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TEMAS FUNDAMENTALES
El gran tema de la encíclica es la ética económica: quizá debido a la crisis económica que en ese
momento era mucho más novedosa y alarmante, pero más aun por el papel que ha alcanzado lo
financiero-mercantil en las dinámicas mundiales actuales y, por tratarse del tema del desarrollo de
los pueblos, donde el factor económico es sin duda de gran relevancia, sin desconocer la
importancia de los factores políticos, culturales y espirituales como la caridad en la verdad lo
demuestra. La encíclica apuntará la necesidad de volver a traer a escena la relación irrenunciable
entre economía y ética, o la moralidad de la economía pues, contrario a lo que la ideología
tecnocrática postula diciendo que invertir es un hecho meramente técnico, “toda decisión
económica tiene consecuencias de carácter moral” (Benedicto XVI, 2009). La carta encíclica de
Benedicto XVI tiene como elemento más recurrente la denuncia. En el camino de “profunda
reflexión” (Benedicto XVI, 2009) que el Papa propone a todos los hombres de buena voluntad para
corregir las desviaciones y disfunciones de los actuales modelos económicos mundiales, para
reencontrar un humanismo nuevo, para fundar un futuro mejor y para permitirle al hombre moderno
hallarse a sí mismo, y del que él mismo es ejemplo con la reflexión desarrollada en esta carta, se
encuentra con múltiples falacias, reduccionismos, empobrecimientos, encerramientos e
instrumentalizaciones con las que se manipula y somete al hombre (Benedicto XVI, 2009). Si se
quiere un desarrollo humano integral, que es la apuesta y exigencia de la iglesia, no se pueden
admitir estas ideologías que roban al hombre una realización plena al esconderle o mutilarle de la
verdad, de la caridad, de la trasc endencia.
Otro eje transversal de la encíclica es el replanteamiento de las dinámicas económicas globales: la
exigencia de nuevos modelos y modos de ejercicio económico, nuevas concepciones de empresa,
nuevas soluciones ante las hirientes desigualdades, hasta –si es necesario– la consecución de un
nuevo orden económico productivo, que permita lograr el desarrollo efectivo de los pueblos
(Benedicto XVI, 2009). Si bien la denuncia es abundante y contundente -no escatimando por lo que
puede producir en las sensibilidades de los afectados-, al mismo tiempo abunda en propuestas
(Benedicto XVI, 2009). Así por ejemplo, plantea la adopción del crédito cooperativo, del “principio
de la gratuidad” y de la “lógica del don”, concebir el beneficio para el bien de los hombres y de los
pueblos, y no de manera individualista, lo cual estaría comprendido en nuevos modelos económicos
con márgenes de gratuidad.
Por último, y como la propuesta de la iglesia para un verdadero desarrollo humano y lo que
posibilite un replanteamiento de las dinámicas económicas globales servidoras a este fin, es el
redescubrimiento de valores, la recuperación de los verdaderos sentidos de la libertad, de la caridad
y de la verdad, que se han entendido incorrectamente y han sido asumidos así, sin una reflexión
profunda y crítica. Es allí donde se enmarca la caridad en la verdad: la caridad, con toda la fuerza
para alimentar, sostener y enaltecer las labores y esfuerzos por el bien y desarrollo de los hombres y
pueblos, sin la cual el saber es estéril; y la verdad como iluminadora del amor, para guiarle y
permitirle la inserción en los ámbitos universales, al poder dialogar con la universalidad de actores,
salvando así a la caridad de una circunscripción en ámbitos limitados de relaciones de corto
alcance.
PRINCIPALES APORTES:
Sin verdad la caridad cae en mero sentimentalismo. La verdad libera a la caridad de la estrechez
de una emotividad que la priva de contenidos relacionales, sociales y de un fideísmo que mutila su
horizonte humano y universal.
La verdad es “logos” que crea “diálogos” y por tanto comunicación y comunión. Sin la verdad
la caridad quedaría reducida sólo a buenos sentimientos excluida de proyectos y procesos de
desarrollo humano.
La caridad es amor recibido y ofrecido. Su origen es el amor que brota del Padre por el Hijo en el
Espíritu Santo.
Justicia y caridad.
Caritas: Principio sobre el que gira la Doctrina Social de la Iglesia.
Un principio que adquiere forma operativa en criterios orientadores de la acción moral, la caridad
va más allá de la justicia.
Caridad es dar, ofrecer de lo mío al otro, justicia es dar al otro lo que es suyo, lo que le corresponde
en virtud de su ser y obrar.
El bien común.
Amar a alguien es querer su bien.
Hay un bien relacionado con el vivir social de las personas. El bien de todos nosotros formando
individuos, familias y grupos intermedios que se unen en comunidad social, incidir en la polis (en la
ciudad) en el bien común.
1967 el Papa Paulo VI publicó “la populorum progressio”, el desarrollo de los pueblos. El
desarrollo de los pueblos consiste en pasar de condiciones menos humanas a condiciones más
humanas. El Papa Juan Pablo II conmemora los 20 años de la “populorum progressio” con la
encíclica “sollicitudo rei socialis”, continuando el tema del desarrollo.
CAPITULO I
“El mensaje de la Populorum progressio”
La Doctrina Social. La Doctrina Social está constituida sobre el fundamento transmitido por los
Apóstoles a los padres de la Iglesia y profundizado después por los grandes doctores de la Iglesia,
atestiguada por los santos. La populorum progressio se inserta en la corriente de la tradición.
La Popolorum Progressio de Paulo VI. Afirmó la importancia imprescindible del evangelio para
la construcción de la sociedad según libertad, justicia y amor. Paulo VI captó la relación recíproca
entre el impulso a la unificación de la humanidad y el ideal cristiano de una única familia de los
pueblos solidaria en la común hermandad, fundada en el amor.
En Octogésima advenien de 1971 Paulo VI. Trató el tema del sentido de la política y el peligro
que representan las visiones utópicas e ideológicas que comprometían su dualidad ética y humana.
Ideología tecnocrática: Confiar todo el proceso de desarrollo sólo a la técnica.
La vocación requiere una respuesta libre y responsable. Sólo si se es libre, el desarrollo humano
puede ser integralmente humano, (hombres libres para asumir una responsabilidad común).
El desarrollo humano integral como vocación exige también que se respete la verdad. El
auténtico desarrollo debe ser integral, promover a todos los hombres y a todo el hombre (plano
natural y plano sobrenatural). El evangelio es un elemento fundamental del desarrollo.
Contraste.
Crecen las riquezas, pero crecen las desigualdades.
Hay corrupción e ilegalidad en países pobres y ricos.
La falta de respeto a los derechos humanos de los trabajadores.
Las ayudas internacionales se han desviado de su finalidad.
La propiedad intelectual demasiado rígida.
Desarrollo auténtico e integral. El desarrollo necesita ser auténtico e integral, no basta solo el
tecnológico y económico.
La Populorum progressio asignó un papel central a los poderes públicos. Hoy con la movilidad
de los capitales financieros y los medios de producción han modificado el poder político de los
Estados. Ante los errores de la crisis financiera es importante una renovada valoración de su papel y
de su poder, mayor participación en la política nacional de parte de los ciudadanos.
Dar vida y protección a las asociaciones de trabajadores para defender sus propios derechos.
Hoy en la cuestión social: Ha habido recortes de gasto social, lo mismo en la seguridad social, la
libertad económica limitan a menudo las libertades sindicales.
El estar sin trabajo durante mucho tiempo o la dependencia prolongada de la asistencia pública o
privada mina la libertad, la creatividad de las personas, sus relaciones familiares y sociales con
graves daños en el plano psicológico y espiritual.
El primer capital que se ha de salvaguardar y valorar es el hombre, la persona en su integridad.
En el plano cultural.
Antes las culturas se conservaban ante intentos homogéneos.
Hoy eclecticismo cultural, sin diálogo ni sentido crítico.
Rebajar la cultura y homologar los comportamientos y estilos de vida, se pierden las culturas,
reducir al hombre a mero dato cultural (riesgo sometimiento y manipulación).
Respeto a la vida.
Pobreza produce mortalidad infantil.
Control demográfico, incluso imponer el aborto - eutanasia-.
Legislaciones contrarias a la vida (mentalidad antinatalista) como si fuera un progreso
cultural.
Políticas sanitarias que imponen un fuerte control natal.
La apertura a la vida está al centro del verdadero desarrollo una sociedad que se encamina a
la negación y supresión de la vida, acaba por no encontrar la motivación y la energía,
necesarias para esforzarse en el verdadero bien del hombre.
La acogida de la vida forja las energías morales y capacita para la ayuda recíproca.
Libertad religiosa.
El hombre tiene una naturaleza destinada a lo trascendente (sobrenatural).
El fanatismo y el terrorismo de inspiración fundamentalista, hoy se mata en el nombre sagrado de
Dios (la violencia frena el desarrollo auténtico).
Cuando el Estado promueve, enseña o incluso impone formas de ateísmo práctico priva a sus
ciudadanos de la fuerza moral y espiritual para comprometerse en el desarrollo.
Dios es el garante del desarrollo del hombre, en cuanto habiéndolo creado a su imagen funda su
dignidad trascendente y alimenta su anhelo constitutivo de ser más.
Visión integral del hombre. Se necesita una visión integral del hombre que refleje los diversos
aspectos de la persona humana.
Rebajar la cultura a la dimensión tecnológica obstaculiza el enriquecimiento y las dinámicas de
colaboración.
Esto exige una nueva y más profunda reflexión sobre el sentido de la economía y de sus fines.
Revisión del modelo de desarrollo para corregir sus disfunciones y desviaciones, lo exige el estado
de salud ecológico del planeta. (crísis cultural y moral).
El progreso sigue siendo un problema y hoy más por la crisis económico- financiera. Hoy
varios países todavía que viven en la miseria.
Altos aranceles a los países pobres, nuevas formas de colonialismo.
La globalización: Estallido de la interdependencia planetaria, pero sin la caridad en la verdad, se
tienen los riesgos de una familia mundial dividida.
CAPÍTULO III
Fraternidad, desarrollo económico y sociedad civil
La gratuidad. La gratuidad está en la vida del ser humano. El ser humano está hecho para el don.
No olvidar el pecado original, el hombre tiene una naturaleza herida, inclinada al mal, da lugar a
graves errores en el dominio de la educación, de la política, de la acción social y de las costumbres.
Cuando se pretende una economía autónoma sin carácter moral lleva al hombre al abuso incluso a
la destrucción. La verdad y el amor son un don gratuito de Dios, es el amor el que convoca a una
comunidad plenamente fraterna. Dar espacio al principio de gratuidad como expresión de
fraternidad.
El mercado. Es la institución económica que permite el encuentro entre las personas, como agentes
económicos que utilizan el contrato como norma de sus relaciones y que intercambian bienes y
servicios. El mercado está sujeto a los principios de la justicia conmutativa, que regula
precisamente la relación entre dar y recibir, pero falta la justicia distributiva y social. El mercado se
rige únicamente por el principio de la equivalencia del valor de los bienes que se intercambian, no
llega a producir la cohesión social, se necesita la solidaridad y la confianza.
No se debe considerar a los pobres como un “fardo”, sino como una riqueza incluso desde el punto
de vista económico (los primeros beneficiarios del desarrollo de los países pobres hubieran sido los
países ricos).
La lógica mercantil (su bondad o maldad dependen del hombre). El mercado no es ni debe
convertirse en el ámbito donde el más fuerte avasalle al más débil. El mercado no es “ipso facto”
malo. La economía y las finanzas pueden utilizarse en un sentido negativo, cuando quien las
gestiona tiene sólo referencias egoístas, no se deben hacer reproches al medio o instrumento sino al
hombre, a su conciencia moral y a su responsabilidad social.
No olvidar los principios tradicionales de la ética social: como la transparencia, la honestidad, y la
responsabilidad, pero también en las relaciones mercantiles el principio de gratuidad y la lógica del
don como expresiones de la fraternidad, pueden y deben tener espacio en la actividad económica
ordinaria.
La justicia afecta a todas las fases de la actividad económica. Antes se confiaba a la economía
la producción de la riqueza y a la política la distribución de la riqueza. Hoy la vida económica del
contrato para regular las relaciones de intercambio entre valores equivalentes, pero necesita
igualmente leyes justas y formas de redistribución, guiados por la política, además de obras
caracterizadas por el Espíritu del Don.
La empresa con responsabilidad social. Un riesgo es que la empresa solo se fije en el interés de
inversores (accionistas), en detrimento de su dimensión social, más bien la empresa debe tener una
responsabilidad social, interés por los trabajadores, proveedores, los consumidores así como el
medio ambiente y la sociedad.
El trabajo y los conocimientos técnicos son una necesidad universal, sin embargo no es lícito
deslocalizar únicamente para aprovechar particulares condiciones favorables o peor aún, para
explotar sin aportar a la sociedad local.
CAPITULO IV
Desarrollo de los pueblos, derechos, deberes, ambiente
Los derechos presuponen unos deberes. Urge una reflexión sobre los deberes que los derechos
presuponen y sin los cuales se convierten en algo arbitrario.
La exacerbación de los derechos conduce al olvido de los deberes. Hay países desarrollados que
solicitan derechos a lo superfluo, mientras otras carecen de lo más elemental como el agua potable,
la comida, la instrucción básica y los cuidados sanitarios.
Los deberes delimitan los derechos, porque remiten a un marco antropológico y ético, de otro modo
podían ser cambiados por la sola deliberación de los ciudadanos.
Procreación y educación sexual responsable. Para el desarrollo humano no olvidar los valores
irrenunciables de la vida y de la familia, una procreación responsable y un significado profundo de
la sexualidad, no reducida a un mero hecho hedonista y lúdico o a una única instrucción técnica,
sino a una verdadera educación, no olvidando que compete de manera primordial a las familias,
antes que al Estado.
Proponer a las nuevas generaciones la hermosura de la familia y del matrimonio, su sintonía con las
exigencias más profundas del corazón y de la dignidad de la persona. Los estados están llamados a
establecer políticas que promuevan la centralidad y la integridad de la familia.
La apertura moralmente responsable a la vida es una riqueza social y económica, por que el gran
número y la capacidad de sus habitantes han hecho que grandes naciones salgan de su riqueza, por
el contrario el bajo índice de natalidad es un problema crucial para las sociedades de mayor
bienestar (se reduce la disponibilidad de trabajadores).
La economía tiene necesidad de la ética para su correcto funcionamiento - una ética amiga de
la persona. Esto es una ética que respete las exigencias intrínsecas de la naturaleza del hombre
(creado a imagen de Dios (Gén 1, 27), algo que comporta la inviolable dignidad de la persona
humana, así como el valor trascendente de las normas morales naturales.
Relación entre empresa y ética. Encontramos dos clases de empresa una la empresa que busca el
beneficio (profit) y otras organizaciones sin ánimo de lucro (non profit). Está surgiendo una tercera
empresa que tiene objetivos de utilidad social, llama economía civil y de comunión, que no excluye
el beneficio, pero que lo considera instrumento para objetivos humanos y sociales, objetivos de
humanización del mercado y de la sociedad. Es de desear que estas nuevas formas de empresa
encuentren en todos los países un marco jurídico y fiscal adecuado.
La creación Don de Dios y uso responsable de ella. El tema del desarrollo está también muy
unido a los deberes que nacen de la relación del hombre con el ambiente natural, este es un Don de
Dios para todo, su uso representa para nosotros una responsabilidad para con los pobres, las
generaciones futuras y toda la humanidad. La naturaleza es obra de Dios que el hombre debe
utilizar responsablemente, para satisfacer sus legitimas necesidades, materiales e inmateriales,
respetando el equilibrio inherente a la creación misma.
La naturaleza es expresión de un proyecto de amor y de verdad. Ella nos precede y nos ha sido dada
como ámbito de vida. Nos habla del creador (Rom 1,20) y de su amor a la humanidad, tiene su
plenitud en Cristo, debemos cuidarla y cultivarla. La naturaleza es obra admirable del creador que
lleva en sí una gramática que indica finalidad y criterios para un uso inteligente, no instrumental y
arbitrario.
Respeto a la creación y respeto al hombre. El modo en el que el hombre trata el ambiente influye
en la manera en que se trata a sí mismo y viceversa. La degradación ambiental provoca
insatisfacción en las relaciones sociales. La desertización y el empobrecimiento productivo de las
áreas agrícolas son también fruto del empobrecimiento de sus habitantes. Además muchos recursos
naturales quedan devastados por la guerra.
Cuando se respeta la ecología humana en la sociedad también la ecología ambiental se beneficia, la
Iglesia tiene el deber de defender la tierra, el agua y el aire como dones de la creación que
pertenecen a todos, pero sobre todo debe proteger al hombre contra la destrucción de sí mismo. Si
no se respeta el derecho a la vida y a la muerte natural, si se hace artificial la concepción, la
gestación y el nacimiento del hombre, si se sacrifican embriones humanos a la investigación, la
conciencia común acaba perdiendo el concepto de ecología humana y con ello de la ecología
ambiental. Es una contradicción pedir a las nuevas generaciones el respeto al ambiente natural,
cuando la educación y las leyes no las ayudan a respetarse a sí mismas.
Los deberes que tenemos con el ambiente están relacionados con los que tenemos con la persona,
considerada en sí misma y en su relación con los otros.
Dios fuente de la verdad y del amor. Lo que nos precede y constituye el amor y la verdad
subsistentes nos indica que es el bien y en que consiste nuestra felicidad, nos señala así el camino
hacia el verdadero desarrollo.
CAPÍTULO V
La colaboración de la familia humana
La soledad - las relaciones interpersonales. Una de las pobrezas más hondas que el hombre puede
experimentar es la soledad. También las pobrezas materiales salen del aislamiento, de no ser
amados o de la dificultad de amar. Con frecuencia son provocadas por el rechazo del amor de Dios,
por una tragedia original, el hombre se ha creído autosuficiente. El hombre está alienado cuando
vive solo o se aleja de la realidad, cuando renuncia a pensar y creer en su fundamento. Toda la
humanidad está alienada cuando se entrega a proyectos exclusivamente humanos, ideologías y
utopías falsas.
En un mundo vacío de ideas, que importante es volver a impulsar el pensamiento para comprender
mejor lo que es ser una familia y la interacción de los pueblos se base en la solidaridad, en vez de la
marginación. Dicho pensamiento lleva a una profundización y valoración de la “Relación”. Para
ello se necesitan no sólo las ciencias sociales sino también la metafísica y la teología para
comprender con claridad la dignidad trascendente del hombre.
La criatura humana en cuanto de naturaleza espiritual, se realiza en las relaciones interpersonales.
El hombre se valoriza no aislándose sino poniéndose en relación con los otros y con Dios. Por tanto
la importancia de dichas relaciones es fundamental. La relación entre persona y comunidad es la de
un todo hacia otro todo.
Principio de subsidiaridad.
El diálogo entre fe y razón ayuda a cumplir el proyecto de Dios: vivir como una familia, bajo la
mirada del creador.
El principio de subsidiaridad es una ayuda a la persona a través de los cuerpos intermedios
respetando su libertad y participación sin caer en el asistencialismo paternalista (que humilla al
necesitado) cf. 58.
La globalización necesita una autoridad global, en cuanto plantea un bien global, pero debe ser de
tipo subsidiario.
Principio de solidaridad.
Junto al principio de subsidiaridad está el de solidaridad, especialmente en las ayudas
internacionales al desarrollo, estás ayudas deben implicar a los gobiernos de los países interesados,
los agentes económicos locales, y los agentes culturales de la sociedad civil, incluidas las iglesias
locales, no olvidar que el recurso humano es el capital más valioso.
Una manera de solidarizarse con los países en desarrollo es permitir y favorecer cada vez más el
ingreso de sus productos en los mercado internacionales (especialmente agrícolas). Un comercio
internacional justo y equilibrado en el campo agrícola.
Reforzar la financiación del desarrollo para hacer más productivas esas economías.
Respeto de la propia cultura - la ley natural convergencia ética de todas las culturas La
cooperación para el desarrollo, ha de ser una gran ocasión para el encuentro cultural y humano,
respetando cada uno su cultura, permanecer fieles a lo que hay de verdaderamente humano en sus
tradiciones.
(Hay una convergencia ética en todas las culturas: la ley natural (expresión de una misma naturaleza
humana). Dicha ley moral universal es fundamento sólido de todo diálogo cultural, religioso y
político. Por lo tanto la adhesión a esa ley escrita en los corazones es la base de toda colaboración
social constructiva.
La fe cristiana que se encarna en las culturas, trascendiéndolas, puede ayudarlas a crecer en la
convivencia y en la solidaridad universal en beneficio del desarrollo comunitario planetario.
Bondad de la tecnología.
El problema del desarrollo en la actualidad está estrechamente unido al progreso tecnológico.
(La técnica es un hecho profundamente humano ligado al mandato de cultivar y custodiar la tierra
(Cf. Gen. 2,15). La técnica permite dominar la materia, reducir los riesgos, ahorrar esfuerzos,
mejorar las condiciones de vida, en la técnica se manifiesta y confirma el dominio del Espíritu sobre
la materia.
En la técnica el hombre se reconoce a sí mismo y realiza su propia humanidad (manifiesta quien es
el hombre y sus aspiraciones).
Importancia de la bioética.
En la actualidad “la bioética” es un campo prioritario y crucial en la lucha cultural entre el
absolutismo de la técnica y la responsabilidad moral.
¿El hombre es un producto de sí mismo o depende de Dios?, si es producto de sí mismo ¿cómo de
la nada ha surgido el ser y de la casualidad la inteligencia?. La razón puede estar abierta a la
trascendencia o encerrada a la inmanencia, si se encierra en la inmanencia se hace irracional.
La razón y la fe se ayudan mutuamente, la razón sin fe se ve avocada a perderse en la ilusión de su
propia omnipotencia. La fe sin la razón corre el riesgo de alejarse de la vida concreta de las
personas.
CONCLUSION
El amor a Dios nos lleva al compromiso por la justicia y el desarrollo de los pueblos.
El hombre no es capaz de gobernar por sí mismo su propio progreso, porque él solo no puede
fundar un verdadero humanismo. Sólo si pensamos que se nos ha llamado individualmente y como
comunidad a formar parte de la familia de Dios como hijos suyos, seremos capaces de forjar un
pensamiento nuevo y sacar nuevas energías al servicio de un humanismo íntegro y verdadero.
(La fuerza más poderosa al servicio del desarrollo es un humanismo cristiano, porque se funda en el
amor, la disponibilidad con Dios nos lleva a la disponibilidad con los hermanos, al contrario la
cerrazón ideológica a Dios y el indiferentismo ateo que olvida al Creador y corre el peligro de
olvidar también los valores humanos, se presentan hoy como uno de los obstáculos al desarrollo. El
humanismo que excluye a Dios es un humanismo inhumano.
La conciencia del amor indestructible de Dios es la que nos sostiene en el duro y apasionante
compromiso por la justicia, por el desarrollo de los pueblos (dar un recto ordenamiento a las
realidades humanas), el amor nos da valor para trabajar y seguir en busca del bien de todos.
El desarrollo necesita cristianos con los brazos levantados hacia Dios, en oración. Cristianos
conscientes de que el amor lleno de verdad (caritas in veritate) del que procede el auténtico
desarrollo, no es el resultado de nuestro esfuerzo sino un Don, por ello es importante volvernos a
Dios.
El desarrollo conlleva atención a la vida espiritual, tener en cuenta seriamente la experiencia de fe
en Dios, de confianza en la providencia y en la misericordia Divina, de amor y perdón, de renuncia
a uno mismo, de acogida del prójimo, de justicia, de paz...y hacer así la vida terrena más “divina” y
por tanto más digna del hombre.