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Felix Inchausti
Osakidetza
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Félix Inchausti
1
INDICE
1. Introducción
2. Clasificación actual de los trastornos depresivos
3. Evaluación de la depresión en la infancia y adolescencia
3.1. Principales instrumentos de medida de depresión
3.2. Signos y síntomas de sospecha de depresión
4. Tratamientos psicológicos con apoyo empírico para la depresión en la
infancia y adolescencia
4.1. Terapia cognitivo–conductual
4.2. Terapia conductual
4.3. Psicoterapia interpersonal
4.4. Terapia familiar
4.5. Otros tratamientos psicológicos
5. Consideraciones generales sobre los tratamientos psicológicos para la
depresión en la infancia y adolescencia
5.1. Estabilidad del cambio
5.2. Predictores, moderadores y mediadores del cambio
5.2.1. Predictores del cambio
5.2.2. Moderadores del cambio
5.2.3. Mediadores del cambio
6. Recomendaciones y directrices
7. Conclusiones
Apartado A. En primera persona
Apartado B. Caso clínico
Apartado C. Términos clave
Apartado D. Enlaces web de interés.
Apartado E. Bibliografía comentada.
Referencias
2
1. Introducción
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elevada y, por tanto, susceptibles de recibir un tratamiento, así como evaluar los
resultados de las intervenciones.
4
mental internacionales. En esta revisión se incluyen también estudios con
intervenciones preventivas cuyas muestras incorporan a niños y adolescentes
con sintomatología depresiva subclínica elevada. Como novedad con respecto a
otros trabajos previos, en este capítulo se valoran los datos acumulados desde
diferentes orientaciones teóricas en lugar de evaluar los efectos de programas
específicos por separado. Este proceder se justifica, entre otras razones, por las
nuevas corrientes que consideran que los tratamientos específicos (y
manualizados) son, en esencia, formas de operativizar propuestas teóricas más
amplias y variadas (Southam–Gerow y Prinstein, 2014; Weersing, Jeffreys, Do,
Schwartz, y Bolano, 2017). En quinto lugar, se comentan los hallazgos más
notables en términos de predictores, moderadores y mediadores del cambio en
la depresión infanto-juvenil. Este apartado pretende: (1) ayudar tanto a los
clínicos como al menor y su entorno en el proceso de elección y/o adaptación
del mejor tratamiento; y (2) servir de estímulo para futuros estudios que permitan
un mayor refinamiento de los tratamientos actuales. En sexto lugar, se exponen
las principales recomendaciones del Instituto Nacional de Salud y Excelencia
Clínica del Reino Unido (NICE, 2019) para la intervención de niños y jóvenes con
depresión entre moderada y grave. Por último, se discuten las implicaciones
teóricas y prácticas de los estudios analizados y se apuntan líneas futuras de
investigación de particular interés científico y aplicado.
5
El trastorno disfórico premenstrual aparece también en este grupo si bien su
codificación se vincula a los trastornos premenstruales, en la categoría de
problemas de salud relacionados con dolor pélvico femenino asociado a órganos
genitales o ciclo menstrual (es decir, fuera de los trastornos mentales, del
comportamiento y del neurodesarrollo de la CIE–11).
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Disponemos de múltiples instrumentos psicométricamente adecuados para
la evaluación de la depresión infantil y adolescente. La tabla 1 resume algunos
de los instrumentos más utilizados en la literatura especializada para evaluar la
sintomatología depresiva en esta etapa del desarrollo.
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menor. Las entrevistas requieren de un entrenamiento previo para su utilización
y deben ser utilizadas por especialistas en salud mental. Igualmente, varios
estudios sugieren que el nivel de concordancia entre informantes es inferior en
el caso de los trastornos internalizantes en comparación a los externalizantes
(Deng, Liu y Roosa, 2004; Grietens et al., 2004). En este sentido, por ejemplo,
Cicchetti, Rogosch, Gunnar y Toth (2010) encontraron unas tasas de
concordancia significativamente baja entre las evaluaciones de los padres y los
profesores. Por ello, es necesario dotar de más y mejor información a la
población en general y, específicamente a las familias y centros educativos,
sobre los signos y conductas de sospecha para la depresión en las distintas
etapas evolutivas.
8
(b) esfera cognitiva y actividad escolar: baja autoestima, falta de
concentración, disminución del rendimiento escolar, fobia escolar, trastornos de
conducta en la escuela y en la relación con sus iguales;
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efectos de tratamientos conductuales o cognitivo–conductuales, con solo dos
excepciones: un ensayo clínico abierto y no aleatorizado que sondeaba la
efectividad de la terapia interpersonal en adolescentes (Interpersonal
Psychotherapy for Adolescents, IPT–A; Mufson et al., 1994) con depresión; y otro
que incluía la terapia familiar y la terapia de apoyo como grupos de comparación
frente a la TCC en adolescentes (Brent et al., 1997). Kaslow y Thompson (1998)
concluyeron que, de forma general, estos tratamientos psicológicos superaban
a los grupos de control ––típicamente de lista de espera–– con independencia
de su modalidad (grupal vs. individual, con o sin la participación de los padres).
Al evaluar los hallazgos hasta esa fecha, Kaslow y Thompson (1998) se
centraron solo en aquellos protocolos que estaban específicamente
manualizados para la depresión infanto–juvenil (p.ej., Adolescent Coping with
Depression, Lewinsohn, Clarke, Hops y Andrews, 1990), en lugar de evaluar
conjuntamente el valor de las diversas orientaciones teóricas. Siguiendo esta
perspectiva, los autores consideraron que ningún tratamiento cumplía con los
criterios para considerarlo como “bien establecido” según la APA y solo dos
tratamientos se clasificación como “probablemente eficaces” (Self Control
Therapy, Stark, Reynolds y Kaslow, 1987; Adolescent Coping with Depression,
Lewinsohn et al., 1990).
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estudios con niños pudo superar este umbral debido a una variedad de defectos
de diseño (p.ej., un pequeño tamaño muestral, problemas con la aleatorización,
criterios de inclusión/exclusión poco claros o una falta de estandarización de la
evaluación clínica).
Si bien inicialmente los estudios en este campo arrojaron tamaños del efecto
espectaculares (p.ej., d de Cohen= 1,02 en Reinecke, Ryan y DuBois, 1998; d =
1,27 en Lewinsohn y Clarke, 1999), varios metaanálisis tanto con población
infanto–juvenil (p.ej., Weisz, McCarty, y Valeri, 2006) como con adultos (p.ej.,
Johnson y Fribourg, 2015) han rebajado estas expectativas, sugiriendo tamaños
del efecto bastante más modestos. De hecho, los valores encontrados en los
11
últimos años situarían los efectos de los tratamientos para la depresión en la
infancia y adolescencia entre los menos espectaculares de toda la literatura
científica sobre tratamientos psicológicos con apoyo empírico. Por ejemplo,
Weizs et al. (2019) señalan un tamaño del efecto postratamiento con la g de
Hedges de 0,30 [95% IC = 0,20–0,39; t(222) = 6,27; p < 0,001]. En adolescentes,
esta reducción en parte podría deberse a la mayor acumulación de datos en este
segmento de edad y a los notorios avances en la calidad metodológica de los
estudios, incluyendo condiciones activas de control (p.ej., terapia de apoyo;
Brent et al., 1997) y muestras clínicamente más graves (p.ej., con un trastorno
de la conducta comórbido; Rohde et al., 2004).
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Paralelamente, es conveniente recordar, aunque no sea objeto de este
capítulo, que la literatura sobre los efectos de la medicación antidepresiva en
adolescentes ha seguido una trayectoria similar a la TCC, con unas altas
expectativas iniciales que progresivamente, con estudios posteriores mejor
diseñados, se han ido diluyendo. Por ejemplo, varios trabajos han cuestionado
el valor clínico y el perfil de seguridad de los antidepresivos (Le Noury et al.,
2015; Boaden, Tomlinson, Cortese, y Cipriani, 2020). Adicionalmente, varios
metaanálisis han destacado su pobre respuesta en muestras clínicamente más
graves y sus bajos tamaños del efecto (p.ej., d = 0,51; 95% IC = 0.99−0.03 en
Brent, Gibbons, Wilkinson, y Dubicka, 2018).
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solo cumple criterios para una recomendación de nivel C, es decir, de un
tratamiento posiblemente eficaz. Esta catalogación supone un claro retroceso
con respecto a la de David–Ferdon y Kaslow (2008), quienes valoraron la TCC
como un tratamiento bien establecido para la depresión infantil. Este descenso
se debe principalmente al uso de unos criterios metodológicos más rigurosos
para juzgar los ensayos y, en concreto, a la inclusión de los estudios con
hallazgos nulos previamente excluidos, así como a la exclusión de otros
anteriormente incluidos con muestras subclínicas en los que la TCC obtuvo
grandes tamaños del efecto. De forma general, la TCC ha demostrado ser
efectiva frente a grupos de control de lista de espera, pero este hallazgo no ha
sido replicado con claridad por equipos de investigación independientes y sin
conflictos de interés. La TCC no obtiene el grado de recomendación A ni B
porque sus efectos no han podido compararse estadísticamente con una
condición activa de control o con un tratamiento alternativo con apoyo empírico
para la depresión infantil. Además, el patrón de efectos de la TCC es
significativamente variable intra e interestudios.
14
habiendo demostrado únicamente un efecto superior a una condición de control
(TCC individual presencial) en un solo ensayo (Nelson et al., 2003).
15
TCC: terapia cognitivo–conductual.
16
de lista de espera (Ackerson et al., 1998). Otro de Stice et al. (2008), concluyó
que la biblioterapia no fue superior a un grupo control de solo evaluación al
finalizar la intervención, aunque sus efectos se mantuvieron a los 6 meses de
seguimiento.
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TCC: terapia cognitivo–conductual; IPT: psicoterapia interpersonal.
18
La IPT (Weissman et al., 2000, 2004) es un tratamiento focalizado en el
abordaje de las dificultades relacionadas con pérdidas (duelos complejos),
conflictos (disputas interpersonales), cambios (transiciones vitales) o carencias
en las relaciones con los demás (déficit interpersonal) que pueden dar origen o
mantener la depresión. Esta terapia se centra fundamentalmente en el alivio de
los síntomas y la superación de los conflictos interpersonales. La IPT hace uso
de estrategias conductuales como la resolución de problemas y el entrenamiento
de habilidades sociales. Su duración se estima entre 12-16 sesiones en los casos
más graves y entre 3-8 sesiones en los menos graves.
La IPT en formato grupal ha sido examinada por tres ensayos clínicos con
adolescentes deprimidos. Uno de ellos ya fue incluido en la revisión de David–
Ferdon y Kaslow en 2008 (Young, Mufson, y Davies, 2006) y dos ensayos han
sido publicados posteriormente (Rosselló et al., 2008; Young, Mufson, y Gallop,
2010). De estos tres ensayos, dos encontraron efectos positivos de la IPT grupal
frente al counselling escolar para adolescentes con síntomas depresivos
elevados (Young et al., 2006; Young et al., 2010). El tercer ensayo no encontró
diferencias estadísticamente significativas entre las versiones individuales y
grupales de la IPT y la TCC (Rosselló et al., 2008) en jóvenes clínicamente
deprimidos. Estos hallazgos son difíciles de interpretar debido a que los cuatro
tratamientos obtuvieron unas tasas de respuesta similares y dentro de los rangos
previamente descritos en la literatura para la TCC individual y la IPT individual.
Esta constatación podría interpretarse como un apoyo a la equivalencia potencial
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de la IPT grupal frente a otros tratamientos bien establecidos para la depresión
juvenil. Sin embargo, la IPT grupal de momento solo cumple los criterios de un
tratamiento con recomendación B (probablemente eficaz) ya que los dos
estudios que demuestran su efectividad han sido realizados por el mismo equipo
de investigación.
Hasta la fecha, cinco ensayos clínicos con una buena metodología han
examinado la efectividad de los tratamientos familiares para la depresión en
adolescentes. Dos ensayos encontraron efectos significativamente superiores de
este tipo de intervenciones frente a un grupo control (Diamond, Reis, Diamond,
Siqueland, y Isaacs, 2002; Diamond et al., 2010). Otros dos ensayos, por el
contrario, no encontraron diferencias significativas entre los grupos de
tratamiento y control (Rohde et al., 2014; Sanford et al., 2006). Por último, otra
investigación halló que la terapia familiar era significativamente inferior a la TCC
y no pudo diferenciarse de la terapia no directiva de apoyo (Brent et al., 1997).
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apego, este modelo cumpliría los criterios de recomendación B (probablemente
eficaz) para la depresión en adolescentes.
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tratamientos disponibles a largo plazo. En estas investigaciones, los jóvenes
seleccionados presentan síntomas depresivos significativos, pero sin llegar a
cumplir criterios diagnósticos completos para un trastorno. Las intervenciones
psicológicas en este tipo de estudios han demostrado ser bastante exitosas para
reducir el impacto negativo de los síntomas a largo plazo.
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rangos de edad en la respuesta psicoterapéutica en depresión, encontrando que
la efectividad parece disminuir a medida que aumenta la edad (Curry et al.,
2006). Del mismo modo, la mayoría de los estudios no incluyen muestras
significativas de jóvenes provenientes de minorías étnicas y raciales, lo que limita
establecer conclusiones sobre sus efectos.
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La exposición a situaciones potencialmente traumáticas parece actuar como
un moderador significativo. En general, los datos disponibles apuntan a que la
TCC es efectiva para el tratamiento de jóvenes con depresión e historia de
traumas, salvo que exista abuso de sustancias (Asarnow et al., 2009; Barbe et
al., 2004; Shamseddeen et al., 2011). Sin embargo, las tasas de respuesta de la
TCC parecen ser comparativamente inferiores en jóvenes expuestos a traumas
interpersonales (Shirk et al., 2014). La historia de abusos sexuales parece estar
consistentemente asociada con una peor respuesta de la TCC (Lewis et al.,
2010; Shamseddeen et al., 2011). Todavía no está claro el mecanismo a través
del cual el trauma actúa como moderador; algunas hipótesis apuntan a que es
su impacto negativo en la relación terapéutica o en el compromiso con las tareas
de la terapia. Otras hipótesis, sin embargo, han planteado que es el deterioro en
el funcionamiento ejecutivo (secundario al trauma) lo que interfiere en la
aceptación de las intervenciones cognitivas.
24
5.2.3. Mediadores del cambio.
Con respecto a las posibles variables mediadoras entre los tratamientos y sus
resultados, la literatura disponible es, como en los casos anteriores, limitada. El
cambio cognitivo y conductual parece relacionarse con el cambio de los síntomas
depresivos, pero estos hallazgos no son consistentes en todos los estudios ni
con todos los instrumentos de medida de proceso utilizados. En un ensayo con
biblioterapia cognitiva para adolescentes con depresión leve en atención
primaria, Ackerson et al. (1998) encontraron que fue el cambio en las actitudes
disfuncionales y no en los pensamientos negativos automáticos lo que medió
significativamente en los efectos de la intervención. Sin embargo, este efecto
solo se constató cuando eran los propios jóvenes los que informaban sus
síntomas depresivos y no cuando eran valorados por calificadores externos
mediante entrevista. Por el contrario, en un análisis secundario que examinó el
proceso y resultado de la TCC en jóvenes con depresión y trastorno de conducta
comórbido, Kaufman et al. (2005) no encontraron efectos significativos para las
actitudes disfuncionales y sí efectos pequeños pero significativos en el
Cuestionario de Pensamientos Negativos Automáticos (Hollon y Kendall, 1980).
Kaufman et al. (2005) observaron, además, que los adolescentes deprimidos
mejoraron su participación en actividades agradables tanto con la TCC como con
una intervención de tutoría de habilidades para la vida. Este resultado parece
contradecir la hipótesis de que la activación conductual es una variable
mediadora en los tratamientos psicológicos efectivos para la depresión.
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significativamente a otros mediadores específicamente diseñados para las
condiciones de control y terapia de apoyo, lo que cuestiona que la TCC
únicamente altere procesos de tipo cognitivo-conductual.
(a) Los pobres efectos generales de la TCC tanto en los análisis de resultado
como de mediación.
(b) La escasa evidencia de que el cambio cognitivo preceda a los cambios en
los síntomas depresivos.
Dentro del ensayo TADS, Lewis et al. (2009) también examinaron los cambios
en factores motivacionales como posibles mediadores del resultado. En sus
análisis, los cambios en la disposición autoinformada para la acción al inicio del
estudio y a mitad de tratamiento fueron significativamente superiores para los
jóvenes que recibieron el tratamiento combinado (TCC + fluoxetina) y la TCC
sola en comparación con los grupos que solo recibieron medicación o placebo.
El cambio en la disposición para la acción medió parcialmente entre los efectos
del tratamiento combinado y los síntomas depresivos en el postratamiento. Al
igual que Jacobs et al. (2009), estos autores concluyeron que el cambio temporal
entre la orientación a la acción y los síntomas depresivos no quedaba claro.
Un nuevo análisis de Kolko et al. (2000) con los datos del ensayo comparativo
de Brent et al. (1997) –con la TCC, la terapia familiar y la terapia de apoyo–
intentó probar el efecto mediador de los errores cognitivos negativos (Yost y
Carroll–Wilson, 1986) en la depresión juvenil. Sin embargo, la falta de
información sobre las medidas de los mediadores y los resultados comprometió
el poder estadístico del estudio por lo que los análisis de mediación se
paralizaron por la falta de un efecto primario del tratamiento sobre los síntomas
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depresivos (el ensayo principal encontró efectos significativos que favorecían a
la TCC frente a tratamientos alternativos). Al igual que Stice et al. (2010), Kolko
et al. (2009) también observaron efectos inespecíficos de la TCC. Si bien los
análisis de mediación no se llegaron a completar, el estilo cognitivo obtuvo un
efecto específico superior en la TCC frente a la terapia familiar y la de apoyo. No
obstante, el conflicto conyugal y el control parental del comportamiento también
demostraron efectos significativos en la TCC a pesar de ser factores
teóricamente diseñados para la terapia familiar.
6. Recomendaciones y directrices
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multidisciplinar. En España, las USMIJ forman parte del Sistema Nacional de
Salud y su acceso, por regla general, depende de atención primaria siendo el
pediatra o médico de atención primaria quien plantea la interconsulta o
derivación a la USMIJ.
Una vez establecido e informado el diagnóstico al menor y sus familiares o
cuidadores (según corresponda), es necesario discutir la elección del
tratamiento con ellos. Esto supone explicar:
▪ IPT familiar.
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▪ Terapia familiar (tratamiento centrado en la familia para la depresión
infantil y sistemas de terapia familiar integrativa).
▪ Psicoterapia de orientación psicodinámica.
▪ TCC individual.
▪ IPT-A.
▪ Terapia familiar (focalizada en el apego o de orientación sistémica).
▪ Intervención psicosocial breve.
▪ Psicoterapia de orientación psicodinámica.
7. Conclusiones
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(c) Se ha implementado en centros de salud como intervención breve
combinada con medicación antidepresiva con ISRS y se comparado con
un tratamiento solo con ISRS (Clarke et al., 2005).
(d) Se ha desarrollado en el Sistema Nacional de Salud del Reino Unido
como tratamiento combinado con medicación antidepresiva y se ha
comparado con un tratamiento solo con ISRS (Goodyer et al., 2008).
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factores comunes en los tratamientos efectivos (Norcross y Lambert, 2019;
Norcross y Wampold, 2019), las técnicas y las variables de proceso del cambio
en subtipos más específicos de depresión (por gravedad y complejidad) y por
edades, con un especial énfasis en la investigación en los grupos de menor edad.
Igualmente es necesario poner a prueba la eficacia a largo plazo de los
tratamientos disponibles y sus efectos en la prevención de recaídas. El estudio
de las variables predictoras, mediadoras y moderadoras del cambio también es
una asignatura pendiente.
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Apartado A. En primera persona
“Julia era una niña alegre, normal, como el resto de las niñas de su edad. Durante
el confinamiento en casa comenzamos a notarla cada vez más irascible y
distante con nosotros. Se enfadaba por cualquier tontería y tenía episodios de
rabia incontrolable y muy prolongados, de hasta 1 hora de duración. Tampoco
parecían interesarle los juegos que siempre le han gustado, incluso rechazaba
ver sus películas favoritas en la TV. El resto del tiempo, Julia se mostraba
distante con nosotros, menos cariñosa de lo habitual. Con el paso de los meses,
la situación no solo no pareció mejorar, sino que los problemas aumentaron.
Cada vez comenzó a pasar más tiempo tumbada en el sofá o en su cama sin
hacer nada, llegando ahora a estar así durante horas sino intervenimos. Por las
noches, no es capaz de dormirse sola y llora continua y desconsoladamente
cuando nos vamos de su habitación. Cuando consigue dormirse, al poco se
despierta llorando porque dice que ha tenido una pesadilla. En una reunión de
urgencia con su profesora del colegio, nos ha dicho que ha visto muy cambiada
a Julia en el inicio de curso, mostrándose desvalida y aislada en clase, sin querer
relacionarse con otros niños. También nos ha dicho que su rendimiento en las
clases ha descendido considerablemente. Ahora tiene mucho miedo a alejarse
de mi [la madre]. Ya no sabemos qué hacer. Al principio pensamos que durante
el verano mejoraría. Luego que lo haría con la vuelta al colegio al poder
relacionarse con sus amigos. Pero nada. De hecho, cada vez la vemos peor. Nos
ha llegado a decir esta semana que desearía dormirse para siempre. Estamos
muy preocupados”.
33
la sesión). No mantiene el contacto ocular y su lenguaje es monosilábico (solo
responde con “síes” o “noes”). La menor se ha negado repetidamente a los
ofrecimientos de realizar un dibujo libre o ir a la sala de juegos, permaneciendo
inmóvil en la silla junto a su madre toda la sesión.
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Apartado B. Caso clínico
En las sesiones de evaluación con el menor y los padres se detectó que, a raíz
del confinamiento por covid-19, los padres –y en especial la madre– presentaban
importantes dificultades para establecer una correcta conexión emocional con
Julia, lo que había provocado importantes cambios en la interacción madre-hija,
transformando ésta en ansiógena y menos gratificante tanto para la madre como
para la menor. Todo ello ha sucedido en un contexto vital de pérdidas sociales
significativas y generalizadas como consecuencia de la pandemia por covid-19.
Como apoyo a las entrevistas con los padres y la menor, en siguientes sesiones
de evaluación se utilizó el dibujo y el juego libres. En el caso del juego se empleó,
además, el Método de Interacción de Marschak (1960) para valorar de forma
estructurada la interacción de ambos padres con la niña. Se pidió
específicamente a los padres que llevaran a cabo una serie de tareas simples
diseñadas para generar comportamientos en varias dimensiones principales del
apego: estructura, cuidado-afecto, implicación-conexión y reto-desafío (Fraser,
2014).
35
menor para aceptar el cuidado y buscar un espacio de seguridad en su
madre-padre, así como su capacidad para calmarse y regularse.
- Implicación-Conexión: las tareas en esta dimensión permiten evaluar la
capacidad de los padres para fomentar una participación interactiva
apropiada al nivel de desarrollo y estado emocional del niño.
- Reto-Desafío: las tareas en esta dimensión permiten evaluar la capacidad
del adulto para estimular el desarrollo de niño, establecer expectativas de
desarrollo apropiadas y para alegrarse de los logros del niño. Es importante
evaluar la capacidad del niño para responder a los desafíos, entendidos
como nuevos aprendizajes.
36
salidas a la calle para juegos). Una vez identificadas las emociones en la niña,
se pidió a los padres que se lo reflejaran empáticamente, tal y como previamente
el psicólogo clínico lo había entrenado con ellos, así como que permanecieran a
su lado un tiempo suficiente para que Julia tuviera la opción de buscar en ellos
el consuelo o compartiera su alegría.
La participación de los padres en las sesiones y tareas para casa fue mejorando
conforme estos constataron los avances positivos de Julia. Según observaron
los padres, la menor comenzó a mejorar su estado de ánimo a partir de la tercera
sesión y su ansiedad de separación a partir de la quinta. Julia fue capaz incluso
de verbalizar el efecto beneficioso de la mejoría en la cantidad y calidad de las
interacciones con sus padres sobre su estado de ánimo.
37
Apartado C. Términos clave
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habido un período de dos semanas durante el cual el número y la duración de
los síntomas fueran suficientes para cumplir con los requisitos diagnósticos de
un episodio depresivo. No hay antecedentes de episodios maníacos, mixtos o
hipomaníacos.
39
Apartado D. Enlaces web de interés.
https://effectivechildtherapy.org/
https://www.nice.org.uk/guidance/ng134
40
Apartado E. Bibliografía comentada.
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41
en la depresión, la comprensión y el manejo del suicidio y la transmisión
intergeneracional de la depresión.
Referencias
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