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CARLOS A S T R A D A

La Génesis
de la Dialéctica

(En la mutación de la imagen


de los presocráticos)

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Colección PAIDEUMA

JUARE'Z EDITOR S. A.
Buenos Aires
Primera Edición, 1968
Colección PAIDEUMA

Copyright by Jmírez Editor S. A. - Buenos Aires.

Reservados todos los derechos.

Queda hecho el depósito que previene la ley ll.723.

Impreso en la Argemina - Printed in A1·gentina


INTRODUC·CION

La génesis de la dialéctica se remonta a la escuela


eleática. En é5ta, como lo consigna Hegel en sus Vorle­
sitngen iiber die Geschíchte der Philosophie, ella tiene
. inicio, y alcanza su ulterior desarrollo en Heráclito.
El germen de la dialéctica está ya en los eleatas
Jenófanes, Parménides, Meliso y ZenÓi1. En sus "Lec­
ciones. . . ", Hegel, después de exponer la doctrina ele
Zenón, aborda a Heráclito, en cuya concepción él c1·ee
encontrar un más alto estadio ele 1a dialéctica. Pero
prescinde más o m enos del interno nexo entre los eleatas
y Heráclito, así como de la cuestión ele la cronología
con relación a la época del flornit de Parménides y
Zenón, por una parte, y Heráclito, por la otra. A partir
de Hegel, el descubrimiento de la dialéctica es atribui­
do a Heráclito o a los eleatas. Tanto Platón como Aris­
tóteles coinciden en considerar a Zenón el "inventor de
la dialéctica" .
Sólo desde Hegel se emplea la palabra "dialéctica"
para caracterizar la doctrina de Heráclito. Antes de él
j amás fue empleada. Ciertamente el vocablo filosófico
lexicográfico no aparece en los "fragmentos" del
"Oscuro", ni en los ele los representantes de la escuela
6 CARLOS ASTRADA

el eática. Hasta ahora conserva su vigencia como hecho


fundamental en lo q i.1e atañe a la historia de la dialéc­
tica la verificación ele la lexicografía griega de la pala-
1Jra, según la cual ning·ún filósofo anterior a Platón
ha empleado el vocablo ".d ialéctica" en acepción filo­
sófica. 1 Es lo que cabe comprobar acerca del origen
semántico de esta palabra. Hay un antiguo verbo
-mejor dicho, arcaico- dialégomai ( conversar) , pero
de DialeHiké téchne ( arte ele discutir) sólo por primera
vez en toda la historia ele la filosofía habla Platón. Es
inseguro si antes de Plat'.ón hubo una "dialéctica", y si
esta antigua dialéctica fue designada con este nombre.
Como surge del texto del Teeteto, Platón distingue
dos formas de la indagación filosófica. O se puede
explicar un pensamiento en un dis'Cttrso ( lagos ) cohe­
rente y seguido, llamando a esta forma del discurso
'"cliálogü del alma consigo misma ( Thaetet., cap. 32,
30, Platón, Si:frntliche Dialogue Bel. IV, pág. ro8, trad.
alemana de Otto Apelt, ecl. J\tieine r ) ; también Platón
define así al pensar en El Sofista, 264 A, en el Filebo
3 8 CD y en el Y.imco 37 B. O sobre el mismo pensa­
miento se puede entablar un diálogo con alguien, for­
mulam::lo preguntas y otorgando respuestas. Platón
prefiere más esta última forma de indagación filosó­
fica que .l a primera, porque en el curso del diálogo uno
d.e los interlocutores puede rectificar o corregir los
errores del otro. A este recíproco cambio de ideas me­
diante el discurso dialogado lo llama Platón dialektiké
téchne (arte ele discut ir ) , y al que es apto para dirigir
tal coloquio dialeldihós, es decir dialéctico, como se con­
signa en La República y en el Cr.ati"lo.
En la práctica del discurso ( lagos ) .recíproco con­
siste, corno es sabido, el diálogo platónico. Este se eles-
l Liddel - Scott, Greek English Lexicon, véase vocablo dialego (decir,
escoger, poner aparte), pág. 400, Oxford, 19GG.
L A G .¡?N E S I S DE L A D I A L E C TI C A 7

arrolla en afirmaciones y réplicas d e dos partici­


pantes por lo m enos. De acuerdo a la concepción
platónica, en esta forma, en el cambio recíproco de opi­
niones mediante preguntas y respuestas, afirmaciones
y réplicas se despliega el pensamiento mismo que se
trata ele investigar. En el curso del diálogo, la afirma­
ción falsa de nn participante es explicada por el otro
interlocutor; el segundo participante contradice enton­
ces al primero, mientras éste por una contestación afir­
mativa o una negativa respecto a aquélla, o sea median­
te su contradecir, controla Ja marcha ele las opiniones
del otro participante, ele modo que el diálogo hasta
encamina r"se a sn fin ' pesquisitivo consiste en meras
contradicciones de arnbos interlocutores, las que se
suceden una a otra, y así él se desarrolla hacia una
fin alidad prefijada. El coloquio termina cuando ambos
interlocutores se ponen de cuerdo, coinciden. Según
Platón, así ·se llega a una tal formulación de la idea, a
la que ya no puede oponerse la .contra · d icción. El resorte
del diálogo es la contradicción (a11;típhasis) u oposición
contradictoria. Este trámite dialéctico, en la filosofía
de Platón 110 es de ningún modo meramente una de las
formas posibles de la dialéctica, sino la única. Tal pro­
cedimiento se nos ofrece de modo ejemplar en el colo­
quio ele .Sócrates con Hipócrates en el Protágoras. En
este sentido, Sócrates aparece corno el más grande dia­
léctico platónico.

Hegel nos ha ciado la más profunda y lúcida expli­


cación ele la dialéctica platónica, enfocándola crítica­
mente, y a Ja vez ha explicitado y fundamentado la
verdadera naturaleza de la dialéctica. En sus "Leccio­
nes 'Sübre la Historia ele la Filoso fía", al tratar a Platón
explica : " . . . El concepto ele la verdadera dialéctica es
mostrar el necesario movifniento ele los puros conceptos,
8 C ARLOS ASTRADA

no como s1 Jos mismos ele este modo se re so l v ie s en en


nada, sino precisamente porque ellos son el simple
resultado de este movimiento, y lo universal justo la
unidad ele tales conceptos opuestos ... Nosotros cierta­
mente no encontramos, pues, en Platón la plena con­
ciencia sobre esta naturaleza ele la dialéctica, pero es
que ella misma conoce de este modo la esencia absoluta
en puros conceptos v la interpretación del movimiento
de estos conceptos.· Lo que dificulta el estudio ele la
dialéctica platónicfl es este desarrollo y la mostración
de lo ·universal a partir de las represéntaciones. Este
comienzo, que parece ilustrar el conocimiento, torna
mayor la dificultad" . . . . "Esta dialéctica, por cierto, es
también un movimiento del pensamiento, pero esencial­
mente sólo ele manera externa y necesaria para la con­
ciencia refl exiva con el fin de hacer surg;ir lo universal,
lo que es e n sí y para sí, invariable e inmortal. Estos
dos primeros lados (o aspectos) para resolver lo par­
ticular, y a s í producir lo universal, no son aún, pues,
la dialéctica en su verdadera estructura. Es una dia­
léctica que Platón posee en común con los sofistas, la
que ha comprendido muy bien l a, disolución ele lo parti­
cular" 2 Con respecto a este nexo dialéctico con los
.

sofist;.rs, ya que (�stos, se�-lm alg·unos testimonios. adop­


taron la clesip;nación ele ".dialéctica " para su actividad,
cabe aclarar que Platón, en su ataque a ellos, evitó
emplear la palabra dial éctica. prefiriendo en relación
con los mismos las expresiones "destreza" para argu­
mentar, "hablar para objetar", c,prno surg-e del texto
del Menón v el Pcídro.
En su� observaciones cr' í ticas acerca ele la dialéc­
tica platónica. 1:1egel apunta certeramente: " ... Platón,
z Platón, separata c:xtractada ín tegra de las Vorlcsungcn dcr Ges·
dlichte dc1· Philosophie, en el texto redactado por Bollancl, Leiden 1908,
¡iags. 60, 61 y G:l, Verla �·; Ceistcsleben, Stuttgar.t. l 91i�.
LA G::NESIS DE LA DIALECTICA 9

en primer lugar ha concebido lo absoluto como el ser de


Parménides. pero como lo universal, lo que como género
es finalicbcl, es decir lo que señorea, penetra a través
de y produce lo particula r y clive1·so. Empero, Platón
no ha desarrollado aún esta actividad autoprocluotora,
y ele ahí que recae a menudo en finalida·d externa...
Después ha llevado este ser parmenídeo hasta la deter­
minabilidad y a la diferenciación y ha expresado a
.. .

' é stas en ideas; en general, ha concebido ele inmediato


lo absoluto como unidad del ser v del n o-sel' en el deve­
nir de lo uno y de lo múltiple ; como dice Heráolito.
l-\.demás ha mostrado la contradicción en que incurre
la dialéctica eleática, la que es el hacer externo del
sujeto, y .por fin la ha recogido en la dialéctica objetiva
de Heráclito, de modo que en lugar ele la variabilidad
externa de las cosas ha presentado su interno con­
vertirse en ellas misma s, es decir en sus idea·s" 3 Seg·ún
. . .

Hegel, por no haber desenvuelto Platón la actividad


autoproductora sino sólo como finalidad puramente
externa, sn :filosofar es formal. "El filosofar formal
no pnede de ningún moclo considerar la dialéctica ele
otra manera que como si ella fuese un .arte para con­
fundir lo representado o asimismo los conceptos y mos­
trar Ja nada de los mismos ele tal forma que su resul­
tado es negativo".4'

Germina1mente el ;:irte ele la dialéctica está va en


Jenófanes y en Parméni des, aunque este último, ¿eñido
al concepto del ente tino excluye la dicotomía, pero el
..

procedimiento clemostr;:itivo consiste, para él, en la


prueba dialéctica c:om¡westa ele dos partes, esto es, en
la diferencia entre Eonf:f v no-ente. Paraclojalmente, la
dicotomía dialéctica se presenta también, pe.ro en fo1�ma
'
:1. Op. cit .. p< 1g. Gri.
'
·J Op. cit.. p: 1g. G'.:.
10 CARLOS ASTRADA

más concluyente quizá, en Meliso, ie1 que negando, como


su maestro Parménides, el movimiento y la pluralidad
sostenía la indivisibilidad del ente : "Si el ente es divi­
dido, entonces él también se mueve. Pero si se mueve.
entonces cesa ·su ser".º En Melisa, empero, también
está subyacente la clicotom'í a dialéctica. El ente implica
el concepto ele no-ente (ni.e on). Vale 1decir que se
escinde y que además, como lo vio Heráclito, el ente es
y no es. En contra de lo sostenido por el discípulo de
Parménides, el ente se mueve y cambia, todas las cosas
en su movimiento pasan ele mutación en mutación. .A! la
separación entre ellas -hipótesis negada por él- Meli­
sa la designa con la plabra diann.a, y después Aristóte­
les la caracteriza con la palabra diaste11ia, significando
ambos vocablos escisión, disyunción, distan'cia entre
dos cosas y sus conceptos, y ello en el sentido de que se
abre una fisura en el fluir ele las cosas (del ente), de
la que surge la posibilidad de un enlace c onceptual y
dinámico entre ellas. Es ilustrativo ya que lexicográ­
ficamente el vocablo dialéctica proviene ele la voz dico­
tómica día (ia), adi verbio y preposición, que en las pala­
bras compuestas en que ella entra denota idea ele sepa­
ración y división. Es, por lo demás, muy sintomático
que Aristóteles a las partes que integran el silogismo
-las proposiciones- las designe con el nombre ele
diasténia.ta (Primeros A naUticos, r , 4, 33). De modo
que desde el Estagirita tenemos ya enunciada en sus
partes constitutivas conexas la triada dialéctica, a la
que Hegel -y precisamente en el silogismo- daría su
fundamento. dilucidando la estructura inmanente de
la triada silogística dialéctica (tesis-antítesis-síntesis),

5 Diels • Kranz, FraginQnte cler Vorsokratiker. Frag. 10, pág. 275,


ll Auf., 'Veidmansche Verla gslrnchhancllung, Zurich _Berlín, 1964.
L A G E N E SIS DE LA D IA L E CTI C A 11

tal como la presenta en sus diferentes desarrollos, en la


última parte ele la Enciclopedia. 6
En lo que respecta a la estructura silog·ística y su
relación con la dialéctica, debemos tener en cuenta que,
en Aristóteles, el silogismo dialéctico es el objeto ori­
ginario de la lógica, de ·su Organon. Para 1a integra­
*

ción ele esfe s·ilogismo, d el qu e -a diferencia del silo­


gis1110 apodíctico- sólo es dada la conclusión, en el diá­
logo, uno ele los dos interlocutores debe responder al
ctro, mediante preguntas y respuestas, acerca de las
premisas. Estas deben s er halladas, y no son evidentes
ni derivadas de principios evidentes. Del silogismo dia­
léctico trata Aristóteles en los Tópicos.
En cambio, a l silogismo apodíctico lo dilucida
Aristóteles en sus Analítica posteriora, y es el que va
ele las premisas, que deben ser evidentes o derivadas
de principios evidentes, a Ja conclusión.
Hegel, en sus Vorlesungen über d1:e Gesch:ichte der
Philosophie, cuando trata a Heráclito y descubre su
dialéctica objetiva, que podemos justificadamente 11a­
mar materialista, nos dice: "aquí pisamos tierra firme".
La. dialéctica heraclítea abarca la totalidad del ente y
nos presenta la dinámica de la Physis. Herá\dito, al
pensar el devenir, formula implícitamente el principio
que el ser no es más que el no-ser, es decir que el ser
entraña al no-ser. De ahí que Hegel reconozca que no
hay una sola proposióón de Heráclito que 'él no haya
retomado en su Lógica (vVissenschaft der Logik). El
6Encyclopadic der Philos. Wissenschaften, par<lg. 357 a 577.
*E l primero y esclarecedor aporte para una comprensión h istórica
del Organon aristotélico y acerca de la sucesi:ón tradicional y de la orde­
nación cronológica de los escritos lógicos de Aristóteles es el trali;ajoJ deil
'
erudito Christian August Brandis, publicado hace bastante m:ls de un
siglo, Uebcr clic Reihcnfolgc der Bücher des Ari'stotelisc11er Organons
(Abbandlungen der Berliner Akademie, 1833). Esta investigación señala
doci;mentad amcntc que los Tópic os al principio -en Ja redacción de sus
.
escritos �óg1cos- habí�n resultado de modo diferente a la forma que
.Presentaron cuando Anstóteles, despué�s de sus Analytica, trabajó en ellos.
12 CARLOS A STRJ\DA

puro ser, según Hegel, y la nada son la misma cosa y


se resuelven en el devenir.
Aristóteles, desconcertado por la apariencia para­
dojal de sus principios y la afirmación de que el �nte
no es más que el no ente, impugnó la doctrina ele Herá­
clito. Seg·{m aquél, de lo que "es concebido en mutación
no puede haber ningún enunciado verdadero" .7 Aris­
tóteles invoca el principio formal ele contradicción y
objeta a Heráclito que "es imposible que pueda ser enun­
ciado con verdad simultáneamente la contradicción del
mismo objeto, pues evidentemente tampoco puede
corresponder lo contrario al mismo objeto a la vez" l>;
que ele las proposiciones contradictorias "no hay una
prueba por antonomasia, pero sí una refutación, de lo
que asienta lo contrario, y que al propio Heráclito se
lo obligada, si a él se lo interrogase de este modo, a
reconocer que jamás las proposiciones opuestas sobre
el mismo objeto pueden ser al mismo tiempo verda­
deras" 11
.

En síntesis, la dialéctica es la manera de concebir


el mundo que adoptó el pensamiento griego primitivo,
en forma quizá no muy ajustada a los cánones ele b
expresión filosófica estricta; pero ella aparece enérgi­
camente formulada, y de modo lapidario, por Herácli­
to. Es \o que apuÍTta, con aciert-o, Federico Engels:
"Esta concepción del mundo originaria e ingenua, pero
correcta conforme al objeto, es la ele la antigua filo­
sofía griega y es primero claramente expresada por
Heráclito: Todo es y asimismo no es, pues todo fluye;
toclo es concebi.c1o en constante mutación. es constante
.10
devenir Y perecer"
7 Mcthaphysik, 1010 a, trad . alemana de Hermann Bonitz, pág. 84,
texto de la edición póstuma. publicada por Eduard Wclmann, con leves
correcciones del aCLual editor Héctor Carvallo, cd. Rowohlt, J.966.
s O. cit. 1011 b, 18: púg. 88.
n Op. cit. 1062 a, 31; páp;. 1'14.
JO Anli-Hiihring, pág. 2r1, i\IEGA, l\foscú 19'35.
C-\PJTULO I

LA DOCTRINA DEL SER

Y EL MONOTEISMO
El orig·en del pensar dialéctico está vinculado de
modo intrínseco al problema del ente y del ser en' los
presocráticos, señaladamente en J enófanes, Parménides
v Herádito, como lo ha puesto de manifiesto Karl
Reinhardt en su Parmcmidcs nnd die Gcschichte der
griechüchen Philosopli·ie. Esta obra, ya clásica, profun­
damente innovadora, h a trastrocado la imagen que se
formaron de la fil osofía presocrática los grandes histo­
riadores e investigadores del pensamiento griego -E.
Zeller, 'I\ Gompers, Bu rnet, Windelbancl, Nestlé- como
.asirn'isrno ha quebrado el esquema constructivo e inter­
pretativo en que la habían fundado.
Después ele un examen exhaustivo, filológico y
íilosófico del pensamiento de los presocráticos sobre la
base ele la investigación ele las fuentes y ele su estricta
c. o rrelación -lo que le permite establecer la cronología
de la cuasi contemporaneidad de Parménides y Herá­
clito- Reinhardt parte del análisis ele los :fragmentos
ele Jenófanes (el maestro de Parménides) y' muestra,
con precisión y gran acopio de datos cronológicamente
coordinados, que el pensamiento griego en torno al ente
y a la doctrina del ser no se ha originado en el mono­
teísmo ni en un sentimiento cósmico religioso; que Jenó­
fanes, a pesar. ele su acentuada tendencia teolóf;·ica, pisó
terreno racionalista y abstracto. De él nos dice Rein­
hardt que "también corno teólogo Jenófanes era empÍ··
rista, racionalista y realista" . 1
La noción del ente se perfila al principio mezclada
1 Parmenides und die Geschichte der gricchischcu Philosophie, pág.
153, 2 Auf, Klostcrmann, 1959.
16 CARLOS ASTRADA

con la (le la divinidad, y luego enteramente separada


de ésta. Lo primero acontece, corno lo señala Reinhardt,
en Jenófanes. Después, el concepto de ente y la doctrina
del ser aparecen en Parménides y en los eleatas pos­
teriores enteramente desprendida el e ese confuso fondo
teológico y del sentimiento· cósmico religioso. Según
Reinhardt, precisamente par aquel rasgo, la filosofía de
Jenófanes -el "av. e ele tormenta del iluminismo grie­
go"- devino nna cosa híbrida; "ella por mitad se trans­
formó en metafísica y lógica, sin, no obstante, poder
desprenderse del empirismo". 2 Si él trató de racionali­
zar y demostrar la unidad, eternidad y omnipotencia de
Dios, surgió también este deseo ele la misma necesidad
que lo llevó a apoyar mediante demostraciones sus doc­
trinas :físicas, v a Ja iclea ele identificar al ente con su
. ·

Dios.ª
Esto nos dice que la noción del ente, la idea
de lo absoluto v de la unidad del Todo -y Reinhardt
lo muestra clocttmentaclamente- se ha desarrollado en
la instancia :filosófica, independientemente ele la idea
de Dios, resultando así que el teísmo ha penetrado ulte­
riormente ele fuera en la especulación filosófica; y que
esta intrusión·. mediante la' i dentidad entre Dios v la
unidad del Todo, ha prnclucido una rnezda de icl e ás y
compromisos. Un proceso paralelo se presenta en la
filosofoi. hindú, documentado por Olclenbere; en su obra
D·ie Lclwe der Upanisha-den wuí 1ú'.c Anfange des
Budü111us. También Oldenberg seíiala que Buda, . al
igual que Heráclito, su conternp6r.áneo, emplea los mis­
mos símbolos ele la corriente y de la llama, pero que en
l a doctrina del primero el interés metafísico y ontoló­
gico queda desplazado a un último plano; en cambio,
:! Op. cit., pág: 153.
•l Véase Op. cit., p;íg;. 152. IMt
L·A G1BNESIS DE LA DIALECl'.l·CA 17

Heráclito otorga el primer rango al problema del ser


v del ente.4 Asimismo en el ámbito cultural chino, como
Ío ha d ocumentado el gran sinólogo Richard Wilhelm,
en su libro Laotse und der Tlaoismits, r 92r, el Tao, el
camino hacia el sentido a través del ser es anterior a
todo, y "es aun antes que Dios" . También en Confucio
tenía prioridad el problema del ser, pues buscaba una
verdad fundada en éste, y i cl erivada posteriormente a
1o moral y a lo social.
Jenófanes, con r especto al cambio y a la disyunción
de lo terreno en o posición a la divinidad, invierte la
interpretación ele los eleatas en favor del cambio y la
disyunción ele ambos. Estas ii d eas no han surgid o pri­
mero en el dominio del sentimiento religioso. "La mís�
tica se ha podido apoderar de todos estos conceptos de s­
pués que la filosofía del ser liberó el pensar de su pros­
cripción en la física y lo guió a 'los fenómenos espiri­
tuales. Por primera vez vemos despierto este impulso
para la interpretación religiosa en Jenófanes. . "5 En .

conclusión, respecto a esta cuestión, no considera Rein­


hardt que la doctrina del ser sea, como se había acep­
tado por los más ielestacados historiadores de la filo­
sofía griega, un fruto de la especulación monoteísta o
panteísta; y tras sólida y concienzuda indagación reco­
noce que sólo ulteriormente Dios fue identificado con
el ente, en una época en que el ente en si hacía ya tiem­
po que hab'ía siclo descubierto : "Sólo nos resta, en últi­
ma instancia , después de la superación de todos los
o bstáculos, responder a la pregunta por el origen ele la
doctrina del ser como a una cuestión de pura l ógica;
de una lógica, sin duela , no en el sentido moderno de

•4 llmlda, �ein Leben, seine Lchre, pügs. 298 y 299, 9. Auflage;, Bel'-
lín 1921.
¡¡ Panncnides und die Geschichte der griecbiscben Philosophre,
pág. 240, ed. cit.
18 CA R L OS AST R ADA

una ciencia de las leyes del pensanüento válido, sino en


el sentido de un método del pensar puramente concep­
tual, que hace sistemáticamente abstracción de toda
experiencia e intuición".ª
Reinhardt, con agudo sentido polémico y una iro­
nía lapidaria, extrae las consecuencias últimas de su
extraordinaria pesquisición: "En nuestro tiempo, la
'época de la historia de la religii·ón, puede ser una mani­
festación en sí justificada y quizá necesaria si se pre­
tende también concebir el desarrollo de la filosofía
griega como resultado de un impulso religioso, como
L1na de las muchas :formas de vivencia religiosa y acer­
carla más al corazón, si se quisiera extraer un n11ístico
y un teólog:o detrás de cada filósofo antiguo y buscar
en un Agrippa de Netteshein y en un Jacobo Bohrne
explicación sobre el secreto ·que para nosotros yace
oculto en el pensamiento de un .Anaxirnandro o ele un *

U Op. cit., p:íg. 250.


* La inte11pretación sólita de la "sentencia" de Anaximandro hace
de (:ste un místico del Renacimiento. La reciprocidad en PI devenir y
perecer de todas las cosas singulares por culpa de las mismas, implica un
anacronismo en el que apenas se desimula el concepto de la culpabilida'l
:de toda criatura ante un D ios que impone el castigo. Según el fragmento
l (Diels ·• Kranz, Op. cit. B d . .l, p<lg. 8 9) el Apeiron, de Anaximandro, es
el principio de todas las cosas. lteinhardt explica que "el arjé, como se
entiende por sí mismo, no debe comprenderse en el ul terior sentido físico
de materia originaria, sino lógica y conceptualmente como el comienzo,
el fundamento orhdnario dei todas las cosas: es lo infinito en virtud de
su inÜnitud .. en vi � tnel precisamente ele su concepto m ismo" ( Parmen ides
uncl die Geschichte der g riechischen Philosophie, pág. 253). Como el
Apeiron carece de comienzo, todas las cosas que tienen un comienzo y ·son
finitas tienen que haber salido ele él. En cuanto a la llamada sentencia
de Anaximandro, ella reza en la versión de D iels • Kranz (Op. cit., Bd. J,
pág. 8 9): "Comienzo y origen de las cosas qne son es el Apeiron (lo1 inde·
terminable ilimitado). De donde, empero, para las cosas que son, el deive­
nir dentro del cual ellas acaecen, es también su perecer, pues ellas, ele
acuerdo a la ordenación del tiempo, pagan una a olra justo castigo y
expiación por su falta <le justicia", Respecto a esta segunda parte de la
sentencia a la que somete a un expurgo lexicográfico, Heideggffi\ •l(lice
irónicamente: "F.I tribunal est�\ completo cuanto más que no falta injus­
ticia, de l a que sin duda, nadie sabe decir verdaderam.ente en qué con­
siste" (Der Spruch des Anaximander, pág. 330, en Holzwege, Frankfurt
am i\fain, l 9'l0). L o que ocurre es que en este final de la se'll tencia se
L A G .E N E S I S DE LA D I A L E CT'IC A 19

Parménides " .7 De acuerdo a esta supuesta génesis ele


1a filosofía, se ha argmnnetado, según Reinhardt, que
11 comienzo fue la vivencia religiosa, pudiendo sólo
..

surgir de ella la idea de lo absolu.to, a la que poco des­


pués se sometió todo el pensar científico. Conforme a
esta suposición, sólo lentamente ha logrado liberarse
el conocimien.to ele la totalidad de las fuerzas aními­
cas, a las cuales él yada ligado, para desplegarse exter­
namente de acuerdo a los propios nexos ele sn finalidad
objetiva. Todo esto reposa -explica Reinhardt- en
una construcción al margen ele lo que testimonian las
7 O. cit., p<ig. 255.

apela a un lenguaje simbólico, poétiao. vV. Jiiger señala: "La existencia


no es culpable, pues ésta es una concepción antigriega" (Paideia, Bd. l,
,pág. 218, Berlín 1931). Ati:ibuye, sin embargo a esta parte final de la
sentencia de Anaximandro "un sentido directamente religioso" (Op. cit.,
p;\g. 219). Esta atribución explica el grave desliz filosófico de un filólogo
al metamorfosear los dioses griegos en el Dios cristiano (The theology of
the early greek philosophern). Heidegger propone para el final de la sen­
tencia anaximánclrica. tocante a las cosas, la siguiente versión interpre·
tativa: "A lo largo de Ja costumbre dejarlas concordar y por lo tanto
también tornarse notorias una· para otra en el reponerse de la alteración"
(Der Spruch des Anaximander, pág. 312, en Op. cit.). Kranz objeta a esta
versión de Heicleggelr que el vocablo to jreon no puede jamás significar
"costumbre o uso"; pero que Heidegger mismo a su traducción no la
llama "científicamente" demostrable (Nachtrag zum ersten Band, Frag·
mente, pág. 107 .108, "Anaximandros"), H.eidegger, para quien interpre
tar a un filécmfo del pasado supone, y hasta exige un diálogo entre pen­
�adore.�. no dice lo que tan expeditivamente le atribuye Kranz. Explica:
. . La traducción de to jreon por costumbre no ha surgido ele una. refle­
xión etimológico-Jcxicogr:lfica. La elección de la palabra costumbre ha
surgido de un precedente trans-poner del pensamiento, el que intenta
pensar la diferc.ncia en la esencia del ser en el comienzo deparado al
olvido de ser". (Der Spruch des Anaximander, pág-. 310). Como vemos,
la in terpretación de Heidegger está muy lejos de la l i teralidad leodcogtá­
fica en que se ampara el destacado filólogo W. Kranz, y responde a su
concepción de la diferencia entre ente y ser. Además, una disciplina
como la filología -y en el mismo caso está Ja filosofía y la exé'gesis de
la interpretación histórico-filosófica- no posee cientificidad en ei sentido
<le exactitud, sino estrictez más o menos aproximada. A lo que se refiere
pre.cedentemente l? sentencia es "a las cosas que son", a los entes. Según
_
He1deggier, el cammo ele Ja traducción no puede darse con la sola a;yuda
·de la sentencia misma, sino que se requiere indagar a partir ele dónde
lo enunciado llega a expresión (Op. cit., p<\gs. 312 - 313). Par'a la hipó-
20 CARLOS ASTRADA

fuentes, esdareC'i das en su estricta correlación; cons­


trucción como la que nos ofrece Ze11er. ". . . Puede ser
qí.le después haya seducido el intento de descubrir el
origen de la filosofía en el espíritu dee Ja mfatica. Pero
esta construcción s e desploma en sí misma y con ellá
las es peranzas que reposaban en la misma. Parméni­
des, que no conoce ningún otro deseo que el conoci­
m iento, ninguna otra atadura que su lógica, al que Dios·
y el sentimiento lo dejan indiferente, tanto que ello nos
asombra, resulta como el predecesor de Heráclito y el
más próximo sucesor de Anaximandro. En la interpre­
tación místico-religiosa del mundo no se pone de mani­
fiesto ninguna fuerza q ue engendre el conocimiento por
sí misma ni que impulse hacia el conocimiento, sino una
tesis aristotélico-teofrástica ta onta, en la sentencia anaximándrica, son
las cosas materiales, las cosas de la pbysis. A este .�upuesto lo impugna
Heidegger: "Las cosas no son por completo las cosas materiales. También
los hombres... las cosas demoníacas .y las cosas divinas pertenecen al ente"
(Op. cit.� pág. 305-). Dejemos de lado si las cosas demoníacas y las cosas
divinas, por no ser cosas naturales, son como la paloma que voló del
Calvario, de "carne y sangre" o de "carne y sang�c espirituales". Esta
cuestión queda para los extractores de la quinta esencia. Si ta onta es,
como quiere Heidegger, el ente en total, entonces en Anaximandro pre·
ludia el ser, y es lcgltima la diferencia entre tjntc y ser, y el problema
se concreta en su fo11mu1ación, con inexhaustiblcs proyecciones, en la
establecida diferencia fundamental heideggeriana. Según Heidegger de
onto proviene óntico y ontol;ógico. As!, la sentencia se referirla a la diver­
Jlidad del ente en total, y el ser, es decir, a lo óntico y a lo ontológica.
Ahora bien, si el testimonio ele Teofrasto -que tuvo a la vista, según
;parece, los fragmentos de Anaximandro- trasmitido por Simplicio (en
su "Comentario a la HsiGa") es fidedigno, entonces el ton onton, que
enuncia la primera parte de Ja sentencia anaxim:índrica, se refiere "a
las cosas que son", a los entes (que están sujetos al devenir y perecer).
En este caso, la interpretación de Heidegger amputa en la sentencia el sig­
nificado óntico-materialista qu-:: ella tendría, y, que seguramente tiene.
J>or lo demás, con respecto al significado del Apciron (lo "indeterminable
ilimitado"), como sefiala Reinhardt, "es una cuestión ociosa si Anaximan­
dro habla pensado en la. infinitud del espacio o del tiempo o en la indi­
ferencia cualitativa de la materia originaria; como tan ocioso es interrogar
si Parménides con su on había pensado la sustancia o el ser lógico en. el
sentido de los Marburgianos (Pat:mcnides und die Gcschichte dcr grie.\
d1ische n Philosopllie, pág. 253). En síntesis, justamente lo que se buscaba
es determinar la totalidad de todas las cosas (ta onta), ouya esencia se
•¡uería sondear.
LA GBNESIS DE LA DIAlECTifCA 21

contracorriente, la que, proponiéndose nuevas metas,


se sirve de 'los mismos medios espirituales que, median­
te la opuesta consideración crítico-antirreligiosa del
mundo! habían llegado a estar libres y disponibles".8
Este pretendido origen de la filosofía a partir de
la vivencia religiosa y m'ística ha dado lugar a la tesis
errónea sostenida por Karl Joel, en su libro Der Urs­
priúi.g der NaturphiloLwphie aits der Geist der Jl!fystik,
r921. para el cual hasta la investigación de los físicos
de Jonia ( fisiólogos) venía ya determinada por el sen­
timiento religioso. Hasta la, en muchos aspectos, exce­
lente historia de la metafísica antigua de Julius Sten­
zel, al señalar los "rasgos fundamentales de la metafi.­
sica arcaica'', destaca como el primero el siguiente: "El
paso de una actitud religiosa a una racional no es abso­
lutamente una desdeizaci'ón da la existencia. Lo religio­
so esencial no se pierde". ° Con razón, Hans Georg
Gadamer, refiriéndose a la manera en que en esta obra
de Stenze1 se enfoca a Parménides, exclama: "¡ Qué
envejecida nos p arece l a buena exposición ele Parméni­
des en S tenz el !" .10 En este breve y sustancioso ensayo,
Gadamer certeramente afirma: "Lo que en el pasado
ha sido realizado por Diels y sus contemporáneos en el
establecimiento y explicación del texto queda siendo
fondamental. P ero los prejuicios bajo los cuales la
i nv es tiga ción filo lógica de entonces ejerció su oficio
es tán desde hace décadas quebrados En p a rti c ul a r la
.

cJasificación histórica del poema didáctico en e l movi­


m iento "órfico-pitagórico", y Ja derivación del origen.
de la filosofía griega del e sp í rit u de la mística, hoy es
más difícilmente considerada como esencial. Aquí el
s Op. cit., pág. 256.
n Metaphysik des Altertums, pág. 29, 1931.
10 Retraktationcu zum Lehrgedicht des J>anuenides, Amnerknngen,
pftg. 67, en Rcinhardt ·Festschl'ift, 1952.
22 CA R L O S A STR A DA

libro innovador de Karl Reinharclt, por discutidas que


hayan sido sus tesis en particular, ha transformado
radicalmente el estado ele l a investigación. Las más
rf'cientes ediciones de la colección ele Diels de los Pre­
socráticos mantiene firme, mediante su comienzo con
Orfeo, un aspecto que no tiene. más valor. La más mo­
derna indag·ación prefiere asesorarse por el conociclü
Homero y Hesíodo que por Jos desconocidos órficos". 11
. En síntesis, significativamente ha mostrado Rein­
hardt que la. filosofía griega en su promoción preso­
crática no ha surgido de la vivencia religiosa ni del espí­
ritu de la mística, sino del pensamiento lógico.

11 Op. cit., p:\g. !í8 · 59 (Texto).


CAPITULO II

DIALÉ'CTICA DEL PENSAR


La dialéctica se origina en el arte de la demostra­
ción tal como la ejercitaron algunos de los pensadores
presocráticos, Jenófanes, Parménides, Melisa.
Reinhardt nos muestra la dialéctica ya en Jenó­
fanes, haciendo la necesaria distinción entre concep­
ciones y testimonios antiguos. De acuerdo a estos
últimos, tras un análisis y coordinación de las fuen­
tes, se impone dar la primacía a1 físico y al dialéctico en
lugar del místico. Aunque Jenófanes no acude a una
circunstanciada dialéctica demostrativa, ésta es el resor­
te de su p ensamiento. De ahí que Reinhardt nos d iga
que lo que como verdadera esencia está oculto bajo
el Dios de Jenófanes es la lógica.12 " Las demostra­
ciones de Jenófanes... , permiten reconocer un arte
dia1l éctico más rico, más desarrollado que el que cabe
hallar en Parménides. Cuando éste limita exclu­
sivamente la dicotomía al concepto de ser, de este modo
él muestra el procedimiento conceptual demostrativo
en su forma más arcaica, pues es claro que 1a dernos­
tracifm dialéctica dividida en dos partes sólo se ha des­
arrollado por Ja diferencia entre ente y no ente... ¡Cuán­
to más placer en la demostración y familiaridad con los
procedimientos dialécticos cabe rastrear en Jenófanes,
don de él busca demostrar la misma tesis! Para él está
ya descubierto el empleo de 01nm:on '.Y anonia1:on (Jo seme­
jante y lo desemejante) , y cómo con esta diferencia-
12 Véase Parmenides und die Geschichte der gricchschcn Philoso­
pl1ie, p<lg. 122. etl. cit.
26 CA R L OS AS
. T R AD A

ción lleva al absurdo el concepto de pluralidad, del mis­


mo modo que s e sirve, además de ésta, para negar l a
posibilidad dtl devenir y e l p erecer".
Tenemos así señalada la génesis del empleo metó­
dico de la dialéctica en los eleatas.
* * *

El origen ele la dia léctica clel pensar ha encontra­


do su certera explicación en Reinhardt. Es la dialéc­
tica que deja de lado la percepción sensible (su conte­
nido) y la experiencia, para moverse en el plano de
las abs tracciones deritro ele los nexos ele conceptos pura­
mente abstractos. Estos se han desprendido totalmente
ele los contenidos ele los cuales ellos han s iclo extraídos;
el pensamiento ha levado su ancla empírica, abando­
nando el terreno ele la experiencia, con la que entra en
conflicto. ''Así surge la dialéctica, que siempre es una
enemiga ele la experiencia y ele los sentidos, y sólo por
esta enemistad llega a clesarrollarse". u Tenemos así
caracterizada la dialéctica del puro pensar.
Señala Reinharclt el caso ele Zenón, en cuya dia­
léctica el sujeto originario, el ente (on) es enteramente
olvidado, aunque el ente, por ser el soporte de todos los
predicados, es sobre el que únicamente es aplicable tm
procedimiento dial éctico. De este modo sólo los demás
predicados del ente constituyen un problema. La dia­
léctica del puro pensar sólo puede constituirse allí donde
la atención se dirige a los conceptos abstractos, los que
no están en el peligro de fusionarse d e nuevo c on los
objetos concretos, de los cuales ellos han s ido sacados.
Es que "las categorías del sujeto y del predicado, des­
arrolladas sólo para los contenidos de la percepción,
son transferidas a abstracciones de segundo y tercer
1i1 Op. cit., pág. 104.
u Op. cit., pág. 251. ' 1
L A G E N E s 1 s DE L A D 1 ALEeT 1 eA 27

grado" .1ú El pensamiento griego, por la estructura de


su lenguaje, ha llegado a la expresión abstracta en los
neutros sustantivados de adjetiv0 y participios. Así,
por esta transferencia a la forma sustantivada, tene­
rnos las abstracciones más universales a que se elevó
el pensamiento jónico, corno el A peiron de Anaximan­
d ro v el On de Parménides. Asimismo 0frecieron las
_,
más favorables condiciones para la transformación en
mies abstracciones universales los términos abstractos
ele significación ética a que acudió la dialéctica socrá­
tica, como agathón, kalón.
La posición de Zenón ( sucesor de Parménides
entre los el eatas) nos p ermite ejemplificar el carácter
y la estructura ele la dialéctica. Aristóteles (según Diog.
LaerL, L. IX "Zenón" ) llamaba a Zenón el inventor
de la dialéctica, lo que, según Bnrnet, "sin ninguna
eluda es verdadero.. en snstancia". "El método de Zenón
rons'i stía de hecho en tomar uno de los postulados fon··
clamen tales del adversario v en deducir de· él las con­
clusiones contradictorias. Esto es j ustamente lo que
quería decir Aristóteles llamándol0 el inventor de la
dialéctica , qt1e es precisamente el arte de argumentar,
no partiendo de premisas verdaderas, sino de premisas
admitidas por la otra parte".16 Antes ya Zeller apuntó
que Zenón "quiere dar pruebas de la doctrina eleática
a causa de que por la naturaleza de las ideas dominan­
'.es se han derivado despropósitos. En virtud de este
procedimiento, qne él empleó con superior maestría,
Zenón fue Hamado por Aristóteles el inventor de la dia­
léctica y también Platón dice de él que supo hacer apa­
recer a los oyentes uno y lo mismo como semejante y
como dese1nej ante, como unidad y como pluralidad,
15 Op. cit., pág. 251.
16 Aurorc de la Philosophic Grcc<¡uc. Trad. fr., p:íg. 3!19 - 360.
28 C A R L O S A S T R ADA

corno en reposo y como en movimiento".1' Como lo hace


notar el mismo Zeller, esta dialéctica de Zenón .('ha
suministrado después gran par te de sus armas a la er' í s­
tica ele los sofistas, aunque ella misma, sin embargo, por
su finalidad positiva, es d iferente de esta erística". 18
La dialéctica del puro pensar es el meollo de su
doctrina que, en el fondo, es l a de Parménides. Para
Zenón, en la verdad no hay ningún movimiento. Lo que
nosotros experimentamos como movimiento es una ilu­
sión ele los sentidos. El movimiento es asimismo impo­
sible ya que "lo movid0 no se mueve ni en el espacio en
el cual está ni en el que no está".10 Hay que reconocer ,
como explica A. Szabó, que "Zenón, a partir el e esta
demostración bahía conocido la interna contradicción
del concepto "movimiento". Movimiento es estar en
este determinado lugar y no estar en él . Pero el con­
cepto -así tenemos que complementarnos ulteriormen­
te el camino del pensamiento de Zenón- que a sí mismo
se contradice no puede expresar la verdad, el ente real.
Por esto el concepto de "movimiento·'' es rechazado, pues
él expresa algo que es enteramente impensable, por con­
siguiente que el "no ente" es. De este m'Odo cree Zenón
haher defendido la tesis ele Parménides: "no hay nin­
gún moviminto, el ente es inmóvil""º . Cabe preguntar
en qué sentido le asiste razón a Aristóteles en conside­
rar a Zenón el "inventor de la dialéctica". A este
respecto, el destacado historiador e intérprete húngaro
del pensamiento g-riego, aclara perfect·amente esto: "No
existe ningtlna duda acerca ele que las palabras de Aris-
17 Die Philosophic dcr Gricchcn, 1. Tcil, crstc HüHLe, ·pág. 7•17 - 7'l8,
6 Auf. ed. W. Ncstlé.
is Op. cit., pág. 748.
Ll Dic\s. Kram. Fragmente dcr Vorsokratikcr. Bel. I, pág. 258,
"Z.enón", frag. 4. ll Auí., cd. Walther Kram:, 1964.
zo Beitrage 1.ur Gcschichtc clcl' griechiSchen Dialcktik, Acta Antiqua,
A cadcmiac Scionlian1m Hu ngaricac Tonrns I, Fascicnlo 3 - 'l, pág. 383.
Bnda pes t , 19!\-2.
L A G E N E s 1s DE LA Di 1 A L Ee T 1 e A 29

tóteles -el elea.ta Zenón es el funda'dor de la dialéc­


tica- no hay que entenderlas como que Zenón fue el
primero que hubiese descubierto las -internas contradic...:
ciones del pensar, ele los conceptos. No, Aristóteles opi­
na de otro modo. "Dialéctica" designa en él "el arte de
debatir, de disputar". El 'dice que el fundador de la
dialéctica ha sido Zenón porque, como es sabido, éste en
cuanto trató ele defender las tesis de su mlaestro Par­
ménides inventó el arti ficio de dirigir la disputa verbal.
En el mismo sentido, recibe Zenón en Platón, a causa
de su ingeniosa habilidad en la disputa verbal, el sobre­
nombre ele "Palarnecles eleático". Tal vez era la habi-·
lidacl ele Zenón en el disputar una consecuencia de qu�
conodó la intern a contradicción de los conceptos1 por
él impugnados ("movimiento", "pluralidad" y' "clivisi-· ·

bil iclad" del ente), pero Platón y Aristóteles no tuvie­


ron en vista, sin embargo, este descubrimiento ele Zenón
·cuando elfos le llamaron "dialéctico", sino que ellos pen­
saron simplemente sólo en su habilidad en el disputar.
Si se toma la palabra dialéctica en este viejo sentido
-"el arte de disputar, de conduci r la disputa verbal"­
entonces no se puede tal vez objetar nada al testimonio
-ele Aristóteles: Zen:ón es el dialéctico más antiguo. De
hecho no sabemos de n ingún representante más antigt10
del arte de la disputa que Zenón".21
Certeramente apunta Szabó que dos aspectos se
pueden comprobar sobre la doctrina de Zenón; el pri­
mero, que éste conoció las internas contradicciones del
concepto, esto es, la dialéctica del pensar; y, el segundo,
que si bien Zenón :fue uno de los fundadores de la dia­
léctica, sin embargo, él no ha comprendido la signi fi­
>eación de esta dialéctica.22
21 Op. dt., p<lg. 385.
22 VéaseOp. cit., p;\g. 383.
30 C A R L O S A S T R A D A

En el argumeúto de Zenón contra el movimiento


es evidente que se prescinde del ente movido, del cual
hace abstracción, lo que permite al eleata razonar a
base del puro concepto, hipostasiado al margen de su
sustrato real. Zenón desarrolla además "dialécticamen­
te" nna de las p roposiciones ele su maestro Parménides,
en la que éste formula ele modo más radical su postura
idealista, l o que hace de él el fundador del idealismo
occidental. En este sentido, Parménides a firma taxati­
vamente : "Lo mismo es pensa r y el pensamiento que lo
que Es, es , pues sin el ente, en el q ue ello está ·C omo
expresado , tú no puedes encontrar el pensar".23
Que este es el punto ele partida del ulterior idealis­
mo europeo, lo reconoce implícitamente Heidegger. Nos
dice, a este respecto : "La sentencia ( parmenídea ) «lo
mismo es el p ensar y lo pensado» es el tema fundamen­
tal ele todo el pen samiento occidental europeo. Su his­
toria es en el fondo una secuencia ele variaciones acerca
<le este tema también all í donde la sentencia de Par­
ménides no es propia111ente mencionada. La más gran­
diosa variación, la que -a p esar ele toda diferencia de
la posición metafí sica fundamental- está en su dimen­
sión a la altura ele la grandeza del pensamiento griego
primitivo, es aquella p roposición ele Kant, que 'éste
piensa como el supremo principio de todos los j uicios
sintéticos a priori. Lo que Kant llama los j uicios
sintéticos a prior·i es la moderna exégesis del (par­
menídeo) "presente para el pensar que enuncia sólo es
d ente que es, siendo" .24 Para Heidegger, como es sabi­
do, Kant es idealista, aunque, sin eluda a éste se lo pue­
de también interpretar como situado en la vertiente del
mate1falismo (o realismo) . "Para Kant se muestra e!
2 a Diels · Kranz, Fragmente der Vorsokratiker, Bd. I, p:íg. 238, " P ar­
menidcs", frags. 7 - 8, cd. cit.
2.1 \Vas hcisst ncnkcn?, pág. 14 8, N i cmcycr Verlag, 1 954.
L A G EN E S l S D E LA D l A. L E C T l C A 31

ente como el objeto de la experiencia. « Ser» afirma la


concreción del objeto".2ü
En resumidas cuentas, el inicio de la dialéctica del
puro pensar la encontramos en los primeros represen­
tantes de la escuela eleática ; ella se presenta ya en
Jenófanes.

�5 O p . cit., p ág. J .1 8 .
CAPITULO Hl

DIALECTICA DE LO REAL
Si referimos comparativamente la "dialéctica" de
Zenón a la doctrina de Heráclito, percibimos entre am­
has una diferencia fundamental ; las d os maneras ele
pensar son radicalmente opuestas.
M ientras Zenón sólo se a.t iene al puro pensar, por
lo tanto con abstracción del sustrato real del ente, iden­
tificando a éste totalmente con lo pensado, Heráclito
inaugura una dialéctica de la realidad y enfoca las inter­
nas contradicciones en las cosas del mundo real mis­
mo. En cambio, Zenón p iensa la realidad, el ente comt'!
lo en sí exento de contradicción. Como apunta A. Sza­
hó, "empero, se puede observar otra diferencia más
esencial entre el modo de pensar de Heráclito y Zenón.
Heráclito, el dialéctico ele la realidad , era materialista
o por 1o menos su filosofía tenía tendencias materia­
listas. Por el contrario. la filosofía de Zenón sólo es
denotada por una espe�ie de idealismo". 2 6

J_ CRONOLOGIA DE LA RELACION
ENTRE HERA'CLITO Y PAR111EN1DES

La c1·onología tradicional "relativa" respecto a la


r elación entre Heráclito y Parm:é nides y, en general
con la escuela eleática, la ha est ablecido Reinhardt.
B11a se basa en el testimonio del gramático Apo.lodoro,
y va en contra de la tradición construida sobre los datos

26 Beitr!ige zur Gcschichte der griechischcn Dialektik, Acta Antiqua,


pág. 383 • 384, NQ cit.
36 C A R L O S A S T R A D A

de Eusebiü, qne vivió del 260 al 3 40, después de Cristo,


y del obispo cristiano Hipólito, del siglo III, después
de Cristo.27 De las dos tradiciones antiguas, la digna
de crédito, como lo documenta Reinhardt, es la prirne­
ra. Esta tiene en cuenta como un hecho que Heráclito
conoció perfectamente la doctrina ele los eleatas y ele
t'ntre éstos no sólo la de J enófanes, al que cita ( en el
fragmento 40) , sino que incluso conoció el p oema didác­
tico de Parménides. Este y Heráclito eran, pues, con­
temporáneos ; el flont�t de ambos es alrededor de 504 -
50I . Respecto a la sucesión cronológica y, más impor­
tante aún, a la interpretación cloxográfica y doctrinaria
de la filosofía presocrática, el aporte ele K . Reinhardt .

es esclarecedor y decisivo. A pesar el e ponerlo en duda


o negarlo Ka r] Praechter, tal indagación " . . . ha que­
brantado en sus puntos capitales ,, 28 el entero concepto
que se tenta
, el l
e os presocrattcos ,
. .

2- L O S "FRA GMENTOS" D E HERACLITO

Los fragmentos de Heráclito han siclo conservados


en mínima parte ; se los puede considerar perdidos. No
obstante, su pensamiento lapidai-io ha hecho largo cami­
no en la filosofía universal y su influjo ha sido inmen­
so y' aún perdura. Acerca del corpits doctrinario y del
destino corrido por los "fragmentos" del efesio, escribe
Reinhardt : "Casi la sexta parte de todos los fragmen­
tos heradíteos nos han siclo transmitidos por un solo
autor, y esta sexta parte ocupa un espacio de apenas
tres páginas. Son las del capítulo 9 y IO del noveno
libro de los Philosoph1H1tena de Hipólito, el único trata­
do coherente sobre 1a doctrina d e Heráclito que la Anti-
27 Véase Stammbaum de.r "Que\le.n" ·1.ur Geschid1te t\er Vm:sokrat'is·

chen Philosophie, en Wi\he\m Cape.lle, Die Vorsokratique1·, Kl' ner V erlag;
28 Die Pbilosophie <les Altertums, en Uebcrwcgs Gnmdnss tlcr Ges·
chicbte <ler Philosophie, pág. 86 . 87 , 12. AuL, 1926.
L A G E N E S 1 S D E LA O> 1 A L E ·CT 1 C A 37

güedad nos ha legado. Las muy escasas indicaciones de


los doxógrafos no! se pueden, .en cambio, tomar en con­
sideradón ; la filosofía del "Oscuro" resiste la conca­
tenación bajo rúbricas cloxográificas. P.ero, ¿ cómo llega
H ipólito a tal erudición . . . cuya finalidad dista bastante
de los objetivos a los que él mismo aspiraba ? Lo que él
t rata de alcanzar, y ciertamiente por todos los medios
de la calumnia y ele las imputaciones, es la aniquilación
ele la secta del heresiarca No.etus. Para este santo fin,
fl mismo no se abstiene de la más insulsa impertinencia ;
reprocha a los parti darios de Noetus ser los renovadores
del paganismo heraclíteo. Esta es su más grande ocu­
rrencia, descubrimiento, y, en su polémica, uno ele sus
últimos triunfos. Que los seguidores ele N oetus (los
noetusianos ) carec'.ían enteramente de toda sospecha
acerca del peligro pagano en sí, Hipófüo tiene que reco­
nocerlo".2�
Entre las supercherías que trasmite el obispo Hipó­
lito, hay que consignar la que hace de Heráclito un pre­
cursor v un testimonio de la doctrina cristiana. Trata
de probarlo, no, sin duda, invocando a los noetusianos,
a los que combate, sino a otros gnósticos desconocidos.
Reinharcl t supone que se refiere a Simón Mago porque
"si Hipólito reprocha a Simón que él no sólo no ha com­
prendido a M oi sés, sino también que ha saqueado a
Heráclito, sólo resta concluir que a ambos 1os ha con­
tado entre sus profetas". 3'0

2 11 Parmcnidcs und die Gcschichtc dcr gricchischcn Philosopt.ie,


pág. 158, cd. cit.
30 Op. cit., pág. 1 6 1 .
CAPITULO IV

LA INT E R P R ETA·C IÓN

CRISTIANA D E H ERÁ,CLITO
Una de las cuestiones más puestas en duela por
la crítica filológica v filosófica es la interpretación
cristiana que s é hiz o de Heráclito, transmitida por
Clemente de Alejandría e Hipólito. Es sabido, como
hace notar Reinhardt, que H·eráclito en el círculo ele
lectores en torno a Clemente de Alejandría era bas­
tante conocido como testigo pagano ele la salvación
cristiana para reconocérselo en las citas ele palabras
famosas ele sus escritos, aún sin designación de nom­
hre. 31 Nos dice R einhardt que "en las citas de Herá­
\ clito de Clemente de Alejandría resuena un tono en
la literatura antigua que hasta ahora no había sido
perc:ibido. También el contenido parece transformado,
aunque no completamente, pero, sin embargo, en buena
parte. N i antológicamente ni otras formas de las citas
podían haberlo ofrecido" .32 Y Reinharclt agrega iró­
nicamente : "Se puede agradecer a Clemente también
esto o aquello de las más cómodas antologías, y así es
1que no existe ning·una duda .q ue él ha leído su Herá­
di to. Porque -lo que a él ningún otro autor, ninguna
a.ntolog'Ía podía haber h echo posible- él descubre en
Heráclito por primera vez a los profetas. Porque él
es cristiano tiene dispuesto el oído para el tono de los
profetas . . El emplea para la introducción ele las citas
.

de Heráclito, «amenazas», «profecías» , «increpancias�,


8 1 Véase Karl Reinhardt, He1ialdits Lehre von Feuer, en Vermiichtnis
dcr Antikc, pág. 68, Gottingen, 1 960.
3 2 Op. cit., pág. 4-3.
42 C A R L O S A S T R A D A

como si se tratase de palabras de San Pablo o de


Isaías". na
De modo muy ilustrativo y aleccionador -para
los diletantes de la :filosofía, imbuidos de cristianismo
o supercherías afines- explica Reinhardt : "Hay un
Heráclito de la colección de sen!tencias ; muy difttndi­
do, a menudo entremezclado con otro, se nos aparece
en la forma más pura en el Florilegio de Stobeo :
como el sabio consejero, que habla de la virtud del
conocimiento, de la ley ·divina, de ila razón del alma,
que a sí misma se incrementa, de la embriaguez y ele
la sobriedad, del carácter como del D aimon del hom­
bre. Como se ve un Heráclito limitado por selección.
Hay . un H eráclito de las palabra s aladas y palabras
aladas .como fragmentos. Hay un Heráclito ele los bió­
grafos, y de los fragmentos de carácter anecdótico. Y
hay los Heráclitos ele las diferentes escuelas filosóficas,
j unto al de los escépticos, ante to do el ele los estoicos,
del encomiasta Cleantes, del devoto Marco Anrelio.
Hay el Heráclito ele Aristóteles -él es, en parte físi­
co, no de otro modo que el He1iáclito de Teofrasto, en
parte negador ele una verdad .obj etiva. Hay un psicó­
logo Heráclito -un poco de un místico neoplatónico,
el que aparece en Plutarco y en los neplatónicos. Pero,
de ninguno de estos Heráclitos debe hablarse, sino del
·que surge con los cristianos". 3�
El punto más controvertido de los "fragmentos"
de Heráclito, y en el que las interpolaciones han ori­
ginado mayor confttsión, es el relativo a los fragmen­
tos 66 y 33, según lo transm:i todo por el obispo Hipó­
lito y Clemente de Afojandr'ía, respectivamentie. Se
trata del significado heraclíteo del "fuego cósmico",
al que se lo interpreta en el sentido cristiano del juicio
33 Op. cit., pág. 43 .
34 Op. cit., p;lg. 42.
L A G EN E s 1 s DE LA Ü' 1 A L E e T ,. e A _4 3

final. En ambos fragmentos las interpolaciones seudo


interpretativas en textos truncos hacen de Heráclito
un representante de la escatología cristiana. El conte­
nido del fragmento 66 es remate ele lo que se enuncia
en los fragmentos 63, 64 y 65. A1 'final del primero
de los tres últimos transmite Hipólito, atribuyendo la
idea a Heráclito : "El dice también que tiene lugar un
juicio del mundo mediante e1 fuego, y de todo lo que
está dentro, en lo que sigue" : 3 5 "Al universo lo gobier­
na el rayo, es decir, lo dirige. Por rayo él entiende,
a saber, el fuc•g o eterno . .. L o llama carencia y sacie­
dad ( hartura ) . Carencia es, según él, la formación
del mundo. por el c01itrar-io, la ignici%1 del mundo ,
hartura. Porque a todo, dice é l, se acercará el fuego,
lo juzgará y asirá ( condenará ) " . 3 6 En el fragmento
30, transmitido posiblemente por Clemente de Alejan-­
dría, ·expresaría I-leráclito : "Esta ordenación del
mundo . . . siempre ha existido y es y será eterno fuego
viviente, que se enciende según medida y se extingue
según med i da".37 Según Diógenes Laercio, "fa actividad
ígnea se cumple por el hado". 3 8 Al úJl timo fragmento
se lo cita de acuerdo a lo transmitido por Clemente de
Alejandría. Comparado este fragmento con los ante­
riormente apuntados, y ante lo detallado en él, dice
Reinhardt : "Es permisible responder a la cuestión
decisiva, ¿ a través de qué pasaj es del texto ve Cle­
mente la Ekpyros·is de H·eráclit o como juicio final ?
Porque todo lo demás que él aduce es sólo interpreta­
ción de una supuesta palabra ele los profetas. La res­
puesta a tal cuestión nos lleva más allá de Hipólito".ªª
85 Diels · Kranz, Fragmente der Vorsokratiker, Bd. I, p;\g. 1 64, "He-
rnkleitos", frag. 6 3 , ed. cit.
311 Op� cit., pág. 164 - 1 65, frags. 64, 65 y 66.
37 Op. cit., pág. 1 57 - 1 58, frag. 30.
as Diog. Lacr. IX, 8.
s o Hernl<lits l.ehre vom Feuer, pág. 48, en Op, cit.
44 C A R L O S A S T R A D A

Es ya sintorn[ltico que Clemente de Alej andría no se


remite, para lo que es más importante de todo su "He­
r·áclito", a la inequívoca lección ele que "a todo se acer­
cad el fuego . . . " ( frag. 66) , si esto se puede valorar
realmente como cita, sino al fam!Oso pasaj e, tan a me­
nudo citado, por el cual, antes de los estoicos, ya Teo­
frasto había inferido la Ekpyrosis heraclítea, es cleCir
que todas las cosas se resuelven (o consumen ) en el
fuego. 40 Para los cristianos, com enta Reinhardt, el
fuego j usticiero está fuera ele toda cuestión. Así, Cle­
mente ele Alej andría, en el Pro tréptfro, frata ele expli­
car aqncl fragmento que supuestamente se refiere a
las expectativas ele los hombres, y "es sabido que la
<loctrina del fuego del infierno en el primero que se
encuentra desarrollada es en Clemente":ª
" La Su111;1n;a de teología cristiana, la que ele este
maclo se interpreta dentro del pensamiento de Herá­
clito, culmina en el dogma del j uicio final".42 Se forjan
testimonios heracl'íteos de Dios como autor de la resu­
rrección y del fuego como j uicio del mundo. " Porque
todo deviene fuego, el que se acerca, j uzga y condena
(Diels-K.ranz, frag. 66) . ¡ Qué cristiano es todo esto !
Si ello realmente tiene lugar, entonces tenían razón los
padres de la Iglesia, no hay remedio y as'í Heráclito
era uno de ellos". "Los pasajes ( de Heráclito ) no los
han reunido los filólogos, sino hace mucho y muy bien
los teólogos sin saber no obstante de dónde los han
toma.ido". "También, para Hipólito, este fuego es el del
j uicio :final. El círculo puede cerrarse" . 43 En síntesis,
� o Sobre los testimonios, tradución doxográfica e interpretaciones
acerca de la Ekpyrosis he11ficlitea, véase R. Rittcr y L. Prellcr, Historia
Philosophiae Graecae ("Heraclitus"). pág. 30. 10 cd .. Golh, 1934.
n Hcraklits Lehre vom Fcuc1-, pág. '17 , en Vennii.chtnis der Antike
cd. cit.
4 2 Op. cit., pág. 6!\.
43 O p . cit., pág. 70.
L A G ·E N E s 1 s D E LA D 1 ALEeT 1 eA 4ó

el fuego de la condenación es, pues, como bien subraya


Reinhardt, escatología cristiana en pleno sentido.
Sobre la cristianización el e Heráclito por parte de
Clemente de Alej andría mediante interpolaciones y
seudo complementaciones ele fragmentos truncos y el
consabido"'Heráclito dice", y sobre todo el modo en que
invocando citas, el último opera su falsificación, Rein­
hardt escribe : "No hay apenas un autO'r citado con más
fruición que Clemente. Sus Stro111.ata sobre todo, con­
si sten en su mayor parte en un cúmulo ele citas cristia­
nas y paganas:. P·ero las citas tienen que ser teo:i:tuales,
la letra aquí tiene que se r siempre de nuevo aclaración
de i deas paganas. Apenas para él hay una cita dema­
siado larga". 44
Otroo punto controvertido y tampoco libre de inter­
polaciones, compl ementaciones y agregados es el frag­
mento 63 transmitido por Hipólito, que diría : "El ( He­
ráclito ) habla también de una resurrección de la carne,
de lo terreno visible en el que nosotros hemos nacido,
y sabe que Dios obra esta resurrección".4 5 klea atri­
buida, si.n duda, a Heráclito, que no se concilia con el
fragmento 30 : "Este orden cós1nico, el mismo para
todos los seres, no lo ha creado ni uno de los dioses n i
d e los hombres, sino que siempre h a existido y e s y será
eterno fuego viviente, que se enciende conforme a medi­
da y se extingue según meclida".'6 El fuego heraclíteo
no es el fuego cle1 infierno ele los padres ·de la Iglesia ,
ni el que consumió a Sodoma, en el que Clemente ele
Ailejanclr'ía (en Paedog. I , pág. 263 y 13 Stroniata. ) ve
una prueba anticipatoria del fuego del juicio final. Este
fuego, y la medida con que se enciende y se apaga es
4 4 Heraclitea, e n Vermacbtnis der Antike, pág. 95.
�5 Diels - Kranz, Fragmente dcr Vorsokratiker, "Herakleitos", pág.
164, ed. cit.
4 6 Diels - Kranz, Op. cit., p<lg. Ei7 • 1 58.
,46 C A R L O S A S T R A. D A.

un sírnholo para la physis y el K.osuros. Con acierto así


lo interpreta Heideg·ger : "Mediante la palabra «fuego'>
designa Heráclito aquello «que ni alguno de los dioses
ni de los hombr es ha hecho surgir», sino lo que más
bien ya siempre .ante los dioses y los hombres consiste
en sí como pJvysis, permanece en sí y ele este modo cus­
todia todo lo que adviene. Pero esto es el Kos11ios. Nos­
otros decimos «el mundo», y lo pensamos inadecuada­
mente en tanto que nos lo representamos exclusivamen­
te o también sólo en primer término desde el punto de
vista cosmológico y filosófico natural. ... Mundo es .cons­
tante fuego. constante emerger conforme al pleno sen­
tido ele la physis".47 Nos dice Heidegge r que Heráclito
llama Pyr deside el fuego del sacrificio y el fuego del
hogar hasta la luz ele la antorcha y el brillo de los astros.

�• Alctheia, en \'ortracge und Au [siilzc, p <1g. 275, Verlag Neske


Pfullingcn, 1 96<1.
CAPITULO V

CREENCIAS

Ó RFICO-PITAGÓ R ICAS
Es opmton de Zeller que Heráclito enseña una
inmortalidad personal. Comparten esta idea ( en el
sentido c-r istiano o cuasi cristiano ) Diels, Burnet, von
Arnin, Gilbert, Joel, Prachter, y como parece, Wun'Clt
y Gomperz. En cambio, Reinhai-dt vincula esa idea a
los órficos y pitagóricos. Tocamos aqui uno de los capí­
tulos fundamentales de la doctrina de Heráclito : su
psicología. Respecto al -dominio de ésta es él quien lo
descubre, r evelándonos su sin fondo, su ausencia de
fronteras. En el fragmento 45 se dice : "A los límites
del alma no puedes tú en el andar hallarlos, y aunque
m:ildas a pasos cualquier calle ; sentido tan profundo
tiene ella".�8 Acerca del alcance <le este dominio sin
fronteras hallables, explica Reinbardt : "La psicología
de Heráclito es, en su más íntima esencia, conforme a
su más secreta intención una justificación -y un filo­
sófico dar forma, en lo posible libre de objeción- de
esperanzas religiosas, las que tienen el más estrecho
contacto con las esperanzas pitagórico-iórficas ; es un
ensayo por mo,s trar la per:duración del alma después de
Ja muerte y al mismo tiempo, a partir ele las leyes ele la
fí sica, el imperar ele una justicia compensatoria y nece·­
saria conforme a la orclenadón general del mundo ... La
intención ele sus palabras sobre la salvación ele la jus­
ticia divina y su relación con corrientes r eligiosas no
pnede ser puesta en eluda, tanto menos como que, en
general, la filosofía ele Heráclito, en oposición a la ele
Parménides, apunta a un fin religioso ultimo" .4 9
� 8 Diels - Kranz. Fragmente der Vorsokratiker, pág. 1 6 1 , ed. cit.
4 9 Reinhardt, Parmen.ides uml die Gcschichte dc1· griechischcn Phi·
losophie, pág. 192 - 193, ed. cit.
_;----
50 C A R L O S A S T R A D A.

Pero como h a ce constar Zeller, Heráclito no ha


rozado siquiera la cuestión ele si la perduración del alma
se extiende después del .fin del mundo presente. 50 Hay
varios fragmentos en que Heráclito se refiere a una
j usticia divina compensatoria. "Al más grande destino
mortal Jo salva el mayor premio" . "A los hombres
a µ:uarda despnés ele la muerte lo que ellos no esperan
ni imaginan". "1 La concepción de Heráclito se traduce
unívocamente por un monismo cíclico, en que todo se
encuentra en recíproco cambio y transformación. Así,
el fragmen to 62 reza : "Los inÍnortales son mortales,
los mortales son inmortales, pues la vida de éstos es la
muerte de aquéllos, y l a vida ele los mortales es la muer­
te ele los inmortales" ; y en el fragmento 76 : "El fuego
vive ele la muerte ele la tierra, y el aire vive de la muer­
te del fuego ; el agua vive ele la muerte del aire, y la
tierra de la del agua" . 5 2 Es que en el cosmos -y este
es el profundo significado ele este fragmento- toda
muerte es, al mismo tiempo, nacimiento, todo apagarse
un nuevo alumbrar, pues todas las cosas perecen para
iniciar una nueva existencia, para asumir otra forma.
En consonancia con esta transformación, también el
alma con la muerte entra en una nueva vida. Así como
el agna sólo tiene existencia como oposición del fuego,
tampoco no habría ninguna alma ele los vivientes si no
:íuesen también las almas de los muertos. Es que , para
H dáclito, el alma es una manifestación material, que,
como todo lo que tiene d uración y medida, posee su
consistencia sólo mediante la mutación . Tanto en el
aima como en el mnll!clo impera una sola ley.

5Q
Véase Die Philosophie der Gnechen, I Teil, zweite Halfte, pági·
na 897 , ed. cit.
51 n
Dielz _ Kra z. Fragmente der Vorsokratiker, "Herakleitos'', frags.
25 y 27 , págs. 155 - 157, ed. cit.
¡¡2 Op. cit., pág. 168.

l.UH\1LR S IUA D DF. e u.r:: i !(:'.; .�;!R


E�
l'�{: tJLTl\ D (J f F l '. U .' > ; f- ; ;1 •1 ¡
,::n;¡¡,�;
·[�$J;.i :r.it H..t. ru: n u·. . . .. . .. ...... _ . -
LA G EN E S I S DE LA D IA1 L E CTI CA 51

A1cerca ele la psicología ele I-Ierádito y concreta­


mente respecto al fragmento 36 -"para las almas la
muerte es devenir agua, pero para el agua la muerte
es devenir tierra. De tierra, empero, deviene agua, y
de agua, alma"-, ua la autorizada opinión de Erwin
Rohde es la siguiente : "Expresiones claras e i nequ'ívo­
cas ele ITeráclito1 las que den testimonio ele su creencia
en la inmortalidad del alma individual, no existen ; pero
tales expresiones necesitarían, antes, que a Heráclito se
le pudiese atribuir una idea que con su restante doctrina,
como en general se la reconoce, está en oposición incom­
patible. Claramente dice él que el alma en la muerte
deviene agua, pero esto signi fica que el alma, como
alma igual a fuego, perece ( pasa ) . Si su creencia .se
aproxima a la de los místicos ( como los neoplatóni cos
se la atribuyen ) entonces, para él, la muerte, la l ibe­
ración del alma ele las cadenas de la corporalidad
y del 1-eino de los ele1nentos inferior·es, habría valido
como 1111 pleno surgir ·del alma en su más peculiar ele­
mento, el fuego. Lo contrario, empero, enseña Herá­
clito : el alma deviene agua, tierra, después otra vez
agua y por último, ele nuevo alma. Sólo hasta aquí ella
es imperececle ra". 54
Que el fin religioso último a que apunta la filoso­
fía ele Heráclito tuviese un nexo con las creencias pita­
góricas y órficas, Reinhardt lo ha puesto ele manifies·­
to, y pasa ; pero que el pensa1111i ento heraclíteo fuese
nna especie ele precursión cristiana (sobre la precaria
base 1de im,precisas expresiones ele Lucas ( r4, 3 5 ) es
una superchería, fabricada p or H ipólito y Clemente de
Alejandría. Del fragmento 33, transmitido por Cle­
mente que reza : "ley llámase también seguir la volun-
53 Op. cit., pág.159.
G·! Psyche · Seelencult uml Unsterblichkeitsglaube cler Griechen,
lld. lI (nota 2 de p<íg. 150), pág. 1 5 1 • li52, 7 Auf., 192 1 .
.52 CA R LOS AS T R A D A

tad de uno solo y único", ali aquél no vacila en concluir


en la significación cristiana del mismo. Corno consigna
Reinharclt, Clemente con una cita del versículo 35,
cap. r 4 de Lucas, "quien tenga o'ídos, oiga", a la que
agrega de su p ropia cosecha ."el único Dios", incrus­
t:índola en los fragmentos heraclíteos, no se abstl ene
de atribuirle tal significación cristiana. Se trata del
fragmento r 9 : "Gente, la que no sabe oír ni hablar".56
Respecto al artilugio que para ello monta Clemente de
Alejandría, escribe Reinhardt : " ... Quien tales palabras
emplea exige fe, no se requiere la p rueba, él condena
la prueba. Se entiende que "la gente no sabe o�r ni
hablar" porque ella en su orgullo no escucha a los pro­
'fetas. Porque ellos son incrédulos ( ap·istoi) , por eso
exigen prueba s. Entre tantos griegos llamados a testi­
moniar ninguno corno Heráclito es para Clemente tan
apto para responder por este capítulo de su propia teo­
.Jog1ía : la r-eladón entre pistis y epistenie. A causa de la
sentencia entendida en este sentido, Heráclito pertenece
no sólo individualment·e, sino ya por su esülo a la subli­
me sociedad de los que proclaman el primado de la fe
ante el del saber y la demostración. Es, pues, la f.e la
base del saber ( Strom. II, pág� I 1 9, 2 S t. ) . Así, por la
voz de Heráclito se condena la filosofía griega a sí mis­
ma. Y cuanto más la pretensión filosófica del saber,
como incredulidad y sordera, se pone en evidencia en su
total falsedad en un último día no muy lejano, tanto
más corriente es aquel arrojarse ele Clemente como
paraca�dista -para él no es ni una vez siquiera un
arroj arse-- desde tales palabras en el juicio final".1>7

55 Die1s - Krnnz, Frogmcntc dcr Vorsokratikcr, "Hcraklcitos'', pági-


na 159, ed. cit .
r.n O p . cit . . púµ;. l !í :i .

G7 Hcraklits Lehrc vom Feuc1·, e n Vennachtnis dcr Antike, pág. 4•1,


c<l. cit.
CAPITULO VI

EL PROBLEMA DEL SER

EN H ERÁCLITO

Y EN PAR M ÉN I D ES
El problem a que se plantea Heráclito es el mismo
.que enfrenta Parménides, pero aquél busca para el
mismo otra solución. El problema de la contradicción
es el que dilucida Parménides, apelando a la do.'l:'a (en
]a aletheia quedaría, según él, excluida la contradic­
ción ) . En cambio, Heráclito, en su física, yendo en
pos de la aprehensión integral ·de lo real por el lagos,
apunta a otra respuesta al mismo problema. Esta , como
hace notar Reinharclt, está condicionada por el pro­
blema lóg;ico, y no, a la inversa, el p roblema lógico
por la física, pues Heráclito no es un empirista a lo
Loclce. De ahí que Reinhar'dt afi rme : " . . . La doctrina
ele las oposiciones no es nada accesorio que el pensa­
dor, al lado del trabajo :fundamental, hubiese logrado,
y a 1a :r1ue, de paso, para no echar a perder nada,
habría procurado un lugar en su libro, sino que ella es
el nexo intrínseco por el cual únicamente llegan a uni­
d a d las partes ele su mundo iicleológico, el fundamento
sobre el que el todo se asienta ; es el mismo fundamen­
to sobre el que Parménides ha construido". 5 8 Toda la
filosofía heracfüea de la naturaleza tiende delibera­
damente a aportar una solución al problema ele la
contradicción, y ella es sólo comprensible a partir de
tal intento y desde este punto de vista.
El antag·onismo entre el pensamiento ele Herácli­
to y la posición ele los eleatas encuentra su más aguda
5 8 Parmenides uncl die Geschichte der Griedtischen l'hilosophie�
p:\g. 202, ed. cit.
.56 C A R L O S A S T R A D A

expresión en una especie de contrapunto ent1·e la tesis


de 1\!Ieliso y algnnos de los fragmentos más defini­
torios ele B.eráclito. hcerca del cambio y transforma­
ción ele las oposiciones una en otra, lo q ue niega Meli­
sa, J o afirma Fleráclito. Melisa sostiene : "Si tierra,
agua, aire, fuego, hierro y oro es ( son entes ) , y lo
uno, viviente, l o otro, muerto, y negro y blanco, y así
por el estilo, entonces cada cosa tiene que estar cons­
tituida tal como aparece por primera vez, es decir no
puede cambiar bruscamente o llegar a ser otra, sino
que cada cosa singular tiene para siempre que ser asi
como ella j ustamente es"."º Todo esto que niega Meli ­
so. J o afirma Heráclito : " . . . L o viviente y l o muerto,
·
l a vigilia y el sueño, lo j oven y lo senec to, pues esto
se cambia · bruscamente en aquello, y aquello de nuevo
se cambia en esto". 6 0• "Lo frío se calienta, lo caliente
se enfrí a, l o húmedo se seca, lo seco se humedece".61
Todas las oposiciones se anudan en la unidad,
para escindirse nuevamente . A:quí surge el problema
::i la coincidencia de los opuestos p resenta en Herácli­
t o una ·doble faz. As'í, éste afirma tanto la identidad
y unidad ele los fenómenos, los que habituah11ente son
cnnsiderados como contrastes, como también la oposi­
ción v dualidad en un solo fenómeno, el que represen­
ta a la unidad. En el ,primer caso estamos en presencia
de dos p redicados opuestos que son enunciados del mis-·
mo suj eto. Ei emplo de ello. entre otros, es el frag­
mento 59 : "Camino retorcido (como batán ) , recto y
curvo es uno v el mismo" . 6 2 A simismo, en este caso se
encuentra nn ��amhio periódico de fenómenos opuestos ,
tal como aparece en l as fragmentos 67 y 88 : "Dios
5 9 D iels - Krank. Fragmente der Vorsokratiker, Bd. I . "Melissos",
frag. 8, pág. 273 - 274.
�°' Op. cit., "I-Ierakleitos", frag. 88, p<íg'. 170 - 171 .
6 1 Op. cit., "Herakleitos", frag. 126, pág. 179.
6 2 Op. cit., p<íg. 164.
L A G EN E s 1 s D E LA D 1 A LEeT 1 eA 57 '

es dí a y noche, invierno y verano, guerra y paz". "Es


siempre uno y lo mismo . . .lo viviente y lo muerto, la
vigilia y el sueño, lo j oven y lo viejo ... "03 Pero, hay
fragmentos en que se sostiene lo inverso, es decir la
a firmaci·Ón de una dualidad en la unida1d corno lo
demuestra el :fragmento 49 a : "Entramos y no entra­
mos en el mismo río, nosotros somos y nosotros no
somos". 64 En este :fragmento, se enuncia un ser y un
no-ser copulativo del mismo sujeto.
El meollo de la doctrina heradíte a es que la o po­
sición, el contraste es la esencia ele todas las cosas.
Los eleatas reconocen que todo en el mundo es oposi­
ción, pero que los opuestos se excluyen recíprocamente
uno a otro. De ahí concluyen que este mundo de las
oposiciones es falso, y sólo verdadero el ente ( to on )
invariable, eterno. Her;í.clito va a afirmar también que
todo en el mundo es o.p osición, contraste, pero que
los opuestos en lugar de exclui rse en tre sí, se condicio­
nan uno a otro. Esta es la realidad que para fados per­
manece oculta ; Ja pugna entre los opuestos es unidad y
todos los opuestos armonizan unos con otros. Por con ­
siguiente para Heráclito, el mundo de las oposiciones
es el único mundo verdadero. La naturaleza y el mundo
están, según I-:Teráclito, plenos ele oposiciones ; la plura­
lidad es una pluralidad ele contrastes.
Inversamente, para Parménides y Jos eleatas,
nuestra visión ele la plural idad es ilusoria, y los opues­
'!:os que perciben nuestros sentidos son falsos. Todo lo
que estas proposiciones niegan es·., por el contrario, afir­
mado por Heráclito. Estas a firmaciones heraclíteas
"no son a decir verdad quizá accesorias y casuales., sino
que poseen una energía que nos obliga a plantear la
pregunta : ¿ para poder a :f irmar de este modo no tiene
G3 Op. cit., pág. 16:"i )' p;íg·. 1 7 0.
01 Op. cit., pág. 16 1 .
58 C A R L O S A S T R A D A

él que haber conocido · 1as negaciones ?" 6 5 Las afirma­


. .

ciones heraclíteas (con pr·escindencia del supuesto cro­


nológico válido de que Heráclito conoc'ía la doctrina de
los eleatas, por lo menos la de Parménides ) implican
una negación ele la negadón, y aunque Heráclito no
emplea la palabra "di.aléctica'·', en su argumentación
está la raíz de la dialéctica.
También, para Heráclito, lo-s sentidos engañan,
pero el mundo de l os sentidos existe. Sólo que a los
hombres que perciben sus manifestaciones se les escapa
su esencial unidad, su fundamento, por no haber sabido
acceder al lagos universal, a la razón cósmica. Acerca
de los sentidos afirma : "Malos testigos son para los
hombres , ojos y oídos cuando ellos tienen alma de bár­
baros". 6 6
A la interrogadón ele si es posible la mutación ele
un ente, los eleatas respondieron rotundamente en for­
ma negativa. En cambio, Heráclito, ante la misma pre­
gunta, explica en el fragmento 67, que ya hemos citado
parcialm.ente : "Dios es día y noche, invierno y verano,
guerra y paz, saciedad y hambre. El se transforma
como el fuego, el que cuando es mezclado con sahume­
r io s tiene el nombre de cada uno ele sus aromas". 67 Este
fragmento, decisivo para 1develar el pensamiento ele
Heráclito, contiene ele acuerdo a la articula·c ión inter·­
pretativa de Reinharclt las siguientes· ideas : r ) Dios es
la unidad ·de todas las oposiciones ( se trata ele la sínte­
sis unitaria de los opuestos) . 2) Como la unidad de
todas· las oposiciones, la noción de Dios tiene que trans­
formarse, porque transformación es el escindirse de
una unidad en dos oposiciones. 3 ) Pero, ¿ cómo hay
65 K. Reinhardt, Parmenides und die Geschichte der griechischen
Philosophie, pág. 203; ed. cit.
66 Diels - Kranz, Fragmente der Vorsokratiker, "Herakleitos", frag.
107, p<íg. 1 75, ed. cit.
n 1 O p . cit., p<í g. 165 .
LA G ·E N E s 1 s D 'E LA D 1 A L E e T· 1 e A 59
,

que entender que la unidad se escinde en dos oposicio­


nes de mo.clo qne ella devenga verano e irivierno , día y
noche, guerra y paz, saciedad y hambre ? " . . . Un símil
tiene que ayudarnos. Así como la imagen de la corriente
explica la unidad y la c oincidencia de ser y no-ser, de de­
venir y' p erecer, del mismo modo la imagen del sahume­
rio explica el problema ele la mutación. Cuando el fuego
es mezclado con sahumerios aparentemente desaparece
su unidad y en sn lugar surgen los distintos aromas,
opuestos uno a otros, y, sin embargo no podía haber
ninguna diferencia de los aromas sin la unida el que los
condiciona, el fuego".68 Según Reinharclt, el principio
básico de I-Ierác1ito, el que en este corresponde al
apeiron de A naximanclro y· al on de Parménides,
n o es el :fueg·o, sino en to sophon ( lo sabio uno ) . El
correspondiente fragmento heraclíteo reza : "De todos
aquellos cuyas palabras oigo ninguno llega a conoce1'
que lo sabio es al�:o ( aislado) apartaclo",60 en la .tra­
ducción ele Diels - Kranz. En la traducción interpreta­
tiva ele Reinharclt : "Escucho muchos discursos, pero
ninguno 'llega a reconocer que hay una razón más a11á
ele todas las cosas" 7 0 Pero, explica Reinharclt, "lo sabio
.

n o es ninguna determinación, ningún predicado del fue­


go, sino a la inversa, el fuego en cierto modo es una
forma ele manifestación, un medio ele expresión ele la
razón cósmica, J a forma mediante l a que ella se mani-
. fiesta en el mundo material.. . Con aquellos cuyas pala­
bras él escucha sólo pueden, ]mes, ser aludidos 1os filó­
sofos. Apenas es posible haber expresado con más fuer­
za que todos sus predecesores la conciencia, el mundo

68K. Rcinhardt, Parmcnidcs und die Gcschichtc der gricchischcn


Philosophie, p;íg. 2 1 1 , ed. cit.
!l ll Dicls - Kranz. Fragmente dcr Vorsokratikcr, frag·. 1'08, pág. 175-,
ed. cit.
70 Parmenides und die Gcschichte der gricc11ischcn Philosophie, pág.
205, cd. cit.
60 C A R L O S A S T R A D A

no sólo a partir de otra cosa, sino también como prin­


cipio de otra especie. Es la 1nisma razón cósmica, la
que quiere ser llamada Zeus, porque ella rige todo".71
Es así qi_te enuncia Heráclito : "Uno, el único sabio no
quiere y no obstante quiere ser llamado con el nomlJre
de Zeus".12

Con la interpretación de Reinhardt de que "el


fuego" heraclíteo es expresión de la razón cósmica
coincide la que nos da Heidegger : "Mundo es fuego
continuo, un emerger constante de acuerdo al pleno sen­
tido de la physis. E n tanto que aquí se habla de un
eterno incendio cósmico, no es permisible representarse
primero un mundo, el que además es acometido y domi­
nado por un constante ardor ígneo... La esencia del
fuego que Heráclito p·iensa no está inmediatamente a
1 a vista como el aspecto de una llama fulgurante podría
hacernos creer".73 V;ale decir, que el ":fuego" heraclíteo,
es simbólicamente una manifestación de la razón cós­
mica en el mundo material, en la ph·ysis. En cambio,
es;tá lejos de ser una interpretación correcta lo que Kos­
tas Axelos dice respecto al "fuego" heraclíteo : "F.l
d evenir cósmico se nianifiesta en el tiempo. El :fuego
anima este proceso que obedece a un ritmo. El :fuegc
obedece a las medidas de sus cambios y de sus trar1s­
formaciones . . . El :fuego anima, ac1ara y enciende todo
el espacio . . . "74 Como bien han visto Reinhardt y Hei ­
degger, se trata, en el símbolo heraclíteo del :fuego, del
constante emerger ele la physis, de su proceso material,
en el que se manifiesta la razón cósmica. De ahí q ue

71 Op. cit . , pág. 205' - 206.


12 D icls - Kranz, Fragmente der Vorsokratiker, "Herakleitos'', frag.
52, pág., 159, ed. cit.

73 Aletheia, en Vortraegc und Aufsaetze, pág. 27&, cd. cit .


H Heradite et la Philosophie, pág. 100, París, HJ62.
LA GEN ES I S DE LA D I A. L E C T I C A 61

lo afirmado por Kostas Axelos sea enteramente erró­


neo : "Sólo un dios pagano puede manifestarse directa­
mente por el fuego y por su expresión más violenta,
el rayo".75

75 Op. cit., pág. 125.


\ ,
CAPITULO VII

LA I DENTI DAD

EN EL CAM BIO
Estamos ante la clave del principio fundamental
del pensamiento de I-:Ieráclito.
La doctrina · de los opuestos, as'í como los demás
elementos troncales del pensamiento heraclíteo no se
expresan como los ele Parménides en un lenguaj e mito­
l ógico, ni han surgido tampoco ele una alegoría mito­
lógica, sino que exigen un principio, una facultad espi­
ritual. Heráclito habla el lenguaje de una ley y un
orden cósmicos. Sobre este punto esencial afirma
Reinhardt : "La doctrina de las oposiciones ha surgido
en las altitudes ele la lógica y de la metafísica, no en
las h onduras y en la penumbra de la mística y de la
teos.ofía". 76
Cabe destacar que juntamente con la mutación
de los opuestos, Heráclito afirma la coincidencia del
ser y del no-ser, así como Ja del devenir y perecer. La
doctrina heraclítea del devenir, desde el punto de vista
lógico y gnoseológico es una exigencia de la materia.
La primacía del L o9os en esta cuestión es indudable ;
la ley del pensar existe, y todo .en el mundo acaece con­
forme a ella. La :filosofía ele I-Ieráclito, enfrentándose
con el problema del ser, afirma que el devenir es efec­
tivamente posible, puesto que sólo el devenir nos pro­
porciona, a través ele los opuestos coincidiendo en la
unidad, la apertura al ser. Así cabe decir, aproxima­
damente, el devenir es el ser o, mejor dicho , el clevenír
7 0 Parmeniclcs und clie Gcschichtc dc1· griechischen Philosophic,
p<\g. 236, ed, CÍL
,66 CARLOS AST R A DA

entrafia y oculta al ser detrás de sus manifestaciones.


En cuanto a la debatida v contro vertida doctrina del
:fluir de las cosas, es evideÍ1te que Heráclito no ha afir­
mado el eterno fluir por antonomasia. No ha olvidado
el probl ema del ser, v éste es también su p roblema fun-
·

damental."
La doctrina que se .deriva del s'ímil heraclí teo del
río, que se lo interpreta diversamente, y sobre todo su
interpretación usual de que todo es nudo fluir, ha sido
discutida y puesta en cuestión por Reinhardt p recisa­
mente, el genial intérprete de los presocráticos. Según
éste, la doctrina del río es sólo una equivocadón que
ha surgido al hilo del símil siempre reto·r nante ele la
corriente, mientras el agua sale y afluye. "Ni un solo
fragmento expresa la idea que todas las cosas se hallan
en transición y cambio y en ninguna parte hay'a dura­
ción y constancia : todavía corresponde que se nos
muestre en verdad dónde el panta rei está en su lugar.
Esta idea fundamental ele Heráclito es más bien y
más exactamente pensable como lo contrario : perseve­
rancia en el cambio, constancia en la mutación, unidad
en la escisión, eternidad en la inconstancia" .77 Es decir,
se trata de la constancia y perennidad de la materia
eri sus transformacione s y' nueva s manifestaciones
perecederas. Esto viene a signi ficar en última instan­
cia que el fluir de todas las cosas es idéntico consigo
" Con relación al problema del ser, el mismo problema que se plan·
tean tanto Parménides como Heráclito, certeramente afirma Kurt Riezler:
" Heráclito ... se yerque lo más próximo e igualmente original a su pre­
sunto an típoda Parménides. Por cierto, si n osotros separamos ser y devenir
como oposiciones, y le asignamos a Parménides el ser sin devenir y a
Heráclito el devenir sin ser, ambos se separan u n o de o tro. Pero esta
adjudicac�ón es falsa, es antigriega. El problema � ale para el ser
del devenir. F.ste ser es, también para Her;\clito, indevenido (Parménides,
Jlág. 97, "Texto de los fragmentos e i nterpretació.n", Frankfurt a/Main,.
1934). Vale decir que este ser heraclíteo no devenido expresaría la identi­
dad en medio del cambio, la constancia en el devenir.
77 Op. <:it.. p:\g. 206 . 207.
L A G EN E s l s o E LA o l ALEeT l e A 67

mismo y que, sin embargo, no es el mismo, o sea que


no es idéntico consigo mismo, ya que el agua del r ío,
en su cau dal, está en constante mutación. Es que, en
definitiv a, el río es la unidad de las oposiciones· ; es lo
mismo y 110 es lo mismo.
Reinhardt comprueba que el fragmento 95 110
pertenece a Her·ádito, sino a los heraclitanos.78 Tal
fragmento es el que expi·esaría : ' 'No se puede entrar
dos veoes en el mismo río . m o Este no ser'ía el caso
. .

del fragmento 1 2, en el que se dice : "Para aquellos


que se introducen en el mismo río afluyen otras y
siempre de nuevo otras ondas " so Aquí, el jJanta re í
.. .

(expresión que no :ligura en los fragmentos de Herá­


clito ) estaría en su lugar ; l o de "el mismo río" signi­
fica la i dentidad en el cambio.

íS \'éasc Op. cit., p:'1g. �07 (nota).


711 D iels - Kranz. Fragmente clcr Vorsokratikcr, " Heraklci tos", pág. 17 1 .
so Op. cit., p;'1g. 1 5,J .
CAPITULO VIII

EL IMPERIO

DE LA P HYSIS
El probl ema ele l a physis y la explicación ele su
concepto, oto r gan pleno sentido al pensamiento de
Heráclito. Es el problema que podemos designar como
el de la "cosa en s'í". La naturaleza, según Heráclito,
prefiere ocultarse, vel,ars·e . El fragmento r 23 dice :
"La naturaleza ( l a esencia, el ser ) prefiere ocultar­
se". 81 No se trata ciertamente ele la naturaleza ( de b
materia ) ni en el sentido filos'Ófico ni en el científico
que toma la palabra en Ja modernidad filosófica. Natu­
raleza, en la acepción heracl ítea es, ante todo, una
nocilón gnoseológica. Es la "cosa en sí" -no en el sen­
tido kantiano literal- a que se accede a través de sus
manifestaciones m ateriales, quedando oculto su secre­
to, aunque no su dinámica cambiante y creadora.
La physis, como fuerza omnipotente, impera tan­
to en el macrocosmo como en el microcosmo. Ella
extiende su poder h asta las convenciones y estatutos
establecidos por los hombres. Physis, en el lenguaje
ele Heráclito, enunci a con sentido cognitivo acerca de
la verdadera significación de las cosas. Estas se mani­
fi estan materialmente en múltiples oposiciones, de
cuya unidad ba ele dar cuenta el lagos, exp reso en el
discurso ele los hombres, que no se vuelca nunca ade­
cuadamente en el lenguaje, al que hay que descifrar e
interpretar.
Respecto a la meta que tuvo en vista Heráclito,
concisa y elocuentemente s:e exp resa T'. Gomperz : "Su
s1 Op. cit., p<lg. 178.
72 CARLOS AST R ADA

fin no consistía seguramente en nada menos que en


mostrar ele una manera general que la resistencia y la
lucha son la condición fundamental para mantener el
perfeccionamiento progresivo ele la energ'ía humana.
Por numerosas y profundas que sean sus miras . . :
Heráclito nos reserva una sorpresa más grande toda­
vía. De las leyes particulares que él ha creído conp ro­
har en la vida ele la naturaleza corno en aquella ele los
hombres, él se ha elevado a la i d ea ele una lev única
que abraza el conjunto del universo ... Reconociendo y
proclamando la existencia ele esta regla, de esta causa­
lidad absoluta él ha marcado una gran época en el
desarrollo intelectual de nuestra estirpe " . 8 2
* * *

I-Ieráclito es 1111 h ito en el pensamiento universal


y, a la vez, la inaugnración gnoseológica y metocl o ló­
g1ca del pensar dialéctico , que se enfrenta con el ser
para deve1arlo en su devenir real.
I-Iay que tener en cuenta que sólo a partir ele Hegel
se descubre y conceptualiza metodológicamente la dia­
léctica heraclítea. Con Heráclito comienza asimismo la
dial éctica de la naturaleza, expresión específica de l a
integTal dialéctica heradítea ele l a realidad. Como afir­
ma S zabó, "la signi:f icación ele su doctrina cons'Í ste en
el descnbrimiento ele la dialéctica ele la realidad" . 83
Sería invertir los términos de su doctrina si ésta se
comprendiese como una dialéctica del pensar, confinada
en la niera contradicdón ele los conceptos, la que hubie­
se siclo transferida al proceso ele la realidad, al devenir
de las cosas. Heráclito no se refiere a la contradicción
del puro pensar, sino que atiende a la contradicción de
82 Les Pensenrs de la Grece, trad. fr. I, pág. 104 .. 105, 3r¡. ed.,
París, 1928.
88 Bcitriige 1.ur Geschichte der griechischen Dialektik. En Acta anti·
.qua, Tomus I, Fasciculi 3 - 'l, pág. 281 - 282 Iludapest, 1952.
L A G E N E s 1 s °' E LA D 1 A LE eT1 eA 73

1as cosas mismas. Esto es, que la realidad no sólo es


dirdéctica en su esencia, s ino que también la conciencia
es dialéctica, y dialéctico es, por tanto, el pensar mismo,
que toma conocimiento de la realidad y la reflej a diná­
m i ca y conceptualmente.
Szabó señala perfectamente como efectiva la inver­
sión del p roceso, qne se supone originándose en el puro
pensar, en la exclusiva contradicción de los conceptos :
"El pensar humano en el curso ele las épocas no r efleja
siempre con proporcionada fidel idad la dialéctica ele b
realidad. Hubo épocas en las que la interna contradic­
ción ele las cosas, la dialéctica ele la realidad fue apre­
hendida y reflejada muy imperfectamente. En esta s
épocas, la dialéctica -es decir la dialéctica del pensar
humano- estaba todavía sin desarrollar. Más tarde el
pensar humano se adaptó a la dialéctica ele la realidad
t ás estrictamente, logró para la interna contradicción
e las cosas cada vez una expresión más adecuada".'"1
Ya Engels, en su DialelctÜc, der N atur, explicó que
.
e dialéctica del pensar, es decir la dialéctica subjetiva

traduce, expresa, aproximadamente la dialéctica obje­


t iva ele las cosas. "La dialéctica, la así llamada dialéc­
t ica subj etiva, el pensar dialéctico es sólo reflejo del
movimiento que en todas partes, en la naturaleza,
acaece en oposiciones, las que mediante su continua
pugna y por último su superarse una en otra en formas
más altas, condicionan precisamente la vida ele la natu­
raleza".ª"
Y finalmente Lenin, enfocando el doble aspecto ele
la dialéctica ( la del pensar y la el e las cosas ) nos dice :
"En senti do propio, la dialéctica es el estudio de la con-·
t r:=tdicción en la esencia misma cfo los ob jelf.os : los fenó-

84 Op. cit., pág. 378.


SG Dialcktik clcr Natur, Notíizcn aus clcm_ hanclschriftlichcn Nachlass,
pág. 6'10 MEGA, Moscú. 1933.
74 C A R L O S A S T R A D A

menos no son los únicos en ser transitorios, móvi1es,


fluidos, separados por límites solamente condicionados,
sino que todo esto es verdadero igualmente ele la esencia
de las cosa5" .86 Es que "los conceptos humanos no son
inmóviles, sino que están en eterno movimiento, se trans­
forman y penetran uno en otro. Sin eso, ellos no serían
el reflej o de ]a vida viviente".87

Buenos Aires, octubre de r 966.

86 Cahiers Philosophiques, pág. 21 1 , ed. Sociales, París.


87 Op. cit., pág. 210.
I N D I C E

1 n traducción 5

l La doctrina del ser y el m o noteísmo . . . . . . 13

TI Dialéctica del pensar . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 23

III Dialéctica de lo real. 1 ) Cronología de la


relación entre .Heráclit o '\! Pm'111é11 idcs
2 ) Los ((Fragn1entos" de He1:ádito . . . . . . . 33

IV".�� int�rpr�t��ión c�·�sti�1�ª de Heráclito . . . 39

V Cieenc1as 01 fico
- .
- pitag01 1cas . . . . . . . . . . . . 47

VI El p roblema del ser en Het•áclito y en Par-


111énicles . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 53

VII La identidad en el cambio . . . . . . . . . . . . . . 63


VIII El imperio de la physis . . . . . . . . . . . . . . . . 69

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