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Federalismo y Centralismo

La definición de centralismo y la definición de federalismo pueden ser bien expuestas examinando


sus elementos —ya que ambos conceptos son opuestos y se entienden así, mejor.

Lo que sigue es una relación de los elementos que forman al federalismo y al centralismo.

• Ambos conceptos se refieren al arreglo político —al sistema de gobierno de un país— en cuanto
a la manera en la que se administran los poderes en el territorio.

• Dentro del federalismo se establece una división territorial del poder político —y que crea un
gobierno federal central y adición a una serie de gobiernos regionales con variables dosis de
soberanía.

• Dentro del centralismo no existe esa división territorial del poder político —solamente existe el
gobierno central sin gobiernos regionales.

• En el federalismo, existen unidades políticas que reciben varios nombres: estados, provincias,
comunidades, departamentos, u otros —los que tienen soberanía territorial en asuntos como
policía, tribunales, sistema educativo, impuestos locales y otros.

El gobierno central o federal, en cambio, mantiene poderes de cobertura nacional, como


impuestos nacionales, relaciones internacionales, constitución nacional, política monetaria,
defensa nacional y otros.

• En el centralismo, no existen unidades políticas territoriales y existe una sola entidad que es el
gobierno nacional central, en el que caen todas las responsabilidades —y que tiene oficinas de
representación en las diferentes localidades, como oficinas de impuestos y similares.

• En lo general, se piensa que el sistema federal resulta más conveniente en casos de países con
grandes territorios o marcados contrastes culturales dentro de ellos —mientras que el centralismo
es más aplicable a casos de países pequeños y con culturas muy similares en todas partes.

Lo anterior explica la naturaleza del sistema federal y del sistema centralista, pero no las sutilezas
que pueden presentarse y las dificultades en su implantación —que es lo que intento hacer en lo
que sigue.

Es una posibilidad real el que existan casos de sistemas federales que sólo lo sean de nombre y
que funcionen más como un caso de un sistema central —lo que bien puede descubrirse
conociendo el sistema fiscal del país.

Del total de impuestos pagados, el sistema será federal en la medida en la que ellos sean cobrados
y administrados por los estados o provincias, y no por el gobierno federal —y lo opuesto: si la
mayoría de esos impuestos son recolectados por el gobierno federal, se estará en un caso de
apariencia federal, pero realmente centralista.

Igualmente, aunque de nombre sea federal el sistema, será centralista en el monto en el que los
viajes a la sede del gobierno federal sean parte de la vida empresarial —traslados destinados a
conseguir permisos, obtener licencias y hacer negociaciones.
El sistema federal es más consistente con el principio esencial de la división del poder político, que
así minimiza posibilidades de abusos de poder —pero contiene desventajas, como la duplicidad
latente de funciones gubernamentales en ambos niveles y posiblemente una burocracia neta
mayor a la que se tendría en un sistema centralista.

Además, mientras que en el centralismo la unidad política es sólida, en el federalismo se tiende a


la desmembración de la federación —cuando uno o más de los estados pueden amenazar con la
separación reclamando su soberanía.

Ejemplos de un sistema federal son EEUU, Canadá, España, Suiza —mientras que el ejemplo de un
sistema central democrático es México, a pesar de ser oficialmente un sistema federal, al igual que
Argentina.

Un problema serio del centralismo es su congruencia con sistemas políticos autoritarios —los que,
en su esencia natural, requieren una autoridad central fuerte y única que no tenga competencia
con ninguna otra dentro del mismo país, como sucede en Cuba, por ejemplo.

Mientras existan mecanismo de división del poder, como el funcional (legislativo, judicial y
ejecutivo), aunado a un sistema de elecciones periódicas, la adopción de un sistema federal o uno
central resulta más una cuestión de acomodo a cada situación particular
División del poder

La clave del gobierno democrático es con frecuencia confundida, creyéndose que radica en el voto
mayoritario para la elección de gobernantes —cuando el voto es sólo uno de los varios
mecanismos que se tienen para lograr la esencia democrática: la división del poder para minimizar
sus posibilidades de abuso.

En lo que sigue, expongo los mecanismos de división del poder en una democracia, para al final,
poner la atención en un error actual que viola esa división del poder.

En una democracia, el poder gubernamental se divide con varios mecanismos que lo fragmentan:

• División de poderes políticos funcionales: el gobierno fragmenta su poder en tres funciones —


legislativo, judicial y ejecutivo que entre sí forman pesos y contrapesos.

• División de poderes políticos territoriales: el gobierno fragmenta su poder geográficamente en


estados/provincias/comunidades/municipios/condados, con gobiernos propios también divididos
funcionalmente.

• División de poderes temporales: el gobierno fragmenta su poder en el tiempo, por medio de


elecciones que cambian a los gobernantes periódicamente.

La división del poder político en una democracia tiene, por tanto, esas tres dimensiones: funcional,
territorial y temporal —y puede entonces verse que el voto es sólo una de las maneras de
fragmentar o romper el gran poder que tiene toda autoridad política.

Pero, el principio de la división del poder no se detiene en el campo político, sino que abarca a
toda la sociedad —con otra faceta de la separación de poderes que es la que apunto en lo que
sigue:

• División del poder económico, la que está basada en el mismo principio de fragmentar para
evitar abusos y que impide a los gobiernos poseer empresas (especialmente empresas vitales) —si
esto sucediera se acumularía demasiado poder en el gobierno, igualmente reprobable que el unir
al poder legislativo con el ejecutivo.

Dentro de la esfera económica, se tiene un sistema de fragmentación que rompe el poder


económico por medio de competencia —es decir mercados libres y libre comercio.

• División del poder político —lo que ya traté con la fragmentación funcional, territorial y
temporal.

• División del poder cultural, igualmente basada en la idea de fragmentar, evitar concentraciones
de poder y, por eso, minimizar abusos. En este campo, es donde se aplican las libertades de
expresión, de educación, de religión y el resto de ellas.

La división cultural del poder es lo que hace indebido, por ejemplo, la existencia de medios
gubernamentales de comunicación, como periódicos —como también, hace positiva la separación
iglesia-estado y deja en libertad a la persona para practicar las creencias que desee.
La norma es sencilla: no unir a los poderes económicos con los políticos, ni a los políticos con los
culturales.

Llego ahora al punto que dije contiene la posible miopía liberal cuando, sin darse cuenta de ello, se
propone la unión entre parte del poder cultural y el poder político —una situación indebida que
viola el principio de la división del poder en una sociedad.

Sucede que algunos liberales —especialmente los más extremos de ellos— proponen ideas como,
por ejemplo, el matrimonio de personas del mismo sexo, o el aborto y buscan que ellas sean
legalizadas y legitimizadas por el gobierno.

En casos como estos, el liberal descuidado comete el error al que tanto teme, la acumulación del
poder moral al poder político.

Para explicar esto, es necesario remontarse a la deseable separación de la moral y el gobierno, lo


que es una defensa de libertades y derechos —los que nacen en esferas en las que el gobierno no
tiene poder y donde se define lo bueno y lo malo.

Cuando el gobierno tiene el poder para determinar la ética se acumula demasiado poder en él —
un poder mayor aún que el logrado en el caso de tener el poder económico.

La moral o ética en una sociedad está formada por una variedad de fuentes que la han formado,
especialmente dos de ellas: las normas morales que las iglesias han propagado y las normas éticas
que ha formado la tradición acumulada. Campos en los que la autoridad no puede intervenir sin
violar los principios de la división del poder.

Este es el error que cometen algunos liberales —y en general, los progresistas—, el de sin darse
cuenta del efecto neto de lo que proponen, sugieren que se traslade la moral/ética al gobierno y
sea el gobierno el que defina por medio de la ley lo que es bueno y es malo.

En lo personal, me parece increíble este error de algunos liberales, los que no se dan cuenta que al
proponer legalizar medidas como el matrimonio homosexual o el aborto están dando al gobierno
al que tanto temen un poder extraordinario.

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