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Ernest Renan

¿Qué es una nación?

La publicación de esta obra recibió el apoyo


de la Universidad Católica de Santiago del Estero
EmestRenan
¿Qué es una nación?/ Ernest Renan; con prólogo de Anthony D. Smith
Traducido por Ana Kuschnir y Rosario González Sola
Buenos Aires, Hydra, 2010.
Ernest Renan
69 p., 21,5x15 cm.
ISBN 978-987-24866-4-8
l. FilosoHa Política. l. Smith, Anthony, prolog. II. Kuschrür, Ana, trad. III. Título
CDD320.1
¿Qué es una nación?
Colección Filosofía Política
Serie Clásicos
©Hydra
Darwin 790 8• B
1414, Ciudad de Buenos Aires, Argentina
editorial@bydracapacitacion.com.ar
Títulos en el idioma original: •Nacional History and Popular Will: Tbe Legacy
of Ernest Renan• (2010}, •Qu'est-ce qu'une nacion?• (1882}.
Comité editorial: Sebastián Abad, Esteban Amador,
Rosario González Sola y Ana Kuscbnir
Prólogo: Anthony D. Smitb
Traducción y notas del prólogo: Rosario González Sola
Prólogo de Anthony D. Smith
Traducción y notas de •¿Qué es una nación?•: Ana Kuschnir
Notas: Esteban Amador
Diseño: Gustavo Pedroza
Realización: Silvana Ferraro
Corrección: Marisa García
Colaboraron en este volumen: Tadeo Lima, Darío Limardo, Pablo Roffé,
Fiorella Tomassini y Roberta Zuccbello
Hydra agradece al Profesor Anthony D. Smith su confianza y generosidad.
Hydra thanks Professor Anthony D. Srnith for his confidence and generosity.

Hecho el depósito que establece la Ley 11.723.


Libro de edición argentina.
No se permite la reproducción parcial o total, el almacenamiento, el alquiler, la
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HYDRA
¿Qué es una nación? 1

Me propongo analizar con ustedes una idea, en


apariencia clara, pero que se presta a los más peli-
grosos malentendidos. Las formas de la sociedad

1
Conferencia pronunciada por Ernest Renan en la Universi-
dad de París-Sorbona el 11 de marzo de 1882. Esta conferencia
fue inmediatamente p ublicada en dos partes los días 12 y 14 de
ese mes en eljoumal des Débats, el día 18 en la muy republi-
cana Revue Politique et Littéraire (o Revue Bleue), el día 26
en el boletín semanal de laAssociation scientifique de France y
finalmente junto a otros textos en el volumen de la primera
edición de sus obras completas titulado Discours et conféren-
ces (Paris, Calmann-Lévy, 1887, Pf· 277-310). En el prefacio
a esta última edición Renan pide a lector indulgencia por al-
gunas afirmaciones que se encuentran en las conferencias y los
discursos allí publicados: tal vez ya no reflejan la opinión del
autor o el tiempo transcurrido los tornó incorrectos. Sin em-
bargo, advierte expresamente que éste no es el caso de la con-
ferencia sobre la nación, a la que considera la más importante
de estos textos y en la que <<cada palabra fue cuidadosamente
sopesada», lo que le permite asegurar la corrección de las opi-
niones allí expresadas; esta conferencia constituye su «profe-
sión de fe en lo que concierne a las cosas humanas» {Ernest
Renan, «Préface>>, en Discours et conférences, p. n). Para esta

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ERNEST RENAN ¿QUÉ ES UNA NACIÓN?

humana son de lo más variadas: grandes aglomera- mantienen por el lazo religioso, como las de los
ciones de hombres, como China, Egipto o la Babi- judíos y los parsis; naciones, como Francia, Ingla-
lonia más antigua; tribus, a la manera de los he- terra y la mayor parte de los Estados europeos mo-
breos y los árabes; ciudades, como Atenas y dernos; confederaciones, a la manera de Suiza o
Esparta; uniones de diversos países, a la manera del América; o parentescos, como aquellos que la raza
Imperio carolingio; comunidades sin patria2 que se o, más bien, la lengua establece entre las diferentes
ramas de germanos o las diferentes ramas de esla-
vos. Éstas son las formas de agrupamiento que
traducción se utilizó la edición de 1887, teniendo a la vista la
siguiente edición: Ernest Renan, <<Qu_'est-~e qu'une n~tion?», existen, o bien alguna vez existieron, y que no po-
en <Euvres completes, Henriette Pstchan (ed.), Pans, Cal- drían confundirse unas con otras sin ocasionar los
mann-Lévy, 1947-1961, tomo I,pp. 887-906. [N. d~l T.] más serios inconvenientes. En la época de la Revo-
2 Si bien la traducción al español del francés patne no pre-
lución francesa se creía que las instituciones de las
senta dificultades, ya que en ambos idiomas se conserv~ la
raíz griega de la palabra na-rpíc; [patrís] a través del. térrruno
latino derivado patria, «tierra de los padre~», el térml:flO ~~an­
cés está asociado a una constelación parucular de stgniftca- du CNRS, 1970-2009, tomo xm, pp. 147-148). Por otra parte,
dos. Patrie comparte con el español patria los sentidos en el uso que se hace del término francés patrie resuena espe-
«país• «nación», «tierra de los ancestros» y «tierra natal•; cialmente el ideal de las ciudades-estado griegas y de la Roma
por ot;o lado, en ambos idiomas se.p~e~e utiliza~ el término republicana, recuperadas (nostálgica o utópicamente) como
para referir a un lugar de pertenencta mu:na, sea est: un pue- modelo político en la lucha de las Luces y los revolucionarios
blo, una región o una comuna. Este senudo de patna es mu- contra el absolutismo. En esta conferencia patrie está aso-
cho más patente en el término i~glés h~mela~d o el alemán ciado al úl.ti~o ~~ntido que mencionamos. y es utiliz~do para
H eimatland, ya que home y hezm remtten dtrectamente al hacer la dtstmc!On entre aquellas formaciOnes políucas que
hogar, lo familiar y lo cercano. En 1844 el poe.ta ale~á,n fueron una patria (las ciudades-estado griegas) y aquellas que
Heinrich Heine (exiliado hacía trece años en Francta) admma jamás hubieran podido serlo (un imperio, un pueblo en la
la potencia del lazo íntimo que lo mantenía unido a su tierra diáspora). En la tercera sección de la conferencia, con una
natal y se adelantaba a quienes creía .quer~~~ tildarlo ~e clara intencionalidad política, Renan usará el término como
«amigo de los franceses•: «soyez traqutlles, J atme la patne sinónimo de «nación». Es interesante notar que en la única
[... ] c'est acause de cet amour que j'ai vécu tant de .longues ocasión en la que Anthony D. Smith, en su prólogo a esta
années dans l'exil• [no pierdan la calma, amo la patna [...]es edición, elige utilizar el término latino patria en lugar del
por causa de este amor que he vivido tantos lar.go~ años e.n el inglés homeland -como hace en el resto del texto- lo que
exilio] («Germanía, conte d'hiver», en Hemnch-Heme- busca resaltar es esa vinculación con el ideal de la Antigüedad
Sakularausgabe, Berlin/Paris, Akademie Verlag - Éditions clásica; véase p. 22. [N. del T.]

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ERNEST RENAN ¿QUÉ ES UNA NACIÓN ?

pequeñas ciudades independientes, tales como Es- porvenir. El establecimiento de un nuevo Imperio
parta y Roma, podían aplicarse a nuestras grandes romano o de un nuevo Imperio carolingio se torna
naciones de treinta a cuarenta millones de almas. imposible. La división de Europa es demasiado sig-
En nuestros días se comete un error más grave: se nificativa para que un intento de dominación univer-
confunde la raza con la nación y se les atribuye a sal no provoque, muy rápidamente, una coalición
grupos etnográficos, o más bien lingüísticos, una que haga retroceder a la ambiciosa nación a sus fron-
soberanía análoga a aquella de los pueblos real- teras naturales. Se establece así una suerte de equili-
mente existentes. Hagamos el esfuerzo de llegar a brio que durará mucho tiempo. Francia, Inglaterra,
algunas precisiones en estas cuestiones difíciles, en Alemania o Rusia serán todavía, dentro de cientos
las que la menor confusión que se genere al co- de años, y pese a los peligros en los que se habrán
mienzo del razonamiento sobre el sentido de las aventurado, individualidades históricas, piezas esen-
palabras puede producir al final los más funestos ciales de un damero cuyos casilleros varían constan-
errores. Lo que vamos a hacer es delicado, casi una temente en importancia y tamaño, pero sin jamás
vivisección: tratar a los seres vivos como se suele confundirse por completo.
tratar a los muertos. Emplearemos aquí la frialdad, Entendidas de esta manera, las naciones son algo
la imparcialidad más absoluta. bastante nuevo en la historia. La Antigüedad no las
conoció: Egipto, China o la antigua Caldea no fue-
ron en modo alguno naciones. Eran rebaños con-
I ducidos por un hijo del Sol o un hijo del Cielo. En
aquel momento no había ciudadanos egipcios,
Desde el fin del Imperio romano o, más precisa- como tampoco había ciudadanos chinos. En la An-
mente, desde la disgregación del Imperio de Cario- tigüedad clásica hubo repúblicas y reinos-ciudad,
magno, Europa occidental se nos presenta dividida confederaciones de repúblicas regionales e impe-
en naciones, entre las cuales hay algunas que han rios; no hubo naciones en el sentido que damos a
buscado ejercer en ciertas épocas una hegemonía esta palabra. Atenas, Esparta, Sidón y Tiro eran
sobre las otras, sin jamás conseguir un éxito dura- pequeños centros de admirable patriotismo, pero
dero. Aquello que no lograron Carlos V, Luis XIV se trataba de ciudades con un territorio relativa-
y Napoleón I, probablemente nadie lo logrará en el mente pequeño. La Galia, España e Italia, antes de

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no lo es? ¿Por qué Austria es un Estado y no una


La nación moderna es así el resultado histórico ~ación? ¿En qué difiere el principio de las naciona-
de una serie de hechos que convergen en un mismo hdades del principio de las razas? He aquí los pun-
sentido. Algunas veces la unidad fue lograda por una tos frente a los que un espíritu reflexivo desea saber
dinastía, como en el caso de Francia; otras, por la a 9ué atenerse para ponerse de acuerdo consigo
voluntad directa de las provincias, como en el caso mtsmo. Los asuntos del mundo no se resuelven en
de Holanda, Suiza y Bélgica; otras, por un ánimo modo alguno ~or este tipo de razonamientos, pero
general, vencedor tardío sobre los ~aprichos de .la ~n hombre aphcado quiere aportar algo de raciona-
feudalidad, como en el caso de !taha y Alemama. lidad en estos temas y desenredar las confusiones en
U na profunda razón de ser presidió siempre estas las que se embrollan los espíritus superficiales.
formaciones. Los comienzos, en casos como éstos,
ven la luz del día por medio de las sorpresas más
inesperadas. En nuestros días hemos ':isto a It~lia 11
unificada por sus derrotas y a Turqma demohda
por sus victorias. Cada derrota hacía progresar los Si s~ presta oídos a ciertos escritores políticos, una
asuntos de Italia, cada victoria perdía a Turquía; nac10n es ant:s que nada. una dinastía que repre-
pues Italia es una nación y Tu~quía, fuera. de Asia se~ta una anugua conqmsta, aceptada en un co-
Menor, no lo es. Ésta es la glona de Francta: haber rmenzo y luego olvidada por la masa del pueblo.3
proclamado, gracias a la Revolución francesa, que
una nación existe por sí misma. No debemos ver
>Renan po?ría estar refiriéndose al conde de Boulainvilliers a
como algo malo que se nos imite. El principio de las C~ateaub.nand y ~otro~ ~storiadores que subrayaban la re~i­
naciones es el nuestro. Pero entonces, ¿qué es una tahzante mf~uenc1a polmca y cultural de las tribus germanas
nación? ¿Por qué Holanda es una nación, mientras s?bre la Gaha romana en la temprana Edad Media. La referen-
que no lo son la Casa de Hanóver ~ el. Gr~ Du- Cia exact~ ~s. menos interesante que el hecho de que Renan
f?rmaba l~Cialmente p~e. de ese grupo y parece haber modi-
cado de Parma? ¿Cómo es que Franela stgue stendo fi~ado aqw su perspectiva mterpretativa. En sus textos de co-
una nación, cuando el principio que la creó ha de- mienzos de 1870 ~usc.ribía la ~pótesis según la cual los invaso-
saparecido? ¿Cómo Suiza, que tiene tres len~:s, res germanos hab1an mtroduc1~0 e~ ~errit~rio galo un espíritu
guerrero y una forma ?e org~ruzac10n social y política (las li-
dos religiones y tres o cuatro razas, es una nac10n, bertades y la monarqma electiva) por entonces desconocidos u
cuando, por ejemplo, la Toscana, tan homogénea,
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Según los escritores a los que me refiero, el agr_upa-


miento de provincias llevado a ca~o po~ una dmas- ral ni de necesario. La extensa zona que la Casa de
tía, por sus guerras, por su~ ma~nmomos, po: sus los Capetos había añadido al estrecho límite del
tratados se termina con la dmastla que lo formo. Es Tratado de Verdún fue por cierto la adquisición
muy cierto que la mayoría de las -~acione~ moder- personal de esta Casa. En la época en que se lleva-
nas ha sido instituida por una famtha de ongen feu- ron a cabo las anexiones no se tenía idea de los lí-
dal que contrajo matrimonio con la ti~rra~ 9ue fue mites naturales, ni del derecho de las naciones, ni
en cierto modo un núcleo de centrahzac10n. Los de la voluntad de las provincias. La unión de Ingla-
límites de Francia en 1789 no tenían nada de natu- terra, Irlanda y Escocia fue asimismo un hecho di-
nástico. Italia tardó tanto tiempo en ser una nación
sólo porque, antes de nuestro siglo, ninguna de sus
olvidados. En esta conferencia toma distancia_respecto de esta numerosas Casas reinantes se constituyó en centro
lectura «germanista», romántica .Y aristocra~tzan_te, y parece
adoptar en cambio la tesis sosteruda por el htstonador Fuste!
de la unidad. Cosa extraña: es por la oscura isla de
de Coulanges en la edición revisada y aum_entada de su obra Cerdeña, tierra apenas italiana, que la Casa de Sa-
Histoire des institutions politiques de l'anaenne Franc; (2da. bo~a pudo _hacerse del título real. • Holanda, que se
edición, París, Hachette, 1877, tomo u). Se~~ este ulttmo, creo ella nusma por un acto de heroica resolución
dado que no existían elem_emos de prueba suftctentes que res-
paldaran la tesis «germarusta» -tanto respecto de la supuesta contrajo sin embargo un matrimonio íntimo con 1~
influencia positiva de los germ:mos sobre los galos como en lo Casa de Orange y correría verdaderos peligros si
que concierne al carácte~ electivo ~~ sus n:o~ar~~s-, resultaba algún día esta unión se viera comprometida.
más plausible suponer la m~o~uccwn y astmilacwn gradual de ¿Es una ley como ésta sin embargo absoluta? N o,
población germana en terntono ~alo. ~n esta co_nf~rer:~ta Re-
nan presta especial aten~ión a la hipótesiS de la ~strnilact?n gra- sin lugar a dudas. Suiza y los Estados Unidos, que
dual del invasor extranJero como efecto de la mfluencta d~ la se formaron como conglomerados de adiciones su-
religión local y, sobre todo, de la _lengua local (que no es smo cesivas, no tienen ninguna base dinástica. No discu-
la influencia de las mujeres y nodnzas locales s_obre los varones
del pueblo conguistador y sus hijos). Es legíttmo preguntarse
tiré la cuestión en lo relativo a Francia. Sería necesa-
si no es una reflexión sostenida sobre la derrota en la Gu~rra rio poseer el secreto del porvenir. Digamos
franco-prusiana lo que subyace a este cambto de ~erspecuv_a, solamente que esta gran monarquía de Francia había
como lo habría sido para Fuste! de Co':langes. Vease Marun
Thom, «Tribes within Nations: the Anctent Germans and the
History of Modern France», pp. 23-31. [N. del T.] • La Casa de Saboya debe su título real sólo a la posesión de
Cerdeña (1720).

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~as divisiones artificiales que resultan de la feu-


sido tan nacional que, al día siguiente de su caída, la
dahdad,.los m~t~imonios principescos o los congre-
nación pudo mantenerse sin ella. Y además el si-
sos de d1plomaticos caducaron. Lo que queda firme
glo XVIII lo había cambiado todo. El hombre había
regresado, luego de siglos de humillación, al espíritu
antiguo, al respeto de sí mismo, a la idea de sus de- gunda mitad del siglo XIX neurólogos, fisiólogos y anatomis-
tas desarrollan las bases ~e '!na «antropología física» abocada
rechos. Las palabras patria y ciudadano habían re- por e~tonces al establecimiento de los criterios anatómicos
cuperado su sentido. De e~te modo pu~o lograrse la (cons1der~dos uz:a, constante en individuos de la misma raza)
operación más audaz que Jamás haya s1do puesta en que se cre1a servman para determinar las diferencias entre las
práctica en la historia, que puede comp~r~rse a lo razas humanas y su ordenamiento en una escala de acuerdo a
su grado de e':olución. En Francia estas discusiones tenían lu-
que sería en fisiología el intento de hacer vtvrr, como gar en la Soc1edad de Antropología de París, fundada por
si fuese en su identidad primera, a un cuerpo al cual Br<;>ca e_n 1859. No es casual que Renan se refiera aquí con algo
se le hubieran extraído el cerebro y el corazón. de 1rorua a la forma del cráneo como fundamento de reclamos
sobr7 la p~~enencia racial y por lo ~nt? para algunos, perte-
Se debe admitir entonces que la nación puede exis- n~nciayolltlca. Entre los variados cntenos que se utilizaban y
tir sin principio dinástico, e incluso que las naciones d!s.cunan en la época, gozaban de especial fama el «índice ce-
que fueron formadas por dina~tí~s pue~~n sel?ar~~e fahco » _Propuesto por A. Retzius, por el que se dividía a la
de éstas sin por ello dejar de extstrr. El VIeJO pr~c~p10 humarudad en d.os g.rupo~: «braquicéfalos» (cráneo largo y
delgado, mayor ~nte~genc~a) y «dolicocéfalos» (cráneo corto
que sólo tiene en cuenta el derecho de los prm~q~es Y ancho, menor mtehgenc1a) y el «índice de la capacidad cra-
ya no puede mantenerse; ~demás del derec~o ~ma~­ neana» propu~sto ~or ~orton y Broca: a mayor peso del ce-
tico, está el derecho nacwnal. ¿Sobre que cnteno rebro, may?r mtehgencta. Si bien Renan hereda de autores
como Volta1~e y el conde de Buffon la hipótesis de la división
fundar este derecho nacional? ¿Por cuál signo reco-
~e }a h~mamdad en algunas gr~ndes razas y su organización
nocerlo? ¿De qué hecho tangible derivarlo? 5 Jerarq.Ulca, y acuer?a con Voltatre en la tesis del poligenismo
1. De la raza, dicen algunos con seguridad. ~el ongen no comun de las razas), desestima sin embargo la
1de~?e que la c;omunidad de raza y lengua pueda fundar una
na.c~on. Ademas, ~n esta conferencia el término raza sólo es
5La extensa discusión que emprende aquí Renan tiene como uuhzado par~ ~es~~nar una pertenencia lingüístico-cultural,
trasfondo los avances de neurofisiología en el siglo XIX y el coro~ en la d1snncton que. propo.ne entre los grupos «ario» y
auge de disciplinas menos canónicas c~mo la frenología ?e F. «Semita»,. fundada en la diferencia entre la familia de las len-
J. Gall la craneoscopía de G. Spurzhe1m, la craneometna de gu_as semitas y aquélla de las lenguas indoeuropeas. Véase,
S. G. Morton y P. P. Broca y la fisiognomía ~e C. Lombroso. mas adelante, la nota 6 de la presente edición. [N. del T.]
En lo que concierne a la discusión que nos 10teresa, en la se-

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y fijo es la raza de las poblacion_e~. ¡¿:e aquí lo, que lutamente diferentes, le asesta a la idea de raza el
constituye un derecho, una legtunudad. Seg~n la más duro golpe. El cristianismo con su carácter
teoría que expongo, la familia germáni~a, por eJe~­ universal y absoluto, trabaja aun 'más eficazmente
plo, tiene el derecho de recuperar los rmembros dts- en el mismo sentido. Contrae una íntima alianza
persos de la germanidad, incluso cuand_o ellos no ~on el Imperio romano y, por influjo de estos dos
pidan reunirse. El derecho de la germarudad sobre mcomparables agentes de unificación la razón et-
tal provincia es más fuerte que el derec~o de los nográfica se deja de lado por siglos e~ lo que con-
habitantes de esta provincia sobre ellos rmsmos. Se cierne al gobierno de las cosas humanas.
crea así una suerte de derecho primordial análogo . La_ invasión de los bárbaros fue, pese a las apa-
al derecho divino de los reyes, se sustituye el prin- nenctas, otro paso en esta dirección. Las divisiones
cipio de las naciones por el de la etnograf~a. Ahí ~e los rein~s bárbaros no tienen nada de etnográ-
reside un gran error que, de tornarse d?m.m_ante, ~Ico, se dectden por la fuerza o el capricho de los
perdería a la civilización eu~opea. El ~r.mctplO de mva_sores. La raza de las poblaciones a las que so-
las naciones tiene tanto de JUSto y legltlmo como meuan era para ellos el asunto más indiferente.
aquel del derecho primordial de las razas de estre- Carlomagno rehízo a su manera aquello que Roma
cho y lleno de peligros para el verdadero progreso. ya había hecho: un imperio único compuesto de las
En la tribu y en la ciudad antiguas, el he~ho de ~a razas más diversas. Los autores del Tratado de Ver-
raza tenía, lo reconocemos, una importancta de pn- dún, al trazar imperturbablemente sus dos grandes
mer orden. La tribu y la ciudad antiguas no eran líneas de norte a sur, no se preocuparon en abso-
sino una extensión de la familia. En Esparta y en luto por la raza de las personas que se encontraban
Atenas todos los ciudadanos eran parientes según a la derecha o a la izquierda. También los movi-
distintos grados de proximidad. Sucedía lo mismo mientos de l~s fronteras que se producen luego de
con los Bene-Israel y aún es así en las tribus árabes. la Edad Medta ocurren con independencia de cual-
De Atenas, de Esparta, de la tribu hebrea, transpor- q~ier tendencia etnográfica. Si una política soste-
témonos al Imperio romano. La situación es por mda de la Casa de los Capetos llegó a agrupar, bajo
completo diferente. Formada _en un con:ienz? por la el nombre de Francia, casi todos los territorios de
violencia, preservada despues por el l~te_res, esta la antigua Galia, eso no fue efecto de una tendencia
gran aglomeración de ciudades, de provmc1as abso- que hubieran tenido esas regiones a reunirse con

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sus congéneres. El Delfinado, la Bresse, la Pro- Las discusiones sobre las razas son intermina-
venza o el Franco-Condado ya no recordaban un bles, porque la palabra raza es entendida por los
origen común. Toda conciencia gala había desapa- historiadores filólogos y por los antropólogos fi-
recido desde el siglo 11 de nuestra era y sólo gracias siólogos en dos sentidos por completo diferentes.6
a una mirada erudita se ha recobrado retrospecti-
vamente la individualidad del carácter galo.
Así pues, las consideraciones etnográficas no tu-
6
Este punto ha sido desarrollado en una conferencia cuyo re-
sumen puede leerse en el boletín de la Association scientifique
vieron ninguna relación con la constitución de las de France del10 de marzo de 1878: «Des Services rendus aux
naciones modernas. Francia es céltica, ibérica y ger- Sciences historiques par la Philologie». (Renan se refiere a una
mánica. Alemania es germánica, céltica y eslava. Italia conferencia pronunciada en la Universidad de París-Sorbona
el2 de marzo de 1878, publicada unos días después en el bo-
es el país donde la etnografía es más confusa: galos, letín semanal que el autor mismo menciona, el 16 de ese mes
etruscos, pelasgos y griegos, por no mencionar tantos en la Revue Politique et Littéraire y luego, junto a otras con-
otros componentes, se cruzan allí en una mezcla in- ferencias y ensayos, en el volumen de la primera edición de sus
descifrable. Las islas británicas ofrecen, consideradas obras completas titulado Mélanges religieux et historiques
(París, Calmann-Lévy, 1904, pp. 221-256). Si bien la primera
en su conjunto, una mezcla de sangre céltica y germá- parte de esa conferencia es una exposición sucinta del origen y
nica cuyas proporciones son difíciles de definir. los avances de la filología comparada, el texto tiene una inten-
La verdad es que no hay raza pura y que fundar cionalidad claramente política: al igual que en su conferencia
la política en el análisis etnográfico es basarla en sobre la nación, Renan buscará mostrar que los ancestros «et-
nográfico-antropológicos» de una determinada población di-
una quimera. Los países más nobles, como Inglate- fieren en todo de sus ancestros «lingüísticos»; de la comunidad
rra, Francia o Italia, son aquellos donde la sangre de lengua no puede deducirse una comunidad de origen y, por
está más mezclada. ¿Es Alemania en este aspecto tanto, de la ciencia del lenguaje no se sigue ninguna conclusión
útil para la ciencia antropológica de las razas. Uno de los casos
una excepción? ¿Se trata de un país puramente ger- elegidos para mostrar cómo los acontecimientos históricos
mánico? ¡Qué ilusión! Todo el sur fue galo. Todo vienen a modificar el curso natural de la historia de las lenguas
el este, a partir del Elba, es eslavo. Y las partes que es, como podía esperarse, Francia. Hacia el final de la confe-
se pretenden realmente puras, ¿lo son verdadera- rencia Renan utiliza algunos conceptos que veremos reaparecer
en la de 1882: una nación es un alma, un principio espiritual,
mente? Llegamos aquí a uno de esos problemas en los recuerdos pasados y el consentimiento presente; no se de-
los que resulta crucial hacerse una idea clara y pre- fine por la raza, la lengua, las creencias o los cultos religiosos,
venir los malentendidos. las fronteras naturales o las cuestiones dinásticas, sino por la

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Para los antropólogos la raza tiene el mismo sen- ¿~~ro es eso acaso una familia en sentido antropo-
tido que en zoología: indica una descendencia efec- logico? Es claro que no. La aparición de la indivi-
tiva, un parentesco de sangre. El estudio de las len- dualidad germánica en la historia ocurrió recién
guas y de la historia en cambio no lleva a las mismas unos pocos siglos antes de Jesucristo. Los germa-
divisiones que la fisiología. Las palabras braquicé- nos no habrían brotado de la tierra en ese mo-
falo o dolicocéfalo no tienen lugar en historia ni en mento. Previamente, fundidos con los eslavos en la
filología. En el grupo humano que creó las lenguas gran masa indiferenciada de los escitas, no tenían su
y los códigos de conducta arios ya había braquicé- indi':'idualidad sep~rada. En cambio, el inglés sí es
falos y dolicocéfalos. Lo mismo debe decirse del un tipo en el conJunto de la humanidad. Ahora
grupo que creó las lenguas y las instituciones lla- bien, el tipo de lo que muy impropiamente llama-
madas semíticas. En otros términos, los orígenes mos raza anglosajona7 no es el bretón de los tiem-
zoológicos de la humanidad son enormemente an- pos de César, ni el anglosajón de Hengisto, ni el da-
teriores a los orígenes de la cultura, la civilización nés de Canuto, ni el normando de Guillermo el
o el lenguaje. Los grupos ario, semítico o turano Conquistador: es el resultado de todo esto. El fran-
primitivos no tenían ninguna unidad fisiológica. c~s no es un galo, ni un franco, ni un burgundio,
Estos agrupamientos son hechos históricos que tu- smo lo que salió de la gran caldera en la que fer-
vieron lugar en una época determinada, digamos men.taron juntos los elementos más diversos, bajo
hace quince o veinte mil años, mientras que el ori- la m1rada atenta del rey de Francia. Un habitante de
gen zoológico de la humanidad se pierde en tinie- Jersey o de Guernsey no difiere en nada, en cuanto
blas incalculables. Aquello que filológica e históri- a los orígenes, de la población normanda de la costa
camente llamamos raza germánica es con seguridad veci?a. En e.l siglo XI, ni la mirada más penetrante
una familia bien diferenciada en la especie humana. hubiese podido captar la más ligera diferencia entre

voluntad de vivir juntos. Para el concepto de «raza lingüística» 7


Los elementos germánicos no son mucho más considerables
en Renan véase, más adelante, pp. 55-58 de la presente edición, en el Reino Unido de lo que eran en Francia, en el momento
y también obras previas del autor, ~l~s. como Orjgine gé':éra!e en q';le ésta poseía Alsacia y Metz. La lengua germánica fue
et systeme comparée des langues semttu¡ues (Pans, Impnmene do~mante ~n las islas británicas únicamente porque allí el
Impériale, 1855) y De /'origine du langage (Paris, Michel Lévy la~ no hab1a remplazado por completo a las lenguas célticas,
freres, 1858). (N. del T.)] m1entras que esto sí ocurrió en las Galias.

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ambos lados del canal. Circunstancias insignifican- gurarse que los alemanes, que tan alto enarbolaron
tes hicieron que Felipe Augusto no tomara estas la bandera de la etnografía, no verán a los eslavos
islas junto con el resto de Normandía. Separadas venir a analizar a su turno los nombres de los po-
entre sí desde hace unos setecientos años, las dos blados de Sajonia y de Lusacia, a buscar los rastros
poblaciones llegaron a ser no solamente extranjeras de los veletes o de los obodritas, y a pedirles que
la una para la otra, sino también por completo disí- rindan cuentas por las masacres y las esclavizacio-
miles. La raza, en consecuencia, tal como la enten- nes en masa que los otones hicieron de sus ances-
demos nosotros los historiadores es algo que se tros? Es bueno para todos saber olvidar.
hace y se deshace. El estudio de la raza es crucial Aprecio la etnografía, es una ciencia de un ex-
para el científico que se ocupa de la historia de la traordinario interés; pero como la quiero libre, la
humanidad; la raza no tiene ninguna aplicación en quiero sin aplicación política. En la etnografía,
política. La consciencia instintiva que dirigió el di- como en todas las disciplinas, los sistemas cambian;
seño del mapa de Europa no prestó ninguna aten- es la condición para el progreso. Los límites de los
ción a la raza, y las primeras naciones de Europa Estados seguirían las fluctuaciones de la ciencia. El
son naciones de sangre esencialmente mezclada. patriotismo dependería de una disertación más o
El hecho de la raza, crucial en el origen, va per- menos paradójica. Se llegaría a decir al patriota:
diendo importancia. La historia humana difiere en «usted se equivocaba, derramó su sangre por tal
lo esencial de la zoología: para aquélla la raza no es causa, creía ser celta; no, usted es alemán». Diez
todo, como ocurre cuando se trata de los roedores años después, además, se le diría que es eslavo.
o los felinos, y no hay derecho a ir por el mundo Para no falsear la ciencia, dispensémosla de expe-
tanteando el cráneo de las personas y luego llevar- dirse en estos problemas en los que hay tantos in-
las a la rastra diciéndoles: «¡eres de nuestra sangre, tereses en juego. Estén seguros de que si se le en-
nos perteneces!». Al margen de las características carga que provea de recursos a la diplomacia, se la
antropológicas están la razón, la justicia, lo verda- sorprenderá muchas veces en delito flagrante de
dero y lo bello, que son lo mismo para todos. Ten- complacencia. Tiene mejores cosas que hacer: pidá-
gan en cuenta que esta política etnográfica no es mosle simplemente la verdad.
segura. Si hoy la utilizan contra los otros, la verán 2. Lo que recién dijimos de la raza tiene que de-
luego volverse contra ustedes mismos. ¿Puede ase- cirse también de la lengua: invita a unirse, pero no

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ERNEST RENAN ¿QUÉ ES UN A NACIÓN?

obliga a ello. Los Estados Unidos e Inglaterra, la habla árabe. Incluso en los comienzos la seme-
América española y España hablan una misma len- janza de lengua no implicaba una seU:ejanza de
gua y no forman una sola nación. Suiza, por el con- raza. Tomemos como ejemplo la tribu proto-aria o
trario, tan bien constituida por haberse fundado prot_o -semita, donde había esclavos que hablaban
gracias al acuerdo entre sus diferentes partes, cuenta la misma lengua que sus amos; pues bien, el esclavo
con tres o cuatro lenguas. En el hombre hay una era muy a menudo de una raza diferente de la de su
cosa superior a la lengua: la voluntad. La voluntad amo. Repitámoslo: estas divisiones en lenguas in-
de Suiza de estar unida, a pesar de la variedad de sus doeuropeas, semíticas y otras, creadas con una sa-
lenguas, es un hecho mucho más importante que gacid~d ~an admirable por la filología comparada,
una similitud a menudo obtenida por vejaciones. no comc1den con las divisiones de la antropología.
Es un hecho honroso para Francia que nunca Las le?g~a~ son formaciones históricas que dan
haya buscado obtener la unidad de la lengua por pocos mdicios sobre la sangre de quienes las hablan
medidas coercitivas. ¿Acaso no es posible tener los ~ que, en todo caso, no podrían poner cadenas a la
mismos sentimientos y los mismos pensamientos, hbertad humana cuando se trata de determinar la
amar las mismas cosas en lenguas diferentes? Men- familia a la que uno se une para la vida y la muerte.
cionábamos hace un momento lo inconveniente Esta consideración exclusiva de la lengua ·tiene,
que sería hacer depender la política internacional co~o la aten.ción excesiva a la raza, sus peligros y
de la etnografía. No lo sería menos hacerla depen- sus mc~nvementes. Cuando se exagera en esto, uno
der de la filología comparada. No privemos a estas se confma en una cultura determinada, considerada
interesantes disciplinas de la entera libertad de sus como nacional; uno se limita, se enclaustra. Se
discusiones, no las mezclemos con lo que alteraría abandona el aire puro que se respira en el vasto
su serenidad. Por otra parte, la importancia política campo de la humanidad para encerrarse en los con-
que se asocia a las lenguas viene de considerarlas c~liáb~los de compatriotas. Nada peor para el espí-
como signos de la raza. Nada más falso. Los ejem- ntu m nada más nefasto para la civilización. No
plos son innumerables: en Prusia, donde sólo se abandonemos este principio fundamental: el hom-
habla alemán, se hablaba eslavo hace algunos si- bre es un ser razonable y moral antes de estar en-
glos; el país de Gales habla inglés; Galia y España cerrado en tal o cual lengua, antes de ser un miem-
hablan el idioma primitivo de Alba Longa, y Egipto bro de tal o cual raza o pertenecer a tal o cual

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ERNEST RENAN ¿QUÉ ES UNA NACIÓN?

cultura. Antes que la cultura francesa, la cultura por la patria. Esta religión equivalía a lo que, entre
alemana o la cultura italiana, está la cultura hu- nosotros, es el sorteo 9 o el culto a la bandera. N e-
mana. Observen a los grandes hombres del Rena- garse a participar de un culto tal sería como ne-
cimiento: no eran franceses, ni italianos, ni alema- garse, en nuestras sociedades modernas, a prestar
nes. Habían recobrado en su trato con la
Antigüedad el secreto de la verdadera educación
del espíritu humano, y a esto se consagraron en razón P<?r. la cual los efebos, al tomar por primera vez las
cuerpo y alma. ¡Lo bien que hicieron! armas, v~sltaban s~ templo para prestar juramento de dedi-
car su v1da a la c1udad. En el contexto de su conferencia
3. Tampoco la religión sería capaz de ofrecer
sobre la nación, Renan deja de lado la versión más conocida
una base suficiente para el establecimiento de una de la muerte de Aglauro, suerte de fábula moral, y privilegia
nacionalidad moderna. En un comienzo, la reli- el relato en, el que se :stablece el vínculo entre la ciudad y lo
gión dependía de la existencia misma del grupo sagrado; vease por eJemplo Plutarchos, Vitae (Alcibiades)
15, 4. (N. del T.)]
social. El grupo social era una extensión de la fa- 9
Si bien la expresión tir~ge au sort designa cualquier sorteo
milia. La religión y los ritos eran ritos de familia. -razon por la cual escogunos verterla como «sorteo» sin ul-
La religión de Atenas era el culto de la propia teriores especificaciones- , Renan parece referirse en este
Atenas, de sus fundadores míticos, de sus leyes y ca~? al sorte<? co~o ~ed~o de reclutamiento para el servicio
mll1tar. ~sta mstltuCIÓn tiene sus orígenes en Francia a fina-
costumbres. No suponía ninguna teología dog- les del s1glo xvu en el contexto de las reformas emprendidas
mática. Esta religión era, en sentido pleno, una por el m~rqués de ~ouvois, ministro de guerra de Luis XIV.
religión de Estado: no era ateniense quien se ne- !'-unque ~~terrumpido en la época de la Revolución por la
gaba a practicarla. En definitiva se trataba del mstauracwn ?e la «leva en masa», el sistema de tirage au sort
fue restablecido en 1804 y continuaba en vigencia cuando
culto de la Acrópolis personificada. Jurar en el Renan pronunció esta conferencia (permanecerá hasta 1905,
altar de Aglauro 8 era prestar juramento de morir cuando el general Louis André, ministro de guerra de la Ter-
c~~a República, im~ulsó ~1 establecimiento de la conscrip-
Cion u~·uversal y obügatona). Cabe señalar que, en el marco
• Aglauro es la Acrópolis misma, sacrificada para salvar a la de su Instauración, la relevancia fundamental del recluta-
patria. [Renan se refiere a uno de los relatos de la muerte,de miento por sorteo no consistía tanto en la convocatoria cen-
Aglauro, hija del rey Cécrope y hermana mayor de Pan- tralizada (de hecho se realizó en un principio en el ámbito
droso y Herse. En ocasión de un ataqu~ contra Atenas! ob~­ de cada parroquia), sino en la modificación del carácter vo-
deciendo a un oráculo, Aglauro se arroJa desde la Acropohs luntario del servicio y la implementación de su obligatorie-
para conseguir la victoria. La historia parecería explicar la dad. [N. del T.]

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ERNEST RENAN
¿QUÉ ES UNA NACIÓN?

el servicio militar. Significaba declarar que no se francé~, inglés o alemán siendo católico, protes-
era ateniense. Por otra parte, es claro que un culto t~~te, JUdío o sin practicar ningún culto. La reli-
tal no tenía sentido para quien no era de Atenas. gwn se ha transformado en un asunto individual
En consecuencia, no se hacía ningún proselitismo que incumbe a la conciencia de cada uno. La divi~
para forzar a los extranjeros a aceptarlo; los escla- sión ~e las nacioi_Ie~ ~en católicas y protestantes ya
vos de Atenas no lo practicaban. Y lo mismo ocu- n.? existe. La rehgwn, que hace cincuenta y dos
rría en algunas pequeñas repúblicas de la Edad anos era un elemento tan considerable en la forma-
Media. No se era buen veneciano si nunca se había ción ~e Bélgica, conserva toda su importancia en el
jurado por san Marco; no se era bu~n amalfitano foro mterno de cada cual pero está excluida casi
si no se ponía a san Andrés por encima d~ todos por completo de las razones que trazan los límites
los otros santos del Paraíso. En estas sociedades entre los pueblos.
pequeñas, lo que más tarde sería ~onsiderado ~er­ 4. La comunidad de intereses es por cierto un
secución y tiranía era legítimo y sm consecuencias, lazo potente entre los hombres. ¿Bastan, sin em-
como es entre nosotros saludar por su cumpleaños bargo, los intereses para fundar una nación? No lo
al padre de la familia o expresarle los mejores de- creo. La comunidad de intereses lleva a cerrar
seos en Año Nuevo. acuerdos comerciales. En la nacionalidad hay un
Lo que era verdad en Esparta y en Atenas ya. no aspecto relativo al sentimiento: ella es alma y
lo fue en los reinos que surgieron de la conqmsta cuerpo a la ve.z. Un Zollverein [Unión aduanera]
de Alejandro, menos aun en el Imperio romano. no es una patna. 10
Las persecuciones de Antíoco IV Epífanes para
conducir a Oriente al culto de Júpiter olímpico, así
10
como las del Imperio romano para mantener una Renan se refiere aquí a la Unión aduanera establecida en
pretendida religión de Estado fueron una falta, un 1834 en torno a P;us~a com~ provincia dominante y que en el
crimen, un verdadero sinsentido. En nuestros días, transcurso de la ~tgutente decada agrupará a gran parte de los
Estados pertenectentes a la Confederación alemana (Deutscher
la situación es perfectamente clara. Ya no hay ma- Bund). Con el empleo de este término Renan añade a su re-
sas que crean de manera uniforme. Cada uno cree fl~xi_ó~ filóso~ico-política un elemento' ligado a la coyuntura
y practica según su parecer, lo que puede, como htstonca, pa~ttcularmente a la derrota de Francia en la Guerra
fran7o-pru~tana. En efecto, a partir de lo afirmado en este
quiere. Ya no hay religión de Estado; se puede ser pasaJe podna sostenerse que la inclusión de Alsacia y Lorena

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¿QUÉ ES UNA NACIÓN?
ERNEST RENAN

5. La geografía, lo que se denomin~ fronteras Estados. ¿Cuáles son las que separan y cuáles las
naturales, cumple por cierto un papel Importante que no separan? De Biarriz a Tornio no hay una
en la división de las naciones. La geografía es uno desembocadura de río que tenga, más que otra, las
de los factores esenciales de la historia. Los ríos características de hito fronterizo. Si la historia lo
condujeron las razas, las montañas .las. detuvie.ro?. hubiera querido, el Loira, el Sena, el Mosa, el Elba
Los primeros favorecieron los mov1m1entos hist<:>- o el Oder tendrían, tanto como el Rin, este carác-
ricos, las segundas los limita~on. ¿Pod~mos sm ter de frontera natural que ha posibilitado que se
embargo decir, como lo creen ciertos parndos, que cometan tantas infracciones al derecho fundamen-
los límites de la nación están trazados en el mapa tal, que es la voluntad de los hombres. Se habla de
y que esta nación tiene el derecho de adjudica~se razones estratégicas. Nada es absoluto; es claro
lo que fuera para extenderse hacia ciertos _paraJeS que se deben hacer muchas concesiones a la nece-
linderos con el fin de alcanzar tal montana o tal sidad. Pero estas concesiones no deben ir dema-
río, a los que se otorga una suerte. de fa~ulta~ lim~­ siado lejos. De otro modo, todo el mundo recla-
tante a priori? No conozco .doc.t~ma mas arb1tra:1a mará sus conveniencias militares y advendrá la
ni más funesta. Con ella se JUStifican todas las VIO- guerra sin fin. No, no es la tierra, más que la raza,
lencias. En primer lugar, ¿son las montaña~, o lo que funda una nación. La tierra provee el subs-
acaso los ríos, los que forman estas pretendidas tratum [sustrato], el campo de batalla y de trabajo;
fronteras naturales? Es indiscutible que las monta- el hombre provee el alma. El hombre es todo en la
ñas separan, pero los ríos más bien reúnen. Y .al. fi_n formación de esta cosa sagrada que se denomina
y al cabo, no podrían todas las montañas dtvidir un pueblo. Nada de lo material resulta suficiente.
U na nación es un principio espiritual que resulta
de las complicaciones profundas de la historia, es
~1 Zollverein en 1871 no es un argumento sufi<:iente.~ara una familia espiritual y no un grupo determinado
su anexión al Imperio alemán, d~do que~<? cualq~uer un~~ca­ por la configuración del suelo.
ción (Verein) constituye u~a urudad po~m~a. nacwnal: St esta
ha de existir o, en los térmmos que aqm utthza Renan, ha de Hemos visto que la raza, la lengua, los intere-
tener un alma, el interés no puede ser su fund~mento. En ses, la afinidad religiosa, la geografía y las necesi-
relación con la relevancia de la disputa por Alsacta Y Lorena d.a~es mi~i~ares no bastan para crear dicho prin-
en la argumentación de Renan, véase «Prólogo», pp. 13-15 de
cip10 esp1ntual. Entonces, ¿qué más se necesita?
la presente edición. [N. del T.]

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ERNESTRENAN ¿QUÉ ES UNA NACIÓN?

A la luz de lo ya dicho, deberíamos proseguir sin canto espartano: «somos lo que fueron, seremos lo
que son» resume, en su simplicidad, el himno de
demoras.
toda patria. 11
En el pasado, un legado de gloria y de penas que
111 compartir; en el porvenir, un mismo programa a
realizar; haber sufrido, disfrutado, haberse espe-
Una nación es un alma, un principio espirit~al. ranzado juntos: eso vale más que aduanas comunes
Dos cosas que en definitiva son .s~lo una const~tu­ y fronteras conformes a ideas estratégicas, eso nos
yen esta alma, este principio espmtual. U na est~ :n comprende más allá de las diferencias de raza y len-
el pasado, la otra en el presente. U na es la poses10n gua. Decía recién: «haber sufrido juntos»; sí, el su-
en común de un rico legado de recuerdo.s; .la .otra es frimiento en común une más que la alegría. Cuando
el consentimiento actual, el deseo de v1v1r JU~t?s, se trata de recuerdos nacionales, los duelos valen
la voluntad de seguir haciendo valer la herencta!n-
divisa que se recibió en común. El hom?re? ~eno­ 11
Es plausible suponer que la cita de Renan, cuya referen-
res, no se improvisa. La nación, como el mdtvtduo, cia se desconoce, constituya uno de los tantos ejemplos de
es el resultado de un largo pasado de esfuerzos, la proyección en el pensamiento occidental del singular
sacrificios y abnegaciones. El culto de los ancestros fenómeno político-historiográfico que el historiador
Fran~ois Ollier denominó «espejismo espartano». Los ras-
es entre todos el más legítimo; los ance.stros nos gos característicos de la Esparta arcaica, como la austeridad
hicieron lo que somos. Un pasado her~01~0, gr~m­ y el militarismo, no serían sino una suerte de leyenda cons-
des hombres, gloria (entiéndase, la autenu~a): este truida por la tradición literaria no espartana desde media-
es el capital social en el que se funda una tdea na- dos del siglo v a. C., que continuó como una invención de
la tradición con fines políticos en la Esparta del siglo m a.
cional. Poseer glorias comunes en el pasado Y una C. El relato mítico de la vida y obra del legislador Licurgo
voluntad común en el presente; haber hecho gran- sería también parte del mismo fenómeno. Véase Fran~ois
des cosas juntos y todavía querer hacerlas: ésas son Ollier, Le mirage spartiate. Étude sur l'idéalisation de
las condiciones esenciales para ser un pueblo. s: Sparte dans l'antiquité grecque de /'origine jusqu'aux cyni-
ques, París, E. de Boccard, 1933 y Le mirage spartiate.
ama en proporción a los sacrificios que se acepto Etude sur l'idéalisation de Sparte dans l'antiquité grecque
asumir y los males que se sufrieron. Se ama 1~ casa du début de l'école cynique jusqu'a la fin de la cité, París,
que uno construyó y que se da en herencta. El Belles Lettres, 1943. [N. del T.]

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ERNEST RENAN ¿QU:f ES UNA NACIÓN?

más que los triunfos ya que imponen deberes y nos división de las naciones son la consecuencia de un
obligan a un esfuerzo en común. sistema que pone estos viejos organismos a merced
Una nación es así una gran solidaridad, consti- de voluntades a menudo poco esclarecidas. Es
tuida por la consciencia de los sacrificios que se claro que en un terna corno éste ningún principio
han hecho y de los que todavía se está dispuesto a debe ser forzado al extremo. Las verdades de este
hacer. Supone un pasado pero se define en el pre- tipo sólo son aplicables en conjunto y de una ma-
sente por un hecho tangible: el consentimiento, el nera muy general. Las voluntades humanas cam-
deseo claramente expresado de continuar la vida en bian, ¿pero qué es lo que no cambia en este mundo?
común. La existencia de una nación es (perdonen Las naciones no son algo eterno. Tuvieron un co-
esta metáfora) un plebiscito cotidiano, corno la mienzo, habrán de tener un final; una confedera-
existencia del individuo es una afirmación ince- ción europea probablemente las reemplazará. Pero
sante de vida. ¡Oh! Lo sé, esto es menos metafísico no es ésta la ley del siglo en el que vivimos. Hoy
que el derecho divino, menos brutal que el derecho en día la existencia de las naciones es buena e in-
que se pretende histórico. De acuerdo al orden de cluso necesaria: es la garantía de la libertad que es-
ideas que les propongo, una nación no tiene el de- taría perdida si el mundo no tuviera más que una
recho, corno tampoco lo tiene un rey, a decir a una ley y un amo.
provincia: «me perteneces, te torno». Una provin- Por sus facultades diferentes, y a menudo opues-
cia es, desde nuestro punto de vista, sus habitantes; tas, las naciones sirven a la obra común de la civili-
si hay alguien que en este asunto tiene el derecho zación; todas aportan una nota a este gran concierto
de ser consultado, ése es el habitante. U na nación de la humanidad que es, en definitiva, la más alta
no tiene nunca un verdadero interés en adjudicarse realidad ideal que jamás hayamos alcanzado. Ais-
o retener un país contra su voluntad. El deseo de ladas, tienen sus puntos débiles. Frecuentemente
las naciones es, en definitiva, el único criterio legí- me digo que sería el más insoportable de los hom-
timo al que siempre debe volverse. bres ~quel individuo provisto de los defectos que,
Expulsarnos de la política las abstracciones me- refendos a una nación, son cualidades: que se aü-
tafísicas y teológicas. Luego de eso, ¿qué queda? me~te de vanagloria, que sea a tal punto celoso,
Queda el hombre, sus deseos y sus necesidades. La egOista y pendenciero, y que no pueda tolerar nada
secesión, me dirán ustedes y en el largo plazo la sin desenvainar. Pero todas estas disonancias en el

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detalle desaparecen en el conjunto. Pobre humani- tes. Es posible que, luego de no pocos tanteos in-
dad, ¡sí que has sufrido! ¡Cuántas pruebas te espe- fructuosos, se regrese a nuestras modestas solucio-
ran todavía! ¡Que pueda el espíritu de la sabiduría nes empíricas. La manera de tener razón en el
guiarte para preservarte de los innumerables peli- . .
porvemr es, en Ciertos momentos, resignarse a no
gros de los que está sembrado tu camino! estar a la moda.
Resumo lo que he dicho, señores. El hombre no
es esclavo de su raza, ni de su lengua, ni de su reli-
gión, ni del curso de los ríos, ni de la dirección de las
cadenas montañosas. U na gran agregación de hom-
bres, de sano juicio y corazón entusiasta, crea una
conciencia moral que se denomina nación. Esta con-
ciencia moral es legítima y tiene derecho a existir
en tanto da prueba de su fuerza por los sacrificios
que exige la abdicación del individuo en beneficio
· de una comunidad. Si surgen dudas sobre sus fron-
teras, consulten a las poblaciones en disputa. Ellas
tienen por cierto el derecho a opinar sobre el tema.
Esto es lo que hará sonreír a los hombres eminen-
tes de la política, estos infalibles que pasan su vida
equivocándose y que desde lo alto de sus princi-
pios superiores se compadecen de nuestras preocu-
paciones prosaicas. «Consultar a las poblaciones,
¡qué ignominia! ¡Qué ingenuidad! En efecto, ésas
son las endebles ideas francesas que pretenden
reemplazar la diplomacia y la guerra por medios
de una simplicidad pueril.» Aguardemos, señores:-
dejemos pasar el reino de los hombres eminentes,
seamos capaces de soportar el desdén de los fuer-

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