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Daniel García Gómez Hª de España 2º Bachillerato.

Curso 2021-22

Tema 06- La conflictiva construcción del Estado Liberal (1833-1874)

03- BIENIO PROGRESISTA Y VUELTA AL MODERANTISMO (1854-1856)

INTRODUCCIÓN
Para desarrollar estos dos años dentro del reinado de Isabel II, debemos conocer su origen, y es que,
tras las sucesivas regencias tanto de María Cristina en un principio, y Espartero después, Isabel II,
gracias a su mayoría de edad, accedió al trono con el apoyo de los liberales moderados, creando así
la primera etapa de su reinado, la conocida como década moderada. Sin embargo, el creciente poder
de la oposición, es decir, los republicanos y carlistas, desencadenó una crisis dentro del régimen
moderado.

CRISIS DEL RÉGIMEN MODERADO


Las principales causas que propiciaron este periodo de crisis fueron las diversas posiciones políticas
que tenían los miembros que dio lugar a rupturas internas, además, de la corrupción. Esta ruptura se
dio debido al enfrentamiento entre Cortes y gobierno, enfrentamiento que se incrementó con la
reforma de Bravo Murillo en la que prácticamente anulaba el poder legislativo, suspendiendo las
Cortes e imponiendo un sufragio con más restricciones. Finalmente, las Cortes se cerraron y muchos
políticos, reprimidos, fueron desterrados al oponerse a las medidas ultraconservadoras del gobierno
moderado.
Estas diferencias estallaron cuando los moderados se disponían a reformar la Constitución para
acentuar los poderes del poder legislativo en detrimento del ejecutivo, y, por ende, de las Cortes.
Este hecho dio lugar al pronunciamiento de 1854, la Vicalvarada, incitada y liderada por el general
Leopoldo O’Donnell, quién buscaba el cambio de política. También se dieron ciertas revueltas
populares que se dieron en diversas ciudades por la carestía del pan y que fueron mucho más
radicales, revolucionarias y progresistas que la de general, por lo que O’Donnell, decidió llegar a un
acuerdo con moderados y progresistas en el Manifiesto de Manzanares. Este manuscrito imperaba el
cumplimiento de la Constitución, de la Ley Electoral, de la reducción de impuesto y de la restauración
de la Milicia. A dicho movimiento se siguieron sumando algunos civiles, generales y militares, que
radicalizaron el pronunciamiento en todas las ciudades, hasta el punto de que el trono de Isabel II se
vio amenazado por la rebelión progresista. Esto obligó a la reina a formar gobierno con el antiguo
regente Espartero y a delegar como ministro de guerra a O’Donnell.

BIENIO PROGRESISTA
Tras el triunfo de los progresistas, se hicieron con el poder durante dos años, en los que trataron de
reestablecer aquellas instituciones, leyes y organismos que habían sido demandados por la
Constitución de 1837 como la Milicia. También se inició la propuesta de confeccionar una nueva
Constitución, pero al final no se pudo efectuar. Una reforma, que protegía a la clase media, a
destacar fue la ley de desamortización de Pascual Madoz, que como era habitual, afectaba a los
terrenos de clero, órdenes militares y ayuntamientos. Esta fue de una mayor magnitud que la de
Mendizábal en el 37, pues se pretendía dotar de recursos a la Hacienda para la construcción de un
ferrocarril, otro de las reformas llevadas a cabo: la Ley General de Ferrocarriles, que regulaba su
construcción mediante incentivos a las empresas constructoras.
No obstante, estas medidas no tenían una repercusión en la clase obrera, la cual, viendo que su
calidad de vida era igual y no había sufrido mejoras, pues la crisis económica seguía perpetuando a
los obreros, quienes se manifestaron en Barcelona reclamando derechos laborales. El gobierno cedió
y les concedió la Ley de Trabajo que trataba de subsanar algunos de los requerimientos de la clase
popular. Otra revuelta extendida por todo el país provocó una crisis en la que Espartero dimitió e
Isabel delegó el Gobierno a O’Donnell.

MODERANTISMO
El cinismo pudo con O’Donnell, y este restableció el mismo sistema que dos años antes había
contribuido a destruir. Restauró el moderantismo cuando contaba con el apoyo de los unionistas.
Desde 1856 a 1836, se produjo una etapa de inestabilidad política en la que el Gobierno fue concedido
tanto a los unionistas como a Narváez. En ella se reinstauró la Constitución del 45, y se anularon las
desamortizaciones y algunos impuestos. Los unionistas trataron de apaciguar los conflictos internos
mediante una política exterior que fomentara el patriotismo y nacionalismo; se hicieron intervenciones
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en México, Marruecos o Indochina. Sin embargo, estos unionistas no pudieron afrontar el poder de la
oposición, compuesta por republicanos y progresistas, y, sobre todo, los moderados, quiénes volvieron
a acceder al trono. Estos gobernaron entre 1863 y 1868 de forma autoritaria, sin apoyo de las Cortes y
ejerciendo una gran represión, aunque esto no solucionó la crisis, cada vez más amplia por guerras
como la de Estados Unidos. Por ello, los españoles se vieron en la necesidad de forzar un cambio, que
supuso un cambio de reina, pues a partir de 1868, en el sexenio democrático, se dieron gobiernos
provisionales, reinados de príncipes extranjeros como Amadeo o la I República.

CASTILLA-LA-MANCHA E ISABEL II
Nuestra comunidad fue de gran importancia durante el reinado de Isabel II, pues algunas provincias
como Guadalajara, Cuenca o Albacete, fueron escenarios de las guerras carlistas. Entonces, la
comunidad era nombrada como Castilla la Nueva y contuvo partidas importantes como la de los
hermanos Palillos, que fue muy numerosa comparada con las demás que tuvieron lugar en Castilla.
En 1833, con la división establecida por Javier de Burgos, la provincia de la Mancha desapareció y se
creó el Reino de Murcia, compuesto por Cuenca y Albacete.
También cabe destacar que la desamortización de Mendizábal afectó a la mayoría de villas
castellanomanchegas, al igual que la de Madoz, que afectó considerablemente a Toledo y
Guadalajara.

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