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Crónica de un homicidio (Parte 1)

Siempre me gustaron esas historias en donde la frase de apertura te remontaba a un recuerdo, a la


nostalgia del pasado del personaje... y heme aquí, emulando.

Recuerdo el inicio, aunque vagamente, pero para mí, afirmaría, ocurrió la noche en que regresábamos
juntos de casa de los tíos. La parte posterior de la camioneta era un universo entero. No estoy seguro
de si fui yo quien propició las primeras líneas de un guion burdo para empleo de conversación; lo que
sí sé es que comenzamos a charlar y encontrarnos poco menos extraños a partir de ese momento.

Después de esa noche, el misterio de ese momento en que nuestras historias jugaban a ser algo más
que simples fantasías y remembranzas, provocó en mí la necesidad de buscarla, de escucharla.

¡Ah! ¡Cuánto extraño esa sensación, ese momento! Escucharla era magia pura. No sé bien que poder
operaba entre ella y yo, pero escucharla era exquisito. No deja de sorprenderme aún eso. Nunca
encontré mayor dicha de escuchar hablar a otra persona, especialmente, a una mujer, como con ella.
Ella, ni antes ni después existirá otra.

"Escucharte, el instante mágico de conocerte, de saber que en algún huequito de tu corazón me


cobijaba cuando tus palabras jugueteaban en mi mente... ¿dónde quedó eso?"

Crónica de un homicidio (parte 2)

Hay ciertos momentos que no puedo olvidar. Una de ellas, aunque no recuerdo a precisión el día ni el
mes, es aquella vez en que regresamos del billar. Ella me iba platicando muchas cosas interesantes
sobre sí misma. Yo estaba fascinado, cautivado. Lo que más recuerdo es que me dijo que ya me tenía
que bajar del autobús y yo me rehusé. Alegué que la acompañaría a su casa. Había mezcla de muchas
cosas en las intenciones de quedarme a escucharla, pero la más importante, era mi sed de conocerla.

La pregunta “¿por qué no?” tuvo un nuevo significado a partir de aquella tarde de abril. La
confrontación y la urgencia de que buscara más que una amistad con ella hizo surgir en mí la
necesidad de anteponer la pregunta del por qué a cada argumento en contra de arriesgar lo que ya
teníamos por una nueva y gloriosa aventura. Insisto, al día de hoy, en preguntarme ante las pruebas
y problemas: ¿por qué no? Y descubro, para mi felicidad, que ella lo vale todo y que hay una infinitud
de razones para dar un por qué sí.

Tiempo después, la magia llegó. Pasé casi un mes diciéndome a mí mismo que tenía todo por ganar y
nada que perder. La invité a salir y no prosperé… pero ella después me invitó a mí. Aun me da cierta
pena admitir que ella fue quien me invitó y pagó la comida de aquel increíble viernes de junio. El
nervio casi me consumía las ganas de ir. Pero ahí estuvimos. Abrirle mi corazón no fue difícil, sino
perder el miedo a dejarlo abierto. Hasta el día de hoy, no me arrepiento y mis esfuerzos son por
dejarle ver que mi corazón le pertenece.

Casi dos semanas después esta historia se tornó en la mejor historia de amor, dolor, felicidad,
tristeza, amistad, algunos odios y reproches… Recuerdo que las dos semanas previas al 6 de julio de
2006 son la mejor antesala de lo que un enamorado debe hacer como bosquejo de conquista.
Conseguí un carro, reservé lo mejor de mi vestir, mi dinero y mi tiempo para ella. Hice un itinerario
que mezclara romance y diversión. El día marcado, volví a ser hechizado bajo los encantos de su voz.
Sé que pude haber cambiado de planes y conformarme a escucharla. Lo mejor de todo es que no
cambié de planes, sino que tomé su mano y ella tomó mi mano.

Jueves 6 de julio de 2006, alrededor de las 2 pm, el ciudadano I se dispone a hacer la pregunta más
difícil de su vida. Está hecho un manojo de nervios. Suda y el corazón quiere salir disparado del
pecho… “Cierra los ojos… anda, cierra los ojos, sólo un momento”… Saca una cajita en forma de
corazón. Coloca el regalo frente a los ojos de ella… “Abre los ojos”… ella mira y se asombra… él se
obliga a tomar valor y se repite incesantemente que no tiene nada que perder, que tiene todo por
ganar… “¿Quieres ser mi novia?”… ella mira el corazón frente a sus ojos, demora en contestar, él
duda, se muere de incertidumbre… “Sí, sí quiero ser tu novia”.

Crónica de un homicidio (parte 3)

Poco menos de 2 meses faltaban para otro aniversario. La antesala del mismo era confusa: gris,
opaca, ríspida. Dicen que cuando una tormenta devastadora se avecina, hay una calma tan profunda
que es insoportable.

Diez de mayo, sábado por la mañana. Los noticieros reportan que una joven de 21 años ha muerto a
sangre fría. Algunos testigos identifican al homicida como un joven de 26 años que pasaba mucho
tiempo a su lado. Las señoras del barrio se asombran y dicen a los reporteros que no es posible que
un joven tan prometedor, esforzado, atento, haya cometido tal crimen… no todo lo que brilla es oro.

El reporte forense indica que la causa de la muerte fue un ataque directo al corazón… no se encontró
en el pecho de la joven. Había sido cruelmente removido y destrozado. ¿Quién o qué es capaz de tal
vileza?

Yo aún tengo las manos llenas de sangre. Sí, no encontré consuelo ni descanso tras mi crimen.
Confieso. Yo lo hice. Yo maté a la mujer que amaba. La mate con mis indiferencias, con mis arranques
de celos, con mis enojos injustificados, con mis desatenciones, con mi falta de “conocimiento” (es
decir, nunca sabía nada), la maté con mis tristezas, con mi inmadurez, con mi falta de comprensión,
con mi poca paciencia, con mis imprudencias, con mi cobardía, con mi falta de valor de hacerla ver
como lo que era, una mujer increíble.

Yo maté a mi mejor amiga, a mi amor, a la que era la compañera fiel, como una esposa. Yo maté a
sangre fría a lo único bueno que tenía en la vida… porque soy un asesino, sólo eso, un demente
homicida que se enamoró. A gente como yo no lo enseñan a mantener vivas a las personas que amas.

Veinte seis de julio, diez de la noche. Hoy llevo flores a su tumba. Se me quebró el corazón. Derramé
un par de lágrimas. Ahí, junto a nombre, está un objeto podrido, ruin como yo mismo. Hoy me
arranqué el corazón porque era lo justo.

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