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VERSOS A LA NOCTURNIDAD

CANTATAS
(Del absurdo paradójico al te quiero de un amigo)

Canto primero, de la mujer que llora.

Bosque,
lloras niebla,
lloras llanto.

De tus hojas
verde llanto,
nace verso,
crece canto.

Bosque,
miras lejos,
miras luna;
ríes al viento,
ríes dorado.

De tu tierra,
sol de mayo,
crece el eco
y el encanto.

Bosque,
musa fiera,
musa en blanco.

De tus mieles
sangra el árbol;
tú me miras,
yo te admiro.

Bosque,
matas luna,
matas lago;
vives niebla,
vives llanto.

Canto segundo, de la mujer que sueña

Cielo,
abismo de luna
y mar de noche,
lates en nube
y vives frágil.

Cosmos,
profundo negro
que no es opaco,
retienes estrella
y brindas sueño.
Cielo,
amas sencillo
al viento,
quieres despacio
al tiempo,
me das notas,
me das verso,
lates fuerte
en cada sueño.

Cosmos,
extiendes gloria,
regalas fuego,
te llevas mis furias,
me dejas anhelo,
nostalgia de invierno.

Soy eco,
sirena de mar,
musa de viento
y estrella de cielo,
un fragmento
de lluvia
que refresca
el llanto del tiempo,
las tristes noches
de un cosmos
de mis miedos.

Canto tercero, de la mujer que ama

Pálido verano,
niebla y viento
son la lluvia
en mis bosques callados,
no me busques
en los gritos muertos
que te espero
en la danza de las hojas.

¿Qué te dicen
hoy los cuentos
y el misterio
de unos labios secos?

Mira lento
y ven despacio,
se abre el pecho
y funde en rojo
mi ardiente anhelo.

Sí, amo,
azul amor.
Sí, amo,
los ojos danzan,
los labios
son cristal y agua.

Me elevo en nube,
regreso en plata
y a ti te quiero
por ser fantasma.

Busco tu perla,
el suspiro
rosa y púrpura
que en abrazo me regalas,
me ensueñas,
me delatas
y los grises matizan
el ocaso.

Sí, amo,
violenta y huracán.
Sí, amo,
no me detengo
ante tus inciertos,
me fermentan
los misterios
que reservas
para el momento
que te dé mi pecho.

Canto cuarto, de la mujer que sufre

Fría es la barca
y los reflejos de estas aguas
te disfrazan,
oh angustia milenaria.

Me confundes
mientras duermo
y cuando navego
sólo ríes
de esta mi desgracia.

Mi ángel de tormento,
ya no vienes a mi cielo
a decirme
que tú lloras conmigo
cuando menos
en lo efímero de un sueño.

Dolor,
te supongo gris
y eres sangre,
me derrotas si te abrazo
y, si te dejo,
me reclamas mis suspiros,
robas lágrimas azules
del cansancio
de mi mente,
omites mis ojos.

Tu abandono
me invita al sufrimiento,
envenenas
lo poco que me queda
y de vez en cuando
secuestras al poeta.

Fría es mi escama
y en ella te refugias,
oh angustia milenaria,
angustia mía,
angustia espejo.

Canto quinto, de la mujer que espera

Te quiero
en la infinitud
de tu nombre.

Te quiero
por ser amiga,
bálsamo
y consuelo,
por ser tiempo
y esperar
que siempre sea
ángel y verso.

Oh mujer,
más grande eres
que el propio tiempo,
tú esperas,
sabes aguardar
y a la fatiga
la mitigas
cuando me hablas
al mirar.

Estar contigo
es un regalo inmerecido,
más razón para quererte
y tatuarme
en cuerpo y vena
tu luz de estrella.

Te quiero
por la maravilla
de tu nombre,
por ser agua
en mi desierto,
por ser bosque
en mi verano,
por ser nieve
en mis inviernos,
por ser tú
en mi primavera.

Te quiero
por la infinitud
de ser mujer.

GRACIAS
Ahí estabas,
cuando miraba al cielo.

No importaba
la oscuridad de la noche
o el resplandor
cegador del día,
ahí estabas,
firme y pendiente de mí.

Ahí estabas
y deje de mirar al cielo.

No me olvide de ti
pero omití voltear...
olvidé que necesitaba
todos los días
mirar que estabas ahí.

Ahí estabas
y aquí estas,
se que siempre estarás.

No quiero
dejar de mirarte,
de saber que me iluminas
y me acompañas
en cada travesía.

Aquí estás...
y yo contigo.

NOCTURNIDAD
Se han mojado las letras
con lluvia metal,
haciendo pesado el viaje
por el sendero invernal.

Los copos hierven de alivio


al morir su ansiedad,
la crudeza del viento felino
de mi estepa se hace bondad.

Dentro del cosmos eterno,


negro y vago como mi mirar,
pretendo negar ser poeta
y morirme de nocturnidad.

Me devoro tus sueños de cielo,


mi estrella de espíritu de hada;
con ellos disfrazo de plata
mis alas de ángel y divinidad.

Miras como sopla el miedo


y deshoja el cerezo,
pero no te mueves
y eternizas mi anhelo
con tu brillo máximo
en la nocturnidad.

LABERINTO
Azul nocturnidad,
sólo yo te veo entre tanta soledad;
mísero infinito de papel,
no te estanques en mi piel,
no me quemes el espíritu de ave.

¡Ay! Me duelen los latidos,


viejo corazón de lobo;
yo sé que extrañas esa estepa blanca,
su olor a nostalgia,
su color melancolía,
su sufrir romántico y oxidado.

La luna se ha extraviado
o la has vuelto un eco en este cielo;
las estrellas no asoman
y es por ello que nadie nota tu tristeza,
se han olvidado de tu verso
sabor hiel, llanto de Dragón.

Asómate a mi espacio,
a este cosmos de desvelos sin futuro;
morirás como mueren mis letras
cuando chocan en la lluvia
y sólo quedan restos de mi alma vagabunda.
Un misterio son tus labios,
¿encontrarás los míos algún día?

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