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La Ley divina

Cuando entramos en una vía espiritual, pasamos por una puerta, y esta
puerta es el Islam. El Islam tiene cinco pilares: la profesión de fe, la
oración, el ayuno, la limosna (zakat) y, según reza en un hadiz, "la
peregrinación a la Meca" para los que puedan. La santa Râbi'a dice en
uno de sus poemas: "Si quieres obtener la Belleza ponte delante de la
puerta; y si quieres llegar, abandona el sueño". Pero mantenerse
delante de la puerta es traspasarla, es decir pasar por la puerta de la
Ley divina (Sharî'a). Y esta no solo es el aspecto externo de la
revelación divina, también es su corazón; no se trata de una ley que
cada uno deba aplicar como aplicaría unos principios por deber o por
obligación.

A medida que penetramos en la vía y una vez pasada la puerta de la


Sharî'a, ésta se reviste de significados que pueden alcanzar el más alto
nivel de sutilidad. De hecho nos sirve de protección y de guía. ¿A caso el
océano del conocimiento no es ilimitado? Y cuando estemos sumergido
en él "¿Dónde esta mi espíritu? ¿Y mi cuerpo? ¿Donde mi ego y mis
pasiones?". Sumergidos en ese océano divino, no tenemos ninguna
referencia, estamos anihilados. Y justamente la única referencia es la
orilla llamada Sharî'a; cuanto más penetremos en ese océano divino,
más debemos fijarnos en la Shâri'a orientándonos hacia ella, y más
valiosa se nos hace.

Sin lugar a duda, al principio nos parecerá apremiante, pero a pesar de


que no nos parezca en el inmediato necesaria, debemos aplicarnos a
respetarla. En todo es necesario valerse de disciplina: esta permite
cuando estemos totalmente comprometido en el camino de Dios,
forjarnos un cierto estado de espíritu, favoreciendo actitudes que más
tarde serán referencias muy útiles. Además esos jalones nos permiten
acceder a la embriaguez interior de la que tantas veces hemos hablado,
embriaguez en donde toda señal, toda baliza queda descartada, y en
donde se manifiesta la belleza y la presencia divina que debe ser
contrabalanceada con una perfecta sobriedad exterior, incluyendo
lucidez y espíritu discriminador.

Precisamente ese vaivén entre los estados de embriaguez y sobriedad


permiten ir cada vez más lejos. Si estuviésemos, sin estar eso
acompañado de una cierta educación espiritual, enteramente focalizados
sobre la única Realidad Divina, nos arriesgaríamos a ser enteramente
"tragado", arrebatado a nosotros mismo y a perder pie en relación a
nuestro anclaje social y a nuestro compromiso en este mundo. Y ese
compromiso y ese anclaje son nuestra condición y hacen parte integra
de la Realidad Muhammadi. ¿A caso el Profeta - ¡la Paz sea con él!- no
estaba a la vez en una total realización interna y comprometido en los
asuntos del mundo? Ir a la deriva en el mundo de las luces, es alejarse
de él. Además, si estamos desprovistos del espíritu de discriminación del
que hablamos, podríamos dejar pasar influencias indeseables sin ni
siquiera darnos cuenta. Algunos pueden haber tenido experiencias
interiores muy ricas y muy intensas, a la vez que se extraviaban de
manera conciente o no.

La Sharî'a nos devuelve a una actitud de humildad - sea lo que sea lo


realizado, vivido o experimentado - y nos devuelve al estado de servicio.
Ese estado de obediencia incondicional favorece un anclaje en la
servidumbre espiritual, sin esperar por ello en retorno, un resultado
inmediato. No se trata de ser el vasallo de nuestro yo (o nuestro
mental) o del mundo (los ídolos multiformes que nos rodean y nos
solicitan), sino del servicio a la única realidad absoluta e incondicional
que sea, la liberta divina.
Tal es el sentido de la servidumbre: un servicio, la raíz misma de la
libertad. Por eso en el Corán, dice Dios, hablando del Profeta - ¡la Paz
sea con él!- : "¡Gloria a Él, que hace viajar a Su siervo!" Y ese es el
estado de servicio absoluto, Dios no dice: "Su Profeta" o "Su amado", Él
dice "Su siervo". Se trata de un abandono total a la divinidad. Y ese
estado respetando inicialmente la Sarî'a, lo hacemos nuestro,
devolviéndonos a nuestra verdadera humanidad. Si esa ley solo se
relacionase con el aspecto externo del mundo, no tendría interés y seria
puramente artificial. Debemos imperativamente diferenciar el verdadero
significado de la Sharî'a, su significado sagrado, de una forma vacía. En
este último caso, solo se trata de una identificación a ritmos,
prescripciones rituales, comportamientos cristalizados y reglas.
Comportamientos conformes a la Ley pero sin interioridad solo
constituyen velos y obstáculo al conocimiento divino.

Por lo tanto, únicamente en una perspectiva interior, podemos hablar


del espíritu de la Sharî'a. No debemos volvernos presos de la forma o
del formalismo, sino al contrario, adherirnos a su significado esencial, a
la protección y a la guía de la Sharî'a que nos permite dar sentido a
nuestra conducta general y que permite nuestro desarrollo interno.

Confianza en Dios

Cuando se tiene fe en Dios, no es necesario explicarlo, basta con confiar en el


Amigo y tomar de la fuente misma todo lo que nos es necesario. Hablar de
confianza en sí mismo, es situarse en un área sicológica, y en ese nivel decirse:
"¡Voy a confiar en mí!" no es más que una autosugestión, un método destinado a
enfrentarse con las dificultades para superarlas. Sin embargo el misterio de la
confianza en Dios es algo infinitamente más valioso.

Al confiar en Dios, cada uno de nosotros se encuentra armado para actuar,


enfrentar y superar todas las dificultades, nuestra confianza emana de una fuente
inagotable de energía que nace de Él. La ola separada del océano no tiene fuerza,
su fuerza le viene del océano.

En una canción, un sufi dice: "Nos hemos hecho débiles hasta alcanzar toda la
fuerza posible". Eso significa que nuestro yo se ha debilitado hasta anihilarse,
hasta que la fuerza divina nos llene de su luz. Y de entre las fuerzas que nos
sostienen, podemos citar la confianza y el amor divino. Ellas nos permiten
superar nuestras pruebas e ir al encuentro de la esencia. Más vale no detenerse
en las limitaciones de nuestro yo, sino por el contrario exaltar lo que a Él le
corresponde.

La educación espiritual nos permite comprender que toda acción espiritual parte
de nuestra sinceridad, y que en nuestro corazón es donde se cultiva esa realidad.
A la vez conviene, en esa perspectiva, remarcar cuanto la vigilancia es
fundamental; nos permite ver que todo lo externo tiene repercusiones en
nuestras realidades internas. Podemos así verificar la importancia de esas
repercusiones en nuestras relaciones con los demás y en particular con los que,
como nosotros, caminan hacia Dios: ahí, más que en otro lugar, debemos cultivar
el sentido de orientación.

Frecuentar a nuestros hermanos y hermanas en Dios, puede ser un terreno


particularmente fecundo de donde nos lleguen bendiciones e influencias
espirituales. Porque esas bendiciones, esa baraka compete del corazón que se
orienta de manera a suscitarla.

El sufismo popular dice que cuando los corazones se unen en esa relación y que
en el transcurso de sesiones en común de zikr o de oración, los efluvios pasan de
un corazón a otro, es como cuando se pone un tizón ardiente sobre el carbón.
Basta de un viento favorable - aunque solo sea la del fuelle - para que todo se
incendie, para que el que reciba una bendición la transmita a todos los demás.
Cuando los efluvios circulan de unos a otros, y que todo prende, entonces es
cuando se funde todo en un mismo y único fuego.

Por el contrario, si llega una bendición cuando los corazones se encuentran


separados, esa gracia no puede tocarles, y al igual que pequeños trozos de
carbón aislados, no pueden participar del fuego general provocado por las
bendiciones recibidas en común y compartidas.

Grande es la responsabilidad de cada persona con la necesidad de permanecer


vigilante y mantener una presencia que permita el encuentro del otro y la
participación: una situación como ésta facilita la toma de conciencia de un
"espacio" sagrado. ¿Qué es un santuario? Es el lugar en donde sopla el Espíritu.
¿Y qué es un lugar en donde sopla el Espíritu? Un lugar en donde los corazones
están dispuestos a recibir. Un lugar sagrado es todo lugar en donde hay un
encuentro, en donde se manifiesta el deseo de recibir. Vamos a un "lugar
sagrado" con un cierto estado interior, un cierto estado de espíritu que no excluye
por otra parte una actitud aparente desenfadada. Sobre este ultimo punto, es
importante no juzgar a nadie, en principio cada cual sabe a que atenerse sobre sí
mismo, y cada uno debe saber lo que particularmente debe vigilar en sí. Lo
importante es la actitud interna.

A ese efecto, un proverbio dice de manera humorística: "Si estas con gente de
ciencia, ten cuidado con tu lengua; si estas con gente de espíritu, ten cuidado con
tu corazón, si estás con ladrones, cuida tu bolsillo" Dicho de otra manera: cada
lugar requiere una palabra, una realidad, una verdad diferente.

Es importante, cuando se tiene acceso a un lugar espiritual, cuidar el corazón


prestándole mucha atención. Seria inadecuado venir con el espíritu lleno de
prejuicios, como si se tratase de cualquier otro sitio; nos privaríamos de recibir
las posibles bendiciones. Entrar en un santuario, ¿no es un poco como entrar en
nuestro santuario interior? Cuanto más nuestro corazón esté despierto, más
presente estará y todo le parecerá santo, sagrado y lleno de bendiciones.
Debemos estar presente ahí donde se tenga que estar, y cuando se tenga que
estar. Una tradición del Profeta en relación a esto dice: "En vuestras vidas
tendréis momentos en los que se manifestaran los halitos de vuestro Señor: no
os privéis de exponeros a ellos".

Esta presencia al otro, en el momento oportuno, hace parte del "adab", o


excelencia del comportamiento: "Debo estar ahí, porque los halitos pueden soplar
y quiero participar" debiera uno repetirse constantemente. Pero no tomar esto
desde el punto de vista formal (de la forma). Estar ahí o no estar ahí, llegar ahora
o volver mañana, ¿en definitiva, qué importancia? No se trata por lo tanto de una
cuestión de oportunismo, porque después de todo, si Dios quisiese, los halitos
soplarían exactamente ahí donde estamos; inútil por lo tanto ir a un lugar
especifico para buscarlos. Juntarse con los demás, "ahí" en donde estén, nos
pone en una actitud de humildad, en una actitud de espera y de consideración del
lugar mismo: se trata de una sacralización del lugar que afecta a nuestro
comportamiento y que toca nuestra verdadera esencia. Una experiencia, un
soplo, una iluminación que toca una tierra ya fértil, permitiéndole después
transformarse en miel o nutriente.

Estar ahí en el momento justo y con la actitud justa, es lo que forja el espíritu del
discípulo y le hace capaz de exaltar el lugar sagrado. La conciencia de esa
sacralización ya es el resultado de una transformación del espíritu. Seamos por lo
tanto atentos a la vida del corazón.

Guía y discípulo
Para encontrar la vía, se necesita primero encontrar el maestro; lo que
no implica forzosamente un encuentro físico con él; expresándolo de
otra manera: el espíritu de la vía es el espíritu del maestro. El encuentro
con la vía ocurre de muchas maneras, a veces es evidente y con señales
tangibles como en los casos de ensueños que anuncian el encuentro con
el guía o algunos de sus discípulos, en otras ocasiones de manera más
banal, haciendo eco a una experiencia intima inscrita en el pasado y
significando que no hemos llegado hasta aquí por casualidad. El padre
de mí maestro, Sidi Al-Hâdj Abbâs, decía con frecuencia:"Las personas
creen en general que son ellas las que encuentran nuestra vía, cuando
en realidad es la vía, la que encuentra las personas." Esto, el discípulo lo
experimenta directamente al comprobar que la llamada existía en
estado latente en su ser más profundo y que responde a ella en el
momento adecuado.

Seguir el camino, es experimentar y gustar de su propio ser. Es


entonces cuando un espacio nuevo se abre y permite descubrir el guía.
Un sufi, Abû al-Abbas al Mursi, decía": Es más fácil conocer a Dios que
el maestro". Dios puede ser conocido por sus cualidades de perfección,
mientras que el maestro hace figura de velo ¿ Acaso no es un humano
de carne y huesos, que bebe, come y duerme? ¿Cómo conocer su
realidad interna? Es ciertamente más fácil - por lo menos hasta cierto
punto- imaginar las cualidades divinas y sus beneficios . En cuanto
ocurre el encuentro con el maestro y con la vía en todas sus facetas,
vamos de descubrimiento en descubrimiento. Una de las funciones más
importante del maestro-y puede que sea la más importante- es
hacernos descubrir nuestro propio maestro interior. Es decir, permitirnos
acceder a esa dimensión interior que no es otra que el maestro en uno
mismo. El verdadero maestro que guía sobre la vía del Bien, evita que
se le tome por otra cosa que no sea su papel de servidor o como
representante de lo divino y el motivo es que esa teofanía de Dios en el
maestro conlleva algún peligro para el discípulo; este puede ser tentado
en idolatrarlo y con ello llevarle a una fascinación sin limites. Por lo
tanto el verdadero cometido de un guía, consiste en no dejarnos llevar
por una especie de fervor, pero mas bien operar en nosotros una
abertura interior que permita el desarrollo de un amor real hacia él.

Es así, que a veces un discípulo siente para su maestro un amor


espiritual tan intenso, que para algunas personas le parece
incomprensible; y es cuanto más sorprendente al comprobar que
exteriormente el maestro es en todo punto similar a cualquier otra
persona.

En Marruecos, conoci grandes teólogos e intelectuales que no podían


comprender que algunos de sus colegas, tan conocidos y tan reputados
como ellos, concebían una admiración sin limite a mi maestro, él, que a
sus ojos no les parecía disponer de cualidades excepcionales.

Un maestro es un maestro. Es tal como es; no juega a parecer algún


personaje; adapta su comportamiento en función de las necesidades
propias de cada situación; en tal situación puede que hable, en otra se
mantendrá en silencio, aun cuando todos los que le rodeen quieran que
hable... De hecho, la comunicación esencial se produce en el nivel que
llamamos " de corazón a corazón", jamás su intención es satisfacer a la
imagen que los demás esperan del. Gracias a una alquimia interna, la
relación maestro discípulo se va modificando y evolucionando de tal
forma que se nos permite progresivamente conocer su interioridad y su
realidad espiritual.

Cuando fui a ver, por primera vez a mi maestro, Sidi Hamza, no sentí
nada particular ni significativo. Estaba simplemente muy a gusto en su
presencia y para nada impresionado. Sin embargo muchos otros estaban
como paralizado a la idea de encontrarse con él; y eso que en general
eran individuos sicológicamente bien asentado y con fuertes
personalidades, pero se paraban a algunos metros de la puerta de mi
maestro sin atreverse a entrar, incluso los habían que daban vuelta
atrás y se marchaban. Mi maestro recibía a todo el que quería verle, sin
excepción. Por aquel entonces me parecía incomprensible la actitud de
aquellas personas hasta que vislumbré que un maestro puede ser
"percibido" bajo perspectivas diferentes. La pedagogía de nuestro
maestro consiste en operar en cada uno de nosotros, una transmutación
interna. Esta transmutación ocurre por diferentes " métodos", el primero
es autorizarnos a practicar el zikr y a continuación todas las otras
practicas propias de la vía.

Entonces poco a poco algo empieza a transformarse en nosotros; es el


momento que contiene la posibilidad para que nos lleve a otro
conocimiento, alejándonos de su aspecto externo y mostrándonos la
realidad del corazón. No tenemos que olvidar, que el corazón del
hombre es el Trono de Dios y que se encuentra en la interioridad de
cada uno de nosotros; precisamente hacia esa interioridad es a la que
nos convida nuestro maestro. No hacia él, como persona, nos atrae, es
hacia su ser interno.

Y así como anteriormente lo hemos mencionado, esta relación de


corazón a corazón permite el nacimiento de un amor inconmensurable
para el maestro, aun cuando el discípulo no haya tenido un encuentro
físico con él.. Este fue el caso de Uwais al-Qarnî (celebre asceta del
Yemen) que profesaba para el Profeta-¡ salvación y paz sobre él!- un
amor sin limites, pero que a pesar de ser contemporáneo nunca pudo
visitar. Al Profeta, cada vez que se giraba hacia el Yemen, le gustaba
repetir "¡ los halitos de la misericordia vienen del Yemen!" Y cuando se
le preguntaba el porqué, contestaba " Porque allí vive un hombre de
Dios que se llama Uwais al-Qarnî". Es por la sinceridad, la orientación y
la polarización del discípulo que le maestro puede abrirse y hacer que el
secreto espiritual que el detiene sea accesible a cada discípulo. Y todo
esto ocurre mas allá de las apariencias.

Sin embargo la apariencia puede ser utilizada como llave de acceso. El


maestro, polo de atracción y símbolo vivo, permite una relación de
intercambio, de comunicación de energía espiritual o de una fuerza de
atracción. Pero en cuanto el discípulo a hollado una parte del camino, la
relación se transforma de una manera completamente diferente de lo
que al principio hemos evocado y de lo que inicialmente se percibía o
concebía; el soporte físico como instrumento de orientación, no era mas
que una etapa hacia el secreto del guía. Así, las primeras etapas del
recorrido consisten en posicionarse en un area magnética.

¿Puede compararse esa fuerza de atracción con lo que se siente en una


relación amorosa? Sin dudas, es una relación del mismo orden, pero de
otra naturaleza. En una vía espiritual viva y autentica, nos encontramos
con personajes de horizontes sociales, culturales, lingüísticos muy
diferentes; perfiles sicológicos completamente distintos, incluso
opuestos, que solo la vía puede reunir. Esas personas, entre ellas no
tienen ninguna afinidad si no es orientarse hacia el mismo maestro para
la realización única de Dios, y si esa afinidad no existiese en las almas,
aunque sea de manera inconsciente, ciertamente no hubiese tenido
ninguna razón para encontrase. Pero, justamente tienen en común un
elemento esencial que permite esa afinidad.

Unas palabras del Profeta - que la paz y las bendiciones de Dios sean
sobre él- aluden a este tema ": Las almas que se conocieron en la pre-
eternidad, se reencontraran en este mundo. Y las que se alejaron en la
pre-eternidad, se alejaran." Esto significa que existe una afinidad en las
almas que es " anterior" a su encuentro en este mundo. Esta afinidad
entre almas es la misma que se manifiesta entre ellas y el alma perfecta
del guía espiritual. Si la relación con esta alma perfecta, o dicho de otro
modo, la puesta en orbita alrededor de ella es posible, no es debido a un
efecto del azar. Las afinidades a las que nos referimos, trascienden
todos los aspectos contingentes. Si la cuestión de distancia cultural,
lingüística, social puede, al principio representar un obstáculo, a medida
que recorremos el camino en la vía del corazón, se experimenta entre
las almas una extraordinaria comunión. Y se hace patente, la
importancia del guía, como centro alquímico que posibilita el
acercamiento entre ellas.

Con frecuencia he visto hermanas y hermanos de la vía que jamás


habían tenido la oportunidad de acercarse físicamente al maestro,
expresar hacia él similares propósitos que los que permanecían junto a
el. Todos manifiestan modalidades de comprensión, percepción interior y
expresión espontánea frente al maestro, que se evidencia que beben en
una misma fuente. El maestro es esa fuente viva que se renueva
constantemente.

Por supuesto, hay discípulos que tienen responsabilidades, algunos son


mas antiguos que otros; sin embargo en la esencia de la relación
maestro-discípulo, sea cual sea su antigüedad, su responsabilidad o su
posición, todos y cada uno tienen la posibilidad de esa abertura interior
hacia el conocimiento: Una relación intima de corazón a corazón entre el
maestro y el discípulo

Transformación interior
Cada persona tiene su propio camino y cada camino es único. Desde el
día en que llegamos a la existencia estamos en ese caminar. Viajamos a
todo instante, en cada respiración, en cada inspiración, en cada
expiración. El trabajo espiritual solo es posible si renacemos a la
dimensión interna que cada uno lleva en él. En tal viaje, a ciertos
momentos, nuestro camino cruza con el de otros Buscadores. ¡ Esos
momentos son benditos! Nos permiten vernos como en un espejo y
revelan aspectos secretos del camino, aspectos que poseemos y que
salen a la luz al contacto con los amigos. En ese ensanchamiento
progresivo de la conciencia esta lo esencial. El camino interior es lo
único necesario y valioso en esta vida y estamos aquí para realizarlo. El
resto, a de tomarse como algo contingente, como un cadáver al borde
del camino. Debemos por lo tanto obrar para conseguir una expansión
de nuestra conciencia y esta tarea a de ser nuestra única razón de ser.
Con el crecimiento de nuestra conciencia, aparece nuestro verdadero
ser, es entonces cuando podemos esperar alcanzar la unificación
interior.

Si por el contrario nos mantenemos en la periferia de nosotros mismo,


sean cuales sean las acciones que emprendamos, la esencia permanece
inaccesible, nuestro ser verdadero dispersado y nos encontraremos lejos
del centro. Y justamente de lo que se trata es de ser capaces de
escuchar ese centro que en el sufismo se denomina corazón (qalb).Dice
un proverbio": Ahí donde encuentres tu corazón, planta tu tienda ". Es
en el corazón donde reside el objeto de nuestra búsqueda más intensa.
Pero la escucha y la búsqueda interna pueden enturbiarse por ruidos y
miedos externos que nos hacen huir de nosotros mismos. Por este
motivo, los sufis practican la meditación con la intención de concentrar
el ser disperso y llevarlo de vuelta al centro. En algunos casos las
sesiones de meditación se nutren con la invocación: Lâ ilaha illâ Llâh,
proclamación de la unidad divina y que se puede traducir por ": No hay
otra realidad que la Realidad divina". No existe otro ser que el Ser
divino, absoluto, infinito, incondicionado. Ese centro tan anhelado es el
lugar de una libertad infinita que mora en nosotros. Acercándose a la
esencia divina, cada uno de nosotros puede esperar alcanzar esa
liberación. Lâ ilaha illâ Llâh. Esta formula, pone también de manifiesto
nuestra tendencia a deificar cosas que pertenecen únicamente al orden
de las cosas relativas: nos forjamos ídolos internos. Pensamientos,
obsesiones, preocupaciones invaden nuestro ser. Reducen el espacio de
nuestra libertad y se edifican en una especie de Ser absoluto. En la
exterioridad de nuestra condición, nos semejamos a la espuma,
fluctuando al antojo del océano de preocupaciones. Con la ayuda de la
meditación, aprendemos progresivamente a discernir lo relativo y lo
colocamos en su lugar, de esta manera, en nosotros, no cabe mas
presencia que la del Ser verdadero. En el corazón de nuestra conciencia
interna, lo que pertenece al orden de lo relativo, pasa como pasan las
nubes en un cielo azul. No nos identifiquemos con una nube que pasa,
tomemos una cierta distancia. ¡Liberémonos de nuestras servidumbres
internas, concentrándonos en el Ser universal! Los sufis invocan el
nombre de la esencia divina. Ese nombre en árabe se dice Allâh. Él es el
dios de todos los seres. El Ser divino nombrado de diferentes maneras
según el idioma. Invocando Allâh, es a Él a quien nos dirigimos. Y así
ponemos de manifiesto nuestra intención y nuestra aspiración a
desprenderse de las ataduras de este mundo y nuestra disposición para
acceder a otra comprensión.

Las meditaciones pueden ser colectivas y el medio para un intercambio


y un reparto; juntos formamos un solo ser, un único corazón. En esa
situación nos hacemos sensibles a nuestra interioridad a la vez que nos
abrimos a los otros y al ritmo de sus invocaciones. Cada uno tiene el
deber de armonizarse y ajustarse al conjunto, esto permite que algo que
sobrepasa la simple suma de nuestras individualidades se manifieste en
una comunión con todo lo existente. No hay nada que excluir; se busca
la disposición para recibir. A medida que nuestra vida se impregna de
los efectos de la meditación y de la invocación, todo nuestro ser
empieza a pacificarse. Nuestro encrespado océano se calma y nos
acercamos a un sentimiento de paz. Esa paz solo es posible en
presencia del centro. El camino espiritual, es el único que conduce al
centro. Fuera del camino, solo existen combinaciones mas o menos
estables que se derrumban a la primera borrasca. La verdadera paz no
puede estar condicionada a fenómenos externos; ella es de la misma
cualidad que el Ser universal, independiente de todo objeto, de toda
razón, de toda condición: es la paz del espíritu, la paz del corazón.
Nuestra conciencia interna se apacigua, se aclara y puede llegar al
conocimiento de sí misma. Para comprometerse en este trabajo, nadie
puede sustituir a nadie, nadie puede hacer esfuerzo en el lugar de otro.
Ninguna escuela, ningún programa pueden enseñar lo que pertenece al
orden de las experiencias. Estas experiencias corresponden a momentos
de nuestra vida, donde acontecimientos y disposiciones particulares nos
llevan a tomar conciencia de nuestra dimensión interna. Cuanto mas, se
clarifique esa dimensión interna, mas aumentara la posibilidad de la
visión del Ser universal. Mas nos elevamos, mas grande se hace nuestra
capacidad de percepción interna. Esto es lo que los sufis llaman la
capacidad de exaltación propiedad del hombre.

La "magnificación", es universal: amamos los seres que nos rodean por


y a través del Ser universal. Lo que magnificamos entonces a través de
las manifestaciones del mundo, es el Ser universal: ese mismo que a la
vez es Interior y Exterior. Al contrario la idolatría, consiste en
aprehender una cosa por ella misma en su aspecto mas relativo y
adorarla en exclusividad. Si en nosotros crece esa percepción, esa nueva
mirada, ella se reflejara en todos los seres que encontremos en nuestro
camino. Porque esta en nosotros, en el lugar donde podemos percibirlo
lo más directamente, el Ser universal que buscamos, reside en todas las
cosas; y, en la medida en que esa percepción ampliada se enraíce en
nosotros, lo veremos en todo lo que nos rodea.

Esa capacidad de vivenciar y percibir el Ser universal se asemeja a una


oración continua y nos permite sobrepasar los limites de lo que los sufis
llaman el ego. El ego, el yo, consiste en una entidad psíquica creada por
nuestra educación y por todo tipo de condicionamientos que forma en su
conjunto nuestra historia individual. Es el principal freno a nuestro
crecimiento; vivimos separados del mundo. Es el sentimiento y la
sensación que nos dan el yo, lo que ocupa todo nuestro campo de
conciencia, confinándonos en un circulo cerrado, que tomamos por
nuestra verdadera identidad. La necesidad del ego, que este satisfecho o
angustiado, consiste en disminuir, excluir, oponer; solo en esas
condiciones se auto afirma. Es en ese sentido que los iniciados
reconocen que ciertas tendencias del alma son negativas, no tanto del
punto de vista moral pero si por el hecho que nos cortan y nos aíslan de
la verdadera conciencia del Ser universal. El orgullo, la vanidad, la
autosatisfacción son consideraras negativas porque constituyen velos
que impiden percibir el Ser. Para los místicos, todo lo que clarifica
nuestra conciencia es bueno y todo lo que la oscurece y nos aleja de
nuestro centro es negativo. Ocurre a veces que cosas consideradas
moralmente negativas nos acercan al centro, mientras que otras
positivas nos puede alejar. La toma de conciencia de nuestra actitud
errónea, nos puede efectivamente ayudar a reorientarnos mas
firmemente hacia el Ser universal. El musulmán llama este retorno al
Ser, arrepentimiento (tawba). Pero si nos empeñamos únicamente en
cultivar un sentimiento de virtud, sentimiento que satisface
eminentemente el ego, nuestra relación con el Ser esencial, a pesar de
todo nuestros esfuerzos puede debilitarse. "Mas te vale ser el amigo de
un ignorante insatisfecho del mismo, que de un sabio autocomplaciente.
(Ibn Ata Allah al-Iskandarî). Esa sabiduría externa esta muy alejada del
verdadero conocimiento. Al contrario, la ignorancia antes referida, es
solo externa; no encontrarse satisfecho con uno mismo demuestra estar
en camino, buscando y abriendo su corazón para acercarse al Ser. No se
trata por lo tanto de ignorancia en el plan espiritual, al contrario, es un
verdadero conocimiento. En el sufismo es posible encontrar hombres
que a lo largo de su vida acumularon mucha información y saber
externo y que eran discípulos de personas simples e iletradas, personas
capaces de reorientar esos sabios y hacerles participes del saber del
corazón y no de las palabras.

Siempre se puede en el ámbito del saber externo discurrir y crear


ilusión, pero en lo que se refiere al saber del corazón, no hay engaño;
cada uno sabe el trabajo que le queda por hacer: es un asunto entre
uno mismo y Dios. Cuando se aspira a colmar una necesidad interna, no
se tiene que dejar atrapar por la ilusión de haber comprendido, de haber
llegado. Por ello el trabajo del maestro sufi consiste más en suscitar
preguntas he interrogantes que responder a ellas. Tal enseñanza
conduce al discípulo inevitablemente a esta conclusión "¡ No sé!" A
nuestro yo le cuesta muchísimo admitir su ignorancia. Admitir con todo
su corazón "¡no sé!", exige una forma de conocimiento espiritual más
elevado que cuando se afirma"¡yo sé!". Una tradición profética afirma: "
El que dice :¡ no sé!, Dios le enseña a su espalda".

El sentido profundo de la oración corresponde a una petición


incondicional del corazón. La oración manifiesta un " estado de no saber
"; nuestro corazón pide el Ser, pero no sabe que es lo que va a recibir:
la petición esta en el corazón y la contestación en las manos de Dios.
Sin embargo, nos apresuramos a darnos respuestas: como no hemos
cultivado suficientemente confianza, tememos las respuestas que
podamos recibir. Adoramos al Ser, pero con la condición que nos dé las
respuestas que nosotros deseamos, y para estar seguro de que no va
haber ningún error, nos apresuramos a darnos las respuestas que
suponemos las mas adecuadas a nuestras necesidades.

Uno de los aspectos fundamentales para la pacificación progresiva del


alma, consiste en vencer los miedos que nos manipulan y nos sumergen
en un mundo ilusorio y reemplazarlos por un verdadero sentimiento de
confianza y de abandono. Cuenta el sufi Attar, en su Libro divino " Había
un perro que intentaba beber. Cuando se acercaba al agua veía su
reflejo y esto lo hacia huir. Pero como estaba sediento, volvía, y cada
vez que estaba a punto de beber, un perro se le echaba encima, con lo
que otra vez huía. Llego así, a tener tanta sed, que termino por tirar sé
al agua; por fin apago su sed y se dio cuenta que ese miedo tan grande
que padecía no era más que los fantasmas de su propio ego, una
proyección del mismo." Esa frontera que nos separa de nosotros mismo,
es la que tenemos que atravesar."Estaba entre yo y yo mismo, separado
de mi, por mi mismo", dice un poeta sufi. Esa frontera, a pesar de ser
ilusoria, es eficaz, ya que nos impide beber del agua de nuestra propia
fuente interna. Cuanto mas invocamos , mas nos orientamos hacia el
Ser universal, y mas percibimos la raíz de nuestros miedos, y en el
momento que estas raices son identificadas y expuestas a la luz del día,
se disuelven en la Realidad y son remplazadas por la energia de la
confianza

Autorizacíon divina y secreto


Podemos abordar la educación espiritual de la vía bajo varias
perspectivas y evocar especialmente el papel que desempeñan los
discípulos unos con otros, y el lugar que ocupa la fuente espiritual, es
decir el guía. Una vía no es nada más que una comunidad espiritual:
cada uno recibe y cada uno da. Más recibimos y más damos, y más
damos, más recibimos: "Da lo que tienes en el bolsillo, Dios te dará lo
que aún esta en el misterio". Todo empieza por un acto de entrega, y
por ese hecho recibimos.

En una comunidad espiritual, las actividades de cada uno es una forma


de entrega, de don. Es preciso tomar conciencia de eso y evitar decir:
"Solo podré ser útil a los demás cuando haya recibido lo suficiente". Eso
es un escollo, porque es dando que nos predisponemos a recibir. Así
algunas personas, por exceso de modestia, pero también por una mala
orientación, se confinan en una especie de pasividad y piensan que
deben esperar una cierta madurez interior antes de emprender una
acción cualquiera. Podemos esperar mucho, porque jamás estamos lo
suficientemente maduros. En una vía espiritual, estamos siempre en
perpetua evolución y un juicio de esas características es una barrera,
¿cuándo podemos verdaderamente decir que estamos maduros?
Debemos por lo tanto, de múltiples maneras, ponernos al servicio de los
demás respetando las reglas del juego de la vida comunitaria. ¿A fin de
cuenta, cual es el interés de una vía espiritual? Es una comunidad, que
como meta se propone crear las mejores condiciones posibles para que
tenga lugar un trabajo espiritual, recorrer un camino. En consecuencia,
todo debiera estar organizado para ese objetivo.

También hay lo que constituye la razón de ser fundamental de una


comunidad, la que de alguna manera es su corazón latiente: el ser
realizado, que tiene como vocación transmitir un mensaje - no por
voluntad propia sino por mandato divino. Este ser despierto, el guía,
transmite un influjo, una energía espiritual llamada sirr, que literalmente
significa, el secreto. El guía ha alcanzado un grado tal de realización
espiritual y unión, que recibe ese secreto divino y con él la autorización
(idhn) de difundirlo. Son muchos los santos que recibieron el secreto del
conocimiento pero sin estar autorizados a difundirlo. La mayoría de ello
nos son desconocidos y aún si los encontrásemos y nos sentásemos a su
lado, no sabríamos nada de ellos. A menos de estar en el mismo estado
de conciencia que ellos no podríamos detectarles. Los que como nuestro
guía ha sido designado para transmitir el secreto, tienen una pesada
carga. Pero están asistidos en sus enseñanzas, existe una protección
inherente y una asistencia a la trasmisión de ese secreto. Éste también
es el papel de los profetas, pero con funciones más amplias, como el
establecimiento de leyes sagradas, reglas sociales y ritos. A parte de esa
función especifica de los profetas, también hay la transmisión del
conocimiento que sé perpetua a través de los santos, los guías
espirituales que recibieron un idhn (una autorización espiritual) más o
menos condicionada o limitada.

Algunos santos pueden transmitir un conocimiento sin darse a conocer:


se les tiene entonces que descubrir, como en el caso de Sidi Abû
Madyan, el maestro de nuestro maestro. Vivió en una época carente de
santos, de maestros manifestados, de quien recibir una enseñanza. En
su búsqueda de un maestro, encontró muchos otros, y a veces en
circunstancias muy difíciles. Después de muchas peregrinaciones
descubrió que aquél que iba ha convertirse en su maestro no era otro
que su propio vecino que hacia 18 años que vivía al lado de su casa.
Más tarde comentó: "¡Lo podía haber pensado de cualquiera, menos de
él! Era la ultima persona a quien le hubiera preguntado un consejo sobre
la religión, me parecía un perfecto inculto" ¡No solo parecía inculto, pero
además tenia reputación de bufón! Sidi Abû Madyan, jamás imagino
buscar la compañía de un hombre que invitaba a los notables de la
ciudad, les hacia el té y les contaba historias cómicas, por lo menos es
difícil imaginar que en esa persona se pueda encontrar algún
conocimiento de Dios. En realidad era un malâmati, un hombre realizado
que se disimulaba bajo el "disfraz" de la vulgaridad y que pertenecía a la
tarika Tijaniyya; se llamaba Sidi al-Mâhdi ben'Ariane. Así cuenta Sidi
Hamza, nuestro maestro, el encuentro entre Sidi Abû Madyan y Sidi
ben'Ariane: " Abû Madyan visitaba con frecuencia un faqîh (un maestro
del Coran), intuyendo que le podia ayudar en su búsqueda. Un día el
faqîh le dijo: " Esa ciencia que buscas, la tuve un tiempo, pero ahora ya
no la tengo. Si quieres encontrarte con tu maestro, ves a tal sitio a la
hora de la oración del alba. Cumple con la visita a ese santuario y al
salir encontrarás al que tú buscas." Llegado el momento, se desplaza
hasta el santuario situado en lo alto de una pequeña colina. Una vez
cumplido con el ritual, se apresura en salir y de lo alto de la colina
distingue un hombre subido sobre una mula:"Este es el polo (qutb) que
buscas, le dijo ese hombre.¿Qué quieres que te haga el qutb?" Sidi
Madyan no podía creer lo que sus ojos veían, aquel hombre encima de la
mula no era otro que Sidi ben 'Ariane, el vecino de la casa de al lado, al
que él le tenia muy poca estima. Corrió hacia él, y llorando le beso los
pies. Sus lagrimas corrieron abundantemente. "Bien sabes Sidi, le dijo,
que todos estos años, mi búsqueda fue sincera. ¿Cómo has podido
dejarme al abandono? - No había llegado el momento, le dijo Sidi ben
'Ariane. Ven ahora conmigo, te voy a transmitir todo lo que necesitas"
En su periplo Sidi Abû Madyan conoció muchos maestros anónimos o
conocidos únicamente por pequeños círculos, recibiendo varias idhn
(autorizaciones), hasta que Sidi ben'Ariane le transmitió expresamente
la autorización para enseñar.
Comprobamos que hay momentos en donde los maestros enseñan
abiertamente y en otros de manera oculta y reservada. Con frecuencia
cuando ocurre la manifestación de un maestro, este recibe la misión de
comunicar la vía, de transmitir su enseñanza; entonces se constituye
alrededor de él una comunidad de gente que acude para recibir su
enseñanza. La constitución de una comunidad esta determinada por la
existencia de ese sirr (ese secreto) vinculado por ese idhn (autorización
para su transmisión) entregado al maestro para que lo comunique. Esto
condiciona todo el resto: las relaciones van a tejerse, a organizarse en
torna a la existencia de ese sirr y de su idhn. En una qasîda (canto
sagrado), un refrán precisa:"¡ Di con claridad y convoca!" El sirr
mencionado es como una fuente en medio de un jardín que todo irriga.
Nuestros corazones, nuestras relaciones, nuestro comportamiento,
nuestras actitudes son irrigadas por el sirr. "¡El sheik da nacimiento, los
foqarâ educan!", dicen unas palabras de Sidi Hamza. Claro es que el
sheik también educa, pero únicamente cuando el sirr a dado nacimiento
a las cosas. El agua espiritual fluye y los foqarâ (discípulos), que son de
alguna manera los jardineros, instalan las canalizaciones, y hacen que el
agua circule para que alcance lo que tiene que ser fecundado. La función
del discípulo consiste tanto en recibir como en dar: reciben el sirr al
mismo tiempo que se hacen su jardinero. Es alrededor del sirr que se
forma la comunidad. Esta no tiene como función en sí existir
socialmente, esta ahí para cumplir una función. En torno a la fuente
central del sirr se establecen todas clases de relés posibles; cada faqîh
no debe, ni retener ni hacer barrera a ese sirr, al contrario debe
esforzarse en hacerse lo mas transparente posible para facilitar su
trasmisión; así es a la vez, el que recibe y el que da. Este es el papel
que todos deben desempeñar, dentro de la función propia de cada uno.
Por esto, dentro de la comunidad no debe haber ninguna discriminación
entre las personas; ninguna es mas o menos importante que otra, todas
tienen su importancia. Como todos transportamos y transmitimos ese
sirr, todos tenemos esa gracia y esa responsabilidad. Pero debido
justamente a esa gracia y responsabilidad existe una diferenciación en
las funciones: algunos cumplen funciones de responsables, otros se
ocupan de los aspectos de la vida comunitaria etcétera. Nadie tiene
menos responsabilidad que otro, cada uno, ahí donde está, hace todo lo
necesario para hacerse transparente al sirr. Ahí como en todo, hay
reglas a respetar, es la condición absoluta para que el sirr se reparta,
para que toque e irrigue los corazones.

No somos una sociedad organizada con castas, grados, subalternos;


todo eso es del ámbito profano. Lo importante en la comunidad
espiritual, es que cada uno asuma la función que le recae, la
diferenciación de funciones existen para crear mejores condiciones de
comunicación. Pero las reglas del juego deben de ser respetadas. Cada
uno es un enlace vivo, un mediador vivo que por su actitud, su
comportamiento, facilita la corriente: el sirr pasa de unos a otros, lo
esencial es no crear obstáculos y ver mas allá de la exterioridad de las
cosas. El sirr esta vivo siempre que la vía sea viva e imprevisible. Una
vía viva crea movimiento, dinamismo. Debemos intentar servirla lo
mejor que podamos, dentro de un perpetuo cambio, una perpetua
transformación. No pisamos tierra donde todo esté definitivamente
organizado, regulado, distribuido y sistematizado. De alguna manera es
más simple comunicar en comunidades en las que no hay un sirr vivo
que en las que lo hay. Pero justamente lo que nos interesa y el motivo
por el que estamos, es que el sirr es vivo, la comunidad viene después
como un medio para caminar hacia Dios.

Sin quererlo, estamos influenciados por el entorno donde nos


desenvolvemos y tenemos que mantenernos vigilantes. En efecto, en
una comunidad como la que hablamos, el poder, sea cual sea, no tiene
lugar; constituye una barrera que impide la comunicación del sirr. Si los
grandes maestros sufis consiguieron comunicar el sirr a sus discípulos y
transmitirlo en los lugares más alejados, precisamente es porque toda la
vida se han ejercitados en extraer de sus corazones todo apetito de
poder. " Nos hemos vuelto tan débiles que hemos adquirido toda la
fuerza posible", dice una qasîda. Dentro de la vía es otra cosa la que
esta en juego. Debemos respetar las funciones de unos y otros, porque
somos medios de transmisión; lo que se respeta a través de esas
funciones, es a la vez lo que se transmite y el idhn dado. Cada uno, ahí
donde se encuentra, se esfuerza en no oponerse a esa transmisión, a
esa relación con la fuente: va de la supervivencia de la comunidad.
Debemos, más y más sentirnos conectados con la fuente y trabajar para
hacernos lo más transparente posible a la presencia de ese sirr. Pero la
verdadera transparencia del sirr, lo que le deja manar en su pureza,
claro esta, es el corazón del sheik, un corazón libre de todo ídolo y de
afán de poder que ha vuelto al estado de servidumbre absoluta. Ese es
la verdadera orientación. Cada uno de nosotros debe orientarse hacia
esa transparencia, hacia ese sirr, y contribuir a su comunicación, a su
difusión. Como dice Ibn Atâ Allâh: El que ha recibido el sirr, ha recibido
la semilla de santidad

El recuerdo de Dios : el dhikr

« Quienes creen y cuyos corazones están tranquilos con el recuerdo


(invocación) de Dios - ¿Acaso no se tranquilizan los corazones
recordando (invocando) a Dios? »(Corán, Azora 13 , vers.28)

«¡Oh, los que creéis! ¡Recordad a Dios con frecuencia!»(Azora 33, vers.
41)
La invocación de Dios (La Ilaha ill'Allah) tiene una importancia capital
para el aspirante que quiere ir hacia Dios, que desea purificar su
corazón (no se refiere al órgano, es el alma, el interior, el espiritu...) y
alcanzar el grado de excelencia. Vamos a ver algunos Hadiths del
profeta (s.a.w.) y algunas palabras de unos grandes santos y sabios,
que nos muestran el efecto que tiene la invocación sobre el corazón y
que consiste en preparar al invocador a comprender mejor el mensage
divino y a estar más en concordancia con Su Ley.

El Dhikr (La Ilaha ill'Allah ) era el primer mensage transmitido por


nuestro Profeta sidna Mohammad (SAW) a su comunidad. Al principio de
la Da'wa no había otras prescripciones más que Dhikr y la lectura del
corán. Con el Dhikr frecuente y abundante se llega al amor del Señor y
también a la obediencia dulce y apaciguada. Abdullah ben Busr –RAA-
cuenta : Un hombre preguntó :"¡Oh mensagero de Dios! Encuentro que
las leyes divinas son numerosas, indícame una a la que puedo
aferrarme." El Profeta le contestó: "Mantén tu lengua mencionando a
Dios" (recogido por par Al-Tirmidhi). Con la mención frecuente y
abundante de Dios llegaremos a amarLO y a adorarLO como se debe y
vice-versa, si LE amamos no nos cansaremos nunca de mencionaLO.

Para mostrar que Dhikr es uno de los mejores actos de adoración,


citemos el Hadith siguiente, contado por Abû ad-Dardâa (RAA), según el
cual, nuestro Profeta (SAW) dijo a sus compañeros: « ¿Queréis que os
diga cuales son las mejores de vuestras acciones, las más nobles para
Vuestro Señor, aquellas que os elevan a lo más alto, y para vostros
mejores que gastar oro y plata en limosna, y para vosotros mejor que
encontrar a vuestro enemigo en una batalla para matalro o que os
mate? Respondieron: Sí, claro. El reanuda: Pues, es la invocación de
Dios". (Hadith recogido por Al_Bujari y Muslem)
Sidna Mu'âd Ibn Jabal dijo siguiendo las líneas de este Hadith "Nada
aleja el castigo de Dios como la invocación de Dios" (Adhikr aleja el
castigo de Dios)

Mencionar a Dios con la lengua, recordarLO todo el tiempo, es algo


esencial para la vida de los corazones. Abou Mûssa Al-Ach´ari-RAA-
dijo: El Profeta (SAW) dijo: "Aquel que evoca a Dios y aquel que no LE
evoca, es como un vivo y un muerto" (recogido por Al_Bujari)

Otro Hadith muestra la importancia y el valor que Dios otorga a su


servidor que LO invoca. Es un Hadith Qudsi contado por Abû Huraira, el
Profeta dice hablando de Dios: "Dios dice: Soy como Me estima Mi
servidor, y estoy con él si Me invoca. Si Me invoca en silencio, lo invoco
en silencio, y si Me invoca dantro de una asamblea, lo invoco en una
asamblea mucho mejor que la suya"

De otra parte, la falta de Dhikr puede tener graves consecuencias sobre


el creyente. Dios dice en sus Santas Escrituras y con palabras muy
claras y al mismo tiempo graves: "El que abandona la invocación del
Clemente, Le atribuimos un (demonio/ diabolo/ espíritu malo) que será
su acompañante" (azora 43, vers.36).

La falta de Dhikr, o poco de él, es un aspecto de los hipócritas


(munâfiq), lo que es muy grave. A propósito de esto Dios dice en su
Buen Libro :"Los hipócritas quieren engañar a Dios, pero Él es quien los
engaña. Cuando se dirigen a la oración, se levantan perezosamente;
quieren ser vistos por los hombre, pero invocan muy poco a Dios"
(Azora 4; vers. 142)
Comprendemos de este versículo, por simple lógica, que para no ser
hipócrita hay que invocar mucho a Dios, y es en esto lo que insiste
nuestro Maestro sidi Hamza (radía Al_lah 'anho wa ardah)

Sidi Hamza dice : « El Dhikr es un medicamento. »

Y dice también: « El Dhikr es la causa de todos los beneficios. »

Por otra parte, no es suficiente decir que :"Yo practico Edhikr". ¡No! Hay
que hacerlo con sus condiciones para que este Dhikr alcance el corazón
y haga sus efectos purifacadores. Estas condiciones que llamamos Adab
ad-Dhikr, son conocidas (el respeto de las reglas de conveniencia:
orientarse hacia la qibla (hacia la Meca), concentrarse, estar en un sitio
limpio, tener la ropa limpia, haber hecho las abluciones)

El Dhikr se hace y se practica también en grupos: "¡Sé constante con


aquellos que invocan a su Señor por la mañana y por la noche,
deseando ver su faz! ¡No apartes tus ojos de ellos en busca de la gala
de la vida mundana!" (Azora 18 - vers. 28)

Abu Horaira et Abu Said –RAA- Dijeron: El Mensagero de Dios (SAW)


dijo: "Toda gente que invoca a Dios glorificándoLo y honrándoLo, los
ángles les rodean y les cubren con sus alas, la misericordia les envuelve,
la serenidad desciende sobre ellos, y Dios les (menciona/ habla de ellos)
a los que (están con Él/ cerca de Él). Recogido por Muslem.

Abu Waqued , Al Hareth ben Awf –RAA- dijo: "Un día, El Mensagero de
Dios (SAW) estaba sentado en la mezquita con varios musulmanes,
cuando tres hombres entraron. Uno de ellos se fue mientras que los
otros dos avanzaron y se pusieron a cotemplar/ mirar al Mensagero de
Dios (SAW). Uno de los dos encontró un sitio vacío en el círculo del
Dhikr y se sentó, mientras que el segundo lo hizo detrás de la gente. El
tercero se alejó dando la espalda. Cuando El Mensagero de Dios (SAW)
terminó, dijo: "¿Queréis que os hable de ese tercer hombre?. El primero
buscó refugio en Dios y Dios se lo otorgó. El segundo fue impedido por
por pudor a molestar a los demás y Dios sintió pudor por él. En cuanto
al tercero, se (apartó/ se alejó) de Dios, y Dios se apartó de él". Citado
por Al_Bujari y Muslem.

Para el discípulo, es importante hacer frecuentemente un balance de sí


mismo, de sus actos. Si observa que su (comportamiento/ carácter) y
su estado general no se mejoran, ésto se debe a dos razones: La
primera es que no hace su Dhikr, y la segunda es que lo hace mal. El
discípulo debe acostumbrar su alma a invocar a Dios con mucha
frecuencia, de manera individual y en grupo.

Para terminar este capítulo, escuchemos el testimonio de dos santos que


nos hablan de la importancia de la invocación de Dios y sus efectos
sobre el corazón (Al_qalb).

Al_imam Abd Al_karim Al_quchairi [RAA] [Una de las grandes figuras


del Sufismo] dijo: "La invocación de Dios es la garantía de la santidad, y
la luz del camino que lleva hacia Dios (que lleva hacia el encuentro de
Dios), es el medio de realizar sus deseos, el signo de un buen comienzo
en el camino hacia Dios, el signo anunciador de un fin feliz en el camino
hacia Dios. No hay nada antes del Dhikr (es el comienzo de todo) y
todas las cualidades nobles provienen del Dhik y toman sus raices en él"

Abd Allah Ibn Abbas [R.A.A] [Primo del Profeta (SAW)] dijo: "Cada vez
que Dios impone a su servidor una obligación (Al_fard), da a ésta límites
y disculpa a las personas que no pueden llevarla a cabo por cualquier
dificultad o inaptitud, salvo el Dhikr, Dios no le puso límites y no
disculpó a nadie, salvo a los que no poseen sus facultades mentales o
que no son dueños de sus actos. Dios ordenó invocarLE en todas las
situaciones (halat), es lo dicho en el Corán: "...los que invocan a Dios de
pie, sentados y acostados, y piensan en la creación de los cielos y la
tierra, ¡Oh Dios! No has creado esto en vano. ¡Gloria a Tí! ¡Presérvanos
del castigo del fuego!" Azora III (Al Imran. Aleya 188). El Todo-
Poderoso dijo también: "¡Creyentes! Invocad mucho a Dios." y en la
Azora VII, vers. 204/206 "Recuerda a tu Señor internamente con
humildad y temor, reza sin voz elevada por la mañana y por la tarde, y
no estés entre los descuidados (al_ghafilin). Quienes están próximos a
Dios, no desdeñan su adoración: le alaban y se prosternan".

De todo esto se deduce que el Dhikr no debe cesar ni de día ni de


noche, ni en tierra ni en mar, viajando o en casa, en la riqueza o en la
pobreza, sanos o enfermos, en secreto o abiertamente; hay que
acordarse de Dios en todas las situaciones. (ver « les vertus du Dhikr »
d´Abdel Qader ‘Îssa y « les jardins des vertueux » du Imam Annawawi :
capítulo de « mérite des assemblés d´évocation de Dieu, et l
´exhortation à y prendre part avec assiduité et à ne pas les quitter sans
excuse valable

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