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7/4/2020 Ar-técnica y epistemología del AT: Los abismos del lenguaje.

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Ar-técnica y epistemología del AT: Los


abismos del lenguaje.
LA PLAZA AT · DOMINGO, 25 DE MARZO DE 2018 · TIEMPO DE LECTURA: 21 MINUTOS

La PlazAT
La revista digital de los Acompañantes Terapéuticos Nº 3 / Marzo de 2018.

SECCIÓN: Senderos
clínicos / Ética y
técnica.

AUTOR: Juan Manuel


Rodriguez Penagos.

(México DF).

¿Como trasmitir una experiencia clínica que se funda en el silencio y el desconocimiento?,


ese es el desafío de este escrito. Nuestra apuesta pretende discutir algunos conceptos técnicos
del psicoanálisis y de la creación artística, necesarios para la clínica de las psicosis desde el
lugar del analista y del AT. Por un lado, se trata de contribuir a la necesidad técnica de una
practica, eso hay que saberlo, pero también esta misma técnica nos debe poder preparar para
escuchar los desfiladeros del silencio sin la irrupción de nuestras saberes conscientes; para
después hacer de eso, producir actos creativos desde los fundamentos del sujeto, como lo
hace el artista, diríamos desde ahí, que todo tratamiento y cura tiene una cierta profundidad
estética. En este sentido existe una condición del saber propio a cada momento del
tratamiento y esto es también necesario abordarlo desde la epistemología.

La técnica es un saber indispensable para todo artista; pero también para aquellos clínicos
que apuesten su trabajo a escuchar. Ademas de la dificultad epistemologica que eso significa
en los campos del conocimiento, la escucha y el silencio son campos fundamentales de
nuestra practica, pues por nuestra propia naturaleza de lenguaje, escuchar produce un sujeto
en el discurso, a través de sus propias palabras, aun delirantes. Escucharlo, es una manera de
darle la dignidad del sujeto al psicótico. No esperar entender ayuda a poder escuchar, pues el
delirio es un discurso que no incluye al otro en su construcción, por lo tanto no esta hecho
para compartir nada y menos para entender. Por esto mismo quiénes nos trastornamos
somos los que queremos comprender, hacerlo un discurso de la ciencia; sin embargo,
escuchar es poder enloquecer en el sentido de renunciar a nuestro saber para ser llevado por
la voz del Otro, en sus contenidos y sus formas. A veces es más importante sostener la mirada
a un delirante que decir algo, pues en la lógica del objeto, hablan mas las cosas que las
palabras. El problema histórico de nuestra teorización de la psicosis es que se busco durante

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siglos por la vía de la comprensión. En este sentido tenemos el problema epistemológico de


que el delirio es puro proceso primario y el discurso contiene el proceso secundario, Ahí se
produce un abismo, por eso es necesario escoger nuestras batallas clínicas; se juegan saberes
que parecen enfrentar la ciencia con la magia.

Proponer una técnica también debe incluir otras dimensiones del lenguaje donde las palabras
no operan, ya enunciamos la relación del delirio con el desconocimiento y ahora
mostraremos otros territorios donde la palabra no opera. En este sentido, el elemento mas
importante en la música y en la clínica son los silencios, donde la ausencia de palabras, crea
un espacio que despliega otras formas del lenguaje cercanas al objeto. Ahí, se juegan muchos
territorios que el cuerpo captura desde lo ICC. En este sentido, es importante señalar que se
trata de otra forma del saber, que no es un conocimiento del lado de la ciencia, se trata de los
silencios, que para quien escucha puede parecer un abismo, que aunque es territorio, es
profundo y oscuro, ahí la escucha no puede necesitar de la razón científica. En el trabajo con
psicosis, los silencios gritan por sus formas, producen una intuición del lugar donde el
psicótico se atrapa. En el devenir del AT es más importante estar que entender; por ello, el
trabajo analítico y del AT, es una forma de lidiar con los abismos del lenguaje. Saber que
esperar, es más productivo que pretender comprender, eso es mas peligroso, pues nos lleva a
la posibilidad de curar a nuestros pacientes de lo que nos pasa a nosotros.

El vector donde se desarrolla el trabajo clínico se constituye en una relación, es la oferta


transferencial desde algunas formas de lazo y lugares diferentes; por un lado esta la del
analista, y por otro, esta el AT y el psiquiatra. Es importante atender como deviene cada
sesión, lo cual implica atender como se desarrolla el acompañamiento para dar lugar al otro.
Por esta razón, no sólo se trata de una técnica sino que ademas es un arte habitar el sin-
sentido y de escuchar los silencios. Ar-técnica significa un marco teórico para producir desde
nuestra docta ignorancia. Nuestro arte comienza en los vacíos, esta hecho desde lo que falta y
son esos mismos lugares donde se produce el sujeto, donde reaparece la metáfora. Igual que
una obra de arte, lo estético se produce en la relación entre la mirada y el objeto, de igual
forma en tanto clínico sabemos que en una relación terapéutica, escuchar al objeto de goce
del Otro, producirá eventualmente un sujeto devolviéndole su mirada, su escucha.

Poder acompañar significa, estar dispuesto a tramitar la orden que imponga el Amo en cada
delirio, a cada momento y desde una reacción al otro encarnado en el analista y en el AT. El
acompañante y el analista, comienzan a ser testigos de la operación lógica del Amo. Tomando
como ejemplo los caprichos a los que se ve envuelta Alicia en ese país de "las maravillas",
podemos mostrar como esa condición de objeto, se produce desde la lógica de un sueño, sin
olvidar que se trata de la misma condición que produce el delirio, pues esta atrapada y sujeta
a las palabras del Otro, una lógica de la univocidad; de ahí su condición de objeto, fusionado
al orden y sus órdenes. Nuestros pacientes psicóticos tienen certezas, pero no saben porque
lo saben, es dogma. El discurso delirante se muestra como efecto de un texto hermético que
más que hecho de palabras parecen mostrar un acertijo a descifrar, a partir de signos que
habitan al sujeto. De esta manera, es un texto axiomático en el universo de los objetos donde
nuestro delirante es uno más que nombra ese orden. Como psicoanalista reconozco que el
lugar de acompañante terapéutico y del psicoanalista no son iguales ni suficientes para
atender este tipo de padecimientos. La condición de nuestros delirantes se producen también
en su cuerpo, por ello no es suficiente el trabajo con el lenguaje, necesitamos además la
atención a lo Real del cuerpo y la mirada del psiquiatra como parte del equipo.

La familia es también quien sostiene la locura del paciente; por ello son indispensables las
sesiones donde se pueda escuchar el lugar que le dan al delirante. En mi experiencia clínica,
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tener a un psicótico en la familia parece que vacuna al resto de la familia, que no quiere ver
en carne propia su participación en la locura de la casa. Generalmente las familias
involucradas prefieren pensar que se trata de una razón genética, porque esto los excluye de
la responsabilidad, sin embargo, su participación en los alcances de la cura es definitiva. Esta
forma de pensar el psicoanálisis teje una compleja madeja de epistemologías; de políticas en
los saberes, por un lado estaría el lugar del equipo de AT's y el analista; luego el psiquiatra
desde la posición de la certeza científica y en el mismo estatuto de verdad esta la condición de
certeza del delirio del paciente. Al menos tres posiciones del saber, certezas y preguntas,
escuchando y haciéndose cargo de dimensiones diversas del tratamiento, por eso es
importante el trabajo en equipo pues el enemigo a vencer es ese Amo que encarna el cuerpo
del delirante.

Es imposible hacer este trabajo sin haber pasado o estar en un psicoanálisis personal ya que
nuestro instrumento de trabajo es también lo que nos toca como sujetos. Para sostener la
mirada a quien delira, es indispensable tener una relación analítica con nuestros fantasmas
por lo que hay que soportar con el cuerpo. Este contexto de escucha de los abismos, tiene una
relación orgánica con nuestros fantasmas, por eso es importante saber que la transferencia se
invierte y nuestras fantasías del delirante son el proceso final de un trabajo con el cuerpo que
define una forma, un estilo y una posibilidad de tratamiento.

Un extranjero en casa: La oferta social originaria.

Un extranjero en casa, significa que las formas de las fantasías familiares contienen aquello
que es siniestro para todos. Entendemos lo ominoso del delirio, como aquello que es al
mismo tiempo íntimo y extraño en el discurso familiar. Por esto, la noción del extranjero se
juega desde muchos lugares. El primer lugar del extranjero, es quien delira, por eso se les
llama alienados; los que vienen de afuera, pero ese territorio exterior no es cualquiera, es el
que siempre representa lo in-familiar, es decir; las fantasías de varias generaciones,
enraizadas en el comercio familiar que devienen alucinaciones del paciente, que son un
infierno hecho a la medida de los miedos, sostenidos por las fantasías familiares. Entonces el
primero que llegó de fuera fue el delirio llegando desde esta exterioridad íntima, interior que
a todos representa.

Generalmente esta clínica comienza con una situación de desbordamiento y crisis, en este
contexto, el AT es una función indispensable en el inicio de un tratamiento; su posibilidad
ambulatoria le permite llegar a la situación que suele estar gobernada tiránicamente por el
mismo fantasma especular de la familia, en la versión de cada uno de sus miembros. Éste
primer momento del tratamiento hace del AT, un embajador de la alteridad, otro extranjero,
alguien que viene de afuera con una oferta; resolver las cosas de otra manera. En este primer
instante, se instituye a este otro como un intermediario del goce, es llegar a la territorialidad
de la horda primitiva, donde el padre brilla por su ausencia, es un espacio psíquico anterior al
padre, un territorio desolado, sin ley. Freud hace una referencia interesante cuando se refiere
a este contexto como el padre de la horda primitiva, en ella hace una analogía a la relación
entre un hipnotista y el hipnotizado. Esta relación marca una analogía entre el amo y el
esclavo como sucede en el delirio donde todo es objeto. Ahí no hay sujeto, este comienza con
la existencia de la ley, donde se sostiene por la existencia del otro. Después de la llamada de
un miembro de la familia, llegará el alienista, que inaugura el tratamiento bajo la forma del
AT, quien deviene el segundo extranjero después del delirante en la horda primitiva, donde
en el lugar la ley, hay Ordenes del Amo; apareciendo ahí un autoritarismo del Otro; todo es
revelación, saberes axiomáticos, incuestionables. Todos en la familia sufren de los mismos
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fantasmas encarnado de manera diferente, estigmática, anudando al psicótico a una fantasía


genealógica y familiar. Es en este contexto donde comienza un trabajo sutil pero constante
con este gobierno tiránico familiar.

La pura presencia Real del AT contiene al paciente y a su familia; es una instancia distinta a
la que dicta el Amo, convirtiéndose así en una forma inaugural de lo social en la cura, y a
partir de esa relación terapéutica, el dispositivo ya es un lazo inaugural, aún siendo un
artificio de la transferencia, es un primer camino fuera de esta situación pre-edipica que vive
el grupo familiar. La presencia y la escucha del AT, es una oferta del otro, donde aparecen
nuevos caminos de la alteridad. Este dispositivo apuesta a promover una instancia que
favorezca la palabra, que instituye otras legalidades más dignas para el sujeto y más lejos de
la condición de objeto en que se ubicaba nuestro delirante. En esa soledad, la ruta siempre es
clara; se trata de ir al tiempo del paciente, hacia la exogamia, las formas de salir son
complejas, caso por caso, deviene sui-generis; ahí sólo se puede caminar desde lo que hace a
cada paciente distinto, no hacia los universales de la ciencia que borran las diferencias y nos
hace a todos iguales. Nuestra ciencia se trata de lo particular donde lo esencial no son las
categorías sino la subjetividad.

Un equipo clínico es también un artificio social; Una apuesta única para cada delirante y su
familia. Desde la mas profunda soledad del sujeto, comenzó el viaje de regreso, el llamado del
equipo, en donde lo que suceda en el equipo desde su función, su consistencia, el trabajo
interior, constituye un vector importante en la tramitación de la cura. Si la forma terapéutica
por excelencia se constituye fundamentalmente en una relación, es en el interior del mismo
grupo donde se tramita una parte de la dirección de la cura como propuesta social y
multidisciplinaria del trabajo. En este sentido; el trabajo al interior es donde se gesta el
retorno a lo social; a fin de cuentas el equipo es una forma legitima de lo social que esta
diseñado para ese paciente en particular. Recordemos que la lógica de inicio del tratamiento
es la geografía donde imperaba el padre de la horda primitiva, esa condición pre-edipica, sin
ley, sin fronteras, sin sujetos, son territorios ordenados por el deseo inconsciente, ahí viene a
insertarse el equipo como algo que viene de afuera. La exterioridad no existe, si no operan la
posibilidad de las fronteras que las palabras traen desde lo simbólico a través de la metáfora.
En esta condición de infinitud en la que se juega el inicio del tratamiento, nuestra
transferencia a cada caso en particular parece mostrar la ambición de poder pasar de la épica
a la ficción en las formas de la fantasía que gobiernan a nuestros delirantes y sus familias.

La frontera invisible: La aparición lógica del dos.

Tratemos de hacer un boceto de la geografía de las psicosis a partir de la obra autobiográfica


del presidente Schreber; En ella nos muestra desde el inicio, que en el narcisismo se produce
una infinitud. A partir de este caso, muestra como el proceso primario produce la espacio-
temporalidad del delirio. El milagro se produce cuando le hablan los pájaros, los dioses,
encerrado afuera de si. Lo inconsciente no reconoce bordes; así pues, la infinitud es igual que
el vacío, huérfano de sus palabras y de su nombre, inundado de este gran Otro, produce un
nuevo orden mitológico, pero que también ordena con el rigor de los dioses. Es ahí donde
comienza el lugar de objeto de goce del

Otro. Los profetas devienen escribas y así pierden el nombre propio para hablar en nombre
del Otro. Esta disolución narcisista borra las fronteras del cuerpo y se fusiona con esta
exterioridad, deviene ilimitada, como el proceso primario. Al borrarse las fronteras,

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desaparece el sujeto donde la alucinación se sostiene bajo la lógica de lo Uno. En este sentido
es infinito porque no hay con que diferenciar, el principio lógico no existe.

El AT que escucha al delirante, atrapado en este narcisismo infinito, eventualmente deviene


parte de su horizonte simbólico; esta presencia que comienza en lo Real, funciona como un
primer borde que anuncia lo social. Cuando el paciente deja de necesitar el delirio aparece el
AT y con él, se muestra la aparición de una frontera lógica y anímica, este es el primer efecto
terapéutico indispensable. El AT, pone un limite, muestra la aparición del proceso
secundario, un continente a la desolada eternidad. Para el delirante, quien escuche desde
afuera a él y a su familia loca, eventualmente seduce a voltear la mirada hacia la exterioridad,
sobre todo a los otros, como una instancia especular. Esta aparición del otro inscribe al sujeto
en lo social, es en este contexto donde la palabra comienza a hacer aparecer el sentido lo cual
muestra el proceso secundario operando desde el preconsciente; mas claro, parece anunciar
la llegada de la fantasía en el lugar del delirio. Esto muestra la posibilidad de la historia
frente a la eternidad ICC, este es otro efecto terapéutico del trabajo del analista y del AT,
mostrando que el camino es hacia la exterioridad, habemos mas y puede ser distinto; esa es
la promesa.

El delirante en su univocidad habla un idioma privado, el analista y el AT después de


escuchar largamente aparecen algunas formas de su forma sui-generis de significación, esa
relación unívoca de las palabras que operan como signo, certeza donde, cada paciente tiene
una y única relación, ademas en un momento especifico de su vida pues el delirio evoluciona.
En este sentido, se traduce en una suerte de desciframiento, como encontrar la ecuación a
partir de una gráfica; es decir: de lo que se muestra. Es como descifrar una función, una serie
de relaciones unívocas y auto-verificables ya que la alucinación produce lo que necesita para
la certeza, cerrar el circulo del saber. Tomemos las alucinaciones de los místicos donde
nuestros los profetas comparten esta desolación comparable al lugar donde llega el AT, a
escuchar estos discursos que en la soledad de su vida, nadie ha querido escuchar, pues
amenaza su propia razón. El delirante grita lo que nadie quiere escuchar en la familia, por eso
es el loco. En este contexto épico, el equipo debe de poder dejar de confiar en la razón, para
hacer aparecer las razones en cada caso; como mostrando los senderos del fantasma en la
lógica de la fantasía. Esto es algo indispensable para el analista, el acompañante y todos
aquellos que constituyen el equipo de trabajo. Apostamos a un sujeto que llegara a su tiempo
desde su propia disolución.

El trabajo clínico con las psicosis se juega cuerpo a cuerpo, lo inconsciente impera y después
evoluciona en otra relación, en principio a través de la escucha del delirio; este proceso no
solo trata de las palabras sino ademas desde las formas de los silencios. Si el cuerpo del
analista y del AT, trabajan desde una escucha ICC, que no necesitan la razón y un delirio que
cree que tiene toda la razón, mas aun; Es la razón suprema desde su posición de encarnación
del mito. Sin duda, es mas importante estar que entender, escuchando nuestro propio
cuerpo, por ejemplo: en la manera de sostener la mirada frente al delirio. Así, se trata de un
trabajo cuerpo a cuerpo hasta que aparecen los primeros bocetos del otro. Nombrar produce
la diferencia un lugar donde aparecer como un dos, desde lo real precipita la aparición del
otro, luego los otros, y así cada quien comienza a tener un lugar, esa primera exterioridad son
el psiquiatra, el analista y el AT. La palabra muestra un deslizamiento en la estructura, una
suerte de procesamiento del objeto, donde en este regreso comienza con el equipo al romper
con la lógica de lo Uno. Este recorrido en la aparición del proceso secundario en el sujeto
delirante va mas allá del sentido, son ordenes y ordenes, que con el tiempo muestran una
significación única e unívoca, donde el acompañamiento es el arte de lidiar con lo imposible.

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Un ejemplo de este proceso se muestra cuando en el discurso delirante, aparece algo o


alguien fuera del tejido unívoco de su cosmovisión siempre épica. El delirio impone limites y
formas desde lo mas arcaico de su exterioridad. La apuesta clínica incluye producir un
territorio fuera del corpus delirante. Este territorio exterior aparece desde de las apuestas
terapéuticas de los acompañantes de situaciones que instituyan al paciente. Esta es una
estrategia constante del AT donde los actos tienen la palabra, para una gran cantidad se
sujetos delirantes, salir de casa es la primera frontera hacia la exogamia. El AT puede apostar
a producir acontecimientos, como aquello que tiene una inscripción inconsciente, Estos
movimientos tienen un valor de aquello que replantea la historia como efecto de la aparición
de esa lógica del dos. La lógica de la historia, del amor, de la cura.

La escucha abismal del delirio: Tiempo de no entender.

La formación del AT, del analista y del músico comparten el hecho de que se puede enseñar
la técnica de su instrumento pero el verdadero desafío es la manera de escuchar. El clínico y
el músico, comparten el hecho de que, para escuchar es necesario dejar de pensar, dos no
caben, escuchar y entender no pueden aparecer al mismo tiempo. Lo importante es la
manera de habitar ese silencio interior; en el universo de los objetos las formas hablan. En el
músico y en el clínico el trabajo es escuchar y en esa intimidad inventar y producir otras
formas. Para el músico, solamente escuchando puede intervenir, al igual que el clínico.
Escuchar objetos, que hablan por sus formas, sin interponer un juicio o un saber. Desde
Freud se plantea desde esa atención flotante que prescinde del saber y en si mismo una forma
del saber contenido en esa formula de un saber que no se sabe; y sin embargo existe, se sabe,
se mueve.

Para el saber del clínico, escuchar con el cuerpo un delirio, no necesita palabras, el hecho de
estar habla por sus formas, pues esa construcción es un texto hermético, no esta escrito para
ser leído sino descifrado, para llegar a ese momento es necesario dejarse habitar la
incertidumbre de nuestra propia ignorancia, hasta que el cuerpo resuelva. Lo Real grita por
sus formas pero no conoce las palabras, se escucha desde la musicalidad del delirio, desde su
mirada, hasta en la corporeidad con la que escuchamos a los sujetos atrapados en el delirio.
El estilo en la escucha, produce ademas diferentes formas del silencio, ahí los objetos toman
la palabra, en tanto representacion-objeto; así, los silencios marcan un vector en la escucha
desde el trabajo cuerpo a cuerpo del equipo clínico.

La clínica en extension en la que se desarrolla una cura tiene ademas, la posibilidad de


trabajar a partir de actos, ahí se juega una parte importante de sus apuestas. La lógica del
proceso primario da espacio a una clínica del acto donde el puro estar ya es un
acontecimiento de escucha, un lugar de testigo. Los actos constituyen una dimensión donde
es posible llamar al otro, por ejemplo; caminar mientras conversan. Este es ya un evento
social donde la soledad empieza a ceder con la aparición de la palabra. como clínica del acto,
la llegada de un AT a la escena en conflicto en una discusión familiar que normalmente
acabaría en un pasaje al acto violento; la presencia y la escucha del AT puede invitar al sujeto
a apalabrar, a resolver de otra manera la situación; esa función de testigo y articulador es
fundamental en el regreso a lo social.

El eje de la clínica se juega en la manera en la que nuestros pacientes se escuchen, no solo a


través de sus palabras, sino también de sus silencios, de sus actos. La vivencia de escuchar un
delirio nos lleva a los abismos de lenguaje, donde la mirada de lo simbólico no llega a la
profundidad del fantasma, de las maneras de fantasear. Escucharlo, es no dejarlo solo,
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acompañarlo, aun en su propia ausencia, que es la mas profunda soledad. Esto es un goce
clínico, es el reflejo de una pequeña porción de lo que nuestro delirante sufre, pero ahora ya
no esta solo y eso cuenta en su dignidad. Lo acompañamos sin entender, pues el paciente se
encuentra en donde no se puede pensar, se obedece. En este sentido la manera de estar de un
AT es crucial en el efecto que produce en el universo de las formas. Acompañar desde
cualquier lugar del equipo, es para los clínicos también un goce; donde tenemos una cierta fe
en el sujeto que nos permite apostar como hace el poeta al apalabrar desde los abismos del
lenguaje. Así el estilo se inventa, como el músico que comparte los laberintos del arte en la
invención de la escucha, que también implica inventar una voz generalmente discreta, que
pueda lidiar con los demonios, a veces, solo con el arma de dejarlos hablar, hasta que se
escuchen.

Podemos apostar a incluir en el tratamiento un poco de poesía como política, que se


convierte en una forma de restituir, como una carta de un poeta a la psiquiatría clásica,
cansada de la ciencia. Arte-cnica, significa poder confiar en los efectos terapéuticos,
neurolepticos y sociales de la poesía. Les dejo una receta:

La luna
Jaime Sabines
La luna se puede tomar a cucharadas
o como una cápsula cada dos horas.
Es buena como hipnótico y sedante
y también alivia
a los que se han intoxicado de filosofía.

Un pedazo de luna en el bolsillo


es mejor amuleto que la pata de conejo:
sirve para encontrar a quien se ama
para ser rico sin que lo sepa nadie;
y para alejar a los médicos y las clínicas.
Se puede dar de postre a los niños
cuando no se han dormido.
y unas gotas de luna en los ojos
de los ancianos ayudan a bien morir.

Pon una hoja tierna de la luna


Debajo de tu almohada
Y miraras lo que quieras ver.
Lleva siempre un frasquito de aire de la luna
Para cuando te ahogues,
y dale la llave de la luna
a los presos, y a los desencantados.
Para los condenados a la vida
Y para los condenados a muerte,
No hay mejor estimulante que la luna
En dosis precisas y controladas.

La PlazAT Nro. 3

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