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DDHH I Sebastián Rey
DDHH I Sebastián Rey
Derechos
Humanos
Tomo I
Sebastián A. Rey
Sebastián A. Rey
ISBN: 978-987-4110-54-1
Prólogo
Federico G. Thea 11
Capítulo 1. Concepto 17
Capítulo 2. Fuentes 55
Abreviaturas 337
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Federico G. Thea
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Prólogo
Federico G. Thea1
1. Abogado (UBA) y Máster en Derecho Público (University College de Londres). Fue Rector
de la Universidad Nacional de José C. Paz (2017-2019). Es profesor titular de Análisis juris-
prudencial de la Corte Suprema de Justicia de la Nación (UNPAZ) y profesor adjunto (int.) de
Derechos Humanos y Garantías (UBA). Fue Secretario Legal y Administrativo del Ministerio
de Economía y Finanzas Públicas de la Nación (2013-2015). Actualmente es Secretario Gene-
ral del gobierno de la provincia de Buenos Aires.
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Capítulo 1
Concepto
1. El origen de los derechos humanos
y su fundamentación
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3. Ibíd., p. 53.
4. Nino, C. S. (1989). Ética y Derechos Humanos. Buenos Aires: Astrea, p. 15.
5. Rabossi, E. (enero-marzo 1990). La teoría de los derechos humanos naturalizada. Revista
del Centro de Estudios Constitucionales, Madrid, 167.
6. Cf. Nino, C. S. (1989), op. cit., p. 24.
7. Sófocles (2003). Edipo Rey – Antígona. Buenos Aires: Reysa.
8. Cf. Bobbio, N. (2000). Presente y Futuro de los derechos humanos. En El problema de la
guerra y las vías de la paz. Buenos Aires: Gedisa, pp. 137-139.
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Concepto
[l]os derechos humanos no son algo dado, sino una exigencia o pretensión.
Recién con su positivización por la legislación o la constitución se convierten
9. AG, Resolución 217 (III), Carta Internacional de los Derechos del Hombre, 183ª sesión
plenaria, 10 de diciembre de 1948.
10. Cf. Morsink, J. (1984). The Philosophy of the Universal Declaration. Human Rights
Quarterly, 6(3), The Johns Hopkins University Press, 328 y 333.
11. CIDH, Documentos Básicos en materia de derechos humanos en el sistema interamerica-
no, OEA/Ser.L/V/I.4 rev. 12 (S), adoptada en la Novena Conferencia de Estados America-
nos, Resolución XXX, 2 de mayo de 1948.
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en algo tangible, en una especie de realidad, aun cuando esa realidad sea jurí-
dica. Cuando un orden positivo, sea éste nacional o internacional, incorpora
los derechos humanos, cabe hablar de derechos humanos jurídicos y no ya
meramente morales.12
hay tres modos de fundar los valores: deduciéndolos de un dato objetivo cons-
tante, por ejemplo, la naturaleza humana; considerándolos como verdades evi-
12. Bulygin, E. (1987). Sobre el estatus ontológico de los derechos humanos. Doxa: Cuadernos
de Filosofía del Derecho, 4(81).
13. Ibíd., p. 82.
14. Rabossi, E. (enero-marzo 1990), op. cit., p. 173.
15. Cf. Rechetov, Y. (1979). International Responsibility for Violations of Human Rights. En
A. Cassese (ed.), UN Law/Fundamental Rights: Two Topics in International Law. Alphen aan
den Rjin: Sijthoff & Noordhoff, p. 237.
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Concepto
Respecto del primer modo, que es el que defienden la mayoría de los ius-
naturalistas, consideró que daría una mayor garantía de la validez universal
de los derechos humanos si la naturaleza humana existiera verdaderamente
como dato constante e inmodificable. Empero, los propios iusnaturalistas la
han interpretado en las formas más diversas por lo que dicha afirmación no
puede ser defendida.
El segundo modo, tiene el defecto de no poder ser probado: los valores que
han sido evidentes para algunos en un determinado momento histórico no
son considerados evidentes por otros en un momento diferente.17 Un claro
ejemplo de ello es el derecho al voto de las mujeres que fue el resultado de
la lucha de décadas, por no decir de siglos. Este argumento también parece-
ría compartirlo Henkin, para quien, si bien la idea de derechos individuales
parece axiomática, una verdad autoevidente, en realidad es una concepción
moderna y su aceptación universal, contemporánea.18
El tercer modo mencionado por Bobbio tiene la ventaja de que puede pro-
barse fácticamente, ya que se trata de un fundamento histórico y, como tal,
no absoluto: para este autor el 10 de diciembre de 1948, con la adopción de la
DUDH, se constató que la humanidad comparte algunos valores comunes.19
En función de ello, entiende que “los derechos denominados humanos son el
producto no de la naturaleza sino de la civilización humana; en cuanto derechos
históricos son cambiantes, o sea, susceptibles de transformación y expansión”.20
Personalmente concibo una teoría histórica de los derechos humanos simi-
lar a la expuesta en el párrafo anterior, a partir de la cual considero que todos
los derechos –incluidos los derechos humanos– son el fruto de las reivindi-
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21. Cf. Verges Ramírez, S. (1997). Derechos Humanos: Fundamentación. Madrid: Tecnos, p. 35.
22. Cf. Garretón, M. A. (1996). Los derechos humanos en los procesos de democratización.
En E. Jelin y E. Hershberg (coords.), Construir la democracia: derechos humanos, ciudadanía
y sociedad en América Latina. Caracas: Nueva Sociedad, p. 53 y Oreja, M. (1988). Souvera-
nité des États et respect des droits de l’homme. En F. Matscher y H. Petzold (eds.), Protecting
Human Rights: The European Dimension. Studies in honour of Gerard J. Wiarda. Köln, Ber-
lín, Bonn y Munich: Carl Heymanns Verlag KG, p. 8.
23. Cf. Smagadi, A. (2008). A Sourcebook on International Human Rights Materials. Londres:
British Institute of International and Comparative Law, p. 2.
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Concepto
24. Szabo, I. (1983). Fundamentos históricos de los derechos humanos y desarrollos poste-
riores. En K. Vasak, Las dimensiones internacionales de los derechos humanos, vol. 1, Barce-
lona: Serbal-UNESCO, p. 42.
25. Cf. Nowak, M. (2003). Introduction to the International Human Rights Regime. Leiden:
Martinus Nijhoff Publishers, p. 2.
26. Cf. Raffin, M. (2006). La experiencia del horror. Subjetividad y derechos humanos en las
dictaduras y posdictaduras del Cono Sur. Buenos Aires: Editores Del Puerto, p. 17.
27. En palabras de Rorty, “la emergencia de la cultura de los derechos humanos no parece
deber nada al incremento del conocimiento moral y en cambio, lo debe todo a la lectura de
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historias tristes y sentimentales. Nada útil se consigue en insistir en una naturaleza humana
ahistórica, probablemente no existe tal naturaleza”. Rorty, R. (1998). Derechos Humanos,
Racionalidad y Sentimentalidad. En S. Shute y S. Hurley (eds.), De los Derechos Humanos.
Madrid: Trotta, p. 123.
28. Cf. Henkin, L. (1985). Human rights. En R. Bernhardt (comp.), Encyclopedia of Public
International Law, vol. 8. Amsterdam: North-Holland Publishing Company, p. 268.
29. Cf. Bobbio, N. (2000), op. cit., pp. 140 y 141.
30. Pinto, M. (1997). Temas de derechos humanos. Buenos Aires: Editores Del Puerto, p. 10.
31. Cf. Moncayo, G.; Vinuesa, R. y Gutiérrez Posse, H. D. T. (1994). Derecho Internacional
Público, Tomo 1. Buenos Aires: Zavalía, p. 14.
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Concepto
32. Cf. Pinto, M. (2005). Apuntes sobre la subjetividad internacional del individuo. En L.
Zerbini Ribeiro Leao (coord.), Liber Amicorum Cancado Trindade, Tomo I. Puerto Alegre:
Sergio Antonio Fabris Editor, p. 338.
33. Cf. Sudre, F. (1989). Droit international et européen des droits de l’homme. París: Presses
Universitaires de France, p. 19.
34. Cf. Jayawickrama, N. (2002). The Judicial Application of Human Rights Law. National,
Regional and International Jurisprudence. Cambridge: Cambridge University Press, p. 3.
35. Cf. Cassese, A. (2001). International Law. Nueva York: Oxford University Press, p. 20.
36. Cf. Gross, L. (1998). The Peace of Westphalia, 1648-1948. En Ch. Ku y P. F. Diehl (eds.),
International Law. Classic and Contemporary Readings. Boulder: Lynne Rienner Publishers,
pp. 28 y 61.
37. Cf. Moncayo, G.; Vinuesa, R. y Gutiérrez Posse, H. D. T. (1994), op. cit., p. 31.
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38. Cf. Pinto, M. (2004). El derecho internacional. Vigencias y desafíos en un escenario globa-
lizado. Buenos Aires: Fondo de Cultura Económica, pp. 16 y 17.
39. Cf. Gross, L. (1998), op. cit., p. 69.
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Concepto
40. Cf. Cassese, A. (2004). I diritti umani nel mondo contemporaneo. Roma-Bari: Laterza,
pp. 5-7. En igual sentido, Cançado Trindade sostiene que “[t]res siglos de un ordenamien-
to internacional cristalizado, a partir de los tratados de paz de Westfalia (1648), con base
en la coordinación de Estados-naciones independientes, en la yuxtaposición de soberanías
absolutas, llevaron a la exclusión de aquel ordenamiento de los individuos como sujetos de
derechos. En el plano internacional, los Estados asumieron el monopolio de la titularidad
de derechos; los individuos, para su protección, fueron dejados enteramente a merced de la
intermediación discrecional de sus Estados nacionales. El ordenamiento internacional así
erigido –que los excesos del positivismo jurídico intentaron en vano justificar– de él excluyó
precisamente el destinatario último de las normas jurídicas: el ser humano”. Corte IDH,
Caso Castillo Petruzzi y otros Vs. Perú. Excepciones Preliminares. Sentencia de 4 de sep-
tiembre de 1998. Serie C No. 41, voto concurrente del juez A. A. Cançado Trindade, párr. 6.
41. Cf. Luard, E. (1967). The Origins of International Concern over Human Rights. En E. Luard
(ed.), The International Protection of Human Rights. Londres: Thames and Hudson, p. 14.
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42. Cf. Tomuschat, Ch. (2008). Human Rights. Between Idealism and Realism. Oxford: Ox-
ford University Press, p. 16.
43. Convenio de Ginebra del 22 de agosto de 1864 para el mejoramiento de la suerte de los
militares heridos en los ejércitos en campaña, firmado el 22 de agosto de 1864.
44. Cf. Pinto, M. (1997), op. cit., p. 5.
45. Cf. Humphrey, J. (1986). The International Bill of Rights. En AA. VV., Philosophical
foundations of human rights. París: UNESCO, pp. 59 y 60.
46. Cf. Cassese, A. (2005). I diritti umani oggi. Roma: GLF Editori Laterza, p. 17. Similar po-
sición adopta Nowak quien afirma que con el avance del capitalismo el trabajo involuntario
de esclavos fue reemplazado por el trabajo voluntario pago, por lo que los esfuerzos para
combatir la trata de esclavos no estaban fundados en la defensa de los derechos humanos o
en el humanitarismo, sino en consideraciones de naturaleza económica. Nowak, M. (2003),
op. cit., p. 20.
47. Cf. Nowak, M. (2003), op. cit., p. 17.
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Concepto
48. Cf. Sudre, F. (1989), op. cit., pp. 22 y 23; CPJI (1924). Mavrommatis Palestine Concessions.
P.C.I.J. Reports, serie A, no. 2, p. 12.
49. Cf. Traverso, E. (2002). La violencia nazi. Una genealogía europea. Buenos Aires: Fondo
de Cultura Económica, pp. 24 y 25.
50. Sobre este punto se señala que la Sociedad de las Naciones tuvo un carácter conservador
dado que la decisión de sus creadores fue no realizar cambios fundamentales en las prerro-
gativas soberanas de los Estados-nación tal como se habían desarrollado hasta la época. Así
no se prohibía el recurso a la guerra y no se establecía un gobierno mundial con poderes
soberanos sobre sus Estados miembros. Cf. Neff, S. N. (2006). A Short Story of International
Law. En M. D. Evans (ed.), International Law. Oxford: Oxford University Press, p. 47.
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51. También denominada Liga de las Naciones dependiendo del idioma del texto del tratado
que se utilice.
52. Cf. Ferrari Bravo, L. (1998). Lezioni di diritto internazionale. Nápoles: Editoriale Scien-
tifica, p. 70.
53. Una característica de la Sociedad era que la unanimidad no era necesaria para mani-
festar opiniones, deseos o recomendaciones, o llevar a cabo ciertos actos concernientes a la
Sociedad como la admisión o expulsión de miembros o la enmienda del Pacto. Williams, J.
F. (1925). The League of Nations and Unanimity. The American Journal of International Law,
19(3), American Society of International Law, 488.
54. El Pacto de la Sociedad de las Naciones nació como resultado de la fusión del proyecto
de Wilson y el proyecto aportado por el Reino Unido. Ballarino, T. (1998). Organizzazione
internazionale. Aspetti giuridici. Milán: CELUC Libri, p. 113 y Ferrari Bravo, L. (1998), op.
cit., pp. 72 y 73.
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Concepto
e) si los Estados no querían seguir obligados por las disposiciones del tra-
tado podían denunciarlo y retirarse (artículo 1.3 del PSN); y
f) el mecanismo de sanción era descentralizado, no teniendo la Sociedad
de las Naciones poder militar propio, sino que dependía de la contribución de
sus miembros, y estos no estaban dispuestos a aplicar sanciones económicas
o militares.
A las razones mencionadas debo agregar que los miembros de la Sociedad
de las Naciones eran reacios a involucrarse en disputas internas entre un Esta-
do y sus habitantes y que la protección de las minorías no estaba incorporada
en el derecho interno de la mayoría de los Estados.55 A medida que la Socie-
dad de las Naciones no pudo evitar la invasión japonesa a Manchuria y los
avances de Mussolini en Etiopía, y sus miembros se iban retirando, su poder
fue diluyéndose.
En relación con la protección de los derechos de los individuos, el PSN
reflejó el interés marginal que tenía el derecho internacional tradicional so-
bre la materia, al no incluir los términos “derechos humanos” y “libertades
fundamentales” en ninguna de sus disposiciones pese a que el régimen de
mandatos y la protección de las minorías regulaban aspectos vinculados a
los derechos a la libertad de conciencia y religión y la prohibición de la
venta de esclavos.56 Además, el PSN no contenía una norma general sobre la
materia, por lo que los tratados sobre minorías reflejaron un modelo que se
aplicó de modo selectivo.57 Sin embargo, autores como Simpson encuentran
en la protección de las minorías étnicas, lingüísticas y religiosas a través del
régimen de mandatos creados por el PSN los primeros intentos de interna-
cionalizar la protección de derechos humanos.58
55. Cf. Normand, R. y Zaidi, S. (2008). Human Rights at the UN. The Political History of
Universal Justice. Bloomington: Indiana University Press, p. 157.
56. Cf. Humphrey, J. P. (1984). Human Rights & the United Nations: a great adventure. Nueva
York: Transnational Publishers, pp. 11 y 12 y Green, J. F. (1956). The United Nations and
Human Rights. Washington D.C.: The Brookings Institution, pp. 8 y 11.
57. Cf. Brownlie, I. (2003). Principles of public international law. Oxford: Oxford University
Press, p. 530.
58. Cf. Simpson, A. W. B. (2004). Human Rights and the End of Empire: Britain and the Gene-
sis of the European Convention. Oxford-Nueva York: Oxford University Press, pp. 106 y 145.
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Concepto
61. Cf. Cowan, J. K. (2007). The success of failure? Minority supervision at the League of
Nations. En M. B. Dembour y T. Kelly (eds.), Paths to International Justice. Social and Legal
Perspectives. Nueva York: Cambridge University Press, pp. 30 y 33.
62. Cf. Korowicz, M. S. (1956). The Problem of the International Personality of Individuals.
The American Journal of International Law, 50(3), American Society of International Law,
535 y 536 y Tornaritis, C. G. (1973). The Individual as a Subject of International Law and
International Criminal Responsibility. En M. Ch. Bassiouni y V. P. (comps.), A Treatise on
International Criminal Law, vol. I. Springfield: Charles C. Thomas Publisher, p. 105.
63. Cf. Bidart Campos, G. J. (1998). Manual de la Constitución Reformada, tomo II. Buenos
Aires: Ediar, pp. 286 y 287.
64. Cf. Forsythe, D. P. (2006). Human Rights in International Relations. Cambridge: Cam-
bridge University Press, p. 21.
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3. La creación de la Organización
de las Naciones Unidas.
El surgimiento del derecho
internacional de los derechos humanos
Entre 1939 y 1945 se celebró el primer gran conflicto armado a escala mun-
dial, combatiéndose simultáneamente en más de un continente. El saldo supe-
rior a los sesenta millones de personas muertas –destacándose el Holocausto
del pueblo judío, producto de la indiferencia ética característica de la moderni-
dad67– y el empleo de armas de destrucción masiva –la detonación de las bom-
bas atómicas sobre Hiroshima y Nagasaki presenta dos de los episodios más
cruentos de las hostilidades– constituyen algunas de las características salientes
de la Segunda Guerra Mundial. La violencia nazi fue perpetrada en el marco de
una guerra colonial que se desarrolló dentro de Europa entre 1941 y 1945, que
copiaba su ideología y principios del imperialismo clásico.68 De este modo, los
alemanes aplicaron en Polonia, Ucrania y Rusia los mismos principios y méto-
dos que Francia y el Reino Unido ya habían utilizado en África y Asia.69
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Concepto
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73. Cf. Eyffinger, A. (1996). The International Court of Justice: 1946-1996. La Haya: Kluwer
Law International.
74. Los últimos años del siglo XIX ven surgir a las uniones administrativas. Cf. Pinto, M.
(1983). Las organizaciones internacionales. Lecciones y Ensayos, 46-04, Buenos Aires, 57-67.
75. Cf. Cassese, A. (2001), op. cit., p. 47.
76. Cf. Leone, U. (1986). Fondamenti di organizzazione internazionale. Florencia: Le Mon-
nier, p. 45.
77. Cf. Moncayo, G.; Vinuesa, R. y Gutiérrez Posse, H. D. T. (1994), op. cit., p. 15.
78. Cf. CIJ, Legality of the Use by a State of Nuclear Weapons in Armed Conflicts, Advisory
Opinion of 8 July 1996, I.C.J. Reports 1996, párr. 25.
79. Cf. Cassese, A. (2001), op. cit., p. 69.
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82. Cf. Kelsen, H. (2000). The Law of the United Nations: a Critical Analysis of its Fundamen-
tal Problems. Nueva Jersey: The Lawbook Exchange, p. 9.
83. Ibíd., p. 9 y Landauer, C. (2003), op. cit., p. 779.
84. Como señaló la CIDH, los artículos 31 y 32 de la Convención de Viena sobre el Derecho
de los Tratados “establecen las normas principales para la interpretación de los tratados y
de otros instrumentos internacionales”. CIDH, Resolución Nro. 3/87, Caso 9647 (Roach &
Pinkerton), Estados Unidos de América, párr. 37. inc. c). En este sentido, el artículo 31,
inciso 2 de dicho tratado dispone que “[p]ara los efectos de la interpretación de un tratado,
el contexto comprenderá, además del texto, incluidos su preámbulo y anexos”.
85. Cf. Gutiérrez Posse, H. D. T. (2002). El valor de la jurisprudencia y de los instrumentos
internacionales en la determinación de las reglas de derecho - crímenes de guerra y terro-
rismo internacional. En I. Weinberg de Roca; J. Barboza y H. D. T. Gutiérrez Posse (eds.),
Derecho Internacional. Buenos Aires: Instituto de Derecho Internacional y de la Navegación
de la Academia Nacional de Derecho y Ciencias Sociales, p. 58.
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Concepto
Por su parte, el artículo 2 del tratado dispone que, para la realización de los
propósitos mencionados, la ONU y sus miembros procederán de acuerdo con
los siguientes principios:
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86. Cf. CIJ, Reparation for Injuries Suffered in the Service of the United Nations, I.C.J. Reports,
1949, p. 174.
87. Cf. Gutiérrez Posse, H. D. T. (2002), op. cit., p. 53.
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Concepto
88. Cf. Moncayo, G.; Vinuesa, R. y Gutiérrez Posse, H. D. T. (1994), op. cit., p. 25.
89. Cf. Aguiar, A. (2009). La coherencia funcional entre el derecho internacional y el dere-
cho del Estado. Reconstrucción teórica y análisis comparado de la jurisprudencia argentina
y venezolana sobre derechos humanos y crímenes de lesa humanidad. Revista de Derecho
Comparado, 13, 6.
90. Cf. Borradori, G. (2003). La filosofía en una época de terror. Diálogos con Habermas y
Derrida. Madrid: Taurus.
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a los del mundo entero fue central en el derecho internacional que se extiende
desde mediados del siglo XIX hasta los inicios del siglo XX. En aquel enton-
ces, los intereses y agendas predominantes eran los de las potencias europeas
que controlaban gran parte del territorio mundial a través de sus adminis-
traciones coloniales.91 Sin embargo, Tomuschat considera que recién con los
juicios de Nüremberg y la adopción de la Carta de la ONU surge la comuni-
dad internacional como un concepto jurídico que va mucho más allá de una
construcción académica.92 En efecto, la Carta de San Francisco dispone que la
comunidad internacional sea quien garantice el nuevo orden público mínimo
y necesario para evitar un nuevo derramamiento de sangre.93
Estos cambios, en palabras de Pinto, ocurren a partir de la segunda mitad
del siglo XX, cuando la sociedad internacional devino una comunidad: “[s]
urge una noción vertical, porque existen objetivos, metas comunes y, por con-
siguiente, las políticas y reglas jurídicas que le siguen, y porque la noción de
orden público, de ius cogens, fue mayoritariamente aceptada”.94 Esta idea de va-
lores que deben ser tutelados jurídicamente, que conformarían una suerte de
orden público, era inconcebible en el derecho internacional previo a la ONU.95
Autores como Pastor Ridruejo, por su parte, agregan que
91. Cf. Turner, C. (2008). Delivering Lasting Peace, Democracy and Human Rights in Times
of Transition: The Role of International Law. International Journal of Transitional Justice, 2,
Oxford University Press, 132.
92. Cf. Tomuschat, Ch. (2006). The Legacy of Nuremberg. Journal of International Criminal
Justice, 4(4), 838.
93. Cf. Aguiar, A. (2009), op. cit., p. 6.
94. Pinto, M. (2007). L’Amérique latine et le traitement des violations massives des droits de
l’Homme. París: Editions A. Pedone, pp. 27 y 28.
95. Cf. Gutiérrez Posse, H. D. T. (2006). Elementos de Derecho Internacional Penal. Buenos
Aires: De Los Cuatro Vientos, p. 30.
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Concepto
sobre protección de los derechos del hombre forman parte en sus aspectos bási-
cos y esenciales –no, por tanto, en todos– del ius cogens internacional.96
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Concepto
Por otra parte, a pesar de que en la práctica han sido utilizados de modo in-
distinto como sinónimos, el moderno concepto de derechos humanos es más
amplio que el de libertades fundamentales, vinculado a los textos constitucio-
nales donde se establecía la protección del individuo contra las interferencias
de las autoridades públicas.106 Rawls destacaba que los derechos humanos
difieren de los derechos constitucionales porque constituyen una categoría
especial de derechos de aplicación universal, difícilmente controvertibles en
su intención general.107 En idéntico sentido, Pinto afirma que
boza, J. (1984). The international personality of the individual. En AA. VV., Studi in onore
di Giuseppe Sperduti: fonti internazionali e rapporti fra ordinamenti, l’individuo nel diritto
internazionale, altri contributi. Milán: Giuffrè Editore, p. 387.
106. Cf. Simma, B. (ed.) (2002). The Charter of the United Nations. A Commentary, vol. II.
Oxford: Oxford University Press, pp. 921 y 922.
107. Cf. Rawls, J. (1998). El derecho de gentes. En S. Shute y S. Hurley (comps.), op. cit., p. 53.
108. Pinto, M. (2004), op. cit., p. 92.
109. Cf. Gros Espiell, H. (1985). Estudios sobre derechos humanos. Caracas: Editorial Jurídica
Venezolana, p. 19.
110. Cf. Carrillo Salcedo, J. A. (1988). Souveranité des Etats et droits de l’homme en droit
international contemporain. En F. Matscher y H. Petzold (ed.), op. cit. p. 92.
111. Hitters, J. C. y Fappiano, O. L. (2007). Derecho Internacional de los Derechos Humanos,
tomo I, 2. Buenos Aires: Ediar, p. 404.
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Concepto
117. Cf. Buergenthal, T. (2006). The Evolving International Human Rights System. The
American Journal of International Law, 100(4), American Society of International Law, 792.
118. Cf. Gialdino, R. (1999). La nueva Corte Europea de Derechos Humanos. El Protocolo
11. El Derecho, tomo 185. Buenos Aires, p. 1305.
119. El texto del Convenio entró en vigor el 3 de septiembre de 1953 y fue modificado de
conformidad con las disposiciones del Protocolo no. 3 (CETS no. 045), entrado en vigor
el 21 de septiembre de 1970, del Protocolo no 5 (CETS no. 055), entrado en vigor el 20 de
diciembre de 1971 y del Protocolo no. 8 (CETS no. 118), entrado en vigor el 1 de enero de
1990. Incluía, asimismo, el texto del Protocolo no. 2 (CETS no. 44) que, de conformidad a
su artículo 5, párrafo 3 formaba parte integrante del Convenio desde su entrada en vigor
el 21 de septiembre de 1970. Todas las disposiciones modificadas o añadidas por dichos
protocolos son sustituidas por el Protocolo no 11 (CETS no. 155), a partir de la fecha de su
entrada en vigor el 1º de noviembre de 1998. A partir de esa fecha, el Protocolo no 9 (CETS
no. 140), entrado en vigor el 1º de octubre de 1994, queda abrogado.
120. Cf. Simpson, A. W. B. (2004), op. cit., p. 8.
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121. Cf. Bartole, S.; Conforti, B. y Raimondi, G. (2001). Commentario alla Convenzione Eu-
ropea per la Tutela dei Diritti dell’Uomo e delle Liberta Fondamentali. Padua: CEDAM, p. 12.
122. Cf. Bernhardt, R. (2003). Developments under the European Convention on Human
Rights since the Late 1980s. En L. Ch. Vohrah y otros (eds.), Mans Inhumanity to Man. Essays
on International Law in Honour of Antonio Cassese. La Haya: Kluwer Law International, p. 140.
123. 999 U.N.T.S. 171.
124. 993 U.N.T.S. 3.
125. 78 U.N.T.S. 277
126. 660 U.N.T.S. 195.
127. Cf. Buergenthal, T. (2000). International Human Rights in an Historical Perspective.
En J. Symonides (ed.), Human Rights: Concept and Standards. UNESCO Secretariat, p. 10.
128. Consejo Económico y Social, Resolución 1235 (XLII), 6 de junio de 1967.
50
Concepto
51
Sebastián A. Rey
52
Concepto
Esta posición fue reconocida por la CIDH al sostener que se deben res-
petar y garantizar los derechos reconocidos en la CADH “sin jerarquización
o diferenciación alguna, toda vez que constituyen un cuerpo integral y son
interdependientes entre sí”.138
En igual sentido, la Corte IDH en el Caso Acevedo Buendía y otros (“Cesan-
tes y Jubilados de la Contraloría”) Vs. Perú recordó
53
Sebastián A. Rey
141. Corte IDH, El Hábeas Corpus bajo suspensión de garantías (arts. 27.2, 25.1 y 7.6 Con-
vención Americana sobre Derechos Humanos). Opinión Consultiva OC-8/87 del 30 de
enero de 1987. Serie A No. 8, párr. 18.
142. En este sentido, Bidart Campos señalaba que “[b]asta recordar que el ejercicio ‘funcio-
nal’ de todos los derechos y de cualquiera (porque no hay derechos absolutos) se hilvana
con las proyecciones institucionales que ese mismo ejercicio irradia al sistema democráti-
co”. Bidart Campos, G. J. (2004). Democracia, procesos electorales, derecho a elegir y a ser
elegido. La Ley, tomo 2004-C, p. 312. En igual sentido ver Bidart Campos, G. J. (2002). Una
sentencia que supo dar curso efectivo a los derechos sociales, encontrar al sujeto pasivo y
determinar su obligación. La Ley, tomo 2002-E, p. 267.
143. Inter alia, Corte IDH, Caso Yatama Vs. Nicaragua. Excepción Preliminar, Fondo, Repara-
ciones y Costas. Sentencia de 23 de junio de 2005. Serie C No. 127, párr. 206 y Caso del Pueblo
Saramaka Vs. Surinam. Excepción Preliminar, Fondo, Reparaciones y Costas. Sentencia de 28
de noviembre de 2007. Serie C No. 172, párr. 120 y TEDH, Case of Hirst v. the United Kingdom
(no. 2), Merits and Just Satisfaction, 30 March 2004, Court (Fourth Section), párr. 36.
144. Cf. CIDH, Informe N 38/96, Caso 10.506, Argentina, 15 de octubre de 1996, párrs. 54 y 55.
54
Capítulo 2
Fuentes
1. Las fuentes del derecho internacional
de los derechos humanos
1. Gutiérrez Posse, H. D. T. (1988). Los derechos humanos y las garantías. Buenos Aires:
Zavalía, pp. 50 y 51.
2. Cf. Moncayo, G.; Vinuesa, R. y Gutiérrez Posse, H. D. T. (1994), op. cit., pp. 75 y 76.
57
Sebastián A. Rey
son aquellas aceptadas por el ordenamiento jurídico vigente como los modos
o procesos validos a través de los cuales el derecho internacional es creado.3
Las fuentes formales en sentido amplio –también denominadas fuentes au-
xiliares– son las decisiones judiciales y la doctrina de los publicistas de mayor
competencia de las distintas naciones, tal como lo establece el artículo 38.1.d
del Estatuto de la Corte Internacional de Justicia (CIJ), que es declaratorio del
derecho internacional consuetudinario.4
El Estatuto de la CIJ dispone que este tipo de fuentes, en contraste con las
principales que crean derecho, sirven como medio auxiliar para la determina-
ción de las reglas de derecho preexistente.
En cuanto a la jurisprudencia, a diferencia de la doctrina del common law
del precedente obligatorio, en el derecho internacional una sentencia crea una
norma individual que regla los derechos de las partes en un caso particular,
por lo que no tiene carácter general.
Diez de Velasco entiende que “la función de la jurisprudencia reviste un do-
ble aspecto: como elemento de interpretación y como medio de prueba”.5 En
este sentido, se destaca que si bien una sentencia de la CIJ no crea derechos,
puede considerarse que en aquellos casos donde reconoce la existencia de una
nueva norma consuetudinaria, es, por ende, la última prueba del desarrollo de
dicha norma.6 Asimismo, en algunos casos, las sentencias judiciales tienen un
efecto cristalizador, confirmando como normas consuetudinarias algunas prác-
ticas estatales que todavía no hubieran alcanzado el grado de uniformidad.7
3. Ibíd., p. 76.
4. Cf. TPIY, Prosecutor v. Kupreškić et al., IT-95-16-T, 14 January 2000, Trial Chamber II,
párr. 540. En el ámbito de la CIJ, esta menciona a la jurisprudencia en sus fallos a manera
ilustrativa. Igualmente, trata de mantener coherencia entre las decisiones nuevas y las que
han recaído en casos similares anteriores a los fines de que se respete su autoridad.
5. Diez de Velasco, M. (1994) Instituciones de Derecho Internacional Público. Tomo I. Ma-
drid: Tecnos, p. 137.
6. Cf. Shahabuddeen, M. (1996). Precedent in the World Court. Cambridge: Cambridge Uni-
versity Press, p. 72.
7. Cf. Degan, V.-D. (2005). On the Sources of International Criminal Law. Chinese Journal
of International Law, 4(1), 75.
58
Fuentes
8. Cf. Arajärvi, N. (2007). The Role of the International Criminal Judge in the Formation of
Customary International Law. European Journal of Legal Studies, 1(2).
9. Cf. Moncayo, G.; Vinuesa, R. y Gutiérrez Posse, H. D. T. (1994), op. cit., p. 155.
10. Ello no es así en los votos u opiniones concurrentes y disidentes de sus integrantes donde
abundan las menciones a distintos autores.
59
Sebastián A. Rey
El artículo 38.1 del Estatuto de la CIJ enumera cuáles son las fuentes for-
males en sentido restringido o principales del derecho internacional al dis-
poner que
[l]a Corte, cuya función es decidir conforme al derecho internacional las contro-
versias que le sean sometidas, deberá aplicar:
a) las convenciones internacionales, sean generales o particulares, que estable-
cen reglas expresamente reconocidas por los Estados litigantes;
b) la costumbre internacional como prueba de una práctica generalmente acep-
tada como derecho;
c) los principios generales de derecho reconocidos por las naciones civilizadas.
11. Cf. Corte IDH, Caso Neira Alegría y otros Vs. Perú. Excepciones Preliminares. Sentencia
de 11 de diciembre de 1991. Serie C No. 13, párr. 29.
12. Cf. Schwarzenberger, G. (1957). International Law. Vol. 1. Londres: Stevens & Sons
Limited, p. 26.
60
Fuentes
13. Cf. Shaw, M. N. (2008). International Law. Cambridge: Cambridge University Press, p. 71.
14. Cf. Steiner, H. J.; Alston, P. y Goodman, R. (2008). International Human Rights in Con-
text. Law, Politics, Morals. Text and Materials. Oxford: Oxford University Press, p. 60.
15. Cf. Martin, F. F.; Schnably, S. J.; Wilson, R. J.; Simon, J. S. y Tushnet, M. V. (2006). Inter-
national Human Rights and Humanitarian Law. Treaties, Cases and Analysis. Nueva York:
Cambridge University Press, p. 22.
16. Cf. Tomuschat, C. (1995). International Law. En C. Tomuschat (ed.), The United Nations
at Age Fifty. A Legal Perspective. La Haya: Kluwer Law International, pp. 287 y 288.
17. Cf. Gutiérrez Posse, H. D. T. (2006), op. cit., p. 32.
18. Cf. Brownlie, I. (2003), op. cit., p. 5.
19. Cf. Marks, S. P. (1985). Emerging Human Rights: A New Generation for the 1980s? En
R. Falk; F. Kratochwil y S. H. Mendlovitz (eds.), International Law. A Contemporary Perspec-
tive. Boulder: Westview Press, p. 501.
61
Sebastián A. Rey
to u oralmente, pese a que estos últimos –al igual que los acuerdos internacio-
nales celebrados entre Estados y otros sujetos de derecho internacional o entre
esos otros sujetos de derecho internacional– no estarán comprendidos en el
ámbito de la Convención de Viena sobre el Derecho de los Tratados (CVDT) de
1969,20 aunque la propia Convención en su artículo 3 no los excluye.
El campo del derecho de los tratados era eminentemente consuetudina-
rio hasta la entrada en vigor de la CVDT, por lo que sus normas en general
codifican el derecho consuetudinario vigente, entendiéndose por codifica-
ción “[a]l proceso de ordenamiento y sistematización del derecho existente en
aquellos puntos en que existe una intensa práctica, precedentes y doctrina, y
aún el derecho deseado, formulado en un cuerpo orgánico de normas escri-
tas”.21 Empero, algunas de sus disposiciones eran consideradas al momento de
su adopción como de desarrollo progresivo del derecho –aunque con posterio-
ridad hubieran alcanzado el estatus de normas consuetudinarias–. El desarrollo
progresivo del derecho implica regular jurídicamente actividades que hasta ese
momento no lo habían sido o no hayan sido objeto de una práctica concordante
cumplida con conciencia de obligatoriedad por parte de los Estados.22
Sinclair advierte que la experiencia de la Comisión de Derecho Internacio-
nal (CDI) ha demostrado que una división clara y precisa entre codificación
y desarrollo progresivo del derecho internacional es imposible de establecer.23
En efecto, al momento de adoptar el proyecto que después se convertiría en el
texto final de la Convención de 1969, la CDI manifestó que su trabajo sobre
62
Fuentes
24. Cf. Comisión de Derecho Internacional. (1966). Draft Articles on the Law of Treaties.
Yearbook of the International Law Commission. Vol. II, p. 177, párr. 35.
25. Art. 2, incs. e, f y g de la CVDT, respectivamente.
26. Prueba de ello es que luego de participar en la negociación del Estatuto de Roma y de
que el entonces presidente de los Estados Unidos, Bill Clinton, firmara el tratado, al decidir
no ser parte del tratado el Estado lo notificó al Secretario General de la ONU para su publi-
cación y poco después de haber asumido, el presidente George Bush retiró la firma.
63
Sebastián A. Rey
27. Cf. Brownlie, I. (2003), op. cit., p. 6, y Wallace, R. M. M. (2005), op. cit., p. 9.
28. Cf. Moncayo, G.; Vinuesa, R. y Gutiérrez Posse, H. D. T. (1994), op. cit., p. 85.
29. Cf. Higgins, R. (1994). Problems and Process: International Law and How We Use It.
Oxford: Clarendon Press, p. 18.
64
Fuentes
lado que esta fuente del derecho internacional tiene dos elementos de for-
mación. El primero, de carácter objetivo, consiste en la existencia de una
práctica general creada por los Estados y realizada de manera constante y
uniforme (usus o diuturnitas); el segundo, de carácter subjetivo, se refiere
a la convicción de los Estados de que dicha práctica constituye una norma
jurídica (opinio iuris sive necessitatis).31
En cuanto al elemento material u objetivo, se señala que la práctica común,
reiterada y no extraordinaria, para ser considerada como elemento constitutivo
de una costumbre internacional debe ser un acto concluyente –ya sea mediante
una acción u omisión– emanado de los órganos o agentes de competencia inter-
nacional concordantes con el contenido de otros actos de otro u otros Estados.32
Se ha discutido cuántos tienen que ser los Estados que contribuyan a través
de su práctica a la formación de una costumbre universal. Si no existe una
práctica que vaya en contra del surgimiento de la norma consuetudinaria,
una práctica no muy intensa de un pequeño número de Estados bastaría para
crearla, por lo que no es necesario que sea realizada por todos los Estados,
basta la aceptación de “la comunidad internacional en su conjunto”. Asimis-
mo, se exige que durante el tiempo de formación de la costumbre, la práctica
–en especial de aquellos Estados cuyos intereses se verían afectados por la
30. Cf. Steiner, H. J.; Alston, P. y Goodman, R. (2008), op. cit., p. 72.
31. Inter alia, CIJ, Asylum Case (Colombia/Peru), Judgment of 20 November 1950, I. C. J.
Reports 1950, pp. 276 y 277; North Sea Continental Shelf Case (Federal Republic of Germany/
Denmark), Judgment of 20 February 1969, I. C. J. Reports 1969, párr. 77; Military and Pa-
ramilitary Activities in and against Nicaragua Case (Nicaragua v. United States of America),
Judgment of 27 June 1986, I. C. J. Reports 1986, párr. 207, y Corte IDH, Artículo 55 de la
Convención Americana sobre Derechos Humanos. Opinión Consultiva OC-20/09 de 29 de
septiembre de 2009. Serie A No. 20, párr. 48. En el mismo sentido, en la doctrina ver M.
Sørensen (ed.) (2002). Manual de Derecho Internacional Público. México: Fondo de Cultura
Económica, pp. 160-169; Brownlie, I. (2003), op. cit., pp. 6-10; Cassese, A. (2001), op. cit.,
pp. 156-160; Jiménez de Aréchaga, E. (1979). La costumbre como fuente del derecho inter-
nacional. En AA.VV., Estudios de Derecho Internacional. Homenaje al Profesor Miaja de la
Muela. Tomo I. Madrid: Tecnos, p. 391; Gutiérrez Espada, C. (1993). Derecho Internacional
Público. Introducción y fuentes. Barcelona: Promociones y Publicaciones Universitarias-DM,
pp. 86 y 87, y Shaw, M. N. (2008), op. cit., pp. 72-84.
32. Cf. Moncayo, G.; Vinuesa, R. y Gutiérrez Posse, H. D. T. (1994), op. cit., p. 83.
65
Sebastián A. Rey
33. Cf. CIJ, North Sea Continental Shelf (Federal Republic of Germany/Denmark), cit., párr. 74.
34. Cf. Moncayo, G.; Vinuesa, R. y Gutiérrez Posse, H. D. T. (1994), op. cit., p. 85.
35. Cf. CPJI, The Case of the S.S. “Lotus”, Judgment of 7 September 1927, P. C. I. J., Series A,
No. 10, 1927, p. 28.
36. Cf. CIJ, North Sea Continental Shelf (Federal Republic of Germany/Denmark), cit., párr. 77.
66
Fuentes
37. Cf. CIJ, Military and Paramilitary Activities in and against Nicaragua (Nicaragua v. Uni-
ted States of America), cit., párr. 186.
38. Cf. TPIY, Prosecutor Kupreškić et al., cit., párr. 527.
39. Cf. Cassese, A. (2001), op. cit., p. 122.
40. Cf. Pastor Ridruejo, J. A. (1996), op. cit., p. 94.
41. Cf. Meron, T. (1989). Human Rights and Humanitarian Norms as Customary Law.
Oxford: Clarendon Press, p. 113.
67
Sebastián A. Rey
entendió que la opinio iuris puede ser deducida de, entre otras cosas, la actitud
de las partes y de los Estados en relación con ciertas resoluciones de la AG
–en particular la Resolución N° 2625 (XXV)–. El consentimiento del texto
de dicha resolución no podía ser entendido solo como una reiteración de las
obligaciones establecidas en la Carta de la ONU sino como una aceptación de
la validez por sí mismas de las reglas declaradas en la resolución.42
D’Amato ha criticado duramente a la CIJ por haber utilizado este criterio
en Military and Paramilitary Activities in and against Nicaragua en función
de que considera que la norma consuetudinaria no se puede formar a partir
de resoluciones de la ONU u otros documentos políticos sino de la práctica
estatal. Este autor entiende que si votar una resolución en la ONU implica
investirla de opinio iuris, entonces debería aplicársela directamente y pasar a
denominarlas “derecho consuetudinario”.43
Drnas de Clément señala que esta visión tradicionalista de la costumbre
asentada en un proceso de determinación inductivo desde la práctica parti-
cular con criterio de opinio iuris, contrasta con
En igual sentido, autores como Simma y Paulus consideran que desde una
posición positivista moderna del derecho que implique no abandonar el re-
42. Cf. CIJ, Military and Paramilitary Activities in and against Nicaragua (Nicaragua v. Uni-
ted States of America), cit., párr. 188.
43. D’Amato, A. (1987). Trashing Customary International Law. The American Journal of
International Law, 81(1), 102.
44. Drnas de Clément, Z. (2007). El derecho internacional en la jurisprudencia de la Corte
de Justicia de la Nación. Relato presentado en el XV Congreso Argentino de Derecho Inter-
nacional organizado por la Asociación Argentina de Derecho Internacional, 28 de septiem-
bre de 2007, Mar del Plata, Argentina.
68
Fuentes
En este sentido, deberán ser tenidos en cuenta los actos estatales “escritos”
y “verbales”,48 al mismo tiempo que serán relevantes tanto las acciones y prác-
ticas como las omisiones o inacciones.49 Ello obedece a que el comportamien-
to de los Estados es lo que hacen –elemento objetivo– y es también la única
guía para determinar que quieren o consideran que es el derecho.50
45. Cf. Simma, B. y Paulus, A. L. (1999). The Responsibility of Individuals for Human Rights
Abuses in Internal Conflicts: A Positivist View. The American Journal of International Law,
93(2), 307 y 308.
46. Cf. Moncayo, G.; Vinuesa, R. y Gutiérrez Posse, H. D. T. (1994), op. cit., p. 87, y Lowe, V.
(2007). International Law. Oxford: Oxford University Press, p. 40.
47. Gutiérrez Posse, H. D. T. (2006), op. cit., p. 34.
48. Cf. Meron, T. (2006). The Humanization of International Law. Leiden: Martinus Nijhoff
Publishers, p. 361.
49. Cf. Lowe, V. (2007), op. cit., p. 45.
50. Cf. Kammerhofer, J. (2004). Uncertainty in the Formal Sources of International Law:
Customary International Law and Some of Its Problems. European Journal of International
Law, 15(3), 525.
69
Sebastián A. Rey
51. Cf. CIJ, Military and Paramilitary Activities in and against Nicaragua (Nicaragua v. Uni-
ted States of America), cit., párr. 64.
52. Cf. CIJ, Nuclear Tests Case (Australia v. France), Judgment of 20 December 1974, I. C. J.
Reports 1974, párrs. 43 y 46, y Nuclear Tests Case (New Zealand v. France), Judgment of 20
December 1974, I. C. J. Reports 1974, párrs. 46 y 49.
53. Cf. CIJ, Military and Paramilitary Activities in and against Nicaragua (Nicaragua v. Uni-
ted States of America), cit., párr. 71.
54. Cf. CPJI, Legal Status of Eastern Greenland, Judgment of 5 April 1933, Serie A/B, No.
53, p. 69, y CIJ, Military and Paramilitary Activities in and against Nicaragua (Nicaragua v.
United States of America), cit., párr. 65.
55. Cf. Mattarollo, R. (1998). Impunity and International Law. Revue Québécoise de Droit
International, 11(1), 88.
56. Cf. Rosenne, S. (1997). The Law and Practice of the International Court 1902-1996. Vol.
III. La Haya: Martinus Nijhoff Publishers, p. 1608.
57. Cf. Brownlie, I. (2003), op. cit., p. 6.
70
Fuentes
58. Cf. Harris, D. J. (1998). Cases and Materials on International Law. Londres: Sweet &
Maxwell, p. 61, y Janis, M. W. (1988). An Introduction to International Law. Boston: Little,
Brown and Company, p. 43.
59. Cf. Arajärvi, N. (2007), op. cit.
60. Cf. Francioni, F. (1999). Customary international law and the European Convention
on Human Rights. The Italian Yearbook of International Law. Vol. 9. La Haya: Kluwer Law
International, p. 17.
61. Cf. Moncayo, G.; Vinuesa, R. y Gutiérrez Posse, H. D. T. (1994), op. cit., p. 87.
71
Sebastián A. Rey
72
Fuentes
Por otra parte, en Asylum el tribunal señaló que aun si existía una norma
consuetudinaria entre ciertos Estados latinoamericanos, esta no era oponible
a Perú que la había repudiado al no ratificar una serie de tratados. Empero, de
la lectura del fallo, Cassese concluye que la CIJ no emitió un pronunciamiento
claro sobre la existencia de una norma consuetudinaria o un principio sobre
la materia, no existiendo un sustento normativo explícito respecto a la teoría
del “objetor permanente” a los fines de que a un Estado no se le aplique una
norma consuetudinaria de derecho internacional.69
Otra parte de la doctrina afirma que el alcance de esta teoría es dudoso y
en todo caso habría que considerar una variedad de factores que incluyen las
circunstancias en que se adoptó la nueva norma, las razones por las cuales
la comunidad internacional la considera importante, los fundamentos de la
objeción y la posición de los Estados objetores.70 Ello obedece a que no tiene
la misma consecuencia la objeción de un Estado a la regla que dispone que la
plataforma continental de un Estado ribereño se extiende hasta una distancia
de doscientas millas marinas en materia del derecho del mar, que su objeción al
deber estatal de investigar y sancionar la comisión de crímenes internacionales.
En este sentido, debe destacarse la posición de Meron, quien considera que
“la teoría del objetor persistente” no se aplicaría a casos donde la norma cues-
tionada reviste el carácter de ius cogens, siendo prueba de ello la negativa de
la comunidad internacional a aceptar la objeción persistente de Sudáfrica a la
prohibición del apartheid.71
Para concluir, analizaré la tercera fuente principal del derecho interna-
cional mencionada en el artículo 38.1 del Estatuto de la CIJ: los principios
generales de derecho.
Al introducirlos en el Estatuto del tribunal se codificó una práctica de
larga data de los tribunales arbitrales que no había sido objetada por los
73
Sebastián A. Rey
72. Cf. Bokor-Szegö, H. (1991). General Principles of Law. En M. Bedjaoui (ed.), op. cit., p. 213.
73. Cf. Moncayo, G.; Vinuesa, R. y Gutiérrez Posse, H. D. T. (1994), op. cit., p. 148.
74. Cf. Thirlway, H. (2006). The Sources of International Law. En M. D. Evans (ed.), op. cit.,
p. 127. Bassiouni enumera cuatro funciones que cumplen los principios generales de dere-
cho como fuente de derecho internacional: a) como método de interpretación del contenido
del derecho internacional convencional o consuetudinario, b) como medio para desarrollar
nuevas normas de derecho internacional convencional o consuetudinario, c) como fuente
creadora de normas de derecho internacional ante la inexistencia o inaplicabilidad de una
norma consuetudinaria, d) como fuente de modificación del contenido de normas de de-
recho internacional convencional o consuetudinario. Cf. Bassiouni, M. C. (1999). Crimes
against Humanity in International Criminal Law. La Haya: Kluwer Law International, p. 288.
75. 2187 U. N. T. S. 90,
76. Schabas, W. A. (2006). The UN International Criminal Tribunals: the former Yugoslavia,
Rwanda and Sierra Leone. Cambridge: Cambridge University Press, p. 102.
77. Cf. Bokor-Szegö, H. (1991), op. cit., p. 215.
74
Fuentes
78. Cf. Mariño Menéndez, F. M. (1995). Derecho Internacional Público. Parte General. Ma-
drid: Trotta, p. 366.
79. Cf. Bassiouni, M. C. (1999), op. cit., p. 298.
80. Cf. Pellet, A. (2002). Applicable Law. En A. Cassese, P. Gaeta y J. R. W. D. Jones (eds.),
The Rome Statute of the International Criminal Court: a Commentary. Vol. II. Oxford:
Oxford University Press, p. 1073.
81. Cf. Sassòli, M. y Bouvier, A. A. (1999). How Does Law Protect In War? Cases, Documents
and Teaching Materials on Contemporary Practice in International Humanitarian Law. Gi-
nebra: ICRC, p. 112. Debido a las diferencias que existen, fundamentalmente en cuestiones
de procedimiento, entre los sistemas del common law y civil law no siempre es fácil extraer
principios generales de los sistemas jurídicos nacionales, sirviendo de ejemplo el análisis en
materia de evidencia realizado por el juez Hunt en TPIY, Prosecutor v. Simić et al., Decision
on the Prosecution Motion under Rule 73 for a Ruling Concerning the Testimony of a Wit-
ness, IT-95-9-PT, 27 July 1999, Trial Chamber, separate opinion of judge Hunt.
82. Cf. CPJI, The Case of the S. S. “Lotus”, cit. Pastor Ridrujeo criticó la definición de princi-
75
Sebastián A. Rey
pios generales de derecho de este fallo dado que presenta carácter de obiter dictum y no era
necesaria para decidir el caso en cuestión. Además, no coincidía con la línea general de la
jurisprudencia internacional que para los problemas no contemplados por reglas positivas
no ha vacilado en aplicar la categoría normativa constituida por los principios generales de
derecho. Cf. Pastor Ridruejo, J. A. (1996), op. cit., p. 55.
83. Para el análisis de dicha jurisprudencia ver Bassiouni, M. C. (1999), op. cit., pp. 284-287,
y Mendelson, M. (1996). The International Court of Justice and the sources of international
law. En V. Lowe y M. Fitzmaurice (eds.), Fifty years of the International Court of Justice. Essa-
ys in honour of Sir Robert Jennings. Cambridge: Cambridge University Press, p. 80.
84. Cf. CIJ, Corfu Channel (United Kingdom of Great Britain and Northern Ireland v. Alba-
nia), Merits, Judgment of 9 April 1949, ICJ Reports 1949, pp. 18-22.
85. Cf. TPIY, Prosecutor v. Erdemović, IT-96-22-A, 7 October 1997, Appeals Chamber, joint
separate opinion of Judge McDonald and Judge Vohrah, párr. 57, y separate and dissenting
opinion of Judge Stephen, párr. 25.
86. Cf. Mariño Menéndez, F. M. (1995), op. cit., p. 366, y Moncayo, G.; Vinuesa, R. y Gutié-
rrez Posse, H. D. T. (1994), op. cit., p. 151.
76
Fuentes
77
Sebastián A. Rey
92. Cf. Meron, T. (1986). On a Hierarchy of International Human Rights. The American
Journal of International Law, 80(1), 3.
93. Cf. AG. (2006), op. cit., párrs. 331 y 333.
94. Ibíd., párr. 334.
95. Ibíd., párrs. 339 y 340.
96. Cf. Bianchi, A. (2008). Human Rights and the Magic of Jus Cogens. European Journal
of International Law, 19(3), 494 y 495. En igual sentido, ver Joyner, C. C. (1996). Arresting
Impunity: The Case for Universal Jurisdiction in Bringing War Criminals to Accountability.
Law and Contemporary Problems. Accountability for International Crimes and Serious Viola-
tions of Fundamental Human Rights, 59(4), 168.
97. Corte IDH, Condición Jurídica y Derechos De Los Migrantes Indocumentados. Opi-
nión Consultiva OC-18/03 de 17 de septiembre de 2003. Serie A No. 18, voto concurrente
del juez A. A. Cançado Trindade, párr. 66.
78
Fuentes
79
Sebastián A. Rey
Esta norma debe leerse conjuntamente con el artículo 64 del mismo tra-
tado, que dispone que “[s]i surge una nueva norma imperativa de derecho
internacional general, todo tratado existente que esté en oposición con esa
norma se convertirá en nulo y terminará”.
Sinclair considera que el artículo 53 es el caso más relevante de desarrollo
progresivo del derecho internacional que se encuentra en toda la CVDT.107
Pero como sostiene Meron, ello carece de importancia en la actualidad, dado
que el concepto de ius cogens es aceptado como lex lata108 y la mayoría de las
105. Cf. Kreća, M. (1982). Some General Reflections on Main Features of Ius Cogens as No-
tion of International Public Law. En R. Gutiérrez Girardot et al (eds.), New Directions in Inter-
national Law. Essays in Honour of Wolfgang Abendroth. Frankfurt: Campus Verlag, pp. 29 y 30.
106. Cf. Cassese, A. (2001), op. cit., p. 138.
107. Cf. Sinclair, I. (1984), op. cit., p. 18.
108. Cf. Meron, T. (2006), op. cit., p. 203. Pese a que hasta el momento la CVDT tiene solo
114 ratificaciones, la comunidad internacional parece haber aceptado la definición de nor-
ma imperativa del artículo 53, siendo prueba de ello el reconocimiento de los Estados de
la existencia del jus cogens en el derecho internacional al adoptar la Convención de Viena
sobre el Derecho de los Tratados celebrados entre Estados y organizaciones internacionales
o entre organizaciones internacionales en 1986. Cf. Hannikainen, L. (1988). Peremptory
Norms (Jus Cogens) in International Law. Historical development, criteria, present status.
Helsinki: Finnish Lawyers Publishing Company, pp. 3, 189 y 203.
80
Fuentes
A esto debo añadir que la CVDT fue adoptada con el voto en contra de un
solo Estado, Francia, justamente porque se oponía a la inclusión en el tratado
del ius cogens.112 Debido a estas objeciones se aceptó la inclusión de los artí-
culos 53 y 64 en el texto del tratado con la condición de que la determinación
de la existencia de una norma de tal jerarquía fuese determinada por la Corte
Internacional de Justicia.113
La inclusión en el artículo 53 de la CVDT de la frase “la comunidad interna-
cional en su conjunto” tuvo como finalidad evitar que un Estado o un reducido
números de Estados, a través de su oposición al reconocimiento de una norma
de ius cogens, afectaran el carácter imperativo de dicha disposición, toda vez que
la mayoría de la comunidad internacional considerara lo contrario.114
81
Sebastián A. Rey
[e]l Derecho no deja de existir por la violación de sus normas, como pretenden
insinuar los “realistas” degenerados por su ineludible y patética idolatría al po-
der establecido. Todo lo contrario, el derecho imperativo (ius cogens) reacciona
inmediatamente a dichas violaciones, e impone sanciones.120
82
Fuentes
una eficacia absoluta –que fuera cumplida por todos los obligados en todo
momento– carecería de sentido como norma que se pretende ordenadora
de la conducta humana.
En cuanto a la importancia práctica del concepto de ius cogens, Meron afir-
ma que es limitada dado que los Estados no celebran tratados para cometer
actos de tortura o genocidio. En igual sentido, cuando cometen dichos actos,
no tienden a poner en duda el carácter de norma imperativa de su prohibición
sino que niegan los alegatos fácticos o justifican sus hechos mediante otros
argumentos.121 Por ello, algunos autores consideran que su valor radica en su
significado simbólico en el derecho internacional.122 Pero el concepto de ius
cogens adquiere singular relevancia cuando se trata de poner en la balanza un
derecho humano cuya protección ha alcanzado dicho estatus y otro que no lo
ha logrado.123 Además, el ius cogens cumple una importante función debido al
impacto que produce en los ordenamientos jurídicos nacionales.124
A los fines de brindar algunos ejemplos de normas de ius cogens a partir
de la jurisprudencia de los tribunales internacionales, debo mencionar que
al momento de redactar el proyecto de tratado que derivaría en la CVDT, la
Comisión de Derecho Internacional decidió no incluir ejemplos de normas
de ius cogens porque podría llevar a malas interpretaciones respecto a la exis-
tencia de otros posibles casos que quedasen excluidos.125
Para la CDI, hasta la fecha, son relativamente pocas las normas impera-
tivas reconocidas como tales, pudiendo mencionarse a la prohibición del
uso agresivo de la fuerza, el derecho de legítima defensa, la prohibición del
genocidio, la prohibición de la tortura, la prohibición de los crímenes de
lesa humanidad, la prohibición de la esclavitud y de la trata de esclavos, la
83
Sebastián A. Rey
[e]n vez de tratar de determinar el contenido del ius cogens mediante defini-
ciones abstractas, es mejor […] dejar que el contenido pleno de esa norma se
elabore en la práctica de los Estados y en la jurisprudencia de los tribunales
internacionales.130
126. AG. (2006), op. cit., párr. 374. Algunos de estos ejemplos también son mencionados
por Brownlie, I. (2003), op. cit., p. 489; Mc Dougal, M. y Feliciano, F. Law And Minimum
World Public Order, citado en Higgins, R. (1994), op. cit., p. 21, y Linderfalk, U. (2008). The
Effect of Jus Cogens Norms: Whoever Oponed Pandora’s Box, Did You Ever Think About
the Consequences? European Journal of International Law, 18(5), 867 y 869.
127. Cf. AG. (2001), op. cit., art. 26, pp. 216 y 217.
128. Cf. Paulus, A. L. (2005), op. cit., p. 306, con citas de Verdross y Simma entre otros.
129. Cf. Cançado Trindade, A. A. (2001). El Derecho internacional de los Derechos Humanos
en el Siglo XXI. Santiago: Ed. Jurídica de Chile, p. 417.
130. AG. (2006), op. cit., párr. 376.
131. Cf. Cassese, A. (2001), op. cit., p. 143.
84
Fuentes
85
Sebastián A. Rey
nocidio podría ser obligatoria para los Estados aun cuando no fuesen partes
de la Convención de 1948,136 por lo que iría más allá del reconocimiento de
una norma consuetudinaria o un principio general de derecho.137
Más cerca en el tiempo, en Legality of the Threat or Use of Nuclear Weapons,
la CIJ evitó utilizar la frase ius cogens al hacer referencia a aquellas normas del
derecho internacional humanitario que son cumplidas por los Estados aun
cuando no hubieran ratificado los tratados que las contienen, porque consti-
tuyen principios intransgredibles del derecho internacional.138 Bianchi criticó
esta posición, que incluso se habría vuelto más confusa en Legal Consequences
of the Construction of a Wall in the Occupied Palestinian Territory, cuando el
tribunal utilizó el enfoque de la CDI sobre las consecuencias que acarrea una
grave violación de una norma imperativa, para referirse a las obligaciones
erga omnes.139 Empero, Koskenniemi parecería no coincidir sobre este punto,
al considerar que “el hecho de que la Corte se haya referido repetidas veces
a principios generales y fundamentales que están más allá de las relaciones
convencionales permite suponer que la Corte, en el fondo, ha afirmado el
concepto [de ius cogens]”.140
Igualmente, la cuestión ha quedado prácticamente superada a partir de la
sentencia en Armed Activities in the Territory of the Congo between the De-
mocratic Republic of the Congo and Rwanda, donde la CIJ reestableció la dis-
tinción entre obligaciones erga omnes y normas imperativas como conceptos
jurídicos distintos.141
Si bien el tribunal manifestó que aun en los casos en que se aleguen dere-
chos que formen parte del ius cogens, su jurisdicción siempre dependerá del
consentimiento de las partes,142 reconoció de manera expresa que las obliga-
86
Fuentes
143. Cf. Ajevsk, M. (2008). Serious Breaches. The Draft Articles on State Responsibility and
Universal Jurisdiction. European Journal of Legal Studies, 2(1), 37. Al respecto, ver los pá-
rrafos 64 y 78 de la sentencia que permitirían sostener que para la CIJ la prohibición de
discriminación racial también pertenecería al jus cogens.
144. Cf. Bianchi, A. (2008), op. cit., pp. 492 y 495.
145. Pinto, M. (1997), op. cit., p. 116.
146. Cf. Sinclair, I. (1984), op. cit., p. 217; Salvioli, F. (1997). El derecho internacional público
y sus modificaciones a la luz de la protección internacional de los derechos humanos. Anua-
rio de Derecho Público de la Universidad Austral, (3), 177-203, y Meron, T. (1986), op. cit., p.
16. Este último autor cuestiona la idea de que los derechos que no pueden ser suspendidos
de acuerdo a los tratados de derechos humanos han adquirido el carácter de norma de jus
cogens, afirmando que los derechos políticos del artículo 23 de la CADH o el derecho a no
ser detenido por deudas del artículo 11 del PIDCP no necesariamente lo han hecho.
147. Cf. Corte IDH, Caso Aloeboetoe y otros Vs. Surinam. Reparaciones y Costas. Sentencia
de 10 de septiembre de 1993. Serie C No. 15, párr. 57.
87
Sebastián A. Rey
148. Cf. Corte IDH, Caso Blake Vs. Guatemala. Excepciones Preliminares. Sentencia de 2
de julio de 1996. Serie C No. 27, voto razonado del juez A. A. Cançado Trindade, párr. 11, y
Caso Barrios Altos Vs. Perú. Fondo. Sentencia de 14 de marzo de 2001. Serie C No. 75, voto
concurrente del juez A. A. Cançado Trindade, párr. 10.
149. Ibíd. párr. 25. En similar sentido, ver Caso de los “Niños de la Calle” (Villagrán Morales y
otros) Vs. Guatemala. Fondo. Sentencia de 19 de noviembre de 1999. Serie C No. 63, alegato
de la CIDH en párr. 139 y voto concurrente conjunto de los jueces A. Abreu Burelli y A.
A. Cançado Trindade, párr. 2; Caso Las Palmeras Vs. Colombia. Excepciones Preliminares.
Sentencia de 4 de febrero de 2000. Serie C No. 67, voto razonado del juez A. A. Cançado
Trindade, párr. 6; Caso Bámaca Velásquez Vs. Guatemala. Fondo. Sentencia de 25 de no-
viembre de 2000. Serie C No. 70, voto razonado del juez A. A. Cançado Trindade, párr. 27;
Caso Trujillo Oroza Vs. Bolivia. Reparaciones y Costas. Sentencia de 27 de febrero de 2002.
Serie C No. 92, voto razonado del juez A. A. Cançado Trindade, párr. 18, y Caso Mirna Mack
Chang Vs. Guatemala. Fondo, Reparaciones y Costas. Sentencia de 25 de noviembre de
2003. Serie C No. 101, voto concurrente del juez A. Abreu Burelli, punto III.
150. Corte IDH, Caso Masacre Plan de Sánchez Vs. Guatemala. Fondo. Sentencia de 29 de
abril de 2004. Serie C No. 105, voto razonado del juez A. A. Cançado Trindade, párr. 14.
151. Ibíd., párr. 30.
152. Ibíd., párr. 22.
88
Fuentes
153. Cf. Corte IDH, Caso Maritza Urrutia Vs. Guatemala. Fondo, Reparaciones y Costas. Sen-
tencia de 27 de noviembre de 2003. Serie C No. 103, párr. 92; Caso de los Hermanos Gómez
Paquiyauri Vs. Perú. Fondo, Reparaciones y Costas. Sentencia de 8 de julio de 2004. Serie C
No. 110, párr. 112; Caso Tibi Vs. Ecuador. Excepción Preliminar, Fondo, Reparaciones y Cos-
tas. Sentencia de 7 de septiembre de 2004. Serie C No. 114, párr. 143; Caso Caesar Vs. Trinidad
y Tobago. Fondo, Reparaciones y Costas. Sentencia de 11 de marzo de 2005. Serie C No. 123,
párr. 100; Caso Fermín Ramírez Vs. Guatemala. Fondo, Reparaciones y Costas. Sentencia de
20 de junio de 2005. Serie C No. 126, párr. 117; Caso García Asto y Ramírez Rojas Vs. Perú.
Excepción Preliminar, Fondo, Reparaciones y Costas. Sentencia de 25 de noviembre de 2005.
Serie C No. 137, párr. 222; Caso Baldeón García Vs. Perú. Fondo, Reparaciones y Costas. Sen-
tencia de 6 de abril de 2006. Serie C No. 147, párr. 117; Caso Goiburú y otros Vs. Paraguay.
Fondo, Reparaciones y Costas. Sentencia de 22 de septiembre de 2006. Serie C No. 153, párr.
128; Caso Servellón García y otros Vs. Honduras. Fondo, Reparaciones y Costas. Sentencia de
21 de septiembre de 2006. Serie C No. 152, párr. 97; Caso del Penal Miguel Castro Vs. Perú.
Fondo, Reparaciones y Costas. Sentencia de 25 de noviembre de 2006. Serie C No. 160, párr.
271; Caso de la Masacre de la Rochela Vs. Colombia. Fondo, Reparaciones y Costas, Sentencia
de 11 de mayo de 2007. Serie C No. 163, párr. 132; Caso Bueno Alves Vs. Argentina. Fondo,
Reparaciones y Costas. Sentencia de 11 de mayo de 2007. Serie C No. 164, párr. 76; Caso Ba-
yarri Vs. Argentina. Excepción Preliminar, Fondo, Reparaciones y Costas. Sentencia de 30 de
octubre de 2008. Serie C No. 187, párr. 81 y Caso De la Masacre de las Dos Erres Vs. Guatemala.
Excepción Preliminar, Fondo, Reparaciones y Costas. Sentencia de 24 de noviembre de 2009
Serie C No. 211, párr. 140. En la mayoría de estos casos el tribunal añadió que “[l]a prohibición
de la tortura es completa e inderogable, aun en las circunstancias más difíciles, tales como gue-
rra, amenaza de guerra, lucha contra el terrorismo y cualesquiera otros delitos, estado de sitio
o de emergencia, conmoción o conflicto interior, suspensión de garantías constitucionales,
inestabilidad política interna u otras emergencias o calamidades públicas”.
154. Corte IDH, Caso de los Hermanos Gómez Paquiyauri Vs. Perú, cit., párr. 76, y Caso
Huilca Tecse Vs. Perú. Fondo, Reparaciones y Costas. Sentencia de 3 de marzo de 2005. Serie
C No. 121, párr. 65.
89
Sebastián A. Rey
155. Cf. Corte IDH, Caso Goiburú y otros Vs. Paraguay, cit., párr. 84.
156. Corte IDH, Caso Almonacid Arellano y otros Vs. Chile. Excepciones Preliminares, Fon-
do, Reparaciones y Costas. Sentencia de 26 de septiembre de 2006 Serie C No. 154, párr. 99.
157. Cf. Corte IDH, Caso Tiu Tojín Vs. Guatemala. Fondo, Reparaciones y Costas. Sentencia
de 26 de noviembre de 2008. Serie C No. 190, párr. 91; Caso Anzualdo Castro Vs. Perú. Ex-
cepción Preliminar, Fondo, Reparaciones y Costas. Sentencia de 22 de septiembre de 2009.
Serie C No. 202, párr. 59; Caso Radilla Pacheco Vs. México. Excepciones Preliminares, Fon-
do, Reparaciones y Costas. Sentencia de 23 de noviembre de 2009. Serie C No. 209, párr. 139
y Caso Chitay Nech y otros Vs. Guatemala. Excepciones Preliminares, Fondo, Reparaciones
y Costas. Sentencia de 25 de mayo de 2010. Serie C No. 212, párr. 193.
158. Cf. Corte IDH, Condición Jurídica y Derechos de los Migrantes Indocumentados, cit.,
párr. 101; Caso Yatama Vs. Nicaragua, cit., párr. 184; Caso de la Masacre de Mapiripán Vs.
Colombia. Fondo, Reparaciones y Costas. Sentencia de 15 de septiembre de 2005. Serie C
No. 134, párr. 178; Caso Servellón García y otros Vs. Honduras, cit., párr. 94, y Cançado Trin-
dade, A. A. (1999). Tratado de Derecho Internacional de los Derechos Humanos. Vol. II. Puerto
Alegre: Sergio Fabris S. A., pp. 76-82.
90
Fuentes
159. Cf. Corte IDH, Artículo 55 de la Convención Americana sobre Derechos Humanos,
cit., párr. 54.
160. Cf. Corte IDH, Caso de la Masacre de Pueblo Bello Vs. Colombia. Fondo, Reparaciones
y Costas. Sentencia de 31 de enero de 2006. Serie C No. 140, voto razonado del juez A.
A. Cançado Trindade, párr. 64; Caso López Álvarez Vs. Honduras. Fondo, Reparaciones y
Costas. Sentencia de 1 de febrero de 2006. Serie C No. 141, voto razonado del juez A. A.
Cançado Trindade, párr. 54; Caso Comunidad Indígena Sawhoyamaxa Vs. Paraguay. Fondo,
Reparaciones y Costas. Sentencia de 29 de marzo de 2006. Serie C No. 146, voto razonado
del juez A. A. Cançado Trindade, párr. 36; Caso Trabajadores Cesados del Congreso (Aguado
Alfaro y otros) Vs. Perú. Solicitud de Interpretación de la Sentencia de Excepciones Preli-
minares, Fondo, Reparaciones y Costas. Sentencia de 30 de noviembre de 2007. Serie C No.
174, voto disidente del juez A. A. Cançado Trindade, párrs. 30 y ss., y Caso Del Penal Miguel
Castro Castro Vs. Perú. Interpretación de la Sentencia de Fondo, Reparaciones y Costas.
Sentencia de 2 de agosto de 2008. Serie C No. 181, voto razonado del juez A. A. Cançado
Trindade, párrs. 144 y ss.
161. Corte IDH, Caso Del Penal Miguel Castro Castro Vs. Perú. Interpretación de la Senten-
cia de Fondo, Reparaciones y Costas, cit., voto razonado del juez A. A. Cançado Trindade,
párr. 157.
91
Sebastián A. Rey
el acceso a la justicia constituye una norma de ius cogens que genera obligaciones
erga omnes para los Estados de adoptar medidas para evitar la impunidad, ya
sea a través del ejercicio de su jurisdicción para juzgar y, en su caso, sancionar, o
mediante la colaboración con otros Estados.162
En el ámbito europeo, más allá de los votos de alguno de sus jueces en casos
determinados,163 el Tribunal Europeo de Derechos Humanos ha reconocido la
existencia de solo dos normas de ius cogens: la prohibición del genocidio164 y
la prohibición de la tortura.165
162. Corte IDH, Caso Goiburú y otros Vs. Paraguay, cit., párr. 131, y Caso La Cantuta Vs.
Perú, cit., párr. 160.
163. El juez de Meyer entendió que el objeto y propósito del CEDH no es crear, sino reco-
nocer, derechos que deben ser respetados y protegidos aun en ausencia de instrumentos de
derecho positivo. Por ende, plantea que no pueden admitirse reservas al tratado porque se-
rían incompatibles con el jus cogens, a menos que estén relacionadas con cuestiones relativas
a la implementación de los derechos y no a su contenido sustancial. TEDH, Case of Belilos
v. Switzerland, Merits and Just Satisfaction, 29 April 1988, Court (Plenary), Serie A, no. 132,
concurring opinion of judge de Meyer. Por su parte, el juez Casadevall consideró que las
reglas de procedimiento pertenecen al jus cogens. TEDH, Case of Cañete de Goñi v. Spain,
Merits, 15 October 2002, Court (Fourth Section), Reports 2002-VIII, dissenting opinion of
judge Casadevall joined by judge Strážnická.
164. Cf. TEDH, Case of Jorgic v. Germany, Merits, 12 July 2007, Court (Fifth Section), párr. 68.
165. Cf. TEDH, Case of Demir and Baykara v. Turkey, Merits and Just Satisfaction, 12 No-
vember 2008, Court (Grand Chamber), párr. 73; Ould Dah c. France, Decisión sur la rece-
vabilité de la requête no 13113/03, 17 March 2009, Court (Cinquième Section), punto B;
Mohammed Ramzy v. the Netherlands, Decision as to the admissibility of Application no.
25424/05, 27 May 2008, Court (Third Section), párr. 137; Al-Adsani v. the United Kingdom,
Merits, 21 November 2001, Court (Grand Chamber), Reports 2001-XI, párr. 58, y A. v. the
Netherlands, Decision as to the admissibility of Application no. 4900/06, 17 November 2009,
Court (Third Section), párr. 116.
92
Capítulo 3
Integración y jerarquía
entre el derecho interno y
el derecho internacional
1. Las relaciones entre el derecho
internacional y el derecho interno
[t]ras la filosofía dualista reside como idea dominante la soberanía del Estado
y su impermeabilidad, lo cual es comprensible. Sus progenitores fueron testi-
gos de una realidad distinta de la que conocemos, entonces caracterizada por la
1. Solo a los fines de demostrar que existen otras teorías puede mencionarse, a modo de
ejemplo, la teoría coordinadora propuesta por Verdross durante sus últimos años, que parte
de un monismo en el cual el derecho interno no está subordinado al derecho internacional,
sino que se coordinan sobre la base de normas superiores: el derecho natural. Cf. Pastor
Ridruejo, J. A. (1996), op. cit., p. 195.
95
Sebastián A. Rey
96
Integración y jerarquía entre el derecho interno y el derecho internacional
ocurriría porque la misma Constitución así lo quiso disponer”. Sagüés, N. P. (1998). Mecanis-
mos de incorporación de los tratados internacionales sobre derechos humanos al derecho in-
terno. Jurisprudencia Argentina, Suplemento Especial 80° Aniversario, Buenos Aires, 412 y ss.
8. Corte IDH, Caso “La Última Tentación de Cristo” (Olmedo Bustos y otros) Vs. Chile. Fon-
do, Reparaciones y Costas. Sentencia de 5 de febrero de 2001. Serie C No. 73, párr. 88.
9. Cf. Malarino, E. (2009). Activismo judicial, punitivización y nacionalización: tendencia
antidemocráticas y antiliberales de la CIDH. En D. R. Pastor (dir.), El sistema penal en las
sentencias recientes de los órganos interamericanos de protección de los derechos humanos.
Buenos Aires: Ad-Hoc, p. 50.
10. Cf. CIJ, Applicability of the Obligation to Arbitrate under Section 21 of the United Nations
Headquarters Agreement of 26 June 1947, Advisory Opinion of 26 April 1988, I.C.J. Reports
1988, párr. 57.
11. Cf. CPJI, Interpretation of the Convention Between Greece and Bulgaria Respecting Re-
ciprocal Emigration, Signed at Neuilly-Sur-Seine on November 27th, 1919 (Question of the
“Communities”), Advisory Opinion of July 31, 1930, P.C.I.J., Series B, No. 17, p. 13 y 32; Case
of the Free Zones of Upper Savoy and the District of Gex, Judgement of June 7th, 1932, P.C.I.J.,
Series A/B, No. 46, 1932, p. 167 y Appeal from a Judgment of the Hungaro/Czecoslovak Mixed
Arbitral Tribunal (The Peter Pázmány University), Judgment of 15 December 1933, P.C.I.J.,
Serie A/B, No. 61, 1932, p. 243. Asimismo, el tribunal manifestó que “según los principios
97
Sebastián A. Rey
generalmente admitidos un Estado no puede, con respecto a otro Estado, valerse de las
disposiciones constitucionales de éste, sino únicamente del derecho internacional y de las
obligaciones internacionales debidamente aceptadas [...] A la inversa, un Estado no puede
alegar contra otro Estado su propia Constitución con el fin de eludir obligaciones que le
incumben en virtud del derecho internacional o de tratados en vigencia”. CPJI, Treatment of
Polish Nationals and Other Persons of Polish Origin or Speech in the Danzig Territory, Judge-
ment of 1932, P.C.I.J., Series A/B, No. 44, pp. 24 y 25; Jurisdiction of the Courts of Danzig,
1928, P.C.I.J., Series B, No. 15, pp. 26 y 27. Mutatis mutandi S.S. “Wimbledon”, 1923, P.C.I.J.,
Series A, No. 1, pp. 29 y 30; Greco-Bulgarian “Communities”, 1930, P.C.I.J., Series B, No. 17,
p. 32, Free Zones of Upper Savoy and the District of Gex, 1930, P.C.I.J., Series A, No. 24, p.
12; Exchange of Greek and Turkish Populations, 1925, P.C.I.J., Series B, No. 10, p. 20. Véase
también CIJ, Nottebohm, Preliminary Objection, ICJ Reports 1953, p. 123; Application of the
Convention of 1902 Governing the Guardianship of Infants, ICJ Reports 1958, p. 67; Appli-
cability of the Obligation to Arbitrate under Section 21 of the United Nations Headquarters
Agreement of 26 June 1947, ICJ Reports 1988, párr. 57.
12. Cf. CPJI, Case concerning certain German interests in Polish Upper Silesia, Judgement of
May 25, 1926, P.C.I.J., Series A, No. 7, p. 19.
13. AG. (2001), op. cit., artículo 3, p. 57.
14. Cf. CIJ, Pulp Mills on the River Uruguay (Argentina v. Uruguay), Judgment of 20 April
2010, párr. 121.
98
Integración y jerarquía entre el derecho interno y el derecho internacional
para dejar de proveer recursos internos simples y rápidos y eficaces para dar
aplicación efectiva a las normas internacionales de protección de los derechos
humanos, están incurriendo en una violación adicional de los tratados de dere-
chos humanos en que son partes.15
15. Corte IDH, Caso de la Masacre de Pueblo Bello Vs. Colombia, cit., voto razonado del juez
A. A. Cançado Trindade, párr. 23.
16. Cf. Ruda, J. M. (1989). Nulidad de los Tratados. En Y. Dinstein (ed.), International Law
at a Time of Perplexity. Essays in Honour of Shabtai Rosenne. Dordrecht: Martinus Nijhoff
Publishers, p. 666.
17. Cf. Vinuesa, R. E. (1997). Direct Applicability of Human Rights Conventions within Inter-
nal Legal Order: the Situation in Argentina. En B. Conforti y F. Francioni (eds.), Enforcing In-
ternational Human Rights in Domestic Courts. The Hague: Martinus Nijhoff Publishers, p. 160.
99
Sebastián A. Rey
causal de nulidad existiese, esta ya no podría ser invocada porque habría sido
remediada por la aquiescencia posterior del Estado en cuestión.18
Por otra parte, no toda violación a una norma de derecho interno puede ser
invocada para eludir una obligación convencional. Así, el inciso 2 del artículo 46
de la CVDT establece que “[u]na violación es manifiesta si resulta objetivamente
evidente para cualquier Estado que proceda en la materia conforme a la práctica
usual y de buena fe”.
Esto implica que las normas de derecho interno deben ser notorias, por lo
que se debería esperar que los demás Estados las conociesen.19 Esta posición ha
sido defendida por Verdross, De Visscher y Basdevant y la CDI.20 Para esta últi-
ma, el sentido corriente que se le asigna al término “manifiesto” es suficiente
indicio del carácter objetivo del criterio a ser aplicado.21
18. Cf. Reuter, P., Introduction au droit des traits, p. 167, citado en Sinclair, I. (1984), op. cit.,
p. 171. Esto impediría alegar que los tratados firmados y/o ratificados por gobiernos de
facto no vinculan al Estado argentino, toda vez que pese a violar normas fundamentales del
derecho interno, los gobiernos posteriores consintieron dichos actos, subsanando los vicios
que la firma o ratificación hubieran tenido.
19. Cf. Jennings, R. Y. (1991) Treaties. En M. Bedjaoui (ed.), op. cit., p. 150.
20. Cf. Ruda, J. M. (1989), op. cit., pp. 665 y 666.
21. Cf. Comisión de Derecho Internacional, Reports of the Commission to the General As-
sembly, Document A/6309/Rev.1, part. II, Yearbook of the International Law Commission,
vol. II, 1966, p. 242.
22. Cf. Moncayo, G.; Vinuesa, R. y Gutiérrez Posse, H. D. T. (1994), op. cit., p. 59.
100
Integración y jerarquía entre el derecho interno y el derecho internacional
101
Sebastián A. Rey
26. Cf. Abregú, M. (1997). La aplicación del Derecho internacional de los Derechos Hu-
manos por los tribunales locales: una introducción. En M. Abregú y Ch. Courtis (comps.),
op. cit., p. 11.
27. Cf. Gutiérrez Posse, H. D. T. (2006), op. cit., p. 80.
28. El artículo 116 dispone: “Corresponde a la Corte Suprema y a los tribunales inferiores
de la Nación, el conocimiento y decisión de todas las causas que versen sobre puntos regi-
dos por la Constitución, y por las leyes de la Nación, con la reserva hecha en el inciso 12
del artículo 75: y por los tratados con las naciones extranjeras: de las causas concernientes
a embajadores, ministros públicos y cónsules extranjeros: de las causas de almirantazgo y
jurisdicción marítima: de los asuntos en que la Nación sea parte: de las causas que se susci-
ten entre dos o más provincias; entre una provincia y los vecinos de otra; entre los vecinos
de diferentes provincias; y entre una provincia o sus vecinos, contra un Estado o ciudadano
extranjero”. Por su parte, el artículo 117 establece: “En estos casos la Corte Suprema ejercerá
su jurisdicción por apelación según las reglas y excepciones que prescriba el Congreso; pero
en todos los asuntos concernientes a embajadores, ministros y cónsules extranjeros, y en los
que alguna provincia fuese parte, la ejercerá originaria y exclusivamente”. La autora hace
referencia a los Fallos 19:108; 98:338, 107:395, 139:255, 141:127, 151:285, 175:344, 190:415,
244:255 y 284:28. Pinto, M. (1997), op. cit., p. 80. En igual sentido pueden mencionarse los
precedentes de Fallos 43:321, 176:218 y 316:567.
102
Integración y jerarquía entre el derecho interno y el derecho internacional
29. Cf. CSJN (2009). Delitos de lesa humanidad: Secretaría de Jurisprudencia. Buenos Aires:
Corte Suprema de Justicia de la Nación, p. 1.
30. Cf. CSJN, “Don Juan Marín c. Don Agustín Matienzo”, sentencia de 1° de junio de 1865,
Fallos 2:46.
31. Cf. CSJN, “Don Félix Delfino c. Don Ramón Fernando s/ presa bélica”, sentencia de 26
de enero de 1867, Fallos 4:64.
32. Cf. CSJN, “Avelino Gómez c. Mariano Baudrix s/ ejecución de sentencia dictada en país
extranjero”, sentencia de 10 de junio de 1869, Fallos 7:282.
33. Cf. Abregú, M. y Dulitzky, A. (1994). Las leyes “ex post facto” y la imprescriptibilidad de
los crímenes internacionales como normas de derecho internacional a ser aplicadas en el
derecho interno. Lecciones y Ensayos (60-61), Departamento de Publicaciones de la Facultad
de Derecho de la Universidad de Buenos Aires, Abeledo-Perrot, 143. Los autores destacan
las sentencias sobre cuestiones referentes a inmunidades y privilegios de agentes diplomá-
ticos y consulares (Fallos 19:108; 244:255 y 284:28), sobre la condición jurídica igualitaria
entre los habitantes del país (Fallos 176:218) y sobre amplitud de poderes de guerra del
presidente (Fallos 211:162).
103
Sebastián A. Rey
las leyes particulares de las provincias, las leyes que han regido anteriormente
a la Nación y los principios del derecho de gentes según lo exijan respectiva-
mente los casos que se sujeten a su conocimiento en el orden de prelación que
va establecido.
A partir del análisis de la normativa citada más arriba, Sagüés destaca que
explícitamente la Constitución Nacional reconoce la existencia de delitos in-
ternacionales, que serán aquellos contrarios al derecho de gentes.34
3. Evolución de la jurisprudencia
de la Corte Suprema de Justicia
de la Nación sobre la materia
34. Cf. Sagüés, N. P. (2003). La revisión judicial de las amnistías. Enfoque constitucional
local e internacional. Jurisprudencia Argentina, tomo 2003-II, Buenos Aires, p. 893.
35. CSJN, “Quebrachales Fusionados S.A c. Capitán del Águila”, sentencia de 9 de diciembre
de 1927, Fallos 150:84.
104
Integración y jerarquía entre el derecho interno y el derecho internacional
105
Sebastián A. Rey
propia –eventualidad no incluida y extraña por tanto a las reglas del art. 27–
la cuestión se aparta de aquellos principios generales y coloca a la República
y a su gobierno político, en el trance de cumplir los tratados internacionales
con todo el rigorismo de que puedan estar animados. Y, si por la fuerza de las
circunstancias cambiantes, ha suscripto tratados que pudieran ser o aparecer
opuestos en ciertos puntos concernientes a la guerra con otros celebrados con
anterioridad, es indudable de acuerdo a una conocida regla del propio derecho
internacional, que los de última fecha han suspendido o denunciado implíci-
tamente a los primeros; ese es, por otra parte, un acto de propia soberanía,
que no puede ser enjuiciado de ninguna manera, [añadiendo que] no obstante
la terminología del art. 27 de la Constitución que evidentemente no aparece
como rigiendo para el estado de guerra, todo derecho o garantía individual
reconocida a los extranjeros incluidos en la categoría de beligerantes activos o
pasivos, cede tanto a la suprema seguridad de la Nación como a las estipula-
ciones concertadas con los países aliados a la República.40
40. CSJN, “Merck Química Argentina S.A. c. Nación Argentina”, sentencia de 9 de junio de
1948, Fallos 211:161.
41. CSJN, “Martín y Cía. Ltda. S.A. c. Administración Gral. de Puertos”, sentencia de 6 de
noviembre de 1963, Fallos 257:99, considerando 9.
106
Integración y jerarquía entre el derecho interno y el derecho internacional
42. Ibíd., considerando 6. Este argumento fue reiterado el 29 de marzo de 1988 en la causa
“ESMA” (Fallos 311:401). Asimismo, fue compartido por el ministro Bacqué en “Raffo” en
los siguientes términos: “lo dispuesto en el art. 2 in fine de la Convención contra la tortura
y otros tratos o penas crueles, inhumanos o degradantes (aprobada por la Ley N° 23.338),
en tanto establece que no podrá invocarse una orden de un funcionario superior o de una
autoridad pública como justificación de la tortura, constituye un obstáculo insalvable para
la aplicación de la Ley N° 23.521 en el sub lite. Tal conclusión significa apartarse de lo es-
tablecido por el Tribunal en Fallos 257:99, en donde se dijo que ni el art. 31 ni el 100 de la
Constitución Nacional atribuyen prelación o superioridad a los tratados con las potencias
extranjeras respecto de las leyes válidamente dictadas por el Congreso de la Nación”. CSJN,
“Raffo, José Antonio y otros s/tormentos”, Fallos 311:600, sentencia de 28 de abril de 1988,
disidencia del ministro Bacqué.
43. Ibíd., considerando 8.
44. Cf. CSJN, “Petrolera Argentina Esso S.A. c. Gobierno Nacional”, sentencia de 5 de junio
de 1968, Fallos 271:7, considerando 11.
107
Sebastián A. Rey
de acuerdo con el principio según el cual las normas del derecho internacional
aprobadas por el Poder Legislativo y debidamente ratificadas se incorporaron
como regla al derecho interno siendo aplicables dentro del Estado cuando revis-
ten el carácter de autoejecutorios o autosuficientes.47
45. CSJN, “Cabrera, Washington J. E. c. Comisión Técnica Mixta de Salto Grande”, sentencia
de 5 de diciembre de 1983, Fallos 305:2150, voto de los doctores Gabrielli y Guastavino,
considerando 7.
46. Ibíd., considerando 10.
47. Ibíd., considerando 11.
108
Integración y jerarquía entre el derecho interno y el derecho internacional
el art. 2º de dicho tratado [CADH] es bien claro en el sentido de que los derechos
y libertades mencionados en el artículo precedente –que son todos los que con-
sagra la propia Convención– deben ser específicamente incorporados al derecho
interno de los Estados Partes, en caso de no encontrarse ya garantizados en ellos,
mediante las disposiciones legislativas o de otra índole que deberán adoptarse
con arreglo a los procedimientos constitucionales de cada país. Esta directiva
pone de relieve, en lo concerniente a la materia que nos ocupa, el carácter pre-
dominantemente programático de las cláusulas contenidas en el art. 17 de la
Convención, a las que no cabe atribuir operatividad propia. De no ser así, care-
cería de sentido esta obligación que asumen los Estados que suscriben el tratado
en cuanto a adoptar las disposiciones de derecho interno que se requieran para
efectivizar la tutela de los derechos que en él se enuncian.48
48. CSJN, “Eusebio, Felipe Enrique s/sucesión”, opinión del Procurador General de la Na-
ción, sentencia de 9 de junio de 1987, Fallos 310:1080.
49. CSJN, “Ekmekdjian, Miguel A. c. Neustadt, Bernardo y otros”, sentencia de 1 de diciem-
bre de 1988, Fallos 311:2497, considerando 3. El doctor Belluscio en su voto agregó que
“esta Corte, al contrario de lo propuesto por el recurrente, entendió que la CADH, contiene
normas programáticas cuando el ejercicio efectivo del derecho que se pretende depende de
la adopción de medidas legislativas por parte del orden jurídico interno, de modo que tales
normas no se aplican en jurisdicción nacional mientras no se haya satisfecho ese recaudo,
de acuerdo a los principios generales enunciados por los arts. 1º y 2º de la citada Conven-
ción, así como a la letra de su art. 17, inc. 5º, y al alcance que corresponde asignar al art. 67,
inc. 19, de la Constitución Nacional, y sin que obste a esa conclusión lo establecido en la
Convención de Viena sobre el Derecho de los Tratados, aprobada por la Ley 19.865”. Ibíd.,
voto del doctor Belluscio, considerando 3.
109
Sebastián A. Rey
Alice cuestiona esta afirmación toda vez que, al estar contenido en un tra-
tado internacional válidamente celebrado, el derecho de réplica es una fuente
formal de derecho y, por consiguiente, integra el derecho positivo argentino
porque fue introducido en él por un tratado internacional.50
Una coyuntura política distinta que influyó en el criterio a seguir por la
CSJN –toda vez que sus sentencias, al igual que la de los restantes órganos del
Estado, tienen una importante incidencia política– motivó que cuatro años
después, convirtiera al fallo “Ekmekdjian c. Sofovich” en algo más que un
leading case sobre la materia: un verdadero punto de inflexión.51
La CSJN reiteró su criterio histórico en cuanto a que
50. Cf. Alice, B. L. (1989). Reflexiones en torno a un caso en que se pretendió ejercer el
derecho de réplica. La Ley, tomo 1989-C. Buenos Aires, p. 20.
51. Cf. Abregú, M. (1997), op. cit., p. 13.
52. CSJN, “Ekmekdjian, Miguel A. c. Sofovich, Gerardo y otros”, sentencia de 7 de julio de
1992, Fallos 315:1492, considerando 15.
53. Ibíd., considerando 16.
110
Integración y jerarquía entre el derecho interno y el derecho internacional
la necesaria aplicación del art. 27 de la CVDT impone a los órganos del Estado
argentino asignar primacía al tratado ante un eventual conflicto con cualquier
norma interna contraria o con la omisión de dictar disposiciones que, en sus
efectos, equivalgan al incumplimiento del tratado internacional en los términos
del citado art. 27. Lo expuesto en los considerandos precedentes resulta acorde
con las exigencias de cooperación, armonización e integración internacionales
que la República Argentina reconoce, y previene la eventual responsabilidad del
Estado por los actos de sus órganos internos, cuestión a la que no es ajena la
jurisdicción de esta Corte en cuanto pueda constitucionalmente evitarla. En este
sentido, el tribunal debe velar porque las relaciones exteriores de la Nación no
resulten afectadas a causa de actos u omisiones oriundas del derecho argentino
que, de producir aquel efecto, hacen cuestión federal trascendente.55
cuando la Nación ratifica un tratado que firmó con otro Estado, se obliga inter-
nacionalmente a que sus órganos administrativos y jurisdiccionales lo apliquen
a los supuestos que ese tratado contemple, siempre que contenga descripciones
lo suficientemente concretas de tales supuestos de hechos que hagan posible su
aplicación inmediata.56
111
Sebastián A. Rey
57. Ibíd., voto en disidencia de los doctores Petracchi y Moliné O’ Connor, considerando 10.
58. Ibíd., considerandos 13 y 18.
59. CSJN, “Servini de Cubria, María R. s/ amparo”, sentencia de 8 de septiembre de 1992,
Fallos 315:1943, voto del doctor Boggiano, considerando 12.
112
Integración y jerarquía entre el derecho interno y el derecho internacional
nal, porque mediante una ley se podría derogar el acto complejo federal de la
celebración de un tratado […] Este precepto impone a los órganos del Estado
argentino asignar primacía al tratado ante un eventual conflicto con cualquier
norma de una ley interna contraria o con la omisión de dictar disposiciones
que, en sus efectos, equivalgan al incumplimiento del tratado internacional en
los términos del citado artículo.
impone a los órganos del Estado argentino –una vez asegurados los principios
de derecho público constitucionales– asignar primacía a los tratados ante un
eventual conflicto con cualquier norma interna contraria. Esta conclusión resul-
ta la más acorde a las presentes exigencias de cooperación, armonización e inte-
gración internacionales que la República Argentina ha hecho propias y elimina
la eventual responsabilidad del Estado por los actos de sus órganos internos.60
Por otra parte, el fallo “Cafés La Virginia S. A.” fue la última manifestación
de la jurisprudencia de la CSJN con respecto a la relación entre el derecho
internacional y el derecho interno motivado en la jerarquía constitucional
existente con anterioridad a la reforma constitucional de 1994.61
Allí se resolvió que
[l]a aplicación por los órganos del Estado de una norma interna [una resolución
ministerial] que transgrede un tratado –además de constituir el incumplimiento
de una obligación internacional– vulnera el principio de la supremacía de los
tratados internacionales sobre las leyes internas.62
60. CSJN, “Fibraca Constructora S.C.A. c. Comisión Técnica Mixta Salto Grande”, sentencia
de 7 de julio de 1993, Fallos 316:1669, considerando 3.
61. Ello obedece a que al momento de dictarse la sentencia pese a hallarse en vigencia la refor-
ma constitucional sancionada el 22 de agosto de 1994, el caso está regido por el texto anterior
a dicha reforma en razón del momento en que ocurrieron los hechos relevantes de la litis.
62. CSJN, “Cafés La Virginia S. A. s/apelación (por denegación de repetición)”, sentencia de
113
Sebastián A. Rey
[f]irmad tratados con el extranjero en que deis garantías de que sus derechos
naturales de propiedad, de libertad civil, de seguridad, de adquisición y trán-
sito, les serán respetados. Esos tratados serán la parte más bella de la Consti-
tución; la parte exterior, que es la llave del progreso de estos países, llamados a
recibir su acrecentamiento de fuera [...] Cada tratado será un ancla de estabili-
dad puesta a la Constitución [...] En cuanto a su observancia, debe ser fiel por
nuestra parte para quitar pretextos de ser infiel al fuerte.63
[a]sí como en 1853 se consideró inviable redactar una Constitución que igno-
rara los postulados del naciente liberalismo político, las doctrinas surgidas de la
Revolución Francesa, o del proceso que llevó a la emancipación de las colonias
británicas de América del Norte; en el inicio del siglo XXI es inviable pensar el
derecho constitucional ignorando, por caso, el desarrollo progresivo del derecho
internacional de los derechos humanos o de los procesos supranacionales de
integración regional. Aquellos que en 1994 llevaron adelante la labor de actuali-
zar los contenidos de nuestra Constitución Nacional, fueron plenamente cons-
114
Integración y jerarquía entre el derecho interno y el derecho internacional
De ello se colige que los Estados se encuentran obligados por las disposi-
ciones de los tratados sobre derechos humanos sin importar el lugar que le
asignan en su ordenamiento interno.
En el caso argentino, en 1994 se optó por el método de la “constituciona-
lización” de ciertos documentos internacionales de derechos humanos, asig-
nándoles rango constitucional por voluntad del constituyente, quien así los
reconoció también como derecho local supremo. En este caso, señala Sagüés,
“tales derechos prevalecen sobre el resto del ordenamiento jurídico nacional
subconstitucional”.67
En efecto, el artículo 75 en su inciso 22 dispone que
115
Sebastián A. Rey
68. Carnota, W. F. (febrero 2006). El rol de la Corte Suprema de Justicia Argentina en la redefini-
ción de los derechos fundamentales. (Ponencia) Congreso Internacional de Derecho Constitu-
cional. México DF, p. 4. Recuperado de http://www.circulodoxa.org/documentos.htm
69. Bidart Campos, G. J. (1998), op. cit., p. 372.
116
Integración y jerarquía entre el derecho interno y el derecho internacional
complemento es lo que hace falta agregar a una cosa para que quede completa,
pero no lo que se ubica en un plano secundario respecto de otro superior. Para
nada hemos de imaginar que el nivel de lo complementario es inferior al nivel
de aquello a lo que se complementa.73
70. Cf. Bidart Campos, G. J. (1995). Tratado Elemental de Derecho Constitucional Argentino,
tomo VI. Buenos Aires: Ediar, p. 556.
71. Cf. Bidart Campos, G. J. (1997). El artículo 75, inciso 22, de la Constitución Nacional. En
M. Abregú y Ch. Courtis (comps.), op. cit., p. 86.
72. Cf. Pinto, M. (2006). El valor jurídico de las decisiones de los órganos de control en materia
de derechos humanos en la jurisprudencia de la Corte Suprema de Justicia. En V. Abramovich;
A. Bovino y Ch. Courtis (comps.), La aplicación de los tratados sobre derechos humanos en el
ámbito local. La experiencia de una década. Buenos Aires: Editores Del Puerto, p. 124.
73. Bidart Campos, G. J. (1997), op. cit., p. 87.
74. Bidart Campos, G. J. (1996). El Derecho Constitucional Humanitario. Buenos Aires:
Ediar, p. 28.
117
Sebastián A. Rey
como órgano supremo de uno de los poderes del Gobierno Federal, le corres-
ponde –en la medida de su jurisdicción– aplicar los tratados internacionales a
que el país está vinculado […] ya que lo contrario podría implicar responsabili-
dad de la Nación frente a la comunidad internacional.77
118
Integración y jerarquía entre el derecho interno y el derecho internacional
ha sido establecida por voluntad expresa del constituyente, “en las condiciones
de su vigencia” –art. 75, inc. 22, párr. 2°–, esto es, tal como la Convención citada
efectivamente rige en el ámbito internacional y considerando particularmente
su efectiva aplicación jurisprudencial por los tribunales internacionales compe-
tentes para su interpretación y aplicación.78
119
Sebastián A. Rey
cuanto veda la admisibilidad del recurso de casación contra las sentencias de los
tribunales en lo criminal en razón del monto de la pena.81
81. CSJN, “Giroldi, Horacio David y otro s/ recurso de casación”, cit., considerando 10.
82. CSJN, “Chocobar, Sixto C. c. Caja Nac. de Prev. para el Personal del Estado y Servicios
Públicos”, sentencia de 27 de diciembre de 1996, Fallos 319:3241, considerando 12.
83. Cf. CSJN, “Monges, Analía M. c. Universidad de Buenos Aires”, sentencia de 26 de di-
ciembre de 1996, Fallos 319:3148, considerando 20. En igual sentido ver, inter alia, Fallos
321:885 (voto de los Dres. Moliné O’Connor y Boggiano), Fallos 321:2314 (disidencia del
Dr. Boggiano), Fallos 321:2637 (voto de los Dres. Nazareno, Moliné O’Connor, López y Váz-
quez), Fallos 324:975 (voto de los Dres. Moliné O’Connor y López y de los Dres. Boggiano
y Vázquez), Fallos 324:2895 (voto de los Dres. Nazareno, Moliné O’Connor y López), Fallos
324:3143 (voto del Dr. Boggiano), Fallos 324:4433 (voto de los Dres. Nazareno, Moliné
O’Connor y López), Fallos 325:524 y Fallos 327:5668 (voto del Dr. Boggiano).
84. Ibíd., considerando 21.
120
Integración y jerarquía entre el derecho interno y el derecho internacional
reforma que subsistía, con las normas de derechos humanos que se incorpo-
raban a la Constitución complementándola, es definitivo, por lo que “[e]scapa
a cualquier contralor o revisión constitucional”.85
Además, la CSJN sostuvo que “las cláusulas constitucionales y las de los
tratados tienen la misma jerarquía, son complementarias y, por lo tanto, no
pueden desplazarse o destruirse recíprocamente”,86 debiendo el Estado “velar
porque las normas internas no contradigan la norma del tratado internacio-
nal con jerarquía constitucional”.87
En virtud de esta interpretación, Gelli considera que “no cabría a los ma-
gistrados judiciales más que armonizar ambas fuentes –Constitución y trata-
dos– en los casos concretos”.88 Sagüés, por su parte, menciona que “entre las
múltiples posibilidades exegéticas que puede brindar una norma constitucio-
nal, el aplicador de ella debe preferir la alternativa que adecue la Constitución
al tratado, y no la que la oponga”.89
Similar posición sostiene Pizzolo:
85. Moncayo, G. R. (1997). Criterios para la aplicación de las normas internacionales que
resguardan los derechos humanos en el derecho argentino. En M. Abregú y Ch. Courtis
(comps.), op. cit., p. 99. Una posición diferente tenía Colautti para quien “[e]ste cotejo o
comprobación no surge de ninguna de las exposiciones que se realizaron en la Convención
Reformadora. Es más […] la gran mayoría de los convencionales no estaban interiorizados
del texto de los documentos incorporados”. Colautti, C. E. (1999). Los Tratados Internacio-
nales y la Constitución Nacional. Buenos Aires: La Ley, pp. 76 y 77. En igual sentido, Rosatti
–que se desempeñó como convencional constituyente– niega que ese control se hubiera
realizado. Cf. Rosatti, H. (2013). Derechos humanos en la jurisprudencia de la Corte Suprema
de Justicia de la Nación (2003-2013). Santa Fe: Rubinzal Culzoni, p. 96 y Rosatti, H. (13 de
febrero de 2012). El llamado “control de convencionalidad” y el “control de constitucionali-
dad” en la Argentina. La Ley, Suplemento de Derecho Constitucional, p. 2.
86. CSJN, “Monges, Analía M. c. Universidad de Buenos Aires”, Ibíd., considerando 22.
87. Ibíd., considerando 18.
88. Gelli, M. A. (2004). El alcance de la irretroactividad penal y las fuentes del ordenamiento
jurídico en el caso “Arancibia Clavel”. La Ley, Suplemento del 10 de noviembre, p. 13.
89. Sagüés, N. P. (1998), op. cit., p. 412 y ss. Es criterio de la CSJN que “[l]a hermenéutica
de la Constitución no debe efectuarse jamás de modo tal que queden frente a frente los
derechos y deberes enumerados para que se destruyan recíprocamente, sino que debe pro-
curarse su armonía dentro del espíritu que les dio vida”. CSJN, “Bertinotti, Carlos c. Estado
Nacional”, sentencia de 6 de octubre de 1992, Fallos 317:1908.
121
Sebastián A. Rey
122
Integración y jerarquía entre el derecho interno y el derecho internacional
cho se base sobre la tipificación delictiva asignada por una ley posterior a su
producción; o que se desconozca el derecho de defensa en juicio; o que la ley
penal sea retroactiva; o que los delitos puedan ser tipificados por normas que
no sean leyes; o que una persona puede ser obligada a hacer lo que no manda
la ley o privada de lo que ella no prohíbe; que los principios, garantías y dere-
chos reconocidos por la Constitución no pueden ser alterados por las normas
reglamentarias; que los tratados internacionales puedan celebrarse al margen
de los principios de derecho público establecidos en la Constitución; que la
Constitución se puede reformar por un procedimiento diferente al impuesto
por su art. 30; que se puedan incorporar derechos o garantías prescindiendo
del principio de soberanía y de la forma republicana de gobierno; que la Cons-
titución no es la ley fundamental o que está equiparada a otras normas dicta-
das al margen del mecanismo de su art. 30; o que la Corte Suprema de Justicia
no es el máximo tribunal Judicial; o que los tratados puedan desconocer la
supremacía constitucional.92
92. Badeni, G. (2005). El caso “Simón” y la supremacía constitucional. La Ley, tomo 2005-D.
Buenos Aires, pp. 641 y 642.
93. Ekmekdjian, M. A. (1999). El control de constitucionalidad de la reforma constitucional.
La Ley, tomo 1999-F. Buenos Aires, p. 128.
94. Ferreyra, R. G. (2007). Reforma constitucional y control de constitucionalidad. Límites a
la judiciabilidad de la enmienda. México DF: Porrúa, p. 215.
95. Ibíd., pp. 221 y 222.
123
Sebastián A. Rey
preguntaba por qué razones un cuerpo que no es elegido por el pueblo les
dice a sus representantes –el poder constituido– que no pueden gobernar del
modo que ellos desean.96
Parafraseando a Ackerman y Gargarella, parecería que los derechos de-
berían ser, en última instancia, definidos por el pueblo a través de los repre-
sentantes que eligió para ejercer el poder constituyente y no por un grupo de
jueces-filósofos, quienes al ejercer el control de constitucionalidad plantean
serias dificultades al respeto del principio mayoritario.97
Asimismo, la interpretación que sostiene que los tratados de derechos hu-
manos que adquirieron jerarquía constitucional con posterioridad al año 1994
pudieron derogar normas de la primera parte de la Constitución, en cuyo caso
prevalecen las cláusulas de la Constitución por sobre la de los tratados, com-
partida por “una minoría de la comunidad interpretativa argentina que ha
permanecido refractaria y renuente a estas transformaciones, enancada en las
perimidas banderas de la ‘resistencia del orden internacional’ y del ‘patriotismo
constitucional’”, como sostiene Carnota,98 debe ser desechada pues disuelve la
jerarquía constitucional de dichos tratados hasta hacerla desaparecer.99
Para continuar con el análisis de las relaciones entre el derecho internacional
y el derecho interno con posterioridad a la reforma de 1994, en “Priebke” la
CSJN analizó el pedido de extradición solicitado por la República de Italia con
el fin de someter a este militar alemán a proceso por su posible participación
en el hecho conocido como “la Matanza de las Fosas Ardeatinas” ocurrido el 24
de marzo de 1944, en el cual habrían perdido la vida 335 ciudadanos italianos.
La mayoría del Tribunal, conformada por los jueces Fayt, Boggiano y
López, consideró que, si bien no se estaba prima facie ante un caso de ge-
96. Cf. Ely, J. H. (1980). Democracy and Distrust. Cambridge: Harvard University Press, p. 45.
97. Cf. Ackerman, B., Constitutional Politics/Constituttional Law y Gargarella, R., Los dere-
chos fundamentales, citados por Ferreyra, R. G. (2007), op. cit., pp. 310 y 588. En este sentido,
dicho autor propone, de constitutione ferenda, que en caso de que la CSJN declarase la incon-
stitucionalidad de una reforma, “debería comunicar dicha decisión al Congreso que final-
mente convocaría a consulta popular vinculante a los fines de definir la cuestión”. Ibíd., p. 582.
98. Cf. Carnota, W. F. (2006), op. cit., p. 3.
99. Cf. Gelli, M. A. (2004), op. cit., p. 13.
124
Integración y jerarquía entre el derecho interno y el derecho internacional
nocidio, los asesinatos de civiles y prisioneros de guerra por los que era
100
100. Cf. CSJN, “Priebke, Erich s/ solicitud de extradición –causa N° 16.063/94–”, sentencia
de 2 de noviembre de 1995, Fallos 318:2148, considerando 2.
101. Ibíd., considerando 5.
102. Ibíd., voto de los doctores Nazareno y Moliné O’Connor, considerando 43.
103. Ibíd., considerando 28 y voto del Doctor Bossert, considerando 49. En igual sentido ver
Gutiérrez Posse, H. D. T. (2006), op. cit., p. 21.
104. Ibíd., considerandos 39 y 51, respectivamente.
105. Bidart Campos G. (23 de agosto de 2000). La persecución penal universal de los delitos
de lesa humanidad. La Ley, p. 1.
125
Sebastián A. Rey
futuro”,106 por lo que “los delitos iuris gentium no tienen ni pueden tener con-
tornos precisos. Su listado y tipología es forzosamente mutable, en función de
las realidades y de los cambios operados en la conciencia jurídica prevalecien-
te”.107 En efecto, en 1853 el constituyente originario solo tenía en mente al mo-
mento de redactar la norma fundamental a la esclavitud y la piratería como
aquellos delitos que rechazaba el derecho de gentes en zonas de jurisdicción
penal internacional. Sin embargo, Gil Domínguez agrega que
[e]l artículo 18 de la Constitución nació junto con el artículo 102, actual 118.
Desde los albores de nuestra normatividad constitucional, la garantía de la ley
penal previa al hecho del proceso estuvo complementada por los principios del
derecho de gentes. Los padres fundadores establecieron un enunciado normati-
vo abierto que permitiera alojar en el transcurso del tiempo los distintos delitos
o principios que fueran surgiendo en el derecho de gentes.108
toda vez que tanto el Código Penal como el Código de Justicia Militar, no con-
templan en toda su dimensión el hecho por el que Priebke es requerido, sus nor-
mas sobre la materia no son aplicables al caso ni siquiera por reenvío de aquéllos
a estas últimas,109
106. Sagüés, N. P. (1998). Los delitos “contra el derecho de gentes” en la Constitución Argen-
tina. El Derecho, tomo 146. Buenos Aires, p. 939.
107. Ibíd., p. 938.
108. Gil Domínguez, A. (2004). Constitución y derechos humanos. Las normas del olvido en
la República Argentina. Buenos Aires: Ediar, p. 131.
109. CSJN, “Priebke, Erich s/ solicitud de extradición –causa N° 16.063/94–”, cit., voto del
doctor Bossert, considerando 72.
126
Integración y jerarquía entre el derecho interno y el derecho internacional
127
Sebastián A. Rey
128
Integración y jerarquía entre el derecho interno y el derecho internacional
para la época en que fueron ejecutados, los hechos investigados eran consi-
derados crímenes contra la humanidad por el derecho internacional de los
derechos humanos vinculante para el Estado argentino; de ello se deriva como
lógica consecuencia la inexorabilidad de su juzgamiento y su consiguiente im-
prescriptibilidad.119
129
Sebastián A. Rey
Por ello, el magistrado consideró que “no es dable adoptar una hermenéu-
tica asaz dogmática del art. 27 de la Constitución Nacional con prescindencia
de las valoraciones históricas que obligan a tomar en cuenta los nuevos desa-
rrollos del derecho internacional”.122
En igual sentido, sostuvo que
130
Integración y jerarquía entre el derecho interno y el derecho internacional
sin perjuicio, claro está, de las facultades de los diversos Estados nacionales de
establecer y definir los delitos castigados por aquel derecho.126
Por ende, consideró que en los casos en que queda comprometida la digni-
dad humana de las personas
Lo expuesto
en modo alguno implica desconocer el principio nullum crimen sine lege, por
cuanto la conducta materia de juzgamiento, al momento de los hechos, no solo
estaba prevista en el derecho internacional –incorporada mediante el artículo
118 de la Constitución Nacional–, sino que también constituía un delito para el
código penal argentino.128
El fallo “Arancibia Clavel” contó con las disidencias de los jueces Belluscio
y Fayt. Para el primero, el principio de imprescriptibilidad ostentaba rango
constitucional al momento de dictar sentencia, mas no al momento de la co-
misión del delito, por lo que al
131
Sebastián A. Rey
132
Integración y jerarquía entre el derecho interno y el derecho internacional
134. En este sentido, resulta curioso que a la posición que sostiene que el derecho interna-
cional prevalece sobre el derecho interno de un Estado, principio básico del derecho in-
ternacional codificado en la CVDT, Fayt la denomina “monismo en su concepción más
extrema”. cit., considerando 26.
135. Ibíd., disidencia doctor Fayt, considerando 15.
136. Ibíd., considerando 16. El presunto argumento antiimperialista del magistrado choca
con la ideología claramente liberal que se desprende de sus votos a lo largo de los más de 25
años de ejercicio de la magistratura como juez de la CSJN.
137. Cf. Rawls, J. (1998), op. cit., p. 53.
138. Cf. CSJN, “Arancibia Clavel, Enrique L. y otros s/ asociación ilícita, intimidación públi-
ca y daño y homicidio agravado –causa N° 1516/93-B–”, cit., considerando 19.
133
Sebastián A. Rey
ción compartida tanto por la doctrina,139 como por la Corte IDH al analizar el
principio de legalidad en el marco de la CADH.
Con respecto a la creación de una norma consuetudinaria que consagra el
principio de imprescriptibilidad de los crímenes contra la humanidad, el ma-
gistrado entendió que en el momento en que la Asamblea General de la ONU
adoptó el 3 de diciembre de 1973 la Resolución 3074 (XXVIII) –“Principios de
cooperación internacional en la identificación, detención, extradición y castigo
de los culpables de crímenes de guerra o de crímenes de lesa humanidad”–
134
Integración y jerarquía entre el derecho interno y el derecho internacional
con el deber de garantía descrito deba aplicarse una norma que vulnere el
principio de legalidad”.142 La realidad es que el tribunal interamericano nunca
pronunciará dicha frase debido a que para la Corte IDH la persecución de las
violaciones de derechos humanos cometidas en las décadas de 1970 y 1980
en los Estados americanos no vulnera el principio de legalidad. La norma
imperativa que prohibía la comisión de delitos contra la humanidad ya se
encontraba reconocida en el derecho interno y el derecho internacional.
Ante esta afirmación, D’Alessio sostenía que “un pobre particular no com-
prendería el contenido de una norma de ius cogens y, por lo tanto, de las con-
ductas por ésta prohibidas, por lo que no podría motivar sus conductas”.143
Al respecto, debo enfatizar que el catálogo de conductas penalmente re-
levantes se ha transformado en algo tan amplio debido a la inflación penal
que quedan pocos comportamientos que, de uno u otro modo, no puedan ser
criminalizados.144 Por ende,
142. Ibíd., considerando 34. En efecto, para el magistrado la aplicación de la costumbre inter-
nacional contrariaría las exigencias de que la ley penal deba ser certa –exhaustiva y no gene-
ral–, stricta –no analógica– y scripta –no consuetudinaria–. cit., considerando 42.
143. D’Alessio, A. J. (2008). Los delitos de lesa humanidad. Buenos Aires: Abeledo-Perrot,
pp. 58 y 59.
144. Cf. Bovino, A. (1998). Problemas del derecho procesal penal contemporáneo. Buenos
Aires: Editores del Puerto, p. 74.
145. Borea Odría, A. (1995). El poder judicial como garante para evitar la impunidad. En A.
A. Cançado Trindade y L. González Volio (comps.), Estudios básicos de derechos humanos,
tomo II. San José: IIDH, p. 514.
135
Sebastián A. Rey
jurídico que busca proteger. De ello se colige que toda persona sabe y sabrá
siempre que estas conductas están prohibidas puesto que son prohibiciones
respecto a la tutela de bienes jurídicos fundamentales.146
Por último, los argumentos esgrimidos por Fayt pueden ser contestados a
partir de lo afirmado por Boggiano en su voto. Además, implican una clara
contradicción con la posición del magistrado in re “Petric Domagoj” donde
sostuvo que el artículo 14 de la CADH era operativo
sobre la base de considerar que cuando la Nación ratifica un tratado que firmó
con otro Estado, se obliga internacionalmente a que sus órganos administrativos
y jurisdiccionales lo apliquen a los supuestos que ese tratado contemple, siempre
que contenga descripciones lo suficientemente concretas de tales supuestos de
hecho que hagan posible su aplicación inmediata. Ahora bien, los inconvenien-
tes interpretativos que pudieran haber existido en torno de la compatibilización
de las previsiones de la convención con las normas de nuestro ordenamiento
han sido definitivamente zanjados en razón de la modificación introducida en el
art. 75, inc. 22 de la Ley Fundamental.147
146. Distinta sería la situación en el caso de tipos delictivos vinculados con espacios tradi-
cionalmente regulados por otras ramas del derecho o libres de control y muchas veces sin
que exista siquiera lesividad. Cf. Bigliani, P. y Costanzo, M. (2001). El olvido de la legalidad.
Un análisis del principio de legalidad a través de la “inflación penal” y sus consecuencias. En
E. Hendler (comp.), Las garantías penales y procesales. Enfoque histórico-comparado. Buenos
Aires: Editores del Puerto, p. 335.
147. CSJN, “Petric Domagoj, Antonio c/Diario Página 12”, sentencia de 16 de abril de 1998,
Fallos 321:885, voto del doctor Fayt, considerando 11.
148. CSJN, “Calvete, Benjamín”, sentencia de 19 de septiembre de 1864, Fallos 1:297.
136
Integración y jerarquía entre el derecho interno y el derecho internacional
no podríamos darle aplicación a la última parte del artículo 118 y de esa forma
no dejaríamos a todas las normas con “valor y efecto”.149
Por lo tanto, estos autores sugieren que en materia de delitos cometidos con-
tra el derecho de gentes o, más correctamente, crímenes contra la humanidad,
pueden ser relativizados los contornos del artículo 18 para adecuarlo a las previ-
siones del derecho internacional penal,150 debiendo aplicarse sustancialmente el
derecho internacional y recurriendo al derecho interno solo en los aspectos no
legislados por la normativa internacional. Además, afirman que esta
137
Sebastián A. Rey
154. Cf. CSJN, “Simón, Julio Héctor y otros”, sentencia de 14 de junio de 2005, Fallos 328:2056,
voto del juez Petracchi, considerando 34.
155. Guembe, M. J. (2006). Obligación de investigar y sancionar graves violaciones a los
derechos humanos. En V. Abramovich; A. Bovino y Ch. Courtis (comps.), op. cit., p. 439.
En este sentido, el juez Maqueda sostuvo que “la declaración de nulidad de las Leyes de
Obediencia Debida y de Punto Final encuentra sustento en la interpretación de la Consti-
tución Nacional y de los Tratados de Derechos Humanos que ha efectuado el Congreso de
la Nación […] en su condición de poder constituido alcanzado por las obligaciones nacidas
a la luz de los tratados y jurisprudencia internacional en la materia, estando en juego la
eventual responsabilidad del Estado argentino y con el fin último de dar vigencia efectiva a
la Constitución Nacional, ha considerado oportuno asumir la responsabilidad institucional
de remover los obstáculos para hacer posible la justiciabilidad plena en materia de delitos de
lesa humanidad, preservando para el Poder Judicial el conocimiento de los casos concretos
138
Integración y jerarquía entre el derecho interno y el derecho internacional
como una suerte de mensaje o directriz del Poder Legislativo hacia el Judicial
acerca de cómo este último debería resolver la validez constitucional intrínseca
de las Leyes de Punto Final y Obediencia Debida, porque tal especie de presión
importaría una inaceptable interferencia del Congreso sobre la judicatura.156
Por otra parte, mientras Gordillo considera que al declarar a las Leyes N°
23.492 y 23.521 “insanablemente nulas”, el Congreso no anuló la ley, que no
utiliza un lenguaje anulatorio sino un lenguaje formal y técnico correctamen-
te declarativo,157 para Sagüés, de los antecedentes en ambas Cámaras se des-
prende la intención de darle una operatividad jurídica inmediata, efectiva-
mente nulificatoria de las leyes a que alude, con las consecuencias procesales
de imaginar respecto al castigo de los delitos otrora amnistiados.158
Dentro de la CSJN, la amplia mayoría del Tribunal consideró que no es
legítimo asignarle efectos nulificantes a una ley del Congreso Nacional que
declare la nulidad o inconstitucionalidad de otras normas.159 Una postura dis-
tinta adoptaron Zaffaroni y Lorenzetti,160 para quienes la sanción de la Ley
N° 25.779 “permiti[ó] la unidad de criterio en todo el territorio y en todas la
competencias, resolviendo las dificultades que podía generar la diferencia de
criterios en el sistema de control difuso de constitucionalidad que nos rige”.161
En este contexto, veinte años después la CSJN tuvo que pronunciarse otra
vez sobre la constitucionalidad de las leyes de impunidad al analizar la decla-
ración de invalidez de las Leyes N° 23.492 y 23.521.
y los eventuales efectos de la ley sancionada”. CSJN, “Simón, Julio Héctor y otros”, cit., voto
del juez Maqueda, considerando 21.
156. Sagüés, N. P. (2005). Sobre la “derogación” y “anulación” de leyes por el Poder Legisla-
tivo, La Ley, tomo 2005-A, p. 524.
157. Cf. Gordillo, A. (2003). Decláranse insanablemente nulas las leyes 23.492 y 23.521. La
Ley, tomo 2003-E, p. 1506.
158. Cf. Sagüés, N. P. (2005), op. cit., pp. 523 y 524.
159. Cf. Folgueiro, H. L. (2006). Inconstitucionalidad de las Leyes de “Punto Final” y “Obe-
diencia Debida”. Notas al fallo “Simón” de la Corte Suprema de Justicia de la Nación. En AA.
VV., op. cit., p. 109.
160. Cf. Pizzolo, C. (2005), op. cit., p. 527.
161. CSJN, “Simón, Julio Héctor y otros”, cit., votos de los jueces Zaffaroni y Lorenzetti,
considerandos 36 y 29, respectivamente
139
Sebastián A. Rey
162. Cf. Folgueiro, H. L. (2006), op. cit., p. 67. En igual sentido, Manili aprecia “una nueva
práctica de la Corte, que consiste en dictar –cada vez más asiduamente– nueve votos dis-
tintos que, en algunos casos, difieren en unos pocos considerandos unos de otros, que fácil-
mente podrían haber sido armonizados en un acuerdo. Los fallos de la Corte ya no reflejan
el acuerdo entre jueces, sino que cada uno prefiere redactar su propio voto. Pareciera que, en
vez de haber una Corte (como establece el art. 116, CN), el Máximo Tribunal se ha dividido
en nueve salas, que trabajan en paralelo, pero no en conjunto”. Manili, P. L. (2005). Primeras
reflexiones sobre el fallo “Simón”: Una disidencia ajustada a derecho. La Ley, tomo 2005-F,
p. 16. Asimismo, como advierte Sagüés, “mientras la Corte exige cada vez más a los tribu-
nales inferiores esa coincidencia de argumentación en los votos que conforman la decisión
que adopta la mayoría, ella misma no siempre cumple con tal directriz”. Sagüés, N. (1992).
Recurso Extraordinario. Buenos Aires: Astrea, p. 259.
163. Cf. CSJN, “Simón, Julio Héctor y otros”, cit., voto del juez Petracchi, considerando 12.
164. Ibíd., considerando 14.
140
Integración y jerarquía entre el derecho interno y el derecho internacional
con cualquiera, siempre que se cumpla el requisito de que sea una norma de
carácter general,165 el magistrado consideró que
Debe recordarse que décadas atrás la CSJN ya había señalado que las am-
nistías no procedían respecto a los delitos previstos por el artículo 29 de la
Constitución Nacional ni a los crímenes “atroces”,167 a lo que debería añadirse
que el artículo 118 de la norma fundamental fija un nuevo límite a la posibili-
dad de amnistiar crímenes contra el derecho de gentes.
Por lo expuesto, concluyó que el Caso Barrios Altos Vs. Perú “estableció
severos límites a la facultad del Congreso para amnistiar, que le impiden in-
cluir hechos como los alcanzados por las Leyes de Punto Final y Obediencia
Debida”.168 En otras palabras, la sujeción del Estado argentino a la jurisdicción
interamericana hace que, a fin de dar cumplimiento a los tratados internacio-
nales en materia de derechos humanos, la supresión de las leyes de impunidad
resulte impostergable, no pudiendo derivarse de ellas obstáculo normativo
alguno para la persecución de quienes cometieron graves violaciones de dere-
chos humanos, quienes tampoco podrán invocar ni la prohibición de retroac-
tividad de la ley penal más grave ni la cosa juzgada.169
Por su parte, el juez Boggiano reiteró su criterio –compartido por el Tri-
bunal en varios casos– de que tanto los convencionales de 1994 como el
Congreso Nacional cuando confirieron jerarquía constitucional a un trata-
do realizaron un juicio constituyente, por autorización de la Constitución
misma, según el cual, estatuyen que el tratado no solo es arreglado a los
165. Cf. Sagüés, N. P. (2003). La revisión judicial de las amnistías. Enfoque constitucional
local e internacional. Jurisprudencia Argentina, tomo 2003-II, p. 891.
166. CSJN, “Simón, Julio Héctor y otros”, cit., voto del juez Petracchi, considerando 16.
167. Sagüés, N. P. (2003), op. cit., p. 892.
168. CSJN, “Simón, Julio Héctor y otros”, cit., considerando 26.
169. Ibíd., considerando 31.
141
Sebastián A. Rey
142
Integración y jerarquía entre el derecho interno y el derecho internacional
143
Sebastián A. Rey
las conductas investigadas no solo eran crímenes para la ley internacional y para
tratados suscriptos por la República Argentina (PIDCP y CADH) sino que nues-
tro código preveía una clara descripción de la conducta así como su respectiva
sanción, lo que implica preservar debidamente el principio de legalidad.183
144
Integración y jerarquía entre el derecho interno y el derecho internacional
145
Sebastián A. Rey
tanto con el derecho internacional de los derechos humanos que forma par-
te de nuestra Constitución Nacional cuanto de las normas de nuestro orden
interno. Como lógica conclusión, puede afirmarse entonces que el Congreso
Nacional no se encontraba habilitado para dictar tales normas y que al hacerlo
ha vulnerado no solo principios constitucionales sino también los tratados in-
ternacionales de derechos humanos, generando un sistema de impunidad con
relación a delitos considerados como crímenes de lesa humanidad, del que se
deriva la posibilidad cierta y concreta de generar responsabilidad internacio-
nal para el Estado argentino.189
146
Integración y jerarquía entre el derecho interno y el derecho internacional
cuando se trata de procesos penales por delitos de lesa humanidad, las personas
imputadas no pueden oponerse a la investigación de la verdad y al juzgamiento
de los responsables a través de excepciones perentorias, salvo cuando el juicio
sea de imposible realización (muerte del acusado), o ya se haya dictado una sen-
tencia de absolución o condena (cosa juzgada).194
a todo evento, de ningún efecto las leyes 23.492 y 23.521 y cualquier acto fun-
dado en ellas que pueda oponerse al avance de los procesos que se instruyan, o
147
Sebastián A. Rey
La sentencia contó con una única disidencia: la del juez Fayt, quien a lo
largo de su voto defendió la tesis que prohíbe cualquier interpretación que
implique hacer prevalecer al derecho internacional sobre el derecho interno.
El magistrado consideró que
148
Integración y jerarquía entre el derecho interno y el derecho internacional
una crítica que puede hacerse a la gran mayoría de los jueces argentinos que
aplican el derecho internacional o se refieren al derecho internacional consuetu-
dinario sin acompañar un intento de demostrar la existencia de dichas normas.
Una de las primeras contradicciones que aparecen en el voto del magistra-
do se relaciona con el contenido que asigna al artículo 27 de la Constitución
Nacional, porque, en primer término, evaluó que
[e]s nula toda cláusula contenida en un tratado que importe un avance sobre
esta prescripción constitucional, porque ni el Congreso ni el Poder Ejecutivo, ni
ningún tribunal representativo de los poderes públicos de la Nación, tiene el de-
recho o la facultad para comprometer los preceptos que afectan a la soberanía,199
199. Ibíd., considerando 46. Esta es la posición que defiende Badeni para quien “es inadmi-
sible que los llamados delitos de lesa humanidad no puedan ser objeto de indultos, conmu-
taciones de penas o amnistías. Son potestades intransferibles que la Constitución le otorga
al órgano ejecutivo y al Congreso, y cuya prohibición por un tratado internacional estará
vulnerando el art. 27 de la Ley Fundamental”. Badeni, G. (2005), op. cit., p. 647.
200. CSJN, “Simón, Julio Héctor y otros”, cit., disidencia del doctor Fayt, considerando 47.
201. Gil Domínguez, A. (2004), op. cit., pp. 47 y 48.
149
Sebastián A. Rey
202. Cf. CSJN, “Simón, Julio Héctor y otros”, cit., disidencia del doctor Fayt, considerando 49.
203. Ibíd., considerando 62.
204. Ibíd., considerando 95.
150
Integración y jerarquía entre el derecho interno y el derecho internacional
El problema de esta posición radica en que en función del principio pro per-
sona, que rige la interpretación de los tratados de derechos humanos, en un caso
concreto se debe aplicar la norma que beneficie en mayor medida al individuo
–en este caso, la ley penal más benigna–, pero esta norma, o la interpretación
que de ella se realice, no puede ser contraria al contenido de la CADH para
poder ser aplicada. No estaríamos así ante una norma interna que otorga una
mayor protección a un derecho, sino a una norma interna que viola la norma
internacional, debiendo prevalecer esta última. En este sentido, “el mejor reco-
nocimiento de un derecho” consagrado en sede interna no puede nunca violar
la interpretación que la Corte IDH –última intérprete sobre el contenido de la
CADH– realizó sobre las obligaciones establecidas en la CADH.
Finalmente, el juez Fayt cuestionó la aplicación de la doctrina de la Corte
IDH de “Barrios Altos” a las Leyes de Obediencia Debida y Punto Final. En
primer lugar, porque
151
Sebastián A. Rey
que emerge del propio gobierno bajo cuyas órdenes se cometieron los delitos
en cuestión. Para Fayt esta es la idea que se desprendería de algunos votos de
los jueces Cançado Trindade y García Ramírez.207
En cuanto a los efectos, mientras las leyes sancionadas en el caso peruano
implicaban la absoluta impunidad de los actos, las leyes argentinas no impi-
dieron que continuaran los procesos contra aquellos a quienes la norma no
exoneraba.208 Así, Fayt consideró que la imposibilidad de condenar a Simón
“no puede equipararse a la ‘indefensión de las víctimas y a la perpetuación de
la impunidad’ de la que se da cuenta en ‘Barrios Altos’”, puesto que las leyes de
impunidad solo exoneraba a los subordinados pudiendo castigarse a quienes
ordenaron la comisión de las graves violaciones de derechos humanos. De
este modo, el magistrado concluyó que
[e]l deber de investigar en modo alguno implica condenar a todos los suje-
tos involucrados, sin distinción de responsabilidad y sin límite temporal. En
efecto, la no impunidad no significa necesariamente que todos los involucra-
dos deban ser castigados. Si esto fuera así debería, por ejemplo, condenarse, a
personas inimputables, con solo comprobarse que con su conducta se violaron
derechos reconocidos por la CADH.
152
Integración y jerarquía entre el derecho interno y el derecho internacional
209. Ello no obsta a que en fallos posteriores el Tribunal haya considerado que correspon-
día rechazar por insubstancial los agravios vinculados a la alegada constitucionalidad del
Decreto de indulto 2741/90, en tanto el examen de cuestiones sustancialmente análogas fue
resuelto en la sentencia dictada en la causa “Mazzeo”, a cuyos fundamentos y conclusiones
cabía remitir. Ver, entre otros, CSJN, “Videla, Jorge Rafael s/ recurso de inconstitucionalidad
de los decretos 1002/89 y 2745/90”, sentencia de 27 de abril de 2010; “Martínez de Hoz, José
Alfredo s/ recurso de inconstitucionalidad de los decretos 1002/89 y 2745/90”, sentencia de
27 de abril de 2010 y “Videla, Jorge Rafael y Massera, Emilio Eduardo s/ recurso de casa-
ción”, sentencia de 31 de agosto de 2010, considerando 11.
210. CSJN, “Mazzeo, Julio L. y otros”, sentencia de 13 de julio de 2007, Fallos 330:3248,
considerando 15.
153
Sebastián A. Rey
que les impone límites a las facultades de los Estados de perdonar las gra-
ves violaciones de derechos humanos, puesto que implican una violación de
los más elementales principios de convivencia humana civilizada.
Asimismo, sostuvieron que existen diversos tratados y documentos sobre
derecho internacional humanitario y derechos humanos que prescriben la
obligación por parte de toda la comunidad internacional de perseguir, inves-
tigar y sancionar adecuadamente a los responsables de cometer delitos que
constituyen graves violaciones de derechos humanos,211 por lo que
154
Integración y jerarquía entre el derecho interno y el derecho internacional
cualquiera sea la amplitud que tenga el instituto del indulto, él resulta una
potestad inoponible para este tipo de proceso, pues para el supuesto que se
indultara a procesados partícipes de cometer delitos de lesa humanidad, ello
implicaría contravenir el deber internacional que tiene el Estado de investigar,
y de establecer las responsabilidades y sanción; del mismo modo, si se trata de
indultos a condenados, igualmente se contraviene el deber que tiene el Estado
de aplicar sanciones adecuadas a la naturaleza de tales crímenes.217
155
Sebastián A. Rey
156
Integración y jerarquía entre el derecho interno y el derecho internacional
222. Ver fallos citados en Murray, J. P. (2007). La nulidad por cosa juzgada írrita y la no
aplicabilidad del principio non bis in idem a casos que no fueron elevados a juicio, como
garantías contra la impunidad. En E. Rezses (comp.), Aportes jurídicos para el análisis y
juzgamiento del genocidio en Argentina. Secretaría de Derechos Humanos de la Provincia
de Buenos Aires, p. 233.
223. CSJN, “Mazzeo, Julio L. y otros”, cit., considerando 37.
224. Cf. Rey, S. A. (noviembre de 2007). Los indultos, la cosa juzgada y la obligación de inves-
tigar y sancionar a los responsables de violaciones a los derechos humanos. Revista de Derecho
Penal y Procesal Penal, Lexis Nexis, Buenos Aires, p. 2146. En este sentido, Pizzolo se pregunta:
“¿Qué debe inferirse de lo dicho por la CSJN en este punto? ¿Qué la sentencia pronunciada
hace 17 años por la misma CSJN en el caso ‘Riveros’ fue un subterfugio inspirado en impuni-
dad? ¿Qué aquella CSJN, integrada por dos jueces que forman parte de su actual composición,
no fueron jueces imparciales o independientes?, o bien ¿no tuvieron la intención real de some-
ter al responsable a la acción de la justicia? ¿Estamos entonces frente a lo que lo que la Corte
IDH califica de cosa juzgada ‘aparente’ o ‘fraudulenta’? La realidad que presentan y el contex-
to en que actúan los tribunales nacionales cuyas sentencias son reabiertas por las instancias
internacionales como las citadas desplazando, llegado el caso, a las garantías en cuestión no
parece emparentarse a la que presentaba la CSJN, más allá de todas las críticas que puedan
hacerse, al momento de decidirse el caso ‘Riveros’ en 1990”. Pizzolo, C. (2007), op. cit., p. 404.
157
Sebastián A. Rey
Citando los votos de los jueces Petracchi y Maqueda in re “Videla”, los jue-
ces sostuvieron que
a partir de lo resuelto por la Corte IDH en el Caso Barrios Altos han quedado
establecidas fuertes restricciones a las posibilidades de invocar la defensa de cosa
juzgada para obstaculizar la persecución penal respecto de conductas como [las
aquí investigadas].226
158
Integración y jerarquía entre el derecho interno y el derecho internacional
por el transcurso del tiempo, amnistías o cualquier otro tipo de medidas que
disuelvan la posibilidad de reproche.228
La cita del voto de Argibay resulta por demás llamativa debido a dos mo-
tivos: el primero, que en el caso de Riveros la jueza consideró que la inter-
pretación de la mayoría de la CSJN estaría vulnerando el principio de la cosa
juzgada, por lo que redactó un voto parcialmente disidente, mientras que el
segundo consiste en que la afirmación de Argibay fue sacada del contexto en
el que había sido formulada, dado que en el mismo considerando que cita la
mayoría la jueza señaló que
cuando se trata de procesos penales por delitos de lesa humanidad, las personas
imputadas no pueden oponerse a la investigación de la verdad y al juzgamiento
de los responsables a través de excepciones perentorias, salvo cuando el juicio sea
de imposible realización (muerte del acusado), o ya se haya dictado una sentencia
de absolución o condena (cosa juzgada).229
159
Sebastián A. Rey
Sin embargo, debo advertir que el holding del caso “Videla” consistió en
definir el contenido de la garantía del ne bis in idem y los jueces se limitaron
a realizar una mínima mención respecto a la cosa juzgada con independencia
del contenido de “los principios generales y las convenciones internaciona-
les”,234 habiendo únicamente Petracchi y Maqueda analizado este punto en sus
votos que ya han sido citados.
Por otra parte, Fayt recordó que en la causa “Aquino”,235 la CSJN declaró que
resultaba “indudable la facultad constitucional del titular del Poder Ejecutivo
Nacional para indultar a personas sometidas a proceso” y que posteriormente
el Tribunal rechazó la posibilidad de revisión expresando que resultaba “in-
admisible que en esta misma causa se pronunciara una nueva sentencia sobre
el mismo planteo”.236
El problema radica en que el magistrado confunde el quid de la cuestión,
pues solo las posiciones más radicalizadas cuestionan la existencia del institu-
to de la cosa juzgada. En realidad, lo que se discute es su aplicación en casos
de graves violaciones de derechos humanos conforme la interpretación que
realizan los órganos de aplicación de los tratados de derechos humanos sobre
el deber de los Estados de sancionar a sus responsables y abstenerse de vulne-
rar los derechos de las víctimas a conocer la verdad histórica.237
160
Integración y jerarquía entre el derecho interno y el derecho internacional
161
Sebastián A. Rey
existe riesgo de condena recién a partir de una acusación fiscal –cfr. art. 457 del
Código Procesal en Materia Penal– o de un requerimiento de elevación a juicio
–cfr. art. 346 del Código Procesal Penal de la Nación– que da lugar al desarrollo
de un juicio contradictorio, por lo que los imputados por violaciones a los de-
rechos humanos durante el terrorismo de Estado no pueden ampararse contra
el doble juzgamiento porque nunca fueron sometidos a una acusación ante un
tribunal de justicia, aun cuando hayan sido beneficiados por un sobreseimiento
durante una investigación preparatoria o instrucción sumarial.243
[e]sta fundamentación también resulta aparente, toda vez que a poco que se
observa dicho avance tampoco aparece demostrado que la posibilidad de per-
dón se encuentre reñida con aquello que pueda caracterizarse como crimen de
lesa humanidad. Tan así es que, en plena evolución del derecho de los derechos
humanos, se han decretado tales medidas respecto de personas que se encon-
241. Maier, J. J. B. (1996). Derecho Procesal Penal, tomo I. Buenos Aires: Editores del
Puerto, p. 627.
242. Cf. Gil Domínguez, A. (2005). La verificación judicial de constitucionalidad de la ley
que declaró la nulidad de las normas de olvido. La Ley, tomo 2005-A, Buenos Aires, p. 159.
243. Murray, J. P. (2007), op. cit., p. 245. Al respecto, debe señalarse que esta afirmación no
es aplicable a la totalidad de los casos, puesto que existen algunos casos donde sí se realizó la
acusación e incluso se realizaron los juicios. Empero son la excepción, por lo que únicamen-
te corresponderá no volver a perseguir penalmente a aquellos imputados por los hechos por
los que ya fueron absueltos o condenados a los fines de respetar el ne bis in idem.
162
Integración y jerarquía entre el derecho interno y el derecho internacional
traban detenidas por delitos de esa laya [...] a nivel internacional, no existe una
contradicción intrínseca entre la comisión de delitos de lesa humanidad y la
posibilidad de indultar.244
ni esta Corte, ni ningún otro tribunal, puede eludir los efectos de una decisión
judicial firme sin negarse a sí mismo, es decir, sin poner las condiciones para
que nuestro propio fallo sea también revocado en el futuro con argumentos con-
trarios, esto es, alegando su error, injusticia, etcétera. Si el propio juicio sobre el
desacierto de un fallo pasado o la diferente concepción de la equidad o la justicia
que anima a los jueces actuales pudiese dar lugar a una revisión de las sentencias
judiciales firmes, el carácter final de las decisiones que estamos tomando vendría
a significar apenas más que nada, pues solo sería respetado por los jueces futuros
en la medida que fueran compartidas por ellos.248
244. CSJN, “Mazzeo, Julio L. y otros”, cit., disidencia del doctor Fayt, considerando 47.
245. Cf. Rey, S. A. (2012). Juicio y castigo. Las obligaciones de los Estados americanos y su
incidencia en el derecho argentino. Buenos Aires: Editores del Puerto, pp. 178-264.
246. CSJN, “Mazzeo, Julio L. y otros”, cit., disidencia parcial de la doctora Argibay, conside-
rando 5. En igual sentido, ver Fierro, G. J. (1999), op. cit., pp. 200 y 201.
247. Bidart Campos, G. J. (1992). Tratado Elemental de Derecho Constitucional Argentino,
tomo II. Buenos Aires: Ediar, p. 253.
248. CSJN, “Mazzeo, Julio L. y otros”, cit., disidencia parcial de la doctora Argibay, consi-
derando 6.
163
Sebastián A. Rey
164
Integración y jerarquía entre el derecho interno y el derecho internacional
debe dejar sin efecto dichas sentencias en todos sus extremos, incluyendo, en su
caso, los alcances que estas tengan respecto de terceros; a saber: a) la atribución
de responsabilidad civil de los señores Fontevecchia y D’Amico; b) la condena al
pago de una indemnización, de intereses y costas y de la tasa de justicia […], y c)
así como cualquier otro efecto que tengan o hayan tenido aquellas decisiones.251
251. Corte IDH, Caso Fontevecchia y D`Amico Vs. Argentina. Fondo, Reparaciones y Costas.
Sentencia de 29 de noviembre de 2011. Serie C No. 238, punto resolutivo 2 y párr. 105.
252. CSJN, “Ministerio de Relaciones Exteriores y Culto”, cit., votos de los jueces Loren-
zetti, Highton de Nolasco y Rosenkrantz, considerandos 16-18 y voto del juez Rosatti,
considerando 5.
165
Sebastián A. Rey
166
Integración y jerarquía entre el derecho interno y el derecho internacional
167
Sebastián A. Rey
los motivos de orden público que dan fundamento a la institución -entre otros,
la seguridad jurídica, la economía procesal, la necesidad de evitar sentencias
contradictorias- no son absolutos y ceden frente al deber de afirmar otros valo-
res jurídicos de raigambre constitucional.260
259. CSJN, “Ministerio de Relaciones Exteriores y Culto”, cit., votos de los jueces Loren-
zetti, Highton de Nolasco y Rosenkrantz, considerandos 16-17 y voto del juez Rosatti,
considerando 6.
260. CSJN, Fallos 254:320.
261. CSJN, “Mazzeo, Julio L. y otros”, cit., considerando 28.
262. Cf. Sagüés, N. P. (1999). Nuevamente sobre el valor, para los jueces argentinos, de los
pronunciamientos de la Corte Interamericana y de la Comisión Interamericana de Dere-
chos Humanos en materia de interpretación de derechos humanos. Jurisprudencia Argen-
tina, tomo 1999-II, p. 367. En igual sentido Ferrer Mac-Gregor, E. (2013). El caso Radilla y
168
Integración y jerarquía entre el derecho interno y el derecho internacional
Sin embargo, esto de ningún modo implica que “la Corte Suprema argen-
tina sede su rol institucional de ejercer la última instancia en la resolución de
conflictos de orden interno para someterse a la supremacía que como intér-
prete final de la CADH tiene la Corte IDH”.263
Los tribunales nacionales únicamente dejaron de tener la última palabra en
lo que hace a la interpretación de los derechos reconocidos en el tratado que
el Estado voluntariamente ratificó en ejercicio de su soberanía y cumpliendo
los requisitos que la Constitución Nacional establece para obligarse interna-
cionalmente.
Por otra parte, se parte de un error cuando se entiende que, si la Corte
IDH revisa una sentencia de la CSJN, esta última dejaría de ser suprema. La
supremacía del tribunal doméstico está solamente relacionada con la admi-
nistración de justicia a nivel local. Que un tribunal internacional contradiga
una sentencia de la CSJN no modifica la circunstancia de que esta sigue sien-
do la máxima autoridad dentro de la organización judicial argentina. Y esta
interpretación tiene sentido incluso para los redactores de la Constitución
originaria dado que no hubiesen imaginado en el año 1853 la idea de una
organización supraestatal que pudiese obligar al Estado a través de sentencia
dictadas por uno de sus órganos.
El fallo “Ministerio de Relaciones Exteriores” recibió duros cuestiona-
mientos por parte de la Corte IDH.264 Pese a ello, el tribunal nacional adop-
169
Sebastián A. Rey
170
Capítulo 4
173
Sebastián A. Rey
Para una parte de la doctrina esta obligación que la Corte IDH pone en
cabeza de los Estados significa una seria restricción a sus soberanías.4
El principio de igualdad soberana entre los Estados se encuentra reconoci-
do en el artículo 2.1 de la Carta de la ONU. La Asamblea General de la ONU
ha entendido que comprende los siguientes elementos:
174
La teoría del control de convencionalidad
Pero se debe ser consciente del costo jurídico y político que dicha denuncia
puede acarrear.12
Por su parte, Barcesat considera que
8. Cf. Rey, S. A. (2012), op. cit., p. 30, y Rey, S. A. (noviembre de 2007), op. cit., pp. 2144-
2154. En igual sentido ver Buergenthal, T. (2010), op. cit., p. 12; Rabossi, E. (1900), op. cit.,
pp. 164 y 165, y Sudre, F. (1989), op. cit., pp. 36 y 37.
9. Cf. Quel López F. J. La Corte Penal Internacional: ¿Un instrumento contra la impunidad?,
p. 158, citado en Anello, C. S. (2003). Corte Penal Internacional. Buenos Aires: Ed.
Universidad, p. 43.
10. Cf. De Búrca, G. (2003). Sovereignty and the Supremacy Doctrine of the European
Court of Justice. En N. Walker (ed.), op. cit., pp. 456 y 457.
11. Albanese, S. (2001). La operatividad de las normas convencionales a 16 años de vigencia
de la Convención Americana. Jurisprudencia Argentina, tomo 2001-I, 514.
12. Cf. Sagüés, N. P. (2010), op. cit., p. 125.
175
Sebastián A. Rey
176
La teoría del control de convencionalidad
17. Cf. Corte IDH, Caso Castillo Petruzzi y otros, cit., párrs. 101 y 102, y Caso Gómez Palo-
mino Vs. Perú. Fondo, Reparaciones y Costas. Sentencia de 22 de noviembre de 2005. Serie
C No. 136, voto concurrente del juez García Ramírez, párr. 5.
18. Cf. Köchler, H. (2003). Global Justice or Global Revenge? International Criminal Justice
at the Crossroads: philosophical reflections on the principles of the international legal order
published on the occasion of the thirtieth anniversary of the foundation of the international
progress organization. Viena: Springer-Verlag, p. 17.
19. Cf. Elias, T. O. (1980). New horizons in international law. Alphen aan den Rijn: Sijthoff
& Noordhoff, p. 44.
177
Sebastián A. Rey
20. Cf. Wehberg, H. (1959). Pacta Sunt Servanda. The American Journal of International
Law, 53(4), 783 y 784. Cançado Trindade sostiene que “la regla pacta sunt servanda –que tiene
como elemento componente la buena fe (bona fides)– trasciende el derecho de los tratados,
siendo caracterizada por la doctrina, sea como una norma del derecho consuetudinario, sea
como un principio general del derecho internacional”. Corte IDH, Caso Hilaire, Constantine
y Benjamin y otros Vs. Trinidad y Tobago. Fondo, Reparaciones y Costas. Sentencia de 21
de junio de 2002. Serie C No. 94, voto concurrente del juez A. A. Cançado Trindade, párr. 41.
21. Cf. Barile, G. (1983). Lezioni di Diritto Internazionale. Padua: CEDAM, p. 123. La
Asamblea General de la ONU reconoció el principio de que los Estados tienen el deber
de cumplir de buena fe las obligaciones contraídas en virtud de acuerdos internacionales
válidos con arreglo a las normas y principios de derecho internacional generalmente
reconocidos. Cf. AG, Resolución 25/2625, cit.
22. Cf. Häberle, P. (2013), op. cit., p. 673.
23. Cf. Aguilar Cavallo, G. (julio-diciembre 2013). El control de convencionalidad: análisis
en derecho comparado. Revista Direito Gv, (9.2), 724.
24. Rey Cantor, E. (2012). Controles de convencionalidad de las leyes. En Ferrer Mac-
Gregor, E., El control difuso de convencionalidad. Querétaro: FUNDAP, p. 404.
178
La teoría del control de convencionalidad
García Ramírez entiende que esta función implica analizar los actos que
llegan al conocimiento del tribunal en relación con normas, principios y valo-
res de los tratados en los que funda su competencia contenciosa, resolviendo
acerca de la “convencionalidad” de esos actos. El tribunal interamericano debe
conformar la actividad interna de los Estados al orden internacional acogido
en la CADH y aceptado por los Estados Parte en ejercicio de su soberanía.27
Al respecto, Cançado Trindade recordó que la práctica internacional se
encuentra repleta de casos en que las leyes nacionales fueron modificadas, de
conformidad con las decisiones de los órganos internacionales de supervisión
de los derechos humanos en casos individuales. Para este autor “[l]a eficacia
de los tratados de derechos humanos se mide, en gran parte, por su impacto
en el derecho interno de los Estados Partes”.28
Para comprender este ejercicio del control internacional de convencionali-
dad hay que recordar el carácter subsidiario respecto de la protección interna
de la protección internacional en la situación actual del derecho internacio-
nal, tal como lo reconocen el Preámbulo y el artículo 47.b) de la CADH.
Concuerdo con Nash cuando sostiene que
25. Corte IDH, Caso Las Palmeras Vs. Colombia. Excepciones Preliminares, cit., párr. 32.
26. Ibíd., párr. 33.
27. Cf. Corte IDH, Caso Tibi Vs. Ecuador, cit., voto concurrente razonado del juez García
Ramírez, párr. 3.
28. Corte IDH, Caso Caballero Delgado y Santana Vs. Colombia. Reparaciones y Costas.
Sentencia de 29 de enero de 1997. Serie C No. 31, voto disidente del juez A. A. Cançado
Trindade, párr. 5.
179
Sebastián A. Rey
29. Nash Rojas, C. (2011). Comentarios al trabajo de Víctor Bazán: “El control de con-
vencionalidad: incógnitas, desafíos y perspectivas”. En V. Bazán y C. Nash (eds.), Justicia
constitucional y derechos fundamentales. El control de convencionalidad, (3), 59. Colombia:
Fundación Konrad Adenauer-Centro de Derechos Humanos de la Facultad de Derecho de
la Universidad de Chile. En un sentido similar ver Quinche Ramírez, M. F. (julio-diciembre
2009). El control de convencionalidad y el sistema colombiano. Revista Iberoamericana de
Derecho Procesal Constitucional, (12), 163.
30. Cf. Mora Méndez, J. A. (enero-junio 2012), op. cit., p. 226.
31. Cf. Henríquez Viñas, M. L. (2014). La polisemia del control de convencionalidad
interno. Revista Colombiana de Derecho Internacional, (24), 131 y 132.
180
La teoría del control de convencionalidad
viamente al Caso Almonacid Arellano Vs. Chile. Lo que hace la Corte IDH en este
caso es simplemente bautizar la obligación de los jueces nacionales como “con-
trol de convencionalidad”, que no tiene nada de original ya que así se llama tam-
bién este control que se practica desde hace varias décadas en Europa respecto
del Convenio Europeo de Derechos Humanos y Libertades Fundamentales.32
181
Sebastián A. Rey
al cargo. Si dudara del perjuicio a los derechos y garantías que la nueva ley po-
dría acarrear, su rectitud lo debería llevar indefectiblemente a evitar su sanción.36
182
La teoría del control de convencionalidad
los órganos del Poder Judicial deben ejercer no solo un control de constitucio-
nalidad, sino también “de convencionalidad” ex officio entre las normas internas
y la CADH, evidentemente en el marco de sus respectivas competencias y de las
regulaciones procesales correspondientes.42
39. Corte IDH, Caso Almonacid Arellano y otros Vs. Chile, cit., párr. 124.
40. Ibíd.
41. Cf. Juliano, M. A. (2009). Control de convencionalidad. Cuadernos de Derecho Penal, (5),
10, Instituto de Derecho Penal y Procesal Penal del Colegio de Abogados y Procuradores
de Neuquén.
42. Corte IDH, Caso Trabajadores Cesados del Congreso (Aguado Alfaro y otros) Vs. Perú,
cit., párr. 128.
183
Sebastián A. Rey
los órganos del Poder Judicial de cada Estado Parte en la CADH deben co-
nocer a fondo y aplicar debidamente no solo el derecho constitucional sino
también el derecho internacional de los derechos humanos; deben ejercer ex
officio el control tanto de constitucionalidad como de convencionalidad, to-
mados en conjunto, por cuanto los ordenamientos jurídicos internacional y
nacional se encuentran en constante interacción en el presente dominio de
protección de la persona humana.43
184
La teoría del control de convencionalidad
45. Cf. Corte IDH, Caso Gudiel Álvarez (Diario Militar) Vs. Guatemala. Fondo Reparaciones
y Costas. Sentencia de 20 noviembre de 2012. Serie C No. 253, párr. 330.
46. Corte IDH, Caso Cabrera García y Montiel Flores Vs. México. Excepción Preliminar,
Fondo, Reparaciones y Costas. Sentencia de 26 de noviembre de 2010, Serie C No. 220,
párr. 225.
47. Cf. Ibáñez Rivas, J. M. (2012). Control de convencionalidad: precisiones para su
aplicación desde la jurisprudencia de la Corte Interamericana de Derechos Humanos.
Anuario de Derechos Humanos 2012. Santiago: Universidad de Chile, p. 109.
48. Cf. Sagüés, N. P. (19 de febrero de 2009). El “control de convencionalidad”, en particular
sobre las constituciones nacionales. Diario La Ley, 1.
49. Cf. Corte IDH, Caso Gudiel Álvarez (Diario Militar) Vs. Guatemala, cit., párr. 330, y Caso
Mendoza y otros Vs. Argentina. Excepciones Preliminares, Fondo y Reparaciones. Sentencia
de 14 de mayo de 2013. Serie C No. 260, párr. 221.
50. Cf. Olivero, E. R. y Fernández, Y. V. (2011). El control convencional (sistema
interamericano). En W. F. Carnota y P. A. Maraniello (dirs.), Tratado de los tratados
internacionales: tomo I. Buenos Aires: La Ley, p. 424.
51. Cf. López Olivera, M. A. (2014). El control de convencionalidad en la Administración
Pública. México: Novum, pp. 10 y 11.
185
Sebastián A. Rey
[a]l ser la Corte IDH el órgano jurisdiccional internacional del Sistema In-
teramericano de Protección de Derechos Humanos cuya función esencial es
la aplicación e interpretación de la CADH, sus interpretaciones adquieren el
mismo grado de eficacia del texto convencional. En otras palabras, la norma
convencional que deben aplicar los Estados es el resultado de la interpretación
de las disposiciones del Pacto de San José (y sus Protocolos Adicionales, así
como otros instrumentos internacionales). Las interpretaciones que realiza la
Corte IDH se proyectan hacia dos dimensiones: (i) en lograr su eficacia en el
caso particular con efectos subjetivos, y (ii) en establecer la eficacia general
con efectos de norma interpretada.54
52. Cf. Corte IDH, Caso Cabrera García y Montiel Flores Vs. México, cit., voto razonado juez
ad hoc E. Ferrer Mac-Gregor Poisot, párrs. 35 y 37.
53. Ibíd., párr. 39.
54. Ibíd., párr. 63. Sobre este punto, en otros casos el magistrado señaló que “el Tribunal
Interamericano tiene en los tiempos actuales una función interpretativa erga omnes de la
CADH más allá del caso particular, situación de especial importancia teniendo en con-
sideración el número reducido de casos que resuelve […] en la justicia interamericana
adquiere una particular relevancia la expansión vinculante de la ‘norma convencional
interpretada’ más allá del caso particular (res interpretata)”. Corte IDH, Caso de la Corte
Suprema de Justicia (Quintana Coello y otros) Vs. Ecuador. Excepción Preliminar, Fondo,
Reparaciones y Costas. Sentencia de 23 de agosto de 2013. Serie C No. 266, voto con-
186
La teoría del control de convencionalidad
Esta idea fue compartida por la Corte IDH en el Caso Gelman Vs. Uruguay
cuando sostuvo que
currente juez E. Ferrer Mac-Gregor Poisot, párr. 79, y Caso del Tribunal Constitucional
(Camba Campos y otros) Vs. Ecuador. Excepciones Preliminares, Fondo, Reparaciones y
Costas. Sentencia de 28 de agosto de 2013. Serie C No. 268, voto parcialmente disidente
juez E. Ferrer Mac-Gregor Poisot, párr. 99.
55. Corte IDH, Caso Gelman Vs. Uruguay, cit., párr. 67.
56. Ibíd., párr. 69.
57. Cf. Corte IDH, Caso Masacres de El Mozote y lugares aledaños Vs. El Salvador. Fondo,
Reparaciones y Costas. Sentencia de 25 de octubre de 2012. Serie C No. 252, párr. 318.
187
Sebastián A. Rey
58. Cf. Corte IDH, Caso Masacre de Santo Domingo Vs. Colombia. Sentencia de Excepciones
Preliminares, Fondo y Reparaciones de 30 de noviembre de 2012. Serie C No. 259, párr 143.
59. Cf. Corte IDH, Caso de la Masacre de Mapiripán Vs. Colombia, cit., párr. 167 y ss.; Caso
Pueblo Indígena Kichwa de Sarayaku Vs. Ecuador. Fondo y reparaciones. Sentencia de 27 de
junio de 2012. Serie C No. 245, párrs. 159, 164, 182, 186, 202 y 208, y Caso Gomes Lund y
otros (Guerrilha do Araguaia) Vs. Brasil. Excepciones Preliminares, Fondo, Reparaciones y
Costas. Sentencia de 24 de noviembre de 2010, Serie C No. 219, párrs. 163-169.
60. Cf. Corte IDH, Caso La Cantuta Vs. Perú, cit.
61. Corte IDH, Caso Manuel Cepeda Vargas Vs. Colombia. Excepciones Preliminares,
Fondo y Reparaciones. Sentencia de 26 de mayo de 2010. Serie C No. 213, párrs. 203 y ss.
62. Corte IDH, Caso Mendoza y otros Vs. Argentina, cit., párr. 331, y Caso García Cruz y
Sánchez Silvestre Vs. México. Fondo, Reparaciones y Costas. Sentencia de 26 de noviembre
de 2013. Serie C No. 273, párrs. 59 y 91.
63. Corte IDH, Caso Gutiérrez y Familia Vs. Argentina. Fondo, Reparaciones y Costas. Senten-
cia de 25 de noviembre de 2013. Serie C No. 271, párr. 168; Caso Osorio Rivera y Familiares Vs.
Perú. Excepciones Preliminares, Fondo, Reparaciones y Costas. Sentencia de 26 de noviembre
de 2013. Serie C No. 274, párr. 274, y Caso Rochac Hernández y otros Vs. El Salvador. Fondo,
Reparaciones y Costas. Sentencia de 14 de octubre de 2014. Serie C No. 285, párr. 244.
188
La teoría del control de convencionalidad
requerir que los jueces en cada uno de los casos que tienen que decidir analicen
la compatibilidad del accionar estatal y del marco normativo nacional con la
CADH significa que el instrumento interamericano viene a transformarse en
parte integrante del sistema jurídico doméstico y de la actuación judicial. La
Convención ahora debe formar parte del orden normativo nacional para que los
jueces puedan utilizarla como parámetro de control de convencionalidad.66
64. Cf. Corte IDH, Caso Liakat Ali Alibux Vs. Suriname. Excepciones Preliminares, Fondo,
Reparaciones y Costas. Sentencia de 30 de enero de 2014. Serie C No. 276, párr. 124.
65. Ibíd., voto concurrente juez E. Ferrer Mac-Gregor Poisot, párr. 125.
66. Dulitzky, A. E. (2004). El Impacto del Control de Convencionalidad. ¿Un Cambio
de Paradigma en el Sistema Interamericano de Derechos Humanos? En C. Martin, D.
Rodríguez-Pinzón y J. A. Guevara (comps.), op. cit., p. 538.
67. Cf. Ordóñez Reyna, A. (2011). Apuntes a “El control de convencionalidad: incógnitas,
desafíos y perspectivas’, de Víctor Bazán”. En V. Bazán y C. Nash (eds.), op. cit., p. 81.
189
Sebastián A. Rey
que permite que sus tribunales apliquen directamente la CADH para resolver
un caso. Sin embargo, cada Estado podrá decidir cómo hacerlo, constitucio-
nalizando ciertas normas, aplicando la teoría del bloque de constitucionali-
dad, que incluye la interpretación que de los tratados han hecho los sistemas
de protección, o de otra manera. Lo que no puede ocurrir es que los jueces
invoquen una omisión normativa interna para no aplicar el tratado, dado que
es una obligación básica que adquieren los Estados al hacerse parte de un
tratado de derechos humanos.68
Otra posibilidad que se ha mencionado a los fines de facilitar la aplicación
de los tratados en sede interna consiste en la realización de un control pre-
ventivo o a priori de constitucionalidad de los instrumentos internacionales.
Bazán propone que dicha fiscalización fuese obligatoria,
190
La teoría del control de convencionalidad
70. Cf. Highton de Nolasco, E. I. (2014). Sistemas concentrado y difuso de control de cons-
titucionalidad. La Ley, tomo 2014-C. Recuperado de AR/DOC/1951/2014.
71. Cf. Amaya, J. A. (2012). Control de constitucionalidad. Buenos Aires: Astrea, pp. 145-147.
72. García Ramírez, S. (julio-diciembre 2011). El control judicial interno de convencionalidad.
Revista del Instituto de Ciencias Jurídicas de Puebla, año V, (28), p. 151.
73. Sagüés, N. P. (2010), op. cit., p. 122.
191
Sebastián A. Rey
74. Cf. Ferrer Mac-Gregor, E. (2013). Interpretación conforme y control difuso de convencio-
nalidad. El nuevo paradigma para el juez mexicano. En E. Ferrer Mac-Gregor, op. cit., p. 722.
75. Cf. Nogueira Alcalá, H. (enero-junio 2013), op. cit., pp. 248 y ss.
76. Ibíd., p. 256.
77. Cf. Ferrer Mac-Gregor, E. (2013). Interpretación conforme y control difuso de
convencionalidad. El nuevo paradigma para el juez mexicano. En E. Ferrer Mac-Gregor,
op. cit., p. 720.
192
La teoría del control de convencionalidad
ría de los casos las normas internas con las del tratado, evitando declarar la
inconvencionalidad de aquellas.78
Una consecuencia inevitable de este ejercicio interpretativo es que al realizar
una interpretación constitucional o legal en el ámbito interno, los jueces nacio-
nales no pueden asignarle a un derecho un alcance menor al reconocido por la
Corte IDH, puesto que se vulneraría el artículo 29 de la CADH.79
Sin embargo, nada impide que las autoridades nacionales no brinden una
protección mayor a la otorgada por el tribunal interamericano. Como señaló
Ferrer Mac-Gregor,
78. Cf. Hitters, J. C. (11 de marzo de 2015). Control de convencionalidad (adelantos y re-
trocesos). Diario La Ley, 2, y Burgorgue-Larsen, L. (2014). La Corte Interamericana de los
Derechos Humanos como Tribunal constitucional. Working Papers on European Law and
Regional Integration, Instituto de Derecho Europeo e Integración Regional, Universidad
Complutense, (22), 12.
79. Cf. Corte IDH, Caso Gelman Vs. Uruguay, cit., voto razonado juez E. Ferrer Mac-Gregor
Poisot, párr. 48.
80. Ibíd., párr. 53. El destacado me pertenece.
81. Cf. Ferrer Mac-Gregor, E. (2013). Interpretación conforme y control difuso de
convencionalidad. El nuevo paradigma para el juez mexicano. En E. Ferrer Mac-Gregor,
op. cit., p. 684.
193
Sebastián A. Rey
Tal actividad a nivel interno es por demás aconsejable toda vez que esta
interpretación más favorable del tratado pueda influir en la modificación de
la jurisprudencia interamericana.82
Por otra parte, la praxis de la CIDH en el trámite de las peticiones indivi-
duales y las graves violaciones de derechos humanos que azotaron a nuestra
región en la década del setenta y ochenta motivaron que el desarrollo juris-
prudencial de la Corte IDH en algunos aspectos sea nulo o muy limitado.
Me refiero a que existen numerosos precedentes vinculados al análisis de los
artículos 4, 5, 7, 8, 9 y 25 de la CADH, por solo mencionar algunos, pero una
limitada cantidad de fallos donde se analizan otros derechos protegidos por
el corpus juris interamericano. Por lo tanto, puede ocurrir que al momento de
resolver un caso el juez nacional se encuentre con que no existe jurispruden-
cia de la Corte IDH sobre esa disposición convencional.
En este escenario, el juez nacional puede proponer una interpretación in-
novadora de la CADH y del corpus iuris interamericano que enriquezcan la
visión del mismo83 y pueda inspirar futuras decisiones de la Corte IDH.84
Algunos autores advierten que en estos casos el control difuso de convencio-
nalidad traerá aparejada una fragmentación jurisprudencial en la interpretación
local de la CADH,85 toda vez que habrá miles de intérpretes interamericanos de-
cidiendo el contenido de la CADH, pudiendo producirse no solo concordancias
sino también contradicciones trasnacionalmente sobre los mismos temas.86
Considero que en la medida en que tales interpretaciones sean razonables,
el resultado será siempre positivo. Pero en el supuesto de que existan muchas
interpretaciones diferentes, siempre estará la posibilidad de que la Corte IDH,
en su carácter de intérprete final del tratado pueda aclarar la cuestión y des-
cartar los criterios inválidos.87 Para ello también será necesario que la CIDH
194
La teoría del control de convencionalidad
En E. Ferrer Mac-Gregor, op. cit., p. 763, y García Morelos, G. (2012). El control judicial
difuso de convencionalidad de los derechos humanos por los tribunales ordinarios en
México. En E. Ferrer Mac-Gregor, op. cit., p. 196.
88. Cf. Corte IDH, Caso Cabrera García y Montiel Flores, cit., párr. 13.
89. Ibíd., párr. 21.
90. Albanese, S. (2011). La jurisprudencia internacional y los diversos alcances de los
preceptos convencionales. En S. Albanese (coord.), Opiniones Consultivas y Observaciones
Generales: control de convencionalidad. Buenos Aires: Ediar, pp. 42-44.
195
Sebastián A. Rey
por parte del Poder Judicial existen a menudo defectos que perjudican la aplica-
ción de los derechos humanos de fuente internacional. No puede olvidarse que
la mayor parte de los jueces no han tenido en su curriculum universitario infor-
mación sobre el desarrollo de tales derechos, y que la extensión de éstos obliga a
una actualización cuantitativamente importante, que no todos están dispuestos
a enfrentar. Simultáneamente, entrenados otrora en la perspectiva “dualista”, no
todos los magistrados judiciales están dispuestos a comprender y a hacer funcio-
nar a tales derechos también desde una perspectiva internacionalista.94
91. Cf. Ramella, P. A. (1982). Derecho Constitucional. Buenos Aires: Depalma, p. 166.
92. Cf. Hitters, J. C. (2012). ¿Son vinculantes los pronunciamientos de la Comisión y
de la Corte Interamericana de Derechos Humanos? (control de constitucionalidad y
convencionalidad). En E. Ferrer Mac-Gregor, op. cit., p. 246.
93. Cf. Ferrer Mac-Gregor, E. (2013), op. cit., p. 830.
94. Sagüés, N. P. (1998), op. cit., p. 412 y ss.
196
La teoría del control de convencionalidad
197
Sebastián A. Rey
198
La teoría del control de convencionalidad
nales y cree que la solución debe ser distinta si los actos emanados de esos
organismos internacionales lo fueron referidos a otros países firmantes de los
tratados –o impulsados por esos mismos Estados, eventualmente requiriendo
opiniones consultivas– o motivados por una situación específica o por denun-
cias contra la República Argentina.
Solo a los fines prácticos se seguirá dicha diferenciación al examinar el valor
jurídico de los actos emanados dentro del SIDH. En primer lugar, se hará refe-
rencia a las opiniones consultivas dictadas por la Corte IDH, para luego exami-
nar las sentencias en casos contenciosos y, por último, los informes de la CIDH.
Si bien en la actualidad no es frecuentemente utilizada, la competencia
consultiva de la Corte IDH durante sus primeros años de existencia sirvió
como base para posteriores desarrollos jurisprudenciales que el tribunal con-
solidó en su faz contenciosa.
La Corte IDH se pronunció sobre el valor de sus opiniones consultivas en
pocas ocasiones.
En primer término, en la Opinión Consultiva OC-1/82, consideró que
102. Corte IDH, “Otros Tratados” objeto de la función consultiva de la Corte (art. 64, Conven-
ción Americana sobre Derechos Humanos), cit., párr. 51, y Restricciones a la pena de muerte
(arts. 4.2 y 4.4, Convención Americana sobre Derechos Humanos). Opinión Consultiva
OC-3/83 del 8 de septiembre de 1983. Serie A No. 3, párr. 32.
199
Sebastián A. Rey
103. Corte IDH, La colegiación obligatoria de periodistas (arts. 13 y 29, Convención Ame-
ricana sobre Derechos Humanos). Opinión Consultiva OC-5/85 del 13 de noviembre de
1985. Serie A No. 5, párr. 22.
104. Corte IDH, Informes de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (art. 51,
Convención Americana sobre Derechos Humanos). Opinión Consultiva OC-15/97 de 14 de
noviembre de 1997. Serie A No. 15, párr. 26; El derecho a la información sobre la asistencia
consular en el marco de las garantías del debido proceso legal. Opinión Consultiva OC-16/99 de
1 de octubre de 1999. Serie A No. 16, párr. 48, Condición jurídica y derechos humanos del niño,
cit., párr. 33, y Condición Jurídica y Derechos de los Migrantes Indocumentados, cit., párr. 63.
105. Corte IDH, Condición Jurídica y Derechos de los Migrantes Indocumentados, cit., voto
concurrente del juez Alirio Abreu Burelli, párr. I.
200
La teoría del control de convencionalidad
201
Sebastián A. Rey
Más allá de que la Corte IDH ha relativizado el valor jurídico de sus opi-
niones consultivas, es poco probable que los criterios que ha adoptado en el
ejercicio de esta competencia sean modificados en su faz contenciosa.112 De
hecho, la mayoría de las veces son reafirmados e incluso ampliados. En este
sentido, el tribunal ha reconocido que
el interés de un Estado puede ser afectado de una manera o de otra por una
interpretación dada en una opinión consultiva. Por ejemplo, una opinión con-
sultiva puede debilitar o fortalecer la posición legal de un Estado en una con-
troversia actual o futura.113
112. El TEDH ha manifestado que, si bien no está obligado a reiterar el mismo criterio de
sentencias anteriores, por una cuestión de certeza jurídica e igualdad ante la ley, no se apartará
del precedente salvo que existan buenas razones para hacerlo, por ejemplo, un nuevo consenso
entre los Estados partes sobre el alcance de alguna disposición del tratado. Cf. TEDH, Case of
Chapman v. The United Kingdom, Merits, 18 January 2001, Court (Grand Chamber), Reports
2001-I, párr. 70. Esta doctrina es claramente aplicable a las sentencias de la Corte IDH.
113. Corte IDH, Restricciones a la pena de muerte (arts. 4.2 y 4.4, Convención Americana
sobre Derechos Humanos), cit., párr. 24.
114. Inter alia, Corte IDH, Caso Baena Ricardo y otros Vs. Panamá. Competencia. Sentencia
de 28 de noviembre de 2003. Serie C No. 104, párr. 61; Caso Bulacio Vs. Argentina. Fondo,
202
La teoría del control de convencionalidad
Reparaciones y Costas. Sentencia de 18 de septiembre de 2003. Serie C No. 100, párr. 117; El
derecho a la información sobre la asistencia consular en el marco de las garantías del debido
proceso legal, cit., párr. 128, y Responsabilidad Internacional por Expedición y Aplicación
de Leyes Violatorias de la Convención (arts. 1 y 2 Convención Americana sobre Derechos
Humanos), cit., párr. 35.
115. Inter alia, Dulitzky, A. E. (2014). El Impacto del Control de Convencionalidad. ¿Un
Cambio de Paradigma en el Sistema Interamericano de Derechos Humanos? En J. C. Rivera
(h), J. S. Elías, L. S. Grosman y S. Legarre (dirs.), Tratado de los Derechos Constitucionales:
tomo I. Buenos Aires: Abeledo Perrot, p. 547; Barbero, N. (2014). Protección Internacional
de los Derechos Humanos. Santa Fe: Rubinzal Culzoni, pp. 93 y 94; Sagüés, N. P. (19 de
febrero de 2009), op. cit., p. 2, y Ábalos, M. G. (2014), op. cit.
116. Inter alia, Henríquez Viñas, M. L. (2014), op. cit., p. 129, y Malarino, E. (2009), op. cit., p. 33.
117. Cf. Corte IDH, Caso Cabrera García y Montiel Flores Vs. México, cit., voto razonado
juez ad hoc Ferrer Mac-Gregor Poisot, párr. 63. En igual sentido, Nogueira Alcalá, H.
(enero-junio 2013), op. cit., p. 246.
203
Sebastián A. Rey
[q]ueda claro que los decisorios de la Corte IDH producen efectos no sola-
mente para el país condenado –vinculación directa, inter partes– sino también
hacia los Estados que no intervienen en el pleito internacional –vinculación
relativa erga omnes–, pero sólo en la medida de la norma interpretada, no así
en la totalidad del fallo.120
Más allá del posible éxito que tenga la idea de que todos los jueces naciona-
les efectivamente realicen el ya descripto control de convencionalidad difuso,
quizás la mejor forma de evitar centenares de casos sobre el mismo tema sea
asignar expresamente efectos generales a las sentencias del tribunal, mediante
una enmienda del tratado.
Así, García Ramírez afirmó que
118. Corte IDH, Caso Gelman Vs. Uruguay, cit., párr. 67.
119. Ibíd., voto razonado juez E. Ferrer Mac-Gregor Poisot, párrs. 42 y 43.
120. Hitters, J. C. (julio-septiembre 2013). Un avance en el control de convencionalidad
(el efecto “erga omnes” de las sentencias de la Corte Interamericana). Revista de Direito
Internacional dos Direitos Humanos, 1(1), 114.
204
La teoría del control de convencionalidad
121. Corte IDH, Caso Trabajadores Cesados del Congreso (Aguado Alfaro y otros) Vs. Perú,
cit., voto razonado del juez S. García Ramírez, párr. 8. En igual sentido, Binder, C. (1 de
mayo de 2011). The prohibition of amnesties by the Inter-American Court of Human Ri-
ghts. German Law Journal, 1215.
122. Corte IDH, Caso La Cantuta Vs. Perú, cit., voto razonado del juez S. García Ramírez,
párr. 7.
205
Sebastián A. Rey
123. Este argumento permitiría superar la crítica de Sagüés de que los demás Estados no
pudieron ser oídos y ejercer una defensa diferente del condenado. Sagüés, N. P. (enero-junio
2013). Desafíos del derecho procesal constitucional con relación al control de convencio-
nalidad. Revista de Estudos Constitucionais, Hermenêutica e Teoria do Direito, 5.1, 16 y 19.
En relación con la crítica de este autor a la violación del derecho de ser oído de quien se ve
perjudicado por una sentencia de la Corte IDH –p. ej., un imputado en una causa penal que
se encontraba prescripta–, entiendo que no debería descartarse la hipótesis de que la Corte
IDH tuvo en cuenta las consecuencias que su interpretación del tratado tiene para personas
diferentes a la presunta víctima.
124. Cf. Rey, S. A. (2012), op. cit., p. 336. En sentido contrario, Dulitzky sostiene que “si
los Estados no siguen lo dicho por la Corte IDH es posible que el caso sea sometido al
sistema interamericano y eventualmente la Corte pueda decidir sobre el mismo y lo haga
de la misma manera que su precedente. Pero estas razones de política judicial y economía
procesal que justificarían seguir lo dicho por la Corte no la transforman en una obligación
jurídica como la que pretende imponer”. Dulitzky, A. E. (2014). El Impacto del Control de
Convencionalidad. ¿Un Cambio de Paradigma en el Sistema Interamericano de Derechos
Humanos? En J. C. Rivera (h), J. S. Elías, L. S. Grosman y S. Legarre (dirs.), op. cit., p. 552.
125. Cf. Bidart Campos, G. J. (1999). Manual de la Constitución reformada: tomo III. Buenos
Aires: Ediar, p. 559, y Sagües, N. P. (1997). El valor de los pronunciamientos de la Comisión
Interamericana de Derechos Humanos. Jurisprudencia Argentina, tomo 1997-II, 745.
126. Art. 44.2 del Reglamento de la CIDH y art. 50 de la CADH.
206
La teoría del control de convencionalidad
del cual el Estado debe tomar las medidas que le competan para remediar la
situación examinada.
A los fines de determinar el valor jurídico de las recomendaciones de la
CIDH, en primer término, debo señalar que, a diferencia de la Corte IDH, la
Comisión no posee jurisdicción en el sentido técnico. Prueba de ello es que
sus integrantes son denominados miembros y no jueces.127
Aguiar señala que “el sentido habitual del término recomendaciones alude
a actos unilaterales no vinculantes, emanados por lo general de un órgano
internacional y dirigido a uno o más destinatarios invitándolos a adoptar un
comportamiento determinado”.128
El primer pronunciamiento donde la Corte IDH tuvo que manifestarse so-
bre los alcances de este término, fue el Caso Caballero Delgado y Santana Vs.
Colombia. Allí, entendió que
207
Sebastián A. Rey
Faúndez Ledesma criticó esta decisión, puesto que el tribunal solo utilizó
el criterio teleológico para interpretar el tratado apartándose de su objeto y
fin y del contexto de las disposiciones contenidas en los artículos 50 y 51 de la
CADH en relación con el artículo 1.1 del tratado.130
Dos años después, la Corte IDH modificó su jurisprudencia que le restaba
efectividad a las decisiones de la CIDH,131 fijando en el Caso Loayza Tamayo
Vs. Perú un estándar robusto respecto del valor de los informes de esta.132
En efecto, declaró que
130. Cf. Faúndez Ledesma, H. (1999), op. cit., pp. 342 y 343.
131. Cf. Abregú, M. y Espinoza, O. (2006). La eficacia de la Comisión Interamericana
de Derechos Humanos y la aplicación de sus decisiones por los Estados Parte. En V.
Abramovich, A. Bovino y C. Courtis (comps.), op. cit., p. 195.
132. Cf. Filippini, L. G. (2006). Los informes finales de la Comisión Interamericana en la
jurisprudencia de la Corte Suprema argentina. En V. Abramovich, A. Bovino y C. Courtis
(comps.), op. cit., p. 153.
133. Corte IDH, Caso Loayza Tamayo Vs. Perú. Fondo. Sentencia de 17 de septiembre de
1997. Serie C No. 33, párr. 80.
134. Ibíd., párr. 81.
135. Corte IDH, Caso Blake Vs. Guatemala. Fondo. Sentencia de 24 de enero de 1998. Serie
C No. 36, párr. 108.
208
La teoría del control de convencionalidad
cooperación del Estado para que adecue su conducta al respeto de los dere-
chos humanos,136 con mucha más razón debe hacérselo con el “Informe del
artículo 51” que es definitivo.
A nivel doctrinario existen dos posturas diferentes en cuanto al valor de los
informes de la CIDH.
Un primer grupo de autores considera que los informes de la CIDH no son
sentencias pero, por ello, no se puede asumir que carecen de efectos jurídicos,
sino que cuentan con la presunción de una significativa cuota de legitimidad.137
Entre ellos, puede mencionarse la posición de García, quien destaca que
Para este autor, la posibilidad de llevar el caso ante la Corte IDH debe tener
algún sentido, pues
Por otra parte, afirma que el deber del Estado consagrado en el artículo
51.2 del tratado no existe si este, actuando de buena fe, no cumple en función
de que no está de acuerdo con los términos del informe y brinda razones se-
rias y pertinentes para su disenso.140
136. Cf. Pinto, M. (1993). La denuncia ante la Comisión Interamericana de Derechos Huma-
nos. Buenos Aires: Editores Del Puerto, pp. 142 y 143.
137. Cf. Faúndez Ledesma, H. (1999), op. cit., p. 342, y Sagües, N. (1997), op. cit., p. 746.
138. García, L. M. (2002). El Derecho Internacional de los Derechos Humanos. ¿Cuestión
de derecho internacional o cuestión de derecho doméstico? En L. M. García (coord.), Los
derechos humanos en el proceso penal. Buenos Aires: Ábaco, p. 50.
139. Ibíd., pp. 47 y 60.
140. Ibíd., p. 56.
209
Sebastián A. Rey
Resulta evidente que García se está refiriendo únicamente a casos en que los
Estados han ratificado la CADH y reconocido la competencia de la Corte IDH
porque, de lo contrario, la CIDH no podría someter el caso ante el tribunal. Si
se parte de una interpretación de buena fe del tratado que busque garantizar el
principio pro persona, la conclusión correcta sería que si un Estado no coincide
con los términos del informe preliminar y tiene “razones serias y pertinentes
para su disenso”, tiene el derecho a solicitar que el caso sea sometido a la Corte
IDH, disputando las conclusiones y procedimientos de la Comisión141 o inten-
tar modificar la posición de la CIDH antes de que se dicte el informe definitivo.
En este sentido, el sistema está ideado para que la Corte IDH ejerza una
función controladora en lo que hace al trámite de las comunicaciones indivi-
duales sobre posibles violaciones de la CADH,142 siendo jurisprudencia cons-
tante del tribunal que
210
La teoría del control de convencionalidad
caso de falta de voluntad del Estado en cumplir el informe del artículo 50,
igualmente decida que lo mejor es que la Corte IDH intervenga en el asunto.
La segunda posición sobre la materia es compartida por la propia Comi-
sión Interamericana y buena parte de la doctrina, que consideran que las re-
comendaciones de la CIDH son vinculantes y definitivas, realizando algunos
de ellos una diferenciación entre el valor del informe redactado en función del
artículo 50 y el del artículo 51.144
Aguiar sostiene que el lenguaje del artículo 51 es imperativo y que “una
interpretación restrictiva del término recomendaciones, en modo de asumir-
lo como indicativo de una sugerencia o consejo que no ata en derecho a su
destinatario sería inadmisible pues vulneraría el objeto y fin del tratado”.145
Para el jurista venezolano, el incumplimiento del informe del artículo 50
no genera responsabilidad internacional por hecho internacionalmente ilíci-
to. Sin embargo,
144. Cf. Krsticevic, V. (2007), op. cit., p. 22; Bidart Campos, G. J. (2001). La exigencia cons-
titucional e internacional de la alzada en el proceso penal. La Ley, tomo 2001-B, 142; Bidart
Campos, G. J. y Albanese, S. (30 de junio de 1999). El valor de las recomendaciones de la
Comisión Interamericana de Derechos Humanos. Jurisprudencia Argentina, 17-23, y Du-
litzky, A. (1997) La aplicación de los tratados sobre derechos humanos por los tribunales
locales: un estudio comparado. En M. Abregú y C. Courtis Christian (comps.), op. cit., p. 68.
145. Aguiar, A. (2008), op. cit., p. 39.
146. Ibíd., pp. 41 y 42.
147. Cf. Rodríguez-Pinzón, D. (2004). La Comisión Interamericana de Derechos Humanos.
En C. Martin, D. Rodríguez-Pinzón y J. A. Guevara (comps.), op. cit., pp. 206 y 207, y
Aguiar, A. (2008), op. cit., p. 42.
211
Sebastián A. Rey
[c]uando el artículo 51 dice “debe” marca una obligación respecto a las con-
ductas a llevar a cabo, así como cuando se refiere a “recomendaciones perti-
nentes”, los Estados están confiando al órgano su capacidad de dar en la tecla
sobre las acciones a seguir por el Estado.148
[l]a alternativa más favorable para la tutela de los derechos humanos consiste
en considerar a las “recomendaciones” de la CIDH como susceptibles de gene-
rar obligaciones para los Estados. De lo contrario el sistema interamericano de
protección no sería eficaz respecto de los Estados no partes en el tratado o que
no reconocieron la competencia de la Corte.150
Considero que en casi todos los fallos y en la mayor parte de los trabajos
doctrinarios que analizan la cuestión no se resuelve un importante problema:
si el informe definitivo de la CIDH es obligatorio porque el texto de la Con-
vención así lo dispone, ¿qué ocurre cuando la CIDH dicta el mismo informe
contra un Estado que no ratificó el tratado?
La cuestión es fundamental, ya que frecuentemente se pierde de vista que
la CIDH cumple numerosas funciones establecidas no solo en la CADH, sino
148. Salvioli, F. (2003). Un análisis desde el principio pro persona, sobre el valor jurídico de
las decisiones de las Comisión Interamericana de Derechos Humanos. En V. Bazán (coord.),
Defensa de la Constitución: garantismo y controles. Buenos Aires: Ediar, pp. 147 y 148.
149. Bidart Campos, G. y Albanese, S. (1998). Derecho Internacional, Derechos Humanos y
Derecho Comunitario. Buenos Aires: Ediar, pp. 148 y 154.
150. Ibíd., p. 151.
212
La teoría del control de convencionalidad
151. Como consecuencia de los arts. 3 (j), 16, 51 (e), 112 y 150 de la Carta de la OEA, las
disposiciones de otros instrumentos y resoluciones de la OEA sobre derechos humanos
adquieren fuerza obligatoria para los Estados Miembros. Asimismo, ver arts. 18 y 19 del
Estatuto de la CIDH y art. 41 de la CADH.
213
Sebastián A. Rey
plir con las recomendaciones de la CIDH, sino también implicaría afirmar que
la CIDH al redactar su Reglamento violó su Estatuto, algo que luego de más
de treinta años y nueve reformas reglamentarias resulta imposible de sostener.
En efecto, si se analiza el Estatuto y Reglamento de la CIDH se puede cons-
tatar cómo el procedimiento ante la Comisión fue modificado sustancialmen-
te con el paso del tiempo, dado que no siempre contó con un sistema de dos
informes como existe en la actualidad.
De acuerdo al Reglamento de la CIDH, que fue enmendado en 1961, 1962
y 1966, si se comprobaba la violación de un derecho reconocido en la Decla-
ración Americana, la Comisión preparaba el informe del caso y formulaba las
recomendaciones procedentes al gobierno aludido. Si el gobierno no adopta-
ba dentro de un plazo razonable las medidas recomendadas por la CIDH, esta
podía formular las observaciones que consideraba apropiadas en el Informe
Anual que debía rendir ante la OEA.152
Posteriormente, cuando la Asamblea General de la OEA aprobó mediante
la Resolución Nº 447 el Estatuto de la CIDH en 1979, dispuso que “la Comi-
sión formulará y adoptará su propio Reglamento de acuerdo con el presente
Estatuto”.153 Es decir que, al dictar su Reglamento, la CIDH tenía como límite
lo establecido en el Estatuto, por lo que no puede presumirse que al redactarlo
manifiestamente se apartó de lo establecido en aquel. Como la CADH ya ha-
bía sido aprobada en 1969, el Estatuto dispuso que
214
La teoría del control de convencionalidad
215
Sebastián A. Rey
160. Ver art. 52 del Reglamento que entró en vigor el 1º de agosto de 2013.
161. CSJN, Fallos 315:1492, considerando 21.
162. Cf. CSJN, “Aquino, Mercedes s/ denuncia (Caso Martinelli-Oliva) s/ plantea
inconstitucionalidad del decreto 1002/89”, sentencia de 14 de octubre de 1992, Fallos
315:2421.
216
La teoría del control de convencionalidad
Cuando la CSJN tuvo que enfrentarse por primera vez con una condena
contra la Argentina en “Cantos”, la mayoría de los jueces del tribunal deses-
163. CSJN, Fallos 318:514, considerando 11. Esta doctrina fue reiterada, entre otros, en
Fallos 328:2056; 326:2805.
164. CSJN, Fallos 321:3630, considerando 18.
165. Cf. Fappiano, O. L. (1997). El derecho de los derechos humanos. Buenos Aires: Ábaco, p. 79.
166. Cf. CSJN, “Viaña, Roberto”, sentencia del 23 de noviembre de 1995, Fallos 318:2348,
disidencia parcial de los doctores Fayt y Petracchi, considerando 6. En este sentido
mencionan los casos “Microómnibus Barrancas de Belgrano S. A.”, Fallos 312:2490,
considerandos 6 y 7; “Comunidad Homosexual Argentina c. res. Inspección General de
Justicia” (Fallos 314:1531, voto en disidencia del juez Fayt, considerando 10) y “Servini de
Cubría s/ amparo” (Fallos 315:1943, voto del juez Boggiano, considerando 15).
167. García Ramírez, S. (julio-diciembre 2011), op. cit., 138.
217
Sebastián A. Rey
168. Cf. Corte IDH, Caso Cantos Vs. Argentina. Fondo, Reparaciones y Costas. Sentencia de
28 de noviembre de 2002. Serie C No. 97.
169. CSJN, Fallos 326:2972, voto de los jueces Fayt y Moliné O’Connor, considerando 4, y
voto del juez Vázquez, considerando 8.
170. Abramovich, V. (2008). “Transplante” y “Neopunitivismo”. Debates sobre la aplicación
del derecho internacional de los derechos humanos en Argentina. En S. Tiscornia,
Activismo de los derechos humanos y burocracias estatales. El caso Walter Bulacio. Buenos
Aires: Editores Del Puerto-CELS, p. 257.
218
La teoría del control de convencionalidad
219
Sebastián A. Rey
[d]ado que tales restricciones, empero, fueron dispuestas por el propio tribu-
nal internacional a cargo de asegurar el efectivo cumplimiento de los derechos
reconocidos por dicha Convención, a pesar de las reservas señaladas, es deber
de esta Corte, como parte del Estado argentino, darle cumplimiento en el mar-
co de su potestad jurisdiccional.179
220
La teoría del control de convencionalidad
221
Sebastián A. Rey
185. CSJN, Fallos 328:2056, voto del juez Petracchi, considerando 31.
186. CSJN, Fallos 328:3399, voto de la doctora Highton de Nolasco, considerandos 10 y 11.
187. Cf. CSJN, Fallos 330:3248, considerando 21. Este criterio fue reiterado en “Videla,
Jorge Rafael y Massera, Emilio Eduardo s/ recurso de casación”, 31 de agosto de 2010,
considerando 8.
222
La teoría del control de convencionalidad
188. Cf. Rey, S. A. (24 de abril de 2013). La Corte Suprema de Justicia de la Nación y su
recepción de la doctrina interamericana del control de convencionalidad. Jurisprudencia
Argentina, 2013-II, 28/33.
189. CSJN, “Rodríguez Pereyra, Jorge Luis y otra c. Ejército Argentino s/ daños y perjuicios”,
sentencia de 27 de noviembre de 2012, Fallos 335:2333, considerando 12.
190. Ibíd., considerando 13.
191. CSJN, “Carranza Latrubesse, Gustavo c/ Estado Nacional”, sentencia de 6 de agosto
de 2013, Fallos 336:1024, voto de la doctora Highton de Nolasco y el doctor Lorenzetti,
considerandos 9 y 10.
223
Sebastián A. Rey
principio, de cumplimiento obligatorio para este (art. 68.1, CADH) (Cf. doc-
trina de Fallos 327:5668, voto de la jueza Highton de Nolasco, considerando
6°). Dicha obligatoriedad, sin embargo, alcanza únicamente a las sentencias
dictadas por el tribunal internacional dentro del marco de sus potestades re-
mediales. En efecto, es con ese alcance que el Estado argentino se ha obligado
internacionalmente a acatar las decisiones de la Corte Interamericana.192
En virtud de ello concluyeron que las sentencias de la Corte IDH son obli-
gatorias en la medida en que hayan sido dictadas dentro de su competencia, lo
que para los jueces nacionales no habría ocurrido en dicho caso.193
Resulta llamativo el cambio de posición de los jueces Lorenzetti y Highton
de Nolasco, toda vez que se apartaron sin brindar ningún fundamento de lo
que venían sosteniendo en otros precedentes que ya se mencionaron –“Casal”,
“Mazzeo”, “Rodríguez Pereyra” y “Carranza Latrubesse”–.
Si bien Rosenkrantz siempre se había manifestado crítico de la jurispruden-
cia de los tribunales internacionales y su obligatoriedad, tanto Lorenzetti como
Highton no ponían reparos al ejercicio del “control de convencionalidad” y al
cumplimiento de los estándares establecidos por el tribunal interamericano.
Una consecuencia peligrosa del argumento de la CSJN consiste en que to-
dos los jueces nacionales tendrían la competencia para determinar en cada
caso si un estándar creado por la Corte IDH fue dictado en el marco de las
atribuciones previstas por la CADH.194
Para la CSJN son obligatorias “únicamente las sentencias dictadas por el
tribunal internacional dentro del marco de sus potestades remediales. En
efecto, es con ese alcance que el Estado argentino se ha obligado internacio-
nalmente a acatar las decisiones de la Corte Interamericana”.195
Si se examina el instrumento de reconocimiento de la competencia de la
Corte IDH por parte del Estado argentino, de fecha 14 de agosto de 1984, solo
se señala que se realiza por tiempo indefinido y bajo condición de estricta
192. CSJN, “Ministerio de Relaciones Exteriores y Culto”, cit., votos de los jueces Lorenzetti,
Highton de Nolasco y Rosenkrantz, considerando 6.
193. Ibíd.
194. Ibíd., considerando 7.
195. Ibíd., considerando 6.
224
La teoría del control de convencionalidad
la Corte Interamericana no tiene atribuciones como para “dejar sin efecto” una
sentencia de la Corte Suprema argentina. Sin embargo, esas obvias nociones
en las que la Corte nos re-educa, habían sido distorsionadas en los últimos
años por una porción considerable de la Doctrina que incurría en un severo
desequilibrio conceptual.198
196. El artículo 63.1 de la CADH dispone que “[c]uando decida que hubo violación de un
derecho o libertad protegidos en esta Convención, la Corte dispondrá que se garantice al le-
sionado en el goce de su derecho o libertad conculcados. Dispondrá, asimismo, si ello fuera
procedente, que se reparen las consecuencias de la medida o situación que ha configurado
la vulneración de esos derechos y el pago de una justa indemnización a la parte lesionada”.
197. CSJN, “Ministerio de Relaciones Exteriores y Culto”, cit., votos de los jueces Lorenzetti,
Highton de Nolasco y Rosenkrantz, considerando 12.
198. Garay, A. F. (23 de febrero de 2017). En ocasiones necesitamos educarnos en lo obvio.
La Ley, punto IX. En idéntico sentido se señaló que “la imposición de ‘dejar sin efecto’ que
implica como señala con justeza Rosatti, ‘revocar’ una decisión pasada en autoridad de cosa
juzgada por la Corte Suprema dictada dentro del ámbito de su competencia parece ir más
allá de las atribuciones –propias y específicas– de la Corte IDH (en especial respecto de lo
dispuesto por el art. 63.1 de la CADH)”. Sola, J. V.; González Tocci, L. y Caminos, P. A. (23 de
febrero de 2017). La Corte Suprema y la Corte Interamericana. La Ley, punto III.
225
Sebastián A. Rey
199. Gargarella, R. (23 de febrero de 2017). La autoridad democrática frente a las decisiones
de la Corte Interamericana. La Ley, punto IV.
200. Cf. Santiago, A. (23 de febrero de 2017), op. cit., punto III.3.
226
La teoría del control de convencionalidad
Guerra Mundial quedó ya lejos y se han olvidado las razones que motivaron a
los Estados a crear un sistema de protección internacional de derechos huma-
nos que se active cuando los órganos internos, entre ellos, las cortes supremas,
violen con sus actos u omisiones normas convencionales.
El último pronunciamiento de la CSJN que merece mencionarse es “Mi-
lagro Sala”. Más allá de que la CSJN resolvió desestimar el recurso extraordi-
nario interpuesto por la defensa contra el auto de prisión preventiva dictado
por la justicia provincial de Jujuy, el tribunal hace referencia a las medidas
provisionales ordenadas por la Corte IDH en favor de Sala.201
Corresponde señalar que unos días antes de la sentencia local, la Corte
IDH había resuelto
201. Vale la pena recordar que el tribunal interamericano había resuelto “[r]equerir que el
Estado de Argentina adopte, de manera inmediata, las medidas de protección que sean ne-
cesarias y efectivas para garantizar la vida, integridad personal y salud de la señora Milagro
Sala. En particular, el Estado debe sustituir la prisión preventiva de la señora Sala por la me-
dida alternativa de arresto domiciliario que deberá llevarse a cabo en su residencia o lugar
donde habitualmente vive, o por cualquier otra medida alternativa a la prisión preventiva
que sea menos restrictiva de sus derechos que el arresto domiciliario”. Corte IDH, Asunto
Milagro Sala respecto de Argentina. Solicitud de Medidas Provisionales. Resolución de la
Corte Interamericana de Derechos Humanos de 23 de noviembre de 2017.
202. Corte IDH, Asunto Milagro Sala respecto de Argentina. Solicitud de Medidas
Provisionales. Resolución de la Corte Interamericana de Derechos Humanos de 23 de
noviembre de 2017.
227
Sebastián A. Rey
Si se tiene en cuenta que para la Corte IDH el caso de Sala reunía los requi-
sitos de “extrema gravedad y urgencia” y se estaba en presencia de un posible
daño irreparable a la salud e integridad personal de la nombrada, la alternati-
va de continuar dilatando la cuestión con la remisión nuevamente a la justicia
provincial –máxime cuando esta no había reaccionado favorablemente cuan-
do conoció las decisiones de los órganos del sistema interamericano anterio-
res a la sentencia de la CSJN– no pondría fin a la posible violación a la CADH
que se estaría cometiendo.
Por su parte, los jueces Maqueda, Highton de Nolasco y Lorenzetti resol-
vieron “requer[ir] a las autoridades judiciales a cuya disposición está detenida
la recurrente que adopten con carácter de urgente las medidas del caso para
dar cabal cumplimiento a lo ordenado por la Corte Interamericana de Dere-
chos Humanos”.
Sin embargo, los fundamentos que dan para llegar a esa conclusión son
diferentes. Maqueda, siguiendo sus votos anteriores, arriba a la obligación de
cumplir la sentencia de la Corte IDH recordando el precedente “Lavado”.204
Por su parte, Lorenzetti y Highton de Nolasco señalan que ordenarle a los
jueces provinciales que cumplan con las medidas provisionales
203. CSJN, “Sala, Milagro Arnalia Ángela y otros s/ p. s. a. asociación ilícita, fraude a la
administración pública y extorsión”, 5 de diciembre de 2017, Fallos 340:1756, voto del juez
Rosenkrantz, considerando 12.
204. CSJN, “Lavado, Diego J. y otros c. Provincia de Mendoza y otros”, sentencia de 13 de
febrero de 2006, Fallos 330:111.
228
La teoría del control de convencionalidad
Este párrafo implicaría un nuevo estándar, dado que para los magistrados
se deben cumplir las sentencias de la Corte IDH, salvo cuando se afecte la
cosa juzgada dictada por la CSJN. Pero ello no sería aplicable a la cosa juzgada
dictada por otro tribunal nacional.
Además, como sostiene Pinto
205. CSJN, “Sala, Milagro”, cit., voto de los jueces Lorenzetti y Highton, considerando 11.
206. Pinto, M. (2006), op. cit., pp. 135 y 136.
207. CSJN, “Sala, Milagro”, cit., voto del juez Rosatti, considerando 10.
208. CIDH, Resolución 23/2017, Milagro Sala, Argentina, 27 de julio de 2017.
229
Sebastián A. Rey
230
La teoría del control de convencionalidad
si bien por el principio de buena fe que rige la actuación del Estado argentino
en el cumplimiento de sus compromisos internacionales, aquél debe realizar
los mejores esfuerzos para dar respuesta favorable a las recomendaciones efec-
tuadas por la Comisión, ello no equivale a consagrar como deber para los jue-
ces el de dar cumplimiento a su contenido, al no tratarse aquéllas de decisiones
vinculantes para el Poder Judicial. Es que la jurisprudencia internacional, por
más novedosa y pertinente que se repute, no podría constituir un motivo de
revisión de las resoluciones judiciales –equiparable al recurso de revisión–,
pues ello afectaría la estabilidad de las decisiones jurisdiccionales, la que, en la
medida en que constituye un presupuesto ineludible de la seguridad jurídica,
es exigencia del orden público y posee jerarquía constitucional.216
231
Sebastián A. Rey
[r]esulta llamativo que el mismo día que la Corte dictó la sentencia en “Na-
poli” en la cual de manera precisa se sujetó a los criterios establecidos por la
Corte IDH en materia de prisión preventiva, también emitió su decisión en
el caso “Acosta” en la que se muestra escéptica a cumplir con las decisiones
emitidas en el ámbito internacional.218
232
La teoría del control de convencionalidad
debe rechazarse que la CSJN tenga alguna competencia para imponer, me-
diante un ejercicio voluntarista de interpretación, el alcance del articulado
de los instrumentos internacionales, en general, y de los que tienen jerarquía
constitucional en particular. Al tratarse de obligaciones internacionales cuyo
cumplimiento genera responsabilidad internacional y la consiguiente obliga-
ción de reparar, el Estado no puede, a través de uno de sus poderes, crear la
medida de su cumplimiento. Dicha medida, que se traduce en el contenido
asignado a la obligación internacional, debe ser desarrollada por el organismo
a cargo, según el instrumento internacional de que se trate, del seguimiento y
cumplimiento de dichas obligaciones. Esto es por los respectivos organismos
internacionales de control.223
233
Sebastián A. Rey
234
La teoría del control de convencionalidad
235
Sebastián A. Rey
236
La teoría del control de convencionalidad
236. CSJN, “Carranza Latrubesse, Gustavo c/ Estado Nacional –Ministerio de Relaciones Ex-
teriores– Provincia del Chubut”, cit., votos de los jueces Fayt y Zaffaroni, considerando 14.
237. Ibíd., voto del juez Petracchi, considerando 13.
238. Ibíd., voto del juez Maqueda, considerando 7.
239. Ibíd., voto disidente de la jueza Argibay, considerando 13.
240. Ibíd., voto disidente de los jueces Lorenzetti y Highton de Nolasco, considerando 9.
241. CSJN, “Carranza Latrubesse, Gustavo c/ Estado Nacional –Ministerio de Relaciones
Exteriores– Provincia del Chubut”, cit., voto de los jueces Fayt y Zaffaroni, considerando 3.
237
Sebastián A. Rey
no realizó los esfuerzos exigidos por el principio de buena fe que rige la ac-
tuación de los Estados en el cumplimiento de sus compromisos internaciona-
les, ni tampoco alegó la existencia de razones de orden público interno que
justificaran su conducta, sino que simplemente ignoró las recomendaciones
realizadas por el órgano interamericano.243
Por lo tanto, hacen referencia a la máxima ut res magis valeat quant pereat,
también conocida como del “efecto útil”, regla general de interpretación ya con-
solidada incluso con anterioridad a su recepción en el artículo 31 de la Conven-
ción de Viena, que impone que cuando un tratado es susceptible de dos inter-
pretaciones, una de las cuales le permite producir los efectos queridos y la otra
no, la buena fe y la necesidad de realizar el objeto y fin del instrumento exigen la
adopción de la primera de las dos interpretaciones. Paralelamente, mencionan
el principio pro homine o pro persona, que impone privilegiar la interpretación
legal que más derechos acuerde al ser humano frente al poder estatal.245
238
La teoría del control de convencionalidad
239
Capítulo 5
Responsabilidad
internacional del
Estado por violaciones
de derechos humanos
1. La responsabilidad internacional del Estado
por hechos internacionalmente ilícitos
un principio básico del derecho internacional que toda violación del derecho
internacional por un Estado entraña la responsabilidad internacional de éste.
El hecho internacionalmente ilícito de un Estado puede consistir en una o
varias acciones u omisiones o en una combinación de ambas cosas.2
243
Sebastián A. Rey
3. Ibíd., p. 51. La CDI añade que la expresión francesa fait internationalement illicite es mejor
que acte internationalement illicite, ya que la ilicitud a menudo es consecuencia de omisio-
nes que difícilmente pueden ser indicadas por la palabra acte. Por las mismas razones, se
ha adoptado en el texto español la expresión “hecho internacionalmente ilícito”. En el texto
inglés es necesario mantener la expresión internationally wrongful act porque la palabra
francesa fait no tiene equivalente exacto, debiendo entenderse que la palabra act abarca
también las omisiones. Ibíd., p. 49.
4. Cf. CIJ, Corfu Channel (United Kingdom of Great Britain and Northern Ireland v. Albania),
cit., pp. 22 y 23.
5. Cf. CIJ, United States Diplomatic and Consular Staff in Tehran (United States of America v.
Iran), Judgment of 24 May 1980, I.C.J. Reports 1980, párrs. 63 y 67.
6. Cf. AG, Informe de la Comisión de Derecho Internacional, Responsabilidad de los Estados,
cit., artículo 2, pp. 49 y 50.
244
Responsabilidad internacional del Estado por violaciones de derechos humanos
ble de cumplir la obligación violada. Por ello, el Estado responsable del hecho
internacionalmente ilícito está obligado a ponerle fin, si ese hecho continúa y a
ofrecer seguridades y garantías adecuadas de no repetición –que implican un
reforzamiento positivo del cumplimiento futuro– si las circunstancias lo exi-
gen.7 Asimismo, el Estado responsable está obligado a reparar íntegramente el
perjuicio causado –tanto los daños materiales como los morales–,8 pudiendo
adoptar la reparación la forma de restitución, indemnización y/o satisfacción.9
Uno de los aspectos más importantes del proyecto de la CDI consiste en es-
tablecer ciertas consecuencias en casos de violaciones graves de obligaciones
contraídas en virtud de normas imperativas de derecho internacional gene-
ral, toda vez que algunos tribunales internacionales consideran que las graves
violaciones de algunos derechos humanos constituyen un quebrantamiento
de normas de ius cogens. Para la CDI, una violación se considerará grave si
implica el incumplimiento flagrante o sistemático de la obligación por el Es-
tado responsable.10
La cuestión de las violaciones a normas imperativas ya había sido analizada
por el relator especial Roberto Ago en la década de 1970, quien en el artículo
19 de su proyecto de responsabilidad de los Estados por hechos internacio-
nalmente ilícitos distinguió los crímenes de los delitos internacionales en los
siguientes términos:
245
Sebastián A. Rey
11. CDI (1976). Yearbook of the International Law Comission 1976, vol. I, Summary records
of the twenty-eighth session, 3 May-23 July (A/CN.4/SER.A/1976), pp. 7 y ss.
12. Cf. Wyler, E. (2002). From ‘State Crime’ to Responsibility for Serious Breaches of
Obligations under Peremptory Norms of General International Law. European Journal of
International Law, Oxford University Press, 13(5), p. 1150.
13. Cf. Dupuy, P-M. (2002) International Criminal Responsibility of the Individual and
International Responsibility of the State. En A. Cassese; P. Gaeta y J. R. W. D. Jones (eds.),
op. cit., p. 1097.
246
Responsabilidad internacional del Estado por violaciones de derechos humanos
14. Cf. Tams, Ch. J. (2002). Do Serious Breaches give rise to any Specific Obligations of the
Responsible State? European Journal of International Law, (13), p. 1167.
15. Cf. de Than, C. y Shorts, E. (2003), op. cit., p. 24.
16. Cf. Wyler, E. (2002), op. cit., p. 1159.
17. Cf. Crook, J. R. (2003). The International Court of Justice and Human Rights.
Northwestern University Journal of International Human Rights, 1, p. 3.
18. Cf. Higgins, R. (2002). The International Court of Justice and Human Rights. En F.
Butler (ed.), Human Rights Protection: Methods and Effectiveness. The Hague: Kluwer Law
International, p. 163.
247
Sebastián A. Rey
19. Cf. Annacker, C. (1994). The Legal Regime of Erga Omnes Obligations in International
Law. Austrian Journal of Public and International Law, 46, p. 135.
20. Cf. CIJ, Reservations to the Convention on the Prevention and Punishment of the Crime
of Genocide, cit., p. 24.
21. Cf. CIJ, South West Africa (Ethiopia v. South Africa), Judgment of 18 July 1966, Second
Phase, I.C.J. Reports, párrs. 49 y 50.
22. Ibíd., dissenting opinion of judge Tanaka, p. 298.
23. Cf. Pinto, M. (1997) Temas de derechos humanos, op. cit., pp. 26 y 27 y Pinto, M. (2008).
Los derechos humanos en la jurisprudencia de la Corte Internacional de Justicia, Revista
248
Responsabilidad internacional del Estado por violaciones de derechos humanos
Jurídica de Buenos Aires, Facultad de Derecho de la Universidad de Buenos Aires, pp. 9-31.
24. Cf. CIJ, Barcelona Traction, Light and Power Company, Limited (Belgium v. Spain),
Judgment of 5 February 1970, I.C.J. Reports, párr. 33.
25. Ibíd., párr. 34.
26. Cf. Meron, T. (1989). Human Rights and Humanitarian Norms as Customary Law.
Oxford: Clarendon Press, p. 199.
27. Cf. CIJ, East Timor (Portugal v. Australia), Judgement of 30 June 1995, I.C.J., Reports,
párr. 29.
249
Sebastián A. Rey
28. Cf. CIJ, Application of the Convention on the Prevention and Punishment of the Crime
of Genocide (Bosnia and Herzegovina v. Serbia and Montenegro), Preliminary Objections,
Judgment of 11 July 1995, I.C.J. Reports, párr. 31. En igual sentido se pronunció en Armed
Activities on the Territory of the Congo (New Application: 2002) (Democratic Republic of the
Congo v. Rwanda), cit., párr. 64.
29. Cf. CIJ, Legal Consequences of the Construction of a Wall in the Occupied Palestinian
Territory, cit., párrs. 155 y 159.
30. Corte IDH, “Otros Tratados” objeto de la función consultiva de la Corte (art. 64
Convención Americana sobre Derechos Humanos), cit., párr. 24.
250
Responsabilidad internacional del Estado por violaciones de derechos humanos
del cual ellos, por el bien común, asumen varias obligaciones, no en relación con
otros Estados, sino hacia los individuos bajo su jurisdicción.31
En este sentido, la Corte IDH mencionó que todos los tratados de derechos
humanos
31. Corte IDH (24 de septiembre de 1982). El efecto de las reservas sobre la entrada en vigen-
cia de la Convención Americana sobre Derechos Humanos. Opinión Consultiva OC-2/82. Se-
rie A No. 2, párr. 29. Al respecto, Cançado Trindade menciona que mientras los conceptos
y categorías jurídicos del derecho internacional público se han formado y cristalizado sobre
todo en el plano de las relaciones “interestatales” (bajo el dogma de que solo los Estados, y
más tarde las organizaciones internacionales, son sujetos de aquel ordenamiento jurídico),
los conceptos y categorías jurídicos del derecho internacional de los derechos humanos
se han formado y cristalizado en el plano de las relaciones “intraestatales”, es decir, en las
relaciones entre los Estados y los seres humanos bajo sus respectivas jurisdicciones (erigi-
dos estos últimos en sujetos de aquel ordenamiento jurídico). Corte IDH, Caso Blake Vs.
Guatemala. Reparaciones y Costas. Sentencia de 22 de enero de 1999. Serie C No. 48, voto
razonado del juez A. A. Cançado Trindade, párr. 5.
32. Cf. Corte IDH, Caso Cayara Vs. Perú. Excepciones Preliminares. Sentencia de 3 de
febrero de 1993. Serie C No. 14, párr. 37.
33. Corte IDH, Caso de la Comunidad Mayagna (Sumo) Awas Tingni Vs. Nicaragua. Fondo,
Reparaciones y Costas. Sentencia de 31 de agosto de 2001. Serie C No. 79, voto razonado
concurrente del juez S. García Ramírez, párr. 4.
251
Sebastián A. Rey
rencian de los demás tratados, los cuales reglamentan intereses recíprocos entre
los Estados Partes y son aplicados por éstos, con todas las consecuencias jurídi-
cas que de ahí derivan en los ordenamientos jurídicos internacional e interno.34
34. Corte IDH, Caso Ivcher Bronstein Vs. Perú. Competencia. Sentencia de 24 de septiembre
de 1999. Serie C No. 54, párr. 42 y Caso del Tribunal Constitucional Vs. Perú. Competencia.
Sentencia de 24 de septiembre de 1999. Serie C No. 55, párr. 41; Caso Hilaire Vs. Trinidad y To-
bago. Excepciones Preliminares. Sentencia de 1 de septiembre de 2001. Serie C No. 80, párr. 94.
35. Cf. Corte IDH, Condición Jurídica y Derechos de los Migrantes Indocumentados, cit., párr. 73.
36. Cf. Corte IDH, Caso Chitay Nech y otros Vs. Guatemala, cit., párr. 18.
37. Cf. Rodríguez, G. (2000) Normas de Responsabilidad Internacional de los Estados. En
C. Martin; D. Rodríguez-Pinzón y J. A. Guevara (comps.), op. cit., p. 63.
38. Cf. Pinto, M. (1997), op. cit., p. 60.
39. Cf. Simma, B. (1995). International Human Rights and General International Law: A
Comparative Analysis, Collected Courses of the Academy of European Law, 4, pp. 181 y
182 y Craven, M. (2000). Legal differentiation and the concept of the human rights treaty in
international law. European Journal of International Law, 11(3), p. 509.
252
Responsabilidad internacional del Estado por violaciones de derechos humanos
No existen dudas respecto a que la Corte IDH ha considerado que los Esta-
dos han asumido obligaciones erga omnes en materia de derechos humanos.40
En igual sentido se ha pronunciado la CIDH.41 Sin embargo, fue el ex magistra-
do Cançado Trindade quien desarrolló con mayor profundidad dos cuestiones
que con frecuencia son utilizadas indistinta y equivocadamente tanto por jueces
como por parte de la doctrina: las dos dimensiones en que se manifiestan las
obligaciones erga omnes y la diferencia entre estas y las normas de ius cogens.
En relación con el primer punto, el jurista brasileño señala que “la doctrina
jurídica contemporánea, al abordar las obligaciones erga omnes, se ha centrado
casi exclusivamente en la dimensión horizontal, olvidándose de distinguirla de
la otra dimensión, la vertical, y descuidándose enteramente de esta última”.42
Con gran claridad, en su voto concurrente en la Opinión Consultiva OC-18/03
señaló que las obligaciones erga omnes pueden ser consideradas desde dos di-
mensiones,
una horizontal y otra vertical, que se complementan. Así, las obligaciones erga
omnes de protección, en una dimensión horizontal, son obligaciones atinentes
a la protección de los seres humanos debidas a la comunidad internacional
como un todo. En el marco del derecho internacional convencional, vinculan
ellas todos los Estados Partes en los tratados de derechos humanos (obliga-
ciones erga omnes partes), y, en el ámbito del derecho internacional general,
vinculan a todos los Estados que componen la comunidad internacional or-
ganizada, sean o no Partes en aquellos tratados (obligaciones erga omnes lato
sensu). En una dimensión vertical, las obligaciones erga omnes de protección
vinculan tanto los órganos y agentes del poder público (estatal) como los sim-
ples particulares (en las relaciones interindividuales).43
40. En el marco del sistema europeo, el Consejo de Europa compartió esta posición al recor-
darle a los Estados miembros que deben respetar la naturaleza erga omnes de los derechos
humanos. Cf. Parliamentary Assembly of the Council of Europe, Resolution 1433 (2005),
26 April 2005.
41. Cf. CIDH, Informe Nro. 47/96, Caso 11.436, Víctimas del Barco Remolcador ‘13 de
marzo’ vs. Cuba, 16 de octubre de 1996, párr. 77.
42. Corte IDH, Caso de la Masacre de Mapiripán Vs. Colombia, cit., voto razonado del juez
A. A. Cançado Trindade, párr. 26.
43. Corte IDH, Condición Jurídica y Derechos de los Migrantes Indocumentados, cit., voto
concurrente del juez A. A. Cançado Trindade, párr. 77.
253
Sebastián A. Rey
[p]or definición, todas las normas del ius cogens generan necesariamente
obligaciones erga omnes. Mientras el ius cogens es un concepto de derecho
material, las obligaciones erga omnes se refieren a la estructura de su des-
empeño por parte de todas las entidades y todos los individuos obligados.
A su vez, no todas las obligaciones erga omnes se refieren necesariamente a
normas del ius cogens.44
A los fines de que este punto quede suficientemente claro, debo mencionar
que, si bien ambos conceptos se encuentran relacionados, el derecho interna-
cional los ha diferenciado,46 toda vez que como señaló la CDI,
254
Responsabilidad internacional del Estado por violaciones de derechos humanos
255
Sebastián A. Rey
50. Corte IDH, Caso Claude Reyes y otros Vs. Chile. Fondo, Reparaciones y Costas. Sen-
tencia de 19 de septiembre de 2006. Serie C No. 151, voto razonado del juez S. García
Ramírez, párr. 3.
51. Malarino, E. (2009), op. cit., p. 33.
52. Ibíd., p. 29.
53. Ibíd., p. 36.
256
Responsabilidad internacional del Estado por violaciones de derechos humanos
54. Cf. Corte IDH, Control de Legalidad en el Ejercicio de las Atribuciones de la Comisión
Interamericana de Derechos Humanos (Arts. 41 y 44 a 51 de la Convención Americana sobre
Derechos Humanos). Opinión Consultiva OC-19/05 de 28 de noviembre de 2005. Serie A
No. 19, párr. 22.
55. Cf. Corte IDH, El derecho a la información sobre la asistencia consular en el marco de las
garantías del debido proceso legal, cit., párr. 115.
56. Corte IDH, Condición jurídica y derechos humanos del niño, cit., párr. 22; El derecho a
257
Sebastián A. Rey
la información sobre la asistencia consular en el marco de las garantías del debido proceso
legal, cit., párr. 36; Interpretación de la Declaración Americana de los Derechos y Deberes del
Hombre en el marco del artículo 64 de la Convención Americana sobre Derechos Humanos,
cit., párr. 44 y “Otros Tratados” objeto de la función consultiva de la Corte (art. 64 Convención
Americana sobre Derechos Humanos), cit., párr. 21.
57. Cf. Corte IDH, Condición jurídica y derechos humanos del niño, cit., párr. 22; El derecho
a la información sobre la asistencia consular en el marco de las garantías del debido proceso
legal, cit., párrs. 71 y 109 y “Otros Tratados” objeto de la función consultiva de la Corte (art.
64 Convención Americana sobre Derechos Humanos), cit., párr. 38.
58. Corte IDH, Caso Masacre Plan de Sánchez Vs. Guatemala, cit., párr. 51 y Caso Bámaca
Velásquez Vs. Guatemala, cit., párr. 208.
59. Corte IDH, Caso Bámaca Velásquez Vs. Guatemala., cit., voto razonado concurrente
del juez S. García Ramírez, párr. 23. Otros tratados que le asignan competencia al Tribunal
son el Protocolo Adicional a la Convención Americana sobre Derechos Humanos en
Materia de Derechos Económicos, Sociales y Culturales, y la Convención Interamericana
sobre Desaparición Forzada de Personas. Por su parte, tanto el Protocolo a la Convención
Americana sobre Derechos Humanos relativo a la Abolición de la Pena de Muerte como
la Convención Interamericana para Prevenir, Sancionar y Erradicar la Violencia contra
la Mujer no prevén específicamente la posibilidad de que se presenten peticiones ante la
CIDH. Sin embargo, la práctica del sistema interamericano ha garantizado que la Corte
IDH se haya pronunciado respecto a los alcances de dichos tratados. Respecto al primero
ver, Corte IDH, Restricciones a la pena de muerte (arts. 4.2 y 4.4 Convención Americana
sobre Derechos Humanos), cit., y Caso Hilaire, Constantine y Benjamin y otros Vs. Trinidad
258
Responsabilidad internacional del Estado por violaciones de derechos humanos
y Tobago, cit. En cuanto a la segunda, ver Corte IDH, Caso del Penal Miguel Castro Castro
Vs. Perú, cit., y Caso Ríos y otros Vs. Venezuela. Excepción Preliminar, Fondo, Reparaciones
y Costas. Sentencia de 28 de enero de 2009. Serie C No. 194.
60. Cf. Corte IDH, Interpretación de la Declaración Americana de los Derechos y Deberes del
Hombre en el marco del artículo 64 de la Convención Americana sobre Derechos Humanos,
cit., párr. 46.
61. Corte IDH, Caso Bámaca Velásquez Vs. Guatemala. Fondo, cit., párr. 208.
62. Corte IDH, Caso Masacre Plan de Sánchez Vs. Guatemala. Fondo, cit., voto concurrente
razonado del juez S. García Ramírez, párr. 19.
259
Sebastián A. Rey
el que se dirá si tal norma o tal hecho es o no compatible con la CADH. Esta
última solo ha atribuido competencia a la Corte para determinar la compatibi-
lidad de los actos o de las normas de los Estados con la propia Convención.63
63. Corte IDH, Caso Las Palmeras Vs. Colombia. Excepciones Preliminares, cit., párr. 33.
64. Ibíd., voto razonado del juez A. A. Cançado Trindade, párr. 4.
65. Cf. Corte IDH, Caso Bueno Alves Vs. Argentina, cit., párr. 116.
260
Responsabilidad internacional del Estado por violaciones de derechos humanos
261
Sebastián A. Rey
ferente sostuvo Barberis, para quien el artículo 1.1 de la CADH debe ser interpretado como
la obligación genérica de no discriminar. Por ello, la interpretación del artículo 1.1 como
regla que impone la obligación genérica de cumplir la Convención conduce a transformar
a dicho artículo en una disposición carente de sentido normativo. Corte IDH, Caso Cantos
Vs. Argentina, cit., voto razonado del juez Julio A. Barberis, párr. 9.
73. Cf. Corte IDH, Caso Velásquez Rodríguez. Fondo. Sentencia del 29 de julio de 1988,
Serie C No. 4, párr. 169 y Caso Godínez Cruz. Fondo. Sentencia de 20 de enero de 1989.
Serie C No. 5, párr. 178.
74. Ibíd.
75. Cf. Corte IDH, Caso González y otras (“Campo Algodonero”) Vs. México. Excepción
Preliminar, Fondo, Reparaciones y Costas. Sentencia de 16 de noviembre de 2009. Serie C
No. 205, párr. 242.
262
Responsabilidad internacional del Estado por violaciones de derechos humanos
76. Corte IDH, Caso Las Palmeras Vs. Colombia. Fondo. Sentencia de 6 de diciembre de
2001. Serie C No. 90, párr. 34.
77. Corte IDH, Caso de la Masacre de Pueblo Bello Vs. Colombia, cit., voto razonado del juez
A. A. Cançado Trindade, párr. 5.
78. Corte IDH, Caso Velásquez Rodríguez. Fondo, cit., párr. 166; Caso Godínez Cruz. Fon-
do, cit., párr. 175; Saavedra Alessandri, P. (2005). La Respuesta de la Jurisprudencia de la
Corte Interamericana a las Diversas Formas de Impunidad en casos Graves de Violacio-
nes de Derechos Humanos. En AA.VV., La Corte Interamericana de Derechos Humanos.
Un cuarto de siglo: 1979-2004. San José: Corte Interamericana de Derechos Humanos, p.
389 y Pocar, F. (2001). The Rome Statute of the International Criminal Court and Human
Rights. En M. Politi, Mauro y G. Nesi (eds.), The Rome Statute of the International Crimi-
263
Sebastián A. Rey
264
Responsabilidad internacional del Estado por violaciones de derechos humanos
Gros Espiell señalaba que “la fuente del artículo 2 de la CADH es el artí-
culo 2.2 del PIDCP, que tanto por su ubicación como por su letra, constituye,
evidentemente, un complemento de la obligación esencial impuesta por el
párrafo 1 de dicho artículo 2”. Para este autor, los Estados partes tienen no
solo el deber de respetar y garantizar los derechos humanos, sino también, de
ser necesario, de adoptar las medidas requeridas en el derecho interno para
el mejor y más adecuado cumplimiento de las obligaciones que son la conse-
cuencia del reconocimiento de esos derechos y libertades.83
En igual sentido, Cançado Trindade ha afirmado que las obligaciones ge-
nerales consagradas en la CADH de respetar y garantizar los derechos pro-
tegidos –artículo 1.1– y de adecuar el derecho interno a la normativa inter-
nacional de protección –artículo 2– se imponen a los Estados partes por la
aplicación de un principio general del propio derecho internacional, pacta
sunt servanda.84 Para el ex magistrado ambas obligaciones se encuentran in-
eluctablemente interligadas:
[d]e ahí que la violación del artículo 2 acarrea siempre la violación igual-
mente del artículo 1.1. La violación del artículo 1.1 configúrase siempre que
haya una violación del artículo 2. Y en casos de violación del artículo 1.1
hay una fuerte presunción de inobservancia del artículo 2, en virtud, v.g., de
insuficiencias o lagunas del ordenamiento jurídico interno en cuanto a la re-
glamentación de las condiciones del ejercicio de los derechos protegidos [...]
La obligación del artículo 2 requiere que se adopte la legislación necesaria
para dar efectividad a las normas convencionales de protección, supliendo
eventuales lagunas o insuficiencias en el derecho interno, o entonces que se
alteren disposiciones legales nacionales a fin de armonizarlas con las normas
convencionales de protección.85
de 27 de agosto de 1998. Serie C No. 39, párr. 68 y Caso “La Última Tentación de Cristo”
(Olmedo Bustos y otros) Vs. Chile, cit., párr. 87.
83. Cf. Corte IDH, Exigibilidad del derecho de rectificación o respuesta (arts. 14.1, 1.1 y 2
Convención Americana sobre Derechos Humanos). Opinión Consultiva OC-7/86 del 29 de
agosto de 1986. Serie A No. 7, opinión separada del juez Héctor Gros Espiell, párr. 6.
84. Cf. Corte IDH, Caso Caballero Delgado y Santana Vs. Colombia. Reparaciones y Costas,
cit., voto disidente del juez A. A. Cançado Trindade, párr. 8.
85. Ibíd., párr. 9.
265
Sebastián A. Rey
una ley que entra en vigor no necesariamente afecta la esfera jurídica de perso-
nas determinadas. Puede suceder que esté sujeta a actos normativos posterio-
res, al cumplimiento de ciertas condiciones o, llanamente, a su aplicación por
funcionarios del Estado, antes de afectar esa esfera.89
266
Responsabilidad internacional del Estado por violaciones de derechos humanos
la propia existencia de una disposición legal puede per se crear una situación
que afecta directamente los derechos protegidos por la CADH. Una ley puede
ciertamente violar estos derechos en razón de su propia existencia, y, en la
ausencia de una medida de aplicación o ejecución, por la amenaza real a la(s)
persona(s), representada por la situación creada por dicha ley.91
267
Sebastián A. Rey
268
Responsabilidad internacional del Estado por violaciones de derechos humanos
269
Sebastián A. Rey
no define cuáles son las medidas pertinentes para la adecuación del derecho in-
terno a la misma, obviamente por depender ello del carácter de la norma que la
requiera y las circunstancias de la situación concreta [...] El Tribunal ha entendi-
do que [esta] obligación se incumple mientras la norma o práctica violatoria de
la Convención se mantenga en el ordenamiento jurídico y, por ende, se satisface
con la modificación, la derogación, o de algún modo anulación, o la reforma de
las normas o prácticas que tengan esos alcances, según corresponda.107
Por ende, la Corte IDH puede señalarle a los tribunales nacionales cuáles
son los deberes específicos que deben cumplir en casos concretos que estén
bajo su conocimiento,108 pero corresponderá a los Estados analizar y disponer
el acto que suprima cualquier efecto que pudieran pretender las disposiciones
incompatibles con la CADH.109
106. Corte IDH, Caso Almonacid Arellano y otros Vs. Chile, cit., párr. 50.
107. Corte IDH, Caso La Cantuta Vs. Perú, cit., párr. 172.
108. Cf. Pinto, M. (2009). National and International Courts - Deference or Disdain? Loyola
of Los Angeles International & Comparative Law Review, (30), pp. 101-127 y Dulitzky, A. E.
(1997). La aplicación de los tratados sobre derechos humanos por los tribunales locales: un
estudio comparado. En M. Abregú y Ch. Courtis (comps.), op. cit., p. 61.
109. Cf. Corte IDH, Caso La Cantuta Vs. Perú, cit., voto razonado del juez S. García Ra-
mírez, párr. 4.
270
Responsabilidad internacional del Estado por violaciones de derechos humanos
3. Criterios de atribución de
responsabilidad internacional al Estado
El artículo 4.1 del Proyecto Ago dispone que se considera hecho del Estado
el comportamiento de todo órgano de este, ya sea que ejerza funciones legis-
lativas, ejecutivas, judiciales o de otra índole, cualquiera que sea su posición
en la organización del Estado y tanto si pertenece al gobierno central como a
una división territorial de este.110
En general, se entiende que el único comportamiento atribuido al Estado
en el plano internacional es el de sus órganos de gobierno, o de otros que ha-
yan actuado bajo la dirección o control, o por instigación, de esos órganos, es
decir, como agentes estatales, comprendiendo el término “órgano del Estado”
todas las entidades individuales o colectivas que integran su organización y
actúan en su nombre.111
La Corte IDH ha tenido la oportunidad de analizar los criterios de atribu-
ción de responsabilidad al Estado en casos de violaciones de derechos huma-
nos, afirmando que “el respeto a los derechos humanos constituye un límite
a la actividad estatal, lo cual vale para todo órgano o funcionario que se en-
cuentre en una situación de poder, en razón de su carácter oficial, respecto de
las demás personas”.112
Para el Tribunal, “todo menoscabo a los derechos humanos reconocidos
en la Convención que pueda ser atribuido, según las reglas del Derecho Inter-
110. Cf. AG, Informe de la Comisión de Derecho Internacional, Responsabilidad de los Es-
tados, cit., art. 4, p. 68.
111. Ibíd., pp. 64 y 68.
112. Corte IDH, Caso del Tribunal Constitucional Vs. Perú. Fondo, Reparaciones y Costas.
Sentencia de 31 de enero de 2001. Serie C No. 71, párr. 68.
271
Sebastián A. Rey
Por otra parte, en el Caso Villagrán Morales y otros Vs. Guatemala mani-
festó que
113. Corte IDH, Caso Ríos y otros Vs. Venezuela, cit., párr. 119 y Caso Perozo y otros Vs.
Venezuela. Excepción Preliminar, Fondo, Reparaciones y Costas. Sentencia de 28 de enero
de 2009. Serie C No. 195, párr. 130.
114. Corte IDH, Caso De la Masacre de las Dos Erres Vs. Guatemala, cit., párr. 197.
115. Corte IDH, Caso de los “Niños de la Calle” (Villagrán Morales y otros) Vs. Guatemala.
Fondo, cit., párr. 220.
116. Ibíd., párr. 221.
272
Responsabilidad internacional del Estado por violaciones de derechos humanos
273
Sebastián A. Rey
Si los tres poderes del Estado son considerados sus órganos y, por ello, sus
actos y omisiones le generan responsabilidad internacional, resulta obligato-
rio para estos que adecuen el derecho interno a las obligaciones asumidas en
sede internacional.
Lo expuesto permite refutar la crítica de aquellos que sostienen que la
Corte IDH
274
Responsabilidad internacional del Estado por violaciones de derechos humanos
275
Sebastián A. Rey
La Corte IDH concluyó que “la acción de toda entidad, pública o privada,
que está autorizada a actuar con capacidad estatal, se encuadra en el supuesto
de responsabilidad por hechos directamente imputables al Estado, tal como
ocurre cuando se prestan servicios en nombre del Estado”,129 siempre y cuan-
do estuviere actuando en dicha capacidad.130
Otro supuesto de atribución de responsabilidad internacional al Estado re-
conocido consuetudinariamente consiste en el comportamiento de una per-
sona o de un grupo de personas si actúa/n de hecho por instrucciones o bajo
la dirección o el control de ese Estado al observar ese comportamiento.131
Si bien, en principio, el comportamiento de los particulares no es atribuible
al Estado, este será responsable de los actos de los primeros si sus órganos
hubieran podido actuar para prevenir o reprimir el comportamiento de estos
o si existiese una relación de hecho específica entre la persona o entidad que
observó el comportamiento y el Estado.132
La CIJ, en Military and Paramilitary Activities in and against Nicaragua,
sostuvo que para que el comportamiento de particulares dé lugar a la respon-
sabilidad jurídica del Estado demandado, debería en principio probarse que
ese Estado ejercía un “control efectivo” de las operaciones militares o para-
militares en el curso de las cuales se cometieron las presuntas violaciones.133
Cassese cuestiona esta posición en función de que solo existe una práctica
estatal respecto al test del “control efectivo” en relación con los actos come-
129. Corte IDH, Caso Ximenes Lopes Vs. Brasil. Fondo, Reparaciones y Costas. Sentencia de
4 de julio de 2006. Serie C No. 149, párr. 87.
130. Ibíd., párr. 86.
131. Cf. AG, Informe de la Comisión de Derecho Internacional, Responsabilidad de los
Estados, cit., artículo 8, p. 91 y CIJ, Application of the Convention on the Prevention and
Punishment of the Crime of Genocide (Bosnia and Herzegovina v. Serbia and Montenegro),
Judgment of 26 February 2007, I.C.J. Reports 2007, párr. 401. En un sentido contrario
respecto al carácter consuetudinario de este criterio de atribución de responsabilidad ver
Cassese, A. (septiembre 2007). The Nicaragua and Tadić tests revisited in light of the ICJ
judgment on Genocide in Bosnia European Journal of International Law, 18, p. 651.
132. Cf. Rodríguez, G. (2004), op. cit., p. 56.
133. Cf. CIJ, Military and Paramilitary Activities in and against Nicaragua (Nicaragua v.
United States of America), cit., párrs. 109 y 115.
276
Responsabilidad internacional del Estado por violaciones de derechos humanos
tidos por particulares que actúen en nombre del Estado mas no en casos de
grupos armados organizados como ocurrió con los contra nicaragüenses.134
El TPIY en Prosecutor v. Tadić en su razonamiento también consideró ne-
cesario disentir con el criterio estricto utilizado por la CIJ, al reconocer que
en el derecho internacional, la condición para que se atribuyan al Estado actos
realizados por particulares es que el primero ejerza un control sobre esos parti-
culares.135 Empero, el grado de control puede variar en cada caso según las cir-
cunstancias. Para la Sala de Apelaciones del TPIY no existe ninguna razón por
la cual en el derecho internacional se debería fijar un límite alto al evaluar el cri-
terio de control que tiene un Estado cualesquiera que sean las circunstancias.136
Por ello, consideró que en el caso de las autoridades serbiobosnias bastaba
con que tuvieran un “control general” que vaya más allá de la simple financia-
ción y armamento de los particulares y que entrañe, además, una participa-
ción en la planificación y la supervisión de las operaciones militares.137
Esta discusión habría sido zanjada por la CIJ en Application of the Conven-
tion on the Prevention and Punishment of the Crime of Genocide. En el caso se
analizaba la posible responsabilidad de Serbia por el genocidio cometido en
Srebrenica. El Tribunal sostuvo que, de modo excepcional, los particulares
pueden ser considerados órganos del Estado si actúan en “completa depen-
dencia” con este, lo cual implica que se pueda probar un alto grado de control
estatal sobre estos.138
Toda vez que ni los oficiales de la VRS ni la República Srpska actuaban
en nombre de Yugoslavia, y que los líderes serbiobosnios tenían un margen
real de independencia de las autoridades yugoslavas, el genocidio no podía
134. Cf. Cassese, A. (2007), op. cit., p. 655. En igual sentido ver TPIY (15 de julio de 1999),
Prosecutor v. Tadić, IT-94-1-A, Appeals Chamber, párrs. 132-136.
135. Cf. Kalshoven, F. (2004). From International Humanitarian Law to International
Criminal Law. Chinese Journal of International Law, 3, p. 157.
136. Cf. TPIY, Prosecutor v. Tadić, IT-94-1-A, cit., párr 117.
137. Ibíd., párr. 145.
138. Cf. CIJ, Application of the Convention on the Prevention and Punishment of the Crime of
Genocide (Bosnia and Herzegovina v. Serbia and Montenegro), cit., párrs. 392 y 393.
277
Sebastián A. Rey
ser atribuido a Serbia como si hubiese sido llevado a cabo por sus órganos o
personas bajo su “completa dependencia”.139
Sin embargo, existía la posibilidad de que debido a las circunstancias es-
pecíficas que rodearon los eventos en Srebrenica, los autores del genocidio
hubiesen actuado siguiendo las instrucciones serbias o bajo su dirección o
“control efectivo”, debiendo demostrarse que dicho control fue ejercido, o que
las instrucciones fueron dadas respecto a cada operación en las cuales se co-
metieron los actos de genocidio, y no en relación con la totalidad de las accio-
nes llevadas adelante por estas personas.
La CIJ critica el fallo dictado por el TPIY señalando que las apreciaciones
respecto a la responsabilidad excedían la jurisdicción del Tribunal que úni-
camente debía determinar la responsabilidad penal de individuos.140 Asi-
mismo, señaló que no compartía el criterio del TPIY de que el test del “con-
trol general” se podía aplicar a actos cometidos por unidades paramilitares
que no son órganos estatales, al mismo tiempo que criticó que se ampliase el
alcance del principio general que rige el derecho de la responsabilidad inter-
nacional: que los Estados solo son responsables por los actos de las personas
que actúen en su nombre.141
Por ende, al concluir que no se probó que Serbia había dado instrucciones
para que se cometiera la masacre contra los hombres adultos de Srebrenica de
religión musulmana, sino más bien lo contrario, que esta obedeció a la deci-
sión de la VRS o del grupo denominado los Escorpiones, declaró que no se
podía atribuir al Estado la responsabilidad por los actos de genocidio.
Además, si bien Serbia prestó ayuda y asistencia que fue utilizada para co-
meter el genocidio, no se pudo demostrar que los líderes serbios tenían un
278
Responsabilidad internacional del Estado por violaciones de derechos humanos
142. Cf. Milanović, M. (2007). State responsibility for genocide: a follow-up. European Jour-
nal of International Law, 18, p. 684.
143. Cf. Hakimi, M. (2010). State Bystander Responsibility. European Journal of International
Law, 21, p. 364.
144. Corte IDH, Caso Blake Vs. Guatemala. Fondo, cit., párr. 76.
145. Ibíd., párr. 78.
146. Cf. Corte IDH, Caso de la “Panel Banca” (Paniagua Morales y otros) Vs. Guatemala.
Fondo. Sentencia de 8 de marzo de 1998. Serie C No. 37, párr. 91.
279
Sebastián A. Rey
del poder público, aun cuando las violaciones denunciadas no eran atribui-
bles a una política de Estado y sus autoridades superiores desconocieran las
actuaciones de quienes las realizaron.147
En cuanto al conflicto armado colombiano, en el Caso de los 19 Comer-
ciantes Vs. Colombia, el Tribunal afirmó que los “grupos de autodefensa” se
conformaron de manera legal al amparo de la normativa interna, por lo cual
contaban con el apoyo de las autoridades estatales. El Estado había impulsado
su creación con los fines de auxiliar a la Fuerza Pública en operaciones anti-
subversivas y defenderse de los grupos guerrilleros, otorgándoles permisos
para el porte y tenencia de armas, así como apoyo logístico. Sin embargo,
muchos “grupos de autodefensa” cambiaron sus objetivos y se convirtieron en
grupos de delincuencia, comúnmente llamados “paramilitares”.148
En el caso concreto de los 19 comerciantes, a quienes se acusaba de colabo-
rar con grupos guerrilleros, fueron desaparecidos por uno de esos grupos de
“autodefensa” que derivó en grupo “paramilitar”, que tenía estrechos vínculos
con altos mandos de la Fuerza Pública, así como también recibía apoyo y co-
laboración de estos.149
La Corte IDH entendió que, pese a no incentivar la constitución de tales
grupos delincuenciales, Colombia era responsable
por la interpretación que durante años se le dio al marco legal que amparó a
tales grupos, por el uso desproporcionado dado al armamento que les entregó
y por no adoptar las medidas necesarias para prohibir, prevenir y castigar ade-
cuadamente las referidas actividades delincuenciales, aunado a que las propias
autoridades militares incentivaron al grupo de “autodefensa” a desarrollar una
actitud ofensiva ante los guerrilleros.150
147. Ibíd., párr. 95. En igual sentido ver Corte IDH, Caso Servellón García y otros Vs. Hon-
duras, cit., párr. 107.
148. Corte IDH, Caso de los 19 Comerciantes Vs. Colombia. Fondo, Reparaciones y Costas.
Sentencia de 5 de julio de 2004. Serie C No. 109, párr. 118.
149. Ibíd., párr. 134.
150. Ibíd., párr. 124.
280
Responsabilidad internacional del Estado por violaciones de derechos humanos
151. Corte IDH, Caso de la Masacre de Pueblo Bello Vs. Colombia, cit., párr. 123 y Caso Valle
Jaramillo y otros Vs. Colombia. Fondo, Reparaciones y Costas. Sentencia de 27 de noviembre
de 2008. Serie C No. 192, párr. 78.
152. Ibíd., párrs. 125 y 126.
281
Sebastián A. Rey
282
Responsabilidad internacional del Estado por violaciones de derechos humanos
157. Corte IDH, Caso de la Masacre de la Rochela Vs. Colombia, cit., párr. 89.
158. Ibíd., párr. 99.
283
Sebastián A. Rey
Para la Corte IDH los actos cometidos por los paramilitares contra las
víctimas de ese caso no podían ser caracterizados como meros hechos entre
particulares, por estar vinculados con conductas activas y omisivas de fun-
cionarios estatales, por lo que “la atribución de responsabilidad al Estado por
dichos actos radica en el incumplimiento de sus obligaciones convencionales
erga omnes de asegurar la efectividad de los derechos humanos en dichas re-
laciones inter-individuales”.161
Si bien no existían pruebas de que el Estado dirigiera directamente la eje-
cución de la masacre o que existiese una delegación de funciones públicas del
Ejército a los grupos paramilitares, las conductas de los miembros de grupos
paramilitares eran atribuibles a Colombia
284
Responsabilidad internacional del Estado por violaciones de derechos humanos
163. Cf. Henckaerts, J-M. y Doswald-Beck, L. (eds.). (2005). Customary International Hu-
manitarian Law, vol. I. Cambridge: Rules, Cambridge University Press, p. 530. En este sen-
tido el Proyecto Ago preveía la atribución al Estado de un comportamiento que no le era
atribuible, o podía no haberlo sido, en el momento de la comisión del hecho, pero que ulte-
riormente el Estado reconoce y adopta como propio. AG, Informe de la Comisión de Derecho
Internacional, Responsabilidad de los Estados, cit., art. 11, p. 109.
164. Ibíd., p. 112.
165. Ibíd., p. 111.
166. Cf. Crawford, J. y Olleson, S. (2006). The Nature and Forms of International
Responsibility. En M. D. Evans (ed.), op. cit., pp. 460 y 461 y Barsotti, R. (1984) Per
285
Sebastián A. Rey
una protezione più efficace dei diritti e delle libertà fondamentali: la tutela dalle offese
provenienti da persone private. En AA. VV. op. cit., pp. 419 y 421.
167. Cf. Vasak, K. (1998). Les Principes Fondamentaux d’Interprétation et d’Application des
Droits de l’Homme. En AA.VV., Boutros Boutros-Ghali. Amicorum Discipulorumque Liber.
Peace, Development, Democracy vol. II. Bruselas: Bruylant, p. 1424.
168. Cf. Gros Espiell, H. (1985). Estudios sobre derechos humanos. Caracas: Editorial Jurídica
Venezolana, p. 15.
169. Cf. Steiner, H. J. (2006) International Protection of Human Rights. En M. D. Evans,
(ed.), op. cit., p. 772.
170. Nowak, M. (2003), op. cit., pp. 342 y 343. Para este autor, a pesar de ciertos progresos
logrados, se necesitan mecanismos más eficaces para crear obligaciones legales directamente
vinculantes para los actores no estatales. En un mundo donde el presupuesto de muchas
sociedades transnacionales excede por mucho el de los Estados de tamaño mediano y
donde estas organizaciones, de hecho, son mucho más poderosas que muchos gobiernos,
parece de alguna manera anacrónico que los Estados deban ser los únicos sujetos de
derecho internacional capaces de asumir obligaciones directas de acuerdo con el derecho
internacional en materia de protección de los derechos humanos.
286
Responsabilidad internacional del Estado por violaciones de derechos humanos
171. Cf. Sudre, F. (2009) L’intégrité de la personne. En F. Sudre; J-P. Marguénaud; J. An-
driantsimbazovina; A. Gouttenoire y M. Levinet, op. cit., p. 143.
172. Cf. TEDH, Case of Z and Others v. the United Kingdom, Merits and Just Satisfaction, 10
May 2001, Court (Grand Chamber), Reports 2001-V, párrs. 73-75, Case of M.C. v. Bulgaria,
Merits and Just Satisfaction, 4 December 2003, Court (First Section), Reports 2003-XII,
párr. 149 y Case of Opuz v. Turkey, Merits and Just Satisfaction, 9 June 2009, Court (Third
Section), párr. 159.
173. Cf. TEDH, Case of M.C. v. Bulgaria, cit., párr. 151.
174. Cf. TEDH, Case of Opuz v. Turkey, cit., párr. 146.
175. Cf. Mowbray, A. (2005). Cases and materials on the European Convention on Human
Rights. Oxford: Oxford University Press, p. 125 y TEDH, Case of Turkoglu v. Turkey, Merits
and Just Satisfaction, 17 March 2005, Court (Third Section), párr. 119.
287
Sebastián A. Rey
ron cometidos por agentes estatales, por lo que desde el momento en que las
autoridades son informadas de un homicidio surge la obligación reconocida
en el artículo 2 del CEDH de realizar una investigación efectiva.176
Bestagno entiende que, al desvincular la protección del derecho a la vida de
la pertenencia al aparato estatal de los presuntos autores de una violación, se
amplía la esfera de operatividad del CEDH a las relaciones interindividuales,
por lo que las dos obligaciones positivas enunciadas en el célebre caso Mc
Cann v. United Kingdom también se extienden a la prevención y represión de
las conductas cometidas por individuos particulares.177
En cuanto al respeto a la vida privada y familiar, el TEDH consideró que,
aun cuando el objeto del artículo 8 del CEDH es esencialmente la protección
del individuo contra interferencias arbitrarias de autoridades públicas, existen
obligaciones positivas inherentes al respeto efectivo de la vida privada y fami-
liar que pueden implicar la adopción de medidas para asegurar el respeto a la
vida privada, inclusive en las relaciones entre individuos.178 En X and Y v. The
Netherlands, resolvió que el Estado había violado el derecho a la vida privada
y familiar de una joven mentalmente discapacitada que había sido agredida
sexualmente, por cuanto no pudo iniciarse proceso penal alguno contra el
agresor debido a un vacío en la legislación penal.179
A la misma conclusión llegó al interpretar la prohibición de la esclavitud y
el trabajo forzado reconocida en el artículo 4 del CEDH.180
En el ámbito interamericano es jurisprudencia constante de la Corte IDH
que los deberes establecidos en la CADH no solo existen en relación con las
176. Cf. TEDH, Case of Yasa v. Turkey, Merits and Just Satisfaction, 2 September 1998, Court
Chamber, Reports 1998-VI, párr. 100. En igual sentido ver Case of Tanrıkulu v. Turkey, Me-
rits and Just Satisfaction, 8 July 1999, Court Grand Chamber, Reports 1999-IV, párr. 103.
177. Cf. Bestagno, F. (2003). Diritti umani e impunità. Obblighi positivi degli Stati in materia
penale. Milano: Vita e Pensiero, pp. 121 y 122.
178. Cf. TEDH, Case of K.U. v. Finland, Merits and Just Satisfaction, 2 December 2008,
Court (Fourth Section), párrs. 42 y 43.
179. Cf. TEDH, Case of X and Y v. The Netherlands, Merits, 26 March 1985, Series A, No.
91, párr. 23.
180. Cf. TEDH, Case of Siliadin v. France, Merits and Just Satisfaction, 26 July 2005, Court
(Second Section), Reports 2005-VII, párr. 89.
288
Responsabilidad internacional del Estado por violaciones de derechos humanos
conductas desplegadas por los agentes estatales, sino que se extienden tam-
bién a las llevadas adelante por terceros particulares.181 En efecto, en Ximenes
Lopes Vs. Brasil reconoció que
las obligaciones erga omnes que tienen los Estados de respetar y garantizar las
normas de protección, y de asegurar la efectividad de los derechos, proyectan
sus efectos más allá de la relación entre sus agentes y las personas sometidas
a su jurisdicción, pues se manifiestan en la obligación positiva del Estado de
adoptar las medidas necesarias para asegurar la efectiva protección de los de-
rechos humanos en las relaciones inter-individuales.182
181. Inter alia, Corte IDH, Caso Ximenes Lopes Vs. Brasil, cit. y Caso Goiburú y otros Vs.
Paraguay, cit., voto razonado juez García Ramírez, párr. 22.
182. Corte IDH, Caso Ximenes Lopes Vs. Brasil, cit., párr. 85.
183. Cf. Corte IDH, Caso Perozo y otros Vs. Venezuela, cit., párr. 120.
184. Cf. Corte IDH, Caso Velásquez Rodríguez. Fondo, cit., párr. 173; Frey, B. (2003). The
Legal and Ethical Responsibilities of Transnational Corporations in the Protection of
International Human Rights. En L. Henking; G. Neuman; D. Orenlitcher y D. Leebron,
Human Rights. Nueva York: Foundation Press Supplement, p. 159.
185. Cf. Corte IDH, Caso de la Masacre de Pueblo Bello, cit., párr. 151 y Medina Quiroga,
C. (2003), op. cit., p. 31.
186. Cf. Jiménez de Aréchaga, E. y Tanzi, A. (1991), op. cit., p. 360.
187. Cf. Remiro Brotóns, A. (1997). Derecho Internacional. Madrid: Mc-Graw-Hill, p. 423 y
Jiménez de Aréchaga, E. (2002), op. cit., p. 530.
289
Sebastián A. Rey
[e]n una relación laboral regida por el derecho privado, se debe tener en cuenta
que existe una obligación de respeto de los derechos humanos entre particula-
res. Esto es, de la obligación positiva de asegurar la efectividad de los derechos
humanos protegidos, que existe en cabeza de los Estados, se derivan efectos en
relación con terceros (erga omnes). Dicha obligación ha sido desarrollada por
la doctrina jurídica y, particularmente, por la teoría del Drittwirkung, según la
cual los derechos fundamentales deben ser respetados tanto por los poderes
públicos como por los particulares en relación con otros particulares.188
188. Corte IDH, Condición Jurídica y Derechos de los Migrantes Indocumentados, cit., párr. 140.
189. Ibíd., párr. 146; Condición jurídica y derechos humanos del niño, cit., párr. 87.
190. Cf. Corte IDH, Condición Jurídica y Derechos de los Migrantes Indocumentados, cit.,
párrs. 147 y 152.
290
Responsabilidad internacional del Estado por violaciones de derechos humanos
[l]a impunidad que ha gozado y aún goza el agresor y ex esposo de la señora Fer-
nandes es contraria a la obligación internacional voluntariamente adquirida por
parte del Estado al ratificar la Convención de Belém do Pará. La falta de juzga-
miento y condena del responsable en estas circunstancias constituye un acto de
tolerancia por parte del Estado de la violencia que Maria da Penha sufrió, y esa
omisión de los tribunales de justicia brasileños agrava las consecuencias directas
de las agresiones por su exmarido sufridas por la señora Maria da Penha.193
191. Ibíd., voto concurrente del juez A. A Cançado Trindade, párr. 77.
192. Nowak, M. (2003), op. cit., p. 52.
193. CIDH, Informe Nro. 54/01, caso 12.051, Maria Da Penha Maia Fernandes, Brasil,
OEA/Ser./L/V/II.111, doc. 20 rev., 16 de abril 2001, párr. 55.
291
Sebastián A. Rey
292
Responsabilidad internacional del Estado por violaciones de derechos humanos
las obligaciones positivas de los Estados Partes de velar por los derechos del
Pacto solo se cumplirán plenamente si los individuos están protegidos por el
Estado, no solo contra las violaciones de los derechos del Pacto por sus agen-
tes, sino también contra los actos cometidos por personas o entidades priva-
das que obstaculizarían el disfrute de los derechos del Pacto en la medida en
que son susceptibles de aplicación entre personas o entidades privadas. Puede
haber circunstancias en que la falta de garantía de los derechos del Pacto, tal
como se exige en el artículo 2, produciría violaciones de esos derechos por los
Estados Partes, como resultado de que los Estados Partes permitan o no que se
adopten las medidas adecuadas o se ejerza la debida diligencia para evitar, cas-
tigar, investigar o reparar el daño causado por actos de personas o entidades
privadas. Se recuerda a los Estados la relación recíproca entre las obligaciones
positivas impuestas en el artículo 2 y la necesidad de prever remedios eficaces
en caso de que se produzca una violación del párrafo 3 del artículo 2. El propio
Pacto prevé en algunos artículos determinadas esferas en las que existen obli-
gaciones positivas impuestas a los Estados Partes para abordar las actividades
de las personas o entidades privadas. Por ejemplo, las garantías relacionadas
con la intimidad del artículo 17 deben estar protegidas por la ley.198
197. Comité DH, Observación General Nro. 18, No discriminación, 37º período de sesiones,
1989, párr. 10 y Observación General Nro. 20, Artículo 7 - Prohibición de la tortura u otros
tratos o penas crueles, inhumanos o degradantes, 44 período de sesiones, 1992, párr. 13.
198. Comité DH, Observación General Nro. 31, La índole de la obligación jurídica general
impuesta a los Estados Partes en el Pacto, 80º período de sesiones, 29 de marzo de 2004, párr. 8.
293
Sebastián A. Rey
199. Comité contra la Tortura, Observación General Nro. 2 sobre aplicación del artículo 2 por
los Estados Partes, CAT/C/GC/2, 24 de enero de 2008, párr. 18.
200. Comité para la Eliminación de la Discriminación Racial, Comunicación No. 4/1991,
L.K. v. The Netherlands, U.N. Doc. A/48/18 at 131, 16 de marzo de 1993, párrs. 6.3 y 6.6.
201. Cf. Comité para la Eliminación de la Discriminación Racial, Report of the Committee
on the Elimination of Racial Discrimination, Czech Republic, A/53/18, párr. 119, Bulgaria,
A/52/18, párrs. 283 y 289 y Hungary, A/51/18, párr. 116.
294
Capítulo 6
Sistema Interamericano
de Promoción y
Protección de los
Derechos Humanos
Como señalé en el capítulo 1, el Sistema Interamericano de Promoción y
Protección de los Derechos Humanos tuvo sus orígenes, al igual que el sistema
universal, luego de la finalización de la Segunda Guerra Mundial. En efecto, la
Carta de las Naciones Unidas establece como uno de los principios de la orga-
nización “realizar la cooperación internacional [...] en el desarrollo y estímulo
del respeto a los derechos humanos y a las libertades fundamentales de todos”.1
En este contexto, el 2 de mayo de 1948, en el marco de la Novena Conferencia
Internacional Americana celebrada en Bogotá, Colombia, los Estados america-
nos adoptaron la Carta de la OEA, al mismo tiempo que aprobaron la Declara-
ción Americana de los Derechos y Deberes del Hombre, que se constituyó en
el primer documento internacional de derechos humanos de carácter general.
Al igual que la Declaración Universal, la Declaración Americana de los De-
rechos y Deberes del Hombre (DADH) no incorpora el lenguaje género-sen-
sitivo (algo impensable para la época) a los fines de lograr la igualdad jurídica
y de oportunidades para la mujer y el hombre y la equidad de género en todo
nivel, incluso en las expresiones idiomáticas utilizadas en los instrumentos
internacionales.2
297
Sebastián A. Rey
298
Sistema Interamericano de Promoción y Protección de los Derechos Humanos
1. La Comisión Interamericana
de Derechos Humanos
La Comisión está compuesta por siete miembros, que deben ser personas
de alta autoridad moral y reconocida versación en materia de derechos huma-
nos. Son elegidos a título personal por la Asamblea General de la OEA,11 por
lo que no representan a los Estados de los cuales son nacionales. Esto asegura
su independencia e imparcialidad al momento de cumplir sus funciones.
En concordancia con dicha medida se les prohíbe participar en la discu-
sión, investigación, deliberación o decisión de un asunto sometido a la consi-
299
Sebastián A. Rey
12. Cf. RegCom, art. 17.2.a. Además, se encuentran inhibidos de participar en el análisis de
un caso si previamente hubiesen participado, a cualquier título, en alguna decisión sobre los
mismos hechos en que se funda el asunto o si hubiesen actuado como consejeros o repre-
sentantes de alguna de las partes interesadas en la decisión.
13. Cf. art. 37 de la CADH.
14. Cf. RegCom, art. 12.
15. Cf. art. 1.1 del Reglamento de la CIDH, art. 1.1 del Estatuto de la CIDH, art. 41 de la
CADH y art. 106 de la Carta de la OEA.
300
Sistema Interamericano de Promoción y Protección de los Derechos Humanos
301
Sebastián A. Rey
302
Sistema Interamericano de Promoción y Protección de los Derechos Humanos
Las denuncias o peticiones ante la CIDH pueden ser presentadas por: i) cual-
quier persona, ii) un grupo de personas, o iii) una entidad no gubernamental
legalmente reconocida en uno o más Estados miembros de la OEA.25
En caso de que el reconocimiento de una organización no gubernamental
en un Estado miembro no sea fácilmente verificable, la petición puede ser
presentada igualmente, dado que se considerará a sus integrantes como “un
grupo de personas”.26
Toda vez que no se requiere autorización de la presunta víctima para for-
mular una denuncia, hay una distinción entre los conceptos de “presunta víc-
tima” y de “peticionario”, pudiendo en algún caso coincidir ambos en la mis-
ma persona, pero no siendo esta una característica imprescindible del SIDH.27
En este sentido, la CADH dispone que “[p]ara los efectos de esta Conven-
ción, persona es todo ser humano”.28 Por ello, se colige que únicamente po-
drán ser sujetos pasivos de una violación de derechos humanos las personas
23. Al respecto, ver Rey, S. A. (dir.) (2015). Los desafíos del Sistema Interamericano de Pro-
tección de Derechos Humanos en el siglo XXI. Una mirada crítica para (re)pensar su funcio-
namiento. Remedios de Escalada: Ediciones de la UNLA, cap. 3.
24. Cf. Rey, S. A. (noviembre de 2016-enero de 2017). Desafíos pendientes de la OEA. Una
mirada crítica sobre los recientes “cambios” en el sistema interamericano de protección de
derechos humanos. Revista Bordes, año 1, (3), 151-159.
25. Cf. CADH, art. 44.
26. Cf. Corte IDH, Caso Castillo Petruzzi y otros Vs. Perú. Excepciones Preliminares. Sen-
tencia de 4 de septiembre de 1998. Serie C No. 41, párr. 77.
27. Cf. Corte IDH, Caso Yatama Vs. Nicaragua. Sentencia 23 de junio de 2005, Serie C No.
127, párr. 82, y Caso del Pueblo Saramaka Vs. Surinam. Sentencia 28 de noviembre de 2007,
Serie C No. 172, párrs. 22-24.
28. Cf. art. 1.2 de la CADH.
303
Sebastián A. Rey
físicas, no obstante lo cual una persona jurídica puede ser peticionario en una
denuncia. Esta ha sido la interpretación que la Corte IDH ha efectuado en su
jurisprudencia constante,29 expresando en el Caso Cantos que
29. Cf. Corte IDH, Caso Ivcher Bronstein Vs. Perú. Fondo, Reparaciones y Costas. Sentencia
de 6 de febrero de 2001. Serie C No. 74, párrs. 123, 125, 138 y 156; Caso Acevedo Jaramillo
Vs. Perú. Excepción Preliminar, Fondo, Reparaciones y Costas. Sentencia de 7 de febrero de
2006. Serie C No. 144, párr. 271, y Caso Ríos y otros Vs. Venezuela. Excepción Preliminar,
Fondo, Reparaciones y Costas. Sentencia de 28 de enero de 2009. Serie C No. 194, párr. 62.
30. Corte IDH, Caso Cantos Vs. Argentina. Excepciones Preliminares. Sentencia de 7 de
septiembre de 2001. Serie C No. 85, párr. 29.
31. Cf. RegCom, art. 28, y Pinto, M. (1993). La denuncia ante la Comisión Interamericana de
Derechos Humanos. Buenos Aires: Del Puerto, p. 55 y ss.
304
Sistema Interamericano de Promoción y Protección de los Derechos Humanos
305
Sebastián A. Rey
38. Corte IDH, Caso de la Niñas Yean y Bosico Vs. República Dominicana. Excepción Pre-
liminar, Fondo, Reparaciones y Costas. Sentencia de 8 de septiembre de 2005. Serie C No.
130, párrs. 109 y 237; Caso de la Masacre de Mapiripán Vs. Colombia. Fondo, Reparaciones
y Costas. Sentencia de 15 de septiembre de 2005. Serie C No. 134, párr. 169; Caso Goiburú
y otros Vs. Paraguay, cit., párr. 62, y Caso del Penal Miguel Castro Castro Vs. Perú. Fondo,
Reparaciones y Costas. Sentencia de 25 de noviembre de 2006. Serie C No. 160, párr. 202.
39. Cf. arts. 49 y 50 del Reglamento de la CIDH.
306
Sistema Interamericano de Promoción y Protección de los Derechos Humanos
307
Sebastián A. Rey
45. Adoptado en San Salvador, El Salvador, el 17 de noviembre de 1988, mismo día en que
Argentina lo firmó, entrando en vigor el 16 de noviembre de 1999. Fue aprobado mediante
la Ley N° 24.658 del 19 de junio de 1996 y ratificado el 30 de junio de 2003. Aunque la
CIDH puede formular observaciones y recomendaciones sobre la situación de los derechos
económicos, sociales y culturales establecidos en el Protocolo en todos o en algunos de los
Estados partes, su art. 19.6 solo autoriza la presentación de peticiones individuales en caso
de que se hubiesen violado los derechos establecidos en el art. 8.a (derechos sindicales) y en
el art. 13 (derecho a la educación).
46. Adoptada en Cartagena de Indias, Colombia, el 9 de diciembre de 1985, entrando en vigor
el 28 de febrero de 1987. Fue firmada por la Argentina el 10 de febrero de 1986, aprobada me-
diante la Ley N° 23.652 del 29 de septiembre de 1988 y ratificada el 18 de noviembre de 1988.
47. Adoptada en Belém do Pará, Brasil, el 9 de junio de 1994, entrando en vigor el 28 de
marzo de 1996. Fue firmada por la Argentina el 10 de junio de 1994, aprobada mediante la
Ley N° 24.556 del 13 de septiembre de 1995 y ratificada el 31 de octubre de 1995.
48. Adoptada en Washington D. C., Estados Unidos de América, el 15 de junio de 2015,
entrando en vigor el 11 de enero de 2017. Fue firmada por la Argentina el 15 de junio de
2015, aprobada mediante la Ley N° 27.360 del 31 de mayo de 2017 y ratificada el 30 de
junio de 2017.
49. Adoptada en La Antigua, Guatemala, el 5 de junio de 2013, entrando en vigor el 11 de
noviembre de 2017. Si bien la Argentina ha firmado este tratado el 6 de junio de 2013, hasta
el momento no lo ha ratificado.
50. Adoptada en La Antigua, Guatemala, el 5 de junio de 2013, entrando en vigor el 20 de
febrero de 2020. Si bien la Argentina ha firmado este tratado el 6 de junio de 2013, hasta el
momento no lo ha ratificado.
51. Adoptado en Asunción, Paraguay, el 8 de junio de 1990, entrando en vigor el 28 de agos-
to de 1991. Fue firmado por la Argentina el 12 de diciembre de 2006, aprobado mediante la
Ley N° 26.379 del 21 de mayo de 2008 y ratificado el 18 de junio de 2008.
308
Sistema Interamericano de Promoción y Protección de los Derechos Humanos
309
Sebastián A. Rey
Ahora bien, una vez que se supera ese primer filtro y la CIDH decide darle
trámite a una petición, transmite las partes pertinentes de aquella al Estado,
que debe presentar su respuesta dentro del plazo de tres meses. La Secretaría
Ejecutiva puede evaluar solicitudes de prórroga de dicho plazo que estén de-
bidamente fundadas.56
En cualquier momento del procedimiento, después de haberle dado trá-
mite a una petición, la CIDH puede decidir archivar el expediente cuando
verifique que no existen o subsisten los motivos que originaron la petición,
no cuente con la información necesaria para alcanzar una decisión sobre esta
o se presente una injustificada inactividad procesal por parte del peticionario,
que constituya un indicio serio de su desinterés.57
En la etapa de admisibilidad es donde se produce el mayor retraso en el
proceso ante la CIDH. El tiempo que ha insumido la adopción de una deci-
sión sobre admisibilidad, mediante la redacción de un informe que será pú-
blico,58 ha variado de acuerdo al momento histórico, pero entrado el siglo XXI
superaba la década.59 Ello causó que en el año 2016 la Comisión adoptase un
plan de trabajo para eliminar el atraso procesal, que entre otras cosas, motivó
la adopción de un número histórico de informes de admisibilidad.60 Además,
estableció que en algunos supuestos –principalmente casos de gravedad y ur-
gencia–, la decisión sobre la admisibilidad y el fondo del asunto se pueden
resolver al mismo tiempo.61
310
Sistema Interamericano de Promoción y Protección de los Derechos Humanos
congestionamiento de los casos. Cf. Dulitzky, A. E. (25 de marzo de 2015). Muy poco,
muy tarde: la morosidad procesal de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos.
Jurisprudencia Argentina.
62. Cf. RegCom, art. 35.
63. Cf. RegCom, arts. 28.8 y 31. A los fines de analizar en profundidad este requisito de
admisibilidad se recomienda ver Rey, S. A. (6 de abril de 2006). El agotamiento de los
recursos internos en la jurisprudencia de la Corte Interamericana de Derechos Humanos
(1981-2006). El Derecho, Año XLIV, (11.485), 1-3, y Bradi, J. M. y Rey, S. A. (2018).
Repensando el agotamiento de los recursos internos a la luz del fallo “Liakat Ali Alibux c.
Surinam” de la Corte Interamericana de Derechos Humanos. En S. González Napolitano y
R. Pezzot (comps.), La solución de controversias en derecho internacional y temas vinculados.
Liber amicorum Alejandro Turyn. Buenos Aires: Eudeba, p. 393 a 407.
64. Cf. inter alia, Corte IDH, Caso Gangaram Panday Vs. Surinam, cit., párrs. 38-40; Caso
Neira Alegría y otros Vs. Perú. Excepciones Preliminares. Sentencia de 11 de diciembre de
1991. Serie C No. 13, párr. 30; Caso Castillo Páez Vs. Perú. Excepciones Preliminares, cit.,
párr. 40; Caso Tibi Vs. Ecuador, cit., párr. 49; Caso de la Comunidad Moiwana Vs. Surinam.
Excepciones Preliminares, Fondo, Reparaciones y Costas. Sentencia de 15 de junio de 2005.
Serie C No. 124, párr. 49, y Caso Reverón Trujillo vs. Venezuela. Excepción Preliminar,
Fondo, Reparaciones y Costas. Sentencia de 30 de junio de 2009. Serie C No. 197, párr. 23.
311
Sebastián A. Rey
65. Corte IDH, Asunto de Viviana Gallardo y otras. Serie A No. 101/81, párr. 26, y Caso
de la Comunidad Mayagna (Sumo) Awas Tingni Vs. Nicaragua. Excepciones Preliminares.
Sentencia de 1 de febrero de 2000. Serie C No. 66, párr. 56.
66. Cf. Corte IDH, Caso de la Masacre de Mapiripán Vs. Colombia. Excepciones Preliminares.
Sentencia de 7 de marzo de 2005. Serie C No. 122, párr. 30.
67. Cf. art. 46.2 de la CADH. Sobre este último requisito ver Corte IDH, Caso de los
19 Comerciantes Vs. Colombia. Excepción Preliminar. Sentencia de 12 de junio de 2002.
Serie C No. 93, párr. 200.
68. Corte IDH, Excepciones al agotamiento de los recursos internos (arts. 46.1, 46.2.a y 46.2.b
Convención Americana sobre Derechos Humanos). Opinión Consultiva OC-11/90 del 10
de agosto de 1990. Serie A No. 11, párr. 22.
312
Sistema Interamericano de Promoción y Protección de los Derechos Humanos
313
Sebastián A. Rey
Además, la Corte IDH ha señalado que cuando los recursos son rechaza-
dos sin llegar al examen de su validez o por razones fútiles, se exime la nece-
sidad de agotarlos dado que no pueden alcanzar su objeto.74
Los recursos a agotar también deben ser adecuados; es decir, deben ser idó-
neos dentro del sistema del derecho interno para proteger la situación jurídica
infringida. Dado que en todos los ordenamientos internos existen múltiples
recursos, pero no todos son aplicables en todas las circunstancias, en un caso
específico, solo debe agotarse aquel recurso que sea adecuado.75
Por último, la Corte IDH ha manifestado que, en general, los recursos que
necesariamente deben ser agotados son los de carácter ordinario, no así los
extraordinarios como, a modo de ejemplo, la acción de inconstitucionalidad.76
Un segundo requisito de admisibilidad es que la petición debe ser presen-
tada dentro de los seis meses contados a partir de la fecha en que la presunta
víctima haya sido notificada de la decisión que agota los recursos internos.77
Al igual que el resto de los plazos durante el procedimiento ante la CIDH,
el presente debe computarse en forma calendaria.78
En aquellos casos en los cuales resulten aplicables las excepciones al requi-
sito del previo agotamiento de los recursos internos –que son la mayoría en el
litigio ante el SIDH, puesto que en general hay denegación de justicia o retar-
do injustificado en resolver los recursos internos–, la CIDH debe determinar
si la petición fue presentada dentro de un plazo razonable, considerando la
fecha en que haya ocurrido la presunta violación de los derechos y las circuns-
tancias de cada caso.79
74. Cf. Corte IDH, Caso Fairén Garbi y Solís Corrales. Fondo. Sentencia de 15 de marzo
de 1989. Serie C No. 6, párr. 93; Caso Godínez Cruz. Fondo, cit., párr. 71; Caso Velásquez
Rodríguez. Fondo, cit., párr. 68.
75. Cf. Corte IDH, Caso Velásquez Rodríguez, cit., párr. 64; Caso Godínez Cruz, cit., párr. 68,
y Caso Fairén Garbi y Solís Corrales, cit., párr. 90, y Caso Caballero Delgado y Santana Vs.
Colombia. Excepciones Preliminares. Sentencia de 21 de enero de 1994. Serie C No. 17, párr. 63.
76. Corte IDH, Caso Herrera Ulloa Vs. Costa Rica. Excepción Preliminar, Fondo, Reparacio-
nes y Costas. Sentencia de 2 de julio de 2004. Serie C No. 107, párr. 85.
77. Cf. RegCom, art. 32.1, y CADH, art. 46.1.b.
78. Cf. art. 75 del Reglamento de la CIDH.
79. Cf. RegCom, art. 32.2.
314
Sistema Interamericano de Promoción y Protección de los Derechos Humanos
En relación con el sujeto, señaló que debe haber identidad en los sujetos
pasivos –el Estado demandado– y los sujetos activos –tanto el peticionario
como las víctimas–.
Respecto del objeto, ambas peticiones deben referirse a la mismos “hechos”,
es decir, la misma conducta o suceso que implicaron violación de un derecho
humano.83 No habrá litispendencia entonces cuando el procedimiento seguido
ante otro organismo internacional se limite a un examen general sobre los dere-
80. Cf. RegCom, art. 33, y CADH, art. 46.1.c. Esto sucederá cuando reproduzca sustancial-
mente otra petición pendiente o ya examinada y resuelta por la CIDH u otro organismo
internacional gubernamental del que sea parte dicho Estado. Corte IDH, Caso Baena Ri-
cardo y otros Vs. Panamá. Sentencia de 18 de noviembre de 1999, Serie C No. 61, y CIDH,
Informe N° 97/98, Caso 11.825, Neville Lewis vs. Jamaica, 17 de diciembre de 1998, párr. 42.
81. CIDH, Informe No 97/98, Caso 11825, Neville Lewis vs. Jamaica, 17 de diciembre de
1998, párr. 42.
82. Corte IDH, Caso Baena Ricardo y otros Vs. Panamá. Excepciones Preliminares. Sentencia
de 18 de noviembre de 1999. Serie C No. 61, párr. 53.
83. Ibíd., párr. 55, y Caso Durand y Ugarte Vs. Perú. Excepciones Preliminares. Sentencia de
28 de mayo de 1999. Serie C No. 50, párr. 43.
315
Sebastián A. Rey
chos humanos en un Estado y no haya decisión sobre los hechos específicos que
son objeto de la petición ante la CIDH84 o no conduzca a su arreglo efectivo.85
El fundamento legal, a su vez, se relaciona con los derechos reconocidos en
los instrumentos jurídicos que se alegan violados.
Por último, el tribunal se refirió a la naturaleza de las recomendacio-
nes emitidas por los diversos organismos internacionales, destacando que
sus sentencias son definitivas e inapelables y de obligatorio cumplimiento,
lo que las diferencia de las meras recomendaciones que pueden efectuar
otros organismos como, a modo de ejemplo, el Comité de Derechos Hu-
manos o el Comité de Libertad Sindical de la Organización Internacional
del Trabajo.86
La Comisión puede declarar inadmisible cualquier petición o caso cuando:
i) no exponga hechos que caractericen una violación de derechos humanos,
ii) sea manifiestamente infundada o improcedente, o iii) la inadmisibilidad o
improcedencia resulten de una información o prueba sobreviniente presen-
tada a la CIDH,87 utilizando a partir de la década del noventa la denominada
“fórmula de la cuarta instancia”. En estos casos, redacta un informe que luego
es publicado, dando por finalizado de este modo el procedimiento.88
Al respecto, debo destacar que los órganos del sistema interamericano han
establecido que no constituyen una cuarta instancia,89 dado que el “elemen-
to de subsidiariedad respecto de la protección interna es caracterizante de la
protección internacional en la situación actual del Derecho Internacional”.90
316
Sistema Interamericano de Promoción y Protección de los Derechos Humanos
317
Sebastián A. Rey
96. Cf. CIDH, Informe 39/96, cit., párrs. 50-52; Informe 34/97, cit., párr. 24; Informe 85/98,
cit., párr. 50; Corte IDH, Caso Yatama Vs. Nicaragua, cit., voto disidente del juez Montiel
Argüello, párr. 8.
97. Cf. CIDH, Informe No. 74/90, Caso 9850, Héctor Gerónimo López Aurelli c. Argentina,
4 de octubre de 1990.
98. Cf. CIDH, Informe 29/88, Caso 9260, Clifton Wright, Jamaica, 14 de septiembre de
1988, párrs. 5 y 7.
99. Inter alia, CIDH, Informe No. 39/96, Caso 11673, Santiago Marzioni c. Argentina, 15 de
octubre de 1996, párrs. 49 y 50, e Informe No. 85/98, Caso 11472, Gilbert Bernard Little c. Costa
Rica, 28 de septiembre de 1998, párr. 49, y Corte IDH, Caso Velásquez Rodríguez Vs. Honduras.
Excepciones Preliminares. Sentencia de 26 de junio de 1987. Serie C No. 1, párrs. 92 y 93;
Caso Fairén Garbi y Solís Corrales Vs. Honduras. Excepciones Preliminares. Sentencia de 26
de junio de 1987. Serie C No. 2, párrs. 91 y 92; Caso Godínez Cruz Vs. Honduras. Excepciones
Preliminares. Sentencia de 26 de junio de 1987. Serie C No. 3, párrs. 94 y 95; Caso Chaparro
Álvarez y Lapo Íñiguez Vs. Ecuador. Excepción Preliminar, Fondo, Reparaciones y Costas.
Sentencia de 21 de noviembre de 2007. Serie C No. 170, párr. 22; Caso Alfonso Martín del
Campo Dodd Vs. México. Excepciones Preliminares. Sentencia de 3 de septiembre de 2004.
Serie C No. 113, párr. 82; Caso Vargas Areco Vs. Paraguay. Fondo, Reparaciones y Costas.
Sentencia de 26 de septiembre de 2006. Serie C No. 155, voto razonado del juez García Ramírez,
párrs. 6 y 7, y Caso Lori Berenson Mejía Vs. Perú. Fondo, Reparaciones y Costas. Sentencia de
25 de noviembre de 2004. Serie C No. 119, voto disidente jueza Medina Quiroga, párr. XIV.
318
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111. Cf. CADH, art. 50.2, y Corte IDH, “Ciertas atribuciones de la Comisión Interameri-
cana de Derechos Humanos (arts. 41, 42, 44, 46, 47, 50 y 51, Convención Americana sobre
Derechos Humanos)”, OC-13/93, 16/7/1993, Serie A N° 13, párr. 48.
112. Cf. Corte IDH, Caso Caballero Delgado y Santana Vs. Colombia. Sentencia de 21 de
enero de 1994, Serie C No. 17, párr. 48.
113. Cf. RegCom, art. 47.2.
114. Cf. RegCom, art. 47.3, y CADH, art. 51.3.
115. Cf. Corte IDH, “Ciertas atribuciones de la Comisión Interamericana de Derechos
Humanos (arts. 41, 42, 44, 46, 47, 50 y 51, Convención Americana sobre Derechos Humanos)”,
OC-13/93, 16/7/1993, Serie A N° 13, párr. 54.
321
Sebastián A. Rey
[e]n el curso del plazo pueden presentarse diversas circunstancias que lo inte-
rrumpan o, incluso, que hagan necesaria la elaboración de un nuevo informe o
la reanudación del plazo desde el principio. En cada caso será necesario hacer
el análisis respectivo para determinar si el plazo venció o no y cuáles fueron las
circunstancias que razonablemente lo interrumpieron, si las hubo.120
Como en el sub lite la CIDH había retirado el caso y presentado una nueva
demanda siete meses después, para la Corte se excedió con mucho los lími-
tes de temporalidad y razonabilidad que informa el procedimiento. Por este
116. Cf. CADH, art. 61. Esta palabra final que tiene la CIDH sobre si recurrir o no la Corte, en
algún punto frustra la pretensión de los peticionarios en la medida que no tienen pleno control
de la principal diligencia procesal. Pizzolo, C. (2007). Sistema interamericano. Buenos Aires:
Ediar, pp. 259 y 260.
117. Corte IDH, Caso Neira Alegría y otros Vs. Perú. Excepciones Preliminares, cit., párrs.
32-34.
118. Cf. Corte IDH, Caso de la Comunidad Moiwana Vs. Surinam, cit., párrs. 56 y 57.
119. Corte IDH, Caso Cayara Vs. Perú. Excepciones Preliminares. Sentencia de 3 de febrero
de 1993. Serie C No. 14, párr. 38.
120. Ibíd., párr. 39.
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Sistema Interamericano de Promoción y Protección de los Derechos Humanos
323
Sebastián A. Rey
2. La Corte Interamericana
de Derechos Humanos
324
Sistema Interamericano de Promoción y Protección de los Derechos Humanos
Hasta el año 2010, el/la juez/a que era nacional del Estado demandado
conservaba su derecho a conocer del caso, aunque en la mayoría de las veces
se excusaba de intervenir. Asimismo, hasta el año 2009, por aplicación del
artículo 55.3 de la CADH, si entre los jueces llamados a conocer de un caso
ninguno fuere de la nacionalidad del Estado demandado, este tenía derecho
a designar un juez ad hoc, categoría propia del derecho internacional general
pero que carecía de sentido en un tribunal de derechos humanos.130
El tribunal tiene un/a secretario/a, funcionario/a de confianza de dedica-
ción exclusiva,131 elegido por un período de cinco años132 y un/a secretario/a
adjunto/a.133
En virtud de las atribuciones que el RegCorte le asigna, la figura del secre-
tario del tribunal ha adquirido una gran importancia dentro del litigio intera-
mericano. En efecto, se encarga de: i) notificar las sentencias, opiniones con-
sultivas, resoluciones y demás decisiones de la Corte IDH; ii) llevar las actas
de las sesiones del tribunal; iii) tramitar la correspondencia de la Corte IDH;
iv) dirigir la administración del tribunal, de acuerdo con las instrucciones del
presidente; v) preparar los proyectos de programas de trabajo, reglamentos y
presupuestos de la Corte IDH; y vi) planificar, dirigir y coordinar el trabajo
del personal del tribunal.134
Dado que no es un tribunal permanente, debiendo solo su presidente/a
prestar sus servicios en San José durante todo el año, los/as restantes jueces/
325
Sebastián A. Rey
326
Sistema Interamericano de Promoción y Protección de los Derechos Humanos
139. Corte IDH, “Otros Tratados” objeto de la función consultiva de la Corte (art. 64, Con-
vención Americana sobre Derechos Humanos). Opinión Consultiva OC-1/82 del 24 de sep-
tiembre de 1982. Serie A No. 1, párr. 14.
140. Cf. art. 64.1 de la CADH.
141. Cf. art. 64.3 del Reglamento de la Corte IDH.
142. Cf. art. 67.3 del Reglamento de la Corte IDH. Ver Corte IDH, “Otros Tratados” objeto de
la función consultiva de la Corte (art. 64, Convención Americana sobre Derechos Humanos),
cit., párr. 5; La colegiación obligatoria de periodistas (arts. 13 y 29, Convención Americana
sobre Derechos Humanos). Opinión Consultiva OC-5/85 del 13 de noviembre de 1985.
Serie A No. 5, párr. 5, y Condición Jurídica y Derechos De Los Migrantes Indocumentados,
cit., párrs. 12-31.
143. Cf. art. 64.2 del Reglamento de la Corte IDH. Ver, asimismo, Corte IDH, Propuesta de
modificación a la Constitución Política de Costa Rica relacionada con la naturalización. Opi-
nión Consultiva OC-4/84 del 19 de enero de 1984. Serie A No. 4, párr. 7.III, y Restricciones
a la pena de muerte (arts. 4.2 y 4.4, Convención Americana sobre Derechos Humanos).
Opinión Consultiva OC-3/83 del 8 de septiembre de 1983. Serie A No. 3, párr. 44.
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Sebastián A. Rey
144. Cf. art. 67 del Reglamento de la Corte IDH. Ver Corte IDH, Restricciones a la pena de
muerte (arts. 4.2 y 4.4, Convención Americana sobre Derechos Humanos). Opinión Con-
sultiva OC-3/83 del 8 de septiembre de 1983. Serie A No. 3, párr. 39.
145. Cf. art. 64.2 de la CADH.
146. Corte IDH, Propuesta de modificación a la Constitución Política de Costa Rica
relacionada con la naturalización., cit., párr. 14.
147. Ibíd., párr. 26.
328
Sistema Interamericano de Promoción y Protección de los Derechos Humanos
Así, afirmó que “[l]a Corte, en otras palabras, no debe inmiscuirse en disputas
políticas internas, que podrían afectar el papel que la Convención le asigna”.148
Por último, la Corte IDH ha establecido otro límite en relación con la posibi-
lidad de solicitar una opinión consultiva: no admite los pedidos que constituyen
un caso contencioso encubierto.149 Este criterio tan restrictivo podría desvirtuar
la utilidad de la competencia consultiva del tribunal. En efecto, si su propósito
es ayudar al Estado solicitante a cumplir mejor con sus obligaciones interna-
cionales en materia de derechos humanos, que el Estado conozca el criterio del
Tribunal sobre la convencionalidad de una norma interna, antes de aplicarla en
los asuntos que se encuentran pendientes en sus tribunales internos, parecería
una alternativa favorable a la protección de los derechos humanos, dado que
podría ocurrir que los jueces nacionales, frente a la opinión consultiva de la
Corte IDH, decidan modificar sus posiciones sobre la interpretación de la nor-
ma cuestionada y se evitaría que se acuda con posterioridad al sistema de peti-
ciones ante la CIDH. Pero fundamentalmente, porque nada obsta a que luego
del dictado de una opinión consultiva sobre determinada materia, más adelante
se someta al tribunal en su competencia contenciosa un caso de similares ca-
racterísticas. Allí, los asuntos podrán ser discutidos nuevamente y confrontados
de una manera mucho más directa que en el proceso consultivo, pudiendo los
representantes de la presunta víctima brindar argumentos distintos a los que se
tuvieron en cuenta al momento de dictar la opinión consultiva.
329
Sebastián A. Rey
150. Corte IDH, Caso de las Hermanas Serrano Cruz Vs. El Salvador. Sentencia de 23 de no-
viembre de 2004, Serie C No. 118, párr. 68. Al respecto, la Corte IDH señaló que “[n]o existe
en la Convención norma alguna que expresamente faculte a los Estados Partes a retirar su
declaración de aceptación de la competencia obligatoria de la Corte”, por lo que “la única vía
de que dispone el Estado para desvincularse del sometimiento a la competencia contenciosa
de la Corte, según la CADH, es la denuncia del tratado como un todo; si esto ocurriera,
dicha denuncia sólo produciría efectos conforme al artículo 78, el cual establece un preaviso
de un año”. Corte IDH, Caso Ivcher Bronstein Vs. Perú. Sentencia de 24 de septiembre de
1999, Serie C No. 54, párrs. 39 y 40.
151. Corte IDH, Caso Ivcher Bronstein Vs. Perú. Competencia. Sentencia de 24 de septiembre
de 1999. Serie C No. 54, párr. 39.
152. Ibíd., párr. 40, y Caso Hilaire, Constantine y Benjamin y otros Vs. Trinidad y Tobago,
cit., párr. 13.
153. Ibíd., párr. 53.
154. Cf. RegCorte, art. 25.1; Corte IDH, Caso Cinco Pensionistas Vs. Perú. Sentencia de
330
Sistema Interamericano de Promoción y Protección de los Derechos Humanos
28 de febrero de 2003, Serie C No. 98, párr. 155, y Caso Heliodoro Portugal Vs. Panamá.
Sentencia de 12 de agosto de 2008, Serie C No. 186, párr. 228.
155. Cf. CADH, art. 57.
156. Cf. art. 57 de la CADH.
157. Cf. art. 61 de la CADH.
158. Ver Corte IDH, Caso de la Comunidad Indígena Yakye Axa Vs. Paraguay. Fondo, Repa-
raciones y Costas. Sentencia de 17 de junio de 2005. Serie C No. 125.
159. Cf. art. 35.3 del Reglamento de la Corte IDH.
160. Cf. RegCorte, arts. 2.3 y 44.
331
Sebastián A. Rey
161. Cf. RegCorte, art. 37. En función del convenio firmado el 25 de septiembre de 2009
entre la Corte IDH y la Asociación Interamericana de Defensorías Públicas (AIDEF), esta
última confecciona un listado de defensores/as públicos/as y designa a uno/a para ejercer la
representación legal en un caso sometido a la jurisdicción del tribunal.
162. Cf. RegCorte, art. 40.
163. Cf. Corte IDH, Caso de los Hermanos Gómez Paquiyauri Vs. Perú. Sentencia de 8 de
julio de 2004, Serie C No. 110, párr. 179; Caso De la Cruz Flores Vs. Perú. Sentencia de 18 de
noviembre de 2004, Serie C No. 115, párr. 122, y Caso Acosta Calderón Vs. Ecuador. Senten-
cia de 24 de junio de 2005, Serie C No. 129, párr. 142.
164. Cf. RegCorte, art. 41.1, y Corte IDH, Caso de los ‘Niños de la Calle’ (Villagrán Morales y
otros) Vs. Guatemala. Sentencia de 19 de noviembre de 1999, Serie C No. 63, párr. 68, y Caso
Caesar Vs. Trinidad y Tobago. Sentencia de 11 de marzo de 2005, Serie C No. 123, párr. 37.
165. Cf. RegCorte, art. 42.
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Sistema Interamericano de Promoción y Protección de los Derechos Humanos
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Sistema Interamericano de Promoción y Protección de los Derechos Humanos
179. Cf. RegCorte, art. 69, y Corte IDH, Caso Baena Ricardo y otros Vs. Panamá. Sentencia
de 28 de noviembre de 2003, Serie C No. 104, párr. 90.
180. Cf. RegCorte, art. 63.3.
181. Cf. CADH, art. 65.
335
Abreviaturas
AG Asamblea General de las Naciones Unidas
CADH Convención Americana sobre Derechos Humanos
CDI Comis ión de Derechos Internacional
CEDH Convenio Europeo para la Protección de los Derechos
Humanos y de las Libertades Fundamentales
CIDH Comisión Interamericana de Derechos Humanos
CIJ Corte Internacional de Justicia
Comité DH Comité de Derechos Humanos
Corte IDH Corte Interamericana de Derechos Humanos
CPI Corte Penal Internacional
CPJI Corte Permanente de Justicia Internacional
CS Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas
CSJN Corte Suprema de Justicia de la Nación
CVDT Convención de Viena sobre el Derecho de los Tratados
DADH Declaración Americana de los Derechos y Deberes del Hombre
DUDH Declaración Universal de Derechos Humanos
OEA Organización de los Estados Americanos
ONU Organización de las Naciones Unidas
PIDCP Pacto Internacional de Derechos Civiles y Políticos
PSN Pacto de la Sociedad de las Naciones
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340
Breve biografía del autor
Sebastián Alejandro Rey es Abogado con Diploma de Honor por la Uni-
versidad de Buenos Aires, Magíster en Derechos Humanos por la Universidad
Nacional de La Plata y Doctorando en Derecho (UBA).
Es profesor titular (int.) de Derechos Humanos en la Universidad Nacio-
nal de José C. Paz y profesor adjunto (int.) de Derecho Internacional de los
Derechos Humanos en la Universidad de Buenos Aires. Es investigador en
ambas universidades y director de becarios/as y tesistas de grado y posgrado.
Además, es director de la Diplomatura en Litigio de Derechos Sociales y Am-
bientales (UNPAZ) y docente en diferentes posgrados. Es miembro titular de
la Asociación Argentina de Derecho Internacional y director de la Revista De-
bates sobre Derechos Humanos. Autor de numerosos libros y artículos sobre
derechos humanos, derecho internacional y derecho penal.
En la actualidad es Secretario de Primera Instancia de la Defensoría Gene-
ral de la Nación. Con anterioridad se desempeñó en la Unidad de Asistencia
para Causas por Violaciones a los Derechos Humanos durante el Terrorismo
de Estado del Ministerio Publico Fiscal y como Director Nacional de Coope-
ración Internacional Jurídica y en Sistemas Judiciales del Ministerio de Justi-
cia y Derechos Humanos de la Nación, siendo jefe de la delegación argentina
en diferentes reuniones de la Comisión Técnica de Justicia del MERCOSUR
y del Consejo Suramericano en Materia de Seguridad Ciudadana, Justicia y
Coordinación de Acciones contra la Delincuencia Organizada Transnacional
de la UNASUR. Además, fue el jefe de la delegación argentina en la III y IV
Reunión del Grupo Intergubernamental de Expertos sobre las Reglas Míni-
mas para el Tratamiento de los Reclusos (2014-2015).
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