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BASES ANATOMICAS DE LA ASANA

Por Amable Díaz

Mi análisis de la asana se apoya en una visión dinámica de la anatomía corporal.


Trataré, primeramente, de demostrar la relación existente entre los distintos
segmentos óseo-musculares del cuerpo; posteriormente, expondré el efecto de la
coordinación visomotora sobre la estructura ósea y sobre la asana misma: en tercer
lugar, destacaré cómo la respiración controlada modifica beneficiosamente el trabajo
postural. Hablaré luego de la importancia de conocer cuáles son los puntos
esenciales, a partir de los que se han de ejecutar correctamente las asanas clásicas.
Por último, mencionaré el valor de ajuste neuro-muscular que alcanzamos cuando
fijamos la atención en alguna parte concreta de nuestro cuerpo.
El desarrollo motor es uno de los más tempranos entre los humanos, hasta el punto
de que no tenemos conciencia de cómo lo hemos aprendido. En yoga ocurre algo
parecido: podremos hacer cualquier movimiento o postura, sin conocer nada de las
articulaciones, músculos, tendones o ligamentos. Y sin embargo, una vez que hemos
rebasado un nivel inicial de práctica, conviene aplicar los conocimientos anatómicos
a las posturas, a la relajación, a la respiración e, incluso, a la concentración.
La primera relación entre postura y anatomía es la clasificación que establecemos
para formar los distintos grupos de asanas: arqueamientos, inversiones, flexiones,
torsiones, equilibrios, etc. Con estos distintos grupos, configuramos las sesiones de
yoga. Sabemos que nuestro aparato locomotor está constituido por huesos,
ligamentos, músculos y tendones. Las articulaciones unen los cuatro elementos
anteriores y nos permiten toda la serie de movimientos de nuestro cuerpo. Al hablar
de posturas específicas y de anatomía hemos de tener presente, en primer lugar, la
colocación inicial de la estructura ósea; luego, el trabajo muscular y, finalmente, el
movimiento de las articulaciones.
Para llevar adelante con éxito este tipo de trabajo nos apoyaremos, primeramente,
en el conocimiento básico de los segmentos del cuerpo. Existen once partes distintas
y relevantes de nuestro cuerpo para la ejecución de las posturas, a saber: dedos de
los pies, pies, piernas, muslos, caderas, tronco, hombros, cuello, cabeza, brazos y
manos, constituidas por huesos largos o cortos. Posteriormente, serán recubiertos
por ligamentos, luego por los músculos y sus correspondientes tendones. Los
huesos, ya sean largos o cortos, se limitan a formar un segmento específico. Por su
parte, la función de los músculos es la de relacionar dos segmentos entre sí a través
de los tendones en unos casos, con la adhesión a los huesos en otros (músculos
cortos que unen las vértebras entre sí). Gracias a estos el movimiento tiene lugar.
Se puede experimentar la relación entre los distintos segmentos de la siguiente
forma: si presionamos los pies contra el suelo, notaremos un cambio en las piernas,
a la altura de las pantorrillas. Desde ahí, el cambio se transmitirá a los muslos; desde
aquí a las caderas; desde las caderas a la zona lumbar de la columna,
propagándose, desde ahí, con menos intensidad, hasta la cabeza. De tal forma que,
sin tener músculos que vayan de los pies a la cabeza, a través de la corrección de
una de las partes provocamos respuestas de ajuste sucesivas en el conjunto del
cuerpo.
El mismo efecto lo podremos hacer a la inversa: verticalizando la cabeza, ajustamos
la posición del cuello; desde el cuello incidimos en el tórax; desde aquí, cambiamos
la posición de los músculos del abdomen y la verticalidad de las caderas y, a partir
de ahí, se propagan sucesivos ajustes en dirección a los pies.

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En este mismo ámbito, es igualmente interesante señalar la relación directa que
existe entre las articulaciones de un mismo lado del cuerpo. Así, si abrimos hacia la
derecha el pie derecho, generamos una rotación externa de la cadera derecha y la
misma rotación en el hombro derecho. También se producirán cambios cuando
giramos la cabeza, cuyo movimiento repercute en el hombro, en la cadera y llega al
tobillo, cuando el cuerpo está en posición supina; en posición vertical la repercusión
finaliza en la cadera misma. Dichos movimientos generan, a su vez, una rotación de
columna hacia el lado del giro. Estos conocimientos nos serán muy útiles para
explicar mejor las asanas y facilitar con ello la comprensión del trabajo postural en
yoga.
Y, no obstante, tanto en el proceso de desarrollo evolutivo del sujeto humano, como
en la práctica del yoga, al complejo aparato locomotor, en movimiento o en posición
estática, hay que añadirle, como segundo componente, la coordinación visomotora,
concepto que, como su nombre indica, supone una respuesta visual en relación con
la parte motora de nuestro cuerpo: con cualquier parte del cuerpo en sentido amplio,
o solo con la cabeza y el cuello, en sentido restringido.
Esta vinculación, perfectamente constatable, entre la vista y el cuerpo, supone una
respuesta innata, cuya función es la de adaptación al medio, preservar la integridad
física del sujeto y optimizar sus recursos. Podemos comprobar esta circunstancia al
ejecutar las distintas series de posturas. Así, en cualquier extensión, la mirada sube
hacia arriba y hacia atrás, tanto por el efecto de extensión como por el efecto lógico
de la coordinación visomotora. En las torsiones se produce idéntico fenómeno de
acoplamiento entre mirada y posición del cuerpo: en las flexiones la mirada converge
hacia el nacimiento de la nariz, en los equilibrios de pie la vista va al frente, y de esta
forma podríamos proseguir con los restantes grupos de posturas. En nuestra
práctica de las posturas, podremos utilizar, pues, esta coordinación visomotora tal
cual se manifiesta, o bien ponerla al servicio, de manera deliberada, de algún
objetivo específico. Es útil también para la corrección anatómica, o aun, para
gestionar más eficientemente el gasto energético durante el mantenimiento de las
posturas.
La relación entre la mirada y la posición de los globos oculares era bien conocida por
los yoguis de la antigüedad. Ellos mismos habían elaborado los ejercicios de tratak o,
de manera más amplia, los dhristis. No deberemos tampoco olvidar los efectos de la
mirada en los mudras internos: khechari y sambhavi, entre otros. La posición de los
globos oculares varía de forma natural en función de la posición del cuerpo, tal como
se ha expuesto en los párrafos anteriores. Cuando el cuerpo se halla en posición
estática la mirada se carga de percepciones especificas, en lo que a los estados de
conciencia se refiere. Los cambios se producen tanto si los ojos se encuentran
abiertos como cerrados. Así, si cerramos los ojos estando de pie o sentados,
nuestra mirada tenderá, habitualmente, a ir hacia abajo, con la consiguiente
sensación de relajación. Si, en estas mismas condiciones, llevamos la mirada al
frente lo que percibimos es activación. Comprobamos pues que, en una relajación
guiada, la mirada junto con la atención, aun teniendo los ojos cerrados, irá pasando
por las distintas partes nombradas del cuerpo, y, si conocemos bien las posibilidades
que nos ofrece el sentido de la vista, haremos un trabajo más eficaz en yoga, en los
planos anatómico, psíquico y mental.
Como tercer elemento para mejorar las bases anatómicas de la asana, incluiremos la
respiración controlada. Todos sabemos que cuando expulsamos el aire en una
respiración yóguica, trabajamos muscularmente, fortaleciendo la parte inferior del
tronco (músculos abdominales, músculos del suelo pélvico, glúteos y aquellos que
configuran la zona lumbar). Esta respiración controlada corrige igualmente la

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excesiva lordosis lumbar. En la inspiración trabajamos la región torácica (músculos
intercostales, del cuello y de la espalda): todo ello repercute igualmente en la
hipercifosis, modificándola de manera positiva.
Las mejoras derivadas de la respiración controlada solo aparecerán si incorporamos
dicha respiración a la práctica postural.
El cuarto aspecto se refiere al hecho de conocer con precisión los puntos esenciales,
a partir de los cuales se hace la postura. La buena o incorrecta utilización de este
conocimiento cambiará radicalmente la ejecución de la postura, tanto en su logro
anatómico como en los beneficios que aporta, puntos esenciales estos que tienen
que ver con la adecuada colocación de la estructura ósea en el momento de la
ejecución de la postura. Dicha estructura nos ofrece, en efecto, una gran variedad de
movimientos: retro y anteversión en las caderas, rotación interna y externa del fémur,
flexión y extensión. Lo mismo sucede en los miembros superiores: rotación interna y
externa de los hombros, ante o retropulsión, extensión, flexión, rotación o inclinación
lateral de columna.
Diremos, como ejemplo práctico que no es lo mismo, en la ejecución de
suryanamaskar, iniciar el movimiento hacia atrás desde los brazos, que comenzarlo
desde las caderas. Lo mismo sucede en las flexiones en posición sentada: quien,
erróneamente, las empiece bajando primero los brazos, bloqueará y dejará ir las
caderas hacia atrás. Si en kamdharasana se pretende ajustar más la postura,
teniendo las rodillas separadas más allá de la anchura de las caderas, el
arqueamiento se vuelve imposible. En trikonasana, si se intenta hacer solo desde la
fuerza que se aplique al brazo que está en lo alto y desde el giro de la columna,
desperdiciaremos el trabajo equilibrador que resulta de una buena distribución del
peso sobre los dos pies y la mano de apoyo. Ejecutar, pues, las posturas teniendo
presentes estos puntos esenciales, tiene una función correctora que conlleva
eficacia, a la vez que facilita un aprendizaje rápido y seguro. Y ello mismo -al ser
anatómicamente correcto-, va a generar una repercusión positiva en cadena, sobre
los restantes planos del organismo: en la respiración, en la atención, en los centros
energéticos, etc. El estado interior se armoniza así instantáneamente.
Finalmente, la atención es el quinto aspecto importante. Podemos definirla como una
parte de la conciencia que corresponde al estado de vigilia y depende de la
activación de nuestro sistema nervioso central. A primera vista, la atención parece
corresponder más al yoga mental y no es tan frecuente integrarla en la práctica
postural. Y, no obstante, los beneficios de esta integración nos permiten una toma de
conciencia en la ejecución y en lo que la postura nos transmite, mientras la
mantenemos. Cuando llevamos la atención a una zona concreta del cuerpo,
generamos un ajuste neuromuscular, tanto en el sentido de la tonicidad como en la
distensión. Con este componente atencional, a la vez que perfeccionamos la postura
aprendemos a manejar conscientemente nuestra mente y nuestra conciencia. Otro
aspecto importante que conlleva el uso consciente de la atención en la práctica del
yoga es la desactivación del flujo mental.
Quisiera expresar aquí, a modo de conclusión, que este trabajo me ha interesado
hacerlo porque significa, para mí y para mis alumnos, poner de relieve, a través de
un análisis detallado, el valor de los aspectos resaltados, que son fundamento de la
eficacia del yoga.

Buena y consciente práctica a todos.


OM SHANTI.

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