sJespe­ inter :elacionados del ejército ���r�f, !Ilás {¡íte !llane; cle co�tilJ.ge11cia .
tables del partido, deplor;lban l a p olítica de ªlineación con Rl].sia del Medtante estas c omplejas m amobr as, Grey pudo tr ansmitir una nota­
ministro de Asuntos Exteriores. Acusab an a Grey y a s us c ol al;>0rado­ ble coherencia interna a l a gestión de l a polític a exterior británic a.
res de adol't ar UJ1a p ostt1Ia hacia Alemania que era innece"sariamente Con to�o, result� fácil v"r c<JII18(0�ta sitl1aci<Sn -impulsada por l
os
provocadora. Dudaban de si l as ventajas de apaciguar a Rusi� supera­ c ambws en el eqmhbno de poder entre l as facciones existentes en el
l;>¡¡g)0s posibles beneficios de una amistad con el Imperio Al emJÍn. Les seno del g obierno y l a élite polític a de Gran Bretaña- dio lugar a con­
preocup ab a que l acreación de unaTriple Entente pudiera empujar a fusi§ll· P ar a aquel los interlocut ores fr anceses que tr atabaii"d!Tecta­
AlematÜa a ad0ptar U1la p ostura cada vez más agresiv a )' presioraron mente c on el rninistro de Asun tos Exteriores y s us colafíoradores
esta­
a favor d_e l1na distensión c on Berlín. Otro problema era el cariz de l a ba dar oque «Sir Grep, como le ll am al}an algurios éledlos , sep-;;'ndría
opinió !l: pÓ.bÍicabritánip, sobre todoen el seno de l a élite cultural y delJaclo de Franc ia��-!l,E�sg de guerra, a pesar de que oficü1
ilJ.:t��te se
política, l a cu al, a p -:s ar de l as esporádicas «guerras de prensa�_ angla­ itwi§!!�_e tl el carác ter n o vinculante de la Entente . Pero
a l os alem�nes
aleman as se fue inclinando hacia un t alante m ás pr oalemán d urante q�� -�() es�aban af t�rl_t-? -dd estas_ convers�ciones-; IeS--p:i
l os óitim�s años anteriores al estallido de la guerra.'' ECmtagonismo
fé-Cía_-�;rno s i
(Jran �retaña pudiera quec[arse á1 margen de'la cc)a1íci ón
corítínental
h acia Ale l11ania convivió en todas l as élites británicas son una admi­ so_IJ�e t odo si l a Alianza fr anc o-rusa tomaba l a illiciativa contra Ál�il
r acióll.profun da por l 0s logros culturales, económicos y científicos del nia, Y�r!Qj._l_,L�y�S. -- -----" -�o-�.--
l'a:
p aí�.79

(ÍA C RI S I S DE A (;A D I R ])]O_ l�l�; (Y;;,;, �:��


Grey abordó estos desafíos blindando el proceso de elab ()pción de
sus políticas al escrutinio de ojos poco amistosos. Muchas -y¡:ces, l os
document os que sal ían de su despach o estaban m arc ados con un «Res­ ,?'}"'! f
..
'lf" "' "
tringida su circulación»; un a anotación tí pica de su secretario ,priv ado La fluc tu ación del poder en l os distintos puntos de l as �struct dr
as de
rezaba «Sir E . Grey cree que estos e jemplares s on suficientes» . Las toma de decisiones incrementaba l a complejidad y l a imprevisibil
idad
consultas sobre decisi ones políticas im portantes -en particular l as c on­ de l as inter acciones en el sistem a internacional e uropeo, s obre todo
en
cernientes al compr omiso cada vez m ayor con Fr ancia- est aban limita­ aquell os m omen tos de crisis política en l os que dos o m ás g obiern
os
das a contactos de c onfianz a dentro de la administración. Por ejempl o, interaccion ab an 1nutuamente en un clima de tensión y amena
za cre­
no se in formó al g abinete de l as conversaciones entre Fr ancia y Gran cientes . P odem os observar este e fecto con especi al clarid ad
en l a pe­
Bretaña de diciembre de I905y mayo de I90 6, en l as que l os represen­ lea 9ll'C<:J:lfr_entó a_¡\leii1:mia y Fr ancia por M arruecos en el veran
o
t antes militares de ambos países acordaron en principi o qué forma de I9I I . C om ohem os visto, el Acuerdo franco-aleman sobre
Marrue­
adoptarí a una intervención milit ar brit ánic a en apoy o de Francia en cos Oe I909 se rompi Ó t:fas una serie de medidas emprendida
s-por el
caso de guerr a. Este modo de pr oceder convenía a la forma elitist a de Quai d'Orsay, l o que culminó c on el envío . al Sul tanato "de ;:.n
gr an
Grey de entender l a política y su idea declarada de la Entente, según l a ejército france�en abril de I9II. El 5 de junio de ese mismo áno
alarma­
c ual debía cultivarse «con un espíritu de lealtad y generosidad », l o que do ante l a_pgsij:liJi�.a� de que Francia tom ara el poder en M ar ;
uecos de
g arantizab a que cual quier obst ác ulo que s urgiera «fortalecer Ía» el manera unilateral, d g obiern() espafíolgeS:plegÓ iuúii.>il:áüa?'ir
ocu­
«Acuerdo» antes que debilitarlo, y que la evolución gradual h aci a un par Larache_y](s;¡r:el -I(ebir en el norte y el n or oeste de M arruec
os . La
compromiso c ada vez m ayor debería protegerse siempre de l as «palé- intervención ahnan a y a era inevitable, y l a cañ oner a Panth;r,
una em-
244 Un continente dividido Las numerosas voces de la política exterior eumfJea 24 .5
----- --- -
-----··-- ··-

barcación común y corriente que tenía que haber sid() d"1�azada dos de su ministerio para, que-enviara cruceros franceses a Agadir, una deci­
años ántes -ancló fierite a la costa -de Marruecos el r de ¡ulio de I9II. sión que podría haber desatado una grave escalada del conflicto. Des­
Hay al o muy extraño _eii ja crisis de AgadiE. S� �udiz� II_asta un
� pués de que Caillaux vetara esta opción, los halcones empezaron a orga­
p_un(() eQ qu�Q_a�eci§ illi!li!lente una gu¡:rra en r:uro¡:>a ()C(;I.<ielll:.al, y sm nizarse contra él y Jules Cambon. Se utilizaron comunicados de prensa
embargo las posturas que presei1taron. las_JJarte�n_c;gnfhqQJlo_eran para desacreditar a los paladines de la conciliación. Caillaux se exasperó
ero.
irreconciliables y sirvier()n de base para lo�a n m ac11e.':��() durad de tal manera ante los intentos de Maurice Herbette de sabotear su polí­
reside en pa te en la mtran­ tica que le mandó llamar a su despacho y le dijo, adaptando sus gestos a
¿Por qué seproduf; esa escalada? La razón �
o
sigencia del Quai d'Orsay. Fue la Centrale la que tomo y mantuv . la sus palabras: «Te partiré como a este lápiz)) . 82 Finalmente, Caillaux
postur a de los funcw nanos pudo alcanzar un acuerdo con Alen1ania, pero solo a través de conversa­
iniciativa en la primera fase de la cns1s. La
ro de As�n­
permanentes se vio fortalecida por el hecho de que el minist ciones confidenciales y extraoficiales con Berlín (por medio de la emba­
7 de ¡uruo, unos dms jada alemana en París, de Jules Cambon y de la mediación de un empre­
tos Exteriores Jean Crupp1 de¡ ara el cargo el 2

antes de que la Panther arribara frente a la costa de Agadir . Su sucesor, sario llamado Pondere) que lograron burlar al ministro y sus
Justin de Selves -candidato por omisión como Crupp i- cayó e �seguida funcionarios. 83 El resultado fue que para primeros de agosto Caillaux
gabme te) en
bajo el yugo de Maurice Herbette, chef du cabmet (¡efe de había aceptado en secreto un acuerdo de indemnización con Berlin al
de comum ca­
el Ministerio francés de Asuntos Exteriores. Como ¡efe que su ministro de Asuntos Exteriores, Justin de Selves, seguía oponién­
ciones entre 1907 y 19rr, Herbette había tejido una extens a red de dose categóricarnente.84
contactos en periódicos y durante la crisis de Agadir trabajó con ahín­ Esta diplomacia clandestina ayudó al primer ministro a evitar a los
co para desacreditar la mera idea de establecer conversaciones con halcones germanófobos del Ministerio de Exteriores francés, pero ello
Alemania. Hasta finales de julio de 19rr, el embajador francés en Ber­ conllevó otros riesgos. Durante la primera semana de agosto de I9II,
lín no recibió instrucciones de comenzar las conversaciones sobre una breve interrupción de las comunicaciones condujo a una escala­
o
cómo se compensaría a Alemania por la consolidación del domini da del todo innecesaria que incluyó amenazas de envío de barcos de
exclusivo de Francia en Marru ecos, y ello fue en parte consecu enCla de guerra franceses e ingleses a Agadir, aunque de hecho Caillaux y su
la intransigencia de Herbette y otros funcionarios permanentes pode- homólogo alemán estaban dispuestos a transigir en ese punto. 85 Cai­
rosos. llaux culpó a su mediador Pondere del malentendido, pero no habría
Esta medida conciliadora solo fue posible porque el embajador Jules habido necesidad de un intermediario como Pondere o de un acuerdo
Cambon apeló, desde su destino en Berlín y sorteando a su ministro de clandestino de Caillaux si no hubiera sido por el hecho de que los fun­
Exteriores, al enérgico y abierto primer ministro Joseph Caillaux, que cionarios estaban conspirando para expulsarlo del cargo y echar por
había tomado posesión el 27 de junio, justo antes de que estallara la tierra las negociaciones favorables a un entendimiento con Alemania.
crisis. Hijo de un ministro de Finanzas, el célebre Eugene Caillaux que Inevitablemente, esto también significó que Caillaux se vio a veces
pagó la indemnización francesa a Alemania con tanta rapidez después obligado a retroceder en sus compromisos, ya que sus colegas del minis­
de r87o, Joseph Caillaux era un economista liberal y renovador fiscal terio se negaban a aceptar las garantías que había dado a Berlín. Y estas
que miraba los asuntos exteriores con los ojos pragmáticos de un empre­ complejas maniobras aumentaron la incertidumbre en Berlín acerca de
sario. No veía ninguna razón por la cual los mtereses comerClales de cómo deberían interpretarse los movimientos franceses: era cuestión
Alemania en Marruecos no deberían tratarse en las mismas condiciones de comparar las tendencias contradictorias entre sí, como hizo un jo­
que los de otras naciones y criticaba el estilo mercantilista de la estrate­ ven diplomático alemán cuando informó de que «a pesar del griterío
gia económica que se había convertido en el sello del unpenahsmo euro­ de la prensa y el chovinismo del ejército», la política de Caillaux pre­
peo. 8' El gabinete estaba dividido entre Caillaux, que defendía una polí­ valecería con toda probabilidad. 86
tica conciliadora en Marruecos, y Justin de Selves, que actuaba como En cuanto a la política alemana durante la crisis, no la formuló el
portavoz de los halcones del Quai d'Orsay. De Selves recibía presiones canciller Bethmann Hollweg, ni desde luego el káiser, que en absoluto
Un continente dividido Las numerosas .voces de la política
exter;or europea
24 7

estaba interesado en Marruecos, sino el activo secr�ta�jo_ �e�����do riódicos uJy_?��-�i_??: Ii�_�a� 9 u� lam ban «
�- _ _: � ¡_Marr_ue_�-?�- ()Ccidental para
imperial para Asuntos Exteriores, Alfred vo� �iderlen-Wiichter, - - de Alemam. � ! " cia ban p bul o l s ),_
a lc_on"_ s
- � � de París: 'fambién ¡)re()cupa­
origen suabo. Kiderlen había particrpado·en laTedacc!On ae:l Acuerdo bal!_al kaisei; que cntico tan�duramente Ta
política del secre-tario de
Franco-Alemán sobre Marruecos de febrero de 1909 y era natural que Astmtos �xteno�es que el :z de julio Kid
erlen presentó su dillJisión;
j-ugara un papel destacado en la formulación de la respuest� de Alema­ solo mediante la mtervencw _ n del can
ciller Bethmaun se pudi._;ron sal-
nia al despliegue de tropas francesas. A la manera caractenstrca �e los v��p()líticas y mantener a_J(LdCEJergn_sll · - --

cargo.''
tramos altos del ejecutivo alemán, el secretano de Extenores tomo per­ El 4 de noviembre_de !9I I LLl!l trat
_¡ldo
sonalmente el control del hilo de la política en Marru�cos, gestwnando _ fran cncalemán_definió por
�!?.� -��.��!l:_l!,l:l_'?_s A�-�-� �-<:�er?o. Marruecos se_ �onvirtió en-�-� _prot
las comunicaciones con París y manteniendo al canciller a:ejado de la -':��. ����s!����-�!.�!:_all��s? }os intereSes e�to­
. mteres en conse­ - _ - empre;;a�i-aJes alemanes ob­
crisis que se estaba desarrollando. 87 Kiderlen no tema tuv:texon Mft_�.rE-JQ_��-ªl?_����ii y__��-'2
guir una porción alemana de Marruecos, pero estaba decidido a no Congo fral'; 9!fc�_4_!�.t:D!l. '! ::-N.t:Q?._�-�J?.J2.!1Jtes del
_ ces. Pero la Cj'ISis_de_}vj__a_f[uecos de 19 I I pus o de manifiesto
permitir que Francia impusiera umlateralmente un control exclusiVO la ¡-,ehgrosa Ln�()he_r¡:ll_ci;¡ c]t:_Ia_d_i¡Jl()cll,-:<:
i-ª1¡.ª-ºg,§i]o:Tr8 de iloviei;�
en el país. Tenía la esperanza de lograr el reconocumento de los dere­ bre _de I9I I, Un comité de disciplina inte
. ter rtonal en el Co go rna reunido para inv�stigar las
chos alemanes y cierta forma de compensacwn ; ? accwnes d� Maunce Herbette desveló
las complicadas maquinaciones
francés. Tenía buenas razones para creer que podna lograr este ob1e;I· de los func onanos permanentes
; en París. También el prestigio de Cai
vo sin conflicto, pues en mayo de 1911 Joseph Caillaux, a la sazon llaux sufno un grave revés. Se hablaba ­
mucho de que él y su gabinete
ministro de Finanzas, había asegurado a los diplomáticos alemanes en estaban VInculados a un tratado que par
a muchos nacionalistas france­
París que «Francia estaría dispuesta a hacer��s concest�nes :n �lguna ses había había hecho demasiadas con
cesiones a los a1..:��ne� To cual
otra parte si nosotros [los alemanes] reconoctesemos su mteres v1t�l en resuha extr_aordiiü-iiO dadO qfie c(j]ite
c]ía_ IÍJenos de Jo-que Delcassé
Marruecos» . 88 Por eso, tras el ascenso de Caillaux al cargo de pnmer h;rbia contemplado ofrecer a cambio de
Marruecos a finales-de-ia dé­
ministro en junio, Kiderlen supuso que esa sería la polític� de Francia. cad�_c1e_ r89 o .. Las revelaCiones de las !leg
ocúiciones-secreta� aelptlmer
Rechazó los planes de enviar dos barcos a Agadir; creyo que el Pan­ l!llmstro co los alemanes (obtenidas com
o mensajes cifrados g¿1:-e]
ther, que no estaba preparado para organizar un desembarco efecu;o cabn:zet nozrr;_ y filtrados a ]a prensa por
la Centrale por razones tácti­
y no tenía instrucciones de intentarlo, bastaría para una demostraCion cas) sellaron el destino de Caillaux y fue
destituido el ;;:r de e-;}�ro de
simbólica. 89 I9 I 22 _después de -OCu - - par eJ cargo oe-priÍ!1
. -
- er ministr odu-razJÍ:e so]o siete
La evolución ulterior de la crisis reveló que Kiderle_ll; se eqmvoco de
- -

m�es .

plano al juzgar la respuesta de Francia y que tiiínbién.gestionó remata­ También en Alemania criticaron el
trarado de noviembre de .r 9 1 r
damente mal el entorno alemán. Las relaciones personales de Kiderlen Po_;: l()_poco 'E-'e conc_e_c]í"_ a_lgs alemane
s,J<.i_ck_rlen �_e_ll_J:>artes:ulpa­
con el káiser Guillermo I1 no eran especialmente cordiales y en I9II ,
lr!<é.c[e_.,)lg_;_e){!Stl_a_II!1"l _g_ra_n_ cJ¡scre¡>"cncia entre lo gue Alema
nia podía
_

el emperador tenía tantas dudas acerca de la política del gobierno en el esper'!r �o11seguir por desafiar a los fran
ce§es ,nMa�rue�o� ·¡los pre­
norte de África como las había tenido en 1905 .'° Con el fin de reafir� mws_Q¡;�!l_:_ll!_!�!�_�tes -un «�ar�ueco
s occidental alemán>), por ejem­
marse contra una posible oposición por este lado, Kiderlen consigmo plo- queJa prensa_ ultran_¡1c10nahsta ofre
cía al públicoy cuya agitación
el apoyo de los políticos ultranacionalistas alemanes y los publicistas. alent<) J(j�erlen por poco tiempo y de
manera imprudente� ·AT hacerlo
Pero en cuanto la campaña de prensa se puso en marcha fue mcapaz de el secretano de Exteriores contribuyó al
distanciainiento cada vez-ma:
controlar su tono o su contenido. Como consecuencia, en un contexto
de agitación estruendosa de la prensa nacionalis�,��é��sarrol!O una
política afeiriaria - que pretendía en todo mome? t� !l1a l1tener la cnsis al_!!� a cabinet m;Jir a a CJ:fici
� � �
�· En Francia
� na del Servicio de Inteligencia
_ _ car�ada d la rnqmsiCIOn postal en­
justo por·debajo __ del umbral de.Ja confr<::mt:rcrolJ a�maCIM que hizo :
abnan Y leian cartas de personas
y la cnptografía. En ella, func
ioiiati"Os públicos
sonarlas alirmas en París y Londres. Los grandes trtulares �e los pe- de los T.)
sospechosas antes de reenviarlas
a su destino. (N.
_
Un continente dividído Las numerosas voces de la política exterior europea
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yor entre el gobierno y los que afirmaban ser sus «seguidores natura­ que los franceses se resignen a que los alemanes se establezcan en la
les>> en la extrema derecha. Sin embargo, este pacto faustiano con los costa marroquÍ»95; esta fue una interpretación errónea de la postura
medios nacionalistas fue necesario solo porque Kiderlen no tuvo otra alemana, y estaba calculada para infundir miedo a los navalistas britá­
manera de asegurarse que el soberano no pondría en peligro sn propio nicos, para quienes el establecimiento de un puerto alemán en el Atlán­
control del proceso de elaboración de políticas. tico habría sido inaceptable.
Tal vez, la consecuencia más importante de la fluctuación política Esa posibilidad fue lo que permitió a Grey conseguir el 2I de julio
alemana durante la crisis fue que en París se dio una tendencia crecien­ la aprobación del gabinete para hacer llegar una advertencia privada al
te a i�terpretar erróneamente que las acciones alemanas estaban im­ embajador alemán en el sentido de que si Alemania pretendía desem­
pulsadas por la política del farol. Cuando Raymond Poincaré, nuevo barcar en Agadir, Gran Bretaña se vería obligada a defender allí sus
primer ministro y ministro de Asuntos Exteriores, leyó los archivos del intereses; con ello Grey se refería al despliegue de los buques de guerra
Quai d'Orsay en los primeros meses de I 9I2, se quedó sorprendi­ británicos.'' El mismo día, el grupo de Grey elevó aún más la tempera­
do por la alternancia de dureza y concesiones de la política alema­ tura: la noche del 2 I de julio de I 9 I I , el ministro de Economía y
na: «siempre que adoptamos una actitud conciliatoria hacia Alema­ Hacienda David Lloyd George pronunció un discurso en Mansion
nia», comentó Poincaré, <�ha abusado de ella; por otro lado, cada vez House"c en el que hizo una severa advertencia a Berlín. Era imperativo,
que hemos mostrado firmeza, ha cedido». De ello sacó la conclu­ dijo Lloyd George, que Gran Bretaña mantuviera «SU lugar y su pres­
sión ominosa de que Alemania «solo comprendía el lenguaje de la tigio entre las grandes potencias del mundo». Más de una vez, el poder
fuerza» .9 2 británico había «salvado» a las naciones continentales de «un desastre
La intervención de Gran Bretaña en la crisi� t�mbién estuvo marca­ arrollador o incluso de la desaparición». Si Gran Bretaña se viera obli­
� [
da porJ?fül'unilaS<liv!sioií.es Cleiii:rodef estr��t�ra d� ."jecutivo. Al gada a elegir entre la paz por un lado, y la renuncia a su supremacía
principio, la ieaccíon-dergabillete liheral de Loñdredue precavida, ya internacional por otro, «entonces digo tajantemente que la paz a ese
que mücnos-ópiiiaban que Francia-era é[grafi ]5atre:resjJ()nJable de precio sería una humillación insoportable para una gran nación como
provocar la crisis y séla debía instar a ceder terreno. El I9 de julio, el la nuestra» .97 Días después, Grey avivó el fuego de un pánico naval en
gabinete autórizó a Grey a informar á Párís ae que había circunstan­ Londres, advirtiendo a Lloyd George y a Churchill de que la flota bri­
cias en las que Gran Bretaña podría aceptar una presencia alemana en tánica estaba en peligro de sufrir un ataque inminente e informando a
Marruecos. El gobierno francés respondió muy enfadado que el con­ Reginald McKenna, ministro de Marina, de que la flota alemana esta­
sentimiento británico en este punto equivaldría a una violación del ba movilizada y lista para atacar; en realidad, la Flota de Alta Mar es­
acuerdo anglo-francés de r904.93 Al mis!!lo tiempo, los antialemanes taba diseminada y los alemanes no tenían intención de concentrarla.98
que.rq<J�a_QatgGreyadoptaron_una..postura-iiiuyprofiimcesa,:Bicol­ El discurso en Mansion House no fue un arrebato espontáneo; fue
son, Buchanan, Haldane y el propio Grey exageraron la amenaza que una jugada que Grey, Asquith y Lloyd George planearon cuidadosa­
representaba Alemania y rea!ivaro_n la ideade que lo que. estaba en mente. Al igual que Caillaux evitó pasar por su Ministerio de Asuntos
juego era la preservación de la Entente. El I9 de julio, el secretario de Exteriores para imponer su propio programa pacifista en las negocia­
Estado de la Gl!erra Richard Haldane pidió al director de operaciones ciones con Berlín, también los antialemanes que rodeaban a Grey pres­
militares Sir Henry Wilson que retrasara su salida hacia el continente cindieron de los radicales conciliadores del gabinete liberal para trans­
para que pudiera dedicar una mañana a valorar los posibles efectivos mitir a los alemanes un mensaje duro y potencialmente provocador.
militares en caso de conflicto en la frontera franco-alemana.94 Cuando Los pasajes delicados del discurso de Lloyd George no habían obteni-
Justin de Selves mostró su sorpresa ante la magnitud de las demandas
de compensación alemanas en el Congo, Sir Francis Bertie escribió a * Mansion House es la residencia oficial del alcalde de Londres en la que, entre
Grey desde París sobre las exigencias «excesivas» de los alemanes, que otros actos, el ministro de Economía y Hacienda suele pronunciar un discurso to­
«ellos saben que son imposibles de aceptar, y que tienen por objeto dos los años sobre el estado de la economía y las finanzas del país. (N. de los T.)
Un continente dividido Las nttmerosas voces de la -política exterior europea
·�----··�- ------ 2 p_

do el visto bueno del gabinete, solo los del primer ministro Asquith y el Bethmann señaló que en tanto que los franceses no habían hecho
pre­
ministro de Asuntos Exteriores Grey." El discurso cobró aún más im­ parativos para la guerra, ni siquiera en el apogeo de la crisis,
«parece
portancia por el hecho de que marcó el paso de Lloyd George del ban­ que Gran Bretaña ha estado preparada para atacar todos los días» . '04
do de los radicales moderados al de los imperialistas liberales. Sus pa­ El ministro de Asuntos Exteriores austriaco, el conde Aehrenthal, llegó
labras causaron consternación en Berlín, donde consideraron que el a una conclusiÓn similar, indicando el 3 de agosto que por un momen­
gobierno británico estaba dificultando innecesariamente el avance de to Inglaterra pareció dispuesta a utilizar la crisis marroquí como pre­
las negociaciones franco-alemanas. «¿Quién es Lloyd George para dar texto para un «aJuste de cuentas}} en toda regla con su rival alemán. 105
órdenes a Alemania y detener un rápido acuerdo franco-alemán?» pre­ El contraste con la postura relativamente reservada y conciliatoria de
guntó Arthur Zimmermann, subsecretario de Estado para Asuntos Rusia fue especialmente llamativo. '06 Solo después de esta reacció
n
Exteriores, al embajador británico en Berlín.'oo británica Viena abandonó la política de neutralidad que había adopta
­
Las palabras de Lloyd George también escandalizaron a los minis­ do hasta ese momento sobre la cuestión de Marruecos. 107
tros del gobierno británico que no habían suscrito el programa de La batalla entre halcones y palomas * no había terminado aún. Al
Grey. El vizconde Morley, secretario de Estado para la India, criticó el igual qlie los fúncióiíaríos de!Millísterio ae-AsuntOSExferíores francés
discurso -y Grey lo defendió posteriormente durante una conversa­ planearon vengarse de Caillaux y del malhadado Justin de Selves
de­
ción con el embajador alemán en Londres- por ser «una provocación rribándoles de sus cargos en enero de r 9 r 2, también en Gran Bre
�aña
injustificada y desafortunada a Alemania» . El Lord Canciller'', Lord los escépticos liberales radicales volvieron a arremeter contra la políti­
Lorebnrn, se quedó atónito al ver que Gran Bretaña apoyaba a Francia ca de Grey. J;mre los núnist!<Js_hab_Íf! II1\l�llos que nunca apreciaron el
con tanta garra en una disputa en la que (así le parecía a Loreburn) profunclcJ compromiso-de Grey con Francia aiÚi§=oe=.í\g'idir. En
di­
París no estaba en modo alguno libre de culpa. Suplicó a Grey que re­ ciembr - e ae r9Tr�1ós-dipufádos sin cargo oficial se rebelaron ���tra
negara del discurso y dejara claro que Gran Bretaña no tenía intención Grey. Partedé su hostlfidad j)róC:édúi C:fela frlisrrición que les produc
ía
de interferir en las negociaciones entre Francia y Alemania. 101 el secretismo d� �u_s t,í<;ticas -¿por qué-na dieies habúi hablado de los
El grupo de Grey se impuso. En una reunión del Comité de Defensa compromisos que supuestamente el gobierno estaba co11gayendo
en
Imperial celebrada el 23 de agosto de I9II, se acordó que si estallaba nombre del pu¡,blo británicot Arthur Ponsonbyy Noel l\uxton, desta­
una guerra franco-alemana, Inglaterra organizaría una rápida inter­ cados activíSta.S libera1e-.�tCóiitrafíOS a Gfey, exigieron q�e �e s:reara un
vención en el continente, incluyendo el traslado de una Fuerza Expedi­ comité para mejorar las relaci�iT!I s :;¡nglocaiemanas. La r�acción en
cionaria Británica. Estaban presentes Asquith, Grey, Haldane, Lloyd contra de! rrilrlistxo c:!e �S\lJ1t.os_.E)(t<criores se extendió por-qsi toda la
George y los jefes de servicio, pero los principales radicales, entre los prensa hberal. Pero mientras en París los retrógrados lograron desacre
­
que figuraban Morley, Crewe, Harcourt y Eshe� o bien no fueron infor­ ditar a (;a:illaux·y su actitud condliátoiia, en Gran Bretaña el grupo de
mados o no les invitaron. Las semanas siguientes estuvieron llenas de presión «aritíaleinán>> nópúdodesplazar a Gre ni su polítiéa.
. tres y
preparativos entusiastas para la guerra (para horror de los radicales). Hubo raz<;m_"s_p_a!f!<oU<J:J:l QI:iliéi_
_i a_era!:r_úe los ministros britá­
Incluso Asquith rehuyó en septiembre de I 9 I I las exhaustivas «con­ nicos eran ae por sí menos vulner_ables a_este_tipo 9fiampañas, gracias
versaciones militares» con los franceses destinadas a coordinar los a la sólida esttliCfuia ele"piú-ídos de la política pal=lamentaria británic
a;
planes y la estrategia de movilización, pero Grey se negó a suspender­ luego-estaba el heelioel e que-sí1a políiica de Gre)'erii-iechazada am­
las.'0' En mayor medida que cualquiera de las dos partes en disputa, pliamerrre; el podríadímitít llevándose conéb Lloyel·George, Haldan
e
Gran Bretaña estaba dispuesta a considerar la posibilidad de una esca­ y posiblemetlle a Churcliill; es(i s!'rÍa elfiri Cléla pi_e§lencia de los libera-
- ·-··-·-"··--··- - �

lada bélica drástica. '"3 En una carta al embajador alemán en Londres, -·-�-'��- � - - - - ---- ...,

* Los términos halcones y palomas hacen


referencia al carácter bélico o pacifista,
* El Lord Canciller es el presidente de la Cámara de los Lores y máxima autoridad respectivamente, de los miembros de gobiernos o administraciones centrales
. (N.
judicial en Gran Bretaña. (N. de los T.) de los T.)
Un continente dividido

les en el gobierno, lo que dio que pensar a los liberales no intervencio­ acordar un calendario para una tnovilización conjunta
contra Alema­
nistas. No menos importante era el apoyo de los parlamentanos con­ nia:. El memorándum resultante Wilson-Dubail de 21 de
julio de r9r r
.
servadores a favor de la política de Grey de un p �cto n;_ilitar con (el gener al Auguste Dubail era en ese momento el jefe del
Estado Ma­
Franéí:I.-uná de las cosas que ayudó al ministro de Asuntos Exteriores yor francés) estipulaba que para el decimoquinto día
de la moviliza­
a �;p�-ar el temporal de la crisis de Agadir fue la garantía secreta de ción se desplegarían en el flanco izquierdo francés seis
divisiones de
apoyo por parte de Arthur Balfour, líder del Partido Conservador has­ infantería¡ una división de caballería y dos brigadas mon
tadas británi­
ta noviembre de I9II.w8 Esta dependencia de la oposición parlamen­ cas (lo que comprendía I so.ooo hombres y 67.000 cabal
los)." ' E¡:¡los
taria demostraría tener una cierta responsabilidad en el verano de 1914, primer�S meses de I 9 I 2 Se decidió neutralizar la expa
nsión na"Val ale­
cuando una crisis inminente en Irlanda suscitó dudas acerca de la conti­ manámedia,nte la coordinación de una estrategia nava
l af!glo-france­
nuación del apoyo conservador. sa, !? que vmo a_ afianzar la sJ.lpnsición de qu_e es!�b
� ..!l;:tciendo algo
Pero si los puntos fundamentales de la política pactista de Grey no pareCi_ _ do a una _
ahanza defensiva.
habían cambiado, el hecho de que tuviera que defender su postura Por�btro lado, las famosas cartas entre Grey y Camb
on de 22-23 de
contra una oposición interna tan vociferante e influyente le impidió, noviembre de 1912 , que, como dijo Morley poste
riormente, le fueron
nO obstante, articular sus compromisos tan inequívocamente como «arrancadas» a Grey por sus adversarios no inter
vencionistas, dejaron
hubiera deseado. Después de Agadir,_(;rey tuvo que hacer equilibrios claro que la Entente era todo menos una alianza, ya
que afirmaban que
entre las demandas de FranCia p-ara que asumierá-üiicompromiso más ambas partes eran hbres de actuar con independencia,
aun cuando una
claroyla insistencia de los no intervenci(Jl1ísí:as2ei�i��<_,_(gue, des­ de ellas fuera atacada por una tercera potencia. ¿Era
o no obligatorio
pués de iodo, S<'guían siendo mayoría) para que no, lo hic1� �a. En dos apoyar a Francia? Estaba muy bien que Grey declarase
en público que
resoluciones· del gabinete de nóviérnbre de i§ír, qmnce de sus compa­ eran meros planes de COf!tingencia sin efecto vinculante
. En privado, el
ñeros ministros le llamaron al orden, exigiendo que desistiera de pro­ mm1stro de Extenores reconocía que en su opini
ón las conversaciones
poner conversaciones militares de alto nivel entre Gran Bretaña y militares anglo-francesas «nos comprometen a colab
orar con Fran­
Francia sin su conocimiento y aprobación previos. En enero de 1 9 1 2, cia», siempre y cuando sus acciones fueran «razonable
s y no provoca­
los no intervencionistas liderados por Loreburn hablaron de acordar doras>>. Cuando a ¡:omienzos de agost_o de 1914 el subse
cretario per­
una declaración gubernamental según la cual Gran Bretaña «no tenía manente para A_ �_unros:EXf<'iió_r.es ,:Sir_Af:firurNimlson;�.lrisistia a Grey
ninguna obligación, directa ni indirecta, expresa o implícita, de apoyar en qu n
:�-�� �2:_ {)t�-�-�ez us��-�P_!���-���:-�:1Vf_�riS_!��y--Cam �º-P que si
fUera el agresor ustea apoyaría a Fra:ncia>>;-Gr�y-sel
__
a Francia contra Alemania mediante la fuerza militar» . Solo la enfer­ Alemama
irnító a
medad y el retiro de Loreburn evitaron este golpe a Grey y su gente.'"' respon_4�fr<<'Sí;_p��-q�_pQ�Ji�:Y-.fié[d_é}.6 _p EeS�iitó» :-ni--- ----
La necesidad de equilibrar �sa oposición ()rganiza_da_�esd" el inte­ Por lo !:n!o, Ia diplomacia anglo-f[aJ.lceª-a alrnás__alto
__
nivel llegó a
rior 'clesíi-góbierno con una !lC�lítica <;�ntrad<1__.-,n eJI!lan_t_"'':imiento de estar m_;l.!�.".Cf� _::en el Iado_británico-:: por una especie
de contradicción
la �"ute�te como dispositivo de se!lurida_d, pr()fluj.o_una.ambigüedad en sí llli_s_!Ha. Se entendía que Grey debía adaptar sus
declaraciones
desconcertante en las señales diplomáticas británicas. Por un lado, a públicas e incluso sus comunicaciones oficiales a las
expectativas de los
los mandos miliiares británicós sie!Hl'r� seles había coni::edi<J:?un cier­ no mtervencwmstas del gabinete y del público en gener
al. Sin embar­
to ma�gt11 discrecíonal en s�� rela.c.�o��.� S-2!2..�-�1-� ��-�!�g�csjr���� ses; sus go, cuando Paul Cambon escuchó a sus amigos antia
lemanes en Lon­
gará�tías de un apoyo militar británico en caso de conflicto con Ale­ dres, o a Bertie en París, oyó lo que quería oír. Cuan
to menos, este era
mania ayudaron a ·e11dürecet la posttita de·Pranda:'"o Elgabinete no
· un ac�erdo difícil de aceptar para los franceses. A medi
da que la crisis
autorizó- estas iniciativas y mucho menos el "Parlamento británico. de JUho de 1914 1legaba a su punto álgido, los que toma
ban las decisio­
A pésar de el)o, durante la crisis de Agadirde I<jt� el riiíevo qirector
•. nes en París, el embajador francés en Londres cierta
y mente el propio
de operacíones militares, el comandante general Henry Wilson, fue Grey, sufneron momentos de gran ansiedad. Y lo que
es más impor­
enyiado. a. París a hablar ·con el Estado Mayorfrancé§_con el fin de tante, la mcert1dumbre acerca del compromiso britán
ico obligó a los
Un continente dividido Las numerosas uoces de la política exterior europea

estrategas franceses a compensar en el este su debilidad en el oeste me­ hasta convertirse en microcosmos masculinos de la nación; el culto a la
diante el compromiso cada vez más fuerte de 1mhtanzar la ahanza con exhibición militar se introdujo en la vida pública y privada de las co­
Rusia."' El barón Guillaume, embajador belga en París, señaló en la murúdades, incluso de las más pequeñas. ¿De qué modo determinó este
primavera de r 9 r 3 que el gobierno francés estaba obligado a «reforzar «militarismo>> las decisiones que llevaron a Europa a ¡;; gu�rra en I9 I 4 ?
cada vez más su alianza con Rusia, porque es plenamente consctente ¿Se -encu_entraf!Jas rafees de la crisis de jl1lío, como sostienen algu­
de que la amistad de Gran Bretaña es cada vez menos sólida y efecti­ nos historiádores, en una abdicación _de responsabilidades por parte_de
va>>."' También para Alemania, la indecisión de la política británica ]<>S políticos civiles y en una usurpación del poder polítit:_O j)Or
- los ge-
era fuente de confusión e irritación. Por una parte, Grey se V!O obliga­
- - - - -· -

nerales ?
do a aparentar que dejaba una puerta abierta a Berlín c�n el fin d� Sin duda algur1a había una lucha entre los soldados y los civiles
apaciguar a los no mtervenetomstas. Stn embargo, tambten se stntw dentro de los ejecutivosaep reguerra: era unalucha por- dinero. Los
obligado de vez en cuando a dirigir serias advertencias a los alemanes, gastos de defens:1representaban 11ria parte sustancial delgasto público.
por si llegaban a la conclusión de que Francia había sido completa­ Los mandos militares, deseosos de mejorar el equipamiento, la forma­
mente abandonada y podía ser atacada sin temor a una respuesta bn­ ÓÓ!l y la infraestructura, tenían qne competir (como lo hacen
hoy día)
tánica. El resultado de enviar esos mensajes desiguales, consecuencia con.loú)olíticos cívíles paúi téner acceso a los_recursos públicos. En
del carácter oscilante de las relaciones de poder en el seno de los eje­ cambio, los ministros de Finanzas y sus aliado§_po_lítjcos luchab
an
cutivos europeos, fue una incertidtunbre constante acerca de las inten­ para imponer n1oderación en nombre del rigor fiscaf o la consolida-
ciones británicas que inquietaría a los responsables políticos de Berlín � cióninterna. Imponerse en estas contiendas dépendía-de la estruc­
durante toda la crisis de julio. tnra del entorno institucional y la pléyade política nacional e interna-
·
- - -

cional.
Hasta r9o8, la estructura caótica del mando militar ruso dificnlta­
SOLDADOS Y CIVILES H , L ba que los generales presionaran eficazmente al gobierno. Pero la ba­
lanza se empezó a inclinar a partir de esa fecha, cnando las reformas de
«La �it!J:lC!Q!!__[�� -g_llr_o_pa] e_s_ extraordinaria}}' inforiTló -�l coron�­ la administración militar crearon una estructura ejecutiva más concen­
ward Ho_¡¡KªLpxrsic,l¡ente \JV'oodrow Wilson tras viajar a �t¡rop:i en trada que erigió al ministro de la Guerra como supremo funcionario de
may�o de r9r4. «Es el militarismoJleyag()_il_extiem¡}s Qdlr�.»"5 defensa con derecho exclusivo a informar al zar acerca de los asunto
s
Una experiencia personal pudo haber detenmnado en parte las 1deas militares. "7 A partir de I 909 se desarrolló una enconada rivalidad
de
de BOUSe: era un «coronel político» del tipo norteamericano. Fue nom­ proporciones épicas entre el nuevo ministro de la Guerra Vladimir
brado para .es� grado en la milicia de Texas a cambio de algunos servi­ Sukhomlinov (que seguía siéndolo en julio de r9r4) y el ministro de
cios políticos allí. Pero cuando el coronel House visitó Berlin, los alema­ Finanzas Vladimir Kokovtsov, tenaz y conservador. Este último, que
nes le tomaron por un militar y en las cenas siempre le sentaban con los contaba con el respaldo del poderoso primer ministro Pyotr Stolypin y
generales. Puede que sus ideas sobre el predominio del militarismo se defendía la responsabilidad fiscal y el desarrollo económico nacional,
debieran en parte a este desafortunado malentendido. "6 Sea como bloqneaba o recortaba sistemáticamente los proyectos de presupuestos
fuere no hay duda de que, vista desde el otro lado del Atlántico, la de Sukhomlinov. Las desavenencias profesionales aumentaron rápida­
preg�erra europea presentaba un curioso espectáculo. Altos dirigeut�s, mente hasta convertirse en odio personal. "8 Sukhomlinov pensaba
emperadores y reyes acudían a actos públicos vistiendo uniforme mdl­ que Kokovtsov era «intolerante, ampuloso e interesado>}; Kokovtsov
tar minuciosas revistas militares eran parte integrante del ceremomal acusaba al ministro de la Guerra (con más justicia) de incompetente,
púb lico del poder; enormes exhibiciones navales con mucha ilumi­ irresponsable y corrupto. n9
nación atraían a grandes muchedumbres y llenaban las páginas de El homólogo alemán de Kokovtsov era Adolf Wermuth, mirústro
las revistas ilustradas; los ejércitos de reclutas aumentaron de tamaño de Hacienda en I909-I9 I I, quien, con el apoyo del canciller Beth-
Un continente dividido Las numerosas voces de la política exterior europea
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mann Hollweg, se esforzó por reequilibrar el presupuesto del Reich y Po_�e!:llos percibir tensiones similares en todos los ejecutivos euro­
reducir la deuda pública. Wermouth criticó el gasto excesivo baJO el peos. En Gran Bretaña, en I906, los liberales hicieron can1¡-,,;fla (y ga­
mando de Tirpitz y muchas veces se quejó de la irresponsabilidad del naron por mayoría absoluta) con la promesa de recortar el enorme
ministro de Marina, de la misma manera que Kokovtsov se quejaba de gasto militar de los años de la Guerra de Jos Boérs - bajo eJléfi¡; ;;paz,
que Sukhomlinov derrochaba los fondos militares. uo121El lema del mi­ Racion�:di_z<=!_�(ól1 y_��fo�!E-����, L��__res!ricciog��--pr_f:: sUp·ueStaria� consti­
nistro de Hacienda era: «Sin ingresos no hay gastos)). También exis­ tuyeron un factor ig1pqrta_p.t� �n la decisión de illte�taf- co��e_g�1lr un
..

tía una tensión permanente entre el jefe del Estado Mayor y el ministro acuerclo con Francia y_ _R�sia. Una consecuencia fue que, mientras los
de la Guerra, ya que con frecuencia las demandas del primero de au­ presupuestos navales británicos seguían disparándose (los gastos nava­
mentar los fondos eran rechazadas o contaban con la oposición del les británicos triplicaron la cifra alemana en r 904 y aún la doblaron
segundo.,., Un estudio reciente ha indicado incluso que el famoso me­ en I 9 r 3 ), los gastos del ejército se manh1vieron invariables durante los
morándum de r905 en el cual el jefe del Estado Mayor Alfred von años de preguerra, obligando al ministro de la Guerra Haldane a cen­
Schlieffen esbozó las líneas generales de una gran ofensiva hacia el trarse en aumentar la eficacia mediante medidas de ahorro y reorgani­
oeste, no era un «_plan de guerra» como tal sino una solicitud de más zación más que en la expansión. I27 En Austria-Hungría, las tumP!t_l}q�as
dinero público; entre otras cosas, el esbozo de Schlieffen contemplaba políticas internas del dualismo casi parajjza¡:on el progreso mili!¡tJ; del
el despliegue de 8 r divisiones, más de las que tenía el ejército alemán imperio después del cambio de siglo, ya que los grupos partidarios de la
en el momento en el que realmente se movilizó. '"3 El asunto de la finan­ autonornia dentro del parlamento húngaro luchaban por pril'gt �l ejér­
ciación militar era complicado en Alemania por el hecho de que la cito conjunto imperial de reClutas e ii1gresos:-fiscales húngaros. En es.te
constitución federal asignaba ingresos fiscales directos a los Estados ambiente, las propuestas a favor de un aumento de las asignacionesJni­
miembros más que al gobierno del Reich. La estructura descentraliza­ litares se agotaban en peleas legislativas interminables, y el ejército de los
da ponía un límite fiscal a los gastos de defensa del Reich que no tenía Habs.�!-!!:.S.? }anguidecía en un estado de «eStancamierito_ _pe�§.��te�nte» ,
__ __

124
parangón en Gran Bretaña, Francia o Rusia. como decía el jefe del Estado Mayor austriaco. Esta fue una de las ra­
No obstante, el hechQ de_que en Alemania los presupuestos milita­ zones por la que, aún en r9r2, Austria-Hungría gastó en d�f¿ns,;_ solo
res se_. sometieran al parlamento_ _SQlO_ cad<i Ci�c_c)-_an�s- :.u�--?��!�ma co­ el 2,6% de su producto nacional neto, u11a_p�oporción má� pequeña
nocido CQ!IlO el Quinquer¡nqt� silenciaba el conflicto por los recursos. que cualquier otra potencia europea y-Clesde luego muy por debajo de
Debido -a qudos�militares de ¡¡lto_ rango valoraban el Quinql<ennat lo que su economía podía -perrríitírse (las cifras de Rusia, Francia y
como un medio para proteger al eiérdt9 _�e la C_ü!1§tant"_interferencia Alemania ese año fueron 4,5 o/o, 4,0% y 3 , 8 o/o respectivamente). 128
parlamentaria, S<� mostraban reacios a ponerlo en pelig�o solicitando Er¡J'ra!lcia, el «caso Dreyfus» ocurrido en la década de r89o había
grandes fréditos ¡extrapresupl1f:st¡jrios. Es�e_sisteJ11l!_()bra]Ja como un echado por tierra el consenso cívico�militar Cle la t<iCera- República y
poderoso incentivo para el autoc_o111:rol. En junio de r 906, el ministro colocado a la cúpula delejército, consideriioo uri iJastiÓn ae posturas
de la Guerra prusiano Karl von Einem comentó que el Quinquennat clericales y reaccionarias, bajo la sombra de la sospecha pÍíblica, sobre
era una disposición engorrosa, pero aun así útil, porque «la agitación todo a ojos de la izquierda republicana y anticlerical.'rras el es�ándalo
violenta y persistente contra la existencia del ejército que aparece con se sucedieron tres gobiernos radicales que llevaron a cabo un progra­
cada expansión militar sería aún más peligrosa si tuviera lugar todos ma agresivo de reforma militar «republicanizante», en especial bajo el
los años>> I25 Incluso en r 9 I r , cuando el Quinquennat debía renovarse
..
mando de los primeros ministros Émile Combes ( r 903-r9o 5 ) y Georges
y el jefe del Estado Mayor Moltke y el ministro de la Guerra Heeringen Clemenceau ( r9o6-I909). El control del gobierno sobre el ejército se
aunaron fuerzas para presionar a favor de un aumento considerable, la hizo má� estricto, el Ministerio de la Guerra de meniaildacfcTvil se for­
oposición del ministro de Hacienda Wermuth y del canciller Bethmann taleció frente a los mandos del ejército regular y en marzo de r9o 5 redu­
Hollweg aseguró que el consiguiente incremento de efectivos del ejér­ jo el periodo de servicio -en contra de la recomendación de los expertos
cito en tiempos de paz fuera muy pequeño ( ro.ooo hombres).'"' militares- de tres a dos años con vistas a transformar la «guardia pre-
Un continente dividido

toriana» políticamente sospechosa de los años de Dreyfus en u� �< ejér­ poder. <<En tus conflictos con Sukhomlinov tú siempre
llevas la ra­
cito ciudadano>> de reservistas civiles para defender a la nac10n en zón>> , le dijo Nicolás II a Kokovtsov en octubre de r 9 1 2.
<<Pero quie­
tiempos de guerra. . , . ro que comprendas m1 postura: he estado apoyando a Sukh
omlinov
Solo en los últimos años antenores a la guerra empezo a cambrar la no porque no confíe en ti, sino porque no puedo negarme a
aprobar
corrientt.:d.e:nplliión.. a fav or .de . . lo�.. militares lrancest's, ]_r¡J'rancra , las asignaciones militare s.» I J 2
como anteriormente en Rusra, la cupula del e1ercrto fue srmplrficada ¿ Conll1evó esta �ranSferencia enorm_e de recursos un traspa
so de po­
en r9 II y el jefe del Estado Mayor, Joseph ]offre, fue designado oficial der, o al menos de mfluencia política? La respuesta a esta pregu
nta ha
responsable de la planificación militar en tiempos de paz Y mando del de tener en cll_enta las diversas cOndiciOnes- qUe -prtdüillllab
a�n en los
ejército principal en la guerra. La «larga y dolorosa hrstona» de la lu­ diferentes Estados. El país en el que ericontráinosd régirnel1
de control
cha por conseguir más fondos continuaba, pe_ro en 19 ':2. -1_9_1_'1 l__:Lpostu­ civil más firme es sin duda alguna Francia. En diciembre J�
19n,
_ , _
ra favorabkalJ·:j�nitQ .del gobrerno de Pomcareylu�()Cle su presiden­ cuando Joffre esbozaba su nuevo plan estratégico centrado
en un gran
cia, fortalecida medianterealineamientos complei(}� e;>)": política y la desphegue ofensrvo a través de la frontera franco-alemana,
el primer
QQÜ!!9.�.p��lic:i fJ;a!lcesas,.'¡:re� un arnb��:n�e m_��-p��_pl�I�--�l!earme.129 mmrstro rad1cal ]oseph Caillaux informó bruscamente
al jefe del Esta­
En r9r3 era posible desde un punto de vrsta pohtrco p!eswnar para do Mayor que en última instancia la decisión era responsabi
lidad de
logiárJá víie\tá a un régilTlen de formación de tres añ()S�Sar de l� s las autoridades civiles.'" La labor del CGS, señalaba Cailla
ux a menu­
protestas d(Tmmistro de Finanzas Louis-Lucien Klotz, qmen sostema do, era solo aconsejar a sus jefes políticos sobre los asunt
os que caían
que sería más barato y más eficaz reforzar la� fortrfic�cwnes fror;ten­ �entro d� su c?mpetencia. �� decisión de incrementar
los gastos n1i­
zas!'o También ..en Alemama, el clima se habra efltur�"':�o despues de litares e}nvertrr en el desphegue ofensivo de Joffre de 19r2-
1914 no
Agadir, lo que alentó al ministr)�"_!'t_ Guerra Josia� von Heerin� er y al procedw de los mrhtares, sino de los políticos bajo el
liderazgo de
(
jefe dilEstado Mayor Helmuth VOf! Moltke a preSl()f!ar_con '?as fu�r­ Raymond Poincaré, civil favorable a la línea dura pero siemp
re dentro
za a favorde un ejército mayor. Desde su puesto en la admrmstracron de la constitucionalidad.
de hacie�da del R�ích, Adolf Wermuth libró una fuerte batalla en la La '!itg.,cióri en Rusia era muy distinta. Aqgí, la__pre�e11cia
del zar
retaguardia contra un aumento de los gastos, pero dimitió en marzo de como..centro..del sistem?_a[JtQ<:_ráti�o_ hizo posible que algunos
minis­
19 r 2 después de que quedara claro que su política ya no gozaba de un tros en partrcular se labraran una cierta autonomía relativa.El
minis­
amplio apoyo gubernamental. Se abandonó el rigor fiscal de la era tro d<e lit Q\lerra Vladimir Sukhomlinov es ul1-ejeiiip10 -
t1p!co. En el
Wermuth , y los exponentes del gasto mllrtar poco a poco ganaron ven­ momento de su nombramiento en 1909, se libraba una lucha
en San
taja sobre sus rivales de la. fuerza naval. Tras un largo penado de rela­ Petersburgo en torno al control parlamentario del ejército.
Un grupo
tivo estancamiento, el proyecto de ley del ejército de 3 de julio de 19r3 de drputados influyentes estaba intentando imponer el derech
o de su­
llevó el gasto militar alemán a cotas sin precedentes.'" . pervisión de la Duma sobre la política de defensa. Sukho
mlinov inter­
En Rusia, Vladimir Kokovtsov siguió siendo ministro de Fmanzas vino para acabar con la Duma, evitar la filtración de « postu
ras civiles»
y sucedió a Pyotr Stolypin en el cargo de primer m!nistr? después del en el proceso de toma de decisiones militares y proteger la prerro
gativa
asesinato de este último; le resultaba cada vez mas drfrcrl repeler la del zar, u'; papel que le granjeó el odio de la opinión pública,
pero que
presión implacable y las intrigas clandestinas del ministro de la Gue­ le aseguro el deCJdJdo apoyo de la Corona. '34 El respaldo del
sobera no
rra Sukhomlinov. La enemistad entre los dos hombres llegó a un pun­ le permitió al ministro de la Guerra formular una política de
seguridad
to crítico en la primavera de I9I3, en una importante r�unión .minis� que contradecía radicalmente los compromisos oficiales rusos
de su
.
terial cuando Sukhomlinov tendió una encerrona al pnmer mmrstro alianza con Francia.
con una propuesta presupuestaria fundamental sobre la cual todos En vez de satisfacer las exigen cias francesas de un rápido ataqu
e
los de la mesa ya estaban informados salvo el propio Kokovtsov. El ofensivo contra Alemania en la primera fase de la movilizació
n, la re­
apoyo del soberano era crucial para este cambio en el equilibrio de organización de Sukhomlinov de 1910 alejó el foco de los despli
egues
Un continente dividido '
---
Las numerosas uoc'es de la política exterior europea

rusos de las zonas fronterizas occidentales en el saliente polaco hacia Ministros ruso elinlinaba la necesidad de un conflicto abierto entre los
lugares del interior de Rusia. El objetivo era conseguir un mejor equili­ titulares militares y civiles.
brio entre los efectivos y la densidad de población y crear una fuerza Una forma de entender la interacción entre las políticas militares y
que pudiera desplegarse, caso de ser necesario, en un escenario de ope­ las civiles es examinar la relación entre el aparato diplomático oficial
raciones oriental. Había que abandonar el extremo oeste al enemigo . de los embajadores, ministros y secretarios de embajada y la red para­
en la primera fase de las hostilidades, a la espera de una gra� contra?­ lela -supervisada por el Estado Mayor y el Almirantazgo- de los agre­
fensiva conjunta de los ejércitos rusos.'35 Al parecer no se hizo nmgun gados militares y navales, cuyos puntos de vista sobre los aconteci­
esfuerzo por adecuar esta innovación al 'Ministerio de Asuntos Exte­ mientos diferían a veces del de las redes diplomáticas oficiales. Por
riores. Al principio, los expertos militares franceses se quedaron horro­ poner solo un ejemplo: en octubre de I9 I I , Wilhelm Widenmann,
rizados ante el nuevo plan; consideraban que privaba a la Alianza agregado naval alemán en Londres, envió un informe alarmante a Ber­
franco-rusa de la iniciativa militar contra Alemania. Al final los rusos lín. Widenmann escribía que los oficiales de la marina británica admi­
tuvieron en cuenta estas preocupaciones francesas, pero cabe destacar tían abiertamente que Inglaterra había «movilizado toda su flota» du­
no obstante que Sukhomlinov poseía la suficiente independencia para rante los meses de verano de la crisis de Agadir. Al parecer, Inglaterra
elaborar y llevar a cabo una política que parecía ir en contra de la «solo había estado esperando una señal de Francia para caer sobre
alianza con Francia, el eje de la política exterior rusa. '36 Alemania ». Por si fuera poco, el nuevo ministro de Marina era el «de­
Con el apoyo del zar, Sukhomlinov también pudo debilitar la auto­ magogo sin escrúpulos, ambicioso y poco fiable» Winston Churchill.
ridad del primer ministro Kokovtsov, no solo desafiándole en el tema Por lo tanto, Alemania debía armarse de valor ante la posibilidad de
de los presupuestos militares, sino también creando un bloque hostil un ataque británico no provocado, al estilo del que aniquiló la flota
en el Consejo de Ministros. Y esto a su vez le facilitó una plataforma danesa en Copenhague en I 807. Era fundamental un nuevo rear­
desde la que podía exponer sus ideas sobre la situación de la seguridad me naval, ya que «solo hay una cosa que causa buena impresión en
en Rusia. En una serie de reuniones muy importantes durante la cuarta Inglaterra: un objetivo firme y la voluntad indómita de lograrlo ». ''"
semana de noviembre de I 9 I 2, Sukhomlinov expuso la idea de que la Estos despachos fueron entregados a Guillermo II, que los cubrió de
guerra era inevitable, «y que para nosotros sería más ventajoso empe­ anotaciones entusiastas: «correcto», «correcto», «excelente» , etc. No
zarla lo antes posible» ; sostenía que una guerra «solo traería [a Rusia] había nada especiahnente excepcional en ello; Widenmann reacciona­
beneficios». Esta afirmación extraña e ingenua dejó atónito al pruden­ ba en parte ante lo que había observado en Londres, pero su objetivo
te Kokovtsov. '" Pero Sukhomlinov pudo hacerla porque contaba con fundamental de vuelta en Berlín era impedir que el Estado Mayor uti­
el apoyo de otros ministros civiles, Rukhlov, Maklakov, Shcheglovitov, lizara la crisis de Agadir para cuestionar la supremacía financiera de la
y más importante aún, el del poderoso A.V. Krivoshein, ministro de
·

marina.141
Agricultura y confidente del zar. En los últimos meses de I 9 I z apare­ La importancia de los informes de Widenmann no residía tanto en
ció un «grupo bélico» en el seno del Consejo de Ministros encabezado su contenido o en las reacciones del káiser como en la respuesta que
por Sukhomlinov y Krivoshein. '38 provocaban en el canciller y el ministro de Exteriores. Irritado por este
Tambifn en Alemania, el carácter pretoriano del sistell1a garantiza­ alarmismo paradiplomático, Bethmann Hollweg pidió al embajador
ba a los militares una Ciertaltbettad de-rrran!obra.-'Ffgi:ígs clave como alemán en Londres, el conde Metternich, que presentara un comu­
el jefe deiEstado ;M;¡yospodía_nadgtiirir l]naitifl11_eiísia esporádica en nicado desmintiendo los argumentos de Widenmann. Metternich res­
la toma de decisiones' sobre todo en momentos de gran tensión. '39 Es- pondió con un informe que matizaba las afirmaciones de Widenmann.
tablecerknjüe dedan los mandos rüilítáies es oasfante fácil; determi-
-·-

Si bien era cierto que en el verano de I9 I I «toda Inglaterra» se había


nar el peso de sus consejos en la toma de decisiones del gobierno es «preparado para la guerra», eso no suponía que estuviera perpetrando
mucho menos sencillo, sobre todo en tm entorno en el que la ausencia una acción agresiva. Sin duda, había muchos oficiales de marina jóve­
de un órgano colegiado de toma de decisiones como el Consejo de nes a quienes una guerra «no les resultaría desagradable», pero esta
Un continente dividido

. Tªmbién en Gran Bretaña, la profundiza_óó.n cteJª Ent<al.t.e con


era nna actitud común en los funcionarios militares de otros países De . ll1l:P�J.?� �a po�r- lle ocia �iones Y
que _Er,anqª_ se VIO _ _ �-�u�r_c_l os de_ ,�arácter
todos modos, Metternich observó -y aquí estaba el engaño- en _ ? _
antes asunt os no los decidí an oficiales del ejércit o o de mili�r m:!�qu!'_civil. Ya hemos v1Sto con cuánto aJá� ;!lgunos milita­
Inglaterra semej
la marina, tampoco los minist ros de la Guerr a ni de la Marin a, sino res cJ<!�� _ofrect_erq!l;_�.�...�p_oy_<?_ � .�!��cj_a __g_�rªDJ� �a _ prin;l�xª �ilSls ma­
rro<jllí ¡je_ I905:IJ.0.6 . Y no está claro ni mucho menos que Jo;-princi­
más bien un gabinete compuesto de ministros responsables. «Aquí»,
en­ pales mandü's milj!_�_�e-�_P_!:_i�ánic�s se consi4erasen siervos sumisos."de
anunció Metternich, �<la flota y el ejército se consideran los instrum
de la política , medios para lograr un fin, pero no suuJE.�-.r�lí�icos. �i�son no solo aC�tab3. instrucci�ne�; tenía sus
tos más importantes
de la polític a» . En todo caso, los inglese s es­ propias ideas acerca del papel militar de Gran Bretaña en una futura
determinantes del rumbo
las tension es del verano . Por lo tanto, en guerra continental y consecuentemente exigía una confrontación mili­
taban deseando dejar atrás
la carta del armam ento, el gobiern o alemán tar. Al igual que sus colegas continentales, Wilson menospreciaba a
lngar de jugárselo todo a
los políticos civiles a los que creía totalmente incapaces de entender los
debió tratar de mejorar sus relaciones con Londres.*
·

asuntos militares. Escribió en su diario que Sir Edward Grey era un


Esta vez, el káiser no estaba tan contento: «falso» , «sande�es)>,
«ho�bre Ignorante, banal y débil, totahuente inadecuado para ser el
«bazofia increíble», <<miedica» clamaban los garabatos en los marge­
mm1stro de Asuntos Exteriores de cualquier país mayor que Portugal>>.
nes del documento. «¡No estoy de acuerdo con el criterio del embaja­
En cuanto al resto del gabmete hberal, no eran más que «canallas sucios
dor! ¡El agregado naval tiene razón!» '43 Lo curioso sobre este par de
e tgnorantes» . La tdea de un gobierno civil del ejército era «perversa en
despachos contradictorios es que pasaron a determinar la política: el
teoría e imposible en la práctica>>. '46 De ideas políticas conservadoras
káiser utilizó el informe Widenmann como pretexto para exigir una
Wilson conspiró activamente contra cualquier política de corte liberal
nueva ley naval, en tanto que Bethmann insistía en la política de dis­
que despreciaba, desviando información del Foreign Office por medio
tensión que recomendaba Metternich. Tal como dijo posteriormente
de su estrecho colaborador y subsecretario permanente Sir Arthur Ni­
un alto mando, en Alemania «el káiser elaboraba una política, el canci­
colson Y pasándosela a sus aliados del Partido Conservador. Gran Bre­
ller otra [y] el jefe del Estado Mayor ofrecía sus propias respuestas». '44
taña tenía en el general de división Henry Wilson «su propia versión»
de lo que eran Conrad en Austria-Hungría y Apis en Serbia."' La im­
portancia de las conversaciones militares con Francia residía no solo en
A _prim�Ja,_yi_�t_ª,_ _pa_,r�c:� _ql:!e _ p<?�et:nos trazar una línea ent�e-?. por un
_

la presión que ejercían en la autoridad civil, sino también en el hecho de


lado Gran Bretaña y Francia, democracias parlamentarias en las que
que, en virtud de su mera existencia, implicaban la obligación moral
los r��ponsables políticos civiles llevan la voz cantante, y las constitu­
de luchar con Francia en caso de guerra contra Alemania. Así la mili­
ciones más autoritarias de Rusia, Austria y Alemania, donde a pesar de
tarización de la Entente puso de manifiesto la discrepancia �ada vez
las difere:¡1éias.ep elgrado de parlamentarismo, los .fi!i�tare_s_podían
mayor entre los planes militares británicos y una postura diplomática
competir con sus colegas civiles en pie de igualdad o superioridad por
ofictal para la cual los compromisos asociados al término «alianza>)
la inÍluencia política gracias a su icúso privilegíado a1 sooerano. Pero
seguían siendo anatema.
la realicf�d era n1ás compléja dé 1o qüe permitiría-esta alcoi(}pía. En
Francia", Ta r�estruCturación del ejército después de 19 r r . J' r?.d. !!i o una
Algo similar tuvo lugar en el contexto de la alianza francesa con
Rusia. Los esfuerzos de los mandos militares franceses por anular los
enorme concentraciÓn.de autoridaden rnanos del jefe delJO§t.JldO Ma­
efectos del plan de despliegue de Sukhomlinov de r9 I o provocaron
yorJoffre, hasta el punto de que ejercía un poder mayor so_!Jre las
una interdependencia cada vez mayor entre los planes militares de am­
fuerzas armadas que su homólogo a1emáii, él aristócrátá y·rnuitarista,
bos Estados aliados, un proceso controlado por los militares y ratifica­
H.elmuth von Moltke; es más, la� nuevas medidas francesas garantiza­
do por la autoridad civil. Pero aunque los civiles autorizaran dicho
ban aÍ�jército rina autonomía·c�si cornpleta dentro del Estaa�§i..bien
proceso, no podían impedir que cambiara los parámetros de la toma
esa a\ltonomía dependía de la colaboración y el apoyo de los ministros
de decisiones políticas. En las reuniones anuales del Estado Mayor
civil�-� �?mpetentes a diferencia de la del ejército alemán.'45
Un continente dividido Las numerosas v6ces de la política exterior europea
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conjunto franco-ruso los franceses insistieron en que los rusos gasta­ de una independencia re[a_tiva en térrnin()s c_onstitucionales. El káiser y
ban cantidades enormes de dinero prestado para mejorar sus ferroca­ los dirigent�s civiles obstaculizaron las dernandas"d�-Mcltke-a favor de
rriles estratégicos hacia el oeste, lo que tuvo el efecto de alejar el equi­ unaguerra preventiva, lo mismo que hicieron el empentdm;_éLirchidu­
librio de poder en San Petersburgo de Kokovtsov hacia sus adversarios que Francisco Fernando y Leopoldo van Berchtold conlas de Conrad. ' ' '
Al lll-'' '11 " durante un tie111po, Kokorvsov logró bioq11ear las uifciativas
en el mando militar ruso. Probablemente Kokovtsov tenía razón cuan­
do acusaba al mando militar de aprovecharse de sus lazos en el seno de m_ás_;1111blciosas del ministro de la (;11erra. A flliales de i9�3, cuando
la alianza a fin de fortalecer su propia influencia dentro del sistema Sukhornlinov intentó excluir a Kokotvsov -que era primer ministro y
/ .
po11t1Co ruso.
q8 ministro de Finanzas- de las deliberaciones sobre el presupuesto militar,
Por el contrario, las demandas de los rusos a sus aliados franceses el consejo de ministros admitió que el arrogante ministro de la Guerra
tuvieron consecuencias potencialmente trascendentales para la política había ido demasiado lejos y rechazó la petición. '5' En Rusia Alemania
·--�---'-·-------�-�------- '

interna francesa. En I9I4, cuando los rusos advirtieron que cualquier Austri.& Grari Bretaña y Francia, la política lililit;g qnedó en última ins-
reducción del periodo de servicio militar nacional supondría una mer­ tancia sy@@inadaJt l()s objetivos polític()�Y----estratégico
- - s de las autori-
---�----- ....
___o -_ - - - �.�-

ma del valor de Francia corno aliado, los principales estadistas del país dades civiles.153
no tuvieron otra salida que apoyar una medida (la reciente Ley de los Sin embargo_l!ªs pr_�g_ullJ:ªs sjiJJ_�§Pl!�§!a.Ac�rca deLequiJibrio de
__

Tres Años) que al electorado francés le resultó polémica. Incluso los ¡;>9d"K.!'ntre[ªs facci()!l�_c_iyile.u._!Tlilitares_ y su influencia re�pe¿ti;a en
detalles más técnicos de los planes operativos podrían proporcionar la · la elaboraci2n de las_políticas, siguieron ensornbieciendói;;s í-eh1cTones
pólvora para las explosiones políticas. '49 En Francia, un grupo reduci­ entrte_ Ig_s ejecuti_vos_de las potenci"��¡;;.-¿;peas. Todas elíi; ;�p¿nían la
do de responsables políticos trataron por todos los medios de ocultar ex:Jstencia �e_ ll_n" facción militar de línea dura dentro del gobíerno de
la magnitud y la naturaleza de los compromisos estratégicos de la cada ppsiblte__rival y se esfórzaron paraa(Iivínar cuánti irilluencia ejer­
alianza a aquellos (sobre todo radicales y socialistas radicales) que po­ cían. A principios de febrero de I913, cll:ú1dó las tensioñés-austro-ru­
drían oponerse por motivos políticos. La discreción se hizo muy nece­ sas estaban en lo más alto, el ministro de Asuntos Exteriores Sazonov
saria a comienzos de 19I4, cuando Poincaré colaboraba con los mili­ admitió durante una conversación con el conde Pourtales, embajador
tares para ocultar el carácter esencialmente ofensivo de los planes alemán en San Petersburgo, que el ministro de exteriores austrohímga­
estratégicos franceses a un gabinete, una cámara y un público cada vez ro, a quien recordaba de sus tiempos en San Petersburgo, era un hom­
más comprometidos con un planteamiento defensivo. Poincaré llevaba bre de intenciones y actitud pacíficas. Pero ¿era lo bastante fuerte para
tan en secreto el manejo de estas cuestiones que él y Joffre ni siquiera resistir la presión del jefe del Estado Mayor, el General Comad van
revelaron los detalles de los nuevos planes de despliegue franceses al Hiitzendorf, cuyos planes beligerantes conocía muy bien la inteligencia
ministro de la Guerra, Adolphe Messimy.'50 En la primavera de 19 14, militar rusa? Y aunque, de momento, Berchtold seguía teniendo el
el acuerdo francés para coordinar una estrategia militar franco-rusa se control, ¿no podría pasar el poder a manos de los militares a medida
había convertido en una fuerza potencialmente negativa en política, que la monarquía dual se debilitaba y buscaba soluciones cada vez más
porque obligaba a Francia a aferrarse a una forma de planificación y radicales?'54 Había un elemento de predicción en estas especulaciones.
preparación militar cuya legitimidad pública se había puesto en duda. Sazonov observaba en primera fila las luchas de poder entre Sukhornli­
Nunca sabremos cuánto tiempo pudo haber mantenido Poincaré este nov y Kokovtsov y hacía poco que había visto al jefe del Estado Mayor
equilibrio, porque el estallido de la guerra en el verano de 1914 hizo llevar a Rusia al borde de la guerra con Austria-Hungría, por lo que
que el asunto quedara desfasado. sabía mejor que la mayoría lo precarias que podían ser las relaciones
Así que podernos hablar d� d0s proc:�sos recíJ:>I.O"()�,_ll_Q() ep el que se entre los responsables militares y civiles. En un análisis sutil del clima
cedía gel!�!;�-ª=!!!�-��!����. .C:i�!ta::fuí�ra-t�V�-5i�ú-tja �-�-�?! ��-� �--� ii �ar subor­
__ _
que se respiraba en San Petersburgo en marzo de I914, Pourtales dis­
dinada co!lstitnciona!rert nte, y otro en el que los ho111bres de �tado fre­ tmguía una especie de equilibrio entre elementos beligerantes y pacífi­
n:l!>:l!l,_rn-ªnejaban o blog11eaban a un ejército pretoriano que disfrutaba cos: «Del mismo modo que no hay personalidades de quienes pueda
- -· Las numerosas voces de ia política exterior europea
266 --
--Un continente · --
dividido �-----
-�----.

---
meter a Rusia �sfere política pública y un gran debate público S()_l:,re cuesti()n.>os. liga­
decirse que posean tanto el deseo como la influencia de das a las relacwnes mternacwnale�. En Alemania apareció una serie de
res posición
en una aventura militar, tatnbién carecemos de homb cuya grupos _de presión nacionalistas que se dedicaroñ a- �ncauz;r el senti­
rtar la confia nza
e influencia sean lo bastante fuertes como para despe miento popular y a presionaralgobierno. La consecuencia fue un cam­
paz duran te varios
de que podrán conducir a Rusia por nn camino de l;lío en la esencia y el estilo de la crítica política, qll� se volvfó más de­
is de Koko vtsov del mismo proble ma era menos .

años, . . ».'" El anális magógt�a,-meno_s_pr�_Gisa_y más extrema en sus obje_t_Íyq_sj _ d��BJ--ºif,g que
tiempo en com­
optimista. Le parecía que el zar pasaba cada vez más lo:¡_¡;QbJemos se encontraban a menudo a la defensiva, eludiendo acu­
milita res)) cuyas «ideas simpli stas adquirían cada
pañía de «CÍrculos saciones. de que U() .habían sido lo ba,s_ta11te firmes en su lucha por al­
vez más fuerza» . 56
1
desde una po­ canzar sus fines. '59 También en Italia podemos distinguir los inicios de
La dificultad intrínseca de interpretar esas relaciones una opinión pública más firme y exigente en cuestiones políticas: bajo
vio acentu ada por el hecho de que los polí­
sición externa y ventaj osa se la mfluenCia del ultrana�ionalista Enrico Corradini y el demagogo
reacio s a aprov echar (o inclus o inventar)
ticos civiles no se mostraban Gwvanm Papm1 se fundo el primer partido nacionalista de Italia la
bélico » para dar más peso a sus argumen­
la existencia de un «partido Associazione Nazionalista Italiana, en 19 10; a través de sus diputados
ne de 1912, los alema nes anima ron
tos; así, durante la misión de Halda e?, el parlamento y su periódico, L'Id(?a Na;;iorz_ale,f'x,igfu l_a _«repatria-
no de Berlín estaba dividi do en una
a los británicos a creer que el gobier ciOn_>>_Inrn�dJata de los te_r_;itorios de población italiana a l2 largo de la
británicas
facción belicista y una facción pacifista y que las concesiones costa a<fnatJca del Impeno Austrohúngaro, y e§taba disp,llesto a re­
eg frente a los elemen tos be­
fortalecerían al canciller Bethmann Hollw fr�ndar uP_a gu�rra SI no bastaban_ot_ros _l!le<fios. Il_f1 �9 I I , algunos pe­
adopt aron la misma táctica ,
ligerantes de Berlín. En mayo de 1914 riOdi<:Q�_a.!l!l_U1a_s moderados como La Tribuna de Roma ¡, La Stampa
- -
los de prensa «dicta dos>>)
sosteniendo (por medio de una serie de artícu de Turín c��trata,r:on a Pt:riodis_t_?�- f!�Ci���E�_tas. 1 60 Aquí, más aún que
solo
que la continuación de las conversaciones navales anglo-rusas -
en Alemama, había amplias posibilidades de fricción con un gobierno
a la autori dad civil
fortalecería la posición de los militaristas frente obligado a equilibrar prioridades contradictorias. '6' También en Rusia
icación intergu ­
moderada.157 Aquí, corno en otras áreas de la comun las últimas décadas del siglo xrx vieron la aparición de una prensa de
y militar es
bernamental, la mutabilidad de las relaciones entre civiles mas"''· en r_9 r 3 , el RusslioeSTovo, eldiarío ele-mayor tirada de Moscú,
s de per­
dentro de los respectivos sistemas aumentaba debido a errore vendía más de 8oo.ooo ejemplares al día. Aunque la censura seguía
cepción y tergiversaciones. actuando, _las _a_utoridades permitían un debate bastante libre sobre
asunt?s e�!��?!es TS-í�lppfe qu_�_ n_o criticªrª-ll __í;Í_i_f_e�úú!I�gte _afiq.s y a
. S>s)y muchos de los diarios más importantes contrataban
sus Jl1I111_�tr
LA PRENSA Y LA OPINIÓN PÚBLICA
a diplomáticos jubilados para que esc�ibieran sobre polit!ca exterior.''"
s diez Además, tras la crisis_ dt: Bo�I1ia_l;:¡ opini<)n pública rusa se volvió más
«La mayoría de los conflictos que el mundo ha visto en las última fir�e_::-so5re todo en los temas de lOs Bafcanes:_ y ITI,i-;; �ntig�berna­
.w ante el
décad...a. s. '·_'. , d.ec..la
--- . ró --e.. l i:.ancil.ler alemá n Bernh ard van Bülo
m�ntal. )63 En G ��� �_retaña, t.a_l!lbié�1_\ffia prensa de m_<l:�a_s _Q_l}jante
- ento d¡e sn_paÍHn marzo de 1909, «no los ha provoc adola am- -
parl.m a� tmenta�_a a su?}ector_e_s___<;:_ºl!.-�P-<1. _4_i�_t_<l rica_ en _pa tri9t�rismq, xenofo-
biciór:t _I>rincipes<:a __11i 1": ___<;:_()_nspiración minist�rial, sino l_a agitac
ión __ __

a, que a través de ti prensa y eLparl a­ bw, temores . con respecto a la seguridad y fervor bélico. Durante la
apasi;,nad� de h� Ü:piruón ]Júblic Guerra de!os Boers, el Daily Mai) vendió un mil!ón d� ejempl��es dia­
vo.»'5 8 ¿Habí a algo de verdad en la
mento se ha extendido al ejecuti nas; en 1907, la media aún oscilaba entre 8 50.ooo y 90o.ooo.
el poder de fijar la política exte­
declaraciÓ;. de Bülow? ¿Se encontraba Por e�?_!. ���- .��1!�-����2 -�_11i�istros y altos ftmcionarios tenían buenas
de
rior fuera de las cancillerías y de los ministerios y dentro del mundo -
razone�, P�.�Ll t?n1ar -�n se�i� a-Ta-_p�e�_s-a.- f?- IOS sistemas Parlalne;rta­
los grupos de presión y las publicaciones polític as?
rios podía esperarse que Ía publlcidad positiva se tradujera en votos,
Una cosa está fuera de toda duda: las últimas décadas anteriores al
la mientras que una_ ��formación_ n_�_gativa suminis_traba aglla-at molino
estallidbd.{l� g-Üerra contemplaron una exp":nsión esp!Etai.Jl lar de
Un continente dividido Las numerosas voces de' la fJo!ítica exterior europea

de la oposición. En sistemas más autoritarios, el res¡:mldo público era realistas; parafraseando a Theodore Roosevelt, consideraban que por
- lo general la opinión pública mezclaba <da lengua sin freno con la
un sucedáneo indispensable de legitiilllcfad democ:r�tic":_Ajg¡mos mo­
narcas y hombres de estado estaban tremendamente obsesionados con mano lenta» . ' 69 La opinión pública era exaltada y propensa al pánico,
la prensa y todos los días pasaban horas estudiando los recortes dete­ pero también era sumamente voluble -piensen en cómo la arraigada
nidamente. Guillermo II era un caso extremo, pero su sensibilidad a la anglofobia de la prensa francesa se desvaneció en 1903 durante la visi-
crítica pública no estaba en sí misma fuera de lo normal. '64 «Si perde­ . ta de Eduardo VII a París: mientras el rey bajaba en coche con su séqui­
mos la confianza de la opinión pública en nuestra política exterior», to por los Campos Elíseos desde la estación de tren de la Porte Dauphi­

dijo el zar Alejandro III al ministro de Asuntos Exteriores Lamzdorf, ne, hubo gritos de «¡Viva Fachada! » , «¡Vivan los Boers! >• y �< ¡Viva
«entonces todo está perdido. » 165 Cuesta encontrar algún miembro de Juana de Arco!», por no hablar de los titulares hostiles y las caricatu­
los gobiernos enropeos de comienzos del siglo xx que no admitiera la . ras insultantes. Sin embargo, al cabo de unos días el rey se ganó a sus
importancia de la prensa a la hora de elaborar la política exterior. Pero anfitriones con discursos entrañables y comentarios encantadores que
¿fueron arrastrados por ella? enseguida hicieron suyos los principales periódicos. '70 En Serbia, la ola
Una ambivalencia subyacía a la preocupación por los artículos de de indignación nacional provocada por el veto de Austria a una unión
opinión. Por un lado, los ministros, funcionarios y monarcas creían en aduanera con Bulgaria en 1906 pasó pronto cuando los ciudadanos
la prensa e incluso a veces la temían por ser el espejo y el canal de las serbios se dieron cuenta de que las condiciones del tratado comercial
actitudes y los sentimientos públicos. Todos los ministros de Asuntos que ofrecía Austria-Hungría eran realmente mejores para los consumi­
Exteriores sabían lo que era estar expuesto a una campaña hostil de la dores serbios que las que hubiera aportado dicha unión con Sofía.'''
prensa nacional que no controlaban: Grey fue blanco de la prensa li­ En Alemania se produjeron grandes fluctuaciones del sentimiento pú­
beral en 1 9 1 1 , los periódicos nacionalistas atacaron a Kinderlen­ blico durante la crisis de Agadir de 191 1; en Berlín, a comienzos de
Wachter tras la crisis de Agadir, el káiser fue ridiculizado por muchas septiembre, una manifestación por la paz atrajo a roo.ooo personas, si
razones, entre ellas por su actitud respecto a la política exterior su­ bien pocas semanas después el clima era tnenos conciliatorio, como
puestamente tímida e indecisa. Los políticos franceses sospechosos de reflejaba la decisión del Congreso de Jena del Partido Socialdemócrata
indulgencia con Alemania podían, como Joseph Caillaux, verse aco­ de rechazar las convocatorias de huelga general en caso de guerra.'''
sados hasta tener que abandonar el cargo. En enero de 1914, Sazonov Aun en la primavera y el verano de 1914, el enviado francés en Belgra­
y su ministerio fueron acusados de «pusilánimes» por la prensa nacio­ do observó grandes fluctuaciones en la cobertura informativa de la
nalista rusa.'66 El miedo a la publicidad negativa era una de las razones prensa serbia sobre las relaciones con Austria-Hungría: mientras que
para el secretismo de muchos ministros de Exteriores. En 1908, Char­ en marzo y abril hnbo campañas activas contra Viena, la primera se­
les Hardinge comentó en una carta a Nicolson, a la sazón embajador mana de junio trajo un clima inesperado de distensión y conciliación a
británico en San Petersbnrgo, que la política de acercamiento a Rusia ambos lados de la frontera austro-serbia. '73
de Edward Grey era difícil de vender al público inglés: «Hemos tenido En cuanto a esas agresivas organizaciones ultranacionalistas cuyas
que suprimir la verdad y a veces recurrir a subterfugios para satisfacer voces podían oírse en todas las capitales europeas, la mayoría de ellas
a una opinión pública hostil . . . » .' 67 Dnrante los años de preguerra, el representaban a pequeños grupos extremistas. Era llamativo que en
recuerdo del despliegue publicitario que acabó con lzvolsky seguía gran parte de los beligerantes grupos de presión ultranacionalistas las
8
fresco en San Petersburgo. '6 luchas internas y escisiones constantes debilitaban a sus dirigentes:
Muchos de los responsables políticos adoptaron un punto de vista las luchas entre facciones escindieron la Liga Panalemana; incluso
inteligente y diferenciado sobre la prensa. La consideraban volátil, su­ la Liga Naval, mucho mayor y más moderada, padeció durante los
jeta a agitaciones y arrebatos de corta duración que pronto amaina­ años I905-I908 una «guerra civil» interna entre grupos proguberna­
ban. Comprendían que el sentimiento público se movía por impulsos mentales y opositores. La Unión del Pneblo Ruso, tma organización cho­
contradictorios, que las peticiones que hacía al gobierno rara vez eran vinista, antisemita y ultranacionalista fundada en agosto de 1906, con
Un continente dividido Las numerosas voces de la política exterior europea
------

y pueblos de Rusia: se vino periódicos más importantes y los líderes de la Duma.'" Un periodista
unas 90o sedes repartidas por las ciudades i inform? er:- I 9 I r que l as relaciones entre los diplomáticos rusos y cier­
s iutest mas que la dividieron en
abajo en I908- 1909 tras graves lucha � os favorecidos . eran tan estrechas que el Ministerio de Ex­
y enem istado s mutuamente.174 tos penod1c
una serie de grupos más pequeños

!
la opinió n de las élites cultas teriores ruso <: parecía much�s veces una mera sucursal del Novoye
No quedó claro cómo se identificaba
ras que predommaban en­ Vremya». El dtrector del penod1co, Jegorov, era visto a menudo en el
con acceso directo a la prensa con las postu
guerr a y las cal!l_pañ.".s pa­ departamento de prensa del ministerio, y Nelidov, jefe de dicho depar­
tre las masas de ciudadanos. El miedo a la �
t�me o y expen?d1sta, visi t� ba con freet�encia a redacción del perió­
¿cuán t<l_<=��!J_an en la
trioteras eran de gran interés periodístico, pero ��
dico. En Francia, la relacwn .
. entre los d!plomat!cos y los periodistas
aav! r tió en_diciembre .
sociedad?. El CQQS\]fge!lerál �len}án 'eri 1{_oscu
ranci a )' fa germa­ era especialmente estrecha: casi la mitad de los ministros de Asuntos
de-1 9 1 2 que era 1m grave error suponer que la belige _ Exteriores de la Tercera República fueron antiguos escritores o perio­
la constituían
nofobia'aef-;;pai:tíaol:íéficÓ» ruso_y de la prensa eslávófi distas y las «líneas de comunicación» entre dichos ministros y la pren-
u
una car;cterística del ambiente del . país, ya que esos drc los solo con­
templaban �;ra. vllié:l11,-Cíón mis floJa eón ras tende
�_'=•�I de la vida
_
,
lf sa estaban «c�si sü mpre a biertas>� . 1 8 1 En diciembre de 1912, cuando
;
. .
tura penoa1st1ca Raymond Pomcare era pnmer m1mstro de Francia lanzó una nueva
rusa» . El cÓnsul sostenía que el problema ae la cober
por peiiodistas con ¡ revista, La Politique Étrangere, para promover sus ideas sobre política
alemana d� ;:�tos temas es que solía esúresl:rita
.
poca e,Zp;,;.-���ia el1R--;;s!á iun abanicó muy liinitadode C()!lt�ctos en i exterior entre la élite política francesa.

belga en �ans, el ba­ Los periódicos semioficiales y los artículos «dictados» en la prensa
la élite social.'" En mayo de 1 9 1 3 , el emba¡ador
to chovini�mo» nacional para comprobar el clima de opinión eran instrumentos cono­
rón �GUíUáiiriie , -�econocía _ �1 floreci_mie�to _d�.._«un cie�
en Francia. 1\ro solo pódíá óliservarse énlos períóditos
naeíónahstas, cidos de la diplomacia continental. Ese periodismo al dictado se hacía
las revist as yJ�s café-c <?_l!ci��!<2 �i� los que pasar por la expresión autónoma de la prensa independiente, pero su
sino ta�bién en los teatros, eficacia dependía precisamente del grado en que los lectores sospecha­
una t-arifa patrio tera «calcu lada para
numerosas actuaciones ofrecían ban que emanaba de la sede del poder. Por ejemplo, todo el mundo
Pero, añadía; «el verda dero puebl o de Franc ia no
exaltaílosáñiinos,;: ' - - --
�"----�--- ·--
6 e�tendía en Serbia que Samouprava representaba las opiniones del go­
aprueba_ �s�as m_<lnifestaciones . . . » . ry
bierno; el Norddeutsche Allgemeine Zeitung estaba considerado el
nían ofi­
Todos los gobiernos, a excepción de Gran Bretaña, mante
olar y, en la medi da de lo po­ órgano oficial del Ministerio de Asuntos Exteriores alemán· en Rusia
cinas de prensa cuyo propósito era contr :
tenían que ver con la segur idad el gobierno daba a conocer sus opiniones a través de su pr�pio perió
sible, fijar la cobertura de los temas que
parec e que el mm1s tr? dico semioficial, Rossiya, pero de vez en cuando también hacía campa­
y las relaciones internacionales. En Inglaterra,
de conve ncer (m si­ ñas en otros periódicos más populares, como Novoye Vremya . 1 82 El
de Asuntos Exteriores apenas sintió la necesidad
sus políti cas y oficia l­ ministro de Exteriores francés, al igual que el alemán, pagaba dinero
quiera informar) al público de las ventajas de
de los pnno pales pe­ de un fondo secreto a los periodistas y mantenía estrechos lazos con Le
mente no se intentó influir en la prensa; muchos
dían de fuentes Temps y la Agencia Havas, al tiempo que utilizaba Le Matin' menos
riódicos recibieron generosas subvenciones que proce .
rno. N�turalmen­ seno, para lanzar «globos sonda». 183
privadas o de partidarios políticos, pero no del gobie
nes mformales Las intervenciones de este tipo podían salir mal. En cuanto se sabía
te esto no impedía que se creara una densa red de relacw
tantes ."' que un periódico en particular contenía artículos dictados' existía el
e�tre los funcionarios de Whitehall y algunos periodistas impor .
Giolotti, primer nesgo de que otras informaciones indiscretas, tendenciosas o erróneas
En Italia el panorama era muy diferente. Giovanni
regulares �1 del mismo periódico se tomaran por señales deliberadas del gobierno,
ministro (por cuarta vez) en I9I I-I9I 4, realizaba pagos
a sus polín­ como ocurrió, por ejemplo, en febrero de 1913, cuando Le Temps pu­
menos a una treintena de periodistas a cambio de apoyo
se procuró un blicó un artículo basado en filtraciones no autorizadas procedentes de
cas. 178 En 1906, el Ministerio de Asuntos Exteriores ruso
desde 1 9 10 Sazon ov organ izaba en el mi­ una fuente anónima que revelaban algunos de los detalles de las últi­
departamento de prensa, y
a la hora del té con los direct ores de los mas deliberaciones del gobierno acerca del rearme francés; después
nisterio encuentros regulares
272 U11 continente dividido Las numerosas voces de fa política exterior europea
-- --··
273

llegaron los furibundos desmentidos oficiales. '84 Los esfuerzos del mi­ propio Delcassé hubiera proferido una amenaza más explícita habría
'
nistro de Asuntos Exteriores ruso lzvolsky en 1908 para «preparar a la colocado al Foreign Office en una situación imposible. En febrero
opinión pública y la prensa [rusas]» para la noticia de que Rusia había de 1912, el embajador francés en San Petersbmgo, Georges Louis, re­
aprobado la anexión de Bosnia-Herzegovina a Austria resultaron mitió la traducción de un artículo del Novoye Vremya con una carta
del todo insuficientes dada la fuerza ele la respuesta ciudadana.''' adjunta en la que señalaba que dicho artículo reflejaba «exactamente
Y en r9 r4, a pesar de su estrecha relación anterior con el Ministerio de la opinión de los círculos militares rusos>> . 190 En este caso, ese tipo de
Asuntos Exteriores, Novoye Vremya se volvió contra Sazonov acusán­ prensa permitía que las organizaciones independientes dentro de la
dole de excesiva timidez en la defensa ele los intereses rusos, debido administración -aquí el Ministerio de la Guerra- transmitieran sus
posiblemente a que en ese momento se encontraba bajo la influencia ideas sin comprometer oficialmente al gobierno. Pero a veces ocurría
del Ministerio ele la Guerra.'86 Después del caso Friedjung de 1909, que los ��s_rirltOS I11inisterios informaban a la prensa e!l sentidos opues­
cuando el ministro austriaco de Exteriores Aehrenthal apoyó con to­ tos, como en marzo de 1914 cuando el Birzheviia Vedomosti (Noticias
das sus fuerzas una campaña de prensa basada en falsas acusaciones de ae'la Bolsa) publicó un editorial, que se supuso que había sido «dicta­
traición contra destacados políticos serbios, al descubrirse el fraude el do» por Sukhomlinov, anunciando que Rusia estaba «preparada para
gobierno se vio obligado a sacrificar la cabeza del departamento litera­ !aguerra» y que había «abandonado» la idea de una estrategia pura­
rio del Ministerio de Exteriores; a su sucesor le echaron en medio de un mente defensiva. Sazonov respondió con un artículo conciliador en el
aluvión de críticas periodísticas y parlamentarias sobre el fallido «caso periódico semioficial Rossiya. Este fue un caso clásico de señalización
Prochaska» del invierno de 1912, cuando asimismo se descubrió que paralela: Sukhomlinov tranquilizaba a los franceses en el sentido de
las acusaciones de malos tratos a un funcionario consular austriaco a que Rusia estaba preparada y determinada a cumplir las obligaciones
manos de los serbios eran falsas. ' 87 derivadas ele su alianza, en tanto que la respuesta de Sazonov iba des­
La manipulación oficial de la prensa_también tuyo lugar más allá de tinada a los departamentos ele Asuntos Exteriores alemán y posible­
las fronteraS-:naGionales..A.comienzos.de. I90 5, lo_s_¡:_usos repartían mente británico.
tmas 8.QQO libras al mes a la prensa parisina Conla esperanza de esti• Un artículo publicado más o menos al mismo tiempo en el Ko!nts­
mular el apoy� el� los ciúdadailos itin cuantiosü".prés1:am.O-fmncés. El che Zeitung, que atribuía intenciones agresivas a San Petersburgo de­
gobierno de Francia subvencionaba a los periódicos pr_':'franceses en bido a un aumento reciente de su gasto militar, fue colocado casi con
Italia (y·en·España durante la conferencia cle-Alge·Ciras), y durante la toda seguridad por el Ministerio ele Asuntos Exteriores alemán con la
Guei-ra ruso-japonesa y las de los Balc"f1eS los rusos sobQ!nalian a los esperanza de obtener una respuesta aclaratoria por parte rusa. I9I En
periOdistas franceSes -rss
i&s_�alemanes mantenían las zonas en las que las potencias europeas se disputaban la influencia
i coll grandes suma?.
un fondo-muy mc destci para- ayudar a los periodistas amigos de Sau local, era común el uso de los órganos ele prensa subvencionados para
Petersb-urgo _ y ofreCían subvenciones aló:s difectores'd�JóS:periódicos ganar amigos y desacreditar las maquinaciones ele los rivales. A los
de LoÍldres con la esperanza, decepcionante la mayoría de las veces, de alemanes les preocupaba la enorme influencia del «dinero inglés » en la
obtener una cobertura más positiva ¿¡, Alemarilií:'89 prensa rusa, y los enviados alemanes en Constantinopla se quejaban a
Los éelitoríales dii:tados tarribiéil pci.ru:iri:formularse pª_¡;_ª--que los menudo del dominio de la prensa en lengua francesa, cuyos editorialis­
leyera un gobierno extranjero. Durante la crisis de Marruecos de 190 5, tas subvencionados « hacían todo lo posible por instigar [a la hostili­
por ejemplo, Théophile Delcassé utilizaba los comunicados de prensa dad] contra nosotros, , 192
apenas disimulados que divulgaban los detalles de los planes militares En es_tos_CQf1tCJ{tos,_l rensa era el !nstrumento deJ[l_política exte­
británicos con el fin de intimidar a los alemanes. En esos casos, la pren­ no. no u � termina ;_tp
� __
s_ : nte,: Pero esp no impedía que los r�sponsables
sa funcionaba como una especie ele comunicación int.,¡:nacional subdi­ poht;_¡;()�,.!()�,"[Clll en seno a l� pren � a como termómet o de opinión.
_ �
plomática y cuestionable que podía lograr un efecto disu.5lsorio o mo­ Enla primave ra de i9Ti;]uies Cambon estaba preocup aao por si el
tiv,�gor y que no obligaba a nadie a un comproniíso· éspecífico; si el chovinis111ci de la prens�fránse�a. elevaba .eJ. ríesg() de_ cq@icto: «De-
Un continente dividido Las numerosas voces de la-politíca exterior europea 275
27 4

searía que aquellos franceses cuya profesión es crear opinió o repre­


n no tenía más remedio que llevar a cabo una política irredentista en
sentarla [se mostraran comed idos] y no se divirti eran jugand o con fue­ nombre de su país; si en cambio tratara de limar asperezas con Austria
:
go al hablar de una guerra inevita ble. En este mundo no hay nada el «partido belicista>> de Belgrado le expulsaría del poder y le sustituí
inevitable . . . »' 93 Seis meses después, con el inicio de la Primera Guerra ría por uno de los suyos, y Sazonov justificó la postura pública belige­
de los Balcanes y el aumento del sentim iento panesla vo en alguno s rante del dirigente serbio aludiendo al carácter «un tanto exaltado>> de
sectores de la prensa rusa, el embajador ruso en Berlín temía -o afirma­ la opinión serbia. 199
ba temer- que el «estado de ánimo de la población de su país pudiera En noviembre de I9I2, Sazonov afirmó ante el embajador alemán
dominar la conducta de su gobierno}>.I94 Pourtales que la preocupación por la opinión pública que le obligaba a
Los ministros y los diplomáticos que confiaban en la capacidad defender los intereses de Serbia frente a Austria-Hungría era caracte­
las distintas políti­ rística. Empleó el mismo argumento en enero de I 9 r 3 para convencer
de sus gobiernos para proteger la elaboración de
a .los rumanos de que no iniciaran un conflicto con Bulgaria: «¡Tened
cas de las vicisitudes de la opinión de los periódicos nacionales, duda­
mucho cuidado! Si le hacéis la guerra a Bulgaria no podré resistir una
ban ronchas veces de la facnltad de los gobiernos extranjeros de hacer
opinión pública excesivamente exaltada» . 200 En realidad, Sazonov res­
lo mismo. Después de la crisis de Agadir de I 9 I I , el mando militar
alemán temía que la agitación nacionalista y la confianza renacida en petaba muy poco a los directores y editorialistas de los periódicos y
Francia pndieran presionar al gobierno de París, por lo demás pacífico, creía que él comprendía mejor que los periódicos a la opinión rusa.
para lanzar un ataque sorpresa contra Alemania. '95 El temor a que los Estaba absolutamente dispuesto, en caso de necesidad, a navegar a
pacíficos dirigentes alemanes se vieran arrastrados a una guerra contra contracorriente de los comentarios de la prensa, al tiempo que aprove­
sus vecinos por unos líderes de opinión chovinistas, era a su vez un chaba las campañas nacionales patrioteras para convencer a los repre­
1 Sentantes de otras potencias de que se veía presionado para tomar cier­
tema recurrente en las discusiones políticas francesas. 96 Existía la
opinión generalizada de que el gobierno ruso en particular era muy tas medidas.201 Muchas veces, los que leían los partes no se creían estas
evasivas: cuando los informes llegaron al káiser Guillermo en r 908
sensible a las presiones de sn ciudadanía, sobre todo cuando la agita­
y 1909 notificándole que la opinión pública proeslava podría impulsar
ción se debía a los asuntos balcánicos; y había algo de verdad en esa
idea, tal como se demostraría durante la crisis de julio. Pero los rusos al gobierno ruso a actuar en Bosnia-Herzegovina, garabateó la palabra
también veían a los gobiernos parlamentarios occidentales muy vul­ «faroL> en los márgeneS.202 No obstante, la suposición generalizada de
nerables a la presión pública, precisamente debido a que estaban que los gobiernos extranjeros sufrían presiones para alinearse con su
constituidos democráticamente, y los británicos fomentaban esta de­ propia opinión nacional significaba que los comunicados de prensa
ducción cuando insinuaban, corno Grey solía hacer, que «el rumbo eran el elemento primordial de los informes diplomáticos. Fajos de re­
del gobierno inglés durante [ . . . ] una crisis ha de depender de la opi­ cortes de periódico y traducciones engrosaban los archivos que llega­
nión pública inglesa» .'97 Muchas veces los hombres de estado se es­ ban a los ministerios de Asuntos Exteriores desde todas las legaciones
condían detrás de la afirmación de que actuaban bajo las limitaciones europeas.
impuestas por la opinión de sus países: por ejemplo, en I9o8-r909, los Los esfuerzos de todos los gobiernos para moldear de un modo u
franceses advirtieron a los rusos de que no iniciaran una guerra en otro la opinión impresa aumentó la importancia de controlar a la
los Balcanes aduciendo que a los ciudadanos franceses no les importa­ prensa, ya que ello abría la posibilidad de que esta pudiera propor­
ba esa región; lzvolsky les devolvió la advertencia en I 9 I I , cuando CIOnar la clave, si no a la opinión pública, sí al menos a la opinión y
instó a París -sin olvidar recordar a sus interlocutores franceses su las intenciones del gobierno. Así, en las campañas de prensa antibritá­
consejo anterior- a que llegara a un acuerdo con Alemania porque nicas de la crisis de Agadir de septiembre de I 9 I I , Grey vio una ma­
«Rusia tendría dificultades para hacer que su opinión pública aceptara niobra táctica del gobierno alemán destinada a movilizar los sectores
una guerra a causa de Marruecos)). r98 En noviembre de 1912, el em­ favorables a aumentar los gastos navales en las próximas elecciones al
bajador serbio en Viena afirmó que el primer ministro Nikola Pasié Reichstag, al tiempo que el embajador austriaco acusaba al ministro
Un continente dividido Las numerosas voces de la política exterior europea
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de Exteriores ruso de alentar una cobertura negativa de los esfuerzos guida se achacaban a Alemania, y en los últimos tiempos tanto él como
austro-rusos hacia la distensión después de la crisis de Bosnia.w3 Los el gobierno habían recibido quejas muy serias acerca del tono poco
diplomáticos escudriñaban la prensa constantemente buscando artícu­ amistoso de la prensa rusa» . Pero el zar confesó que se sentía incapaz
los dictados que pudieran proporcionar la clave de las.ideas de este 0 . <l • <.•>i ·•·-···· · • remediar esta situación salvo por medio de algún que otro comuni­

aquel ministro. Pero puesto que la mayoría de los gobiernos utilizaban cado oficial a la prensa, y «eso tenía en general muy poco efecto» .
diversos órganos de prensa, a menudo era difícil saber con seguridad si <<Deseaba encarecidamente que la prensa pusiera s u atención en los
un artículo concreto estaba dictado o no. En mayo de 1910, por ejem­ asuntos internos y no en los de fuera.»208
plo, cuando el periódico francés Le Temps publicó un artículo donde Entre 1 896, cuando los periódicos británicos respondieron con in­
criticaba duramente los últimos planes de despliegue de las tropas ru­ dignación al telegrama del káiser a Kruger, y r 9 1 r , cuando los diarios
sas, el ministro ruso de Asuntos Exteriores supuso (equivocadamente británicos y alemanes se enfrentaron a causa de los acontecimientos de
como ocurrió en este caso) que la reseña esra ba inspirada oficialmente Marruecos, se produjeron guerras de prensa reiteradas entre Gran Bre­
y envió una protesta a París.204 Era un error, escribió el embajador ale­ taña y Alemania. Los esfuerzos de los dos gobiernos para lograr el
mán en París, suponer siempre que las opiniones expresadas en Le <<desarme de la prensa» en 1906 y 1907 mediante un intercambio de
Temps reflejaban las del Ministerio de Exteriores o las del gobierno; su periodistas veteranos no resultaron muy eficaces. 209 Las guerras de la
director, André Tardieu, se había peleado a veces con las autoridades prensa fueron posibles porque los periódicos de cada Estado informa­
debido a sus declaraciones heterodoxas sobre asuntos de interés nacio­ ban a menudo sobre las posturas que adoptaban los periódicos extran­
nal.'0' En enero de 1914, el embajador belga en París advirtió a su jeros acerca de cuestiones de interés nacional; no resultaba extraño que
gobierno de que si bien los grandes editoriales políticos de Le Temps en artículos enteros se volvieran a publicar o se parafrasearan. De esta
general eran obra de Tardieu, normalmente estaban inspirados por el manera, Tatishchev, plenipotenciario militar ruso en Berlín, pudo in­
embajador ruso, Izvolsky.w' Esta nebulosa de incertidumbre no solo formar al zar Nicolás 11 en febrero de r 9 r 3 de que los artículos panes­
significaba que los funcionarios de las embajadas tenían que estar pen­ lavistas del Novoye Vremya estaban causando una «impresión peno­
dientes de rastrear la prensa, sino también que los comentarios adver­ Sa» en Alemania. 2 10 Las relaciones de la prensa eran especialmente
sos sobre gobiernos extranjeros podían dar lugar de vez en cuando a tensas entre Austria y Serbia, en donde los principales periódicos ob­
peleas, en las que dos ministerios de exteriores se enzarzaban en rifirra­ servaban a sus homólogos del otro lado de la frontera con ojos de lince
fes a través de las páginas de esta prensa, en un proceso que agitaba las (o recibían recortes y traducciones suministrados por sus respectivos
emociones públicas de un modo que era muy difícil de controlar. Los Ministerios de Asuntos Exteriores) y donde las quejas acerca de la co­
Ministerios de Asuntos Exteriores británico y alemán solían exagerar bertura periodística del país vecino eran un tema consabido. Este pro­
cada uno el grado de control que el gobierno del otro ejercía sobre la blema desempeñaría un papel destacado en la diplomacia de la crisis
opinión pública.207 de julio de I9I4-
Las disputas en la prensa también podían surgir de manera espon­ S�n eml5ar�o?es discutible (ll1." l" preJ1S� europea se estuviera vol­
tánea, sin la participación del gobierno. Por lo general, los gobiernos viendo cadavez más belicosa durante los años anterfüres a I9I4. Las
admitían que las broncas entre directores de periódicos chovinistas últimfsiirvesti�acíoííe�s§liiel§sj:>�fíódicos aleniaiies miiesrranun pa­
podían agudizarse hasta el punto de amenazar con envenenar el clima nora�!'_l�s��gppl_('jg_, Un estudio de la cobertura de la pt;e.I1�1! alema­
de las relaciones internacionales. En un encuentro que tuvo lugar en na �4�!a�t�- -�-��-"�"\!_s_e_s_!§}1.�<=k--ói�1S.:._.ifúportantes__aJJif;_i}Or�S.�? la guerra
__ _

Reval en junio de 1908 entre el zar Nicolás II, el rey Eduardo VII y (Marruecos, Bosnia, Agadir, los Balcanes, etc.) ofrece. unao visión - de las
relacione � i? tern�cio� ales cad -
Charles Hardinge, el zar confió a Hardinge que la « libertad» de la _ � ��z más_ polari�� �á, Y _ ���
- ª ·
d i;minución
prensa rusa le había causado a él y a su gobierno una «vergüenza con­ de facoñfiañza enlassolucibJ1esdípli;>II1Jí!icas: Pero iáii16ién hubo pe­
siderable», ya que «todo incidente ocurrido en cualquier provincia le­ riodoS::<le calma en esos años y la época de las guerras de prensa an­
,
jana del imperio, corno un terremoto o unas tormentas eléctricas, ense- glo-afemanas aéabóde forma repentina en I 9 Ú; efectivamente, los

'
Un continente dividido Las numerosas voces de la politica exterior europea 279
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últimos dos años antes de la guerra constituyeron un periodo de «paz «aspectos poéticos y románticos del choque de armas», advirtiendo
- Q__n�j_í_Q_@rdi, cuyo que hacerlo seria «mostrar un espíritu débil y una imaginación muy
y armoriiá. pOCo comll�-�s».za- Inclus<!_:�_ri��r-�h_::_vconJ� pobre» . "6 La guerra, observó Henry Spencer Wilkinson, profesor titu­
libro Aleman{a y la próxima guerra ( I 9 I I ) cita �p blica
se c�encia como
lar de la cátedra Chichele de Historia Militar de Oxford en su primera
ejemplo de lacJ=ecleiii:e bel�era!lC:ia de la �pinión � _alemana,
comienza sl[]Janf!et() de una trernencla agresiv!d_ad c()n_uES.212 _Iargo pasa¡e clase, era «una de las modalidades de las relaciones humanas». Esta
en el q�� �� la�e_J:lt<l_ del_«pacifismo» de-_suso com_Patriota Tampoco aceptación fatalista del carácter inevitable de la guerra se mantenía
el chovínísmq hablaba si�mpr�_co11 unª s la voz, F:ñ=G_�[r[ Bfetañ a, el merced a un conjunto impreciso de argumentos y posturas; algunos se
sentimiento antirruso__erat<Jdavía una fuerza públicaConve pocl_erosa.en los
nio anglo­
apoyaban en principios de Darwin y Huxley según los cuales, en vista
de su energía y ambición, Inglaterra y Alemania estaban destinadas a
años previo s al estallid o de la guerra , a r
. esar._ 4 el
ruso de i§o]:En elinv!e rno- dei9i l:I9rz , mientr as la crisis de Aga­ llegar a las manos, a pesar de su estrecho parentesco racial; otros afir­
dir iba-cediendo, las bases del Partido Libera l acusaro n a Grey de buscar maban que la agitación era un rasgo natural de las civilizaciones muy
una amistad excesiv amente íntima con Rusia a costa de una relació n de desarrolladas con sus armamentos sofisticados; sin embargo, otros
mayor colaboración con Aleman ia. Las manife stacion es pública s convo­ proclamaban que la guerra era terapéutica, «beneficiosa para la socie­
cadas P_<l!t<J_do elpais afinales de enero de 1 9 1 2 para e){igir:':n acuerd o dad y una fuerza para el avance sociah.2l7
anglQ-alernán.L.,s_t1J.yi�!9_n i!TIP_ul�ai las ¡oll.Q 'lf_l:e por lªh<J..S !l s!a
li d hac1a Una...<<ÍQe.Ql()gía del sacrificio>>.vino a reforzarJa acogida de seme­
Rusia, cuyas maquin���_Q�e_s_��-�-���ide!aban un�_ a!l?:�.f!�:Z,:,e�ªJos mtere­ jante1?)�eas, tanto en Gran Bretaña como en Alemania, alirne�t�da, a
se>.Fútá[lÍcQs en liumerosos puntos g.,ja perifer ia del irnp�ri o. "3 su vez, ]J()r_las r_e¡jfesentaeiones positivas del con1lido miliYar que se
Los polít:icos hablaba11, o_se. q\lejaban, a nie!1l[gQ Qd.a opinión encol1!t:a.lJan en los periódicos y los libros que leían los chi:Zos en edad
como una fuerza externa que presionaba al gobierno.J\Lh.aserlo, da­ esco)ar. "8 Un panfleto escf!to por Ún di'rigo beligerante de Nue;,a:-Ze­
ban aentender -g:�;; E1üJ,iniiín -tanto pública como periodística- era landa y publicado por la Liga del Servicio Nacional instaba a todos los
algo extérno al�ohié�no, como una niebla que empañaba. lo.s_'!:idrios sa­ de escolares a recordar que �<se interponga entre su madre y sus herma­
las ventanascleJ()s c[epartamentos ministeriale.s., algoJ.jlJ e lo. s.respon nas, sus novias y amigas y todas las 1nujeres que conozca y vea y la in­
bles políticos podían optar por excluir_de Sll propia esfefa_d.e ''E.ción .Y famia inconcebible de una invasión extranjera».219 Incluso el movi­
porgpiniéJn s". refe.fía!l J:lriJ1Cipal!ll."IrI ¡, a_l:l. ap_ro_baci éJI!_C>J:" shazo de miento Scout, fundado en 1908, poseía desde sus inicios -a pesar de la
ue la opm10n _ , fiesta de las navajas de supervivencia, las fogatas y la aventura al aire
11: sus Pei§()IJ_asy.políti�as. Pero hay algo más profundo c¡ s táci­ libre- una «fuerte identificación militar que se vio acentuada durante
algo.sme podríargos llama¡-_JiJ1ei1tal �:ldJ 1ultejido de ''"s� guesto
1,11,(, bf, _ §.t\!fas y la todo el periodo de preguerra}}. 220 En Rusia, los años siguientes a la
tos_�_�()!!IO lo llamab a James Joll, q
. lle- d éte.rrnin abª_ I as p.Q
coñdricta tanto de los estadistas y los legisladores co!llo deJ<J.S.PilbhC!S­ Guerra ruso-japonesa fueron testigos de un ((renacimiento militav}
tas. .En este ámbito p()deii1()s_(\1�iíngl1ir (al y��-una creciente disposi­
i"
élites
impulsado por el deseo de una reforma militar: en 1910, se publica­
ron 572 nuevos títulos sobre temas militares. La mayor parte de ellos
ció;:. para la- gÚerrá en toda Europa, en especial dentrC3..cl� lascontra no eran tratados belicistas, sino intervenciones políticas en el debate
ilustradas. No se trataba de llan�ad as sanguin arias a_l _
a _yiQkn cia
otr�{i=E§i�d_o, sino más Qien de ll:� _ «P.�!�-�.9tis��,.��fen��:�,::��,que in­ sobre cómo debería vincularse la reforma del ejército a unos procesos
cluía la posibilidad de una guerra sin 'l\le ello l¡osalegra.J.<c.JJ.ecesar ia· más amplios de cambio social que orientarían a la sociedad hacia los
mente, un punto de vista respald ado por la convicc i§g.de. �e el con­ sacrificios que exigía un gran esfuerzo bélico.2n
flicto era ull rasgo «naturab de lap<Jlít.i<;.a, imemª<::i<mi!L «La idea de Estos hechos, que tienen su equivalente en todos los Estados euro­
peos, ayudan a explicar la buena disposición de las asambleas legis­
una paz prolong-�da· es un sueño inútil�» escribió en I9Io el vizcon­y lativas para aceptar la carga financiera de un aumento del gasto ar­
de Esher, promotor de la Entente anglo-francesa y amigo íntimo ia mamentista durante el periodo de preguerra. En Francia, en 19r3, y
consejero de Eduardo VII. Dos años después, dijo ante una audienClos tras una acalorada polémica, la Asamblea Nacional apoyó la nueva
de estudiantes universitarios de Cambridge que no subestim
aran
Un continente dividido Las numerosas voces de la política exterior europea

ley del servicio militar de tres años, lo cual reflejó un reuacer del aceptar la guerra, concebida como una certeza impuesta por la íud ¡
oe
«prestigio de la guerra » en una esfera pública que desde el caso de 1as re1acwnes mtern
.
. aciona les. El peso acumulado de dicha disposi-
Dreyfus solía exhibir uuos fuertes valores autimilitaristas, si bien nq ción se mamfestaría durante la crisis de julio de r9r4 no a modo de
debemos olvidar que los diputados radicales respaldaron esta ley en declaraCiones programáticas agresivas, sino por medio del silencio
parte porque por primera vez se financiaría mediante un impuesto elocuente de los dirigentes civiles que, en un mundo mejor, hubiera
progresivo sobre la propiedad."" Asimismo en Alemania, Bethmann cabido esperar que señalaran que una guerra entre grandes potencias
Hollweg logró obtener el apoyo del centroderecha para el proyecto sería el peor de los escenarios.
de ley de I 9 I 3 de un gran ejército; para el proyecto de ley de finan"
ciación de estas medidas pudo conseguir el voto de una coalición de
ceutroizquierda, aunque solo porque estaba dispuesto a recaudar LA FLUIDEZ DEL PODE R
parte del dinero mediante el cobro de un nuevo impuesto a las clases
hacendadas. En ambos casos, a los argumentos a favor de un aumen­ Aunque llegáramos a suponer que las políticas exteriores de las poten­
to de la preparación militar hubo que añadir otros incentivos socio­ cJas europeas de p�eguerra fueron formuladas y dirigidas por gobier­
políticos que asegurasen el apoyo necesario para impulsar en el par­ nos compactos, ammados por un propósito unificado y coherente la
lamento proyectos de ley de tanta importancia. En Rusia, por el reconstrucción de las relaciones entre ellas seguiría siendo una ta;ea
contrario, el entusiasmo de la élite política por el armamento era tal desalentadora dado que la relación entre dos potencias cualesquiera
en r9o8 que la Duma aprobó las asignaciones aún antes de que los no puede comprenderse del todo sin hacer referencia a sus relaciones
mandos militares pudieran decidir qué hacer con ellas; aquí fue el con todas las demás. Pero en la Europa de I903-I 9f4, la realidad era
.1 <,(
bloque octubrista de la Duma, y no los mirústros, los que impulsaron aún más compleja de lo que hubiera sugerido el modelo «iuternacio-
la campaña a favor de la expansión del ejército ruso."'3 También en nal». Las intervenciones caóticas de los monarcas, la ambigüedad de
Gran Bretaña, el clima dominante de patriotismo defensivo dejó su las relaciOnes entre civiles y militares, la confrontación entre políticos
sello en la asamblea legislativa: mientras que en r902 solo tres dipu­ clave en unos sistemas caracterizados por unos bajos niveles de solida­
tados apoyaron la Liga del Servicio Nacional, en I9rz la cifra se ha" ridad en los ministerios o en el gabinete, agravados por la agitación de
bía incrementado a I 8o. n4 una prensa crítica en un marco de crisis intermitente y mayor tensión
La prensa entró en los cálculos de los responsables políticos de mu­ sobre los problemas de seguridad, hicieron de este un periodo de incer­
chas maneras diferentes. Nunca la controlaron y nunca les controló. tidumbre sin precedentes en las relaciones internacionales. Los vaive­
Más bien deberíamos hablar de una reciprocidad entre la opirúón y la nes de las políticas y la diversidad de señales a que dieron lugar hicie­
vida públicas, un proceso de interacción constante, en el que los res­ ron que no solo los historiadores, sino los hombres de estado de los
ponsables políticos trataban esporádicamente de orientar la opinión últimos años de preguerra, tuvieran dificultades para interpretar el en­
en una dirección favorable, pero se cuidaban de proteger su propia torno internacional.
autonomía y la integridad de los procesos de toma de decisiones. Por Serí� un error llevar esta observación demasiado lejos. Las comple­
otro lado, los estadistas segtúan considerando que la prensa extranjera . polmcas de los
Jas poderes ejecutivos, incluso los autoritarios, están
era un indicador no ya de la opinión pública, sino de las ideas y las in­ sometidas a fluctuaciones y tensiones internas. us La literatura sobre
tenciones oficiales, y esto significaba que las dudas acerca de quién las relaciones exteriores de Estados Unidos en el siglo xx se detiene
inspiraba o autorizaba tales o cuales declaraciones podían complicar extensameute enlas luchas de poder y las intrigas dentro del gobierno.
aún más las comurúcaciones eutre Estados. Pero lo más fundamental En un estudio bnllante sobre la entrada de Estados Urúdos en la Gue­
-y lo más difícil de evaluar- eran los cambios de mentalidad que en­ rra de Vietnam, Andrew Prestan revela que mientras los presidentes
contraban su expresión no en los llamamientos de los chovirústas a la Lyndon B. Johnson y John F. Kennedy se mostraban reacios a hacer la
firmeza o el enfrentamiento, sino en una disposición generalizada a guerra y el Departamento de Estado se oponía en gran parte a la inter-
Un continente dividido Las numerosas voces de la política exterior europea
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vención, el Consejo de Seguridad Nacional, que defendía la guerra con do en un entorno político más disciplinado. "'27 Pero seguramente los
fuerza y obraba fuera de la vigilancia del Congreso, fue reduciendo las riesgos supera_ban a l�s beneficios: cuando los halcones dominaban el
opciones del presidente sobre Vietnam hasta que la guerra fue prácti­ proceso de senahzacwn . a ambos lados
de una interacción posiblemen
camente inevitable."'' nfl .Ictlva, como
.
_

te co • ocurrió en la crisis de Agadir y ocurriría de nuevo


Sin embargo, la situación en la Europa anterior a la Primera Gue­ despues del 28 de JUlllO de 1 9 .1 4, el resultado podría ser una intensifi­
rra Mundial era distinta (y peor) en un aspecto importante. Pese a cación rápida e impredecible.
todas las tensiones que puedan crearse en su seno, el ejecutivo ameri­
cano es en realidad -en términos constitucionales- una organiza- .
ción muy cohesionada en la que la responsabilidad de las decisiones
en política exterior recae en definitiva y sin ambages en el presidente.
Este no fue el caso de los gobiernos europeos de preguerra. Siempre
existieron dudas de si Grey tenía derecho a comprometerse como lo
hizo sin consultar al gabinete o al parlamento; de hecho, estas dudas
fueron tan acuciantes que le impidieron hacer cualquier declaración
clara e inequívoca de sus intenciones. La situación era aún más con­
fusa en Francia, donde el balance de las iniciativas entre el Ministerio
de Asuntos Exteriores, el gabinete y la presidencia seguía sin resol­
verse, y en la primavera de 1 9 1 4 incluso el dominante y decidido
Poincaré se enfrentó a quienes pretendían dejarle fuera del proceso
de toma de decisiones. En Austria-Hungría, y en menor medida en
Rusia, el poder que determinaba la política exterior fluía por un cir­
cuito humano poco rígido dentro de la estructura de colmena de la
élite política, concentrándose en diferentes sectores del sistema y de­
pendiendo de quién formaba las alianzas políticas más eficaces y
definidas. En estos casos, al igual que en Alemania, la presencia de un
soberano «todopoderoso>> no aclaraba, sino que más bien enturbia­
ba, las relaciones de poder dentro del sistema.
No se trata, como sucedió en la crisis de los misiles de Cuba, de
reconstruir los razonamientos de dos superpotencias que examinan
cuidadosamente sns opciones, sino de comprender la rápida sucesión
de interacciones entre las estructuras ejecutivas que apenas conocen
sus mutuas intenciones, que obran con nn bajo nivel de segnridad y
confianza (incluso dentro de las respectivas alianzas) y con altos nive­
les de hostilidad y paranoia. La inestabilidad inherente a semejante
constelación se incrementó a causa de la indecisión del poder dentro de
cada ejecutivo y su tendencia a migrar de un nodo del sistema a otro.
Bien puede ser cierto que la discrepancia y la polémica dentro de los
servicios diplomáticos podrían haber tenido un efecto beneficioso, ya
que planteaban cuestiones y objeciones que podrían haberse suprimí"
Crisis

« ¿ Qué puede significar? ¿Qué va a pasar con nosotros?», preguntaban


las mujeres. Las esposas, los hijos, los mar-idos, todos estaban desborda�
dos por la emoción. Las esposas se aferra ban a los brazos de sus maridos.
Los hijos, viendo a sus madres llorando, también se ponían a llorar. A
nuestro alrededor todo era alarma y consternación. Qué escena más per�
2To
turbadora. Conclusión
Un viajero inglés recuerda la reacción que observó en el asenta­

1
miento cosaco de Altai (Semipalatinsk) cuando la «bandera azul» que
enarbolaba un jinete y el sonido de las cornetas tocando la alarma tra­ «Nunca seré capaz de comprender cómo ocurrió», le comentaba la
jeron la noticia de la movilización. El zar había hablado, y los cosacos, novelista Rebecca West a su marido, cuando ambos se asomaron al
con su peculiar vocación y tradición militar, «ardían en deseos de com- balcón del Ayuntamiento de Sarajevo en r936. No era porque hubiera
batir al enemigo». Pero, ¿quién era ese enemigo? Nadie lo sabía. El te­ pocos datos disponibles, sino porque había demasiados, reflexionaba
legrama de movilización no aportaba detalles. Abundaban los rumo­ la escritora.' Una de_@� tes_i§ fentrales de este libro ha sido que la crisis
res. Al principio todo el mundo imaginaba que la guerra debía de ser de I9I4 fue muy complej�.:J'�rte de esa CiJ_l1l])lejiclad_proy_e_n!_a_<!l: las
con China -«Rusia se había adentrado demasiado en Mongolia y Chi­ conductas que todavía siguen formando parte de nuestra escena políti­
na había declarado la guerra». Después circuló otro rumor: «Es con ca. Los últimos capitli1os de este libro-fueron escritos-en2.o"Ii-l' 2or2,
Inglaterra, con Inglaterra » . Esa fue la idea que prevaleció durante un durante el punto álgido de la crisis financiera de la eurozona, un acoq­
tiempo. tecimú,fitO::C.o!ltemporáneo de una complejidad desconcertante. Es dig­
no de m.ención qlli' los protagonistas de _la_ crisis de _la eur.m:ona, al
Tan solo al cabo de cuatro días nos Hegó algo parecido a la verdad, y en­ igual �e los de r9 I4, eran conscientes de que exis_tli_!!_n_!losible desen­
tonces nadie se lo creyó. ::ni
lace que habría resultado catastrófico para todos (el fracaso del euro).
TodosJos J:lrotagonistas principales es_peraban_que!l() OC!!frieQ,_ pero
además de ese interés compartido, también tenían intereses_p_ªrticula­
res:..yantagóni_cqs,.- propiQs.-Teniendo en cuenta las interrelaciones que
existen a lo largo y ancho del sistema, las consecuencias de una determi­
nada acción dependían de las reacciones de los demás, que resultaban
difíciles de calcular por anticipado, debido a la opacidad de los procesos
de toma de decisiones. Y mientras tanto, los actores políticos de la euro­
zona aprovechaban la posibilidad de esa catástrofe general como palan­
ca para asegurarse sus propias ventajas específicas.
En ese sentido, los hombres de I9I4 son contemporáneos nuestros.
Pero las-dñeieiiclaS soii tan signlfiéativas cüriio los-elemento-s en co­
mún. Por lo menos, fo� ministros encargados de resolvér la crisÍsde la
-
eurÜZOi:ta eStaban de acuerdo, en - térmifios generares, ·en ·ciúíl era el
pr�blema -po¡ el contrario, en I9I4, una profunda quiebra- de. las
perspectivas éticas y políticas socavabi1 el consenso y rriinaoi!acon­
fiañza. Las poderosas· instituciones súpranacióriales qué hciy·en ctía
aportan un marco para definir las taúas, mediar en los conflictos e
Sonámbulos Co'J.zclusión

identifica_r los rem�diQLbri!@bJll! I'9f �u ausencia en r9r4., Por añadi­


dura, la complejidad de la crisis de 1914 no se debía a la difusión de los
poderes y responsabilidades a lo largo y ancho de un único marco po­
lítico-financiero, sino a las interacciones de fuego graneado entre cen­
tros de poder amónomos y fuertemente armados, que se enfrentaban a
unas ameuazas distintas y muy cambiantes, y que funcionaban bajo
unas condiciones de alto riesgo y escasa confianza y transparencia .
En la complejidad de los acontecimiei1tos d."_ r !J I 4_ desempeñaron
un papel crucial los ra]Jié.l()s cambios en el sistema internacional: la re­
¡)entíiia aparición de tin llstaáo territorial :Ilbanés, la carrera arma­
mentista "ntre Turquía y Rusía en el Mar Negro, o la reorientaciÓn de
- rusa, que se apartó de Sofíil y se aprox:imó_'!._Belgrado, por
la política
citar solo algunas. No se trataba de transiciones históricas a largo pla­
zo,-SinO- ae reaiineamientos a �orto plazo. SuS consecuencias se vieron
amplificadas por la precaried�dd�-las relaciones de poder en el seno de
los Gobiernos europeos: los esfuerzos de Grey para contener la amena­
za de los radicales liberales, la frágil autoridad de Poincaré y su política
de alianzas, o la campaña que libró Sukhomlinov contra Kokovtsov.
Según las memorias inéditas de un miembro de los círculos políticos,
tras la destitución de Vladimir Kokovtsov en enero de 1 9 14, el zar
Nicolás 11 ofreció su cargo en primera instancia al político profunda­
mente conservador Piotr N. Durnovo, un hombre enérgico y decidido
que se oponía categóricamente a cualquier tipo de enredo en los Balca­
nes. Pero Durnovo rechazó el cargo, y este acabó recayendo en Gore­
mykin, cuya debilidad permitió que Krivoshein y el mando militar
ejercieran una influencia desproporcionada en los Consejos de Minis­
tros de julio de 1914. , Sería un error conceder demasiada importancia
a ese detalle, pero sirve para llamar nuestra atención sobre el pape! de
los reajustes contingentes y a corto plazo a la hora de influir en las
condiciones en que se desarrolló la crisis de 1914.
Ello, a su vez, hizo que el sistema fuera mucho más opaco e impre­
decible, lo que alimentó una actitud generalizada de desconfianza mu­
tua, incluso dentro de las respectivas alianzas, un giro que fue peligro­
Las huellas de Gavrilo Princip, Sarajevo (una foto de 1955). (Hulton Archive/Getty
so para la paz. Los niveles de confianza entre los líderes rusos y
1mages)
británicos ya eran relativamente bajos en 1914, y seguían disminuyen­
do, pero ello no mermó la disposición del Foreign Office a aceptar una
guerra europea en los términos que marcó Rusia; por el contrario, re­
afirmó los argumentos a favor de la intervención. Lo mismo puede
decirse de la Alianza franco-rusa: las dudas acerca de su futuro tuvie-
l
¡
Sonámbulos co')¡cfusión

ron el efecto, en ambos bandos, de amplificar, en vez de silenciar, la anterior serie de supuestos sobre el papel de Austria como fulcro de la
disposición de arriesgarse a una guerra. Las fluctuaciones eJ! las rela­ estabilidad en Europa central y oriental, desinhibió a los enemigos de
ciones de poc[er en e! seno de cada uno de los Gobiernos ...:Combinadas Viena, socavando la idea de que Austria-Hungría, al igual que cual­
con unas condiciOñ�s obJ�tiVaS diid:imelltf-Cambiantes- )rodukron quier otra gran potencia, tenía unos intereses y el derecho a defender­
a su vez las oscilaciones de las �olíticas y la ambigüedad de os m�nsa­ 1 los con todas sus fuerzas.
1
jes que fueron un rasgo cruciai�urante las cnsis previas_ a la guerfa. De Puede que parezca evidente .<�_u e el escenario de los Balcanes fue
hecho, no está claro g_y_e_�Lté_;:;n¡;:;;;-�;poiíiíca-;;r¡;;¡UJie!pr�piado en el esencial para eJ estallido cle(a_gtlerra, tenie�do en Ct¡enta d l!!!:ªLde._ills
contexto�el��i_e>.<!C> <ll!!"ri�-��122� h teniendo en c11en�a lo difuso y lo as-�;inatOSque desi�c-�-denaron la crisis. Pero ca be destacar dos cues­
ambiguo de muchos de los (;;Dillj:u:oiDi§.Q§_qldf"�I!!��1'-��-�j!l�go. Es tiones-en ·particulir�§.riilel .'.:a. J�<iue las Guerras Balcánicas modifi­
cuestionable que Rusj¡t_Q J\J�mania t}lyier_'!_l1. 11!1:1J:9.1ítica respecto a los caron las relaciones entre las grandes potencias_yJas_j:lo_te_Il_cjas meno­
Balcanes en los años 191!-.:}.92"1 -por el contrario, lo que se ap�ecia es res ¡,_n �n sentido peligroso. A ojos 4� Ios líderes tanto de Austria J,:.Q!l! O
una multiplicidad de iniciativas, esce11ari'!." y actitudes cuya tendencia de R,usia, los esfuerzos por contJ:<:'lar los acontecimientos en la penín­
general a veces resulta difícil discernir,Jln_el _s_e_no_de los Gobiernos de sula de los Balcanes adquirieron un aspecto nuevo y más amenazador,
los respectivos Estados, l:l mll!a_bili�ad de las relaciones de J=>Oder tam­ sobre}:odo duran!_e la crjsis_del inviern'!_cle J:.2!.Ü3J:�Una de sus
bién significaba que los �ncarg¡}clos de formular las políticas lo hacían consecuencias fue la balcanización de la Alianza Franco-rusa. Francia
bajo una considerabl.�.m.:.�§!(>n interior, no tanto la que ejercía la pren­ --y_ Rg_ªJ_a_, <!_p_tmoSWStlirtOs y__¡)Of �OtiYos Cfiterentes,-c�n�truYer�n un
sa, la OQ.�(>n_í>lÍblica> <>_los gruposA"..Presi§n indtiSg!ales o financie­ deton�n!<'_g_eopolític9 a lo largo de_JaJronter" efl.trt!i\ii_�t!·IU Serbia.
ros, sino más bien la que ejercían_"!'_s_ advers�rios d:��o de sus propias El escenarig_de un <;onflicto con origen en los Balcanes no fue ni una
élites y Gobiernos. Y también e�o acentt1Ó)a§ensagé>_nj!f urgencia que política ni un_plan ni un complot qt¡!'fl!e _l!l_adl!r'Jn . 9Q ¡;o_QS!_,W;,;-;:
.t-;: nte
acució a los dirigentes durante el verano de 1914. a lo largo del tiempo, ni tampoco hubo una relación necesaria ni lineal
Es preciso hacer una distinción entre los factores objetivos que in­ er{tre l:1s posturas adoptadas en 19 ', 2 y r§r 3 y ef��t�[f;d2_ �e la guerra
fluían en los dirigentes y las historias que esos dirigentes se contaban a al año siguiente. No es que el escenario de un conflicto con origen en
sí mismos, y unos a otros, acerca de lo que creían estar haciendo, y por Jósllakliies -que en realídad tuvo s\ioiígeri eilSeroi:'l fuera empujan­
qué lo hacían. Todos los protagonistas principales de nuestra historia dq � Europa hacia una guerra gue realmente_s� j:lr()dujo en 1914, sino
filtraban el mundo a través de narraciones que habían sido construidas m_�s bi�n al contrario1 el escena�io a_r_ortó el_marco conceptual _ en vir­
a partir de fragmentos de experiencia amalgamados con miedos, pro­ tu�_cual se interpretÓ la c�isi�-, 'unavezque-jstalfó�::y así fue-como
yecciones e intereses disfrazados de máximas. En Austria, el relato so­ Rusia y Francia�Villcul3.f0ll de Ullat0rffi8.S-Uñlamente asi:riJ.étrica el fu­
bre una nación de jóvenes bandoleros y regicidas que provocaban e turo de dos de las mayores potenciás iiuiiídialés al incierto destmo de
-·--

incitaban constantemente a un paciente y anciano vecino entorpeció un Estado turbulento y esporádicamente violento.
una evaluación serena de cómo gestionar las relaciones con Belgrado. -Par� Austria-Hungría, cuya corifiguración'de seguridad re_gion�!.§e
En Serbia, las fantasías de victimismo y opresión por parte de un Impe­ había_visto arnÚJ1adª_p()rjas (;uerras d_elos_Bal(;aJ1"s, l()S_�_es_ inatos de
rio Austrohúngaro rapaz y todopoderoso hacían algo muy parecido en Sarajevo no fueron un pretexto p;¡r_a_llevar a c_a!Jo _Uil�l'.()lítica precon­
sentido contrario. En Alemania, una sombría visión de futuras invasio­ cebi<;l.�_c!e_ iny��Qº_y g_1:_1err�. Fue�O_l]- .�n acontecimiento transformador,
nes y particiones envenenó la toma de decisiones durante el verano de cargado de una amenaz� real y sinÍbóijc�; De�d�hí ]iersp�ctlvaael si­
1914- Y la saga rusa sobre reiteradas humillaciones a manos de las glo XXI es f:ícil afuii;ar qué Vienadebióresolver los proble!Il��-�;,�gi­
potencias centrales tuvo un impacto similar, que a un tiempo distorsio­ dos de los asesinatos n1ediante u11a sosegada negociación bihgeral con
naba el pasado y clarificaba el presente. Pero lo más importante de Belgrado,_pero en eJescenario �e 1 9 14 esa no era una opción creíble.
todo fue la narración ampliamente difundida del declive históricamen­ Ni,j)()r cierto, ta!Ilf'OC() lo era la desg¡tjJ_a!:Ja prop(lesta c:I�.GX'Y-ª-favor
te necesario de Austria-Hungría, que, tras sustituir poco a poco a la de Una_��ediación de las cua_��_?_po����.�s», que se basaba en una in-
Sonámbulos cóhdusión

diferencia partidista hacia las realidades de la política de poder de la la tesis de Fischer sigue predominando en los estudios sobre el camino
situación de Austria-Hungría. No solo se daba la circunstancia de que de Alemania hacia la guerra.
las autoridades serbias eran en parte reacias y en parte incapaces de ¿De verdad necesitamos argumentar contra un único Estado cul­
erradicar la actividad irredentista que, para empezar, había dado pie a pable <i_Cfasificar a 1()s Esta_dc,s en �lrtud de su parte de re�.;�abili­
los asesinatos; además ocurría que los amigos de Serbia no le conce­ dad en elestallido de laguerra? En un estudio clásico de la literatura
dían a Viena el derecho de incorporar en sus exigencias a Belgrado un so ore los orígenes del"conflicto, PaufK.ennedy-sciiafaba que resulta
medio de supervisar y hacer cumplir lo acordado. Rechazaban tales «endeble» eludir la búsqueda de un ciiljxióFj)or-ei pioced1miento de
exigencias alegando que eran incompatibles con la soberanía de Ser­ culpar a todos los estados beligerantes, o a nil"lgunü:•uñ enfoque más
bia. En este punto hay semejanzas con el debate que tuvo lugar en el firme, viene -a- decir-KenneJy, no debería tener rríieao. de señalar un
seno del Consejo de Seguridad de Naciones Unidas en octubre de 2or� culpable. El problema de una explicación centrada-en l a culpa no es
acerca de una propuesta -apoyada por los Estados de la OTAN- para que-uno puede acabar echándole la culpa al bando equivocado. Es más
imponer sanciones al régimen de Assad en Siria a fin de evitar ulterio­ bien que las explicaciones estructuradas en torno a la culpa vienen con
res matanzas de los ciudadanos disidentes de aquel país. En contra de suposiciones incorporadas. Tienden, en primedugar, a presuponer que
la propuesta, el representante de Rusia argumentó que la idea reflejaba en las interacciones· ·conmc·t�v-ás i:iene·-�que�naner--_u:n: -·protagonista
un «enfoque impropiamente contencioso» que era típico de las poten­ que tenga razón en�úff@_e.Jil_st�nc!a,_i otro gue_e:s§:e�ívocaao:-¿Se
cias occidentales, mientras que el representante de China alegó que las equivocaban los serbios al aspirar = c'a c'unificar
==c:;:.::=.o -;la
:.:c «nación serbia» ?
=:r==:....:
: :;:.:.:;
sanciones no eran pertinentes porque eran incompatibles con la «sobe­ ¿Se equivocarán los austriacos al:C ins�ist�ir_ en l"- in.dep_ .endencia de Alba-
ranía)) de Siria. nia? �cAlguna de esas dos aspiracion�gf'l_!11_ás ern5nea_gm; la otra? La
¿Cómo incide todo esto en la cuestión de la culpabilidad? Al afir­ pregu11ta carece de sentido. Otro inconveniente de las narraciones acu­
mar que Alemania y sus aliados eran moralmente responsables del es­ satonas es que estrechan el campo de visión al centrarse en el tempe­
tallido de la guer_!�,_el__b._!tícu!<,>E_¡ __d_el Trat��o de Paz de Versalles ramento político y en las iniciativas de un Estado en particular, en vez
:
garantiz.-ªQ!!_'I!!\' la cuestión de la culpabilidad siguiera estando en el de en los procesos multilaterales de interacción. Además, existe el pro­
centro del debate�-o-�uycerca <fe_éf,.sooii'ío.Soi-Tgenesaelaguerra. El blema de que la búsqueda de culpables predispone alinvestlgá"Qor a
juego-de ·iaculpa_n\!ll.ca ha perdido su atractivo. La formulación más interpretar que los actos de los dirigentes son planeados y están movi­
influyente de esa tradjció.n_e�_j_;:¡_ �<..te:Si�. de_-Fj�che_p>�,:-::Sinóiíl;Inodetoda dQ�_por una intención coherente: Es necesa�iio demostrar que alguien
una serie de argumentos elaborados durante la década de r96o por deseaba la guerra y que además la provocó. En su forma más extrema,
Fritz Fischer, Imanuel Geiss y un nutrido grupo de colegas alemanes esa fÓrma de proceder da lugar a narraciones conspirativas, donde un
más jóvenes, que identi���roE- a Alemania _comoJª-JlQ��Ilcia..lnás cul­ círculo de individuos poderosos, como los malos con chaqueta de ter­
-
pabl_e gel estallido de la guerra. Según ese�!O de vista (dejando a un ciopelo de las películas de James Bond, controla los acontecimientos
lado las muchas variaciones que se dan en la escuela de Fischer), los entre bastidores de acuerdo con un maléfico plan. La satisfacción mo­
alemanes no se tropezaron con la guerra, ni se vieron arrastrados poco ral que proporciona ese tipo de narraciones resulta innegable, y por
a poconacia-erra:·T:a eligieron -y lo-que es peor, la planificaron por supuesto no es imposible desde un punto de vista lógico que la guerra
anti��do, coliJa esperanZa ere salir de"sli-aislamieiít(J_ellropeo e inten­ se produjera de esa forma durante el verano de I9I4, pero la idea que
tar aspirar a la supremacía mundial. Los últimos estudios sobre la con­ se expone en este libro es que ese tipo de argumentos no están avalados

1
siguientepoTérníca en iorno.ala tesis de Fischer han destacado los por la evidencia.
vínculos entre ese debate y el espinoso proceso por el que los intelec- · El estallido de la guerra en I9I4 no es una obra de teatro de Agatha
tuales alemanes se reconciliaron con el contaminante legado moral de Christie, donde al final descubriremos al culpable, con una pistola hu­
la época nazi, y los argumentos de Fischer han sido objeto de críticas meante en la mano, de pie ante un cadáver en el invernadero. En esta
en muchos de sus puntos. 3 A pesar de todo, una versión edulcorada de historia no hay ninguna pistola humeante; o, mejor dicho, hay una en
Sonámbulos
1
1; C&lclusión

¡;

1
la mano de todos y cada uno de los personajes principales. Visto bajo corrientes. A consecuencia de ello, la mayor carrera armamentista de
esa luz, el estallido de la guerra fue una tragedia, no un crimen.5 Reco­ la historia de la humanidad nunca culminó en una guerra nuclear en­
nocerlo no significa que tengamos que restar importancíii" a Tiioelige­ tre las superpotencias. Antes de I9I4 las cosas eran-distintas. Da la
rancia y a la paranoia imperialista de los dirigentes austriacos y alema­ impresión de que, en el fuero interno de muchos estadistas, la esperan­
nes, qne con razón llamaron la atención de Fritz Fischer y de sus za de una guerra breve y el temor a una guerra larga se anulaban mu­
aliados historiográficos. Pero los alemanes no eran los únicos imperia­ tuamente, pór así decirlo, y tnantenían a raya una apreciación más
listas, y tampoco fueron los únicos que suctimbíerori alaJ2ªgp_illa . La completa de los riesgos. En marzo de I9I3, un periodista de Le Figaro
li-¡ CriSiS que-desencadenÓ-la guerr� en I9I4 fue el frut(} cle yna cultura informa ha de una serie de conferencias recientemente pronunciadas en
París por las principales luminarias de la medicina militar de Francia.
política corríiilrl.Pe otanÍb�Q_fli_iiÍllllti_¡)glary_gell1li¿amente interacti­
va -y por ese motivo es el acontecimjent_o más complejo de la era m�­ Entre los oradores estaba el profesor Jacques-Ambroise Monprofit,
derna, y por consiguiente el debate sobre los orígenes de la Primera que acababa de regresar de una misión especial en los hospitales mili­
Guerra Mundial prosigue un siglo después de que Gavrilo Princip rea­ tares de Grecia y de Serbia, donde había ayudado a establecer unos
lizara aquellos dos disparos en la calle Francisco José. mejores estándares de cirugía militar. Monprofit observaba que <<las
Una cosa está clara: ninguno de los trofeos por los que compitieron heridas provocadas por los cañones franceses [que se habían vendido a
los políticos de I9I4 valía Jo_9Üe supuso-eJ catáCJism_o que vino a con­ los Estados balcánicos antes del estallido de la Primera Guerra de los
tinuaciÓ_fl,_¿Comprendían los protagonistas lo mucho que había en Balcanes] no solo eran las más numerosas, sino también espantosa­
juego? Antiguamente se pensaba que los europeos suscribían la quimé­ mente graves, con huesos aplastados, tejidos lacerados, y pechos y crá­
rica creencia de que el siguiente conflicto continental iba a ser una neos despedazados» . El sufrimiento resultante era tan terrible que un
guerra breve, súbita, entre príncipes, al estilo del siglo xvm; que los prominente experto en cirugía militar, el profesor Antaine Depage,
hombres iban a estar «en casa antes de Navidad» , como solía decirse. proponía un embargo internacional al futuro uso en combate de ese
Más recientemente se ha cuestionado la difusión de aquella «ilusión de tipo de armamento. «Comprendemos la generosidad de su motiva­
una guerra breve>>.6 El Plan Schlieffen de Alemania se basaba en un ción» , comentaba el periodista, <(pero si, como parece probable, algún
ataque masivo y rápido como el rayo contra Francia, pero incluso en el día nos vemos superados en número en el campo de batalla, lo mejor
seno del Estado Mayor de Schlieffen había voces que advertían de que es que nuestros enemigos sepan que disponemos de ese tipo de armas
la siguiente guerra no iba a traer consigo victorias rápidas sino más para defendernos, unas armas a las que habrá que temer... » El artículo
bien «un avance tedioso, sangriento y lento, paso a paso)> .? Helmuth concluía con la declaración de que Francia debería felicitarse tanto por
von Moltke esperaba que una guerra europea, en caso de que estallara, la terrible fuerza de sus armas como por poseer «una organización
se resolviera rápidamente, pero también reconocía que podía prolon­ médica que con toda confianza podemos calificar de maravillosa , . "
garse durante años, provocando una ruina inconmensurable. Herbert Podemos encontrar ese tipo de reflexiones insustanciales dondequiera
Asquith, el primer ministro británico, escribía durante la cuarta sema­ que miremos en la Europa de antes de la guerra. En ese sentido, los
na de julio de I9I4 que se avecinaba un «Armagedón». Los generales protagonistas de I9I4 eran como sonámbulos, vigilantes pero ciegos,
rusos y franceses hablaban de una «guerra de exterminio» y de la «ex­ angustiados por los sueños, pero inconscientes ante la realidad del ho­
tinción de la civilización» . rror que estaban a punto de traer al mundo.
Lo sabían, pero ¿de verdad lo sentían? Esa es tal vez una de las dife­
rencias entre los años previos a I9I4 y los años posteriores a I945 ·
Durante los años cincuenta y sesenta, los dirigentes y el público en ge­
neral comprendían por igual, y de una forma visceral, el significado de
una guerra nuclear -las imágenes de los hongos atómicos sobre Hiro­
shima y Nagasaki formaban parte de las pesadillas de los ciudadanos
Notas

ABR EVI ATURAS

t\.MAE- Archivo del Ministerio de Asuntos Extee¡o,res, París


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1914 (40 vals ., Berlín 1922-192 7)
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schen und der provis orischen Regierung, trad. Otto Ho etzsch (9 vals ., Ber-
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KA- Krasnyi Arkhiv
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ticos, Bruselas
Sonámbulos No tas

MAE- M inisterio de Asuntos Exteriores británico l' una respuesta del editor alemán se encuentra en Friedrich Thimme, «Fran-
M lD- PO - Ministerstvo Inostrannikh Del - Politicko Odelenje (M· . r~. "sche K.ritiken zur deutschen Aktenpublika tion », Europaische Gespriiche,
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Historia Mi litar del Estado Ruso ), Moscú re rvo de ~S010 volumen «Introduction. Govemments, Historians and " H istorical En-
TNA - The National Archives (Archivos N acionales), Kew ~neering" » de Wilson, pp. 1-28 , esp. pp. 12-13.
g 7. Bern hard Schwertfeger; Der Weltkrieg der Dokumente. Z eb n jahre
Kriegssehuldforschung und ihr Ergebnis (Berlín, 19 29). Este problema se trata
INTRODUC CIÓN de un modo más general en Zala, Geschichte unter der Schere, esp. pp. 3 1 -3 6 ,
47-9 1, 327-33 8 .
I. Citado en D avid Fromkin , Europe's Last Summer: Who Started h 8. Th eob ald von Bethmann Hollweg, Betracbtungen zum Weltkriege (2
Great War in 19 I 4 ? (Nueva York, 2004 ), p. 6. t e vals., Berlín, 191 9 ), esp. vol. 1, pp. 113-1 84; Sergei Dmitrievich Sazonov, Les
2 . El Ministerio de Asunto s Exteriores alemán financiaba las aetivid d Années fatales (París, 1927) ; Raymond Pa incaré, Au service de la France -
del Arbeitsauschuss Deu tscher Verbá nde dedicado a coordinar la cam~_es neuf ann ées de souvenirs (10 va ls., París, 19 26-19 33), esp. vol. 4, ~'Union
contra la culpabilidad de la guerra y apo yaba extraoficialmente un Zentra!s~~ saaée, pp . 16 3-43 1. Para un análisis más detallado, pero no necesanamente
lIe ~ur Erforschung der Kriegsursachen atendida por eruditos, véase Ulrich más revelador, de la crisis por parte del expresidente véanse las decla raciones
H ememann , Die verdriingte Nieder/age: po/itische Offent/ich keit und que figuran en René Gerin, Les responsabilités de la guerre: quatorze ques -
Kriegsschuldfrage in der Weimarer Republik (Gotinga, 19 83), esp. pp, 95- tians, par René Gerin .. . quatorze r éponses, par Raymond Poincaré (París,
11 7; Sacha Zala, Geschichte unter der Schere politischer Zensur. Arntliche 1930).
Aktensammlung ím internationalen Vergleich (Múnich, 2001 ), esp. pp. 57-77; 9. Vizconde Edward G rey de Fallodon, Twenty-Pive Years, 1892-19 16
Imanuel Geiss, «D ie manipulierte Kriegsschu ldfrage. Deutsche Reichspolitik (Londres, 1925).
in der J ulikrise 191 4 und deutsche Kriegsziele im Spiegel des Schuldreferats 10. Bernadotte Everly Schm itt, Interviewing the A uthors of the War (Chi -
des Aus wartigen Amtes, 1919-1931 », Ivíílitdresch íchtl íche Mitteilungen, 34 cago, 193 0 ) .
(19 83), pp. 31-60 . Ir. Ibid ., p . I r.
3· Bartho u a Martin, cana de 3 de mayo de 19 34, citada en Keith Harnil- 12. Luigi Albertini, T he Origine of the War of I9 I 4 , trad. Isabella M.
ton , «The Historical Diplomacy of the Third Repub lic» , en Keith M. Wilson Massey (3 vols., Oxford, 1953), vol. 2 , p . 40; Magrini trabajaba a petición del
(ed. ), Forging the Collective Memory. Government and Internationa l Histo- historiador italiano Luigi Albertini.
rtans through Two Wor /d Wars (Pro vidence , Oxford, 1996), pp . 29-6>, aquí 13. Derek Spring, «The Unfinished Co llection . Russian Documents on the
p. 45 ; sobre la crít ica francesa a la edición alema na, véase por ejemplo, E. Origins of the First World War " , en Wilson (ed.), Forging the Co//ective Me-
Bourgeois, «Les archives d'État et l'enqu ére sur les origines de la guerremon- mory, pp . 63-86 .
diale. A. propos de la publication allemande: Die gros se Politik d . europ . Kabi- 1+ John W. Langdon, j uly I9 I4 : The L ong Debate, I9I8-I990 (Oxford,
nette et de sa traduction franca ise», Revue histo rique , 155 (mayo-agosto de 1991), p. 51.
19 27 ), pp. 39-56. Bourgeo is acusa ba a lo s editores alemanes de estructurar la 15. Carecería de sentido ofrecer aquí una muestra de la literatu ra. Para
edición de un modo que ocu ltaba las omisiones tácticas del registro documen- encontrar discusiones útiles sobre el debate y su histori a, véase John A. Moses,
Notas
~
122. Me morándum de Hardinge, con fecha de 10 de noviemb d Gan Bretaña que se ve frustrada por la valiente intervención del Imperio ale-
adjunto a Goschen a ~rey, Berlín, 4 de no;i~~bre de 1909, BD, ~:I e 19 [1l~n)j para un excelente resumen véase l. F. Clarke, Voices Prophesying War,
204 , pp. 3°4 -312, aq ur p. 31 1; para un an álisis sugerente yeáustic . 6, d< 6;-1984 (Londres, 19 70).
visionista de esta y otras declaraciones, véase Keith M. Wilso n Tha ~en~~ re- 17 133. Anotación en su diario, 29 de noviembre de 190 6, en Pal éologue, The
the Entente. Essays on the Determinants o{ British Foreign Poi;;"", le DIle)' (} f.r ning Point, p. 32 8 . _ ..
- Jo 904- 1
(Ca mbridge, 1985), p. 100. 91 134. David M . McDonald, United Government and Foreign Policy In
12 3. Eyre Cro we, Memorandum 0 0 the Presen t Sta re of British R I . ~.ssia 19°0- 19 14 (Cam bridge, MA, 1992), pp. l03-11 1.
with Franee and Germany, 1 de enero de 1907, BD, vol. 3, apé ed~tlo 135. E. W. Edwa rds, ..The Franco-German Agreemenr on Moroceo,
doc . 445, pp . 39 7-4 20, aquí p. 406. Sobre la con solidación de la .~ ;ce .1 909' , Eng /ish Historica/ Review, 78 (1963), pp . 4 83-51 3, aqui p. 4r 3; sobre
antialernan a - en la cúspide del Foreign Office, véase Jürgen Angeloa ange ~ respuesta hostil de británicos y rusos, véase la carta de Paul Cambon a Jules
Weg in die Urka tastrophe. Der Z erfall des a/ten Eu ropa s 19 0 0-19 14 (W, Der [a[llbon, 9 de diciembre de 1911 , en Paul Cambó n, Correspo ndance I 87a-
201 0 ), pp. 51 -52 .
Be rl'n•
924 (3 vols., París, 194 0-1 946), vol. 2, pp. 354- 355; jean- Claude Allain,
124 . Esras cifras esrán sacadas de H ans-Ulrich Wehle~ Deutsche G ~gadir, 191 l . Une Crise ím péría íiste en Europe p our la conquét e du Maroe
schaftsgeschichte (5 vols., Múnich, 2008 ), voL 3, Von der "deutschen Do;se~­ ¡París, 197 6 ), pp . 23 2-24 6 .
revo/utian ".bis zum .Beginn des Ersten ~el~kTl~ges, 1849 -1 9 I~, pp, 6 101r 2.- 1) 6. Hild ebr and , Das vergangene Reich, pp. 25 6-25 7; Uwe Liszkowski,
125 . Chve Trebilcock, The lndustríaiísat icn of the Contmental Po . z,uischen Lib era/ismus und Imperia/ismus. D ie zaristische Aussenpo/itik vor
1780-1914 (Londres, 19 81), p. 22. "'ers
dem Ersten We/tkrieg im Urteil Mi/iukovs und der Kadettenpartei, 19°5 -1914
126. Keith Ne ilson, - Q uor homines, rot senren tiae: Berrie, Hardinge N'. ¡Srungarr, 1974 ), pp. 70, 156; sobre las tendencias a favor de la distensión en
colson and British Policy, 1906-1916», manuscrito inédito; estoy sumam'en I general durante este periodo, véaseKiessling, Gegen den grossen Krieg?, passim,
agradecido al profesor Neilso n por dejarme ver una versión del texto compl:~
ro antes de su publicación.
127 . Carta personal de H ardinge a Bertie, 14 de febrero de 1904, Benie CAPIT ULO 4
Papers, TNA, FO 800/r76; cartapersonal de Hardinge a Bertie, 11 de maro de
1904, Bertie Papers , ibid ., FO 8001r83, ambas citadas en Neilson, «Quor 1. ]ohannes Pau lma nn, Pom p und Po/i tik: Monarchenb egegnungen in
homines, tot sententiae», Europa zwischen Anden Régime und Erstem Weltkrieg (paderborn, 2000),
128 . Keith Ne ilson, «My Beloved Russians: Sir Arthur Nicolson andRus- pp.33 8-34 0 .
sia, 19 06-1916 ~), lnternational History Review, 9/4 (198 7), pp. 521-554. 2. Sobre la capacidad del káiser para modular el lengu aje con el que los
aq uí pp. 524-525 . alemanes corrientes entendían las relaciones, véase Michael A. Obst, «Eí ner
129. «T he Invention of Ce rmany» es el título del sexto capítulo de Wilson, nur ist Herr im Reiche», Wi lhe/m Il als politischer Redne r (Paderborn, 2010),
Po/icy of the En ten te, pp. ICO-120 . pp. 406-4 0 7.
130. Sobre la preocupación británica de su capacidad defensiva tras la 1. Chrisropher Hibbert, Edwar d VIl. A Portrait (Lond res, 1976), p. 282.
Guerra de los Bóers, véase Aaron L. Friedberg, The Weary Titan. Britaín and 4. Virginia Cowles, Edward VII and His Circle (Londr es, [1956]), p. IlO.
the Ex perience of Re /ative Decline, 1895-19°5 (Princeton, 1988), pp. 2) 2- j . Zara S. Steiner, Th e Foreign Office and Foreign Po/icy, 1898-1914
234 Ypassim; David Reyno lds, Britannia Overru /ed. British Po/icyand World (Cambridge, 19 69 ), pp. 69-71.
Power in the Twentieth Century (2' ed. , Har1ow, 2000), pp. 63-67. 6. Roberr e Isabelle Tombs, That Sweet Enemy. Th e French and British
13 l. So bre este rasgo de la política exterior estadounidense, véase John A. from the Sun Kíng to thePresent (Lond res, 200 6), p. 438; Hibbert, Ed ward
Thompson , •The Exaggera tion of American Vulnerability: T he Anatorny ufa VII, pp. 259 (cita ), 258; Rod erick McLean, Royalty and Dip lomacy in Euro-
Tradition », D ip /omatic His tory, 16/r (1992), pp . 23-43. pe, 1890-1914 (Cambridge, 2001), pp . ' 47- 148.
'32. Ejemp los de esta clase de fantasías pued en verse en A. Dekhnewallah 7. Citado en Hibberr, Edward VIl, pp . 261-262.
(pseud.) , The Great Ru ssian l nvasion of India. A Seque/ to the Afghamstan 8. Harold N icolson, King George the Fifth (Londres, 1952), p. 175.
Campaign of 1879-9 (Londres, 1879 ); William Le Queu x, Th e Great Warm 9. Kennerh Rose, George V (Londres, 1983 ), p. 166.
England in 18 97 (Londres, 1894) (pronostica una invasión franco-rusa de 10. N icolson, King George the Fifth, p. 175.
Notas 68 5

' 1. Citado en Mira nda C árter; The Three Em pe rors. Th ree Co .


.
Em pír es an d the R oad to Wor/d War One (Londres, 2009), p. 82.
'2. D. C. B. Lieven, Nicho /as ll, Emp eror o f A /l th e Russias (L
-----
UStns t i;
• ree
,.---
, 6. Rahl, Der Weg in den A bgru nd, pp . 253, '2 5, 109, 269.
~7 ' Véase H o lstein a Eulenburg, Berlín, 2.0 de octubre de 1891, en R óhl

le .I, Philipp Eulenbu rgs Politi sche Ko rrespondenz (3 vols., Boppard am


d
'993 ), p. II 7. ondros. ¡¡hein, ' 97 6-' 9 8 3), vol. r p. 7 r 6 .
'3 · Citado en David M . McDonald, United Government and F . , 8. Róhl, Der Weg in den A bgru nd, pp. 82, 90.
licy in Russia ' 900-' 914 [Cambridge, MA , 1992), p. 31. or"gn Po. 29- Harald Ro senbac h, Das deutscbe Reicb, G rossbritann ien und der
'4' Citado en Lieven, N icholas ll, p. 97. v ansvaa/ (1896- 1902). Anfiinge deu tsch-britischer En tfremdung (Gotinga,
'5' McDo na ld, United Govern ment, pp . 38-57. , 3), pp. 58- 6 ' ; sobre la confusión parecida que había en la política del k ái-
16 . Lieven, Nicbolas 11, p. 100. ;:e n el Lejano O riente, véase Go rdo n Crai g, Ge rmany 1866- , 945 (Ox ford,
17 . Mc Donald, United Gouemment, p. 10 6.
198I), p. 244 ·
, 8. Ibid., pp. 168-' 98. 30' Ra hl, D er W eg in de n Abgrund, p.. 37 5; H olger Affler?ach, Falken-
'9· J. C. G. Ro hl, Germany With out Bisma rck . T he Crisis of Go v baYn: Po/itisches D enken und H andeln 1m Kaiserreicb (M umch, ' 994 ),
. h .h <ir 'd
In t e Second Reic , 1890-1900 (Lon es, ' 9 6 7); 1 .,» The " kingship m h
em "'e.,
pp. 58-59' .
nisrn" in th e Kai serreich - , en R óhl, The Kaiser and Hi s Cou rt. Wilhel111 I~c a- JI . Este episodio se discute en Rohl, D er.W eg In den Abgrund , p. 348.
the Government of Germany, trad. T. F. Cole (Ca mbridge, '994) pp and J2. K. H ildebrand, Das vergangene Reích , D eutsche A ussenpoliti ñ vo n
'30; H an s-Ulrich Wehler, Das deutsche Kaiserreich, 1871- 1918 '(Go'tir07' Bj,marck bis H itler 187'-1945 (Srurtgart, r 995), PP.I55 -'5 6; Rainer Lah-
'973), pp, 60- 69; id., Deutsch e Ges el/scha ftsgeschichte (5 vols., Mún~~~' e V eutsche A ussenpo /itik ,890- 189 4. Von der G /elchgewlch tspO/ltlk BIS-
' 995 ), vol. 3, pp . , 0 ' 6-' 0 20. ' ::a~cks zur A llianzstrategie Caprivis (Goringa , ' 994 ), p. r8; N. Rich, M . H.
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• n,
' 9 8 5 ), pp. '5-39, aq ui p. 39· 33. Guillermo a Bülow, II de agosto de ' 90 5, en G P, vol. '912, pp. 496-
21. Citado en J. C. G. Ra bi, «Kaiser Wilhelm 11: A Suita ble Case fcr 98- véase tambi én Kath erine Lerman, The Chance/lor as Courtier Bernhard
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23. El relato crítico más fidedigno lo encontramos en J. C. G. Rohl, Wi/· Policy before th e First Wo r/d War (Cambridge, ' 9 79), pp. ' 4-' 7.
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York, r 935), p. ,878, cita do en R óhl, De r Weg in den Abgrund, p. 488. theGreat Pow ers, p. 2.1 9.
25. Ragnhild Fiebig-von Ha se, «Die Ro lle Kaiser Wilhelms 11 in den deuts- 40. Lieven, N icholas Il, p. ' 05 .
chamerikanischen Beziehungen , r 890-' 9 '4 ", en John C. G. Róhl (ed.), Wi/· 41. Sus hijos, por ejemplo, jugab an con los hijos de los embajadores de
he/m l l (Mú nich, ' 99 ' )' pp . 223-257, aq uí p. 25' ; id., D er Weg in den países amigo s, véase Helene Izvolsky, «The Fat eful Years: 1906-191 1. , Rus-
Abgru nd , p. 653 . lian Review , 2812 (r96 9), pp. '9'-206.
686 Sonámbulos Notas 687
r - - - - - - - - - -- - -- - - - -- - - - --
4 2 . D aVI'd MacLaren McDonald, ílnited Government and P. - - . --- e pol4r la conqu éte du Maroc (París, 1976), p. 284; véase también Hayne,
in Russia, '9°0-19'4 (Camb ridge, MA, '992), pp. 84-8 5, 94-9~relgn POli!)' ~re1tch Foreign Office, p. 212; so bre el manejo por parte de Francia de sus
43· Memorándu m de Edward Grey, '5 de man o de 1907' G' (f'laciones co n Alemania en Mar ruecos, véase también E. Oncken, Pantber-
so n, Londres, I? ,de marzo ~~ 1907, lNA ro 418/3 8, fa s. 79 , ;o_~e: a Nicol. p",ng naeh Agadir. Die deutscbe Politik wiihrend der zweiten Marokkok rise
44· Paul M iliukov, Poliucat M em oirs ' 905-' 9' 7, trad . Carl
(Ann Arbor, 196 7), p. 184.
G
oldberg
;9" (Düsseldorf, 19 81), pp . 9 8- 109.
62 . E.W. Edwards, «The Franco-German Agreement 0 0 Moro cco , 1909 ",
45 · McDonald, United Go vem ment, pp . r B , 157 -158; Andrew R E~glish Historical Review, 78 (19 63), p p. 48 3-5' 3'
Ru ssia and the Balkan s. lnter-Balkan Riua lries and Russian F . ossos, 63. Para un análisis sutil de la transició n hacia una «diplomacia aventure-
o relgn p, J"
' 9 ° 8- 1 9 4 (Toro nto, 198 r), p. 11; Ron ald Bobroff, Roads to GI o ,!)' rista » en París en 19 10- 19 11, véase Allain, Agadir, pp. 279-297.
'
Imperial Russia and the Turk ish Straits (Londres, 200 6), pp. 13- 15 0'». Late 64, Hildebran d, Das vergangene Reieh, p. 161.
4 6. Sobre los antecedentes del Acuerdo de Porsdam, véase 1. ¡ A , 65. Wolfgang]. Mornmsen, Grossmachtstellung und Weltpolitik. Die Aus-
Russkogermansk ie dip lomaticheskie otnosheniia, '9°5- 19" se: ir~ta f ev, se~politik des Deutschen Reíches, 1870 bis '9'4 (Frankfurt, 1993), p. 125.
197 2). oseul, 66. Geoff Eley, «Th e View from the Throne: The Persona l Ru le of Kaiser
47· Sobre Harrwig, véase Rossos, Russia and th e Ba/kans p Wilhelm Il », Historical journal, 2812 (1985) , pp. 469-485.
sobre la diplom acia de Charykov en 19", véase Bo bro ff, Roads ;~ b~:
pp. 23-26.
',;
1),
67 , Ho lstein a Eulenburg, Berlín, 3 de febrero de 1897; véase también
Eulenburg a H olstein, Viena, 7 de febrero de 1897, en Rich, Fisher y Frauen-
48 . McDo na ld, United Govemment, p. 166. dienst (eds.), Die geheimen Papiere, do cs. 599 y 601, vo l. 4, pp. 8, 12; véase
49 . Citado en Lieven, N icho las JI, p. 82. también Hohenlohe a Eulen burg, Berlín, 4 de febrero de 1897, en C. z. H o-
5 ~. Rossos, Russia. a~d the Ba!kans~ P: 9; Uwe Liszkowski, Zw ischen Li- henlohe-Schillingsfürst, Denkwürdigke iten der Reiehskanzlerzeit, ed. K. A. v.
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1974), pp. '73 -r74· g , 69. Guillermo a Bülow, 11 de agosto de 1905, en GP, vol. ' 912, pp. 496 -
5 1. Sob re este aspecto de la política rusa, véase Die trich Geyer, Rus . 498; véase tambié n Lerman, Cbancellor as Courtier, pp. 129-1 30 .
lmperialism. The ln teraction of Domestic and Foreign Policy 1860-1 stan 1 70. Perer Winzen, Reichskanzler Bemhard Fürst van Bülow: Weltmacht-
trad. Bruce Little (Leamingto n Spa, 1987), pp. 293-3 17 Y passim. 9 4, stratege ohne Portune, Wegbereiter der grossen Katastrophe (Go tinga, 2003),
52· M. B. Hayne, The Freneh Foreign O(fice and the Origins of the Hru pp. 134- 14 6 .
World War, 1898- 1914 (Oxford, 199 3), p. 34. 71. Lerman, Chancellor as Courtier, p. 25 8.
B. Ibid. , p. 81. 72. Konrad H. ]arausch, T he Enig ma tic Chaneellor. Bethmann Ho llweg
54· ..Un Diplomate- (pseud .), Paul Cam bon, am bassadeur de France (Pa- and the Hubris o f Im perial Germany (Ne w Ha ven, r973), pp . 72, 110.
rís, 1937), p. 234. 73. Sir Edwa rd y Lady Grey, Co ttage Book. Th e Undiscovered Country
55· Hayne, Freneh Foreign O(fiee, pp . 84, 10 3. Diaryofan Edwardian Statesman, ed. Michael Water house (Londres, 200 1),
56. Ibid., p. 85. p. 63; sobre la manifiesta aversión hacia la vida política de Grey, véase tam-
57· Ibid., pp. 174,200. bién p. 21.
58. Sobre el Acuerdo de Marruecos del 8 de febrero de '909, véase Paul 74. Spring-Rice a Ferguson (Lord Nova), 16 de julio de 1898, en Stephen
Cambon a Henr i Cam bon, 7 de febrero de 19°9, en Cambon, Correspondan- Gwynn (ed.), The Letters and Friendsbips ofSir Cecil Spring-Rice (Londres,
ce, vo l. 2, pp. 27 2-273. '929) pp. 25 2-253 .
59· Hayne , French Foreign O(fice, pp . '99,207 75. Arthur Po nscnby, citado en Sreiner; British Foreign O(fiee, p. 84,
60. Herberre, «Relations avec la France de 1902 a190 8. Notes de Maurice 76. Ibid., p. 92 .
Herberte», AMAE NS Allemagne 26, esp. fa s. 3 verso, 25, 27, 34 , 36, 37, 58, 77. Ibid., p. 9 1.
87,9 1, 113, 150, 160, 17 5, 18 2, 200, 212 , 219, 249 , 343; para un análisis de 78. Do minik Geppert, Pressek riege. O ffentliehke it und Diplomatie in
este docu mento véase Hayne, French Foreign O ffice, p. 209. den deutsch-britisehen Bezie hungen (1896- 1912) (M únich, 2007), pp. 4' 2-
61. Citado en ] ean-Claude Allain, Agadir. Une Crise ímpéríaliste en Euro- {r8.
Sonámbulos No tas
~
79· Sobre las relacione s de las élites con Alemani a véase Th ---........ 95. Bertie a Grey, París, 17 de julio de I9II , BD, vol. 7, doc. 39 1, pp. 370 -
« O UT Friend "The Enemy':», Elite Education in Britain and G amas Webe~
World War I (Stanfor d, 2008). ennany before
J7 1~6. Grey a Goschen, Londres, 21 de julio de 19 " , ibid., doc. 4",P ..390.
80 . Discurso de Grey en el Eighry Club relatado en The -s-. 97. • Mr 1I0yd George on British Pres tige », T he Times, 22 de [ulio de
de 1905, p. 12, col. B. , l unes,1 de JUnio
'
19 I1 , p. 7, col. A.
8r. Jean-Claude A llain, joseph Cai/laux (2 vols. París r978) 98. Stevenson, Armaments, p. 186 .
. ' , . vol t
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p u blic », Paafic Historical R eview, 13/3 (1944), pp. 29 2- 297 . e ird Re. S eech», Historical [ournal, 23/z (1980), pp. 431-433; sobre el sesgo an tiale -
8 2. A llain, joseph Cai/laux, vol. r, p. 3 88• Pán del discurso, véase Richard A. Cosgrove, «A Note en Lloyd George's
83· John Keiger, France and the Origins of the First World War (l
19 8 3), pp. 3 5, 42 . ondres,
~peech at the Mansion House, 21 j uly 19" o,H isto rical]ournal, 12/4 (1969),
. 698-701; sobre la planificiación de los imperialistas liberales qu e hay de-
84 · Allain, Agadir, p. 402. P~s del discurso, véase Wilson, «The Agadir Crisis» , pp. 513 -532; también
85· Ra lf Forsbach, A lfred van Kiderlen- Wiichter (1852- 19 r 2) E ' . id The Policy of the Entente. Essays on the Determ inante of British Foreign
matenleben im K~iserrejch (2 vols., Gotinga, 1997), vol. 2, pp, 5~;~ ~'Plo. ~~¡iCY, r 9 04-19r4 (Ca mbridge, 1985), p. 27; Williamso n, G rand Strategy,
86. Osear Freiherr von der lancken-Wakenitz a langwenh v S. .
Pans,• 21 d e agosto d e I9 II , GP, vol. 29, doc. 1° 7 7. on Imrnern, pp. 153- 155 . . ..
1 100. Citado en Wilson, «The Agadi r CriSIS », pp. 513-514.
. 87· Sobre el hech o de que. Kiderlen. no ma nt uviera a Bethmann Holl 10r. Wilso n, Policy of the En tente, p. 27.
Informado de los acontecrrnrentos, vease la anotación del diario d Kweg 10 2. Steiner, British Foreign O ffice, p. 125.
Riezler de 30 de julio de 191 1, en Karl Dietrieh Erdmann (ed.) Ku t Re , ", rr 103 . Sobre el lugar que ocupa la «opción de la guerra» en la política de
-r- r: " tze, D o k umente (Gotmga,
tage b u"ch er, A utsa ' 1972), pp. 1 7 8~ I 79,. r le", . Grey, véase Josr Dülffer, Manin Króger y Rolf-Harald Wippieh, Vermiedene
88. Informe de Schoen al Minis terio de Asuntos Exteriores de Be Ií P . Kriege. Deeska/ation von Konflikten der Grossmilchte zunschen Krím kr íeg
r In, ans
7 de mayo de 19 11 , GP, vol. 29, doc . 10 554, fa . 113. 1
und Ersten We ltkrieg 1856-1914 (M únich, 1997), p. 639 .
89 · David Stevenso n, Armaments and the Caming of War: Europ 104 . Berh rna nn a Metternich, 22 de noviembre de 19 11, GP, vol. 29, doc.
brid e 1904-
19'4 (C am n ge, 199 6), pp. 182-183; O ncken, Panthersprung, pp , r3 6- 44' 106 57, pp. 26 1-2 66 (sobre «la orden de prepararse para la guerra» del gobier-
r
sobre la misión del Panther como manifestación de la «prudencia» y I d ' nobritánico); Bethmann a Merrernich, 22 de noviembre de 19 11, GP, vol. 3 1,
Kid 1 . . . ..
de ] er en de evitar «complicaciones behcas ~, véase esp. Allain, Agadir. e eseo
doc. "3 21, pp. 3'-33 (p. 32 sobre la «disposición a aracar -) . Sob re el papel
P· 33 3· británico en la escalada de la crisis: Hew Srracha n, The First Wor /d War
90. G. P. Gooch, «Kiderlen-Wiichter», Cam bridge Historical]oumal 5/ (Oxford, 2001 ), p. 26.
(19 3 6 ), pp. 178-19 2, aquí p. 187. ' 1 10 5. Aehrenrhal, audiencia con el emperador Francisco José, Mendel, 3 de
9 r. Forsbach, Kiderlen- Wiichter, pp. 4 69, 47 1, 474, 476, 477. agosto de 1911, OUAP, vol. 3, doc. 2579, pp. 292-294 , aquí p. 294 .
9 2 . Estos comentarios constan en - Ind ica rions données aM. Stéphen Pi- 106 . Conversación entre Kiderlen y Osten-Sacken, refenda en Osten-Sac-
cho n á M. de Margerie, 18 Ocrober 1918 », en AMAE, NS Allemagne 5' , fo. ken a Neratov, Berlín, 20 de agosto de 19 11, IB2 /, serie 3, vol. 1, pan r .doc,
202, clt~do ~n Stefan Schm~d t, Frankr eichs Aussenpo /itik in der [ulíkríse 138, p. 344 · "
19 14 . Eín Beitrag zur Geschzch te des A usbruchs des Ersten Welt rieges (Mú- 107. Friedrich Kiessling, Gegen den grossen Krleg? Entspannung zn den
nich, 2009 ), p. 228.
internationa /en Beziehungen, 19 1 [ - [914 (Múnich, 200 2), p. 59 .
93· Grey a Bertie, 19 y 20 de julio de 19 11, Bertie a Grey, 21 de julio de 108. Wilson, Policy of the Entente, pp . 31-36.
1 1,
19 BD, vol. 7, docs. 397,4°5, 4°8, pp. 376, 382, 38 5; véase también 109. Ibid ., p. 29.
Samuel R. Williamson, The Politics of Grand Strategy. Britain and France Pre- II O . William son, Grand Strategy, p. 46; Chnsropher Andrew, Théophile
pare for War, 19 04- 1914 (Ca mbridge, MA, r969), pp , '4 6-1 47. Delcassé and the Making of the Entente Cordia le. A Reappraisal o f French
94 · Keith M . Wilson , «The Agadir Crisis, the M ansion H ou se Speech and Foreign Policy (1898-r905) (londres, 1968 ), pp. 28 3-284; sobre la participa-
th e Do u ble-edgedness of Agree menrs- , H istor ical j oum al, r 5/3 (197 1), ción de Halda ne en estos acontecimientos, véase Edward M. Spiers, Haldane.
P· F 7· An Anny Reformer (Edimburgo, 1980), p. 78.
Sonámbulos No tas

~
11 1. WilIiamson, Grand Strategy , esp. cap. 7 . So bre la lucha po r la financiación véase joseph joffre, M émo ires du
129 . . d G d
112. W ilson, Policy of th e En tente, p. 12 3. éehal Joffre (19 10- 19 17) (París, 1932), pp . 4 ' -5 9, cita o P' , 58 ; er
1 13· Schrnidt, Frankreichs Aussenpo litik, pp. 156-17 1, 196. frjaf ich Armaments and Politics in Franee on the Eve of the Fírst Wor ld
~rurne. , " " d S
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de o pinión, véase Paul " to Cítit rzees.
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II6. Le debo esta perl a al profesor Laurence W. Manin, auto ~ 5l .
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Wor ld War (Ca m bridge, 2001) , p. 88. 141. Para un esclarecedor análisis de los informes de Widenrnann, qu: me
127. Herrmann, The Armingof Europe, pp . 64-65 . ha resultado útil en mi exposicón, véase Kiessling, Gegen den grossen Kriegi ,
128 . Conra d, citado ibid ., p. 98; Stevenson, Armaments, p. 6; Norman pp. 73- 74·
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of Great Powers (Oxford, 199 4), p. 89. '43. Kiessling, Cegen den grossen Krieg?, p. 74 ·

- - --- - - - - - - -
Sonámbulos No tas
.....--
144 · «Der Kaiser machte eine, der Kanzler eine andere P u.:----- lúnich , 19 87-2008 ), vol. 3, p. 9 0 5; J. Sperber, Th e Kaiser's Voters. Electors
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#
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15 8: Bern hard van Bülow, discurso ante el Reich srag, 29 de marzo de Enemy, pp. 438-440.
'9 0 9, citado en Bernhard Rosenberger; Zeitungen als Kriegstreiber? Die Rol/e 171 . Kos zrowi ts a Ters van Goudriaan, 7 de marzo de 1906, N A, 2.°5.36,
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159 · "Sobre estos acontecimientos y su impacto en la política alemana, véa - Zaken.
se j o ach im Ra dkau, Das Zeitalter der Nervositiit. Deu tschland ztoischen Bis. 172. Srevenson, Armamen ts, p. 19 3; Allain, Agadir, pp. 379-382.
marck un d Hitler [Múnich, r99 8); Mommsen, Bürgersto!z und Weltmacht- 17 3. Deseos (em ba jado r francés en Belgrado) a Doumergue (ministro
streben , p. 18 7; H ans-Ulrich Wehle~ Deutsche Gese//schaftsgeschichte (5 vols., de Asumos Exteriores francés), 23 de marzo de 1914, 22 de abril de 1914,

..
Sonámbulos Notas

a
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175 · Kohlhaas, memorándum a Pou rta lés, Moscú 3 d do o
19 12, PA-AA, R 108 9 5. ' e 'Clernbre de
176. Gu illaumea Davignon, París, 5 de mayo de 191 3, MAEBAD
11,191 4 . , Francia
177· Keith Robbins, - Public Opinion, the Press and Pressur G
F. H. Hinsl ey (ed .), British Foreign Policy under Sir Edward Gr'; (¿ou Ps" en
1977 ), pp, 70-88, aquí p. 72; Geppert, Pressekriege, pp . 59-6 9. mbn dg<,
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P.191 . ven' '98 9,'
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18 7. Leopo ld Kammerhofer, Diplomatie und Pressepolitik 1848-1 918, en
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1, del 746 (2).
Sonám bulos

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2 11. Rosenberger, Zeitungen, passim; Geppert, Pressekriege


2 12. . Friedrich von Bernhardi, Germany and the Next War ;/d
--
6Q l, op.

a 2.~·1
Notas

CAP(TULO 5

l . G. F. Abborr, The Holy War in Trípo li (Londres, 19 12), pp . 19 2-195 .


Powles (Londres, 19 12) esp . cap. 1 [Alem ania y la pr óx ima gu;rra t ' d len Ii. 2., Teniente co ronel Gustavo Ramaciotti, Tri po li. A N arratiue af the Prin-

cisco A. de Cienfuegos. Barcelo na: Gustavo Gili, 19 1 6 ] . ' ra . Fran. cipal Engagements of the/ta/ian-Ttlrk ish War (Londres, 19 12), p. "7·
2 13. Kiessling, Gegen den grossen Krieg?, pp. 70 , 99. 3. Ernest N. Bennett, With the Tu rk s m Trip oli. Bemg Some Experiences of
214 . James Joll, 1914: The Unspoken A ssumption s. A n Inaugur I L theTurco-Italian Warof 19II (Londres, 19 12), pp . 24- 25 .
De/ivered 25 April 1968 (Londres, 19 68 ). a '<tu" 4. Ibid., p. 77·
21 5. Sobre el «patrio tismo defensivo » como po stura por defecto d 5, George Young, Na tionalism and War in the Near Eas t (Oxfor d , 19 15 ).
las esfe ras públicas europeas, véase Mulli gan, O rigins, p. 159. e todas 6. «M. M iroslaw Spa laikovitch », entrevista co n Spala jkov i é en La Revue
216. R. B. Brett, 2.0 vizcond e Esber; -To-day and to -mo rrow , en id Ji Diplomatique, 31 de julio de 1924 , recorte archivado en AS, fondos persona-
day and To -morrou/ and O ther Essays (Londres, 19 10 ), p. 13; id., l.t~d o- les de Miroslav Spa lajko vié, Ficha 10 1, fa .? 5· .. . .
War and Peace (Ca mb ridge, 19 12 ), p. 19. en. 7. William C. Askew, Europe and Italy s Acquísítion of Libya I9 II - I9 12
2 ~ 7. Citado en Joh~ Gooc h, -A rrirudes to War in ~ate.Vietorian and Ed. (Durham, NC, 19 4 2), p. 19; s.obre la. inco rporación d~ una garantía libia en la
wardian England » en id. , The Prospect o f War: Studies In British D , segunda reno vación de la Triple Alianza de 1 88 7~ vease ~olger Afflerbach,
" ~~u
Po Itey, 1847 - 194 2 (Londres, 19 8 r ), pp. 35-5 1. Ver Dreibund. Europaische Grossm aeht- und Allianzpoíítik vor dem Ersten
2 1 8 . Sobre la «ideo logía del sacrificio» , véase Alexande r Watson y P t . k Weltkr ieg (Viena, 2002), p. 69 r.
" . a ~
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164; sobre las representacion es positivas del conflicto véase Glenn R. Wilki _ 9. Enrico Serra, «La burocrazia della politica estera italian a », en R. J. B.
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2.20 . Para una excelente ex plicación de esto s asumas , véase Zara Steiner, 1088- 109 1; Askew, Eu rope an d Ita ly's A cquisition o f Libya, pp . 25, 27; Fran-
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lat íons, 17 (2003) , pp . 7-33 . 1 1. Sobre el patriote rismo socia lista en el momento de la invasión, véase

22 1. Fuller, Civil-Mi/itary Conflict, p . 197, id., Strategy and Power, p. 395. Bennert, With the Turks, p. 7·
2 2 2.. Krümeich, Armaments and Po/itics, pp. 1 0 I ~ ] 02; He rrmann, The 12. Bosworth, Italy, p. 151.
A rrning of Europe, p. 194 . 1 ) . Pietro di Scalea a San G iuliano, 13 de agosto de 1 9 11 , citado ibid ..
22 3. Stevenso n, Armaments, p. 150; Herrmann, The Arming of Europe, P·I5 8 .
pp . I I 3- I I 4· 14. Así resumía Grey su co nversación co n el embajador en una carta pos-
224 . Playne, The Pre-War Mind, pp. '47-14 8. terior dirigida a Sir Renn el! Rodd, véase Grey a Rodd, 28 de julio de 19 11,
225 . Brenda n Simms, The l m pact of Napoleon. Pruss ian H igh Politics, lNA f O 371/1250, fa . 311.
Foreign Poliey and the Crisis ofthe Exeaaive, 1797-1806 (Cambridge, 19971. 15. Bosworth, Italy , pp . 15 2- 153.
226. Andrew Prestan, The War Council: M cGe orge Bu ndy, the NSC. and 1 6. Grey a N ico lso n, Londres, 19 de septiembre de 191 1, BD, vo l. 9/ 1 ,
Vietnam (Ca mbridge, MA , 2006) . doc. 23 1, p. 274 .
22 7 · Philip E. Mosely, «Russian Policy in 19II-12 »,]ournal of Modern 17. Bosworth, Italy, p. 159; Afflerbac h, D reibu nd , p. 69 3·
History, 12 (194 0), pp . 69-86 , aquí p . 86. 18. Citado en Bosworth, Ita ly, p. 160.
1 9 . El emba jador Ma rschall van Bieberstein, anterior secretario de Estado
de Asuntos Exteriores, se o po nía firmemente a la campaña italiana. Sobre las
Sonám bulos Notas 759

tuennos t' V
2000 ), p. 65 1.
Tsarst vovanie N ikolaya Il lz obrazben íi Sovremennika (M ---
oscú
1 CONCLUSIÓN
203 . W. Mansell Me rry, Two Months in Russia: j uly-Sept emb er
(Ox ford, 191 6), pp. 7 6-77 . 19'4 l. Rebecca Wes t, Blaek Lam b and Grey Faleon. A j ourney Through Yu-
20 4 · Así co nsta en el resumen de Richard Co bb sobre las impresion e goslavia (Londres, '955), p. 350.
figuran en Roger Martín du Ga rd, ¡;Été '9 ' 4 (4 vols., París, 1 93 6- 1 94~)que 2. Las memorias son las del príncipe B. A. Vasil 'ch iko , exa m inada s en D.
Cobb, «France and the Coming of War», en Evans y Pogge vo n Strandm' en C. B. Lieven, «Burea ucratic Autho rita rianism in Late Imp erial Russia : T he
(eds.), Th e Coming of tbe First World War, pp . 125-144, aquí p. 137. ann Perso nality, Career and Opinio ns o f P. N. Dum ovo», The H isto rical [ournal,
20 5. Stracha n, The First World War, pp. ' 0 3-162, esp. p. 153; sobre I 2612 (1983) , pp. 391-4 02 .
dis~rbios po r el recluramient? en Rusia, véa~e Josh~a Sanborn, ..The Mobi~~ 3. Véase, por ejem plo, Ma rk H ewitson, Germany and the Causes of the
zan on of 19 14 and the Q uestion o f the Russian Nation », Slavic Review , j 9/ 1 First World War (Oxford, 200 6), pp. 3-4. So bre la tesis de Fischer como una
(2000), pp. 267-289 . forma de co m pro miso persona l co n el legado contaminante del nazismo , véa-
20 6. Nei berg, Dance of the Furies, p. 12 8. se Klaus Gross e Krac ht, ..Fritz Fischer und der deutsche Prorestanrismus »,
2.° 7 . Gibso n, anota ció n en su diario, 2 de ago sto en id., A Journal, p. 8. Ze ítschnít für neuere Tbe ologiegeschicbte, I oh (200 3), pp . 224- 212; Rainer
20 8. Véase Adrian Gregory, The Last Great War. Britísh Society and th Nicolaysen, «Rebell wi der Willen? Fritz Fischer und die Geschichre ei nes na-
First World War (Cam bridge, 2008), esp. pp . 9-39; id., «British War Emhu~ rionalen Tabubruchs », en Rainer Nicolaysen y Axel Schildr (eds.), l O O [abr e
siasrn: A Reassessmenr -, en Gail Braybon (ed.), Eoidence, Hist ory and the Geschichtsunssensch aft in Ham burg (Hamburger Beitrdge zur Wissenschafts -
Great War.Historialls and the Impaet of ' 914-18 (Ox ford, 200 3), pp . 67-8 5' geschichte, vol. 18) (BerlínlHam burgo, 20 t1 ), pp . 197- 236.
para un relato co n una textura ext rao rdinaria so bre las reaccio nes a la notici~ 4. Paul Kennedy, The Rise of the Anglo -Germen Antagonism (Londres ,
de la guerra en la Francia de provincias, véase Beck er, 19 14 : Commen t les 19 80 ), p. 4 67.
[rancais, pp. 277- 309; id., L'A Illlée r4 (París , 2004), pp. 149-153; Stéphane 5. Véase Paul W. Schr oeder, «Embedded Co unterfactua ls and World
Audoin-Rouzea u y An nerre Becker, 1914-1 9 18: Understanding the C reat War I as an Unavoi dable War», p. 42; para un elocuente aná lisis que interpre-
War, trad. Catherine Temerson (Lond res, 2002 ), p. 9 5; sobre la ..co nmoc ión ta la guerra como la co nsecue ncia no intencionada de una serie de errores c o -
tristeza y co nsternació n » co n que la mayor ía de la gente reci bió la noticia de met ido s po r una élite po lítica que co nsideraba que una guer ra ge neral era un
la guerra, véase Leon ard V. Smith, Stéphane Audoin-Rouzeau y Annette Bec- resultado catastrófico, véase Gian Enrico Rusconi, Rischio 1914. Come si de-
ker, Frailee and tbe Great War (Cam bridge, 2003), pp . 27-29; P. J. Flood, cide una guerra (Bolon ia, 19 87).
frailee 19'4-' 9 , 8: Publie C pinion and the War Effo rt (Basingsto ke, '99 0 ), 6. La tesis de una guerra corta: Gerhard Ritt er; Der Scblieffen plan. Kritik
pp . 5-33;Jeffrey Verhey, Th e Spirít of '914. Ivíilitarism, Myth and Mobiliza- eínes Myth os (Múnich, 19 65); Lancelot Farra r; Th e Short War Illusion. Ger-
tion in Germany (Cam bridge, 200 0), pp. 23 1-236. man Policy, Strategy and Domestic Affairs, August- Deeember '9 ' 4 (Santa
2.09 · Sanborn... Mobiliza tio n o f 19 14 », p. 272 . Barbara, 1973); Stephe n Van Evera , • The Culr of the Offensive and the O ri-
2 10 . As í co nsta en el relato apo rtado por el «ínstítu teur» [maestro] del giu s of rh e First World War,.,., Internationa í Security, 9 ( J9R4) . pp. 397-4 19;
pueblo, citado en Flood, France 19 14- 19 18, p. 7. crítica: Stig Fors rer; «Der deutsche Generalstab und die Illusion des kurzen
21 I. Stephen Gra ha m, Russia and tbe World (Nueva York, 1915), pp. 2-3, Krieges, ,871 -191 4: Metak ritik eines Myr hos - , Militiirgesehieht liehe Mi t-
citado en Leonid Heretz, Ru ssia on the Eve of Modernity. Popular Reiigicn teí íungen, 54 ( 1995), pp . 6 1-95; un exc ele nte comentario so bre el deb at e:
and Tradítional Culture under the Last Tsars (Cambridge, 200 8), p. ' 95 . M u- Holger H . Herwig, «Germany and the "Short -War" Illusion : Toward a New
chas memo rias rusas hablan de la confusión sobre la identidad del ene migo, Imerpreta tio n?, journal of Military History, 66/3, pp. 681 -693 .
véase Bertram Wolfe, «War Co mes ro Ru ssia », Russian Review, 2 2.1 2 (1963) , 7. Citado en Herwig, «Gerrnany and rhe "Short-War" Illusion .., p. 686 .
esp. pp. 126-t29 ' 8. «Horace Blanchcn» (pseud .), «Acadérnie de Mé decine» , Le Figaro, 5 de
marzo de 1913, recorte de prensa en NA Arc hief, 2.05 ,0 3 , doc. 648 , Co rres-
pondem ie over de Balkan-oo rlog,

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