En este pequeño libro del filósofo esloveno Slavoj Žižek editado por el
surcoreano Yong-June Park “Pedir lo imposible” encontramos un verdadero
repaso generalizado a todo el panorama socio-político mundial, tintes de análisis de cómo avanza el ecologismo en todas sus vertientes, una crítica a los diferentes movimientos revolucionarios de que ahora mismo se están dando en todo el mundo. Žižek no deja títere con cabeza en todo su análisis rompedor e irreverente característico de su estilo. Bajo estas premisas me gustaría pasar a analizar aquellos puntos más interesantes de su propuesta para después a hacer un humilde revisionismo del mismo. El pensador esloveno hace un análisis en profundidad de cuál es el panorama político actual en las dos partes del globo. Al tratar de la política de las socialdemocracias europeas, Žižek se muestra tajante al afirmar que nos encontramos en un punto convulso de la historia, “tiempos interesantes” en palabras de nuestro pensador. Esto se debe sin duda a que el fin del comunismo supuso la pérdida total del carácter de lo común propio de la identidad humana que nos unía. No por esto se refiere al comunismo real que aconteció en el bloque del este, sino a la concepción marxista, prácticamente ontológica-metafísica, de la revolución como elaboración de un nuevo estatus social común fuera de las presiones que el capitalismo dejaba entrever en el pasado siglo previo guerras. Estos “tiempos interesantes” también hacen referencia no solamente a la inestabilidad del propio sistema capitalista en su etapa más tardía, sino a lo que con ello conlleva toda etapa de crisis: auge de fascismo, invocación de viejos fantasmas autocráticos, creación de chivos expiatorios para culpabilizar de la situación de crisis económica… Con respecto a las potencias emergentes (no tan emergentes ya, más bien imperantes) como China, Žižek adopta un discurso potentemente contrario y llega afirmar que el mismo miedo que crecía en Europa en la parte final del siglo XIX sobre el auge de EEUU es el que deberíamos tener sobre “el gigante asiático”, dado que su expansión capitalista avanza sin límites de ningún tipo. Critica a los izquierdistas que con el trato de China han sido mas laxos que con las antiguas potencias emergentes. Žižek guarda también un espacio al ámbito de las revoluciones que se están dando en Sudamérica. Nuestro pensador ahonda en esta cuestión con pies de plomo ya que observa que todo lo que en origen pudieron ser revoluciones populares caen en el riesgo de que terminen siendo revoluciones fallidas al modo de la revuelta militar castrista. Analiza las situaciones de esta región observa que la deriva de estas revueltas acaba siempre en una excesiva personalización y en un culto al líder casi mesiánico. Tales son los casos de las llegadas al poder de Chávez y Maduro a continuación, que con intenciones revolucionarias acontecieron finalmente como populismos libertarios de dudosa familiaridad democrática. El esloveno, con el que coincido, afirma que el proletariado como tal ha sido disuelto en una nueva categoría anatematizada que podríamos llamar “posición proletaria”. Esta se diferencia de la anterior en que las grandes masas de obreros asalariados han desparecido en pro de la esperanza creada por el propio sistema capitalista de una clase media donde la calidad de vida “acomodada” hace que sintamos cierta alteridad con nuestro idéntico de facto que es el proletario. Esto devino de las pequeñas mejoras conseguidas en las condiciones laborales y en el aumento de los salarios de tal forma que la concepción de hermanamiento proletario prorevolucionario se viera anulado por la idea del estado del bienestar como una suerte de quimera a la que con esfuerzo (y sin mucho reprochar) podíamos alcanzar todos. Así pues, uno de los elementos que más atención quiero poner es que desde esta nueva posición proletaria, el establishment respetado por la promesa mesiánica de que todos tenemos posibilidad de escalar en la nueva clasificación social nos ampara con tal de no romper la propia rueda que nos ata a esas posiciones desfavorecidas. Žižek así lo afirma también en el trato recibido por las zonas urbanas hiperdegradadas que encontramos en Brasil en las favelas donde consiguieron convertir estas zonas en pequeñas fantasmagorías (en palabras de Benjamin), en un no-lugar donde nada acontecía que fuera de interés para los que sí que eran ciudadanos de primer nivel. En una de sus intervenciones Zi afirma: “la izquierda debería librarse de esa idea de decir que debemos ser subversivos e ir más allá del bien y del mal. No estoy de acuerdo. Tenemos que asumir algunos temas de la mayoría moral” Žižek, Slavoj, Pedir lo imposible, edición Park, Yong-June, Akal pensamiento crítico. Aquí es donde veo que Žižek puede caer una paradoja del propio pensamiento, ya que, ¿qué pasaría durante la ocupación nazi con esa “mayoría moral”? Extrapolando observo que, por ende, sería aceptable la concepción antisemita a causa de esa mayoría moral. Entiendo que el esloveno salva las distancias con esa analogía, pero la crítica hacia los movimientos izquierdistas no creo que deban pasar por negar aquello que los hacen de facto propios. Si un movimiento revolucionario de izquierdas no lleva el ímpetu de querer romper el orden moral preexistente (el orden de la mayoría moral), ¿de qué tipo de revolución hablaríamos? En mi opinión de una revolución que no revoluciona, que no transgrede lo establecido. Es cierto que mi visión proviene siempre de la concepción de pensamiento izquierdista= a pensamiento quebrador, pero desde el punto de vista pragmático y de lucha de clases desde el origen, han sido los movimientos de liberación, las revueltas pacíficas, las huelgas de los sindicatos de trabajadores, las mujeres feministas aquellas que bajo el deseo de querer cambiar el orden han conseguido llevar a cabo significativos. Entiendo que Žižek afirma esto como dentro del propio entramado actual político y económico, dado que los tiempos que afrontamos no son aquellos de los de “barricada y Molotov”, pero el retirar el elemento subversivo y rompedor de la izquierda me parece el renunciar a la idiosincrasia propia del movimiento. Coincido, eso sí, que se debe repensar en cómo puede adaptarse esa actitud guerrillera y extrovertida de los movimientos izquierdistas para adaptarlos al nuevo contexto sociopolítico. Una de las mejores opciones que descubro curiosamente en el mismo texto es el de la “violencia simbólica” que propne Žižek en una de sus respuestas. Dado que ahora las revueltas populares han quedado reducidas a pequeños actos de rebeldía coordinada, pero con escasa repercusión (la pandemia en este caso también supone un duro golpe a la posibilidad de reunión y congregación), debemos aprovechar las pequeñas brechas y fugas que nos permite el propio sistema. Aquí, y echando mano de nuevo a las palabras del esloveno, percibo que existe en él como en todos los izquierdistas la paradoja del repensamiento desde lo ya pensado: “El bien común es una lucha común por la libertad: no es una lucha excluyente ni violenta en el sentido de matar, sino que se dirige a romper el control de los que están en el poder” Žižek, Slavoj, Pedir lo imposible, p.141, edición Park, Yong-June, Akal pensamiento crítico. Con todo esto (y sin más espacio) observo que Žižek nos ofrece una visión rompedora y a la par realista del panorama que tenemos en acción y, sobre todo, el que está por venir.