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El Federalismo

El federalismo se define como la idea política que prefiere distribuir el poder, en


primera instancia, en una asociación de estados o provincias dotadas de relativa
autonomía en materia política

El federalismo dispone de un ordenamiento doble: el propio de cada provincia, y el


federal o global de la nación. Esto permite que dos estados del mismo país tengan
algunas leyes diferentes.

Una burocracia descentralizada en el caso del federalismo, permitiéndole a cada


estado o provincia administrar sus asuntos de modo independiente.

Un manejo independiente del presupuesto provincial: en el caso del federalismo una


parte es destinada al mantenimiento del gobierno central

Busca la mayor descentralización posible del poder, atendiendo a la diversidad


y las necesidades específicas de cada uno de los lugares y sus ciudadanos

El federalismo goza del prestigio de constituir sociedades más


democráticas en su necesidad de conciliación, asamblea y acuerdo
permanentes, además de que respeta las individualidades sociales, religiosas o
culturales de las distintas provincias, algo vital en casos de países multiétnicos
o Estados plurinacionales.

Su desventaja estriba en un ordenamiento más laxo, más proclive a la


independencia de alguno de los territorios nacionales y a la existencia de
baches legales entre un ordenamiento y el otro, a partir de las jurisdicciones
de las provincias.

Centralismo

El centralismo obtiene ese nombre porque propone un centro del poder para una
nación determinada, mientras que el federalismo plantea una federación o asociación
de estados en condición de igualdad.

El centralismo (del latín centra, “en un solo lugar”) se define como una doctrina


política que cree en la concentración del poder en un órgano central del Estado,
una autoridad suprema que rige sobre todo el territorio y que dicta las normas para
el reparto de la riqueza, la aprobación de las leyes y todo lo referente al territorio de
la nación.
Un ordenamiento jurídico único en el caso del centralismo

en el orden central, todo reside en una jerarquía única que tiende hacia el centro.

En el centralismo, el gobierno recibe todo el dinero y luego lo reparte en las provincias

La centralización del poder conviene a los países que temen por su


disolución o que prefieren erigir un poder único y fuerte que regule la nación,
sobre todo en casos en que existe mucha desigualdad entre las provincias y se
teme que una provincia rica, por ejemplo, no comparta lo suficiente sus
riquezas con las vecinas más pobres.

El problema de estos modelos centrales es que su implantación genera


mucha fricción en los poderes provinciales y a menudo deriva en modelos
de poder más autoritarios, menos justos, en los que se decide desde muchos
kilómetros de distancia las medidas que deberían beneficiar a
los ciudadanos de una provincia determinada, desconectando así al poder de
la realidad inmediata de su pueblo.

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