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CLAUDE KAPPLER Monstruos, demonios y maravillas A FINES DE LA EDAD MEDIA Magus RAG ‘Tula origina Monae. démons et mere afi du Moyen Age Reserados todos los derechos, De acuerdo dspueso en at 270 del Cio Peal, porn ser castzados con peas ‘le mus yprivacin de bert unos repre ‘ina precepts autorircin opapen. en tao oem pans, ‘om ob eal, ataicaocewice fijada ‘ea culgue tipo de sopone. (© Payor, Pas, 1980 © Ediciones Aba, S.A. 1986, 2008 28710 Tes Cane Madd = Espana ‘Tel O18 Ot 96 ‘ewsakal.com ISBN" BUTE. 140 Deis lepak NL 31396-2004 Tnnpees en Cots 5. A ‘Mostoles (Maid) A Jean Subrenat AGRADECIMIENTOS El presente trabajo debe mucho a las bibliotecas universitarias de Estrasburgo, Basilea y Ginebra, generosamente abiertas a los in vestigadores. Es en cllas donde he hallado lo esencial de 1a docu- ‘mentacidn iconografica, as{ como excepcionles condiciones de tra- bajo y todas las facilidades posibles para la reproduccién de materiales. Los bien provistos fondos antiguos de la Biblioteca Nacional de Estrasburgo me han sido de gran ayuda, y debo expresar aqui mi reconocimiento a quienes en ella me han faclitado mi trabajo, en especial al Sr. Claude Rehm. ‘Con excepcisn de los clichés que debo a la amabilidad y profe- sionalidad del Sr. Jean-Pierre Bouley, la mayoria de las reproduc ciones fotograficas que aparecen en este libro han sido realizadas por el Sr. Kistler, de la Biblioteca Nacional y Universitaria de Es irasburgo. En lo que a este asunto se refiere, agradezco a la Sta Greiner, conservadora-jefa de la misma institucion, las autorizacio- res que generosamente me concedio para reproducir los oportunos materiales, y a la Sta. Zehnacker por la ayuda prestada ‘No pudiendo mencionar a todos aquelios que me han ayudado dde modo tan precioso, debo al menos manifestarles. por lo menos. ‘mi total gratitud, Deseo que Jean Subrenat, profesor de la Universidad de Pro- venza, encuentre aqui un testimonio de mi profundo reconocimien- to: es él quien, con una paciencia y una generosidad siempre a pun- to, me ha ayudado paso a paso en mi trabajo. y me ha hecho des- cubrir lo mejor de mi investigacién al darle el sabor de la vida INTRODUCCION Laiidea de evar a cabo este trabajo nacié contemplando la obra de Hieronimus Bosch, e! Bosco. La cual, pese a todo intento de in- terpretacién, continta siendo un misterio para las generaciones mo- demas. Mas no ocurria lo mismo en los siglos XV y XVI: sus cua dros fueron adquiridos en gran nimero por Felipe Il, «el Rey Ca- t6lico», quien deseé tener frente a si, en la hora de la muerte, el ttiptico de El jardin de las delicias. El Bosco fue extremadamente apreciado en vida, y sin duda comprendido. Hay quien, para em- ppezar, rechaza la imagen de un pintor diabdlico, alucinado, hereje, maldito, imagen que de acuerdo con algunos criticos modernos, Ile varfa a «explicar» su monstruosa creaciin. Y ast se plantea el pro- blema que se halla en la base de nuestra investigacion: lo que para nosotros es oscuro parece haber sido claro en aquella época, ;Por ‘qué? Si el Bosco fue, a lo que parece, un artista muy apreciado, pero sin «historia» y sin escdndalo; si su obra fue aceptada de ma- era natural y generalmente reconocida. es porque se inscribe en tun contexto que la aclara y la explica. Ese contexto es lo que aqui nos interesa: nos interesa por si mismo y no en tanto que explic in del Bosco, Quisiéramos asi rasgar el velo que nos oculta la ac- titud de la Edad Media ante el monstruo. Los modernos no com- prenden éste al modo medieval, ello es evidente. Para ellos, el ‘onstruo es misterio, escdndalo, ralea maldita: esta ligado a una pa- tologia, ya sea de la Naturaleza, de los artistas creadores o del es- piritu humano en general. Pero, ;qué era en la Edad Media? ;Cémo se entendia entonces el monstruo y el papel que representaba? Segiin indica este punto de partida (la obra de un pintor), nues- tro estudio tiene por objeto el monstruo en la imaginaciGn y no en la naturaleza; sin embargo, la actitud adoptada con respecto alo pri- mero puede ser parcialmente tributaria de lo que suscita lo segun- do. ¥ asf, no rehusaremos el recurtir a las posibles iluminaciones ‘que pueda ofrecer esa naturaleza. Para partir en busca del monstruo nos hemos dirigido a los tex- 9 tos lterarios, 0, como se les calitica en ocasiones con cierta ciretins- peccion, «paraliterarios». No teniamos ideas preconcebidas en cuanto al campo de investigacién se refiere: la que se ha-impuesto es la que hemos descubierto ahé donde aparece la mds alta densi- dad de monsttuos. alli donde los monstruos se muestran mis «vi= vos», Los monstruos no estin ausentes de los «grandes» textos li- terarios, mas aparecen en ellos muy diseminados y son relativamen- te raros. En los libros de viajes. por el contrario, aparecen con tan- ta frecuencia. con tanta insistencia y de modo tan natural, que ad- {quieren existencia propia. En estos libros, en efecto, forman un con- junto para el que no hemos hallado equivalente. Se enmarcan en tun cuadro conereto: el mundo de los viajeros, la textura de encucn- tos. de experiencias vividas, de paisajes...: lo que son los viajes. cn fin, Hay. sin duda, viajes pretendidamente reales que son, en verdad. compilaciones. Tales Viajes no son, por tanto. «imagina~ ios: compuestos a partir de otros auténticos. son también reales en el espiritu de todos (incluido el autor). La distincién entre real imaginario es, por otro lado, una convencién metodologica: se vera lo que se hace preciso pensar acerca de esta distincién al tra- tar de las narraciones medievales (cf. capitulo IT. p. 49). No hablar mos mucho de las peregrinaciones: tienen lugar segun esquemas convencionales y a lo largo de itinerarios que no oirecen grandes misterios, Los monstruos habitan especialmente en tierras lejanas y poco —o casi— conocidas: el Oriente y Africa son sus patrias de éleccion. Nos ocupamos de la época de los «grandes viajesm: del si- ‘lo XIII al siglo XV. sin olvidar los comienzos del XVI. Los libros de viajes nos han conducido de modo natural hacia el ambito de la cosmografia y de la geografia, que aclaran satisfac- toriamente ciertos aspectos. Las estructuras del universo tienen sor prendentes «correspondencias» con las estructuras mentales: a ‘menudo, estas iltimas son tributarias de las primeras: son las que del monstruo. ;Es posible clasificar a los monstruos. al ‘modo en que los naturalistas clasifican los diversos componentes de la Naturaleza? Los procedimientos de composicién se prestan de buen grado a tal experiencia. Los monstruos tienen en si mismos vitalidad suficiente para resistit @ unos intentos tales que marcan sus propios limites. «Desmontar» el monstruo, como puede hacer- se con una maquinaria. ofrece ciertas satisfacciones. pero, de modo inmediato, parece més atractivo observar cémo cobra vida a través de diversos modos de expresidn; lengua e imagen encierran dos gér- ‘menes de monstruosidad y se disputan el honor de producitla, des- cribirla, hacerla figurativa. La observacién del monstruo y de su gestacién a través de los rmedios de expresion apunta a penctrar su misterio: sin embargo. es inexploracion dela nfion misma de monstuo lo que permite na aproximacién més achciante. De Aristoteles a Lucrecio, en San ‘Agustin, Sébastien Brant, Ambroise Paré, el monstruo es asediado de modes diversos: se le integra —de grado o por fuerza— en ise temas del mundo que se explican y se comentan mutuamente. El monstruo se justifica, y ahi reside su auténtica de-construccion en piezas. Sin embargo, queda por desvelar su raz6n de ser: nunca ven- Gido, el monstruo s¢ perpeta a través de los siglos, de las civiliza- ciones. Si surge con mayor facilidad en unas épocas que en otras, y en particular en la Edad Media, ello significa, quiz4. que tiene tuna ventaja que le es propia. Sabe, en efecto, hacerse itil recogien- 7 Veans los trabajos de C.G, Jung, M. Eliade y C. Lévi-Strauss. > Véase en particular Ia obra de BBettelheim més arriba eiada do y expresando todo aquello que produce temor; sabe también ha- cer rei. En tiempos en que los instrumentos del conocimiento se revelan fragiles frente a la inmensidad de la tarea, el monstruo se afirma como un «simbolo de totalizaciOn, de recuento completo de posibilidades naturalese* La palabra simbolo aparece, en efecto, en estas paginas; sin em- bargo, en ningin momento forma parte de nuestro propdsito esbo- zar uma teorfa del simbolo. El monstruo es una imagen. No duda- ‘mos en intentar descubrir sus funciones en el alma humai ‘A lo largo del presente trabajo nos hemos servido, como hemos dicho, de los libros de viajes. Pero también otros textos han con- tribuido a ensanchar el panorama de nuestra investigaciones, a des- cubrir puntos de vista numerosos acerca del monstruo: entre ellos figuran textos de los cosmégrafos (esencialmente la Image du Monde de Pierre d'Ailly); los textos didécticos (como el Buch der [Natur de Conrad von Megenberg 0 el Hortus Sanitais de Johannes de Cuba), una version rimada y moralizada del tratado de Thomas ‘de Cantimpré sobre los monstfuos, textos posticos como la Divina Comedia, poltmicas y semi-potticas como la de Sébastien Brant, uno de los primeros manuales inquisitoriales (Malleus Malefica: rum) erdnicas (en particular la Chronica Mundi de Hartmann Sche- del), eseritos diversos, tales como los Carnets de Leonardo da Vin- fi. En cuanto ala cronologia, no nos hemos detenido a finales del siglo XV, como hubieran querido viejas convenciones?, y hemos re- currido también a textos del XVI que nos han parecido tener es. ttecha relacién con el pensamiento medieval: Conrad Gessner, Am- broise Paré y otros de sus contemporaneos, que, en grados diver- sos, han servido para enriquecer nuestras reflexiones. ‘Cada exploracién en un nuevo corpus revela profundidades tam- bién nuevas. Demonios y maravillas son dos polos del monstruo, riltiples al propio tiempo, y seria ilusorio pensar que el monstruo Se deja encasillar bajo un titulo. La materia es abundante por de- mds; crece, y con frecuencia se oculta. El estudio del monstruo no podria, en'verdad, ofrecer «respuestas». Como ha dicho G. Las- fault, cada nuevo punto de vista instaura otra forma de plantear la cuestion de! monstruo: pone en c’evidencia el cardcterfragmentario y parcial del problema previamen- te planteado; no discute las soluciones ofrecidas: las hipotesis se re velan a la vez Tundadas,justfiadase insuficientes 6, Durand, Les SructresantropolgiguesdeFimasinare,p. 360. 5 Gi por ejemplo el eplogo de Reber Rien a la famosa ob de Burckhard La Chiktaion dele Renasonee en ae, donde manifesta sbundastes resent acerca de a idea radconal del Renacimienlo consierado scomo ua gran Gesper. {ars Es ya un hecho admiido qe os lies cronoloicos des Edad Meda 9 Sel FRenacimlento extn mucho mi lejor de haber sido. deimlados de to que te pretend. SC MLascau, Le Monae dans Fat oedema, p13. 2 Elector se sorprenderd, acaso, ante cierta clase de razonamien- tos que a menudo proceden por analogia, por asociaciones de ideas: ello €s debido a la propia naturaleza del tema estudiado y alas fre- cuentes sdesapariciones» del mismo. La busqueda del monstruo es una cacerta rica en imprevistos.. El monstruo, en efecto, tiende constantemente a escapar, y ello es, sin duda, uno de los atractivos de esta persecucién sin fin; es mejor entregarse a ella con flexibilidad, con placer y también con fantasia antes que obstinarse ciegamente en und «ldgica» inadecuada; es me- jor hacerlo con habilidad que con la violencia de un duelo, que ten- dra ganado de antemano este proteico adversario. Si en ocasiones el discurso sobre el monstruo puede aparecer como sospechoso él ‘mismo de monstruosidad, que nadie se sorprenda mas de lo nece- sario: otros, antes de nosotros, se han apercibido de los peligros de Ja contaminacién’ y han aceptado el riesgo. Las gentes légicas pue- den iritase ante lo que acaso sea considerado como una flagrante ddesenvoltura: sin embargo, deseamos evitar tanto como sea posible ‘e505 momentos en que el pensamiento fraterniza con el adversario. Este libro estéjalonado de ilustraciones, en su mayor parte gra bados en madera procedentes muy a menudo de hermosisimos in- cunables, entre los que destacan de modo especial la Chronica Mun- di de H."Schedel y las Fables d’Esope de S. Brant. Estas «llustra- ciones» no aparecen aqui como un simple ornamento: el monstruo S un objeto esencialmente visual y por ello el texto se refiere una Yy otra vez a la imagen, asi como la imagen al texto. Ambas formas, de expresin se inspiran mutuamente, y es inconcebible hablar del monstruo sin ofrecer su imagen. Los textos medievales que tratan de los monstruos suelen aparecer abundantemente ilustrados. La ‘mayoria de los ejemplos aqui incluidos —muchos de ellos inédi- tos— acompafiaban en la Edad Media a los textos que estudiamos. ‘Ottos provienen de fuentes diversas: incunables cuyo texto no n0s ha sido de utilidad directa; obras gréficaso pictoricas célebres. como las de Alberto Durero; mas raramente, ediciones modernas. La ico- nografia de los monstruos es, como se sabe, un mundo inmenso; he- mos dado siempre preferencia a las ilustraciones que guardan relacion con Tos textos, y de modo muy particular con los aqui es- tudiados. Queremos asi devolver al monstruo medieval algo de esa espontaneidad, de esa presencia inmediata que les dieron en el pa- sado y les dan, todavia hoy, todo su atractivo. 7 bid, p. 13. Véase vambién C. Lévi-Strauss, Leer et le cut, «Ouverture, 1B I, LA COSMOGRAFIA Y LO IMAGINARIO i En la perspectiva medieval, los monstruos son parte integrante de la creacién; figuran entre la exuberante poblacion del universo. Si existe, como es el caso, una solidaridad entre la criatura y su Iu gar de lection, merece In pena detenerse un momento en este iltimo. {4Cémo se representaba la Tierra, el Universo, en la Edad Me- dia Cuestion un tanto ridicula si se piensa que esa Edad Media se extiende, mis 0 menos, a lo largo de diez siglos. Se ve, en efecto, que las representaciones cosmogratficas no experimentan revolucién, alguna entre los siglos Vy XV; en esta ultima centuria, las més an- tiguas y sumarias coexisten con las mds recientes. La Ymago Mun- di de Pierre @’Ailly, de hacia 1410, es un buen ejemplo de tales con- fluencias de teorias; constituye un excelente cuadro de las diversas ‘cosmografias conocidas en aquel momento. Por aiiadidura y por for- tuna, se conserva un manuscrito de d'Ailly anotado por Cristobal Colén': es decir, que de una sola ojeada abarcamos la elaboracién cerudita del texto y la manera en que éste ha sido recibido por uno de los mas grandes viajeros. Pierre «Ally, para quien una de las auctoritates mas importan- tes es Isidoro de Sevilla (prelado del siglo VIL, heredero por de las tradiciones antigua, biblica y patristca), ofrece @ sus lecto- tes, ante cada posible cuestin, los pareceres de varios autores, al tiempo que su preferencia personal —y razonada— por uno wu ot70, © bien los motivos oportunos para permanecer en la duda. ‘Una de las principales caracteristicas de la cosmograffa medie- val es la de admitir la coexistencia de sistemas muy diferentes y aceptar, al propio tiempo, las teorias més variadas, sin partir nunca de una’ tabula’ rasa que permitiera favorecer a un sistema fren- te a otros, * Conserado en la Biblioteca Colombine de Sevilla, No resulta fécil imaginarse a los viajeros de los sigios XIII a XV provistos del enorme bagaje intelectual formado por ta acumula- ign de todas esas tradiciones, asi como tampoco parece muy hace- dero conceder un abanico tal de conocimientos a todos los que han escrito el mundo 0 hablado de la Naturaleza. Pese a ello, las va- rias visiones del universo formaban un clima espiritual que’en bue- nna medida determinaba las condiciones de la creacién individual, i teraria, pict6rica 0 filoséfica Lo imaginario medieval es extremadamente «estructuralista»; es Ja forma Io significante’, y es de la forma de la que se parte para imaginar el contenido ‘que se ignora 0 para justificar Io que El universo se ordena en una geometria simbdlica y segiin una ‘scala de valores que atribuye un lugar a cada elemenio, tanto es- Piritual como material. Si ese lugar esta claramente determinado, fl elemento que se le atribuye es a la vez uno y miltiple: siendo él mismo, es al propio tiempo una parte del Todo, del que encubre sus cualidades y su secreto, Entre el mundo y cada elemento exis- ten afinidades, correspondencias. Por ello, ocuparse de un aspecto especitico de la creacion significa, al propio tiempo, enfrentarse con el universo entero. Las grandes obras enciclopédicas de la Edad Media testimonian cesta necesidad: el conocimiento del mundo no conoce el trabajo de detalle. Speculum Majus, Speculum Historiale, Speculum Naturale: estos tres grandes textos de Vincent de Beauvais asi lo indian; cada parte del mundo es espejo del Todo, y la obra misma no sabe ser fra cosa que un espejo encargado de reflejar ese conocimiento ‘minerals y planta reflejan yexpican a organizacon del tn verso, el reino animal y el hombre, que ocupan en la jerarquia de Ia ereacidn un rango mas elevado, son espejos todavia més Ticos y mas seductores para ser descifrados. Pero el enigma que esos rei nos suponen en la repesentacion habitual se desdobla en otro que puede, a la vez, oscurecer las pistas y ayudar a descfrar el prime- ro; es lo que ocurre con las criaturas que muestran algo, que la Na- turaleza designa como enigmas vivos, contradictorios, y que desde Ia’ Antigdedad se conocen con el nombre de monsnoi E] monstruo constituye un problema al cual no es posible sus- traerse. Un mundo en el cual todo es normal, en el cual todo se en- ‘uentra en su lugar, tanto desde el punto de vista geométrico ppacial como desde el espiritual, no precisa ser comentado; el co- Imentario no es otra cosa, en suma, que un discurso de accién de ‘gracias o una pardfrasis del universo, a través de lo cual el alma, ® Forma dat ese rei agi relacionsdo con las teofa aristotelicas Fisica, 1, 1980: Meaitea, ro Vi, 1 O41, Esta referencias nos han sido amablemente faglitadss por M. Tournon (Universidad de Proveaza, UER. Artes, Lets, Expre én). ee cil St embarg, no Sere aecsaro Yer en al era boxe a ono de esractorlme. 18 animada por un espiritu cOsmico, tiende a acercarse a un conoci- miento mas perfecto, a fo largo de un camino en el que el tinico obs- ticulo es la densidad de lo material. ‘Mas el monstruo ofrece una imagen distorsionada del orden an- tedicho; es a la vez misterio y mistficacién. Desconcierta, y con- forme el universo se halla mas organizado y mas jerarquicamente justificado, el problema planteado por el monstruo es més acucian- te. No bastan las explicaciones: el enigma exige set descifrado. Como acercarse a él, en una primera aproximaciOn? La tentativa inicial no puede consistir en justficar tal desorden, sino en entregarse con placer y confianza al juego propuesto por ia na- turaleza a través del monstruo! Fee ste alia ex hominum genete libri sib nobis miracala geniosa fect natura ad detegendam cius potentiam sequentes gntes in {er prodigia ponere libuit (Todas esas crituras relacionadas con el nero humano, diversio- nes para ella y milagros para nosotros, las ha producido ls ingeniosa naturaleza para que nosotros podamos descubrir su poder: he aqui por qué le ha placido situar esas razas anexas entre los prodigios») a Naturaleza se divierte: el monstruo no constituye, a priori, tuna negacién o una duda del orden que ella ha instaurado, sino la prueba de su poder. Los cuatro elementos —fuego, aire, agua, ra— no pueden aislarse uno de otro, y ello hasta el punto de que cada uno de ellos lleva en s{ cualidades de los otros, lo que per- mite las transmutaciones. En un sistema de oposiciones, incluso, hhay puntos de contacto entre los varios elementos. Por lo tanto, ces concebible que el orden pueda prescindir de su contrario, el desor- den, para testimoniar su poder y para revelar su propio misterio? ‘Si como ha dicho M. Foucault, «el mundo se enrosca sobre s{ mis- mon‘, la circularidad seria el carécter dominante de la actividad univetsal ax como el del actividad intelectual que se dedica a des cifrarla, a describirla 0 a comentatla. EL UNIVERSO DE LAS FORMAS El todopoderoso circulo, en efecto, se afirma tanto en el ambi- to de las formas como en el del pensamiento. El universo es circu- lar, como lo atestigua el sistema de las nueve esferas insertadas en un orden inmutable; la tierra se halla en su centro, y viene a ser » Hamann Schedel, Chronice Mundi (Augsburgo, 1497), «Secunda Etas Mun- if XI spouses 197) “ML Foacalt, Les Mow ele choses, ap. I, . 32. como la yema del huevo, segin imaginaron muchos autores medie- vales, entre ellos Beda el Venerable La tera es un elemento stuado en el centro del mundo; esté en el centro como la yema lo esté en el huevo: en torno a la uerra esta lagua, come en torno a la yema del huevo est la clara en toro al agua esd el ae, como en forno a a clara del huevo est la mem Brana que lo enciera; todo ello esta rodeado por el fuego, del mi smo modo que la ciscara en el huevo. Asa Serra esta siuada en leentzo del mundo, sopertande sobre si todos fos pesos® Se han dado a la tierra las formas més sorprendentes. Cosmas Indicopieustes, viajero egipcio que escribfa en el siglo VI de nues- tra era, asegura, con un fanatismo impenitente, que ‘el tabernéculo de Moisés es la verdadera imagen de! mundo, que la tierra es cuadrada y que esté encerrada por el sol, la luna y'los de- ms astros en una especie de jaula 0 de enorme coite oblongo, cuya parte superior esté formada por un doble cielo® Cosmas rechaza con violencia cualquier otra posible idea del mundo, ya que s6lo la del taberndculo de Moisés es conforme con las Eserituras: todas las demés posibilidades no son sino el produc- 10 de espiritus orgullosos que buscan una intl gloria personal fue- ra de los caminos de la verdad; un cristiano, y con mayor razén la propia Iglesia, debe execrarlos. También en el siglo VI Prisciano Imagina la tierra en forma de honda, y en el siglo IX el mapamundi de Asaph ofrece andloga concepeién: Es posible ser asaltado por la perplejidad ante la enumeracién aque en su prefacio a la Ymago Mundi de P. d’Ailly hace Edmond Buron: «la tierra ha sido sucesivamente representada con figuras cuadradas, oblicuas, triangulares, ovaladas: con semicirculos; en elimider. Los dibujos que acompatan dicho texto son extremada- ‘mente sumarios y no offecen claridad alguna. No es indispensable profundizar en eta cussion porque interes no tanto presenta ess formas como comprender sus relaciones con las estructuras menta- les; de momento, ha de bastarnos mencionar tales formas e imagi nar la confusion que podia reinar en este orden de ideas. Pues si E. Buron se dedica a ofrecernos este vértigo geométrico, crea al ‘mismo tiempo la ilusién de un orden cronol6gico: tales formas no hhan sido creadas de modo «sucesivo»; en su mayoria han coexistido durante siglos. No todas conocieron igual éxito..., pero significarfa traicionar el espiritu de la cosmografia medieval suponer que en al- ‘gin momento se puso una junto a otra acudiendo al pretexto de 2 Bet iro IV, De ements Phasphi, 22. (ado por Snare, ) * Bdouard Charton, Voyageurs ancien: et moderes (Pais, 1888). Tl, p. 2 20 Fig. 1. Barthélemy de Glandevile: Le propitaie on francoys (Toulouse, H. Meyer, 1494; foto), p. C8. Fotografia de Ta Biblioteca Nacional de. Pars. ue eran demasiado fantasticas para poder hacer otra cosa. Pasan Jas centurias, pero nadie se siente obligado a marchar al ritmo del tiempo; asi, en el siglo XIII, Robert de Saint-Marien d’Auxerre y Gervais de Tilbury dan al mundo forma cuadrada, como lo habia hecho Rébano Mauro en el IX, es decir, cuatrocientos afios antes. ‘La mirada no nos lleva hacia un presente o hacia un futuro de descubrimientos que permitan hacer un corte o elegir entre la mas ajustada de las formas posibles, sino hacia las estructuras petrifica- das del pasado. Algunos mapamundis, si bien concebian la tierra como redonda o esférica, la inscribfan en un cuadrado con objeto de estar de acuerdo con la palabra biblica, segtin la cual los angeles anuncian la hora del juicio final en las cuatro esquinas del univer- so: «Emittet angelos suos,cum tuba et voce magna et congregabit a quattour angulis terrae»’. Por otro lado, tal representacidn se ha- lla en armonia con el simbolismo universal del circulo —figuracion de lo inereado, de lo trascendente— y con el cuadrado, que desig- na el universo creado: la asociacién de ambas figuras simboliza «dos aspectos fundamentales de Dios: la unidad y la manifestacion divina»* Resuita dificil imaginar hasta qué punto los cosmégrafos sufrie- ron para representar la tierra como un volumen; el propio Colén, para quien la tierra no era cuadrada, se deja decir en cierto mo: mento que «por los cuatro costados nuestra tierra habitable esté ro- deada por una tierra desconocida»*. Una increible dificultad para representar la tierra de modo conereto bajo la forma de un volu- ren esférico —como lo admitia tedricamente— llev6 a Colon a re- fugiarse, esponténea ¢ involuntariamente"”, en una visin plana y cuadrada, traicionada por las palabras utilizadas. Ello podia prove- nir en parte, acaso, del hecho de que los mapamundis medievales son representaciones «planas» del universo; no existian sino esca- sas esferas: la de Nicolés Oresme'', del siglo XIV, tenia pocos antecedentes, Ninguna de las formas de'la tierra era considerada como sim- posible», e incluso a fines del propio siglo XV aparecen conjeturas tan sorprendentes para nosotros como las de la més antigua Edad Media. Cristobal Colon, quien pese a las fantasias expresivas sefia- ladas poco mas arriba no dudaba de la esfericidad de la tierra, se 7 Maco, 24.31: E! cual enviar sus angeles, que a vor de wompeta sonora, con regain a us escogidon de as cuatro partes del mundo, desde el uno te ex {temo de clon T Dcionnatre des symboes,arculo «Carré» («Cusdradon), p14. ° By ier @Aily, «IM, apesla 668, p. 23 ve 'Bata fase es. und nota Gc al argu dela Ymago Mund de Ail: se le puede conoeder una espontaneidad cua itensidad no seat misna insert en un Faro mas elaborado, "Sin duda ingptada ea una esfera de Arsotles 0 de Guillaume Fills, se fin los consis de Psay Constanza, Tambien Gerber se seria de una esera pate Sus ensenanzas en Reims imagina a ésta de una forma bien particular en verdad: como una pera, porque el Paraiso Terrenal (que segiin muchos autores esta en la parte mas alta del planeta) constituye una especie de zn anéloga a la que oftece la pera en la base del pedinculo, EI paraiso es el punto més alto de la tierra; para llegar hasta él es preciso ascender, y a causa de su altura es por lo que escapé al diluvio. Tal idea estuvo muy extendida, pero en general, no dio lu ‘gar a especulaciones sobre la forma de la tierra como las hechas por Colén.. Con todo, seria injusto pensar que la Edad Media s6lo ofreci visiones simplistas de Ia tierra y del universo; a lo largo de los si fos hay numerososy animosos esp que prolaman la seri lad de la tierra: Nicolés Oresme, Sacrobosco, Roger Bacon, por no citar sino los mas famosos, compusieron tratados que gozaron de amplia difusion. De Sphaera, de Sacrobosco, fue una obra utili zada como manual hasta finales del siglo XVII, y publicada todavia fen 1656; sdlo del XV conocemos veinticuatro ediciones. En cuanto a Pierre d’Ailly, se adelanta a Copérnico en defender la idea de que la tierra y los astros giran alrededor del sol, y no al contrario, Sila coexistencia y la simultaneidad de las varias teorias es algo desconcertante, lo es mucho més la ambigtedad que a menudo en- cierran. Enigmas inquietantes, como el de la extrafia «esfera» que aparece pintada en la parte exterior de los paneles'” que cierran el ttiptico de El jardin de las delicias del Bosco. ‘Ahi, la tietra es representada como un disco plano en el que se adivinan unas formas angulosas, quizd rocas o plantas, sin vida ani- rmal o humana: jse trata de la tierra después del diluvio? del mun- do en el tercer dia de la creacién, todavia sin animales? La cues: ti6n no ha sido dilucidada, ni tampoco, por el momento, nos inte- resa'’. El citado disco se inscribe en una esfera transhicida; volu- men y transparencia quedan sugeridos y reflejados en el panel de la izquierda. El borde inferior del disco terrestre perfila con los con- tornos de la semiesfera también inferior una superficie en forma de media luna, uniformemente grisicea. El volumen superior de la es- fera lo ocupa un cielo tormentoso, nuboso en todo caso. La ambigiiedad de esta figuracion proviene de la nevesidad de representar una superficie terrestre plana, tal como la Vivimos c0- tidianamente, sin pasar por representaciones geométricas abstrac- tas, y de la necesidad también, sin embargo, de dar una ides de la esfericidad del universo: el efecto de transparencia y de volumen ob- tenido gracias a los reflejos simula una esfera de vidrio. La impre- sién de algo inmaterial asi creada recoge Ia ambigticdad nacida del © Se trata de los panels de la derechay dela iguierda, gue se derran sobre gotta. Cuando el tptico est cerrado es cuando puede verse la sestera “STE panel dela derecha leva la siguiente insrpcon: cps dnt et fact flo Y ele a inguerda:, pero sin agua; otros, enfin, por contraste con los anteriores, la imaginaban templada, y llegaban a afirmar que era el lugar del primer Eden?” fp em ne pommel: srr ted FE eter trp pines Acer antes cone aera satiod Ce a i ee eae gee p tele trialed Se Pee rt Se i i een Fe mperechteclors anager rented che ceieege eee ee ee eee Soe arte oleae cece naan oan cae se oa ea mal suolo ed lame diago, % A este respecto, hay en P. Ally un dvertid pasa que da una buena idea el emirolo de Tearas en ue se debatan los cosmoprafos Dich fragment irs. fen un captulo tulad , corrompido, porque es el lugar en que Satan se sum raiz de su caida. De modo poétieo, Dante ofrece tuna imagen sorprendente de movimiento, viva, del hemisferio in- ferior: como en un espasmo de terror, la terra se refugia en el he- misferio superior, y To que queda alld abajo se soculta» bajo el mar. ™ Roger Bacon, Opus Majus (hacia 120): afr ther place of bith i the pri ation of things Citado por A.P. Newton en Travel and Trave- idee trols, Agustin, La cided de Dior, bro XVI, cap. 7: las ranas nacen de a erat Saeco noen de ahr. epin ws empec: cade Di ao ‘que ia terra produaca sees vive Ss Oresme, Perper, cap. CRXVili,ctado por E, Buron, en YM, 1, cap 6, 196 322 ‘También las estrellas escapan hacia nuestro hemisferio, dejando alli un firmamento casi vacio; esa pare inferior del globo es una parte eenferma, minada por un «gusano» que le «perfora:™>» la Naturale- 2a, con el horror fisico que de pronto experimenta ante tales intru- 05, da a luz en un mundo mal formado, degradado. En el sistema de las esferas, el Infierno se halla en el centro, ya que es, como hemos visto, el punto més alejado de la perfeccién de esas esferas, y por lo tanto ocupa, como sugiere Dante, «il pun- to al qual si traggon d'ogn parte j pes: Satin es como el centro de gravedad, es «da tutti i pesi del mondo costretto»'", el prime- 10 de cuyos castigos consiste en hallarse sujeto en el punto donde cl universo pesa de modo inconmensurable. . Si, pese a todo, el centro no es ya el de una esfera (0 esferas), sino simplemente Ia zona media de la superficie terrestre, puede sur- gir un valor contrario: el sentido simbélico de la palabra centro 0 ‘medio, con las nociones que comporta de simetria, equilibrio, igual- ad, equidistancia, conduce a la idea de perfeccién ‘D*Ailly busca —no sin precaucién— situar el Paraiso Terrenal en funcién de esa simbologia del centro: ‘Aunque ciertas comarcas situadas mas all de Capricornio sean ha- bitables; sal desir de Arist6teles y de Averroes en ls libros Del Cie- loy Del Mundo, constituyen la parte més noble y hermosa de la tierra, esto es, el paraiso terrenal antiguo, como pretenden algunos autores no es menos certo que ningun hace une deena de ta Es la objetividad la que habla aqui, pues sino hay descripcio- nes de las z0nas geograficas en cuestiOn, no faltan las del paraiso. En cuanto al punto mas elevado de! mundo, es designado como lugar dl Paraiso Terrenal gracias 2 oro tipo deexcelencia, or se, segin expresign de Antoine ale, «la cabeza del cuerpo de toda la tierra»™ En una visiGn este-oeste de la tierra, como en los mapas T.O., el punto més alto (el Paraiso) se encuentra «alli donde comienza ei mundo, donde se unen, se dice, los confines de la tierra y del cie- lo»*, El paraiso se halla en los extremos orientales, ya que el con- tinente asitico ela parte superior del mundo habitado. Por otro lado, en una visién de la tierra norte-sur, como la de «Ailly, el parafso deberfa estar situado en el Polo Norte. Sin em- bargo, de hecho, continia en oriente. Con todo, el mencionado Polo Norte incluye una region feliz que, a causa de las muy pa % Tater, canto XXXIV, v. 108. 2 Ineo, canto XXXIV, v. 110: ey el punto en que converge todo pen. S Fas Sto RK. pte Ue mn hr otc 3 Viet cp. it, kia de Ia'zonaimerropical 0 zone media, & Ande La Sale, La’ Sede, p19. 2% San Ato (823) 33 culares condiciones de su relieve™, escapa a la Jey del Gran Norte ¥ constituye un paraiso que no lleva tal nombre; es un lugar onde se allan las gentes mis flices dela tera: gentes que nunca iiteren, pero que ee lancan al mar desde lo alto de un acantlado ‘Sando Shan cansado de vivir. En Europa els lama hiperbdreos, Yaronfeosen Asi Ademés de los citados sistemas, existe un caso especial: el de Colén, Sin duda sin intencin alguna de hacer un juego de pala- bras, consigue conciliar Ia idea de que el paraiso esta en oriente y al propio tiempo en el punto més alto de la tierra; segiin Colén, y como se dijo més arriba, la tierra tiene forma de pera, y el pax raiso forma el abultamiento del extremo superior de esa figura En todo caso, el Parafso es un lugar inaccesible, «a nostra ha- bitabile regione segregatus»"*, segin Gervais de Tilbury. Unas ve- ces, esa Segregacién ha sido causada por las aguas: en tal caso el pparalso es como una isla”. Otras, se debe a las tierras: segin An- toine de La Sale, el paraiso esta rodeado por altas montafias, po- bladas de dragones, serpientes y otras bestias «proximas al elemen- to igneo“'. El fuego, a menudo sirve como de barrera natural del paraiso: es a modo de un cinturdn de grandes murallas encendidas 'Y, en fin, el paraiso es también inaccesible a causa de su situaci6r particularmente elevada. Segin Isidoro de Sevilla, José Damasce- no, Beda el Venerable, Estrab6n y Plinio, citados por d’Ailly en con- {uso revoltijo, «esté tan alto que toca la esfera lunar, y el agua del diluvio no llegs hasta allis. Lo que las mencionadas autoridades tomaban al pie de la letra es, para @’Ailly, una expresin hi- perbélica, {que significa simplemente que su altitud, en relacion ala de las terras Balas, es incomparable, y que alcanza jas capas del sire calmo que

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